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ea. Esas varias causas afectan á los animales
de todas edades, pero especialmente á los
jóvenes, que tienen más desenvuelto el sistema
sanguíneo. Durante la primavera y el otoño
son más frecuentes las anginas por el brusco
cambio de la temperatura.
La angina ha recibido diferentes nombres,
según la parte de la membrana mucosa en que
aparece. Se ha llamado angina faríngea, cuando
se presenta en los órganos de la deglución;
laríngea, si ataca los de la respiración, y por
consecuencia, faringitis y laringitis respectivamente;
maligna, gangrenosa y garrolillo,
•cuando se extiende por toda la parte posterior
de la boca y presenta síntomas alarmantes.
Ese padecimiento, que ataca á todos los
animales domésticos, es muy peligroso en los
didáctilos, por ser reducida en éstos la extensión
de las cavidades nasales y obstruirse con
facilidad suma, dificultando la hematosis á
poco que se hinche la membrana, siendo imposible
calcular las consecuencias del desarreglo.
Cuando la flegmasía es muy aguda
y numerosas las partes afectadas, la respiración
es siempre penosa y el peligro inminente.
El buey presenta la lengua hinchada, tose,
lanza resoplidos, y cuando la inflamación disminuye
un poco, arroja grandes cantidades
•de mucosidades viscosas por la boca y las
narices.
También da frecuentes resoplidos el carnero
que sufre anginas, tose, levanta la cabeza,
cual si esperara respirar con mayor libertad,
y muere asfixiado cuando se le obstruyen
totalmente las cavidades nasales, si al mismo
tiempo disminuye un poco el diámetro de la
glotis. En el cerdo la angina es mucho más
peligrosa y puede matarle en poco tiempo.
Los síntomas que revelan la existencia de la
afección son: debilidad, respiración trabajosa,
gruñido ronco, pulso agitado, meneo de cabeza,
pataleo é hinchazón del cuello. La gangrena
se presenta con más prontitud que en
ninguna otra especie de animales. Cuando se
ponen lívidas las membranas afectadas y la
lengua se vuelve negra, siendo imposible deglutir,
puede considerarse cercana la muerte
del enfermo. También los perros están muy
expuestos á padecer anginas, dando origen
por sus movimientos y agitación á que el vulgo
crea que tienen atravesado un hueso en la
garganta. Entonces ladran de un modo particular
y quejumbroso, y manifiestan horror al
agua, por lo cual se ha denominado esa afección
rabia muda.
En la mayoría de los casos la angina es tan
benigna que bastan algunas precauciones higiénicas
y un buen régimen para que desaparezca.
Cuando no es considerable la dificultad
de respirar y tragar, y la calentura es poco
intensa, bastará tener á dieta al paciente, administrándole
corta cantidad de alimentos nutritivos
y agua blanca nitrada, abrigarle con
mantas, mantenerle tranquilo y en un ambiente
de igual temperatura, administrarle
algunas lavativas y friccionarle en las fauces
con ungüento de altea. Cuando no se logre la
desaparición del mal con ese plan curativo,
será necesario recurrir á otro más activo, cual
se prescribe para la laringitis y faringitis.
Angina epizoótica.— Ocurre á veces que la
angina se presenta á la vez en varios individuos
y en una comarca más ó menos extensa.
Aun cuando la naturaleza del padecimiento
sea entonces la misma que en los casos ordinarios,
suele presentar diferencias bastante
marcadas, según la edad de los enfermos, las
condiciones del país, las del clima y las de la
estación. Generalmente el desarrollo de esa
epizootia coincide con los cambios frecuentes
de la atmósfera, con el frío húmedo cuando sucede
á un tiempo seco y caluroso, con la aparición
de nieblas densas, irritantes y fétidas,
porque en esos casos se suprime bruscamente
la transpiración cutánea, y aumentada la acción
vital en la membrana mucosa, irrítase
ésta á consecuencia de los estímulos.
Los síntomas de esa afección en el caballo
son hinchazón de la lengua, calor y abundante
baba en la boca, inflamación de la garganta
, dificultad de la respiración, jadeo más ó
menos violento, y en el período álgido, tos y
jadeo, cual los de un caballo asmático cuando
se le obliga á correr. A veces se pone el animal
tan envarado, que es necesario obligarle
á que dé una vuelta entera para salir de la
cuadra, por serle imposible doblar el cuerpo.
Generalmente arroja mucho moco por las narices
y la boca, ó se forman abscesos en la
garganta, si es que no se presentan las dos
alteraciones á la par. Todos esos accidentes
van acompañados de calentura más ó menos
intensa.
Los síntomas de la enfermedad en el ganado
vacuno son muy parecidos á los que se observan
en el caballo. La lengua va hinchándose
poco á poco, y llega á adquirir extraordinario
volumen; el enfermo jadea, respira penosamente,
se queja, se tambalea, y come y
bebe con dificultad suma. En ocasiones la
irritación primitiva se extiende por simpatía
á la conjuntiva, aumentando la secreción de
ésta y dando lugar á la epífora; la secreción
láctea disminuye, y el líquido contiene poca
manteca. Esos síntomas son más ó menos perceptibles,
según la marcha de la afección.
Es muy conveniente separar los animales
enfermos de los sanos, y alejarlos de las causas
que producen la enfermedad cuanto sea
posible, como primera medida de precaución.
El plan curativo y los recursos terapéuticos
á que habrá de apelarse, son análogos á
los que se emplean en la faringitis y laringitis;
pero como en la angina epizoótica la lengua
aparece hinchada, muchas veces es necesario
abrir con la lanceta las venas raninas
y poner un masticatorio, á fin de que excitando
al animal á mover la lengua, provoque la
evacuación de la sangre. Esa operación se repetirá
cuantas veces sea necesario.
Además figuran en el tratamiento más recomendado
las sangrías y las fumigaciones;