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Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...

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El capitán volvió con una caja de bujías y un montón de platillos. Encendieron cinco y las<br />

colocaron en diferentes sitios del salón.<br />

Eran las <strong>se</strong>is menos cuarto.<br />

A las <strong>se</strong>is y veinte, Vera, cansada de estar <strong>se</strong>ntada y sin mover<strong>se</strong>, tomó la decisión de ir<strong>se</strong> a<br />

su dormitorio y mojar<strong>se</strong> la cara y las sienes con agua fría.<br />

Levantándo<strong>se</strong>, <strong>se</strong> dirigió hacia la puerta, pero retrocedió en <strong>se</strong>guida para tomar una vela de<br />

la caja, encendiéndola y, dejando caer algunas gotas de cera en un platillo para a<strong>se</strong>gurar<strong>se</strong><br />

así de que no caye<strong>se</strong>, salió del salón.<br />

Llegó ante la puerta de su cuarto y, al abrirla retrocedió, quedándo<strong>se</strong> inmóvil... las aletas de<br />

su nariz <strong>se</strong> estremecieron... el mar... <strong>se</strong>ntía el olor del mar de Saint Treddennic... Si eso era,<br />

no podía equivocar<strong>se</strong>. Pero en una isla no tenía nada de raro que <strong>se</strong> respira<strong>se</strong> la brisa del<br />

mar, pero Vera experimentaba una impresión diferente. Este olor era el mismo que el de<br />

aquel día en la playa... cuando la marea bajaba y dejaba al descubierto las rocas cubiertas de<br />

algas, <strong>se</strong>cándo<strong>se</strong> al sol.<br />

«¿Puedo nadar hasta la isla, mis Claythorne? ¿Por qué no me deja ir hasta allí?»<br />

«¡Qué niño más mimado! Sin él, Hugo hubie<strong>se</strong> sido rico... y libre de casar<strong>se</strong> con la mujer<br />

que amaba...»<br />

«Hugo... Hugo... estaría <strong>se</strong>guramente cerca de ella... quizá le esperaba en su habitación.»<br />

Avanzó un paso y la corriente de aire apagó la vela. En la oscuridad, Vera tuvo miedo.<br />

«¡No <strong>se</strong>as tan tonta! ¡Por qué atormentarte? Los demás están abajo y no hay nadie en mi<br />

cuarto; me forjo unas ideas tan ridículas...»<br />

Pero este olor... ¡este olor que evocaba la playa de Saint Treddennic...! no era imaginación,<br />

sino realidad. Seguro; había alguien en la habitación... oyó un ruido, estaba persuadida de<br />

ello... una mano fría y viscosa le tocó la garganta... una mano mojada oliendo a mar.<br />

Vera lanzó un grito. Un grito penetrante y prolongado. El pánico <strong>se</strong> había apoderado de<br />

todo su <strong>se</strong>r. Gritó pidiendo socorro. No oyó el ruido que procedía del salón. Una silla cayó.<br />

Una puerta abierta violentamente y pasos que subían corriendo por la escalera. Vera era<br />

presa del terror.<br />

En <strong>se</strong>guida las luces alumbraron la entrada de su habitación y todos entraron en ella. Vera<br />

recuperó un poco la <strong>se</strong>renidad.<br />

—¡Dios mío! ¿Qué me ha pasado? ¿Qué es esto?<br />

Estremeciéndo<strong>se</strong>, cayó desvanecida. Le pareció que alguien, inclinado sobre ella, le obligaba<br />

a bajar la cabeza hasta las rodillas. Escuchó una exclamación. «¡Por favor, miren!» Al mismo<br />

tiempo, Vera <strong>se</strong> reanimó. Abriendo mucho los ojos, levantó la cabeza y vio lo que los<br />

hombres habían percibido a la luz de las bujías.<br />

Una cinta muy larga y húmeda colgaba del techo. Esto era lo que en la oscuridad le había<br />

rozado el cuello y que tomó por una mano viscosa, la mano de un ahogado vuelto del reino<br />

de las sombras para quitarle la vida...<br />

Vera <strong>se</strong> echó a reír. Era un alga marina... sólo un alga lo que sintió. <strong>De</strong> nuevo perdió el<br />

conocimiento. Olas enormes <strong>se</strong> echaban sobre ella. Una vez más, alguien apoyába<strong>se</strong><br />

fuertemente sobre su cabeza, obligándola a doblar la espalda.<br />

Le daban algo para beber y le ponían el vaso entre sus dientes. Sintió el olor del alcohol.<br />

Iba a beber agradecida, cuando una voz interior, una <strong>se</strong>ñal de alarma, resonó en su cabeza...<br />

Se enderezó y rechazó la bebida.<br />

Con un tono <strong>se</strong>co, áspero, inquirió:<br />

—¿<strong>De</strong> dónde viene esta bebida? Antes de responder, Blove la miró intensamente.<br />

—He ido a buscarla abajo.<br />

<strong>Agatha</strong> <strong>Christie</strong><br />

<strong>Diez</strong> <strong>Negritos</strong><br />

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