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—No confían en mí todavía —decido decirle—. Ellos... llevan las máscaras de plata. No

sé sus nombres o identidades.

Teren no es tan fácilmente inmutado.

—¿Qué sabes?

Trago. El aire se siente tan pesado. Debo decirle algo. Como en un sueño, siento las

palabras emerger.

—Me visitan de vez en cuando en la Corte Fortunata —le susurro.

Teren sonríe.

—¿Es que operan a partir de ahí?

—No estoy segura. —Puedo escuchar mis latidos. La oscuridad creciendo en mi pecho

me marea. Me balanceo en mi asiento, con hambre de usar el poder. Me gustaría tener las

habilidades de Enzo, de repente pienso, y el deseo hace que la ambición surja. Me gustaría

tener el poder de quemar toda esta torre hasta el suelo.

—Dime, Adelina —dice Teren, mirándome con curiosidad—. ¿Qué están planeando?

Con un gran esfuerzo, alejo la creciente oscuridad. No puedo usar mis poderes en

él. Soy demasiado débil. Además, ¿qué harían un montón de sombras? Me aclaro la

garganta. ¿Qué puedo decirle, qué hará el menor daño?

—Están planeando algo para el Torneo de las Tormentas —me las arreglo para decir—

. No sé por qué.

Teren considera mis palabras. Entonces, aplaude una vez, y un momento después, un

Inquisidor abre la puerta.

—¿Señor?

Teren le hace una seña. Le susurra algo a la oreja del otro hombre que no puedo oír. El

hombre me echa una mirada cautelosa. Por último, Teren se aleja.

—Dile al rey de inmediato —dice.

El otro Inquisidor hace una reverencia.

—Por supuesto, señor. —Se apresura a salir.

—¿Eso es todo? —me pregunta Teren.

El dulce rostro de Raffaele aparece en mis pensamientos, y con él viene una punzada

de culpabilidad. Le he dado muy poco. Por favor, deja que esto sea suficiente para

satisfacerlo.

—Eso es todo lo que sé —le susurro—. Necesito más tiempo.

Durante un largo momento, Teren no se mueve.

Justo cuando me pongo a pensar que va a exigir más de esta visita, se relaja y aparta la

mirada.

—Viniste a mí hoy —dice—. Y eso es un comienzo útil. Gracias por tu información. Por

cumplir con tu palabra, mantendré la mía. Tu hermana está a salvo.

Las lágrimas brotan de mis ojos, y me desplomo con alivio.

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