José María Salcedo EL VUELO DE LA BALA - "CHEMA" Salcedo
José María Salcedo EL VUELO DE LA BALA - "CHEMA" Salcedo
José María Salcedo EL VUELO DE LA BALA - "CHEMA" Salcedo
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Yo solito me intoxico<br />
Aventuras pasteleras<br />
La tarde empieza a enfriarse, mientras sudorosos atletas circunvalan el parque<br />
Confraternidad de Barranco.<br />
Estamos buscando un hueco, un lugar donde pueda comprarse algún paquete de<br />
PBC.<br />
Nos han dicho que dos cuadras después, una vez que hayamos dejado atrás a estos<br />
esforzados corredores, que nos hayamos alejado levemente de la derrotada lagunita que<br />
alguna vez fue paseo obligado de los visitantes del zoológico, casi cualquier esquina<br />
puede convertirse en ocasional mercado pastelero.<br />
Hace poco hubo por aquí una redada policial, de las que se repiten<br />
periódicamente, presión mediante de irritados vecinos o indiscutible —y también<br />
periódica— "disposición superior".<br />
"No hay, compadre"<br />
Pero, también aseguran, los paqueteros vuelven a aparecer. Sobre el jirón<br />
Bolognesi, tres jóvenes posan un talón sobre un murito de vecindad. Altas y tradicionales<br />
construcciones de adobe —de esa época en que Barranco era señuelo de discreta<br />
aristocracia— se intercá.an con chalecitos de empleados ahorrativamente construidos en<br />
los años cincuenta. El grupo parece detenernos, entre ellos intercalan sonrisas maliciosas,<br />
miradas de inteligencia.<br />
"No hay, compadre", dice el más alto. Han terminado el colegio el año pasado,<br />
quisieron prepararse para la universidad y en el camino se encontraron con que era<br />
necesario "recursear" para vivir. Uno de ellos ya había comenzado en cuarto de media:<br />
pases de menor cuantía ntre sus propios compañeros de clase.<br />
"No hay", repiten. Y añaden: "Por favor, no hagan luz".<br />
Mal dato, mal día o mala suerte, nos vemos obligados a alejarnos con un poco de<br />
alivio y otro de desconcierto.<br />
Atravesamos entonces la Panamericana, orillamos la desembocadura barranquina<br />
de la Vía Expresa y llegamos a las callejuelas que parecen una suerte de concentración de<br />
talleres de reparación de automóviles.<br />
Hay allí múltiples callejones estrechos y sombreados.<br />
A la entrada de uno, un joven zambo parece vigilar. Estamos a unos cincuenta<br />
metros, quién sabe si discretamente guarecidos tras unas carretillas de verduleros<br />
ambulantes.<br />
De pronto, un alto ciclista empieza a merodear el callejón. Indudablemente, el<br />
ciclista no es de ahí. Vendrá de zonas más blancas de Barranco o tal vez si hasta del