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Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...

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—Usted tiene razón, Rogers. Véalo usted mismo: No quedan más que siete.<br />

El cadáver yacía sobre la cama. <strong>De</strong>spués de un breve examen, el doctor abandonó el<br />

dormitorio y bajó a reunir<strong>se</strong> con los demás. Los encontró reunidos en el salón.<br />

Miss Brent <strong>se</strong> entretenía con su labor. Vera, de pie cerca de la ventana, miraba la lluvia caer<br />

a raudales. Blove estaba <strong>se</strong>ntado. Lombard <strong>se</strong> pa<strong>se</strong>aba nervioso por la habitación.<br />

En el fondo de la estancia estaba con los ojos cerrados, instalado en un butacón, el juez<br />

Wargrave.<br />

A la entrada del doctor pareció despertar y preguntó:<br />

—¿Y qué, doctor?<br />

Muy pálido, Armstrong respondió:<br />

—No <strong>se</strong> trata de una crisis cardíaca ni de nada por el estilo. MacArthur fue golpeado con<br />

un martillo o algo parecido en la cabeza.<br />

Hubo un ligero murmullo, pero la voz del juez Wargrave lo extinguió:<br />

—¿Ha encontrado el instrumento del crimen?<br />

—No.<br />

—Pero usted parece estar muy <strong>se</strong>guro de lo que dice.<br />

—Segurísimo.<br />

—Ahora sabemos exactamente dónde estamos —declaró, calmado, el juez.<br />

No había lugar a duda: el juez tomaba el mando de la situación. Durante la mañana<br />

permaneció inmóvil en el butacón de mimbre, evitando desplegar toda actividad. Pero<br />

ahora asumía la dirección del asunto con toda la autoridad que le confería la práctica de sus<br />

largos años de magistrado.<br />

Esclareciéndo<strong>se</strong> la voz, tomó la palabra:<br />

—Esta mañana, <strong>se</strong>ntado en la terraza, les ob<strong>se</strong>rvé a ustedes. Sus intenciones no me dejaron<br />

duda alguna. Han registrado la isla en busca y captura de un a<strong>se</strong>sino desconocido.<br />

—Es cierto —respondió Lombard.<br />

El juez continuó:<br />

—Ustedes están de acuerdo conmigo referente a la muerte de Marston y de la <strong>se</strong>ñora<br />

Rogers; no <strong>fueron</strong> accidentales y tampoco pueden considerar<strong>se</strong> como suicidios. ¿Se han<br />

formado ustedes alguna idea sobre las intenciones que tuvo mister Owen al traernos aquí?<br />

—Es un loco, un de<strong>se</strong>quilibrado —estalló Blove con rabia.<br />

—Es evidente, pero eso no cambia en nada la con<strong>se</strong>cuencia de sus actos, nuestros<br />

esfuerzos deben dirigir<strong>se</strong> hacia el mismo final. Salvar nuestras vidas.<br />

—Le a<strong>se</strong>guro que no hay nadie en la isla —a<strong>se</strong>guró Armstrong—. ¡Nadie!<br />

El juez, acariciándo<strong>se</strong> la barbilla, dijo suavemente:<br />

—Nadie en el <strong>se</strong>ntido que usted lo entiende. Yo mismo, esta mañana, saqué la misma<br />

conclusión y hubiera podido anticiparle lo inútil de su busca. Sin embargo, estoy<br />

convencido que mister Owen, por darle el nombre que él ha escogido, <strong>se</strong> encuentra en la<br />

isla, lo juraría por mi vida. Este hombre ha decidido castigar a ciertos individuos por faltas<br />

cometidas que escapan a la ley. No dispone de otros medios para su plan que el juntar<strong>se</strong><br />

con sus invitados. Creo que mister Owen es uno de nosotros.<br />

—¡Oh, no! ¡No!<br />

Vera pronunció estas palabras con voz débil, como si gimie<strong>se</strong>. El juez <strong>se</strong> volvió hacia ella<br />

con mirada penetrante.<br />

—Miss Vera, no tenemos más remedio que rendirnos a la evidencia de los hechos. El<br />

<strong>Agatha</strong> <strong>Christie</strong><br />

<strong>Diez</strong> <strong>Negritos</strong><br />

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