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Untitled - InterClassica

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Continuamos en el mundo itálico. Teocrito nace en Siracusa,<br />

gran ciudad de Sicilia a la que dedica inolvidable recuerdo<br />

en boca de las protagonistas de XV; el hecho de que los nombres<br />

de sus padres, abajo citados, aparezcan en inscripciones de Cos<br />

podría, pero no necesariamente, reforzar la hipótesis alternativa<br />

de que el poeta vio la luz en dicha isla del SE. del mar Egeo. En<br />

todo caso era, como veremos, de origen modesto; nada sabemos<br />

de su esposa e hijos y resultaría anecdótico que el apelativo Simfquidas<br />

de VII aludiera etimológicamente a unas narices chatas<br />

por parte del bucólico. Como su fecha natal situaríamos el 300<br />

a. J. C; su temprana muerte se habría producido hacia el 260, o<br />

bien hay que suponer que nada escribió desde entonces.<br />

Su vida debió de desarrollarse entre sus tierras itálicas de<br />

origen, Cos y la capital egipcia Alejandría. Es difícil discernir en<br />

ella diferentes épocas, pero tentativamente podríamos distinguir<br />

un período siracusano inicial (el idilio XVI busca, entre 275 y<br />

274 y parece que inútilmente, el mecenazgo del estratego Hierón<br />

II, que iba a ser tirano como tal desde 269; y en este momento<br />

se cifrarían los contactos con Leónidas de Tarante, el epigramatista<br />

al que luego leeremos, de cronología discutida); una estancia<br />

hacia el 274 en Cos, el idílico lugar dominado por los Egipcios<br />

y de que es inmortal testimonio VII (en ella florecían un<br />

exquisito ambiente literario y una buena escuela de Medicina;<br />

quizá Teocrito fue allí compañero de estudios del conocido Erasfstrato,<br />

y en todo caso sus cantos exhiben ciertos términos médicos<br />

de carácter muy técnico) con otros datos, como el de que<br />

el corredor Filino de II 115 pudiera ser el así llamado de Cos<br />

que venció en las carreras olímpicas de 264 y 260 o el de su<br />

amistad con Nielas de Mileto, también médico y poeta que allí<br />

se formó y al que Teocrito dedica el epigrama VI 337 y los idilios<br />

XI, XIII y XXVIII; un viaje en 273, probablemente a través<br />

de Rodas, con dirección al emporio cultural y económico que<br />

era Alejandría, la ciudad cosmopolita bien descrita en XV, donde<br />

buscó, probablemente tampoco sin mucho éxito, la protección<br />

de los reyes (XVII, al que hay que asociar XIV y el idilio<br />

que acabamos de citar, fue escrito con motivo de la gran fiesta<br />

del 270 y con destino a Ptolemeo II Filadelfo, rey entre el 285 y<br />

53


TEOCRITO<br />

el 246, y su esposa Arsinoe) y debió de amistarse con personalidades<br />

literarias como Calimaco de Cirene (cuyas ideas en relación<br />

con la preferencia hacia los pequeños poemas frente a los<br />

grandes comparte en VII 45-48) y aquellos de quienes se dice<br />

que fueron sus maestros, Filitas de Cos (escritor y filólogo, preceptor<br />

de Filadelfo, rey nacido por otra parte en dicha isla) y<br />

Asclepíades de Samos, insigne epigramatista, el famoso Sicélidas<br />

de VII; y tal vez una nueva etapa siracusana, demostrada en<br />

la manifestación de XXVIII 17 sobre una rueca allí elaborada.<br />

Nadie cree de verdad que, como cuentan, el poeta fuera ahogado<br />

por orden de Hierón ; ni se duda de su gran fama en los últimos<br />

decenios de su vida. Un epitafio compuesto para él en fecha tardía<br />

y que recogen sus códices {Ant. Pal. IX 434) rechaza toda<br />

pretensión de competir con Homero, insiste en su familia humilde<br />

y reivindica con razón su originalidad poética :<br />

No es el Quío quien esto escribió; soy Teocrito, el hijo<br />

que engendraron Praxágoras y la ilustre Fitina,<br />

solamente uno más de entre los Siracosios; y nunca<br />

me atribuí Musa alguna que no me fuera propia.<br />

En su obra suelen distinguirse "grosso modo" un estadio<br />

juvenil mímico, realista y lleno de humor (XI, IV-V, X), el central<br />

más erudito (III) y el más maduro e idealizado en cuanto a<br />

la pintura de tipos a que corresponden las obras maestras de I,<br />

VII y VI.<br />

, Los códices medievales (en que figura también la obra<br />

auténtica o no de Mosco y Bión y que van precedidos por un<br />

epigrama del compilador, Ant. Pal. IX 205, Bucólicas Musas que<br />

hasta ahora dispersas estabais, / ya de un mismo rebaño sois y<br />

un mismo aprisco) transmiten como suyos treinta poemas, a los<br />

que hay que agregar los llamados XXXI (pequeños restos de un<br />

tercer Pederàstico en un papiro de Antínoe); XXXII (fragmento<br />

transmitido por Ateneo de un elogio de Berenice, esposa de Ptolemeo<br />

Soter, citada en XVII 57); XXXIII (el evidentemente no<br />

genuino A Adonis muerto, que más abajo recogeremos); el grupo<br />

(XXXIV) de veintitrés epigramas recogidos por la Antología<br />

Palatina y los propios manuscritos teocriteos (más adelante se<br />

encontrarán seis muy bellos, pero dudosos) con otro ausente de<br />

éstos y de paternidad no segura; tres fragmentos banales y el<br />

tecnopegnio o poema figurado La siringa, también copiado en la<br />

Antología y los códices, que puede ser auténtico.<br />

54


TEOCRITO<br />

Por razones que en la introducción general se daban, no lo<br />

traducimos aquí todo, sino sólo doce idilios sobre cuya autoría<br />

no hay dudas (I-VII, X-XII y XIV-XV), dos que pueden ser auténticos<br />

según lo dicho en nuestro apéndice (VIII-IX) y cuatro probablemente<br />

apócrifos (XIX-XX, XXIII y XXVII). Faltan, por<br />

tanto, nueve genuinos (XIII, Hilas; XVI, Hierón; XVII, Elogio<br />

de Ptolemeo; XVIII, Epitalamio de Helena; XXII, LosDioscuros;<br />

XXIV, El pequeño Heracles; XXVIII, La rueca; XXIX-XXX,<br />

Pederásticos I y II), dos quizá falsos (XXV, Heracles el matador<br />

del león, y XXVI, Las Bacantes) y uno no teocriteo (XXI, Los<br />

pescadores).<br />

En cuanto a las características generales de este insigne<br />

poeta, a cuyas obras ya varias veces hemos llamado idilios (palabra<br />

en diminutivo, como corresponde a las ideas arriba expuestas,<br />

cuyo significado puede ser "escenitas", "cuadritos" o "poemillas")<br />

y que casi siempre escribe en hexámetros (salvo en los<br />

dísticos de VIII 33-60 y en XXVIII-XXXI), es mejor que el lector<br />

opine. Enumeraríamos, sin embargo, la versatilidad agilísima<br />

por lo que toca a géneros y dialectos; la ingeniosa novedad, llena<br />

de realismo y humor, en el material mímico; la viveza con que<br />

pinta los caracteres un buen psicólogo y profundo conocedor de<br />

las clases populares; la acerada vena satírica o paródica; la elegante<br />

sutileza de obras de clave como la llamada mascarada de<br />

VII; el equilibrio entre la grosería demasiado realista y la fría<br />

idealización libresca; la forma no exhibicionista en que se despliega<br />

una sólida cultura; y una honda concepción de la Naturaleza<br />

que ve en ella no un inexistente paraíso, pero sí un amable<br />

refugio para el azacaneado hombre de la ciudad.<br />

Terminaremos remitiendo al apéndice que, para no deshacer<br />

la paginación, hemos reservado al final de esta antología. En él<br />

puede hallarse el desarrollo actual de una interesante teoría sobre<br />

la composición de los idilios de Teocrito que, de confirmarse,<br />

marcaría una verdadera época en estos estudios.<br />

55


TIRSIS<br />

Dicen que este idilio es el mejor de Teocrito. Es difícil establecer<br />

comparaciones, pero por lo menos descuella en cuanto<br />

a delicadeza del asunto y armonía de la lengua y estilo. En un<br />

paisaje idílico (tal vez de la isla de Cos, porque la cercana Calidnas<br />

es mencionada en 57) dialogan sin narrador Tirsis y un cabrero<br />

innominado. Los dos núcleos principales del poema giran<br />

en torno a un vaso que el último promete al primero si éste<br />

actúa (15-63) y al canto mismo de Tirsis (64-145) sobre Dafnis<br />

del que también hay bellos ecos en V.<br />

Lo prometido era probablemente un vaso real, quizá de<br />

plata, a cuyo artífice desconocido quería honrar Teocrito. Se<br />

especula mucho sobre su estructura: posiblemente la guirnalda<br />

corriera por la parte exterior, el relieve del pescador ocupara el<br />

fondo y los dos de la coqueta, escena urbana, y el niño y las<br />

zorras, escena rural, estuvieran en las paredes internas.<br />

Ya se habló de Dafnis, el mítico pastor siciliano, en relación<br />

con Estesícoro y otros textos. Su figura, en estas estrofas<br />

desiguales separadas por estribillos, parece adquirir un relieve<br />

ideológico considerable. Por lo visto, al jactarse el boyero de que<br />

él resistía al amor. Afrodita ha querido castigarle inspirándole<br />

pasión hacia una moza que le persigue. El burdo Priapo no puede<br />

comprender co'mo Dafnis no aprovecha la ocasión ; pero el héroe<br />

se consume de otro tipo de amor, el anhelo nunca totalmente<br />

satisfactorio del que sobrenaturalmente se siente llamado a una<br />

castidad en este caso tal vez ceñida a moldes místicos de tipo<br />

òrfico o dionisiaco. Dafnis morirá en medio de un silencio obstinado,<br />

tras recibir las visitas acongojadas de dioses y pastores, en<br />

medio del luto general de la Naturaleza, y aun en el Hades seguirá<br />

odiando a Afrodita, de la que se burla cruelmente. Y el hecho<br />

de que Pan herede su siringa tiene significación espiritual sin duda<br />

importante.<br />

56


IDILIO 1<br />

También es este caso se han buscado claves. Tirsis llevaría<br />

en su nombre el del tirso dionisiaco y representaría al propio<br />

autor; éste ha ido a Libia (24) a competir, cosa anormal en un<br />

simple pastor, lo cual podría simbolizar alguna rivalidad con el<br />

cirenaico Calimaco, el llamado en este pasaje Cromis;ese cabrero<br />

tan culto, tan poco conforme (86) a un tipo vulgar que se hallaba<br />

en la escala social por debajo del boyero, sería tal vez el<br />

maestro Filitas, juez en cierto modo de la ejecución.<br />

57


Tirsis<br />

Es dulce, cabrero, el murmullo del pino que canta<br />

junto a la fuente y es dulce también la siringa<br />

que tañes. Será para ti tras de Pan el segundo<br />

galardón. Si le toca un cornudo cabrón, tú la cabra<br />

5 obtendrás; si su premio es la cabra, tendrás la cabrita;<br />

y son buenas sus carnes en tanto que no se la ordeña.<br />

Cabrero<br />

Más bello, pastor, es tu canto que el ruido del agua<br />

aquella que mana y rezuma del alto peñasco.<br />

Si consiguen las Musas el don de la oveja, el carnero<br />

1 o lechal ha de ser para ti; si les place llevarse<br />

el camero, la oveja obtendrás como premio segundo.<br />

Tirsis<br />

Por las Ninfas te ruego, cabrero, ¿sentarte querrías<br />

conmigo en la cuesta del cerro en que están los tarayes<br />

y tocar la siringa? Yo en tanto las cabras te guardo.<br />

Cabrero<br />

15 No, no, al mediodía la flauta tocar no podemos,<br />

pastor, pues tenemos a Pan, que a tal hora reposa<br />

de la caza cansado; es amargo su genio y hay siempre<br />

áspera bilis dispuesta a invadir sus narices.<br />

Mas, como cantas, ¡oh, Tirsis!, las penas de Dafnis<br />

2 0 y en la musa bucóHca al grado más alto llegaste,<br />

aquí bajo el ohno sentémonos, junto a Priapo<br />

58


IDILIO I<br />

y las crénides Ninfas, aquí donde se halla este asiento<br />

pastoril y los robles. Si cantas igual que aquel día<br />

compitiendo con Cromis el libio, daréte una cabra<br />

2 5 que, a pesar de tener dos cabritos, acude al ordeño<br />

tres veces y da hasta dos cuencos, y un vaso profundo,<br />

recién hecho, que aun huele a cincel, de dos asas, en cera<br />

dulce bañado; y enróscase en él por la parte<br />

de encima la yedra, de flores brillantes y cuyos<br />

3 0 zarcillos discurren a todo lo largo del borde<br />

serpenteando y luciendo en color de azafrán.Dentro se halla<br />

una mujer esculpida con peplo y diadema,<br />

obra digna de dioses; al lado unos hombres de hermosas<br />

cabelleras discuten hablándole entrambos por turno<br />

3 5 cada cual; mas no llegan al fondo del alma las frases,<br />

sino que al uno le mira sonriendo y al otro<br />

en seguida su espíritu vuelve; enardece a los hombres<br />

el juego amoroso y en vano por ella se esfuerzan.<br />

En el centro una roca rugosa se ve y un anciano<br />

4 0 pescador que se ocupa en halar una gran red cargada<br />

de peces, y el de alguien que mucho se afana es su aspecto.<br />

Se diría que pone en su pesca la entera potencia<br />

de sus miembros, tal es el vigor juvenil con que se hinchen<br />

en el cuello del hombre canoso los músculos todos.<br />

4 5 Y, algo aparte del viejo hecho tal en la brega marina,<br />

crece una viña cargada de hermosos, dorados<br />

racimos que un niño peqtieño vigila en la cerca<br />

sentado. Dos zorras rodéanle; la una los liños<br />

recorre pillando las uvas maduras y la otra<br />

5 o contra el niño y su alforja asechanzas sin cuento proyecta<br />

y no cesará mientras no haya robado su almuerzo;<br />

pero él entreteje gamones y juncos con que hace<br />

una red de cazar saltamontes hermosa y le importa<br />

mucho más su gozosa labor que la alforja y las uvas.<br />

5 5 Tiene el vaso todo él en su torno flexibles acantos:<br />

¡la visión de un cabrero, un asombro que el ánimo pasma!<br />

Di por él como precio una cabra a un barquero calidnio<br />

y un gran queso de leche blanquísima; y no lo han tocado<br />

todavía mis labios, aún está intacto. Con sumo<br />

60 placer te lo diera en obsequio si a ti te agradara,<br />

amigo, tus himnos cantar deleitables. Ni pienses<br />

que de ti estoy burlándome; vamos, no creo que quieras<br />

tus cantos al Hades llevarte en que todo es olvido.<br />

59


TEOCRITO<br />

Tirsis<br />

Comenzad con el canto bucólico, Musas amadas.<br />

6 5 Soy Tirsis y dulce es mi voz y del Etna yo vengo.<br />

Consumíase Dafnis y /.dónde os hallabais, oh. Ninfas?<br />

¿Del Peneo en los valles hermosos? ¿Quizás en el Kndo?<br />

Pues no estabais de cierto en la cima del Etna o las ondas<br />

del Anapo espacioso o las aguas sagradas del Acis.<br />

7 0 Comenzad con el canto bucólico. Musas amadas.<br />

Por él aun los lobos aullaron, por él los chacales;<br />

su muerte lloró hasta el león en la densa espesura.<br />

Comenzad con el canto bucólico. Musas amadas.<br />

Gemían ante él muchas vacas y toros sin cuento,<br />

7 5 infinitos novillos también y terneras gemían.<br />

Comenzad con el canto bucólico. Musas amadas.<br />

Hermes llegó antes que nadie del monte y le dijo:<br />

"¿Quién te atormenta, buen Dafnis? ¿A quién amas tanto?"<br />

Comenzad con el canto bucólico. Musas amadas.<br />

80 Vinieron boyeros, pastores, cabreros y todos<br />

preguntaban cuál era su pena. Le dijo Priapo:<br />

"¿Por qué te consumes así, pobre Dafnis? Tu moza<br />

todas las fuentes y todos los bosques recorre"<br />

- comenzad con el canto bucólico, Musas amadas -<br />

85 "buscándote. ¡Torpe resulta tu amor e impotente!<br />

Te llamaban boyero y cabrero pareces tan sólo<br />

que, cuando ve cómo monta a las cabras el macho,<br />

con los ojos brillantes lamenta no ser él quien lo hace".<br />

60<br />

Comenzad con el canto bucólico. Musas amadas.


IDILIO I<br />

9 0 "Ya ti, cuando ves cómo ríen las mozas, los tuyos<br />

se te encienden en ganas de unirte con ellas danzando".<br />

Pero nada el boyero repuso, entregado a la acerba<br />

pasión del amor a que su hado fatal le inducía.<br />

Comenzad con el canto bucólico. Musas, de nuevo.<br />

9 5 Llegó también Cipris con dulce sonrisa, mas sólo<br />

de labios afuera, que estaba su espíritu airado,<br />

y dijo: "Al amor doblegar pretendías, ¡oh, Dafnis!<br />

¿No eres tú quien ahora se pliega ante Amor el terrible?"<br />

Comenzad con el canto bucólico, Musas, de nuevo.<br />

100 Y entonces repúsole Dafnis: " ¡Oh, Cipris tremenda,<br />

cruel, diosa odiada por todos los hombres del mundo!<br />

¿Crees acaso que ya para mí no hay más soles?<br />

Del Amor será Dafnistormento aunque esté yaen el Hades".<br />

Comenzad con el canto bucólico. Musas, de nuevo.<br />

105 "Ve adonde cuentan que tú y el boyero... ve al Ida,<br />

júntate a Anquises; allí tienes robles y juncia,<br />

allí se oye el dulce zumbar del enjambre de abejas".<br />

Comenzad con el canto bucólico. Musas, de nuevo.<br />

"En buena sazón está Adonis, pastor de rebaños,<br />

11 o cazador de las liebres que a todas las bestias acosa".<br />

Comenzad con el canto bucóhco. Musas, de nuevo.<br />

"Afronta otra vez a Diomedes, acércate y dile:<br />

'A Dafnis,boyero, he vencido: combate conmigo' ".<br />

Comenzad con el canto bucólico. Musas, de nuevo.<br />

115 "Lobos, chacales, adiós, y vosotros, los osos<br />

de las cuevas del monte; ya Dafnis no mora en las selvas<br />

ni habita espesuras ni bosques. ¡Adiós, Aretusa<br />

y ríos que al Tíbride vais con hermosas corrientes!"<br />

61


TEOCRITO<br />

Comenzad con el canto bucòlico. Musas, de nuevo.<br />

120 "Yo soy aquel Dafnis que aquí apacentaba sus vacas,<br />

el que a beber los terneros y toros traía".<br />

Comenzad con el canto bucólico, Musas, de nuevo.<br />

"¡Oh, Pan, ya estés hoy del insigne Liceo en las<br />

cumbres,<br />

ya el Menalo ingente frecuentes, la cima abandona<br />

12 s de Calisto o la altura en que admiran incluso los dioses<br />

el túmulo de Arcade y ven a Sicilia la isleña!"<br />

Cese ya vuestro canto bucólico, cese ya. Musas.<br />

"Ven, señor, llévate esta siringa olorosa a la dulce<br />

cera que ata y ajusta sus bellas boquillas de caña;<br />

130 porque a mí ya arrastrándome está mi pasión hacia el<br />

Hades".<br />

Cese ya vuestro canto bucólico, cese ya. Musas.<br />

"Que violas produzcan ahora las zarzas y espinos,<br />

con hermoso narciso florezca el enebro, que todo<br />

resulte al revés y dé peras el pino, pues Dafnis<br />

13 5 muere, y persiga a los perros el ciervo y emule<br />

al ruiseñor en los montes el grito del buho".<br />

Cese ya vuestro canto bucólico, cese ya, Musas.<br />

Así dijo y callado quedó. Quiso alzarle Afrodita,<br />

mas ya nada quedaba del hilo que a Dafnis las Meras<br />

140 dieran y al agua cayó y se tragaron las olas<br />

a aquel a quien tanto las Musas y Ninfas amaron.<br />

Cese ya vuestro canto bucóhco, cese ya. Musas.<br />

Y tú dame la cabra y el vaso y haré libaciones<br />

a las Musas después del ordeño. Yo mucho os saludo,<br />

145 Musas: oiréis algún día canciones más dulces.<br />

62


IDILIO I<br />

Cabrero<br />

Que tu boca exquisita se llene de miel y panales,<br />

Tirsis; que comas dulcísimos higos de Egilia,<br />

porque a la propia cigarra superan tus cantos.<br />

Aquí tienes, amigo, tu vaso; lavado en la fuente<br />

ISO de las Horas parece haber sido, tal es su perfume.<br />

Ven, Ciseta, y ordéñala tú; no os andéis con retozos,<br />

cabritas, y venga el-cabrón para echárseos encima.<br />

63


II<br />

LA HECHICERA<br />

Ni este título ni el alternativo de Las hechiceras responden<br />

bien al contenido del famoso idilio, de carácter ciudadano como<br />

antes se dijo, cuya escena se desarrolla probablemente en Cos<br />

según lo demostrarían la aparición del corredor Filino, mencionado<br />

en la introducción a Teocrito, el hecho de que el juramento<br />

por las Parcas o Meras pudiera ser usual en las mujeres de<br />

aquella isla y el de que Delfis es natural de Mindo, ciudad cercana<br />

de Asia Menor : esta mujer que monologa entregada a prácticas<br />

mágicas, reproducidas por la égloga VIII de Virgilio, en el patio<br />

de su casa y a la luz de la luna (Selene/Artemis a quien invoca<br />

junto con la siniestra Hécate), no es una profesional de la brujería,<br />

sino una pobre amante abandonada. Y en cuanto a sus manejos<br />

(nótese el empleo de la rueda mágica o iínge, en que giraba<br />

un ave viva, disecada o simulada), alguno de ellos ya lo hemos<br />

visto en el fragmento de Sofrón.<br />

Las maniobras hechiceriles son objeto de la primera parte<br />

del poema, en estrofas de cuatro versos separadas por estribillos;<br />

en la segunda, de cinco ordenados del mismo modo, hallamos<br />

los antecedentes del caso, entre ellos una curiosa imitación del<br />

célebre fragmento 31 L.-P. de Safo sobre los efectos físicos del<br />

amor, y una vivaz descripción de los dos caracteres principales :<br />

la muchacha de clase media tirando a baja, que tiene una sola<br />

criada, ha pedido prestado un mantón (74) y es amiga de personas<br />

no bien vistas en público como "su" flautista, con la quizá<br />

colabora artísticamente de algún modo (145-146), ha perdido<br />

la cabeza, deslumbrada por el joven de la "high life" social y<br />

deportiva, egoísta, presuntuoso, fanfarrón al hablar de pretendidos<br />

triunfos atléticos, que sólo buscó en ella una vulgar aventura<br />

y ahora la olvida. Y Simeta, el eterno tipo de la mujer de<br />

buena fe realmente enamorada, ni aun ahora le odia y desea su<br />

regreso.<br />

64


¿Dónde están mis laureles y filtros? ¡Oh, Téstilis,<br />

tráelos!<br />

El vaso corona con finos vellones teñidos<br />

de rojo y así yo encadene a mi amor, que me trata<br />

tan mal. Va a hacer ya doce días que aquí el desgraciado<br />

5 no se arrima y ni sabe siquiera si estoy viva o muerta.<br />

Ni ha llamado a mi puerta el cruel; es que Amor y Afrodita<br />

han llevado sin duda a otra parte su frivola mente.<br />

Mañana, por ver si le encuentro, me iré a la palestra<br />

de Timageto a afearle lo que hace conmigo.<br />

1 o Y ahora con fuego he de atarle; y tú luce, Se lene,<br />

bien, porque a ti es a quien canto en voz baja, señora,<br />

y a Hécate, diosa de abajo, a quien temen los canes<br />

cuando marcha entre fúnebres tumbas y sangre negruzca.<br />

Diosa terrible, saludóte, ayúdanos hasta<br />

15 el final y haz que no sean peores mis drogas que aquellas<br />

de Perimede la rubia o Medea o de Circe.<br />

Trae, rueda mágica, al hombre querido a mi casa.<br />

Ante todo consúmase el farro en la llama. ¿Lo viertes<br />

o no, Téstilis? ¿Dónde, infeliz, tu razón ha volado?<br />

2 o ¿Es que también tú te burlas de mí, miserable?<br />

Échalo y di: "Lo que esparzo son huesos de Delfis".<br />

Trae, rueda mágica, al hombre querido a mi casa.<br />

Delfis me hirió; para Delfis yo enciendo este ramo<br />

de laurel; y lo mismo que cruje muy fuerte al prenderse<br />

2 5 y ardió de repente y no vemos siquiera ceniza,<br />

así se consuma en las llamas la carne de Delfis.<br />

2 7 Trae, rueda mágica, al hombre querido a mi casa.<br />

65


TEOCRITO<br />

3 3 Ahora el salvado quememos. Pues, Ártemis, puedes<br />

conmover el acero del Hades y todo lo duro ...<br />

3 5 En las calles aullan los perros, ¡oh, Téstilis! Corre<br />

por ellas la diosa. Golpea en el bronce ahora mismo.<br />

Trae, rueda mágica, al hombre querido a mi casa.<br />

Mira cómo se calla la mar y se callan los vientos,<br />

pero no los dolores que albergo en mi pecho, mas ardo<br />

4 0 yo toda por él, que de mí, desdichada, una esposa<br />

no hizo, mas una mujer deshonesta y perdida.<br />

4 2 Trae, rueda mágica, al hombre querido a mi casa.<br />

2 8 Como yo con la diosa esta cera derrito, al instante<br />

de amor igualmente derrítase Delfis el mindio.<br />

3 0 E igual que por obra de Cipris el rombo de bronce<br />

gira, también él dé vueltas en torno a mi puerta.<br />

32 Trae, rueda mágica, al hombre querido a mi casa.<br />

4 3 Tres veces libo y te digo tres veces, señora:<br />

sea mujer o varón quien se acuesta a su lado,<br />

4 5 que a Delfis invada el olvido cual dicen que en Día<br />

a Teseo ocurrió con Ariadna de rizos hermosos.<br />

Trae, rueda mágica, al hombre querido a mi casa.<br />

Hay una planta en Arcadia que al potro trastorna<br />

y a todas las yeguas del monte y caballos veloces:<br />

5 0 tal a Delfis yo vea; la puerta de casa atraviese<br />

dejando lo mismo que un loco la untuosa palestra.<br />

Trae, rueda mágica, al hombre querido a mi casa.<br />

Esta es la cenefa que Delfis perdiera de un manto;<br />

ahora yo la deshilo y arrojo a las llamas feroces.<br />

5 5 ¡Ay, amor doloroso! ¿Por qué de mi cuerpo la negra<br />

sangre a beber, sanguijuela del charco, viniste?<br />

66<br />

Trae, rueda mágica, al hombre querido a mi casa.


IDILIO II<br />

De lagarto majado mañana le llevo un brebaje;<br />

y tú, Téstilis, haz una pasta con estos embrujos,<br />

6 o mientras aun es de noche, en la puerta de aquél y al hacerlo<br />

62 di: "Los huesos de Delfis son estos que estoy amasando".<br />

Trae, rueda mágica, al hombre querido a mi casa.<br />

Ahora que sola ya estoy, ¿cómo voy a quejarme?<br />

6 5 ¿Por dónde empezar? ¿Quién me trajo este mal amoroso?<br />

Como canéfora Anaxo, que es la hija de Eubulo,<br />

fue al bosque de Ártemis, donde en su honor se exhibía<br />

una leona y con ella también muchas fieras.<br />

Fíjate cómo vino mi amor, venerable Selene.<br />

7 0 Y la Tracia, hoy difunta, que fue de Teumáridas ama<br />

y al lado vivía, rogóme con mucha insistencia<br />

que viera con ella las fiestas; y yo a acompañarle<br />

accedí, infortunada, llevando una túnica hermosa<br />

y larga de lino y encima el mantón de Clearista.<br />

7 5 Fíjate cómo vino mi amor, venerable Selene.<br />

Y vi, cuando estaba a mitad de camino, en el predio<br />

de Licón, que Eudamipo venía con Delfis andando,<br />

Más rubias que ñores de yedra sus barbas brillaban<br />

y también más que tú refulgían sus pechos, Selene,<br />

8 o pues de la bella labor del gimnasio salían.<br />

Fíjate cómo vino mi amor, venerable Selene.<br />

Viles y loca volvíme y ardió, desdichada,<br />

mi alma y se ajó mi belleza y en nada ya tuve<br />

las fiestas aquellas; a casa torné no sé cómo<br />

8 5 y enferma en seguida me puse con fiebres agudas<br />

y diez días así con diez noches estuve en el lecho.<br />

Fíjate cómo vino mi amor, venerable Selene.<br />

Y a veces mi piel el color del fustete tomaba<br />

y todo el cabello perdió mi cabeza y en huesos<br />

67


TEOCRITO<br />

90 solamente quédeme y en piel. ¿Hubo acaso una puerta<br />

de vieja entendida en conjuros que yo no cruzase?<br />

Mas no eran ligeros mis males y el tiempo corría.<br />

Fíjate cómo vino mi amor, venerable Selene.<br />

Y así la verdad a mi sierva expliqué: "Vamos, busca,<br />

9 5 Téstilis, algo que sane mi grave dolencia.<br />

Toda estoy, infeliz, poseída del Mindio. Al gimnasio<br />

de Timageto en seguida te vas y le aguardas,<br />

que allí es donde ir suele y estarse sentado le gusta".<br />

Fíjate cómo vino mi amor, venerable Selene.<br />

100 "Y, cuando veas que no hay nadie cerca, hazle señas<br />

a escondidas y dile 'Simeta te llama' y le guías".<br />

Así dije y se fue y luego vino a mi casa con Delfis,<br />

el de cuerpo luciente, y, tan pronto le vi como entraba<br />

traspasando con rápidos pies el umbral de mi puerta<br />

I o5 —fíjate cómo vino mi amor, venerable Selene—,<br />

me quedé más helada que nieve, mi frente perlaba<br />

un sudor como gotas de fresco rocío y no pude<br />

ni hablar cual balbucen los niños llamando a sus madres<br />

queridas en sueños, mas rígido todo mi cuerpo<br />

II o hermoso quedóse como una muñeca de cera.<br />

Fíjate cómo vino mi amor, venerable Selene.<br />

Y miróme el ingrato sus ojos en tierra poniendo,<br />

en mi cama sentóse y sentado me dijo estas frases:<br />

"Me has llamado, Simeta, a tu casa y con ello tan sólo<br />

115 has precedido a mi intento en tan poca distancia<br />

como yo el otro día al gracioso Filino corriendo".<br />

Fíjate cómo vino mi amor, venerable Selene.<br />

"Porque habría acudido, lo juro por Eros el dulce,<br />

en seguida de noche con dos p con tres compañeros,<br />

12 0 de Dioniso manzanas trayendo en mi seno y llevando<br />

68


IDILIO II<br />

en mis sienes el álamo, sacro retoño de Heracles,<br />

trenzado todo él con purpúreas tiras de lana".<br />

Fíjate cómo vino mi amor, venerable Selene.<br />

"Y, si aceptado me hubieses, te fuera ello grato,<br />

125 pues es de ágil y bello mi fama entre todos los mozos,<br />

y, besados tus labios hermosos, me habría dormido.<br />

Mas, si prohibiera mi entrada un cerrojo en tu puerta,<br />

hachas y antorchas habrían luchado con ello".<br />

Fíjate cómo vino mi amor, venerable Selene.<br />

130 "Pero ahora proclamo que gracias yo debo a Afrodita<br />

y a ti después de ella, mujer, que al traerme a tu casa<br />

me sacaste del fuego en que ya estaba medio quemado<br />

como ves, porque suele prender más ardientes hogueras<br />

a veces Amor que el taller lipareo de Hefesto"<br />

135 — fíjate cómo vino mi amor, venerable Selene —<br />

"y saca a la virgen su mala pasión de la alcoba<br />

o hace que salga a la esposa del cálido lecho<br />

del varón". Así dijo y yo, crédula, asiendo su mano,<br />

que yaciera a mi lado déjele en la cama mullida.<br />

140 Y pronto los cuerpos se dieron calor y la cara<br />

se puso encendida y charlamos con dulce susurro.<br />

Y, para no alargar esto, querida Selene,<br />

consumóse allí todo y cumplióse el deseo de entrambos.<br />

Y hasta ayer reprochar a su amor nada pude y tampoco<br />

145 él a mí; mas la madre llegó de Melixo y Filista,<br />

nuestra flautista, hoy a la hora en que corren las yeguas<br />

desde el mar por el cielo hacia arriba llevando a la Aurora<br />

de brazos rosados, y habló de mil cosas y dijo<br />

entre ellas que Delfis parece que está enamorado.<br />

150 No sabía de cierto si es de hombre o mujer su deseo,^<br />

pero sí que se hacía servir vino puro ofrecido<br />

a Amor y que al fin se marchó a toda prisa, pues iba<br />

a adornar con guirnaldas la casa de aquella persona.<br />

Eso contó la visita y es cierto el relato.<br />

15 5 Pues solía tres veces venir o hasta cuatro a mi casa<br />

69


TEOCRITO<br />

y en ella dejar a menudo su dórica alcuza<br />

y ahora, en cambio, hace ya doce días que aquí ni le veo.<br />

¿No será que a olvidarse de mí sus dehcias le llevan?<br />

Voy, pues, con mis filtros a atarle y, si más me entristece,<br />

16 o por las Meras que habrá de llamar a las puertas del Hades,<br />

tales son los funestos venenos que guardo en el arca,<br />

cuyos usos, señora, aprendí de un viajero de Asirla.<br />

Pero tú, soberana, tus potros radiante conduce<br />

hacia el mar, porque yo mi pasión seguiré soportando.<br />

I 6 5 ; Salud, oh, Selene de rostro brillante y las otras<br />

estrellas que al carro seguís de la Noche tranquila!<br />

70


Ili<br />

EL CORTEJO<br />

Monólogo de un cabrero también culto, aunque de feo exterior,<br />

que, dejando sus animales a cargo de un tal Títiro (a quien<br />

encontraremos muchas veces en Teocrito y también en Virgilio),<br />

corre a la fantástica cueva de la desdeñosa Amarilis, que no<br />

se digna comparecer, para explayarse en esa modalidad del como<br />

o canción de cortejo que es el paraclausitirón o canto entonado<br />

ante una puerta cerrada y terminado generalmente, como aquí,<br />

en una desesperada declaración de suicidio que nunca hay que<br />

tomar demasiado en serio.<br />

El esbozo psicológico de este innominado galán está bien<br />

trazado a lo largo de una serie de estrofas en que a las de dos<br />

versos siguen las de tres, precedido todo ello de un exordio apropiadamente<br />

compuesto de dos más tres hexámetros y separado<br />

lo uno de lo otro por el verso suelto 24. Comienza con las quejas<br />

usuales mezcladas con halagos, ofertas y buenos augurios (37,<br />

palpitaciones en el lado favorable del cuerpo) o malos presagios<br />

(29-30, una flor, no sabemos cuál, cuyos pétalos, en caso positivo,<br />

deberían producir un estallido o dejar una señal o las dos<br />

cosas al ser frotados en el brazo) respecto a su amor; y, ante el<br />

fracaso de todo esto, se emplea a fondo con el cantar mitológico<br />

(40-51) en que ni las diosas o heroínas desprecian el amor. Tanta<br />

complicación erudita termina por no provocar más que dolor<br />

de cabeza al simple cabrero.<br />

Por falta de espacio relegamos al apéndice las significativas<br />

observaciones hechas últimamente sobre este idilio, que constituiría<br />

el prólogo entero de la colección de las diez obras propiamente<br />

pastoriles de Teocrito.<br />

71


Cortejar a Amarilis pretendo y en tanto mis cabras<br />

Títiro al monte llevó y en el monte ahora pacen.<br />

Títiro, amigo del alma, apacienta mis cabras;<br />

llévalas a la fuente y del macho, del Libio pajizo,<br />

5 guárdate, Títiro, no vaya a ser que te embista.<br />

¿Por qué, deliciosa AmariUs, no sales como antes<br />

a la puerta del antro a llamar a tu amor? ¿Me detestas?<br />

¿Te parezco de cerca ser chato, muchacha, o la barba<br />

demasiado abundante tener? ¡Vas a hacer que me cuelgue!<br />

1 o Diez manzanas te traigo, aquí tienes; cogflas en donde<br />

tú me dijiste; mañana tendrás otras tantas.<br />

Mira el dolor que mi espíritu apena; ¡si fuese<br />

posible tornarme en abeja que zumba y penetra<br />

a través del helécho y la yedra que cubren tu gruta!<br />

1 s Ahora conozco al Amor: es un dios formidable.<br />

Le amamantó una leona y su madre en los bosques<br />

le crió, pues en mí se insinúa y mis huesos requema.<br />

¡Ay, moza lustrosa de bello semblante y oscuras<br />

cejas, abraza al cabrero y permítele un beso!<br />

20 ¡También hay placer en los besos que al aire se lanzan!<br />

72<br />

Lograrás que muy pronto destruya en menudos pedazos<br />

la guirnalda de yedra que traje, querida Amarilis,<br />

para ti entrelazando las flores al apio oloroso.<br />

¿Cuál va ser mi destino, infeliz, pues que ya no me<br />

escuchas?


IDILIO III<br />

2 5 Me habré de quitar la zamarra y saltar de la misma<br />

atalaya adonde Olpis se sube a acechar los atunes;<br />

y, si muero con ello, ya puedes estar satisfecha.<br />

Me di cuenta de todo pensando anteayer si me amabas;<br />

no dejó traza la ñor del amante lejano<br />

3 0 ni hizo ruido en lo liso del brazo, mas floja arrugóse.<br />

Y dijome Agreo también la verdad, la hechicera<br />

del cedazo que yerba a mi lado cortó el otro día:<br />

que soy todo tuyo, mas tú ningún caso a mí me haces.<br />

Te guardo una blanca cabrita parida dos veces;<br />

3 5 Erítacis siempre la quiere, la negra criada<br />

de Mermnón, y al final la tendrá, ya que tanto presumes.<br />

Palpítame el ojo derecho. ¿Tal vez voy a verla?<br />

Cantaré recostado en el pino que aquí se levanta<br />

y quizá ella me mire: no va a ser tampoco de acero.<br />

40 A la virgen Hipómenes quiso tomar por esposa<br />

y en su carrera llevaban sus manos manzanas.<br />

Y al verle Atalanta en frenético amor incendióse.<br />

Desde el Otris a Pilo se trajo el rebaño Melampo<br />

el vate y de Biante en los brazos cayó aquella que iba<br />

4 5 de Alfesibea la sabia a ser madre deseable.<br />

¿No sintió tal amor Citerea la bella hacia Adonis,<br />

quien al monte a pacer sus ovejas llevaba, que aun muerto<br />

le abraza amorosa en su seno y se niega a dejarle?<br />

¡Envidiable Endimión que reposa en un sueño infinito!<br />

5 0 Y también de Jasión siento envidia, querida muchacha,<br />

que gozó lo que nunca podréis conocer los profanos.<br />

La cabeza me duele y a ti no te importa. Ya dejo<br />

de cantar, en el suelo caeré, comeránme los lobos.<br />

¡Ojalá te deleite cual miel que el gaznate recorre!<br />

73


IV<br />

LOS PASTORES<br />

El idilio se desarrolla en las cercanías (32) de la ciudad de<br />

Crotón, del S. de Italia. Dialogan un cabrero. Bato, y un tal<br />

Coridón (nombre que hallaremos en V 7 y que hizo famoso<br />

Virgilio) que cuida vacas provisionalmente porque se las ha dejado<br />

el boyero Egón, hombre gigantesco a quien el atleta Milón<br />

(hubo, en efecto, un famoso vencedor olímpico del s. VI a. J. C.<br />

llamado así y natural de la citada ciudad) ha convencido para<br />

que compita en Olimpia. Bato, que ha estado ausente, tiene muchas<br />

cosas que preguntar y comentar con su amigo, estrechamente<br />

vigilado por el padre de Egón, viejo vicioso (nótense las<br />

metáforas de 58-61) y avariento.<br />

Aunque Coridón y Egón son músicos (los mencionados en<br />

31 parecen haber sido artistas de la vida real), no hay canto alguno,<br />

particularidad rara en Teocrito. La caracterización es fina:<br />

Bato resulta más suspicaz y malévolo, Coridón más ingenuo.<br />

74


Bato<br />

¿De quién son, Coridón, esas vacas? ¿Quizá de<br />

Coridón<br />

Filondas?<br />

No, mas de Egón; me las dio que en los pastos las<br />

Bato<br />

¿Quizá las ordeñas a todas oculto de noche?<br />

Coridón<br />

tenga.<br />

No, porque el viejo me observa al ahijar los terneros.<br />

Bato<br />

¿Y a qué tierra marchóse el boyero, que no hay quien<br />

Coridón<br />

¿No lo oíste? Milón al Alfeo llevóle consigo.<br />

Bato<br />

le vea?<br />

Pero ¿cuándo vio aquél con sus ojos siquiera el aceite?<br />

Coridón<br />

Dicen que a Heracles emula en valor y potencia.<br />

75


76<br />

TEOCRITO<br />

Bato<br />

También dijo mi madre que yo a Polideuces vencía.<br />

Coridón<br />

10 Se fue, pues, con la azada y con veinte corderos de<br />

Bato<br />

¡Ahora enfurezca a los lobos Milón al instante!<br />

Coridón<br />

Por él mugen y le echan de menos aquí las novillas.<br />

Bato<br />

¡Pobres bichos, qué triste boyero tocóles en suerte!<br />

Coridón<br />

casa.<br />

Pobres, sí, pues pacer ya no quieren ahora tampoco.<br />

Bato<br />

1 s A aquella ternera tan sólo los huesos le quedan.<br />

¿Quizá a las cigarras imita, que nutre el rocío?<br />

Coridón<br />

No, que al Esaro acostumbro a llevarla a que pazca<br />

y un buen fajo de fresco forraje le doy; y otras veces<br />

retozar del Latimno la dejo en la umbrosa ladera.<br />

Bato<br />

2 o Flaco está el toro rojo, por cierto. ¡ Que tal corresponda<br />

a los de Lampriadas el día en que toque sus dones<br />

a Hera aportar, porque malo es el demo y su gente!


IDILIO IV<br />

Coridón<br />

Pues lo suelen poner a pastar en las tierras de Fisco<br />

o el fangal o el Neeto, que todo lo bueno produce,<br />

2 s gatuña y coniza y también la melisa olorosa.<br />

Bato<br />

¡Ay, ay, que tus vacas al Hades se irán, miserable<br />

Egón, porque tú te prendaste de un triunfo maldito<br />

y enmohecida está ya la siringa que antaño te hicieras!<br />

Coridón<br />

Eso no, por las Ninfas, porque es un regalo que al irse<br />

3 0 a Pisa me dio; pues también yo soy algo flautista<br />

y sé tocar bien lo de Glauce o de Pirro y celebro<br />

a Crotón -"eshermosaciudadciertamente,esZacintos..."e<br />

igualmente el santuario lacinio que mira hacia el alba,<br />

en que el púgil Egón se zampó ochenta panes él solo.<br />

3 5 Allí fue donde asió la pezuña del toro y lo trajo<br />

arrastrando del monte por darlo a AmariUs; y mucho<br />

las mujeres chillaron e incluso sonrióse el boyero.<br />

Bato<br />

¡Ay, Amarilis graciosa, a ti sola no olvido<br />

aunque muerta ya estés! ¡Qué dolor, de qué modo te fuiste!<br />

40 ¡Ay, qué destino tan duro el que rige mi vida!<br />

Coridón<br />

Ánimo, Bato, el futuro tal vez mejor sea;<br />

la esperanza es de vivos y sólo les falta a los muertos;<br />

Zeus se muestra sereno a menudo y con lluvia otras veces.<br />

Bato<br />

Ya me animo, pero echa del campo de abajo a los<br />

chotos:<br />

4 5 ramonean los brotes de olivo los muy desgraciados.<br />

77


78<br />

TEOCRITO<br />

Coridón<br />

¡Sita! ¡Lepargo, Cimeta! ¿Me oís? ¡Al otero!<br />

¡Voy, te lo juro por Pan, a acabar con vosotros<br />

si de ahí no os largáis! ¡Mira cómo vuelve ésa a la carga!<br />

¡Si tuviera yo aquí mi cayado y pudiera arrearte!<br />

Bato<br />

5 0 Pero ¡mira, por Zeus, Coridón! ¡A mí sí que en la<br />

pierna<br />

de arrear un espino me acaba! ¡Y qué espesos los cardos<br />

están! ¡Mala muerte a la chota le den! Pues me he herido<br />

por mirarla como un pasmarote. ¿Estás viendo la espina?<br />

Coridón<br />

Sí, sí, con las uñas la saco, la tengo en la mano.<br />

Bato<br />

5 5 ¡Tan leve pinchazo que tenga a un hombrón abatido!<br />

Coridón<br />

Si vas por los montes, ¡oh. Bato!, descalzo procura<br />

no andar, que aquí crece profuso el cambrón y retama.<br />

Bato<br />

Di, Coridón, ¿muele aún el vejete con ese<br />

amorcillo de cejas oscuras que loco le trajo?<br />

Coridón<br />

6 0 ¡Todavía, inocente! Yo mismo al establo hace poco<br />

acerquéme y allí trabajando encontré que se hallaban.<br />

Bato<br />

¡Vaya viejo rijoso! ¡Tal raza tener merecía<br />

las patas hirsutas de Pan o los Sátiros mismos!


V<br />

DE UN CABRERO Y UN PASTOR DE OVEJAS<br />

El cabrero Comatas y el ovejero Lacón, ambos esclavos,<br />

conversan en los campos vecinos a Turios, en el S. de Italia. Allí<br />

se alzó en tiempos la célebre Síbaris, las costumbres decadentes<br />

de cuyos habitantes dieron al lugar mala fama; pero al parecer<br />

quedan aún restos de la antigua población junto a la nueva Turios,<br />

lo que es causa por lo visto de rivalidad entre ambos bandos de<br />

ciudadanos, como lo demuestran las bromas agrias que los dos<br />

siervos se gastan, agravado el tema por el hecho de que Lacón,<br />

sibarita, guarda reses de un Turio, mientras Comatas, de Turios<br />

probablemente, pastorea las de Enmaras de Síbaris.<br />

Sea esto así o no, el tono de este diálogo sin narrador es<br />

grosero y hostil: los pastores se acusan, se insultan, se desafían y<br />

no sólo musicalmente. El leñador Morsón será quien juzgue la<br />

pugna que al fin surge en estrofas amebeas o alternadas. Cada<br />

cantor actúa veintinueve veces con dos versos (80-137), pero<br />

con la ventaja para Comatas, y éste es quizá el motivo de que reciba<br />

el premio en forma al parecer un poco arbitraria, de que, al<br />

haber sido desafiado, puede comenzar cada turno, lo que obliga<br />

al rival a improvisar sobre un tema más o menos dado. Naturalmente,<br />

la contienda eleva el tono poético, aunque al final retornen<br />

las querellas.<br />

Está muy logrado, tanto en el aspecto de la invectiva como<br />

en el del certamen, este canto en que Teocrito, desde Cos<br />

(las fiestas citadas en 83, que además desmuestran que el diálogo<br />

se supone desarrollado en agosto, se celebraban allí; y el Praxíteles<br />

de 105 puede ser o el celebérrimo escultor o alguno de sus<br />

hijos, que trabajaron en el templo asclepieo de aquella isla, a no<br />

ser que se trate de otro artista homónimo de principios del III a.<br />

J. C), debió de pintar con nostalgia y con su acostumbrado vigor<br />

mímico los cuadros que había vivido en años juveniles.<br />

79


80<br />

Comatas<br />

Retiraos, mis cabras, huid del pastor sibarita,<br />

huid de Lacón, porque ayer me robó mi pelleja.<br />

Lacón<br />

¿No querréis apartaros, ovejas, al fin de la fuente?<br />

¿No veis a Comatas, que ha poco robó mi siringa?<br />

Comatas<br />

¿Qué siringa? ¿Ha tenido tal cosa jamás el esclavo<br />

de Sibirtas? ¿Quizá no te basta una flauta de caña<br />

en que tú y Coridón pedorretas hagáis de consuno?<br />

Lacón<br />

Licón, ¡oh, señor!, me la dio. ¿Cuál es esa pelleja<br />

que robé y con la cual según tú me largué? ¡Di, Comatas!<br />

1 o ¡Si ni Enmaras, tu dueño, tenía una piel en que echarse!<br />

Comatas<br />

Es una moteada, regalo de Crócilo cuando<br />

ofrendaba una cabra a las Ninfas. A ti te roía<br />

la envidia hasta que ahora por fin me has dejado desnudo.<br />

Lacón<br />

No te robó la zamarra, por Pan el costero,<br />

1 s Lacón, de Caletis nacido; y, si crees que te engaño,<br />

enloquezca y al Cratis de aquellos peñascos me tire.


IDILIO V<br />

Comatas<br />

No, por las Ninfas que habitan, amigo, este estanque,<br />

y ojalá que propicias y gratas por siempre me sean,<br />

Comatas no fue quien hurtó tu siringa a escondidas.<br />

Lacón<br />

2o Sufra yo, si es verdad algo de eso, las penas de Dafnis.<br />

Pero, en fin, si quisieras jugarte un cabrito, y no es cosa<br />

importante, rendirte cantando tal vez yo podría.<br />

Comatas<br />

Retó antaño una puerca a Atenea. Pues ahí va el<br />

cabrito:<br />

¡ea, frente a él pon también un cordero bien gordo!<br />

Lacón<br />

2 s ¿Cómo, insolente, va a ser ello justo? ¿Quién quiere<br />

pelo y no lana esquilar? ¿Quién que tenga una cabra<br />

primeriza prefiere ordeñar una mísera perra?<br />

Comatas<br />

Tú, que mejor piensas ser que el vecino y querrías<br />

ser cigarra y no avispa que zurre. Si no te compensa<br />

3 0 el cabrito, aquí tienes el macho. Empezar ya te cuadra.<br />

Lacón<br />

No tengas prisa, que no estás en ascuas. Sentado<br />

mejor cantarás bajo aquel acebnche, en el bosque.<br />

Allí mana agua fresca, allí crece la yerba, allí tienes<br />

follaje en que puedas yacer, saltamontes que charlan.<br />

Comatas<br />

3 5 No tengo prisa; me irrita que ahora a mirarme<br />

de cara a los ojos te atrevas, a mí que, cuando eras<br />

81


TEOCRITO<br />

un niño, lecciones te di. ¡Tales son los favores!<br />

¡Cría lobeznos y perros que luego te coman!<br />

Lacón<br />

Pero ¿cuándo recuerdo que me hayas jamás enseñado<br />

4 0 nada bueno ni dicho, hombrecillo envidioso y grotesco?<br />

Comatas<br />

Cuando yo te apretaba y a ti te dolía y las cabras<br />

estas balaban y el macho montaba sobre ellas.<br />

Lacón<br />

Que no ahonden más en tu entierro, cheposo, que<br />

entonces;<br />

pero ven, ven acá por que entones tu canto postrero.<br />

Comatas<br />

4 5 No voy, que aquí están las encinas, la juncia, aquí<br />

zumba<br />

bellamente el enjambre de abejas, aquí de dos fuentes<br />

agua fresca rezuma, en el árbol los pájaros cantan;<br />

hay mucha más sombra sin duda que en esos parajes<br />

y además desde arriba nos llueven las pinas del pino.<br />

Lacón<br />

5 o Piel de cordero y vellón pisarás si aquí vienes,<br />

todo más blando que el sueño; y, en cambio, los cueros<br />

de cabrón que ahí tienes apestan peor que tú mismo.<br />

Y un gran cráter de candida leche con otro de aceite<br />

suave pondré como ofrenda en honor de las Ninfas.<br />

Comatas<br />

5 5 Mas, si vienes tú aquí, delicados heléchos y menta<br />

en ñor pisarás y en el suelo habrá pieles de cabra<br />

más blandas con mucho que aquellas de oveja que dices.<br />

82


IDILIO V<br />

Y pondré para Pan como ofrenda ocho cuencos de leche<br />

y ocho orzas y en ellas panales de miel rebosantes.<br />

Lacón<br />

6o Sea, pues, ese mismo el lugar en que luches conmigo:<br />

guárdate tus encinas y suelo. Mas ¿quién va a juzgamos?<br />

¡Ojalá presenciara esta lid el boyero Licopas!<br />

Comatas<br />

Para nada a ése yo necesito; si quieres, daremos,<br />

en cambio, unas voces a aquel leñador que a tu vera<br />

6 5 está haciendo fajos de brezo: Morsón es su nombre.<br />

Hagámoslo así.<br />

Lacón<br />

Comatas<br />

Llámale.<br />

Lacón<br />

Forastero, un momento<br />

acércate y oye. Luchamos por ver quien descuella<br />

en el canto bucóhco; y tú, buen Morsón, ni te muestres<br />

parcial hacia mí ni tampoco a ése des tus favores.<br />

Comatas<br />

7 o Sí, por las Ninfas, querido Morsón, ni te inclines<br />

más de la cuenta hacia mí ni tampoco le ayudes.<br />

Esa grey pertenece a Sibirtas el turio y de Enmaras<br />

el de Síbaris son estas cabras que ves, buen amigo.<br />

Lacón<br />

¿Es que te han preguntado, bribón, si el rebaño a<br />

Sibirtas<br />

7 5 o a mí pertenece, por Zeus? ¡Qué hablador me resultas!<br />

83


TEOCRITO<br />

Comatas<br />

Yo la verdad sólo digo, buen hombre, y de nada<br />

me jacto; mas tú pendenciero en exceso pareces.<br />

Lacón<br />

Di, pues, lo que quieras, mas deja que a casa con vida<br />

el amigo regrese. ¡Qué lengua la tuya, Comatas!<br />

Comatas<br />

8 0 Las Musas me quieren a mí mucho más que al poeta<br />

Dafnis; y yo dos cabritos ayer ofrecíles.<br />

Lacón<br />

Apolo también se deleita conmigo; le crío<br />

un bello carnero: las fiestas carneas ya vienen.<br />

Comatas<br />

Salvo dos, han tenido gemelos las cabras que ordeño<br />

85 y la niña pregunta: "¿Tú solo, infeliz, las ordeñas?"<br />

Lacón<br />

Veinte encellas o así de cuajada Lacón ha llenado<br />

y corrompe, tendido entre flores, al niño aun impúber.<br />

Comatas<br />

Clearista al cabrero, cuando él a sus cabras arrea,<br />

manzanas le arroja y con dulce siseo le llama.<br />

Lacón<br />

90 Crátidas viene hacia mí y con sus lisas mejillas<br />

me enloquece y las ondas lustrosas que cubren su nuca.<br />

84


IDILIO V<br />

Comatas<br />

Pero nadie la flor equipare del viento o la zarza<br />

con la rosa que crece en arriates al lado del seto.<br />

Lacón<br />

No se parecen bellota y melapia: por fina<br />

9 5 que tenga la cascara aquélla, no es dulce como ésta.<br />

Comatas<br />

Daré una paloma torcaz en seguida a mi moza;<br />

voy a cazarla al enebro en que suele posarse.<br />

Lacón<br />

Yo a Crátidas tengo que dar, cuando esquile a la oveja<br />

gris, su vellón delicado y con él se hará un manto.<br />

Comatas<br />

100 ¡Del acebnche apartaos, cabritas, venios<br />

a pacer en la cuesta del cerro en que están los tarayes!<br />

Lacón<br />

¡Cónaro, deja la encina! ¡Y lo mismo Cineta!<br />

¡Id a pastar, como Fálaro, al lado de Oriente!<br />

Comatas<br />

Tengo un tazón de ciprés y también tengo un cráter<br />

105 que Praxíteles hizo; a mi niña los dos se los guardo.<br />

Lacón<br />

Y yo un can que al rebaño defiende y al lobo estrangula;<br />

al niño lo doy por que atrape con él alimañas.<br />

Comatas<br />

Saltamontes que entráis a mi campo saltando la cerca,<br />

no hagáis daño alguno a mis vides, que ya se secaron.<br />

85


TEOCRITO<br />

Lacón<br />

11 o Cigarras, mirad cómo yo desafío al cabrero<br />

y vosotras así desafiad a los hombres que siegan.<br />

Comatas<br />

Odio a las zorras de rabo peludo que el campo<br />

de Micón por la noche recorren pillando sus uvas.<br />

Lacón<br />

Yo también a los escarabajos que van por el aire<br />

11 s volando a comerse los higos que cría Filondas.<br />

Comatas<br />

¿No recuerdas que yo te apretaba y qué caras ponías<br />

y qué contorsiones hacías asido a aquel roble?<br />

Lacón<br />

No, pero el día en que Fumaras te ató y una buena<br />

paUza te dio, de eso sí que muy bien yo me acuerdo.<br />

Comatas<br />

120 Alguien agriándose está; tú, Morsón, ¿no lo notas?<br />

De una vieja a la tumba ve al punto a coger albarranas.<br />

Lacón<br />

También hay, Morsón, ya lo ves, quien conmigo se<br />

pica;<br />

pan de puerco a arrancar al Hálente en seguida habrás de irte.<br />

Comatas<br />

De Hímera mane la leche y tú, Cratis, con vino<br />

12s enrojezcas y frutos a dar tus berreras se pongan.


IDILIO V<br />

Lacón<br />

Que también baje al alba por agua de la Sibaritis<br />

y encuentre la niña panales de miel en su jarra.<br />

Comatas<br />

Comen mis cabras codeso con ruda cabruna<br />

y el almacigo pisan y sobre madroños se acuestan.<br />

Lacón<br />

130 Mis ovejas también de abundante melisa disponen<br />

en su pasto y de flores de estepa que rosas parecen.<br />

Comatas<br />

No quiero a Alcipe, que, cuando le di la paloma<br />

anteayer, no me vino a besar ni agarró mis orejas.<br />

Lacón<br />

A Eumedes yo sí que le quiero, pues, al regalarle<br />

135 la siringa, me dio muy bien dado un bonito y buen beso.<br />

Comatas<br />

Ni al cisne emular la abubilla. Lacón, ni la urraca<br />

podrá al ruiseñor. Pero a ti las querellas te gustan.<br />

Morsón<br />

Que abandone le ordeno al pastor y el cordero concede<br />

a Comatas Morsón. Y no olvides que debes mandarme<br />

140 una buena tajada cuando hagas la ofrenda a las Ninfas.<br />

Comatas<br />

¡Por Pan, sí lo haré! Que retoce la grey de cabritos<br />

entera y mirad con qué gran carcajada me burlo<br />

de Lacón el pastor, porque ya le he ganado el cordero.<br />

87


TEOCRITO<br />

Hasta el cielo por ello veréis cómo salto. Tranquilos<br />

145 quedad, mis cabritos cornudos; mañana yo a todos<br />

al estanque de la Sibaritis os llevo a lavaros.<br />

¡Eh, tú, topador, eh, Leucitas! Si montas a alguna<br />

cabra y no esperas que yo haya ofrendado el cordero<br />

a las Ninfas, te voy a capar. ¿Otra vez? Si no lo hago,<br />

15 o dejaré que me llamen Melantio en lugar de Comatas.<br />

88


VI<br />

LOS CANTORES BUCÓLICOS<br />

El autor dedica el delicioso poema, que tantas analogías<br />

muestra en relación con VIII y IX, a Arato, que no es el de Solos,<br />

bien conocido autor cilicio del poema astronómico ios/«cómenos,<br />

sino un amigo eoo de Teocrito que reaparecerá en el idilio<br />

siguiente, y cuenta cómo cantan, pero no en desafío de tipo<br />

amebeo ni con arbitro, sino en dos tiradas seguidas de catorce y<br />

veinte versos respectivamente (6-19 y 21-40), el boyero Dafnis,<br />

retador, que poco tiene que ver con el héroe mítico de I, y su<br />

colega Dametas: la acción parece situarse en Sicilia. El primero<br />

llama la atención a Polifemo sobre la forma coqueta en que le<br />

provoca Calatea; Dametas toma el papel del propio Ciclope y lo<br />

pinta magistralmente, inspirándose de modo parcial en los textos<br />

de Filóxeno y otros que vimos, no con los feroces atributos de<br />

la Odisea, sino en la integridad de su grotesco y patético figurón :<br />

presunción al suponer a la moza prendada de él, inocente picardía<br />

al pretender darle unos injustificados celos, insensatez al desdeñar<br />

la profecía de Téleme según la cual perdería algún día su<br />

único ojo a manos de Ulises, ridiculas exigencias eróticas en su<br />

papel de amante sin esperanzas y, sobre todo, la absurda idea<br />

que tiene el monstruo de su propia belleza, de la cual vemos por<br />

otra parte que duda un poco al tomar en 39-40 precauciones<br />

apotropaicas contra la venganza divina hacia alguien desmesuradamente<br />

ambicioso. Todo ello preanuncia ya el hermosísimo idilio<br />

XI: no es extraño que, en un cortés y galante final sin vencedores<br />

ni vencidos sellado por el fraternal beso de los contendientes<br />

y un cambio de regalos, hasta las terneras dancen bellamente.<br />

Las consideraciones hechas en nuestro apéndice excluirían<br />

la condena del verso 41, idéntico a X 16.<br />

89


Antaño reunieron sus greyes Dametas y Dafnis<br />

el boyero. Ya de ellos, ¡oh, Arato!, mostraba su bozo<br />

rubio el uno y el otro su poco de barba. Sentados<br />

un mediodía de estío al frescor de la fuente,<br />

5 Dafnis así comenzó, que a Dametas retara:<br />

"Está Calatea al rebaño manzanas tirando,<br />

Pohfemo, y llamándote mal amador y cabrero;<br />

y tú ni la miras siquiera, mas sigues tu dulce<br />

siringa tañendo, infeliz. Mira cómo provoca<br />

1 o ahora a tu perro ovejero y él gruñe mirando<br />

al mar, cuyas olas hermosas recogen su estampa<br />

mientras hace crujir suavemente la arena su trote.<br />

Ten cuidado, no vaya a atacar a la niña si sale<br />

ella del agua y desgarre su pierna bonita.<br />

15 Pero aun desde allí juguetea contigo y, cual seco<br />

vilano del cardo quemado del bello verano,<br />

huye de aquel que la busca y persigue al arisco<br />

y saca al peón de la raya. En amor, Polifemo,<br />

suelen por buenas pasar las jugadas tortuosas".<br />

2 0 Y Dametas, después de un preludio, cantó de esta<br />

guisa:<br />

"Ya la he visto, por Pan, que al rebaño tiraba manzanas;<br />

me fijé, por el ojo que solo me queda lo juro,<br />

tan querido y que mucho me dure (y sus malos presagios<br />

a Télemo el vate y sus hijos alcancen en casa);<br />

2 5 pero yo, por picarla también, ni la miro y aun finjo<br />

que tengo otra moza; ella lo oye y se llena de celos,<br />

¡oh. Pean!, se consume y se pone frenética y deja<br />

las olas y empieza a mirar a mi cueva y mis reses.<br />

90


IDILIO VI<br />

Y azuzo a mi can que le ladre; pues, cuando la amaba,<br />

3 0 solía gruñir apoyando en sus muslos el morro.<br />

Quizá al verlo un mensaje me mande, mas pienso la puerta<br />

cerrar mientras no haya jurado que a hacerme se aviene<br />

en esta isla ella misma una cómoda cama. Tampoco<br />

tan fea resulta además como dicen mi cara:<br />

3 5 anteayer en el mar con las aguas en calma miréme<br />

y hermosa mi barba y hermosa mi sola pupila<br />

lucían, si no me equivoco; y el mar reflejaba<br />

el brillar de mis dientes más blancos que el mármol de Paros.<br />

E incluso escupí contra el mal en mi enfaldo tres veces<br />

40 cual la vieja Cotítaris dijo que hacer convenía".<br />

4 2 Tal Dametas cantó y besó a Dafnis y luego una hermosa<br />

flauta y siringa uno al otro se dieron. Y Dafnis<br />

el boyero tocó la siringa y la flauta Dametas<br />

45 y en el blando herbazal las terneras danzaron al punto.<br />

Nadie fue vencedor, nadie fue derrotado aquel día.<br />

91


VII<br />

LAS TALISIAS<br />

Se le ha llamado el rey de los idilios teocriteos y es realmente<br />

difícil discutirle un tal titulo.<br />

Muchos topónimos demuestran, entre otros pormenores,<br />

que la escena se sitúa idealmente en Cos y aun es posible (recuérdese<br />

la introducción a Teocrito) que todo responda a una<br />

grata vivencia del año 274. El supuesto boyero Simfquidas nos<br />

relata su viaje con dos amigos locales hacia una finca campestre<br />

en la que dos hermanos de una distinguida familia de la isla les<br />

han invitado a tomar parte en las Talisias, fiesta que se celebraba<br />

para Deméter probablemente cuando ya la cosecha llevaba<br />

mucho tiempo recogida, pues el detalle botánico de 134 apunta<br />

a julio o agosto. Los caminantes encuentran a un conocido, Lícidas,<br />

quizá natural de una Cidonia coa que ningún otro texto<br />

menciona, vestido como un cabrero, pero que, al igual que en<br />

otros casos ya vistos, no va a comportarse como tal. En medio<br />

de una serie de amistosas bromas deciden unos y otros, que van<br />

todos por el mismo camino, amenizarlo con canciones bucólicas.<br />

El primero en actuar es Lícidas, que entona un propémptico<br />

de 38 versos (52-89), canto dedicado a desear buen viaje a<br />

alguien, en esta circunstancia Ageanacte, que deberá tener feliz<br />

travesía solamente si corresponde al amor del propio cabrero.<br />

Y a continuación contesta Simfquidas con un poema más<br />

breve (96-127) consagrado al Arato amigo de quien se habló en<br />

VI, que ama sin éxito a un mozo, tal vez (103, 121) el Filino<br />

mencionado en la introducción a Teocrito y en II.<br />

Luego Lícidas, antes de separarse de Simfquidas, le regala<br />

el cayado prometido y llegan los demás a la fiesta en lo que es<br />

probablemente el más bello trozo de descripción paisajística,<br />

inundado por el calor y la fertilidad de un mediodía estival en<br />

el campo, con que nos haya obsequiado la Literatura griega, no<br />

muy pródiga en este aspecto.<br />

92


IDILIO VII<br />

Es interesante comparar las dos canciones. El tema de ambas<br />

es el erótico-homosexual tan del gusto de los alejandrinos,<br />

pero su tratamiento resulta distinto : la queja amorosa de Lícidas<br />

es más blanda y sentimental, más insinuante, más "epicúrea" en<br />

la magnífica escena del final ; Simíquidas no se limita a pedir, sino<br />

también amenaza virilmente a Pan si se muestra hostil y al<br />

propio Filino, cuya sazón se halla próxima a la decadencia, por<br />

lo que Arato no debe poner en su aventura demasiada pasión.<br />

Pero los cantos coinciden en estar montados sobre un complicado<br />

armazón cultural que curiosamente no se hace nunca pedante :<br />

precisiones astronómicas, leyendas recónditas (Dafnis otra vez,<br />

el cabrero turio Comatas), ritos raros (el castigo de Pan por los<br />

mozos), una muy helenística mitología del vino al final (con la<br />

inevitable mención de Polifemo, como en VI), geografía a todo<br />

pasto, todo ello componiendo un cuadro impregnado de sorprendente<br />

y delicada belleza dentro de una intencionada brevedad.<br />

Es difícil, al respecto, no creer que Teocrito comparte él<br />

mismo la opinión de Lícidas (45-48) tan afín a textos de Calímaco<br />

como el fr. 1, 25 Pf., del principio de sus Causas, el final del<br />

himno II y su epigrama 276 de nuestra colección (Ant. Pal. XII<br />

43), infinitamente expresivos sobre la afición del de Cirene a los<br />

cantos breves y refinados: algo más diremos sobre la égloga VI<br />

de Virgilio.<br />

Aquí sí, aunque no en otros idilios respecto a los que se<br />

ha exagerado, es evidente qué se encierra un poema de clave o<br />

mascarada pastoril. Simíquidas es el propio Teocrito (recuérdese<br />

el pormenor fisiognómico de su introducción); Sicélidas (allí<br />

también hablábamos de ello) es Asclepíades de Samos, denominado<br />

así por los epigramatistas Hédilo (Aten. 473 a) y Meleagro<br />

(Ant. Pal. IV 1, 46); Ageanacte podría ser el citado elegiaco<br />

Hermesianacte; tanto en este idilio como en III se ha supuesto<br />

que Títiro es Alejandro de Pleurón, el bien conocido poeta y filólogo<br />

de Alejandría, que escribió sobre Dafnis ; el otro maestro<br />

de nuestro poeta, Filitas, aparece sin seudónimo; nada sabemos<br />

de los dos pastores aludidos en 71 ; y sobre Lícidas, y la ignorancia<br />

al respecto es grave, hay toda clase de opiniones: Arato de<br />

Solos (recuérdese la introducción a VI), Leónidas de Tarante<br />

(igualmente la general de Teocrito); el filólogo, poeta épico y<br />

epigramatista, a quien leeremos, Riano de Creta; sobre todo<br />

Calimaco (véase el apéndice) o quizá el Astácides que será mencionado<br />

en un epigrama; o incluso —¿por qué no?—alguien realmente<br />

llamado Lícidas.<br />

93


Dejábamos Éucrito y yo la ciudad una mañana<br />

con Amintas y a Hálente marchábamos, pues a Deme'ter<br />

se ofrendaban Talisias en casa de los Licopidas<br />

Frasidamo y Antígenes, gentes selectas y nobles<br />

5 de antiguo linaje, nacidos de Clitia y del propio<br />

Galeón, aquel que hizo brotar con su pierna, apoyando<br />

la rodilla en la roca con fuerza, la fuente Burina;<br />

sombreábala un bosque tejido por álamos y olmos<br />

cuyas copas de verde follaje cubrían sus aguas.<br />

1 o Todavía no estaba mediado el camino y la tumba<br />

de Brásilas aun no veíamos, cuando encontramos<br />

por favor de las Musas a un hombre cidonio excelente.<br />

Llamábase Lícidas y era cabrero y al punto<br />

dijéranlo todos, pues tal parecía en su aspecto.<br />

15 Llevaba en los hombros el flavo pellejo de un macho<br />

de hirsuta pelambre que a cuajo reciente apestaba<br />

y una túnica vieja ceñíase en torno a su pecho<br />

con un cinto trenzado y llevaba en su diestra un cayado<br />

de acebnche. Miróme tranquilo y, con burla en el rostro<br />

2 0 y sonrisa asomando a sus labios, tal dijo el cabrero:<br />

"¿Adonde, Simíquidas, vas tan de prisa en lo fuerte<br />

del día, si incluso el lagarto se duerme en las grietas<br />

del seto y cesó el aletear de la alondra moñuda?<br />

¿No invitado a una fiesta, afanoso concurres o acudes<br />

2 5 a invadir el lagar de un amigo? Pues pisan tus botas<br />

el camino y no hay piedra que al choque con ellas no cante'<br />

Y yo respondí: "Dicen todos que tú eres, querido<br />

Lícidas, gran tañedor de siringa y superas<br />

a cualquier segador o pastor; y ello mucho complace<br />

3 0 mi alma, mas yo en mi opinión un certamen contigo<br />

94


IDILIO VII<br />

puedo osar. De Talisias se trata esta vez. Unos hombres<br />

amigos ofrecen primicias de mies abundante<br />

y festín a Deméter de espléndido peplo, pues ella<br />

ha colmado sus eras con pingüe medida de grano.<br />

35 Ea, pues, ya que el mismo camino y el tiempo nos unen,<br />

al canto bucóhco démonos y uno del otro<br />

aprenda quizá. También yo de las Musas soy boca<br />

sonora y poeta mejor que ninguno me llaman,<br />

mas no me convencen, por Zeus, pues mis versos no creo<br />

4 0 que al gran samio Sicélidas puedan vencer ni a Filitas,<br />

mas soy una rana que emula croando a los grillos".<br />

Así dije adrede y repuso con dulce sonrisa<br />

el cabrero: 'Te doy el cayado, porque eres retoño<br />

de Zeus, esculpido todo él en verídicos moldes.<br />

4 5 A mí el constructor me es odioso en extremo que emprenda<br />

el alzar una casa que iguale en altura a la cima<br />

del Oromedonte y las aves canoras que graznan<br />

en vano queriendo emular al poeta de Quíos.<br />

Mas, ea, prmcipie sin más el bucólico canto,<br />

5o Simíquidas; yo ... mira, amigo, si tal vez te agrada<br />

esta pequeña canción que hice ha poco en el monte.<br />

Ageanacte tendrá a Mitilene feliz travesía,<br />

aunque el Noto las húmedas olas, estando a Occidente<br />

los Cabritos, agite, y su pie en el Océano moje<br />

5 5 Orion, si a su Lícidas salva, a quien tuesta Afrodita;<br />

pues por él siento un cálido amor que me está devorando.<br />

Los alciones la mar calmarán y el oleaje y el Noto<br />

y el Euro, que incluso revuelve las últimas algas;<br />

los alciones, las aves más gratas, de todas aquellas<br />

6 o que encuentran su presa en el agua, a las glaucas Nereides.<br />

Que todo a Ageanacte le sea propicio en su marcha<br />

a Mitilene y que arribe tras viaje dichoso.<br />

Y yo en aquel día, ceñidas mis sienes de eneldo,<br />

campanillas y rosas, al lado del fuego a tenderme<br />

6 5 iré y en las copas pteleático vino del cráter<br />

echaré y freiránse al calor de la llama las habas.<br />

Y el jergón que debajo tendré llevará encima un codo<br />

de flor de apio crespo y gamón y también de coniza.<br />

Beberé blandamente acordándome de Ageanacte<br />

95


TEOCRITO<br />

7 0 cuando apure mi labio las heces del vino en la copa.<br />

Tañeráme sus flautas un par de pastores, el uno<br />

licopita y el otro de Acamas, y Títiro al lado<br />

de mí cantará cómo a Xénea antaño el boyero<br />

Dafnis amó; las montañas por él sollozaban,<br />

7 5 lloraban los robles que a orillas del Hímeras crecen<br />

mientras él se fundía cual nieve a los pies del gran Hemo<br />

o el Atos o Ródope o Cáucaso, extremo del mundo.<br />

Y también cantará cómo en una gran arca encerrara<br />

vivo un día al cabrero la grande maldad de su dueño<br />

8 0 y cómo del prado acudían con flores suaves<br />

al cedro oloroso las chatas abejas, pues dulce<br />

néctar había vertido la Musa en su boca.<br />

Bendito Comatas, tú fuiste quien estas delicias<br />

gozaste encerrado en el arca y pasaste la buena<br />

8 5 estación por abejas nutrido. ¡Ojalá entre los vivos<br />

estuvieras aun hoy y contigo a pastar en los montes<br />

llevara las bellas ovejas tu voz escuchando<br />

y, bajo los robles o pinos tumbado, tus gratas<br />

canciones me hicieras oir, oh, Comatas divino!"<br />

9 0 Se calló tras aquello y habléle con estas razones:<br />

"Cuando era pastor en los montes, también me enseñaron<br />

a mí, caro Lícidas, cantos preciosos las Musas<br />

que quizá habrá llevado la fama hasta el trono de Zeus.<br />

Pero hay uno que a todos excede y con él voy a honrarte;<br />

95 escúchame, pues, ya que afecto a las Musas te muestras.<br />

Los Amores por mí estornudaron, pues gústale Mirto<br />

a este infeliz como la primavera a las cabras.<br />

Y Arato, a quien quiere Simíquidas más que a ninguno,<br />

lleva en su entraña el deseo de un mozo. Ya sabe<br />

100 Aristis, con mucho el mejor, a quien no prohibiera<br />

Febo mismo cantar junto al trípode con su forminge,<br />

que quema el amor de ese mozo los huesos de Arato.<br />

Haz, ya se trate del blando Fiüno o bien de otro,<br />

que a su abrazo amoroso espontáneamente él acuda,<br />

IOS ¡oh. Pan,el que de Hómole riges los gráciles llanos!<br />

Si lo quieres hacer. Pan amado, tus hombros no azoten<br />

96


IDILIO VII<br />

con cebolla albarrana y tus flancos los mozos de Arcadia<br />

cuando exigua resulte la carne cazada; y, en otro<br />

caso, tu cuerpo picado tus uñas arañen<br />

11 o todo él, entre ortigas te acuestes y encuéntrete el pleno<br />

invierno a la orilla del Hebro, mirando hacia la Osa<br />

y los montes que habita el Edono, y pastor en verano<br />

debas ser del extremo confín de Etiopía, en la peña<br />

de los Blemies, allí donde ya no es visible ni el Nilo.<br />

115 Y vosotros, Amores iguales que rojas manzanas,<br />

dejad Hiétide y Bíblide, fuentes amables, y Ecunte,<br />

la sede escarpada de Dione la rubia, y que hieran<br />

vuestras saetas af bello Fihno; sí, heridle,<br />

miserable, que no compadece a mi amigo aun estando<br />

120 como pera madura; y le dicen ' ¡Ay, ay! ' las mujeres,<br />

' ¡Filino, se pasa, se pasa tu flor deleitable!'<br />

No sigamos de guardia en su pórtico, Arato, ni nuestros<br />

pies cansemos; que sea otro quien sienta, al cantar con el alba<br />

el gallo, penoso torpor; que Molón se extenúe,<br />

125 buen amigo, en palestra tan ardua; nosotros tranquilos<br />

reposemos y al lado a la vieja tengamos que escupa<br />

apartándonos todas las cosas que no nos convienen".<br />

Así dije y a mí su cayado, con suave sonrisa<br />

como antes, me dio, por que fuera amistoso regalo<br />

130 de las Musas; torció hacia la izquierda y se fue por la senda<br />

que a Pixa conduce ; y llegué yo con Éucrito y junto<br />

al hermoso Amintillas a casa del buen Frasidamo<br />

para echarnos gozosos en muelle jergón de flexibles<br />

juncos y de hojas de vid frescamente cortadas.<br />

13 5 Muchos álamos y olmos sus frondas movían encima<br />

de nuestras cabezas y cerca las aguas rituales<br />

de las Ninfas cantaban fluyendo del antro sagrado.<br />

Charlaba la oscura cigarra en la fresca espesura<br />

sin cansarse jamás; desde lejos el sapo ululaba<br />

140 oculto entre zarzas y densos espinos;gemía<br />

la tórtola, alondra y jilguero cantaban, en torno<br />

a las fuentes volaban sin pausa las rubias abejas.<br />

Todo a verano abundante y a frutas olía.<br />

Pródigamente a cubrir nuestros pies y costados<br />

97


TEOCRITO<br />

145 venían manzanas y peras rodando;el ciruelo<br />

con sus ramas de fruto abrumadas el suelo tocaba.<br />

Se quitó a las tinajas la pez de cuatro años. ¡Oh, Ninfas<br />

castáhdes, dueñas del alto Parnaso! ¿Tal era<br />

el cráter acaso que el viejo Quirón para Heracles<br />

150 destapó en la rocosa caverna de Folo? ¿Igualaba<br />

a este néctar, que al lado de su ara a Deméter Haloide<br />

hoy escanciasteis, aquel que impulsó al poderoso<br />

Polifemo, el pastor del Anapo, capaz con montañas<br />

de apedrear los bajeles, a andar por su cueva danzando?<br />

15 5 ¡Ojalá que otra vez pueda yo en el almiar un gran bieldo<br />

clavar y benigna sonría la diosa, cargadas<br />

de amapolas y espigas de trigo teniendo ambas manos!<br />

98


vili<br />

LOS CANTORES BUCÓLICOS<br />

El idilio comparte con VI y IX no sólo el titulo, sino también<br />

muchas similitudes, entre ellas la de comenzar con palabras<br />

de un narrador y la de desarrollarse en Sicilia (56). Los contendientes<br />

del certamen son esta vez el boyero Dafnis (que, a diferencia<br />

de VI, sí pudiera mostrar aquí algunos rasgos del prototipo<br />

mítico, como ser el primero entre todos y casar con una ninfa,<br />

93-94) y el ovejero Menalcas (personaje también en su origen<br />

más o menos legendario y amante de otra ninfa en alguna versión),<br />

ambos desde luego pastores muy cultivados. El arbitro es un cabrero<br />

innominado. El esquema amebeo, estropeado por probables<br />

corruptelas que han producido un verdadero revoltijo en la<br />

numeración y la pérdida de una de las intervenciones de Dafnis,<br />

comprende una alternación (33-60) de estrofas de cuatro versos,<br />

pero, cosa única para Teocrito de que ya se hizo eco nuestra introducción,<br />

en dísticos elegiacos; y dos respectivas tiradas de<br />

ocho hexámetros (63-70 y 72-79) seguidas del discurso en que<br />

el juez premia a Dafnis.<br />

Virgilio, imitador de este poema, lo consideraba evidentemente<br />

como teocriteo, pero la citada anomalía métrica y otras<br />

singularidades (en el rebaño de Menalcas hay cabras según 45,<br />

50 y 63; hasta 84 no se nos dice que los cantores se jugaban una<br />

siringa) han hecho pensar en un "pastiche" escrito por un imitador<br />

de V y VI. Ahora bien, la antigüedad de su tradición (está<br />

en un papiro y los antiguos lo comentan) y el esquema numérico<br />

expuesto en nuestro apéndice lo defenderían como teocriteo<br />

respetando la totalidad de sus versos: no sería suprimido el 77,<br />

casi igual que IX 7 ; no se supondría caída la citada estrofa entre<br />

52 y 53, etc.<br />

Allí también veremos que Menalcas puede ofrecer rasgos<br />

que lo asimilen a Calimaco.<br />

99


Se encontró, según dicen, en la alta montaña Menalcas,<br />

que allí ovejas pastaba, con Dafnis, hermoso boyero.<br />

Rubios de pelo eran ambos, impúberes ambos,<br />

en cantar y tocar la siringa los dos entendidos.<br />

5 Vio a Dafnis, hablóle el primero y le dijo Menalcas:<br />

"Dafnis, guardián de los bueyes que mugen, ¿cantamos?<br />

Ganarte podré si consigo cantar cuanto quiero".<br />

Y Dafnis entonces con estas palabras repuso:<br />

"Pastor de lanudas ovejas, flautista Menalcas,<br />

1 o jamás vencerásme por más que te mates cantando".<br />

Menalcas<br />

¿Quieres, pues, que veamos? ¿Te avienes a que algo<br />

Dafnis<br />

apostemos?<br />

Quiero,sí.que veamos ;avéngome a que algo apostemos.<br />

Menalcas<br />

¿Y qué premio apostarnos podríamos digno del caso?<br />

Dafnis<br />

Yo, un ternero; y tú pon un cordero que oveja parezca.<br />

Menalcas<br />

15 Un cordero no puedo apostar; son severos mi padre<br />

y mi madre, que todas las noches me cuentan las reses.<br />

100


IDILIO Vili<br />

Dafnis<br />

Entonces ¿qué pones? ¿Qué puede llevarse el que<br />

triunfe?<br />

Menalcas<br />

Una hermosa siringa que yo hice de nueve cañones,<br />

revestida con candida cera de arriba hasta abajo;<br />

2 o esto es lo que apuesto, mas nada que tenga mi padre.<br />

Dafnis<br />

También yo una siringa poseo de nueve cañones<br />

revestida con candida cera de arriba hasta abajo;<br />

la armé el otro día y aun hoy me lastima este dedo,<br />

pues abrióse al hacerlo la caña y en él me di un corte.<br />

Menalcas<br />

2 5 Mas ¿quién va a juzgarnos? ¿Habrá quien los cantos<br />

escuche?<br />

Dafnis<br />

Mira, al cabrero llamemos aquel, que a su vera<br />

tiene un perro blanchete que está a las cabritas ladrando.<br />

Gritaron los mozos y vino el cabrero a escucharles;<br />

cantaron los mozos y quiso arbitrar el cabrero.<br />

30 Al canoro Menalcas tocóle iniciar la contienda<br />

y después tomó Dafnis la vez y siguió con el canto<br />

bucólico. Así la canción del primero empezaba:<br />

Menalcas<br />

Valles y ríos, linaje divino, si alguna<br />

vez os gustó el canto del flautista Menalcas,<br />

35 criadle benignos las reses; y Dafnis, si viene<br />

con sus terneras, no goce de peor trato.<br />

101


TEOCRITO<br />

Dafnis<br />

Fuentes y prados y dulce herbazal, si compite<br />

con el ruiseñor la música de Dafnis,<br />

engordad su rebaño; y si el suyo trajere Menalcas,<br />

40 bienvenido sea y abundancia halle en todo.<br />

Menalcas<br />

4 5 Paren gemelos la oveja y las cabras, se llenan<br />

4 6 de abejas los panales, las encinas son altas<br />

4 7 donde pise el hermoso Milón; pero, si se retira,<br />

44 seco queda el pastor y secas las yerbas.<br />

Dafnis<br />

41 Siempre es primavera y hay pastos, rebosan las ubres<br />

42 de leche y engordan las crías allí donde<br />

4 3 ponga Naide la bella su pie; pero, si se retira,<br />

4 8 más se seca el pastor, más las vacas se secan.<br />

Menalcas<br />

Ve al corazón de la selva infinita, marido<br />

so de las blancas cabritas — ¡eh, chivos, al agua! —,<br />

que allí está Milón; vete, mocho, y le das mi recado:<br />

"Proteo, siendo dios, pastoreaba focas".<br />

Dafnis<br />

Menalcas<br />

No quiero la tierra de PeTope, el oro de Creso<br />

poseer, ni vencer al viento en mi carrera,<br />

5 5 mas bajo este peñasco cantar y contigo en los brazos<br />

ver el mar sicélico con mi grey que pace.<br />

102<br />

Dafnis<br />

Para el bosque el mal tiempo es fatal, para el riego la seca,<br />

la red para la fiera, para el ave la trampa.


JDILIO VIII<br />

para el hombre el deseo de tierna doncella. No he sido,<br />

6 0 Zeus, el único amante, que tú también lo fuiste.<br />

Tal cantaron los mozos en copla alternada y con estas<br />

palabras principio al postrero cantar dio Menalcas:<br />

Menalcas<br />

Respétame, lobo, respeta a cabritas y madres;<br />

no abuses; pequeño soy yo para tanto ganado.<br />

65 Lampuro, mi can, ¿tan profundo es el sueño en que<br />

duermes?<br />

Haces mal;es un niño el que al pasto ha salido contigo.<br />

No temáis, ovejitas, de yerba reciente saciaos;<br />

no estaréis hartas aún cuando crezca de nuevo.<br />

Sita, paced y llenad vuestras ubres; que mamen<br />

7 o los corderos y que aun encellar pueda yo lo que sobre.<br />

Y Dafnis al punto empezó con su canto sonoro:<br />

Dafnis<br />

También a mí ayer de su gruta al pasar con mis bueyes<br />

hermoso llamóme una moza de cejas corridas.<br />

Pero no contesté ni siquiera palabras amargas,<br />

7 5 mas puse mi vista en el suelo y seguí mi camino.<br />

7 6 Suave es el mugir de la chota y es suave su aliento<br />

7 8 yes grato en verano dormir junto al agua corriente.<br />

Las bellotas del roble son prez, del manzano su fruta,<br />

8 0 de la vaca el novillo y la vaca a su vez del boyero.<br />

Tal cantaron los mozos y dijo el cabrero en seguida:<br />

"Dulce es, ¡oh, Dafnis!, tu boca y tu voz deleitable;<br />

es preferible a la miel el oir tus canciones.<br />

Las siringas te doy, pues venciste en la prueba. Si acaso<br />

8 5 enseñarme quisieras a mí mientras llevo contigo<br />

el rebaño a pacer, te daré como precio la cabra<br />

mocha que suele hasta el borde llenar mi colodra".<br />

Y el mozo alegróse y saltó y aplaudió ante su triunfo<br />

como cervato que acude triscando a su madre.<br />

103


TEOCRITO<br />

9 o Y el otro afligióse y en su alma quedóse turbado<br />

como la novia que uncida se encuentra a un marido.<br />

Y ya desde entonces fue Dafnis primero entre todos<br />

los pastores y joven casóse con Naide la ninfa.


IX<br />

LOS CANTORES BUCÓLICOS<br />

Otro miembro del trío temático en que hemos hallado VI<br />

y VIII, y también con narrador como ellos, pero más corto. Sobre<br />

el escenario hay dudas, pues a Sicilia apuntaría la mención<br />

del Etna (15), pero, si en 26 se habla de la isla de Icaros o Icaria,<br />

ello indicaría el mar Egeo, a no ser que, según otros, hubiera ahí<br />

mención de la ciudad sfcula de Hícara.<br />

Los cantores son el boyero Dafnis, otra vez sin atributos<br />

míticos, y el pastor Menalcas, cada uno de los cuales recita<br />

siete versos (7-13 y 15-21); pero lo curioso es que el narrador,<br />

con una expresión (30) más o menos equivalente a "si no canto<br />

yo, reviento", añade por su parte una oda de seis (31-36) muy<br />

distinta de las otras y, sin discernir méritos, hace regalos a los dos.<br />

Todo esto, y el hecho, como en VIII, de que en el rebaño<br />

de Menalcas figuren alternativamente vacas (3) y cabras (17), ha<br />

hecho pensar que el idilio, aunque anterior a Virgilio, que lo utilizó,<br />

puede ser producto de una fusión de textos heterogéneos<br />

por obra de un imitador. Mosco en opinión de algún comentarista.<br />

Sin embargo, no sólo supondría pertenencia genuina a Teocrito<br />

la aceptación del esquema sugerido en nuestro apéndice, sino<br />

que, conservando en el verso 29 la lección de los códices frente<br />

a una conjetura, podríamos traducir que canté a los pastores<br />

antaño y desgajar del poema propiamente dicho los nueve últimos<br />

versos, himno a las Musas que constituiría el epílogo de la<br />

colección bucólica.<br />

105


Entona el bucólico canto, comienza el primero,<br />

Dafnis, con él y que siga en seguida Menalcas;<br />

dejad que a las vacas los chotos acudan y el toro<br />

a la que aun no parió y que con ella el follaje recorra<br />

5 sin dejar el rebaño; tú a mí cántame desde donde<br />

estás y a su vez desde allá te responda Menalcas.<br />

Dafnis<br />

Dulce es la voz del ternero y la vaca y es dulce<br />

la siringa que toca el boyero y también son mis cantos.<br />

Junto al fresco arroyuelo un jergón me he hecho yo con las<br />

bellas<br />

1 o pieles de todas mis blancas novillas que desde<br />

la atalaya el lebeche tiró cuando estaban comiendo<br />

madroños; me importa tan poco el ardor del verano<br />

como el consejo del padre y la madre a quien ama.<br />

Así Dafnis a mí me cantaba y Menalcas repuso :<br />

Menalcas<br />

15 Etna, mi madre, también yo poseo una cueva<br />

preciosa entre cóncavas rocas y allí cuanto en sueños<br />

puede uno ver, muchedumbre de ovejas y cabras<br />

cuyos vellones rodean mis pies y cabeza.<br />

Aso tortas con lefia de encina o, cuando hace mal tiempo,<br />

2 o secas bellotas y tanto el invierno me importa<br />

como al hombre sin dientes las nueces si tiene pasteles.<br />

106<br />

Yo aplaudíles y al punto les hice regalos: a Dafnis<br />

un cayado le di que en el campo paterno naciera


IDILIO IX<br />

ya hecho así y que mtachable resulta a cualquier artesano<br />

2 5 y al otro una bella bocina que vi en unas rocas<br />

icarias ~ su carne cortada en pedazos los cinco<br />

compañeros comimos — y a que él sacó un son con su soplo.<br />

Musas bucóUcas, mucho os saludo y os ruego<br />

que los cantos mostréis que escuché a los pastores entonces,<br />

3 0 no sea que vaya a llenarse de ampollas mi lengua.<br />

La cigarra amará a la cigarra, la hormiga a la hormiga,<br />

el halcón al halcón y a mí, en cambio, la Musa y las odas.<br />

De ellas se pueble mi casa, pues no son más dulces<br />

la primavera ni el sueño; como ama la abeja<br />

3 5 a la flor, así quiero a las Musas; aquel a quien miran<br />

con gozo, ningún daño tema de Circe y sus drogas.<br />

107


LOS JORNALEROS O SEGADORES<br />

Es un buen idilio, con escenografía y caracteres poco<br />

usuales: quizá se desarrolle en Cos, isla con que tiene algo que<br />

ver el nombre Polibotas de 15. La época es la de la siega, el mes<br />

de mayo: recuérdense ciertos versos de Hesíodo, con quien coinciden<br />

en algo 42-55.<br />

A un diálogo sin narrador de dos segadores (1-23) sigue,<br />

esta vez sin certamen, un canto de Buceo (24-37); tras elogios<br />

irónicos de Milón (38-41), la oda de éste, en el mismo número<br />

de versos (42-55), de tipo artesanal y que él dice inspirada por el<br />

legendario Litierses, hijo del rey frigio Midas y compositor de<br />

cantos de este tipo; y al final, una especie de sobria moraleja del<br />

mismo pastor (56-58).<br />

Muy interesante resulta el contraste de personajes: Milón<br />

es mayor, tiene más experiencia, practica una filosofía utilitaria<br />

y prosaica sin muchas concesiones a la poesía; Buceo, menos<br />

cuajado y probablemente mimado por su madre, con la que vive<br />

(58), se muestra incurablemente sentimental y enamoradizo. Su<br />

amada Bombica es persona de ínfima categoría social (flautista<br />

según 16) y extremadamente fea para los gustos griegos, con tez<br />

negra que le da (26) un aspecto oriental, pero ello no importa a<br />

su amante, cuyo temperamento vago y blando recuerda al del<br />

cabrero de HL<br />

Teocrito describe magníficamente el ambiente rústico en<br />

que se mueven personas modestísimas, aunque Buceo posee un<br />

pequeño campo (14).<br />

108


Milón<br />

¿Qué tienes hoy, infeliz jornalero Buceo?<br />

¿No llevas, como antes llevabas, tu camba derecha<br />

ni siegas al ras del vecino, mas vas rezagado<br />

al igual que la oveja que tiene una espina en la pata?<br />

¿Cómo a la tarde estarás y en lo fuerte del día<br />

si no hincas el diente al sembrado en los mismos principios?<br />

Buceo<br />

Milón, segador incansable, más duro que piedra,<br />

¿jamás te ha ocurrido el echar a un ausente de menos?<br />

Milón<br />

Jamás: ¿qué nostalgia un obrero tendrá del que falta?<br />

Buceo<br />

¿Jamás por amor te has pasado despierto la noche?<br />

Milón<br />

Ni me ocurra, que el perro no debe habituarse a la tripa.<br />

Buceo<br />

Pues hace ya casi diez días que yo ando prendado.<br />

Milón<br />

Bebes, pues, en tinaja y a mí ni el vinagre me llega.<br />

109


TEOCRITO<br />

Buceo<br />

¡Si desde la siembra no he dado a mi campo un mal<br />

15 ¿Quién es ella?<br />

Milón<br />

Buceo<br />

golpe!<br />

La de Pohbotas, flautista en là casa<br />

de Hipoción anteayer para aquellos que estaban segando.<br />

Milón<br />

¡Los dioses castigan al malo! Tendrás por la noche<br />

la rezandera del campo y sus garras encima.<br />

Buceo<br />

A burlarte ya empiezas, mas no sólo Pluto está ciego,<br />

2 o también el impúdico Amor; no te llenes la boca.<br />

Milón<br />

No me lleno la boca; tú corta la mies y dedica<br />

entre tanto a la moza tu canto amoroso y con ello<br />

mejor segarás; te gustaba la música antaño.<br />

Buceo<br />

Musas de Pieria, cantadme a la esbelta muchacha,<br />

25 pues aquello que, ¡oh, diosas!, tocáis en hermoso se torna.<br />

Bombica graciosa, de siria motejante todos,<br />

de seca y tostada, mas yo por miel dulce te tengo.<br />

Oscura es la viola y también los inscritos jacintos,<br />

mas los escogen primero al hacer las coronas.<br />

30 La cabra el codeso persigue y el lobo a la cabra<br />

y la grulla va en pos del arado y por ti yo enloquezco.<br />

Ojalá las riquezas tuviera de Creso el famoso,<br />

pues en oro los dos nos alzáramos para Afrodita,<br />

110


IDILIO X<br />

tú con tu flauta o quizás una rosa o manzana,<br />

3 5 yo con nuevo calzado de Amidas y buenos vestidos.<br />

Bombica graciosa, tus pies son cual tabas, beleño<br />

es tu voz; para hablar de tus aires palabras me faltan.<br />

Milón<br />

¡No supimos que Buco era autor de tan bellas canciones!<br />

¡Qué bien calculó la armonía y metió en ella el ritmo!<br />

4 0 ¡Qué tontamente déjeme crecer esta barba!<br />

Veamos qué canto compuso el divino Litierses.<br />

¡Deméter, la rica en espigas y frutos, que fácil<br />

se presente la mies y que mucha cosecha nos traiga!<br />

Apretad las gavillas de espigas, no pase quien diga:<br />

4 5 " ¡Hombres de higuera, perdido el jornal que les paguen!"<br />

Al céfiro o viento boreal mire el tajo de vuestra<br />

hoz, porque luego podrán madurar las espigas.<br />

Huid de la siesta al trillar, porque entonces es cuando<br />

más fácilmente la paja del grano se aparta;<br />

5 0 y, en cambio, la siega empezad con la alondra que trina<br />

y con ella cesad, pero no trabajéis cuando quema.<br />

Envidiable es, ¡oh, mozos!, la rana y su vida, pues nada<br />

le preocupa quién deba escanciarle, que el agua le sobra.<br />

Hierve mejor las lentejas, avaro intendente;<br />

5 5 no vayas tu mano a cortar rebanando el comino.<br />

Esto es lo que debe cantar quien al sol se fatiga;<br />

y ese tu amor muerto de hambre. Buceo, es un cuento<br />

que puedes contar a tu madre temprano en la cama.<br />

111


XI<br />

EL CICLOPE<br />

La versión que presentamos aquí ofrece algunas variantes<br />

respecto a la que anticipamos en las págs. 171-173 de Sobre un<br />

ensayo de versión rítmica de los bucólicos (Genethliakon<br />

Isidorianum, Salamanca, 1975, 161-175). En cuanto a esta introducción,<br />

conviene leer con ella los textos no bucólicos recogidos<br />

sobre Polifemo y Calatea, los de VI y VII y otros de Mosco<br />

y.Bión.<br />

El poema tiene implicaciones biográficas. Ya se habló en<br />

la introducción a Teocrito de su amistad con el médico Nielas,<br />

que probablemente era muy joven a la sazón, pues como adolescente<br />

(9) se presenta también a Polifemo. El amigo, mediocre<br />

poeta por lo demás (a él se deben los epigramas 77-84 de nuestra<br />

Antología Palatina, de los que se leerán 81-82 y el último),<br />

está por lo visto enamorado: el bucólico (cuyos idilios XIII y<br />

XXVIII, aquí no recogidos, muestran, como el epigrama 365,<br />

también relación con Nielas) ironiza finamente sobre ello. No<br />

hay que ir a los médicos, que además son caros (80-81), para curarse<br />

de los males de amor; el Ciclope (la idea, se recordará, es<br />

de Filóxeno) encontró una magnífica catarsis en la música; Calimaco,<br />

como vimos, añadió otra buena droga.<br />

El personaje central, en el escenario típico de este mito,<br />

cercano al Etna (47), presenta características muy similares a<br />

las del de VI, con sus patéticas ingenuidad y fanfarronería expresadas<br />

en las razones con que quiere convencer a Calatea (él<br />

no se encuentra tan feo, es rico, canta bien, hace regalos, está<br />

perfectamente alojado, etc.) a lo largo de 19-71; a partir de lo<br />

cual (72-79), en resignados conceptos que hizo definitivamente<br />

inmortales el Virgilio de II (a lo que hay que agregar la franca<br />

traducción abreviada de 42-49 en la égloga IX 39-43 y algún eco<br />

en V), piensa en abandonar su al parecer desesperada empresa.<br />

Nicias contestó al poema con poca gracia a juzgar por los<br />

dos únicos versos que conocemos (Teocrito, tienes razón, mas<br />

112


IDILIO XI<br />

también los Amores / hicieron poetas de muchas personas incul-<br />

tas), en que, con imitación de Eurípides (fr. 666 N.), se contra-<br />

pone, a la poesía como sanadora del amor, el amor como sana-<br />

dor de la ignorancia.


No hay, Nicias amigo, otras drogas, a mí me parece,<br />

contra el amor ni tampoco otro ungüento ni polvos<br />

que las Piérides, pócima dulce y ligera a que el hombre<br />

podrá recurrir si la encuentra, lo cual es difícil.<br />

5 Lo sabes tú bien: eres médico y te aman las nueve<br />

Musas de modo especial. Ese fue por lo menos<br />

el remedio mejor para nuestro Ciclope, el antiguo<br />

Polifemo, que amó a Calatea cuando un fino bozo<br />

apenas su labio sombreaba y sus sienes. Y cosa<br />

1 o no era su amor de manzanas o rosas o rizos,<br />

mas locura completa que todo lo humano ignoraba.<br />

Al aprisco a menudo las propias ovejas volvían<br />

desde el verde herbazal mientras él se agotaba cantando<br />

a la moza del alba al ocaso en las playas algosas<br />

15 y llevando en el alma la peor de las llagas, aquella<br />

con que le hiriera la flecha de Cipris la grande.<br />

Pero supo la droga encontrar y cantó de este modo<br />

mirando hacia el mar y sentado en un alto peñasco:<br />

"¿Por qué,Calatea,no aceptas mi amor, tú que excedes<br />

2 0 a la leche cuajada en blancura, en ternura al carnero,<br />

al ternero en ardor, en el brillo a las uvas agraces,<br />

y vienes así cuando el dulce sopor me posee<br />

y en seguida te vas cuando el dulce sopor me abandona<br />

y huyes de mí como oveja del lobo canoso?<br />

2 5 De ti me prendé el mismo día en que niña viniste<br />

con mi madre, queriendo en el monte la flor del jacinto<br />

coger, mientras yo como guía el camino os mostraba.<br />

Y, después que te vi, ya mi amor no ha cesado hasta ahora,<br />

pero nada, por Zeus, nada a ti se te da de mis cuitas.<br />

3 0 Y yo sé muy bien, bella moza, por qué me rehuyes,<br />

porque tengo a lo largo de toda la frente una ingente<br />

ceja peluda que a entrambas orejas me llega<br />

114


IDILIO XI<br />

y un solo ojo y mis chatas narices encima del labio.<br />

Pues bien, siendo así, mil ovejas al pasto yo llevo,<br />

3 5 las ordeño y con ello me bebo la más rica leche.<br />

Ni me faltan tampoco en verano y otoño los quesos<br />

ni en el más crudo invierno, en que llenas están mis encellas.<br />

Ni hay Ciclope ninguno que aquí la siringa domine<br />

como yo cuando canto por ti, manzanita querida,<br />

4 0 en la noche cerrada y a solas. Te crío once ciervas<br />

de cuello moteado y también cuatro oseznos te guardo.<br />

Ven, pues, junto a mí, porque nada a perder vas con ello.<br />

Deja al mar glauco que venga a chocar con la costa;<br />

mejor pasarás en mi cueva conmigo la noche.<br />

4 5 Hay laureles allí con cipreses esbeltos y negra<br />

yedra, una viña que frutos hermosos produce<br />

y agua fresca, bebida divina que el Etna abundante<br />

en árboles hace fluir de sus cimas nevadas.<br />

¿Quién prefiriera antes que esto la mar y las olas?<br />

5 0 Y, si yo te parezco tal vez demasiado velludo,<br />

en mi hogar tengo leña de encina y un fuego insaciable;<br />

por ti me dejara quemar hasta el alma o mi solo<br />

ojo, que es para mí lo más dulce que tengo en la vida.<br />

¡ Ay! ¿Por qué no me dio unas agallas mi madre al parirme?<br />

5 5 Hasta ti bucear yo podría y besarte la mano,<br />

pues tu boca me niegas; Uevárate candidos lirios<br />

• y amapolas suaves con pétalos rojos ornadas;<br />

mas aquél en invierno florece y esta otra en verano,<br />

por lo cual no podría a la vez regalarte con todos.<br />

6 0 Pero, en fin, aprender a nadar de momento, mi niña,<br />

quisiera, si algún extranjero en su nave aquí llega,<br />

por saber cómo os puede ser grato el vivir en el fondo.<br />

Sal, Calatea, y, cuando hayas sahdo, te olvidas<br />

de volver a tu casa como hago yo aquí en este asiento.<br />

6 5 ¡Ojalá que quisieras conmigo pastar las ovejas<br />

y su leche ordeñar y hacer quesos con ácido cuajo!<br />

De mi madre me quejo, pues de ella es entera la culpa,<br />

que jamás una buena palabra ha acudido a decirte<br />

en mi nombre aunque vea que estoy cada día más flaco.<br />

7 0 Le diré que palpitan al tiempo mis pies y cabeza<br />

y así sufrirá, pues también yo padezco lo mío.<br />

¡Ay! ¿Adonde, Ciclope, Ciclope, voló tu cordura?<br />

Si a trenzar te pusieras un zarzo o coger el forraje<br />

115


TEOCRITO<br />

que al ganado debieras llevar, más sensato estarías.<br />

7 s ¡Ordeña a la oveja presente y la esquiva no busques!<br />

¡Hallarás Calateas tal vez más hermosas aun que ésta!<br />

Muchas mozas me piden que juegue con ellas de noche<br />

y todas se ríen conmigo si caso les hago.<br />

Está claro que en tierra también yo parezco ser alguien'<br />

8 o Tal era el trato que daba a su amor el Ciclope<br />

y más conseguía cantando que dando dinero.<br />

116


XII<br />

EL QUE ESCUCHA<br />

Es poco pastoril, salvo en 3-7, este monólogo algo frío de<br />

amor homosexual triunfante que, como todos los de su género,<br />

corre el riesgo de la monotonía. Teocrito ha estado por debajo<br />

de su nivel habitual, sin la habilidad con que en otros poemas sabe<br />

encubrir sus preocupaciones intelectuales, como la preocupación<br />

por la posteridad (11) o los motivos para lucimiento erudito.<br />

Ya el propio título y los versos 13-14 se basan en dos raras<br />

palabras técnicas que, en Laconia y Tesalia respectivamente, designaban<br />

al amante "masculino", mayor en edad y preceptor en<br />

cierto modo (eispnelos, literalmente "el que inspira"), que es<br />

quien canta, y al "femenino" y más joven (aítes, literalmente<br />

"el que escucha"), que ha regresado tras una ausencia. Y también<br />

es libresca la alusión a otro famoso amante, el ateniense Diocles,<br />

que se refugió en Mégara, murió defendiendo a su amado en una<br />

batalla y fue celebrado con la instauración de unos juegos; lo<br />

cual aprovecha el poeta para hablar de un certamen que, aunque<br />

parezca hoy grotesco, existía en aquella ciudad tan dada, como<br />

otros pueblos dóricos, a la pederastia: un concurso de besos a<br />

cuyo arbitro, claro está, envidia este enamorado.<br />

Algunos ecos de Filitas embellecen la poesía. En cuanto a<br />

lugar y fecha, tal vez se haya escrito en Cos (pero la creencia de<br />

que los mentirosos se delatan por sus narices, 24, es siciliana) y<br />

en fecha indeterminada. Se ha supuesto que en 5-6 hay una alusión<br />

a Arsínoe, la hija de Ptolemeo I Soter y Berenice a que hacíamos<br />

referencia en la introducción a Teocrito y que casó tres<br />

veces, con Lisimaco, con su hermanastro Ptolemeo Cerauno y<br />

con su hermano Ptolemeo Filadelfo : si esto hubiera sido escrito<br />

en vida de ella, tendríamos un rasgo malévolo impropio del carácter<br />

bondadoso de Teocrito; si después del 270, en que murió<br />

ella, una gratuita inelegancia. Probablemente no hay aquí más<br />

que una casualidad.<br />

117


¡Viniste, querido, viniste después de dos noches<br />

y auroras! En un solo día envejecen los que aman.<br />

Como la primavera es mejor que el invierno y derrota<br />

la manzana a la endrina, el vellón de la oveja es más suave<br />

5 que el del carnero, aventaja la virgen a aquella<br />

que tres veces casó, con la cierva el ternero no puede,<br />

el ruiseñor mejor canta que todas las aves,<br />

así me alegré con tu vuelta cual corre el viajero<br />

huyendo del fuego del sol a la encina copuda.<br />

1 o Ojalá los Amores a entrambos su armónico soplo<br />

dirijan y tema seamos de cantos futuros:<br />

"Estos fueron mortales divinos de tiempos antiguos:<br />

uno el que inspira, según el dialecto amicleo;<br />

otro el que escucha, que así los Tesalios dirían.<br />

15 Hubo mutuo equilibrio en su amor; ¡realmente eran de oro<br />

los hombres que vieron el siglo en que amaba el amado! "<br />

Noticias me lleguen, incluso pasadas doscientas<br />

generaciones, ¡oh, dioses que nunca sois viejos!,<br />

al Aqueronte, ese río del cual no se vuelve:<br />

2 0 "El amor que te unió a aquel muchacho gracioso no hay<br />

nadie,<br />

sobre todo si es mozo, que no lo celebre sin pausa".<br />

Pero esto a los dioses celestes incumbe y aquello<br />

que quieran harán; yo aquí voy a cantar tus virtudes<br />

sin temor a que pueblen mi esbelta nariz las verrugas.<br />

2 5 Pues cualquier daño que me hagas lo sanas al punto<br />

y con ello me alegras el doble y me voy más dichoso.<br />

Megareos niseos, que así descolláis con el remo,<br />

felices viváis, pues tan bien atendisteis al huésped<br />

ático. Diocles, el buen amador de su amigo.<br />

30 Cuando empieza cada año la buena estación, en concurso<br />

de besos se apresta a luchar una turba de mozos<br />

118


IDILIO XII<br />

y aquel que de modo más dulce en los labios sus labios<br />

imprima, a su madre retorna cargado de premios.<br />

;Feliz el que entre ellos arbitre la erótica pugna!<br />

3 S ;Quizá pedirá a Ganimedes, el de ojos brillantes,<br />

que su boca se torne en la piedra de Lidia que emplean<br />

los cambistas por ver si es auténtico el oro o postizo!


XIV<br />

ESQUINAS Y TIÓNICO<br />

Escrito en un lugar indeterminado, probablemente en Cos,<br />

de cuya relación con Egipto tratábamos en la introducción a este<br />

autor. Sería difícil definir el poema, algo mímico, pues en el<br />

diálogo se intercala una viva y chispeante escena, y algo cortesano,<br />

con claros elogios a Ptolemeo Filadelfo que recuerdan lo dicho<br />

en torno a XII y XVII (en dicha introducción) y lo que se<br />

verá sobre XV. Otra vez, por cierto, se plantea un problema cronológico,<br />

el de si no sería espinoso, antes del 270, año, como se<br />

dijo, de la muerte de Arsínoe, el aludir a escarceos extramatrimoniales<br />

de su marido y hermano (61): si el canto es posterior, se<br />

explicaría también que no sea mencionada.<br />

Aunque no faltan los cultismos (mención de la rara dieta<br />

pitagórica, 5-7; un conocido oráculo, 49, en que Apolo ridiculizó<br />

a los de Mégara), equilibrados con oportunos refranes y modismos<br />

(43, 51), el idilio revela la gran habilidad de Teocrito para<br />

trazar tipos humanos como el labrador Esquinas (14), rico<br />

(14-17), impulsivo (10, 34), demasiado viejo ya (28, 68-69) para<br />

hacer el ridículo con su delgadez y pelambre (3-4), y Tiónico,<br />

más sosegado y práctico, cuyo consejo sobre una entrada en el<br />

cómodo servicio del rey puede resultar eficaz como en el caso<br />

de Simo (53-54). Y más notable es aún que Cinisca (20-48), sin<br />

decir una sola palabra, aparezca con rasgos inolvidables en este<br />

bello cuadro pueblerino, verdadera anticipación de comedias<br />

de Menandro en que la figura del viejo amante impaciente y grosero,<br />

soldado además, como Ig será Esquinas, en La tonsurada y<br />

El misántropo, ha quedado inmortalizada.<br />

120


Esquinas<br />

Mucho saludóte, Tiónico amigo.<br />

Tiónico<br />

a Esquinas yo. ¡Cuánto tiempo!<br />

Esquinas<br />

Tiónico<br />

Esquinas<br />

No van bien mis asuntos, Tiónico.<br />

Tiónico<br />

Sí, sí.<br />

estás y con tanto bigote y cabellos tan lacios.<br />

5 Así un pitagórico vino anteayer, paliducho<br />

todo él y descalzo, ateniense diciéndonos que era.<br />

¿Quizá enamorado?<br />

Esquinas<br />

Y lo mismo<br />

¿Qué te pasa?<br />

Flaco por eso<br />

121


122<br />

TEOCRITO<br />

Tiónico<br />

Esquinas<br />

¡Tal vez de la harina cocida!<br />

Te chanceas, amigo. Es que a mime desdeña la amable<br />

Cinisca y me va a volver loco; ni un pelo me falta.<br />

Tiónico<br />

10 Así fuiste tú, Esquinas, siempre, un poquito impaciente,<br />

queriéndolo todo a tu modo; mas dime qué ocurre.<br />

Esquinas<br />

El Argivo conmigo y con Agis, tesalio que trata<br />

en caballos, estaba bebiendo y también Cleonico,<br />

el soldado, en mi casa del campo. Yo había matado<br />

15 un lechón y dos pollos y un b ib lino abrí para todos<br />

que, teniendo cuatro años, olía a lagar todavía.<br />

Saqué caracoles, cebolla; el festín era grato<br />

y, al animarse, acordamos que todos con vino<br />

puro fueran brindando y diciendo por quién lo bebían.<br />

2 0 Nosotros citábamos nombres, pero ella, aunque estaba<br />

yo allí, se calló. ¿Qué creerás que sentía yo entonces?<br />

"¿Viste a Lico?", dijo alguien en broma, y se puso tan roja<br />

que podrías haber encendido un candil en su cara.<br />

Lico es el hijo de Labas, que vive aquí cerca,<br />

2 5 un mozo alto y fino y que a muchos hermoso parece;<br />

por ése es por quien la quemaba su llama amorosa.<br />

Ya a mí por lo bajo me habían llegado noticias,<br />

mas no averigüé, que de nada me sirve esta barba.<br />

El caso es que, estando los cuatro ya en pleno festejo,<br />

30 empezó el Lariseo, el muy bruto, a cantar una copla<br />

tesaha, "A mi Lico", y Cinisca se puso de pronto<br />

a llorar con más llanto que cuando una niña de cinco<br />

años reclama a su madre que en brazos la coja.<br />

Yo entonces, tú ya me conoces, le di un puñetazo<br />

3 5 y luego otro en la sien; remangóse ella entonces el peplo<br />

y corriendo se fue. "¿No te gusto, mi ruina? ¿Hay alguno<br />

más grato escondido en tu seno? ¡Calienta a otro amigo!


IDILIO XIV<br />

¿Es por él por quien gimes? ¡Pues anda y llorando revienta!"<br />

Suele volar, a sus pollos llevando un bocado,<br />

4 0 la golondrina al alero y dejarlo ágilmente;<br />

pues más rápida que ella se alzó de su asiento mullido<br />

Cinisca y marchóse a través del vestíbulo y puerta:<br />

como dice el refrán, ya se fue por los montes el toro.<br />

Veinte días, luego ocho con nueve y con diez y otros once<br />

4 5 hasta el de hoy; con dos más son dos meses que no está<br />

conmigo<br />

y ni sabe siquiera si el pelo yo llevo a la tracia.<br />

Ahora ya todo es Lico; las puertas se le abren de noche<br />

a Lico y nosotros ya nada para ella contamos,<br />

"Megareos cuitados de la úhima clase de todas".<br />

5 0 Y, si me resignara, las cosas quizá se arreglasen;<br />

pero soy, como dicen, ratón que en la pez ha caído<br />

y no sé si hay droga que cure el amor imposible<br />

a no ser la de Simo, que tiene mi edad y que en barco<br />

se fue y ya no amaba al volver a una dura muchacha.<br />

5 5 Yo también a ultramar marcharé y no seré el mejor hombre<br />

ni el peor de la tropa, un soldado común como hay tantos.<br />

Tiónico<br />

Ojalá los asuntos te salgan cual tú lo deseas;<br />

mas, si decides por fin expatriarte, sería<br />

el mejor pagador Ptolemeo para un hombre libre.<br />

Esquinas<br />

6 0 Mas ¿cómo es su persona en los otros aspectos?<br />

Tiónico<br />

Muy buena;<br />

culto y amable, galante, agradable en extremo;<br />

conoce al amigo y mejor todavía al contrario,<br />

da muchas cosas a muchos y nunca se niega,<br />

como es propio de un rey; pero no hay que estar siempre<br />

pidiendo,<br />

6 5 Esquinas. ¿Plácete, pues, abrocharte la capa<br />

en el hombro derecho y plantar ambos pies con arrojo<br />

123


TEOCRITO<br />

para afrontar el ataque de un bravo guerrero'?<br />

;A Egipto en seguida! Las sienes de todos se ponen<br />

grises y van nuestra barba blanqueando los años.<br />

7 o ;Algo hay que hacer mientras fuertes estén las rodillas!


XV<br />

LAS SIRACOSIAS O LAS DEVOTAS DE ADONIS<br />

Es justamente famoso este gran idilio de Teocrito, cuyo<br />

carácter ciudadano (las alusiones a las aglomeraciones, 5, grandes<br />

distancias, 8, problemas de tráfico, 45, resultan sobrecogedoras<br />

para un hombre de hoy) no podía impedirnos, como dijimos,<br />

que lo recogiéramos aquí, como tampoco el II.<br />

Se dice desde antiguo que la obra está inspirada en otra de<br />

Sofrón, uno de cuyos fragmentos antes leíamos, titulada Las<br />

que van a los juegos ístmicos, indudablemente un mimo "femenino".<br />

También aquí predominan las mujeres: Praxínoa, a quien<br />

recoge la visitante en su casa, charlatana, curiosa, suelta de palabra<br />

(85-95), descontentadiza respecto a su domicilio (8-9), su<br />

marido (8-10, 15-17), su criada (27-31), aficionada a vestir bien<br />

(36-37) y cuidadosa de su peinado (39); su amiga Gorgo, más<br />

pacífica, aunque se sume a las quejas matrimoniales en 18-21 y<br />

147-148; una vieja sentenciosa, la cantante de que hablaremos, a<br />

las que hay que sumar, como personajes mudos, además del niño<br />

Zopirión, hijo de Praxínoa, a tres siervas, Éutiquis y Éunoa, que<br />

acompañan respectivamente a Gorgo y Praxínoa, y la Frigia,<br />

ama que se queda en casa. Pero con ellas encontramos a dos pintorescos<br />

varones, un misógino y un grosero.<br />

En fin, una perfecta descripción de tipos en no menos logrado<br />

juego escénico, lleno de variedad, con sus cinco escenas independientes<br />

(en la vivienda, 1-43; en la calle, 44-64; ante el palacio,<br />

65-77; dentro de él, 78-144, con la adición, desde 100, de<br />

la canción que eleva el tono artístico y calma los nervios; y otra<br />

vez delante del gran edificio, en la despedida, 145-149, puesto<br />

que Gorgo se irá directamente a casa) y el mérito añadido de<br />

que el poeta no expresa ni un solo sentimiento en su propio<br />

nombre, sino que con inmenso acierto deja intuir los matices al<br />

lector o espectador. Por ejemplo, la localización social: las dos<br />

vecinas de Alejandría pertenecen a un tipo de burguesía más<br />

bien baja que, aunque no especialmente invitada a la fiesta, está<br />

125


TEOCRITO<br />

orgullosa de pertenecer al superestrato griego (46-50) frente a la<br />

plebe egipcia mal educada y llena de malas mañas, a lo cual se<br />

agrega un segundo motivo de vanidad, el proceder nada menos<br />

que de Siracusa (89-95) hablando un dialecto un poco chocante,<br />

por su abundancia de vocales abiertas, pero tan digno comò el<br />

que más.<br />

Merece muy especial mención (ya en la introducción a<br />

Teocrito nos referimos a ello) el enfoque de esta obra como poema<br />

cortesano. Los elogios de Ptolemeo Filadelfo (22-24, 46-47),<br />

de sus divinizados padres Ptolemeo Soter (46-47) y Berenice<br />

(22-24, 106-111), de la reina Arsínoe (cuya muerte citamos en<br />

la introducción a XII y que aquí vive todavía, lo cual fecha el<br />

idilio entre el 276 y el 270), inteligente y variadamente repartidos<br />

a lo largo del mismo, debieron de gustar mucho a la corte,<br />

tanto más cuanto que en el año en cuestión dio gran relieve a la<br />

celebración de Adonis una carrera de carros en el hipódromo cuyos<br />

preparativos, con los vehículos y caballos por las calles, presenciamos<br />

en 5, 44 y 51-52. Respecto a lo cual observa Teocrito<br />

que la situación en ellas, aun siendo embarullada, ha mejorado<br />

con este rey (46-47).<br />

Porque, en efecto, se trata de las fiestas rituales, especialmente<br />

consagradas a las mujeres, que conmemoran (más adelante<br />

se verán otros textos importantes) a Adonis, amante sirio de<br />

Afrodita que fue muerto por un jabalí y que, en una representación<br />

más del eterno teodrama de la cosecha, pasa medio año sobre<br />

tierra (el grano en el campo de la buena estación) y el otro<br />

medio en el Hades (desde la siembra hasta la aparición de las espigas)<br />

dando lugar en consecuencia a dos festividades muy distintas,<br />

la alegre de la primera jornada, en que se celebra, a fines<br />

de junio, el regreso del divino mancebo y su reencuentro con<br />

Afrodita, y la luctuosa que, al día siguiente, llora su muerte<br />

violenta o su vuelta al Hades o las dos cosas.<br />

Aunque el texto es algo ambiguo, puede suponerse que en<br />

los jardines del palacio, y dispuesto todo para su contemplación<br />

por parte del pueblo, al que cantoras famosas como ésta irían<br />

entreteniendo, había suntuosos tapices (que, bordados parcialmente<br />

en plata, representaban a Adonis moribundo o muerto y<br />

a Afrodita); macizos o macetas, típicos de este culto, con figuras<br />

de Amores; mesas con toda clase de frutos, pasteles, perfu-<br />

126


IDILIO XV<br />

mes, etc. destinados al sucesivo banquete para los escogidos; y,<br />

en uno de los bosquecillos, la cama de oro y ébano cuyas patas<br />

ostentarían en marfil a Ganimedes arrebatado por el águila y<br />

en que otra vez está yacente la celestial pareja.


Gorgo<br />

¿Está en casa Praxínoa?<br />

Praxínoa<br />

Sí. ¡Cuánto tiempo, querida<br />

Gorgo! ¡Milagro que vienes! Acerca un banquillo,<br />

Eunoa, pon un cojín.<br />

Gorgo<br />

Ya está bien.<br />

Praxínoa<br />

Gorgo<br />

Toma asiento.<br />

¡Ay, qué locura! ¡Por poco no llego a tu casa<br />

5 con tal muchedumbre, Praxínoa, y carros por todas<br />

partes y botas y tipos con capa vestidos<br />

y la calle infinita, pues cada vez vives más lejos!<br />

Praxínoa<br />

¡El muy loco se fue al fin del mundo y tomó una<br />

guarida,<br />

que no casa, queriendo que tú mi vecina no fueras,<br />

1 o por molestar, siempre igual, mala bestia envidiosa!<br />

128


IDILIO XV<br />

Gorgo<br />

No llames eso, querida, a Dinón, tu marido,<br />

estando presente el pequeño: ya ves qué ojos pone.<br />

¡Zopirión, no es papá ese del que habla, no temas, mi vida!<br />

Praxínoa<br />

¡Sí, por la diosa, lo entiende muy bien!<br />

Gorgo<br />

Praxínoa<br />

¡Papá es bueno!<br />

15 Pues a ese papá el otro día le dije que fuera<br />

a la tienda a comprarme natrón y unas algas y vino<br />

trayéndome sal: ¡y es un hombre que mide cien codos!<br />

Gorgo<br />

Así el mío también: ¡un desastre comprando es<br />

Dioclidas!<br />

¡Siete dracmas por cinco vellones de pelo de perro<br />

2 0 de ése que llena de calvas las viejas alforjas,<br />

trabajo y basura! Tu manto y mantón, en fin, coge<br />

y a Adonis nos vamos a ver al palacio del rico<br />

Ptolemeo, pues dicen que está preparando la reina<br />

algo precioso.<br />

Praxínoa<br />

¡En la casa del grande, a lo grande!<br />

Gorgo<br />

25 Cuando visto lo tengas, podrás a los otros contarlo;<br />

pero hay ya que marchar.<br />

129


TEOCRITO<br />

Praxínoa<br />

¡El gandul está siempre de fiesta!<br />

Éunoa, coge el hilado y lo dejas en medio<br />

como ayer, desgraciada. ¡A los gatos les gusta lo blando!<br />

¡Muévete, ven con el agua! ¡Le pido yo el agua ·<br />

30 y me trae el jabón! Es igual, dámelo. ¡Pero menos,<br />

bribona! ¡Echa el agua! ¡Mi túnica, no me la riegues!<br />

Ya me lavé bien o mal. ¿Y la llave del arca<br />

grande, por dónde andará? ¡Tráela aquí sin demora!<br />

Gorgo<br />

Praxínoa, te sienta por cierto muy bien ese manto<br />

3 5 con pliegues. Di, pues, ¿cuánto vino a costarte el tejido?<br />

Praxínoa<br />

No me hables. Gorgo, del precio; fue más de dos minas<br />

de buena moneda y labor en que puse mucha alma.<br />

Gorgo<br />

Pues salió como tú lo querías, bien puedes decirlo.<br />

Praxínoa<br />

Ahora dame el mantón y sombrero. ¡Cuidado al<br />

ponerlos!<br />

40 Hijo mío, no voy a llevarte: ¡hay caballos que muerden!<br />

¡Viene Mormo! Ya puedes llorar, no te quiero ver cojo.<br />

Vamonos. Coge al pequeño y distráelo. Frigia,<br />

llama al perro y que cierres con llave la puerta de fuera.<br />

¡Qué tropel! ¿Cuándo y cómo podremos salir de este apuro,<br />

4 5 oh, dioses? ¡Pues son como hormigas sin fin y sin cuento!<br />

Mucho es el bien, Ptolemeo, que has hecho en los años<br />

en que está entre los dioses tu padre, pues ya no hay<br />

tunantes<br />

que a socapa al viandante se acerquen a hacerle algún truco<br />

a la egipcia como antes aquellos malditos tramposos,<br />

5 o todos iguales, el mal y el engaño en persona.<br />

130


IDILIO XV<br />

¡Ay, Gorgo querida! ¿Qué vamos a liacer? ¡Los corceles<br />

de parada del rey! ¡No me pises, amigo! ¡De manos<br />

se alzó el alazán! ¡Qué furioso! ¡No seas osada,<br />

Éunoa, quítate de ahí! ¡Matará a quien lo lleva!<br />

5 5 ¡Qué suerte tan grande que en casa ha quedado el pequeño!<br />

Gorgo<br />

¡Calma, Praxínoa! Quedamos detrás ya nosotras<br />

y ellos se van a sus puestos.<br />

Praxínoa<br />

Ya estoy más tranquila.<br />

Desde niña no hay cosa a que más miedo tenga que al frío<br />

reptil y al caballo. Corramos, que viene más gente.<br />

Gorgo<br />

60 ¿Del palacio ya vuelves, abuela?<br />

es fácil entrar?<br />

Vieja<br />

Gorgo<br />

Vieja<br />

Sí, niñas.<br />

¿Entonces<br />

Los Aqueos llegaron a Troya<br />

a fuerza de intentos, que todo lo puede el empeño.<br />

Gorgo<br />

La vieja se fue y nos dejó sus oráculos.<br />

Praxínoa<br />

Saben<br />

las mujeres también lo que hicieron Zeus y Hera en su boda.<br />

131


132<br />

TEOCRITO<br />

Gorgo<br />

6 5 ¡Mira, Praxínoa, qué turbamulta a la puerta!<br />

Praxínoa<br />

¡Tremenda! Tú, Gorgo, la mano me coges y tome<br />

la de Éutiquis Éunoa; fíjate y no te separes.<br />

¡Todas juntas a entrar! De nosotras tú ponte muy cerca,<br />

Éunoa. ¡Pobre de mí, que el mantón me partieron,<br />

7 0 Gorgo, en dos! Oye, amigo, cuidado, respeta mi ropa<br />

si quieres, por Zeus, ser dichoso.<br />

pero, en fin, lo tendré.<br />

como cerdos.<br />

Hombre<br />

Praxínoa<br />

De mino depende,<br />

¡Qué gentío, de veras! Se empujan<br />

Hombre<br />

¡Paciencia, mujer, que ya estamos a salvo!<br />

Praxínoa<br />

Tú también, buen amigo, en este año y en muchos a<br />

salvo<br />

7 5 estés, porque tanto nos cuidas. ¡Qué bueno y piadoso!<br />

Ahora con Éunoa acaban. ¡Empuja, cobarde!<br />

¡Muy bien! "Dentro todas", decía en la boda el padrino.<br />

Gorgo<br />

Praxínoa, ven; los tapices contempla primero.<br />

¡Qué finos y hermosos! Parecen trabajo de dioses.


IDILIO XV<br />

Praxínoa<br />

8 0 ¿Qué hilanderas, divina Atenea, tejieron tal obra?<br />

¿Qué pintores supieron trazar tan exactos dibujos?<br />

¡Con cuánta verdad está de pie la figura o se mueve!<br />

¡Vivas más bien que tejidas! ¡Es hábil el hombre!<br />

¡Qué admirable, yaciendo en su lecho de plata, mostrando<br />

8 5 en su sien juvenil la pelusa primera, está Adonis,<br />

tres veces querido, al que se ama en el mismo Aqueronte!<br />

Otro hombre<br />

¡Dejad ya la charla incesante de tórtolas! ¡Esas<br />

bocazas abiertas me van a rajar los oídos!<br />

Praxínoa<br />

¡Madre, qué tipo! ¿Charlamos? ¿Y a ti qué te importa?<br />

9 0 Ordena a tus siervos, y no a siracosias que somos<br />

y corintias de origen, entérate de ello, paisanas<br />

de Belerofonte. ¡Los Dorios tendrán tu permiso,<br />

digo yo, para usar el dialecto del Peloponeso!<br />

¡Líbranos, Melitodes, de un dueño que venga a mandarnos!<br />

9 5 Ya basta con uno. ¡No pierdas el tiempo conmigo!<br />

Gorgo<br />

Calla, Praxínoa; a cantar ahora a Adonis ya la hija<br />

de la Argiva se apresta: es artista muy buena que el año<br />

pasado triunfó con el yálemo. Y algo muy bello<br />

será, lo sé bien, que la voz aclarando está ahora.<br />

Cantante<br />

100 , Señora que quieres a Golgos e IdaUo y el alto<br />

Erice, diosa que juegas con oro. Afrodita,<br />

mira cómo las Horas de pies delicados a Adonis,<br />

al duodécimo mes, del eterno Aqueronte trajeron;<br />

son las más lentas de todos los dioses las Horas<br />

1 o5 queridas, mas llegan por fin a cumplir los afanes.<br />

Cuentan, ¡oh, Cipris dionea!, que tú a Berenice<br />

133


TEOCRITO<br />

hiciste inmortal de mortal derramando en su seno<br />

femenino ambrosía y a cambio ¡oh, deidad de los muchos<br />

nombres y templos!, Arsínoe, la hija de aquélla,<br />

] 1 o que en encantos compite con Helena, a Adonis hoy honra<br />

y por ti le regala en su fiesta con dones soberbios.<br />

Aquí están cuantos frutos maduros los árboles crían,<br />

preciosos vergeles en cestos de plata guardados,<br />

áureos frascos con sirios perfumes y todas las pastas<br />

115 que, mezclando con varias esencias las blancas harinas<br />

o bien con miel dulce o con líquido aceite, en bandejas<br />

las mujeres preparan; aquí están también cuantos seres<br />

recorren andando la tierra o volando los aires.<br />

Se han hecho también verdes toldos trenzados de eneldo<br />

12 o fresco y encima hay pueriles Amores que vuelan<br />

cual ruiseñores que prueban sus alas novicias<br />

revoloteando desde una a otra rama en el bosque.<br />

¡Oro y ébano y águila en blanco marfil que arrebata<br />

al coperò del Crónida Zeus! Por encima, tapices<br />

12 5 purpúreos, "más blandos que el sueño", dirán los Milesios;<br />

y contesta el pastor que apacienta en las samias regiones:<br />

"Nuestro es el lecho en que Adonis el bello descansa".<br />

Abrázanse Cipris y Adonis de róseos brazos.<br />

Serán diecinueve o dieciocho los años del novio;<br />

130 no hacen daño sus besos, que aun hay bozo rubio en su boca.<br />

Gócese Cipris ahora, pues tiene a su amado.<br />

Con el alba y rocío a llevar todas juntas a Adonis<br />

iremos adonde las olas salpican la playa<br />

y, suelto el cabello y el manto que cubra el tobillo,<br />

13 5 con los pechos al aire el sonoro cantar entonemos.<br />

Cuentan, Adonis querido, que no hay ningún otro<br />

semidiós como tú ni en la tierra ni el propio Aqueronte ;<br />

no así Agamenón ni tampoco el de furia tremenda,<br />

Ayante, ni Héctor, primogénito de Hécabe, o Pirro<br />

140' al regreso de Troya o Patrocles, ni aquellas estirpes<br />

de otros tiempos, Pelópidas, Lápitas, Deucaliones<br />

o los Pelasgos que en Argos superan a todos.<br />

Míranos con agrado en este año; gozosas. Adonis, -<br />

hoy te acogimos y grato serás cuando vuelvas.<br />

134


14s<br />

IDILIO XV<br />

Gorgo<br />

;Qué mujer, oh, Praxinoa! ¡Caso en verdad estupendo!<br />

¡Cuánto sabe y qué dulce resulta su voz cuando canta!<br />

Pero hay que ir a casa, pues aun no ha almorzado Dioclidas<br />

y es puro vinagre en ayunas: jcualquiera se acerca!<br />

;Adiós, nuestro Adón, y felices tu vuelta nos halle!


136<br />

XIX<br />

EL LADRÓN DE MIEL<br />

Es en realidad un epigrama y no de los más largos. El tema<br />

de Cupido, que iba a repetirse empalagosamente casi hasta nuestros<br />

días y en el que es conocidísima la Anacreóntica XXXV,<br />

está elegantemente esbozado. Sólo un manuscrito lo atribuye a<br />

Teocrito; a la vista del abundante tratamiento del tópico, como<br />

veremos, en los fragmentos IX-X y XIII-XIV de Bión, no parece<br />

descabellado pensar como autor en él o en Mosco, de cuyo Amor<br />

fugitivo nos tenemos que ocupar.


A Amor, que robaba la miel de un panal, una abeja<br />

furiosa picóle y las yemas de todos sus dedos<br />

lastimó. Y él sentía dolor, se soplaba la mano,<br />

el suelo golpeó con su pie, daba saltos y a Cipris<br />

su mal enseñó y se quejaba, pues, siendo un pequeño<br />

bicho la abeja, son graves los daños que causa.<br />

Y la madre sonrió: "¿Pero qué? ¿No eres tú como aquélla?<br />

¡Tan menudo y qué grandes heridas a veces produces!"<br />

137


XX<br />

EL JOVEN BOYERO<br />

Monólogo de un rústico pastor que, en tonos parecidos a<br />

los del Ciclope en XI y con rasgos que recuerdan a los idilios III<br />

y V-VI, se queja de que una hetera ciudadana le haya desdeñado.<br />

En cuanto a autoría, hay razones de lengua, estilo y métrica que<br />

nos impiden inclinarnos por Teocrito, demasiado sutil para haber<br />

trazado tan rudamente el contraste entre el campo y la urbe;<br />

tampoco suele darse en él este súbito remontarse de pronto en<br />

34 a una imaginería muy intelectual . Los comentaristas vuelven<br />

a pensar en Mosco, Bión o incluso un escritor más moderno.<br />

138


Eunica rióse de mí cuando quise besarla<br />

suavemente y burlona me dijo: "A mi lado no vengas.<br />

¿Siendo boyero, infeliz, a mis besos aspiras?<br />

No me gusta a groseros besar, mas a gente elegante;<br />

s Ni en sueños rozarme pretendas los labios hermosos.<br />

6 ¡Cómo miras, cómo hablas, qué bromas tan rudas las tuyas!<br />

9 Cortados tus labios están y negruzcas tus manos<br />

10 y todo tú hiedes. ¡Aparta de mí, no me ensucies! "<br />

Así dijo y al punto escupió en su regazo tres veces<br />

y midióme de pies a cabeza frunciendo los labios<br />

con aviesa mirada en sus ojos, jactándose mucho<br />

de su bella figura y mostrando un sarcasmo insolente<br />

15 en su risa. Y la sangre me hirvió y con la afrenta tornóse<br />

roja mi piel como rosa que baña el rocío.<br />

Ella se fue y me dejó, pero mi alma se irrita<br />

de que una vulgar cortesana a un buen mozo desaire.<br />

Pastores, decid la verdad, ¿no soy bello? ¿Es que acaso<br />

2 0 de pronto algún dios me ha trocado en distinta persona?<br />

Un tierno bozo nacía en mi faz como yedra<br />

en torno del árbol y espeso mi labio cubría;<br />

derramábase el pelo en mis sienes como apio y mi frente<br />

sobre mis cejas tan negras muy blanca brillaba!<br />

2 5 Más relucían mis ojos con mucho que aquellos<br />

de la glauca Atenea; mi boca era dulce cual leche<br />

cuajada y mi voz a la miel excedía en dulzura.<br />

Y también agradable es mi música, sea la flauta,<br />

la siringa, la caña o la oblicua tal vez lo que taño.<br />

3 o Todas las mozas me llaman hermoso enei monte,<br />

todas me besan, pero ésta es muy fina y se niega<br />

32 y por ser yo boyero se escapa de mí y no me escucha.<br />

34 ¿No sabe que Cipris pastora en las frigias montañas<br />

35 fue porque amaba con loca pasión a un boyero<br />

139


TEOCRITO<br />

y a Adonis besó en la espesura en que luego gemía?<br />

¿Quién era Endimión? Un pastor; y besóle Selene<br />

mientras él pastoreaba; bajó del Olimpo hasta el soto<br />

latmio y durmió con el bello muchacho. ¿Y tíi. Rea,<br />

4 0 no lloras también al boyero? ¿Y como ave no fuiste,<br />

Crónida, en busca de un mozo que bueyes pastaba?<br />

Sólo una se niega a besar al boyero;es Eunica,<br />

que a Cíbele y Cipris supera y también a Selene.<br />

Jamás a su amado en los montes o calles, ¡oh, Cipris!,<br />

4 5 bese, mas sola se acueste una noche tras otra.<br />

140


XXIII<br />

EL AMANTE<br />

Es una narración que lleva intercalado (19-48) un paraclausitirón<br />

como el de III, pero de tipo homosexual, con similitudes<br />

como la amenaza de suicidio, que en este caso se cumple. Todo<br />

es, sin embargo, un poco desaforado en este más que romántico<br />

amor: resultan particularmente absurdas las peticiones finales y<br />

además inútiles, pues el desdeñoso no oye; y, aunque efectista,<br />

es psicológicamente inverosímil la soberana indiferencia con que<br />

este último acoge el triste espectáculo. Hay desde luego un interesante<br />

aspecto religioso en el hecho de que en tal momento<br />

(55-56) se contraiga un miasma; la venganza de Afrodita hacia<br />

alguien que la desprecia (recuérdense el hado de Dafnis en I y las<br />

alusiones de XXVII 15-16) responde a un viejo tema iniciado<br />

desde época muy temprana, por ejemplo en Las suplicantes de<br />

Esquilo o el Hipólito de Eurípides, pecadores unas y otro por no<br />

seguir la ley natural. A esto se suma el tema (que puede hallarse,<br />

por ejemplo, en Ant. Pal. IX 67) de la estatua que se venga o<br />

venga a alguien. Lo cual ocurre en el bien trazado escenario de<br />

un gimnasio al que asisten efebos y en el que se yerguen, 59, estatuas<br />

de Eros: todo esto recuerda el mundo de la "high Ufe"<br />

deportiva y juvenil que entrevimos en II. La lengua y la métrica<br />

no psirecen teocriteas: la similitud del final respecto al fragmento<br />

II de Mosco hablaría en favor de él, pero también se han sugerido<br />

Bión y el autor de XX, quienquiera que sea.<br />

141


Un hombre amoroso prendóse de un duro muchacho<br />

hermoso en su aspecto, mas no en su talante, que odiaba<br />

a su amante y jamás le trató con ternura ninguna<br />

ignorando qué clase de dios es Amor y con qué arco<br />

5 y flechas mortíferas hieren sus manos las almas.<br />

Y no se ablandaba jamás en palabras ni tratos:<br />

ningún refrigerio del alma inflamada ni sefia<br />

del labio ni brillo en los ojos ni rojas mejillas<br />

ni palabras ni besos que fueran alivio del que ama.<br />

1 o Y como a quien caza en la selva las fieras acechan,<br />

así contemplaba a su amigo: insolente la boca<br />

mostrábase y hosco el mirar cada vez que se hallaban.<br />

Y su cólera el rostro alteró y esfumábase todo<br />

el color que su gracia le diera al principio. Era bello,<br />

15 sin embargo, y aun más al amante excitaban sus iras.<br />

Y el otro afrontar ya no pudo la llama de Cipris<br />

y fue y a llorar empezó ante su casa implacable<br />

y besaba las jambas y así su lamento se alzaba:<br />

"Mozo cruel, inhumano, retoño de fiera leona,<br />

20 mozo de piedra que amor no mereces, te vengo<br />

a traer mi dogal, mi regalo postrero; muchacho,<br />

no quiero ofender más tus ojos; me marcho ya en busca<br />

del lugar a que tú me condenas, aquel en que encuentran<br />

los amantes la droga común de su mal, el olvido.<br />

2s Pero, aunque la acerque a mis labios y entera la apure,<br />

ni aun así sanaré mi pasión. Por lo menos ahora<br />

consuelo en tu puerta hallaré, pues conozco el futuro.<br />

Es bella la rosa y el tiempo la seca; florece<br />

2 9 la viola vernal, pero se aja muy pronto; es precioso<br />

32 el encanto del mozo en sazón, pero corta es su vida.<br />

Vendrá desde luego aquel día en que tú también ames<br />

y tu alma se tueste y amargas tus lágrimas sean.<br />

142


IDILIO XXIII<br />

3 5 Pero hazme, muchacho, el postrero favor que te pido:<br />

cuando salgas y veas colgado en tu puerta a este pobre<br />

desgraciado, no pases de largo, mas párate y llora<br />

un poco y, cuando hayas tu llanto ofrendado, la cuerda<br />

quítame y ponme ropajes que lleves encima<br />

4 0 y cúbreme y bésame sólo una vez y que agraden<br />

por lo menos al muerto tus labios; y no tengas miedo,<br />

que no te haré daño y un beso de mí te Ubera.<br />

Y erige una tumba que oculte mi amor y al marcharte<br />

di tres veces con una gran voz 'Aquí yaces, amado'<br />

4 5 y, si quieres, también 'Ya no tengo al que fue bello amigo'.<br />

Y mi epitafio lo grabo yo ahora en tu puerta:<br />

'A éste el amor le mató; caminante, no pases<br />

de largo, mas párate y di: Fue muy duro su amigo' ".<br />

Dijo así y arrancó a la pared una piedra terrible,<br />

so la puso en la entrada, subióse, la cuerda delgada<br />

suspendió del dintel, el dogal puso en torno a su cuello,<br />

hizo rodar con los pies el pedrusco y colgado<br />

quedóse ya muerto. Abrió el otro la puerta, el cadáver<br />

vio que de ella pendía, mas no se inmutó en absoluto<br />

5 5 su alma ni al muerto reciente lloró, mas, manchando<br />

al roce con él sus vestidos de efebo, a los juegos<br />

del gimnasio se fue y muy tranquilo a bañarse se puso<br />

como siempre solía y al agua saltó desde el mismo<br />

zócalo pétreo del dios ofendido y la imagen<br />

6 0 cayó entonces tras él y mató al cruel joven; y el agua<br />

roja se puso y oyóse la voz del muchacho:<br />

"Alegraos, amantes, al ver que el que odiaba fue muerto;<br />

amad los que odiáis, que apHcar sabe el dios la justicia".<br />

143


XXVII<br />

EL GALANTEO<br />

Es idilio muy celebrado, atrevido, pero no obsceno: no<br />

hay nada en esta "experiencia prematrimonial" de lujuria viciosa<br />

y sí de evolución psicológica inteligentemente seguida.<br />

Lo que conservamos (falta el principio, en que la pareja ya<br />

se ha dado un beso) comprende una esticomitia de 66 versos seguida<br />

de un final del narrador y de unos enigmáticos versos, 72-<br />

73, que pueden no pertenecer al poema y que constituyen una<br />

especie de paso a otro canto.<br />

En un cuadro pastoril bien trazado sin grandes precisiones<br />

ni exageraciones se mueven dos figuras temperamentalmente distintas:<br />

él (su nombre Dafnis no se relaciona con el gran mito<br />

tantas veces citado) es un mozo sin muchas complicaciones que<br />

sabe lo que quiere y lo busca sin escrúpulos: ella es una joven,<br />

en medio de todo, sagaz y cauta que se convertirá, intuimos, en<br />

una perfecta madre de familia. Arisca al principio (19), defensora<br />

de una virginidad en que (recuérdese lo dicho sobre XXIII)<br />

Ártemis se opone a Afrodita, está, por lo visto, pensando ya en<br />

noviazgos (23), pero teme o finge temer las secuelas inevitables<br />

(25) de la boda (mal carácter del esposo, 27; partos, 29, y lo que<br />

ellos afean, 31) y considera importante el aspecto social del galanteo:<br />

aunque su nombre compuesto de Acrotima (44) indique<br />

buena familia (los de los padres de ambos, 42 y 44, pertenecen<br />

al repertorio pastoril), la del boyero (7) es mejor que la de ella,<br />

cabrera (47), y además hay dote (33) por parte del novio y se<br />

promete una buena vivienda (38). La moza consigue hábilmente<br />

una declaración formal (24), un juramento (35), una conversación<br />

de Dafnis con su padre (40), y sólo una vez obtenido todo<br />

ello toma la iniciativa (45) no sin ciertos temores (61) y con<br />

pormenores burgueses como el no querer manchar la ropa (53).<br />

Es en suma un diálogo muy grato de leer, pero no de<br />

Teocrito; lo que sí hay son huellas de imitación suya; una vez<br />

más se acude a la paternidad de Mosco y Bión, pero, a juzgar<br />

por algunos ecos de éste, tal vez habría que llevar la obra hasta<br />

nuestra era.<br />

144


Muchacha<br />

A Helena, sabia como era, un boyero raptóla.<br />

Dafnis<br />

O ella más bien al boyero raptó con sus besos.<br />

Muchacha<br />

No presumas ya más, satirillo, que un beso no es nada.<br />

Dafnis<br />

No será nada, pero hay gran deleite en el darlo.<br />

Muchacha<br />

Me lavo la boca y escupo ese beso en seguida.<br />

Dafnis<br />

¿Te lavas la boca? Pues trae que de nuevo te bese.<br />

Muchacha<br />

Besa a tus chotos, que no a una muchacha soltera.<br />

Dafnis<br />

No presumas, que suele pasar la sazón como un sueño.<br />

145


146<br />

TEOCRITO<br />

Muchacha<br />

Vieja seré, pero hoy vivo de miel y de leche.<br />

Dafnis<br />

10 La uva algún día se pasa y la rosa se seca.<br />

Muchacha<br />

19 ¿La mano otra vez? ¡Que te voy a arañar ese labio!<br />

Dafnis<br />

11 Ven debajo de aquel acebuche y te digo una cosa.<br />

Muchacha<br />

No quiero; antes ya me engañaste con dulces palabras.<br />

Dafnis<br />

Ven bajo el álamo y me oyes tocar la siringa.<br />

Muchacha<br />

Diviértete tú; no me gusta el cantar quejumbroso.<br />

Dafnis<br />

15 ¡Ay, moza, a la Pafia también y sus iras respeta!<br />

Muchacha<br />

¡Ártemis guárdeme y vaya a paseo la Paña!<br />

Dafnis<br />

No vaya a herirte y te atrape en su red sin remedio.<br />

Muchacha<br />

18 ¡Que hiera a su gusto, pues Ártemis siempre me ayuda!


IDILIO XXVII<br />

Dafnis<br />

2 0 Al amor no podrás escapar ni ninguna doncella.<br />

Muchacha<br />

Pues escapo, por Pan; ¡que a ti siempre su yugo te<br />

oprima!<br />

Dafnis<br />

Temo que acaso a varón aun peor te destine.<br />

Muchacha<br />

Muchos me han pretendido, mas nadie a mi espíritu<br />

Dafnis<br />

agrada.<br />

Pues aquí vengo yo a cortejarte, uno más de esos<br />

Muchacha<br />

muchos.<br />

2 5 Pero ¿qué voy a hacer? El casarse son todo tristezas.<br />

Dafnis<br />

No trae pena o dolores la boda, mas sólo contento.<br />

Muchacha<br />

Dicen, con todo, que teme al esposo la esposa.<br />

Dafnis<br />

No, mas domínale; ¿a quién temerán las mujeres?<br />

Muchacha<br />

La preñez me da miedo, IHtía y sus dardos agudos.<br />

147


148<br />

TEOCRITO<br />

Dafnis<br />

30 Pero Ártemis, que es tu señora, los partos alivia.<br />

Muchacha<br />

Temo parir, no se pierda mi bella figura.<br />

Dafnis<br />

Si hijos engendras, tu encanto tendrá nuevo brillo.<br />

Muchacha<br />

Y ¿qué dote me traes, si accedo, que valga la pena?<br />

Dafnis<br />

Todo el rebaño con todos mis sotos y pastos.<br />

Muchacha<br />

35 Jura que no has de marchar cuando me hayas tenido.<br />

Dafnis<br />

No, por Pan mismo, tampoco aunque quieras echarme.<br />

Muchacha<br />

¿Me harás una alcoba, me harás una casa y rediles?<br />

Dafnis<br />

Una alcoba te haré y cuidaré a tus ovejas con celo.<br />

Muchacha<br />

Y ¿qué digo a mi padre, tan viejo, qué voy a contarle?


IDILIO XXVII<br />

Dafnis<br />

4 0 Cuando escuche quién soy, ya por bueno dará lo<br />

ocurrido.<br />

Muchacha<br />

Dime cómo te llamas, que a veces deleitan los nombres.<br />

Dafnis<br />

Soy Dafnis, de Lícidas hijo, y mi madre es Nomea.<br />

Muchacha<br />

Son nobles tus padres, mas no es inferior mi familia.<br />

Dafnis<br />

Acrotima, en efecto, eres tú y es tu padre Menalcas.<br />

Muchacha<br />

4 5 Enséñame dónde está el soto que tienes y aprisco.<br />

Dafnis<br />

Ven y verás cómo crecen mis largos cipreses.<br />

Muchacha<br />

Mis cabras, paced, voy a ver la heredad del boyero.<br />

Dafnis<br />

Toros míos, paced mientras muestro a la moza mis<br />

prados.<br />

Muchacha<br />

Satirillo, ¿qué intentas? ¿Los pechos por dentro me<br />

tocas?<br />

149


150<br />

TEOCRITO<br />

Dafnis<br />

5 o Quiero dar la primera lección a estas frescas manzanas.<br />

Muchacha<br />

Desfallezco, por Pan; quita de ahí otra vez esa mano.<br />

Dafnis<br />

Tranquilízate, amor. ¿Por qué tiemblas? ¡Miedosa<br />

Muchacha<br />

pareces!<br />

Me has echado al regato y me manchas mi hermoso<br />

Dafnis<br />

No, porque he puesto un vellón deUcado debajo.<br />

Muchacha<br />

vestido.<br />

5 5 ¡Ay, ay, que me has roto la faja! ¿Por qué la desatas?<br />

Dafnis<br />

Este es el don que ante todo a la Pafia yo ofrezco.<br />

Muchacha<br />

¡Para ya, desgraciado! Alguien viene tal vez; oigo ruido.<br />

Dafnis<br />

Son mis cipreses que hablándose están de tus nupcias.<br />

Muchacha<br />

Como un trapo dejaste mi manto y desnuda me<br />

encuentro.


IDILIO XXVII<br />

Dafnis<br />

60 Otro manto daréte mejor que el que tienes ahora.<br />

Muchacha<br />

Prometes dar todo y quizás aun la sal me la niegues.<br />

Dafnis<br />

¡Ojalá mi propia alma también añadir yo pudiera!<br />

Muchacha<br />

¡Ártemis, no me reproches que fiel no te he sido!<br />

Dafnis<br />

A Amor donaré una ternera, una vaca a Afrodita.<br />

Muchacha<br />

6 5 Doncella aquí vine y mujer a mi casa me marcho.<br />

Dafnis<br />

Y madre también y nodriza, que ya no muchacha.<br />

Así, confortados sus jóvenes cuerpos, entre ellos<br />

susurraban; así consumóse su unión clandestina.<br />

Ella alzóse y de nuevo volvió a apacentar sus ovejas,<br />

7 0 con pudor en los ojos y el alma contenta allá dentro,<br />

y él satisfecho acudió a su rebaño de bueyes.<br />

Ten la siringa de nuevo por tuya, dichoso<br />

pastor, y otro canto bucóhco oigamos ahora.<br />

151

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