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Jeff Buckley.
20 años huérfanos de su voz.
javistone.
Cada vez que barrunto la necesidad (necedad, quizá) de desarrollar una teoría que trate de analizar la belleza de la
música, de adentrarme en esa reacción bioquímica que se produce en nosotros como si fuera el soplo mismo de la vida,
de cómo nos hace efectivamente sentir más vivos que la vida misma… siempre me tropiezo con la imposibilidad de hallar
las palabras adecuadas con las que aproximarme a aquello que es el corazón, que es la belleza de la música, de la propia
vida en realidad. Desisto en mi intento porque desisto de intentar explicar la vida y decido vivirla sin más. La música, la
belleza, el arte… no se explica, se vive. La música de Jeff Buckley es todo eso: Belleza, sentimiento, sensibilidad… es la
vida misma, y tras veinte años proponiéndomelo nunca he sido capaz de explicar con acierto la música de Jeff Buckley
y, por extensión, al propio Jeff Buckley.
Jeff Buckley llegó a la vida de muchos
de nosotros como algo fugaz. Grabó
un único disco, “Grace”, y desapareció.
Suyo podía haber sido el universo, y
sin embargo el universo se lo quedó
para sí, con sólo treinta años. Muchos
se esfuerzan en vano durante décadas
en acuñar toda la belleza que él logró
reunir en un único trabajo. Él lo hizo
a través de apenas un puñado de
canciones con las que hizo de este
un mundo un poco mejor. Acceder a
“Grace” y a Buckley es como entrar
en la Capilla Sixtina e ir elevando la
mirada a cada paso. Es esa sensación
que te inunda mientras sientes cómo
la sangre de tus venas se va calentando
a cada instante y cada centímetro de tu
piel la sientes latiendo, se siente viva.
La historia de Jeff parece sacada de un
guión cinematográfico. Hijo de uno de
los grandes talentos de los años 70’s,
Tim Buckley. Padre ausente, artista,
una entelequia en la psique de Jeff
durante toda su vida (“Father do you
hear me, do you know me, do you even
care?”) que además, como si marcase
el destino de su hijo en forma de
herencia (como hizo Bruce Lee con
su hijo Brandon), también moriría
muy joven. Jeff y Tim apenas se vieron
dos veces. La carrera musical de Jeff se
inició de forma casi accidental en una
misa cuando interpretó dos canciones
de su padre en modo de homenaje,
dejando helado al público que asistía
al servicio eucarístico. De alguna
forma aquello impulsó algo que estaba
latente, conectó a padre e hijo y le
indicó el camino, un camino agreste,
engañoso y de final incierto.
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