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parecido en ese sentido, va poco
a poco contando cosas de mi
vida, pero que luego penetra en
la vida de otros, como pasa con
“Blood on the tracks”, salvando
obviamente las distancias, que
son infinitas leguas (risas).
Escuchar mucha música es
un poco como haber viajado
por todo el mundo solamente
por las sensaciones que te
producen las canciones que
escuchas durante toda tu vida.
Uno diría que conoce el Joshua
Tree solo por haber escuchado
a Gram Parsons, ¿no?
Eso mismo, que conoces las
rocosas porque has escuchado
a Poco, a los Eagles o a Buffalo
Springfield. Luego sucede
también que si has viajado a
sitios míticos, como el barrio
de los Kinks, el Muswell Hill
Village, comprendes incluso
mejor la música de los Kinks,
porque ahí reconoces la esencia
de su música, entiendes por qué
es tan especial. Precisamente
prefiero a los Kinks sobre todos
los grupos ingleses porque
retratan a las personas y a
las situaciones de una forma
atemporal, Ray Davies es un
retratista de la persona, como
Randy Newman, las retratan tan
bien que ese tipo de persona te
lo vas a seguir encontrando en
las distintas generaciones que
vayan viniendo por los siglos de
los siglos. Los perfiles humanos,
o de las situaciones, que hace
Ray Davies son perfectos. Por
eso al final si tú te metes en
profundidad en Dylan como
hice yo, acabas conociendo un
montón de sitios. Está muy bien
eso que dices, porque siento que
ayuda a que la gente experimente
a través de las canciones, gente
que a lo mejor no se termina de
meter en la música. Hay muchos
que me dicen que no tienen ya
edad para ponerse a escuchar
música... pero nunca es tarde
para engancharse a una buena
canción.
Yo soy de otra generación
posterior a la tuya, y me da
mucha envidia la imagen que
das del Bilbao que conociste en
tu primera época, una ciudad
muy abierta a la música…
Sí, bueno, pero también era una
ciudad muy cutre y muy fea,
¿eh?
Leo tus historias y pese a
no sentirme reflejado en
esas experiencias sí que me
identifico en la forma en
que sientes esos momentos
asociados a una música en
concreto, a sensaciones
asociadas con canciones, y
siento que, a pesar de llevar
toda una vida escuchando
música compulsivamente,
Arthur Alexander
cuanto más conozco y escucho
más cuenta me doy de lo poco
que sé, de lo poco que he
escuchado, o mejor dicho, de
la cantidad de música increíble
que aún no he disfrutado. Hay
gente que se agobia pero a mí
me parece maravilloso seguir
descubriendo música que te
emocione después de cuarenta
años. De entrada te digo que he
descubierto y re-descubierto
a gente entre las páginas del
libro. A Arthur Alexander no lo
conocía…
Hoy lo hemos puesto en una
entrevista en radio Euskadi…
Mira, si hubiera un incendio
en mi casa y tuviese que elegir
qué disco salvar ese sería el de
Arthur Alexander, que no digo
yo que sea el mejor disco del
mundo, porque el único disco
que creo que está por encima del
bien y del mal es el “What’s going
on” de Marvin Gaye, que es la
obra más milagrosa que se haya
hecho jamás. Pero el de Arthur
Alexander es el disco que más
quiero. En el relato lo cuento,
la gente lo desconoce y para mí
es la obra maestra del countrysoul,
donde ambos estilos se
mezclan perfectamente. Fíjate
que “Burning love” la hizo luego
Elvis, tío… Tenía mucho interés
en ponerlo al principio del libro
porque intuía que habría gente
que lo iba a descubrir.
Otro era Nick Drake. Lo conocía
pero no había entrado en su
música. O digámoslo mejor,
nadie me enseñó a escucharlo
tal y como tú has hecho.
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