Enrique Mosconi. 1877-1940. Biografía Visual - museo
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PRÓLOGO<br />
Por: Norberto García Rozada<br />
<strong>Mosconi</strong>, el prócer<br />
Una de las curiosidades de nuestra historia radica en que, según lo demuestra la realidad, la<br />
condición de prócer sólo se les adjudica a quienes actuaron, año más, año menos, durante el siglo XIX.<br />
Antes de ese período o después de él y por muy meritorias que fueren las vidas en cuestión,<br />
parecerían estar condenadas a revistar uno o dos escalones por debajo de aquella jerarquía.<br />
Sin embargo, por fuerza debemos expresar, permítasenos la irreverencia de una conclusión<br />
anticipada, que basta examinar con detenimiento y en profundidad esta magnífica biografía visual del<br />
general ingeniero <strong>Enrique</strong> <strong>Mosconi</strong> para admitir, sin mayor esfuerzo ni compulsión alguna, que fue un<br />
ser humano “…toda personalidad de excepción…”-según lo calificó su amigo, el capitán y ya en ese<br />
entonces filósofo Francisco Romero-, de sobra merecedor del calificativo de prócer. Distinción<br />
largamente reconocida por aquellos que han estudiado y conocen su trayectoria sin mácula.<br />
Este trabajo, otro producto de la iniciativa en este sentido del Museo Roca e Instituto de<br />
Investigaciones Históricas y, por ende, de la eficiente labor de la conservadora de <strong>museo</strong>s Marcela F.<br />
Garrido y un grupo de colaboradores, apela a la letra y a la imagen –entre estas últimas, algunas<br />
inéditas, obtenidas tras pacientes búsquedas en archivos públicos y colecciones familiares- con la<br />
positiva intención de pasarle revista a la relevante trayectoria de quien, en síntesis, fue un hombre de<br />
bien en toda la extensión de ese término, muchas veces tan maltratado.<br />
La vida de <strong>Mosconi</strong>, aquí expuesta a la consideración pública, fue ejemplar desde cualquier ángulo que<br />
se la quiera enfocar. Miembro de una familia sólidamente consolidada, forjó desde muy pequeño la<br />
vocación castrense que había heredado de dos de sus mayores y la concretó en el Colegio Militar de la<br />
Nación, del cual egresó en el segundo puesto de su promoción. Inicialmente oficial de infantería, al<br />
poco tiempo brotó en él anhelo de emular, en forma simultánea, a su padre y, cumplidos los pasos y<br />
los tiempos correspondientes, se graduó como ingeniero civil en la Facultad de Ciencias Exactas,<br />
Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, dado lo cual sus superiores procedieron a<br />
trasladarlo al Estado Mayor en condición de ingeniero militar.<br />
En tanto bagaje cultural no era poco ni mezquino. Podría haberse aplicado, pues, a su profesión<br />
específica y, de hecho, lo hizo en medida superlativa, de acuerdo con las probanzas que constan en su<br />
impecable foja de servicios. Escasa difusión han tenido, por ejemplo, el papel preponderante que tuvo<br />
en la creación y desarrollo del arma aérea de nuestro Ejército, intervención que le forjó una sólida<br />
amistad con Jorge Newbery y la designación como director del Servicio Aéreo del Ejército desde donde<br />
impulsó la creación de numerosos aeroclubes en el interior del país; en la construcción de cuarteles;<br />
en la instalación de trazados ferroviarios, o en la confección de audaces proyectos de obras hidráulicas.<br />
En eso y mucho más, quedó grabada la impronta de <strong>Mosconi</strong>.<br />
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