PENSAMIENTOSMARCO AURELIO69. La perfección de las costumbres consiste en obrar cada día como si debieraser el último, es decir, sin agitación, sin abandono y sin hipocresía.70. Los dioses, que son inmortales, no se indignan por tener que soportar sindescanso y durante tantos siglos a los hombres tal cual son y a tan gran número demalvados como hay. Aún más: los rodean de toda clase de cuidados. Y tú, que tan cortavida tienes, te sublevas a pesar de ser uno de tantos malvados.71. Es verdaderamente extraordinario que no te sustraigas a tu propia malignidad,pudiendo, y que trates de sustraerte a la malignidad de los demás, siendo una cosaimposible.72. Lo que el alma, potencia razonable y social, encuentra extraño a lainteligencia y al interés de la sociedad, está, con justa razón, muy por encima de sucometido.73. Cuando practicas el bien y alguien ha aprovechado tu buena obra, ¿quieresmás? ¿Quizás esperas otra cosa, como los insensatos: la reputación de hombrebienhechor o un testimonio de reconocimiento?74. No hay quien se canse de recibir favores. Luego si hacer un favor es llevar acabo un acto conforme a la Naturaleza, trata de favorecerte a ti mismo al favorecer a losdemás.75. La naturaleza del universo ha obedecido a su propio movimiento al crear elmundo. Por consiguiente, todo lo que sucede ahora es una consecuencia necesaria desus primeras voluntades pues, de lo contrario, el dueño soberano del mundo hubieracolocado en él, sin reflexión y a la ventura, hasta las criaturas que figuran en el primerorden y por las cuales vela tan particularmente. Este pensamiento te tranquilizará enmuchas ocasiones, si procuras tenerlo presente.Cortesía de <strong>Nueva</strong> AcrópolisPágina 52 de 90www.nueva-acropolis.es
PENSAMIENTOSMARCO AURELIOLIBRO VIII1. He aquí una reflexión que puede ayudarte también a desterrar la vanidad: sihas practicado las máximas de la filosofía toda tu vida o, por lo menos, desde tujuventud primera, hacerlo no ha sido mérito tuyo, pues muchas personas saben, y túmismo también, que has estado muy lejos de ello. Hete aquí, pues, confundido; desdeahora en adelante ya no te será fácil adquirir el honroso título de filósofo: tu situaciónmisma te lo impide. Luego si juzgas bien el estado de las cosas, no te preocupes más dela reputación que hubieras podido dejar después de la muerte y conténtate con pasar elresto de tus días tal como tu naturaleza sea.Que tu reflexión te lleve a conocer los deberes que el espíritu te impone y quepor ningún pretexto te apartes de este estudio. Has querido buscar la felicidad en estavida, y ¿por cuántos caminos no te has extraviado? En los sofistas de las escuelas, en lasriquezas, en la gloria, en los placeres, en ninguna parte has podido encontrarla. ¿Dóndeestá, pues? En la práctica de las acciones que la naturaleza del hombre exige. ¿Y elmedio de practicarlas? Ateniéndose siempre a los principios que son el origen denuestros deseos y de nuestras acciones. Pero, ¿cuáles son estos principios? Los queengendran los verdaderos bienes y los verdaderos males, es decir, los que nos hacendiscernir que solo es bueno en el hombre lo que le hace justo, moderado, valeroso, libre;y que solo es malo lo que produce en él el efecto contrario a estas bellas cualidades.2. Antes de llevar a cabo cualquier acto, pregúntate: ¿para qué me servirá? ¿Mearrepentiré? Dentro de poco ya no existiré, todo habrá desaparecido para mí. ¿Quépuedo esperar más, si mi acto presente es digno de un ser inteligente, sociable ysometido a la misma ley de Dios?3. ¿Quiénes son Alejandro, Cayo, César y Pompeyo en comparación a Diógenes,Heráclito y Sócrates? En efecto; estos penetraban las cosas a fondo, en sus principios yen su sustancia, y por nada se trastornaba el equilibrio de su alma. Por el contrario, losprimeros, ¡cuántos cuidados, qué esclavitud!4. No, no dejarás de hacer lo mismo, aunque te costara la vida el hacerlo.5. Desde luego, no te preocupes, porque todo acaece según las leyes de lanaturaleza universal. Tu misma persona, antes de lo que te figuras, se habrá desvanecidocomo la de Adriano, como la de Augusto. Después, mira detenidamente, examina conmucho cuidado el objeto que te llama la atención y acuérdate al mismo tiempo de que espreciso que seas hombre de bien. Aquello que la naturaleza del hombre te exige puedeshacerlo sin titubear. Di lo que tú creas más justo, pero siempre con dulzura, modestamentey sin disimulo.6. La misión de la naturaleza del universo es la de trasladar allá lo que está aquí,de cambiarlo de estado y, en fin, de volverlo a quitar de este sitio para llevarlo a otro.Cortesía de <strong>Nueva</strong> AcrópolisPágina 53 de 90www.nueva-acropolis.es