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Manuel Sánchez Mármol - Universidad Juárez Autónoma de Tabasco

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<strong>Manuel</strong> <strong>Sánchez</strong> <strong>Mármol</strong><br />

La sangre que ha corrido no es bastante para ahogar los<br />

resentimientos y las aspiraciones innobles. Dos partidos entran<br />

a disputarse el porvenir <strong>de</strong> México. Ambos profesan diferentes<br />

principios. De parte <strong>de</strong>l uno, están el clero y el ejército; <strong>de</strong><br />

parte <strong>de</strong>l otro, sólo el pueblo. El clero y el ejército, apegados a<br />

sus fueros, a sus preeminencias, a la influencia exclusiva que<br />

habían logrado adquirir sobre las masas; el pueblo <strong>de</strong>fendiendo<br />

sus instituciones para consolidar su soberanía.<br />

Detrás <strong>de</strong> ambos asoma el yankee, codicioso <strong>de</strong> las<br />

espléndidas y feraces llanuras <strong>de</strong> la California y <strong>de</strong> los metales<br />

que oculta solícita en su seno la melancólica y <strong>de</strong>molida<br />

doncella <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s. Haciendo alar<strong>de</strong> <strong>de</strong> su fuerza cruza el<br />

Bravo; atrevido con la confianza que le inspira la conciencia <strong>de</strong><br />

su po<strong>de</strong>r, osa asentar su ruda planta en las arenas <strong>de</strong> nuestro<br />

territorio, pero a su encuentro salen los soldados <strong>de</strong>l Monte <strong>de</strong><br />

las Cruces, y la sangre <strong>de</strong> dos hermanos es vertida en Palo Alto<br />

y Churubusco. Un ignominioso tratado, escrito con la punta<br />

<strong>de</strong> la espada <strong>de</strong>l vencedor, pone fin a tan <strong>de</strong>sastrosa guerra<br />

fratricida, y las dos naciones se dan el ósculo <strong>de</strong> paz.<br />

No por eso cesa la contienda que mantienen por una<br />

parte el clero y el ejército con sus ten<strong>de</strong>ncias ambiciosas, y por<br />

otra, los hijos <strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong>fendiendo sus sagrados <strong>de</strong>rechos.<br />

Los primeros, constituyendo el partido conservador, flotan<br />

constantemente entre la monarquía, la dictadura y la república;<br />

los segundos, verda<strong>de</strong>ros amantes <strong>de</strong> la libertad, quieren a todo<br />

trance cimentar la República, comprendiendo que la Nación<br />

no ha sacudido en vano la opresión <strong>de</strong> trescientos años.<br />

La suerte <strong>de</strong> Iturbi<strong>de</strong> ha <strong>de</strong>mostrado que la cólera <strong>de</strong>l<br />

pueblo, adormecida, al cabo <strong>de</strong>spierta, y entonces arrastra en<br />

su furia cuanto llega a oponerse a su marcha, <strong>de</strong>rrocando hoy<br />

aquellas divinida<strong>de</strong>s que adoraba ayer y <strong>de</strong>rribando los altares<br />

que les erigiera en el colmo <strong>de</strong> su idolatría. Apo<strong>de</strong>rado al fin el<br />

partido retrógrado <strong>de</strong> la situación, unce insolente al carro <strong>de</strong> su<br />

triunfo a la maniatada Nación; pero ésta que ha aprendido a ser<br />

libre a costa <strong>de</strong> inmensos sacrificios, que ha visto correr tanto<br />

tiempo la sangre <strong>de</strong> sus hijos leales, en fusión con la <strong>de</strong> los<br />

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