-Tienes razón. Es mejor que cualquier periodista. Creo que has dado en el clavo. Ese “Informe Científico”... ¿en qué canal lo pasan? -Me dio la impresión de que lo pasan todas <strong>las</strong> semanas... pero no recuerdo en qué canal –apuntó Wendy-. Recuerdo que hubo un anuncio comercial, de modo que no puede ser la BBC... -Lo encontraré –la interrumpió Carmell-. Y les proporcionaré el informe científico más sensacional que jamás hayan recibido...
En 1975, “Informe Científico” realizó un afortunado programa de trece semanas en la Televisión Independiente. <strong>La</strong> audiencia fue buena, sorprendentemente buena para un proyecto tan serio, Y Sceptre Television tuvo muy pocas dificultades para convencer a la red de emisoras de que hiciera una serie de veintiséis semanas en 1976. Eso significó algo grandioso para Chris Clements y su ego, ya que “Ciencia Hoy” era creación suya. Él lo produjo y lo dirigió. Además afirmaba, no sin justificación, que de él había partido la mayoría de <strong>las</strong> ideas brillantes. De modo que la decisión de la red televisiva significó un cumplido para él, lo mismo que una gran responsabilidad. Mantener ese nivel durante veintiséis semanas seguidas era un verdadero desafío. Sin embargo, Clements no tenía ninguna duda en cuanto a su capacidad para satisfacer el encargo, que sólo provocó en él un aumento de la producción de adrenalina. Se trataba de un hombre flaco pero fuerte y nervioso, cuyo aspecto era el de quien en otros tiempos ha sido jockey y que llevaba el escaso pelo oscuro siempre despeinado. Hablaba a toda velocidad, en oraciones a modo de staccatos, como si su lengua siempre tuviera prisa. Sabía generar entusiasmo: nadie podía hacerlo como Chris Clements. Acumularían y tendría en reserva como mínimo doce programas. Ése era el plan. Una vez iniciado el serial, elaborarían los catorce restantes. A mediados de diciembre de 1975 ya tenía siete en reserva –o sea que estaban adelantados con respecto al plan inicial- y el equipo de producción debatía cuál sería el tema siguiente. Aquel día había ocho personas en la oficina de Clements, que se encontraba al otro lado del pasillo posterior del Estudio B. Clements se quejaba con frecuencia de que su oficina era demasiado pequeña para celebrar reuniones y también señalaba que le repugnaban los olores a comida que emanaban de la cantina de la empresa de TV. Sus protestas no habían servido de nada. Sólo habían merecido secas y escuetas notas de Leonard Harman –vicedirector (administrativo) de programas-, en <strong>las</strong> que éste insistía en que no les sobraba espacio, agregando que “Informe Científico” no tenía méritos suficientes para contar con su propia oficina de producción. Naturalmente, Harman contaba con un despacho mucho más grande y con aire acondicionado. Pero los ocho estaban reunidos en esa oficina, que era realmente muy pequeña. Jean Baker, la ayudante de producción de Clements, ocupaba el escritorio. Por lo general se sentaba allí durante <strong>las</strong> reuniones porque era quien tomaba la mayor parte de <strong>las</strong> notas y quien recurría a los archivos, aparte de que a Clements le gustaba pensar de pie. Se paseaba de un lado a otro, moviendo expresivamente <strong>las</strong> manos y los brazos, como si sus miembros desprendieran ideas. Entre los demás se encontraban el ex locutor de telediario de la red transmisora de la Televisión Independiente, Simon Butler –presentador del programa- y los reporteros Colin Benson y Catherine White. Frente a ellos estaban los asesores científicos –el profesor David Cowie y el doctor Patrick Snow- y en el rincón más cercano a la puerta se veía al investigador Terry Dickson. Potencia de ondas –sugirió Benson-. Energía a partir de <strong>las</strong> ondas... -Nos han ganado por mano, encanto –le interrumpió Clements-. ¿No viste la BBC-2 el miércoles pasado? Dickson se sintió decepcionado. No había visto el programa de la BBC-2 y, creyendo que se trataba de un tema interesante, había estado investigando la potencia de ondas. Ahora tendría que echar todo el trabajo a la basura. A pesar de su costumbre de llamar “encanto” a todo el mundo, Clements era duro. Cuando decía no, significaba no. -Newswekk ha publicado un interesante artículo sobre sirvientes robots –intervino Cowie-. Parece que los están construyendo para que lustren los suelos e incluso para hacer <strong>las</strong> camas... -¡Eso me gusta! –exclamó Clements con júbilo-. ¡Criadas mecánicas! Sí, podríamos divertirnos con eso. Jean, encanto... apúntalo como posible. Volveremos sobre esto. -Creo que ha llegado la hora de que consideremos seriamente la fuga de cerebros – propuso Butler. Clements interrumpió su paseo y miró dubitativamente: -No sé, Simon... Me parece un tema escabroso. –Apoyó el mentón en la mano derecha-. ¿Nos corresponde realmente a nosotros? 4
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