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NÚMERO 1 MARZO 2013
Bombay, ciudad de arena (por Favila Roces) Pág. 2
Obras maestras minúsculas (por Fernando
Morales) Pág. 6
Thomas Mann y la tarea de la libertad (por
Daniel Ventura). Pág. 8
Michael Connelly: cantar de gesta policiaco (por
Carlos Zúmer). Pág. 10
El fantasma de la igualdad (por Alejandra
Castellanos). Pág. 14
Valerón: el último profeta (por Andrés Tallón). Pág.
16
Muddy Waters: el primer Rollin’ Stone (por
Pablo Collado). Pág. 18
El horror (por Macarena Berjano). Pág. 26
La vida secreta de los objetos (por Francisco Daniel
Medina). Pág. 29
Panamá ya no es esdrújula (por Javier Zori del Amo).
Pág. 31
Domingo de pasión (por Carlos Saiz). Pág. 34
La imposibilidad del humanismo. Ética en la
empresa (por Carlos Javier González). Pág. 36
Dispara (por Irene Cuevas). Pág. 38
¿Por qué son necesarios los superhéroes? (por
Anycka HC). Pág. 41
Entrevista a Miguel Sánchez-Romero (por Fernando
D. Padilla). Pág. 49
ILuSTRACIOnES POR:
Jate
Mikel Murillo
www.facebook.com/iwritemagazine
www.twitter.com/iwritemagazine
www.iwrite.es
1
2
Por Favila roces
BomBay,
ciudad de arena
1
un nOMBRE EVOCADOR PARA un LuGAR OBJETIVAMEnTE DESAGRADABLE.
No lo es en base a criterios morales: pobreza, chabolas, polución y la redención a través de la fotografía
de famélicos niños sonrientes. Los valores absolutos, además de ser un absoluto coñazo, tienen las patas
muy cortas en la India. Opinar acerca de Bombay, del país en último término, tiene miga. Existen dos tentaciones
principales. La evidente, creer que la experiencia personal permite conocer el asunto a fondo. Dicha escuela
alimenta dos vertientes antitéticas: los resabiados y los iluminados. Resultan más cómicas que graciosas y -seagotan
pronto. Su contrario, sobrecogerse ante tanta complejidad, tanta contradicción y no saber qué pensar.
Observar y sacar conclusiones, sin remilgos pero sin tomárselas demasiado en serio –los indios, nacionalidad
esencialmente ecléctica, tampoco lo harán-, es una buena forma de acercamiento. Con frecuencia, incluso
aquellos locales que han recibido una educación excelente son incapaces de procurar una visión sinóptica de la
India. El autor V.S. Naipaul, en cambio, sí ofrece algunos trazos maestros en su libro India, cuyo primer capítulo
está consagrado precisamente a Bombay.
La ciudad, cuyo nombre deriva del portugués “bom baim”, es la
capital del estado de Maharashtra y, más decisivamente, el principal
centro comercial y financiero de la India. Bombay resulta repulsiva
por motivos estrictamente funcionariales. Veintidós millones de
habitantes, sufriendo una densidad media de 20.000 personas por
kilómetro cuadrado. La cuarta urbe más populosa del mundo es
una gigantesca ratonera. Colaba, centro histórico-colonial y -salvo
inclinaciones estéticas inequívocamente feístas- única zona atractiva
de la ciudad, se encuentra rodeada de mar por sur, este y oeste.
Desplazarse desde aquí a vecindades norteñas
–Bandra, Juhu y Andheri– en las que encontrar un plan que merezca
la pena –en estándares locales (para blancos): elegir entre
varios restaurantes y poder tomar una copa– es una cuestión de
fe. Los atascos, permanentes, invitan a la pereza. De algún modo,
esa es la madre del cordero, porque si uno se agobia en Bombay,
no tiene dónde ir. Todo es mundanal ruido. No hay trincheras.
Imposible retirarse a un parque poco transitado, aislarse en una
cafetería, pretender que un taxi te conduzca a casa esquivando
el tráfico. Un apartamento espacioso en un piso elevado se
revela como la única opción. Una opción que más bien es una
fantasía, únicamente al alcance de extranjeros y élites locales. El
suelo es extraordinariamente costoso en una ciudad construida
sobre terrenos arenosos, que dificultan el desarrollo urbanístico
en altura e imposibilitan la construcción de un metro. Los
precios del suelo tampoco revisten mayor gravedad, pues los
mumbaikars, clase media incluida, están acostumbrados a hacer piña
con cinco congéneres en una habitación de 30 metros cuadrados.
Dharavi es un barrio chabolista que se hizo famoso
gracias a una película especialmente lamentable y, pese a
su evidente falta de lustre, alberga varias industrias pujantes;
amén de muy contaminantes. Aquí, más de un millón
de personas moran en menos de dos kilómetros cuadrados.
Dice Robert Kaplan en Monsoon, un libro que es mucho
más que un tratado de geopolítica asiática, que los indios
urbanos nacen y viven permanentemente rodeados de gente;
desconocerán la soledad durante el tiempo que vivan.
Bombay es caos, claxons, cuervos y un penetrante olor a
mierda. Las fragancias de la Bahía de Mahim son la bienvenida
de la ciudad.
2
Bombay se encuentra lejos de los principales círculos turísticos
septentrionales, articulados en torno al Taj Mahal, y en
realidad carece de atracciones culturales de postín. La gran
mayoría de los extranjeros residimos de manera continua;
muchos disfrutando de un generoso régimen laboral de expatriado.
La vida expat suele incluir cenar diariamente en restaurantes,
acudir a lounges en la azotea de algún rascacielos, dejarse
ver por el hipódromo, frecuentar los brunch de hoteles de postín,
organizar afterparties en apartamentos de lujo después de que los
clubs cierren a horas asombrosamente tempestivas. Las empresas
pagan dinerales a jóvenes ambiciosos que a su vez usan este capital
para fingir que están donde no están, geográfica ni socialmente.
Los precios del suelo tampoco
revisten mayor gravedad, pues
los mumbaikars, clase media
incluida, están acostumbrados
a hacer piña con cinco
congéneres en una habitación
de 30 metros cuadrados.
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A poco que uno salga de lo que Kaplan llama la
burbuja del aire acondicionado –apartamento, coche,
oficina, coche, restaurante, taxi, discoteca, taxi,
apartamento- y patee las calles mumbaitíes, se
dará cuenta de la evasión es una pretensión inútil.
3
Los visitantes encuentran sorprendente la tremenda
seguridad que reina en la ciudad. Robos y
violencia no guardan relación alguna con la realidad
social. El reciente, y recurrente, asunto de
las violaciones –más bien, de una cultura de la violencia
hacia las mujeres- es harina de otro costal. Se relaciona
más con entornos familiares y sociales opresivos que con
la delincuencia en sí misma. Además, esta indefensión
es mucho más grave en el norte del país y en las zonas
rurales que en megalópolis como Bangalore y Bombay.
Sin embargo, Mumbai es un sitio hostil. Las personas
son números y la vida vale pocas rupias. Un dato:
únicamente en 2011, más de 6.000 mumbaitíes murieron
en las vías del tren; principalmente debido a atropellos y
caídas desde los vagones. Otro: estudios urbanísticos afirman
que, a las horas punta, algunas áreas de los trenes locales
alcanzan densidades de 16 hombres/metro cuadrado.
Por la estación de tren de Dadar transitan un millón
y medio de personas al día. Impensable subir unas
escaleras si no es en manada. En los momentos más críticos,
la muchedumbre, en un movimiento similar al de
una gran ola, le lleva a uno. Pintoresco pero peligroso.
En general, todo el barrio de Dadar ejemplifica
los peligros asociados a las muchedumbres indias. A pesar
de una localización céntrica, en sus calles, siempre
abarrotadas, solo se ven saris y vestimentas hindúes tradicionales.
El barrio es la fortaleza de los ultranacionalistas
hindués del Shiv Sena, partido bien conocido por un
sutil slogan que reza “Maharashtra para los maratíes”.
A raíz de los casos de violaciones, el partido
ha repartido, en Bombay y alrededores, 100.000 kits,
compuestos por cuchillos y chili en polvo. En un intento
por posicionarse a la derecha, una escisión del Shiv
Sena propuso que solo los naturales de Maharashtra pudiesen
conducir taxis o rickshaws; trabajos que ocupan
actualmente a más de 350.000 personas en el área metropolitana.
Los debates alcanzan con frecuencia semejantes
cotas de irrealidad. Su opinión sobre los musulmanes
resulta demasiado evidente como para explicitarla.
El Shiv Sena ha ganado en ocasiones las elecciones
al ayuntamiento de Bombay – desde entonces
Mumbai. Esos cambios en la nomenclatura también han
alcanzado al Aeropuerto Internacional, al Museo Príncipe
de Gales y a la estación de tren Victoria Terminus;
Patrimonio de la Humanidad y única visita indispensable
de la ciudad –si hubiese algo acondicionado para
visitar. Todos esos edificios, en un alarde de ingenio,
han sido bautizados en honor al Emperador Shivaji.
Otra actividad especialmente folklórica del partido
consiste en perseguir a aquellas parejas que celebren el Día
de San Valentín, por ejemplo, comiendo bombones de chocolate
en público; conminándoles –y esta gente sabe conminar–
a no proseguir con tan occidentalizadora onomástica.
Cuando el pasado diciembre, Markandey Katju,
un dirigente del Press Council of India afirmó, levantando
gran polvareda, que “el 90% de los indios son idiotas, encerrados
en sus comunidades religiosas y muy fácilmente manipulables”
se refería, entre otras cosas, a la clase de sentimientos
que los políticos locales enardecen en sitios como
Dadar. En su opinión, solo 2.000 rupias, unos 30 euros, bastarían
para desatar choques entre creencias. Son estallidos
esporádicos, difíciles de predecir pero que, como en 1992,
pueden alargarse durante meses y provocar carnicerías.
Dos semanas antes de esas declaraciones había
muerto Bal Thackeray, fundador y líder histórico
del Shiv Sena. Tras su fallecimiento, Bombay colapsó
durante tres días. Todos los comercios cerrados a cal
y canto; ni un taxi o rickshaw disponible. En Facebook,
una estudiante cuestionó si era lógico que la ciudad se
paralizase por la muerte de un líder eminentemente religioso.
Una amiga pulsó “me gusta”. A las pocas horas
fueron detenidas y llevadas a comisaría mientras masas
enfurecidas atacaban los negocios de sus familias.
Es en esencia una sociedad volátil. Sin embargo,
sería injusto olvidar que la India es también la historia
de un éxito improbable. La supervivencia de un país
con más de 30 idiomas oficiales –y decenas más de lenguas
locales–, seis religiones relevantes (hindúes, musulmanes,
sijs, budistas, católicos y jainistas), cientos
de castas y subcastas, un enemigo atómico irreconciliable
y, sobre todo, una población eminentemente pobre.
4
En Mumbai se ven familias enteras durmiendo
en la calle. Lo curioso es que, al no haber
frío ni violencia, los durmientes no se
resguardan, sino que ocupan toda la acera, despatarrados
¿Qué vergüenza podrían tener en ello?
Bandra es un barrio residencial en el que viven
numerosas estrellas de Bollywood. En la confluencia de
13th Road y Khar Pali Road, dos calles secundarias, se
encuentra un puesto de frutas bien provisto; próspero.
Es un carro, sobre el que se monta una tabla y, llegado
el monzón, unas lonas. De noche, toda la familia duerme
sobre el carro. A unos metros, un señor mayor, sentado
sobre sus piernas, presenta sobre unos ladrillos cuatro
verduras desmadejadas. Duerme directamente en el suelo.
Porque Bombay es la ciudad de las oportunidades.
Cada día llegan a sus estaciones de tren miles
de personas, provenientes de los campos. Como explica
Kaplan en Monsoon, primero se asientan en las calles.
A medida que progresan se mudan a los denostados
slum, de ahí a pisos modestos y así sucesivamente.
Hoy en día los mejores alumnos de cada escuela
pueden pensar, razonablemente, que serán aceptados
en una universidad donde competirán incansablemente
con otros aventajados. Un máster en gestión
de empresas, organizado en la ciudad de Hyderabad,
recibe anualmente más de un millón de solicitudes.
India está cambiando. La pasta es la nueva casta,
especialmente en Bombay. Resulta palpable entre los mumbaitíes
la certeza de que todo irá a mejor, a mucho mejor. Hacerse
rico – modelo pelotazo, a ser posible– no se considera
un horizonte descabellado. La rendición de culto absoluto
al dinero y al poder no sorprende. Tampoco que los nuevos
ricos traten a los pobres – esto es, a la gran mayoría– con el
desprecio y, en el mejor de los casos, la invisibilidad antes
reservados a los intocables. Es un cambio, no obstante.
El hinduismo celebra una suerte de aceptación
estoica del destino. Pero hoy en día, progresar socialmente,
revertir tu suerte, no es una quimera sino un anhelo generalizado.
Un dato: únicamente en 2011,
más de 6.000 mumbaitíes
murieron en las vías del tren;
principalmente debido a
atropellos y caídas desde los
vagones.
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oBras maestras
Por Fernando morales
minúsculas
LA LITERATuRA ESTá LLEnA DE TóPICOS, DE
juicios anticipados, de encasillamientos absurdos, de
escritores diminutos ensalzados por los medios, de
escritores enormes escondidos bajo la alfombra…
No en vano la literatura y la vida van siempre de la
mano y ambas están cargadas de injusticias, de etiquetas,
incongruencias y estulticias. Me saca especialmente
de quicio aquella que subyace por los mentideros del
mundillo intelectual y que descarta las obras MINÚSCU-
LAS o con escasez en número de páginas como obras
MAYÚSCULAS, obras maestras. Y yo me pregunto por qué.
Bien es cierto que hay obras magnas de la
literatura que son unos buenos “tochos”, en cuanto a número
de páginas se refiere: El hombre sentimental, de Flaubert; Ulyses,
de Joyce, Los hermanos Karamazov de Dostoievski, En busca del
tiempo perdido, de Proust, La montaña mágica, de Mann, etc...
Pero qué es una obra maestra si no
aquella que se muestra al mundo como algo fuera del
panorama ordinario, que sobrevuela y que es en gran
medida original; que sorprende y que no contiene
aristas, porque la redondez de su forma y de su fondo son
absolutas... ¿Y acaso eso no puede suceder en textos de
mayor ligereza, con menos líneas? Claro que sí, sucede.
El tamaño es solo eso: una dimensión. No
caigamos en la trampa de sobrevalorarlo. La calidad
es otra cosa y camina por senderos ajenos al
número de palabras escritas. Tal vez por eso, excluir de
la lista de textos extraordinarios tan solo por su formato
a las novelas cortas, relatos, obras de teatro breve
o a los cuentos, se me antoja un despropósito.
Para los amantes de la esencia
Dice el gran Luis Mateo Díez en el prólogo de su
ultimísima obra Fábulas del sentimiento: “La novela
corta es un género que me apasiona y en el que muchos
de los grandes escritores de todos los tiempos han
expresado su mundo de la forma más sustancial. Con
frecuencia escuchamos que la redondez del cuento, su
perfección, exige que nada sobre ni falte, que no haya
una palabra de más. En la novela larga, alguna página
poco acertada no tiene demasiadas posibilidades de echar
por tierra la obra lograda; sin embargo en el cuento, un
pequeño desacierto, puede poner en riesgo el total”.
Precisamente por esto es más complicado hacer
una obra maestra breve, porque un pequeño fallo te
hace caer con más facilidad. Hay que ser original, buscar
la perfección y la maestría en la prosa, magia en la
descripción de lo que se ve y de lo que se esconde con
precisión de relojero suizo. Y aunque parezca una hazaña
imposible, en la historia lejana y reciente de la literatura
podemos encontrar magníficos ejemplos de obras
pequeñas y sublimes como Cuánta tierra necesita un hombre
y Sonata a Kreutzer, de Tolstói; Carta de una desconocida,
de Zweig; El viaje’ de Pirandello; Hace cuarenta años,
de Maria Van Rysselberghe; El jardín de los cerezos, de
Chéjov; Apuesta al amanecer, de Schnitzler; La balada
de la cárcel de Reading, de Wilde; Morfina, de Bulgakov;
La casa de las bellas durmientes, de Kawabata; El busto del
emperador, de Roth; Estrella distante, de Bolaño; Los
disparos del cazador, de Chirbes, o acaso el primer
relato de Conversación del enorme Hidalgo-Bayal…
Hay autores que son verdaderos especialistas
en la novela breve o en el cuento. De los citados
anteriormente, Chéjov, Maupassant y Schnitzler son
precisamente tres grandes estandartes que han pasado a
la historia por su especial habilidad para la narrativa breve
y por sus fallidos escarceos en novelas de largo recorrido.
El escritor austríaco de principios de siglo cuenta
en su haber con algunos relatos maravillosos como: Morir,
Relato soñado, El teniente Gustl o La señorita Else. Chéjov
es también un maestro del relato y de los cuentos. Quien
no haya leído Pabellón Nº 6, La corista o La dama del perrito,
no debe dejar pasar la oportunidad de hacerlo. Y qué decir
de la maravillosa Señorita Perla de Guy de Maupassant.
Estas pequeñas alhajas literarias sirven además
para que muchos lectores que sufren vértigo cuando
se ponen delante de un libro enorme, elefantiásico en
volumen y peso, pierdan ese miedo escénico: 70 páginas
asustan menos que 700… ¡claro! ¿Acaso existe una mejor
manera de introducirse en cualquier arte que dosificando
su arma y su esencia? Son pequeñas delicias para los
amantes de los ristrettos, más que para los fans del café
con leche servido en tazón de cereales. Ambrosía y esencia.
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thomas mann y la
tarea de la liBertad
Por daniel Ventura
HOy, un COnFEREnCIAnTE ES un ADORnO InOFEnSIVO. AFORTunADAMEnTE.
Pero hubo un tiempo, o varios, en el que lo dicho en un atril podía ser la soga que te atase a la mazmorra; nefastos
todos ellos, pues en ellos era honorable ser encarcelado. Algo va mal, y peor va a ir, cuando el grillete muerde
la muñeca de quienes solo hablan. En febrero de 1933 [¿Qué había pasado en enero, chicos? Y todos levantáis
la mano, solícitos y cultivados], Thomas Mann pronunció en el Auditorio Máximo de la Universidad de Múnich
la conferencia Grandeza y miseria de Richard Wagner. Fue menos escandalosa de lo que el título promete: solo algún
reproche por parte del escritor, que comenzaba a sentirse distanciado de la artificiosidad del compositor. Pero el
mal es una bestia insomne, y Wagner (pobre de él) era algo así como su mascota muerta. Mientras Mann hacía
una maleta ligera para pronunciar la misma conferencia en otras ciudades europeas, en Múnich le preparaban
una campañita de difamación. En estas cosas siempre le acusan a uno de lo mismo: precisamente de aquello por
lo que deberían felicitar a cualquier ser inteligente. La campaña era obra de parte de la intelectualidad muniquesa,
así que un consejo: desconfiad de los intelectuales que solo son a rachas desleales al poder [Todos os ponéis
ahora a cachear la coherencia de ‘vuestros’ intelectuales].
Thomas Mann era un hombre de costumbres rígidas,
y entre ellas estaba la de las vacaciones. Por eso, después
de terminar la gira de conferencias viajó a Arosa, un
pueblo suizo incrustado entre montañas. Hasta allí, y es
casi sobrehumana la capacidad de Mann para mantenerse
informado de todo lo que le interesa, llegan las primeras
noticias de lo que estaban haciendo con su nombre. Lo
considera un sarpullido: a él, patrioterito en 1914 [la Gran
Guerra, os murmuráis], Premio Nobel en 1929, capitoste
mundial de la intelectualidad alemana, no pueden hacerle
eso. Pero se lo hacen, claro, que para algo eran nazis.
Sus hijos menores están todavía en Múnich, al igual que
unos diarios comprometidos que desesperado tratará de
rescatar, mientras le van quitando coche, dinero y casa.
Tanto los hijos como los diarios son finalmente puestos
a salvo, pero las vacaciones se le alargan a Mann hasta el
verano: Lenzerheiden, Lugano, Bandol, Sanary-sur-Mer
[No es un exilio miserable, os comentáis después de ver
las postales. ¿Y qué?, os pregunto]. Por todos esos sitios
paseará su estupefacción creciente, su crisis creativa.
No debe contarse entre los males pequeños del totalitarismo
aquello que la muerte, el miedo o el trastorno de-
Su destierro de Alemania con
cincuenta y ocho años era una
salvaje dentellada en su integridad
jaron sin ser dicho. La penúltima parada es una casa en
Küsnacht, cerca de Zúrich. El verano se le alarga hasta el exilio.
Por esos días, instalándose en la que será su casa
hasta 1938, escribe: “…me siento más calmado con el
retorno a mi vida privada, que representa una especie de
vuelta a la patria”. Por supuesto, miente. [Todos los diarios
mienten]. Aunque estaba superándolo, su destierro
de Alemania con cincuenta y ocho años era una salvaje
dentellada en su integridad, y no solo no estaba recuperando
nada, sino que la pérdida latía como herida abierta. Su
manera primera de salvarse de la desesperación fue creer
que aquello sería temporal. La pesadilla es soportable solo
porque sabemos que acabará o despertaremos. La confianza
en la provisionalidad le lleva a un silencio político
que amargamente le reprocharon muchos. Los primeros,
sus hijos Klaus y Erika [Os veo buscar sus nombres en
vuestros teléfonos; hacéis bien]. La fe en lo contingente
de su situación explica que Mann espere a que los nazis
tajen su última vinculación con Alemania, retirándole la
nacionalidad en 1936, para postularse como némesis del
nacionalsocialismo, ese “romanticismo bárbaro”. El decano
de Bonn fue la víctima de su ira recién levantada: “¿Y
habría de callar […] ante el terrible peligro que significa
para el continente ese régimen funesto para el hombre y
que vive en indecible ignorancia de la hora que marca el
reloj del mundo? No era posible”, dice en carta pública.
Mann había pronunciado en 1929 su Discurso
sobre el teatro, una elegantísima y potente descalificación de
los “jóvenes deportistas”, despreciadores del espíritu. En
1930, publicó su Llamamiento a la razón, un esfuerzo por salvar
la República de Weimar de la autoinmolación. Son solo
dos ejemplos de lo que ignoraban quienes acusaron a Mann
de llegar tarde a la batalla. La capacidad de la superioridad
moral [Tened cuidado con ella] para inducirnos a errores
se multiplica en contacto con la Historia, y evitarla nos
permitirá contemplar que, a partir de 1936, Thomas Mann
se convierte en uno de los más fantásticos enemigos de la
órbita nazi. Su figura se torna paradigma y su voz es la de
un coro, el de todos aquellos huidos de una muerte cierta,
ganada tan solo por haber pensado, escrito… incluso nacido.
Es tan colosal su fuerza contrapuntística que al pisar
Estados Unidos por primera vez puede decir sin que nadie
enarque las cejas: “Donde yo estoy, está Alemania”. Es decir:
lo que pudre el corazón de Europa es barbarie y nada
más. La fuerza de Mann no reside en el pasado: se informa
más que nadie, reflexiona más que nadie y escribe más que
nadie. Su trayectoria literaria principia una fase nueva, vivaz
con la vivacidad que exigen las causas determinantes, pertinaz
con la obstinación que merece la defensa de lo correcto.
Cuando en Europa la guerra alborea tan intensamente
como para hacer que parezca inevitable, Thomas
Mann deja Suiza por Estados Unidos. Es 1938 y tiene sesenta
y tres años, pero el volver a empezar [Apuntad en
vuestras libretas la maravillosa película de Garci] no le
causa desfallecimiento. En octubre de 1940 comienza una
serie de alocuciones radiofónicas que la BBC hace llegar
por onda corta a los pocos transistores libres que quedan
en Alemania. Tomadas en su conjunto, son la espada que
blande un solo argumento: Hitler no puede ganar la guerra.
En el detalle, son una de las más sólidas argumentaciones
contra la tiranía, una de las más nítidas apuestas por la libertad
y por Europa, una de las más esperanzadas (y en
parte ingenuas) miradas al futuro. Son también una premonición:
Mann jamás volvió a vivir en Alemania, y en estas
charlas radiadas hay elementos que permiten comprender
su decisión. A Mann no le abandonó jamás el espanto
por ver a su país entregado a una banda de criminales:
“¡Alemanes, salvaos! ¡Salvad vuestras almas negando fe y
obediencia a vuestros dominadores!”. Algunas pueden
escucharse en Internet y merece la pena hacerlo. Son el más
vibrante servicio a la humanidad de un hombre al que ni
la edad ni los sufrimientos hicieron desistir de la tarea que
ninguno hemos de abandonar, tomados por el cinismo, el
cansancio o el descontento: la portavocía de la libertad.
9
michael connelly:
Por carlos Zúmer
cantar de Gesta
Comparado con fulanos como Ellroy la historia de Michael
Connelly es vulgar, pero tiene matices interesantes. El
mito biográfico del escritor de Pennsylvania habla de una
película de Robert Altman, El largo adiós (1973), como
detonante de su pasión profesional y como motivo
principal de que abandonara sus estudios superiores en el
mundo de la construcción, donde siempre trabajó su padre.
La película está basada en la novela homónima de Raymond
Chandler -Philip Marlowe ayudando a escapar a México a
su colega Terry Lenox sin saber que ha matado a golpes a
su esposa- y causó un gran impacto en el joven Connelly,
que ya desde pequeño venía leyendo las novelillas de pistola,
sombrero y cigarro a contraluz. Plantado así el germen
de la obsesión, fraguado en tardes de lectura e incursiones
cinematográficas, Michael encontrará en los estudios de
periodismo la estrategia oblicua perfecta para aproximarse
al ecosistema de los escritores del género negro. Se gradúa
en 1980 por la Universidad de Florida. Y en el 81 comenzará
a trabajar en el Daytona Beach News Journal y en el Fort
Lauderdale News and Sun Sentinel cubriendo la crónica
criminalística y de sucesos, las cloacas locales del periodismo
de papel. Cantera de tantos escritores sin escrúpulos,
Connelly adquirió amplia experiencia en altercados y guerras
de droga hasta que un puesto de finalista en el Pulitzer
del 86 lo llevó a la costa oeste. Escribe junto a dos compañeros
un reportaje sobre la tragedia aérea del vuelo 191
Policiaco
SuEnA RIDERS On THE STORM BAJO MúSICA DE LLuVIA. MICHAEL
Connelly está arrebujado junto a sus personajes, testaferros de papel, Bosch, McEvoy, Mickey Haller. También
está Frankie Sheehan buscándole las cosquillas, un lamento remoto de otra alma vagabunda como la voz de Jim
Morrison en un tocadiscos cualquiera. Michel Connelly no es pintor como El Bosco pero sus manos han obrado
mucho y notable. La caja negra (2012) es su última novela confesable, otro libro de Bosch que ha insuflado algo
más de vida y tiempo al famoso inspector de policía de Los Ángeles, ya casi sesentón y cercano al retiro. Por su
parte, la jubilación de Connelly no es cosa conocida ni siquiera a largo plazo. Como con el cine de Woody Allen,
leeremos sus novelas hasta que el tiempo nos lo permita y él continúe haciéndolas a buen ritmo. Amenaza con no
detenerse y es el escritor de novela negra más en forma, quizá no el más brillante, pero sí el que mejor sostiene y
renueva el estándar que levantaron los escritores californianos hace más de 50 años.
de la Delta Airlines -estrellado en Dallas en el verano del
85 dejando más de 100 muertos-, queda entre los mejores
y se gana el fichaje por Los Angeles Times como reportero
criminal. Llega en 1987. Entonces por fin se establece en
las coordenadas de Chandler y de Marlowe, la ciudad de la
perdición y la extorsión, el esplendor de sangre de la costa
del Pacífico. En el periódico sigue acumulando experiencia
de campo. Contactos, chanchullos, historias difíciles de
creer, mucho trabajo a pie de calle y crímenes inexplicables.
Cuando llega el momento, Michael Connelly está listo
para escribir novelas, que es lo que en realidad quiere hacer.
Publica en 1992 El eco negro, una ópera prima donde ya
aparece su criatura Harry Bosch y que es premiada como
trabajo novel. Su carrera no ha hecho más que empezar.
Veinte años después, el debut parece ya muy lejano.
Publica La caja negra a finales de 2012 y apenas sin
darse cuenta cumple el vigésimo aniversario como escritor,
que son también los 20 años de Hyeronimus Bosch.
Le bastaron 3 novelas del inspector de Los Ángeles para
dejar el periodismo y ponerse por entero a escribir, una
dedicación que colmó sus sueños de juventud. Luego Bill
Clinton le dio un empujón hacia las estrellas. Al Presidente
de Estados Unidos lo cazaron las cámaras a la salida de una
librería de Washington con un ejemplar bajo el brazo de La
rubia de hormigón (1994). “En el tiempo que llevo escribiendo
es lo más emocionante que me ha pasado”, declararía
11
12
el novelista entonces. Pero llegarían muchos más reconocimientos:
Premio Edgar Allan Poe de novela de misterio,
Premio Anthony Boucher, Macavity, el Shamus Award,
Premio Halcón Maltés de Japón, Grand Prix de Francia,
Bancarrella de Italia, Pepe Carvalho de España… El último
ha sido el RBA de novela negra, en Barcelona, dotado
con 125.000 euros como el galardón de mayor cuantía económica
dentro del policiaco. No le queda nada por demostrar
pero esta última novela ha gustado a todo el mundo.
Un trabajo maduro y a prueba de bombas. Connelly brilla
literaria y editorialmente porque produce sostenidamente
una novela negra average, artesanía de calidad y de acceso
para cualquier lector propicio. Es un representante de lujo
para la farsa habitual de los premios y estupendo estandarte
en un mundo editorial democratizado por trilogías
pseudo románticas, dietas milagro y panaceas de autoayuda.
Y es que, en efecto, Connelly tiene pocos secretos,
y acaso eso sea lo admirable. Conoce todas las herramientas
de su profesión y las utiliza con precisión pero sin
adornarse ni entrometerse. Si estás buscando un genio o
un autor superdotado, busca otra firma. Connelly es como
uno de esos directores de cine de los años 30 y 40 que hicieron
de los Estudios de Hollywood el escenario dorado
de la época clásica de la industria; Richard Hawks o Frank
Capra rodando películas sin parar, saltando de decorado
en decorado y estampando su sello a largos sin el vuelo
autorial de Welles, es cierto, pero tocando varios géneros
distintos y con una calidad más que notable. De resultas
de todo esto Michael Connelly es, probablemente, junto a
Dennis Lehane, el mejor exponente del noir literario de la
actualidad, que aunque de menor impacto concreto que la
obra del novelista de origen irlandés, ofrece resultados más
sólidos y convincentes en conjunto. Apenas existe más
acertado renovador de dicha tradición literaria, lo que el
propio autor llama, refiriéndose a su mundo, “el mundo sin
verdad”, la implosión decadente, decimos nosotros, con un
infierno en la tierra del paraíso, la bondad y la maldad ya
imposibles de distinguir. Y eso es el noir, Laura (1944) de
Otto Preminger o El tercer hombre (1949) de Carol Reed, por
ejemplo, o las mismas novelas de Chandler y de Hammet
por supuesto. Además, Connelly dice dormir bajo la cabecera
de sus maestros confesos, Ross McDonald, Joseph
Wambaugh o James Ellroy, pero él no rinde pleitesía al
antihéroe. Es verdad, su novela está liberada del policiaco
mojigato del siglo XIX, recto, optimista, pero Connelly
gusta de un héroe ejemplar o redentor, o como él mismo
ha dicho: “En cierto modo, él [Bosch] es como un ángel
vengador”. Ángel al fin y al cabo. La corrupción y la inmoralidad
lo rodean, y él mismo se extralimita frecuentemente
tomándose a veces la justicia por su mano, pero Bosch
siempre representa la tensión ejemplarizante entre lo que
son los policías (ellos) y lo que en realidad deberían ser (él).
Como sucede todo el tiempo en The Wire (2002), policías
empecinados con hacer bien su trabajo –a veces por simples
motivos egoístas– colisionan con todos los obstáculos posibles,
jefes déspotas, altos intereses, o conflictos de poder.
En suma, y al margen de su estilo –más académico
que el de otros escritores más particulares–, Connelly es
fácil de leer pero claramente difícil de hacer. En su novela
casi puede verse la escuadra y cartabón, una estructura clásica
de intriga en la que la bola de nieve va creciendo de tamaño
hasta lo extraordinario según el sabueso tira de la manta.
Avanzan las páginas y la trama se transforma pasando de
un simple tiroteo entre pandilleros a un conflicto relevante
de altas esferas, con una progresión bien planeada de espuma
creciente. Parece sencillo, pero solo está al alcance de
escritores de envergadura. Se requiere dominio asentado de
los mecanismos y recursos del escritor. Y además, está prohibido
aburrir, perder ritmo, “to lose momentum”, como
dice él mismo. 25 novelas acreditan este credo, no todas
memorables, pero siempre felices apariciones en la librería,
una carrera de fondo ganada sin apenas pasos equivocados.
Al fin, siendo Bosch su particular gallina de los
huevos de oro, tenía sentido mencionarlo varias veces en
este artículo. Las comparaciones con Philip Marlowe siempre
le han venido grandes, pero Hyeronimus es un personaje
estupendo, de creciente complejidad a lo largo de
sus 19 novelas, como un personaje de serie de televisión
modelado a través de muchos capítulos y varias temporadas.
Indagar en cómo es realmente el detective predilecto
de Connelly es cuestión recurrente de sus seguidores.
Se sabe que tiene un trasfondo adverso, muy cercano a
lo tópico: madre prostituta y asesinada, un poco al modo
de Jane Hilliker Ellroy, y pasado traumático en Vietnam.
El autor intenta hacerlo un Bogart callado y melancólico,
amante de Art Pepper, pero no acaba de parecer natural
y solo funciona a medias, mucho mejor cuando no
fuerza ninguna pose. Probablemente, la mejor definición
la brinde la propia hija de Harry Bosch, Maddie, también
la mejor versión del inspector. En La caja negra (2012),
su profesor de instituto le ha manado leer El guardián entre
el centeno. Ella le está explicando a su padre cómo es
el libro y su protagonista, cuando de repente concluye:
- ¿Sabes una cosa? Me recuerdas un poco a él…
- ¿En serio? ¿Al chico del libro?
- El señor Moll dice que el tema es la inocencia. El chico
quiere evitar que los niños pequeños se caigan por el acantilado, lo
que es una metáfora de la pérdida de la inocencia. El chico sabe cuáles
son las realidades de la vida y quiere evitar que los niños tengan que
afrontarlas.
(…) Bosch no supo qué responder, pues no había leído el libro. Él
había crecido en orfanatos, centros juveniles y hogares de acogida, de
forma que ningún maestro le había asignado la lectura del libro. Y si
se la hubieran asignado, seguramente no lo habría leído. Nunca fue
un buen estudiante.
- Bueno –apuntó –, pues yo diría que me aparezco después
de que hayan caído por el acantilado, ¿no crees? Al fin y al cabo, me
dedico a investigar asesinatos.
- Ya –dijo ella – Pero creo que por eso te dedicas a lo que te
dedicas. Porque de niño te arrebataron muchas cosas. Yo creo que por
eso te decidiste a hacerte policía.
Ése es Bosch, probablemente. El ángel redentor
escondido entre el centeno que ya no salva a nadie sino
que simplemente trata de honrarlos, esclarecerlos, darles
sentido y dignidad. Ésa es la derrota y la resignación del
género negro, hija de la pesimista posmodernidad. En su
caso, Connelly lo conduce por la vía del cantar de gesta
policiaco, Harry Bosch alumbrando el acantilado entre
muchos que le ponen zancadillas y a los que no les importa
–aunque lleven uniformes o sean periodistas– qué
fue de esos niños lanzados por el abismo. Connelly es
el creador de tantos guardianes abnegados y tantos niños
perdidos en las profundidades. No es genial, pero sí
notable. No cambiará la historia de la literatura pero ya
tiene su hueco en ella. Cabe suponer que el héroe es la
prolongación imaginaria de su autor y creador, por lo
que sería lógico, por tanto, que Michael Connelly quisiera
también acuclillarse en el trigo en busca de las pistas
de tantas almas perdidas en la profundidad del precipicio.
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14
el Fantasma de la
Por alejandra castellanos
ESTOS VERSOS DAn COMIEnZO A unO
de los capítulos que la feminista Trin T-Minha dedica a la
representación de la mujer en el ámbito de la antropología.
Esta ciencia, nos explica la autora, tiene en su discurso una
raíz profundamente androcéntrica; es una disciplina que
define como “conversación de hombres con hombres”.
Pero, ¿cuál es el verdadero conflicto que esta
afirmación entraña? Bueno, de ser cierta
pondría en entredicho la validez de una de las
ciencias con más prestigio del siglo XIX y parte del XX.
El método científico parte de la observación
de la realidad para poder formular la hipótesis que
posteriormente ha de ser contrastada para adquirir
validez universal. En este proceso inductivo, el científico
mantiene (o debe mantener) una postura objetiva,
distanciándose de su objeto de estudio para lograr
analizarlo con la mayor imparcialidad posible. El estudio
se complica cuando el analista trabaja con seres humanos.
¿Cómo estudiar la cultura del otro sin que los propios
preceptos culturales influyan en los resultados de la
investigación?
Más arriesgado aún resulta tomar la propia cultura
como referente para estudiar el resto de las culturas. Sobre
todo cuando uno está convencido de que la suya es superior
porque está fundada en la lógica y la razón. Las corrientes
antropológicas evolucionistas defendían precisamente
la existencia de una única cultura universal con distintos
estadios evolutivos, donde la cultura occidental
representaba el grado máximo de civilización. El resto,
todavía por desarrollar, eran irracionales, se movían por
instintos y, en el mejor de los casos, explicaban el mundo
a través de la magia y los mitos. Esta visión tan parcial
del “otro” se empleó como justificación en las grandes
aventuras coloniales. Durante siglos, hasta el
proceso de descolonización, los países occidenta-
iGualdad
That the birds of
Worry and care
Fly about your
Head, this you
Cannot change,
But that they build
Nests in your hair,
This you can prevent
les se aprovecharon de su condición humana superior
para dominar, esclavizar y explotar a los subyugados
de las colonias. Más tarde, una vez lograda la
independencia, estas colonias asumieron los modelos
de gobierno anteriores de las metrópolis para perpetuar
el dominio del resto de los ciudadanos, ahora
independientes, pero igual de sometidos que antes de la
emancipación.
El proceso de descolonización, recuerda (salvando
las diferencias) a la propuesta de los feminismos primitivos
que abogaban por la igualdad de los sexos. Pero la igualdad
como tal es un concepto vacío, que debe ir acompañado
por un sustantivo que la dote de sentido. En el contexto
en que nos movemos, la igualdad deja de ser una idea
neutral, convirtiéndose en una trampa para la mujer que la
reivindica. Asumir la igualdad como principal objetivo de
las mujeres supone aceptar la existencia de un desequilibrio
cualitativo entre éstas y los varones. Un desequilibrio
que debe solventarse, dice Simone de Beauvoir, con la
trascendencia, alcanzable únicamente a través de
“la varonización”. Entonces la mujer, en su lucha
por ser igual al varón, debe desligarse de aquellas
características innatas que definen su condición
femenina o, en su defecto, minimizarlas para que no
intervengan en su ascensión espiritual. Debe traicionar
a su naturaleza para convertirse en un sujeto universal.
Los ejemplos que nos ha dejado la historia sirven
para ilustrar a la perfección el peligro que entraña dejarse
seducir por la idea de igualdad. No obstante, la lucha
feminista de la primera mitad del siglo XX no fue en vano.
Logros como el sufragio femenino o más recientemente las
leyes de igualdad, son algunos de los cambios más significativos
que se originaron en sociedades como la nuestra.
Sin embargo, el tapiz de la sociedad sigue tejiéndose
de la misma manera. Los prejuicios hacia lo femeni-
no no se han disipado a pesar de la proliferación de leyes o
derechos. La violencia doméstica o la falta de
reconocimiento son algunos de los muchos síntomas
de una enfermedad crónica que aqueja a nuestras
sociedades desde su origen y que tiene como víctimas
a las mujeres. Por mucho que las leyes se amplíen, se
reconozcan los derechos a las mujeres en un perfecto
ejercicio de igualdad, la situación para la mujer no acaba
de mejorar porque en definitiva no se ha cortado con
la raíz del problema: el pensamiento patriarcal. Un modelo,
que como el colonialista, sigue presente en nuestras
sociedades, dominando todos los aspectos de nuestras vidas.
Las leyes son creadas por hombres para hombres.
Pocas veces las mujeres han participado activamente de
su propia legislación, y cuando lo hacen de nada sirve
porque utilizan parámetros masculinos. ¿Cómo vamos a
partir de una idea de justa igualdad si no existe paridad en
las decisiones?¿Cómo puede liberarse la mujer de todas sus
ataduras históricas si siguen gobernando los de siempre?
Una de las posibles respuestas la encontramos
en la propia formulación de los términos igualdad y
diferencia. ¿Por qué nos hemos empeñado en enfrentar
estos dos conceptos? La igualdad no es enemiga de la
diferencia, sino de la desigualdad. Es más, resulta imposible
alcanzar un grado justo de igualdad sin asumir ciertas
diferencias previas. Sería absurdo concebir a la humanidad
como una masa homogénea. Si podemos aceptar las
diferencias más superficiales de los demás, ¿por qué no
hacer lo propio con aquellas que son más
obvias e inevitables? Resulta una hipocresía negar las
diferencias entre ambos sexos, igual que incongruente
es ocultar las diferencias entre distintas razas. Sin
embargo, aceptar una diferencia no implica
enfrentar a dos elementos comparándolos y discutir
sobre cuál es mejor. Lo diferente no es ni bueno ni malo,
simplemente es. Y lo que es, debe escapar a los juicios de
valor.
Rendirse ante el fantasma de la igualdad, es
al fin y al cabo, someterse al status quo masculino.
Dejarse arrastrar por las ansias de poder resulta peligroso,
pues se acabarían reproduciendo los mismos patrones
androcéntricos que tanto han perjudicado a la mujer.
En esta carrera por la igualdad, la mujer se ha incorporado
al mundo de los hombres sin rechistar, sin cuestionar
sus métodos y en su empresa se ha topado con multitud
de obstáculos que ningún otro varón había tenido que
superar. Y esto que ha ocurrido y ocurre, seguirá adelante,
si no se cuestionan estas normas, leoninas para las mujeres,
de las que no han sido en ningún momento partícipes
y que han traído desgraciadas consecuencias, ya no para
el mundo femenino, sino para el mundo en general. El
nuevo objeto de la lucha ha de ser la libertad, la libertad
para poder decidir sobre aquello que nos afecta
directamente como mujeres. Si la igualdad ha de ser
contemplada en algún sentido, este es el de la
paridad de los sexos. Una paridad real y efectiva
para que de una vez el universo femenino tenga
representantes a la altura que luchen para que lo masculino
deje de influir negativamente en nuestras vidas.
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16
ValerÓn:
el último ProFeta
Por andrés tallón castro
EL FúTBOL DE AnTES ESTá PERDIDO.
Escasos son los oasis en los que subsiste. Se terminó
el futbolista pretérito, confeccionado por sastres, se
terminaron las piezas de artesanía. El futbolista de
ahora es un futbolista mecánico, diseñado por
ordenador, que viene programado de fábrica. El fútbol, es
y será cosa de atletas hormonados hasta la saciedad, de
complexión vigoréxica, y que caminan hacia la estandarización.
Adiós a la magia, hola a la tecnología. El fútbol,
llamémosle balompié, ya no es cosa de hacer un slalom
de regates interminables, sino de hacer los 100 metros
en 11 segundos. Motivo de orgullo: Cristiano Ronaldo.
El fútbol como juego está perdido. Pero también el entorno
que lo rodea. Cada día está más claro que las ligas
las gana Adidas o Nike, los balones ya no son ni tan siquiera
de cuero, sino que es un esférico compuesto por
20 hexágonos y 12 pentágonos vulcanizados de poliuretano
de 450 gramos de peso. Eso sí, también, al igual que
los de trapo, están hechos por niños; niños de Pakistán.
Ahora el fútbol no es leyenda. Es estadística.
Se perdió la mística del amateur, en favor de la megalomanía
por la estrella profesionalizada. En medio de tanta
máquina y en ausencia de magia, a los románticos les
da por hablar de Xavi e Iniesta, al estilo Dolce&Gabbana.
Marca registrada y en propiedad exclusiva del fútbol
exquisito, de toque. Todo el mundo dice que el Zidane
español, es de Fuentealbilla. Hay que perdonarlos, pues
no saben lo que dicen. El único bailarín del fútbol nacional
ha sido, y ya no es porque los años pasan factura,
Juan Carlos Valerón Santana. Olvidado por los jóvenes
por su escasa repercusión mediática, fue menos de lo que
son Xavi e Iniesta, pero fue antes que Xavi e Iniesta. Qué
menos que reconocerle la originalidad de ser el primero.
Trayectoria
Su trayectoria no tiene nada de especial. De Las Palmas se
fue a otra isla, donde brilló lo suficiente para que un grande
se hiciese con sus servicios. De colchonero conoció el
lado oscuro del placer de competir. Finalmente recaló en el
Deportivo de la Coruña, en un lote de rebajas, con Capdevilla
y Molina. En el equipo herculino disfrutó de sus mejores
años de fútbol, sentó cátedra desde los tres cuartos y formó
parte de uno de los mejores equipos de principios de siglo.
Sin el aval que dan los títulos, ni el lustre que dan
los grandes traspasos y las fichas estratosféricas, Valerón
conoció el éxito profesional, y lo que es más importante,
el reconocimiento de los que como él se dedicaban
al deporte rey. Le costó más de lo que parece. Fue pitado,
se le tachó de blando, de “pecho frío”, y su imagen
lánguida y su voz aflautada se prestaban a los desprecios
del aficionado necesitado de adrenalina y entrega irracional,
ávidos de casta. Se tomó su tiempo, y empezó a
oxigenar el juego cuando las bandas estaban colapsadas,
se dedicó a gambetear con ese dribling tan frágil
como eficaz, y empezó a dar pases imposibles. Transformó
los murmullos en aplausos, los aplausos en cánticos.
Su fútbol
Cuando la poesía se hace fútbol, uno no piensa en el gol de
Iniesta al Chelsea, uno no piensa en los 100 pases buenos que
hace Xavi en un partido. Cuando el fútbol se hace poesía , uno
piensa en Valerón elevando el esférico un 18 de septiembre
en el Olimpo germano, asistiendo con melancolía de poeta.
Valerón es un alivio, un latido. Si Ronaldinho era
la salsa del fútbol, Valerón es el drama, el lamento de la
belleza cuando se desvanece. Nunca rey, tan solo profeta,
a la sombra de los cracks y bajo el manto protector
de una hinchada que nunca se rinde, orquestó las sinfonías
más precisas del Atlántico. Activista del buen fútbol.
Detesta, con su juego, a los ortodoxos y puretas tácticos.
Recita pases y regates de salón, empatiza con la belleza
de la imperfección. Futbolista sin talismanes ni conjuros
que diría Galeano, sale al campo como quien va a ver
el mar. Lo recuerdo oteando el horizonte, escuchando
el clamor de los dioses para ser de los más grandes, rehuyendo
su llamada, ojeando sus botas, tímido y ausente,
y en lo que prometía ser un quiero y no puedo conquistando
el Teatro de los Sueños. Fue así de sencillo.
Tío discreto, hasta en su palmarés. De relevancia
una pieza de joyería, el resto bisutería de medio pelo. Copa
del Rey, quizás de las más importantes de la historia, por el
rival y la fecha, un 6 de marzo de 2002. Hizo de 10 como a
los argentinos les gusta y deleitó a los allí presentes con su
generosidad habitual. La gente hablaba del centenario de la
casa blanca antes del comienzo, al final el mundo entero era
consciente de una hazaña de repercusión centenaria y que
encontraba entre uno de sus héroes al mago de Arguineguín.
Epílogo de “El Flaco”
Dilatado en los matices de la hermosura, queriendo
al cuero como solo se puede querer a ese amigo que te
acompañó desde tu más tierna infancia, Valerón representó
y representa el lado más bonito, primitivo y genuino
del fútbol. El fútbol de la calle, el fútbol amateur, el de
jugar porque quieres, no porque te pagan, el de los cam-
pos de tierra. Valerón toca a su fin, agoniza, está terminal
y su talento se marchita y esfuma. Heridas varias, lesiones
graves y un paso por el infierno dan testimonio
en sus últimas horas con las botas puestas. Ley de vida.
Soñé, en mi niñez y adolescencia con ser Valerón,
soñé con ganarme el cielo con un pase. Soñé con darme la
media vuelta y asistir, sin mirar, con un escorzo imposible
a mi compañero del alma. Le preguntaron una vez a Garci,
qué era para él el futbol – el verde del Molinón– dijo. Si alguien
me preguntase qué es para mí el fútbol, diría: Valerón.
17
muddy Waters:
el Primer rollin’
Por Pablo collado
En EL PRóLOGO DEL GEnIAL LIBRO
Can’t be satisfied de Robert Gordon sobre la biografía de
Muddy Waters, Keith Richards describe la anécdota de
cuando escuchó por primera vez al célebre músico de
blues. Fue gracias a su compañero de grupo Mick Jagger,
quien le recomendó escuchar el disco The best of Muddy Waters.
Richards comenta que cuando por fin consiguieron tener
una actuación, decidieron gastarse el poco dinero que
tenían en un anuncio para una revista. Al preguntarles por
el nombre de la banda, Richards y Jagger no tenían todavía
ninguno acordado, por lo que debían decidir un nombre
en seguida. En el suelo estaba el recopilatorio de Muddy
Waters y la primera canción del disco era Rollin’ Stone.
Su verdadero nombre era McKinley A.
Morganfield. Nació el 4 de abril de 1913, aunque a él
le gustaba decir que había nacido en 1915. También
se confundía con su lugar de nacimiento, que no fue
Rolling Fork, sino algo más al norte del Delta del
Mississippi, en el condado de Issaquena. Sus padres se conocieron
en algún local de la carretera conocida como Jug’s
Corner y, al poco tiempo de dar a luz a Muddy, su madre
falleció. Della Grant, su abuela, se tuvo que hacer cargo del
pequeño. Fue precisamente ella quien empezó a llamarle
Muddy (embarrado), para intentar contrarrestar el poder
de la cruel y divina identidad de Mississippi y así protegerlo.
Water vendría más tarde, cuando sus amigos comenzaron
a llamarle así, y la “s” del final se le añadió en
Chicago, siendo ya Muddy Waters un músico conocido.
Della decidió mudarse hacia el norte, a Stovall,
en el Condado de Coahoma, por lo que Muddy perdió
el contacto con su padre. Se instalaron en una pequeña
cabaña construida antes de la Guerra Civil, sin, por supuesto,
agua ni electricidad. La plantación de Stovall pertenecía
al Coronel Howard Stovall III, quien proveía a sus
stone
“The blues were around way before I was born. They’ll always be around. Long as people hurt, they’ll be
around”
aparceros de techo, comida y cuidados médicos. La vida
allí no era fácil, al menos para la población negra. Las jornadas
comenzaban a las 4 de la mañana cuando sonaban
las campanas, y los jóvenes empezaban a trabajar con tan
solo 5 ó 6 años. Muddy recuerda que comenzó a una edad
temprana; le daban un saco pequeño y tenía que llenarlo
de algodón. La educación también era diferente entre los
niños blancos y los negros, quienes solo podían ir a la escuela
después de la temporada de recogida de algodón y
terminaban muy jóvenes sus estudios para poder dedicarse
en totalidad a su trabajo en el campo. Por ello, no es de
extrañar que Muddy nunca aprendiera a leer ni a escribir.
Su relación con el blues también surgió cuando
era muy joven. Solía ir a casa de su única vecina a escuchar
el tocadiscos por las noches. Recuerda que sonaba
The Crazy Blues de Mamie Smith. Con 7 años ya se manejaba
con la armónica, una habilidad que no convencía
a su abuela, quien no estaba de acuerdo con que el
pequeño aprendiera a tocar “esa música del diablo”.
La influencia de la religión era omnipresente en
el marco de una población en la que el número de iglesias
solía ser superior al de escuelas y negocios juntos.
Muddy iba a misa con su abuela todos los domingos y
fue precisamente en la iglesia donde aprendió a cantar.
Tardó 6 años en tocar decentemente la armónica,
logrando incluso emular piezas de célebres artistas
de la talla de Son House – al que vio tocar por primera
vez con 14 años y de quien se puede afirmar que fue
su gran inspiración junto a Robert Johnson y Charlie
Patton-–. Más tarde probó suerte con el arpa, hasta que
conoció a Scott Bohaner, con quien aprendió a tocar la
guitarra. Al principio intentaba copiarle los acordes y repetirlos,
pero una vez consiguió dominar la guitarra, empezaron
a tocar juntos rotando entre los dos instrumentos.
19
20
Los sábados por la tarde era tradición reunirse
para comer pescado frito y escuchar música.
Muddy se estrenó tocando en estas reuniones a cambio
de 50 céntimos y un Sandwich, un negocio poco lucrativo,
pero que sin duda le sirvió para ganar fama local y
experiencia. Además, gracias a estos parcos ingresos
y a los 15 dólares que obtuvo de la venta de un caballo,
pudo comprarse una guitarra Stella de segunda mano.
Más allá de la música, Muddy Waters era hombre
de pocos vicios, con una excepción: las mujeres. En palabras
del reverendo de la localidad, Myles Long, “Muddy
no tenía un problema muy grande con el Whisky; eran
las mujeres, ellas le liaban”. Y es que desde muy joven,
Muddy fue conocido por sus líos de faldas. El 17 de noviembre
de 1932, compraba una licencia para casarse con
Mabel Berry, quien se convertiría en su esposa tres días
después. En 1935 nacía su primera hija, Azelene, fruto de
su relación extraconyugal con su amante Leola Spain. Su
abogado recordaría más tarde que tuvo que defenderlo en
cuatro o cinco casos de paternidad. En todos ellos ganó.
Poco a poco Muddy iba ganando popularidad a
lo largo de la “Autopista número 1”, si bien su salto al
exterior no se produjo hasta el verano de 1941. El 28 de
Agosto de ese año, Alan Lomax y John Work viajaron hasta
la plantación de Stovall con la intención de encontrar
a Muddy Waters. Al enterarse de que le estaban buscando,
Muddy creyó que iban a detenerle por vender Whisky
ilegalmente. Cuando llegó a casa se los encontró allí y,
acompañados por una botella de Whisky, Lomax sacó una
guitarra para escucharle tocar y grabar su interpretación.
Henry “Son” Sims acompañó a Moody en esta primera
sesión de grabación, en la que ambos músicos interpretaron
Burr Clover Blues. Más tarde grabó el que se convertiría
en su primer éxito: I feel like going home. El sonido de
estas primeras grabaciones dista mucho de las versiones
posteriores con guitarra eléctrica. Era un sonido meramente
acústico. En marzo de 1942, Lomax le escribió
pidiéndole permiso para publicar copias de Country Blues (I
feel like going home) y I Be’s Troubled a cambio de 20 dólares.
En noviembre de 1941 la emisora de radio KFFA
comenzó sus emisiones en el Delta del Mississippi, lo
que brindaba a los músicos una nueva oportunidad de
llegar a una audiencia más numerosa. Muddy empezó a
cantar en el programa King Biscuit Time, una colaboración
que le permitió agrandar su número de seguidores.
Lomax regresó el 29 de julio de 1943 para entrevistar
a Muddy. En esta ocasión, volvieron a grabar
nuevos temas, algunos de ellos junto a su nuevo grupo,
los Son Sims Four. Sus canciones I Be’s Troubled y Country
Blues fueron incluidas en la colección musical editada
por la Librería del Congreso en enero de 1943, en un álbum
que se llamó Afro-American Blues and Game Songs.
Pero el salto definitivo a la música fue fruto de un
desencuentro con su jefe. Tras una discusión acalorada en
la que le fue negado un aumento de sueldo, Muddy decidió
dejar el Delta y coger un tren con destino a Chicago.
La ciudad del viento
Chicago era la ciudad de Estados Unidos que más población
de Mississippi acogía. Las diferencias salariales
eran abismales: en Chicago, la población negra cobraba
una media de casi 2.000 dólares al año, mientras que en
Missisipi la media era de 439. Recién llegado a la ciudad
del viento, Muddy se quedó en casa de unos conocidos
y consiguió trabajo en una factoría de papel, donde ganaba
50 dólares a la semana trabajando ocho horas al
día. Sin embargo, pronto dejó su puesto en la fábrica,
cambiando con frecuencia de trabajo, al tiempo que intentaba
abrirse hueco en la escena nocturna de Chicago.
Chicago era una ciudad de Jazz, por lo que a Muddy
le resultaba complicado conseguir actuaciones en locales
nocturnos con su “blues antiguo”. Sin embargo, no encontró
el mismo recelo hacia su música en fiestas particulares,
gracias a las cuales tuvo acceso a músicos de la talla de
Big Bill Broonzy, Blue Smitty o Jimmy Rogers, con quienes
– los dos últimos– posteriormente constituyó un grupo.
El sonido acústico estaba bien para Mississippi,
pero Chicago demandaba más volumen, razón por
la cual Muddy decidió invertir sus ganancias en un amplificador,
evolucionando hacia un blues más moderno.
En 1946, la ley Petrillo, que impedía la publicación
de nuevos álbumes para defender las actuaciones en directo,
ya había sido derogada, por lo que el 27 de septiembre
de ese mismo año, Muddy pudo grabar con uno de los productores
más importantes del blues, Lester Melrose, para la
Columbia Records. En tres canciones él era el cantante principal
pero, lamentablemente, no obtuvo demasiado éxito.
El grupo se hizo con Walter Jacobs, que tocaba
la armónica, y empezaron a ganar fama en la noche chicagüense.
Gracias a su amistad con el dueño del bar Zanzibar,
Muddy y su banda empezaron a tocar en directo en el local
a cambio de 100 dólares semanales, bajo el nombre de Los
Headhunters. Las actuaciones a menudo contaban con episodios
violentos. Tal y como recuerda Rogers, era fácil asistir
Phil Chess: “Los blues son la
pura verdad, la verdad que el
cantante ha sentido en algún
momento de su vida”.
a puñaladas o disparos, y las peleas eran bastante habituales.
Fue durante una de estas actuaciones, cuando
Muddy Waters fue realmente descubierto por un scouting
de la discográfica Chess Records, quien tras escucharle
tocar, quedó prendado del talento del músico sureño.
Muddy se encontraba trabajando en su camión
cuando recibió la llamada que cambiaría su vida para
siempre. Alguien había telefoneado a su casa para informarle
de que su madre había muerto. Waters, extrañado
por la noticia, ya que su madre había muerto al darle a
luz, regresó a casa inmediatamente para enterarse de la
verdadera noticia: Chess Records quería firmar con él.
Los primeros temas que grabó bajo el nuevo
sello fueron Little Anna Mae y Gypsy Woman, que salieron
a la calle en febrero de 1948. En abril de ese mismo
año Muddy regresó al estudio para grabar su repertorio
del Delta. De esta grabación salieron dos de sus canciones
más conocidas, I feel like going home y I can’t be satisfied.
El disco fue un éxito en cuanto salió a la venta,
agotándose en tan solo un día, lo que aumentó su fama,
permitiéndole conseguir actuaciones con más público,
en locales como Zanzibar, Boogie Woogie Inn, Chichek
Shack, Purple Cat, Lowell King’s club o el Silvio’s.
En julio de 1950 llegaría la canción que supondría
el lanzamiento definitivo de su carrera:
Rollin’ Stone. Este tema fue un éxito instantáneo. Muddy
consiguió vender tantas copias que pudo por fin
dejar su trabajo y dedicarse en exclusiva a la música.
Mientras tanto, otros jóvenes artistas, que más
tarde se convertirían en eminencias del blues, se es-
taban dando a conocer en Chicago. Intérpretes de
la talla de Howlin’ Wolf o B. B. King, así como músicos
que empezaban a poner de moda el término
Rock and Roll, como Jackie Brenston o Alan Freed.
Una noche, Willie Dixon, un conocido compositor
y letrista, se acercó a una de las actuaciones del grupo
de Muddy en el Zanzibar. En uno de los descansos,
Muddy se fue al baño y Willie le siguió. “Tengo una canción
para ti”, le dijo. Muddy sabía de la buena fama de
Dixon, quien sacó un papel y empezó a recitar la canción.
A Muddy le gustó lo que escuchaba. Cuando salieron a la
zona de práctica, Muddy cogió su guitarra y modificando
ligeramente los acordes de Mad Love comprobó que encajaban
con la letra de Dixon. La banda se unió a Muddy
y, en palabras del propio Waters, “el público enloqueció”.
Una reacción premonitoria del futuro éxito que tendría el
nuevo tema, ya que poco después se convirtió en su single
más vendido. Acababa de nacer Hoochie Coochie Man.
Así como crecía su éxito, también lo hacían sus
enemistades. En 1955, Howlin’ Wolf interpuso una demanda
contra Muddy. Aparentemente, éste lo había
contratado para que le sustituyera en el Silvio’s mientras
estuviera de gira. Wolf, que había rechazado varias actuaciones
para cubrir a Waters, se enfureció al conocer
que Silvio’s ya había contratado a otros para esos días.
Por su parte, Muddy se justificó afirmando que su contrato
con Silvio’s había expirado, por lo que no tuvo
que resarcir a Wolf. Otro motivo de enfrentamiento
fue Willie Dixon, quien escribía para ambos artistas y al
que los dos reprochaban darle el mejor material al otro.
21
22
Freddy Crutchfield: “La gente
decía que iba a tocar los Muddy
Waters Blues”.
Al otro lado del charco
La eclosión del Rock and Roll eclipsó el éxito de Muddy,
quien llegó a sentirse tan intimidado por el nuevo fenómeno
musical que dejó incluso de tocar la guitarra. Sin embargo,
en Inglaterra, Muddy encontró un gran filón para
su música. Era tal la admiración que despertaba en la isla
británica, que el cantante de jazz Chris Barber se desplazó
hasta América para buscar a Muddy y convencerle de que
viajara con él a Inglaterra. Waters aceptó la oferta y partió
hacia el viejo continente con su grupo y su mujer. Su tour,
que seguía a Barber, empezó en la ciudad de Leeds. Para
el público inglés su guitarra era demasiado ruidosa, por
lo que tuvo que bajar la intensidad a lo largo de la gira.
En Inglaterra existía una especie de discriminación
positiva en torno al jazz y el blues: si eras negro,
no podías hacerlo mal. El tour inglés consiguió
revitalizar a Muddy Waters y se convirtió en un éxito
rotundo. Muddy y su grupo se percataron de que allí
triunfaban más los blues antiguos, los del Delta. “Me
di cuenta de que podía tocar la guitarra cuando toqué
Honey Bee de Muddy Waters”, confesó Eric Clapton.
Pronto, Muddy percibió que los blancos estaban
empezando a imitar su música. Elvis Presley sacó su canción
Trouble, que tenía claras reminiscencias de Hoochie Coochie
Man. Su tour por Inglaterra le sirvió para consagrase como el
padrino del Rock and Roll e icono de las audiencias blancas.
Al mismo tiempo, en aquella época se estaba
gestando la denominada “invasión inglesa”, un fenómeno
que devolvería a la isla al epicentro de la música mundial.
En pocos años su público más fiel había dejado de
ser únicamente la población negra, quienes le veían ahora
como un artista algo anticuado, ganando adeptos entre
la juventud blanca, que estaban explorando las raíces de
su propia música. Para los jóvenes negros el blues tenía a
menudo una connotación negativa, al representar la música
de sus antepasados, demasiado ligada a la esclavitud.
En 1960, Muddy y su banda participaron en
el Newport Jazz Festival, en el que coincidió con artistas
de la talla de Ray Charles. Su concierto fue grabado
y se publicó como un álbum en directo, Got my Mojo
Working, que obtuvo una nominación a los Grammy.
En 1963 volvió a Inglaterra para asistir al segundo
festival American Folk Blues. Su fama e influencia
habían crecido sobremanera en este país, hasta tal punto
que algunas de las bandas del momento habían tomado
como nombre algunos de sus temas más conocidos, como
Manish Boy (el grupo de David Bowie), The Mojos o The
Rolling Stones. Estos últimos, que empezaron a grabar en
1962, incluyeron en su primer disco la famosa canción de
Muddy I Just want to make love to you. En su tour de 1964
por América tuvieron el placer de coincidir con su mentor.
El bajista del grupo, Bill Wyman, recuerda que antes
de aterrizar en suelo americano, habían fantaseado con
la idea de encontrarse con el intérprete sureño. En 1965
la fama de los Stones era ya mundial. Lograron su primer
número uno en los Estados Unidos con (I Can’t get no) Satisfaction,
un título inspirado por I Can’t be satisfied. A finales
de 1967 una nueva revista musical dirigida para jóvenes
veía la luz. Su nombre, Rolling Stone, era también una clara
referencia a la canción de Muddy. “A Rolling stone gathers
no moss” (Una piedra rodante no acumula moho).
En 1968, Waters publicó su álbum Electric Mud,
cuyo título ya insinuaba la presencia de efectos eléctricos
en sus canciones. Un álbum que conquistó a
Jimi Hendrix, entre otros, quien recordaba que tocaba
Herbert Harper’s Free Press News, del Electric Mud para inspirarse.
“Oí uno de las antiguas grabaciones de Muddy
cuando era pequeño y me asusté mucho, porque oía todos
esos sonidos y me preguntaba, ¿qué es todo eso?”.
Sin embargo, pese a alcanzar su récord de ventas, tanto la
crítica como el propio Muddy no apreciaron demasiado el
disco. El propio Muddy lo llegó a calificar como “dogshit”.
Muddy Waters:
“There are some beautiful
white bands. They didn’t go to
the Baptist church like I went.
They didn’t get that soul down
deep in the heart like I have.
And they can’t deliver the
message. They’re playing the
white folks’ blues. I’m playing
the real blues. I’m singing the
same thing the old master
liked to hear when you’re
working for him”.
Las desgracias se suceden
1969 se convirtió en uno de los años malditos de Muddy.
De camino a Detroit le empezó a sangrar la nariz y no
paró durante una semana, hasta el punto que sus ojos le
empezaron a sangrar. Su presión sanguínea estaba por
los aires debido al abuso del tabaco, la comida y el alcohol.
El doctor le prohibió el Whisky, bebida que Muddy
sustituyó por Champagne, que tomaba a todas horas.
El 16 de octubre de ese mismo año moría Leonard
Chess de un ataque cardíaco y tan solo unos días después,
el 27 de octubre, la banda conducía por la autopista
45 cuando tuvo un accidente de coche en el que John
Warren murió y Muddy Waters quedó bastante malherido.
Se había roto tres costillas y la pelvis y tenía varias lesiones
en la cadera y en la espalda. Estuvo ingresado cerca
de tres meses y cuando por fin salió del hospital, lo hizo
con un bastón y con su mano izquierda, fundamental para
tocar la guitarra, hinchada y dolorida. A los dos meses comenzó
a reaparecer en algunos clubs mientras era filmado
para el documental Chicago Blues. Pero solo podía tocar
30 minutos por la dolencia de sus manos. Por si fuera
poco, su amigo Otis Spann fue diagnosticado con cáncer
de hígado y murió a los pocos meses, en abril de 1970.
A finales de ese mismo año, Muddy y su banda se
fueron de gira por Europa. La compañía Chess, ya sin sus
creadores, se inventó varias excusas para no pagarles, por lo
que Muddy se cansó y abandonó a su agente, Bob Messinger.
Lo hizo a través de una carta y no tardó en recibir una
respuesta, también por correspondencia, del nuevo propietario
de la compañía. Habían descubierto que muchos
de los temas de Muddy Waters no estaban legalmente publicados,
y con el creciente número de bandas que tocaban
canciones de Muddy, vieron que ahí había negocio. El 3 de
marzo de 1971, Muddy fue a las oficinas de Nueva York de
Arc Music, la discográfica perteneciente a Chess Records y,
sin enterarse de nada de lo que ponía en un documento que
le ofrecieron firmar, terminó por acceder, lo que supuso
que todas sus canciones pasaban a pertenecer a la discográfica.
Digamos que ellos habían contratado a Muddy con
un salario mensual a cambio de que produjera canciones
para ellos. Recibió un cheque de 10.000 dólares por ello.
Un abogado, Scott Cameron, fue designado nuevo
manager de Muddy y se dispuso a llevar a cabo una
demanda contra la discográfica. Además se dedicó a revitalizar
la carrera musical de Muddy, poniéndole en escenarios
junto a cantantes de Rock, que, según Cameron,
eran los que estaban vendiendo discos en aquel momento.
Del mismo modo renovó su repertorio y dejó de tocar
sus grandes éxitos para descubrir trabajos anteriores
que no habían sido grabados. Le consiguió un contrato
de tres semanas para tocar en el Mr. Kelly’s club, un lo-
cal situado en la zona rica de Chicago, donde instituciones
como Frank Sinatra o Barbra Streisand habían cantado.
En su primera actuación se ganó al público, que contaba
con personajes de la talla de Bill Cosby. Además, grabaron
un nuevo disco, el primero en dos años, llamado Live (at
Mr. Kelly’s). Al poco tiempo se fue a Londres a grabar otro
álbum, London Sessions, y al volver se hizo con su primer
Grammy por They Call Me Muddy Waters. El tipo de actuaciones
también había cambiado, pues ya no tocaba en
locales abarrotados de gente, sino en sitios más selectos.
El cáncer de estómago que encontraron a su mujer
Geneva, quien murió un año después, el 15 de marzo de 1973,
supuso un nuevo palo para el bueno de Muddy. La enterró
en el cementerio de Restvale dejando un espacio a su lado
para que le pudieran sepultar junto a ella. Tras su muerte,
Muddy se encargó de acoger en su casa a muchos hijos que
vivían fuera y se mudaron a los suburbios, en Westmont.
un Muddy Waters rejuvenecido
El 29 y 30 de enero de 1974 grabaron su primer disco de
estudio con su nuevo agente, llamado Unk in Funk, donde
aparecía Muddy como productor del mismo. Poco después,
ese mismo verano, se fue de gira otra vez por Europa,
donde se pudo ver a un rejuvenecido Waters. En 1975,
Muddy y su banda grabaron uno de sus mejores discos:
The Muddy Waters Woodstock Album. Con motivo del nuevo
álbum, decidieron irse de gira por Estados Unidos y en
Nueva York sucedió una graciosa anécdota al juntarse con
Bob Dylan y su grupo. En una de las actuaciones, Muddy
Waters presentó a Dylan ante el público, ya que iba a tocar
la armónica con ellos, pero lo hizo como John Dylan. Le
tuvieron que corregir y decir que realmente se llamaba Bob.
Al final de ese año Chess Records fue vendida a
All Platinum Records. Muddy se cansó de que le trataran
como mercancía y pidió que le dejaran marchar. Aceptaron,
por lo que así puso fin a su relación con la discográfica
el 20 de noviembre de 1975. A finales de 1976 Scott
Cameron puso una demanda contra Arc Music, pidiendo
que le devolvieran los derechos de sus canciones a Muddy
Waters y le concedieran una indemnización de 7,5 millones
de dólares. Consiguieron ganar el juicio y los derechos
pasaron de Arc Music a Scott’s Watertoons Music.
Durante los siguientes años sacaron los discos
Hard Again y I’m Ready, logrando su cuarto y quinto
Grammy respectivamente. Además, se ganó un admirador
tan inesperado como importante, el presidente de
los Estados Unidos Jimmy Carter. Se había enamorado
de la música de Muddy por lo que le pidió a él y a su
banda que accedieran a tocar para él en la Casa Blanca.
Muddy, por supuesto, no pudo negarse ante tal honor.
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24
John Work: “The blues singer
has no interest in heaven and
not much hope in Earth”.
En otoño de 1978 Muddy Waters anunció una gira por
Europa junto a Eric Clapton. Durante el tour empezó
a adorar la música del británico y se hicieron muy buenos
amigos. Muddy se refería a él como “su hijo”. Cuando
en 1979 Muddy se casó con Marva Jean Brooks,
una mujer 41 años más joven que él, Clapton no faltó
a la boda. Cuentan que el británico terminó bañándose
en calzoncillos en la piscina durante la celebración.
Muddy estaba bastante bajo de ánimo, con depresiones
intermitentes que se agravaron cuando le
diagnosticaron cáncer de pulmón a uno de sus mejores
amigos de la infancia. A pesar de todo, consiguió sacar
King Bee, el último álbum que publicó con vida, con
su consiguiente gira para promocionarlo. A finales de
año, los Rolling Stones fueron a Chicago y decidieron
grabar una actuación en directo con Muddy Waters.
Now when I was a young boy
At the age of five,
My Mother said I was gonna be,
The greatest thing alive.
Fue la última vez que Muddy fue grabado actuando.
A las pocas semanas, mientras se encontraba de
compras por Chicago, sufrió un desmayo repentino. En un
principio culpó a la alta presión, pero por si acaso acudieron
al médico, donde le revelaron que tenía cáncer de pulmón.
El cáncer se volvía a cruzar en su vida, esta vez tocándole
a él directamente. Le extirparon parte del tumor y se
sometió a radioterapia, pero no aceptó el tratamiento con
quimioterapia. Muddy había hecho las paces con el Señor
y solo quería estar en casa con su familia. A pesar de ello,
él siempre pensó que se iba a poner mejor. De hecho, los
doctores le comunicaron que su cáncer estaba en remisión.
Esto le dio un último empujón llegando incluso a aparecer
en una actuación junto a Eric Clapton en Junio. Sin embargo
todos, incluido Muddy, sabían que el final estaba cerca.
Su mujer Marva se encontraba a su lado cuando
el corazón de Muddy latió por última vez. Le llevaron
en ambulancia al hospital, donde se declaró su muerte a
las 2:17 de la madrugada del 30 de abril de 1983. Miles
de fans y compañeros de profesión asistieron a su funeral
o enviaron sus condolencias y por supuesto sus hijos,
nietos e incluso bisnietos le acompañaron en su entierro.
El funeral terminó de la mejor forma posible, con la
canción Hoochie Coochie Man despidiendo al gran artista.
26
el horror
Por macarena Berjano millán
En LOS úLTIMOS InSTAnTES DE VIDA
del coronel Kurtz se ahogan en gritos sonoros y profundos
sus últimas palabras. Apenas unos cuantos susurros
a alguna visión, profiriendo su verdad, el desgarro de un
velo: “¡El horror, el horror!”. Aunque desprovistas de
un contexto, cualquiera que haya visto la obra maestra
de Coppola, Apocalypse Now, sabrá su significado. Quien
haya leído El corazón de las tinieblas las entenderá en su totalidad.
Joseph Conrad alcanzó la consagración de toda
su obra con esta breve pero estremecedora novela, cuyo
prestigio alcanzó la cima tras la muerte de su autor. El
corazón de las tinieblas habría de describir por completo el
sentimiento de lo terrible, lo perverso; dando alas e imaginación
a directores como Coppola para narrar el viaje
del ser humano a la oscuridad más profunda de su ser.
Los comienzos de Conrad
Año 1890, nos encontramos en plena ebullición colonialista.
El Congo constituye uno de los países clave donde
el rey Leopoldo II de Bélgica efectúa todo el despliegue
de sus mejores y más instrumentalizadas armas para “civilizar”
a la población del país. Sus fines eran meramente
morales, nadie osaba dudarlo, y Joseph Conrad menos que
ninguno. Atraído desde su tierna infancia por el misterio y
los colores de África, el joven escritor decidió embarcarse
como muchos otros a la aventura colonialista. Rápidamente
y gracias a la ayuda de varios de sus familiares, consiguió
enrolarse en un barco comercial con destino a la colonia
personal del rey de Bélgica. Sería uno de tantos que empezaban
la travesía sin saber si algún día volvería. Entusiasmado
quizás por esa ola colonialista defendida como
“sagrada misión”, no era extraño que la colectiva fascinación
del momento calara también en Conrad. El discurso
oficial animaba al hombre blanco a asumir la carga sagrada
de servir en las colonias; unas descripciones idealistas
que distaban mucho de lo que realmente encontraría
más tarde el escritor en África. Leopoldo II instauró en la
práctica un sistema totalmente esclavista donde el único
interés existente era nutrirse de las materias primas más
ricas del Congo: el marfil y el caucho. Así pues, la visión
idealizada de Conrad chocó con la dura realidad del país.
No hace falta bucear por biografías ni diarios del
escritor para visionar el horror que vivió. El corazón de las
tinieblas es un terrible testimonio de lo que sintió, vio y
padeció su autor. Sus profundos prejuicios racistas tan
presentes en la época quedan grabados inevitablemente
en el papel, dejando descripciones tan macabras como
las que equiparan a los nativos del Congo con bestias y
no con seres humanos. Una sucesión de pensamientos
que prácticamente y con toda probabilidad se repitieron
en cada una de las personas que formaban parte de la
época. Pero no solo ese racismo latente en Conrad profirió
a la novela de una singular visión, la malaria contraída
por el escritor durante su estancia en el Congo y que
habría de llevarle a regresar al cabo de seis meses, también
marcaron su producción literaria. La profunda decepción
de sus ilusiones infantiles y la melancolía que se
apoderó de Joseph Conrad durante su estancia contribuyeron
a acelerar la depresión que padecería más tarde y
de la que no lograría librarse del todo el resto de su vida.
El corazón de las tinieblas crea una atmósfera no apta
para todas las mentalidades. Como una fina cuchilla, se va
clavando lenta pero inexorablemente en la mente del lector.
Juega con sus valores, con sus creencias y hasta con
su propia concepción de la realidad. Avanza el lector por
el Congo con la misma velocidad que lo hace Marlow, el
protagonista de esta oscura travesía. En primera persona,
con un auditorio formado por varios marinos que le
acompañan en un barco por el Támesis, Marlow comienza
a narrar su historia de la única manera que se le ocurre,
y con un particular desdén e ironía va construyendo su
relato, intercalando sus anécdotas e impresiones con preguntas
retóricas dirigidas a su público, que creemos atento.
Y así, como el simbólico barco de vapor, el clímax
avanza a cada palabra y la oscuridad se apodera poco a
poco de todo cuanto se interpone a su paso: Marlow, el público
que le escucha y el lector acongojado. Revivimos de
una manera que raya en lo mágico las propias vivencias del
protagonista. Ya no somos un simple espectador o lector
que empatiza o se horroriza de manera simulada con las
desdichas del protagonista; en una realidad paralela nos encontramos
inmersos en el barco de vapor junto a Marlow,
formando parte de la locura colonialista e idealizando los
métodos de Kurtz, esperando ver en el coronel un salvador
o una vía de escape cuando termine el viaje al Averno.
Las interpretaciones y mitos en torno al significado
de esta novela inundaron en su momento numerosas
publicaciones. El corazón de las tinieblas se convirtió en un
objeto fecundo de numerosas teorías literarias en la segunda
mitad del S.XX; abarcando desde el New Criticism hasta
el postcolonialismo. La búsqueda del Santo Grial fue uno
de los más conocidos mitos asociados a la novela. Según
Jerome Thale, Marlow encarnaría al caballero que parte en
busca del Grial, el objeto donde se halla el conocimiento
supremo y que, en el caso de El corazón de las tinieblas, consiste
en descubrir la verdadera naturaleza del mal. Otros,
como Robert Kimbrought en Conrad’s Youth, ven la presencia
de símbolos fálicos en la novela como un motivo dominante
donde el río es un falo que se introduce en la vulva
de África, siendo ésta la oscuridad interior que le aguarda.
La odisea de Coppola
Año 1975, nos encontramos en pleno rodaje de Apocalypse
Now. Al mando de la dirección del proyecto está Francis
Ford Coppola. Bajo sus gafas oscuras y su aspecto meditabundo
encontramos una ambiciosa visión de adaptar un
clásico de la literatura a la gran pantalla. Quizás por devoción
absoluta a los retos, El corazón de las tinieblas se presentó
ante sus ojos de la mejor manera posible. Antes que
él, Orson Welles había planeado adaptar la novela, pero
fracasó completamente por problemas presupuestarios. A
Coppola se le presentaba ahora la hercúlea labor de aunar
el estremecedor significado de la novela y el desafío de narrar
en 70mm una complicada historia. El reto estaba servido,
solo hacía falta el genio y el tesón para completarlo.
Alejada bastante del texto conradiano, Apocalypse
Now encarna una brutal adaptación libre situada en
Vietnam y donde los personajes, en esencia, continúan
su mismo viaje: El capitán Willard (el Marlow de Coppola),
interpretado por Martin Sheen; y un desconocido
e idolatrado coronel Kurtz, encarnado cómo no por
el sublime Marlon Brando. Navegamos ahora por un río
rumbo a Camboya, y nos imaginamos la grabación de
ese baile apoteósico de las Valkirias donde decenas de
helicópteros sobrevuelan el cielo infectado de horror.
Como una particular iniciación, el rodaje de Apocalypse
Now entrañó una verdadera odisea digna del documental
que después se le brindó. Francis Ford Coppola
eligió Filipinas como escenario de la película, algo que
27
28
equivalía a rodar visualmente en Vietnam. La colaboración
del gobierno local fue clave, y esto propició numerosas dificultades
durante toda la grabación, la cual se prolongó
hasta los 3 años. El primer bache que tuvo que sortear el
director fue con su actor principal. Después de la primera
semana de rodaje Coppola se percató de las deficiencias
de Harvey Keitel, el protagonista de Apocalypse. Su elección
para el papel de Willard no había sido acertada, y el
director fijó su mirada en el joven actor de método Martin
Sheen. Extrovertido y afable, Sheen no se esperaba
nada de lo que encontró finalmente en Camboya. El clima
opresivo, su empatía con el personaje y un espíritu quizás
sensible propiciaron un profundo cambio en su interior.
Apoclypse Now dejó su particular cicatriz en el actor,
quien durante la grabación de la escena inicial, ebrio
y sin calcular las distancias, destrozó un espejo. El resto
del equipo, atónito, esperaba la señal para cortar la escena;
sin embargo, Martin Sheen continuó el diálogo mientras
el corte en la mano a causa del golpe hacía que sangrara
profusamente. Un terrible infarto más tarde vaticinaba
la retirada del actor, a lo que Coppola respondió firmemente:
“Martin Sheen no se muere hasta que yo lo diga”.
El turno le llegaba después a Marlon Brando, el
mito viviente hizo todo lo posible por retrasar y dificultar
aún más si cabe la grabación del film. El ángel caído,
ebrio tras el éxito de El Padrino, no se molestó en estudiar
el guión ni ver más allá del mismo leyendo El corazón
de las tinieblas. Quizás, como genio interpretativo, no
lo necesitara. Su malogrado aspecto físico fue uno de
“Ésta no es una película sobre la Guerra de Vietnam, esto es Vietnam”
los primeros impedimentos a la hora de empezar a grabar,
el trabajo de la dirección de fotografía (ganadora
por cierto de un Oscar) ayudó a disimular el excesivo
peso del actor y a realzar la figura del coronel Kurtz.
Dennis Hoper, otro de los grandes convocados
por Coppola, pasaba por su peor momento. Anestesiado
aún por las drogas, insistía en dar alas a su libertad creativa
para interpretar el personaje. Sin tan siquiera leer el guion,
exponía sus argumentos a Coppola, a lo que éste respondía
que no se podía olvidar algo que no se recordaba. El infierno
de Apocalypse Now se hacía realidad: sets de producción
destruidos por un tifón, tensión durante el rodaje, problemas
con el gobierno local y a pesar de todo, una obra de
culto se estaba gestando ajena a todos los problemas que la
asediaban. Si existe algún pero que achacar a la película de
Coppola es quizás la progresiva decadencia del film, un final
que no despega igual que en la novela (donde el interés
es creciente y el clímax alcanza niveles extremos). El Willard
de Apocalypse muestra tintes siniestros, convirtiéndose
en un personaje sombrío, sin escrúpulos, y sin la ironía y el
carisma que envuelve al personaje del El corazón de las tinieblas.
Pero más allá de las diferencias y las comparaciones
que siempre resultan de las adaptaciones cinematográficas,
Apocalypse Now se ganó el estatus que conserva hasta hoy.
La crítica, aunque dispar, resaltaba el esfuerzo de adaptar
un texto tan complejo y repleto de significados. Coppola
había logrado una cinta rica, sublime y apoteósica. El trabajo
se vería recompensado más tarde, cuando presentó
la película con una frase que pasaría a la historia del cine:
la Vida secreta de
Por Francisco daniel medina
los oBjetos
1
El proceso de fabricación:
el objeto es el espejo del alma.
2
un PROCESO DE FABRICACIón ES EL
conjunto de operaciones unitarias necesarias para convertir
una materia prima en alguna otra cosa. Podremos alterar la
forma, la densidad, la resistencia, el tamaño o la estética. El
producto final será el resultado de multitud de operaciones
individuales que irán desde la extracción de los recursos
naturales necesarios hasta la venta del producto, pasando
por cualquier acción que se ejerza sobre la materia prima en
cuestión para modificarla, ya sea empleando alguna herramienta
o máquina o incluso las propias manos. Tendemos a
pensar (quizá porque vivimos de manera tan rápida y práctica
que no pensamos demasiado) que los objetos existen per
se, que siempre han sido tal y como nos han sido dados, y
no solemos reparar en cuántas decisiones y circunstancias
varias han sido necesarias para que dicho objeto sea una
realidad. Quizá por eso tendemos a infravalorar lo que tenemos
y a desecharlo o prescindir de ello con suma facilidad.
También nos cuesta entender que, un objeto, pueda trascender
el universo de lo meramente artificial para convertirse
en algo en lo que, de alguna manera, esté latente la vida. Sin
ir más lejos, en cada objeto, hay presentes múltiples decisiones
humanas que responden a factores culturales, ideológicos,
y, por descontado, personales. Por ejemplo, este teclado
que estoy empleando en este preciso momento para confeccionar
este artículo tiene una forma concreta y no otra,
sus teclas están medidas milimétricamente para adaptarse a
nuestros dedos de manera ergonómica, a la hora de escoger
el material de que está hecho se han tenido en cuenta datos
como la temperatura al tacto e incluso el sonido al pulsar las
teclas de manera que éste resultase agradable a nuestros oídos,
se ha escogido un color concreto y no otro, y todo ello
porque ciertas personas encargadas de su diseño decidieron
que así fuera y así con todos los objetos que nos rodean.
Esto explicaría, por ejemplo, la importancia que los antropólogos
culturales y los historiadores otorgan a los objetos
a la hora de intentar conocer la historia y las peculiaridades
de los pueblos que los manufacturaron. Parece más que evidente
que la historia de los hombres está escrita en dichos
utensilios. Me atrevería a ilustrar esta idea a través de la mani-
pulación de una famosa frase: el objeto es el espejo del alma.
La biografía de las cosas.
Siempre he mantenido una relación particular con
los objetos y siempre me he preguntado a qué respondía
ese modo particular de percibirlos y de relacionarme con
ellos. Parece evidente que, una de las razones por las que
un objeto puede despertar ternura o rechazo en aquél que
lo posee o entra en contacto puntual con él, es el hecho
de que éste se asocie a un momento concreto de nuestras
vidas o a una determinada persona y, por tanto, cada vez
que vemos o tocamos dicho objeto, se activan en nuestra
mente todos los sentimientos y recuerdos vinculados al
mismo. En este sentido, un determinado objeto o ser inanimado,
podría tener aparejadas para nosotros connotaciones
positivas, negativas o simplemente neutras. Pero, al
fin y al cabo, hablamos de connotaciones: de un sentimiento
que se asocia al objeto a posteriori pero que nada tiene
que ver con el proceso de manufacturación del mismo.
Pues bien, yo me he propuesto ir un poco más allá
en mi análisis y quiero hablar de lo que he convenido en
llamar la biografía del objeto, término que no hace tanto referencia
a la descripción objetiva del proceso de fabricación
del mismo, como a la impronta inmaterial que, por el hecho
de que dicho objeto haya pasado por diferentes manos y
lugares, ha quedado indefectiblemente incorporada a éste
en forma de una especie de energía intangible. Las cosas,
al igual que las personas, también poseen su personal e intransferible
biografía. Y que conste que no estoy hablando
de nada místico, sino del simple hecho de que, conocer la
historia del objeto – por dónde ha pasado e incluso quién lo
ha manipulado y la historia de los diferentes materiales que
lo integran–, nos llevará a percibirlo y a interesarnos por él
de un modo distinto y, sobre todo, menos pragmático. Sería
algo así como entablar un diálogo con el objeto, como si
éste repentinamente adquiriese la cualidad de comunicarse
con nosotros. En este sentido, me gustaría hacer mención a
una novela de Jaume Cabré titulada Yo confieso, la cual leí recientemente
y en la que, narraciones ambientadas en distintas
épocas, tienen como nexo de unión un violín de enorme
valor. A lo largo del libro, y cada vez que aparece algún obje-
29
30
to valioso, se intercala la historia de ese objeto: sus antiguos
dueños, cada uno con sus historias personales y se narra
cómo, por medio de diversas carambolas del destino, llegaron
a manos de Félix Ardevol, padre de Adriá Ardevol, protagonista
del libro. Un día llegó a su casa un violín Storioni.
Era un violín con nombre propio, el Vial. Y su padre le dijo:
“…este violín no es mío, sino que yo soy suyo. Soy uno
más de los muchos que lo han poseído. A lo largo de su vida,
este Storioni ha tenido diversos instrumentistas a su servicio.
Y hoy es mío, pero yo solo puedo admirarlo. Por eso me hace ilusión
que aprendas a tocar el violín y continúes la larga cadena de
la vida de este instrumento. Solo por eso tienes que estudiar violín.
Solo por eso, Adriá. No hace falta que te guste la música.
Opino que este fragmento del libro de Jaume ilustra bastante
bien el papel que los objetos pueden desempeñar en
la vida de las personas a través incluso de generaciones
enteras, hasta el punto de que, el padre de Adriá, llega incluso
a pedirle a su hijo que supedite o subordine su vida
a la del instrumento para que, de algún modo, éste pueda
seguir estando vivo. Siguiendo con lo que comentaba más
arriba con respecto a la importancia que para mí posee la
biografía de los objetos diré que, por ejemplo, ahora mismo
continúo estando delante de este teclado, que suele acompañarme
durante horas y horas de arduo pero también
reconfortante trabajo, pulsando rítmicamente sus teclas, y
la biografía del teclado sería todo aquello que ha sucedido
para que yo pueda estar ahora mismo acariciando sus teclas
e incluso llevando a cabo un acto creativo. Podríamos
investigar esta biografía y ahondar en sus raíces: a menudo
pienso en alguien que, en algún lugar remoto, ha tenido
contacto y relación con este objeto antes que yo y, de alguna
manera, me siento vinculado a esa persona. También
pienso en los diferentes lugares por los que ha pasado este
objeto antes de llegar hasta mí, algunos de ellos, lugares lejanos
en los que nunca he estado y quién sabe si alguna
vez estaré, y de algún modo siento que dicho objeto me
conecta con esos lugares o al menos me acerca hasta ellos.
3
El hombre en el objeto.
Hace poco hablaba con una amiga acerca de cómo, en pleno
siglo XXI y cuando ya parecía que los modos de producción
artesanales quedarían relegados a un mero recuerdo
nostálgico y con un interés puramente histórico, cada vez
se le da más valor al objeto manualmente manufacturado y
a la serie limitada y, en definitiva, al proceso de elaboración
de un producto como conjunto: como un todo que interesa
conocer y que se considera parte constituyente del producto
final. Reflexionábamos mi amiga y yo acerca de cómo
cada vez le damos más importancia a conocer la cadena de
pasos que llevan desde una idea que nace en la mente de un
hombre, hasta un objeto concreto que materializa esa idea
y se convierte en la representación material de la misma.
Por tanto, no es difícil entender que esa persona – de una
manera más o menos tangencial–, está presente en ese objeto.
Tengo la impresión de que, cada vez más, nos interesa
saber de dónde procede aquello que sujetamos con nuestras
manos, aquello que nos rodea, y necesitamos saber de qué
está hecho y cómo ha sido manufacturado. Supongo que
ello responde en parte a una concienciación cada vez mayor
con respecto al cuidado del medio ambiente y de nuestro
entorno en general, y a una concienciación también creciente
de que, si bien (tal y como apunta otra célebre frase
popular) somos lo que comemos, también somos lo que
manipulamos. Por tanto, vistos así, los objetos inanimados
adquieren un nuevo estatus y cobra un mayor sentido que
sintamos un mayor respeto hacia ellos. Podemos decir que,
los objetos, cobran vida a través del ser humano que los
crea y los manipula pero, al mismo tiempo, estos objetos,
en una especie de viaje de vuelta, también le definen a él.
4
Conclusiones: mi infancia y los objetos.
Tal y como apuntaba al comienzo de este artículo, siempre
he sentido esa especie de sentimiento de afecto hacia las
cosas y, quizá por ese mismo motivo, siempre he cuidado
extremadamente bien los objetos. Por poner algún ejemplo,
aún a día de hoy, conservo juguetes de la niñez intactos y
recuerdo que mi madre siempre me lo ha recordado como
algo bueno y se jactaba de ello. Supongo que siempre entendió
que alguien que era capaz de sentir respeto por las
cosas no tendría dificultad alguna a la hora de sentirlo hacia
el resto de los seres vivos del planeta. Ahora que hablo de
la niñez, caigo en la cuenta de que, para los niños, es mucho
más fácil que para los adultos mantener una relación particular
con los seres inanimados: una relación más compleja
que trascienda lo puramente pragmático. Esto me lleva a
pensar que, la acumulación de años, puede funcionar en no
pocas ocasiones como un proceso de desaprendizaje, sobre
todo en lo concerniente a una especie de sabiduría más
emocional o intuitiva que nos permite arrojar luz sobre el
mundo desde una perspectiva distinta. Lo que me proponía
básicamente con este artículo era compartir con vosotros
una mirada un poco distinta con respecto a todos los
objetos inanimados que nos rodean, y, por extensión, con
respecto al mundo que, en gran medida, está compuesto
por cosas, ya sean máscaras carnavalescas, teclados de ordenador,
o marcapasos capaces de salvar vidas. Espero que,
de ahora en adelante, cuando cojáis o manipuléis cualquier
objeto, podáis percibirlo también de un modo distinto y podáis
interesaros por su pasado y por su propia naturaleza.
Antes de olvidar este artículo y poneros a hacer
cualquier otra cosa, solamente os pediré un pequeño y
poco complicado favor: mirad a vuestro alrededor y tratad
de percibir el hálito de vida que hay en todo cuanto os rodea.
Como dice una famosa canción de Coldplay, we live in
a beautiful world, y yo añadiría: where all the things are alive...
Panamá ya
no es esdrújula
Por javier Zori del amo
SE FuEROn LOS GRInGOS, LOS RIFLES
en alto, las ocupaciones y los complejos. Hace 14 años
que Panamá recuperó el control de su canal y, por lo
tanto, la soberanía sobre todo su territorio. La capital,
convertida en una auténtica metrópolis en el corazón
de América, refuerza bajo los rascacielos sus rasgos propios
mientras crece a un ritmo indigerible. Y, sobre todo,
vuelve a acentuar con ganas la última ‘a’ de su nombre
como metáfora de la búsqueda de su nueva esencia.
Hablar de Panamá en el Siglo XXI es hablar de un
país que, por fin, es un país. Cuando decidieron separarse
de Colombia en 1903 fue para ceder la tutela del nuevo
Estado a EE.UU. a cambio de que éstos construyeran el
Canal de Panamá así como que pagaran una indemnización
a Colombia. Esta maniobra puede verse como una incongruencia,
¿para qué separarse de los vecinos y dejarse controlar
por los gringos? Todo por un puñado de dólares que
hoy son el motor de una economía explosiva. Desde que
en el año 2000 (para ser exactos, desde el 31/12/1999) recuperaran
el control territorial y administrativo del Canal,
Panamá recibe al día una media de 9.000.000 $ en concepto
de peaje para el paso de los grandes cargueros. La consecuencia
es toda una paradoja: la City es, desde la marcha de
los estadounidenses, toda una urbe que a ratos puede recordar
a Chicago o a Miami. Antes no. Antes solo algunos
hoteles de más de 10 plantas asomaban su cabeza de hormigón
desconchado por encima de las casas más humildes.
Del pasado americano quedan los dólares, la divisa
oficial por mucho que a la moneda le llamen balboa
por una especie de necesidad nacionalista. Que nadie se
contraríe, George Washington sigue reluciente en todas las
carteras. Para los panameños no deja de ser un problema
de identidad y en muchas ocasiones les cuesta aceptar que
están pagando con dólares, por mucho que los precios se
fijen en balboas. Hay cierto odio hacia los gringos, en particular
entre los militares por las bajas perdidas en las dife-
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rentes escaramuzas en territorio ocupado. También entre
los habitantes de El Chorrillo, un barrio subdesarrollado de
la capital que fue atacado por tropas estadounidenses en la
Operación Causa Justa en 1989 y que hoy no parece haber
levantado la cabeza. También persisten las calles con dos
placas, una con el número y otra con el nombre original.
Y por mucho que los anglicismos culturales suenen ‘cool’,
hablar de la calle San Felipe es mucho más honesto que
hacerlo de la calle 17, siendo ambas la misma. Luego están
los diablos rojos, los autobuses de línea urbana conocidos
así por los colores vivos y la temeridad de sus conductores.
La exhibición cromática de su chapa no es más que un
intento exótico de negarles su verdadero uso en el pasado:
los míticos school bus amarillos. Eso sí, aquí Dustin Hoffman
no podría colarse con tanta facilidad con su querida
Elaine Robinson ya que suelen ir al límite de su capacidad.
Luego están los mall, esos macro centros comerciales
que sí que gozan del aprecio de los panameños. Las
ventajas fiscales hacen que las marcas más preciadas de
moda y tecnología ofrezcan unos precios asequibles y golosos
para la juventud. Porque las nuevas generaciones son
una esponja de influencias de la televisión y la cultura occidentaloide.
Y aquí no iba a ser menos. Es normal ver a hinchas
del Real Madrid y del FC Barcelona por estas latitudes
luciendo las correspondientes camisetas, aunque la selección
panameña poco a poco se está ganando un hueco con
resultados y, por qué no decirlo, por la simpatía lógica de un
país excitado con la idea de ser país. Los panameños nunca
perdieron su noción de nación, pero tanto acento gringo
escandalizando en sus aceras sí que les hizo desorientarse,
hasta el punto de preferir ser conocidos como Pánama,
por eso de no contradecir la tutela estadounidense.
Y ya está, eso es todo amigos. Reminiscencias
estéticas y físicas con cierto maquillaje y algún que otro
resquemor que solo se soluciona con vinagre y cicatrices.
Los americanos que siguen en Panamá se amontonan en
zonas residenciales de postín. La más significativa es el
antiguo fuerte Clayton, la base militar yankee por excelencia
y el símbolo hoy edulcorado de la permitida ocupación.
Allí tienen su embajada, sus colegios de pago,
sus campus universitarios, todos ellos absolutamente
herméticos y endogámicos. A veces se puede encontrar
a jóvenes estudiantes dibujando los edificios más hermosos
del casco histórico de la ciudad, pero son puros
pingüinos en este paisaje, hablando en yankee y preocupándose
en exceso por su imagen aun estando en clase.
Panamá City es por y para los panameños, pero
también para los nuevos extranjeros. Estamos ante una
nueva metrópolis de más de medio centenar de rascacielos
construidos en apenas 15 años en lo que se ha venido a
llamar la zona financiera. Ha habido mucha voracidad y
poca planificación. Gigantes de aluminio que casi se rozan,
que no se saben lucir si no es en su conjunto. Solo
la torre F&F (conocida popularmente como “El tornillo”)
tiene identidad individual. Las demás forman parte
de un skyline asombroso, bello, fotogénico, magnético y
abigarrado. Estos nuevos espacios cobijan apartamentos,
oficinas y hoteles. La construcción de muchos de estos
últimos se asocia con un gobierno o con otro. El Hilton
es de ‘X’ expresidente, el Meridien, de este otro... Sí, la
mayoría son empresas yankees, lo que no deja de ser una
paradoja. Pero no es ni mucho menos una colonización
neoliberal monopolizada por un solo país inversor, ya que
lo que viene es el dinero y el talento de todo el Planeta.
Todavía no hay guetos cool en los que se apilen bares, tiendas
y restaurantes de un determinado lugar y cultura. Es
todavía un encantador batiburrillo donde brillan las buenas
–aunque algo conservadoras– cocinas por encima de
los fast food y donde los inmigrantes premium aún no
hacen mucha vida. A ellos les cautiva más la brisa de la
selva que acaricia las urbanizaciones de lujo de las afueras.
Esto es el orgullo de la nueva Panamá. Una sobrecogedora
postal costera hecha de mar, aluminio y alguna
que otra pintoresca zona verde. Una ciudad en
constante construcción que busca ser cada día más atractiva
para los ojos de afuera. Es una nueva rica y a veces
parece pecar de tener demasiado interés en aparentarlo
sin haberse preocupado de apuntalar una estructura algo
carcomida por las excesivas diferencias sociales. Quizás le
ocurra como a muchas otras sociedades postcoloniales:
solo necesita tiempo. Pero, mientras tanto, exhibe portentosa
su potencial económico, su maravilloso canal y su
colorido folclore esperando a que la velocidad se aminore
y su gente pueda digerir y adaptarse a tanto cambio. Por
lo pronto, en 2014 inaugurarán su primera línea de metro.
Un acontecimiento que se unirá al de la apertura de la
ampliación del Canal de Panamá para barcos más grandes
y al del fastuoso estreno de su nuevo museo de la Biodiversidad,
en el que Frank Gehry ha aplicado su fórmula
de éxito pero usando materiales y coloridos más tropi-
cales. Un avance social en el transporte, un avance económico
y un avance cultural. Parece que hay cabida para
todo tras 14 años en los que se primó solo lo económico.
Como sucede en todo fenómeno fulgurante, siempre
hay caminos alternativos, barrios que han optado por
reciclarse a su manera y reforzar su particular acento en la
última ‘a’. Así sucede con el Casco Histórico, el reducto
Patrimonio de la Humanidad que ha visto asombrado
cómo su hermano financiero ha pegado el estirón. Y sin
embargo, éste ha sido más sabio, más paciente y más abierto.
Ambos se miran desde un punto distinto de la bahía,
como si no se quisieran reconocer ni formar parte de la
misma unidad. El Casco Histórico se ha comportado como
un embudo donde se han posado las tendencias que llegan
rebotadas por el demasiado artificial distrito financiero. Y
es una auténtica maravilla. Las calles tienen el encanto del
calor, de los cuerpos caribeños que no saben andar, solo
bailar. El panorama es puro Instagram, con casas coloridas
pero no chillonas, en callejuelas rectas que se pierden en el
azul del mar y del horizonte. Y sus tranquilones edificios
esconden el verdadero nuevo Panamá, con restaurantes,
terrazas y bares que beben de las influencias de los barrios
latinos europeos y del estilo neoyorkino. Espacios multiusos
como Súper Gourmet o Tántalo comparten el gusto
veinteañero del photocall con una decoración arriesgada
sin alardes de Minimalismo. Todo muy orgánico, algo postmoderno
y muy vintage pero con mucho gusto. Y, sobre
todo, sin olvidarse de que es Panamá. En sus barras es
absolutamente improbable encontrar un vodka/gin-tonic
decente. El ron y el seco seguirán monopolizando los
tragos y las conversaciones. La vida en Panamá es y será
por siempre dulzona y eso nadie, nunca, lo podrá cambiar.
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dominGo de PasiÓn
Por carlos saiz
nADIE VA DE VACACIOnES A
Compiègne. Ni, como quedo claro en la divertida Bienvenidos
al Norte, al Pas de Calais. Sin embargo, el segundo
domingo de abril el universo ciclista se concentra en esta
zona de Francia por motivo de la Paris Roubaix.
Llamada la Pascale porque se corría el domingo de Pascua,
hoy se la conoce por el infierno del norte, apelativo que, inicialmente
no tenía que ver con la prueba sino que Víctor Breyer,
corresponsal de l´Auto, acudió a inspeccionar la zona
en 1919 y tras observar los jirones del terreno después de
la primera guerra mundial, declaró “esto es un infierno”.
La Roubaix es la reina de las clásicas. Reina anacrónica,
temida y vengativa. Es anacrónica porque se recorre
por muchos tramos de adoquín, pavé que dice el
argot, y no son válidos la gran mayoría de los adelantos
tecnológicos. Temida porque el último ganador de Tour
que la venció fue Hinault y reúsan a correrla muchos de los
llamados especialistas de pruebas de un día. Y vengativa
hasta con sus hijos predilectos. En 1996 el todopoderoso
Mapei se paseó sobre ella, pleno en el podio, cuatro entre
los cinco primeros. El ganador, Johan Museeuw, decidido
por el patrón del equipo a través del teléfono. La humillación
no quedó sin castigo. Dos años después, Museeuw, el
león de Flandes, sufrió una caída en Aremberg y se fracturó
la rodilla. Además, cayó sobre un excremento de caballo
y casi pierde la pierna. Cuando en el año 2000 cruzaba
la meta, esta vez en solitario como campeón, se señaló la
rodilla reconciliándose con la reina.
Durante la semana previa van llegando los protagonistas,
corredores soñando todos con recoger el adoquín
en lo más alto del podio. Los jóvenes miran al cielo
y desean que llueva para que, románticos ellos, la carrera
se desarrolle entre agua y barro. Los veteranos, escépticos,
pragmáticos, solo piden que el domingo sea soleado. El día
de la carrera, madrugón y mirar por la ventana para ver si
ha llovido. Hace años que no llueve ese día, hasta en eso se
nota el cambio climático, ya no se ven aquellas hermosas
máscaras de barro. Tras el desayuno charla táctica. En muchos
casos la estrategia se resume en aguantar hasta donde
se pueda acompañando al jefe de filas. Es una prueba de
resistencia y eliminación. La victoria cuesta muchísimo, la
derrota está escondida en cualquier centímetro del recorrido.
El kilometraje de la prueba no es siempre el mismo.
Los tramos de pavé tampoco. Lo que no cambia es la
numeración de éstos, hacia atrás, siendo el número uno el
tramo simbólico en la ciudad de Roubaix a las puertas del
velódromo, ni la categoría de los mismos, de una a cinco
estrellas en función de su dureza. Existen únicamente tres
tramos catalogados con cinco estrellas. Mons-en-Pévèle,
Trouée de Arenberg y Carrefour de l´Arbre.
Mons-en-Pévèle, tramo de 3000 metros con su
famosa torre de tendido eléctrico y un giro a la izquierda
donde hacen noche los aficionados para ver pasar a los
esforzados de la ruta.
Trouée de Arenberg, el punto de inflexión de la
carrera, donde no se decide quién vence pero si quién no lo
va a hacer. 2.400 metros descubiertos a los organizadores
por Jean Stabliski, el minero que excavó en el pozo de hulla
de Arenberg y luego fue ciclista y campeón del mundo en
1962. El bosque de Arenberg, reserva natural donde cantan
a sus anchas más de doscientos tipos de aves, es una
zona minera que cerró en 1989 su último pozo. Zona venida
a menos, fue noticia cuando en 1990 se abrió el Café
de la Mine en Wallers, cuando en su época de esplendor
económico convivieron hasta diez establecimientos de este
tipo. Dice Horrillo que lo que se siente al pasar Aremberg
es indescriptible, que hay que estar allí y sentirlo.
Carrefour de l´Arbre, sector donde miles de flamencos
borrachos esperan que pase en cabeza su nuevo
mesías, Tom Boonem, y el olor a salchichas quemadas y
patatas fritas en manteca inunda la atmósfera. Tiene un
restaurante en su salida, Le Arbre, que antes abría solo un
día al año, el domingo de pascua, y ahora solo cierra ese
día.
La gloria, la victoria en el vetusto velódromo de
Roubaix, con sus austeras duchas bautizadas con el nombre
de los ganadores y la cadena colgando de la alcachofa,
está reservada solo para uno, quién sabe si para uno de los
candidatos o la fortuna sonreirá a uno de esos abnegados
trabajadores.
Grandes nombres están inscritos en la leyenda de
la reina de las clásicas, desde Garin a Boonem pasando
por los hermanos Coppi, Moser, Ballerini, Merckx o De
Vlaeminck, flamenco rebelde y patilludo y hasta el año
pasado el único con cuatro triunfos, igualado por Boonem,
conocido como Monsieur París-Roubaix. Los belgas
son los que más ediciones han ganado. Es normal porque
desde pequeños pedalean sobre adoquines. Les siguen los
franceses, que corren de locales y terceros en discordia los
italianos. Los transalpinos llevan el temblor de los adoquines
en los genes desde que las carretas de sus antepasados
circularan por la vía Apia y la vía Aurelia. Respecto a los
españoles, solo Poblet y Flecha saben lo que es pisar un
cajón del podio.
Cuando los dos empresarios de la ciudad de Roubaix,
Théo Vienne y Maurice Perez, compartieron la idea
con el periódico Le Velo, el cual apoyó inmediatamente
dando así lugar, el 19 de Abril de 1896, a la primera edición
de esta prueba, desconocían la repercusión mundial que su
propuesta iba a tener.
Acabar, con ducha incluida en el velódromo, es un
éxito. Vencer es la inmortalidad. El domingo de la Roubaix
no es un domingo cualquiera, es un domingo de pasión.
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la imPosiBilidad del
humanismo.
Ética en la emPresa.
Por carlos javier González serrano
“Invertir en conocimientos produce siempre los mejores beneficios.” B. Franklin
AL HABLAR DE ÉTICA En LA EMPRESA
cobra protagonismo la figura de Max Weber y su célebre
conferencia –que acabó siendo un pequeño libro–, La política
como vocación (Politik als Beruf). En ella el autor distingue
dos tipos de ética: la ética de la convicción (o de la
intención) y la ética de la responsabilidad. En la primera
de ellas se ensalzan o se vetan ciertas acciones –de manera
incondicionada– como buenas o malas en sí mismas, obviando
las condiciones y circunstancias en que se llevan a
cabo, así como las consecuencias que podrían derivarse de
cierta acción. De este tipo es la ética propia del mercado
o de los negocios; la empresa se atiene a maximizar los
beneficios a cualquier precio, puesto que la máxima bajo la
que actúa no tiene en cuenta sino el amor propio: el mercado
se quiere a sí mismo, y sin embargo, es impersonal.
A este respecto puede consultarse el librito de M. Husson,
Capitalismo puro, en el que leemos: «la mundialización funciona
como un proceso excluyente que selecciona de forma
permanente aquellos sectores considerados “dignos”
de insertarse en el mercado mundial. […] El capitalismo
contemporáneo polariza todas las sociedades separando la
parte que puede inscribirse en la mundialización y la que
es excluida de ella. […] No se trata de un factor autónomo,
sino de una consecuencia inevitable de la sumisión a
los criterios de la hiper-rentabilidad del mercado mundial».
Lo que asombra en este sentido es que, tras este
movimiento económico se esconde el hombre, por lo que tal
“impersonalidad” se nos antoja paradójica: hemos creado
una realidad que, en su propio movimiento, puede terminar
con nosotros. Y no hablo de la desaparición de la especie o
virtualidades que quizás suenen alejadas: el paradigmático
caso de Vicky Harrison (joven que acabó suicidándose tras
ser rechazada en más de doscientos procesos de selección)
supone un buen ejemplo para ilustrar nuestra dependencia
del sistema global. Así, explica M. Weber en su conferencia
que «hay una diferencia abismal entre obrar según la máxi-
ma de una ética de la convicción, tal como la que ordena
(religiosamente hablando) “el cristiano obra bien y deja
resultados en manos de Dios”, o según una máxima de la
ética de la responsabilidad, como la que ordena tener en
cuenta las consecuencias previsibles de la propia acción».
Si tiramos del hilo, la ética de la responsabilidad
nos empuja a tener muy en cuenta las consecuencias previsibles
de nuestras decisiones, así como las circunstancias
en que se toman. De ahí la relevancia del contexto en la
disciplina de los Recursos Humanos. No debemos entregarnos
a una ética absoluta, que abogue por solucionar los
conflictos allí dondequiera que éstos surjan. Por eso tampoco
podemos desligarnos del plano fáctico, es decir, de lo
que ocurre en el mundo –de cara a fundamentar una ética
todopoderosa–. El empresario ha de servir a la causa por
la que socialmente se halla legitimado, ya que es ella misma
la que otorga sentido a su actividad. Con ello deseo resaltar
que este breve artículo no se decanta ni por una ética de la
convicción, ni por un mero pragmatismo o utilitarismo calculador
de consecuencias, sino que más bien aboga por un
descenso a la realidad particular donde existen relaciones de
no igualdad (como es el caso de la Selección de Personal).
Nuestro objetivo en este momento es resaltar la
importancia de la responsabilidad personal que al profesional
de psicología del trabajo le compete asumir, ya
que, en palabras de Weber, por este camino de asunción
tomará “en cuenta todos los defectos del hombre medio”,
y por tanto, se podrá decir que las consecuencias de
sus acciones le son imputables. Se trata, en definitiva, de
una toma de conciencia: trabajamos con personas. Gunnel
Colnerud asegura en su artículo Ethical Dilemmas of
Psychologists. A Swedish Example in an International Perspective
que “Este proceso puede observarse como una negociación
entre la profesión y la sociedad en la que trabaja.
Los grupos profesionales deben ofrecer una experiencia
única que es exigida por la sociedad, y a la vez desempe-
ñar sus funciones de una manera digna de confianza”.
No está de más considerar los efectos de lo que se
ha dado en llamar “Globalización” en el funcionamiento
de los Recursos Humanos: a) por un lado, la internalización
de la economía, b) la interdependencia de los mercados,
que ha dado como resultado la creación de una
sociedad global, y c) sobre todo, la aparición de nuevos
criterios intangibles a tener en cuenta (versatilidad, adaptabilidad,
resistencia a los cambios, innovación, etc.). En
este contexto, los aspectos que recogen los perfiles de exigencias
actuales han variado mucho con respecto a los de
hace diez o quince años. En el suplemento Expansión &
Empleo del diario El Mundo (número 126, domingo, 16 de
mayo de 2010) leemos que «en un período como el actual
“lo que necesitamos son personas imprescindibles,
profesionales provocadores que ofrezcan ideas originales,
que controlen su miedo y que se atrevan a transformar
su entorno” […]. Las características que definen a estos
individuos son la proactividad, la tenacidad, la creatividad
y el compromiso aunque, si no son apuntaladas
por la visibilidad social, perderán parte de su brillantez».
Considero que tales efectos de la globalización
han supuesto la mediatización definitiva de los intereses
crematísticos de las clases burguesas hoy ya consolidadas.
A hombros de Marx, podemos afirmar que este esquema
se ha asentado sobre el predominio de la propiedad
y la seguridad de unos pocos (que podemos denominar
“propietarios”) sobre unas maquilladas igualdad y libertad
de la mayoría (o “trabajadores”). Además, nos hallamos
ante el peligroso dualismo –cada vez más monismo– de
la política y el poder: sabemos muy bien que, por ejemplo,
en nuestro país el poder económico (las grandes empresas
y entidades bancarias), solo financian generosamente
a aquellos partidos políticos que defiendan sus intereses.
La cuestión es, pues, cómo eludir, en la medida de
lo posible, el control, presión y coacción del poder económico.
Rafael Larrañeta explica que “en un país donde el
desposeído o el marginado no puede levantar la voz contra
la injusticia y ser desagraviado, jamás podremos imaginar
que existe verdadera democracia” (“¿Superioridad ética de
la democracia?”), lo que contrasta muy tristemente con
la siguiente afirmación redactada por la Comisión Europea
(Bruselas, 2000): “todos los que viven en Europa, sin
excepción, deben tener las mismas oportunidades para
adaptarse a las demandas que impone la transformación
social y económica y para participar activamente en la concepción
del futuro de Europa”. ¿Democratización de la
economía? ¿Ética en la empresa? ¿Se reducen, de alguna
manera, lo social y laboral a lo meramente económico?
En este complicado contexto, el Derecho es
necesario –pero insuficiente–; aquel no agota la moral,
por lo que se requieren mecanismos de cohesión social
diferentes de él, mediante los que se haga hincapié
en el compromiso y participación activa de las organizaciones.
Así, columbramos una interdependencia entre
el espacio público y el espacio privado para el desarrollo
pleno de nuestra libertad, en constante convivencia
–y liza– con los propósitos de las empresas. El Derecho
y la Ética (aplicada a partir de la instauración de meras
normas) se nos antojan, pues, insuficientes de cara
a fundamentar el compromiso social de las empresas.
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disPara
Por irene cuevas
Harry estaba sentado en el sillón de alas grises, con los ojos cerrados y las piernas cruzadas, cuando
entró Jerry:
— ¿La tienes? —preguntó sin mirar al muchacho.
— Sí —dijo Jerry.
— ¿Qué te ha dicho?
— Que todo el mundo querría ser encañonado por una de estas preciosas.
Harry sonrió y se levantó del sillón:
— Quiero verla —dijo.
El muchacho asintió y sacó del elástico de sus calzones una pistola plateada. Harry la cogió y la
observó a contraluz, sosteniéndola en alto:
— Bonito cañón —dijo—. Bonita culata.
— Sí —dijo Jerry.
Luego la dejó sobre la mesa y se dirigió a la cocina. Jerry le siguió:
— ¿Quieres un café?
— No, señor. Muchas gracias —dijo el muchacho.
— Oh, vamos. No me hagas ese feo, te lo preguntaré otra vez… ¿qué me dices chico, quieres un
café?
— Sí, vale.
— ¿Dónde lo guardas?
— En el primer estante.
Harry sonrió:
— Me gusta tu piso —dijo—. Le he estado echando un ojo antes. Me gusta tu piso.
— Gracias, señor.
— Llámame Harry.
El muchacho asintió. Harry encendió el fuego y puso la cafetera a calentar:
— Tienes mucha música clásica —dijo.
— Eran de mi madre. Cantaba cuando era joven.
— ¿Soprano?
— Mezzosoprano.
— ¿Qué le pasó?
— Se fue a Viena. Perdí su pista hace unos cuantos años.
— Y, ¿lo de la droga?
— Tenía que ganarme la vida —dijo Jerry.
Harry le miró detenidamente. Le pareció bastante normal. Un muchacho más, del montón. A
nadie podría interesarle:
— No tienes pinta de camello —dijo Harry —. Demasiado delgado y esa cara…mmm. Definiti
vamente, no tienes pinta de camello.
— ¿Qué le pasa a mi cara?
—Tienes cara de niño.
Y cuanto más le miraba, más niño le parecía. Aquellos ojos pequeños e inquietos que se habían
paseado por toda la cocina como si fuese desconocida, las pecas sobre los mofletes y la voz, aguda,
como el pitido de la cafetera:
— Pareces un buen chico —dijo Harry.
—Gracias, señor.
— E inocente.
— No le entiendo.
— Sí, chico. En este mundo hay personas malas. Muy malas. Deberías andarte con cuidado.
Harry sirvió el café en dos tazas y miró a Jerry fijamente. El muchacho temblaba:
— ¿Sabes para qué es la pistola? —preguntó Harry.
— No, señor.
— Harry, llámame Harry —dijo y sorbió un poco de su café—. Chico, tienes que matar a alguien.
El muchacho tragó saliva:
—Es una persona mala —dijo Harry—. Azúcar.
— ¿Qué?
— ¿Dónde tienes el azúcar?
Jerry señaló un frasco blanco y Harry lo cogió:
— ¿Quieres? —preguntó.
Pero el muchacho ni siquiera le miraba. Había fijado sus ojos en la cafetera vacía:
— Me lo tomaré como un sí —dijo Harry—, el trago se te hará menos amargo.
— A… ¿A quién tengo que matar, señor? —balbuceó Jerry.
— A él.
— ¿A él? ¿Qué ha hecho?
— Se fue de la lengua. Un tipo malo —dijo Harry—. Me ha hecho gracia que te dijera aquello de
la pistola. Así cuando le mates, se lo podrás repetir.
— Pero, yo…yo nunca he matado a nadie, señor.
— Lo sé. Por eso te voy a enseñar cómo debes hacerlo. Sígueme.
Harry apuró el café y dejó la taza sobre la mesa, luego se dirigió al salón para coger la pistola:
— Vamos al baño, quiero que veas esto.
Jerry le siguió, temblando. Una vez allí, Harry se puso frente al espejo e indico a Jerry que hiciera
lo mismo:
— Tienes que conseguir que parezca un suicidio —dijo Harry—. Nadie debe saber que has sido
tú. No queremos problemas, ¿verdad, chico?
— No, señor.
— Apáñatelas para llevarle al baño, a cualquier espejo. Cuéntale una historia. Invéntate algo, pero
que él te sigua.
El muchacho asintió, tragando saliva:
— Una vez aquí, ponte detrás de él —dijo Harry—. Así. Con naturalidad, no levantes sospechas.
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En el espejo se reflejó la imagen de los dos. Jerry delante con la cara pálida y Harry detrás, mirando
fijamente los ojos del muchacho:
— Deberás utilizar un guante —dijo Harry—. No queremos que nos descubran, ¿verdad, chico?
— No, señor.
— Este está bien, es negro. Perfecto. No dejará huellas. No dejará pistas —dijo Harry—. Presta
mucha atención ahora, chico. Le tienes ganada la posición. Ya no puede escapar, ¿puedes escapar?
— No, señor —dijo Jerry.
— Eso es lo que queremos. Saca el arma. Bonito cañón, bonita culata.
— Sí —dijo Jerry—. Bonito cañón. Bonita culata.
— Apóyala en su barbilla.
— En su barbilla —repitió Jerry.
— ¿Ves cómo?
— Sí —dijo Jerry.
— Siente su miedo. Huele su miedo.
— Su miedo, su miedo…
— ¿Tienes miedo, chico?
— Sí, señor —dijo Jerry—, tengo miedo.
— Eso queremos, eso buscamos.
— Sí, sí.
— Ahora haz que él coja el arma. Abre su mano, que él la sujete. Y… suéltala. Él la tiene en su
barbilla. Él y nadie más que él. ¿La tienes, chico?
— Sí, señor —dijo Jerry—. La tengo.
— ¿Notas el frío de la culata?
— Sí.
— ¿No crees que todo el mundo querría ser encañonado por una de estas preciosas?
— Sí, señor, todo el mundo —dijo Jerry.
— La bala atravesará su lengua. Su cara.
— Sí, señor.
— Porque él se fue de la lengua. Fue una persona mala. Y no queremos personas malas, ¿verdad,
chico?
— No señor. No queremos —dijo Jerry y empezó a llorar.
— No puede temblarte la mano, chico, no puedes llorar. A mí no me tiembla la mano.
El muchacho sujetaba la pistola en su barbilla, las piernas se le doblaban y mientras, Harry, le miró
de arriba abajo. Le pareció más crío que nunca:
— Aquí terminará tu trabajo —dijo Harry—. Él disparará solo.
— Sí, señor —dijo Jerry—. Él lo hará solo.
— Bien, chico. Hazlo.
— ¿Qué?
— Dispara.
Por anycka hc
¿Por QuÉ son
necesarios los
suPerhÉroes?
En LOS MOMEnTOS En LOS quE EL SER
humano se ve sobrepasado por la angustia, la incertidumbre
y la destrucción que él mismo puede haber promovido,
se torna necesaria la búsqueda de cobijo. En ocasiones se
recurre a la historia pasada, buscando referencias para solucionar
el desacierto. Otras veces se evade la culpa, sollozando
con resignación por no saber afrontar las consecuencias
de los propios actos. Igualmente se revisan las historias mitológicas,
los prodigios de los dioses o, ya en nuestra más
reciente época, se recurre a las enseñanzas de los personajes
de comportamiento heroico. Cine, animación y cómic, permiten
una veloz revisión de sus intrépidas gestas, modelando
en ocasiones pensamiento y acción en el hombre, alentando
la capacidad de recurrir a su propio poder interior,
el latente potencial de progreso y la reparación de daños.
Así el superhéroe se gesta como la nueva deidad
modélica y protectora, portadora del concepto de bondad
asociado de modo subliminal a una imagen. Aparece
como un ser multidimensional, perfecto y sobrehumano,
un nuevo hombre, un Superhombre, idea ya introducida
en la obra de Nietzsche Así habló Zaratustra ya por 1883.
El concepto originario del superhombre, mejor traducido
como ultrahombre, hacía alusión más al ámbito de
la ambigüedad moral que al biológico: se trata de un ser
que trasciende los conceptos humanos del bien y el mal.
Ésta era la dirección de partida para la figura de Superman,
aunque no encajaba bien con las inmaculadas concepciones
morales del personaje. Se termina descartando
la idea de asociar a Clark Kent con este incierto héroe
nietzscheniano y finalmente es presentado como una figura
que puede infringir la ley en sus canales habituales
como medida extrema para la salvaguarda del bien común
pero que cree en ella e insta a cumplirla sin descanso.
En su adaptación a la novela gráfica y el cine se
presenta al superhéroe como un personaje muy capaz
físicamente, poderoso y visualmente impactante para
impregnar la memoria de los hombres y hacerse con un
lugar en el mundo de los arquetipos universales cohabitando
con deidades y seres mitológicos. Asimismo,
por su carácter actual de cotidianeidad empieza a formar
parte del inconsciente colectivo de esta época, discurriendo
de modo paralelo a antiguos mitos y leyendas
que conforman este concepto constituido por elementos
simbólicos.
El héroe
Cuando la humanidad se convulsiona, sufre o experimenta
sentimientos de dolor y pérdida necesita recurrir
a modelos de comportamiento existentes, reales o imaginarios,
que le resulten válidos para iniciar la resolución
del conflicto, en este momento es donde resurge el personaje
heroico, éste es habitualmente presentado como
un individuo poseedor de rasgos o características ideales
que le permiten llevar a cabo hazañas extraordinarias y
beneficiosas por las que es reconocido. Mitológica y culturalmente
es reproducido como un personaje dotado de
las virtudes más reconocidas (tanto en su variante luminosa
como en la faceta más depravada) en su época, por
lo que acaba convirtiéndose en un referente a imitar. Se
considera a esta figura como alguien casi divino, etéreo
e intangible, un cúmulo de cualidades a admirar y envidiar
sin apenas darse cuenta de que es esa misma sociedad
la que encumbra o entierra los méritos de esos otros.
En la máscara del héroe se proyectan los
anhelos y temores de los individuos, su conciencia
colectiva: el conjunto de creencias compartidas y
actitudes morales que funcionan como una fuerza unificadora
dentro de la sociedad. De este modo podemos
hablar de que la necesidad de la existencia de los héroes
es vital para poder tener modelos de comportamiento,
así como entidades protectoras a las que recurrir cuando
el individuo se encuentra perdido o apesadumbrado.
El héroe cumple un papel catártico en la colectividad.
Por sus inagotables poderes, su comportamiento recto
e inmaculado y su papel salvador, podemos hablar de que
su función es la misma que la de los antiguos dioses mitológicos,
con la diferencia de que gracias a su doble identi-
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dad se muestran como alguien cercano al individuo común.
Dentro del imaginario desplegado en el cine, la
literatura y la novela gráfica, nos encontramos con algunos
héroes humanos, modernos Perseos a los que imitar,
personajes cuyas cualidades abarcan desde la potencia
y fortaleza física hasta la capacidad intelectual. Sus
rasgos de base principales son las virtudes que puede
poseer cualquier persona normal. Sus facultades intelectuales
y físicas están al servicio de la erradicación del
mal, los abusos, el sufrimiento y el dolor. El elemento
característico de estos personajes no son las capacidades
sobrehumanas, sino la capacidad de acción y rasgos
de personalidad identificables en cualquier individuo.
En un estamento superior la necesidad de lo
trascendente ubica al superhéroe, imagen actualizada de
las deidades olímpicas que, con sus inconmensurables
poderes fantásticos, ayudan al humilde mortal a liberarse
de las opresiones opuestas por los ociosos malignos.
En casi cualquier situación cotidiana es fácil actuar
de manera heroica, bastaría para ello dejar a un
lado la ingente cantidad de máscaras con las que acostumbramos
a protegernos de las inclemencias de la costumbre
e intentar hacer algo por otro sin esperar una
compensación inmediata por ello. No es necesario que
acontezca una catástrofe para que nuestro medidor de
bondad se active. En la gran mayoría de las situaciones
es factible prestar ayuda a quien tenemos al lado.
Los valores heroicos han trascendido el modelo
mitológico y han llegado, afortunadamente, hasta nuestros
días. No solo hemos podido encontrarlos en las novelas
de aventuras o en la ficción fantástica, donde sus virtudes
extraordinarias subyacen escondidas tras personajes nobles,
abnegados y valientes. También hemos conocido sus
hazañas heroicas en un soporte que ha resultado afín a las
mentes más jóvenes: el cómic. Sus coloridas portadas revelaron
nuevas formas de hacer el bien y de impartir justicia.
Las viñetas, el color, los diálogos y la tinta forjaron,
página tras página, las siluetas de hombres y
mujeres no solo de claro talante heroico, sino dotados
de poderes y habilidades que sobrepasan cualquier
condición humana. Estos nuevos héroes necesitaban
una nueva definición que los identificase.
Fue algo natural que el término superhéroe definiera
a esos individuos tan heterogéneos, tan diferentes
en cuanto a carácter y poderes, que a día de hoy los vemos
no solo en los cómics, sino también, y con renovado
vigor, en el cine. Los antiguos modelos míticos no solo
han perdurado hasta la actualidad, sino que han arraigado
con más fuerza que nunca en los diferentes superhéroes
y en sus diversas formas de enfrentarse al mal.
El superhéroe
En el momento en que se gesta la catástrofe este personaje
se manifiesta para evitar la instauración del caos.
En sus primeras apariciones genera un cierto recelo,
por el inevitable y humano miedo a lo desconocido.
Un ser extraño que ayuda por nada no es algo habitual,
ya que al individuo le mueven en gran medida el
afán de notoriedad y la codicia. Ése es uno de los rasgos
diferenciadores entre el superhéroe y el hombre, éste tiene
la capacidad potencial de hacer el bien, pero también una,
en ocasiones, débil voluntad que le conduce a actuar más
por impulsos que por la ejercitación del sentido del deber.
El rasgo más destacable de los poderes del superhéroe
es la amplificación de las cualidades humanas, éstas son
su verdadera fuerza, el motivador principal en su lucha contra
la opresión y la injusticia: realiza su labor porque siente
que es lo que debe hacer. Encarna el ideal de gran parte de la
sociedad por identificación, todos hemos soñado con emular
los actos heroicos de este tipo de personajes fantásticos.
Representan en sí mismos los ideales de justicia,
equidad, ética y transparencia adaptados a la época en la
que habitan. Con estos principios básicos de actuación
sus habilidades fantásticas no son sino ayudas o potenciadores
que facilitan el enfrentamiento con el supervillano.
Muestra de este tipo de virtudes apreciamos características
como la personalidad luchadora, perseverante y
bondadosa del Capitán América, presentes ya antes del experimento
de transformación en Superhombre, el cambio
steve rogers (capitán américa)
“No quiero matar a nadie, no aguanto a los matones, sean de donde sean.”
Steve es un individuo corriente, una de esas personas en las
que no se repara debido a su endeble envergadura corporal a
pesar de ser una persona bondadosa, luchadora, perseverante,
valiente y tenaz cuyo anhelo es formar parte del ejército
para erradicar las situaciones de abuso y resulta sistemáticamente
rechazado por su precaria salud y consistencia física.
Parece continuar confirmándose la máxima de que la agresividad
es básica como medio de restablecimiento de la
armonía y la justicia. Y ese es un punto de partida erróneo
si lo que se pretende es modificar el orden de lo establecido.
Hasta que un mediador visionario es capaz de mirar un
poco más allá y se establece una nueva premisa de partida.
El doctor Abraham Erskine (Stanley Tucci) admite finalmente
a Rogers (Chris Evans) por sus características de
personalidad, su obstinación y coraje. Formará parte de
un experimento para crear un supersoldado. En el ensayo
se magnificarán las características de la persona, haciendo
hincapié en las cualidades meramente humanas.
de planteamientos vitales de Tony Stark tras ser prisionero
de guerra y experimentar el sinsentido de las luchas entre los
hombres o los continuos desvelos de Superman por aplacar
las absurdas ansias de poder y dominación de Luthor.
En un entorno de aventura Los Vengadores nos
aleccionan, por medio de la acción y el entretenimiento, en
la dirección de lo correcto, mostrando el valor del altruismo,
la bondad o el resultado de la coordinación del esfuerzo
en una misma dirección. El objetivo es la lucha contra el
caos y la destrucción de un atormentado villano que quiere
imponerse únicamente por demostrar la supremacía de su
afán de poder enfermizo. Un escuadrón de personajes, con
caracteres y egos muy diferentes ha de combinar su labor
para librar a los hombres de la aniquilación y el servilismo.
Antes de poder liberar al mundo de la opresión tendrán
que ser capaces de aparcar sus diferencias y abandonar
el juego al que les ha abocado un hábil villano que trata de
impedir que aúnen sus fuerzas provocando que se enfrenten
entre ellos. Este tipo de situaciones mundanas igualan
a superhéroes y mortales, equiparando vanidades y fanfarronerías
con importantes errores estratégicos que pueden
costar caros si no son detectados y modificados a tiempo.
El cómic y el cine nos proporcionan un variado
y completo muestrario de situaciones en las que acometer
acciones heroicas, el mal adopta sutiles y variopintos rostros.
Es necesario restablecer la armonía y el orden siguiendo
las enseñanzas de estas figuras modélicas que actúan por
unos principios valientes, humanitarios y desinteresados.
“Un hombre fuerte que ha tenido ese poder toda la vida
puede perder el respeto a esa fuerza, pero un hombre débil
aprecia el valor de la fortaleza y conoce la compasión.”
Rogers demuestra en innumerables ocasiones sus capacidades
heroicas, tanto en su vida civil (a pesar de
ser víctima de abusos físicos habitualmente por su lábil
envergadura física no acostumbra a rendirse, planta
cara a sus oponentes) como en el ejército (no duda
en sacrificarse para salvar al pelotón de una granada).
El héroe, modelo a seguir para la población, no necesita
una capacidad fantástica para prosperar. Sus
acciones hablan por sí solas. Bondad, carisma, altruismo
o empatía son las mejores credenciales de popularidad,
así como rasgos fácilmente imitables por los
semejantes. Los individuos se sienten identificados con
él, capaces de desempeñar en su vida diaria pequeños
o grandes actos heroicos que emulen a los de su ídolo.
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tony stark (iron man)
“Me abrieron los ojos, me pude dar cuenta de que tengo más que ofrecerle al mundo que sólo cosas que explotan.”
Originariamente se dedica a la fabricación de armas
para el ejército estadounidense. Herido y convertido
en prisionero de guerra fabrica, gracias a las directrices
de su compañero de cautiverio, Ho Yinsen, físico
ganador del Premio Nobel, una placa magnética
para que la metralla que habita en su cuerpo no llegue a
su corazón (lo que supondría una muerte inmediata).
Durante ese infortunado encierro su actitud hacia
su antigua actividad da un giro. Stark (Robert Downey
Jr) decide a partir de ese momento poner su intelecto
al servicio del Bien. Diseña una armadura de
poder que utiliza para escapar de sus captores. La
pérdida de Ho Yinsen en la maniobra de evasión, su sacrificio
para que él pueda escapar le muestra el significado
y valor del altruismo. En adelante dedicará su intelecto
y fortuna a combatir el mal en cualquier manifestación.
Tony Stark pasa de ser el paradigma del capitalista por excelencia:
desalmado y frívolo suministrador de armas al ejército
(vendedor de muerte), a transformarse, tras su estancia
en el corazón del conflicto bélico, en otro tipo de individuo
diametralmente opuesto, convirtiéndose en un personaje
Bruce Banner (hulk)
“¿Y si el otro tío se niega?”
Bruce Banner (Mark Ruffalo), científico dedicado a investigar
y experimentar con la bomba gamma. En uno de los ensayos,
antes de la explosión, un joven, Rick Jones, se adentra
en la zona de pruebas. Banner trata de salvarlo metiéndolo
en una zanja, quedando él al descubierto al estallar la bomba
(momento de potencial autoinmolación para salvar a otros).
La radiación impacta en él quedando impresa en su cuerpo.
Banner se convierte en Hulk en situaciones de excitación,
miedo y furia (reacción defensiva del sistema nervioso).
Este nuevo poder adquirido de manera fortuita le proporciona
fuerza extrema, resistencia casi infinita, regeneración
más o menos rápida en función de su nivel de furia
o mutación de su cuerpo para adaptarse a condiciones
nuevas. La contraprestación de tal talento es el descenso
de su capacidad intelectual en esas ocasiones, convirtiéndose
en una criatura elemental con dificultades para discernir
entre amigos y enemigos (esto le ocasiona dificultades
en la colaboración con sus compañeros Vengadores).
La historia de Hulk puede guardar cierto paralelismo
con El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (Robert
Louis Stevenson, 1886) a la hora de tratar el contraste
entre la extrema inteligencia del doctor Banner y la básica
mente y mundo emocional de Hulk, dos facetas com-
popular. La aversión a la guerra por parte de la población, y
por extensión a él por patrocinarla da paso a la admiración
pública por su capacidad de redención. Es un hombre invulnerable
en el exterior pero por dentro está bastante herido.
plementarias de una misma personalidad. La dualidad de
la mente lógica en contraste con los momentos de irracionalidad
consecuencia de eventos desestabilizadores.
También se puede apreciar el influjo de la película Frankenstein
(James Whale 1931) en la que se persigue con saña
al monstruo poderoso de pensamiento infantil que huye
despavorido y aterrado a su vez del ataque de los hombres:
lo que se desconoce se teme. Así queda patente la
manifestación de la ignorancia del hombre, reaccionando
por instinto en modo de ataque como sistema defensivo
previo ante algo que puede ser neutral. Cualquier elemento
aparentemente diferente a sí mismo genera un terror tal
que es necesario eliminarlo antes que intentar conocerlo
o incluso solo practicar un mínimo ejercicio de tolerancia.
Bruce Wayne (Batman)
“Por los espíritus de mis padres prometo que vengaré su muerte, combatiendo el delito, por el resto de mi vida.”
Debido a la traumática contemplación del asesinato
de sus padres en la infancia, Bruce Wayne (Christian
Bale) decide que dedicará su vida a combatir el delito
y el crimen, en cualquiera de sus formas. A ello
dedicará su fortuna, intelecto, habilidades detectivescas
y entrenamiento para la mejora de su destreza física.
En contraposición a otros héroes y superhéroes (Capitán
América o Superman), Batman porta una indumentaria
oscura y siniestra y métodos no ortodoxos: a
pesar de rechazar las armas de fuego y no matar a sus
enemigos demuestra saber hacer daño, utilizando técnicas
de intimidación y tortura física sin remordimiento
alguno llegado el caso. Por este tipo de rasgos es también
conocido como el severo vengador de la noche.
Es mostrado como un personaje que no necesita de superpoderes
más allá del intelecto y la capacidad investigadora para
averiguar y establecer relaciones. Por ello llegó a ser considerado
como uno de los hombres más peligrosos del mundo.
El superhéroe no siempre es un personaje diáfano y
transparente. En su versión más humana muestra, al
clark Kent (superman)
“El mundo no necesita héroes, sólo hombres valientes.”
Kal-El es descubierto por Martha (Phillis Taxter) y Jonathan
Kent (Glenn Ford) en una llanura de Smallville,
Kansas. Es adoptado y criado por la familia Kent
en su granja. Cuando Jonathan Kent fallece repentinamente,
un Clark desconsolado solloza ante su cadáver:
“tanto que puedo hacer con todos mis poderes y no he
sido capaz de salvarle”. El héroe altruista y podero-
igual que el común de los hombres, su faceta oscura,
atormentada y desvalida, que es en ocasiones lo que
le impulsa a actuar en la línea de la lucha contra el mal y
la corrupción. Lo único que le diferencia de sus congéneres
es la motivación, el sentido del deber y la justicia.
so experimenta la sensación de finitud y el mismo dolor
anímico de los hombres, son diferentes e iguales.
A partir de su incursión en la vida civil se siente en la obligación
de intervenir en situaciones catastróficas. De este
modo el mundo se acostumbra a la presencia de Superman
(Christopher Reeve). Un ser extraterrestre que acaba
volviéndose más humano que los propios hombres.
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Xavier (Profesor X)
“La fuerza es el punto medio entre la ira y la serenidad.”
erik ‘magnus’ (magneto)
“La paz nunca fue una opción.”
Durante los años 40, Max (nombre original de Erik) y su
familia son perseguidos y atrapados por los nazis. Siendo
un niño contempla la matanza de sus padres y la crueldad
gratuita que el hombre inflige a sus semejantes sin compasión
alguna. Enviado a Auschwitz es forzado a trabajar en
el Sonderkommando (unidades destinadas a conducir a los
prisioneros a las cámaras de gas y los crematorios en los
campos de concentración). Su hija, Anya, fallece en un incendio.
Impotente por no poder salvarla desencadena una
incontrolable manifestación de su poder, asesinando a una
multitud hostil y confundida. Cambia su identidad para escapar
de sus perseguidores en la ciudad devastada. Max
Eisenhardt perece dando paso a Erik Magnus Lehnserr.
Erik sostiene (dada su pretérita experiencia con la despersonalización
de los asesinatos y la muerte en el campo de
concentración), frente al pensamiento abierto y luminoso
de Charles, que la convivencia entre humanos y mutantes
(homo superior) sería muy complicada, si no imposible,
dada la tendencia natural del hombre a someter a las
minorías o atacar sistemáticamente lo que es diferente.
Esta divergencia de pensamiento acaba distanciándole de su
gran amigo Xavier y creando su propia alianza de mutantes
rebeldes, convirtiéndolos en enemigos, pero profesándose
una gran admiración y respeto a pesar de ello. Magneto se
queda un poco (más) huérfano cuando Xavier desaparece.
Hijo de Brian Xavier, científico nuclear, y Sharon Xavier.
Brian muere en un accidente. Sharon se casa con Kurt
Marko. Más interesado en la fortuna de Charles que en
la nueva familia, Marko los somete a malos tratos, incluido
su propio hijo, Cain, provocando el alcoholismo
de Sharon y su prematura muerte. Todo esto ya fue percibido
por Xavier en las iniciales manifestaciones de su
poder psíquico, aunque albergaba la esperanza de la compasión
en su padrastro, más que su falta de escrúpulos.
A pesar de su aciaga juventud Xavier aboga por la capacidad
de hacer el bien como algo innato en el hombre y
cree que en un mundo donde tuvieran que coexistir humanos
y mutantes sería factible una convivencia pacífica.
El Poder
En sociología este concepto se interpreta como una compleja
situación estratégica en una determinada sociedad
(Michael Foucault) e implica características de constricción
y facilitación. En el momento en el que la acumulación
de poder se aglutina en determinadas organizaciones
empiezan los conflictos, la corrupción y/o la modificación
de la personalidad por tener algo que no todos poseen.
Como rasgo constrictor o de facilitación enlaza
con las atribuciones del héroe, haciendo que por
medio de la ejecución de sus habilidades los malvados
tengan que desistir o modificar sus estrategias
de daño y dominación y permitiendo que los hombres
disfruten de una existencia más o menos plácida.
En manos del villano, el factor de poder entraña
por una parte la ambición, el ansia de dominar el
planeta, modelarlo a su imagen y semejanza e instaurar
el mal, por otra el mero divertimento de enfrentarse
y tratar de humillar al héroe. Éste habrá de luchar por
que el mundo, tal y como es conocido, no desaparezca.
Aparentemente el saberse capaz de controlar
el destino del planeta y sus habitantes es el principal
objetivo del malvado ¿Qué sucedería una vez que el todopoderoso
villano ha logrado su objetivo? Al principio
se dejaría poseer por la excitación de la novedad,
por el hecho de haber arrebatado al héroe el objeto de
su lucha. Realizaría cambios, modificaciones, instauraría
un nuevo orden basado en sus oscuros apetitos y preferencias.
Todo esto tendría una duración determinada,
ya que llegado el fin de las transformaciones, la corrupción,
los abusos y el mal no hay nada más que el hastío.
El mandato dictatorial acaba aburriendo. El motivador
principal de la obtención de poder por parte del villano
no es otro que impedir el avance del superhéroe. Un
claro ejemplo lo vemos en Superman II, cuando los tres archivillanos,
encabezados por el General Zod, muestran su
hastío en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Sin saber qué
hacer con sus poderes ya se aburren en un mundo sin desafíos
en el que son amos y señores de todo lo que ven. Superman
es el único rival para ellos y será la única persona que
salve al mundo de una nueva era de dictadura y esclavitud.
El Villano
El héroe y el superhéroe no tendrían razón de ser sin
un antagónico malvado que trate de frustrar y dificultar
sus intentos de mantener el mundo seguro y en paz. El
villano gusta de sembrar discordia como modo de establecer
el caos, la confusión y el desorden para destacar
entre la niebla estableciendo un orden perverso y siniestro.
Si el superhéroe encarna las virtudes y bondades del
hombre amplificadas, el supervillano representa los vicios,
defectos, maldades y desequilibrios de la mente y
los comportamientos más reprobables del ser humano.
Asemejándolo a la estructura psíquica, el superhéroe
podría identificarse con una amalgama entre el Yo y el
Super Yo de las instancias freudianas de la personalidad y
el maligno encarnar a lo Inconsciente. Llevándonos esto al
punto de que la situación idónea estriba en la integración
de los tres estratos para un funcionamiento equilibrado.
El origen del comportamiento del villano es un
hecho multifactorial. En el caso de Lex Luthor, acérrimo
rival de Superman, observamos que tanto el rumbo de sus
actividades como la autoimagen que tiene de si mismo, discurren
en la dirección apuntada por Nietzsche al describir
al superhombre como una entidad que está por encima
del bien y del mal. Así escuchamos a Luthor decir: “No
quiero hacer cosas buenas, quiero hacer cosas grandes”.
Su afán por destacar sobrepasa la concepción de la moral
o la ética, se interpreta a sí mismo como un ejemplar que
ha llegado a trascender los límites de la evolución humana.
El Übermensch (ultrahombre) es un hombre legislador,
él crea sus propias normas, morales y de todo tipo,
además es un hombre que somete las cosas a su voluntad, es
un hombre vital: ama la vida y este mundo… Sabe que la vida
es en parte dolor y en parte placer, pero no reniega de ello.
Una característica común a algunos villanos (Lex
Luthor, Johann Schmidt, Joker…) es la megalomanía, subproducto
de un intelecto brillante y enfermizo, trastornado
y escindido que convierte al individuo en una deformada y
peligrosa figura capaz de cometer cualquier tropelía, manipular
mentes y conciencias y presentarse a sí mismo como
adalid de la salvación y el progreso (a)moral y científico.
Otro factor a tener en cuenta a la hora de delimitar
el comportamiento del villano es la envidia de la notoriedad
del superhéroe por su capacidad de bondad y potencial para
la redención. Observamos que en ocasiones la banal motivación
del malvado para entorpecer al héroe son los celos.
En ocasiones, en su remoto pasado, estos personajes
trataron de llamar la atención de otros sin conseguirlo.
Tenemos como ejemplo el caso de Buddy (Síndrome) que
intentaba de manera recurrente en su niñez llamar la atención
de Mr. Increíble y era constantemente repudiado por
éste. Tal cúmulo de frustraciones acaban por conducir al
rechazado hacia el camino del mal como modo de reclamar
la atención denegada, consiguiendo de este modo un doble
objetivo: ser el centro de atención siquiera de manera efímera
y vengarse de aquellos que le manifestaron su rechazo.
En ocasiones también podemos comprobar que
en el villano existe una clara dualidad bien/mal, y que,
aunque su actividad se desarrolla en contra de los canales
de lo correcto existen ciertos límites o códigos de
conducta que no llega a transgredir. Igualmente puede
observarse el renacer de la duda, lo que implica que no
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toda la actividad y la mente del malvado se encaminan
en la dirección de lo vil. En el momento en el que aparece
la incertidumbre en la mente del individuo la capacidad
de redención se encuentra implícita en sus acciones.
Magneto es una de las personas más cercanas al
Profesor X. A pesar de que sus divergencias de opinión les
llevaron a tomar caminos separados, ambos se profesan un
gran cariño y admiración, hay límites que no llegan a sobrepasar:
no se atacan directamente. Magnus se replantea el curso
de su existencia en el momento en el que casi mata a una
mutante adolescente, sintiendo remordimientos por llegar
a tal extremo, o al provocar la erupción de un volcán en represalia
a una ofensiva, pero hace que de tiempo a evacuar a
la población circundante antes de que la lava arrase la urbe.
Podríamos concluir por tanto apuntando que el
superhéroe nace de la necesidad de protección del hombre.
Mitos y deidades religiosas han sido suplantados por
la estética del color, la acción y las aventuras fantásticas
como evolución lógica adaptada a los cambios socioculturales.
Personajes como Superman forman parte ya del
inconsciente colectivo universal como epítome del Bien.
Cada persona necesita saber que una enti-
dad benévola, dadivosa y enérgica cuidará de ella si
acontecimientos oscuros así lo requieren. Las etapas
neblinosas, críticas y de transición son el caldo
de cultivo para la gestación de estas figuras.
La creación del héroe se sustenta en un conjunto
de las mejores características humanas magnificadas: extrema
inteligencia, manifestada en rasgos como la capacidad
de investigación y desarrollo de tecnología avanzada y eficiente,
altruismo, bondad o fuerza (ésta, que a priori podría
no ser considerada como algo bueno sí lo es en el momento
en el que se destina a luchar contra el mal y ofrecer protección
y defensa a los débiles), presentada como modo
de amedrentar a los villanos de pequeña y media escala.
De aquí podríamos inferir que la capacidad del
bien se encuentra latente en el ser humano. Pero también
el potencial de la corrupción y la desidia, esto es lo
que conduce en ocasiones a la realización de tropelías y
abusos varios en la escalada hacia la gloria y el poder efímeros.
La capacidad de control y decisión personal sobre
el camino a tomar en el devenir vital es lo que habrá de
determinar la vertiente heroica o villana de cada individuo
en su modo de conducirse en las actividades de lo cotidiano.
“te Puedes reír
muchísimo Viendo
las tertulias del
tdt Party”
EntrEvista a miGuel sáncheZ-romero, dirEctor dE El intErmEdio
Por Fernando d. Padilla
LA HISTORIA DEL PROGRAMA DE TELEVISIón EL InTERMEDIO ES PARALELA
a la de la cadena en la que se emite -La Sexta-. Comenzó con audiencias marginales y contenidos experimentales.
Creció gracias a una programación cuya estructura se apoyaba en tres grandes formatos:
Buenafuente, Sé lo que hicísteis y El Intermedio. De los tres, este programa de sátira es el único que queda en
pie. Aguantó firme un cambio de gobierno de consecuencias tan drásticas como las vividas y lo hicieron
posible instalándose -consciente o inconscientemente- como el único formato televisivo en el que avisaron
de lo que estaba por venir. Y acertaron de pleno, algo que ha hecho que El Intermedio haya ganado
aún más prestigio del que tenía. Nos instaron a resistir frente al fanatismo político y las desigualdades
sociales que de ello se genera. Hoy El Intermedio es un programa de culto, en el que -resignémonos a
afirmarlo- sí que se enumeran más verdades que en muchos informativos. Hablamos con su director,
Miguel Sánchez-Romero.
ya conocen las noticias, ahora... les contaremos
la verdad. ¿Es tan crítica la situación
de la calidad informativa en los medios?
Los medios no son ajenos a la enorme crisis que, en todos
los ámbitos, vive el país, pero la frase, más que definir
la situación del periodismo, define al programa.
Sus objetivos, la intención de contar las noticias de otra
manera. Es en sí misma un chiste. Nadie que se atribuya
de una manera tan tajante y global el estar en
posesión de la verdad merece ser tomado en serio.
¿Cómo nace el proyecto de El Intermedio allá por 2006?
Nació como un espacio semanal para analizar las noti-
cias y la forma de informar de los medios. La duración
era mucho mayor –eterna diría yo- y las secciones mucho
más largas. Ha mantenido gran parte de su espíritu
pero poco a poco se ha ido transformando en un
formato más clásico, un informativo de humor diario.
El programa ha evolucionado bastante desde
sus comienzos. ¿qué echa de menos de aquellos
principios, cuando era algo casi underground?
En realidad no echo nada de menos. Al contrario, hay ocasiones
en las que me gustaría haber tenido en ese tiempo
la audiencia que tenemos hoy porque hicimos cosas que
nos parecen que estuvieron muy bien. Pero se me pasa
enseguida cuando recuerdo otras que eran malísimas.
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En la última campaña promocional de El Intermedio
retratábais a Wyoming como un inusual último mohicano,
símbolo de la resistencia de los programas que
critican al Gobierno. ¿Preferís ser eso -por aquello de
no tener competencia- o echáis de menos algún formato
que os ayude a criticar la realidad española?
Desde la vertiente puramente comercial es como si le preguntas
al gerente de un Mercadona si le apetece que le
pongan al lado un Carrefour. Es verdad que en la televisión
de ámbito nacional no hay, actualmente, programas como
el nuestro, pero sí hay espacios que mezclan humor y crítica
en radio o prensa. Y, personalmente, me gusta que así
sea. Aunque, pensándolo bien, no es correcto decir que no
haya en televisión más programas de humor y crítica que
El Intermedio, te puedes reír muchísimo viendo las tertulias
políticas del TDT Party.
Su programa ha sido el único que ha resistido la caída
del resto de buques insignia de la cadena (Buenafuente,
SLqH...), ¿Dónde está el límite de El Intermedio,
qué le podría hacer parar?
Obviamente, malos datos de audiencia. Hacemos un programa
que nos gusta, y podemos hacerlo porque la audiencia,
hasta ahora, responde. El día que no tengamos buenos
datos tendremos que dejar de hacerlo. Esto es como el
fútbol, si el equipo no gana partidos se cambia al entrenador.
Con la sutil diferencia de que aquí se cambia a todo
el equipo.
Las polémicas con canales como IntereconomíaTV
-como el ya famoso caso de la becaria- constituyen
una importante página en la historia de El Intermedio.
Es un contenido televisivo más del programa que tuvo
una gran repercusión. Pretendíamos demostrar la falta de
rigor de algunos medios, que pretendidamente hacen periodismo,
a la hora de contrastar la veracidad o no de un
hecho. Bastaría con que se hubieran puesto en contacto
con nosotros para hacernos saber que tenían un vídeo, que
dadas las características de nuestro programa podría muy
bien reflejar el ensayo de un sketch o algo parecido, en el
que Wyoming maltrataba a una becaria. Hubiéramos tenido
que decirle que era falso porque, de no haberlo hecho,
hubiésemos sido nosotros los que habríamos actuado de
manera absolutamente indecente. Pero no lo hicieron. Y
me consta que hubo gente en la redacción de Más se perdió
en Cuba que avisó al periodista responsable de emitirlo de
que era muy posible que el vídeo no fuera real. Periodistas
de Intereconomía que tenían compañeros que habían
trabajado con Wyoming y que sabían que jamás se comportaría
de esa forma con ningún subordinado. El director
del programa antepuso su animadversión hacia nuestro espacio
y su presentador a la primera regla del periodismo:
contrastar una noticia.
Muchas personas verán incomprensible cómo el programa
no actuó contra esa cadena cuando se insultaba
personal y gratuitamente a profesionales como
Beatriz Montañez...
No se nos pasó por la cabeza. Preferimos contestar de manera
divertida dentro de nuestro programa.
Respecto a ese tipo de cadenas, que echan fuego por
la boca al hablar de El Intermedio: ¿se cumple aquella
premisa de que la mala publicidad también es
publicidad? ¿Le conviene al programa esa campaña
destructiva?
No hacemos El Intermedio para vivir de la controversia. No
creo que nos beneficie de ninguna manera el que en determinados
programas de otras cadenas se hable mal de
nosotros. Son un público minoritario y, además, sería absurdo
aspirar a conquistarlos. Yo creo que es más bien al
contrario: a ellos les molesta que saquemos sus opiniones
fuera de ese pequeño núcleo de adictos a la soflama y la
auténtica radicalidad. Se permiten el lujo de decir las barbaridades
que en ocasiones dicen porque saben que están
hechas para la clac, pero que cuando se exponen ante un
auditorio más sensato les dejan en muy mal lugar.
En Andalucía y Canarias se criticaron mucho los sketches
de la ETA andaluza y la canaria. ¿qué les diría a
aquellos que pusieron el grito en el cielo?
Discrepo. Fueron criticados vehementemente por una minoría
chillona mientras que una enorme mayoría se reía
con ellos. Personalmente no les diría nada porque estoy
convencido de que no llegaríamos a ningún acuerdo. Nosotros
hacemos un programa en clave de humor. Es verdad
que nadie está obligado a tener sentido del humor,
del mismo modo que nadie está obligado a ser forofo de
la pesca. Lo extraño es que no lo seas y te dediques a ver
Jara y Sedal.
¿Cuál fue el momento más duro que habéis tenido
que afrontar en el programa? y de los divertidos, ¿con
cuál se queda?
No recuerdo momentos duros que tengan que ver con el
trabajo habitual del programa. Momentos divertidos hay
muchos. Incluso momentos complicados que recuerdas
divertidamente. Como cuando, en un especial de Navidad,
trajimos un oso al plató. Algo de lo que Wyoming, como
cualquier persona sensata, no era muy partidario.
¿qué diferencia a El Intermedio de hoy del Caiga
quien Caiga de ayer?
Creo que son programas distintos que comparten el sentido
del humor como arma crítica. Caiga quien caiga es historia
de la televisión en España. Humildemente, nos gustaría
que, pasado el tiempo, se nos recordara con el cariño, en el
caso de CQC merecida veneración, con que se recuerda el
programa que dirigía Edu Arroyo.
Usted ha afirmado en alguna ocasión que los mejores
chistes se quedan en la reunión de escaleta. Aún así,
¿cree que el programa ha sobrepasado el límite de la
ofensa con algún comentario? ¿Le han dado alguna
vez un toque los de arriba?
La reunión de escaleta, en la que a primera hora de la mañana
seleccionamos los contenidos del programa, es un
acto íntimo donde uno se expresa con absoluta libertad
porque sabe que lo que dice solo tiene repercusión en el
ámbito de esa sala. Luego es normal y necesario aplicarle
a las ideas que allí nacen el filtro de la sensatez. No puedes
pretender dirigirte igual a un grupo de amigos de manera
privada que públicamente a dos millones de personas. Creo
que en siete años hemos mantenido un adecuado nivel de
respeto en la mayoría de los temas que hemos tratado. Por
poner un ejemplo, cualquiera de nuestras críticas a la Iglesia
será siempre mucho más respetuosa que la opinión de
un obispo definiendo la homosexualidad como “algo contra
natura”, definición que convierte automáticamente en
poco menos que monstruos a los homosexuales. Respecto
a los toques de “los de arriba”, no sé quiénes son. Debe de
ser porque nunca nos han dado uno.
Hay gente que no puede entender cómo El Intermedio
y medios como La Razón se hayan convertido,
tras la fusión con el Grupo Antena3, en primos hermanos...
Tal vez sea porque esperaban que tras la fusión alguno de
los dos desapareciera. Luego, habría que felicitar al Grupo
Antena3 por respetar la línea editorial de ambos.
¿Está hecho el programa para sus colaboradores o sus
miembros están hechos para El Intermedio?
Nadie puede dudar que este es un programa que no se
entendería sin la presencia de Wyoming como conductor.
A partir de ahí, digamos que intentamos que el programa
tenga estilo propio y que nadie se sienta incómodo dentro
de él.
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