Texto 3. Sören Kierkegaard Los estudios clásicos del ...
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sentimiento que mueva al hombre a dar el salto. En O lo uno o lo otro,<strong>Kierkegaard</strong> habla de la melancolía como estado de ánimo fundamental,utilizando la terminología heideggeriana, que abre al hombre la posibilidad<strong>del</strong> salto a la esfera ética. En cambio, más a<strong>del</strong>ante señalará como estado talla ironía. Y, sin embargo, ambas formas pueden ser entendidas como formasderivadas de la desesperación. En La Enfermedad Mortal, <strong>Kierkegaard</strong> analizala forma de desesperación propia de la inmediatez, con lo que, sin hacerreferencia alguna a sus textos anteriores, aparece una vinculación entre laesfera estética y la desesperación. Así, dice <strong>Kierkegaard</strong> en la obra citada queen el dominio de la inmediatez “no se da ninguna conciencia infinita en tornoal yo, o acerca de lo que sea la desesperación, ni tampoco acerca <strong>del</strong> estadode desesperación en que uno está. La desesperación es aquí un mero sufrir,un sufrir bajo las presiones de lo externo, sin que nunca proceda <strong>del</strong> interiorcomo una verdadera actividad”.Al ser la esfera de la inmediatez aquella en la que la reflexión está ausente,aquella dominada por la exterioridad, la causa que lleva a la desesperación nopuede salir <strong>del</strong> interior <strong>del</strong> hombre, sino que le sobreviene desde el exterior.Por ello afirma <strong>Kierkegaard</strong> que la desesperación propia de la esfera estéticaes una desesperación pasiva. Es la desesperación propia <strong>del</strong> que no quiere sersí mismo, <strong>del</strong> que vive de espaldas a la realidad radical de su existencia,ignorándola.La desesperación <strong>del</strong> no querer ser sí mismo, característica <strong>del</strong> primer estadiode la existencia es superada por el salto a la esfera ética. En esta esfera seabandona el placer en favor <strong>del</strong> deber. Ésta es la esfera de la acción, y, conello, gana el hombre para sí cierto grado de reflexión. Dado que la acciónimplica elección, el hombre que se encuentra habitando en la esfera ética haconseguido llegar a vislumbrar el yo que él mismo es como algo diferenciado<strong>del</strong> mundo circundante en el que él es, aunque aún no llega a la comprensióntotal de su sí mismo, pues esta comprensión <strong>del</strong> yo necesita de una capacidadde reflexión interna que el hombre en este segundo estadio de la existenciano ha conquistado todavía. Ahora bien, la comprensión <strong>del</strong> yo que adquiere elhombre en la esfera ética, al liberarse de la exterioridad, permite, desde laconquista <strong>del</strong> yo, vislumbrar lo eterno dentro <strong>del</strong> hombre. Sin embargo, el yode la esfera ética es un yo despersonalizado, un yo que se encuentra caído enla masa, que ha perdido su individualidad. Por ello, aunque tenga una ciertaconciencia de la eternidad, no comprende su sí mismo, o, dicho de otraforma, al hombre de la esfera ética se le escapa constantemente lacomprensión <strong>del</strong> hombre como síntesis de finitud e infinitud.La esfera ética, cuya característica es la acción, es abandonada, sin embargo,por una acción negativa, esto es, el arrepentimiento. Este sentimiento es elque mueve a dar el salto. Pero, en cuanto tal, también es, para <strong>Kierkegaard</strong>
una forma de desesperación, pues el hombre arrepentido es aquél que se haceconsciente de sus pecados. Y, con ello, llega el sufrimiento. Ahora bien, estesufrimiento que brota de la conciencia <strong>del</strong> pecado es posibilitado por lacomprensión previa de un ser eterno, esto es, la comprensión de la existenciade Dios. De ahí que desde esta esfera se posibilite el último salto, el salto a lafe, esto es, al último estadio de la existencia, la esfera religiosa. Ladesesperación propia de la esfera ética es la de aquél que quieredesesperadamente ser sí mismo. Este modo de desesperación es posiblegracias a la conciencia de lo eterno, que abre las puertas a la comprensión <strong>del</strong>a conciencia <strong>del</strong> yo infinito. Pero “la desesperación que constituye el tránsitohacia la fe es también la desesperación a expensas de lo eterno”, pues eldesesperado de la esfera ética quiere ser sí mismo a toda costa. De ahí lanecesidad de una tercera esfera, la de la fe, pues la desesperación auténtica,por decirlo así, necesita la concreción <strong>del</strong> hombre como ser finito, lacomprensión de la subjetividad como temporal, pero, en cuanto tal, unida alo eterno, a la infinitud. Por ello afirma <strong>Kierkegaard</strong> que el yo de la esferaética es la mayor abstracción dentro de las posibilidades de comprensión <strong>del</strong>yo, es decir, no es un yo concreto, pues se ha negado a sí mismo la capacidadpara perderse o para ganarse, no ha asumido la libertad como constitutiva <strong>del</strong>a existencia, y, por lo tanto, no ha pasado por el estado de ánimofundamental que conduce a la comprensión <strong>del</strong> yo concreto en su vinculaciónesencial con lo infinito, con Dios, es decir, le falta al hombre de la esferaética la experiencia de la angustia.<strong>3.</strong>- <strong>Kierkegaard</strong> en Heidegger.Hasta ahora nos hemos acercado al pensamiento de Heidegger y de<strong>Kierkegaard</strong> analizando aspectos determinados de su obra que nos permitieranconcretar la presencia <strong>del</strong> filósofo danés en el pensador alemán. Hemos dichoal principio de este texto que la influencia más evidente de <strong>Kierkegaard</strong> en lasfilosofías de la existencia contemporáneas se observa en lo que Heideggerdenomina modo de ser propio de la existencia, y, sin embargo, en lo que siguevamos a intentar mostrar cómo la presencia <strong>del</strong> primero en el segundo puedeverse también en la impropiedad.Para Heidegger, el modo inmediato de ser en el mundo <strong>del</strong> Dasein es laimpropiedad. Hemos dicho que en la impropiedad el ser ahí se deja gobernarpor el uno [Man], de modo que inmediata y regularmente el Dasein no es símismo, sino que se encuentra en la forma <strong>del</strong> “uno mismo”. Pero laimpropiedad solamente es posible sobre la base de la propiedad, por lo que,aun en este estado de renuncia, el ser ahí sigue determinado por la estructura
fundamental <strong>del</strong> ser ahí, esto es, el ser en el mundo, y, en cuanto tal, lacotidianidad de la existencia debe poseer su estructura existenciaria. <strong>Los</strong>modos <strong>del</strong> ahí cotidiano, señalados ya en el primer punto, son habladurías[Gerede], avidez de novedades [Neugier] y ambigüedad [Zweideutigkeit],conformando estos tres existenciarios <strong>del</strong> ahí la caída <strong>del</strong> Dasein.De esta forma, podemos ver cómo el planteamiento heideggeriano en ciertaforma mantiene aún la comprensión kierkegaardiana de la existenciaimpropia, guardando los caracteres que conforman los estadios estético yético. La búsqueda <strong>del</strong> placer y el goce estético propio <strong>del</strong> primer estadio <strong>del</strong>a existencia humana se ve reflejada en una avidez de novedades que buscaconstantemente lo nuevo, sin detenerse en nada, dándolo todo por sabido,con la firme convicción de que ya nada le queda por comprender, pues el unosabe todo, uno comprende todo, a uno nada le supone ninguna novedad. Deahí que el instante <strong>del</strong> goce en <strong>Kierkegaard</strong> se convierta en Heidegger en este“no detenerse” que caracteriza a la avidez de novedades. Por su parte, lashabladurías, cuya atención se aleja <strong>del</strong> habla para centrarse en el “sobre quése habla”, adentra al existente dentro de la dictadura <strong>del</strong> uno, le impidecomprenderse como ser en el mundo, pues el habla originario quedaenmudecido en un público “estado de expresado”, de modo que el quién <strong>del</strong>habla queda oscurecido por lo expresado. En ello resuenan los ecos de aquellaesfera ética en la que el hombre se comprende como un yo, vislumbrando laeternidad, pero sin concreción, de forma que el yo de este estadio quedabarelegado a un nivel de abstracción que niega la concreción de la existencia.Por último, destaca Heidegger como tercer existenciario <strong>del</strong> ahí cotidiano laambigüedad, con el que al ser ahí le es imposible siquiera la posibilidad de laexistencia propia.Al igual que en <strong>Kierkegaard</strong>, el papel de la angustia en la ontologíafundamental heideggeriana es el abrir la posibilidad de la existencia propiacolocando al existente ante la posibilidad última <strong>del</strong> Dasein, esto es, ante su“ser relativamente a la muerte”, cuya comprensión lleva a la asunción de lalibertad como constitutivo de la existencia. Sin embargo, ante estaposibilidad, el Dasein es siempre tentado a la caída, a la huida hacia esaprotección que el uno garantiza; y, una vez caído, el uno actúa sobre elDasein impropio, haciéndole creer responsable de su vida. En el modo de serimpropio, la dictadura <strong>del</strong> uno “aquieta”, mantiene inmovilizado al Dasein enla caída que, de esta forma, no hace más que profundizarse. Pero debemostener presente que la tentación [Versuchung] proviene <strong>del</strong> Dasein mismo. Así,sobre la base <strong>del</strong> aquietamiento [Beruhigung] se levanta la segunda forma <strong>del</strong>a caída: el extrañamiento [Entfremdung]. Éste consiste en el ocultamiento<strong>del</strong> sí mismo, esto es, la negación de la posibilidad <strong>del</strong> sí mismo. Con ello, elDasein no ve otro modo de ser que el de la impropiedad. Se aleja <strong>del</strong> sí mismoaferrándose a la única verdad que, en tanto que aquietado y extrañado,
puede vislumbrar. Con otras palabras, el extrañamiento produce la creenciaen la inexistencia de otro modo de ser que no sea la permanencia en el uno.La caída, caracterizada por el extrañamiento, la tentación y elaquietamiento, tiene como movimiento lo que Heidegger llama“derrumbamiento”. «El ser ahí se derrumba de sí mismo en sí mismo, en lafalta de base y el no-ser de la cotidianidad impropia». Ahora bien, con elloqueda a la vista la base sobre la que se levanta la posibilidad de la existenciacotidiana impropia. En efecto, si el derrumbamiento se produce en el símismo, y el Dasein se derrumba de sí mismo, entonces debe tener sufundamento en el sí mismo.De esta forma vemos cómo los estadios estético y ético de <strong>Kierkegaard</strong> sonaunados en el pensamiento heideggeriano, constituyendo la cotidianidad de laexistencia. Y, sin embargo, cabe destacar una diferencia fundamental. Podríadecirse que en <strong>Kierkegaard</strong> el existente que llega a la esfera religiosa debehaber “pasado”, por así decir, por los dos estadios anteriores. Sin embargo,en Heidegger, la impropiedad de la existencia, aunque sea el modo de sercotidiano e inmediato, es posibilitada por la propiedad. El modo de ser <strong>del</strong>Dasein, comprendido como cuidado, comprende la caída como uno de suscomponentes estructurales. Con ello no queremos decir que el Dasein puedaser ya en el modo de la propiedad, lo que sería totalmente erróneo, pero sídebemos tener en cuenta que el modo de ser originario es la propiedad, desdeel cual se produce la caída a la impropiedad.BEATRIZ GONZÁLEZ RODRÍGUEZ: "De la esfera estética a la impropiedad <strong>del</strong>a existencia"JORNADAS KIERKEGAARD 2007: "Ser hombre, ser mujer; seruno, ser otro" Instituto Universitario ISEDET - 19 y 20 de OCTUBRE1. Resumen <strong>del</strong> texto y selección de las ideas principales.2. Investiga sobre la filosofía de <strong>Kierkegaard</strong> y su relación con elpensamiento español.