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CULTURA - CREA - Universidad UNIACC

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VICERRECTORÍA ACADÉMICA<br />

Cuaderno Docente Nº4<br />

2007<br />

<strong>CULTURA</strong><br />

Prof. Carlos Böker.


Los Cuadernos Docentes, editados por la Vicerrectoría Académica<br />

de la <strong>Universidad</strong> <strong>UNIACC</strong>, constituyen una serie de materiales de<br />

apoyo a las tareas que los profesores desarrollan en sus asignaturas,<br />

en los diversos programas y carreras de nuestra casa de estudios. A<br />

medio camino entre el apunte fotocopiado y el libro de texto, aportan<br />

conceptos y elementos básicos para la primera comprensión de una<br />

materia o de un tema. En este sentido, complementan a todos los<br />

demás recursos pedagógicos que se ponen en acción en el proceso<br />

de enseñanza-aprendizaje que compromete por igual a docentes y<br />

estudiantes.<br />

Con este esfuerzo sistemático, la Vicerrectoría Académica de la<br />

<strong>Universidad</strong> <strong>UNIACC</strong> colabora con el mejoramiento permanente que<br />

las diversas carreras de nuestra institución tienen como objetivo.


Editor: Prof. Edison Otero Bello


<strong>CULTURA</strong><br />

Prof. Carlos Böker.


Carlos Böker, B.A., M.A., M.F.A., Ph.D. Estudios en la <strong>Universidad</strong><br />

de Chile, <strong>Universidad</strong> Católica, Sorbona, <strong>Universidad</strong> de Colonia,<br />

<strong>Universidad</strong> de Iowa, <strong>Universidad</strong> de Estocolmo.<br />

Periodista, trabajó en Diarios, Radios y Televisión entre l960 y l973,<br />

especializándose en Actualidad Internacional. Autor teatral, estrenó<br />

obras en Chile, Centroamérica y Estados Unidos.<br />

Documentalista, autor de películas relacionadas a temáticas sociales y<br />

sobre retratos de varias ciudades francesas y alemanas.<br />

Autor de varios libros, sobre cine, televisión y cuentos fantásticos.<br />

Trabajó para el Ministerio de Turismo de Túnez, y en una serie<br />

de <strong>Universidad</strong>es extranjeras, en América, Europa, África, Asia y<br />

Oceanía.<br />

Es profesor de <strong>Universidad</strong> <strong>UNIACC</strong> desde 1984.


ÍNDICE<br />

1. Tratando de aclarar algunas cosas.<br />

2. La querella por la cultura.<br />

3. Un salto al presente, y la mantención de las diferencias.<br />

4. Palabras, palabras, palabras.<br />

5. La entrada a otro mundo.<br />

6. Ser parte de una cultura no es ser culto.<br />

7. Choque, o armonía, de culturas.<br />

8. Elogio y condena de la alienación.<br />

9. Pensando la cultura como ética.<br />

10. Cultura: un concepto multipropósito.<br />

11. Cultura y organización.<br />

12. Las tecnologías, los medios y los contenidos:<br />

las falsas contradicciones de la cultura.<br />

13. De cómo la cultura puede nacer perfecta.<br />

14. La baja y la alta, del guitarrón al clavecín.<br />

11<br />

13<br />

14<br />

15<br />

16<br />

23<br />

25<br />

32<br />

33<br />

35<br />

37<br />

40<br />

43<br />

47


1. Tratando de aclarar algunas cosas.<br />

Quiero presentar este trabajo como una incitación a la cultura. Para ello es<br />

necesario comenzar por una definición, ya que debo aclarar a qué estoy invitando.<br />

Los diccionarios se dedican a la recolección de palabras, que las definen a través<br />

de más palabras. Como éstas tienen en común con las culturas el tener orígenes<br />

lejanos y misteriosos, comencemos por las etimologías.<br />

El diccionario etimológico de Gómez de Silva, publicado en l988, define cultura<br />

como “conocimientos, instrucción, saber”, y lo deriva del latín cultura, “cultivo,<br />

agricultura, instrucción”, remitiéndonos a la tierra.<br />

El Diccionario de la Real Academia, en su vigésima edición, de l984, da como<br />

primera acepción la de cultivo, remitiéndonos respetuosamente a nuestros<br />

ancestros culturales latinos. La segunda asimila nuestro vocablo a culto, como<br />

homenaje reverente que se tributa a Dios, sin mayor definición. La tercera acepción<br />

habla de conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de<br />

desarrollo artístico, científico, industrial, en una época o grupo social, etc. Aquí<br />

nos entrega ya una visión antropológica de la cultura, que sin embargo sigue un<br />

tanto borrosa. También define, como un concepto aparte, cultura popular, como<br />

conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo.<br />

Quedamos con una idea del concepto que nos interesa y, sobre todo, ya estamos<br />

en la visión actual, en que la cultura es el quehacer sumado de un grupo.<br />

El Diccionario Etimológico de Corominas, en su tercera edición, de l987, introduce<br />

un nuevo elemento, recordándonos que nuestra tan repetida incultura es reconocida<br />

como tal en l580, año en que recibe nombre oficial, y podemos imaginar como ya<br />

entonces el vocablo se aplicaba a cualquiera que no tuviera los mismos intereses<br />

que el insultante.<br />

La Academia Española publica en París, en l824, su Diccionario de la Lengua<br />

Castellana, y nos encontramos con dos acepciones de cultura, la primera es<br />

“las labores y beneficios que se dan a la tierra para que fructifique”, y<br />

luego “el estudio, meditación y enseñanza con que se perfeccionan los<br />

talentos del hombre.”<br />

En definición aparte llama cultura “la hermosura y elegancia del estilo, lenguaje,<br />

etc.” Para simplificar, y para que esto sea entendible a cualquiera, se dan los<br />

equivalentes latinos; Elegantia, Puritas, Pulchritudo. Estamos, a principios del<br />

Siglo Diecinueve, en un mundo en que la cultura es patrimonio de una minoría<br />

elegante. Pero han pasado casi doscientos años, de modo que, antes de criticar<br />

13


las limitaciones de la época, debemos hacer la cortesía de entender una cultura<br />

diferente, no con nuestras vivencias, sino con la visión que era la regla de oro en el<br />

momento de orgullo de la gran burguesía ilustrada.<br />

Cuarenta años más tarde, Don Ramón Joaquín Domínguez publica, en París, y<br />

Madrid, un Diccionario Nacional de la Lengua Española. Transcribo la definición:<br />

“Cultura. s.f. La labor que se da a la tierra para que fructifique// Fig. Estudio,<br />

aplicación en una cosa para perfeccionarse en ella.// Elegancia y estilo,<br />

pureza.// Finura, urbanidad, instrucción, civilización, acepciones que son<br />

quizás las más usadas, y que sin embargo no menciona la Academia debiendo<br />

saber, si acaso lo ignora, que en los demás sentidos de esta palabra, se<br />

prefiere usar generalmente la voz cultivo, existiendo entre ambas en el uso<br />

común una diferencia bastante palpable, pues decimos: el cultivo de la tierra,<br />

y la cultura de un pueblo”<br />

Dejando de lado el cultivo de la tierra, que queda como agricultura, vemos la<br />

visión de nuestro concepto como una forma de ser que es superior a la de los<br />

que no la practican, o no la tienen. Se habla de elegancia, de estilo, incluso de<br />

pureza. La expresión latina nos remite a pulcher, bello, lo que significa una mayor<br />

diferenciación; la cultura nos hace mejores, y, desde luego, distintos.<br />

Los hombres cambian poco. Un pintor-cazador de Altamira podría entender nuestro<br />

mundo, y adaptarse a él. Sus hijos, en la <strong>Universidad</strong>, serían indistinguibles de los<br />

demás estudiantes. Lo que realmente cambia es la percepción del mundo, y de<br />

la sociedad, que tiene cada generación y cada grupo. Los incultos, ya detectados<br />

hace cuatro siglos y medio, no son los mismos. Los que se consideran cultos, es<br />

decir, partícipes de la cultura dominante, cuidan su estación en la vida y temen<br />

cambios que hagan irrelevante su estatus. Hoy ampliamos el concepto de cultura<br />

y lo mantenemos más abierto, al menos ya no implica necesariamente elegancia,<br />

como con bastante pretensión y cierta ingenuidad lo planteaba Don Félix.<br />

14


2. La Querella Por La Cultura.<br />

Dado que la cultura es una suma de quehaceres y de esperanzas del hombre<br />

como individuo, y del grupo, no debe sorprendernos el que su definición sea un<br />

tanto confusa. El mundo del hombre no es reducible a fórmulas matemáticas,<br />

afortunadamente. Las culturas varían, los estudios que se pretende hacer sobre<br />

ellas también lo hacen.<br />

Hace más de cincuenta años dos antropólogos, Kroeber y Kluckhohn publicaron<br />

una serie de definiciones de cultura. Eliminando las repeticiones, quedaron l64.<br />

Destilando éstas, las dividieron en seis grupos, de los que resumieron un amalgama,<br />

que afirmaba que la cultura son modelos, explícitos e implícitos, adquiridos y<br />

transmitidos por símbolos, que constituyen el patrimonio, o el logro, de grupos<br />

humanos, incluyendo su manifestación en artefactos. Esta definición es discutible,<br />

pero resume los puntos más comunes en nuestra visión de la cultura.<br />

La cultura es también vista como un conjunto de modelos para decidir lo que es,<br />

modelos para decidir lo que debe ser, modelos para decidir cómo se es afectado<br />

por esto, modelos para decidir qué actitud tomar frente a esto, y modelos para<br />

decidir cómo hacerlo.<br />

Se habla, por otra parte, de sistemas o conjuntos de símbolos como fuentes de<br />

información. Estos símbolos, externos a los límites del organismo, crean un mundo<br />

ínter-subjetivo de comprensión entre los seres humanos. Los modelos culturales<br />

dan significado a una realidad social y personal, que crea la comunicación y la<br />

unidad en el grupo.<br />

El punto en común entre todos los autores es el reconocimiento de que la realidad<br />

cultural es simbólica, sea como abstracciones sacadas del comportamiento, sea<br />

como guías de conducta, o simplemente como símbolos por definición, compartidos<br />

y significativos. La cultura, sin embargo, no se limita al comportamiento humano.<br />

Éste no es necesariamente cultural, lo que sí lo es, es lo que el comportamiento<br />

significa a través, o a pesar, de todas las posibles definiciones y de todos los<br />

imposibles análisis, lo que emerge claramente es el hecho de que el hombre, como<br />

ser biológico, dejaría de ser lo que llamamos humano sin una fusión de biología y<br />

cultura. El hombre sin cultura no es concebible.<br />

15


3. Un salto al presente, y la mantención de las diferencias.<br />

La cultura es, esencialmente, un modo de vida. Si hay hombres, hay cultura, si hay<br />

sociedad, hay cultura. Si no hay cultura, no hay sociedad. Pero es evidente que<br />

cuando acusamos a alguien de ser muy culto, estamos hablando de otra cosa.<br />

Hay, por lo tanto, culturas y cultura. Los hombres parecemos comunicarnos para<br />

demostrar nuestras diferencias, y hacer sentir al otro que algunos son más iguales,<br />

en este caso, más cultos, que otros.<br />

Cuando se introduce el término Alta Cultura se hace esto en alemán, Hochkultur<br />

lo que suena serio e importante. Su opuesto sin embargo no es Baja Cultura, sino<br />

Cultura Popular, distinta, pero no inferior. El término alemán, Volkskultur, es el<br />

equivalente de folclore, de uso común. Podría pensarse que hay una diferencia<br />

esencial entre ambos; lo Alto está, por definición, por encima de lo demás.<br />

Afortunadamente no es tan simple, lo popular se enriquece con lo que llamaré<br />

aristocrático, a falta de otro término, y lo Alto recibe su fuerza de lo popular.<br />

Cuando la Edad Media levanta los más altos monumentos que una época haya<br />

dedicado a sí misma, las Catedrales góticas son la obra de trabajadores que<br />

no conocieron universidad ni alto conocimiento. La Catedral, Voz del Silencio y<br />

Libro de los Analfabetos es una alta cumbre de la cultura humana. Alta Cultura<br />

por definición, como no puede dejar de serlo. que ha perdurado en su imponente<br />

belleza durante casi un milenio. Al mismo tiempo, cultura popular, construida por<br />

artesanos.<br />

La cultura es tradición, es riqueza de vida y de conceptos recibida de un fondo<br />

común y antiguo, transmitida de generación en generación, Es también reinvención<br />

de lo tradicional en busca de una visión distinta del mundo y de la sociedad. Cada<br />

generación siente la necesidad de armar su propio universo, y cree, cada vez, que<br />

es la primera en pensarlo. Como su piedra angular, el hombre, es el mismo, es<br />

inevitable que las nuevas culturas tengan más de tradicional que de nuevo.<br />

16


4. Palabras, palabras, palabras<br />

El soporte de la cultura es el lenguaje, que además asegura su transmisión. Cada<br />

cultura tiene su propio idioma, su manera de expresarse, y mientras más rica y<br />

variada es la cultura, más rico será el lenguaje. Cada intento de provocar un cambio<br />

cultural se encontrará con la limitación impuesta por el idioma, que nos mantiene<br />

apegados a nuestra tradición. La revolución cultural impuesta por sectores extremos<br />

del maoísmo en la China de los años sesenta se hizo en un idioma que había<br />

evolucionado y se había creado en algunos milenios, es decir que la revolución,<br />

por muy extremista que se sintiera y por muy absoluta que se pretendiera, no<br />

podía sino ser un reflejo de la cultura imperante, probada como sólida a través<br />

del tiempo. Vemos lejos porque estamos sobre los hombros de gigantes, afirmó<br />

un distinguido pensador. El propio pensamiento de Mao, que se planteó como<br />

evangelio durante largos años, era una actualización del confucianismo, novedad<br />

de dos milenios y medio.<br />

Nos quejamos continuamente de la falta de lenguaje, o del empobrecimiento<br />

del idioma, en nuestras jóvenes generaciones. Lo que estamos verdaderamente<br />

criticando es la existencia de una nueva cultura, alejada de lo libresco y avergonzada<br />

de depender de un pasado que no comprende y por lo tanto no reconoce.<br />

Acusamos entonces a los jóvenes de incultura, porque viven una realidad distinta<br />

de la nuestra, la que, pese a su aparente simplicidad, nos es incomprensible. La<br />

acusación no tiene mucho sentido, la cultura juvenil es una subcultura con todas<br />

las reglas, es transmitida, representa a un grupo, tiene su propio lenguaje, separa<br />

a sus miembros de los demás, dándoles un sentido de identidad. Es otra cultura,<br />

pero es cultura.<br />

El problema es otro: es el del malestar generalizado por la canalización de nuestros<br />

intereses, que nos hace vivir otra cultura, la de la mediocridad que es su factor<br />

dominante. Se puede postular una tesis que responde a lo obvio, y que sin embargo<br />

evitamos formular, por una mezcla de pudor personal y de acatamiento a los que,<br />

a falta de palabra, tienen el grito.<br />

17


5. La entrada a otro mundo.<br />

La <strong>Universidad</strong> es la puerta a la aristocracia. Entiendo como tal la decisión por los<br />

mejores, y no planteo ni una cuestión de sangres más o menos teñidas ni una de<br />

privilegios hereditarios: por el contrario, lo que planteo es que somos, a través de<br />

la estrecha puerta de la Academia, el punto de acceso abierto a todos y que lleva,<br />

al que franqueó la primera barrera, al sentido final de la educación, y de lo que no<br />

puedo sino llamar alta cultura, que es la creación de una persona integral.<br />

Frente a lo que un autor llamó el desánimo, frente a lo que se nos ha querido<br />

presentar como el fin de la historia, cortándonos el futuro, y frente a un post<br />

modernismo que quiere borrar el pasado, no podemos sino afirmar los conceptos<br />

mismos que crean al hombre: a la base de nuestras esperanzas y de nuestra<br />

grandeza está la capacidad de crear, de hacer y de interpretar el mundo como una<br />

creación humana, como una cultura alta por su complejidad y por su fuerza en<br />

llevarnos a preferir aquello que es mejor a aquello que es mediocre, o transitorio.<br />

La cultura de cada pueblo es la cultura de sus grupos dominantes. No se trata<br />

de una aserción clasista, sino simplemente de una reflexión sobre el hecho de<br />

que son las clases altas las que determinan gustos, sentimientos, y lenguaje, en<br />

cada sociedad. Nos encontramos con una contradicción interna inevitable, ya que<br />

una vez asimilada por las otras clases lo que es la cultura más compleja, aquella<br />

Hochkultur que mencionaba y que fue bautizada en el gran siglo de la burguesía<br />

ilustrada, los grupos dominantes cambian de interés; la cultura, entre otras<br />

funciones, cumple con la de separar al que la detenta del resto de los mortales.<br />

La tesis básica de estas reflexiones es que la cultura tiene como característica<br />

principal, o como núcleo central, el lenguaje. La diferencia entre Alta Cultura<br />

y Cultura Popular se hace evidente en el uso de las palabras y nuestra forma<br />

de pronunciarlas. No es el hábito el que hace al monje, es su conocimiento del<br />

latín, como lengua mágica, o de la que sea la lengua que domina en un momento<br />

determinado, y que, a través del poder de quienes la hablan, adquiere su propia<br />

magia. Porque la Alta Cultura también se sirve de la magia y de los símbolos para<br />

hacer ver la diferencia, los rituales son parte de la diferenciación entre el que los<br />

conoce, y efectúa, y el que se deja encantar por ellos.<br />

Toda cultura, como se planteaba más arriba, es un compendio de culturas, es un<br />

torrente creado por muchas vertientes, menores y mayores. Así se forman también<br />

las lenguas, y a través del uso de esos símbolos que son las palabras podemos<br />

seguir las líneas de la dominación cultural.<br />

18


Una lengua es una lenta destilación de culturas, y en ello radica el milagro de<br />

su riqueza y de su fascinante ambigüedad. Las lenguas que se pensaron para<br />

crear una humanidad más homogénea, como puente entre culturas, no tomaron<br />

en cuenta este hecho, y el esperanto, creación de un grupo que creyó, y cree, que<br />

una lengua universal es la base de la armonía entre los hombres, tuvo la distinción<br />

de nacer como una lengua muerta, por falta, o por exceso, de padres.<br />

Toda lengua precisa tener un pasado que la relacione con una cultura vivida.<br />

Cuando éste le falta, tiene que tener los elementos para inventarlo, y ser creída.<br />

Mencionaba la tragedia de la Revolución Cultural China, que pretendió desconocer<br />

el peso de la cultura. Como el esperanto, no podía sobrevivir a la locura de quienes,<br />

por razones de política menor, la idearon. Repito, no se crea una sociedad nueva<br />

sin basarse en la vieja cultura y en la lengua.<br />

La relación entre cultura dominante y lengua está clara en nuestra América. En<br />

Chile la nodriza es la mama, y el bebé es la guagua. No es difícil reconocer la<br />

estructura social: la empleada doméstica, la china, se encargaba de los niños. Era<br />

de cultura indígena, y de su lengua queda el recuerdo a través de su trabajo. En<br />

América Central el fenómeno se repite, nuestra guagua es la chichi, el muchacho<br />

es zipote, y los pechos son chichas, fuente indígena de alimento para el pequeño<br />

europeo, o, más probablemente, mestizo. Es necesario reflexionar sobre la lenguacultura<br />

como línea de demarcación. Cada grupo tiene su medio de establecer<br />

territorialidad a través del uso del idioma. Las sub culturas buscan diferenciarse.<br />

Detrás de las palabras asoman palabras, que significan posición y estatus.<br />

La cultura del Japón se evidencia, en sus más finos matices, en las palabras<br />

de agradecimiento. Agradecer es un acto de humillación, un reconocimiento de<br />

favores recibidos, que por lo tanto nos dejan en deuda. Esta deuda,-on-, es algo<br />

que debe ser evitado dentro de la cultura imperante, y los términos para decir<br />

gracias lo evidencian.<br />

El “japlish”, con su adaptación de la lengua inglesa, confiere estatus al que lo<br />

utiliza, pero está implícitamente aceptando como superior la cultura de otro grupo.<br />

Dos conceptos básicos, “giri” y “on”, se refieren a la obligación del individuo con<br />

sus superiores. La obligación de mantener el estatus hace que el aceptar un “on”,<br />

es decir una obligación, sea insoportable y hace que la gratitud sea presentada en<br />

términos de profunda mortificación.<br />

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Katajitsenai: me siento insultado<br />

Kino no doku: este sentimiento venenoso<br />

Arigato: esta cosa difícil<br />

Sumimasen: Oh, esto no termina.<br />

El lenguaje-cultura sirve para reafirmar la profunda separación entre el deudor y<br />

el acreedor, el dominado y el dominante. Toda una estructura social en que la<br />

obligación hacia los superiores está en la base del quehacer de los individuos y<br />

grupos se refleja en los términos en que se agradece. Las palabras, en vez de unir,<br />

separan.<br />

El lenguaje yakuza, en el hampa, establece su propia cultura revirtiendo las<br />

palabras, en la misma forma en que el hampa sudamericana lo hace en la creación<br />

de su barrera cultural, el coa en Chile, el lunfardo en Buenos Aires. La búsqueda de<br />

barreras que indican pertenencia es universal. Frente al grupo mayor, siempre un<br />

tanto ajeno, afirmamos, a través de las palabras, la cultura del grupo menor.<br />

Habíamos ya mencionado el hecho de que las palabras que marcan los límites<br />

culturales de un grupo son cambiadas en cuanto son asimiladas por un grupo visto<br />

como culturalmente inferior, manteniendo así el acrolecto en exclusiva. Tenemos<br />

entonces el lenguaje no como medio de comunicarse, como unión entre personas<br />

o grupos sino como símbolo de estatus cerrado. Ejemplo extremo de este<br />

lenguaje-cultura son los idiomas, en los que el modo de dirigirse a una persona<br />

denota clase social, es decir cultura, o género. En el hecho, nosotros también<br />

marcamos estas diferencias con el “tú” y el “usted”, eventualmente con el “vos”,<br />

que difiere del mismo “vos” trasandino, además de las inflexiones más o menos<br />

sutiles que indican nuestra posición frente a un interlocutor. Valga como anécdota<br />

la observación de que el tú pasa a Usted en las relaciones sentimentales y que esta<br />

costumbre ayuda a descubrir, para el chismoso, una relación secreta.<br />

El lenguaje es el medio más importante para establecer estatus, es decir cultura,<br />

lo que significa que el que quiere escalar socialmente, o culturalmente, tiene que<br />

servirse del lenguaje ajeno, incorporándolo al propio. Es así como, junto a otros<br />

factores concatenantes, el grupo trata de imitar el lenguaje del grupo que considera<br />

superior. Cuando este grupo es muy diferente se aprende el idioma, el que se<br />

asimila a la cultura, o, por último, se asimilan palabras clave.<br />

Pero a un período de asimilación cultural suele seguir uno de resistencia, y de<br />

purismo. Lenguaje y cultura no son funciones mecánicas en que se suceden<br />

20


sonidos, ideas y gestos. Son un proceso en que se vive de acuerdo a determinadas<br />

tradiciones, que pueden cambiar pero que precisan ser asimiladas, y convertidas<br />

en propias.<br />

Los medios de comunicación colectiva son parte de nuestra cultura y al mismo<br />

tiempo ayudan a presentarla, o a modificarla. No cabe duda de que existe lo que<br />

podríamos llamar ‘una cultura de la televisión’, que refleja y conforma actitudes.<br />

Esperamos de los medios un aspecto nivelador, en el lenguaje y en el acceso a un<br />

mundo más igualitario, sin embargo lo que sucede es que los grupos de cultura<br />

dominante utilizan mejor los medios, con lo que aumentan las diferencias socioculturales.<br />

Las culturas de los grupos menos favorecidos eligen programas de bajo<br />

contenido, las culturas altas aprovechan el medio para aumentar conocimientos o<br />

sensibilidades.<br />

Las personas aceptan la importancia de las palabras como portadoras de la cultura<br />

superior, y las imitan, pero no podemos olvidar que las palabras son peligrosas. En<br />

último termino son los medios los que nos hacen llegar las actitudes y el vocabulario,<br />

es decir, la cultura, de la dominación. El peligro está en que nos quedamos con la<br />

forma exterior y la sobre simplificación de una cultura que nos es ajena y que por<br />

lo tanto no consigue aumentar nuestros niveles de vida intelectual o emocional. Lo<br />

resultante es la alienación cultural, es decir el aceptar lo ajeno como propio, sin un<br />

proceso de comprensión de lo que realmente significa lo que estamos tomando en<br />

préstamo de una cultura distinta. Encontramos entonces, no cultura, sino copia, y<br />

de mala calidad, porque lo que imitamos no es lo relevante en la cultura ajena sino<br />

la forma, a menudo convertida en producto comerciable.<br />

El lenguaje como cultura domina hasta tal punto que muchas de nuestras creencias<br />

se basan en palabras convertidas en verdades básicas, es decir, que las aceptamos<br />

como conceptos que sustentan nuestras creencias, afirmando una cultura en que<br />

una palabra-mito reemplaza el pensamiento lógico y riguroso<br />

La cultura se basa en la tradición, es decir en la historia, pero el mito se mezcla con<br />

la historia y a menudo la reemplaza. El nombre, la palabra, forma una unidad con<br />

la esencia, y la palabra-cultura adquiere magia. En el Decálogo se prohíbe que se<br />

pronuncie el nombre de la divinidad, que no puede escribirse, siendo reemplazado<br />

por un signo, y en los neoplatónicos nos encontramos con el Verbum apud Deum,<br />

el Verbo que estaba con Dios, en que el verbo pasa a ser la divinidad.<br />

21


Las palabras son hechizo, como lo son las cifras. El encantamiento contra los<br />

severos ancianos en el poema de Cátulo (x) evita la magia adversa a través de una<br />

repetición que haga imposible contar los besos.<br />

La palabra, la lengua, nos dan nuestra identidad, no hay pensamiento sin lengua,<br />

no hay cultura sin palabras. Si perdemos nuestra lengua perdemos nuestra cultura.<br />

El lenguaje nos crea la malla que nos permite ordenar nuestra cultura en un todo<br />

coherente. Precisamos de referencias claras para ordenar las comunicaciones que<br />

recibimos en nuestra vida diaria, y para utilizarlas. Cuando el lenguaje se trivializa, y<br />

cuando aceptamos como propia una cultura que no es la nuestra, distorsionamos<br />

nuestro propio ser. La cultura dominante nos invade a través del lenguaje y precisa<br />

de una larga elaboración para pasar al nuestro. Cuando asimilamos el lenguaje y<br />

lo sentimos como propio, hemos asimilado la cultura. Sin embargo a veces los<br />

conceptos de una cultura no admiten traducción directa a otra, y quedamos con<br />

una palabra que no responde a un concepto cultural que nos sea comprensible.<br />

Para continuar con esta utilización de la cultura como medio de separar y marcar<br />

distancias es interesante pensar en la lengua inglesa. Su doble origen es evidente,<br />

por una parte el lenguaje de los sajones, por otra el de los conquistadores<br />

normandos, de lengua francesa. Hastings, la batalla que comienza la nueva<br />

historia, y marca la nueva lengua-cultura, es una lucha entre dos reyes vikingos<br />

aculturados, Haroldo y Guillermo el Conquistador. Vence desde luego la lengua de<br />

este último, la historia la hacen los vencedores, para convertirla en mito. El inglés<br />

comienza entonces una espléndida travesía, con una cultura en que los vocablos<br />

germánicos indican la cultura de los vencidos, y los franceses, de origen latino, la<br />

de los vencedores.<br />

Lo referente a la crianza de animales domésticos es sajón, lo referente a su recepción<br />

en la mesa es francés. La cultura se va armando y enriqueciendo. Siendo finalmente<br />

el patrimonio de todos, fundidos en el tradicional crisol. Ivanhoe, héroe de nuestra<br />

preadolescencia, a menudo de nuestra madurez, nos entrega como novela un<br />

diálogo de deliciosa y amarga ironía entre el bufón, Wamba, y el porquerizo, Gurt,<br />

en lo es que una introducción magistral al uso de las palabras como barrera y<br />

realidad social. Ambos reflexionan sobre la diferencia entre “swine”, en inglés<br />

arcaico “swin”, restringido a los sajones, de origen germánico, y “pork”, del latín<br />

“porcus”, a través del francés “porc”. Los étimos pasan a indicar la separación<br />

social, en que los sajones crían al “swine”, que no llega a enriquecer sus mesas,<br />

mientras los normandos lo comen como “pork”. Los ejemplos relacionados con la<br />

mesa son muchos y tienen la misma característica, que es el lenguaje del estatus,<br />

22


en que hablar inglés era signo de inferioridad social. “Los hombres del común no<br />

saben francés, entre un ciento apenas uno,” dice un romance del Siglo Trece.<br />

El francés se mantuvo por dos siglos como el idioma de las clases altas, y su uso<br />

dependía de la posición social, es decir de la cultura. Incluso un obispo, en una<br />

época en que la cultura era teológica y la educación privilegio de la Iglesia, era<br />

objeto de desprecio por ignorar el francés.<br />

Las culturas no son cerradas en su uso de signos, pero no pueden permitirse<br />

tampoco el ser totalmente abiertas, lo que las haría perder el sentido de su propia<br />

identidad. Parece innecesario insistir en el hecho de que se imita, o se adopta,<br />

la cultura que se entiende como superior; en el caso de Gran Bretaña tenemos<br />

el paso, y el olvido, del Celta, que prácticamente no deja sino topónimos en las<br />

lenguas de los invasores germánicos, como el quechua dejará los mismos signos<br />

en Chile. Los romanos tenían la fuerza de la conquista, y la de una cultura de<br />

mayor complejidad, de ahí su peso en los étimos ingleses, que reemplazan a los<br />

germánicos.<br />

Para citar a un distinguido pensador del Siglo XVII, Alexander Pope, el saber<br />

seguiría a las águilas de Roma, para caer con ellas. Sin embargo, hay que recordar<br />

que toda cultura compara desde su propio punto de vista. Las águilas romanas<br />

fueron reemplazadas, como portadoras de determinada cultura, por las británicas,<br />

que terminaron dejando el estandarte al águila norteamericana. Muchos conceptos<br />

que se cubren con anglicismos no son nuevos, y simplemente reemplazan<br />

palabras existentes, pero una serie de factores, entre los cuales están los medios<br />

de comunicación, hacen que se adopten.<br />

Crecen resistencias a la alienación, pero los poderes de asimilación de la cultura<br />

dominante son demasiado poderosos. La transnacionalidad del poder domina los<br />

códigos de comunicación. Estos son acusados de quitar profundidad al lenguaje,<br />

y por lo tanto al pensamiento. La conceptualización alienante está tan integrada al<br />

paradigma corriente que termina aceptándose sin críticas<br />

En nuestro español nos quejamos de la fuerte influencia del idioma inglés,<br />

particularmente de la influencia de la cultura de los Estados Unidos. Pero es<br />

interesante recordar cómo la influencia cultural francesa ha penetrado en nuestro<br />

lenguaje, y cómo los galicismos entran a tropel durante el Siglo XIX. Antes de llegar<br />

a Nuestra América ya habían invadido la Península, en una época rica en influencias<br />

y en formaciones de culturas más plenas. Los francos traen a España la escritura, y<br />

23


la cultura, visigodas, y comienzan la vida de Cortes. Los nobles aceptan modelos<br />

franceses y toman términos del provenzal y del francés, las palabras dejan en claro<br />

lo que se admira de la cultura dominante: se adoptan homenaje, mensaje, “barnax”,<br />

por hazaña, “fonte” por deshonor, “palafré” por caballo. Merced o benevolencia<br />

son “cosiment”, y entran “deleyt” y vergel. La aristocracia está deslumbrada por<br />

una nueva cultura. Los reyes españoles se casan con princesas de Francia y<br />

Occitania; a fines del Siglo XIV se da la transición del español medieval al clásico,<br />

y la influencia francesa cambia dueña por dama, e introduce galán, gala, paje,<br />

corcel y viraje.<br />

Como Francia es maestra en el vestir nos cubrimos con chapeo, manteo, ponleví.<br />

El trato social distinguido da madama, damisela y rendibú. La influencia de<br />

la poesía francesa deja rosicler y frenesí, la de los militares trinchera, batallón,<br />

batería, bayoneta, coronel y piquete. Hay las evidentes críticas, que no han cesado,<br />

y las acusaciones de afrancesamiento, pero Feijoo en el Siglo XVIII defiende los<br />

préstamos lingüísticos, ya que la influencia de una cultura más rica es inevitable,<br />

dice: “¿pureza de la lengua castellana Antes se debería llamar pobreza, desnudez,<br />

sequedad.”<br />

Las culturas son vasos comunicantes, los rasgos dominantes de una son<br />

asimilados por otras, con vocabulario incluido. En la América de la Emancipación<br />

el francés representa la cultura de la Revolución, y añade sus propios galicismos.<br />

La dominación cultural de Francia no queda en los colores del emblema patrio,<br />

se nota en el lenguaje. Es interesante notar que de este vocabulario una parte<br />

ya es un préstamo, llegado al francés del inglés, por el modelo institucional que<br />

presentan el Reino Unido y Norteamérica.<br />

Una cultura que trae ideas nuevas aporta palabras nuevas. La lengua asimila la<br />

palabra, como la cultura asimiló la idea. Se ha adquirido, aceptado o soportado<br />

el estatus superior de otras culturas, conocer su vocabulario es parte de la<br />

dependencia, y marca la diferencia con los que están fuera del poder. No hay aquí<br />

una protesta por la antes mencionada alienación, sino una necesidad de reflexionar<br />

acerca de la realidad, y de la mutabilidad de la identidad. Mal que mal, todo idioma<br />

es un compuesto de muchas culturas que se van fundiendo, sólo a contrasentido<br />

podemos protestar contra neologismos y barbarismos en español, que, en buenas<br />

cuentas, es latín de barracas corrupto por influencias bárbaras.<br />

24


6. Ser parte de una cultura no es ser culto.<br />

Es inevitable volver al tema de la alta cultura, a riesgo de escuchar acusaciones<br />

de elitismo y de posiciones políticamente incorrectas, o de ignorancia sociológica<br />

o antropológica. A cierto nivel la antigua definición en la cual cultura significa<br />

elegancia o perfeccionamiento sigue siendo válida. La cultura es un determinado<br />

estilo de vida, basado en una concepción del mundo y de los valores de acuerdo<br />

a los cuales vivimos.<br />

Se puede argumentar que cada grupo tiene sus propios valores, y que es incorrecto<br />

tratar de elegir algunos por sobre otros. Reconociendo el derecho básico del<br />

individuo y del grupo a elegir, es difícil aceptar como válido el valor del canibalismo<br />

como sistema de vida, o el sacrificio del primogénito, o de las hijas mujeres.<br />

Pretender que toda cultura es aceptable es como decir que sobre gustos no hay<br />

nada escrito. Hay mucho escrito, pero hay muchos que no leen.<br />

El tema es complicado, la decisión valórica se presta a abusos y a decisiones<br />

políticas inaceptables, pero tenemos que aceptar el hecho de que algunas culturas<br />

son auto destructivas, y que se debe buscar en ellas cuáles son los elementos que<br />

deberían ser revisados. Mientras eliminamos supersticiones, debemos mantener<br />

las tradiciones. Esto significa respeto por los otros, y por su visión del mundo<br />

y su modo de vida. Significa también aceptar el hecho de que el hombre es un<br />

animal con delirio de trascendencia, y que es parte de nuestra cultura, sea cual<br />

sea, el tratar de ser mejores. Así como aceptamos el hecho de que cada cultura<br />

encierra muchas subculturas, debemos considerar como válida la búsqueda de<br />

esas subculturas por llegar a un nivel superior, es decir, más complejo y más rico.<br />

Paralelamente a la educación, entendiendo como tal la preparación formal para<br />

integrarse a la sociedad humana, encontramos la formación, ese imponderable<br />

que los alemanes llaman “Bildung “, que significa la preparación para tener una<br />

vida más rica en lo espiritual. Ésta es la que nos lleva a una cultura de mayor<br />

complejidad, y que hace que, además de pertenecer a una cultura determinada,<br />

podamos ser llamados cultos.<br />

La cultura es modo de vida, y se arma en cada persona en su contacto con el<br />

grupo a que pertenece. Por otro lado, cada grupo, cada cultura o sub cultura, vive<br />

en medio de otras culturas y tiende, por una parte, a diferenciarse de ellas, por<br />

otra, a aprender de las que sabe, o supone, superiores. Esto significa que nuestra<br />

cultura, necesariamente, va cambiando, y enriqueciéndose.<br />

25


La <strong>Universidad</strong> entrega métodos y herramientas que nos permiten dedicarnos a una<br />

actividad profesional determinada. Su enseñanza llega más allá, porque se egresa<br />

de ella para entrar a un mundo distinto, el de las personas cuyos intereses son<br />

más amplios que los del trabajo y la dedicación a un quehacer teórico y práctico.<br />

A los conocimientos profesionales se añade el saber general, la reflexión sobre<br />

naturaleza y sociedad, el goce en la creación que marca al hombre como único<br />

artista entre todos los vivientes, al menos en el Universo conocido. En resumen, la<br />

<strong>Universidad</strong> nos entrega la llave de un mundo infinitamente más rico que nos hace<br />

vivir valores que van más allá del logro económico, y que le dan a éste un sentido<br />

profundo.<br />

Esta cultura, que llamamos, y repito que es falta de un término mejor, alta,<br />

es imprecisa en sus límites e infinita en su alcance. Más que una suma de<br />

conocimientos, es una visión distinta de la sociedad y del mundo, es una manera<br />

crítica de entender la creación del hombre y un refinamiento en el goce producido<br />

por lo que llega a nuestros sentidos o a nuestro intelecto. La alta cultura no es<br />

solamente percibir las infinitas variaciones del Clavecín Bien Temperado, es también<br />

dejarse arrastrar por las hiperbólicas marejadas de una sinfonía romántica, o gozar<br />

de la pintura primitiva de un niño, o de una tribu. Es un enfrentarse al mundo<br />

con mayor sensibilidad, y con mayor sentido crítico, es saber distinguir oro de<br />

oropel, sin por ello dejar de reconocer el encanto del oropel, es conmoverse por<br />

el increíble juego de luces que puede haber en una catedral o en un jardín, es vivir<br />

una realidad que permanecerá en el tiempo, mantenida por su propia perfección, y<br />

no dejarse engañar por pequeños juegos que se disuelven en el tiempo en cuanto<br />

han cumplido su mínima función comercial.<br />

La cultura, es lo que nos sirve para sentirnos integrados a una larga sucesión de<br />

intelectuales, artistas y poetas. Es una actitud. Precisa de conocimientos, que son<br />

los referentes, los puntos de comparación, los modelos que nos permiten ver y<br />

decidir. Pero no es el conocimiento el que hace la cultura, que no es necesariamente<br />

erudición, es nuestra comprensión de ese conocimiento, es nuestro modo de<br />

enfrentarnos a lo viejo y a lo nuevo, es nuestra tolerancia, nuestra crítica y nuestra<br />

compasión.<br />

26


7. Choque, o armonía, de culturas.<br />

Hablamos de cultura occidental, a la cual pertenecemos. Nuestro orgullo, al<br />

mencionarla, está justificado. Podemos partir de la explosión helénica que aún<br />

derrama su luz, de la Catedral gótica, del esplendor del Renacimiento, de Leonardo<br />

y de Mozart. Añadamos el concepto de democracia, de ley como superior a todos<br />

los ciudadanos, por encima de los intereses individuales, de todos los logros de la<br />

Revolución Francesa.<br />

Un problema en esta visión del mundo está que muestra la luz, olvidando la sombra.<br />

Grecia nos liberó del peso de los dioses, pero condenó a Sócrates a la cicuta, nos<br />

dio la democracia, pero era una sociedad en que el trabajo lo efectuaban esclavos.<br />

Roma derramó sobre el mundo el imperio de la ley, pero lo hizo a sangre y fuego, las<br />

catedrales vieron la Inquisición, el Renacimiento la masacre de los aborígenes de<br />

América. La Revolución Francesa abre la Era Moderna con el terror y guerras que<br />

costaron más de veinte millones de muertos. Mantengamos nuestro orgullo frente a la<br />

cultura occidental, pero no nos ceguemos a sus errores, y a sus crímenes, cometidos<br />

en general en nombre de la cultura llevada a ídolo del Imperio, o de algún dios tribal y<br />

rencoroso, creado por quienes veían el mundo como un sitio hostil y odioso.<br />

El otro problema, más grave, es el del desprecio. Cuando planteamos una cultura<br />

occidental estamos, consciente o inconscientemente, dejando a las otras como<br />

menores, a menudo como menos humanas. ¿Frente a Occidente, debemos plantear<br />

Oriente Si vamos por definiciones y antinomias sería lo justo. Pero una Cultura<br />

Oriental no parece seria, hay en algún lugar una trampa semántica dejada por<br />

siglos de mala utilización del concepto. Las palabras nos juegan malas pasadas, y<br />

determinan, o falsean, nuestra cultura.<br />

Un choque de culturas está siendo planteado por académicos aparentemente<br />

serios, que nos hablan de una guerra existente o por venir, en que la cultura<br />

occidental está amenazada. Para plantearlo simplifican, porque toda interpretación<br />

confrontacional del mundo precisa de la sobre simplificación: el estereotipo<br />

reemplaza el pensamiento razonado y basado en la comprensión y el conocimiento<br />

del otro. En este Siglo XXI nos encontramos aún con la cultura como instrumento<br />

político, como exclusión de los demás y como pretexto para una conquista que<br />

se disfraza de Cruzada, cultural o religiosa, que lleva al hombre a su liberación.<br />

Parte de nuestra cultura es la democracia, y se nos argumenta que tenemos la<br />

obligación de imponerla, aunque sea a través de la dictadura.<br />

No hay en esto nada de sorprendente, si consideramos a la cultura como exclusión,<br />

como barrera que separa grupos o individuos. La realidad histórica es otra.<br />

27


Occidente nace tardíamente, y Grecia estudia en Egipto y aprende matemáticas en<br />

Babilonia. La religión que distingue a Occidente tiene su origen en el Oriente, y toda<br />

su relación con la divinidad se efectúa por rituales inventados cuando occidente<br />

no era si ni siquiera un pensamiento peregrino en alguna mente iluminada. La<br />

irrupción del Islam, que es la cultura que se presenta como distinta y enemiga,<br />

cambia el peso del poder en Europa, y son las cortes árabes en España las que<br />

introducen gran parte de la cultura que será llamada occidental, desde las Cortes<br />

de Amor hasta la Ojiva Gótica. La Escuela de Intérpretes de Sevilla llama en la<br />

Edad Media a los eruditos del Norte, que descubren a Aristóteles en su traducción<br />

árabe. Occidente existe porque existe la cultura no occidental, sin su influencia<br />

seríamos otra cosa, seguramente igual de válida, pero otra.<br />

En otras palabras, las culturas van armando nuevas culturas, a través del<br />

enriquecimiento de ambas, mantienen elementos comunes, pero cambian. Nuestra<br />

cultura occidental no es ni la greco-romana ni la escolástica, no es ni siquiera la del<br />

Siglo XX, es un quehacer siempre cambiante, cada vez más complejo, que se asienta<br />

en tradiciones milenarias pero acepta lo nuevo, y a través de ello enriquece lo viejo. El<br />

orgullo en nuestra cultura debe ser tomado con mucha humildad, somos depositarios<br />

de muchos milenios de búsqueda, sin ellos no seríamos lo que somos, sin el pasado<br />

no hay futuro, y debemos entrar a la cultura de hoy, y a la de mañana, caminando<br />

hacia atrás, para saber dónde estamos, y para evitar lo que nos hizo tropezar.<br />

Las culturas no son organismos autosuficientes aislados a todo lo externo, sin<br />

subculturas y sin contradicciones, dispuestos a enfrentarse a todo lo que es<br />

“el otro”. Las culturas son permeables, y, por definición, aceptan la otredad, lo<br />

que es diferente, lo que vendrá a hacer que seamos más completos en nuestra<br />

comprensión del mundo. Cuando planteamos lo contrario estamos funcionando<br />

a contra cultura es, decir, estamos armando una exaltación de la intolerancia, que<br />

es lo opuesto a la cultura, en el sentido de recepción interesada y gozosa de los<br />

productos de la inteligencia y la sensibilidad humanas.<br />

La cultura del Islam no se manifiesta en el discutido ataque a las torres gemelas,<br />

como la cultura judía no lo hace en los muros defensivos ni la cultura de Occidente<br />

es Guantánamo. Las culturas son ante todo creación, la destrucción viene de<br />

los que se encierran en malentendidos y en intereses personales. Identidades y<br />

nacionalidades se entremezclan en fronteras poco definidas, y cada cultura toma<br />

en préstamo de las demás. Las culturas no son excluyentes, y quien pretenda que<br />

lo sean está simplemente armando ideologías cerradas en sí mismas, que atentan<br />

contra el propio concepto de humanidad, que es la base de toda cultura.<br />

28


Podemos hablar de una cultura de la destrucción, o de una cultura del odio, pero al<br />

hacerlo estamos jugando con la polisemia, y aplicando un término a un concepto<br />

con el que en realidad no puede unirse. Cuando hablamos de la necesidad de<br />

reforzar nuestra identidad cultural, o de mejorar, o alzar, nuestra cultura, lo que<br />

estamos haciendo es pedir una inclusión mayor, es decir, queremos que se acepte<br />

como propio un patrimonio que es de toda la humanidad, que vendrá a hacer más<br />

fecundo aquel en que crecimos, o que aprendimos en forma académica.<br />

Debemos cuidarnos de temer lo que es diferente, estar abiertos a influencias nuevas<br />

y antiguas. Nuestras tradiciones no se perderán porque somos capaces de verlas con<br />

un mayor distanciamiento ni porque reconocemos que la tradiciones de los demás<br />

tienen la misma validez que las nuestras. Lo que sí debemos evitar a toda costa es<br />

una vieja trampa que nos trata de hacer pasar por cultura lo que es dominación o<br />

simple transacción comercial. No podemos dejarnos engañar por quienes se sirven<br />

del sonido de las palabras, olvidando los conceptos que están detrás.<br />

Las dominaciones de grupos se hacen generalmente con el pretexto de una cultura<br />

superior que debe ocupar el lugar de una que no tiene el mismo valor. No podemos<br />

aceptarlas, aunque nos lleguen a través de las pantallas, grandes o pequeñas, o a<br />

través de la maravilla de Internet, que nos trae lo bueno, que es su propia existencia<br />

y sus posibilidades, pero también lo malo, que es la transmisión de valores que<br />

no lo son, y de una cultura que claramente no lo es, que carece da raíces y que<br />

en definitiva, como no tiene pasado propio, tampoco puede tener futuro. Para<br />

librarnos de la anti-cultura debemos acorazarnos en una cultura auténtica, que sea<br />

nuestra y que acepte lo que debe aceptar, y sepa rechazar lo que es fuego artificial<br />

y que termina haciéndonos rechazar, por el desprecio o el olvido, nuestra cultura<br />

en vez de entregarle un nuevo elemento, o una nueva visión.<br />

Aclaré que la cultura no es erudición, y que no es conocimiento. Esto no significa<br />

que existe cultura sin conocimiento, adquirido por lectura, conversación,<br />

preparación académica o bien por observación. Quiere decir que va más allá de<br />

una elaboración y una asimilación de lo aprendido. El acceso a la Alta Cultura<br />

es sin duda un camino estrecho, pero está abierto, y no hay obstáculos para<br />

el que realmente tiene su meta clara. Nunca sabremos si la hemos alcanzado,<br />

cada conocimiento nos lleva al siguiente, hasta que llegamos a las interrogantes<br />

universales, sin respuesta posible. Pero el sólo hecho de hacernos las preguntas<br />

es indicación de que hemos llegado a distinguir la cultura de base, sea cual fuera,<br />

a la que todos pertenecemos, de la cultura que llega más allá, y que nos lleva a una<br />

dimensión inimaginable. Para descubrirla hay que tener conciencia de que existe,<br />

29


y de que hay diferencias entre el acceso al modo de vida simple y limitado, y a una<br />

calidad de vida que se basa en la destilación poderosa y exquisita de milenios,<br />

y que necesariamente tiene más matices y mayores complejidades que las que<br />

pueda ofrecer lo pasajero, lo que no trata de ir más allá de sí mismo, lo que olvida<br />

la esencia misma del ser humano.<br />

Aquí nos encontramos con el problema que plantea la base de la cultura<br />

contemporánea, el predominio de lo visual por sobre lo abstracto, todos aceptamos<br />

el hecho de que se lee menos, se mira más. Aclaro, se mira, no necesariamente<br />

se ve. Porque nuestro inevitable compañero, el televisor, nos lleva a mirar, pero es<br />

tanta la profusión de imágenes que terminamos viendo poco y analizando menos.<br />

Que es lo que pretende el medio, que definitivamente no tiene por objetivo el<br />

llevarnos a pensar más allá de una imagen cada vez más fugitiva.<br />

La cultura de la imagen, específicamente de la televisión, lleva en sí posibilidades<br />

enormes de ser un vehículo para una cultura más plena. Cuando apareció fue<br />

saludada como la contestación a la torre de Babel, el sitio en que confluirían<br />

lenguas y culturas para ser base de una humanidad más unida. El resultado final<br />

era previsible. Un medio con tanto poder no podía escapar a las leyes del mercado,<br />

la necesidad de conquistar a grandes masas tenía que llevar a una programación<br />

simple, que por lo mismo debía ser comercialmente viable. La cultura buscada<br />

no era la cultura como tal, sino la de la entretención. Los canales que mantienen<br />

programas de alto contenido tienen audiencias mínimas. La cultura, y el interés<br />

por mejorarla, se transmiten por modelos a seguir. Cuando los modelos son<br />

simplemente mediáticos, reafirman culturas mediáticas. Lo que crea un problema<br />

para los apóstoles de la alta cultura. El modelo a seguir es simple, no hay razón<br />

para complicarse. La guerra de las imágenes es tan vieja como la cultura, es decir,<br />

como el hombre.<br />

Baste el ejemplo de América. Los conquistadores se encontraron con culturas<br />

avanzadas, con imágenes de alto poder, con una cultura ritual equivalente a la<br />

que traían. Hicieron lo único de que eran capaces, destruyeron las imágenes<br />

que eran de falsos ídolos, para reemplazarlas por las que traían ellos que eran<br />

desde luego las de verdaderos dioses. La cultura indígena se vengó adaptando<br />

las nuevas divinidades a las antiguas, en un sincretismo que creó un nuevo arte, y<br />

una nueva cultura. Las imágenes del conquistador cubrieron las del conquistado,<br />

en un proceso sangriento. Siglos antes los iconoclastas se habían dedicado a<br />

destruir las imágenes, que eran enemigas sacrílegas y destructoras de la unidad<br />

que significaba una divinidad que se pretendía abstracta.<br />

30


Medio milenio más tarde nuevas imágenes cerraban el paso a ese pensamiento<br />

abstracto, pero ahora lo harían sin dolor y en forma de entretención, cambiando las<br />

tenazas y la hoguera por romance, la catarsis de la violencia, y la explosión de la risa<br />

por lo que sucedía a otros. Sin duda estamos ante una nueva forma de cultura, no<br />

tan nueva quizás, porque ya íconos y catedrales se habían encargado de enseñar<br />

historia sagrada a los analfabetos. Pese a todas las críticas, hay que reconocer<br />

que esta distinta manera de enfrentar nuestros días, que se convertía en una nueva<br />

forma de traspasar la cultura, se había impuesto, y que lo que falta simplemente es<br />

decidir qué cultura se traspasa, y cuáles son los nuevos parámetros por lo cuales<br />

decidiremos lo que es alta y lo que es popular.<br />

Esta nueva cultura de la imagen ha sido llamada neo barroca, por la<br />

descontextualización y el reempleo, la confusión de registros étnicos y culturales,<br />

la confusión entre realidad y ficción. Sin embargo está claro que su poder va más<br />

allá de los que el Siglo XVII pudo concebir, ni siquiera en sus más elaborados<br />

delirios. Está en lo alto y en lo bajo, se sirve de elementos tradicionales, y les añade<br />

interpretaciones simplificadas, destinadas a una audiencia masiva.<br />

Nos coloca nuevamente en el problema casi majadero de las definiciones, agravado<br />

por el desacuerdo entre los que la estudian. Es interesante subir a las altas cumbres<br />

de los académicos para tratar de decidir de qué estamos hablando, y cuáles serían<br />

los parámetros por los cuales regir nuestro pensamiento sobre ese ser diario que es<br />

la cultura, y que se va haciendo cada día más extenso, y más difícil de asir.<br />

Definir la cultura es definir la humanidad. Lo que significa decidir qué es ser hombre,<br />

y cuál es la base de nuestras diferencias. Hay un evidente factor ideológico, y por lo<br />

tanto político. Las culturas representan grupos, que pretenden ser, por lo menos, tan<br />

buenos como sus vecinos, sean éstos amigos o enemigos. Ese -tan buenos- debe<br />

ser replanteado porque en general sabemos, en el fondo de nuestros corazones,<br />

que somos mejores, pero lo callamos generalmente, por cortesía. Considerarse<br />

“el Pueblo”, es corriente y se da hasta entre los más ilustres y cultos de nuestros<br />

ciudadanos. Mantener esta superioridad por razones puramente culturales no<br />

basta, una pizca de superioridad racial ayuda a la autoestima. Recién el Siglo XVIII<br />

vio el desarrollo de las ideas revolucionarias que habían de poner el énfasis en el<br />

hombre como constructor de su sociedad, y por lo tanto de sí mismo.<br />

Para apreciar la importancia del cambio debemos recordar lo que se ha pensado<br />

del hombre a lo largo de nuestra historia. Naturalmente, la variedad ha sido un<br />

tema importante. Estaba claro que existían -otros- que serían recordados por sus<br />

31


diferencias, y por sus comportamientos –extraños- desde luego, ya que no eran los<br />

mismos que tenían nuestros pares. La evaluación tenía que estar a cargo del grupo<br />

más importante, los europeos, y se basaba en una serie de parámetros morales,<br />

o religiosos, lo que era más o menos lo mismo. Para un consuelo mínimo frente a<br />

nuestra tontería auto referente, hay que recordar que esta ilusión de posición central<br />

nunca fue monopolio de la cultura occidental, es más bien una falta de reflexión<br />

rigurosa que podemos considerar universal, es un desprecio o una forma elemental<br />

de envidia, o quizás simplemente de los más elementales celos que son parte de<br />

cierta etapa en la formación del hombre. Hasta hoy repetimos en forma peyorativa<br />

el término griego “ bárbaro” que en realidad significa simplemente extranjero.<br />

La consideración dada a la Biblia como Libro de los Libros y Palabra de la divinidad,<br />

y su aceptación literal, complicaba más el razonamiento, al dejar fuera de sus<br />

páginas a una parte importante de la humanidad y plantear la maldad de los que no<br />

seguían la palabra del dios. La caída de Gracia era la causa de la inferioridad de los<br />

que se despreciaba, o temía. Como nuestros prejuicios no parecen bastarnos, y<br />

queremos llenar tomos de profunda filosofía para justificar nuestras ideas, por muy<br />

descabelladas que sean, se elaboró una teoría, la de la degeneración, según la cual<br />

los pueblos llamados primitivos descendían de grupos anteriores a la construcción<br />

de la Torre de Babel. Se jugaba (y aquí el uso del verbo en el pasado es una<br />

cortesía, porque esa tontería persiste) a ver en esos pueblos grupos no totalmente<br />

humanos. Esto permitía tomarse con ellos libertades que con los europeos ya no<br />

eran aceptables.<br />

De entre esta maraña de prejuicios y confusiones salió una voz que afirmó que los<br />

hombres son lo que son de acuerdo a sus experiencias. El tema de la cultura se<br />

imponía a la simplificación racial o hereditaria. No hay ideas innatas que deciden<br />

el comportamiento, afirmó hace trescientos años John Locke. Las experiencias<br />

nos diferencian, las culturas varían, pero en el fondo hay una unidad básica de la<br />

humanidad. Como todas las ideas, las de Locke fueron llevadas a extremos casi<br />

grotescos, y ya en el Siglo XVIII se pretendió enseñar a hablar a los monos. Estos<br />

experimentos, lo recuerdo de paso, se han seguido haciendo, con un gran éxito<br />

mediático, pero con bastante menos fortuna en los fríos análisis de lingüistas,<br />

antropólogos, o simples ciudadanos que consideran que lo imposible no se puede.<br />

La cultura, y su parte esencial, el lenguaje, requiere de determinadas características<br />

físicas, no hay hombre sin cultura, pero tampoco hay cultura, en su más alto<br />

sentido, sin hombre. Sin embargo, y pese a los intentos de llevar un pensamiento<br />

claro a sus límites de absurdo, el principio según el cual todos los hombres fueron<br />

32


creados iguales tendría una profunda influencia en la historia de la humanidad, y<br />

estaría en la base de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos,<br />

que es un documento extraordinario.<br />

Pero, siendo la cultura lo que es, vemos el mundo a través de las realidades, o<br />

prejuicios, de la época. Thomas Jefferson uno de los creadores de la Declaración,<br />

no consideró liberar a sus esclavos para ser consistente con lo que declaraba,<br />

y tenía dudas sobre su capacidad intelectual. Nuestra condición, vista como<br />

experiencia y cultura, nos impone vivir los errores de nuestra época. A no ser<br />

que las dudas simplemente sean una manera de justificar lo que en términos<br />

humanitarios, para nuestra época, es inaceptable. Todos, en términos variables,<br />

vivimos los paradigmas culturales de la época a que pertenecemos, y es difícil<br />

juzgar las culturas de acuerdo a principios éticos universales. No podemos decidir<br />

que hay valores morales y culturales universales, y que hay conductas éticamente<br />

equivocadas. Si nos ponemos en ese caso tendremos pueblos superiores, no ya<br />

por herencia, sino por cultura, lo que cual nos deja en el mismo auto centrismo en<br />

que nos colocaba el modelo no cultural.<br />

Esto no significa que no existan culturas con mayor desarrollo, que van cambiando, o<br />

enriqueciendo, las otras. La historia de la humanidad es ésa, los cambios culturales,<br />

las influencias de diversas vertientes en cada grupo, el aumento de la capacidad<br />

del hombre para enriquecer su entorno. O para destruirlo, como sucede en la era<br />

de la destrucción bienhechora y globalizada. No necesitamos preguntarnos por<br />

qué razón hay tantas variedades en las culturas, lo importante es aprender de cada<br />

una de ellas, y verlas como igualmente válidas, mientras no tengan elementos<br />

de autodestrucción. Y debemos reflexionar acerca de lo que une a las culturas,<br />

y hace que sean permeables. La mayor complejidad es característica de la alta,<br />

marca también un escalón superior para el individuo, y es parte del proceso de<br />

aprendizaje y de adaptación a un mundo más rico.<br />

Más allá de la cultura como quehacer debemos entrar en la cultura como<br />

apreciación de lo que tiene más valor. Afirmar la validez de todas las culturas no<br />

significa negar la necesidad de entrar en la que más lleva a valores superiores, en<br />

lo ético y en estético.<br />

33


8. Elogio y condena de la alienación.<br />

Alienación, para volver a los orígenes, viene de alienum, es decir, ajeno. El<br />

concepto original, el alemán Entfremdung, significa algo alejarse a los ajeno, y es<br />

uno de los tres que Carlos Marx usa para hablar de la sociedad del Siglo XlX. Nos<br />

servimos de él en forma negativa, para hablar del hombre que se aleja de su propia<br />

cultura, para aceptar los elementos de otra. Esto, evidentemente, es renegar de lo<br />

que somos, olvidar raíces y tradiciones, y meternos en lo que no tiene precedentes<br />

en lo nuestro.<br />

Cabe preguntarse qué hay de negativo en ello. Las culturas son permeables,<br />

las tradiciones se enriquecen, los vocabularios se amplían y nuestra visión del<br />

mundo es cada día más global. Mal que mal, ni Esquilo ni Kant son nuestros<br />

compatriotas, y sin embargo contribuyen poderosamente a nuestra cultura, de<br />

la que son parte. Y no lo son solamente por su posición alejada en el tiempo,<br />

Einstein o Cortázar, Malraux y Heidegger son también parte de nuestra cultura<br />

pese a su diferencia de nacimiento y de idioma . La alienación en esos casos es<br />

positiva, y quizás debiéramos reconsiderar nuestras dudas. En realidad existe un<br />

traspaso de culturas, un entregar valores universales que se encadenan a nuestras<br />

experiencias, que nos añaden elementos sin reemplazar los que tenemos, y sin<br />

convertir lo sólido en extranjerismo transitorio.<br />

Nos encontramos con que la cultura auténtica se une a la nuestra, entregándonos<br />

más, haciendo más compleja nuestra tradición. Hay un traspaso, no una<br />

eliminación. Ganamos, sin dejar nada en el camino, nos mantenemos en la cultura<br />

como continuación de una larga tradición y comienzo de otra. Distinguimos de<br />

este traspaso de cultura la alienación, viendo en ésta el reemplazo de lo propio,<br />

asimilado y rico, por la apariencia de lo ajeno. En la alienación no nos hacemos<br />

parte de una cultura ajena, compramos simplemente sus vestiduras, que ni nos<br />

quedan a la medida, ni nos abrigan, ni nos duran. Cambiamos la sustancia por<br />

la apariencia, y ahí está la parte alienante, porque dejamos de ser lo que somos,<br />

para no convertirnos en lo que son los miembros de la cultura que nos aliena.<br />

De ellos no asimilamos lo permanente y nos quedamos con lo transitorio y lo<br />

empobrecedor.<br />

34


9. Pensando la cultura como ética.<br />

Una de las más importantes vertientes que enriquecen, y crean, nuestra cultura<br />

es la judeo-cristiana. Sus fundamentos éticos han sido la base de nuestra moral<br />

y, a menudo, de nuestra política, y dominaron durante largos siglos la historia de<br />

Occidente. La religión como base y freno de nuestro comportamiento y de nuestra<br />

cultura ha hecho cuestionar la existencia de una moral posible sin la aceptación<br />

de una divinidad personal representada por una iglesia que juzga para premiar o<br />

para castigar.<br />

Las bases de nuestra ética están sin embargo en la existencia misma de la cultura,<br />

es decir, en la aceptación de la existencia de los demás. Es a través de nuestra<br />

convivencia que necesitamos armar e implementar códigos de conducta, que<br />

vienen a permitir la existencia de nuestra cultura. Incluso para quebrar estas reglas<br />

necesitamos del otro, aunque sea para odiarlo, pero, finalmente, para aceptar la<br />

inevitabilidad de nuestra convivencia, en la cual el desafío a la regla de tolerancia<br />

es castigado tanto penalmente, como en la apreciación de la comunidad. Cuando<br />

aceptamos ese horror cultural que es la guerra, cuando nos encontramos con<br />

sociedades destructivas, es porque previamente éstas se han encerrado en sí<br />

mismas, descartando la igualdad del otro, condenándolo a ser menos que humano,<br />

es decir, ajeno a la cultura real, aquella que nosotros tenemos y celebramos. Cuando<br />

cometemos esa omisión estamos limitándonos, y olvidando lo que la historia nos<br />

ha enseñado, y la maravilla que hace nuestra cultura como creación.<br />

Incluso hoy, en el Siglo XX, antes de atacar físicamente al grupo que presentamos<br />

como enemigo, los destruimos verbalmente, de manera que ser algo menos<br />

que humano, sea legítimo bombardearlo. Cuando el grupo a que nosotros<br />

pertenecemos es el único que posee la verdad, cuando el conocimiento también<br />

lleva mayúscula y convierte a los demás en sostenedores de la mentira, o por lo<br />

menos del error, consideramos que no son plenamente humanos, y por lo tanto<br />

es legítimo dejarlos fuera de los derechos que marcan la humanidad. Cuando el<br />

hombre considera tener un conocimiento esotérico y exclusivo del grupo, que no<br />

lo comparte con los demás, es cuando el hombre deja de ser el que busca de<br />

alguna forma trascenderse, para simplemente ser lo que es, en el agujero negro de<br />

su arrogancia. En desprecio y en exclusión se aleja de un mundo cada vez un poco<br />

menos oscuro, un poco más rico y, en resumen, más humano.<br />

Debemos aceptar la imperfección de toda cultura, incluyendo la nuestra, es<br />

precisamente esta falta de lo absoluto lo que le permite evolucionar y enriquecerse.<br />

Una cultura que se considera perfecta, y sigue por ello reglas impuestas en algún<br />

pasado, más mítico que real, por un demiurgo omnisapiente, no puede sino<br />

35


ser autoritaria, ya que la desviación de una verdad absoluta es imperdonable.<br />

El reconocimiento del origen temporal de lo que vivimos es lo que nos da la<br />

flexibilidad necesaria para abrir nuevas avenidas a partir de los antiguos caminos.<br />

Ninguna imposición desde textos consagrados vale lo que la mente del hombre<br />

que continuamente busca ir más allá. Ninguna vale, ni justifica, que en nombre de<br />

la vida se mate, o se torture, para crear una nueva cultura que represente lo que<br />

alguien, basado en una idea perfecta, considera el ideal absoluto.<br />

En otras palabras, la búsqueda de una ética que nos salve está más allá de la<br />

creencia en el dios cautivo del rito o de la plegaria, es parte irrenunciable de la<br />

cultura que hemos elaborado a lo largo de los milenios de convivencia humana.<br />

El reconocimiento de la existencia, y de la importancia, del otro, crea una cultura<br />

ética en la cual, con todas las variaciones impuestas por condiciones diferentes,<br />

hay elementos aceptados universalmente, porque sin ellos no hay sociedad. La<br />

ética basada en la religión pretende principios inmutables, ligados por una regla<br />

dictada, en forma más o menos mágica, por alguna divinidad y cuestiona que<br />

el reconocimiento del otro sea suficiente para dar una base real, inmutable, a la<br />

conducta moral. La realidad que todos vivimos es que esta base fundamental no<br />

ha impedido que la ética fundada en la religión no haya sabido siempre resistir a<br />

la tentación de lo prohibido, de hecho es en el nombre de la religión, o del dios,<br />

que se han cometido algunos de los más atroces delitos contra la humanidad. Las<br />

cruzadas, en todos los tiempos, incluso en el presente, son parte de una cultura<br />

de desconocimiento del otro, y se hacen a nombre de esos principios inmutables<br />

que sustentan las religiones.<br />

Podemos afirmar que toda cultura tiene su propia ética, sin la cual no se sustentaría.<br />

Considerar que una creencia en castigos y recompensas es la única forma de ordenar<br />

la sociedad es olvidar algo básico; nuestra fuerza, como seres humanos, viene de un<br />

largo proceso de evolución, que nos ha permitido escribir las epopeyas homéricas,<br />

el Bhagavad Ghita, los Salmos de David, el Cantar de los Cantares y el Quijote.<br />

Somos mucho más, y mucho mejores, de lo que creemos, y nuestra religiosidad está<br />

más allá de la aceptación de una divinidad protectora. El sentido de reverencia, de<br />

respeto, de maravillamiento, va más allá de las imposiciones de la cultura religiosa.<br />

Esta es una de las formas en que nos manifestamos, pero no es la única.<br />

La ética, le decisión de comportamiento positivo para la sociedad y el individuo<br />

está implícita en nuestra cultura. Puede ser judeo-cristiana, musulmana, budista o<br />

agnóstica, pero va más allá de la denominación excluyente.<br />

36


10. Cultura: un concepto multi-propósito.<br />

El siglo XX conoció una inusitada multiplicación de los usos de la palabra<br />

‘cultura’ y de algunos de sus derivados. Por de pronto, recordemos la expresión<br />

‘subcultura’, que como decíamos tiene su origen en la antropología. ‘Subcultura’<br />

permite distinguir grupos diversos dentro de una misma cultura, en el seno de<br />

una misma sociedad. Seguramente, se puede comenzar a hablar de subculturas<br />

cuando las sociedades experimentan procesos de secularización, cuando ciertas<br />

manifestaciones religiosas e ideológicas pierden su hegemonía sobre la mente y<br />

las preferencias valóricas de los miembros de una sociedad dada. En este sentido,<br />

el concepto de subcultura resulta apropiado para referirse a sociedad que se han<br />

vuelto plurales y que han elevado a su máxima expresión el aprecio por la diversidad.<br />

Como resultado, las minorías étnicas, raciales, indígenas, de género, sexuales y<br />

otras, son admitidas como realidades diferentes que es necesario aceptar.<br />

De este modo, las sociedades se vuelven más complejas y más diversas,<br />

generando delicados desafíos al problema de la convivencia social. Para referirnos<br />

solamente a un aspecto de la cuestión, pensemos, por ejemplo, en los inmigrantes<br />

africanos y musulmanes que constituyen grandes proporciones de población en<br />

los países europeos. Las recientes explosiones de violencia social en París han<br />

sido protagonizadas principalmente por inmigrantes. Y en los Estados Unidos,<br />

a partir de los atentados del 11 de septiembre de 2002, las tensiones entre los<br />

ciudadanos estadounidenses típicos y los inmigrantes de países musulmanes han<br />

ido en aumento.<br />

Ciertamente, la convivencia de diversos credos religiosos, de diferentes marcos<br />

valóricos, y de variedad de costumbres en todo tipo de materias, plantean nuevos<br />

problemas al ordenamiento legal y político de las sociedades actuales. Tal es la<br />

inocultable realidad de las subculturas. Todos estos desafíos no amenazaron en<br />

la misma medida a las sociedades del pasado en tanto se constituyeron bajo el<br />

predominio de un solo credo religioso, un solo idioma y un solo origen étnico.<br />

Pero, además, el concepto de ‘cultura’ ha sido utilizado también para referirse<br />

a bloques enfrentados dentro de una misma cultura intelectual y artística. A eso<br />

se refiere el físico C. P. Snow quien, en la década de los ’60 publicó su libro “Las<br />

Dos Culturas”. En este texto se refería a la existencia de dos mundos apartados<br />

o fragmentados dentro de la misma cultura occidental y europea: la cultura<br />

humanística y la cultura científica. Según Snow, los sistemas educacionales –en<br />

todos sus niveles- han promovido una división artificial entre lo científico y lo<br />

humanístico, generando muchas mutuas incomprensiones difíciles de justificar y<br />

que resquebrajan la idea misma de cultura unitaria.<br />

37


Snow sostiene que este resquebrajamiento entre lo científico y lo humanístico ha<br />

tendido a sesgar lo que se entiende por cultura. En efecto, afirma, se observa la<br />

inclinación a considerar como cultura a lo humanístico más que a lo científico. Según<br />

él, esto proviene de la equivocada tendencia a creer que lo técnico y lo científico<br />

no forma parte de la cultura, pertenencia que estaría reservada exclusivamente<br />

para las humanidades y las bellas artes. Snow cree que se trata de un profundo<br />

error porque los logros de las ciencias naturales de los últimos tres o cuatro siglos<br />

constituyen genuinos aportes a la cultura.<br />

Incluso más, Snow llega a decir que ocultándose tras esa sesgada concepción<br />

de cultura como lo exclusivamente humanístico, lo que hay es un prejuicio y<br />

una subestimación respecto de la tecnología y una profunda ignorancia sobre el<br />

alcance de los desarrollos de la ciencia. Así, por ejemplo, es igualmente ignorante<br />

el científico que no ha leído a Shakespeare como el humanista que no es capaz<br />

de formular el segundo principio de la termodinámica o el concepto de relatividad.<br />

Según Snow, ignorar lo uno es tan grave como ignorar lo otro. Un cierto manejo en<br />

materia literaria o artística no excusa la incompetencia en materia de información<br />

científica, siquiera a nivel divulgatorio.<br />

En suma, Snow plantea que este resquebrajamiento de lo científico y lo humanístico<br />

constituye un atentado al más pleno y abarcador sentido de cultura.<br />

38


11. Cultura y organización.<br />

Pero si el concepto de subcultura ya manifiesta una dispersión comprensiva de la<br />

idea de cultura, hay todavía un mayor peligro de ambigüedad y eventual abuso de<br />

las palabras cuando, por ejemplo, los teóricos de las organizaciones introducen a<br />

mediados del siglo XX el concepto de ‘cultura organizacional’. Con este concepto<br />

se pretende aludir al conjunto de las ideas y acciones de una organización, la<br />

totalidad de sus estructuras y procesos. De este modo, cada organización tendría<br />

su propia ‘cultura’, un modo peculiar, singular y único de ser, de hacer las cosas,<br />

de gestionar su continuidad en el tiempo.<br />

Por ejemplo, los expertos Robert R. Blake, Jane Mouton, y Robert Allen proponen una<br />

tipología de culturas organizacionales. Para la formulación de su modelo, los autores<br />

trabajan con 12 variables de gestión, cuya combinación permite la identificación de<br />

diversas culturas organizacionales. Las variables son las siguientes:<br />

De acuerdo a los planteamientos de Blake, Mouton y Allen, la cultura organizacional<br />

de una institución se estructura de acuerdo al modo como cada una de esas<br />

variables funciona e interacciona con las restantes; por ejemplo, el modo como se<br />

administra el conflicto, los tipos de redes de comunicación que operan, si existen<br />

o no evaluaciones objetivas del desempeño de las personas, o el compromiso de<br />

los miembros con los objetivos institucionales.<br />

Un tipo dado de cultura organizacional se revelará por el tipo de comunicación que<br />

mantienen (o no mantienen) el director o gerente, los empleados o funcionarios, los<br />

administrativos y personal de servicio, etc., por el carácter restrictivo o ampliado<br />

de la toma de decisiones, por la frecuencia y tipo de las consultas previas a la<br />

toma de decisiones, por el grado de compromiso o falta de compromiso de los<br />

miembros con la organización, por la percepción positiva o negativa que unos<br />

estamentos tienen de los otros, etc.<br />

39


Blake, Mouton y Allen formulan, pues, la siguiente tipología de culturas<br />

organizacionales:<br />

Cultura Autoritaria: Máximo interés por la producción, mínimo interés por las<br />

personas. El poder y la autoridad se concentran en el jefe. Los empleados tienen<br />

que obedecer. La participación es mínima, o simplemente no existe. No hay<br />

coordinación entre los miembros. Las metas y objetivos se establecen sin consulta.<br />

La moral es baja, no hay compromiso. Hay mucho conflicto interno, competencia y<br />

crítica negativa, buscando culpables.<br />

Cultura Amistosa: Mínimo interés por la producción, máximo interés por las<br />

personas. Hay buenas relaciones humanas, cordialidad. El jefe, más que un líder,<br />

es un amigo. Se evitan los temas que puedan provocar conflicto. La moral es<br />

alta. Hay mucha ineficiencia. Se tolera la ineficiencia para no echar a perder la<br />

atmósfera cordial.<br />

Cultura Paternalista: Alto interés por la productividad, alto interés por las personas,<br />

pero no se trata de algo integrado. El poder y la autoridad están firmemente en las<br />

manos del jefe. Se exige lealtad y acatamiento. La lealtad es recompensada con<br />

elogios o incentivos materiales. Las metas y los objetivos los determina el jefe. Se<br />

rechaza la crítica. En períodos de éxito, la moral puede ser alta. No se incentiva la<br />

iniciativa. Los conflictos se niegan.<br />

Cultura Apática: Mínimo interés por la producción, mínimo interés por las<br />

personas. El jefe apenas aparece, ejerciendo muy poco poder y autoridad. No<br />

se toman decisiones, no se enfrentan los problemas. Hay mucha negligencia. La<br />

comunicación es mínima. Nadie se compromete. La moral es baja, desanimada.<br />

Cultura Conformista: Regular interés por la producción, regular interés por las<br />

personas. Hay muchas reglas. Los conflictos se negocian, se transan. Objetivos y<br />

metas sólo a corto plazo. Se ocultan los problemas de rendimiento. Nadie quiere<br />

sobresalir, para no provocar suspicacias. Todos se miden en lo que pueden decir.<br />

Cultura Oportunista: El interés varía, y depende de las personas. Los miembros<br />

están preocupados de alcanzar fines personales. Se elogia en público, se critica<br />

en privado. Hay mucha deslealtad e hipocresía. Hay mucha competencia interna,<br />

sin interés por los objetivos de la organización. Se buscan favores y el poder se<br />

manipula. El conflicto se oculta, y se trata a puerta cerrada.<br />

40


Cultura Participativa: Alto interés por la producción, alto interés por las personas.<br />

El jefe estimula a todos los miembros para que se comprometan en las tareas.<br />

Las metas y los objetivos buscan la excelencia en el desempeño. Los miembros<br />

funcionan como equipo. La crítica se acepta y se examina con franqueza. La<br />

comunicación es fluida. La moral es alta. Hay mucha confianza. Los conflictos se<br />

enfrentan abiertamente. Los intereses personales y los de la organización están<br />

integrados.<br />

Los autores están interesados en aclarar que no existen tipos puros de culturas<br />

organizacionales, y que cada organización es un mezcla singular de estos distintos<br />

tipos, una combinación que varía en cada caso.<br />

Con el concepto de ‘cultura organizacional’ se concreta, pues, otro uso más de<br />

‘cultura’. Y el uso más o menos indiscriminado suma y sigue. Se habla también<br />

de cultura como ‘sensibilidad’, modo de hablar que se ha generalizado en la<br />

política para referirse a grupos particulares que tienen sus propias maneras de<br />

ver, sus propias preferencias y valoraciones. Estos grupos constituirían ‘mundos’ o<br />

‘sensibilidades’ y, finalmente, culturas, modalidad de uso que se parece demasiado<br />

a la idea de subcultura.<br />

Obviamente, hay que hacerse la pregunta de cuán elástico puede resultar el uso de<br />

la palabra ‘cultura’ sin que termine por perder su significado fuerte.<br />

41


12. Las Tecnologías, Los Medios y Los Contenidos: Las Falsas<br />

Contradicciones de la Cultura.<br />

Aunque la comprobación es un tanto difícil, creo que podemos afirmar que cuando el<br />

hombre comenzó a inventar la escritura, a través de pictogramas o de ideogramas,<br />

los sabios ancianos de la tribu dieron por terminados los buenos viejos tiempos,<br />

asegurando que se terminaba la cultura.<br />

Toda nueva tecnología es vista con desconfianza por los tradicionalistas, que creen<br />

que las nuevas formas amenazan los viejos contenidos.<br />

La realidad es que contenido y forma avanzan gloriosamente de la mano, para bien<br />

o para mal, y que cada nueva conquista de la técnica se apega a la vieja cultura,<br />

reviviéndola y dándole nuevo brillo.<br />

Es con frecuencia la cultura tradicional la que no es capaz de adaptarse a las<br />

nuevas realidades, perdiendo así las posibilidades de llegar más allá, a más<br />

gente. Al hablar del temor de la cultura a los cambios es evidente que se habla de<br />

aquéllos que se sienten sus dueños, y que temen que nuevas tecnologías la hagan<br />

demasiado asequible, cerrando así las posibilidades de mantener lo alto como una<br />

barrera para que no pueda llegar a los grupos que son vistos como un poco menos<br />

favorecidos. Al mismo tiempo, y aquí se encuentra la contradicción esencial,<br />

temen que estas técnicas impidan la mantención de la vieja cultura.<br />

Es evidente que la tecnología nos cambia, pero lo hace enriqueciéndonos,<br />

y dándonos mejores medios para llegar a la cultura que nos lleva más allá de<br />

nosotros mismos.<br />

La escritura inmortalizó el pensamiento, la imprenta lo hizo de fácil acceso, el cine dio<br />

forma a nuestros sueños, la televisión unificó el mundo, para que Internet lo abriera a<br />

todos. Cada nueva tecnología se afirma en las antiguas, las fortalece y les da nuevos<br />

horizontes, pero, naturalmente, existen peligros, como en toda ruta interesante.<br />

Lo que debemos evitar es la confusión entre vehículo y contenido, así como la<br />

utilización de la forma, que es la tecnología, para entregar contenidos vacuos.<br />

No hay contradicción entre técnica y cultura, ambas son parte de la otra. Lo que<br />

hay es la utilización de la técnica en formas poco apropiadas que, en vez de<br />

entregar una visión más humanista de nuestro quehacer, lo rebaja a sus más bajos<br />

denominadores comunes, convirtiendo cultura y comunicación en proposiciones<br />

puramente comerciales, vacías de todo sentido.<br />

42


La crítica a Internet, y a la televisión, apunta siempre a lo mismo, se los acusa de<br />

rebajar el nivel cultural de los usuarios y las audiencias, sin mayor razón que la<br />

ganancia, poniendo intereses económicos por sobre los culturales. Más allá de la<br />

verdad o la justicia de la acusación está el reconocer que los medios funcionan<br />

dentro de una sociedad determinada, y responden a lo que les parecen ser sus<br />

necesidades o sus gustos. Es cierto que los gustos están en parte condicionados<br />

por los medios, pero no es menos cierto que una visión olímpica de las audiencias<br />

y de la cultura no responde a ninguna realidad, ni actual ni de siglos pasados.<br />

Antes de la televisión fueron la radio, los cómics, el cine, los libros llenos de<br />

sentimientos cursis o baratos. Todos fueron criticados por los apóstoles de la<br />

cultura alta. También fueron criticados los buenos libros, y los descubrimientos<br />

de la ciencia. Los críticos tenían entonces un poder que han perdido y los<br />

malhechores pagaban con multas, cárcel o la hoguera sus pecados contra las<br />

buenas costumbres de la cultura imperante.<br />

La cultura amparaba la moralidad de la época, que hacía llevar a la clandestinidad<br />

conductas que hoy nos aparecen como asuntos privados, que por lo tanto a la<br />

sociedad, o a la ley, no le conciernen. Los mismos que hoy protestan contra el mal<br />

gusto de la televisión rasgaron vestiduras a favor de la libertad de expresarse de<br />

todos los grupos, incluso los minoritarios.<br />

Si la alta cultura teme la contaminación de la cultura comercial, el remedio está<br />

en el apretar de un botón. Lo demás es lo peor que puede sucederle a cualquier<br />

manifestación humana, la censura, en la cual se comienza por el problema de<br />

decidir quién censura, para luego permitirle dictar lo que podemos ver y oír.<br />

La cultura a la que aspiramos, la que la <strong>Universidad</strong> entrega a través de la formación<br />

de los jóvenes, es la del buen gusto, la moderación en el pensar y en el actuar, la<br />

reflexión como base de la conducta y el justo medio como compromiso ético y<br />

estético. Se aprende a distinguir lo importante de lo efímero, y a apreciar valores<br />

humanistas y aceptados por la comunidad social.<br />

Estos parámetros suenan simplistas y antiguos, porque lo son, pero están a la<br />

base de un mundo en el cual olvidarlos es cada día más peligroso.<br />

Es un lugar común repetir que los medios de comunicación son exactamente lo<br />

contrario, y que envilecen a las masas. Aunque, como todo lugar común, tenga<br />

una base de verdad, debemos cuidarnos de las generalizaciones.<br />

43


Los medios no son todopoderosos, su influencia está relacionada con el contexto<br />

social en que funcionan, y se relaciona con una serie de factores que impiden que<br />

sea determinante. El temor a la masa es otra falacia, ya que implica un concepto<br />

casi mítico y temible, porque representa lo irracional y distinto. Es el otro, que se<br />

cierne planeando con su mal gusto por sobre la perfección de la alta cultura. En<br />

otras palabras, el que los medios no cumplan siempre las más altas funcione es<br />

irrelevante, llenan su función de resumen y de catarsis, y ni siquiera los que los<br />

siguen religiosamente los toman realmente en serio.<br />

Pueden mejorarse, y llegará el momento en que la novedad del comentario poco<br />

sólido o del último escándalo se gastará. Mal que mal, el escándalo diario deja de<br />

serlo para convertirse en modo de vida, con lo que pierde su encanto.<br />

La cultura de la ciencia y de la tecnología se amalgama con la humanista, de no<br />

hacerlo, pierde su sentido.<br />

Las nuevas generaciones distinguen muy bien el brillo de la realidad, aunque a las<br />

anteriores les cueste aceptar este hecho.<br />

No hay diferencia real entre las dos culturas, hay simplemente un mal uso eventual.<br />

Si hoy pasa por Internet, pasó antes por el cine y la palabra escrita, y, sin duda por<br />

la creación de la piedra tallada.<br />

44


13. De cómo la cultura puede nacer perfecta.<br />

La discusión entre alto y bajo se convierte en un juego de absurdos cuando nos<br />

adentramos en el mundo cultural del arte, en particular de la pintura. Es regla<br />

general que se viaja de lo simple a lo complejo, del ensayo a la perfección, del<br />

tímido aprendiz al consumado maestro.<br />

No existe sociedad sin creación artística, es más, al artista goza de un lugar<br />

privilegiado, porque se reconoce en él al que ve más allá, al mago que arma un<br />

mundo que comparte con los demás. Tenemos obras que datan de la era en que<br />

los Neandarthalenses vivían junto al que llamamos el hombre verdadero, es decir,<br />

el que era igual a nosotros, y que es nuestro antepasado directo. Se trata de<br />

obras interesantes, que evidencian la búsqueda de una estética, la necesidad de<br />

hacer más bello, o más interesante, el mundo en que habitaba el grupo. Tenemos,<br />

algunos milenios más tarde, unos diecisiete mil años atrás, Altamira, para citar<br />

la catedral de entre los muchos templos a la creación del hombre que han sido<br />

encontrados, y que datan de la misma época.<br />

No hay un simple intento de llegar a expresarse, y a reconocer, con reverencia,<br />

el mundo que nos rodea. Lo que hay es total perfección, visión clara, ejecución<br />

perfecta y utilización intachable de los materiales. Es un arte acabado, una cultura<br />

que florece aparentemente de golpe, pintores que son maestros, y que pueden dar<br />

lecciones a los artistas de las más ricas épocas del arte. Cuando hablamos de los<br />

pueblos primitivos lo hacemos desde la altura de nuestra época, el arte pictórico<br />

de estos cazadores nos debe hacer reflexionar sobre la cultura que lo creó, y sobre<br />

cómo, casi de golpe, se puede llegar a la perfección.<br />

Nuestra pretensión cultural es tal, que al ser descubiertas las cuevas de Altamira<br />

fueron descartadas por eminentes arqueólogos, que simplemente no podían,<br />

es decir, no querían creer que sus primitivos, vistos como niños en aprendizaje,<br />

tuvieran el genio preciso para un arte inmejorable.<br />

Se discute sobre su autoría, sobre si los pintores eran chamanes o cazadores,<br />

sobre el objetivo, estético o mágico, o simplemente de aprendizaje. Las respuestas<br />

son variadas, ninguna cambia el hecho de una cultura que es, al menos en una de<br />

sus manifestaciones, perfecta hace casi veinte mil años. El hombre, es decir su<br />

cultura, nos asombra siempre, en parte por su locura destructiva, primordialmente<br />

por su capacidad de generar nuevas ideas y nuevos pensamientos.<br />

Cuando nos quejamos de nuestra brutalidad, y lo que parece ser un avance<br />

demasiado lento en lo que deberíamos ser, olvidamos, en primer lugar, que hace<br />

45


tiempo que se demostró que no descendemos de los ángeles, sino de los árboles,<br />

y, además, que las metas siempre se hacen más altas y más lejanas, y que las<br />

juzgamos por nuestros propios tiempos y por nuestras propias esperanzas.<br />

Recordaba que el arte es parte de toda cultura. Es también la interpretación del<br />

mundo que entrega un individuo a través de su obra, que nos permite redescubrir<br />

el mundo, no solamente en su forma exterior, sino en aquello que la forma muestra,<br />

y esconde. El arte no solamente nos representa, va más allá y nos entrega magia,<br />

al encantarnos, hechizándonos con la belleza, la pasión, o la reflexión acerca de<br />

lo que somos. Pero es esa calidad de encantamiento es la que debe hacernos<br />

reflexionar sobre el arte como manipulación, en que sus calidades de hechizo se<br />

transfieren al poder, temporal, o espiritual.<br />

El arte, visual o auditivo, música, escultura, pintura, poesía o danza, nos hace<br />

entender lo que somos y lo que queremos ser. Nos envuelve en su propia<br />

sacralidad, que nos conmueve y nos transporta. Es cultura en su más alta<br />

expresión, y, naturalmente, se convierte en parte de la magia, o la barrera de<br />

grupos. Pasa entonces a ser patrimonio de algunos, que lo atesoran, para sentir<br />

su superioridad, y lo utilizan en pompas y circunstancias para afirmar rituales de<br />

precedencia. Creemos en el grupo, la persona, o la divinidad, cuando en realidad<br />

estamos sucumbiendo al encantamiento de la cultura. Esta sirve para separarnos<br />

de los que están más alejados de nosotros ya que, ahora por posición social, son<br />

detentadores de la alta cultura.<br />

Pero ésta se encuentra al alcance de la mano, del libro, o de la computadora. La<br />

cultura real es siempre alta, y debemos alcanzarla, si queremos vivir plenamente<br />

nuestro mundo y nuestra historia. Está demostrado que para ello no hay fórmulas,<br />

pero el principio es fácil, aprender a descartar lo que es pasajero y ha sido impuesto<br />

artificialmente, y comenzar a buscar lo que está asentado en una realidad cultural<br />

milenaria y de riqueza infinita. Comenzamos por Altamira, cerremos con ellos. Los<br />

cazadores del paleolítico reconocieron el poder de la imagen y la crearon perfecta,<br />

nosotros podemos, con una técnica un poco más avanzada, y una historia algo<br />

más larga, exigir lo mismo, y no confundir cultura con intereses inmediatos.<br />

Es un pintor de gran peso, Mondrian, el que se refirió a la posible desaparición del<br />

arte, lo que significa, al mismo tiempo, la desaparición de la cultura en su sentido<br />

más alto. Para él, la realidad desplazará al arte, que no es más que un sustituto<br />

para un equilibrio que falta en el presente, “El arte desaparecerá cuando la vida<br />

adquiera mayor equilibrio”.<br />

46


La visión del arte como complemento, o como sustituto, reconoce una de las<br />

funciones del arte. Basta pensar en las artes audiovisuales, o en el poder de la<br />

música para saber de qué se trata. Pero no es concebible una sociedad en perfecto<br />

equilibrio, y quizás es así como se debe entender la afirmación de Mondrian. Más<br />

allá de eso, sin embargo, está el hecho de que el arte, sin el cual nuestra cultura es<br />

inconcebible, expresa mucho más que eso, comenzando por una relación entre el<br />

hombre y su entorno, entre el hombre y sus dolores, sus esperanzas, sus creencias<br />

y sus temores.<br />

Estamos tratando de entender el fenómeno de la cultura, y el cómo y el por qué<br />

de la alta cultura. ¿Qué hace que el hombre no esté satisfecho con su pertenencia<br />

a una cultura que es la que le da casa y sustento, seguridad (siempre relativa) y la<br />

compañía de otros que son como él<br />

Nos sumergimos a diario en una realidad que es en verdad no-realidad, viendo<br />

televisión, o cine, asistiendo al teatro, escuchando poesía y leyendo novelas,<br />

viendo exposiciones de arte y haciendo sonrientes esfuerzos por entrar en<br />

un mundo que, a decir verdad, es inventado. ¿Qué hace que nuestra propia<br />

existencia no sea suficiente, incluso si tenemos éxito en lo que hacemos, y que<br />

busquemos a través de experiencias, o de pensamientos ajenos, llenar nuestras<br />

vidas en formas que nos parecen más plenas Nuestra cultura responde a algo<br />

en nosotros, que nos exige ser más que nuestras limitaciones, quizás el impulso<br />

que nos llevó a levantar la vista y descubrir el cielo, y que nos hizo decorar<br />

nuestras cavernas y reproducir en ellas el mundo que nos rodeaba, o la necesidad<br />

imperiosa de salir de nosotros mismos y de extendernos hasta abarcar, primero<br />

nuestro entorno inmediato, luego el universo, que tuvimos que explicar a través<br />

de mitos primero, luego inventando la filosofía, y finalmente por la ciencia hasta<br />

donde quiera ésta pueda llevarnos.<br />

El poder del hombre está en su capacidad de aprender, no solamente de su propia<br />

experiencia, sino de las de los otros. Solamente en esta forma puede sentirse<br />

completo. El potencial del hombre es el de toda la humanidad y el de de toda su<br />

historia. El arte es el medio de unir al individuo con los demás, como expresión de<br />

su capacidad de recibir y entregar de la sociedad y de la naturaleza, y de entregar<br />

sus propias experiencias y visiones a los otros.<br />

En el arte nos identificamos con al artista, con su visión del mundo. La novela, y<br />

antes de eso, la epopeya, son reflejo y son interpretación de una realidad, no son la<br />

realidad misma. Son productos culturales, no son verdades absolutas, son mitos,<br />

47


no historia (aunque no se puede negar que la historia también juega a ser mito,<br />

cuando la realidad no basta para hacernos entender una verdad que le parece<br />

obvia al historiador).<br />

Nuestro lado dionisiaco se pierde en una identificación total con el héroe, con el que<br />

sufrimos y nos exaltamos, en un goce voyeurístico que linda con el masoquismo.<br />

Pero el arte contiene también el elemento apolíneo de satisfacción y de entretención<br />

que hace que el espectador no se identifique con el héroe pero tome distancia. En<br />

esta forma encontramos la absorción en una realidad ajena y al mismo tiempo<br />

la satisfacción de saber que estamos viviendo lo que no es cierto, y que por lo<br />

tanto podemos tomar distancia simplemente alejándonos de nuestros problemas<br />

de cada día. Es también lo que hace el artista; la inspiración debe ser canalizada<br />

para ser trasmitida en forma perfecta, hasta los arrebatos místicos se trasladan a<br />

palabras o música que deben ser comprendidas por el resto de la humanidad.<br />

48


14. La baja y la alta, del guitarrón al clavecín.<br />

Veíamos como la Alta Cultura y la Popular se confunden, siendo ambas modos<br />

de vida y de comprensión del mundo basadas en tradiciones entremezcladas.<br />

De la Plaza a Palacio hay menos diferencia de la que pretenden los cronistas de<br />

Vida Social, las genealogías olvidan descuidos y plenilunios y los que viven en los<br />

barrios altos suelen tener peores maneras que los que viven en la población. Así<br />

como es difícil definir cultura en general, es complicado marcar los límites de la<br />

Alta Cultura.<br />

Por una parte, está la moda, que determina que algunos grupos sean los que deciden<br />

lo que es Alta, y lo que se excluye. Estos grupos no son necesariamente los mejores<br />

calificados, pero suelen ser los que tienen el poder de decisión, eventualmente el<br />

control de los medios. Lo que no aceptan, simplemente desaparece. Aclarando<br />

que es una desaparición temporal, porque la elegancia de la cultura se impone por<br />

sobre los caprichos pasajeros. Para entender estas posiciones debemos recordar<br />

que la cultura es una manera de diferenciarnos; ya recordé que cuando los grupos<br />

dominantes ven que su cultura se extiende hacia abajo, la cambian, así como<br />

varían el vocabulario cuando éste es comprendido, y utilizado, por todos.<br />

La Alta varía también en la medida en que cambia el mundo de la creación, nuevas<br />

obras, nuevos estudios, hacen que comencemos a reconocer la importancia de<br />

culturas que habíamos pasado por alto. Para dar sólo dos ejemplos, el Gótico,<br />

reconocido como la voz del silencio más poderosa producida en una época en<br />

Europa, recibió su nombre como un insulto, porque lo gótico era lo bárbaro, y<br />

porque se creaba algo totalmente distinto. Llegaron los románticos, con su amor<br />

por la Edad Media y su rescate del arte popular, y lo gótico fue apreciado, estudiado<br />

y además imitado.<br />

Así como en los estilos, en los autores. Shakespeare pasó siglos de olvido, Góngora<br />

fue ridiculizado, en una época en que los que se consideraban, y seguramente<br />

eran, cultos, no querían reconocer el poder del barroco.<br />

Se hace difícil entonces discutir sobre el tema. Lo que no impide que nadie<br />

confunda la música seria con los productos comerciales en boga (o casi nadie que<br />

cuente), o el lenguaje culto con jergas de moda. En algún punto está la diferencia,<br />

y encontrarla importa, porque es la que nos abre las puertas del mundo profundo.<br />

Aquél en el que podemos encontrar sentido a lo que hacemos y a lo que no<br />

hacemos, al pasado y quizás al futuro. El mundo de la cultura que nos haga hace<br />

sentir y pensar, y que nos da la trascendencia que antes sólo ofrecían, no siempre<br />

con promesa cumplida, las religiones.<br />

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Creo razonable suponer que el que quiere ser culto está en un mal camino, o al<br />

menos en una mala semántica. Nadie se recibe de culto, en la forma en que Don<br />

Quijote de la Mancha se recibió de caballero velando las armas. La cultura llega<br />

como llegan el amor, o el desengaño, sin aviso y sin que el que la sufre sepa muy<br />

bien lo que sucedió, o cómo. Es, desde luego, conocimiento, pero ya veíamos es<br />

más que eso. Es actitud de pertenencia a determinado mundo, y comprensión de<br />

valores fundamentales. Es reconocer la importancia de la cultura de cada grupo,<br />

pero necesidad de ir más allá de sus propias fronteras.<br />

Para ser culto no se precisa hablar la culta latiniparla, pero es necesario saber a qué<br />

se refiere esa burla, no es necesario haber leído a César, o a Petronio, en el original,<br />

pero hay que saber relacionarlos. La cultura llega sola, sin que se la busque, y se<br />

manifiesta en lenguaje y actitud. Actitud de interés y de discriminación, que tiene<br />

claro lo importante y lo intrascendente, lenguaje preciso y rico, no solamente en el<br />

vocabulario, sino en el decir, en la forma de servirse de la voz y del gesto.<br />

El mundo académico es un buen punto de partida, para el que no buscó antes.<br />

Llegar a la Alta Cultura suena un tanto pretencioso y un poco idiota. Pese a ello es la<br />

forma de comunicación que se espera de un profesional de prestigio. Sobre todo,<br />

no puede ser un camino muy claramente trazado. Es, no una meta, sino un devenir,<br />

un esperar un mundo de mayor armonía, y de mayor elegancia, en el mejor sentido<br />

de la palabra. Podemos no saber definir la alta cultura, como no sabemos definir<br />

la belleza, o el amor. Pero nadie duda de ellos cuando los encuentra. Finalmente,<br />

es necesario tener presente que cultura es lo que queda cuando hemos olvidado<br />

todo lo aprendido.<br />

50


Dado que la cultura es una suma de quehaceres y de<br />

esperanzas del hombre como individuo, y del grupo, no debe<br />

sorprendernos el que su definición sea un tanto confusa. El<br />

mundo del hombre no es reducible a fórmulas matemáticas,<br />

afortunadamente. Las culturas varían, los estudios que se<br />

pretende hacer sobre ellas también lo hacen.<br />

Hace más de cincuenta años dos antropólogos, Kroeber y<br />

Kluckhohn publicaron una serie de definiciones de cultura.<br />

Eliminando las repeticiones, quedaron l64. Destilando<br />

éstas, las dividieron en seis grupos, de los que resumieron<br />

un amalgama, que afirmaba que la cultura son modelos,<br />

explícitos e implícitos, adquiridos y transmitidos por símbolos,<br />

que constituyen el patrimonio, o el logro, de grupos humanos,<br />

incluyendo su manifestación en artefactos. Esta definición es<br />

discutible, pero resume los puntos más comunes en nuestra<br />

visión de la cultura.

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