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Abril 2009 - Percano Grupo Corporativo

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Editora<br />

Rocío Alvarado Aznar<br />

Ana Samantha Alvarez Sainz<br />

Nancy A. Camacho Mina<br />

Marcos Lazcano V.<br />

Ricardo García Ch.<br />

Ricardo Miranda<br />

Martín Andrés Bagnarelli<br />

por IBDO Hernández Marrón y Cia., S. C. Contadores Públicos y Consultores.<br />

Editorial: Victiis principalibus... pág. 03<br />

1. La idea cristiana... pág. 06<br />

Tipos de pecados: los pecados capitales<br />

Pecados, muerte y vida eterna<br />

2. Soberbia... pág. 25<br />

Una coronación especial<br />

Construcción de gran esplendor<br />

La caída del rey de Babilonia<br />

La caída del rey de Tiro<br />

3. Gula... pág. 32<br />

En la literatura<br />

No comer, la otra cara del mismo pecado<br />

4. Avaricia... pág. 39<br />

En la pintura<br />

En la literatura<br />

5. Ira... pág. 46<br />

Las furias de la ciudad de Dite<br />

Un atributo de Dios<br />

Arranques de ira<br />

En la literatura<br />

6. Lujuria... pág. 53<br />

En la literatura<br />

7. Pereza... pág. 63<br />

Sansón y Dalila<br />

El cuarto círculo del purgatorio: los perezosos<br />

8. Envidia... pág. 69<br />

El segundo círculo del purgatorio: los envidiosos<br />

¿Virtud?<br />

Caín y Abel<br />

Historia de José<br />

Un acercamiento a los<br />

capitales<br />

Por Abraham Villavicencio<br />

Diseño de portada:<br />

Ana Samantha Alvarez Sainz


Carta editorial<br />

Casi todas las religiones, conocedoras de las debilidades<br />

humanas (necesidades, instintos y excesos),<br />

hábilmente han condenado ciertos rasgos<br />

de nuestra personalidad que requieren control, por<br />

convertirse en problemas psicológicos o de ética.<br />

Aunque sus efectos sociales negativos pertenecen<br />

mas bien a un marco jurídico o social debido a que<br />

pueden afectar a la comunidad.<br />

La iglesia católica, en un principio, señaló ocho vicios principales (octo vitiis principalibus)<br />

Más tarde, Santo Tomás las nombra pecados capitales, por ser y dar origen a otros más; los<br />

clasifica como transgresiones a los mandamientos de la fe cristiana, contrarios a las virtudes:<br />

actitudes que buscan parecerse a Dios. (¿Envidia? ¿Soberbia?) San Gregorio el Grande les da<br />

el número siete que mantienen desde San Buenaventura casi todos los teólogos de la Edad<br />

Media. Debido a la necesidad de promoción de sus doctrinas, la función didáctica mas que<br />

evidente utilizada por la iglesia para inculcar los preceptos cristianos acerca de los pecados<br />

se dio en todos los países y se valió exitosamente de las artes para tal fin.<br />

La literatura inglesa no es la excepción. De la Britania medieval se han rescatado por<br />

ejemplo, unas curiosidades muy conocidas y en boga durante esa época. Son una serie de<br />

relatos creación del poeta William Langland (1330-1400) contados por un personaje fantasioso<br />

llamado Piers Plowman. En estas narraciones, los pecados capitales y las virtudes<br />

son personajes arquetipo (de la raíz arqueo, antiguo) porque serán reconocidos siempre no<br />

importando el tiempo y el contexto, ya que cada uno se expone con sus correspondientes<br />

rasgos de carácter, bien específicos según lo que representan. Evidentemente como una<br />

fábula, cada una trae consigo la consabida moraleja, referente a evitar la caída en tal o cual<br />

exceso. Veamos a “Gula” por ejemplo:


Carta editorial<br />

“Gula había engullido más de un galón de cerveza, y las tripas le empezaban a retumbar como<br />

un par de cerdas glotonas.<br />

Después vienen algunas descripciones escatológicas bastante gráficas, recurso muy utilizado<br />

en aquel entonces, (también visto en los Cuentos de Canterbury).<br />

Luego, en menos que se dice un padrenuestro, había meado como medio galón, y había hecho<br />

sonar de tal modo la redonda trompa del trasero que todos los que la oyeron tuvieron que taparse la<br />

nariz, y desearon que Dios se lo taponara con un ramo de aulaga(planta espinosa).<br />

No podía andar ni tenerse en pie sin el bastón. Cuando por fin se puso en marcha, se movía como<br />

la perra de un juglar ciego, o como un pajarero al tender las cuerdas, a veces de lado, a veces hacia<br />

atrás. Al acercarse a la puerta, se le vidriaron los ojos, y tropezó en el umbral y cayó de bruces al suelo.<br />

Entonces Clement el zapatero lo cogió por la cintura para levantarlo y lo puso de rodillas. Pero Gula<br />

era un tipo grande, y costaba levantarlo; y, por si fuera poco, se le vomitó encima a Clement, y el vómito<br />

apestaba tanto que ni el perro más hambriento de Hertfordshire se habría acercado a lamerlo.<br />

Por fin, con mucho trabajo, la mujer y la hija se las arreglaron para llevarlo a casa y meterlo en la<br />

cama. Y después de toda esta disipación, entró en un gran sopor y se pasó durmiendo el sábado y el<br />

domingo. Al anochecer del domingo se despertó, y mientras se frotaba los ojos legañosos, lo primero<br />

que dijo fue:<br />

–¿Quién se ha llevado la jarra?<br />

Entonces la mujer lo regañó por la mala vida que llevaba, y Arrepentimiento se le unió diciendo:<br />

–Sabes que has pecado de palabra y obra, así que confiésate, y muestra algo de pesar, y haz un<br />

acto de contrición.<br />

--Yo, Gula, confieso que soy culpable –dijo el hombre–. He pecado de palabra tantas veces que<br />

ni las recuerdo todas: he jurado por el “alma de Dios” y he dicho “Dios y todos los santos me asistan”<br />

cientos de veces sin necesidad.<br />

Y me he dejado llevar en la cena, y a veces también en el almuerzo, tanto que lo he devuelto todo<br />

antes de haber caminado una milla, y he desperdiciado comida que se podría haber guardado para<br />

el hambriento. En los días de ayuno he comido los platos más sabrosos que encontraba, y he bebido<br />

los mejores vinos, y a veces he prolongado tanto las comidas que he dormido y comido al mismo<br />

tiempo. Y para beber más y oír algunos chismes, he comido en la taberna también en días de ayuno,<br />

y he salido corriendo a comer antes del mediodía.<br />

–Dios te premiará por esta buena confesión –dijo Arrepentimiento.<br />

Entonces Gula rompió a llorar y a lamentarse de la vida viciosa que había llevado, e hizo voto de<br />

ayuno, diciendo:<br />

–De ahora en adelante los viernes no le daré a la barriga ni un bocado de nada, ni siquiera pescado,<br />

por muy hambriento o sediento que esté, no hasta que mi tía Abstinencia me dé permiso, aunque<br />

hasta ahora siempre la haya detestado”.<br />

Esta reliquia medieval ilustra muy clara y toscamente el pecado y sus consecuencias, y desliza<br />

con mucha sutileza la propuesta o recomendación que la iglesia aconseja para su expiación.<br />

Pax sit semper vobiscum et cum spiritu tuo<br />

(La paz esté siempre con ustedes y con vuestro espíritu)<br />

Rocio Alvarado Aznar<br />

Editora


La idea<br />

cristiana<br />

De acuerdo con los preceptos éticos de la<br />

cultura occidental, los pecados son las<br />

pasiones humanas llevadas más allá de de los<br />

cercos de la prudencia y de la imprudencia,<br />

a lo monstruoso.


Un acercamiento a los<br />

capitales<br />

La idea cristiana<br />

n primera instancia son vicios, es decir actos que satis-<br />

Efacen los deseos y que transgreden los límites y el orden<br />

establecido por la sociedad. La noción de pecado,<br />

tal cual se concibe en el mundo occidentalizado, surgió de la<br />

concepción griega de vicio, la cual fue adoptada y transformada<br />

por los valores morales cristianos: apareció como una<br />

advertencia que pretendía administrar la propia conducta,<br />

controlar las pulsiones y buscar una armonía en los actos y el<br />

comportamiento de los individuos.<br />

Durante los siglos originarios del cristianismo prevalecían<br />

doctrinas provenientes de las escuelas de pensamiento helenísticas:<br />

escépticos, epicúreos, pero neoplatónicos y estoicos<br />

fueron los más destacados interlocutores de los primeros teólogos<br />

y filósofos cristianos. Por lo mismo, estos últimos fueron<br />

marcados por una fuerte impronta de la filosofía pagana, sobre<br />

todo del neoplatonismo y del estoicismo. Por ejemplo, la concepción<br />

del hombre dotado con alma inmortal es de ascendencia<br />

neoplatónica, mientras que la idea de una providencia cuyos<br />

designios azotan el devenir humano, fue de origen estoico.<br />

Entre los siglos V y IV a.C. vivió Platón, uno de los más importantes<br />

filósofos griegos. Él sentó las bases de la futura concepción<br />

del pecado, ya que consideraba que el hombre estaba<br />

conformado por dos entidades: el cuerpo y el alma. De acuerdo<br />

con sus teorías, el alma era la parte divina, eterna y metafísica<br />

del hombre, gracias a ella él podía razonar, conocer y<br />

alcanzar la libertad. Caso contrario, la naturaleza del cuerpo era<br />

física, ya que estaba constituido por materia, y efímera, dado<br />

que podía morir. De este modo, el cuerpo se constituía como<br />

la cárcel del alma. Muchos de los preceptos platónicos dejaban<br />

ver un fuerte ascetismo, ya que si el hombre quería trascender,<br />

debía negar su parte corporal y preocuparse por desarrollar la<br />

intelectual, sólo así se liberaría.<br />

Aristóteles fue discípulo de Platón y, al igual que éste, vivió<br />

en el siglo IV a.C. Como su maestro, desarrolló una teoría acerca<br />

de los vicios, pero él no responsabilizaba al cuerpo, sino a<br />

los actos del hombre. Para este filósofo, en el fondo, los vicios<br />

eran debilidades que arrebataban al hombre a los excesos,<br />

cuyas figuras antagónicas eran las virtudes. Estas últimas eran<br />

un punto ideal que se hallaba justo en el medio del carácter<br />

humano. Dice, por ejemplo, que entre un hombre temerario y<br />

uno cobarde, se halla el que sabe cómo defenderse: mientras<br />

los dos extremos rayarían en el exceso y en el defecto, el punto<br />

equidistante entre ambos sería ejemplar. Para ilustrar esto, el filósofo<br />

español Fernando Savater señala que en una batalla, “es<br />

tan inútil el soldado que en la trinchera está tirado en el suelo<br />

con la cabeza tapada, sin hacer nada contra el enemigo, como<br />

aquél que salta afuera y sale abriéndose la camisa para que le<br />

peguen un bayonetazo. Es operativo y virtuoso en la ocasión<br />

aquel que se asoma con su fusil y defiende la trinchera discre-<br />

tamente cuidando su vida”.<br />

Según Aristóteles, las virtudes<br />

no existían en abstracto, eran<br />

acciones ejecutadas por personas<br />

concretas, a quienes<br />

habría que imitar.<br />

Tanto los vicios como las<br />

virtudes fueron plasmados<br />

de forma simbólica en el arte<br />

plástico y literario. En Grecia y<br />

Roma existían dioses que las<br />

representaban y personificaban.<br />

Un claro ejemplo es la<br />

dicotomía entre los númenes<br />

griegos Apolo y Dionisos, ya<br />

que mientras el primero era<br />

la razón y el entendimiento,<br />

el segundo constituía el desenfreno<br />

y la entrega pasional.<br />

Un mismo dios podía incluso<br />

englobar tanto la parte mesurada<br />

como la excesiva de<br />

los actos. De este modo, el ya<br />

citado Dionisos así como era<br />

dios de la alegría, por estar<br />

El pecado,<br />

por Franz von<br />

Stuck. Para<br />

los teólogos,<br />

la carne,<br />

junto con<br />

el demonio<br />

y el mundo<br />

son las tres<br />

amenazas que<br />

acechan el<br />

alma humana<br />

y que actúan<br />

mediante la<br />

tentación.


m/P8<br />

La idea cristiana<br />

asociado a las fiestas y al vino, también lo era de la embriaguez.<br />

Ares personificaba tanto la estrategia militar elocuente y racional,<br />

como la ira belicosa. Por su parte, según el mito de nacimiento<br />

al que se atendiese, Venus podía encarnar el amor espiritual y<br />

divino como el mundano y lascivo.<br />

Las escuelas helenísticas fueron el vehículo que permitió al<br />

cristianismo heredar y asimilar numerosos elementos del pensamiento<br />

griego, como los preceptos aquí expuestos. Sin embargo,<br />

también es cierto que la religión cristiana retomó elementos<br />

de otras tradiciones religiosas; por ejemplo del zoroastrismo<br />

mantuvo la creencia en una lucha entre el bien y el mal, mientras<br />

del maniqueísmo conservó la idea del cuerpo como prisión<br />

y corruptor del alma. De este modo se perfiló la sentencia contra<br />

el cuerpo como responsable de las pasiones carnales del hombre<br />

y culpable de la concupiscencia, por consecuencia del vicio.<br />

Numerosos elementos del pensamiento antiguo fueron reinterpretados<br />

y resignificados: vicios y virtudes adoptaron efigies<br />

iconográficas paganas. Así fue como las imágenes de la diosa<br />

Niké, la victoria, y los amorcillos, seres mitológicos que integraban<br />

el cortejo de Venus y que se creían como niños alados, se<br />

convirtieron en ángeles. Por su parte, figuras híbridas como las<br />

del dios Pan y los faunos, que se imaginaban como seres de<br />

torso humano y masculino pero con patas de macho cabrío, se<br />

convirtieron en figuras demoniacas.<br />

Los ángeles se creyeron<br />

seres celestiales, vinculados<br />

con Dios y representantes de<br />

virtudes, mientras los diablos<br />

se pensaron bestias y agentes<br />

del mal asociados al infierno y<br />

personificaciones de los excesos<br />

del cuerpo y sus sentidos,<br />

es decir los pecados.<br />

En un marco plenamente<br />

neoplatónico, el cristianismo<br />

de los primeros siglos formuló<br />

que para su salvación el hombre<br />

enfrentaría como contrincante<br />

al pecado, transgresión<br />

voluntaria y consciente de las<br />

normas de comportamiento<br />

ético-religioso. Éste se creía<br />

posible ya que los teólogos<br />

afirmaban que el alma tenía<br />

tres amenazas: el demonio,<br />

el mundo y la carne, quienes<br />

lo acechaban de forma constante<br />

a lo largo de su vida, mediante<br />

la tentación.<br />

El Demonio [escrito con<br />

mayúscula] era la personificación<br />

por excelencia del mal,<br />

ya que se trataba de Lucifer,<br />

un serafín rebelde que se había<br />

pronunciado contra la voluntad<br />

divina y había logrado<br />

ganar para su causa la tercera<br />

parte de los ángeles del cielo.<br />

Expulsado de las alturas, fue<br />

lanzado junto con sus seguidores<br />

al infierno, que se creía<br />

estaba en el centro de la Tierra.<br />

Los ángeles sublevados se<br />

desfiguraron durante su caída<br />

y se convirtieron en un ejército<br />

de diablos, también llamados<br />

demonios [con minúscula].<br />

Las huestes del mal en todo<br />

momento acecharían a los<br />

hombres para que cometiesen<br />

“desviaciones” del camino de<br />

salvación y, tras el momento<br />

La primera<br />

falta humana<br />

contra la voluntad<br />

divina<br />

fue el pecado<br />

original, causa<br />

de la caída de<br />

Adán y Eva<br />

de la gracia<br />

de Dios. Adán<br />

y Eva, por S.<br />

Valadon.


m/P10<br />

La idea cristiana<br />

de la muerte, arrebatar esas almas<br />

para su causa. De hecho, la primera<br />

falta humana contra la voluntad<br />

divina, conocida bajo el título de<br />

“pecado original” y que registra la<br />

historia bíblica, es la caída de Adán<br />

y Eva ante la instigación que hizo<br />

el Demonio para que comieran del<br />

árbol de la ciencia.<br />

El mundo era considerado<br />

enemigo del alma en tanto que<br />

los hombres lo convertirían en un<br />

espacio de goce sensorial, lleno<br />

de placeres y vanidades, opuesto<br />

al modelo de vida que promovía<br />

el cristianismo. Por último, la carne<br />

era vista como el mayor peligro del<br />

alma, dado que conformaba parte<br />

del ser humano y sería imposible<br />

alejarse de ella. Se creía que ins-<br />

Estas tres serían la fuente de donde<br />

emanarían los demás pecados de la<br />

vida humana. Entregarse a ellas significaría<br />

romper el orden social, por<br />

lo cual, para restringirlas se habían<br />

formulado hábitos que regulasen<br />

las relaciones entre los individuos.<br />

De este modo, entregarse a<br />

la concupiscencia significaba no<br />

sólo atentar contra el alma personal,<br />

sino contra el bienestar social.<br />

Al pecado correspondía entonces<br />

una condición colectiva: el pecado<br />

sólo existe en virtud de que el<br />

hombre convive con otros iguales<br />

a él. Si estuviese aislado, se quedarían<br />

en simples imprudencias.<br />

Cabría agregar que de manera<br />

distinta al pensamiento aristotélico,<br />

el cristianismo sí consideró positivo<br />

Platón sentó las bases de la<br />

futura concepción del pecado, ya<br />

que consideraba que el hombre<br />

estaba conformado por dos<br />

entidades: cuerpo y alma<br />

tintivamente la carne buscaba el<br />

deleite a toda costa, sin considerar<br />

aspectos morales. Este deseo por el<br />

goce fue llamado concupiscencia,<br />

una característica atribuida sólo a<br />

los humanos, ya que mientras los<br />

animales logran satisfacer sus apetitos,<br />

el hombre puede vivir en continuo<br />

e ilimitado afán de placer.<br />

De acuerdo con San Pablo, el<br />

hombre debería resistir tres variantes<br />

de la concupiscencia: la libido<br />

sentiendi, la libido cognoscienti y la<br />

libido dominante. La primera era<br />

la concupiscencia de los sentidos,<br />

por ejemplo comer, escuchar música,<br />

fornicar; la del conocimiento:<br />

querer saber más, la curiosidad, inventar<br />

cosas, y el deseo de poder:<br />

querer mandar, dominar e imponer<br />

la voluntad propia a los demás.<br />

un modo de exceso: aquel que negara<br />

y reprimiera la parte corporal<br />

y pasional del hombre, ya que de<br />

este modo se pretendía tener un<br />

mayor acercamiento con Dios.<br />

Contrario al ejemplo de los soldados<br />

en batalla que ofrece Savater,<br />

el cristianismo aplaudió y coronó<br />

con laureles la entrega arrebatada<br />

de los mártires a la muerte. De igual<br />

manera conmemoró y estimó<br />

ejemplares los ayunos excesivos<br />

de los eremitas o el abandono de<br />

todo bien material por parte de los<br />

mendicantes, ya que eran prácticas<br />

que “engrandecerían el alma”.<br />

Tipos de pecados:<br />

los capitales<br />

El cristianismo consideró que los<br />

pecados no sólo eran agravios


m/P12<br />

La idea cristiana<br />

contra los congéneres, sino que atentaban contra la entelequia<br />

divina. Según su naturaleza, los teólogos medievales dividieron<br />

los pecados en dos grupos. El primero se denominó mortal y estaba<br />

constituido por todas las faltas que atentaban contra la ley<br />

que, según la tradición bíblica, Dios había entregado a los hombres<br />

y que se resumía en los diez mandamientos. Se les llamaba<br />

así porque consistían en transgresiones conscientes a estas normas<br />

y su consecuencia era la condenación eterna. El segundo<br />

grupo era el de los veniales, fallas leves al orden eclesiástico que<br />

si bien eran considerados atentados contra los mandamientos,<br />

no constituían por sí mismos un distanciamiento drástico ni una<br />

enemistad con Dios.<br />

No fue sino hasta la Baja Edad Media, en Europa, cuando<br />

apareció en la doctrina un listado concreto de siete pecados capitales,<br />

llamados así porque se consideraban “cabeza” (en latín,<br />

capita) u origen de muchos otros vicios. Santo Tomás de Aquino,<br />

teólogo dominico que vivió en el siglo XIII y considerado “quinto<br />

doctor de la Iglesia”, decía que “un vicio capital es aquel que tiene<br />

un fin excesivamente deseable, de manera tal que en su deseo<br />

un hombre comete muchos pecados, todos los cuales se dice<br />

son originados en aquel vicio como su fuente principal.”<br />

Los primeros son comportamientos naturales que, por exceso,<br />

dejan de ser operativos. Es necesario que el hombre se alimente;<br />

sin embargo, el deseo por comer cantidades excesivas<br />

deja de ser operativo, ya que atenta contra el orden natural y el<br />

orden moral: así como fisiológicamente el cuerpo se vería dañado<br />

por el consumo innecesario de nutrientes, tampoco sería<br />

ético despojar al semejante de su comida por el simple placer de<br />

seguirlo haciendo. El sistema de este tipo de faltas aún respondía<br />

a la idea del pecado como daño al bien colectivo, su objetivo era<br />

El mundo es<br />

considerado<br />

enemigo del<br />

alma porque<br />

a los ojos<br />

humanos es<br />

un espacio de<br />

goce sensorial,<br />

lleno de<br />

placeres y<br />

vanidades,<br />

opuesto al<br />

modelo de<br />

vida ideal del<br />

cristianismo.<br />

La tentación<br />

de san Antonio,<br />

por Dalí,<br />

1926.<br />

mostrar los peligros higiénicos<br />

que podrían asechar a las almas,<br />

era un listado de advertencias<br />

sobre los riesgos que<br />

podría acarrear la desmesura.<br />

Éstos se definieron en un<br />

momento histórico caracterizado<br />

por una sociedad<br />

castrense que de forma constante<br />

se enfrentaba en luchas<br />

armadas. Desde el siglo XIII<br />

hasta el XVI se utilizaron para<br />

sancionar los comportamientos<br />

sociales agresivos. El historiador<br />

John Bossy apunta que<br />

“los siete pecados capitales<br />

son la expresión de la ética social<br />

y comunitaria con la cual<br />

el cristianismo trató de contener<br />

la violencia y sanar la conflictiva<br />

sociedad medieval.”<br />

La religiosidad bajomedieval<br />

se distinguió por el sentido<br />

colectivo de sus ritos, los cuales<br />

involucraban a los distintos<br />

estratos de la población.<br />

Las procesiones, los carnavales,<br />

la liturgia, incluso la construcción<br />

de las catedrales góticas<br />

representaban el orden


Un acercamiento a los<br />

capitales<br />

La idea cristiana<br />

rm/P14<br />

social e implicaban la participación de todos los individuos que<br />

convivían en las ciudades. En este contexto se entiende que<br />

la doctrina de estos pecados durante mucho tiempo haya<br />

sido el principal esquema de penitencia colectiva y que contribuyera,<br />

en cierto modo, a la pacificación de la sociedad de aquel<br />

entonces.<br />

Los siete pecados capitales son: la soberbia, la gula, la avaricia,<br />

la ira, la lujuria, la pereza y la envidia. Aunque éstos no eran en sí<br />

mismos de grado mortal, sí podían ser causa de uno. Por ejemplo,<br />

mientras la ira era un pecado capital, el asesinato por<br />

despecho sí constituía un pecado mortal: el primero era causa<br />

del segundo. Por esta misma razón, el poeta florentino Dante<br />

Alighieri, que vivió entre 1265 y 1321, en su obra Divina comedia,<br />

dedicó cada uno de los siete niveles en que imaginó el purgatorio<br />

al mismo número de pecados.<br />

La eficacia discursiva y moralizante de éstos tuvo su momento<br />

de auge en los últimos dos siglos de la Edad Media,<br />

ya que con el paso del tiempo hacia la Moderna la idea de la<br />

religiosidad, el bien y la penitencia colectivos dio paso a la individualización<br />

e interiorización del fenómeno religioso. A partir<br />

del siglo XV y XVI la penitencia abandonó su forma de resolución<br />

de conflictos sociales para transformarse en una acción<br />

psicológica e intimista de la conciencia de cada individuo. Es<br />

decir, no obstante la noción de siete pecados capitales trascendió<br />

al paso del tiempo y ha llegado a nuestros días, el discurso<br />

moral eclesiástico cambió y optó por la doctrina de reglas<br />

de comportamiento individuales, en lugar de dicho sistema<br />

de amenazas contra el alma y<br />

el orden social.<br />

En su libro Iconología, Cesare<br />

Ripa, escritor italiano célebre<br />

por ésta obra publicada<br />

por primera vez en 1593, un<br />

repertorio alfabético de personificaciones<br />

de conceptos<br />

como las virtudes, los vicios, los<br />

sentimientos, las pasiones humanas,<br />

las estaciones del año<br />

o regiones geográficas. Para<br />

ejecutarla, se valió de símbolos<br />

provenientes de las culturas<br />

griega, romana y medieval,<br />

principalmente. Éste es una de<br />

las más importantes fuentes<br />

de la tradición emblemática<br />

y fue utilizada por numerosos<br />

poetas, pintores y escultores,<br />

desde el siglo XVI hasta el XIX.<br />

Representó simbólicamente<br />

el pecado mediante la figura<br />

de un joven ciego, desnudo<br />

y cuya piel luce oscurecida. El<br />

autor escribió que este personaje<br />

deberá ir caminando por<br />

Los pueblos<br />

paganos se<br />

regodearon en<br />

la concupiscencia<br />

(la<br />

búsqueda del<br />

deleite y el<br />

goce a toda<br />

costa), por ello<br />

son reprobables<br />

desde la<br />

perspectiva<br />

del cristianismo.<br />

Una<br />

bacanal, por<br />

Nicolas Poussin,<br />

c. 1630.


m/P16<br />

La idea cristiana<br />

unas sendas peligrosas y torcidas, irá ceñido por una serpiente y<br />

en su costado izquierdo debe lucir la figura de un gusano que,<br />

penetrándole la piel, le debe roer el corazón.<br />

El significado de esta imagen es el siguiente: el pecado se<br />

representa joven y ciego por la imprudencia y ceguera de quienes<br />

lo cometen, ya que según Ripa se trata de una transgresión<br />

de las leyes y mandamientos que desvía del bien y la razón: “Es<br />

pecado un error, que el querer quiere/ y la razón no regula ni<br />

reprime,/ sino que consiente con sentido y uso en el acto”.<br />

Su piel oscura responde a un antiguo valor neoplatónico,<br />

donde la penumbra simboliza la ausencia de Dios, quien es la<br />

luz del mundo. La intención de que vaya desnudo recuerda que<br />

el pecado despoja al hombre de la gracia, lo priva por completo<br />

del candor de la virtud, y lo expone al peligro del infierno en el<br />

incierto instante de la muerte, ya que si no realizó penitencia,<br />

será castigado eternamente.<br />

Va ceñido por una sierpe ya que el pecado corresponde al<br />

señorío del Diablo, a quien Ripa considera el mayor enemigo del<br />

hombre. Bajo la apariencia de alcanzar algún bien, el Demonio<br />

trata de engañar al género humano, en espera de tener éxito y la<br />

victoria como consiguió con los primeros padres (Adán y Eva).<br />

El gusano que le carcome el corazón simboliza el gusano<br />

de la conciencia, pues los teólogos dicen que los remordimientos<br />

estimularán y afligirán el alma de los pecadores. Ripa<br />

dice que este sufrimiento por la conciencia se mantendrá activo<br />

y vigilante porque absorberá los pulsos y sangre del pe-<br />

El poeta florentino<br />

Dante<br />

Alighieri en su<br />

obra Divina<br />

comedia, dedicó<br />

cada uno<br />

de los siete<br />

niveles en que<br />

imaginó el<br />

purgatorio al<br />

mismo número<br />

de pecados<br />

capitales.<br />

cado, del que se nutre, toma<br />

su vigor y entereza.<br />

Pecados, muerte<br />

y vida eterna<br />

Así como en la vida social, las<br />

autoridades civiles se encargaban<br />

de sancionar a todos<br />

aquellos que transgredían los<br />

patrones de convivencia, se<br />

creyó que Dios, en el plano<br />

espiritual, ejercería como supremo<br />

juez y castigaría a todos<br />

aquéllos que no hubiesen<br />

mantenido el equilibrio moral.<br />

Por lo cual, la doctrina de los<br />

pecados capitales estuvo vinculada<br />

al pensamiento escatológico<br />

medieval.<br />

En la actualidad se conocen<br />

como destinos escatológicos<br />

un conjunto de<br />

cuatro instancias que según<br />

los preceptos cristianos eran<br />

las realidades que aguardaban<br />

a los hombres tras su vida


m/P18<br />

La idea cristiana<br />

terrestre. Éstos eran muerte, juicio, gloria e infierno, y durante la<br />

Baja Edad Media fueron llamados novísimos o postrimerías.<br />

La muerte fue considerada la proporción con base en la<br />

cual se medirían los actos humanos en vida, dado que por su<br />

carácter inminente al devenir humano era vista como el acceso<br />

a la eternidad. Según la religiosidad medieval, se creía que la<br />

trascendencia humana estaba en la vida ulterior, pero dependía<br />

de la terrena: ésta determinaría si el hombre sería premiado<br />

o castigado para siempre; según se hubiera comportado en la<br />

Tierra, sería su destino eterno.<br />

Se decía que al momento del óbito, las almas de quienes<br />

hubiesen muerto en pecado serían arrojadas al infierno; allí los<br />

diablos les proferirían sufrimientos que no tendrían fin. Caso<br />

contrario, las almas de quienes hubiesen llevado una vida de<br />

acuerdo con los ideales morales, ganarían el cielo. Sin embargo,<br />

esta sentencia sería ratificada en el juicio final, un episodio<br />

descrito en el libro bíblico del Apocalipsis. San Juan evangelista,<br />

a quien se atribuye dicho texto, narra que tras la destrucción<br />

del mundo los muertos serían llamados a la vida, las almas se<br />

reuniría con los cuerpos por segunda ocasión y de este modo<br />

la humanidad enfrentaría el juicio de Cristo. El veredicto final<br />

sólo ratificaría la primera sentencia, la diferencia es que para<br />

ese entonces, reintegrados, los cuerpos también participarían<br />

de la felicidad o del sufrimiento.<br />

Existen algunos ejemplos pictóricos del siglo XV que contextualizaron<br />

las representaciones de los pecados capitales en el<br />

marco de la escatología. Un ejemplo de este tipo de obras es la<br />

conocida como La mesa de los pecados capitales, ejecutada por<br />

el pintor flamenco Hieronymus Bosch (activo en el siglo XV) y<br />

que se conserva en el Museo del Prado de Madrid. Parece que<br />

este óleo fue realizado con fines reflexivos, ya que sus cartelas<br />

recuerdan que Dios continuamente estaría atento a las acciones<br />

humanas y remiten a la cita bíblica "En todas tus acciones ten<br />

presente tu fin y jamás cometerás pecado" (Eclesiástico, 7, 36).<br />

La mesa de los pecados capitales fue realizada sobre un soporte<br />

de madera con forma rectangular. En el medio de la superficie<br />

fueron dispuestos tres círculos concéntricos: en el exterior aparecen<br />

imágenes ilustrativas de los siete pecados capitales, el medio<br />

es un resplandor que proviene del central, donde aparece la<br />

imagen de un Cristo resucitado que contempla las siete escenas.<br />

La figura cristológica hace las veces del ojo omnipresente y omnisapiente<br />

de Dios. Una filacteria rodea esta imagen donde se<br />

lee Cave, cave, Dominus videt, “Cuidado, cuidado, Dios te ve”. Por<br />

su parte, las escenas fueron ejecutadas con base en pasajes y<br />

proverbios de la vida cotidiana: la ira fue representada mediante<br />

la lucha de tres hombres; la soberbia, como una mujer que se<br />

adereza con telas y joyas, mientras un demonio le detiene un<br />

espejo para que se admire; la lujuria describe un pasaje bucólico<br />

donde se ven algunas parejas bajo el techo de una tienda, pa-<br />

rece que un crimen pasional<br />

está por cometerse, además<br />

abundan los instrumentos<br />

musicales y objetos que evocan<br />

a deleite sensorial; la pereza<br />

queda entendida cuando<br />

se aprecia la efigie de un hombre<br />

sentado en un sillón y delante<br />

de una chimenea; un<br />

hombre obeso roe los huesos<br />

de varios animales que se ha<br />

comido mientras otro sujeto<br />

bebe sin contención de una<br />

jarra, ambos expresan el pecado<br />

de gula; la avaricia quedó<br />

manifiesta con varios grupos<br />

de hombres que se disputan<br />

la posesión de bienes materiales,<br />

mientras en el recuadro<br />

dedicado a la envidia, tanto los<br />

hombres como los animales<br />

demuestran inconformidad<br />

con sus bienes y desean los<br />

ajenos. Este ciclo representa<br />

las siete posibilidades que<br />

conducen a perder la gracia<br />

y la salvación. Dos cartelas<br />

contienen textos del Deuteronomio.<br />

En la parte superior se<br />

lee: Gens absque consilio est, et<br />

sine prudentia, “Porque es gente<br />

sin discernimiento y no hay<br />

en ellos prudencia”, mientras<br />

En su Iconología,<br />

Cesare<br />

Ripa representósimbólicamente<br />

el pecado<br />

mediante la<br />

figura de un<br />

joven ciego<br />

y desnudo,<br />

caminando<br />

por sendas<br />

torcidas y<br />

ceñido por<br />

una serpiente<br />

y un gusano<br />

que le horada<br />

un costado.


Un acercamiento a los<br />

capitales<br />

La idea cristiana<br />

rm/P20<br />

en la inferior: Utinam saperent, et intelligerent, ac novissima<br />

providerent, “Si fueran sabios, podrían entenderlo, sabrían vislumbrar<br />

su suerte última”.<br />

Además, en las cuatro esquinas de la tabla fue dispuesto un<br />

medallón que representa cada uno de los destinos escatológicos.<br />

En el extremo superior izquierdo aparece el medallón de la<br />

muerte, simbolizada mediante la imagen de un memento mori,<br />

escena descriptiva de la agonía de un sujeto recostado en su lecho,<br />

mientras un sacerdote le aplica la extremaunción y un fraile,<br />

de rodillas, le muestra un crucifijo. Tres personajes son clave: la<br />

muerte que asecha detrás de la cama, un demonio que espera<br />

ganar el alma del moribundo para los infiernos, y un ángel<br />

que abogará por ella y así llevarla a la gloria. Estas imágenes eran<br />

comunes en la Baja Edad Media, ya que ilustraban los libros de<br />

Ars moriendi, textos reflexivos y moralizantes sobre las instancias<br />

de la muerte y la salvación. En el extremo opuesto, aparece el<br />

juicio final presidido por la figura de Cristo como juez apocalíptico,<br />

rodeado por dos grupos de bienaventurados, mientras los<br />

ángeles suenan las trompetas que llaman a los muertos a la vida<br />

y a enfrentar la sentencia.<br />

Según los teólogos, en el infierno los condenados sufrirían<br />

dos tipos de castigos: la pena de daño, causada por el hecho de<br />

dar la espalda a Dios y que consistía en el dolor moral por la ausencia<br />

de Dios y la “pena de sentido”, nombre genérico con que<br />

se denominaba el conjunto de sufrimientos corporales, causados<br />

por las llamas y los tormentos infringidos por los demonios.<br />

Durante mucho tiempo prevaleció la creencia que los condenados<br />

padecerían castigos físicos correspondientes a los pecados<br />

que cometieron en vida; ley<br />

del talión. Bosch quedó inscrito<br />

en esta misma tradición<br />

y construyó un infierno donde<br />

las penas que se imparten<br />

guardan estrecha relación con<br />

las faltas capitales. Recostados<br />

en un lecho, los lujuriosos soportan<br />

el ataque de un reptil<br />

y un demonio; el glotón tiene<br />

por banquete un sapo y otras<br />

alimañas, en tanto los envidiosos<br />

son mordidos por perros,<br />

animales emblemáticos de<br />

este pecado. El perezoso está<br />

reclinado sobre un yunque y<br />

mientras un demonio lo sujeta,<br />

otro, vestido como una<br />

mujer, lo azota con un mazo<br />

en los glúteos. Los avariciosos<br />

hierven en un caldero lleno de<br />

metal fundido, en el que un<br />

demonio vomita monedas.<br />

El iracundo es rasgado por la<br />

espada de un diablo y los soberbios<br />

se ven acosados por<br />

un sapo y un ser fantástico, a<br />

la vez que un demonio les<br />

Tabla de los<br />

siete pecados<br />

capitales,<br />

por El Bosco,<br />

siglo XV. En el<br />

círculo central<br />

se describen<br />

cada uno de<br />

los pecados<br />

y en las<br />

esquinas<br />

los destinos<br />

escatológicos:<br />

muerte,<br />

purgatorio,<br />

infierno y<br />

cielo.


Pallas<br />

expulsando<br />

a<br />

los vicios<br />

del Jardin<br />

de la Virtud,<br />

por<br />

Andrea<br />

Mantegna,<br />

1499. La<br />

Psycomaquia<br />

es una<br />

epopeya<br />

cuya<br />

temática<br />

gira en<br />

torno al<br />

enfrentamiento<br />

entre las<br />

personificaciones<br />

de los vicios<br />

y las<br />

virtudes.<br />

La idea cristiana<br />

lleva de nuevo un espejo para<br />

que contemplen su aspecto.<br />

El último medallón corresponde<br />

a la gloria, el cual quedó<br />

plasmado mediante una construcción<br />

palaciega que evoca a<br />

la Jerusalén celestial, el último<br />

de los símbolos que san Juan<br />

describe en el Apocalipsis y que,<br />

según la Biblia, es la ciudad del<br />

cielo, donde los bienaventurados<br />

habrían de vivir eternamente<br />

en compañía de Dios.<br />

Para expresar este contenido, el<br />

pintor dispuso un trono donde<br />

asienta la imagen de Cristo y a<br />

donde llegan los miembros de<br />

la corte celestial.<br />

La psicomaquia fue otra manera<br />

de representar de forma<br />

simbólica a los pecados capitales<br />

en un contexto escatológico.<br />

Etimológicamente, dicha<br />

palabra significa “batalla del<br />

alma”, razón por la cual Aurelio<br />

Prudencio, poeta neoplatónico<br />

y cristiano que vivió entre los siglos<br />

IV y V, la utilizó para intitular<br />

una obra suya donde alegoriza,<br />

a través de un enfrentamiento<br />

de fuerzas abstractas, el combate<br />

moral del alma. La Psycomaquia<br />

es una epopeya cuyos<br />

protagonistas son los vicios y<br />

las virtudes. La guerra comienza<br />

con el triunfo de la fides (fe) sobre<br />

el paganismo (veterum cultura<br />

deorum: idolatría, herejía): la<br />

primera aplasta al segundo de<br />

manera brutal, y cuando éste<br />

agoniza, aquélla le arranca los<br />

ojos y los pisotea. La siguiente<br />

lucha es entre la pudicitia y la<br />

libido, en la cual vence el pudor<br />

cuando vierte azufre hirviendo<br />

sobre la cara a la lujuria. La patientia<br />

logra que la ira se suicide,<br />

luego luchan la superbia y humilis<br />

(humildad). Luxuruia (entendida<br />

como gula y vida deleitosa:<br />

Vitiae cui causa voluptas) pierde<br />

ante sobrietas porque en lugar<br />

de armas arrojaba flores. El clímax<br />

del poema se halla cuando<br />

chocan la avaritia y la operatio<br />

(la beneficencia), ya que anteceden<br />

la batalla final entre concordia<br />

y discordia. Como era de<br />

esperarse, ganan las fuerzas del<br />

bien, quienes agradecen a Cristo<br />

su victoria. Por último concluye<br />

el mismo Prudencio: “Tú<br />

quisiste que aprendiéramos los<br />

peligros que el cuerpo encierra<br />

en sus rincones y los avatares<br />

que libra en su alma”.


“La soberbia no es grandeza sino hinchazón y<br />

lo que está hinchado parece grande, pero no<br />

está sano”: San Agustín<br />

e acuerdo con los preceptos bíblicos, este pecado no sólo constituye el mayor, sino él mismo<br />

Des el origen, dado que es la debilidad más grande. Es el orgullo intransigente que llevado al<br />

extremo no permite reconocer a los semejantes, ni virtudes ajenas: es el menosprecio del<br />

otro. Impide la armonía y la convivencia dentro de los ideales sociales, ya que niega la humanidad de<br />

los otros. Los soberbios se sienten al margen del género humano, incluso por encima de él.<br />

Como pecado capital que se considera, es fuente de otros vicios: ésta combinada con la ignorancia,<br />

puede concluir en ira; arrastra a la pedantería si se desprecia a los individuos sin siquiera conocerlos,<br />

incluso es el principio de la discriminación racial, ya que han existido diversos pueblos, a lo largo de la<br />

historia, que miran con desdén a otras sociedades. Además se relaciona con la vanidad, sin embargo<br />

no son lo mismo. Fernando Savater dice que la vanidad es el pecado de los demás, ya que mientras<br />

un soberbio u orgulloso no depende del reconocimiento ajeno, dado que se cree mejor, un vanidoso<br />

necesita de los hombres que lo rodean para sentirse superior; es sociable, orgulloso y esquivo. Este<br />

pecado también se podría manifestar como falsa humildad, porque quien dice que nada es ni nada<br />

merece, igualmente se comporta con soberbia.


Un acercamiento a los<br />

capitales<br />

rm/P26<br />

Es antidemocrática porque un hombre que se siente por<br />

encima del resto, creyéndose con la autoridad suficiente<br />

para imponer su voluntad, sintiéndose su dueño. Se podría<br />

decir que todos los monarcas que se consideraban “elegidos<br />

por Dios”, los déspotas, los tiranos y los dictadores han<br />

sido soberbios.<br />

Según la religión cristiana, la soberbia y la vanidad fueron los<br />

vicios que condenaron a Lucifer, “el más perfecto de los serafines”.<br />

De acuerdo con la tradición cristiana, antes de la creación<br />

del mundo hubo un tiempo indefinido en donde sólo habitaban<br />

Dios y sus coros angélicos, quienes lo alababan. Lucifer era<br />

uno de esos ángeles, el primero y el más hermoso, el favorito.<br />

Sucedió que un día Lucifer, orgulloso de su figura y poder, quiso<br />

subir un peldaño más y colocarse en el trono de Dios, razón por<br />

la cual fue expulsado para siempre de la corte celestial y, juntos<br />

con la tercera parte de los ángeles que lo siguieron, fue arrojado<br />

al abismo. Aunque esta historia no aparece en la Biblia, el cristianismo<br />

adecuó la lectura de los libros de Isaías y Ezequiel para<br />

interpretar las críticas a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de<br />

Ittobal II, rey de Tiro, como la caída del serafín. Éste, desde entonces,<br />

quedó convertido en “príncipe de la oscuridad”, su morada<br />

sería el infierno y el resto de ángeles caídos engendraron la<br />

estirpe demoniaca. Por consiguiente, la soberbia fue el primer<br />

pecado cometido en el tiempo sagrado.<br />

Cesare Ripa personificó a la soberbia como una mujer<br />

bella y altiva que va vestida de rojo, con gran nobleza. Indica<br />

que lleva sobre su cabeza una corona con oro reca-<br />

mada de pedrerías, mientras<br />

sostiene un pavo con<br />

la mano derecha y con la<br />

izquierda, un espejo, en el<br />

cual se mira. El que se pinte<br />

bella, orgullosa y ricamente<br />

vestida responde a que<br />

San Bernardo decía que la<br />

soberbia “consiste en cierto<br />

apetito desordenado de la<br />

propia excelencia, soliendo<br />

darse más comúnmente en<br />

los ánimos altivos y de genio<br />

inestable y desigual”.<br />

El acto de mirarse en el<br />

espejo simboliza que el soberbio<br />

se considera bueno y<br />

bello y se corteja a sí mismo,<br />

así como a los bienes que<br />

en sí advierte. Él fomenta<br />

su orgullo y osadía sin volver<br />

nunca los ojos hacia las<br />

imperfecciones que posee<br />

y cuya contemplación le<br />

podría molestar. También<br />

por ello se acompaña de<br />

un pavo, que este animal,<br />

Para Fernando<br />

Savater,<br />

Napoleón<br />

Bonaparte es<br />

el ejemplo<br />

histórico de<br />

la soberbia<br />

cuando el<br />

mismo tomó<br />

la corona y<br />

se invistió a<br />

sí mismo con<br />

los símbolos<br />

imperiales.


m/P28<br />

Soberbia<br />

complacido con la admiración de su plumaje, nunca quiere<br />

aceptar la compañía de las aves restantes.<br />

La corona indica que el soberbio está siempre deseoso<br />

de reinar y de dominar, pues su vicio es la reina, o la raíz,<br />

como dice Salomón, de los pecados que se adquieren entre<br />

coronas y grandezas. Manifiesto ejemplo es Lucifer, quien<br />

hallábase en el colmo de la felicidad, mas vino a caer en la<br />

mayor de las miserias a causa de su soberbia. En el canto<br />

XXIX del Paraíso, Dante declama: “Principio del caer fue el<br />

maldito/ ensoberbecerse de aquel al que tú viste/ oprimido<br />

por todo el peso del mundo”.<br />

Las vestiduras rojas simbolizan que la soberbia se encuentra<br />

sobre todo en los hombres sanguinarios y coléricos,<br />

los cuales siempre se muestran muy altivos y orgullosos, esforzándose<br />

por mantener digna opinión de sí mismos me-<br />

diante ornamentos con que<br />

cubren sus cuerpos.<br />

Una coronacion<br />

especial<br />

“Un ejemplo histórico de<br />

soberbia y poder lo dio Napoleón<br />

Bonaparte cuando<br />

logró que el propio papa<br />

Pío VII se trasladara a París<br />

para coronarlo en la catedral<br />

de Notre-Dame. Durante<br />

la ceremonia, Napoleón<br />

tomó la corona y se invistió<br />

a sí mismo con los símbolos<br />

imperiales, con lo cual<br />

se mostró por encima de<br />

todos los presentes, incluso<br />

el representante pontificio”:<br />

Fernando Savater<br />

Construccion de<br />

gran esplendor<br />

Un importante monumento<br />

arquitectónico que motivó<br />

la soberbia del rey francés<br />

Luis XIV fue el palacio de<br />

Versalles. Este monarca que<br />

se llamaba a sí mismo “el<br />

Rey Sol” mandó levantar un<br />

conjunto palatino alrededor<br />

de una antigua estancia de<br />

cacería, edificada por su<br />

antecesor Luis XIII. Inspirado<br />

en el palacio de Vauxle-Vicomte,<br />

el de Versalles<br />

se construyó bajo ideales de<br />

magnificencia y grandeza,<br />

acordes “a la naturaleza regia”.<br />

El programa iconográfico<br />

que priva en las estancias<br />

como en los jardines, hace<br />

una apología del dios Apolo,<br />

numen griego con quien<br />

se comparaba el monarca.<br />

El palacio de Versalles fue<br />

tomado como paradigma<br />

en Europa de muchas otras<br />

l<br />

l<br />

Apoteosis de<br />

Luis XIV, por<br />

Charles Le<br />

Brun. Este monarca<br />

francés<br />

se llamaba a<br />

sí mismo “el<br />

Rey Sol” y en<br />

su mansión<br />

ordenó hacer<br />

una apología<br />

del dios Apolo,<br />

con quien se<br />

comparaba.


m/P30<br />

Soberbia<br />

residencias nobles, desde el<br />

siglo XVII hasta el XIX.<br />

La caida del rey<br />

de Babilonia<br />

“Ha sido precipitada al seol<br />

tu arrogancia al son de tus<br />

cítaras. Tienes bajo ti una<br />

cama de gusanos tus mantas<br />

son gusaneras. ¡Cómo<br />

has caído de los cielos, Lucero,<br />

hijo de la Aurora! ¡Has<br />

sido abatido a tierra dominador<br />

de naciones! Tú que<br />

l<br />

habías dicho en tu corazón:<br />

‘Al cielo voy a subir, por encima<br />

de las estrellas de Dios<br />

alzaré mi trono, y me sentaré<br />

en el Monte de la Reunión,<br />

en el extremo norte. Subiré<br />

a las alturas del nublado, me<br />

asemejaré al Altísimo.’ ¡Ya! Al<br />

seol has ido precipitado, a lo<br />

más hondo del pozo”. Isaías,<br />

14, 11-15.<br />

La caida<br />

del rey de Tiro<br />

“Eras el sello de una obra<br />

maestra, lleno de sabiduría,<br />

acabado en belleza. En<br />

Edén estabas, en el jardín<br />

de Dios. Toda suerte de piedras<br />

preciosas formaban tu<br />

manto: rubí, topacio, diamante,<br />

crisólito, piedra de<br />

ónice, jaspe, zafiro, malaquita,<br />

esmeralda; en oro<br />

estaban labrados los aretes<br />

y pinjantes que llevabas,<br />

aderezados desde el día de<br />

tu creación. Querubín protector<br />

de alas desplegadas te<br />

había hecho yo, estabas en<br />

el monte santo de Dios, caminabas<br />

entre piedras de<br />

fuego. Fuiste perfecto en su<br />

conducta desde el día de<br />

tu creación, hasta el día en<br />

que se halló en ti iniquidad.<br />

Por la amplitud de tu<br />

comercio se ha llenado tu<br />

interior de violencia, y has<br />

Como pecado capital que<br />

se considera, la soberbia es<br />

fuente de otros vicios: ésta<br />

combinada con la ignorancia,<br />

puede concluir en ira<br />

l<br />

pecado. Y yo te he degradado<br />

del monte de Dios, y<br />

te he eliminado, querubín<br />

protector, de en medio de<br />

las piedras de fuego. Tu corazón<br />

se ha pagado de tu<br />

belleza, has corrompido<br />

tu sabiduría por causa de tu<br />

esplendor. Yo te he precipitado<br />

en tierra, te he expuesto<br />

como espectáculo<br />

a los reyes. Por la multitud<br />

de tus culpas por la inmoralidad<br />

de tu comercio, has<br />

profanado tus santuarios. Y<br />

yo he sacado de ti mismo<br />

el fuego que te ha devorado;<br />

te he reducido a ceniza<br />

sobre la tierra, a los ojos de<br />

todos los que te miraban.<br />

Todos los pueblos que te conocían<br />

están pasmados por<br />

ti. Eres un objeto de espanto,<br />

y has desaparecido para siempre”:<br />

Ezequiel, 28, 12-19.


“La abundancia de alimentos entorpece<br />

la inteligencia”: Séneca<br />

a gula podría entenderse como el ansia inmoderada de comer y beber; el afán de asimilar<br />

Ltodo cuanto sea posible por la vía digestiva. Sin embargo, ésta es ante todo el pecado<br />

que se finca en que el placer que los alimentos producen. Por consiguiente la sentencia<br />

contra este vicio es un juicio moral contra el disfrute de la comida, ya que mediante éste se genera<br />

el desequilibrado deseo de ingesta.<br />

Como antes se ha dicho, en un principio el cristianismo se formuló como una vía de salvación<br />

ascética, que implicaba la renuncia a los bienes y sobre todo a los placeres terrenales. Durante los<br />

primeros siglos, cuando los cristianos propusieron muchas ideas acerca de los castigos al cuerpo,<br />

los padres de la Iglesia decían que comer era introducir pedazos de cuerpos muertos y porquerías<br />

de diverso orden en el organismo. Ante tales descripciones incluso hubo sectas gnósticas que<br />

optaban por el vegetarianismo. Clara es la renuncia a cualquier tipo de placer por el sentido del<br />

gusto que se predicaba.<br />

Más tarde, otros teólogos reivindicaron la delicia del comer, cuando afirmaron que el placer hallado<br />

por el hombre en los alimentos no tenía maldad, dado que era el medio cómo los individuos<br />

podían conservarse. El pecado de gula se matizó y delimitó en el acto de comer y beber con el<br />

único fin del placer.<br />

Ya entrada la Edad Media se acordó que la gula podía manifestarse de otros modos. El primero<br />

era provocarse el vómito para seguir comiendo, una práctica frecuente en los banquetes<br />

de patricios romanos, durante los cuales, a lado de cada triclinio, se colocaba un depósito para<br />

el vómito del comensal, quien interrumpía la digestión con tal de seguir comiendo. La segunda<br />

manera era no respetar los días de ayuno, patrón de comportamiento que en el siglo XVII, por


Un acercamiento a los<br />

capitales<br />

ejemplo, desató la polémica sobre si el chocolate<br />

rompía o no el ayuno de las monjas,<br />

ya que para algunos era considerado un alimento,<br />

mientras que para otros, simple agua<br />

aromatizada. El tercero, consistía en comer<br />

para generar algún daño en la salud propia<br />

o de otros. Por último, la comida se volvía<br />

pecaminosa cuando la acción se transformaba<br />

en el único objetivo de la vida o era la<br />

vía que condujese a otros vicios, tales como<br />

la lujuria o la blasfemia.<br />

Una idea que también se dijo al respecto<br />

de la gula, es que podía considerarse pecaminoso<br />

comer de manera sofisticada, tanto<br />

por tratarse de alimentos delicados y costosos,<br />

como por preferir platos de elaborada<br />

preparación. Esta idea sirvió para que Karen<br />

Dinesen, bajo el pseudónimo de Isak Dinesen,<br />

retratara los problemas morales que una<br />

fastuosa cena representaba para una radical<br />

secta luterana, en el cuento El festín de Babette,<br />

cuyo argumento fue llevado al cine en una<br />

película homónima dirigida por Gabriel Axel.<br />

Esta historia se ambienta en el diminuto pueblo noruego<br />

de Berlevaag, durante la segunda mitad del siglo XIX, y describe<br />

cómo la monótona vida de dos mujeres piadosas, hijas<br />

de un pastor luterano que había fundado su propia secta religiosa,<br />

se ve sorprendida con la llegada de Babette, una mujer<br />

francesa que huye tras el asalto a la Comuna de París. Quince<br />

años transcurren, Babette se ocupa de las faenas domésticas<br />

y de preparar los alimentos destinados a las obras caritativas<br />

de las dos hermanas.<br />

Dos eventos coinciden: se acerca el centenario del nacimiento<br />

del fallecido pastor y Babette recibe la noticia de que<br />

ha ganado, en Francia, la lotería. Ella cobra el premio y como<br />

agradecimiento a sus benefactoras, solicita permiso para preparar<br />

una cena en homenaje a su difunto y admirado padre.<br />

Sin embargo, las hermanas quedan estupefactas cuando<br />

miran los productos que Babette ha comprado: tortuga, codornices,<br />

quesos, frutas, vinos, loza y cristalería, ingredientes y<br />

elementos que sin duda anuncian que se trata de una fiesta<br />

para el sentido gutural.<br />

Consternadas, las dos hermanas reúnen a los miembros<br />

de su congregación, todos vecinos del pueblo unidos sólo<br />

por su credo ya que la edad y la cotidiana convivencia han<br />

desgastado sus lazos afectivos. Todos ellos juran anular cualquier<br />

expresión de gusto y negar cualquier vestigio de placer<br />

que pueda ir en detrimento de su fe al momento de asistir<br />

al banquete “demoniaco”.<br />

Sorpresivamente un capitán<br />

del ejército, sobrino de una<br />

mujer anciana que ha sido<br />

convocada a la cena, asiste a<br />

la velada. Conocedor de los<br />

más exquisitos deleites culinarios,<br />

él rompe la silente atmósfera<br />

cuando prueba uno<br />

a uno los platos que Babette<br />

ha preparado.<br />

Sin poder mantener la<br />

reticencia, el resto de los comensales<br />

se entregan a la<br />

experiencia que ofrece cada<br />

uno de los manjares servidos<br />

y, como si se tratase de un milagro,<br />

la delicia del festín despierta<br />

en ellos la remembranza<br />

de los tiempos pasados, fortalece<br />

nuevamente los vínculos<br />

derruidos y entran en un<br />

estado muy cercano al éxtasis<br />

devocional, aunque haya sido<br />

mediante el disfrute sensorial<br />

de los alimentos.<br />

Mujer comiendo<br />

ostras, por<br />

James Ensor.<br />

Los primeros<br />

cristianos<br />

decían que<br />

comer era<br />

introducir pedazos<br />

de cuerpos<br />

muertos<br />

y porquerías<br />

de diverso<br />

orden en el<br />

organismo.<br />

rm/P33


m/P34<br />

Gula<br />

Por su parte, Cesare Ripa ofrece una representación simbólica<br />

de la gula mediante la figura de una mujer de largo<br />

cuello, como si fuera de grulla, con el vientre muy grande<br />

y vestida del color de la herrumbre. Esta personificación<br />

la sustenta en la explicación de Santo Tomás de Aquino,<br />

para quien la gula consiste en un apetito desordenado de las<br />

cosas que pertenecen al gusto, como en la tradición clásica.<br />

Dice que tan largo cuello ha de pintarse en memoria de Filóstenes<br />

Ericinio, quien había sido tan guloso que manifestaba<br />

el deseo de tener un cuello semejante al de las grullas, para<br />

gozar más largamente del alimento mientras descendía hasta<br />

su estómago. El tamaño y grosor que su vientre representa<br />

la búsqueda de placer propio, “pues se llama guloso a aquél<br />

que pone en los placeres del vientre el mayor de los bienes,<br />

vaciándolo para llenarlo y llenándolo para vaciarlo de nuevo;<br />

pues no persigue otro fin que el placer de comer y devorar y<br />

la propia glotonería”.<br />

El vestido que lleva debe ser del color antes dicho para<br />

que represente lo indigno e innoble de un ánimo vencido y<br />

subyugado por este “asqueroso vicio”. Según Ripa el glotón<br />

pierde toda virtud, pues así como el moho devora el hierro<br />

de donde nace, así también el guloso devora sus propiedades<br />

y riquezas, gracias a las cuales se nutre y alimenta.<br />

Según el mismo autor existe otra manera de personificar<br />

la gula, a través de una mujer sentada sobre un cerdo, ya que<br />

este animal es infinitamente guloso, de acuerdo con el libro<br />

IX de los Jeroglíficos de Pietro Valeriano. La personificación<br />

ha de sostener con la mano izquierda una fólica, ave que se<br />

distingue por su glotonería, mientras que con la derecha<br />

se apoya sobre un avestruz, animal sobre el que Alciato escri-<br />

bió: “Se asemeja al avestruz al<br />

que nunca se calla/ ni nunca<br />

logra apaciguar su gula”.<br />

En la literatura<br />

“Una tarde de viernes santo,<br />

después de festejar el entierro<br />

de Cristo: ‘Sor María de<br />

la Trinidad consideró que<br />

para calmar el dolor que Sor<br />

Antonia tenía por haber sepultado<br />

a su amor y para<br />

hacerla sobrellevar el luto,<br />

era necesario prepararle una<br />

suculenta comida de abstinencia:<br />

quelites con acosiles,<br />

pescado frito, sopa de queso,<br />

empanadas de huitlacoche,<br />

camotes con miel y pastelillos<br />

de almendra. Las labores<br />

culinarias ocuparon a las<br />

habitantes de la celda toda<br />

la mañana y a la hora de la<br />

comida, cuando sus ávidas<br />

manos y bocas se disponían<br />

a consumir y consumar el<br />

festín, se oyó un toquido a la<br />

puerta. Sor Antonia de Santa<br />

Clara, que venía a dar un recado<br />

a Sor María, enmudeció<br />

En 1485, el<br />

Bosco imaginó<br />

la gula como<br />

un hombre<br />

obeso que<br />

roe los huesos<br />

de varios<br />

animales que<br />

se ha comido<br />

mientras otro<br />

sujeto bebe<br />

sin contención<br />

de una jarra.


m/P36<br />

Gula<br />

ante tal despliegue de exquisiteces<br />

culinarias. Cuando<br />

recuperó el habla soltó una<br />

fuerte reprimenda, como correspondía<br />

a su papel de tornera<br />

mayor. —La Iglesia, dijo,<br />

instituyó el largo ayuno de la<br />

Cuaresma por varias causas:<br />

la primera, para refrenar la<br />

concupiscencia de la carne,<br />

pues al principio de la primavera<br />

es cuando suele crecer<br />

y hervir más la sangre. La segunda<br />

es para disponernos<br />

a la oración y conocimiento<br />

de las cosas divinas, porque<br />

descargando y aliviando el<br />

cuerpo queda el espíritu más<br />

hábil para volar al cielo. La<br />

tercera es para que demos<br />

satisfacción por nuestros pe-<br />

cuando queremos las comidas<br />

guisadas con demasiado<br />

estudio; la cuarta, excediendo<br />

la cantidad y medida<br />

en cuanto a lo necesario; la<br />

quinta, comer y beber con<br />

demasiado arrebatamiento<br />

y deseo...’ Ese día todas tuvieron<br />

que apretarse el cíngulo<br />

y guardar un rígido ayuno”.<br />

Antonio Rubial, Los libros<br />

del deseo.<br />

La otra cara del<br />

mismo pecado<br />

“La gula se ha transformado<br />

en un pecado estético y dietético.<br />

Hay una conspiración<br />

global contra este pecado,<br />

nunca se es lo suficientemente<br />

rico ni se está lo sufi-<br />

Para Santo Tomás de Aquino<br />

la gula consiste en un apetito<br />

desordenado de las cosas que<br />

pertenecen al gusto<br />

cados, alcanzando perdón<br />

por la pena que por ellos merecemos,<br />

para lo cual sirve la<br />

aflicción de la carne. En estas<br />

fechas debemos comer<br />

manjares pocos apetitosos,<br />

mantener el orden en las<br />

comidas, sin comer entre<br />

ellas y meditar sobre la<br />

vida de Cristo y de los santos<br />

mientras comemos. Lo que<br />

ahora hacéis está definido<br />

por los santos padres como<br />

un apetito desordenado de<br />

comer y beber que se llama<br />

gula. Cinco maneras hay de<br />

gula según santo Tomás: la<br />

primera es comiendo antes<br />

de tiempo, la segunda, buscando<br />

manjares muy preciosos<br />

y costosos; la tercera,<br />

cientemente delgado. La gente<br />

no ve la gula como algo concupiscente.<br />

A los gordos se les<br />

condena por la estética y no por<br />

la ética. Una de las consecuencias<br />

dramáticas es la pérdida del<br />

deseo de comer. La anorexia es<br />

convertir el miedo a engordar<br />

en algo excesivo. La persona<br />

que la padece, por delgada que<br />

esté y por más que la gente a<br />

su alrededor se lo diga, siempre<br />

se ve gorda. El bulímico, por su<br />

parte, produce desarreglos al<br />

ingerir comida, con momentos<br />

de compulsión para hacerlo y<br />

otros de dietas exageradas, relacionadas<br />

con vómitos y toma<br />

desordenada de laxantes y diuréticos”.<br />

Fernando Savater, Los<br />

siete pecados capitales.


Madre, yo al oro me humillo<br />

él es mi amante y mi amado,<br />

pues de puro enamorado<br />

de continuo anda amarillo.<br />

Que pues doblón o sencillo<br />

hace todo cuanto quiero…<br />

pues que da y quita el decoro<br />

y quebranta cualquier fuero.<br />

Y pues es quien hace iguales,<br />

al duque y al ganadero,<br />

poderoso caballero es don Dinero.<br />

Francisco Francisco de de Quevedo Quevedo<br />

L a<br />

avaricia es vivir para acumular bienes y propiedades a cualquier costo, el deseo obsesivo<br />

de poseer por poseer. Avaro es quien lleva al límite de lo monstruoso el hábito de<br />

ahorrar, sin atender a las demás personas ni a sí mismo, sólo le interesa acumular capital<br />

aun si no lo utiliza en nada, al grado mismo de esterilizar el dinero.<br />

Este pecado capital provoca que el dinero retenido e improductivo perjudique a terceros, ya<br />

que los sume en la miseria, dado que la fuerza del dinero se halla en la necesidad de intercambio,<br />

misma que se ve estancada con semejante vicio. De acuerdo con la obra de San Agustín De libero<br />

arbitrio, la avaricia consiste en un desenfrenado apetito por poseer, que nunca cesa de cubrir con<br />

un espeso velo la mirada de la razón y rompe con inusitado poder el freno de la templanza; sin<br />

mostrar consideración con virtud alguna, transforma en crueles los más piadosos corazones, por<br />

lo que se considera debeladora universal de la virtud.<br />

Ripa la personificaba como una mujer pálida y fea, de negros cabellos y tez macilenta. Sobre<br />

su frente llevaba inscrito el nombre de Pluto, dios griego de las riquezas. Debería vestir como si<br />

estuviera esclavizada, sucia y ceñida por una larga cadena de oro que arrastra por tierra, tras ella.<br />

El autor indica en su libro que habría de mostrar los pechos desnudos y llenos de leche, mientras<br />

un niño pequeño, enjuto, andrajoso y semidesnudo, la sigue. Con la mano diestra ella lo apartará<br />

para no darle la leche de sus pechos, mientras los oculta con la mano izquierda.


Un acercamiento a los<br />

capitales<br />

rm/P40<br />

Luciría la piel pálida porque se demacra a causa de su continua<br />

preocupación por acumular tesoros. Su insaciable apetito<br />

lo lleva a convertir en suyo incluso lo que a otros pertenece, no<br />

tiene miramiento alguno respecto a las disposiciones de las<br />

leyes o la conveniencia de las cosas. La personificación es<br />

pálida por el temor que siempre embarga a los avaros: no<br />

confían en nadie, ni siquiera en sí mismos, a causa del miedo<br />

a perder una mínima parte de cuanto han hecho suyo. La<br />

ropa, servil e indecorosa, y la cadena de oro simbolizan la indigna<br />

servidumbre en que viven tales pecadores. De acuerdo<br />

con los textos bíblicos, San Pablo señala que la avaricia no es<br />

sólo esclava de sus bienes, sino también de los demonios; en<br />

su Carta a los Colosenses dice: “La avaricia es servidumbre a<br />

los ídolos”. Por lo cual es propio representarla encadenada, o<br />

bien, retenida por un hierro que se halle fijo a su pierna.<br />

La inscripción de su frente significa que al hombre poseído<br />

por la avaricia, en todo cuanto hace, se le descubre sin<br />

que ocultarlo pueda. Además, así como se acostumbrara<br />

marcar a los esclavos, dicha inscripción muestra cómo el ansia<br />

de poseer tesoros y las excesivas preocupaciones son un<br />

fatigosísimo peso y una insoportable carga. Por su parte, el<br />

niño al que aparta representa cómo al mismo tiempo, todo<br />

avaro es cruel en grado sumo, ya que prefiere echar a perder<br />

con torpes designios cuanto tiene, que utilizarlo en obras<br />

que beneficien a los que más lo necesitan.<br />

Otra manera de representar la avaricia es mediante la figura<br />

de una mujer mal vestida, despeinada y descalza, que lleva<br />

un sapo en la mano derecha, mientras sujeta, con la izquierda,<br />

una bolsa cerrada. Esta personificación se finca en las tres<br />

principales acciones y actitudes<br />

en que la avaricia consiste:<br />

la primera es el deseo por<br />

los bienes ajenos con el único<br />

objetivo de aumentar los<br />

propios. Este concepto queda<br />

plasmado en el sapo que<br />

porta con la diestra, pues<br />

dicho animal, por más cantidad<br />

que halle de alimento<br />

esparcido por la tierra, se<br />

muestra temeroso a quedar<br />

desprovisto, de modo que<br />

nunca cesa de acaparar y<br />

siempre quiere poseer más,<br />

sin límite alguno.<br />

La segunda acción que<br />

distingue a los avaros es adquirir<br />

bienes a toda costa,<br />

aun si fuese mediante “caminos<br />

torcidos”; no se detienen<br />

pese a los impedimentos<br />

e incomodidades por muy<br />

grandes que sean, incluso<br />

se olvidan de su propia vida.<br />

Por esto se representa mal<br />

vestida, despeinada y descalza.<br />

Su ropa, rota y en jirones,<br />

muestra que este vicio actúa<br />

En 1514 el<br />

pintor flamenco<br />

Quentin<br />

Massys pintó,<br />

a modo de crítica<br />

social, la<br />

obra El prestamista<br />

y su<br />

esposa, pues<br />

en su tiempo<br />

la usura era<br />

la forma más<br />

despreciable<br />

de la avaricia.


m/P42<br />

Avaricia<br />

como una “peste diabólica” en el ánimo, que todo aquello que<br />

el avaro roba de los demás se lo niega también a sí mismo, ya<br />

que pudiendo vivir en la abundancia, queda más pobre que<br />

cualquier mendigo. Por esto dice Horacio, en el primer libro<br />

de sus Epístolas: “Siempre el avaro es pobre”, a lo que añade<br />

Séneca: “Carece el avaro tanto de lo que tiene como de lo<br />

que no tiene”. Ripa recoge un soneto de Petrarca donde dice:<br />

“Como el avaro, por buscar tesoros/ con deleite soporta los<br />

afanes,/ quiere poseer más, sin límite alguno”.<br />

Por último, este vicio también consiste en retener de manera<br />

obsesiva sus propiedades, razón por la que se representa<br />

con una bolsa cerrada. También simboliza el placer que el<br />

avaro halla cuando guarda su dinero, como fin que satisface<br />

su deleite, en lugar de emplearlo como medio útil para<br />

subvenir a las necesidades cotidianas. Por ello se decía que<br />

la avaricia genera crueldad, engaño, discordia, ingratitud y<br />

traición; aparta al avaro de la justicia, la caridad, la piedad, incluso<br />

la fe y demás virtudes morales.<br />

Otra manera como se recomendaba pintar a la avaricia era<br />

bajo la efigie de una mujer vieja, pálida y delgada, cuyo rostro<br />

diera señal de afán y melancolía. Tiene un cuerpo demasiado<br />

grande, como los hidrópicos. Lleva una mano sobre si, en signo<br />

de dolor y mientras sostiene, con la otra, una bolsa atada<br />

y cerrada, como la antes descrita, a la cual mira fijamente con<br />

la mayor de las atenciones.<br />

Así como quien padece<br />

hidropesía nunca sacia su sed<br />

por más que beba, sino que<br />

al contrario más le crece, el<br />

aspecto insaciable con que<br />

fue caracterizada la avaricia<br />

simboliza que ésta más aumenta<br />

en el hombre cuanto<br />

más incrementa su tesoro.<br />

En sus Morales, capítulo XIV,<br />

san Gregorio dice: “Todo avaro<br />

multiplica su sed con la bebida,<br />

en cual, cuando ha conseguido<br />

lo que apetece, desea<br />

conseguir otras cosas en mayor<br />

cantidad”. Por su parte, en<br />

la segunda poesía del libro<br />

II de sus Odas, dice Horacio:<br />

“El siniestro hidrópico crece<br />

siendo complaciente consigo/<br />

y no elimina la sed a no<br />

ser que la causa de la enfermedad/<br />

huya de sus venas y<br />

su languidez acuosa/ huya de<br />

su cuerpo blanquecino”.<br />

La avaricia<br />

también se<br />

representa<br />

como una<br />

mujer vieja y<br />

demacrada,<br />

como en la<br />

parte inferior<br />

de este cuadro<br />

titulado<br />

Cristo castiga<br />

a la lujuria, la<br />

avaricia y la<br />

soberbia, óleo<br />

de Scarsellino,<br />

siglo XVI.


É<br />

É<br />

Ó<br />

Ó<br />

É<br />

Ó<br />

É É<br />

Ó<br />

Ó<br />

É<br />

rm/P44<br />

Avaricia<br />

Se pinta vieja porque se<br />

creía tiranizaba en mayor<br />

medida a los ancianos, y<br />

porque se le llamaba “madre<br />

de todos los crímenes”. Su<br />

aspecto demacrado y marchito<br />

demuestra su hambre<br />

continua e insaciable, por la<br />

que los avaros se ven siempre<br />

atormentados.<br />

Tres símbolos vinculados<br />

con la avaricia fueron la tenaza,<br />

el lobo y la arpía. La primera<br />

indica que este vicio aprieta y<br />

tira siempre para sí, dado que<br />

el impío avaro nunca deja pasar<br />

una ocasión sin hacer lo<br />

mismo, al igual que el citado<br />

instrumento, sin respetar el<br />

estado o la condición de la<br />

persona de que se trate. Por<br />

su parte, el lobo, según los<br />

textos de Cristófano Landino,<br />

se considera un animal ávido<br />

y voraz que no sólo consigue<br />

presas de forma abierta, sino<br />

también con furtivas insidias<br />

y asechanzas, de modo que si<br />

no lo descubren los pastores o<br />

los perros, no cesa nunca en<br />

su empeño hasta dar muerte<br />

a una grey entera: teme no haber<br />

logrado presas suficientes.<br />

Así el avaro, ya con fraude y<br />

engaño, ya con rapiña descubierta,<br />

arrebata todo cuanto<br />

puede, sin lograr acumular<br />

tanto que sacie su deseo.<br />

Además, este lobo simbólico<br />

debe aparecer en estado de<br />

extrema delgadez, para que<br />

indique el insaciable apetito<br />

del avaro y la inconveniente<br />

tenacidad del deseo que lo<br />

posee. Finalmente, la avaricia<br />

se vincula con las arpías porque<br />

arpía en griego quiere<br />

decir rapiña.<br />

En la pintura<br />

La usura fue la cara de la<br />

avaricia más condenada<br />

desde el Medievo hasta el<br />

siglo XVIII. Ésta consistía<br />

en la utilización del dinero<br />

para obtener más dinero.<br />

Aquí quedaban insertos<br />

prestamistas y banqueros.<br />

Por ejemplo, el flamenco<br />

Quentin Massys pintó, a<br />

modo de crítica social, la<br />

obra El prestamista y su esposa.<br />

En este óleo aparece<br />

un hombre que se da a la<br />

tarea de pesar, con una<br />

balanza, las monedas y<br />

metales propias de los negocios,<br />

mientras su esposa,<br />

de manera hipócrita, hojea<br />

un libro de oraciones, no<br />

obstante su mirada centrada<br />

en los menesteres financieros<br />

de su cónyuge.<br />

En la literatura<br />

“¡Ay pero qué agarrado era<br />

aquel Scrooge! ¡Viejo pecador<br />

avariento que extorsionaba,<br />

tergiversaba, usurpaba,<br />

rebañaba, apresaba! Duro<br />

y agudo como un pedernal<br />

al que ningún eslabón logró<br />

jamás sacar una chispa de<br />

generosidad; era secreto,<br />

reprimido y solitario como<br />

una ostra. La frialdad que<br />

tenía dentro había congelado<br />

sus viejas facciones y<br />

afilaba su nariz puntiaguda,<br />

acartonaba sus mejillas,<br />

daba rigidez a su porte<br />

había enrojecido sus ojos,<br />

azulado sus finos labios;<br />

esa frialdad se percibía<br />

claramente en su voz raspante”.<br />

Charles Dickens,<br />

Cuento de navidad.


Es una pasión arrebatadora, una furia que<br />

puede incluso convertir al hombre en una fiera,<br />

ya que le nubla la razón, lo ciega, lo estupidiza y lo<br />

convierte en una bestia obcecada.<br />

n el cristianismo, para que la furia se convierta en pecado es necesaria una pulsión irra-<br />

Ecional: es un ímpetu desordenado del corazón, un apetito alterado de venganza, por<br />

lo que no sucede contra nuestra voluntad. En este torrente irracional tienen origen el<br />

odio y la venganza.<br />

Sin embargo, según los teólogos, no toda ira se creía mala ni toda paciencia buena. Consideraban<br />

que existe un tipo de ira santa, inspirada por el horror al pecado y el deseo justo de castigar a los<br />

malos. Santo Tomás de Aquino pensaba que ésta no era pecado: “si busca venganza conforme al<br />

dictamen de la recta razón es virtud laudable y se llama ira por celo”. Por su parte, San Juan Crisóstomo<br />

afirmaba que “es una gran impiedad no preocuparse por las injurias hechas a Dios”. De<br />

este modo, si se luchaba por una causa justa la ira no sería pecado, sino virtud.<br />

Esta serie de interpretaciones que alaban la ira defensora de la voluntad divina ha sido causa<br />

de numerosos conflictos bélicos a lo largo de la historia, en los cuales al menos uno de los bandos<br />

contrincantes ha dicho ser elegido y miembro de los ejércitos de Dios. Contraparte, en este proceso<br />

de justificación, el enemigo se ha visto como imagen del mal y del demonio, y la lucha, por lo<br />

tanto, se ha convertido en una especie de “guerra santa”.


Un acercamiento a los<br />

capitales<br />

Con estos ideales como estandarte se libraron batallas<br />

como, por ejemplo, las Cruzadas, la conquista de América o<br />

la reciente guerra de Estados Unidos contra Irak. En estos casos,<br />

los agresores han enarbolado una bandera mesiánica: los<br />

cristianos medievales se inmolaron en el rescate de los Santos<br />

Lugares de manos “infieles”, los conquistadores ibéricos veían<br />

en las divinidades precolombinas rostros del mal que debían<br />

ser destruidos y, tanto George Bush como Osama bin<br />

Laden convocaron a sus huestes en nombre de su respectivo<br />

numen para combatir al adversario. De acuerdo con Savater,<br />

“vivimos ante el peligro de señores que aseguran que han<br />

identificado al mal en todos aquellos que les llevan la contraria.<br />

Es una situación preocupante incluso desde el punto de<br />

vista cínico. Estamos en presencia de la frase-lema de la época<br />

de las Cruzadas: ‘Dios lo quiere’”.<br />

En su Iconología, Ripa identifica a la ira con una mujer joven,<br />

ya que los jóvenes, según razonaba Aristóteles en su Retórica,<br />

suelen irritarse con facilidad y se dejan arrastrar y vencer<br />

por el ímpetu de la ira. El mismo filósofo dice que esto sucede<br />

porque son ambiciosos y no soportan verse despreciados,<br />

además se hunden en un amargo dolor cuando creen haber<br />

sido injuriados y ofendidos.<br />

La tez de la ira debe pintarse<br />

roja y oscura, ya que así<br />

se manifiesta en el cuerpo de<br />

los iracundos. Con base en<br />

las ideas aristotélicas, pero<br />

ahora según el sexto y noveno<br />

capítulos de su Fisonomía,<br />

esta personificación también<br />

debe poseer un rostro hinchado,<br />

ojos bermejos, frente<br />

abombada, nariz afilada y<br />

con los hoyuelos muy abiertos.<br />

La hinchazón se debe a<br />

que la ira cambia y transforma<br />

el cuerpo del que la sufre<br />

con el bullir de la sangre, causa<br />

misma de la inflamación<br />

de los ojos.<br />

Esta mujer se representa<br />

con grandes espaldas y armada.<br />

Lleva por tocado una<br />

cabeza de oso, de donde<br />

¿Cristo pecó<br />

de ira cuando<br />

expulsó a los<br />

mercaderes<br />

del templo?<br />

Según los teólogos,<br />

tal acto<br />

fue expresión<br />

de ‘ira santa’,<br />

una virtud divina<br />

que lleva<br />

a reaccionar<br />

violentamente<br />

ante el<br />

pecado y la<br />

herejía.<br />

rm/P47


m/P48<br />

Ira<br />

saldrá humo y grandes llamaradas. Según la tradición medieval<br />

de los bestiarios, el oso es un animal que tiende a la ira,<br />

de ahí el proverbio “No toques la nariz que echa humo de un<br />

hombre”. Ésta es la razón del humo y del fuego que se añaden<br />

a esta figura, ya que simbolizan la conmoción del ánimo.<br />

Como atributos, la personificación estará vestida de rojo,<br />

evocación a la sangre; sostendrá con la diestra una espada<br />

desenvainada y, con la siniestra, una antorcha encendida. La<br />

espada significa que la ira recurre con velocidad a la violencia<br />

y a las armas en busca de la venganza, mientras que la<br />

tea simboliza el corazón del hombre enfurecido, que arde<br />

y se consume.<br />

Otra manera de representar este vicio es mediante la figura<br />

de una mujer ciega y que arroja espuma por la boca,<br />

imagen que quiere dar a entender cómo el ser humano,<br />

cuando se reconoce vencido por la ira, pierde la luz de la<br />

razón y busca ofender con hechos y palabras: “Cruel y violenta<br />

pasión la de la ira,/ que con su oscura nube el triste<br />

ánimo vela/ circundando el corazón con su ardor amargo/<br />

y cubriendo los labios de rabiosa espuma./ Enciende en el<br />

pecho un fogoso deseo/ de dañosa ruina y de venganza,/<br />

que incita al hombre a un furor impío y súbito,/ cegando el<br />

intelecto y haciéndolo arder en la locura./ Toda divina inspiración<br />

expulsa/ del alma vil, conduciéndola a la muerte,/<br />

privada de la gracia y la salvación eterna”.<br />

Aparecerá cubierta con un atuendo rojo bordado con<br />

negro, a fin de señalar que la ira siempre busca la venganza,<br />

aun si causara daño y muerte. Llevará sobre su cabeza un<br />

tocado de rinoceronte para recordar que este animal difícilmente<br />

se enfada, sin embargo cuando se irrita es muy<br />

feroz. Así lo concebía el poeta Marcial, en el libro I de su Epigramas:<br />

“Provocan al rinoceronte los temerosos bestiarios/ y<br />

largo tiempo se contiene la gran ira de la fiera”.<br />

Por último, puede acompañarla un cinocéfalo, nombre<br />

con que se conoce genéricamente a una familia de simios<br />

africanos cuya cabeza es parecida a la de un perro. Este animal<br />

fue tenido en la tradición egipcia como símbolo de la<br />

ira por manifestar un carácter colérico.<br />

Las furias de la ciudad de Dite<br />

“… me hallaba absorto, mirando la alta torre de ardiente cúspide,<br />

donde vi de improviso aparecer rápidamente tres furias<br />

infernales, tintas en sangre, las cuales tenían movimientos y<br />

miembros femeniles. Estaban ceñidas de hidras verdosas,<br />

y tenían por cabellos pequeñas serpientes y cerastas, que ceñían<br />

sus horribles sienes. Y aquél que conocía muy bien a las<br />

siervas de la Reina del dolor eterno: —Mira—me dijo—, las<br />

feroces Erinnias. La de la izquierda es Megera; la que llora a la<br />

derecha es Alecton, y la del<br />

centro es Tisifona. Después<br />

calló. Las furias se desgarraban<br />

el pecho con sus uñas; se<br />

golpeaban con las manos, y<br />

daban tan fuertes gritos, que<br />

por temor me acerqué más<br />

al poeta. ‘Venga Medusa, y<br />

le convertiremos en piedra,<br />

decían todas mirando hacia<br />

abajo: mal hemos vengado<br />

la entrada del audaz Teseo.’<br />

—Vuélvete y cúbrete los<br />

ojos con las manos, porque<br />

si apareciese la Gorgona, y la<br />

vieses, no podrías jamás volver<br />

arriba”. Dante Alighieri,<br />

Una manera<br />

de representar<br />

la ira es<br />

mediante la<br />

figura de una<br />

mujer joven<br />

y ciega que<br />

arroja espuma<br />

por la boca y<br />

se desgarra<br />

las vestiduras.


m/P50<br />

Ira<br />

Divina comedia, Infierno,<br />

canto IX.<br />

Un atributo<br />

de Dios<br />

Curioso caso respecto al resto<br />

de los pecados capitales;<br />

no obstante, la ira sea uno de<br />

ellos, en la literatura bíblica y<br />

teológica es también un atributo<br />

de Dios. Según Paolo<br />

Segneri, un jesuita italiano<br />

que vivió durante el siglo XVII<br />

y a quien la Iglesia llama “venerable”,<br />

el infierno fue una<br />

construcción hecha por la ira,<br />

la venganza y el furor de Dios.<br />

Arranques<br />

de ira<br />

Según las leyendas medievales,<br />

el santo franciscano<br />

Antonio fundó en Padua<br />

un convento de su orden.<br />

Sucedió que en dicha ciudad,<br />

un joven llamado<br />

Leonardo, en un arranque<br />

de ira, pateó a su propia<br />

madre. Arrepentido, le confesó<br />

su falta a San Antonio<br />

quien le respondió: "El pie<br />

del que patea a su propia<br />

madre, merece ser cortado”.<br />

Leonardo corrió a casa y<br />

se cortó el pie. Cuando el<br />

En su Iconología, Ripa identifica<br />

a este pecado con una mujer<br />

joven, ya que éstos, según razonaba<br />

Aristóteles en su Retórica,<br />

suelen irritarse fácilmente y se<br />

dejan arrastrar y vencer por el<br />

ímpetu de la ira<br />

En su libro El infierno abierto<br />

al cristiano dice acerca del<br />

fuego infernal: “mira que el<br />

soplo de la ira de Dios va aumentando<br />

los ardores de él<br />

para ti, al paso que vas añadiendo<br />

más y más pecados<br />

contra su divina majestad.”<br />

Asimismo, declama: “Ésta es<br />

la voraz hoguera/ que con<br />

las culpas se atiza,/ su fuego<br />

no hace ceniza,/ siempre el<br />

mismo persevera.//<br />

Su bochorno reverbera,/<br />

con que el pecador se abruma,/<br />

y hediondo vapor perfume;/<br />

la ira de Dios lo refina,/<br />

y así quema, y no ilumina,/<br />

abrasa, mas no consume”.<br />

santo se enteró de este suceso,<br />

tomó la extremidad amputada<br />

y lo reunió al cuerpo del joven.<br />

Esta historia pasó a la hagiografía<br />

del San Antonio como el<br />

milagro del pie amputado.<br />

En la literatura<br />

“Canta, oh musa, la cólera del<br />

pelida Aquiles; cólera funesta<br />

que causó infinitos males a los<br />

aqueos y precipitó al Hades muchas<br />

almas valerosas de héroes,<br />

a quienes hizo presa de perros<br />

y pasto de aves —se cumplía la<br />

voluntad de Zeus—desde que se<br />

separaron disputando el Atrida,<br />

rey de hombres, y el divino Aquiles”.<br />

Homero, La Ilíada, canto I.


Los teólogos la entendieron como un ardiente,<br />

desenfrenado y concupiscente apetito carnal. Ellos<br />

pensaban que se trataba de comportamientos eróticos<br />

transgresores de las “leyes morales y naturales”,<br />

los cuales no mostraban respeto alguno por el sexo<br />

ni por los órdenes o estados.<br />

D esde<br />

sus inicios, la tradición cristiana mantuvo un ideal de vida que negara los placeres<br />

corporales, de los cuales, el más peligroso fue el sexual. Mientras San Agustín, durante el<br />

siglo V, proclamaba la renuncia absoluta a las pulsiones de la carne, en el siglo XIV, santo<br />

Tomás de Aquino se dio a la tarea de asentar la clasificación de los pecados nacidos de la lujuria:<br />

fornicación, estupro, rapto, incesto, sacrilegio, adulterio, polución voluntaria, sodomía y bestialismo.<br />

Así como los primeros cristianos medievales negaron los deleites por alimento y reducían<br />

el acto de comer a una simple necesidad de sobrevivencia, sujetaron el acto sexual a su estricta<br />

importancia reproductiva y condenaron los placeres “lujuriosos”, ya que se trataba de “acciones<br />

vacías que distanciaban a las personas de Dios”.<br />

Hubo posturas muy radicales que sugerían renunciar a todo encuentro sexual, incluso a los consortes.<br />

Fray Alonso de la Veracruz, la figura más importante de la filosofía y teología en Nueva España<br />

durante el siglo XVI, pronunciaba lo siguiente: “El matrimonio sin coito es más santo que el matrimonio<br />

con cópula carnal… Aunque el débito conyugal es una obligación entre los esposos, si es<br />

exigido por una de las partes con frecuencia inmoderada es válido, e incluso virtuoso, negarse a él.”


Un acercamiento a los<br />

capitales<br />

rm/P54<br />

Desde la Edad Media se gestó una nutrida iconografía que<br />

heredó y reinterpretó, desde su perspectiva moral, el amplio<br />

panorama de símbolos eróticos provenientes de la antigüedad<br />

griega y romana. Las sirenas fueron los seres mitológicos<br />

preferidos para representar este concepto, ya que según<br />

cuenta la tradición homérica, estas bestias, con cuerpo de ave<br />

y torso femenino, cantaban desde las rocas para hipnotizar y<br />

atraer a los marinos con sus melodiosas voces; no obstante,<br />

una vez que los barcos arribaban a sus dominios, se veían<br />

azotados por las inclemencias geográficas y de este modo,<br />

las sirenas mataban y devoraban a sus presas. Con esta iconografía,<br />

las sirenas como símbolo de la lujuria aparecen en<br />

capiteles de monasterios románicos o en las arquivoltas de<br />

algunas catedrales góticas.<br />

Durante el Renacimiento la figura de Venus fue continuamente<br />

utilizada en alegorías morales que reprobaban el<br />

amor profano, incitador de los deseos carnales, y exaltaban<br />

el amor divino, asociado a la contemplación y la castidad. Tal<br />

es el caso de la alegoría Venus, Cupido y el Tiempo, de Agnolo<br />

Bronzino, pintor florentino activo durante el siglo XVI. En esta<br />

pintura la diosa del amor y la belleza se une con su hijo en un<br />

beso, mientras el placer aparece con un puñado de flores, de<br />

manera que la obra lleva como trasfondo reflexivo la lujuria.<br />

Cesare Ripa dio a este vicio el aspecto de una joven de<br />

cabellos rizados y artificiosamente ondulados. Indicó que<br />

habría de ir semidesnuda, sólo un paño de diversos colores<br />

cubriría parte de su cuerpo. Ésta sería hermosa a la vista, tomaría<br />

asiento sobre un cocodrilo y sujetaría entre sus manos<br />

una perdiz, a la que acariciaría.<br />

Los rizos y el paño que de<br />

forma parcial la cubren simbolizan<br />

la tentación poderosa<br />

de este pecado. La lujuria<br />

se creía una abominación<br />

incitadora del hombre a numerosas<br />

faltas, incluso la llamaban<br />

“escuela de crímenes”<br />

y “vía hacia el infierno”.<br />

Se representa semidesnuda<br />

porque según los códigos<br />

morales la lujuria disipa<br />

y destruye tanto los bienes<br />

del ánimo, que son la virtud,<br />

la buena fama, la libertad y<br />

la alegría, como las gracias<br />

del cuerpo, belleza, fortaleza,<br />

agilidad y salud. Asimismo,<br />

acaba con los bienes de la<br />

fortuna, que son dinero, joyas,<br />

rentas y posesiones.<br />

Ella aparece sobre un cocodrilo<br />

porque entre los egipcios<br />

dicho animal era símbolo<br />

de lujuria, en atención a su<br />

carácter fecundísimo, ya que<br />

engendra muchos hijos. De<br />

acuerdo con Piero Valeriano,<br />

este lagarto se creía de tan<br />

Las sirenas<br />

fueron los<br />

seres mitológicospreferidos<br />

para<br />

representar<br />

la lujuria. Con<br />

sus cuerpos<br />

bestializados<br />

cantaban<br />

desde las<br />

rocas para<br />

hipnotizar y<br />

atraer a la<br />

perdición con<br />

sus melodiosas<br />

voces.


m/P56<br />

Lujuria<br />

contagiosa libidinosidad que su dentadura era un amuleto<br />

afrodisíaco: según se decía, un hombre que se atara al brazo<br />

derecho los dientes de la mandíbula superior de un cocodrilo,<br />

podría excitarse y despertar en sí apetitos lascivos. Algunos<br />

escritos antiguos de magia, así como las historias naturales de<br />

Dioscórides y Plinio, indican que si se ponía en vino blanco las<br />

fauces y pezuñas de un cocodrilo terrestre, se obtendría un<br />

licor que encendiese la concupiscencia carnal. La perdiz que<br />

sostiene y acaricia entre sus manos simboliza la libidinosidad<br />

y desenfrenada lujuria, ya que según los bestiarios esta ave<br />

era a menudo víctima de pulsiones sexuales, al grado tal que<br />

los machos, agitados por la rabia y el deseo del coito, destrozaban<br />

los huevos que incubaban las hembras, dado que<br />

cuando éstas empollaban, aquéllos se veían impedidos para<br />

unirse a su pareja.<br />

Sin embargo, hubo también expresiones filosóficas, poéticas<br />

y plásticas que lejos de cualquier censura gustaron por<br />

abordar el erotismo, el goce y la lujuria como temas centrales.<br />

Las pinturas eróticas romanas descubiertas en algunos muros<br />

de Pompeya, los escritos del marqués de Sade o la pintura<br />

galante francesa fueron algunas de estas manifestaciones.<br />

El simbolismo fue una corriente estética que surgió en<br />

la segunda mitad del siglo XIX y que destacó por el papel<br />

protagónico que dio a la lujuria<br />

en los terrenos del arte.<br />

Influidos por el pensamiento<br />

de Arthur Schopenhauer,<br />

los poetas simbolistas gustaban<br />

por enaltecer las pulsiones<br />

sexuales, cantaron al<br />

amor concupiscente, a los<br />

excesos carnales, a las prostitutas,<br />

incluso a la sífilis y a<br />

la muerte. Numerosos rostros<br />

adquirió la mujer para<br />

representar los libidinosos<br />

apetitos: vampiresas, esfinges,<br />

arácnidas o serpientes<br />

fueron algunas de sus principales<br />

caracterizaciones.<br />

Durante los años en que<br />

se mantuvo vigente el simbolismo,<br />

la mitología fue<br />

reinterpretada; las sirenas se<br />

popularizaron como híbridos<br />

marinos, abandonaron<br />

sus cuerpos de aves y adoptaron<br />

colas de pescado y, distintas<br />

a las griegas, no sólo se<br />

nutrían de los cadáveres de<br />

sus víctimas, también disfrutaban<br />

de un placer sádico al<br />

ver dominados a los hombres<br />

ante los engañosos<br />

encantos que les ofrecían<br />

mediante sus voces. Es decir,<br />

de bestiales amenazas a<br />

la vida, las sirenas se convirtieron<br />

en funestas y crueles<br />

tentaciones sexuales.<br />

La acuarela Pornokrates,<br />

del pintor belga Félicien<br />

Rops, fue una obra que buscaba,<br />

así como los 120 días<br />

en Sodoma de Sade, criticar<br />

los estándares morales, desmitificar<br />

los tabúes y hacer<br />

de lo “indecente” e “indecible”<br />

el tema de su composición.<br />

Los valores estéticos a los<br />

que evocó el pintor giraban<br />

La figura de<br />

Venus ha sido<br />

utilizada en<br />

incontables<br />

alegorías<br />

morales que<br />

reprueban el<br />

amor profano.<br />

En el cuadro<br />

Venus, Cupido<br />

y el Tiempo,<br />

de Agnolo<br />

Bronzino, el<br />

niño con un<br />

puñado de<br />

flores se toma<br />

como una<br />

referencia a la<br />

lujuria.


m/P58<br />

Lujuria<br />

en torno a lo obsceno, ya que los protagonistas de la escena<br />

son una mujer semidesnuda con los ojos vendados,<br />

apenas ataviada con zapatos, medias, guantes y sombrero,<br />

y un cerdo al que ella sujeta mediante un lazo. Algunos intérpretes<br />

afirman que este cerdo es un símbolo de la lujuria<br />

y del lucro masculino que controla a la mujer, pero también<br />

se ha dicho que la pintura representa al hombre conducido<br />

por la ella, bestial e idiotizado.<br />

La idea del Diablo siempre ha estado relacionada de forma<br />

directa con la lujuria. Es así que una de las soluciones<br />

tradicionales para representar al rey de los infiernos consta<br />

de torso masculino y patas de macho cabrío, ya que este<br />

animal se asociaba con los deseos carnales. De acuerdo con<br />

tradiciones hebraicas de raigambre mesopotámico, y continuadas<br />

por algunos cabalísticos medievales, la diablesa Lilit<br />

era quien personificaba la lujuria. Ella había sido la primera<br />

esposa de Adán, creada igual que éste de barro y animada<br />

gracias al soplo divino, por lo que se asumió con las mismas<br />

capacidades. Resulta que cuando Adán quiso cohabitar con<br />

ella, Lilit se negó a permanecer recostada, bajo el cuerpo<br />

de su esposo, tal como éste le ordenaba; enfurecida, esta<br />

mujer huyó del Edén y llegó hasta el Mar Rojo, donde se<br />

unió con los demonios que se decía allí habitaban y procreó<br />

una estirpe del mal. Condenada ella y su descendencia por<br />

Yahvé, Lilit vagaba por el mundo en busca de semen para<br />

engendrar nuevos diablos.<br />

Los simbolistas revivieron<br />

el mito de Lilit en la iconografía<br />

y lo dotaron de una<br />

carga erótica, convirtiéndose<br />

en el prototipo de mujer<br />

fatal, ya que por su lujuria<br />

embauca a los hombres con<br />

una seductora apariencia,<br />

pese a su naturaleza terrorífica.<br />

Los poetas consagraron<br />

algunos versos a las mujeres<br />

diabólicas, “hijas de Lilit”, en<br />

tanto que los pintores la<br />

plasmaron como una bella<br />

fémina que convive con demonios<br />

y serpientes.<br />

En la literatura<br />

Existen dos poemas de<br />

Charles Baudelaire que pertenecen<br />

a su libro Las flores<br />

del mal, a través de los cuales<br />

se muestra la lujuria:<br />

Mujeres condenadas<br />

Como un rebaño pensativo/<br />

sobre la arena acostadas,/<br />

entornan los ojos hacia el<br />

horizonte marino,/ y sus<br />

pies que se buscan y sus<br />

manos enlazadas/ tienen<br />

dulces languideces, amargos<br />

escalofríos.<br />

Unas, corazones que aman<br />

las largas confidencias,/ en<br />

el corazón de los bosques<br />

y junto a los arroyos,/ deletrean<br />

el amor de las tímidas<br />

infancias/ y marcan en el<br />

tronco los jóvenes arbolillos;/<br />

otras, como hermanas,<br />

andan lentas, graves,/ a<br />

través de las rocas llenas<br />

de apariciones,/ donde san<br />

Antonio vio surgir como lavas,/<br />

desnudo el seno, a sus<br />

purpúreas tentaciones.<br />

Cesare Ripa<br />

imaginó a<br />

la lujuria<br />

como una<br />

joven hermosa<br />

sentada sobre<br />

un cocodrilo<br />

(símbolo de<br />

la lascivia) y<br />

llevando en<br />

las manos una<br />

perdiz (alegoría<br />

de la líbido<br />

desenfrenada).


Un acercamiento a los<br />

capitales<br />

rm/P60<br />

Las hay que a la lumbre de resinas goteantes,/<br />

en el hueco mudo de los viejos antros<br />

paganos,/ te llaman en socorro de sus fiebres<br />

aullantes,/ ¡oh Baco, adormecedor de viejos<br />

remordimientos!<br />

Y otras, cuya garganta gusta de escapularios,/<br />

que, ocultando un látigo bajo sus largos<br />

vestidos,/ mezclan en la noche oscura y los<br />

bosques solitarios/ espuma del placer y lágrimas<br />

de la tortura.<br />

¡Oh vírgenes, oh demonios, oh monstruos, oh<br />

mártires!,/ grandes espíritus negadores de la<br />

realidad,/ buscadores de lo infinito, devotos y<br />

sátiros,/ ora llenos de furor, ora llenos de llanto,<br />

vosotras, a las que en vuestro infierno mi alma<br />

os ha seguido,/ pobres hermanas, os amo<br />

tanto como os compadezco/ por vuestras dolorosas<br />

tristezas, vuestra sed no saciada,/ y las<br />

urnas de amor que llenan vuestro corazón.<br />

Alegoría<br />

Es hermosa mujer, de buena figura,/ que<br />

arrastra en el vino su cabellera./ Las garras del<br />

amor, los venenos del garito,/ todo resbala y<br />

se embota en su piel de granito./ Se ríe de la<br />

Muerte y desprecia la Lujuria,/ y ambas, que<br />

todo inmolan a su ferocidad,/ han respetado<br />

siempre en su juego salvaje,/ de ese cuerpo<br />

firme y derecho la ruda majestad.<br />

Anda como una diosa y reposa como una<br />

sultana;/ tiene por el placer una fe mahometana,/<br />

y en sus brazos abiertos que llenan sus<br />

senos/ atrae con la mirada a toda la raza humana./<br />

Ella cree, ella sabe, ¡doncella infecunda!,/<br />

necesaria no obstante a la marcha del<br />

mundo,/ que la belleza del cuerpo es sublime<br />

don,/ que de toda infamia asegura el perdón.<br />

Ignora el infierno igual que el purgatorio,/ y<br />

cuando llegue la hora de entrar en la noche<br />

negra,/ mirará de la Muerte el rostro,/ como un<br />

recién nacido, sin odio ni remordimiento.<br />

Sobre la acuarelaPornokrates,<br />

del belga<br />

Félicien Rops,<br />

los críticos<br />

dan las más<br />

diversas<br />

interpretaciones<br />

sobre lo<br />

que simbolizan<br />

la mujer<br />

y el cerdo,<br />

aunque todos<br />

concuerdan<br />

en que juntos<br />

aluden a la<br />

lujuria.


“La pereza no es más que el hábito de descansar<br />

antes de estar cansado”: Jules Renard<br />

sta es falta de vivacidad, de estímulo y de voluntad. Hoy día se considera que una persona<br />

Eperezosa es aquella que no trabaja, que no genera una ganancia, sin embargo, en la más<br />

apegada definición conforme a su origen, la pereza es la renuncia a la capacidad activa e<br />

industriosa del ser humano. Es la apatía absoluta, una desmotivación y aburrimiento por la vida y las<br />

responsabilidades sociales.<br />

Es común que la pereza se confunda con ocio, empero éste sí implica una voluntad, ya que todo<br />

aquello que se hace por placer y es ajeno al negocio (el no-ocio), es asimismo una actividad no<br />

obstante encaminada a la satisfacción y engrandecimiento personal. El ocio genera cultura, es la<br />

piedra angular sobre la que se erigen la observación y el conocimiento, las artes y los deportes, caso<br />

contrario, la pereza no es propositiva ni destructiva. Por tales características, la naturaleza de este vicio<br />

fue considerada metafísica, dado que hablar de ella es discutir la inercia, el no-acto.<br />

Simbólicamente, la pereza cobró el aspecto de una mujer de rostro grande y frente despejada,<br />

nariz gruesa y piernas muy delgadas. Ella estaría sentada en tierra, según la poesía moral de Ludovico<br />

Ariosto: “Al otro lado la pereza en tierra se sienta,/ que no puede andar, y mal se tiene en pie”.<br />

Sus vestimentas deberían ser pobres, si acaso un traje roto e indigno, llevaría la cabeza baja y con<br />

cabellos despeinados. Tendría las manos ocultas en el seno y un pie sobre el otro, por último, a su lado<br />

y sobre el suelo se posaría un asno o una tortuga.


Un acercamiento a los<br />

capitales<br />

rm/P64<br />

Ripa sugirió que la palabra invierno sería epíteto y sinónimo<br />

de perezoso, además indicó que la figura de la pereza<br />

debería ser pintada como hija de dicha estación a raíz de la<br />

íntima relación que ambos conceptos guardaban según sus<br />

postulados. Él creía que así como el calor activa el movimiento<br />

de los cuerpos humanos y motiva la prontitud de sus acciones,<br />

los meses de frío producirían inmovilidad, estupidez,<br />

aletargamiento y lentitud, entre otros efectos semejantes.<br />

La personificación aparece en actitud sedenta, con la cabeza<br />

inclinada y con los pies y las manos resguardados de la manera<br />

como se enunció, porque los egipcios, según refiere Piero Valeriano<br />

en su libro Jeroglíficos, solían representarla de esta forma y<br />

con ello simbolizaban que el perezoso se mantendría inmóvil y<br />

privado de toda suerte de acciones y actividades provechosas.<br />

En la Iconología se dice que cuando los artesanos de Egipto pintaban<br />

una mano abierta y extendida querían dar a entender acciones,<br />

poder y autoridad. Por el contrario, si querían representar<br />

a una persona que fuese de muy poca o de nula importancia,<br />

dominada por la desocupación y la pereza, la representaban<br />

con las manos juntas y puestas en el seno, amén de plasmarla<br />

en actitud pasiva, como si estuviera descansando. Todos estos<br />

gestos y actitudes revelaban la condición de los hombres apo-<br />

cados. El mismo sentido tenía<br />

el antiguo adagio “Tener la<br />

mano bajo el manto”, el cual<br />

se refería a personas frías y<br />

gente perezosa que se marchitaba<br />

en el ocio.<br />

Tanto la cabeza despeinada<br />

y desprovista de cualquier<br />

ornato, como la túnica pobre<br />

y desvencijada mostrarían la<br />

condición de la pereza, por<br />

cuya causa el holgazán suele<br />

ser pobre por sí mismo y<br />

se halla sumido en la vileza;<br />

se decía que carecía de calor<br />

corporal, incluso de ánimo,<br />

pues no lograría adquirir ni<br />

acumular virtudes, honores ni<br />

riquezas. Así lo sentenciaba el<br />

fabulista griego Esopo: “Pues<br />

el hombre perezoso no llena<br />

su casa/ ni acrecienta, en verdad,<br />

su riqueza aplazando su<br />

afán;/ siempre aplazándolo el<br />

hombre lucha con las pérdidas”.<br />

Por otro lado, el asno y<br />

la tortuga que Ripa sugiere<br />

pintar a los lados de la desidia,<br />

tumbados sobre el suelo,<br />

halla su explicación en la razón<br />

de que ambos, según se<br />

decía, eran extremadamente<br />

flojos; así lo refería el ya citado<br />

Piero Valeriano.<br />

Algunos pasajes de la<br />

Biblia fueron considerados<br />

por varios teólogos y pintores<br />

como advertencias sobre<br />

los inconvenientes que<br />

traían consigo los pecados.<br />

Así fue como la historia del<br />

romance entre Sansón y<br />

Dalila se consideró una alegoría<br />

de la pereza, ya que<br />

mientras el héroe bíblico<br />

dormía, ella aprovechó para<br />

cortarle el cabello y, más tarde,<br />

vencerlo.<br />

En la Biblia, el<br />

relato de Sansón<br />

y Dalila se<br />

consideró una<br />

alegoría de las<br />

consecuencias<br />

de la pereza,<br />

pues fue el<br />

momento que<br />

ella aprovechó<br />

para debilitarlo<br />

y vencerlo.


m/P67<br />

Pereza<br />

l<br />

Sanson y Dalila<br />

“Dalila le dijo: ‘¿Cómo puedes decir: “Te amo”, si tu corazón no<br />

está conmigo? Tres veces te has reído ya de mí y no me has<br />

dicho en qué consiste esa fuerza tan grande.’ Como todos los<br />

días le asediaba con sus palabras y le importunaba, aburrido de<br />

la vida, Sansón le abrió todo su corazón y le dijo: ‘La navaja no<br />

ha pasado jamás por mi cabeza, porque soy nazir de Dios desde<br />

el vientre de mi madre. Si me rasuraran, mi fuerza se retiraría<br />

de mí, me debilitaría y sería como un hombre cualquiera.’ Dalila<br />

comprendió entonces que le había abierto todo su corazón,<br />

mandó llamar a los tiranos de los filisteos y les dijo: ‘Venid esta<br />

vez, pues me ha abierto todo su corazón.’ Y los tiranos de los<br />

filisteos vinieron donde ella con el dinero en la mano. Ella hizo<br />

dormir a Sansón sobre sus rodillas y llamó a un hombre que le<br />

cortó las siete trenzas de su cabeza. Entonces ella comenzó a<br />

humillarlo, y se retiró de él su vigor. Ella gritó: ‘Los filisteos contra<br />

ti, Sansón.’ El se despertó de su sueño y se dijo: «Saldré como las<br />

otras veces y me desembarazaré.» No sabía que Yahvé se había<br />

apartado de él”. Jueces 16, 15-20.<br />

l<br />

El cuarto circulo del purgatorio: los<br />

perezosos<br />

“… estaba como el hombre que sorprendido por el sueño no<br />

piensa en nada. Pero esta somnolencia me fue desvanecida de<br />

improviso por mucha gente que avanzaba ya detrás de nosotros;<br />

y así como en otro tiempo el Ismeno y el Asopo vieron<br />

correr de noche por sus orillas una muchedumbre furiosa de<br />

tebanos para tener propicio a Baca, así avanzaban por aquel<br />

círculo, según pude ver, los<br />

que eran estimulados por una<br />

buena voluntad y un justo<br />

amor. En breve llegaron hasta<br />

nosotros; porque toda aquella<br />

gran turba venía corriendo…<br />

— ¡Oh almas, en quienes<br />

un fervor ardiente compensa<br />

ahora quizá la negligencia<br />

y la tardanza, que por tibieza<br />

empleasteis para el bien!<br />

Este, que vive aún (y no<br />

os engaño), quiere ir allá arriba<br />

en cuanto el Sol brille de<br />

nuevo: decidnos, pues, dónde<br />

está la subida.<br />

Tales fueron las palabras<br />

de mi Guía; y uno de aquellos<br />

espíritus dijo:<br />

— Ven tras de nosotros, y<br />

la encontrarás. Estamos tan<br />

deseosos de avanzar, que no<br />

podemos detenernos…<br />

No sé si dijo más, o si se<br />

calló; tan lejos se encontraba<br />

ya de nosotros…” Dante<br />

Alighieri, Divina comedia,<br />

Purgatorio, canto XVIII.<br />

Para Cesare<br />

Ripa, el<br />

invierno es la<br />

estación de la<br />

pereza, pues<br />

el frío produce<br />

inmovilidad<br />

y aletargamiento.<br />

Sin<br />

embargo, en<br />

este cuadro<br />

de Brueghel,<br />

Cazadores<br />

en la nieve,<br />

sucede todo<br />

lo contrario.


E ste<br />

“La mejor venganza contra<br />

nuestros enemigos es ser<br />

felices”: Voltaire.<br />

pecado es dual, ya que por un lado consiste en la alegría que causan los males ajenos y, por otro,<br />

en la tristeza que resulta a causa de las cosas favorables y benéficas que a los demás suceden, es<br />

desear que los otros no disfruten lo que tienen. Encuentra su raíz en el anhelo por arrebatar al otro<br />

sus propiedades, quizá no para poseerlas, simplemente para que él no las tenga. Por lo mismo, este vicio<br />

es un tormento que destruye en vida y devora las entrañas del envidioso: él siempre será infeliz. Además la<br />

envidia es un vicio que sólo se puede dar en un seno social, ya que el envidiado y el envidioso necesitan de<br />

su contraparte para poder existir. De ella “nacen” otras faltas como la traición, la calumnia, la confabulación<br />

y el oportunismo.<br />

Según Ripa una mujer delgada, vieja, fea y de lívido color simbolizaba a la envidia. Ella tendría el pecho<br />

izquierdo desnudo y ceñido por una sierpe, ésta apretaría dicho seno y lo mordería. Al costado de la personificación<br />

se colocaría una hidra, bestia mitológica griega que consistía en un monstruo de numerosas<br />

cabezas, sobre la cual apoyaría la mano. La complexión magra y el color marchito indican que la envidia es<br />

fría, ya que así como fisiológicamente la palidez corporal suele producirse a causa del frío, así también este<br />

pecado apaga en el hombre todo vestigio de caridad, fuego y ardor que lo alienta.<br />

La serpiente que le muerde el pecho izquierdo simboliza los rencores que desgarran el corazón del envidioso de<br />

forma permanente, tal como dice Horacio en sus Epístolas: “El envidioso se consume con la opulencia del otro”.<br />

De acuerdo con la mitología, la hidra tenía un aliento tan pestífero y un veneno tan nocivo que causaba<br />

más muertes que cualquier otro animal ponzoñoso. Semejante bestia acompaña a la envidia, porque ésta no<br />

persigue otra meta sino la ruina de los bienes ajenos, tanto espirituales como corporales. Y así como los poetas<br />

aseguraban que si se cortaba una cabeza de la hidra, renacerían dos, así también la envidia cuanto más se crece<br />

y se enfrenta con su enemiga la virtud caritativa, más se esforzaba el hombre por extinguirla y apagarla. Por ello


Un acercamiento a los<br />

capitales<br />

rm/P71<br />

escribió Petrarca en uno de sus sonetos: “Oh envidia, enemiga<br />

de la virtud/ que gustosa te opones a todo lo bueno”.<br />

Por su parte, Ovidio comentó, en el libro II de sus Metamorfosis:<br />

“Todo es amarga hiel en su corazón y su pecho,/ estando<br />

su lengua llena de un veneno que mata;/ cuando de la boca le<br />

sale viene sucio,/ pues su aliento envenena, y nunca ríe/ sino<br />

cuando encuentra su deleite/ en el enorme dolor que atenaza<br />

y aqueja algún otro./ Nunca duerme su ojo, y siempre gime/<br />

por lo mucho que le aflige y apena la felicidad ajena./ Pronto se<br />

duele, se consume y pena/ viendo feliz a aquel que vivir sabe.<br />

Este es su suplicio y su castigo,/ pues, si no daña a otro, a sí<br />

misma se daña./ Siempre busca la maldad, siempre envenena/<br />

a aquél con quien compite, hasta hacerlo infeliz./ Para no verla,<br />

lleva la frente baja/ Minerva, y luego, cansada, así la increpa”.<br />

Un claro ejemplo de envidia histórica es la Cuarta Cruzada,<br />

librada en 1204 y convocada por los venecianos con la<br />

supuesta idea de “liberar” Tierra Santa de manos islámicas.<br />

Sin embargo, esta batalla culminó en un saqueo perpetrado<br />

contra Constantinopla, capital del Imperio Bizantino y<br />

máximo rival comercial marítimo de la República de Venecia.<br />

De este modo, aprovecharon una “causa justa” para eliminar<br />

por envidia a su mayor competencia económica en la<br />

cuenca del Mediterráneo.<br />

l<br />

El segundo circulo del purgatorio:<br />

los envidiosos<br />

“Entonces abrí los ojos más que antes; miré hacia delante, y vi<br />

sombras con mantos, cuyo color no era diferente del de la pie-<br />

dra… cuando llegué junto a<br />

las almas y pude observar sus<br />

actos claramente, brotó de<br />

mis ojos un gran dolor. Me parecían<br />

cubiertas de vil cilicio;<br />

cada cual sostenía a otra con<br />

la espalda, y todas lo estaban<br />

a su vez por la roca, como los<br />

ciegos, a quienes falta la subsistencia,<br />

se colocan en los<br />

perdones, y solicitan el socorro<br />

de sus necesidades, apoyando<br />

cada uno su cabeza<br />

sobre la del otro, para excitar<br />

más pronto la compasión, no<br />

por medio de sus palabras,<br />

sino con su aspecto que no<br />

contrasta menos. Y del mismo<br />

modo que el sol no llega<br />

hasta los ciegos, así también<br />

la luz del cielo no quiere mostrarse<br />

a las sombras de que<br />

hablo, pues todas tienen sus<br />

párpados atravesados y cosidos<br />

por un alambre como se<br />

hace con los gavilanes salvajes<br />

para domesticarlos”. Dante<br />

Alighieri, Divina comedia, Purgatorio,<br />

canto XIII<br />

Virtud?<br />

“La envidia es muy curiosa<br />

porque tiene una larga y virtuosa<br />

tradición, lo que parecería<br />

contradictorio con su<br />

calificación de pecado. Es la<br />

virtud democrática por excelencia.<br />

Por ella, la gente tiende<br />

a mantener la igualdad. Produce<br />

situaciones para evitar<br />

que uno tenga más derechos<br />

que otro. Al ver un señor que<br />

ha nacido para mandar, dices:<br />

“¿Por qué estás tú allí y no yo?<br />

¿Qué tienes que yo no tenga?”<br />

Entonces la envidia es,<br />

en cierta medida, origen de<br />

la propia democracia, y sirve<br />

?<br />

La envidia<br />

arranca<br />

plumas de<br />

las alas de la<br />

fama, óleo<br />

de Françoise-<br />

Guillaume<br />

Ménageot.


m/P72<br />

Envidia<br />

para vigilar el correcto desempeño del sistema. Donde hay envidia<br />

democrática, el poderoso no puede hacer lo que quiera”.<br />

Fernando Savater, Los siete pecados capitales.<br />

l<br />

Cain y Abel<br />

“Conoció el hombre a Eva, su mujer, la cual concibió y dio a<br />

luz a Caín, y dijo: «He adquirido un varón con el favor de<br />

Yahveh». Volvió a dar a luz, y tuvo a Abel su hermano. Fue<br />

Abel pastor de ovejas y Caín labrador. Pasó algún tiempo,<br />

y Caín hizo a Yahveh una oblación de los frutos del suelo.<br />

También Abel hizo una oblación de los primogénitos<br />

de su rebaño, y de la grasa de los mismos. Yahveh miró<br />

propicio a Abel y su oblación, mas no miró propicio Caín<br />

y su oblación, por lo cual se irritó Caín en gran manera y<br />

se abatió su rostro. Yahveh dijo a Caín: «¿Por qué andas<br />

irritado, y por qué se ha abatido tu rostro? ¿No es cierto<br />

que si obras bien podrás alzarlo? Mas, si no obras bien,<br />

a la puerta está el pecado acechando como fiera que te<br />

codicia, y a quien tienes que dominar». Caín, dijo a su<br />

hermano Abel: «Vamos afuera». Y cuando estaban en el<br />

campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató”.<br />

Génesis 4, 1-8.<br />

Historia<br />

de Jose<br />

“Israel amaba a José más que<br />

a todos los demás hijos, por<br />

ser para él el hijo de la ancianidad.<br />

Le había hecho una<br />

túnica de manga larga. Vieron<br />

sus hermanos cómo le prefería<br />

su padre a todos sus otros<br />

hijos y le aborrecieron hasta el<br />

punto de no poder ni siquiera<br />

saludarle. José tuvo un sueño<br />

y lo manifestó a sus hermanos,<br />

quienes le odiaron más aún…<br />

Sus hermanos le tenían envidia,<br />

mientras que su padre reflexionaba.<br />

Fueron sus hermanos<br />

a apacentar las ovejas de<br />

su padre… José fue detrás y<br />

los encontró en Dotán. Ellos le<br />

vieron de lejos, y antes que se<br />

les acercara, conspiraron contra<br />

él para matarle, y se decían<br />

mutuamente: ‘Por ahí viene el<br />

soñador. Ahora, pues, venid,<br />

matémosle y echémosle en<br />

un pozo cualquiera, y diremos<br />

que algún animal feroz le devoró.<br />

Veremos entonces en<br />

qué paran sus sueños.’ Rubén<br />

lo oyó y le libró de sus manos.<br />

Dijo: ‘No atentemos contra su<br />

vida… No derraméis sangre.<br />

Echadle a ese pozo que hay<br />

en el páramo, pero no pongáis<br />

la mano sobre él.’… Pasaron<br />

unos madianitas mercaderes,<br />

y descubriéndole subieron a<br />

José del pozo. Lo vendieron a<br />

los ismaelitas por veinte piezas<br />

de plata, y éstos se llevaron a<br />

José a Egipto… José fue bajado<br />

a Egipto, y le compró un<br />

egipcio, Putifar, eunuco de Faraón<br />

y jefe de los guardias…”<br />

Génesis 37-38.<br />

l<br />

Cuando Dios<br />

manifestó su<br />

satisfacción<br />

por el trabajo<br />

de Abel,<br />

despertó en<br />

el hermano<br />

de éste un<br />

rencor tal que<br />

“…cuando<br />

estaban en el<br />

campo, se lanzó<br />

Caín contra<br />

su hermano<br />

Abel y lo<br />

mató” (Génesis<br />

4, 1-8).

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