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perdonables. No todo han sido buenas críticas
a la película de los hermanos Pastor. Tal vez
sea algo plana visualmente y poco original
en una historia ya contada anteriormente,
pero en mi opinión es un trabajo disfrutable,
entretenido, que te impulsa a tomar parte en
un duelo de poder sin recurrir al tópico de la
simpatía del perdedor.
De sentimientos intrínsecamente humanos,
de reacciones visceralmente planeadas, trata
también a groso modo “Quien a hierro mata”
(Paco Plaza, Valencia 1973). Estamos ya
ante un trabajo de un director consagrado, de
los tildados como “de género”, que venía de
dar la sorpresa hace dos temporadas con la
estupenda “Verónica”, una cinta con la que
sin renunciar a la querencia al sobresalto del
director, se adentraba en una exploración
más ortodoxa de lo paranormal. Moviéndose
a un terreno menos terrorífico de lo habitual,
pero igualmente intenso y por momentos
absorbente, Plaza tira en esta ocasión de
Luis Tosar para construir la pequeña historia
de un celador que ejerce su profesión en
una residencia de ancianos y al que la
casualidad le sirve en bandeja la oportunidad
de acometer ciertos reajustes vitales movidos
por motivaciones que no plasmaremos en este
artículo para no espoilear al lector. Porque
ciertamente, al igual que el hilo conductor de
los films comentados más arriba no eliminan la
posibilidad de gozar con los mismos, en este
caso nos reservaremos el manido manual de
uso de una película que sólo se explica por
sí misma conforme el espectador deshace
el nudo que se forma alrededor de los dos
personajes centrales. No conviene por tanto
ir más allá, si acaso reseñar, aunque resulte
ya innecesario por manido, el espectacular
trabajo de un Tosar incapaz de ofrecer una
interpretación desmedida a pesar de la
fuerte carga motivacional de su personaje,
que se mueve como excelente jugador de
póker con las cartas marcadas en una mano
en la que apuesta todas las fichas. “Aunque
estuviese leyendo ´Mujercitas´pensaría que
podría funcionar con Luis Tosar”, afirmaba
con acierto Paco Plaza en una entrevista
con Spin Off. La película brilla por tanto
bajo el fulgor de esa estrella incansable,
pero apoyada en una historia tan humana
y creíble como su inenarrable escena final.
No dejen de verla, y no investiguen por su
cuenta para conocer ese sorprendente final
y por qué se llevó a cabo de esa manera,
merece la pena llegar a ese momento
junto al protagonista, en su tiempo y forma.
Si existe un actor que pueda competir con
Tosar en cuanto a intensidad y capacidad
de potenciar al personaje que interpreta
hasta el máximo nivel de realismo, ese es
Antonio de la Torre, que entre otros trabajos
a lo largo de la temporada, consigue dar
calidad documental a la triste historia de un
republicano escondido durante la mayor parte
de la dictadura franquista en la fabulosa “La
trinchera infinita” (Garaño, Arregi y Goenaga).
En este caso, si bien estamos ante otra cinta
claramente orientada a la empatía espectadorprotagonista,
no hay espoiler posible que
pueda arruinar su visionado. La historia es
bien conocida, y está basada en numerosas
experiencias reales que tristemente se dieron
en nuestro mismo país en el siglo pasado.
El poder de la cinta reside, por tanto, en el
claustrofóbico ambiente de la España oculta,
ruralmente agobiada, cristalizada en la historia
del matrimonio protagonista; al fabuloso
De la Torre le acompaña una contenida y
espectacular actuación de Belén Cuesta,
actriz de profunda personalidad que asume
el rol de nexo entre realidad y pesadilla en la
que tanto el protagonista como el espectador
se sumergen y cuyo papel le valió un premio
Goya. Rodada en Higuera de la Sierra
(Huelva), localidad que apenas dista mucho
de lo que pudo ser cualquier población de la
España posterior a nuestro triste conflicto civil,
y que acogió un rodaje en la que la producción
añadía un atrezo que evolucionaba desde las
iniciales purgas de subversivos republicanos,
rodadas con cierta descoloración intencionada,
hasta la luminosidad de un pueblo tranquilo
treinta años más tarde. Entre esos dos
momentos, acompañamos al protagonista en
su zulo de soledad pero también de creciente
desconfianza, aislamiento, desarraigo, y a
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Rock Bottom Magazine