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de garantizar su validez con toda la historia. Lo autoriza a rebasar sus<br />

límites, los de una competencia psicoanalítica circunscrita a ciertas curas,<br />

también los de todo el lenguaje mismo, privado de 10 real que plantea<br />

como referencia. Leasegura a la vezsu diferencia (el discurso "ilustrado"<br />

permanece distinto al discurso"común") y su universalidad (el discurso<br />

ilustrado expresa y explica la experiencia común). Cualquiera que sea la<br />

opinión que Freud pueda tener de "la gentuza'" y de la cual se encontrérá<br />

la inversa en las opiniones optimistas de Michelet sobre el Pueblo, el<br />

hombre ordinario presta al discurso el servicio de figurar en él como príncípío<br />

de totalizaci6n y como principio de acreditación: le permite decir<br />

"es cierto para todos" y "es la realidad de la historia". Funciona dentro de<br />

él como el Dios de enteño.<br />

Pero el viejo Freud lo sospecha. Ironiza él mismo sobre su texto,<br />

"del todo superfluo", obra de entretenimiento ("uno no puede pasarse el<br />

día fumando y jugando cartas"), "pasatiempo" consagrado a "temas elevados"<br />

que le hacen "redescubrir las verdades más banales't.? Lo distingue<br />

de sus "trabajos anteriores", articulados con base en las reglas de un<br />

método y construidos a partir de casos particulares. Ya no se trata aquí<br />

del pequeño Hans, de Dora o deSchreber, El hombre ordinario representa<br />

para empezar la tentación moralista de Preud, el retomo de generalidades<br />

éticas en el campo profesional, un aumento o los preliminares respecto<br />

a los procedimientos psicoanalíticos. Debido a esta condición,<br />

explicita un cambio profundo del conocimiento. En efecto, si Freud se<br />

mofa de esta introducción a una futura "patología de las sociedades civilizadas",<br />

es que élmismo es el hombre ordinario del cual habla, con algunas<br />

"verdadesbanales" y amargas en la mano. Termina sus consideraciones<br />

con una pirueta. "Me inclino ante el reproche de no aportar consolacíón<br />

alguna",1o pues, dice, no tengo ninguna. Está atrapado como todo el<br />

mundo y se pone a reír. Una locura irónica y cuerda está ligada al hecho<br />

de perder la singularidad de una competencia y de reencontrarse, no<br />

importasi es alguien o nadie, en la historia común. En el cuento filosófico<br />

que es El malestar en la cultura, el hombre ordinario es el locutor. En el<br />

discurso el hombre ordinario es el punto de unión entre el hombre sabio<br />

y el hombre común, el retomo del otro (todos y nadie) al sitio que tan<br />

cuidadosamente se había distinguido de esto. Una vez més.fraea el desbordamiento<br />

de la especialidad mediantela banalidad,y la reconducción<br />

del conocimiento a su presupuesto general: de cuestiones serias no sé<br />

nada. Soycomo todo el mundo.<br />

8 Freud, carta a Lou Andreas-Salcmé, 28-vn-1929, en Lou Andreas-Salcmé, Correspondance<br />

/lWC SigmundFreud,París Gallimard, 1970, p. 225.<br />

j Ibid.<br />

10 Gesammelte Werke, t. xrv, p. 506.<br />

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