Las concepciones sobre la mujer y lo femenino en la obra

COMUNICACION DICIEMBRE 1988 VOL. 3 No. 2.
LAS CONCEPCIONES SOBRE LA MUJER Y LO
FEMENINO EN LA OBRA: EL INGENIOSO HI-
DALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA.
Ana I. Alfaro Salas*
Resumen
El artículo analiza algunos personajes femeninos de El Quijote: Marcela, Luscinda,
Dorotea, Teresa Panza y Dulcinea. Constituye un estudio filosófico de la obra, que enmarca
el tema en el contexto .de las tradiciones filosófico - teológico medievales y renacentistas.
Sintetiza las concepciones sobre la mujer y sostiene que Cervantes mediante
la forma literaria – recoge y hereda conceptos tradicionales, pero también sugiere
nuevas ideas sobra la mujer y lo femenino, mostrando la relación profunda entre los
concepciones sobre la femineidad y la cultura vigente. En este sentido cada personaje
femenino se estructura mediante la unidad de lo real y lo ideal.
El interés creciente por los estudios sobre la mujer
caracteriza nuestra época. Este interés, diversificado
en múltiples campos como el familiar, laboral, político,
educativo, legal, salud, también se ha convertido
en un objeto-sujeto del quehacer filosófico. El surgimiento
y desarrollo de los movimientos feministas,
igualmente, ha contribuido significativa mente a llamar
la atención - incluso a los no-interesados -, sobre
el tema. Por ello, hoy día la historia del pensamiento
filosófico es objeto de estudio y reflexión crítica,
desde el punto de vista de las concepciones sobre la
mujer y lo femenino. En especial, esta actividad se
fortalece por el “descubrimiento”, relativamente reciente,
de que muchos de los grandes filósofos sostenían
concepciones discriminatorias sobre la mujer, considerándola
como un ser inferior por naturaleza (Aristóteles,
Sto. Tomás de Aquino), con un papel determinado
y fijo para siempre en el hogar, o como servidora
del hombre (Rousseau), transmisora de las tradiciones,
encarnación del pecado, el malo las tentaciones
del demonio (tradición teológico-filosófico medieval).
Sin ser unánime, esta concepción sobre la mujer representa
una tendencia sobresaliente hasta finales del
siglo XVIII, lo cual permite hoy afirmar la existencia,
en el pensamiento filosófico, dc una razón patriarcal.
El Quijote en su contexto.
El Quijote surge en una época de predominio de la
tradición teológico-filosófica medieval apuntada. El
Renacimiento español no suprime tal punto de vista,
y la desigualdad entre hombres y mujeres aparece
en muchos libros cristianos. Por ejemplo, en La Instrucción
de la mujer cristiana de Luis Vives (1492-
1540) y La Perfecta Casada de Fray Luis de León
(1528-1591). En lo fundamental, las ideas de inferioridad,
su misión y limitación se mantienen. Estos
autores son exponentes del pensamiento religioso de
su época y conceptualizaron a la mujer en función
de los ideales cristianos y las tendencias sociales vigentes.
Avanzados en otros aspectos, no lo fueron
para nada en sus opiniones sobre la mujer. Sin embargo,
en la misma época se publicó otra obra, por
cierto, también muy representativa. Nos referimos
El Cortesano de Baltasar de Castiglioni, compendio
del espíritu del Renacimiento italiano, en la cual se
plantea la idea de “igualdad en el ser esencial de ambos
sexos”, y no se encuentra en ella la “idea de sujeción, ni
de inferioridad dc la mujer con respecto al hombre”(1).
En este libro Castiglioni expone las cualidades para
ambos sexos: ambos deben ser de buen linaje, poseer
conocimientos en letras, música y pintura; tener gracia
natural en todas las cosas y no sólo al escribir o
hablar. Adicionalmente, menciona algunas cualidades
que le convienen más a la mujer: la hermosura y la
honra, le son más necesarias a ella; que también
debe ser dulce, afable y honesta en la conversación.
Este autor perteneció al Renacimiento italiano
que significó una renovación en las ideas.
Subrayamos dos aspectos antes dc seguir adelante.
En primer lugar, resulta evidente que las concepciones
sobre lo femenino, sobre el valer y ser de la
mujer están inmersas en las raíces profundas de la
cultura. Dc tal manera que la femineidad, de manera
muy sintética, viene a ser una característica común,
es decir, “la forma dc ver y actuar en el mundo,
que adquieren las mujeres en el largo proceso de
aprendizaje social en el seno de una cultura” (2).
En segundo lugar, Miguel de Cervantes no utiliza para
la construcción de los personajes femeninos una sola
concepción de femineidad, sino que entrelaza creativamente
concepciones provenientes de la tradición

filosófica-teológica medieval (realismo español)
y del Renacimiento italiano, pues Cervantes
conocía muy bien la tradición española y también
El Cortesano de Baltasar de Castiglioni.
Las mujeres en El Quijote.
Muchos y distintos tipos de ellas nos presenta la obra.
Las concepciones se expresan en su actuación, ya sea
mediante el discurso propio, de quienes los rodean,
o bien, el de Don Quijote. En abanico, emergen los
personajes femeninos desde la sombra, con rasgos
personales desdibujados, casi imperceptibles, sin
nombre a veces, hasta alcanzar la plenitud radiante
de la princesa Dulcinea que atraviesa toda la obra.
Las mujeres están donde está el itinerario de la aventura:
la aldea, el campo, la venta, la Sierra Morena,
el Castillo de los Duques, la ínsula, el mar, el sueño
o el encantamiento. Pero algunas sobresalen por
sus personalidades definidas, carácter, sentimientos
y decisión. Cada una es un universo ético-estético,
inseparable uno del otro, que Cervantes construye
según su estilo y dimensión: llevándonos en el ideal,
pero de la mano de la realidad como su materia prima
adicional, una realidad en que los personajes actúan
como seres humanos.
Adentrándonos en los caminos de la obra
llegamos al convencimiento de que las mujeres
tienen que poseer ciertos rasgos morales, para estar
dentro del ideal femenino, del cual ellas pueden
tener mucho o poco. En general, para Cervantes
la mujer es “joya y corona del mundo”, vale si es
casta y honrada, su primera virtud es la honestidad
y su habilidad de intuición; debe poseer tesoros de
ternura y paciencia, ser compasiva y constante en
sus preferencias. El trabajo mantiene su encanto, y
es en general, hermosa. Además, en El Quijote la
mujer posee libertad afectiva, es dueña de sus sentimientos.
Este rasgo, típicamente renacentista e innovador,
le permitió definir personajes con fuertes
caracteres, que luchan por reivindicar sus derechos
aún por encima de los convencionalismos sociales.
En ocasiones - las menos - también encontramos
críticas a la conducta y naturaleza femeninas, al señalar
debilidades la juzga como “desatinada” y “mal
compuesta”, por desenvoltura y natural inclinación.
El personaje femenino: unidad de lo real y lo ideal
Presentaremos sólo una muestra del abanico dc mujeres
que aparecen en la obra. Veremos las más
contrastantes y particulares, sus rasgos definitorios
y la unidad en ellos de lo real y lo ideal.
La pastora Marcela representa, mejor que ninguna, la
libertad afectiva de la mujer. Ella creció huérfana al
lado de un tío clérigo, pero tenía bienes, hermosura sin
par, discreción y amabilidad; fue educada en la prudencia
y el recato, así como en la honestidad. Sus cualidades
despertaron el amor y la codicia dc todos los
mozos que la conocieron, pero ella no mostró interés
por ninguno. Un día decide hacerse pastora, cambia
sus ricas ropas por las rústicas y sencillas de las zagalas,
creyendo que así sus enamorados dejarían de insistir;
pero fue peor; su vida libre entre los campos y
expuesta a la vista de todos su hermosura, atrajo más a
los galanes. Grisóstomo, el pastor, resultó su más obstinado
pretendiente, que al no soportar su reiterado
rechazo, se quita la vida. En su entierro, aparece Marcela
y pronuncia un largo discurso, que contiene los
rasgos filosóficos de un ideal femenino. En ella está
la realidad: es una pastora, cuida sus ovejas, vive en
el campo, se relaciona amablemente con todas las
personas. Pero a la vez está el ideal: no desea tener
una vida como las demás, su forma de ver y actuar
en el mundo está decidida y la cumplirá, sin dejarse
sujetar ni siquiera por el amor. Dice en su discurso:
ella es libre; no está subordinada al sentimiento
amoroso que provoca, pues sus sentimientos no corresponden
a ese amor; y así expresa: “la hermosura
en la mujer honesta, es como el fuego apartado o
como la espada aguda, que ni él quema ni ella corta
a quien a ellos no se acerca”(3). Luego señala su
código moral superior en las siguientes palabras:
“La honra y las virtudes son adornos del alma sin
las cuales, el cuerpo, aunque lo sea, no debe parecer
hermoso. Pues si la honestidad es una de las
virtudes que al cuerpo y al alma más hermosean
¿por qué la ha de perder la que es amada por hermosa,
por corresponder a la intención de aquel que
por sólo su gusto con todas sus fuerzas e industrias
procura que la pierda? Yo nací libre, y para poder
vivir libre escogí la soledad de los campos” (4)
Marcela optó por la vida en comunión con la naturaleza
y es lo que piensa hacer. No le dio esperanzas
a nadie, ni a nadie dañó; prefiere el recogimiento
y la soledad, no quiere ni aborrece a nadie, ni
se hurla de ninguno. Sus deseos terminan en estas
montañas, y “si de aquí salen es a contemplar la
hermosura del cielo, pasos con que camina el alma
a su morada primera” (5).La pastora Marcela ha
sido analogada con Santa Teresa de Jesús, símbolo
de belleza moral y víctima -como Marcela de las

En un sentido diferente al anterior, Luscinda, representa
a la enamorada fiel, hermosa, noble, rica y
discreta. Su pretendiente Cardenio, aunque crecieron
juntos y estaban a punto de casarse, duda
de la lealtad de ella en el momento decisivo; de su
amor y fortaleza, sólo porque otro hombre la asediaba
y sus padres la concedieron en matrimonio,
mostrándose tímido, débil y silencioso huye
del desenlace de los acontecimientos internándose en
la Sierra, dando por supuesto que Luscinda se casaría
con el otro y que no encontraría la forma ingeniosa de
impedirlo. Cardenio expresa sus dudas sobre la mujer,
que generaliza de esta manera: no hay en el mundo
quien pueda saber - dice - “el confuso pensamiento
y condición mudable de una mujer (6). Sin embargo,
Luscinda nunca lo traicionó ni pensó en hacerlo, fue
íntegra a toda prueba, hábil e ingeniosa para esquivar al
pretendiente que no amaba. Posteriormente, Cardenio
comprende su error e injusticia al juzgar a Luscinda.
Dorotea, simboliza a la mujer que se considera ultrajada
y busca su reivindicación moral. Es inteligente y
estudiosa, no aldeana inculta; fue engañada por Don
Fernando (hijo de duque) por ser una simple labradora,
de más baja condición social que él, aunque hermosa.
Ella, sin embargo, poseía riqueza, era amada y
regalada por sus padres, hilaba y tejía en sus ratos libres,
tocaba el arpa, le gustaba leer, era una mujer de
trabajo que administraba la hacienda de su familia,
de la cual era “mayordoma y señora”. También, Dorotea
muestra capacidad autocrítica, pues opina que
ella también tuvo la culpa de lo sucedido al dejarse
convencer por las súplicas del pretendiente. Decide
así buscar a Don Fernando y cobrarle su promesa de
matrimonio; para lograrlo deja su casa, y se enfrenta
a duras pruebas, que sólo su fortaleza de carácter le
permite superar, pues al ir sola por los caminos todos
los hombres que se encuentra quieren abusar de
ella, Huye a la montaña y llega a la Sierra Morena
donde conoce toda la verdad por medio del relato de
Cardenio. Deciden todos ir a buscar a Don Fernando
y casarlo con ella, cosa que logran. Es Dorotea de
una personalidad íntegra y convincente. Hermosura,
autoestima y virtud se hallan en equilibrio en “ella.
Teresa Panza, representa la mujer aldeana, de un
gran sentido práctico ante la vida y una concepción
intuitiva y realista de la justicia y la equidad. A pesar
de ser humilde y simple posee claridad en sus juicios
y prudencia. Es una mujer consciente de su situación
familiar y social. Así, cuando Sancho sueña con ser
gobernador de su ínsula y con los cambios de condición
social que ello traerá para su familia, en especial para
su hija y esposa, ella lo advierte: “medíos, Sancho,
con vuestro estado; no os queráis alzar a mayores, y
advertid el refrán que dice “al hijo de tu vecino límpiale
las narices y mátele en tu casa”(7). Ella quiere
casar a su hija con alguien igual, no con un “condazo
o caballerote” en palacios o cortes, “adonde ni a
ella la. entiendan, ni ella se entienda” (8). Y prosigue
diciéndole: “temo que este condado de mi hija ha de
ser perdición” (. . .) “no sea ello con voluntad ni consentimiento
mío. Siempre, hermano, fui amiga de la
igualdad, y no puede ver entonos sin fundamentos” (9).
Teresa Panza considera un ideal femenino a la doncella
honesta y bondadosa. Y tiene fe en Dios de que mejorará
su mala ventura si se tienen esas condiciones.
Dulcinea y Aldonza Lorenzo: la unidad en la
oposición.
Al igual que los otros personajes femeninos, Dulcinea
sostiene la unidad de lo real y lo ideal, pero
es mucho más compleja que los demás, pues representa
simultáneamente el ideal de mujer de Don
Quijote, “la dama de sus más altos pensamientos”, y
su opuesto en la realidad. Dulcinea, sutilmente, simboliza
la unidad en la oposición, unidad contrapuesta
de dos mujeres distintas, diferentes, que siendo
opuestas no llegan, sin embargo, a ser contradictorias
y excluyentes. Una emerge de la otra, una existe
porque existe la otra, una es inmortal porque la otra
es mortal, una supera la muerte porque la otra está
en la vida y representa su fundamento ontológíco
Algunos estudios señalan que Dulcinea constituye la
unidad - incluso - de tres mujeres: Aldonza Lorenzo-
Dulcinea-la moza labradora encantada; la primera y
la última como fundamentos, soportes reales, de la
dama ideal que es Dulcinea. Otras hipótesis, aceptando
la complejidad del personaje Dulcinea, la analizan
como formando parte de un solo personaje principal,
como “tercera cara” de la unidad Sancho-Don
Quijote-Dulcinea; ella, como personaje principal formaría
parte de Don Quijote, como sus pensamientos.
En todo caso, es indudable que Dulcinea surge de
la materia prima de la realidad, esdecir, de Aldonza
Lorenzo. Esta muestra ser lo más opuesto a Dulcinea,
pero no necesariamente su contrario. Aldonza
posee una belleza “primitiva”, natural; es una moza
saludable, fuerte, rosada, de pies y manos grandes,
llena de vida, alegre, mal hablada, que trabaja en
labores del campo, “de pelo en pecho” como dice

pecho” como dice Sancho. Pero también, es una
muchacha honesta, bondadosa y recatada. Aldonza
es también importante para Don Quijote (o Alonso
Quijano) pues representa su amor concreto, aunque
frustrado y otoñal, no por eso menos amor; desde él
Don Quijote concibió a Dulcinea. En parte porque
la quería, y en parte, porque la necesitaba. Demás
está decir que el caballero andante no se concibe sin
dama: “porque el caballero andante sin amores era
árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma” (10) . .
,”tan propio y tan natural les es a los tales (caballeros)
ser enamorado, como al cielo tener estrellas” (11).
Dulcinea mantiene su sutil referencia a Aldonza
Lorenzo en gran parte de la narración, por lo menos
hasta el capítulo XXV de la primera parte, y a
medida que Dulcinea se va definiendo mejor en la
mente de Don Quijote, la moza del Toboso va quedando
atrás desdibujando su presencia. Veamos la
intensa relación que se mantiene entre las dos en
el siguiente texto, surgido en Sierra Morena, donde
Don Quijote confiesa a Sancho quién es la dama de
la que está enamorado, para poder enviarle la carta
expresándole que queda loco de amor por ella:
“Dulcinea no sabe escribir ni leer, y en toda su
vida ha visto letra ni carta mía, porque mis amores
y los suyos han sido siempre platónicos, sin extenderse
a más que a un honesto mirar, y aún esto tan
de cuando en cuando que osaré jurar con verdad
que en doce años que ha que la quiero más que a
la lumbre destos ojos que han de comer la tierra no
la he visto cuatro veces, y aún podrá ser que destas
cuatro veces no hubiese ella echado de ver la una
que la miraba: tal es el recato y encerramiento con
que su padre Lorenzo Corchuelo y su madre Aldonza
Nogales la han criado” (11 ).
Precisamente por esta conversación es que Sancho
se da cuenta de la identidad de la dama de Don
Quijote, y se le vino a su memoria Aldonza Lorenzo
porque conocía a su familia, y no le pareció ninguna
dama ni menos princesa al recordar su figura y estampa,
pues la recordaba sudorosa en el trabajo del
campo o llamando con fuerza desde el campanario
a la gente de la labranza. Esta imagen no calzaba en
absoluto con la delicada y virtuosa dama que pintaba
Don Quijote, de donde sacó en conclusión que
su amo estaba loco de remate.Posteriormente, (cap,
IX de la segunda parte) cuando Don Quijote y Sancho
visitan el Toboso, aquél dice que “en todos los
días de mi vida no he visto a la sin par Dulcinea ni
jamás atravesé los umbrales de su palacio” y que
por ello está enamorado “de oídas” y de la forma de
hermosa y discreta que Dulcinea tiene. Nada desea
tanto Don Quijote como verla, pero ella no está en
ninguna parte; sin embargo, confía en que Sancho
conoce su vivienda pues trajo antes la carta. Pero
todo es en vano, tampoco Sancho la ha visto nunca,
y la ilusión de Don Quijote era tomar la bendición
de Dulcinea y su licencia para las aventuras; por ello
era tan significativo encontrarla. Con gran melancolía
y ansia dice: “cualquier rayo que del sol de su
belleza llegue a mis ojos, alumbrará mi entendimiento
y fortalecerá mi corazón de modo, que quede único
y sin igual en la discreción y en la valentía” (13).
La imposibilidad de objetivar el ideal se hizo evidente
aquí. Ya no era a Aldonza Lorenzo la que buscaban,
como la primera vez, sino a Dulcinea. y es tan cierto
esto, que Don Quijote ni siquiera consideró buscar
la casa de la familia Corchuelo, que supuestamente
conocía. A partir de aquí el ideal domina sobre la
realidad, Dulcinea es entonces “hija de su pecho”,
partes de él mismo, sus “más altos pensamientos”. Y
no parece, efectivamente, una incoherencia del autor
que Don Quijote diga que nunca la ha visto, puesto
que eso es cierto. Don Quijote había visto cuatro
veces a Aldonza, pero no así a Dulcinea. Como se
nota, ambos personajes van deslindándose, y a partir
de aquí ya no podemos recuperar la referencia a
Aldonza como realidad, sino que ella es sustituida
por la moza labradora encantada; aún con el disgusto
profundo y la tristeza de Don Quijote, y a pesar de
que era encantamiento “fingido” (según el decir de
Sancho), esta moza remite nuevamente a lo real Es
a ella y no a Aldonza, a quien Don Quijote ve en la
Cueva de Montesinos, como Dulcinea encantada, incluso
acompañada de las otras dos mozas labradoras.
Resulta interesante constatar que la concepción de lo
femenino que aparece en Dulcinea se ajusta al ideal
de belleza física y moral del Siglo dc Oro Español
El siguiente texto intenta pintar un retrato de ella,
transformando las analogías que hace Don Quijote
entre la belleza de Dulcinea y la de la naturaleza,
en calificativos y rasgos femeninos. En resumen,
su posible presencia sería así: “rubio el cabello, arqueadas
las cejas, amplia la frente, grandes los ojos,
rosado el color, rojos los labios, blancos y pequeños
los dientes y blanquísima la piel como el alabastro
o el mármol” (14).Su belleza espiritual concentra todos
los atributos femeninos de la época: honestidad,

gracia, hermosura, dulzura, discreción, prudencia,
caridad, bondad oo. las palabras usuales serían insuficientes
para describirla. Es íntegra y total, tiene las almas
de todas las mujeres juntas. Dice Ramón Garciasol:
“Dulcinea es el amor, la mujer; es quien es, como
se dice a la maravilla en el Quijote” (15). Por eso ella
es el ideal, lo que apenas se puede pensar, y las mujeres
reales sólo pueden alimentarse de ella, parecerse
a ella, participar de ella. Pero ella no puede existir, no
se puede concretar en una mujer específica, así como
ninguna mujer realiza íntegra y completamente el
ideal femenino de ninguna época. En la obra, Dulcinea
es para Don Quijote “la objetivación de todos
aquellos valores, que estaban encarnados en la dama
medieval, a los que un caballero debe rendir pleitesía”
(16). De ahí que sea impersonificable e insustituible.
Dentro de una concepción más estética, en “Dulcinea
vienen a fundirse la realidad y la ficción, la carne con la
idea. En el Quijote, como en toda obra de arte y de vida;
hay oposiciones y contrastes aparentes que al cabo
se reducen a una síntesis profunda y universal” (17).
Conclusión
En las concepciones sobre la mujer y lo femenino
la obra sugiere desde el contexto filosófico de
su tiempo, es decir, recoge y hereda elementos
de dicha tradición y reelaborándolos en las formas
literarias, los presenta encarnados en sus
personajes femeninos, como los contenidos de
sus pensamientos, sus valores, sus actitudes ant
la vida, su modo de vivir y de sentir, sus ambiciones,
glorias y luchas. Entrevemos en ellos formas
de pensar: la mística, en la pastora Marcela y el
universo alrededor de ella de incomprensión y crítica,
pues su modelo femenino resulta difícil de entender
para los que lo rodean: es inconcebible que
una mujer rechace el amor de un hombre para optar
por la contemplación.También en la vida de Teresa
Panza vemos el modelo de la vida familiar de aquel
tiempo, el universo limitado de acción de la mujer;
pero también los altos valores de la madre, la unidad
familiar en la mujer, el juicio prudente de la mujer
sencilla y el papel de la f_ cristiana en la vida.
Ambas concepciones sobre la mujer, Marcela y Teresa
Panza, coexisten en un mismo tiempo, como
ha sucedido y sucede en la vida realPero la obra literaria
no sólo surge desde el contexto filosófico de
su tiempo, sino que también sugiere filosóficamente
desde éL En una nueva concepción sobre la mujer,
ideal del Renacimiento italiano, Dorotea defiende
sus derechos, tiene educación humanista (gusta de la
lectura y cultiva el arpa), trabaja, administra las propiedades
de su familia, y a la vez, es hermosa, honesta,
agraciada y creativa. Su imagen representa un sueño
real para la mujer renacentista, y para muchas aún de
nuestro tiempo. Con Dulcinea, se nos sugiere un espléndido
ideal, pero fuera del tiempo vigente; solamente
adecuado para el caballero andante, para Don Quijote.
Finalmente, Cervantes nos dejó en El Quijote análisis
y sugerencias con respecto a la concepción de
la mujer, presentados literariamente pero con rasgos
filosóficos muy claros. Dichas concepciones
las liga a la cultura, sea para que queden como estereotipos
de una cultura pasada o para mostramos
cómo surge lo nuevo dc lo pretérito. Con esto nos
dice mucho. Nos permite reflexionar sobre la necesidad
filosófica de darle contenido y forma a las nuevas
concepciones sobre la mujer, y nos orienta para
hacerlo en el seno de nuestra propia cultura. Esta es
una perspectiva muy actual que han desarrollado algunas
corrientes feministas en el terreno filosófico:
no estudiar a la mujer únicamente en relación con
su naturaleza, sino más bien en relacion con la cultura,
contexto humano en el que ella se hace mujer.
NOTAS
(1)Vera, Yamuni. “El ser y el valer de la mujer
comparados con el ser y el valer del hombre”. En:
La naturaleza femenina, Tercer Coloquio Nacional
de Filosofía, UNAM. México, 1985, p. 55.
(2)Eli, Bartra y Adriana Valdés. “Femineidad y feminismo”.
En: La Naturaleza femenina, Tercer Coloquio
Nacional de Filosofía, UNAM, México, 1985, p. 129.
(3) Miguel de Cervantes Saavedra. El Ingenioso
Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Barcelona:
Editorial Sopena, 1970, I parte, Cap. XIV, p. 101.
(4) Y (S) Idem
(6)Cervantes, op. cit., I parte, Cap. XXVII, p. 188.
(7)Ibid., Cap. V, II parte, p. 384.
(8)Ibid, p. 385.
(9) Idem.
(10) Ibíd. Cap. 1., l parte, p. 49. (11) Ihíd. 1 parte,
cap. XIII, p. 95.
(12) Ihíd, 1 parte, cap. XXV, p. 172.
(13) Ihíd., II parte, cap. IX, p. 401.
(I4) Cecilia de Mendoza. Para una Biografía de.
Dulcinea de Toboso. Bogotá: Editorial Antena, 1948,
p. 11.
(15) Ramón de Garciasol. Claves de España: Cer-

BIBLlOGRAFIA
Bartra, E. Y Valdes, A. “Femeneidad y feminismo”,
en: La naturaleza femenina. Tercer Coloquio Nacional
de Filosofía, México: UNAM, 1985.
Basave, A. Filosofía del Quijote. México: Espasa-
Calpe Mexicana, 1968.
Cervantes Saavedra, Miguel. El ingenioso hidalgo
Don Quijote de la Mancha. Barcelona: Sopena,1970.
Garciasol, R. claves de España: Cervantes y el Quijote
Madrid: Ed. Espasa-Calpe, 1969.
Mendoza, C. Para una biografía de Dulcinea del
Toboso. Bogotá: Ed. Antena, 1948.
Yamuni, V. “El ser y el valer de la mujer comparados
con el ser y el valer del hombre”, en: La
naturaleza femenina. Tercer Coloquio Nacional de
Filosofía, México: UNAM, 1985.