VE-44 OCTUBRE 2018
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© Todos y cada uno de los derechos de las obras literarias, fotografías<br />
o ilustraciones publicadas en esta revista pertenecen en exclusiva a sus<br />
respectivos autores (aunque en algunos casos no se citen los nombres)<br />
Portada: ilustración creada expresamente para la revista por Pablo<br />
Rapún Mombiela (Sabiñánigo, Huesca)<br />
Diseño y edición: Rafa Sastre<br />
Colaboraciones: revistave@hotmail.com<br />
Descarga este número de la revista (formato PDF – 5.28 MB):<br />
http://www.mediafire.com/file/ytpqvmo8ocrk7gv/<strong>VE</strong>-<strong>44</strong>+<strong>OCTUBRE</strong>+<strong>2018</strong>.pdf
Índice<br />
Otro curso comienza (Rafa Sastre) Pág. 1<br />
III Concurso de Relato Rápido <strong>VE</strong> Pág. 2<br />
Efectos secundarios (Rafa Olivares) Pág. 9<br />
El llanto (Pepa Maldonado) Pág. 11<br />
Beso letal (Daniel Canals) Pág. 13<br />
A todo gas I (Daniel Canals) Pág. 15<br />
A todo gas II (Rafael Blasco) Pág. 17<br />
A todo gas III (Ángela Piñar) Pág. 19<br />
Ni las paredes son cobijo (Conxa Gausí) Pág. 21<br />
La ninfa que amó a Houdini (Salvador Bayona) Pág. 23<br />
Qué bonito es Moscú (Jorge Zarco) Pág. 25<br />
Lunáticas locáticas (Malén Carrillo) Pág. 29<br />
Bodas de oro (M.Grazia Scelfo) Pág. 33<br />
Idilio (Lu Hoyos) Pág. 35<br />
Fe de muerte (M.Belén Mateos) Pág. 37<br />
Frío (J.David Moncayo) Pág. 39<br />
Ninguna evidencia (Rafa Sastre) Pág. 41<br />
Un mal día (Marta Navarro) Pág. 43<br />
El amor viaja en tirolina (Aurora Rapún) Pág. 45<br />
La dona vigilant (Marisa Martínez) Pág. 49<br />
La costa mediterránea (M. Luisa Pérez) Pág. 51<br />
Un cuento de armas tomar (Reka Refojos) Pág. 53<br />
Agua y montaña (Aldana Giménez) Pág. 57<br />
Opera prima (Inma Sastre) Pág. 59<br />
Impertinencia (Isabel Sifre) Pág. 61<br />
La abuela (Manuel Serrano) Pág. 63
La histeria de un PhD (Ether Moreno) Pág. 65<br />
Cuenta atrás (Pilar Alejos) Pág. 67<br />
Era Vitae (Isabel Pedrero) Pág. 69<br />
Adiós (Susana Gisbert) Pág. 73<br />
III Concurso La Radio en Colectivo/Valencia Escribe Pág. 75<br />
Nuestros libros Pág. 77<br />
Números anteriores de Valencia Escribe Pág. 78<br />
Palabras en la basura Pág. 79<br />
Valencia Escribe en las redes Pág. 80<br />
La foto de Miguel Pág. 82
Otro curso comienza<br />
Liquidado el estío, iniciamos nueva etapa en Valencia Escribe<br />
con este número de la revista —la cual, como ya adelanté, pasa a ser<br />
trimestral—, en la que se incluyen los últimos textos premiados en el<br />
concurso de Radio Mislata y en el presencial de Relato Rápido<br />
celebrado en junio pasado.<br />
Y como somos más inquietos que el rabo de una lagartija, la<br />
tarde del próximo 26 de octubre, por iniciativa de la Biblioteca<br />
Pública de Massamagrell, celebraremos en el Centre Cultural de esa<br />
localidad un recital literario al que estáis todas y todos invitados. Al<br />
dorso de esta página encontraréis el cartel con los detalles.<br />
Estamos también en condiciones de anunciar que el sábado 10<br />
de noviembre colaboremos con Novembre Negre en el clásico<br />
Concurso de Relato Rápido Negro. A quienes participen, y por<br />
gentileza de Ágora Puerto Cultural, se les hará entrega de la<br />
recopilación de relatos que concursaron en la edición anterior, así<br />
como en el certamen de junio pasado. Próximamente os<br />
trasladaremos las bases a través de las redes y de nuestro blog.<br />
Bienvenidos pues a un otoño de letras, que confiamos sea<br />
abundante y productivo. Nos volvemos a leer en enero; entretanto,<br />
sed o continuad siendo felices, con o sin perdices.<br />
Rafa Sastre<br />
1
Dirección Centre Cultural: Passeig Rei en Jaume, 4 – Massamagrell<br />
Junto a estación de Metrovalencia<br />
2
III Concurso de Relato Rápido<br />
Valencia Escribe - 09.06.<strong>2018</strong><br />
La tercera edición de este certamen, organizado conjuntamente<br />
con nuestros amigos de Ágora Puerto Cultural, Marian Creación<br />
Literaria y Cultura Vincit Omnia y con la colaboración tanto del<br />
Ajuntament de Sagunt como de las jóvenes diseñadoras de Business<br />
& Emotions, se celebró de nuevo en el Casal Jove del Port y volvió a<br />
congregar a múltiples aficionados al noble arte de la escritura. Os<br />
dejamos a continuación un breve reportaje fotográfico, así como los<br />
textos galardonados.<br />
Tradicional foto de familia, con las premiadas en el centro de la imagen<br />
3
4
PRIMER PREMIO<br />
El gran peso de una buena historia – Aurora Rapún<br />
Es un espíritu rebelde que cuando vive lo hace a tope. Desde que<br />
llegó a la habitación 303, nuestras vidas se vieron radicalmente<br />
transformadas. Pasamos de vivir una existencia lenta, aburrida y gris<br />
a esperar con impaciencia el momento del día en que nuestra nueva<br />
vecina apareciese en la sala común.<br />
Pesa cien kilos, lleva una larga melena rubia, calza unas<br />
espectaculares botas camperas y fuma, siempre que se lo permiten,<br />
sin parar. Su gran cerebro teje unas historias maravillosas y las cuenta<br />
con sensibilidad. Tiene noventa años y se llama Marilyn.<br />
Tengo la esperanza de que mi avanzado proceso degenerativo se<br />
me lleve a mí antes que la edad a ella. El Paraíso lo pintan bien, pero<br />
mientras permanezca en la tierra, Marilyn ha hecho de mi mundo un<br />
lugar mejor.<br />
5
SEGUNDO PREMIO<br />
El invento de Isaac Newton nos quitó la libertad – María Bayona<br />
Es un espíritu rebelde que cuando vive lo hace a tope, se arriesga<br />
y solo quiere llegar a lo más alto; literalmente todo aquello que tenga<br />
que ver con evitar el suelo le fascina: escalar, volar, saltar… Él nunca<br />
había destacado por su forma física, más bien era un tipo escuálido y<br />
sin ningún objetivo en la vida. Hasta que descubrió que la gravedad<br />
no lo puede retener aquí abajo. Maldito Newton…<br />
Entrenó duramente para poder estar por encima del resto de la<br />
humanidad: ver la parte superior de las nubes donde el sol golpea y<br />
las hace relucientes.<br />
Caía una y otra vez y, más de una, la gravedad del asunto,<br />
paradójicamente, casi lo mata.<br />
Sí, lo ha logrado. Acaba de llegar a lo más alto, está por encima<br />
del resto de la humanidad. Solo le ha costado un pitido<br />
ininterrumpido sobre la camilla del hospital.<br />
6
TERCER PREMIO<br />
Consecuencias de una muerte prematura – Laura Rubio<br />
«Es un espíritu rebelde que cuando vive lo hace a tope». Esa es la<br />
frase que mis seres queridos decidieron poner en mi tumba. Es un<br />
poco inusual para mí una lápida, lo sé, pero es lo que pasa cuando los<br />
padres son más insensatos que los hijos y delegan en los amigos de<br />
este. De todas maneras, creo que define muy bien. Siempre he sido de<br />
blanco o negro, los grises no eran para mí.<br />
No sé si esta frase será una buena carta de presentación para lo<br />
que me espera ahora, lo mismo no me aceptan en el Paraíso.<br />
¡Cabrones! Me juego el cuello a que lo han hecho a propósito.<br />
¡Cuando sepa cómo se van a enterar!<br />
7
Open your eyes – Matt Kline (EUA)<br />
https://www.flickr.com/photos/128681<strong>44</strong>6@N08/<br />
8
Efectos secundarios<br />
Ante el equipo médico y un par de testigos, dijo que sí con dos<br />
pestañeos. Con esa preceptiva autorización, ya pudieron empezar a<br />
administrarle el innovador fármaco todavía en fase experimental y de<br />
desarrollo. En menos tiempo del imaginable, Arturo Barroso, el<br />
paciente, comenzó a recuperar la movilidad de su cuerpo. Primero<br />
fueron los dedos, después las extremidades completas, más tarde<br />
hombros, torso y cuello. Supuso todo un hito que volviera a sonreír y<br />
moviera los músculos faciales. Y una fiesta recobrar el habla como<br />
antes de la enfermedad. Sin embargo, y a pesar de los extraordinarios<br />
progresos, no pudieron darle de alta porque había dejado de<br />
pestañear.<br />
Rafa Olivares (Alicante)<br />
9
Crying – Brody (EUA) https://www.deviantart.com/brodzillla<br />
10
El llanto<br />
«No sé qué me ocurre», le dijo entre sollozos. Su pareja la cogió<br />
de la mano y mirándola a los ojos manifestó lo siguiente: «El sistema<br />
nervioso simpático se ha activado en respuesta a un estímulo externo<br />
y ha iniciado el proceso de la lágrima psíquica. La glándula lagrimal<br />
ha secretado esta sustancia, que se ha dirigido a la superficie del globo<br />
ocular gracias a los conductos lacrimales. El líquido se ha ido<br />
acumulando en la base del párpado inferior y, producto de la<br />
gravedad, una lágrima se ha derramado y ha descendido lentamente<br />
por la mejilla. El descenso ha sido lento, debido a los componentes<br />
del líquido, que lo hacen más viscoso que el agua, con el fin de que el<br />
proceso pueda ser observado por otro individuo. Finalmente ha caído,<br />
precipitándose hacia la tierra y siendo absorbida por esta. El proceso<br />
del llanto, entonces, se acelera».<br />
Pepa Maldonado Poyatos (Ciudad Real)<br />
Relato ganador del mes de mayo del III Concurso de Microrrelatos<br />
«La Radio en Colectivo / Valencia Escribe»<br />
Podcast programa 7 de junio:<br />
https://www.ivoox.com/radio-en-colectivo-7-6-18-audiosmp3_rf_26423396_1.html<br />
11
Fly – Adrian Borda (Rumanía) https://www.deviantart.com/borda<br />
12
Beso letal<br />
Las lenguas salieron al unísono en su máxima extensión, y<br />
empezaron a enroscarse rápidamente como si no hubiera un mañana.<br />
Los ojos de ambos permanecían abiertos mientras se producía la<br />
unión de ambos músculos.<br />
Los dos habían coincidido en el mismo instante en… ¡atacar a la<br />
misma mosca!<br />
Ambos camaleones se habían quedado pegados el uno al otro y<br />
no tardaron en fallecer de hambre los dos, al no poder separarse uno<br />
del otro.<br />
Daniel Canals Flores (Martorell, Barcelona)<br />
https://literaturacincopuntocero.site123.me/<br />
Relato ganador del mes de junio del III Concurso de Microrrelatos<br />
«La Radio en Colectivo / Valencia Escribe»<br />
Podcast programa 12 de julio:<br />
https://www.ivoox.com/bichos-lecturas-insectivoras-audiosmp3_rf_27022726_1.html<br />
13
Imagen encontrada en la red. Autor desconocido.<br />
14
A todo gas I<br />
Adelanto a ese subnormal por la derecha, lleva casi un kilómetro<br />
pidiéndolo a gritos. Cómo no, hace sonar el claxon, confirmando que<br />
es más maricón de lo que he pensado inicialmente. Enfilo recto, aún<br />
le puedo sacar un par de caballos más al motor si aprieto a fondo.<br />
El marcador no baja de 210 km/h y esta vez voy a conseguir el<br />
record. Al inicio, he salido patinando con las cuatro ruedas y les he<br />
dejado una buena peste de neumáticos a la concurrencia. Eso ha sido<br />
culpa del desayuno «para campeones» que me he metido nada más<br />
levantarme. Aún noto el amargor en el cuello.<br />
Sigo a buen ritmo, el crono va a mi favor en varios segundos y a<br />
no ser que una inoportuna avería o un desafortunado pinchazo me<br />
obliguen a parar, esto está hecho. Toda la estructura del vehículo<br />
vibra al máximo y da la sensación de que en algún momento va a salir<br />
disparada la carrocería por los aires.<br />
He cerrado las ventanillas, para evitar turbulencias exteriores y<br />
hace un calor insoportable. Noto como los chorros de sudor bajan<br />
entre los pelos de mi pecho y la espalda acabando en la rabadilla. La<br />
tensión es enorme y debo resistir, un campeón nunca se rinde. Esto<br />
me lo ha inculcado mi padre desde que era pequeño y no voy a ser yo<br />
el que traicione la tradición familiar.<br />
Por el retrovisor puedo ver a los rivales, como impotentes, hacen<br />
aspavientos con los brazos porque saben que nunca me atraparán. No<br />
tienen cojones.<br />
El motor ruge como un tigre y la meta se acerca cada vez más.<br />
Esquivo otro coche, adelanto tres más y otro intenta cerrarme el paso.<br />
Esta listo si cree que voy a apartarme, ni corto ni perezoso, de un<br />
15
volantazo lo estampo contra la valla. Ese ya no molestará más, al<br />
menos en esta carrera.<br />
Llego ya casi al final, debo aminorar porque la entrada al<br />
parking es bastante cerrada así que tiro de frenos generando una nube<br />
espesa con olor a goma quemada. Un pequeño trompo y enfilo<br />
directo al garaje. Paro, respiro hondo y abro la puerta del coche. He<br />
vencido…<br />
Mi mujer, en el asiento de al lado, abre también arrojando la<br />
papilla y los niños en el asiento de atrás ni lloran. Su cara es de<br />
estupor.<br />
Por fin hemos llegado al apartamento de mis suegros y ya huelo<br />
la paella que están preparando para comer. Hemos llegado batiendo el<br />
record del pasado verano.<br />
Daniel Canals Flores (Martorell, Barcelona)<br />
https://literaturacincopuntocero.site123.me/<br />
16
A todo gas II<br />
Me duele la planta del pie de tanto empujar el pedal del<br />
acelerador. Todos me pasan como si circulara en patinete, ¡cuando<br />
llegue a la capital me compro un deportivo de doscientos cuarenta<br />
caballos! ¡Ya veremos quién se me pone chulo entonces!<br />
Acabo de soltar el volante y hacer una «peineta doble» al puto<br />
imbécil del utilitario que me ha adelantado ahora. No entiendo nada.<br />
Ellos pitan, yo más, ¡para chulo yo y mi buga! Voy a quemar el<br />
puto claxon de tanto tocarlo, me da igual, yo no soy menos.<br />
Son jodidas las curvas. Quizá los neumáticos estén gastados…<br />
no importa, voy a cambiar de coche. ¡Estoy harto de ir chafando<br />
huevos!<br />
¡Será imbécil el tío! Hace falta ser estúpido para cagarme en su<br />
madre y encima que me haga señas mirando con cara de asombro,<br />
para colmo no es el único.<br />
Sigo sin comprender la causa de que no alcance los cien<br />
kilómetros hora, ¡voy a pegarle fuego a esta puta carroza!<br />
Ya llego. ¡Qué largo ha sido el retorno!<br />
Tengo que limpiar el retrovisor, estoy viendo la puerta del garaje<br />
a duras penas… Ya empezamos con las obligaciones, y encima<br />
mañana al tajo, joder qué duro es reincorporarse…<br />
Por lo menos en la vuelta no han vomitado ni mi mujer ni los<br />
niños… ¿Y mi mujer…? ¿Y los niños…?<br />
Escondida dentro de un armario en el apartamento de sus<br />
padres, la esposa del presunto piloto rogaba silencio a sus hijos<br />
susurrando.<br />
17
—¡Shhhhhhhhhhhh! Puede que no se haya marchado todavía…<br />
No hagáis ruido y nos quedaremos un día más… Vuestro padre es el<br />
único ser del planeta que piensa que va a prolongar sus vacaciones y<br />
retrasar su regreso al trabajo conduciendo marcha atrás.<br />
Rafael Blasco López (València)<br />
18
A todo gas III<br />
A papá no le gusta que le coja el coche. Dice que exige una gran<br />
responsabilidad y no cree que esté preparada todavía. Algún día me lo<br />
dejará en herencia. Cuando él muera, aclara, o se jubile. Anoche llegó<br />
muy tarde, casi al amanecer. Soltó las llaves y se metió en la cama.<br />
Creo que llegó solo, porque no escuché tacones de mujer como otras<br />
veces.<br />
Suelto el bolso en el asiento del copiloto, me abrocho el cinturón<br />
y recoloco los espejos pulsando el botón azul. Miro el panel. Hay<br />
muchos colores. Azul, rojo, blanco, negro y oro. Hay ciertas palancas<br />
bajo el asiento. Lo he visto accionarlas muchas veces. Son las de<br />
emergencia. Esas no hay que utilizarlas a no ser que sea necesario.<br />
Sonrío con un gesto lobuno. Busco un lápiz de labios rojo, me<br />
los pinto, me recojo el cabello en un moño alto, me coloco las gafas<br />
de sol y arranco. Suena a gloria. Como un ronroneo de gato. Intento<br />
no pisar las rosas de los parterres, salgo a la carretera y elijo una<br />
canción cañera. Bajo la ventanilla, saco la mano y acaricio el aire. Me<br />
sumo a la masa conductora. No quiero correr, solo quiero disfrutar.<br />
Un tipo gordo y sudado se pone a mi nivel y me sonríe, obsceno.<br />
Me saca la lengua y la agita en el aire como una cobra. Luego coloca<br />
dos dedos en su boca e introduce la lengua a través de ellos. Adentro<br />
y afuera, adentro y afuera. Lo miro con asco y le muestro el dedo<br />
corazón. Que te den hijo de puta, le digo y acelero. Me adelanta con<br />
su coche rojo que tiene una banderita futbolera detrás. Por el<br />
retrovisor me mira y vuelve a agitar la lengua. Me cierra el paso<br />
continuamente y lo veo reír a carcajadas. Cuando me coloco a su lado<br />
me grita que me vaya a pelar patatas.<br />
Resoplo, aprieto los dientes, me araño los muslos, golpeo el<br />
volante. Lo oigo reírse más. Cabrón, puto gordo asqueroso.<br />
19
Si supiera cómo van los jodidos botones de papá. Las palancas.<br />
Si supiera. ¡Qué cojones! Meto los dedos entre los muslos y encuentro<br />
una palanca que sobresale. Una vez vi a papá hacerlo, pero no sé si es<br />
el accesorio correcto. Me matará, lo sé, no me dejará salir en un mes.<br />
Estiro la palanca y el coche desacelera un poco y gana altura. Está<br />
cambiando, pero ahora no ronronea. El sonido es diferente. Es un<br />
rugido. Me acerco al mamón, me acerco mucho y él, sorprendido,<br />
toca el claxon. Me sigo acercando. Acaricio, excitada ya, el botón<br />
oro. Lo acciono y se escucha un sonido de cadenas. El auto sigue<br />
creciendo y veo, desde arriba, el techo del coche del cabrón.<br />
Inicio el ascenso. Lento, como una oruga, letal. Unos anclajes a<br />
los lados le impiden cualquier escapatoria. Sonrío más, ahora enseño<br />
los dientes y palmoteo sobre el volante. Ya eres mío. Oigo sus gritos y<br />
los del coche, que se está convirtiendo en un amasijo de hierros.<br />
Ahora soy un tanque. Además de ser la hija de 007, claro.<br />
Ángela Piñar (Barcelona)<br />
http://siguiendolospasosdebarro.blogspot.com/<br />
20
Ni las paredes son cobijo<br />
Fotografía aportada por la autora<br />
Ni las paredes son cobijo<br />
contra el enemigo que te acecha<br />
a tiempo completo<br />
La hora del regreso te detiene<br />
en acurruco<br />
sin poder evitar el destello de<br />
terror alojado en tu mirada.<br />
Y el sobresalto<br />
llega como cada día<br />
con el golpe y el insulto,<br />
encogiendo<br />
el alma y te la borra.<br />
Conxa Gausí Caballero (València)<br />
21
Ilustración aportada por el autor<br />
22
La ninfa que amó a Houdini<br />
—¡Este juicio es una farsa! No pueden juzgarla por hacer algo<br />
que hacen todas las ninfas y, particularmente, las ondinas. Está en su<br />
naturaleza, como en la de todas nosotras.<br />
—¡Cállese! –bramó la juez– Nosotras seducimos a los humanos,<br />
no nos dejamos llevar por esa falacia que ellos llaman amor. Y ahora,<br />
que hable la acusada:<br />
—Tal vez le amé, sí –sus palabras comenzaron como un susurro<br />
y cobraron fuerza paulatinamente–, pero si lo hice fue algo pasajero.<br />
Tal vez me engañó el brillo de sus ojos. Él parecía diferente. Como si<br />
no conociera los límites. Todas las noches los espectadores temían por<br />
su vida mientras él luchaba por zafarse de sus cadenas, pero en<br />
realidad era yo quien velaba por él. Rodeaba su cuerpo, le acariciaba<br />
en su desesperación y, finalmente, abría sus cerrojos. Aquella era mi<br />
forma de amarle.<br />
—¿Y qué sucedió la noche de autos?<br />
—Que él la besó, antes de salir al escenario, y le juró amor<br />
eterno. Por eso, aquella noche, mientras se ahogaba, le concedí la<br />
gracia de verme y, mientras le miraba a los ojos, de que<br />
comprendiera.<br />
Salvador Bayona Bou (València)<br />
23
Kremlin, Moscow – Fernando García (Móstoles)<br />
https://www.flickr.com/photos/fgarciamostoles/<br />
24
Qué bonito es Moscú<br />
Un tubo de escape que tiembla sin cesar mientras suelta<br />
violentamente monóxido de carbono, amenazando con reventar en el<br />
proceso. Es el precio que se cobra el implacable paso de los años sobre<br />
un motor que se lleva en refrigerante la mayoría de la paga diaria del<br />
propietario de un deteriorado vehículo con demasiados errores en su<br />
mecanismo.<br />
Ese es solo uno de los quebraderos de cabeza de un taxista<br />
tártaro durante el horario nocturno de cara a las noches moscovitas.<br />
Los rublos, la pasta, y tener que llevar a ciertos clientes a rincones de<br />
la capital que otros vehículos más adinerados no se atreven ni a<br />
mencionar. Todo para poder salir adelante cada noche hasta el día<br />
siguiente.<br />
Aquel paso de cebra de aquel barrio de las afueras se veía<br />
solitario. Nadie a la vista y la nieve seguía cayendo con insistencia<br />
como lo había hecho toda la noche. Batu Kazan oía a la cantante<br />
Zemfira interpretar una versión en inglés de una popular balada de los<br />
Radiohead: Creep (Arrastrado podría ser su traducción). El equipo de<br />
sonido se oía distorsionado, defectuoso; como todo en aquel vehículo<br />
que se remontaba a los tiempos de la guerra fría. Pensó en Zemfira,<br />
una cantautora con sangre tártara, un orgullo para todos aquellos<br />
desesperados tártaros que emigraban desde las lejanas provincias a la<br />
capital.<br />
Kazan maldijo su dicha porque su taxi no era otra cosa que una<br />
furgoneta para mercancías reciclada. La gente con calderilla en la<br />
cartera y trajes de los caros exportados desde París o Milán podía<br />
permitirse salir de copas en cochazos privados, a salvo de las heladas<br />
25
noches moscovitas. O de las doradas calles de San Petesburgo, con su<br />
rollo zarista.<br />
Miró el inexacto reloj del vehículo y se preguntó qué es lo que<br />
haría cuando su lata de sardinas expirase el día menos pensado. Si<br />
perdía su taxi no sabría de momento a qué dedicarse, salvo quizá<br />
limpiar pescado o cortar carne en algún mercado del centro histórico<br />
que todavía no se cayese a trozos ni fuese presa fácil de los<br />
especuladores. Ya eran las seis y media, ¿y quién querría un taxi en<br />
un extrarradio semivacío en aquellas horas?, y más con la navidad de<br />
las grandes superficies llamando a las puertas y haciéndole<br />
competencia sucia al pequeño comercio.<br />
Se dispuso a largarse de aquel paso de cebra; dando un último<br />
rodeo con la vista, percatándose de su presencia. Más de uno pensaría<br />
que se trataba de un muñeco de nieve perfectamente esculpido, de no<br />
haberse tratado en realidad de una persona en la tercera edad echada<br />
sobre un macetero cubierto de nieve e incapaz ya de albergar una<br />
brizna de hierba, con las piernas extendidas y el rostro semi-tapado<br />
por el abrigo casi roto que la cubría, sumándole unos gruesos<br />
pantalones rellenos de periódico para evitar la congelación y unos<br />
zapatos viejos, húmedos e incapaces de calentar aquellos pies<br />
pequeños y frágiles, a punto de romperse a temperaturas bajo cero.<br />
Kazan bajó velozmente del vehículo, cerró la puerta por si acaso<br />
y se acercó a la anciana, arrodillándose a su lado. Sacó una petaca<br />
con una mezcla de ron y vodka y dándola de beber un trago, le habló:<br />
—¿Señora Sasha Klimov, es usted? Soy yo, Batu Kazan. Kazan,<br />
el taxista tártaro para los amigos. ¿Por qué no está en su casa?<br />
La anciana abrió el ojo derecho y le miró con curiosidad.<br />
—Señora Klimov, se va a congelar, ¿qué hace ahí tirada a estas<br />
horas, como un perro viejo?<br />
26
—Deja que me congele Kazan. Yo… yo ya no tengo casa<br />
La anciana respiró el frío aire invernal y tosió violentamente.<br />
Kazan se echó uno de sus brazos al cuello y la levantó para meterla en<br />
su taxi, cuyo interior no era lo que se decía caluroso, pero sí acogedor<br />
comparado con la temperatura ambiente. Caminaron unos pasos y<br />
Kazan sentó a su lado a la señora Klimov.<br />
—¿Qué le ha pasado?<br />
La anciana arrugó el rostro conmovida.<br />
—Mi nieto… me ha tirado de mi casa. Después de cuidarlo toda<br />
una vida. Llámelo egoísmo o las compañías inoportunas. Ha vendido<br />
mi hogar a los especuladores… —reprimió un sollozo restregándose<br />
el rostro con la manga— No hace falta decirte más.<br />
Kazan la miró con sus ojos rasgados, preguntándose si el destino<br />
de la anciana no acabaría siendo el suyo. Cayendo sobre él como lo<br />
haría un depredador despiadado sobre una presa. Arrancó el taxi y<br />
desconectó el taxímetro tras girar: «ocupado». El vehículo salió del<br />
paso de cebra y se perdió por los barrios de las afueras. Solitarios y<br />
mal iluminados. Por los que circulaban sujetos solitarios como<br />
sombras fugaces.<br />
—Vayámonos a casa, señora Klimov, ahí se moriría.<br />
La anciana se extrañó por aquel comentario.<br />
—Yo ya no tengo a donde ir, Kazan. Me han desechado como<br />
un perro viejo -la anciana volvió a reprimir otro sollozo con la sucia<br />
manga de su abrigo.<br />
—Entonces a cualquier parte, lejos del frío de las calles; no<br />
pienso dejar que se muera.<br />
27
El taxi continuó su camino y a lo lejos se vieron miles de luces<br />
provenientes de las ventanas de los rascacielos de la clase media.<br />
Sasha se quedó mirándolos como se mira un gran árbol de navidad.<br />
—¿No te has fijado en lo bonito que es Moscú de noche?<br />
Kazan sonrió sin apartar la mirada de la vía.<br />
—Sí, es posible. Pero siempre echaré de menos mi pueblo allá en<br />
la estepa siberiana y la compañía de mi gente.<br />
—Debe ser un sitio precioso –comentó Sasha.<br />
—Lo es, por supuesto.<br />
El taxi giró una rotonda y se perdió a lo lejos, mientras en su<br />
interior sonaba otra canción de Zemfira.<br />
Jorge Zarco Rodríguez (València), 25.10.2015<br />
28
Lunáticas locáticas<br />
(Apuntes dialogados para una presentación)<br />
Foto de Irene Sastre durante la presentación de Cuentos de las estaciones (<strong>VE</strong>)<br />
—¡Hola!<br />
—¡Holi! Muak, muak.<br />
(Se dan dos besos de aquellos de periquitos que no se tocan la<br />
cara. Dos amigas con bolsas grandes y muy puestas. Al fondo suena:<br />
En un mercado persa)<br />
Eulali: Mira, Mari, maremeua, ¡Cuánta gente! (señalando al<br />
público y saludando) ¿Cómo estás?<br />
29
Malén: (saluda también tronchándose de la risa) Creo que se me<br />
ha constipado el cerebro. Lo tengo como un derviche giratorio<br />
desquiciado. ¡Oye, por cierto que fashion te has puesto! ¡Qué mona!<br />
¡Menudo postureo! Mira, vas supermegasexy. No se hable más.<br />
Eulali: ¡¡Clarooooo!! ¿Te parece? (dándose una vuelta sobre sí<br />
misma) No iba a presentarme hecha un adefesio en este local tan<br />
despampanante... Además me he enterado de que también hay cena<br />
de picoteo, de sobaquillo, pero cena al fin. Estoy a dieta forzada. Ni<br />
un duro. En este bar, sé de buena tinta que ponen ricas tapas seguro<br />
(gesto interrogante). Una amiga ha visto el lío, me ha avisado y yo a<br />
ti.<br />
Malén: Ya, ya, Lali, pero... Estamos aquí de jajas… Y ¿de qué se<br />
trata, de qué va esto? No sé…<br />
Lali: Creo que se presenta un nuevo grupo musical. Por eso este<br />
lugar mismamente. Me han dicho que son un puñado de nuevas<br />
voces. Se llama “Valencia escribe”. A ver si nos dejan cantar a<br />
binomio esa canción que nos sabemos tan bien... (Guiños al<br />
encargado)<br />
Malén: ¡Ah! Ya sé quiénes dices que se hicieron famosos aquí<br />
mismo. Salió en la prensa local. Afilaron las voces y tiraron los<br />
lápices. ¿También escriben estos cantantes? Qué completitos. ¿Y ese<br />
montón de libros que hay sobre aquella mesa?<br />
Lali: Ah, eso... Seguramente serán las letras de las canciones. Ya<br />
sabes para un coro participativo, al final todos juntos. Les ha dado<br />
por la participación. Ya sabes. Los presupuestos, el urbanismo.<br />
Grupismo. La canción. Todo es cosa de las mujeres. Seguro. (Hacen<br />
el símbolo feminista con las manos) Pero nosotras ni mú. Hoy sí que<br />
lo perdonamos todo. Nosotras somos así, sobre todo por la cena. He<br />
traído unas fiambreras por si las moscas.<br />
Malén: Y ¿Qué leo desde aquí? (poniendo ojos de china)<br />
¿Cuentos de las estaciones en la portada? ¿Lo ves?<br />
30
Lali: Mujer, el título de la coral o de la obras. O del discolibro, el<br />
libreto. ¡Ay, mona, cómo eres! A saber…<br />
Malén: Lo de las estaciones ya lo pillo, está en los clásicos. Y en<br />
los modernos, pero en la actualidad las estaciones no se aclaran ya no<br />
sabemos a qué atenernos… Con tanto cambio climático. Pero…<br />
¿cuentos? (con expresión de duda) ¿No serán acaso fábulas?<br />
Lali: Cuentistas como tú y yo hay pocas. (Con autoridad y voz<br />
de académica) Ya quisieran Esopo o Samaniego sin ir más lejos. O<br />
estos de aquí mismamente. (Señalando al público con un pase de<br />
pecho)<br />
Malén: Tendremos que leerlos porque yo ya me voy quedando<br />
sin ideas a diario. Nihilismo total. Vamos a comprarlo antes de que se<br />
agote. Ya voy yo. ¡Paso, paso, señoras! (Se lleva un par de libros y le<br />
entrega uno a su compañera)<br />
Lali: Pues mira qué buen plan. (Hojeando el libro) Así según la<br />
época en que estemos, iremos leyendo las tretas o argucias del<br />
momento. Pragmáticas seremos. ¿O tal vez pícaras? Ah no Ojilistas u<br />
orejalistas, qué confusión. Eso somos…<br />
(Siguen con un parloteo incansable, títulos de cuentos como si<br />
fueran canciones o preparando sus voces para la actuación haciendo<br />
gorgoritos risueños... hasta que entra un loquero).<br />
Enfermero psiquiátrico: Señoras, ¿me acompañan? Volvemos a<br />
casa.<br />
Malén: Disculpe, caballero, aún no hemos iniciado nuestro<br />
número. La canción... ¡Y el piscolabis que nos lo perdemos!<br />
(Empiezan a cantar a todo trapo Libre de Nino Bravo y el<br />
loquero las agarra del brazo para llevárselas)<br />
Malén Carrillo (Sóller, Mallorca)<br />
http://enredadaenlaspalabras.blogspot.com.es/<br />
31
Ponte Morandi – Marco E. Pelizza (Italia)<br />
https://www.flickr.com/photos/coundown/<br />
32
Bodas de oro<br />
William y Belén quieren celebrar sus cincuenta años de casados<br />
en Italia. Volver a los lugares donde se conocieron cuando, al<br />
terminar la carrera, sus respectivos padres les regalaron un mes de<br />
vacaciones donde más les apeteciera. Por casualidad los dos eligieron<br />
Italia y se encontraron en Tellaro, cerca de Lerici. Él era inglés, alto,<br />
rubio, de ojos azules, muy guapo; ella española, morena con unos<br />
preciosos ojos verdes y un físico espectacular. Al encontrarse en la<br />
playa se miraron y fue el típico flechazo. Pasaron el mes de<br />
vacaciones sin separarse, charlando de todo y gozando del pueblo, del<br />
paisaje, de la cocina italiana… Fueron unos días muy felices, donde<br />
comprendieron que su futuro estaba unido para siempre, y así fue<br />
desde entonces.<br />
Les ilusionaba volver a los paisajes de su juventud y recordar<br />
esos momentos tan dichosos. También el celebrar en el mismo lugar,<br />
todos los años que llevaban juntos y la familia que habían formado.<br />
Tenían dos hijos y cinco nietos que culminaban su felicidad.<br />
Desde Madrid, donde viven, han planeado el viaje cuyo<br />
recorrido comprende Roma, Tellaro, Génova y Cannes. Durante el<br />
viaje, que realizan en tren, les surge un imprevisto. Se despistan y no<br />
se apean en la parada que les corresponde. Se dan cuenta del error<br />
solo cuando el tren vuelve a ponerse en marcha. Tienen que bajar en<br />
La Spezia, bastante lejos de Tellaro, por lo que no tienen más remedio<br />
que quedarse allí a pasar la noche y esperar a la mañana siguiente.<br />
Llevan un día de retraso por lo que deciden no volver a coger el tren y<br />
alquilar un coche.<br />
Al día siguiente se dirigen a Tellar,o donde pretenden<br />
rememorar los días de su juventud cuando se conocieron. Vuelve para<br />
ellos la atmósfera mágica, la playa, el sol, la luna… haciéndoles<br />
33
comprender que sus sentimientos son los mismos de entonces y que<br />
siguen queriéndose como el primer día.<br />
Ya transcurridos los tres días de felicidad en Tellaro y mientras<br />
preparan las maletas para el viaje de vuelta, escuchan en la tele una<br />
noticia que les deja sin palabras: el puente Morandi de Génova se ha<br />
derrumbado mientras varios coches y camiones lo atravesaban. Hay<br />
muchos muertos y la autopista está cortada.<br />
Los dos sintieron un escalofrío, pues ya habían decidido seguir<br />
con el coche de alquiler hasta el final del viaje. El día perdido les<br />
había inutilizado los billetes de tren y no estaban dispuestos a perder<br />
un solo día de los programados. Así que llevaban uno de retraso<br />
respecto a los planes que tenían al iniciarlo.<br />
Ellos deberían estar cruzando Génova, seguramente por el<br />
puente Morandi, regresando a casa. Pero estaban todavía preparando<br />
las maletas, por suerte. Una equivocación les había salvado la vida<br />
posiblemente. Nunca se sabe. Un despiste puede, en ocasiones, tener<br />
pinta de milagro.<br />
María Grazia Scelfo (Roma, Italia) – Septiembre <strong>2018</strong><br />
http://mgscelfo.blogspot.com.es/<br />
34
Idilio<br />
Love – Paolo Ferla (Italia) https://www.flickr.com/photos/paoloferla/<br />
Me arrojé de cabeza<br />
a tus turbulentas aguas<br />
y no pude sustraerme<br />
a la belleza secreta<br />
de su inmenso fondo.<br />
Allí contemplé paisajes nuevos,<br />
más vivos,<br />
más fuertes,<br />
más poderosos…<br />
Por eso te quise.<br />
Lu Hoyos (València)<br />
35
Fotografía aportada por la autora<br />
36
Fe de muerte<br />
La muerte se ha olvidado de nosotros. Se fue a otra casa, con<br />
otra familia, otras costumbres.<br />
Creo que nunca pudo superar nuestra extrema salud, nuestras<br />
ropas blancas sin almidón, las cenas escasas en grasa, los inexistentes<br />
accidentes, los domingos en el parque con esa actividad cardiaca tan<br />
sana.<br />
Dijo que era reversible nuestro latido, que nuestra actividad<br />
cerebral era superior para ella, que nuestras señales eléctricas le<br />
dañaban y nuestros órganos esenciales no le daban sustento.<br />
La echamos de menos, quizá vuelva un día para darnos un<br />
certificado de vida o al menos un testamento en el que nombrarnos.<br />
Mª Belén Mateos Galán (Zaragoza)<br />
37
Maidin fuar – Christie Bentley (EUA)<br />
https://www.flickr.com/photos/shesawred/<br />
38
Frío<br />
Juan se levantó como un autómata, apenas sintió los rayos de<br />
sol sobre su rostro. Miró unos segundos por la ventana y se<br />
estremeció de frío por la imagen: cielo azul muy claro, con ese<br />
inconfundible tono que parece amable pero que abate con una gelidez<br />
implacable. El suelo estaba mojado y las lunas de los coches lloraban<br />
con lágrimas de escarcha. Apoyó la frente contra el cristal y<br />
permaneció así, observando la calle.<br />
—Juan —le dijo Ana desde la cama.<br />
Él se giró y la contempló. Permanecieron unos segundos<br />
mirándose, sin decir nada, serios los dos y pensativos. Al final Juan se<br />
puso el batín y salió de la habitación. Ana lanzó su zapatilla contra la<br />
ventana, rabiosa.<br />
—¡Maldita seas! —le chilló.<br />
Desde allí, oyó cómo el marido daba vueltas con la cucharilla al<br />
desayuno, con un tintineo metálico que le helaba la sangre. Cogió la<br />
almohada y la aplastó fuerte contra las orejas, para ensordecerse, y<br />
cuando ya no pudo apretar más, las lágrimas de siempre le cayeron<br />
por las mejillas y se las dejaron frías; como frías estaban también las<br />
manos que asomaban por encima del montón de mantas que<br />
pretendían abrigarla.<br />
Un tiempo después se levantó y miró por la ventana. No había<br />
nadie en la calle. Nadie que se atreviera a poner un pie fuera de casa.<br />
El parque estaba en la parte opuesta a la carretera. Ana se arrebujó en<br />
su bata al verlo, más aún que cuando observaba el cielo o el agua<br />
congelada. El césped tenía un color blanquecino y sobre él reposaban<br />
las hojas muertas. Los árboles estaban desnudos, y bajo ellos no había<br />
sombra. Pensó en acudir allí y echarse las hojas encima. Cinco<br />
39
minutos bastarían, nada más. Y al menos tendría un entierro al aire<br />
libre.<br />
Juan apareció y la abrazó por detrás. Ella sintió su aliento<br />
helado en la nuca. Ansió los momentos de calor cuando se veían<br />
desnudos y se tocaban y ardían de pasión. Ya no quedaba nada, solo<br />
aquel maldito frío que lo mataba todo.<br />
—Déjame —le dijo ella.<br />
Pero él no se movió. Siguió detrás, pegado. Y la apretó fuerte.<br />
—Bajémonos, bajémonos —le susurró, casi en un sollozo.<br />
Ana sintió cómo se le detenía el corazón por las palabras. Se giró<br />
y le miró a los ojos, asustada.<br />
Juan la miró, abatido, y asintió con la cabeza.<br />
José David Moncayo (València)<br />
40
Ninguna evidencia<br />
Smile – Nikos Koutoulas (Grecia)<br />
https://www.deviantart.com/nickkoutoulas<br />
Aunque no se ha hallado<br />
ninguna evidencia científica<br />
hoy por hoy<br />
nadie lo duda:<br />
la llama del amor<br />
nunca prenderá<br />
sin una sonrisa<br />
Rafa Sastre (València)<br />
http://rafasastre.blogspot.com<br />
41
Fotografía aportada por la autora<br />
42
Un mal día<br />
¡Ay madre! ¡Buena la hice! ¡Si es que no se puede ser tan<br />
impulsivo...! Pero la puerta estaba abierta y tanto en mi jaula me<br />
aburría que pensé que no estaría mal salir a dar una vueltecita. Un<br />
paseo rápido, curiosear un poco y antes de la cena otra vez en casa.<br />
Tan contento, todo en su sitio y nadie al tanto de mi travesura. Lo<br />
que no podía imaginar es que el mundo exterior me fuera a cautivar<br />
de esta manera, que fuera tan inmenso y tan divertido. Deslumbrado<br />
me tiene. Y, sí, reconozco que la excursión se me ha ido un poquito<br />
de las manos o de las garras, debería decir mejor. Y es que lo estaba<br />
pasando tan bien que he perdido completamente la noción del tiempo<br />
y el sentido de la orientación. Cosa no tan extraña, por otro lado, si<br />
pensamos que hasta ahora mi mundo se había limitado siempre a la<br />
desangelada carpa donde habito, a feroces entrenadores con<br />
pretensión de gladiadores y a majorettes de sonrisa postiza e<br />
impostados ademanes de corista. Pero ya digo que soy impulsivo y<br />
pensar, lo que se dice pensar, no pienso mucho las cosas, la verdad.<br />
En fin, que cuando me he querido dar cuenta estaba perdido,<br />
hambriento y llorando sin consuelo sobre una acera mi inconsciencia,<br />
detalle éste en particular que me avergüenza terriblemente y del que<br />
no sé si mi orgullo herido se repondrá alguna vez pero que, si vamos a<br />
ser sinceros, debo reconocer sin paliativos. Para colmo de infortunios<br />
cuando, al oír la sirena de ese camión de bomberos detenido ahora<br />
frente a mí, he logrado levantar la mirada del suelo lo que he<br />
entrevisto a través de dos gruesos lagrimones me ha espantado de tal<br />
modo que todas las mechas de mi magnífica melena de león han<br />
comenzado a temblar descontroladas porque tampoco es que yo sea<br />
muy intuitivo y hasta es posible que a estas alturas ya me esté<br />
volviendo, quizás, algo paranoico pero tengo la impresión de que toda<br />
esta gente que ha comenzado a rodearme muy buenas intenciones no<br />
tiene...<br />
Marta Navarro Calleja (València)<br />
https://cuentosvagabundos.blogspot.com.es/<br />
43
Fotografía de la autora<br />
<strong>44</strong>
El amor viaja en tirolina<br />
Santiago tenía miedo a las alturas. Con su pierna operada y su<br />
prótesis de cadera, jamás se le habría ocurrido subirse ni a una<br />
escalera.<br />
Laura era una mujer de riesgo. Le gustaba la aventura y pasar el<br />
mayor tiempo posible entre árboles, rocas y ríos.<br />
Eran diferentes, pero estaban destinados a enamorarse.<br />
La guía del viaje propuso subir a las tirolinas. El plan consistía<br />
en realizar un circuito en el que, equipados con unos arneses y un<br />
casco, los turistas, aprendían a usar las poleas y se lanzaban a través<br />
de la espesura del bosque, como si fueran Tarzán de los monos,<br />
lanzando gritos huracanados.<br />
Mientras todos se preparaban y empezaban a ascender, Santiago<br />
estaba sentado tranquilamente leyendo una novela de amor cortés. Le<br />
encantaban las historias medievales. A él jamás se le ocurriría subirse<br />
a un artefacto como ese.<br />
Hasta que levantó la vista del libro y la vio.<br />
Laura reía emocionada cada vez que alcanzaba la copa de un<br />
árbol y gritaba sin vergüenza cuando se deslizaba a toda velocidad<br />
por las tirolinas más altas del circuito.<br />
La vista de Santiago se nublaba de tanto mirar hacia arriba y<br />
soportar los rayos del sol que atravesaban las hojas de los árboles y se<br />
clavaban en sus ojos.<br />
Se levantó con decisión. Cojeando se acercó a la guía y le pidió<br />
que le consiguiera uno de esos arneses del demonio y que buscara a<br />
alguien que le pudiera dar un cursillo acelerado de escalada. Tenía<br />
que lograrlo. Era necesario subir porque era imprescindible conocerla.<br />
45
Un joven de pocas palabras y menos sonrisas le enseñó a utilizar<br />
todas aquellas cuerdas, mosquetones y poleas.<br />
Colocó cuidadosamente en el suelo el arnés para que Santiago<br />
pudiera introducir un pie en cada hueco. Con toda la pericia de la que<br />
fue capaz, sujetándose en el hombro del chico para no caerse, se<br />
colocó como pudo, con tan mala suerte que una de las cuerdas quedó<br />
ligeramente enganchada al bajo del pantalón. Cuando el monitor tiró<br />
del arnés hacia arriba para ajustarlo a la cintura, la pernera del<br />
chándal subió al mismo tiempo, la pierna operada quedó suspendida<br />
en el aire y el lastimoso juego de cadera de Santiago se resintió dando<br />
como resultado una caída del cuerpo hacia atrás y una elevación de<br />
ambos pies hacia arriba. Parecía un escarabajo que gira desesperado<br />
sobre su caparazón.<br />
Ante la mirada atónita del monitor y las carcajadas de los niños<br />
que esperaban en cola su turno, el pobre Santiago se levantó<br />
renqueante y dolorido pero dispuesto a soportar todas las<br />
humillaciones con tal de conseguir llegar hasta la mujer de la tirolina.<br />
El tronco parecía no tener fin. Una escalera inestable le iba a<br />
conducir hasta esa risa que lo había encandilado. Tras una dura lucha<br />
con sus mosquetones, logró asegurarse y comenzar el ascenso. Una<br />
vez arriba no podía creer que hubiera sido capaz de hacerlo, pero allí<br />
estaba él, mirando hacia abajo con una mano en la cadera y una gran<br />
sonrisa de orgullo en su cara. Esa satisfacción desapareció cuando<br />
descubrió que ante él una tupida red de trampas mortales, lo<br />
separaban de la mujer de sus sueños. Troncos que se movían y<br />
giraban sin control, una soga sobre la cual había que hacer equilibrios<br />
ayudado solo por una cuerda, un túnel de madera por el cual había<br />
que pasar arrodillado. Y finalmente, la maldita tirolina. Ese columpio<br />
gigante que te trasladaba de un árbol a otro gracias a un cable, una<br />
polea y un impulso.<br />
46
Ni en sus peores pesadillas se hubiera imaginado Santiago<br />
metido en semejante lío.<br />
De pronto oyó una carcajada y unos brazos que se agitaban<br />
desde el final del circuito y lo animaban a lanzarse y descubrió,<br />
alucinado, que la mujer más guapa del mundo estaba incitándole a<br />
pasar.<br />
Con pasos temblorosos y balanceo desacompasado superó la<br />
trampa de los troncos; cruzando los pies con cuidado, sujetado a su<br />
arnés como si fuera su tabla de salvación, consiguió atravesar la<br />
cuerda mortal del equilibrio; arrastrándose como una cucaracha, llegó<br />
al final del condenado túnel de madera. Y allí estaba, por fin, la<br />
tirolina del infierno. Preparada para que él se colgara como un<br />
chimpancé y se impulsara hasta el otro lado.<br />
Sudando la gota gorda, con los músculos en tensión y las piernas<br />
temblorosas, preparó todo el material tal y como le habían enseñado<br />
hacía apenas unos minutos. Pero Santiago no tenía valor de<br />
impulsarse. Esa decisión, el dejarse llevar, el confiar en que va a ir<br />
bien, en que no va a caer, en que va a lograr su objetivo, no terminaba<br />
de llegar.<br />
La voz de Laura sonó cantarina, como el agua de un río.<br />
—Holaaaaaa. Soy Lauraaaa, ¿cómo te llamas?<br />
—Santiago<br />
—Vamos Santiagoooo, lánzateeeee. Te estoy esperandooooo. Te<br />
ayudo cuando llegues.<br />
Ahí estaba el impulso que necesitaba. No hizo falta más.<br />
Santiago voló entre los árboles y lanzó un grito que se oyó en todo el<br />
parque.<br />
—¡Mámáaaaaaa!<br />
Las risas de Laura lo envolvieron cuando llegó a su destino. Sus<br />
manos fuertes y ágiles lo ayudaron a desatarse de la tirolina y a bajar<br />
47
las escaleras de la última de las pruebas que había tenido que pasar.<br />
Descendieron uno detrás de otro. Cuando llegaron abajo y se alejaron<br />
un poco del árbol para no molestar, Santiago notó que Laura cojeaba.<br />
La observó desde detrás, con una sonrisa en los labios. Ella<br />
debió percibir su mirada porque se dio la vuelta y lo animó a seguirla.<br />
Tras años de leer novelas en las que el valiente caballero partía a<br />
enfrentarse a los desafíos más duros para lograr salvar a la dama,<br />
Santiago estaba viviendo su propia aventura, con la particularidad de<br />
que había sido Laura la que lo había salvado a él.<br />
Con su gran sonrisa y su naturalidad, lo condujo de la mano<br />
hasta el final del cuento.<br />
Y fueron felices para siempre.<br />
Aurora Rapún Mombiela (València)<br />
https://lahistoriaestaentumente.wordpress.com/<br />
48
La dona vigilant<br />
Fear – Dominika (Polonia) https://www.deviantart.com/dandelion-sound<br />
La dona vigilant<br />
L’angoixa al cor<br />
L’ impotència justificada<br />
L’ ajuda denegada<br />
La por als ulls<br />
La paraula furtada<br />
La vida arrossegada<br />
La gola trencada<br />
La mort assegurada<br />
La dona amortallada<br />
La dona soterrada<br />
Marisa Martínez Arce (València)<br />
49
Foto encontrada en la red – Autor desconocido<br />
50
La costa mediterránea<br />
El azul del mar inundaba la atmósfera esa mañana de agosto. En<br />
el horizonte, algún velero blanco. La calma absoluta reinaba en el<br />
entorno. Unas gaviotas, con vuelos descendentes, surcaban el otro<br />
azul el del cielo, un poco más luminoso e igualmente hermoso.<br />
—¿Te parece una ensaladilla rusa para empezar?<br />
—Está bien, si te apetece… pero yo prefiero unas bravas.<br />
—Niños, un poco de tranquilidad. Primero a lavaros las manos.<br />
Parece que os hayáis traído toda la arena de la playa.<br />
—¿Me das el menú del día? ¿Todos llevan arroces?<br />
—Pues resulta que mi suegra está empeñada en venir este fin de<br />
semana y aunque le hemos dicho que el apartamento es pequeño,<br />
seguro que se nos presenta con sombrilla incluida.<br />
—Oye, ¿cómo llevas el tema de las preferentes? Un amigo del<br />
trabajo ya ha conseguido que le paguen. Ese bufet es una pasada. Yo<br />
de ti, lo intentaba con ese colectivo. Parece que funciona.<br />
—Te he dicho que los calamares son para compartir. No te<br />
llenes tú el plato que son para todos.<br />
—Oye, ¿te has fijado en la guiri esa del biquini negro que acaba<br />
de sentarse en aquella mesa? Más pequeño imposible.<br />
—Yo querrer paella y sangría. La paella con muchas gambas<br />
please!<br />
—¡Niña, deja ya el telefonito y come. ¡Que así te estás quedando<br />
de canija!<br />
Poco a poco la terraza del restaurante se llena de gente. Muchos<br />
con los bañadores todavía mojados. Otros, con sus cuerpos decorados<br />
con los más variados tatuajes y luciendo músculos de gimnasio diario.<br />
51
Sin camiseta, por supuesto. La mayoría apura el día fuera del<br />
minúsculo apartamento donde se han metido más de los que caben.<br />
Pero total, para dormir un rato en la noche, suficiente.<br />
Son retazos de las felices vacaciones que, con cuarenta grados a<br />
la sombra, se disfrutan en esta maravillosa costa mediterránea.<br />
Paco y María, con más de sesenta años, llegaron pronto a comer<br />
para elegir una mesa alejada de la playa y así, evitar el bullicio.<br />
Desde allí, además, había una fabulosa panorámica. Hartos ya de oír<br />
tanto griterío, decidieron marcharse. Era el primer verano que, —<br />
persuadidos por la insistencia de la televisión—, se «regalaban» unos<br />
días diferentes, para disfrutar del mar y de la maravillosa costa<br />
paradisíaca. Habían roto su rutina en la meseta castellana para<br />
comprobarlo por ellos mismos. Nunca antes habían visto el mar<br />
El azul seguía allí; compitiendo con un sol abrasador.<br />
María Luisa Pérez Rodríguez (València)<br />
http://marialuisaperezr.blogspot.com.es/<br />
52
Un cuento de armas tomar<br />
Fotografía de autor desconocido extraída de la web<br />
http://blogs.deia.eus/bilbainhitos/<br />
—¡No me valen componendas, excusas ni medias tintas! ¡No<br />
quiero tibios ni mediocres a mis flancos! ─El capitán los miraba con<br />
fiereza mientras les arengaba. Nadie movía un musculo ni pestañeaba<br />
durante la intervención del superior. Pobre de quien─ ¡La bandera es<br />
nuestro principio y nuestro fin! ¡Solo tenemos una patria, vivimos<br />
para ella y morimos por ella!... ¿No es así, negrito? ─El militar señaló<br />
con el dedo a Belarmino Sánchez, soldado de primera que estaba<br />
sentado en la segunda fila. Belarmino llevaba ya 4 años en el ejército.<br />
Colombiano, nacido en Nariño (un «pastuso», a decir de sus<br />
paisanos), llegó a España en busca de trabajo y una vida mejor, a la<br />
vez que huyendo de los paramilitares de las FARC.<br />
Las paradojas de la vida hicieron que, después de dos años<br />
dando tumbos de aquí para allá, como «esclavo» temporero en<br />
53
diferentes tareas agrícolas, con jornadas de 16 o 18 horas, mal<br />
alimentado y peor pagado, terminara presentándose a un<br />
requerimiento del Ministerio de Defensa que solicitaba soldados<br />
voluntarios para cualquiera de sus tres ejércitos.<br />
— No te oigo, negrito ─Insistió el mando.<br />
─Sí, señor. Mi patria, mi bandera ─El muchacho se incorporó<br />
en posición de «firmes» para responder. Su piel pasó de ser negra<br />
como el azabache a una tonalidad gris, ceniza de cigarrillo, en<br />
décimas de segundo. Todos sus órganos temblaron dentro de su<br />
cuerpo, pero no iba a permitir que el militar lo notara. Se mantuvo<br />
firme<br />
─¡Soy novio de la muerte, señor!<br />
─¡Bien! ─El capitán Asensio, que así se hacía conocer en el<br />
acuartelamiento Ignacio Asensio Ciencaños, desvió la atención del<br />
joven y siguió con su discurso. Un gesto con la mano derecha indicó a<br />
Belarmino que podía sentarse<br />
─Mañana será uno de los días más importantes de vuestras<br />
miserables vidas. Mañana entraremos en combate y ya no habrá<br />
marcha atrás. Mañana vosotros seréis héroes y devolveréis la gloria a<br />
nuestra patria: España ─Volvió a dirigir la mirada hacia el<br />
colombiano─ ¿Alguna pregunta? ─Nadie abrió la boca─ ¡Bien!<br />
Preparen el equipo y traten de descansar un poco. La diana será a las<br />
4:15, hora peninsular. ¡Rompan filas!<br />
Eran las 5 en punto de la madrugada cuando 6 helicópteros,<br />
repletos de soldados armados hasta las muelas, y equipados con la<br />
más moderna tecnología en cuanto a visión nocturna y protección<br />
personal, despegaban de la base militar de Rabasa, en Alicante.<br />
Apenas dos horas más tarde, cuatro de esos seis aparatos llegaban a<br />
su destino. Los otros dos, por causas todavía hoy desconocidas, o por<br />
la incompatibilidad entre el exceso de tecnología y la exigua<br />
preparación, o la precipitada planificación, aterrizaban en medio de<br />
54
un trigal, entre Morón de la Frontera y Montellano, provincia de<br />
Sevilla.<br />
Belarmino Sánchez saltó el primero. Con un ágil movimiento<br />
dejó atrás el helicóptero. Su primera acción, nada más pisar tierra, fue<br />
quitarse de un manotazo las gafas de visión nocturna. Comenzaba a<br />
amanecer y los primeros rayos de sol casi le ciegan. Era él el custodio<br />
de la bandera. En un bolsillo de su chaleco la llevaba, bien doblada.<br />
La española, porque la colombiana la tenía tatuada en el pecho, junto<br />
a su corazón, donde él sabía que debía estar.<br />
Después de 5 larguísimos minutos arrastrándose por el pedregal<br />
para no ser vistos por el enemigo, divisaron el objetivo. Se hicieron<br />
señas en silencio y tomaron posiciones rodeándolo.<br />
El mando directo dio la orden de atacar.<br />
Como un enjambre de abejas, enfurecidas ante quien perturba la<br />
tranquilidad del panal, así se abalanzaron sobre la «tienda de<br />
campaña»…<br />
Media docena de soldados marroquíes, en paños menores,<br />
salieron asustados. Los rodeaban dos dotaciones de Boinas Verdes<br />
que les gritaban al unísono:<br />
—¡Rendíos, Perejil es nuestro!<br />
El soldado colombiano, negro como una noche sin luna, se<br />
acercó al mástil que estaba plantado delante de la tienda. Arrió la<br />
bandera de Marruecos e izó, con sumo cuidado, la española.<br />
El día 17 de Julio de 2002, un centenar de militares, del ejército<br />
español, reconquistaron «heroicamente» el islote (peñascal) de Perejil,<br />
arrebatándoselo a seis soldados «moros» uniformados con calzoncillos<br />
blancos, que estaban de acampada.<br />
España volvía a ser gloriosa.<br />
Reka Refojos (Vigo, Ponevedra)<br />
55
Ilustración de Ina Staminirova (Barcelona) http://inastanimirova.com/<br />
Aportada por la autora<br />
56
Agua y montaña<br />
Ahí, en ese lugar escondido<br />
de vegetación abundante<br />
juro que escuché viajar un sonido<br />
tal vez fueron nuestros suspiros, chocolate,<br />
allí, entre agua y montaña<br />
el viento helaba mis sentidos<br />
por eso yo escribía con tus palabras<br />
y tú pintabas con mis latidos<br />
justo me besas…<br />
con tu elegancia y tu misterio<br />
entonces te beso de vuelta,<br />
con mi impaciencia y mi son sureño.<br />
Silencio, regreso a la normalidad<br />
acá, alimentando desconcertados<br />
los olores y el huracán<br />
que nos revolvieron los labios.<br />
Aldana Michelle Giménez (Mendoza, Argentina)<br />
57
Writer – Rui-Ricardo (Portugal) https://www.deviantart.com/rui-ricardo<br />
58
Opera prima<br />
Cuando miro a mi alrededor, me pregunto qué hago yo en este<br />
cuchitril, en el que tengo que andar de puntillas haciendo equilibrios<br />
para no pisar los juguetes de mi hija, donde no hago más que medir y<br />
remedir su habitación para ver si consigo meter un escritorio o por lo<br />
menos una pequeña mesa en la que pueda estudiar, pero la cinta<br />
métrica me indica una y otra vez que el espacio no da más de sí.<br />
Donde, cuando abro un armario para meter la ropa recién planchada,<br />
me tengo que pelear con la indumentaria ya colocada y que se niega a<br />
hacer sitio a sus congéneres. En donde la angosta nevera, traída de no<br />
sé qué lugar por sus anormales dimensiones, pronto queda abarrotada<br />
de víveres que ni siquiera serán suficientes para alimentar una semana<br />
a tres personas, y en la que tengo que bucear para encontrar la<br />
mantequilla o la mostaza, dándome de bruces con la salsa de tomate<br />
que había estado dos días buscando.<br />
Y entonces lo veo a él, al escritor en ciernes que lleva años<br />
revisando y perfeccionando su ópera prima, demorando una y otra<br />
vez las idas y venidas a distintos editores, la búsqueda de un agente<br />
literario o la autoedición de esa genial novela que nos sacará de este<br />
tugurio, y, en ese momento, observando detenidamente su rostro, es<br />
cuando encuentro respuesta a mi interrogante, al ver la palabra<br />
«fracaso» escrita en su frente.<br />
Inma Sastre (L´Eliana, València)<br />
59
Foto de perfil de la autora en Facebook<br />
60
Impertinencia<br />
Un ruido difuso,<br />
el eco de un estruendo<br />
que se va deshaciendo poco a poco.<br />
Viene hacia mí,<br />
me sobresalta<br />
y descompone el sueño<br />
en ínfimos pedazos.<br />
La oscuridad aterra<br />
y las paredes crujen<br />
como si abrieran grietas en el tiempo.<br />
Retumban doloridos los cristales,<br />
el terror me asfixia...<br />
Sentada en el colchón, petrificada,<br />
me pregunto en silencio:<br />
qué mal has hecho hoy<br />
niña de la coleta tiesa<br />
en qué rincón has olvidado<br />
el mínimo pudor, la sensatez<br />
de persona en equilibrio pleno.<br />
Mal hechos los deberes,<br />
demasiados tachones en el folio<br />
faltas de ortografía<br />
completa digresión de las ideas,<br />
heredera del caos<br />
no hay orden ni concierto en tus palabras<br />
ni la hay en los hechos.<br />
61
Y la voz se repite. Me persigue<br />
siempre inmisericorde<br />
como punzón al rojo vivo<br />
hundiéndose en mi vientre.<br />
Reiterada sentencia de togado<br />
que ha encorvado la espalda<br />
de una mujer que quiso<br />
ejercer su derecho a ser rebelde.<br />
Poema premiado por Amics de la Nau Gran (Universitat de València)<br />
Isabel Sifre Puig (València)<br />
62
La abuela<br />
Fotografía aportada por el autor<br />
La familia Andrés subió al camión. Papá y mamá, delante. La<br />
abuela con los niños, en la litera. Hicieron el viaje de noche. Entonces<br />
no había aire acondicionado y aquel verano se presentaba, como<br />
todos, achicharrante en la ciudad y tórrido en el pueblo, pero que se<br />
pasaba mejor.<br />
Llegaron a las tres de la mañana. Los niños pasaron<br />
directamente a las frescas camas. Papá y mamá descansaron un rato<br />
mientras la abuela recogía las cosas.<br />
A las siete, papá se levantó, se lavó y se puso en marcha. El resto<br />
de familia pasaría todo el verano allí, fresquitos, y él iría cuando<br />
pudiera. A lo mejor, incluso podía pasar algunos días con ellos.<br />
63
Consiguió llegar a tiempo para las fiestas. Encontró a los<br />
chavales muy morenos, llenos de raspaduras y alguna que otra costra<br />
de caerse de la bicicleta. Pasaron unas fiestas fenomenales y a<br />
primeros de septiembre estaban de vuelta en el piso. Preparados para<br />
ir al colegio, que por aquel entonces era a finales de septiembre.<br />
Poco después de Todos los Santos, la abuela se puso mala. Muy<br />
mala. Tan mala que murió el día cinco. La familia Andrés estaba<br />
abatida. La abuela no quería ser enterrada en la ciudad. Ella quería<br />
estar con su Ambrosio, muerto hacía dos lustros. Aunque pagó diez<br />
veces el entierro, no le cubría el traslado.<br />
Se les ocurrió una solución sencilla: metieron a la abuela muerta<br />
en el mismo colchón en el que expiró y, otra vez de noche volvieron<br />
al pueblo. El camión era un Pegaso de morro chato, con el cambio de<br />
marchas de palanca sobre el motor. En la cabina hacía bastante calor.<br />
El colchón iba sobre la vaca. Más fresco. Atado y bien atado. Después<br />
del puerto de El Ragudo pararon en Barracas. Necesitaban reponer<br />
fuerzas y descansar un rato.<br />
Cuando salieron la mujer se llevó las manos a boca y exclamó<br />
un «¡No!» rotundo: el colchón había desaparecido y las cuerdas<br />
estaban tiradas en el suelo.<br />
Manuel Serrano (València)<br />
64
La histeria de un PhD<br />
Ilustración aportada por la autora<br />
Quema dentro de mí<br />
La cafeína<br />
El nerviosismo<br />
Del papel en blanco<br />
De la investigación en sus primeros pasos<br />
Me siento como un bebé<br />
Sin saber realmente que hago<br />
Pero aquí estoy<br />
Dándole al teclado<br />
Histérica pérdida<br />
En la biblioteca<br />
En la cafetería<br />
En casa<br />
En el autobús<br />
En el trabajo<br />
65
Todo lugar es adecuado para leer<br />
Contrarrestar datos<br />
Escribir en trance<br />
Como poseída<br />
Escuchando Radio3<br />
YouTube<br />
Viendo 101 documentales<br />
Y perdiendo el tiempo en Facebook y WhatsApp<br />
No querer convertirme en una marioneta académica<br />
Mientras vaticino resultados imposibles dada la precariedad<br />
establecida<br />
Objetivos imposibles<br />
O grandilocuentes<br />
Pero metas que me hacen sonreír<br />
Mientras mis bolsillos sangran<br />
Y el nerviosismo se apodera de mí<br />
Una y otra vez<br />
Frente a la jodida hoja en blanco.<br />
Esther Moreno Morillas (València)<br />
http://elcascabelalgato.blogspot.com.es/<br />
http://invisiblevoyeur.blogspot.com.es/<br />
https://feminismosmasturbatorios.wordpress.com/<br />
66
Cuenta atrás<br />
Fotografía aportada por la autora<br />
Tenía las horas contadas. Lo descubrió al despertar cuando la<br />
llamó y le respondió el silencio. Desde ese momento tuvo la certeza<br />
que había comenzado su cuenta atrás.<br />
Inmóvil, acurrucado en posición fetal, dejó de alimentarse y<br />
abandonó su higiene. Se quedó tan solo... Perdió la noción del<br />
tiempo, del día y de la noche. La oscuridad apagó su luz y<br />
enmudecieron sus palabras al no tener con quién compartirlas.<br />
Abatido, permaneció sobre la cama, cerró los ojos y lágrimas de<br />
amor inundaron su rostro. La abrazó sin miedo. Cuando lo envolvió<br />
el frío de su cuerpo se dejó llevar…<br />
Pilar Alejos Martínez (Quart de Poblet, València)<br />
https://versosaflordepiel.blogspot.com.es/<br />
67
Superwoman – Marcelo Di Chiara (Brasil)<br />
https://www.deviantart.com/dichiara<br />
68
Vera Vitae<br />
Tras un par de minutos dudando, carraspeó en el quicio de la<br />
puerta para anunciar su llegada. Un viejo perro, tumbado en una<br />
esquina del salón, levantó la cabeza con desgana, le echó un vistazo<br />
rápido y se volvió a acurrucar decidiendo que no era una amenaza. O<br />
que no merecía la pena el esfuerzo.<br />
—Pasa —ordenó una voz somnolienta que no supo de dónde<br />
provenía.<br />
Dudó una vez más, intentando decidir si en realidad debía entrar<br />
o darse la vuelta y solicitar un nuevo tutor. Le habían advertido que<br />
Vera Vitae era un tanto excéntrica, pero no estaba preparada para<br />
aquello.<br />
Desde que Anne Marie era pequeña, siempre había admirado a<br />
Vera Vitae y, cuando tuvo la oportunidad de elegirla como tutora, no<br />
tuvo ninguna duda en solicitarla a pesar de las advertencias de los<br />
demás.<br />
Una mano huesuda, cargada de anillos, asomó por el respaldo<br />
del sofá y Anne Marie se acercó despacio.<br />
—¿Sabes que tienes la puerta abierta? —preguntó con cautela.<br />
Vera suspiró de forma dramática<br />
—¿Y qué crees que va a pasar por ello, niña?<br />
Anne Marie abrió la boca para decir algo, pero se arrepintió al<br />
instante. No era la forma con la que pretendía empezar esa relación.<br />
—Me llamo Anne Marie Von Olster y me han asignado a usted<br />
para las prácticas.<br />
69
—Menuda birria de nombre, ¿Ha sido idea tuya? —replicó<br />
mientras bostezaba—. Si realmente te quieres dedicar a esto, tendrás<br />
que cambiártelo.<br />
Suspiró, decepcionada, y no tuvo valor para decirle que ese era<br />
su nombre real, el que le habían puesto sus padres.<br />
—Dime, niña, ¿cuál es tu don?<br />
—La fuerza y la velocidad.<br />
—Todos tenéis fuerza y velocidad. ¿Algo que te diferencie del<br />
resto de pseudo-héroes que están deseando ponerse unas mallas y<br />
salvar el mundo?<br />
Negó con la cabeza, al borde de las lágrimas. Había imaginado<br />
aquel encuentro cientos de veces. Se había imaginado tomando el té<br />
en tazas desportilladas por el uso, en una bonita casa con flores<br />
frescas en la encimera. Ella sería una anciana dulce y amable, que la<br />
trataría como la hija que nunca tuvo y que le enseñaría todo lo que<br />
tenía que saber para llegar a ser tan grande como ella. Pero no.<br />
Vera Vitae había sido la mejor en su época, pero de aquello ya<br />
hacía casi tres décadas. Por aquel entonces, apenas había gente con<br />
capacidades especiales y, los pocos que las tenían, no las sabían<br />
utilizar. Ella no solo tenía las capacidades físicas necesarias, como la<br />
fuerza y la velocidad extremas, sino que además podía volar. A día de<br />
hoy, a pesar de que la gente con habilidades excepcionales ya eran<br />
comunes, ese sigue siendo un don que pocos poseían. Pero en aquella<br />
época, ella era única.<br />
Lo que en realidad había convertido a Vera Vitae en una leyenda<br />
fue que había sido la primera en utilizar aquellas habilidades para el<br />
bien común. Hacía demasiados años que aquella ciudad se había<br />
sumido en el caos y la destrucción, pero desde que ella comenzó a<br />
colaborar con las autoridades, el porcentaje de delincuencia había<br />
caído en picado. Durante años, la ciudad estuvo en deuda con ella.<br />
Gracias a aquella época, la mayoría de los que tenían dones especiales<br />
70
decidieron comenzar a utilizarlos para el beneficio de todos. Por todo<br />
el mundo se comenzaron a crear academias en las que enseñaban a<br />
gestionar y utilizar esos dones, así como ética y leyes. Se podría decir<br />
que Vera Vitae había sido la madre de la sociedad actual.<br />
Pero aquello, a pesar de ser un gran avance para la humanidad,<br />
había acabado con su carrera profesional. Los héroes comenzaron a<br />
proliferar, mucho más jóvenes, más fuertes y más ágiles, y ella se<br />
había quedado desfasada. Desde la Universidad la mantuvieron en el<br />
programa de tutorías, pero su carácter había acabado por alejar a todo<br />
el mundo y todos evitaban acabar con ella.<br />
Anne Marie miraba a aquella mujer, extremadamente delgada y<br />
tumbada en el sofá de forma lánguida, y no podía creer que se tratase<br />
de la misma persona que había admirado desde niña. Respiró hondo,<br />
intentando hacerse fuerte sin conseguirlo. Una lágrima rodó por su<br />
mejilla sin que pudiera evitarlo. Decidió hacer caso al rector y<br />
solicitar el cambio de tutor. Se encaminó hacia la puerta, arrastrando<br />
los pies decepcionada.<br />
—Vete, super-heroína, abandona al primer obstáculo —rió Vera<br />
de forma ácida.<br />
Anne Marie sintió que la tristeza se convertía en una ira que le<br />
ardía desde las entrañas. Supo que tenía que alejarse de aquella casa<br />
llena de basura antes de que las llamas que comenzarían a brotar de<br />
su cuerpo lo redujesen todo a cenizas. Ya comenzaba a arder con<br />
fuego azulado cuando salía por el quicio de la puerta.<br />
—¡Quieta! —gritó Vera.<br />
Se quedó paralizada, sin mover ni un solo músculo mientras la<br />
llamarada se arremolinaba sobre su cuerpo, por miedo a quemar algo<br />
importante o peligroso. No sería la primera vez. Vera Vitae se levantó<br />
con una agilidad que un instante antes no parecía poseer y se colocó<br />
frente a ella. Sujetó la cara de Anne Marie con ambas manos, sin que<br />
le importarse quemarse la piel ni que se le fundieran los anillos.<br />
71
—Parece que sí tenemos algo con lo que trabajar —dijo de forma<br />
solemne.<br />
Anne Marie no olvidaría la sonrisa que Vera Vitae le dedicó en<br />
ese instante. Esa sonrisa cómplice y con un atisbo de orgullo que la<br />
torturaría, noche tras noche, después de haber tenido que matarla dos<br />
años más tarde.<br />
Isabel Pedrero (León)<br />
@M. H. Heels<br />
72
Adiós<br />
Cabra de la Legión – Gonzalo Fernández<br />
https://www.flickr.com/photos/gonlor/<br />
Adiós. No aguanto un minuto más obedeciendo órdenes,<br />
desfilando al son que tocan otros, y escuchando a tipos sudorosos que<br />
ríen mientras comen y beben junto a mí y solo de vez en cuando, me<br />
dan las migajas.<br />
Estoy harta de que me acaricien cuando les da la gana sin poder<br />
siquiera responder, porque aunque lo hiciera nunca me entenderían.<br />
Me largo.<br />
He decidido aceptar la invitación de mi prima, que está todo el<br />
día bailando al son de un organillo y viajando de un lugar a otro.<br />
73
Por fin dejaré de escuchar lo del dichoso novio de la muerte.<br />
Que nadie me busque. Me marcho de la Legión para unirme a<br />
una tribu de gitanos. Y aunque digan que estoy como una cabra, no<br />
me ofendo. Al fin al cabo, es lo que soy.<br />
Susana Gisbert Grifo (València)<br />
http://conmitogaymistacones.com/<br />
74
III Concurso de microrrelatos<br />
La Radio en Colectivo/Valencia Escribe<br />
El programa La Radio En Colectivo, de Mislata Radio, con la<br />
colaboración de Valencia Escribe, y el fin de fomentar la creatividad<br />
literaria y difundir el género del microrrelato, convocan el III Concurso<br />
de Microrrelatos.<br />
La presentación a este certamen implica la aceptación de las siguientes<br />
bases:<br />
1. El concurso se desarrollará desde mayo de <strong>2018</strong> hasta abril del<br />
2019. Cada mes se seleccionará un microrrelato ganador y entre todos<br />
los ganadores mensuales se escogerá el ganador del premio final. Se<br />
podrán enviar solo dos microrrelatos por persona al mes.<br />
Los participantes deberán tener los 14 años cumplidos.<br />
2. El microrrelato debe ser original e inédito (por inédito se entiende<br />
que no haya ganado ningún premio ni se haya difundido en ningún<br />
medio), escrito en castellano, y que no exceda las 150 palabras, título<br />
incluido. La temática será libre.<br />
3. Las obras se enviarán por correo electrónico, con el asunto «III<br />
Concurso de Microrrelatos La Radio en Colectivo», a la siguiente<br />
dirección: valenciaescribe@hotmail.com<br />
El texto, que debe llevar título, debe incluirse en el cuerpo del mensaje<br />
(no como un documento adjunto) y al final deben constar los datos<br />
personales (nombre y apellidos, dirección postal, localidad y un<br />
teléfono de contacto).<br />
Se podrán firmar las obras con pseudónimo sin menoscabo de la<br />
inclusión de los datos personales para el conocimiento de estos por la<br />
organización del concurso.<br />
75
Los microrrelatos se pueden presentar a cada convocatoria mensual<br />
desde el día 1 desde las 00.00h hasta el día 28, 30 o 31 (según el mes)<br />
a las 23.59h, en GTM+1.<br />
4. Los textos ganadores mensuales se publicarán en las páginas de<br />
Facebook: La Radio en Colectivo, y Valencia Escribe. Por este motivo<br />
La Radio En Colectivo se reserva el derecho de reproducción y<br />
difusión de todos los microrrelatos enviados, incluso los no seleccionados.<br />
5. El jurado que seleccionará los microrrelatos finalistas de cada<br />
convocatoria mensual estará formado por el equipo de La Radio En<br />
Colectivo y de Valencia Escribe, pudiendo incluir en sucesivas convocatorias<br />
a nuevos miembros del jurado.<br />
El veredicto de cada mes se hará público un jueves (no festivo) del<br />
mes siguiente a cada convocatoria mensual en las páginas de<br />
Facebook La Radio en Colectivo y Valencia Escribe, y se leerá en el<br />
programa de radio.<br />
El veredicto final se hará público el último jueves de mayo de 2019<br />
en las mencionadas páginas de Facebook y en la emisión de esa<br />
semana del programa de radio.<br />
Los autores ganadores y finalistas deberán estar dispuestos a darse a<br />
conocer públicamente.<br />
6. Los finalistas de cada mes optarán a un diploma y, además, está<br />
prevista una sorpresa final para el ganador.<br />
7. El jurado puede declarar desierto el premio mensual, así como el<br />
final, si considera que ninguna de las obras presentadas tienen<br />
suficiente calidad para ser publicadas.<br />
8. La Radio En Colectivo se reserva la posibilidad de modificar las<br />
bases del concurso por causas justificadas.<br />
76
Nuestros libros<br />
Todos los títulos disponibles en Amazon, tanto en papel<br />
como en ebook, algunos de ellos a precios de risa<br />
77
Números anteriores de Valencia Escribe<br />
Número 36 (Noviembre 2017)<br />
https://www.yumpu.com/es/document/view/59501837/ve-36-noviembre-2017<br />
Número 37 (Diciembre 2017)<br />
https://www.yumpu.com/es/document/view/59579031/ve-37-diciembre-2017<br />
Número 38 (Enero <strong>2018</strong>)<br />
https://www.yumpu.com/es/document/view/59669075/ve-38-enero-<strong>2018</strong><br />
Número 39 (Febrero <strong>2018</strong>)<br />
https://www.yumpu.com/es/document/view/59811171/ve-39-febrero-<strong>2018</strong><br />
Número 40 (Marzo <strong>2018</strong>)<br />
https://www.yumpu.com/es/document/view/59875642/ve-40-marzo-<strong>2018</strong><br />
Número 41 (Abril <strong>2018</strong>)<br />
https://www.yumpu.com/es/document/view/59937467/ve-41-abril-<strong>2018</strong><br />
Número 42 (Mayo <strong>2018</strong>)<br />
https://www.yumpu.com/es/document/view/60097984/ve-42-mayo-<strong>2018</strong><br />
Número 43 (Junio <strong>2018</strong>)<br />
https://www.yumpu.com/es/document/view/60349400/ve-43-junio-<strong>2018</strong><br />
NOTA: Enlaces de descarga en el interior de cada revista<br />
78
Palabras en la basura<br />
Alberto Basterrechea, Neorrabioso<br />
http://neorrabioso.blogspot.com.es/<br />
79
Valencia Escribe en las redes<br />
Os recordamos que en nuestro muro de Facebook Valencia<br />
Escribe, además de otras cosas, seguimos colgando convocatorias de<br />
concursos literarios que os podrían interesar<br />
https://www.facebook.com/pages/Valencia-Escribe/13<strong>44</strong>50789952020<br />
Si tienes un blog y quieres hacernos partícipes de su existencia o<br />
mantenernos al tanto de las entradas que publiques, no olvides que<br />
también tenemos el grupo Valencia Escribe Blogs<br />
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Para los aficionados al Haiku, también tenemos un espacio, que<br />
para ser originales nos dio por bautizar como Valencia Escribe<br />
Haiku. Podéis dejar allí vuestros poemas pero intentad cumplir las<br />
reglas…<br />
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1806573156332152/<br />
Valencia Escribe (y mucho) es un grupo creado para compartir<br />
vuestros poemas, microrrelatos y entradas de cualesquiera blogs<br />
literarios mantenidos por los amigos que integran esta familia que<br />
cada vez se hace más y más y más grande.<br />
https://www.facebook.com/groups/393565884345726/<br />
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¿Te gusta leer? ¿Te apetecería comentar con nosotros tus<br />
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decirnos lo que estás leyendo, vas a leer o desearías leer? ¿Compartir<br />
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La foto de Miguel<br />
Elevador de Santa Justa, Lisboa - Miguel García Rodríguez (València)<br />
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