Algunas notas sobre la piratería en «La Dragontea» de Lope de Vega

Algunas notas sobre la piratería en La
Dragontea de Lope de Vega
María Luisa García Rodrigo
Universidad de Mesina
Lope publica La Dragontea en 1598, poco tiempo después de la muerte de Francis
Drake y último año del virreinato de Don García Hurtado de Mendoza en Perú. Su
irregular valor literario, que autores como Góngora y Cervantes se apresuraron a
resaltar 1 , y las críticas de algunos notables de la época que acusaron al autor de
imprecisión en la narración de los hechos acaecidos, han contribuido, sin duda, al poco
interés que dicho poema ha suscitado entre los estudiosos de la ingente obra de Lope.
Según Vossler «la hinchazón de estilo y el abuso de la alegoría malogran la impresión
del poema» 2 .
En este trabajo hemos considerado el argumento principal de la obra del Fénix, la
piratería y, desde este punto de vista, apreciamos la aparición de nuevos escenarios, la
riqueza y el conocimiento del léxico marinero que el poeta domina plenamente, así como
el realismo con el que describe muchas de las escenas por él magistralmente cantadas.
Igualmente, queremos resaltar algunos hechos que el autor elabora o cambia a partir de
sucesos que acontecieron realmente, y que pueden por lo tanto tener cierto valor
histórico, aunque éstos no coincidan rigurosamente con los datos oficiales.
La Dragontea, presentada por Lope como una cruzada contra el inglés luterano, cuenta
las correrías corsarias y las empresas navales de Francis Drake y su derrota infligida por
los españoles. El poema está escrito en octavas y se divide en diez cantos. La primera
edición se hace en 1598 en Valencia, ya que Don Antonio de Herrera, Cronista Mayor de
la India, impide su edición en Madrid. Y él mismo, cuando Lope quiere hacer una nueva
1 Conocidos son los versos de Góngora: «Para ruido de tan grande trueno / es relámpago chico; no
me ciega; / soberbias velas alza; mal navega; / potro es gallardo; pero va sin freno». Y los de Cervantes:
«También me borrarás la Dragonte / y un librillo que llaman del Arca / con todo el comediaje y Epita / y por
ser mora quemarás la Ange».
2 K. Vossler, Lope de Vega y su tiempo, Madrid, Rev. de Occidente, 1933, p. 551.
Stuilia Áurea. Actas del 111 Congreso de la AISO, I, Toulouse-Pamplona, 1996
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reimpresión, se dirige al rey Felipe III en estos términos: «quenta aquel suceso muy
contrario a la verdad [...] provea lo que fuere de justicia» 3 . Sin embargo, Lope de Vega,
en la dedicatoria de su poema al rey, afirma la veracidad de los hechos narrados: «Dos
cosas me han obligado a escribir este libro, no cubriese el olvido tan importante
victoria, y la segunda que descubriese el desengaño lo que ignoraba el vulgo». En contra
del Fénix se manifiesta también Francisco Caro de Torres, amigo de Don Alonso de
Sotomayor, que había participado junto a este último en la campaña de Panamá. Él hace
una relación en 1620, en la cual escribe «lo que vio y pasó por sus manos y lo demás
sacándolo de los papeles originales que se han visto en el Consejo Real de las Indias, y
están refrendados del secretario Pedro de Ledesma» 4 . Rebatiendo a Lope dice en el
prólogo: «y porque desta jornada escribió Lope de Vega un libro que intituló La
Dragontea que anda entre sus obras, movido por la primera información, el cual atribuyó
la gloria del suceso a quien no le tocaba, quitándola a quien de derecho se le debe, como
el Capitán General» 5 .
Sin embargo, Don Francisco de Borja, amigo de Lope, declara que ha sido la
Relación de la Real Audiencia de Panamá la que ha servido de fuente al poema. Como
podemos apreciar, la aparición de La Dragontea suscitó bastantes críticas. Lope, al no
ajustarse exactamente a la versión oficial, se hace eco de la discrepancia de opinión que
existió entre los altos mandos que dirigieron la campaña para la defensa de la región
frente a los ataques de F. Drake. Las autoridades de Tierra Firme no quisieron reconocer
el nombramiento, hecho por el Virrey del Perú, de Don Alonso de Sotomayor como
Capitán General. Todo esto originó al final de la contienda las diferentes versiones sobre
la atribución de quién merecía o no la gloria y el honor de esta victoria. Caro de Torres
dice que «Lope da el nombre de Capitán General a Don Diego Xuárez de Amaya, alcalde
mayor de Nombre de Dios, que se había retirado al fuerte de Juan Enríquez sin haber
fortificado ninguno de los fuertes que Don Alonso le había señalado, y no es justo darle
este título» 6 . La realidad es que Don Alonso de Sotomayor no llegó nunca a enfrentarse
cuerpo a cuerpo con el enemigo, y Lope no podía crear un héroe con dicho personaje.
El autor divide La Dragontea en dos partes. La primera se desarrolla en un sueño que
tiene el pirata en Inglaterra, en el cual, mediante un flash-back, se relata el comienzo de
su carrera corsaria por el Caribe junto con John Hawkins; la segunda parte se centra,
sobre todo, en el último viaje del Drake y en la derrota infligida por los españoles en la
campaña de Panamá, donde el pirata encontrará la muerte.
Para entender si Lope es fiel o no a los hechos históricos, nos servimos de la
definición que Stephen Gilman da del concepto de historia que tiene el poeta. «La
historia reside para Lope en una intuición oral directa de la conciencia de "sus españoles"
muertos y redivivos. Se trata de un juego, un juego literario verbal, a veces de una gran
3
Ismael García S., «La Dragontea. Justificación y visicitudes», Actas del I Congreso Internacional
sobre Lope de Vega, Madrid, Edi 6, 1981, p. 598
4
F. Caro de Torres, Relación de los servicios que hizo a su magestad el rey Don Felipe II y III, don
Alonso de Sotomayor, Madrid 1620.
5 Ibidem, prólogo.
6 Ibidem.
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delicadeza y refinamiento, a veces grotesco » 7 . Éste, como dice Gilman, es el secreto de
la relación de Lope con la historia, «Él siente que tiene perfecto derecho de manipular o
inventar el pasado según su intuición del momento y las necesidades artísticas» 8 . Desde
este punto de vista, podríamos explicar cómodamente los pasajes del poema más
discutibles, es decir, unos hechos legendarios atribuidos a F. Drake y que habían
contribuido a crear una leyenda, y unas anécdotas que seguramente pasaban de boca en
boca en los viajes y en las campañas navales. El autor se sirve de ellos para recrear el
mito y enriquecer el poema, hayan o no hayan ocurrido. Sobre el carácter del pirata y de
sus burlas hacia los españoles nos hablan estos versos:
aquellos tus donaires celebrados,
cuando al maestre y del navio ministro
pediste de la plata el gran registro. (Cant. I, oct. 59)
firmaste de tu nombre las partidas,
como si el dueño de la plata fueras.
Hasta las letras hoy están corridas
de que esta burla a su registro hicieras;
volviste el libro que fue en tanto estrago
para el dueño gentil recibo y pago. 9 (Cant. I, oct. 60)
Este episodio que refiere Lope en estos versos ocurrió realmente, pero por
documentos de la época sabemos que no fue F. Drake sino el corsario Cavendish quien
firmó la carta de pago y satisfacción en el registro de la Santa Ana 10 . El autor modifica y
utiliza estos datos verdaderos con desenvoltura para enriquecer la leyenda de su personaje.
Otro paso, quizá poco verosímil, es el, en el Canto III, del marinero mal herido que
sigue luchando heroicamente. El Fénix utiliza este personaje tipo para evidenciar el valor
de los soldados españoles; el poeta, seguramente, ha sido testigo cuando era soldado de
situaciones iguales o parecidas a las que narra.
Veréis un artillero que zallando
una disforme y gruesa culebrina,
otra al soslayo del contrario bando
el vientre con furor desintestina.
Y que las tripas en un lienzo atado
la misma pieza a la venganza inclina. (Cant. III, oct. 24)
Llama la atención, también, la precisión con que Lope describe los preparativos de
los barcos antes de zarpar, las batallas navales, los naufragios y todo lo relacionado con
7
S. Gilman, «Lope, dramaturgo de la historia», en Actas del I Congreso Internacinal sobre Lope de
Vega, Madrid, Edi 6, 1981, pp. 19-26.
8
Ibidem, p. 22.
9
Se cita de L. de Vega, Obras escogidas, t. II, Madrid, Aguilar, 1961.
111
La Dragontea, Doc. n. 20, Nota, Burgos, Museo Naval, 1935, pp. 65-66.
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la vida del mar. La riqueza del lenguaje técnico que utiliza demuestra su gran experiencia
marinera, apreciable en los siguientes versos:
Húndese el puerto de contento y grita,
éste calafatea, aquél enjarcia,
cuál lastra, carga, sube, pone y quita
la vela nueva o la defensa Marcia.
Éste el bizcocho, el agua solicita,
repara el árbol o la rota jarcia,
aquél salada carne guarda en partes
para el viernes, mejor que para el martes. (Cant. II, oct. 30)
Grita el piloto: «¡Arriba, arriba, cierra!
¡Lanza el leme a la banda!» mas ya loca,
indómita la nave en todo yerra, (Cant. III, oct. 58)
Durante el siglo XVI, la guerra del corso entre Inglaterra, Holanda y España tuvo dos
escenarios: el Atlántico europeo y la Carrera de Indias. Es esta última la que sirve de
marco a La Dragontea. No hay que olvidar que se están sentando las bases de lo que será
posteriormente el imperio marítimo inglés, y que la piratería es un instrumento del que
se sirven todos los gobiernos. Los conflictos, por tanto, tuvieron una razón económica,
aunque se trate de ocultarlo con una capa religiosa y patriótica. Estos factores harán las
luchas más brutales y sangrientas, como apreciamos muy bien en el poema 11 . Lope pone
en evidencia estas situaciones con descripciones de gran realismo que hacen pensar en su
pasado militar y, sobre todo, en la experiencia de las campañas navales en las que tomó
parte.
Después del fracaso del ataque inglés a la Coruña y Lisboa en 1589, la estrategia
naval de la corona inglesa cambia. Los piratas y corsarios, respaldados por gobiernos y
empresarios europeos, atacan puertos clave del Caribe y el istmo de Panamá, así como
los convoyes españoles que regresaban a la península escoltados por galeones. Es el
corsario Francis Drake, junto con John Hawkins, el protagonista indiscutible de estas
luchas oceánicas durante el reinado de Felipe II. Famoso por su pericia en el asalto de las
caravanas españolas en el istmo de Panamá, fue también el primer inglés que dio la
vuelta al mundo, hazaña ésta que le valió el título de caballero concedido por la reina
Isabel I de Inglaterra.
Todos estos episodios están amalgamados en los primeros cantos de La Dragontea.
Con unos versos pomposos y altisonantes, Lope crea un héroe católico, Don Diego
Suárez Amaya, «nuevo argonauta / que con su esfuerzo y brazo belicoso» detuvo al
inglés. Su antagonista es F. Drake, al que el autor llama siempre Dragón, convirtiéndolo
en un monstruo de leyenda, en una quimera. El Fénix hace una elección perfecta, juega
11 Sobre la guerra del Corso entre Inglaterra y España vid. entre otros: M. Tuñón de Lara, Historia de
España, Barcelona, Labor, t. VI, 1983; C. Gómez Centurión, Felipe II. La empresa de Inglaterra y el
comercio septentrional, Madrid, ed. Naval, 1988; J. A. Maravall, Estudio de historia del pensamiento
español, t. III, Madrid, Cultura Hispánica, 1984; F. Gosse, Los piratas del Oeste. Los piratas del Oriente,
Madrid, Espasa Calpe, 1970.
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con el nombre y las características de este animal para explicar la personalidad del pirata;
se sirve de la ambivalencia simbólica del dragón, maléfica/benéfica, representante del
demonio en el mundo occidental cristiano, y protector en la Grecia Antigua y en las
culturas orientales. Esta dicotomía la evidencia el poeta en algunos versos:
Los griegos, que en sus puertas componían
mejor que de sus armas generosas
con la cabeza del dragón, decían
que eran por ellas casas venturosas. (Cant. I, oct. 70)
Lope quiere subrayar seguramente esta dualidad en el carácter del Drake, pues algunas
personas que conocieron al pirata hablaban en sus declaraciones del buen trato que daba a
sus hombres, incluso a los prisioneros, y de la generosidad de su carácter, opiniones que
el autor seguramente conoce 12 .
Para cantar el pasado glorioso de F. Drake el autor crea un plano irreal: presenta al
pirata entrado ya en años y dormido tranquilamente debajo de un árbol a la orilla del río.
En este plácido sueño de clara referencia simbólica, aparece la Codicia que le recordará
todas sus correrías corsarias y la gran hazaña de circunnavegación del globo. Lope se vale
de esta figura alegórica y de la irrealidad del sueño para ensalzar al pirata del que,
seguramente, admira el espíritu aventurero y el valor, sin que se pueda poner en duda su
fidelidad al soberano y su patriotismo. Igualmente, al enfrentar este personaje con Don
Diego Suárez, que consigue derrotarlo, engrandece la figura del héroe español.
En los cantos siguientes, el poema se va enriqueciendo con historias paralelas en las
cuales Lope manifiesta toda su imaginación, como la desastrosa aventura de Ricardo
Aquines, que sale del puerto de Plemúa con patente de corso para vengarse de la derrota
sufrida por su padre, John Hawkins, en San Juan de Lúa. La carrera de este corsario había
comenzado en el Caribe junto a su padre y a F. Drake. Lope narra en La Dragontea las
tribulaciones de Ricardo por el Estrecho de Magallanes, donde pierde algunos de sus
barcos a causa de las grandes tormentas, así como su viaje por la costa atlántica
saqueando ciudades sin protección hasta que Don Beltrán de Castro lo apresa en la bahía
de Atacama. El autor cuenta su captura en estos versos:
Don Beltrán le acomete y a su lado
se pone el navichuelo vizcaíno. (Cant. III, oct. 20)
Derríbale el trinquete de un balazo
que tantos recibió que en breve espacio
pensó cubrirle de una y otra ola. (Cant. III, oct. 21)
El episodio de Ricardo Aquines y el del naufragio de Don Francisco Coloma en el
Canto III le sirven al poeta para dejar el plano del sueño y situarse en el tiempo real, es
decir, el tiempo de los hechos que quiere narrar, el último viaje del Dragón a las Indias.
El realismo con el que cuenta el desastre del barco de Don Francisco es impresionante:
Dragontea, op. cit. Doc. n. 15, pp. 51-59.
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Atruena el cielo, el voncinglero vira (Cant. III, oct. 60)
Cuál se confiesa aprisa, cuál se abraza
con el amigo, cuál la imagen besa,
cuál mira si ha de haber alguna traza
para escaparse en caja o tabla gruesa.
Ya no hay ¡bota a estribor, larga, ni caza!
Ya del reloj el armonía cesa,
Ya la luz se les muere, va se apaga,
y abriendo el mar la boca se la traga. (Cant. III, oct. 72)
A partir de este Canto III, el Fénix cuenta con todo lujo de detalles la salida de
F. Drake de Inglaterra con intención de capturar en Puerto Rico la nave de Sancho
Pardo, que llevaba un millón y medio en plata. La Reina de Inglaterra divide el mando de
la Flota entre los admirantes Hawkins y Drake. Las desavenencias entre ambos son
grandes, según Christopher Lloyd 13 . Los problemas del corsario empiezan ya en
Canarias, al perder parte de sus hombres cuando, en tierra, se aprovisionan de agua.
Mientras tanto, los españoles bajo el mando de Don Pedro Tello, advertidos por los
correos españoles de las intenciones del pirata, organizan la defensa de dicha ciudad:
El general previene y fortifica
con el gobernador lo necesario
y contra aquel Dragón defensa aplica. (Cant. IV, oct. 26)
Cuando al anochecer se aproxima la Flota inglesa a la bahía y Drake acomete con
«veinte lanchas y mil ingleses», estalla un violento bombardeo. Los versos de Lope
hablan de la ferocidad de esta batalla:
Rompe el techo láminas y plancha
de acero grabado los mosquetes:
vuelan los tiros cuerpos de las lanchas
más altos que en las gavias los grumetes.
Siémbrase de la mar las ondas anchas
de plumas y sangrientos coseletes,
y llevándose los aires cristalinos
brazos, cabezas, piernas e intestinos. (Cant. IV, oct. 39)
Con todo lujo de detalles, Lope, a lo largo del poema, con una técnica que hoy
llamaríamos cinematográfica, da buenos ejemplos de los métodos de lucha de estos
piratas: las apariciones relámpago en las costas con el asalto de ciudades para robar y
saquear eran acciones bastante frecuentes. No le falta tampoco al autor cierto sentido
irónico en alguno de los versos, como al contar el episodio del artillero que dispara desde
el puerto al general inglés que estaba cenando, guiado por la luz de la vela del camarote.
C. Lloyd, Drake corsario y almirante, Madrid, Cultura Clásica Moderna, 1958.
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El episodio se refiere a la granada que destrozó el camarote de Drake y donde murió su
gran amigo Bruto Brown:
la mesa, los manjares, los criados,
el dueño y todo junto fue al infierno,
donde no les faltaron convidados. (Cant. IV, oct. 42)
a cuál entre las manos y la boca,
le trincha la comida y la cabeza. (Cant. IV, oct. 43)
En los Cantos V,VI,VII y VIII, el poeta hace un elogio del comportamiento heroico
de los españoles, principalmente de Don Diego Suárez protagonista indiscutible, para el
autor, por la valentía con que, con un puñado de hombres, defiende la Loma de Capira
del ataque de mil ingleses al mando de Don Tomás Basbile. Lope narra el asalto con
estos versos:
De las ocho a las once los britanos
tres veces asaltaron la trinchea,
donde don Diego, con la lengua y manos,
aquí la gente anima, allí pelea.
Entre los enemigos inhumanos
tiene el acero en sangre, el brazo emplea,
y con esfuerzos y militares modos,
discurre, esfuerza, acude en todo a todos. (Cant.VIII, oct. 31)
El autor no sólo pretende ensalzar la lucha y resistencia de los españoles ante el
enemigo inglés, sino también subrayar el valor que demostraron los mismos pobladores
de la región sin mirar clase social o color. La visión realista que da de estas luchas en el
Nuevo Mundo pone en evidencia la crueldad de los corsarios en los asaltos a las ciudades,
donde masacraban a sus pobladores y violaban a las mujeres, prácticas, seguramente,
bastante habituales en estas escaramuzas, pero que, quizás, pocos se atreven a describir
en una obra poética:
Éste la desnudó lo que le había
la piedad del primero concedido,
de suerte que la triste parecía
la compañera del primer marido.
Volviendo el sacristán como solía,
halló del templo el velo dividido,
robados los altares de su pecho,
y la pila del agua sin provecho. (Cant. VI, oct. 81)
Lope crea también un héroe popular, el arriero Francisco Cano que, brutalmente
torturado, está dispuesto a morir antes de indicar a los ingleses el paso para llegar a
Panamá. El poeta inmortaliza en estos versos su valor y su espíritu de sacrificio:
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Atan al viejo noble, y en el cuello
ponen la cuerda, y tuercen el garrote
y aunque los ve coléricos torcello,
no hay cosa que le mueva y alborote.
«Confiesa», dice asiéndole el cabello,
y el viejo, haciendo al cielo sacerdote,
sus culpas y pecados le decía,
pero no las veredas que sabía. (Cant. VII, oct. 20)
El poeta no olvida a ninguno de los componentes de esta epopeya americana,
cimarrones y mulatos contribuyen a la victoria española. El Fénix subraya el valor y
heroísmo de estos nuevos grupos sociales que formaban la población de las ciudades que
van surgiendo en América. Como explica Vossler, «para los españoles contemporáneos
de Lope, era natural qué todos contribuyesen a la glorificación de la España católica» 14 .
En el Canto VI, el autor describe a los negros Don Luis de Mozambique y a Ialonga con
estos versos:
Era don Luis etíope atezado,
doblado en cuerpo, en ánimo sencillo,
la barba hasta los pechos prolongado, (Cant. VI, oct. 16)
Ialonga estaba entre ellos, como digo,
moreno Cipíón sobre Cartago
hombre de quien un hecho heroico estimo. (Cant. VI, oct. 19)
Éste, de la ciudad fue carnicero,
y ansí enseñado a derribar las reses,
aquí con plomo, allí con el acero,
mataba desde el monte los ingleses. (Cant. VI, oct. 20)
Lope de Vega termina La Dragontea con el motín de los hombres del Drake y con la
muerte de éste por envenenamiento, final bastante creíble en una historia de piratas. Los
versos, de gran tensión dramática, hablan de un hombre enfermo y acabado que desconfía
de todos y al que sus propios marineros odian por su obstinación en seguir con el asalto
a Panamá aunque la situación de la tripulación sea desesperada por la falta de provisiones
y las enfermedades sufridas en este viaje:
Aquí nos dan el áspero vinagre
el carcomido y mísero bizcocho. (Cant. X, oct. 5)
Él come la gallina y la ternera
que engorda el mar, y que la tierra escota,
y bebe vino que el sentido altera. (Cant. X, oct. 6)
K. Vossler, op. cit., p. 255.
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Los marineros deciden envenenarlo, pero el Drake tiene sospechas: «hace primero
prueba en cuerpo ajeno / una hora guarda y más, aunque se pruebe / y con aquesta salva
come y bebe», por lo que sus hombres ponen el veneno en una medicina. Lope narra el
terrible fin del pirata en estos versos dramáticos:
Algo debió de ver tras estas cosas,
que dijo en voz ya trémula y turbada:
«Ya voy, ya voy, ¡Oh sombras espantosas!»
y con ella quedó la lengua helada.
Paráronse las niñas temerosas,
y la cárdena boca traspillada,
a que la etema del infierno ocupe
el alma pertinaz del pecho escupe. (Cant. X, oct. 16)
La Dragontea, vista como historia de piratas, llama la atención sobre este fenómeno
que se desarrolla, principalmente, a partir del siglo XVI en el Caribe. La práctica secular
de dicho oficio por vikingos y normandos se había desarrollado en el Mediterráneo.
Referencias literarias sobre la piratería que tienen como marco este mar las encontramos
ya en la Odisea. A Ulises, su protagonista, lo podemos considerar el paradigma de los
antiguos corsarios; él y sus compañeros asaltan y saquean pueblos de la ribera
mediterránea para conseguir dinero y comida. Sus aventuras, bien conocidas por todos,
hablan de su habilidad para el engaño, el gusto por la lucha y su pericia marinera. De
hecho, Lope compara al Dragón con el héroe griego en diferentes pasajes del poema.
La piratería es un tema que, sin duda, interesa al autor de La Dragontea. Lope en su
dedicatoria al Capitán Alonso de Contreras de la tragicomedia El Rey sin reino, da una
visión bastante amplia de las correrías de dicho capitán por el Mediterráneo, y alude a
muchas de sus islas como refugio de piratas. También en el Canto I de La Dragontea
nombra varias islas de ese mar: Astrangol, Finicu, Poncia, Linosa, Sabiñana y
Lampadosa.
Este tema literario ha interesado a lo largo de los siglos a muchos autores. Nosotros
queremos pensar que uno de los valores de esta obra de Lope de Vega Carpió sea una
contribución temprana a la literatura sobre piratas, considerándole entre los precursores
de este gusto literario que tiene como escenario principal el Caribe. Piratas como Drake,
Morgan y el noble francés Grammont, entre otros, y la famosa isla de Tortuga 15 entrarán
a formar parte del imaginario colectivo gracias al desarrollo que tuvo este tema en el
Romanticismo, cuando autores como Byron, W. Scott, Espronceda y, sobre todo,
Stevenson, con su obra La isla del Tesoro, conseguirán popularizar las aventuras de
muchos de estos personajes históricos.
F. Gosse, Los piratas del Oeste. Los piratas del Oriente, Madrid, Espasa Calpe, 1970.
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