Infancia y literatura - Revista Grifo
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La escritura como salud<br />
entre la prisión y el<br />
refugio<br />
Lucy. Jamaica Kincaid,<br />
lom Ediciones, 2011, 113 pp.<br />
Por Ricardo Espinaza<br />
No son pocas las novelas que complejizan las relaciones de<br />
afecto entre madre e hija, así como tampoco son escasas las<br />
que tratan de una partida o un viaje necesario. Como si el<br />
acontecimiento de la distancia fuese útil y saludable para<br />
mantener vivos los afectos de una relación añeja.<br />
En efecto, Lucy de Jamaica Kincaid (1949) cuenta la vida<br />
de una joven de diecinueve años que llega desde la isla<br />
caribeña de Antigua (la compañera de Barbuda) a Estados<br />
Unidos para trabajar de niñera. Sin duda, se trata de una<br />
novela de aprendizaje donde la evocación melancólica del<br />
origen insular con los alegres desafíos en la ciudad continental<br />
se entrecruzan con el conflicto materno y el deseo de<br />
un nuevo refugio: “[E]ntendía que alguien sintiera su lugar<br />
de nacimiento como una prisión insoportable y que aspirara<br />
a algo completamente distinto a aquello que le era familiar,<br />
un sitio que le sirviera de refugio” (66). Refugio distante de<br />
la madre, porque el aprendizaje en esta novela consiste precisamente<br />
en un aprendizaje del desarraigo, que implica el<br />
abandono siempre incompleto de la prisión de la figura materna.<br />
Ello porque la madre de la protagonista es delineada<br />
como una amenaza para la construcción de la identidad de<br />
su hija: “Yo había llegado a sentir que el amor de mi madre<br />
estaba destinado exclusivamente a convertirme en un eco de<br />
sí misma; y aunque no sabía por qué, prefería estar muerta<br />
antes que convertirme en el eco de alguien” (26). Más aún, la<br />
protagonista también declara que su madre no solo es la voz<br />
de una subjetividad no deseada sino que, al mismo tiempo,<br />
la figura de una traición: “[P]orque a mí, su única hija<br />
idéntica, jamás me imaginaba en un escenario parecido ni<br />
en una situación remotamente similar. Entonces comencé a<br />
llamarla para mis adentros ‘la señora Judas’ y a hacer planes<br />
para una separación que sabía que nunca sería completa”<br />
(91). Un desarraigo entre la prisión y el refugio, y abreviado<br />
en la palabra que nombra a la protagonista y que titula la<br />
escritura. Porque la madre de Lucy no solo es la dadora de su<br />
vida sino también la dadora su nombre (la palabra). Aquella<br />
que, al bautizarla, pretende definirla con una figuración del<br />
mal y de la muerte: “Te llamé así en honor al mismo Satán.<br />
Lucy, abreviatura de Lucifer. Creaste problemas desde el<br />
momento de tu concepción”. Sin embargo, para Lucy aquella<br />
declaración es una revelación saludable, una salvación de<br />
la identidad y de la vida: “[E]n el minuto que duró aquella<br />
revelación, yo pasé de sentirme agobiada, vieja y cansada<br />
a sentirme ligera, nueva, limpia. Fui del fracaso al triunfo.<br />
En aquel momento supe quien era”. Así, con tal declaración<br />
la protagonista puede imaginar la posibilidad de un refugio<br />
para su identidad: “El hecho que mi madre me encontrara<br />
diabólica, no me extrañaba, pues a menudo yo pensaba en<br />
ella como una diosa, ¿y no es verdad que los hijos de los<br />
dioses son diablos? No aprendí a apreciar el nombre de Lucy<br />
–hubiera preferido que me llamaran directamente Lucifer–,<br />
pero siempre que veía escrito mi nombre, le daba un fuerte<br />
abrazo con mi imaginación” (106).<br />
Kincaid construye una novela sobre los afectos enfermizos,<br />
cercanos y distantes entre una hija y su madre porque sabe<br />
que en la imaginación de sus personajes aguarda la salud de<br />
toda escritura. Más aún comprende que la <strong>literatura</strong> es precisamente<br />
el acontecimiento singular que permite cambiar una<br />
vida. La posibilidad de una salud entre la prisión y el refugio.<br />
Kincaid construye una novela sobre los<br />
afectos enfermizos, cercanos y distantes<br />
entre una hija y su madre porque sabe que en<br />
la imaginación de sus personajes aguarda la<br />
salud de toda escritura.<br />
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