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haciendo. Pero la otra parte de mí, la parte que es la hija de mi padre, se deleita en

ella. Estoy embriagada de placer, me recorre hasta que me siento una persona

completamente diferente. Camino más cerca de donde se retuerce y miro pacientemente con

una curiosa inclinación de cabeza. Abro la boca para hablar, y las palabras de mi padre se

derraman fuera.

—Muéstrame lo que puedes hacer —susurro a la oreja de Dante.

En algún lugar en medio de remolinos de oscuridad, me sorprendo al ver a Violetta

encogida en un rincón, con los ojos aterrorizados fijos en mí. Tiene el poder para detenerme,

me doy cuenta a través de mi nube de euforia. Pero no lo hace.

¿Detenerme? ¿Por qué debería detenerme? Este es el chico que le dijo a Enzo que me

matara. Ha amenazado mi vida desde el momento en que me uní a los Dagas, trató de

matarme ahora. Al igual que todos los demás. Tengo todo el derecho a torturarlo. Merece

morir en mis manos, y me aseguraré de que sienta hasta el último momento de ello. Toda la

rabia y amargura que he mantenido en mi corazón por todo, ahora alcanza su cima. La

imagen de mi padre sustituye a Dante de nuevo, su cuerpo se inclina en agonía. Mi sonrisa

se vuelve oscura y se tuerza más duro, más duro, más duro.

Te destruiré.

—¡Detente, por favor! —Al principio creo que es Violetta gritándome esto, pero luego

me doy cuenta de que es mi padre. Ha recurrido a rogar. Su latido del corazón aumenta a un

ritmo violento.

Algo dentro de mí grita que esto va demasiado lejos, puedo sentir la oscuridad hacerse

cargo de mis sentidos. Mi padre, Dante, jadea. Su grito se corta mientras su rostro se

congela en una imagen temblorosa de conmoción. Más fuerte. Intento en vano ignorarlo,

recuperar el control. No puedo. Un verdadero hilo de sangre corre de sus labios. Mi corazón

tiembla a la vista. Eso no debe suceder. Soy una ilusionista. ¿Puede la ilusión de dolor

eventualmente desencadenar algo real? Una vez más, trato de detenerme. Pero el fantasma

de mi padre solo se ríe, mezclándose con los murmullos alegres en mi cabeza.

Sigue adelante, Adelina, y nadie jamás te dará órdenes otra vez.

Siento algo romperse en el corazón de Dante, una ruptura de cadenas.

Se congela. Su boca se mantiene abierta en un grito silencioso; sus labios se tiñen de

color rojo. Sus dedos se crispan, pero sus ojos están brillantes. La oscuridad en mí que

poseyó mi mente ahora se desvanece en una ráfaga, colapso en mis rodillas, de repente

incapaz de recuperar el aliento, me apoyo en la pared por el agotamiento. Siento como si

hubiera vuelto a mi cuerpo. Mi energía se reduce en la nada, solo así, la presencia fantasmal

de mi padre desaparece, y su voz se funde en la noche. Violetta se queda dónde está,

mirando en silencio aturdido el cuerpo de Dante. Hago lo mismo. El caos de las calles

resuena en mis oídos como un grito bajo el agua.

Quería hacerle daño. Defenderme. Vengarme. Escapar. Pero no solo lo lastimé. Me

aseguré de que nunca volviera a levantar un dedo contra mí.

En mi furia, lo asesiné.

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