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<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong><br />
HORACIO ESBER
Supe La Habana
HORACIO ESBER<br />
Supe La Habana
Esber, Horacio<br />
Supe La Habana. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires :<br />
el autor, 2012. 272 p. ; 23x15 cm.<br />
ISBN 978-987-33-2643-1<br />
1. Narrativa Argentina. 2. Novela. I. Título<br />
CDD A863<br />
© Horacio Esber, 2012<br />
Foto de Tapa: Horacio Esber (La Habana, 2007)<br />
Foto de pág. 124: Horacio Esber<br />
Foto de pág. 261: Juan Gianelli<br />
Dibujos: Mauro Ricci<br />
Diseño Gráfco: Guadalupe Serra<br />
ISBN: 978-987-33-2643-1<br />
Impresión Digital: Jorge Burtz (2012)<br />
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723<br />
Libro de edición argentina.<br />
Impreso en Argentina
A la Memoria de Oscar Nicolás “el Turco” Adre.<br />
A la Memoria de Héctor Lastra.<br />
No creo en los Pueblos, creo en las Generaciones.<br />
José Saramago
En “La Chernia, el Chucho y la Cholga” la Negra Claudia<br />
Durigón me apuró, Vos no podés callar esa historia;<br />
casi una obligación que la contés..., y no es por vos faco,<br />
es por la historia que te lo digo<br />
Flaco, me dijo. (Así, entre seductora, ácida y esquiva).<br />
Terminé el “Wok de la pesca del día con verduritas al vapor”<br />
y antes del siguiente trago de tinto le dije, Sí.<br />
Rosario es una ciudad caliente, caliente y hermosa.<br />
9
Supe<br />
Artemisa es un pueblito de Cuba al que nunca fui. Sé que en<br />
él habita una mujer afortunada. Es raro que siendo como soy,<br />
todavía no haya viajado hasta La Habana para traerla y recorrer<br />
el Malecón de su mano. Ella es Amparo López Enríquez, la miliciana<br />
de la que quiero decirles y a la que quisiera contarle lo que<br />
pasó después que se encontrara con él.<br />
Nunca conversé, pero de ella me hablaron. De ella y del Cuervo.<br />
El Cuervo, la única seña que Luis me dio, No hace falta que<br />
conozcas su nombre, todos en el errepé saben quién era..., y lo<br />
saben también los Montos y los de la Secretaría de Derechos<br />
Humanos de la Presidencia…, y si no preguntale a.<br />
Me largó crudito con eso, y sólo cuando terminé de escribir la<br />
recuperada historia entre el Cuervo y Amparo me di cuenta que<br />
no hacía falta que me dijeran cómo se llamaba él.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 11
1<br />
San Nicolás<br />
1969. El Cuervo volvía desde Cuba como si fuera un turista<br />
más a bordo de Air France. Recordaba las palabras del padre<br />
Mugica: ¿Para qué nos sirve una universidad autónoma en un<br />
país donde los niños de Tartagal se mueren de hambre? Después<br />
reconstruyó en la memoria los días de “La noche de los bastones<br />
largos”. No era una alusión caprichosa, ni siquiera mostraba persistencia<br />
militante. No, porque él mismo referiría más tarde que<br />
hacia 1966, año en el que el onganiato iniciaba su periplo necio<br />
y abstruso, había elegido, aunque su vida debiera volverse clandestina,<br />
iniciarse a la lucha insurgente en su San Nicolás natal<br />
para no ser un espectador más de la historia.<br />
*<br />
Recién comienza la nueva década (Será recordada invariablemente<br />
como “Los setenta”).<br />
Las veredas húmedas de San Nicolás de los Arroyos dejan<br />
escapar la inmoderada pretensión de sus calles. Hasta Buenos<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 13
Aires parece al alcance de la mano. Hay un ambiente urgente.<br />
Despegar. Diferenciarse. Armar algo más que un puerto de provincias.<br />
La gente de San Nicolás puede encontrarse en la mirada;<br />
saben que no irán a extrañarse. Porque los extraños son los<br />
otros. Los de Rosario, por ejemplo.<br />
Las cosas empiezan a rebasar la clásica pachorra moral. Pueblerina<br />
y eclesiástica. Tanto que mucho más adelante vendrán<br />
para contradecir la consagración mariana que el mismo Onganía<br />
pretenderá hacer, hincado frente a la Basílica de Luján.<br />
Es como si en las aguas del Paraná, o en los últimos camalotes,<br />
hubiera llegado una especie de hechizo que entrelaza a los nicoleños.<br />
Hay quienes piensan que este clima que comienza a insinuarse,<br />
casi con perdularia insistencia, anticipa los días por venir. Y<br />
que, además, como una suerte de maquinación furtiva se extiende<br />
en todo el territorio nacional. Sin embargo acá, en la ciudad,<br />
porfían que eso, únicamente aquí pasa.<br />
Jeremías está empleado en una funeraria, hace de Lechuza,<br />
ofreciéndoles a los deudos la casa mortuoria para el merecido<br />
velatorio del recién muerto. Cobra, así, por tanto. A façón. El<br />
trabajo de la huesuda es el primero en usufructuarlo. Rápido<br />
vendrán los otros. Los que desde hace siglos, apostados detrás<br />
del púlpito, intermediando con la fe, continúan sacando esta especie<br />
de devengo canónigo ad eternum.<br />
El Cuervo frecuenta por segunda o tercera vez a Jeremías en<br />
el Hospital Zonal; trae la íntima esperanza de reclutarlo pero se<br />
encontrará con una sorpresa: Jeremías tiene una obsesión.<br />
Dicen que por estas horas pone todo el esfuerzo en tratar de<br />
14
salvar la cooperadora de la escuela a la que asiste un sobrino<br />
suyo. Gracias a ella, los alumnos viajan hacia Santa Fe o Buenos<br />
Aires -con la excusa de estudiar el túnel subfuvial o visitar<br />
el Cabildo-; otras, ayuda a subvencionar los manuales y libros<br />
de los hijos de obreros desocupados o mal pagos. Pero también<br />
organiza las kermes. Y Jeremías, en esas festas de feriantes improvisados,<br />
casi siempre liga: alguna maestra, alguna madre<br />
aventurera.<br />
Lo cierto es que la cooperadora escolar, dicen, será pronto<br />
intervenida por la directora; Jeremías intuye que, impulsada por<br />
los padres más conservadores y por el cura de la escuela, seguramente<br />
los viajes y la kermés terminarán sin que nadie pueda<br />
quejarse.<br />
Con un pie apoyado en el último escalón el Cuervo trata de<br />
convencerlo. El Lechuza interrumpe:<br />
-No sé. Retiene las palabras por un momento; baja la voz,<br />
Últimamente, vengo del hospital y en lo único que pienso es en<br />
cómo hacer para que la vieja amargada de la directora no pueda.<br />
El Cuervo ofrece un cigarrillo:<br />
-¿Entendés? -insiste Jeremías-, si la interviene es mejor que<br />
los pibes se olviden.<br />
Detenidos en el poyo de la casa no dejan que la charla se alargue.<br />
Por eso Jeremías se asegura:<br />
-¿Te importa si lo dejamos para otro momento?..., es decir,<br />
la conferencia sobre Lenin me interesa, pero, vos entendés ¿no?<br />
Mueve la cabeza para decir, sí. Y aplasta el pucho con la punta<br />
del zapato; de buen humor, el Cuervo estrecha la mano huesuda<br />
de Jeremías al despedirse.<br />
*<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 15
La cooperadora fue intervenida nomás, a pesar de la opo-<br />
sición de Jeremías, de los argumentos y de las dos asambleas a<br />
las que asistió. La llevaba bien hasta que alguien dijo, sostuvo y<br />
mantuvo, que en esas reuniones sólo padres, madres, abuelos y<br />
abuelas tenían cabida. No así los tíos y tías. Ellos tenían vedada<br />
toda participación: Ni voz ni tampoco voto. Sin embargo se<br />
cuenta que Jeremías consigue reclutar más de una madre solícita,<br />
atraída no solamente por los fnes de la empresa encarada.<br />
Apenas decidida la intrusión ofcial en la cooperadora -al<br />
mismo tiempo que el interventor asume sus funciones- en la<br />
casa de María Teresa se reúnen ocho padres y unas quince madres.<br />
Más Jeremías, por supuesto.<br />
No hace falta que haya otras, enseguida se ponen de acuerdo.<br />
*<br />
El Cuervo organiza la orga. Está a cargo de una parte de San<br />
Nicolás. Se preparan para la reunión del Quinto Congreso en<br />
Las Lechiguanas, una de las islas del Paraná. Pero para llegar<br />
a ésa han de celebrar muchas previas. Espera que no sea el siguiente<br />
fn de semana. Ése, justo ése, tiene una cita. Pero de las<br />
otras. Es una faca que ha llegado con su familia desde Córdoba<br />
y que le ha dado buen calce. Además está linda:<br />
Linda mina Adriana, y por si fuera poco parece romper con<br />
el mandato paterno..., de casamiento, nada.<br />
*<br />
Jeremías, María Teresa y tres más avanzan decididos. Queda<br />
claro que no sirve insistir con las autoridades. Ni las escolares ni<br />
tampoco las del Ministerio. Menos todavía con los curas, Ésos...,<br />
ni en pintura [diría hoy, Joaquín Sabina].<br />
El sol se esconde, San Nicolás parece desnudarse. Perder ese<br />
16
halo mojigato que la envuelve durante el día. Es como si su pecho<br />
se abriese a ciertas verdades.<br />
María Teresa camina dos o tres pasos atrás del grupo. A veces<br />
Jeremías espía hacia ella; la bolsa que lleva pesa, sin embargo no<br />
se resigna a mostrar faquezas. Con ellos viene uno al que la luz<br />
de los faroles le rebota en la frente aceitosa. Insiste con ayudar<br />
y reclama:<br />
-Jeremías, no seas cabezón, dejá que te doy una mano.<br />
-Vos asegurate -responde torciendo la boca-, que la pala no<br />
se vuelva a golpear contra las baldosas, que no se abolle porque<br />
el patrón me raja.<br />
Otra de las que llega viene no sólo a causa de que le pasa<br />
algo con el Lechuza, sino también porque eso que hacen es una<br />
manera de salir del hogar marital. Dejar por un rato de ser ama<br />
de casa para convertirse en una especie de Madame Bovary tercermundista.<br />
Doblan en la esquina. Se cruzan con un patrullero. La frente<br />
laqueada brilla un poco más y sin embargo los policías del Jeep<br />
IKA no los registran. O hacen como que no.<br />
Faltan cinco cuadras.<br />
Acaso cuatro.<br />
*<br />
Después de la consagración de Alfredo Alcón unos años antes<br />
(invierno de 1966), “Israfel” de Aberlardo Castillo empieza, hacia<br />
fnes de esa década, a exhibirse en los teatros under de las ciudades<br />
del interior.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 17
2007<br />
Lili, Walter (I)<br />
Liliana es una de las personas que mejor recuerda la vida del<br />
Cuervo. Podría decirse que es casi su biógrafa personal, aunque<br />
ella, si alguien se lo mencionase, no aceptaría semejante nominación.<br />
Walter es periodista al que un colega de la revista Lucha Armada<br />
le pasó el dato. Quizá sea por eso, enseguida consiguió la<br />
entrevista.<br />
El primer encuentro fue en la casa de Lili.<br />
Lili o Liliana me pidió que saliéramos al balcón terraza. No se<br />
sentía bien ahí dentro.<br />
A pesar de la cadencia de Maná que nos inspiraba para hablar.<br />
Ella apagaba apenas la voz:<br />
-Me acuerdo de aquellos días y me convenzo más de mi ateísmo.<br />
Se acomodó en un sillón de paño color borravino; -esperó<br />
que me sentara-:<br />
-Mejor dicho de mi militancia atea; aquellos días no pudieron<br />
terminar como terminaron si no fuera, si hubiera alguien<br />
allá…, más allá.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 19
Cerró los ojos; parecía actuar. Yo me acordé de Unamuno<br />
-creo que era él- y de su idea acerca de que la fe no tiene que ver<br />
con creer que Dios existe, sino con querer que exista.<br />
-Mirá, Walter, -retomó de golpe Lili-, Hubo cada cosa, cada<br />
ruptura..., es así, rompíamos con lo dado, lo que venía puesto<br />
no servía, lo que sea, y no tenía que ver con la cuestión política<br />
salvo que vos creas que la política es una especie de baba que lo<br />
envuelve todo y entonces sí.<br />
Hablaba a borbotones, sus argumentos eran una clase de<br />
hilván hecho sobre la cáscara del tiempo. Me llevaba con ella,<br />
enancado en su relato, en sus refexiones y también en su rencor.<br />
Rencor a Dios<br />
de Dios,<br />
de los que<br />
nombran a Dios en sus plegarias.<br />
20
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 21
Marlon Brando antes de matar<br />
Tendría a lo sumo veinte años. Construida con Evita viva, hacia<br />
la medianera del Peronismo clásico. Clase de opulencia disimulada<br />
y grandiosa. Fue una de las primeras en San Nicolás. No<br />
duró mucho con sus dueños. Tuvieron que venderla. Los padres<br />
de Adriana recién se mudaron después de arreglarla. Y Adriana<br />
está esperándolo ahí, debajo de la puerta. Marco de roble macizo,<br />
antepecho lujoso del zaguán ambiguo de luz y negrura. Está<br />
molesta porque no solamente le ha cancelado la cita del sábado<br />
sino que al mismo tiempo pretende negarle explicaciones. O las<br />
que da resultan infantiles. No es que a ella le interese pero al<br />
menos debe aparentar que sí, que le interesa. Es lo que le han<br />
aconsejado: una tía y su prima mayor.<br />
Pero es eso, justamente eso lo que la pone de mal humor; no<br />
quiere armar su vida fngiendo.<br />
Cambia justo antes de que él llegue.<br />
Antes de que asome: fantasma salido de una tragadera urbana.<br />
Trae el pucho colgado de la boca, las manos metidas en los<br />
bolsillos, la cabeza ladeada. Marlon Brando antes de matar.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 23
El Cuervo termina de cruzar la calle; la saluda tocándole el<br />
pelo. Apenas la nombra, Adriana. Ella lo bienviene, pega su boca<br />
a la comisura.<br />
Sí, no es el Cuervo. Es Brando.<br />
La agarra por la cintura, entre brusco y tierno. Beso profundo,<br />
adelantado a su época. Pero ni él ni tampoco ella lo saben.<br />
Solamente se dejan.<br />
*<br />
En el camino a la casa de la directora, Jeremías repasó muchas<br />
veces lo que están por hacer. Aunque parezca, no es una<br />
disputa menor. Es una respuesta concreta a una manera concreta<br />
de proceder.<br />
La vocación de estos años. Un modo de pararse frente a los<br />
acontecimientos.<br />
María Teresa también cree lo mismo. Tiene treinta, treinta y<br />
dos a lo sumo. Y a pesar de representar a cierta clase nicoleña,<br />
a cierta prosapia tradicional, ella intuye que los tiempos que se<br />
viven no son igual a ningún otro.<br />
Por eso va.<br />
Por eso más que por el aspa revoltosa que inquieta su estómago<br />
porque Jeremías -apenas un jovencito, lechuza de hospital-,<br />
la mira como si en cualquier momento fuese a emboscarla.<br />
No es que olvide a sus hijitos. Tampoco a su marido. Menos<br />
a sus suegros y a sus padres. Pero ellos seguramente encarnan la<br />
misma sociedad que tan bien simboliza la directora, el interventor<br />
recién designado y las autoridades de la Nación.<br />
Ahora se adelanta, alcanza a Jeremías. Es la primera vez que<br />
se calza los vaqueros para andar por las calles, así, casi con desparpajo:<br />
24
-Llegamos, Jeremías.<br />
Él, reconcentrado en la bolsa, no responde.<br />
Del de la frente aceitosa poco y nada. Se ha retrasado. De<br />
propósito. Pretende ser la retaguardia innecesaria. Entre medio,<br />
lo de siempre. Ni fu ni fa. Los espectadores rasos, testigos tan<br />
necesarios para después contar como prescindibles para, en ese<br />
ahora, hacer.<br />
*<br />
Son en tinta china. Adriana y el Cuervo. O sus cuerpos. Delineados<br />
en las sombras. Augurio o garabato de formas tan sabidas<br />
como desde siempre negadas.<br />
Bendito zaguán penumbroso. Último bastión, antesala de la<br />
venidera capitulación de los censores -militares, curas, padres y<br />
maestras-.<br />
Túnel de luz.<br />
Maldito zaguán bocina.<br />
Eco asimétrico, felmente espasmódico. Eco del deseo realizado,<br />
imposible de callar. Excusa exacta, esperada para salir de<br />
golpe.<br />
Encontrarlos.<br />
Imprecar invocando a un dios criticón que no es el Dios verdadero,<br />
halagador y voyeurista. Él, que justamente creó la media<br />
luz para poder imaginar y después idear lo que el tacto descifrará,<br />
al memorizar.<br />
Y el Cuervo que, en la segunda cuadra, se frena. Ríe, desabrochado<br />
todavía. Pleno de vida. En el cuenco de sus manos<br />
grandes la tibieza de Adriana que se queda, ahí, acurrucada y<br />
mimosa.<br />
Tiene ganas de gritar: Acá está ella, es ésta.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 25
Sí, pero también es aquella, la que ahora se niega al refunfuño<br />
moralista de la madre y al quite de saludo (promesa de meses de<br />
silencio y ostracismo) del padre.<br />
La del Cuervo es una verdad tan grande como la casa del zaguán<br />
de las dos caras. Adriana estará un tiempo más en esta<br />
ciudad que muda la piel. Su vocación por la música, el teatro y<br />
la dramatización la sacará del territorio de la heredad familiar.<br />
Pater familiae en desuso.<br />
Adriana lo intuye, porque las faldas cortas pueden menos<br />
que las pasiones largas. Adormecida, todavía caliente, envuelta<br />
en una sábana húmeda de placer reconstruye pizca a pizca cada<br />
partícula de esta noche.<br />
Adriana dormida.<br />
Fagocitada por el sueño o la pesadilla que trae una pintada<br />
que la obsesiona: Liberación o dependencia.<br />
Irse, que se quede el pater y los que quieran con él. Ella se va.<br />
Su liberación:<br />
irse.<br />
*<br />
Poco tiempo atrás ha muerto Ho Chi Minh Secretario General<br />
del Partido Comunista Vietnamita y en la calle un panfeto arrugado<br />
deja escapar la consigna: El Tío Ho Vencerá.<br />
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<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 27
2007<br />
Lili, Walter (II)<br />
Fue como te digo, repetía Liliana. Yo escuchaba atento, reparaba<br />
en sus manos movedizas, en la inquietud de sus piernas<br />
nunca del todo quietas:<br />
-Mirá, nosotros nos confábamos todo..., él había vuelto de<br />
Cuba reiterando la hipócrita ruta que, los unos y los otros, sabían<br />
que se hacía pero que todos disimulaban no enterarse. Era<br />
un punto a punto, un cambiar los pasaportes, un llegar y estar<br />
un par de días en París, Roma o Londres haciéndose el boludo<br />
y después llegar con el sello estampado que acreditara que vos,<br />
por los países comunistas no pasaste.<br />
Hace silencio, parece que va a rezongar porque no encuentra<br />
remate para lo obvio; la ayudo como si no hubiese entendido:<br />
-A ver, explicame bien como se hacía eso.<br />
-Qué.<br />
-Eso, los viajes punto a punto.<br />
Liliana desgranó explicaciones, íntimamente agradecida porque<br />
le daba espacio para que recordara otras:<br />
-El Cuervo terminó…, mejor dicho, le terminaron la instruc-<br />
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ción en La Habana y voló a Praga, desde ahí, por tierra atravesó<br />
hacia algún rincón de Austria, Leoben creo, y más tarde voló a<br />
París, recién entonces usó su verdadero pasaporte; tres o cuatro<br />
días después llegó en Air France a Ezeiza..., mirá yo fui a esperarlo<br />
y puedo decirte que no era el mismo que el que se fue allá<br />
por mil novecientos sesenta y nueve.<br />
Por fn. Había conseguido lo que me propuse, Lili entraba en<br />
la parte de la historia que más me interesaba:<br />
-Por qué decís que no era el mismo que se fue.<br />
Se puso de pie para cortar un pétalo de la rosa banksiana que<br />
adornaba una de las puntas del jardín de altura, se quedó ahí,<br />
entretenida, sin volver a su lugar:<br />
-Regresó distinto, algún bichito le había picado en Cuba, yo<br />
me daba cuenta pero no quise preguntarle ni tampoco me hubiera<br />
dejado.<br />
Liliana puso atención en los tallos, acomodándolos:<br />
-Qué no pudiste, Lili.<br />
-Preguntarle.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 29
Más adelante, María Teresa será Inés<br />
Por la mañana lo supo. La noticia de la radio, un rumor. El<br />
voceo del canillita del diario local. La certeza que trae el compañero<br />
de la otra cuadra:<br />
-Jeremías está preso. Dijo, antes de agregar, Él y una mujer.<br />
El Pelado guarda el mazo en el bolsillo derecho:<br />
-Se dice que tres han escapado, Cuervo..., además negaron<br />
que fueran con ellos. El Cuervo sale para la comisaría a medio<br />
vestir, preocupado; muerde el fltro del cigarrillo apagado. Por<br />
lo general prefere fumar recién después de haber desayunado.<br />
Dirán que fue como si lo hubieran esperado, porque el Jeep<br />
IKA de la policía apareció -o volvió- al mismo tiempo que empezaban<br />
a preparar el sabotaje frente a la casa de la directora. Sí,<br />
el “Cuartito” dio vuelta en la esquina y astilló el silencio de la<br />
noche con la sirena chillona y roja.<br />
San Nicolás se acostumbra imperceptiblemente a estos hechos.<br />
Manifestaciones del sentimiento atraviesan la idea de una<br />
justicia carente de la circunspección de los jueces y de la Constitución<br />
Nacional, pero, por lo general, amparada por la sencillez<br />
de la verdad.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 31
Las cosas cambian. Sí, aunque las personas maduramente<br />
adultas protesten, esa anacrónica condenación no quebranta la<br />
voluntad.<br />
Descascarada y húmeda, la puerta de la comisaría permanece<br />
abierta. María Teresa sale despaciosamente. Abajo, estáticos al<br />
pie del cordón de la vereda, la esperan el padre -renombrado<br />
médico cirujano- y el marido -aspirante a secretario del Juzgado<br />
Federal en la próxima promoción-. Ella los mira mientras se<br />
acerca, la cabeza levantisca. No lo alcanzan a notar y corroboran<br />
aquella vieja sentencia popular: son ellos los últimos en enterarse.<br />
Uno, porque desde tan alto los detalles se escapan; el otro<br />
porque, Éso, éso mi hija sí que no.<br />
María Teresa lleva los hijos pegados a sus vaqueros; sus pasos,<br />
algo más largos y frmes que lo habitual, provocan que los<br />
chiquilines deban correr para no soltarla.<br />
Ninguno. Ni siquiera ella lo sabe: divorciada sin divorcio.<br />
De todo, de todos.<br />
A Jeremías no volverá a verlo.<br />
Una nube rojiza se abre en dos. Desde una ventana saluda<br />
“Muchacha Ojos de Papel”.<br />
Más adelante, María Teresa será Inés.<br />
El Cuervo los ve pasar, disimula, como si estuviese concentrado<br />
en su cafecito. Aspira una bocanada. Desde otra mesa el<br />
Pelado levanta la ceja derecha, murmura en sordina: -Por qué la<br />
soltaron a ella y no a Jeremías. Entre sus dedos cabriolea la Reina<br />
de trébol. El mazo a un costado.<br />
Detrás del calabozo hay un pequeño patio. Mitad embaldosado,<br />
mitad tierra apisonada; arrumbado contra la pared el esqueleto<br />
de un elástico de cama. Justo ahí, apoyada y abierta una<br />
32
olsa grande que envuelve dos tachos: en uno, alquitrán; en el<br />
otro, bosta fresca (a esa hora ya seca) de los caballos del carro<br />
fúnebre. Tres brochas y una pala reluciente.<br />
*<br />
“...entre el hombre y Dios, elegiría al hombre. El hombre soy<br />
yo...” Declarará tiempo más adelante a la Revista Extra, Joan Manuel<br />
Serrat.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 33
2007<br />
Lili, Walter (III)<br />
-¿Sabés?, el Cuervo no la iba con esos mensajes estúpidamente<br />
moralizadores, nunca, pero menos todavía después que regresó<br />
de Cuba.<br />
Liliana buscó una regadera. Entretenida, humedecía el pequeño<br />
jardín. Siguió hablando, dándome la espalda; echó una<br />
mirada para cerciorarse de que todavía estaba:<br />
-Vos te percatás, por aquellos años había una ola muy<br />
grande que imponía o mejor dicho mantenía ciertas costumbres.<br />
Largué una espesa bocanada antes de:<br />
-Sí que lo sé, claro, a lo mejor la infuencia de la moral victoriana,<br />
y de la cristiana también, se mantenía a pesar de los curas<br />
tercermundistas.<br />
-¿Cómo?, justamente por eso se conservaba, retrucó Lili interrumpiéndome,<br />
y arrebató de una:<br />
-Ellos empezaron teniendo mucha infuencia, son los que armaron<br />
todo. Sonreí, aprovechaba que seguía dándome la espalda.<br />
Ella hizo una pausa premeditadamente silenciosa:<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 35
-Mirá -persistió enseguida-. No sé, el Cuervo no la iba con<br />
esa moral que trataban de imponer, vos sabés ¿no?. Repitió y<br />
esperó callada.<br />
No me quedó más remedio:<br />
-Pero claro, Lili, me contaron las historias que se armaban,<br />
por ejemplo, ehh, si un militante se enroscaba con una compañera.<br />
Liliana dejó apoyada la regadera y se volvió para mirarme<br />
entre divertida y pícara antes de agregar:<br />
-Y ni te cuento si la compañera era también compañera de un<br />
compañero. No, eso es chiste.<br />
Reímos con ganas.<br />
-¿Qué querés tomar?<br />
-Por ahora nada, gracias, seguí contándome, Lili, cómo se las<br />
arreglaba con eso.<br />
-¿Con la moralina supuestamente revolucionaria?..., al Cuervo<br />
le gustaban las minas más que el mate con ginebra. Dijo mate<br />
con ginebra y volvió a reírse:<br />
-El Cuervo, lejos de lo que quería aparentar, era un transgresor<br />
puro, qué sé yo, timba aunque no mucho, bailar, tomar...,<br />
ésas cuestiones; vagar, delirarse y sobre todo dormir y dormir;<br />
con lo único que no pudo romper fue con el hábito de vestirse<br />
de saco y corbata... Lo que sí, era muy riguroso con el tema de la<br />
seguridad, ahí no transaba; la cara de Lili iba ensombreciéndose:<br />
-Marxistas y curas tercermundistas coincidían en asuntos como<br />
la disciplina, libertades rígidas, construir una moral ofcial que<br />
uniformara; el amor, la amistad, las lecturas, en fn, faco..., una<br />
sola, para todos, y no respetarla era una falta grave, mirá que<br />
estupidez, si hasta Fidel imponía la idea de que el pelo largo era<br />
puro snobismo..., pobre mi amigo, tuvo que pagar por tanta bo-<br />
36
ludez..., castigarlo como lo hicieron. ¡Qué cosa, ¿no?, hasta la<br />
mejor de las revoluciones tiene sus agachadas!.<br />
Yo sabía; se rumoreaba que el Cuervo durante su estadía en<br />
Cuba había cometido alguna falta grave: intuía qué. Y sospechaba<br />
que Lili me lo confrmaría. En algún momento soltaría la<br />
verdad, pero le di pie para que no sospechara nada:<br />
-Pero, oíme, Fidel cambió.<br />
Ella sonrió con toda la cara:<br />
-Sí, Walter, se liberó también de esas, no sé, qué te parece…,<br />
Fidel y la revolución cubana dejaron atrás tanta estupidez.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 37
Hay que sacar a Jeremías del calabozo<br />
No quiere y se escapa. De la casa, de la fábrica. De la policía.<br />
El Cuervo lo recibe en la suya. Está mortifcado con aquella insistencia.<br />
Benito viene decidido a no dejar el teatro, pero más<br />
que eso a no cortarse el pelo.<br />
-Así no vas a captar a nadie, Cuervo, suelta Benito al verlo,<br />
como siempre, trajeado y enseguida larga sin dejar que se defenda:<br />
-Nadie te cree.<br />
-Vos, dale nomás, hacete el hippie y seguí con la guitarrita<br />
todo el día..., no te van a engayolar por revolucionario sino por<br />
pelotudo.<br />
Parece el padre. Porque al Cuervo le gusta ponerse por encima,<br />
con cierto aire de superioridad. Arrogancia buscada de propósito:<br />
estar de vuelta de la vida. Benito lo mide con bronca cuando le da<br />
la espalda. Bronca mutua que se acumulará con los años a pesar<br />
de que seguirán siendo leales amigos. Sonríe de costado:<br />
-Para vos estaría bien que nos convirtiéramos en una especie<br />
de Guardias Rojos, ascetas y rezongones; pincha Benito que empieza<br />
a sobrarlo; la sonrisa: carcajada.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 39
Antes de salir de la sala, el Cuervo murmura:<br />
-Enfelmito.<br />
Maltratado, Benito sin embargo cierra la boca. Con esa expresión,<br />
pronunciada a la cubana, y tan de este tiempo, el Cuervo<br />
irónicamente le recuerda lo que los verdaderos revolucionarios<br />
piensan de los hippies. De paso, le refriega quién es el único<br />
que ha estado en la isla del Che.<br />
Ya en el centro del patio, el Cuervo se apoya contra el tronco<br />
del Jacarandá. Resbala hasta quedar en la tierra, semiacostado.<br />
Tranquilo. Al tufo del río lo trae el viento y a él lo lleva en el<br />
recuerdo todavía fresco. Olvida a Benito, porque hay momentos,<br />
como éste, en los que el Cuervo es ganado por una perplejidad<br />
extraordinaria. Esa mujer de nombre Amparo. También<br />
La Habana y las calles de la espera. Su vida, que parecía ser<br />
mucho más que eso, de tanto en tanto, quedaba reducida a ese<br />
amor incesante y en suspenso que llega de golpe para atravesar<br />
la memoria:<br />
(monotype corsiva 13)<br />
La Habana: domingo: allá por el Malecón, caminaba con las<br />
manos metidas en el bolsillo. Dos días después que lo descubrieran.<br />
Era verdad, apenas llegó, una cubana supo contarle que ocasionalmente,<br />
si ella estaba triste, bailaba. Y que son muchos los que lo<br />
hacen así, apenados.<br />
Aquella tarde, como casi nunca, las olas rompían pidiendo permiso.<br />
Cierto. Muchos de los que trajinaban en las calles se movían<br />
rítmicamente; revelaban un estado de ánimo. Otros bateaban pero<br />
algunos no se divertían. A veces callados, a veces no. Salvo los nor-<br />
40
teamericanos, cualquiera puede darse cuenta si los que bailan están<br />
tristes o no.<br />
Él se preguntaba si, antes de que lo regresaran de prepo, volvería<br />
a verla.<br />
“No puedo negarlo, constantemente así: melanco, bien argentino,<br />
tanguero. Si los cumpas me vieran: ¡volvé al nicho, Cuervo!”<br />
Porque rompían suavemente bajó hasta sentarse y por poco tocar<br />
el mar sobre los dientes de perro, esos que Amparo le había mostrado<br />
tiempo atrás. Piedras comidas por el viento, la sal y el agua, si no se<br />
tenía cuidado, lastimaban la piel y rasgaban la ropa. La Habana -a<br />
sus espaldas- disuelta en un sol blanco.<br />
El Cuervo cierra los ojos igual lo hiciera aquel domingo. Sin<br />
dormirse todavía vuelve a él: olor a sardinas fritas. Lazo que lo<br />
mantiene unido a la ciudad desvanecida detrás del Malecón.<br />
(monotype corsiva 13)<br />
Sobre los dientes de perro. Él, ateo consumado, ruega verla, aunque<br />
sea, una más. “Tanguero, gomoso y maricón”, se dice a sí mismo.<br />
La luz de la siesta dibujada en el patio.<br />
Benito sale; no tiene mejor idea que despertarlo con la guitarra<br />
aunque inventa la letra.<br />
Visitar a la familia de Jeremías -que sigue preso a pesar de las<br />
promesas del juez- es la consigna:<br />
-A ver, chantalo debajo del cuello..., te ayudo, decime, Benito,<br />
porqué no te lo cortas y te dejás de hinchar las pelotas.<br />
Transparece el atardecer.<br />
*<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 41
Matilde lee entusiasmada y en voz alta:<br />
-“…Una de las tendencias más signifcativas en México desde<br />
1940 ha sido la creciente infuencia de los Estados Unidos en la<br />
vida mexicana…”. Larga la primera seca y el humo sube hasta<br />
laminarse contra el techo, enseguida Roberto curiosea:<br />
-¿Los hijos de Sánchez, eh?<br />
-Sí..., ¿leíste alguna otra de Oscar Lewis?<br />
-No, me tira más la literatura, estoy enganchado con Adán<br />
Buenosayres.<br />
Hacen tiempo hasta que llegue la hora de la clase. El bar, en<br />
diagonal a la puerta de entrada y en la esquina de Plaza Mitre;<br />
han llegado premeditadamente temprano y montan el juego de<br />
la fascinación intelectual.<br />
Acomoda el pelo largo, lacio, rojizo:<br />
-Che, Roberto, es raro que no se te dé por estos textos, tan actuales.<br />
La mano grande, quieta sobre la piedra blanca de la mesa,<br />
prefere esquivar sus ojos; está por responder, aunque duda; el<br />
temor a su enojo -el de ella- lo paraliza; Matilde insiste:<br />
-Para ir a las conferencias es mejor tener una base, el otro día<br />
en una: Dios Geometriza, yo...,<br />
-Esperá Matilde.<br />
Los otros que están en el bar parecen quedar, de sopetón, ausentes.<br />
Imaginariamente se desvanecen en este preciso momento:<br />
-Matilde..., dice Roberto y se levanta de la silla; saca del bolsillo<br />
un papel. Sonríe, audaz, metro y medio alejado de la mesa,<br />
empieza a construir un túnel para que el mundo pase por ellos<br />
dos; bastante sobreactuado, ejecuta (lee algunas, otras no) un<br />
fragmento del Cuarto Cuadro de Las Tres Caras de Venus: -(Lucio)<br />
Y no te lo reprocho. ¡Isabel, por el Gran Ojo del Mamuth,<br />
42
que nos está escuchando, te juro que no te lo reprocho! Y tú ¿qué<br />
fuiste para mí? Óyeme: había en mi ser una cuerda profunda que<br />
no descubriste, que no has hecho vibrar. Un error mutuo Isabel:<br />
un error salvado milagrosamente. Bullosa es tu marido y mi ángel<br />
guardián.<br />
Los hijos de Sánchez queda guardado en la yisca tilcareña.<br />
Matilde inclina la cabeza un poco hacia abajo, levanta la mirada:<br />
torera que acepta el desafío. De ese lado de la mesa, ya de pie,<br />
tira la melena hacia atrás y, premeditadamente, se saltea dos diálogos<br />
para recitar de memoria: -(Isabel) ¡De un dios en forma de<br />
pescado!, circunvala la mesa hacia donde está ella; Roberto va,<br />
los brazos en jarra: -(Lucio) El envase de dios no importa: lo que<br />
interesa es el contenido. Matilde detenida, indócil aunque él viene:<br />
-(Isabel) No lo discuto pero volvamos a la cuerda. Y Roberto<br />
sofrena la avanzada, la tiene a dos pasos -quizá tres-: -(Lucio)<br />
¿Qué cuerda? Es Matilde la que acorta la distancia, insumisa todavía:<br />
-(Isabel) La que yo no te hice vibrar. ¿No has pensado que<br />
también yo tengo mi cuerda? ¿O sólo tú puedes asumir la forma<br />
de un instrumento de música?<br />
Pero no están solos. Algunos de los parroquianos aplauden y<br />
el gallego detrás del mostrador ofrece otra vuelta:<br />
-La casa paga, hombre.<br />
*<br />
Anciana -¿sólo una apariencia?- demasiado para lo que ellos<br />
habían supuesto. La madre de Jeremías gimotea. Pide por su hijo<br />
preso:<br />
-¿Ustedes qué saben..., saldrá pronto?<br />
Benito deja que responda el Cuervo:<br />
-No lo sabemos.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 43
San Nicolás de lleno en la historia. Y no porque haya un Le-<br />
chuza de hospital preso. Todo es ellos. Todo. Ellos que cuartean<br />
lo dado. Tanto como esos otros que nunca conocerán al Cuervo,<br />
los que -se verá en los días que vendrán- planifcan porque sí,<br />
tomar por asalto la Casa del Acuerdo.<br />
La madre vieja ha traído té. Sirve y disculpa al padre de Jeremías,<br />
ausente adrede: -Pasa que mi marido ha sido tan correcto,<br />
fgúrense..., tan respetuoso de la ley, ¡ay, Virgen santa!, quién iría<br />
a pensar,<br />
El Cuervo no puede ni quiere ocultar cierto pasmo:<br />
-Señora.<br />
Aunque ya tibio, el té es pausa necesaria.<br />
La mujer entrega un mensaje de Jeremías. Ella no se anima a<br />
llevárselo a sus destinatarios: -Da vergüenza salir a la calle. Los<br />
despide con un beso en la mejilla.<br />
En el alféizar exterior de la ventana un mirlo descansa sosteniendo<br />
un gajo de hierba en el pico.<br />
Benito camina despacioso, las manos metidas en el bolsillo;<br />
contento, disfruta de su triunfo no reconocido:<br />
-El teatro es vida, Cuervo, fjate vos..., mirá lo que Jeremías<br />
manda a pedir.<br />
Pero el Cuervo se niega a consentir semejante disparate:<br />
-Cómo puede ser que él piense en eso, justo se ha ganado la<br />
primera medalla; pensá Benito..., preso de los milicos por no<br />
aceptar imposiciones, por rebelde, casi sedicioso.<br />
Cruzan de vereda.<br />
Antes de doblar, Benito refexiona intencionado:<br />
-El teatro también puede ser todo eso..., a lo mejor todo sea<br />
teatro.<br />
44
Una F100 interrumpe el intento de atravesar la otra calle, el<br />
Cuervo apoya la mano en el hombro de su compañero obligándolo:<br />
-Excusa pequeño burguesa, hermano, nada más.<br />
Están cerca de la escuela, por la hora ya deben estar ensayando:<br />
-Che, Benito..., ¿y cómo se llama la obra que preparan?<br />
-Las tres caras de Venus.<br />
-De quién es.<br />
-Marechal.<br />
-Uuhh.<br />
Es un garage angosto y largo que usan como sala (ni muy<br />
muy ni tan tan), caben dos, tres y hasta cuatro autos. Los días<br />
de función además del escenario y los actores, entran cómodas,<br />
entre veinte y veinticinco personas sentadas.<br />
El Cuervo escudriña entre la media luz que ilumina el proscenio:<br />
-Para vos cuál de las dos es Matilde.<br />
-Qué sé yo, Cuervo…, me la juego por aquella, la que tiene<br />
el pelo rojizo.<br />
Es el mismo bar de la tarde pero a la noche. Roberto y Matilde<br />
escuchan el mensaje-reclamo de Jeremías. ¡Pero claro!...,<br />
sabemos lo qué pasó, ¿Jeremías es o se hace?, mirá si va a tener<br />
que justifcarse por faltar.<br />
El patru de la policía ha rondado lentamente por la calle,<br />
frente al enorme ventanal del bar.<br />
Los mensajeros insisten: -Vamos a otro lado. Matilde intenta<br />
resistir pero la mirada fja del Cuervo es sufciente: -En alguna<br />
casa es más seguro ¿no? Benito asiente con la cabeza. -La farma-<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 45
cia de mi viejo..., ofrece ella, Estaremos bien, además atrás hay<br />
una salita, podemos tomar mate y charlar un rato.<br />
La humedad del río fota impalpable.<br />
Caminan hacia la farmacia. Critican la pesada obstinación<br />
de la iglesia católica en su riña contra los anticonceptivos: -De<br />
seguir así se van a quedar sin un perro que les ladre.<br />
Faltan dos cuadras; se ven algunos autos. Ninguna bicicleta.<br />
Es por la hora.<br />
Matilde quiere estudiar medicina: -Ojalá pueda pagarme la<br />
estadía en Buenos Aires o dónde sea..., mi viejo les ha pedido<br />
trabajo para mí a unos colegas suyos de Córdoba..., quién sabe,<br />
en una de esas.<br />
La sala es más grande de lo que esperaban. Y aunque ni ella ni<br />
tampoco el padre tiene una posición clara, sin embargo, desde<br />
dónde están se ve -en lugar del clásico cuadro de algún prócer-,<br />
puesta encima del escaparate principal de la farmacia, una bandera<br />
norteamericana, y debajo la leyenda: “Yo soy ahora la muerte,<br />
quebranto los mundos - J. Robert Oppenheimer: Inventor de<br />
la bomba atómica”. Roberto -persiste con usar gomina a pesar de<br />
los mocasines Tibus- confrma:<br />
-Quién puede estar de acuerdo con esa locura..., yo de política<br />
mucho no entiendo pero no puedo quedarme indiferente.<br />
El Cuervo hace cuentas. Benito en cambio los trae de nuevo<br />
a la conversación de la calle: -Las píldoras han ayudado mucho,<br />
dice y espera. Matilde sonríe: -Las consigo gratis, mi viejo no se<br />
aviva porque aunque no parezca se venden como si fueran pan<br />
caliente; risas, gestos que marcan la exageración. El clima se distiende<br />
paulatinamente. Mate tras mate van desgranado las ganas<br />
y los signifcados. El teatro es más que una vocación. Manera de<br />
46
estar juntos, fuera de la vigilancia de padres y de la escuela, aunque<br />
no de la policía o los curas (la policía y la iglesia sospechan<br />
de todo y de todos).<br />
-Actuar también es querer que el mundo sea diferente, afrma<br />
Matilde mientras acomoda el pliegue de su falda corta, hace<br />
sonar los dedos y sigue:<br />
-Usamos el arte para entender lo que nos pasa; por poco<br />
brusco Roberto la interrumpe:<br />
-Lo usamos para decir lo que queremos. Benito no se queda<br />
atrás, enciende un L&M, larga el humo por la nariz:<br />
-Usamos el arte porque también nos acerca a la vida.<br />
Se nota, a Benito Matilde le gusta y ella, aunque Roberto recele,<br />
se insinúa para divertirse. Por esto o no sólo por esto, Benito<br />
participa mucho.<br />
El Cuervo especula, Ojalá pueda captarlos; se hace oír:<br />
-Lo que sea…, es bueno usar el arte para ir más allá de la tonta<br />
y burguesa vanidad del snobismo.<br />
El tono sentencioso y presumido del Cuervo hace que los<br />
demás adviertan que pretende arbitrar defnitivamente en la<br />
controversia. Pero Matilde se planta: -Sólo si entendemos lo que<br />
pasa allá afuera, señala hacia la calle, Vamos a entendernos nosotros<br />
mismos, y el teatro ayuda, ¿o no?<br />
Armar otro mundo.<br />
Benito está dispuesto a ir por más:<br />
-Hay que sacar a Jeremías del calabozo.<br />
La bombilla del mate vuelve a sonar como esmirriada:<br />
-¿Por qué me miran así..., hay que sacarlo, no? La cara de<br />
Roberto empalidece más por el desconcierto que por la certeza:<br />
-Jeremías ya tiene abogado, dice.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 47
El Cuervo de pie.<br />
Matilde lo arrincona, directa: -No entiendo, Benito, qué querés<br />
decir con que hay que sacarlo.<br />
-Me voy, muchachos, avisa el Cuervo, Es tarde y mañana hay<br />
que laburar.<br />
Desde la orilla, la luna se puede ver refejada en el marrón<br />
negro del Paraná. También en las brillosas, mojadas calles nicoleñas.<br />
-Mirá, vos hacé como te parezca Benito, pero estas cuestiones<br />
conmigo no van..., tampoco con la orga.<br />
Vacía, la ciudad es un páramo dormido.<br />
Los dos con las manos metidas en el bolsillo; Benito habla<br />
en voz baja; avanzan en dirección al centro subiendo por León<br />
Curuciaga. Monólogo entumecido:<br />
-Qué persecuta tenés hermano, todo es complicado con vos.<br />
Cara agrisada, el Cuervo no contesta. Y los murciélagos sisean<br />
entre árboles y faroles.<br />
La casa enroscada en la noche.<br />
Apoyado en el marco de la puerta del cuarto, el cigarrillo mordido<br />
por el fltro, hace un esfuerzo por afojar la cuerda: -Oíme<br />
Benito, es cierto que armamos algunos focos, que hacemos unos<br />
canas o algún banco..., pero todavía no hemos tomado la decisión<br />
defnitiva, es decir, las armas como único medio cierto de<br />
tomar el poder; es probable que eso hagamos en el Quinto congreso.<br />
Sabe que lo escucha aunque el otro no conteste; insiste,<br />
sermonea veladamente detrás del tono conciliador que emplea:<br />
-Es peligroso hacer alarde, hablar o insinuar en lo que andamos,<br />
¿vos entendés, no?, además, acordate que Jeremías no pertenece<br />
48
a la orga, y esos chicos, aunque parezcan ser una oportunidad<br />
para el reclute, tampoco.<br />
Noche larga.<br />
La imprudencia de su amigo hace que mande el desvelo.<br />
Obsesivo, permanece recostado.<br />
Ojos abiertos.<br />
Trata de convencerse de que podrá remediarlo el siguiente fn<br />
de semana. Van a ir con Matilde y Roberto a yirar por las islas,<br />
tal como acordaron antes de despedirse. Entonces aprovechará<br />
para sondear más. Tal vez reclutarlos. Aunque sea uno.<br />
Empieza a tranquilizarse. Lentamente, sin entornar los ojos,<br />
el Cuervo regresa a La Habana,<br />
(monotype corsiva 13)<br />
Humo gris.<br />
Persistente, el olor a gasolina penetra en todo rincón del puerto.<br />
Fue aquella una de las que él salió al mar.<br />
Día tregua.<br />
Vaya ocurrencia: aprender el ofcio de la pesca en una sola, única<br />
jornada.<br />
Mar quieto.<br />
Algunos dicen que en La Isla eso signifca tormenta segura. Y<br />
no cualquiera. Tempestad. Sin embargo ellos van igual. Las redes<br />
listas. El entusiasmo también. Muy de madrugada. Antes de salir,<br />
hacerse de un buen buche de café es obligación. En vaso de cristal,<br />
claro.<br />
Ahí está Amparo, trayendo una imagen tallada en madera tan<br />
liviana como inocultable. Virgen de la Regla que lo protegerá mar<br />
adentro.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 49
Creer o no poca importancia tiene. Él con la talla Yemayá escala<br />
por estribor.<br />
A pesar del mar inmóvil, de su mal presagio, la tormenta no llegó<br />
y la pesca fue más que buena.<br />
La cara cuarteada por el sol. El viento. Y la sal. Regresó a La<br />
Isla con la Virgen Negra y ya no se desprendió de ella.<br />
Esa noche, Amparo y él cenaron juntos. Pesca del día, arroz congrí<br />
y tostones. Después Ron peleón comprado a un vendedor ilegal<br />
en las calles ruidosas y eternamente despiertas. No estuvieron solos,<br />
cinco milicianos y otra miliciana los acompañaron.<br />
Una mulata niña que no quería dormirse, asomada en el balcón<br />
enrejado arropaba su muñeca de cerámica.<br />
Añoranza. Creyente pagano {ateo}. Enamorado y triste. La<br />
Habana desmantelada. Percibe en sus dedos el tacto rugoso del<br />
Malecón. Nostálgico pero furioso antes del sueño quiere despojarla<br />
de su ¿eterno? calvario. El de la prepotencia brutal de<br />
los brutos del Norte. El de la moral (ésa que aunque esta vez<br />
no, muchas otras afora contradictoria y punzante debajo de su<br />
propia piel) incomprensible que imponen los que bajaron de la<br />
Sierra.<br />
El Cuervo adormilado es sosiego desafante en la noche pacífca.<br />
*<br />
San Nicolás fue la primera. El under llegará a la principal<br />
sala de la ciudad, pretenciosa réplica del Colón: el Teatro<br />
Municipal Nicoleño estrena “Historias para ser contadas” de<br />
Dragún.<br />
50
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 51
2007<br />
Lili, Walter (IV)<br />
Lili sacó una tijera ordinaria; la usaría para podar algunos<br />
tallos de un arbusto forido que yo no tenía idea qué clase de<br />
planta era: -¿Qué es?, pregunté inquieto; ella tomó una de las<br />
hojas, amarillentas: -¿Ésta?, demoré encendiendo un cigarrillo,<br />
Sí, respondí. Sonrió apenas, Es una glicina trepadora, hay que<br />
podarla seguido. Ágil, aligeraba la plantita dándome la espalda<br />
-como la mayor parte del tiempo-:<br />
-El Cuervo venía de una familia de varones, retomó.<br />
Vacié el cenicero y regresé a mi lugar. Su voz sonaba pausada:<br />
-Muchos primos…, si no me equivoco, una sola prima, así<br />
que, imaginate. La interrumpí porque me interesaba más él que<br />
la familia:<br />
-¿En qué trabajaba? Lili soltó la rama que estaba a punto de<br />
desbastar. Suspendida me observó, parecía intrigada. Hice un<br />
gesto: apoyé el dorso de mis manos abiertas en la mesa y encogí<br />
los hombros. Ablandada volvió al desmoche de la glicina blanca:<br />
-Antes de que la orga se hiciera cargo hacía changas en lo de<br />
su tío que tenía un comercio con varias sucursales..., representa-<br />
52
a a la Siam vendiendo artículos para el hogar, ya sabés, heladeras,<br />
cocinas, qué sé yo, calefones, ¿no?<br />
Estuve por avanzar; ella lo hizo primero: -¿Conocías que toda<br />
su familia tenía origen sirio?..., bueno dicen que por eso el Cuervo<br />
era así, apasionado, voluptuoso, terco.<br />
Hice trompa con la boca, pensaba que a lo mejor me saldría<br />
como si yo fuera un émulo del Mimo Nicolás Chacho Jair. Pareció<br />
desilusionada, sin embargo prosiguió:<br />
-Buena explicación, fácil de entender..., el Cuervo no se quedaba<br />
con el primer juicio, era su costumbre ir a fondo, jugar<br />
todo.<br />
La miré intrigado, total más estúpido de lo que a esta altura<br />
había demostrado no podría ser. Y hasta me convenía quedar<br />
medio tonto. Lili, obligadamente indulgente, pareció sentenciar:<br />
-Solamente así se entiende que su muerte fuera lo que fue..., mejor<br />
dicho que se presentara tal como se presentó y que sin embargo<br />
él se declarase un hombre algo feliz..., si no lo fue del todo<br />
eso tuvo que ver con la cuestión colectiva.<br />
Pienso que mi cara me vendió, no obstante que -lo juro- intentara<br />
disimular. No es que no entendiera pero, sorprendido<br />
por esa refexión, no aceptaba que alguien hablara de la muerte<br />
de esa manera.<br />
Ella abandonó defnitivamente la glicina. Fue arrimándose<br />
hasta donde yo estaba: -Mirá faco, con el tonito empleado comenzó<br />
amonestándome; aires de maestra ciruela, a los que no<br />
respondí a pesar de que no debería darse ese lujo; así y todo se<br />
lo daba: -No sé porqué ponés esa cara, Walter, ¿acaso no sabés<br />
cómo empieza y termina todo?, embutida en su postura seudo<br />
académica siguió, Acá estamos en este borgiano intersticio entre<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 53
dos muertes..., supondrás que el Cuervo lo tenía claro -al menos<br />
más que vos, aparentaba pensar- y que por eso ya sabiendo fue a<br />
buscarla a pesar de los agoreros que le aconsejaban darle pelota<br />
a los médicos.<br />
Imaginé ocurrente califcar:<br />
-Yettatores, matasanos y presumidos.<br />
Liliana callada. Fue a buscar chirimbolo indefnible que trajo<br />
aprisionado entre sus manos.<br />
Con esa actitud permitió que haya un respiro. El aire se desespesó<br />
-¿existe esa palabra?-.<br />
Una brisa fresca zarandeó las hojas de la glicina trepadora y<br />
los pétalos de la rosa banksiana. También la sesera oculta tras mi<br />
corteza cerebral:<br />
-Decime Lili, ¿no es cierto que el Cuervo supo que no tenía<br />
tiempo que perder, que su hora era ésa y no otra?<br />
Por fn ella lució aliviada:<br />
-Claro pues, por eso hizo lo que hizo, coño, afrmó haciéndose<br />
la gallega recordándome, sin quererlo -ni siquiera sabiéndolo-<br />
a Isabel Albaladejo.<br />
Todavía hoy no me explico qué fue lo que entonces me llevó<br />
a levantarme. Fui hasta la biblioteca que ocupaba la pared sur. Vi<br />
la oportunidad de disfrazarme para conseguir ganar más aún su<br />
confanza. Repasé con la mirada los anaqueles. El lomo negro,<br />
inconfundible, de aquel que leía Laura -novia intelectual que me<br />
había dejado mucho tiempo atrás-. Lo saqué poniendo en el gesto<br />
cierta frescura, como si estuviera acostumbrado.<br />
Volví con el libro abierto entre mis manos: “Hay golpes en la<br />
vida... ¡Yo no sé!/ Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,<br />
/la resaca de todo lo sufrido/ se empozara en el alma...Yo no sé”<br />
54
Leí y seguí leyendo el poema de Cesar Vallejo, tal como lo<br />
hacía Laura si quería convencerme.<br />
Liliana se dulcifcó.<br />
Apaciguada, sus ojos de pronto me parecieron cobrar una<br />
tonalidad reposada: azul pálido. Para decirlo con precisión: ligeramente<br />
malvas ellos me tentaron. Lili pertenece a esa clase<br />
de mujer que erotiza con su inteligencia antes que con su cuerpo<br />
que se avejentaba.<br />
(N de A: Nada que ver con nada: te veo, tus ojos negros y anónimos -acaso porque son anónimos-<br />
todavía no me conceden la gracia de quedarse fjos, quietos en mí)<br />
Pero no estaba en esa casa para hacerme el vivo. Rodé con<br />
la mirada hacia el parqué. Quedé atascado en el esquinero roto,<br />
comido por la termita de los años.<br />
Ella volvió a superarse. Y a superarme. Buscó una piedra<br />
esmeril ya demasiado enclenque y repasó la tijera:<br />
-El Cuervo me contó que, al llegar a Ezeiza, sintió un olor<br />
acre que lo persiguió por algunos días.<br />
Me puse de pie y me asomé a la pared que daba a la calle.<br />
Asfalto de por medio, en el edifcio del frente una mucama uniformada<br />
plumereaba los postigos y rincones del ventanal de aluminio.<br />
Si se inclinaba despejaba de los muslos el pliegue de la<br />
falda azul.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 55
El Cuervo se asemeja a uno de esos dioses papales, anacrónico<br />
y pétreo<br />
Al salir de su casa la primera impresión es que el viernes pa-<br />
rece de Pascuas. Calles semivacías. Gente en las iglesias. Perfume<br />
dulzón de las velas que se escapa por los vitrales rotos.<br />
Pero al meterse en el siguiente barrio, en la feria o el mercado<br />
ambulante, una multitud graciosa y comedida coloniza las<br />
veredas y el asfalto negro. Fragancia a zapallos rojos, papas y<br />
camotes. Hojas verdes y frescas. A tierra negra.<br />
El Cuervo lleva el volante del Rastrojero sin prestar demasiada<br />
atención al mundo en el que circunvala. Concentrado. Espera<br />
encontrarse lo antes posible con Matilde, Roberto y otra chica<br />
más de nombre Graciela. Juntos van a recorrer el río hasta alguna<br />
isla. Serán dos para remar. Le han dicho que Graciela aparte<br />
de estudiar le gusta el baile. Por mandato social practica danza<br />
clásica aunque ella prefere el jazz, el blues y también el rock and<br />
roll.<br />
El sol se agiganta en un cielo sin nubes.<br />
Lo esperan en el embarcadero.<br />
Matilde se adelanta para recibirlo:<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 57
-¿Benito?<br />
-No pudo venir, tenía que trabajar. Miente el Cuervo. Algo<br />
apartado Roberto se entusiasma por la ausencia.<br />
Espeso, el río los recibe.<br />
Los remos de la canoa grande chapotean borbotones de agua.<br />
Cortan al través el canal, adentrándose en el Paraná.<br />
Tiempo más adelante después del Quinto congreso, el Cuervo,<br />
Matilde y unos cuantos más recorrerán esas aguas a bordo de<br />
la lancha de Pirri, la que irá, por lo general, cargada de canutos<br />
de todo tipo.<br />
Menuda y simpática, Graciela conversa con el Cuervo que<br />
rema sin sofocarse. Llevan, como es de rigor, una damajuana<br />
de cinco, cigarrillos, aceite, sal y una sartén. Se come lo que se<br />
pesca. Se flosofa. Se toca la guitarra, alguna acordeona y, claro,<br />
la armónica -Roberto lleva-.<br />
En las islas, el amor es francamente libre. Porque en ellas es<br />
posible vivir emancipado de la turbia censura del Papa.<br />
Liturgias del río.<br />
Dicen los que saben que en las costas despobladas del Paraná<br />
Dios disfruta de la prestada carnalidad del diablo.<br />
-¿Existirá?, se manda el Cuervo.<br />
-No lo sé, duda de propósito, Graciela; después pincha:<br />
-Ni me importa, y sale como si de verdad no importara:<br />
-Cuando mis profesores o mi vieja no me ven, es decir casi<br />
siempre, yo siento que escucho a Cóleman, a Bix, y una sombra<br />
o el fantasma de alguien se mete adentro de mi pieza, como si viniera<br />
a hacerme la pata; me hace bailar a pesar de que no quiera.<br />
-¿Quién es Bix?<br />
-¡Pero, Cuervo!..., Bix Berderbecke..., ¿nunca lo escuchaste?<br />
58
-No.<br />
-Deberías.<br />
Los golpes de remo se hacen más leves. Pasa que, acercándose<br />
a la orilla, el agua reclama cierta prontitud.<br />
La tupida humedad del follaje rastrero y de los arbustos bajos<br />
los acepta.<br />
Traen una Pacú que sacaron con habilidad. Pescada por hambrienta<br />
y tardía. O lerda en el desove, que es lo mismo.<br />
El Cuervo la despina hábilmente.<br />
Despuntan en los dedos de Matilde las cuerdas de la guitarra.<br />
Buen cocinero el Cuervo, sala diligente, toma un trago del<br />
tinto sanjuanino y vigila la cocción; en la sartén la carne violácea<br />
(para algunos té con leche) cruje bañada por el aceite escaldado<br />
y verdoso.<br />
-Oigan, no es tan grave y sin embargo igual se lo llevaron;<br />
Graciela parece avellanarse pero continúa con el relato:<br />
-Es amigo mío, algunos lo acusan de simplón, no sé, para mí<br />
es más que eso.<br />
Matilde busca una nota perdida, Roberto la espera, armónica<br />
en mano, desea acompañarla con el tono justo, puede que ese<br />
día sea su día.<br />
Si alguien observara la escena podría pensar que Graciela<br />
dice para nadie una monserga pobretona. Pese a todo, los otros<br />
tres escuchan. Sentidos abiertos. El mundo que demandan admite<br />
infnitas posibilidades aunque pocos estén dispuestos a entenderlo.<br />
El Cuervo zarandea con cuidado la carne que todavía<br />
no se ha dorado: -Che Graciela, por qué lo guardaron.<br />
Contenta con el esmero de cocinero que él pone, ella va descubriéndole:<br />
-Por algo que a todos nos pasa, algo que sabemos<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 59
pero que nos han prohibido, que nos han hecho creer que de<br />
nada sirve más que para enfermarnos.<br />
Por fn Matilde encuentra el tono. Roberto la sigue, da la nota<br />
adecuada pero no se anima a colarse por abajo, llegar delgado<br />
pero ingenioso.<br />
Graciela revela: -El deseo, cada uno con el suyo, ¿decime<br />
Cuervo..., vos estás de acuerdo con eso?<br />
La carne lista, dorada y sabrosa.<br />
La Pacú se desmenuza bajo el habilidoso movimiento del<br />
Cuervo que separa cuatro porciones:<br />
-Yo creo, eh..., el deseo no puede satisfacer a uno..., sólo es si<br />
satisface a todos, al colectivo, ¿entendés?<br />
Se acerca atraída por el vaho punzante de la regalada vitualla<br />
que les dio el Paraná. Roberto y Matilde también.<br />
Mojada, la leve brisa apenas empaña los anteojos de Graciela.<br />
Se adivinan sus ojos achinados y los suaves pliegues que se apiñan<br />
debajo de los párpados.<br />
Saborea.<br />
Sazonada y fuerte la carne se desarma en su boca: -Hmm,<br />
qué rico...; mi amigo volaba, Cuervo..., Matilde lo conoce y<br />
sabe; según él, quería descorrer la cortina detrás de la que se<br />
esconden los colores de la música; no podía hasta que un día<br />
probó.<br />
En la sartén queda bastante, pero en la mitad semivacía el<br />
aceitito todavía caliente es tentador. El Cuervo sopa miga de<br />
pan. Levanta la cabeza. Ceño fruncido.<br />
-El Lsd lo hacía despegar..., él solía decirme que solamente así<br />
saciaba aquel potente antojo que lo hacía estar contento de vivir,<br />
pero ahora…<br />
60
De golpe, la voz del Cuervo resuena ronca, incluso una pizca<br />
afelpada:<br />
-Ahora qué.<br />
Graciela, desafía:<br />
-Está sólo, metido en la cárcel, hermano, lo chaparon en un<br />
for de viaje, él no se dio cuenta que lo llevaban; ni abogado tiene...,<br />
tampoco quiere.<br />
Brazos tiesos, entrecruzados. La mirada fja. El Cuervo se<br />
asemeja a uno de esos dioses papales, anacrónico y pétreo. Claro,<br />
por algún lugar la moral victoriana se ha escurrido. De las<br />
muchas argollas del decoro marxista, no son éstas las que lo indultan.<br />
Por eso el Cuervo, libertario social y jugado a vida, cargará<br />
con su libertad a medias. Acollarado, muestra la hilacha.<br />
Graciela come y habla sin levantar los ojos: -Para mí que la<br />
policía no tiene idea, para ellos se trata de una marca, auto extranjero<br />
o aceite para lubricar motores..., cualquier bolazo menos<br />
lo que.<br />
Ahora es Matilde, y también Roberto los que suman sus quejas.<br />
Desgarradas, en sus bocas las palabras se afrman.<br />
-Mirá Cuervo, el deseo es insaciable, se dejan llevar, ¿no?<br />
-Sí, invade Matilde, Hacen eso..., ¿vos Roberto?..., porque a<br />
mí no se me ocurriría meterme una aguja en la vena pero no<br />
tengo por qué ponerme a juzgar lo que ellos…<br />
-¿Ellos quiénes?, arrebata el Cuervo y Matilde tira, casi monolítica:<br />
-Los hippies. Descolocado, aquellos tres que pensaba<br />
reclutar lo están metiendo en un aprieto. Tiene argumentos de<br />
sobra, sin embargo la duda se mete, inoportuna, azorándolo:<br />
-Oigan, yo no creo que sea buena idea, creo que esos muchachos<br />
la pifan ensartándose con la droga.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 61
Matilde dispuesta, entre divertida y golosa suelta una risa in-<br />
tencionada. Buena circunstancia para quedar bien con ella, Roberto<br />
se adelanta:<br />
-Oíme Cuervo, el tiempo de los mandamases ha pasado...,<br />
que cada uno haga lo que considere mejor.<br />
El espinazo ya limpio, rehogado en el aceite frío, refeja un<br />
rayo de sol.<br />
-No creo que sea así. El Cuervo pisa, afrmado en el dogma:<br />
-Está bien que lo guarden..., esa clase de tipos para lo único<br />
que sirven es para alucinarse con una dosis..., y en defnitiva le<br />
hacen el juego a los burgueses.<br />
Graciela escucha. El Cuervo prende un cigarrillo: -Quiebran<br />
la posibilidad de la revolución, le hacen daño, no será irreparable<br />
pero.<br />
Un biguá sale de la isla en dirección al río. Grita y el grito los<br />
distrae. Solamente un instante.<br />
Graciela sonríe:<br />
-Fui a verlo y él me dijo que el día que salga le va a agradecer<br />
a la poli por haberle dado de comer.<br />
De nuevo la guitarra, apenas un arpegio, y otro pero no más.<br />
-Saben qué pasa, rompe el Cuervo, Quieren purgarse..., drogándose<br />
todo compromiso se va al carajo, qué les importa lo que<br />
pasa con el mundo, con la clase obrera, con los capitalistas..., son<br />
de otra especie pero lumpenaje al fn.<br />
Graciela busca a la otra, en sus ojos se advierte una evidente<br />
desilusión. Se pone de pie y se acerca. Desde atrás acaricia<br />
el pelo rojizo de Matilde que insiste, obsesiva, con el repetido<br />
acorde. Graciela fija la mirada en la nuca de su amiga:<br />
dedos suaves, holgados, rozan el cuello y dejan escapar una<br />
62
tibieza inesperada. Roberto las mira, entre incrédulo y suspicaz.<br />
Pero quiere aventar la sospecha de inmediato, ¿Celos de<br />
una mujer?<br />
El Cuervo se detiene, indaga para sí, Estos pequebus no van a<br />
decirme qué es la libertad, ¿de eso se trata, la droga?..., no viejo, la<br />
libertad es otra cosa. La Habana cruza imperativa por su cabeza<br />
deslizándolo repentinamente hacia ella:<br />
(monotype corsiva 13)<br />
Apaciguado y sin ley, desde la ventana de su cuarto el Cuervo<br />
ve el camión sisterna -las famosas “pipas”-, distribuyendo agua. En<br />
la misma calle, una habanera negra sacude las caderas al son de los<br />
timbales salseros.<br />
Con brusquedad se suelta del recuerdo. No es lo mismo. El<br />
Cuervo, se obstina, No es lo mismo.<br />
Podría pensarse que, de pronto, uno a uno han entrado en su<br />
propio mundo individual. Y sí. Son cuatro y cuatro los mundos.<br />
Pendido de una nube, el tiempo parece aguardar que ellos<br />
vuelvan.<br />
Graciela, aunque da la idea de mansedumbre, romperá el silencio.<br />
Revela cierta acritud en el tono de voz: -No tiene sentido,<br />
ustedes hablan de cambiar las cosas pero no se animan a lo<br />
elemental, la guitarra deja de sonar aunque el Cuervo no se da<br />
cuenta: -¿Ustedes quiénes?, desafía.<br />
Refresca, empieza el viento:<br />
-Los que como vos, Cuervo, andan todo el día dale que te<br />
dale con la revolución.<br />
-Y a qué no nos animamos, según vos.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 63
-A eso..., a la diferencia, no aceptan que no piensen igual o en<br />
los términos como ustedes conciben la vida.<br />
-No me vengas a agitar con eso, Graciela..., mirá, para Spi-<br />
noza…<br />
-Ves..., ahí tenés, enseguida se agarran de unos tipos que<br />
dicen no sé qué sandeces para justifcar cualquier miedo, cualquier<br />
cagazo.<br />
Matilde se levanta, parece fastidiada: -Ella tiene razón, Cuervo.<br />
Roberto para no ser menos asiente con la cabeza: -Es verdad,<br />
además toman todo a la tremenda, ya sé, el mundo está cargado<br />
de injusticias pero de ahí a relacionar todo con todo.<br />
-Es que todo está relacionado, hermano, porfía el Cuervo, O<br />
no es cierto que el sistema..., pongamos la ley y los jueces, están<br />
para servirse a sí mismos y no a la verdad.<br />
Graciela se adelanta, agarra el sartén y va hasta la orilla. Los<br />
demás esperan. Acuclillada empieza a lavarlo; refriega arenilla<br />
primero y agua después:<br />
-Por eso, Cuervo, levanta la voz para asegurarse que la escuchen,<br />
Los que toman Lsd o fuman marihuana se hacen ilegales<br />
quedándose al margen de todas las leyes {la de los que mandan<br />
o la de ustedes, da lo mismo}, es lo que ellos buscan ¿no?<br />
De nuevo desorientado, puesto en el lugar de los moralistas<br />
más conservadores. No responde. Graciela continúa, ahora de<br />
regreso; fja la vista en Matilde pero hablándole a él:<br />
-¿Dónde están los que mandan, Cuervo, los que no nos dejan<br />
ser lo que queramos?; a lo mejor también yo sea invisible, a mi<br />
modo porque…; suspensa una milésima antes de lo que iba a<br />
decir, afanza la mirada en la otra pero cambia el rumbo del discurso,<br />
trata que no se note:<br />
64
-De acá o de allá, del color que sea, negros o rojos igual se<br />
parecen. Desvía los ojos hacia los de él, ¿Lo que ellos y ustedes<br />
ordenan es lo único que vale?<br />
La tarde se enfría.<br />
-No seas tan reaccionaria; chicanea el Cuervo. Y es Matilde<br />
la que ahora larga no dejándolo seguir: -Pero no..., qué reaccionaria<br />
ni ocho cuartos, ella tiene razón..., ¿estás ciego, Cuervo?...,<br />
no ves que, por ejemplo, por medio de los alucinógenos<br />
se vuelven invisibles porque hacen indescifrable lo que piensan;<br />
Matilde habla de la droga por no hablar de lo otro.<br />
De Graciela.<br />
De aquel dolor que esa mujer tiene en un país que comienza<br />
a cambiar pero todavía está lejos de entender a personas no convencionales<br />
como Graciela.<br />
Caminan adentrándose en la isla. Van por un albardón bordeado<br />
de juncos largos -altos- que sobresalen del agua. Ya no<br />
discuten. Festejan al Cuervo que explica, inspiradamente, que<br />
al cielo lo abolió la miseria y la injusticia. Roberto se aproxima<br />
a Matilde pero ella va entretenida; hinca sin querer para que<br />
Graciela se deschave a sí misma razonando sobre el deseo de<br />
los hippies: -Es el cuerpo que te llama; dice y al decir se da<br />
cuenta.<br />
Humedad por poco helada que raspa la piel. Instintivamente<br />
se amontonan. El viento se hace sentir.<br />
Resuelven regresar a San Nicolás antes de lo previsto. El río<br />
puede ponerse bravo y por más que el fogón nocturno resulte<br />
tentador vale más la prudencia. La luna apenas asoma. El Cuervo<br />
es el que manda: -Hay que volver.<br />
No son altas, ni tampoco potentes. Sin embargo el oleaje za-<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 65
andea la canoa. Van callados hasta que Matilde decide romper<br />
con ese tufllo a miedo que se ha instalado a bordo:<br />
-Hagamos un jue-juego..., miren qué linda está la Luna; después<br />
que los norteamericanos llegaron algu-no pe-pensó que,<br />
desgraciadamente no faltará el imbécil que propon-propondrá<br />
llamarla satélite T-22..., pero eso no puede pasar porque la Luna<br />
tiene muchos nombres..., a ver si sabés Cuervo, ¿cómo la llallamaba<br />
Píndaro? El Cuervo, sin largar el remo sonríe, cualquier<br />
día me van a agarrar:<br />
-El ojo de la noche, le de-decía.<br />
-Ahora, vos, Graciela, ¿sabés otro?:<br />
-Sí, claro, los griegos la llamaban Se-Se-Selene.<br />
Roberto se adelanta: -Juno entre los ro-ro-romanos y también<br />
Diana.<br />
Matilde cita a los fenicios: -Astarté..., de nuevo te to-toca,<br />
Cuervo.<br />
-Los árabes la llaman Alicat.<br />
Roberto se apura: -Es la ma-madre de todos los incas.<br />
-Sí pero cómo le decían, reclama Graciela.<br />
Atraviesan el río encrespado ahora sin miedo; evocan a los<br />
poetas. De los pueblos sus relatos. Las creencias. La historia.<br />
Dónde y cómo sea que le digan ella sigue alta, fsgona y brillante<br />
a pesar del embute de nubes negras.<br />
El Cuervo los ha repartido casa por casa y regresa en el Rastrojero<br />
rumbo a la suya. Piensa que ni los que se drogan, ni tampoco<br />
los homosexuales o las lesbianas, sirven para cambiar el<br />
orden injusto del mundo, Pese a lo que digan es así, a mí no me<br />
vengás con rarezas. Reniega de su inconsciente que parece con-<br />
66
minarlo. Se empecina en rechazar lo que considera contranatura.<br />
Nada menos él que quiso citar a Spinoza. Obstinado, los<br />
culpa por no haber podido cumplir con su propósito, Puf, maricones,<br />
tortilleras y enfelmitos...,si están o no hinchan las pelotas<br />
igual, le hacen el juego a los cerdos; con todo, piensa que Matilde<br />
es rescatable, que con ella intentará otro día, pasado mañana<br />
tal vez. Aceptará la invitación que le hizo al despedirla: ir a ver<br />
Edipo Rey, esa película de Pasolini que alguien recomendó. En<br />
el Gran Rex, ocasionalmente, pasan ciclos de cine más que interesantes<br />
y éste era uno de aquellos. Además, se autoconvence,<br />
No es ninguna tonta, relee Paradiso de Lezama Lima, (yo no leí<br />
pero dicen que es bueno) le gusta la música -se defende con la<br />
guitarra-, y puso las pelotas si se trató de defender a la amiga por<br />
más que la otra sea lo que es. En cambio para el Cuervo, Roberto<br />
no resulta buena madera, Toda la tarde haciéndose la del mono<br />
con Matilde, dándole la razón para quedar bien, y lo desprecia en<br />
voz alta: -¡Pajarón!.<br />
Temprano todavía. Por eso decide ir a la wisquería. Al costado<br />
de una YPF; disimulada pero no mucho. Quizá encuentre al<br />
Pelado, aunque seguro que andará en algún garito, timbeando<br />
de lo lindo. No se equivoca. Las chicas confrman que el Pelado<br />
pasó tempranito, se tomó un coñac y después se fue a lo del viejo<br />
Silverbarg a jugar al póquer. Así tampoco se hace la revolución.<br />
Pero el Cuervo no le da tanta importancia, intuye que las ideas y<br />
la militancia terminarán por arrancar al Pelado de esa devota inclinación<br />
al juego que él no llamaría, de ninguna manera, vicio.<br />
El frío del río y de la isla, aunque sean una habitualidad lo<br />
mismo calan fuerte. Puro, el “Caballito Blanco” repone el calor.<br />
Conversa animadamente con Clara. Ella le cuenta de su hijo,<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 67
sueña con mandarlo a la escuela normal a pesar del chico: -Es<br />
quedado, según afrma con pena pero segura. Lentamente el<br />
Cuervo se olvida de lo que considera un día perdido:<br />
-Mirá, suspira ella, Podría tener otro trabajo, pero ya ves, acá,<br />
en el pueblo todos me conocen y nadie quiere darme uno; desalentada,<br />
explica lo que se sabe.<br />
Debajo del marco, en la entrada, falta así para que toque con<br />
la cabeza el parante horizontal. No es de por ahí. Aspecto de los<br />
que están de paso. Clara lo observa y el Cuervo, por sobre su<br />
hombro, también. Cliente nuevo, aparenta ser generoso:<br />
-Perdoname, otro día la seguimos, éste no me lo pierdo.<br />
Clara suelta la banqueta que oscila brevemente. El Cuervo,<br />
reconcentrándose, vuelve al “Caballito blanco”. Pena porque es<br />
una lumpen. No maldita, es cierto. No, porque con las otras son<br />
víctimas de la sociedad burguesa; y más que eso del sistema capitalista<br />
que las condena. Benito solía enredarse con ellas. Como<br />
si no respetara las reglas.<br />
Justamente, ahora debajo del marco de la entrada está Benito.<br />
El pelo desparejo. El Cuervo no lo ve, tampoco lo oye llegar. La<br />
mano en el hombro: -Ehh..., ah, sos vos.<br />
Benito despeja la cara, disfruta de haberlo asustado, no era<br />
fácil encontrar al Cuervo así, distraído, sin atender las medidas<br />
de seguridad:<br />
-Vos de espaldas a la puerta, hermano..., adónde iremos a parar.<br />
Semipenumbra que no alcanza para ocultar los cuerpos entretenidos.<br />
Las manos hacendosas. Las copas que suben y bajan.<br />
-Contame, Cuervo, cómo te fue.<br />
-Más o menos.<br />
68
-Por qué.<br />
-Demasiado pequebús.<br />
-¿Pequeños burgueses los tres?<br />
-Sí.<br />
-Qué mala pata.<br />
-Mirá, creo que Matilde es la única.<br />
-¿En serio?<br />
-No te hagás los rulos, macho..., hay que seguirla, esa mina es<br />
un buena madera.<br />
-Bueno, Cuervo, si te parece lo hago.<br />
-Sí..., pero.<br />
-¿Pero?<br />
-Antes voy a salir una más yo, luego sí, te toca..., hay que reclutarla,<br />
Benito, no somos muchos y ya se viene el Quinto, así<br />
que, tratá de no hacer pelotudeces, no cancherear haciéndote el<br />
piola.<br />
-Sin atracarla, decís.<br />
-Sí, éso mismo.<br />
-Ta bien..., qué persecuta, hermano..., lo prometo: cumplir el<br />
objetivo.<br />
Algunos gritos. Risas. Distraen la atención. De fondo, raro en<br />
ése lugar, Piazzola arremete novedoso.<br />
Benito enciende otro L&M, exhala haciendo argollas con el<br />
humo. Sabe que está por meterse en camisa de once varas, sin<br />
embargo va igual: -Che, Cuervo, ¿la viste a Clarita?; el Cuervo<br />
apoya el vaso, retarda el movimiento, no levanta la vista: -Sí.<br />
Ginebra con hielo; Benito moja el dedo, prueba: -Dónde está.<br />
El movimiento es lento, gira la cabeza hasta fjar la mirada en<br />
el otro: -Con un cliente..., ¿por qué? El Cuervo permanece así,<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 69
inquisitivo. Benito lo mira de reojo, desaloja un mechón de la<br />
frente:<br />
-Puta que lo parió..., tenías ganas.<br />
Costumbrista o no, la verdad es que el humo de los cigarrillos<br />
afosca el burdel. Sólo al momento en el que alguien entra o sale,<br />
alguna brisa enjuaga por una brevedad el salón y la barra.<br />
El Cuervo mueve la cabeza hacia los lados. Resopla antes de:<br />
-Oíme, macho, ¿no entendés que nos podés mandar tragados<br />
a todos?..., ésas no son relaciones recomendables. También Benito<br />
mueve la cabeza hacia los costados:<br />
-No me agités, Cuervo..., ¿qué, tengo cara de pajero yo?<br />
Sonríe torciendo la boca, estira el brazo y agarra el de Benito:<br />
-Por qué te cuesta entender..., estas minas tienen que cuidarse<br />
ellas y por eso arreglan..., no tienen alternativa.<br />
Último trago, el vaso sin ginebra queda suspendido en el aire,<br />
Benito no quiere darse por enterado:<br />
-Sos un prejuicioso Cuervo; además me tomás por un tarúpido...,<br />
a otro con ese cuento.<br />
Recién entonces deja caer el vaso vacío sobre la madera humedecida.<br />
Busca al barman y levanta la mano, el Cuervo no<br />
pierde el hilo de la conversación: -No se trata de moral, hermano,<br />
la seguridad sencillamente es una cuestión política.<br />
Azules, gordos. Uno: la gorra metida entre el codo y el sobaco.<br />
El otro: la gorra que baila en la punta del índice [Se podrá<br />
argüir que es demasiado forzado. Justo en ese momento. ¡Qué<br />
casualidad! No obstante, es verdad, en ocasiones, estas chiripas<br />
pasan]. Atraviesan el salón con la boca ladeada. Miran hacia<br />
uno y otro lado.<br />
Los que están se apocan.<br />
70
Salvo las chicas que enseguida salen a su encuentro. Se insi-<br />
núan en voz baja. Los tocan apenas. Y no los miran a los ojos.<br />
-Che, Cuervo, cómo se explica que vengamos a este breca, te<br />
la pasés hablando con Clara y me hagas discursos a mí.<br />
Benito, reprocha el sermón; parece no reparar en lo evidente.<br />
Fijo, atento al movimiento de los recién llegados el Cuervo no<br />
la deja pasar:<br />
-Una cosa es hablar y otra que te saquen información, macho.<br />
*<br />
Radio Rivadavia critica la -a esa altura- vieja proclama (1967)<br />
del poeta hippie norteamericano Allen Ginsberg: Fumen {marihuana},<br />
forniquen, ensanchen sus cuentas, ¡Vivan!<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 71
2007<br />
Lili, Walter (V)<br />
Lili iba y volvía. Traía pequeños racimos de tallos y hojas<br />
secas que embolsaba para después tirarlos dentro de un tacho<br />
mediano.<br />
Febril, terminaba con su actividad botánica sin dejar de responder<br />
mis inquietudes:<br />
-Fue el Cuervo porque así le decían al padre..., heredó el apodo.<br />
Apoyado en la baranda del balcón terraza y aclarada mi<br />
duda, porfaba mirándola.<br />
Me dijo que esperase un momento; fue a lavarse. Regresó pidiéndome<br />
que, mientras conversábamos, marchásemos a caminar.<br />
Ciertamente, estuve de acuerdo.<br />
Antes de salir se retocó los labios en el espejo de la sala.<br />
La tarde iba entibiándose.<br />
Dejamos Azcuénaga para remontar Peña.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 73
Liliana es profesora de Filosofía y Pedagogía especializada en<br />
defciencia mental. Iba refriéndome sobre esas cuestiones y recordó:<br />
-Mirá, el Cuervo era un tipo generoso, demasiado, no voy a<br />
olvidar, él cargaba a los lisiados subiéndolos o bajándolos a pulso<br />
por las escaleras de la casa de dos pisos donde yo trabajaba.<br />
La retuve antes de cruzar Agüero. Comenté que esos detalles<br />
me interesaban, que no dejara de mencionarlos por más nimios<br />
que parecieran. Sabía que, pese a que nos fuéramos de tema -del<br />
que había ido a buscar-, lo mismo esos datos me servían. Además,<br />
en algún momento volveríamos sobre las razones por las que lo<br />
echaron de Cuba. Y mucho más sobre lo que trajo desde allá.<br />
Lili, de a ratos, hacía una pausa para recuperar el aliento. No<br />
es fácil hablar y caminar, menos en su estado de salud, obviamente<br />
debilitado.<br />
Ella fue recordando: -El Cuervo era así, súper solidario, si<br />
alguien necesitaba ayuda, él se ofrecía..., lo que te digo es verdad;<br />
tipo ágil y habilidoso, vos se lo pedías y él venía en la camioneta<br />
del negocio del tío, aún en horario de trabajo nefregándole que<br />
el capataz rezongara; lo hacía sin vacilar; así como te digo, los<br />
dos pisos los subía y bajaba en menos de lo que canta un gallo.<br />
Azul metálico, el Ford Escort cruzó como si anduviera dispuesto<br />
para atropellar a quien se le pusiera delante.<br />
Liliana cerró los ojos: -Uno de los gestos del Cuervo que recuerdo<br />
fue lo que hizo para el casamiento del hijo de Mong Roig,<br />
pudo que haya sido antes de que él viajara a la Isla; los abrió,<br />
volvió a marchar, atravesamos Billingurst. Yo iba a su lado, estudiándola.<br />
Parecía meterse en un enorme agujero-gusano del<br />
tiempo.<br />
74
Hizo una larga pausa; cruzamos al través y en silencio Plaza<br />
Las Heras hasta llegar a Beruti..., no, no puede ser. ¿O sí? Bueno,<br />
lo cierto es que encaramos rumbo al Botánico.<br />
-En esa época, recomenzó de pronto: -Yo fumaba Clifon, ¿te<br />
acordás?, no, qué te vas..., vos sos muy pendejo. La miré visiblemente<br />
incómodo, No los probé, retruqué al instante, Pero los<br />
conocí..., una tía los fumaba, ésos y también los Saratoga sin<br />
fltro. No escuchó, metida de lleno en su loop del espacio, prosiguió<br />
con lo del casamiento del hijo de:<br />
-En aquellos años, oíme bien, las festas eran una tregua entre<br />
las facciones; si, es cierto, a veces se armaban enfrentamientos<br />
duros y se arruinaban los casorios y al fnal todo terminaba con<br />
las puteadas de la parentela no comprometida.<br />
Yo me acordé del que me había descrito José: aquel casorio<br />
donde los muchos parientes del Tatu Aguer -sería por el setenta<br />
y cinco, creo- se reunieron en ocasión del casamiento de uno de<br />
ellos en la provincia de Santa Fe. Bajaron desde Tucumán varios<br />
barbudos pasados a la clandestinidad. Y de la Capital Federal<br />
llegaron otros (siete u ocho) pero de pelo corto y bigotito, según<br />
José, más regulares que no sé qué; uno de ellos venía directamente<br />
desde Campo de Mayo. Aquella noche no hubo bronca,<br />
pero faltó así para que la hubiera. Porque ya de madrugada, alguno<br />
se recibió de cornudo. Y otro (contra la bacha de un baño),<br />
de amante por única y última oportunidad. Sin embargo, la verdad<br />
es que todos terminaron borrachos, cantaban y bailaban<br />
abrazados sin importar quién era quién. Contradicciones por<br />
las que todavía se discute. Claro está, de esto, ni una palabra a<br />
Liliana, de cualquier manera no me hubiera escuchado. Además<br />
no estoy seguro que esos hechos fueran ciertos, bah, yo qué sé.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 75
-Mirá, Walter, me dijo ella que venía hablando de algo que<br />
me había perdido por recordar lo del Tatu Aguer. Acomodó la<br />
cartera en su hombro antes de seguir:<br />
-Se casó el hijo de Mong Roig, yo no tenía un peso ni siquiera<br />
para comprarme calzones así que, imaginate que menos que<br />
menos zapatos, cartera y vestido de noche..., agarré un faldón,<br />
trapo viejo, negro, sin hombros y con dos breteles así de fnitos,<br />
por suerte era verano; podés creer que fue el Cuervo quien me<br />
ayudó a pegar las lentejuelas, eso sí, él lo hacía y yo me desvivía<br />
explicándole que la novia había sido compañera del secundario<br />
en el Nacional del pueblo, que era una buena mina; al Cuervo<br />
no le importaba, lo único que me recomendó fue que me cuidara,<br />
porque esa clase de personas -radicales colaboracionistas- no<br />
era de far.<br />
Barrio Norte. La gente deambula protegida por la sombra de<br />
Plátanos inmensos. Me entretenía pateando pelotitas de color<br />
ocre -frutos de aquellos árboles, secos y cargados con pelusa-,<br />
que estaban desparramadas en las veredas anchas por las que<br />
íbamos.<br />
[Permítanme una digresión, mientras escribía esto, sin proponérmelo<br />
recordé a mi mendocino San Rafael natal. Tuve ganas<br />
de pedir esa máquina del tiempo pero me abstuve, temeroso<br />
de que mi personaje me dijera: no. Otra, ¿recuerdan qué número<br />
de Coro era aquel, en el que Jack Kerouac decía?: “...Ninguna<br />
dirección, ninguna dirección dónde ir/ Burroughs dice que es<br />
una nave de espacio-tiempo/Conectada con místicas y misterios...”<br />
En fn, yo tampoco, sigamos con Lili y Walter].<br />
Lili explicaba:<br />
-La festa terminó, te diría que con delicadeza abandoné el<br />
76
salón..., me veía a mí misma (algunos se confundieron) comportándome<br />
como una mujer de clase, burguesmente alta..., hoy<br />
me veo en aquel ayer preguntándome desolada cómo volvería a<br />
casa; te imaginarás que nunca me había preocupado por semejante<br />
gansada pero, ¿entendés lo tremendo de aquello?..., porque<br />
la verdad es que mi casa muy lejos no quedaba. En aquellos<br />
años San Nicolás no dejaba de ser una ciudad relativamente chica;<br />
bueno, como te decía, aquella noche tuve la lúcida, terrible<br />
confrmación de que blanduras y foferías no eran atribución exclusiva<br />
de los opulentos...; ésos que para mí no eran más que<br />
mierdas, soretes a los que no se debía perdonar, ésos mismos, de<br />
repente se transformaban en un espejo -malamente áspero- en<br />
el que me veía refejada de un modo minucioso y cruel.<br />
Liliana frenó la marcha, suspiró largo y me agarró del codo,<br />
apretaba fuerte, como si quisiera transferir fuerza que la ayude<br />
para:<br />
-Atendeme, Walter, a pesar de que toda aquella noche la había<br />
pasado mofándome de las poses, de las formas y de los idiotas<br />
o hijos de puta que armaban sus vidas baladíes prestando<br />
atención al qué dirán, de pronto me hacían caer en cuenta de<br />
que si yo no era una de ellos no lo era por un pelo..., y lo peor<br />
fue que también supe que eso podía cambiar en un santiamén.<br />
En la esquina de Beruti y tal (ahora no me puedo acordar el<br />
nombre de la puta calle) hay un bar. Antes de entrar al Botánico,<br />
Lili quiso tomar un café. Accedí enseguida. La vi -sorbía de un<br />
solo trago el contenido negro del pocillo- claramente sentenciada.<br />
No dije una palabra. Ella resucitó el relato:<br />
-Por fn me decidí a dejar la festa, que se moría (ojalá se hubieran<br />
muertos todos; la boluda de la novia primero), partí sin<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 77
despedirme... Nadie, ninguno recibió mi saludo porque huí, fur-<br />
tiva, premeditamente; en la calle, las cinco húmedas de la madrugada<br />
golpearon todas juntas en mi cara y me devolvieron a<br />
la realidad..., ¿no te fgurás lo qué pasó?<br />
Esperaba que le respondiera; se quedó mirándome como una<br />
boba. Más bobo yo puse los ojos preguntones. Hermosa, volvió<br />
a quitarse el mechón que le caía sobre la frente:<br />
-En la cuadra estaba el Rastrojero del Cuervo, bah, del tío; y<br />
él esperándome, las pupilas dilatadas, se notaba, había tomado<br />
Actemín o Isidón para aguantar toda la noche; psicofármacos a<br />
los que se apelaba si era necesario permanecer despiertos.<br />
Se detuvo en la narración, me observó intrigada. Por las dudas<br />
aclaró como si se hubiera dado cuenta que soy reaccionario:<br />
-Sabés que los barbitúricos se tomaban solamente si había<br />
que pasar de largo y nunca en algún operativo armado ¿no?<br />
La cara que puse refejó la elocuencia de una respuesta no<br />
dada con palabras; lo cierto es que Lili siguió haciéndose la desentendida:<br />
-Bueno, el Cuervo esperaba para llevarme hasta casa..., creo<br />
que esa noche lo..., como mujer digo, lo amé; él estaba ahí porque<br />
no quería perderme, ni a mí ni tampoco a la militante; mirá<br />
Walter, por entonces todavía éramos pocos y hacía falta que alguien<br />
rompiera el hechizo y cuidara que la fe revolucionaria no<br />
se desmigajara en manos de la serena ilusión de la princesa..., la<br />
de la fábula capitalista.<br />
78
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 79
Matilde tendrá que ir sola al cine<br />
Profunda. Noche apenas menos que interminable. Benito se<br />
ha quedado esperando. Solo.<br />
Desde atrás de una cortina, mezcla de mimbre y tela, ella aparece.<br />
Clara: ojos cansados, cara lavada. El gigantón la besa para<br />
despedirse. Buen cliente al que no volverá a ver.<br />
Se tambalea. Entre la banqueta y el aire, el culo de Benito<br />
oscila indeciso. La ve venir, un poco desmañada, la boca leve.<br />
Mueve el brazo, frme pero sin brusquedad, para quitar a uno<br />
que quiere acercársele. Sin embargo sonríe porque el más gordo<br />
de los de gorra la saluda desde la otra punta de la barra.<br />
Tiene razón el Cuervo: es peligroso. Además no ayuda a la revolución.<br />
El pelo mojado se pega en sus hombros huesudos: -Cómo<br />
estás, Benito..., llegaste tarde, el Cuervo estuvo por acá. Él la observa,<br />
y a pesar de que ella no lo transmite la ve algo malograda,<br />
parece rendida:<br />
-Sí, se fue hace rato..., me quedé porque tenía ganas de tomar<br />
una ginebra y además...<br />
Clara pone la boca pegada a su oreja: -Reíte, hacé como si<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 81
yo te estuviera proponiendo hacerlo..., hoy no, por favor, estoy<br />
molida.<br />
Refejo inmediato, él se ríe, por el rabillo mira y no encuentra<br />
quién vigila. Porque todos espían. Los de las gorras también.<br />
Sus cuerpos se despegan calmosamente; él dice no con la cabeza<br />
y ella tira de la mano, queriendo llevarlo. Se queda frme en<br />
la banqueta. Clara, los ojos iluminados. Detenida. Benito llama<br />
al barman: -Una ginebra para mí y para ella... No lo deja terminar,<br />
el mozo se retira sabiendo qué traer:<br />
-Un trago solamente, enseguida cerramos, concluye defnitivo.<br />
Amanece. En la ruta hace ya rato que pasan camiones cargados<br />
de granos, vacas, leche y también, madera.<br />
Abrigados. Caminan por la banquina. La escucha atento:<br />
-Fijate, Benito, el nene es lento, no le da la cabeza..., menos<br />
mal que tiene a los abuelos porque lo que es yo..., fjate, qué otra<br />
vida puedo darle.<br />
Horizonte azulino. Hace frío. La humedad cala. Ahora abrazados,<br />
alejándose de la ruta, se meten en un pasaje de tierra,<br />
largo y angosto. El Paraná distante, a sus espaldas. Callados. Soñolientos.<br />
Benito la acompaña hasta la casa ya sin ganas de.<br />
El ruido del motor los saca de la ensoñación. Clara se acurruca:<br />
-No te des vuelta, es el Gordini del botón que estaba en el<br />
quilombo.<br />
Benito se levanta la solapa:<br />
-Cómo sabés.<br />
Ella exhala fuerte y el vapor se condensa de gris a blanco:<br />
-Me lo sé de memoria.<br />
82
Le acaricia el pelo sin mirarla:<br />
-¿No bolaceas?<br />
Clara quiere insultar, pero conviene seguir aparentando no<br />
sea cuestión que el policía se dé cuenta:<br />
-No seas..., por favor, al llegar metete en casa, prefero poner<br />
la cometa yo. Se acercan a la casa, está a veinte metros, al fnal<br />
del pasaje:<br />
-¿Qué cometa?<br />
Clara no saca los ojos de la puerta:<br />
-La que tendría que poner mi patrón o qué creías.<br />
Por fn, entran.<br />
El Gordini verde pasa lentamente y ellos lo ven por las rendijas<br />
de la persiana.<br />
-Quedate a dormir si querés.<br />
-No, esperemos…; después me voy.<br />
-Hoy es sábado, al nene los abuelos lo traen después del mediodía.<br />
-No es por eso.<br />
-¿Entonces?<br />
-No me gusta la cana.<br />
-Pará un cacho, a mí tampoco, qué te pensás.<br />
-Ustedes tienen merengue con ellos.<br />
-No seas mersa.<br />
-Qué tiene que ver.<br />
-Todo..., tenés que ser muy mersún para pensar que porque<br />
les sonrío y me hago la simpática puedo mandarte tragado, a vos<br />
y a tus amigos; o vos pensás que no sé en lo que ustedes andan.<br />
-¿Ah, sí?, no me digás.<br />
-Pero…, vos qué te creés, gilún; nunca diría nada, alguien<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 83
tiene que cambiar las cosas, o vos creés que quiero a mi nene con<br />
la misma vida de mierda que llevo yo.<br />
Sobre un aparador, tres portarretratos. La foto del hijo. La de<br />
Clara con sus padres. En el tercero, justo debajo de un crucifjo<br />
de madera, la de Evita Perón. Un plato con cera de vela consumida.<br />
Clara trae una enorme taza con café recién hecho.<br />
Los sábados en San Nicolás son sosegados, igual que los domingos.<br />
Rayos de sol ligeramente perpendiculares se refejan en<br />
algunos charcos de calles y terrazas.<br />
Un canillita pedalea parsimonioso, vocea “El Norte”. La casa<br />
del Cuervo silenciosa. Y él va despertándose. Todavía en medio<br />
de la nebulosa adormilada se confunden la fgura de Benito, el<br />
bar y la canoa con la que había navegado por el Paraná. Lo primero<br />
que ordena sus pensamientos es la imagen de Matilde. Ella<br />
le contó que en el garage en el que actúa suelen poner una sábana<br />
traída desde el Odeón de París en la que se repite la consigna<br />
de mayo de 1968: “...No hay más teatro que la guerrilla...”. No<br />
le importa al Cuervo que ella no esté muy de acuerdo con eso.<br />
Habrá tiempo para hacerle cambiar de opinión. Lo signifcativo<br />
es que a esa chica la injusticia no le resulta indiferente. Ella acepta<br />
que por el mundo ruedan los problemas y que algo hay que<br />
hacer. Buen comienzo. Además, Matilde es prácticamente una<br />
mujer parejera. Mucho de ella la acerca a esa cualidad. Atributo<br />
propio de los cubanos. Especialmente de los habaneros.<br />
El Cuervo se asoma por la ventana. El mediodía chispea en el<br />
patio. La blancura de afuera, también la imagen rememorada de<br />
Matilde, le recuerdan a La Habana y Amparo.<br />
84
(monotype corsiva 13)<br />
Ropa colgada de los balcones. Atraviesa la calle una gastada<br />
Harley con sidecar. Algunos bailan y otros ríen desde el poyo de las<br />
casas. Un chiquillo jala un carro hecho con un cajón de guayabas.<br />
Tiene tres ruedas con rayos. Las sacaron de un triciclo vencido. Lo<br />
conduce una niña, el vestido arremangado.<br />
El Cuervo espera, por momentos otea hacia afuera. Amparo vendrá<br />
a visitarlo.<br />
Sol habanero impiadoso.<br />
Desde el tercer piso la ve. Campanea la cadera de la miliciana<br />
cubana. Mujer morena y mora. No se dan cuenta, porque no saben<br />
mirarte.<br />
Amparo y el mundo estaban liados por un mismo destino. Por<br />
esto ella viene a comentarle quiénes son aquellos.<br />
Los parejeros.<br />
Mujeres y hombres que tratan a todos por igual. No les afectan<br />
honores, sangre, títulos o sabiondez. Pobreza o riqueza. Modales.<br />
Tosquedad o pulcritud. Academia o ignorancia. Para ellos no hay<br />
diferencia. Simplemente: Personas tan iguales las unas como las<br />
otras.<br />
Sierra Maestra. Bahía de los Cochinos. El Che y Camilo. Fidel.<br />
La revolución. Mucho de todo fue posible gracias a esta particularidad.<br />
No importa quién eres. Quién te trae. A qué vienes. Da lo mismo.<br />
¿Sabes bailar? ¿Y pescar? ¿Tocas el piano? ¿Escribes? ¿Cocinas?<br />
¿Abogas por ti? ¿Por otro? Da lo mismo.<br />
Los parejeros hicieron lo que hicieron y hacen lo que hacen. Por<br />
eso La Isla -tan medianera de ese otro mundo. Ese, el del Leviatán<br />
acechante- sobrevive y sobrevirá.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 85
Sol en derrota.<br />
Esta noche habrá apagón. Desde el balcón del tercer piso el Cuervo<br />
la ve irse.<br />
Amparo.<br />
Sus caderas de soldada cascabelean. Si van a la izquierda, el<br />
negro negro de su pelo va a la derecha.<br />
Y viceversa.<br />
Por fn la ve perderse hundida en la vanidosa penumbra crepuscular.<br />
El Cuervo termina de comer un níspero. El volumen alto lo<br />
trae de nuevo. La radionovela ausenta a las mujeres de las calles.<br />
Cierra la ventana. Invisible al mundo.<br />
Esa noche habrá apagón.<br />
El marco de chapa no es buen apoyo, los codos duelen. El<br />
Cuervo sale del embeleso y del recuerdo. En su cara, nostalgia.<br />
Los brazos hormiguean. Cuánto estuvo así, instalado de nuevo<br />
en la calle habanense que lo albergó. Cuánto en los brazos ahora<br />
inasibles, añorables de Amparo.<br />
Pausa.<br />
Su cabeza ralentizada se tira hacia atrás. Cielo preñado de<br />
azul. Perpendicular oblicua, el sol dibuja otras sombras.<br />
San Nicolás quieto.<br />
La siesta sabatina parece más perezosa que lo habitual.<br />
El Cuervo tarda en volver del todo. Hace un esfuerzo: Matilde.<br />
Esa noche irán juntos al cine. Antes él va a convocar a una<br />
reunión urgente.<br />
Se viene el Quinto. Vendrán desde todas partes: Tucumanos,<br />
porteños, cordobeses, misioneros, rosarinos, tilcareños, dos<br />
pampeanos y un mendocino. Los mendocinos tan así, empeda-<br />
86
dos pero chotos. Sin embargo eso no es lo peor. Lo peor es que<br />
también vendrán varios desde Zárate.<br />
Se viene el Quinto. Es mejor estar bien preparados. Hace falta<br />
conseguir pertrechos.<br />
Matilde es importante. Pero más el Quinto Congreso. Necesitan<br />
armamentos, municiones, dinero, uniformes.<br />
Además están demasiado quietos.<br />
Por otra parte Benito se está desbocando; empujado por su<br />
snobismo pelilargo y sus hormonas sedientas es impredecible.<br />
El Pelado, hasta las verijas con el naipe y los dados.<br />
Los otros compañeros vaya a saber en qué andarán.<br />
Está claro. Urgente debe convocar a una reunión.<br />
El Cuervo es un tipo extremadamente racional pero no por<br />
eso abjura de la pulsión emotiva; y más para ordenar la tropa.<br />
Sí, esta noche hay que hacer algo. Algo que acomode la conducta.<br />
Que reestablezca la mística, la que según el Cuervo corre<br />
riego. Porque no es razonable pasar vergüenza en el Quinto. Menos<br />
que menos con los de Zárate. Esos que te tiran con el mameluco<br />
haciéndose los proles.<br />
Matilde deberá esperar. Este fn de semana será el turno de<br />
algún cana que ande suelto por ahí.<br />
O se podría liberar a Jeremías, hecho que, aunque él no perteneciera<br />
a la orga, daría que hablar. Todo a pesar de que reprendiera<br />
a Benito por tener esa idea. En realidad no fue por eso y sí<br />
por el lugar en el que lo dijo. A pesar de todo, de la publicidad y<br />
de la audacia que la operación implica, es demasiado complejo<br />
para hacerlo así, de arrebato. Sí, esa acción es, por mucho, más<br />
peliaguda que la otra.<br />
Lo mejor será hacerse un policía.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 87
Después, se verá.<br />
Matilde tendrá que ir sola al cine. Por ahí va con el pajarón<br />
de Roberto. Ése, con tal de andar cerca no le importa ser rueda<br />
de auxilio.<br />
Está decidido. Para esa noche el Cuervo convoca a una reunión<br />
reducida. Estarán Benito, dos o tres más y él. Al Pelado lo<br />
deja sin participación de propósito. Cuando se entere rabiará<br />
de lo lindo, pero le servirá para darse cuenta que si no larga la<br />
baraja, duerme afuera.<br />
Pero antes de, tiene que completar otra acción menor. La<br />
compra de un libro para enviárselo, el lunes a primera hora, al<br />
delegado sindical de la UOM que trabaja en la fábrica de electrodomésticos<br />
proveedora de su tío.<br />
Sale de su casa, sabe que tiene que apurarse. Las librerías estarán<br />
cerradas. Pero no duda de que don Karim le abrirá. Hombre<br />
raro aquel, religiosamente musulmán y sin embargo tan abierto.<br />
Con toda seguridad él tendrá la obra de Rodolfo Walsh: Quién<br />
mató a Rosendo.<br />
Ya con la novela, parte en el Rastrojero hasta Ramallo. Necesita<br />
asegurarse. Nada de teléfonos. Calcula que para ir, averiguar<br />
y volver no puede tardar más de hora, hora y media.<br />
Está anoticiado de que allá, frente al tanque de agua municipal,<br />
hay un policía de guardia toda la noche. Se lo informó un<br />
cumpa que milita en aquel pueblo y que hace inteligencia ahí. Se<br />
trata de tener operaciones en ciernes para el momento oportuno<br />
y si desde otras localidades la orga decide realizarlas. Y es el<br />
Cuervo el que llega para pedir una. Se reúnen los dos y acuerdan<br />
qué hacer y cómo.<br />
*<br />
88
Roberto viene con el cuento traído desde Rosario. Matilde<br />
apenas lo escucha. Ensimismada, lamenta que esa noche no verá<br />
al Cuervo. Lo siente, a pesar de que él le ha prometido que durante<br />
la semana van a juntarse. Presiente que, en realidad, se<br />
gustan o por lo menos han empezado a. Orgullosa, ni siquiera<br />
para sí misma admite que sólo sea ella la que esté interesada en<br />
el Cuervo.<br />
Roberto le pide que se muevan ya. Hay que salir de inmediato<br />
si quieren llegar a tiempo. Esa noche, en Rosario, un grupo de<br />
estudiantes reproducirán como se pueda la acción de Julio Le<br />
Parc en París. Ellos tratarán de imitarlo en la Chicago argentina.<br />
Se apostarán alrededor de la cancha de Rosario Central con la<br />
idea de, al día siguiente, repartir objetos de arte entre las hinchadas<br />
que lleguen a presenciar el clásico de la ciudad que disputarán<br />
el local y Newell’s Olds Boy`s.<br />
Matilde azorada:<br />
-Estás loco, Roberto, ni ebria ni dormida te acompaño..., además,<br />
ya que el Cuervo me dejó plantada, prefero, o dormir o ir<br />
a la presentación de la novela Boquitas Pintadas en el Municipal...,<br />
sabías que viene Manuel Puig, ¿no? Roberto queda como<br />
turulato. Percibe que la está perdiendo.<br />
Matilde insiste:<br />
-¿Qué te parece mi idea?<br />
Él sale pronto del pasmo. Digno, empieza a retirarse:<br />
-Mirá, elijo salir ya mismo para Rosario..., la cultura no sólo<br />
viene escrita o actuada; me gusta reproducir acá lo que hacen<br />
por Europa, especialmente si viene de Francia. Matilde, la cultura<br />
cambiará al mundo; no te lo digo más, ¿venís o te quedás?<br />
Duda, una milésima: -Roberto, no sé qué decirte, mejor veá-<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 89
monos el martes en el teatro, yo prefero quedarme; además, esa<br />
idea de distribuir estatuitas a los hinchas, no sé, me parece medio...,<br />
que sé yo, no alcanza.<br />
Quieto un momento. Mirándola. Saca un cigarrillo. Enciende;<br />
con el pucho colgado de la boca azuza: -Oíme, Mati, nos<br />
vemos el martes, pero dejame decirte que no es nada estúpido lo<br />
que estamos por hacer; la idea de que todos pueden disfrutar del<br />
arte signifca que no es un asunto de élites ni propiedad de potentados,<br />
¿entendés?; retrocede de espaldas a la puerta. Con una<br />
sostiene el cigarrillo, con la otra acciona el picaporte. Ella opta<br />
por mantenerse así: mueca mordaz. Evita las palabras. Roberto<br />
saca medio cuerpo afuera, pisa la vereda: -Por otro lado, si algo<br />
hay que hacer, como dice tu amigo el Cuervo, esto es mejor que<br />
nada..., chau.<br />
El pestillo de la cerradura trabó sin ruido. Matilde permanece<br />
en el sillón. La mueca desaparece detrás de una sonrisa. Sí,<br />
querido, ése que nombraste hace lo que hay que hacer y no boberías<br />
sin sentido..., regalar estatuitas, puf. Cierra los ojos, piensa<br />
que tal vez ella también pueda ir un más allá de lo que la lleva el<br />
teatro, Lo del Odeón parisino tampoco es una bobería.<br />
*<br />
Esquina de Alem y Colón, paredes blancas, altas, coronadas<br />
con una baranda elegante. Terraza impecable. Ahí, otros planifcan<br />
lo que intentarán concretar tiempo más adelante:<br />
-La Casa del Acuerdo es un símbolo. Afrma convencida y<br />
con el tonito entrerriano que todavía no ha perdido, agrega:<br />
-Pero lo es más el sable que nos vamos a llevar algún día, en meses<br />
o años, no lo sé..., por todo lo que implica para esta sociedad<br />
pituca que no entiende nada, que no le importa.<br />
90
Alguien que está mirándola fjo, se atreve y pregunta:<br />
-Che, Mercedes, además de que nosotros somos tan pitucos<br />
como a los que queremos denunciar, ¿no pensás que, si nos sale<br />
bien, lo van a aprovechar los que están metidos en política?<br />
Porque no lo mira, duda; ella insiste:<br />
-Carlos..., qué nos importa, somos otra cosa, un grupo de ffís,<br />
claro, pero con ideas propias, que quiere la verdad, no nos<br />
interesa el poder, ni cuánto tardemos en concretar el robo, no<br />
queremos..., este..., no queremos eso, el poder, pero sí que se den<br />
cuenta que las cosas no pueden seguir como van, ¿no?<br />
*<br />
Oscurece. El Cuervo regresa a la casa. Están todos: Benito,<br />
Liliana, Raúl y Mabel. Como de costumbre, el Cuervo se carga<br />
de solemnidad. No permite que nadie se escape del libreto. La<br />
seguridad ante todo. La explicación que da sobre el porqué de la<br />
acción es escasa. Lo que sí, se explaya abundante poniendo toda<br />
la información disponible en conocimiento de sus compañeros.<br />
Todos supieron que en Ramallo reafrmarían aquel principio<br />
táctico conceptual que servía de base a cualquier operación: ir<br />
de lo chico a lo grande y aprender a combatir combatiendo.<br />
En el pueblo vecino nadie o muy pocos los conocen. La operación<br />
será a cara descubierta (a lo sumo llevarán pañuelos para<br />
cubrirse) y lo más tarde posible (la cerrazón nocturna, su mejor<br />
aliada). El dato ha sido corroborado por el cumpa ramalense. El<br />
policía, se queda hasta la madrugada. Aunque hay unas cuantas<br />
casas la zona está desierta.<br />
Deben conseguir un auto esa misma noche. Preferentemente<br />
que no se descubra hasta el otro día. Mabel pasa el dato:<br />
-A dos cuadras de mi casa hay un garage en el que guardan<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 91
los coches tres vecinos...., uno de ellos va y vuelve desde y hasta<br />
Baradero; sale alrededor de las ocho de la mañana. Regresa por<br />
la tarde, a eso de las siete, guarda el Peugeot 403, no lo saca hasta<br />
que viaja de nuevo... Salvo los sábados que lo guarda al mediodía<br />
y lo deja hasta el lunes que se termina el franco.<br />
Benito toma nota:<br />
-Qué hace, qué trabajo.<br />
Mabel, parsimoniosa revuelve el café, quiere aparentar calma:<br />
-Es inspector en una distribuidora de frutas y verduras.<br />
-Cómo abrimos el portón; irrumpe Benito.<br />
-Puerta, corrediza, la cierra un candado, Mabel no levanta la<br />
taza, suspira. Es el Cuervo ahora:<br />
-Qué tipo de cerradura.<br />
-Simple, con ganzúa se hace rápido, la voz baja pero segura<br />
de Mabel intenta que termine ahí. No. Antes, Liliana quiere sacarse<br />
una duda:<br />
-¿Tiene techo corredizo? Mabel, muestra su contrariedad<br />
pero niega con la cabeza.<br />
{Dos horas más tarde, Benito y Raúl irán a buscar el Peugeot}<br />
La mesa poblada de puchos y vasos. El Cuervo repasa, señalándose:<br />
-Yo soy 1, después lo hace con los que nombra: Benito es 2, Liliana<br />
3, Raúl 4 y Mabel 5. Benito manejará. Dos 45; una yo. La otra,<br />
Liliana. Le sacamos todo. Arma y uniforme. Liliana, te encargás del<br />
ferro. Yo de la pilcha. Una vez que esté hecho, Raúl cubrirá la retirada,<br />
haremos postas, cuando salís le das tu pipa, Lili, y te quedás con<br />
la del cana. Vos, Raúl, por las dudas llevá la cachiporra. Mabel<br />
hará el control; faca, revisá las marcas de tiza en la salida sur de<br />
Ramallo, y te vas a dormir a lo del cumpa que te va a esperar por<br />
92
las novedades. De regreso, nos vamos a repartir a la entrada de<br />
San Nicolás. Recién volveremos a juntarnos el martes. Haremos<br />
la reunión evaluativa. Benito, te llevás el 403 y lo tirás en Bogado,<br />
si podés encanutalo de manera que tarden en descubrirlo.<br />
Tomate el micro que va a Buenos Aires y que pasa a eso de las<br />
cinco. Mabel, si la noche se complica, o no encontrás la marca<br />
de tiza, avisás enseguida al cumpa de contacto, él sabe qué hacer.<br />
Apenas pasada la medianoche el portón se cierra. Lo llevan.<br />
Empujan una cuadra. Raúl volantea, la ventanilla baja, medio<br />
brazo adentro. Benito, pispea hacia atrás. Arrancan en la siguiente<br />
esquina.<br />
Y sí, tiene techo corredizo.<br />
Varios camiones. Algunos ómnibus. Cuatro o cinco autos. La<br />
ruta 9 está despejada.<br />
Concentrados. Todos escuchan al Cuervo que, “in voce”, repite<br />
la operación: 1 tal cosa, 2 tal otra, 3 tal más y así.<br />
Un Impala plateado los “sorpasa” como si estuvieran parados.<br />
“Bienvenidos a Ramallo”.<br />
La luz de luna no ayuda.<br />
Los faros del 403 apagados. El motor, muerto. Crepita el pedregullo<br />
debajo de las ruedas, hasta que, por fn, se detiene.<br />
Bajan.<br />
Tres.<br />
Caminan tranquilos. El Cuervo, cuatro pasos adelante.<br />
Antigua. La calle del tanque es una de las primeras del pueblo.<br />
Ventanas cerradas. Silencio. Casas dormidas.<br />
La lechuza voltea la cabeza. Abajo, una rata blanca deja lo<br />
hondo del desagüe.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 93
A pesar de que vienen de frente el vigilante no los ve. Apoya-<br />
do contra el tronco de un eucalipto, aburrido y soñoliento, mira<br />
el piso.<br />
Tampoco los escucha.<br />
Veinte cuadras más allá, hacia el sur. Mabel camina, mide el<br />
tiempo. Nadie en la calle, salvo, dos cuadras adelante, la luz interior<br />
de un auto que permanece encendida.<br />
El Cuervo se adelanta.<br />
Fierro a media altura, entre la cintura y el pecho.<br />
El de gorra alza la vista -{lo tiene prácticamente encima}-.<br />
Abre los codos, las manos, los dedos. Los levanta.<br />
Liliana, como un rayo, pasa por un costado; se acomoda esquinada,<br />
en diagonal al tronco del eucaliptus. Brazo recto, estirado.<br />
La 45 cancheramente ladeada dibuja un vals tenue.<br />
El policía gira la cabeza. Ojos grandes. El hueco negro de la<br />
45 no es sufciente. Imposible tapar los ojos patinados de Liliana.<br />
¡Una mujer!<br />
Cuerpo menudo y sin fuerza. Manos delgadas, uñas cortas<br />
pero esmaltadas. Pelo largo, lacio.<br />
Tetas.<br />
¡Lo aprieta una mujer!<br />
Mabel ruega que no sean lo que calcula que son.<br />
La cuadra que ahora atraviesa es un croquis pretencioso. Por<br />
poco perfecta. Techos planos. Ninguno a dos aguas. Paredes de<br />
revoque. La mayoría pintadas de blanco. Una color verde suave;<br />
no desentona. Solamente dos, revoque descascarado, sin pintura.<br />
94
No conviene doblar en la esquina para no levantar sospechas.<br />
El Cuervo le había enseñado eso.<br />
Baja de la vereda.<br />
Cruza.<br />
Asfalto cuidado.<br />
Sube al cordón de la del frente.<br />
Y sí.<br />
Son nomás.<br />
Mabel está por traspasarlos pero se abre la puerta del Torino.<br />
Un policía uniformado desciende y la apura: -Deténgase.<br />
Ella frena. El corazón palpita a mil. En su cabeza se superponen<br />
las ideas no aclarándose ninguna. La voz amojosada del policía<br />
aturde: -Adónde va, de dónde viene.<br />
La rata olfatea.<br />
Mueve una patita. Luego otra.<br />
No más de cuatro pasos.<br />
Hurguetea, busca en el aire el apetitoso perfume de un sótano<br />
almacén que está al frente.<br />
Justo cruzando la calle.<br />
Y la amedrenta ese otro olor: gelatina pringosa de la parca<br />
que intuye cerca.<br />
Se revira.<br />
El cana -retén nochero apostado en el tanque de agua ramallense-<br />
se retoba.<br />
Porque de ninguna manera puede apretarlo una mina.<br />
No lo va a permitir.<br />
Quiere repeler el ataque y procura apartar la cuarenta y cinco<br />
de Lili. Manotazo tan repentino como torpe.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 95
El Cuervo reacciona.<br />
También Raúl que afora de golpe, con la cachiporra empuñada.<br />
Liliana les gana a los dos. Rápida, esquiva el manotazo. Adelanta<br />
la pierna derecha. Con la izquierda mete un rodillazo en el<br />
medio de las pelotas.<br />
¡Flowps!<br />
Antes de que caiga, baja furiosa la culata como si fuera una<br />
porra de piedra.<br />
¡Troc!<br />
Se la da entre la nunca y la segunda cervical.<br />
El “poli imaginaria” se desploma, defnitivamente derrotado.<br />
Mabel responde tranquila. Clava sus ojos pícaros en los del<br />
macho que la prepotea.<br />
Quién hubiera dicho, ella, tan temerosa para todo y con semejante<br />
sangre fría. Enfrenta a los testaferros de la nausea: -Me<br />
disgusté con mi novio..., vivo en Rosario, pero no pienso irme<br />
de Ramallo hasta que lo castigue; dígame, ¿usted se animaría?<br />
Estúpido.<br />
El macho macho se vuelve imbécil [más] si una mujer se le<br />
ofrece. O cuando él cree que se le ofrece.<br />
Cierra la puerta del Torino. Antes de responder se agacha difcultosamente<br />
a causa de su lumbalgia y mira -mediado por el<br />
vidrio opaco de la ventanilla- a su compañero. Claramente le<br />
indica sin ninguna otra seña que la intensidad de su mirada, que<br />
no debe descender del auto.<br />
Se incorpora.<br />
La observa.<br />
96
Ella también lo.<br />
Él está por dar un paso pero se intimida.<br />
Mabel sonríe, ignora de propósito las sobonas babas de la<br />
muerte que tiene delante de sí.<br />
Agresivo se manda: -Si me animo a qué, chiquita.<br />
Ella ladea la cabeza y baja los párpados. Luce sumisa, como<br />
entregada: -Si se anima a ayudarme, comisario.<br />
Sabe que no es, ni siquiera sargento, pero aprovecha la noche<br />
y lo asciende. Noche ramallense caliente y pre-revolucionaria.<br />
Cruza. La rata se anima y se larga rumbo al sótano.<br />
Ustedes deben saber que la manera de actuar de Liliana es<br />
peligrosa. Al golpear con la culata la pistola puede dispararse.<br />
Y un ruido de esa magnitud hubiera despertado a la mitad del<br />
pueblo. Quién sabe lo que hubiese pasado.<br />
Pero no.<br />
El pobre policía se hubo despeñado atarantado por el retumbo<br />
que lo apabulló. Nunca se sabrá si entiende lo que, mientras<br />
le quita el uniforme, el Cuervo recita: -No es con vos la cosa.<br />
Lo aseguran atándolo en el tronco grueso del eucaliptus.<br />
Sale Liliana.<br />
Raúl espera. Ella, al pasar, le arroja la 45 (la suya) que hace<br />
una hipérbole plateada antes de que él la pesque.<br />
Después se retira el Cuervo. Rebasa y llega hasta la siguiente<br />
esquina.<br />
De inmediato Raúl va.<br />
Liliana va.<br />
El Cuervo va.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 97
Raúl se mete por la puerta trasera izquierda, Liliana por la<br />
trasera de la derecha, el Cuervo por la delantera de la derecha.<br />
Y entonces sí, el 403 arranca sin problemas.<br />
Benito sonríe.<br />
Lili se acomoda el pelo.<br />
El Cuervo prende un faso y convida a Raúl.<br />
Una cuadra atrás. El Torino de la provincia se queda lejos.<br />
También el poli súbitamente ascendido a comisario con un número<br />
telefónico de fantasía.<br />
Mabel, no bastante retrasada, apura el paso. Tres cuadras las<br />
que faltan. La piel de gallina. El galope-corazón la deja sin voz.<br />
Por suerte no hay nadie a quien hablar. Ella hubiera querido verlos<br />
llegar. Detenerse. Ver a Benito. La mano frme, el trazo largo.<br />
La raya de tiza. Y ella escondida, pispiar todo sin que la vean.<br />
Llega tarde.<br />
Porque el poste de luz está marcado.<br />
Porque en un abuso de confanza y de triunfo, la pared del<br />
baldío esquinero está rayada de blanco. Todo a lo largo. Y al<br />
doblar también.<br />
Marca tiza que garantiza que la operación salió airosa.<br />
Mabel, número 5, se emociona. Se alegra de que el Cuervo<br />
haya confado en ella a pesar de la humedad/meada que la avergüenza.<br />
Pitonisa de la fatalidad la gota roja se disuelve en el aire.<br />
Nunca voló.<br />
Hasta ahora.<br />
La rata, prendida en las garras de la lechuza, aprecia el cielo<br />
ramalense desde lo alto del eucalipto.<br />
98
Ese lunes, alguien, en Baradero, falta a su trabajo.<br />
*<br />
Un operativo evidente y perfectamente coordinado puso frené-<br />
tico al Partido militar: las paredes de muchos pueblos y ciudades<br />
de todo el país amanecieron teñidas de color azul, negro, incluso<br />
iluminadas de rojo. Brocha o carbón: Luche y Vuelve.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 99
100
2007<br />
Lili, Walter (VI)<br />
Nos sentamos en un banco del Botánico. Sobre la callejuela<br />
que te saca en Plaza Italia, al frente del Zoológico.<br />
-El Cuervo no manipulaba, aseguró Lili a cuento de nada, Al<br />
menos no como se hace ahora, eso que han puesto de moda con<br />
la palabrita cooptación..., viste que la gordita (si quitan el “ta” es<br />
mi tocaya) repite sin parar ¿no?..., pobre, se pensará que nadie se<br />
da cuenta lo conservadora, egocéntrica qué es, ja ja ja..., ¿y ella<br />
habla de hegemonía?<br />
Sacó la servilleta que había traído del bar, empezó a jugar con<br />
los dedos: -A propósito, dijo y me miró. Noté que se había dado<br />
cuenta que yo estaba distraído con los gatos que nos ignoraban<br />
olímpicamente. La miré, poniéndome listo y expectante. Luego<br />
de recuperar toda mi atención, Liliana empezó a monologar,<br />
imparable:<br />
-Toda la política hoy es manipulación; es convencer a cualquier<br />
precio, hacer cambiar las ideas..., no importa que se inviertan<br />
si eso supone conseguir guita; peor que eso, porque los<br />
políticos y la gente han renunciado, han renegado de las ideas y<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 101
lo que cambian son las penosas posturas que hoy proclaman y<br />
de las que mañana se apartan si los intereses personales y la plata<br />
así lo exigen; vos bien sabés de qué hablo, faco, vos los escuchás<br />
todos los días justifcándose a sí mismos, llamándose pragmáticos...,<br />
¡hijos de puta!, qué vamos a hacerle, son la espantosa cara<br />
de esta mierdosa sociedad, la que los engendra, por miles, millones,<br />
la que los vota; si ahora hasta se acepta y difunde como muy<br />
bueno, moderno, independiente, qué sé yo, votar a unos hoy y<br />
a los opuestos mañana. Mirá, tenía razón el facho de Perón, los<br />
llamaba bosta de paloma, ¡ja!, qué pasaría si el viejo se levantase<br />
de la tumba y viera a esta puta sociedad toda convertida en independiente:<br />
sin olor, sin color.<br />
Se tomó un respiro. Arrugaba la servilleta y no se decidía a tirarla.<br />
Creo que en realidad intentaba desahogarse. Me resultaba<br />
llamativo, Lili no era de putear demasiado, apenas lo necesario.<br />
Sin embargo debo reconocer que el palabrerío en el que se había<br />
metido, más que aburrirme, me ponía de mal humor. Antes<br />
que nada, porque en aquel momento me parecía que se alejaba<br />
demasiado y por lo tanto sería difícil retomar el tema principal.<br />
Además, por meterse con la política, se plantaba, digámoslo con<br />
lenguaje actual y periodístico: insufriblemente setentista.<br />
Una brisa empezó a levantarse.<br />
En otro banco, justo al frente del que estábamos, una mujer<br />
-tendría, no sé, ¿unos veinticinco?- lagrimeaba sin taparse<br />
la cara.<br />
Lili no reparaba en ella, retomó sin levantar la cabeza, fja en<br />
el piso de tierra:<br />
-Atendeme, Walter, en aquellos años la idea del poder se asociaba<br />
con el cambio, los reformistas con la reforma, los revolu-<br />
102
cionarios con la revolución..., no, no te tengo por tonto, pasa<br />
que me interesa recalcar; lo único que importaba era el cambio<br />
sostenido por alguna ideología, sí, el mundo debía ser otro, sea<br />
cual fuere la vía empleada, las armas o el tiempo; había una ética<br />
del poder, se relacionaba antes con los paradigmas ideológicos<br />
que con el poder en sí. Por qué te pensás si no, que nos quedamos<br />
noqueados, grogys y turulatos con, no sé, ¿querés?: los<br />
desatinos imperiales de los rusos; ¿querés?: el muro; ¿querés?: la<br />
glasnot; ¿querés?: yo qué sé, con todas aquellas pendencias que<br />
destapaban al mundo soviético…, esas de las que se agarraron<br />
los mierdas para decirnos que vivimos equivocados. Destrozadas<br />
quedaron nuestras más sublimes y nobles..., eh, eh, digamos<br />
que vinieron para convertirlas en fantasías sin que pudiésemos<br />
reaccionar y...<br />
Lili levantó la cabeza, me miró poniendo fjeza en el gesto,<br />
enseguida lo desarrugó. Se puso de pie y fue a tirar en un tacho<br />
de basura el despojo de la servilleta totalmente machacada.<br />
Dos travestis, vestidas de día, cruzaron por el sendero. Por la<br />
hora, todavía no iban en busca de Godoy Cruz. Una de ellas, se<br />
notaba, tenía los pechos infados. En una de esas se había inyectado<br />
aceite de alta densidad.<br />
La chica del banco ya no sollozaba. Seguía triste, claro.<br />
Lili también las vio pasar: -Miralos, me dan cosa..., pobres<br />
pibes.<br />
Esta vez fui yo el que la puse en aprietos, aproveché para<br />
marcar las diferencias que separaban claramente el XXI de los<br />
setenta: -Lili, empecé, Ellas quieren que..., no es que yo esté de<br />
acuerdo…, pero vos, mejor deciles ellas, eso piden, porque al<br />
revés del Papa no creen en la división biológica de los sexos.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 103
Se quedó observándome, no diría estupefacta, sí sobrepasa-<br />
da. Ladeó la cabeza, tal vez meditaba:<br />
-Mirá, faco, es posible que ya esté vieja para, es decir, cla-<br />
ro que lo entiendo, pero qué querés, me cuesta acostumbrarme,<br />
para nosotros estos son argumentos entendibles pero que de alguna<br />
manera entorpecen, ¿entendés?<br />
Tres o cuatro hojas volaron rastreras. Un gatito las perseguía<br />
y daba tumba carneras.<br />
-No, Lili, no entiendo, además quiénes son ustedes.<br />
Insegura, fjó la vista en el piso:<br />
-Por qué me preguntás quiénes somos.<br />
Volví a mirar al banco de la chica, ya no estaba:<br />
-Vos dijiste, “para nosotros” y todo ese bla bla que agregaste.<br />
Con la punta del zapato Lili empezó a escarbar en la tierra:<br />
-Ah..., entiendo que no lo entiendas, je, vos pertenecés al<br />
mundo de los individuos, yo, por lo contrario, soy un vetusto espécimen<br />
vinculado al anacrónico universo comunitario..., pero,<br />
decime, ¿te interesan estas querellas?<br />
Es rápida Lili. Habrá sido mi cara, algún bostezo que no pude<br />
evitar. No sé. Lo cierto es que ella abandonó el hilo del argumento.<br />
Volvió a mirar a las travestis que se esfumaban al cruzar<br />
rumbo al zoológico: -Ahora que lo pienso, Walter, me parece<br />
que más te va a interesar cómo se asumían ciertas cuestiones<br />
por aquellos años.<br />
Se quedó esperando.<br />
Con el gesto le di a entender que siguiera.<br />
Sacó un cigarrillo:<br />
-Me acuerdo de Clarita, dijo.<br />
104
Yo hice pantalla con mis manos para que ella pudiese encen-<br />
derlo:<br />
-Clarita, repitió al exhumar -como si doliera- el recuerdo;<br />
largó la primer mordedura de humo, Clara había sido prostituta,<br />
sabés..., además era una hermosa mujer, por dentro y también<br />
por fuera, bah eso creo; el Cuervo la conoció en el cabaret<br />
del Pueblo, San Nicolás; es una buena historia, porque muestra<br />
de alguna manera cómo se encaraban ciertos asuntos; el tío del<br />
Cuervo les prestó plata para que en el espacio de lo que había<br />
sido el antiguo burdel pusieran un bar, hizo una pausa, exploraba<br />
en la memoria:<br />
-Sí, también servían minutas; prácticamente ninguna de las<br />
que trabajaron en el cabaret se quedó, salvo Clara.<br />
Le pedí que retuviera la historia por un momento, necesitaba<br />
estirar las piernas y además echarme un meo.<br />
Volví, estaba esperándome ansiosa, dispuesta a meterse de<br />
nuevo en la vida del Cuervo:<br />
-Oíme, empezó de sopetón y antes de que terminase de sentarme,<br />
siguió, La historia de Clara tiene razones que...; el Cuervo<br />
y Benito trabajaron durante un tiempo el bar restaurante,<br />
aunque no era una buena manera de juntar plata sí lo era, en<br />
cambio, cómo te diría, de lavar la guita de los operativos, la que<br />
se recaudaba para la orga; bueno, la cosa es que Clara desde el<br />
inicio se hizo cargo de la atención de las mesas, la condición que<br />
le pusieron los chicos fue que no ejerciera nunca más su antiguo<br />
trabajo..., bueno, salvo respecto de su habilidad como punga, en<br />
más de una ocasión le pidieron que fuera a hacerse de libretas<br />
(cívicas y de enrolamiento, también deneíes) en el centro de San<br />
Nicolás; otras la mandaron hasta Buenos Aires con la misma<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 105
fnalidad. De repente Lili se detuvo; de nuevo indagaba silenciosamente<br />
en el pasado.<br />
La dejé que pensara. En el interín volví a mirar, busqué a la<br />
chica del banco, anhelaba que se hubiera quedado cerca.<br />
No. Al menos en los alrededores no se la veía. ¡Puta madre!,<br />
pensé pero no dije nada.<br />
Lili apoyó la mano en mi hombro:<br />
-Sabés, me da ternura recordar; Clarita se adaptó rápidamente...,<br />
vencía sin demasiado esfuerzo la tentación de algunos<br />
cumpas; pero no solamente porque ella los persuadiera de que<br />
ya no trabajaba, sino también porque el Cuervo se había convertido<br />
en una especie de cancerbero implacable..., pero también<br />
custodio de la moral del grupo porque ésa era la prueba de que<br />
se podía reivindicar la recuperación de una víctima social y no<br />
había que echarla a perder por el estúpido impulso de la testosterona;<br />
con el tiempo todos -aún Benito-, fueron convenciéndose<br />
de que ella había superado el lumpenaje del que venía.<br />
Abruptamente detuvo el relato. Me observó. Hizo con los dedos<br />
la clásica seña de comillas y repitió: -“Lumpenaje”.<br />
Hábilmente. Volvía a captarme, como si fuera ella la que tuviera<br />
interés en que conociera la historia y no al revés.<br />
-Vos pensá, faco, era hacia el fnal de los sesenta principio<br />
de los setenta y esa chica metida entre guerrilleros marxistas...,<br />
a medida que fue ganándose la confanza participaba en algunas<br />
acciones. Clara hasta empezó a traer más seguido a su hijo,<br />
los chicos lo habían adoptado; siempre había alguno para jugar<br />
con él. Se puso ciertamente seria: -Pocas veces vi una mujer<br />
que fuera tan, como decirlo, ¿dichosa?..., sé que puede parecerte<br />
mucho, pero Clarita se transformó, fue otra; con el tiempo pro-<br />
106
gresó dentro de la estructura de la organización; su militancia,<br />
su compromiso, lo jugada que era, la hizo escalar posiciones..., y<br />
responsabilidades.<br />
Creo que Lili estaba haciendo un enorme esfuerzo por no<br />
dejarse vencer por el desasosiego que le provocaba ese recuerdo.<br />
Aquella otra mujer. Aunque también pensé que exageraba<br />
porque después de todo esa tal Clara, qué sé yo. En fn, no me<br />
demoré en dilucidarlo porque ella seguía, incontenible:<br />
-Fui su amiga y lamenté mucho, mucho, que ya ningún compañero<br />
se le animara; pobre Clara, después de la cantidad de<br />
mierdas inútiles que abusaron de su cuerpo...; supe de alguno<br />
que se había enamorado, pero por los prejuicios, o los miedos,<br />
o no sé..., jamás se lo dijo.<br />
Una paloma voló desde una rama metiendo alboroto.<br />
No le presté demasiada atención. Lili tampoco:<br />
-Clara -dogmatizó- se había convertido en una especie de<br />
símbolo, en la patentizada muestra de que a través de la concientización<br />
podía cambiarse el mundo (o eso pretendíamos) y ella<br />
debería ser una clase de santa..., mirá, si los cristianos tuvieron<br />
su Magdalena nosotros, el Ejército Revolucionario del Pueblo,<br />
tuvo a Clarita.<br />
Quise interrumpirla:<br />
-Qué fue de.<br />
-Walter -abrevió- si cualquiera de nosotros la recuerda en<br />
voz alta..., bueno, seguro que empezamos un viaje al corazón de<br />
los Perros del que no querríamos salir, nunca.<br />
Bajó la cabeza.<br />
Ya no habló.<br />
La dejé que se contuviera. Era evidente. Había una carga tan<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 107
fuerte en esa historia que, aunque quisiera, no podría ir más allá.<br />
Pero, no obstante, mi curiosidad no era mero chisme. Por eso<br />
arriesgué:<br />
-Decime, qué fue de ella.<br />
Minimalista. Exageradamente despojada. Lili pronunció<br />
aquellas palabras ominosas:<br />
-Se la llevaron, faco, no se supo nada más.<br />
108
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 109
Para el Cuervo la noción de sí se volvió tangible en esa mujer<br />
Martes.<br />
Llueve.<br />
En la casa del Cuervo están los cinco. Evalúan el operativo,<br />
la voz de Raúl es la primera en escucharse: -Liliana, está claro<br />
que lo íbamos a dominar, no estuvo bien lo que hiciste. Ella sabe<br />
que tiene razón, aunque resiste a dársela rápidamente y olfatea<br />
por qué: -Es más, interviene el Cuervo, Lo teníamos dominado,<br />
o vos creés que podía soltarse. Lili levanta la cabeza pero Raúl<br />
insiste: -Qué hubiera sucedido si se escapaba un tiro. Ella entonces<br />
termina de admitir su error: -Es cierto, espero que no vuelva<br />
a pasar.<br />
Guarda para sí una intuición que atornilla la duda: el policía<br />
reaccionó porque era mujer; a sus cumpas, aún con la verdad,<br />
también les debe doler que sea ella (por ser ella y no él), la que<br />
les ganara de mano al reducirlo y dejarlo fuera de combate.<br />
Benito observa, tranquilo, expectante.<br />
Esta mañana, también fría, sirve de mucho. Después de un<br />
operativo debía seguirse la imprescindible rutina del análisis.<br />
Mabel relata la manera con que, hábilmente, eludió a los poli-<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 111
cías que la retuvieron. Cuenta con detalles, porque así lo exigen,<br />
de lo que costó sobreponerse al desboque de su corazón sofocado.<br />
Por supuesto nada dice del bochorno (aunque nadie la viera)<br />
que no pudo evitar después de alejarse de los polis, al orinarse<br />
encima (apenitas es cierto..., pero igual) dos cuadras adelante.<br />
A pesar de la observación de Benito respecto de que los policías<br />
podrían haber preguntado por la dirección del supuesto<br />
novio de Mabel, lo mismo los otros aprueban lo actuado, particularmente<br />
porque ella supo desenvolverse valientemente frente<br />
al imprevisto.<br />
Ella está orgullosa de sí misma pero más de la felicitación que<br />
recibe del Cuervo y de la efusiva Lili.<br />
La retirada es, del mismo modo, parte del elogio: el sistema<br />
de postas funcionó como debía. Pese a que el cana estaba atado<br />
y desvanecido ninguno de los tres que intervinieron se relajó;<br />
cubrió y fue cubierto adecuadamente hasta marcharse defnitivamente<br />
del lugar.<br />
Benito recibe la conformidad de todos ya que consiguió salir<br />
del lugar -a pesar de que el operativo no hubiese sido planifcado<br />
con antelación- por caminos vecinales, de tierra y apartados de<br />
las rutas principales.<br />
En defnitiva, la conducta de todos ha sido examinada: preparación,<br />
vacilaciones, descuidos, valentía, temores. El operativo<br />
resulta bien califcado, por su resultado y por el comportamiento<br />
general de los que intervinieron.<br />
-Esto revela, afrma el Cuervo, Lo importante que es, para el<br />
combatiente, estar preparado, conocer el terreno..., porque nunca<br />
se sabe cuándo nos van a llamar.<br />
Amaina. Da la impresión de que enseguida saldrá el sol.<br />
112
-El Quinto Congreso debe ser una respuesta adecuada a lo<br />
que marcaron en mayo los proletarios de Córdoba, preconiza el<br />
Cuervo. Enciende otro cigarrillo. Vuelve al foco:<br />
-No quedarse atrás..., ahora la orga debe retomar el camino<br />
de la vanguardia y ése, quizá, deba ser la insurrección del pueblo<br />
con las armas en la mano.<br />
Anochece.<br />
Es cierto que amagó con terminar, pero en ocasiones pasa<br />
que, uno piensa que puede salir sin paragüas y queda empapado.<br />
“...toda experiencia concreta de libertad que pueda realizar<br />
por mí mismo es prueba de mí libertad; toda aprehensión concreta<br />
de conciencia (de) mí conciencia; la noción misma de conciencia<br />
no hace sino remitir a mís conciencias posibles...”<br />
Jean-Paul Sartre, El ser y la nada. Está sólo. El Cuervo deja el<br />
libro sobre la mesa. Lo cierra sin señalar la página. Es que, de<br />
nuevo, lo cautiva de improviso la imagen-recuerdo de su viaje a<br />
Cuba.<br />
(monotype corsiva 13)<br />
Lo primero que el Cuervo vio {en la piel mora daban la impresión<br />
de una fatalidad redundante y perogrullescamente inevitable},<br />
aquellos ojos negros que lo acecharon entre divertidos y exigentes.<br />
Amparo, más que ayudar ordenaba cómo construir ese refugio<br />
para enfrentar huracanes o tifones; que también servía para ocultarse<br />
de la canalla imperialista hasta emboscarla y, entonces, darle<br />
su merecida derrota.<br />
Varaentierra le llaman. No llega a ser un pozo, tampoco una<br />
casa.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 113
[El Cuervo no supo que, en las serranías de traslasierra cordobesa, los que los españoles<br />
llamaron Comechingones construían viviendas muy parecidas].<br />
Ahí, alojados en una de aquellas se conocieron.<br />
En ese territorio libertario los combatientes, valientes subversivos<br />
latinoamericanos, pasaron la noche asilados en la varaentierra<br />
bajo la supervisión implacable de la tenaz capitana morena.<br />
Para el Cuervo la noción de sí se volvió tangible en esa mujer.<br />
En el brillo negro de su inteligencia. Y la idea de libertad, esa noche,<br />
tuvo su nombre.<br />
El de ella.<br />
A doscientos, doscientos cincuenta metros crecía un alto, frondoso<br />
jardín de ceibas sagradas.<br />
La única mañana de tregua que tuvieron, a la sombra prodigada<br />
por ellas, Amparo y el Cuervo narraron el mundo.<br />
Matilde lo invitó. La parroquia del barrio más periférico de<br />
San Nicolás lo había organizado. Se trataba de un festival destinado<br />
a concientizar a la comunidad barrial de que conseguir<br />
que el ómnibus llegase hasta allí era una lucha de todos. Pero,<br />
claro, disimulaban hacer algo diferente, no hay que olvidarse<br />
que los milicos de pueblo no permitían que las cosas se hicieran<br />
así, a cara descubierta. Consentían que se perpetrara un montaje<br />
para no darse por enterados y justifcar, llegado el caso, la no<br />
intervención frente a los superiores de La Plata.<br />
El municipio había propuesto asfaltar la avenida por donde el<br />
micro circularía. Con ello daría satisfacción a la empresa y a los<br />
vecinos. Pero el barrio no quería el asfalto especialmente porque<br />
pensaban que después iban a pretender que quitaran gallineros,<br />
campitos y huertas. Y el empresario, dueño de la línea de ómni-<br />
114
us, decía que las calles de tierra afectaban los amortiguadores<br />
además de afojar la carrocería y los elásticos.<br />
Como no hubo acuerdo, había que luchar para obligarlos.<br />
Al intendente blandengue.<br />
Al empresario avaro.<br />
Por eso se había organizado aquella jornada. Día de lucha<br />
ataviado de kermés. La imagen del Cristo Obrero preside la festa.<br />
El Cuervo llega.<br />
La busca pero no la encuentra.<br />
Gentío. Todo el barrio está ahí.<br />
Matilde lo ha visto pero deja que él de vueltas. Le gusta observarlo.<br />
Estampa árabe. Lo imagina fuerte, protector. Pero fundamentalmente<br />
como el puente que la llevará a un lugar diferente<br />
al que la han predestinado: escuela, familia y sociedad.<br />
Esquiva dos, tres, cinco chicos, lo agarra del codo: -Hola,<br />
Cuervo.<br />
A treinta metros de la parroquia, en el playón del Centro<br />
Vecinal 25 de Mayo se han desplegado todo tipo de puestos y<br />
quioscos. Venden refrescos, facturas, tortas o empanadas. Hay<br />
uno que, medio descolgado, canjea revistas, 2 x 1: Patoruzito,<br />
Intervalo, El Tony. Se exhiben diferentes objetos, entre ellos se<br />
destaca, grabadas a carboncillo, una serie de copias hechas por<br />
un pintor local de la obra del artista cubano Marcelo Pogolotti.<br />
Dos láminas grandes sobresalen sobre las demás. Representan<br />
la lucha de los obreros y la tacañería del capital. La música es<br />
propalada desde un tocadiscos Ranser al que le han adosado dos<br />
grandes megáfonos.<br />
Una obra de títeres, cada treinta, cuarenta minutos, repite<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 115
la función que dura diez. Ha sido creada por un grupo de catequistas,<br />
interpreta la historia de dos pastores y su perro que<br />
enfrentan en su establo a un viejo de nariz prominente, torva;<br />
vestido de negro, se propone confscarles las ovejas a cambio de<br />
los intereses adeudados. El Cuervo se detiene justo frente a ese<br />
puesto. La mayoría de los asistentes son niños. Uno de los pastores-títere,<br />
cuenta que, en ocasiones, es imposible pagar. Pero<br />
que eso no es malo si la causa tiene buena explicación, por ejemplo<br />
una larga sequía; los acreedores deberían tener paciencia y<br />
no cobrar excesivas recompensas por la demora. Enseguida, el<br />
perro-marioneta echa al pelele de camisón negro y los chicos<br />
gritan de alegría; alguno tira bolitas de migapán contra el monigote-usurero<br />
que hace apresurado mutis.<br />
Matilde no lo acompaña ya. El Cuervo espera que ella se<br />
prepare para actuar en la obra de teatro que cerrará la kermés.<br />
Mientras tanto recorre el lugar; observa que, aquí y allá, se discute<br />
en grupos. El punto que los convoca se debate a viva voz.<br />
Los hay quienes cuestionan la decisión de no admitir las excusas<br />
del dueño de la empresa y que, hasta aceptarían el asfalto. Por<br />
supuesto son minoría. Pero se hacen oír. Los demás no se quedan<br />
atrás, contestan, a veces a gritos. Aunque son más las mujeres,<br />
los hombres participan. El cura que ha organizado todo<br />
camina despacioso, atento, escuchando. Enfrentados, dudan en<br />
saludarse.<br />
Alguien se interpone entre ellos dos: -Venga padrecito, venga<br />
que ya empezó el recitado de poesía. El Cuervo los sigue, prudente,<br />
a unos diez metros. Es el mismo teatrillo, levantado especialmente<br />
para la ocasión, en el que más tarde actuará Matilde.<br />
La marquesina contiene una leyenda inspirada por un conjunto<br />
116
de militantes por la actuación que más adelante se llamará Grupo<br />
Octubre: “Si el teatro tiene una estrategia es que se convierta<br />
en asamblea”. Dicen que entre ellos destacan a un tal Norman<br />
Briski.<br />
La gente se arremolina, de pie, delante del escenario. Están<br />
silenciosos, concentrados. Aún los que un momento antes discutían<br />
acaloradamente se acercan.<br />
Detrás de bastidores se asoma de tanto en cuándo la cabeza<br />
del apuntador. Plantado en el escenario, cerca del foro derecho,<br />
el poeta barrial. Alto, extremadamente faco y desgarbado; la<br />
voz gruesa:<br />
Yo sé bien que cuando el mundo<br />
Cede, lívido, al descanso,<br />
Sobre el silencio profundo<br />
Murmura el arroyo manso.<br />
El Cuervo los identifca de inmediato, “Versos sencillos” de<br />
José Martí... Qué lo reparió, estos se la traen..., no son ningunos<br />
giles ni la chingan, bajan línea a lo pavote, lástima que el cura sea<br />
peronista, como la mayoría de este barrio, bah.<br />
Atrás. Muy por encima de la arboleda, una pareja de caranchos<br />
hace rodajas en el cielo; buscan alimento.<br />
El sol resbala en su pendiente.<br />
Los que serán “Octubre”, artistas callejeros que acompañan<br />
a Matilde en el escenario (mejor dicho es ella la que los secunda):<br />
Larga hilera de sillas de diferentes tamaños, material y<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 117
colores puestas sobre el tablado. En uno de los extremos, un sillón<br />
alto y sentado en él, gorra azul, uniforme gris y un volante<br />
en las manos, el que actúa de chofer de aquel ómnibus fcticio.<br />
En los asientos una vieja se abanica, otro fuma Imparciales,<br />
dos son colegiales, siete obreros, tres vendedores ambulantes.<br />
Matilde lleva falda de embarazada y el pelo arrodelado con una<br />
redecilla grisácea. El “micro” está orientado en dirección a la<br />
ciudad. Sin quejas pero con quejas: simulan saltar al ritmo de<br />
los pozos imaginarios. Algunos actúan el guión discutiendo<br />
litigios que hacen al barrio. Otros, en cambio, se referen a temas<br />
generales, del momento. Una de las actrices, bien faca y<br />
de apariencia descuidada se ríe frente a la cara sombría de otra,<br />
más circunspecta:<br />
-Che, dice la faca, Te parecés a Gelblund criticando La Hora<br />
de los Hornos.<br />
Por detrás uno que “corre” en el mismo lugar hace el papel de<br />
dueño del colectivo. Grita, solloza, insulta. Más atrás, una percha<br />
de pie, saco y corbata, representa al intendente.<br />
La obra termina, todos aplauden. Comienzan a prepararse,<br />
en un rato llega el sermón del párroco.<br />
Apenas el acoplado de un camión. Desde ahí el cura hablará<br />
para todos. En diagonal, sobre un pequeño muro se alcanza a<br />
leer: ¡Viva Cristo Rojo!<br />
El Cuervo la recibe con una sonrisa: -Estuviste muy canchera.<br />
Matilde sonríe también: -¿Servirá?<br />
La gente se arremolina sin prisa y van quedando en silencio.<br />
Incluso el Cuervo tiene aspecto de hombre dócil, acostumbrado<br />
a las misas. Delante sobresalen dos, calzan boinas blancas que<br />
los cubren del sol.<br />
118
-Compañeros, hermanos, vecinos, empieza el padre párroco<br />
que no tiene más de treinta, Hoy el barrio ha venido hasta este<br />
lugar trayendo una voluntad..., que también será (es) la voluntad<br />
del Señor. Es Dios el que nos enseña que las buenas noticias no<br />
provienen de arriba, constantemente vendrán desde abajo, de<br />
los pobres, los necesitados, desde las orillas hacia el centro. Solo<br />
debemos recordar que nuestro señor Jesús Cristo vino de la más<br />
oscura y pobre Palestina.<br />
Lo que en el Cuervo era una apariencia va transformándose.<br />
-Allá como acá, se tiene claro por qué se lucha pero más qué<br />
defendemos. La voz del curita se impone por sobre los árboles:<br />
-No corresponde quedarnos quietos ni tampoco dejar que el que<br />
tiene que hacer se quede quieto para tratar de conformar al que<br />
manda con el poder de su dinero.<br />
Carraspea, sabe que el intendente ha enviado a alguno para<br />
que pispee; por eso mismo, se manda del todo:<br />
-Porque ya nos dice Él, en el Apocalipsis, orientándonos a<br />
repudiar la indiferencia, “...conozco tus obras: No eres frío ni<br />
caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!, por eso, porque eres tibio<br />
te vomitaré de mi boca...”.<br />
Tentado de aplaudir, el Cuervo reprime el gesto, Qué hijo de<br />
puta..., tendría que reclutarlo pero este es recontra peroncho.<br />
Relampaguea más o menos paralelo al horizonte que se enrojece.<br />
Por la punta del playón se acercan cinco policías, al frente<br />
va el comisario. Desde el acoplado los ve venir:<br />
-Felices, dice Mateo en las Bienaventuranzas.<br />
Levanta la voz ya defnitivamente embalado:<br />
-Felices los que tienen sed de justicia, porque serán saciados.<br />
Ahora acomoda el cuerpo inclinándolo un poco:<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 119
-Felices los que son perseguidos por practicar la justicia; se<br />
endereza, mira desafante a los que llegan:<br />
-Porque a ellos pertenece el Reino de los Cielos.<br />
Los policías se quedan a metros del acoplado. La gente todavía<br />
no ha reparado y el cura se aproxima al fnal de su sermón:<br />
-Hermanos, compañeros, vecinos, nuestra lucha es justa,<br />
nuestro barrio y nosotros merecemos ser satisfechos, dejénme<br />
concluir con un suceso que nos regala la rica historia cubana.<br />
Ahora sí, el Cuervo pone los brazos en jarra abriendo grandes<br />
los ojos.<br />
-Hacia 1919, dice desde arriba, fjo en el comisario, En Cuba<br />
se prohibió el toque del tambor por considerárselo inmoral...,<br />
imagínense, queridos hermanos, lo absurdo de semejante medida<br />
del soberano; soberano en los papeles, porque el otro, el<br />
verdadero, nunca dejó de luchar hasta conseguir que esa torpe<br />
ley se derogase..., hoy aquí, en este barrio nicoleño, la difcultad<br />
es similar y saben qué es lo mejor, Jesús, en su inmensa misericordia<br />
está con nosotros, amén.<br />
Amén. Repitieron todos; hasta el Cuervo.<br />
Noche cerrada, ha empezado a nublarse y hace frío. Maipú<br />
esquina De La Nación. Para el Cuervo, trago San Martín acompañado<br />
con maní sin pelar, es el clásico del Bar del Teatro Municipal.<br />
No se sabe cómo o con qué está preparado -se supone<br />
que tiene vermouth; algunos le agregan soda-. [Les aseguro: vale<br />
la pena probarlo]. Lo inventó el fundador del bar hacia 1920<br />
aproximadamente y nunca dio a conocer la fórmula. Matilde<br />
prefere ginebra.<br />
-Qué me decís del curita, Matilde.<br />
120
-Mató, Cuervo, dicen que pertenece a la teología de la libe-<br />
ración.<br />
-Puede ser..., sin embargo yo sé que es peronista.<br />
-Y..., sí, claro.<br />
-Claro por qué, hermana.<br />
-La gente es peronista, Cuervo.<br />
Por la calle pasa un carro tirado por el alazán de don Anselmo.<br />
Lleva bolsas de naranjas. También leña.<br />
-Vos sabés, Cuervo, los chicos con los que actué comentaron<br />
que la auténtica cultura debería ir desde el interior de las<br />
provincias hacia la ciudad puerto, no al revés..., y, además, que<br />
debía intercambiarse todo producto cultural sólo con los países<br />
del Tercer Mundo; a mí me parece bien.<br />
-Bueno, Matilde, pero yo creo que hay que ir más allá, jugarse<br />
a fondo.<br />
-Puede ser, pero también dijeron que para eso lo mejor sería<br />
armar un frente policlasista..., que lo de la kermés era una prueba<br />
de que tal cosa es posible.<br />
-Ves, no estoy de acuerdo, de esa manera rompen la revolución<br />
porque sólo la lucha de clases garantiza que el más fuerte<br />
no se aproveche del más débil.<br />
-No sé, me parece complicado.<br />
-Matilde, el pueblo se suma si algunos otros señalan el camino...,<br />
hoy pasó eso en la kermés pero no hay que pensar en<br />
frentes inútiles que alargan los tiempos y sí en cambio saber si<br />
ellos entendieron el mensaje.<br />
-Es verdad, estoy impresionada cómo lo captaron.<br />
-Pero sí, faca…, con todo, vos te das cuenta que no es sufciente,<br />
¿no?<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 121
-Qué.<br />
-Claro, todo lo que se hizo apenas sirve para que arranquen,<br />
para que abran los ojos.<br />
-¿Entonces, Cuervo?<br />
-Entonces..., hay que hacer la revolución, mujer.<br />
-Creo que…, ¿pero cómo?<br />
-Hay que formar parte de los que quieran que el mundo cambie<br />
y trabajar para conseguirlo, Matilde..., no hay otra manera,<br />
bah, yo no imagino ni me convence otra.<br />
-La verdad, quizás tengás razón Cuervo..., ¿a vos te parece<br />
que yo podría?<br />
Tocadiscos Winco. De vinilo, simple. La Balsa de Lito Nebia<br />
desborda todo el salón.<br />
En otra mesa, perpendicular al mostrador, cuatro discuten.<br />
Dos son jóvenes. Dos no. El rock o la política:<br />
-Mirá, hablar de amor, de paz, con todos los que se cagan de<br />
hambre.<br />
-Vos no entendés, viejo, primero que el cambio tiene que darse<br />
en uno y después en la sociedad.<br />
-¡Pero no!..., qué va, así no conseguimos ni mierda.<br />
-No entendés, negro, el arte, el rock, la música progresiva, es<br />
la vanguardia.<br />
-Qué vanguardia ni ocho cuartos, de qué hablás, acá hay que<br />
empezar a los golpes para que los gorilas entiendan.<br />
-No, la violencia no sirve, no ayuda.<br />
-Claro, mejor olvidemos a los muertos de José León Suarez y<br />
yastá, ¿no?<br />
-No digo eso, ¿pero vos escuchaste la letra?<br />
122
-Lo único que sé es que los musiquitos están para hacerle el<br />
favor al sistema.<br />
-Se nota..., te quedaste papando moscas desde Los Plateros<br />
para acá y ni por nada aceptás otra cosa.<br />
En la cartelera del teatro anuncian para el siguiente fn de<br />
semana la presentación de Los Sainetes de Vacarezza y El Pan de<br />
la Locura de Gorostiza.<br />
Matilde y el Cuervo salen callados. Cruzan Maipú, él ayuda<br />
agarrándola del codo:<br />
-Che, Matilde, vos estás segura que les ofrecieron eso, vos decís<br />
que algunos proponen llamarlos ¿Grupo Octubre?.<br />
-Sí, parece que así se llamarán…, bueno, a ellos le ofrecieron<br />
hacer ese tipo de nogocios claro, ellos se reían y alguna hasta<br />
puteó porque de ninguna manera aceptarán.<br />
-Por supuesto, dónde se ha visto que una pintora, un actor o<br />
cualquier otro por el estilo haga publicidades..., la dignidad del<br />
arte no se negocia.<br />
*<br />
Imponiéndose a las discográfcas una banda arma su propio<br />
sello: Mandioca. Graban el primer simple con dos temas estrenados<br />
en La Cueva (Pueyrredón 1723, Buenos Aires). Lado A: Qué<br />
pena me das. Lado B: Para ser un hombre más.<br />
¿Quiénes?: Manal.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 123
2007<br />
Lili, Walter (VII)<br />
Volvíamos callados. Salimos del Botánico y tomamos Las<br />
Heras; avenida ruidosa. Escandalosamente apurada. Sin embargo<br />
Lili no se dejaba contagiar y caminaba lento. Lo último que<br />
había contado la tenía metida en pensamientos que preferí, por<br />
el momento, no indagar.<br />
Oscurecía. Mi colega periodista, Fernando Confesore, encargado<br />
del pronóstico, había anunciado lluvia para esa noche. A<br />
pesar de esto, no quise apresurar el paso. Suponía que debería<br />
esperar hasta otro día para que siguiera contándome.<br />
Eran dos. Linyeras que se hacían compañía. Uno de ellos estiró<br />
la mano encostrada de suciedad y llagaduras. Liliana no se<br />
percató. ¿Yo?, por supuesto, no les di.<br />
Ella. Fue ella la que volvió solita; empezó con voz amortiguada:<br />
-Perros nos llamaban, quién habrá sido el que nos puso ese<br />
apodo..., pienso que sería un apócope entre ERP y errepé, lo que<br />
sí, puedo decirte que era una clase de mote simpático.<br />
Un Peugeot 205 GTI, rojo, pasó rápido. El que lo manejaba<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 125
estaba apurado por llegar, servirse un Glenfddich y empezar a<br />
escribir.<br />
Lili lo siguió con la mirada, después retomó: -Pienso que la<br />
gente común no nos entendió..., no a nosotros, tampoco a los<br />
Montos ni a las Far o las Fap ni a ninguna de nuestras organizaciones.<br />
Me mordía la lengua porque sabía que no debía decir mu. No<br />
convenía.<br />
Pasó su mano por la nuca acomodándose el pelo: -La gente<br />
tampoco quiso entender por qué; sabés que pasa, fue mejor para<br />
ellos..., así.<br />
Volvió a callarse, parecía desentenderse. Por supuesto, de<br />
ninguna manera lo permití: -Así cómo, Lili.<br />
Movió la cabeza hacia los costados, parecía importunada:<br />
-Sin que nada cambie..., con el mundo tal cual es.<br />
Estuve ahí de mandarme... Un gato bajó deslizándose por el<br />
tronco grueso de un Tilo. Me asustó. Menos mal, hubiera dicho<br />
una boludez y, posiblemente, ella no hubiera revelado lo que<br />
pensaba: -Oíme faco, acomodó la voz para establecer una especie<br />
de sentencia popular, Oíme bien..., la mayoría de los jóvenes<br />
de aquellos años, ricos, pobres, cultos o ignorantes, no caíamos<br />
en la tentación de la comparsa, por lo contrario, casi todos queríamos<br />
ser protagonistas directos de lo que pasaba, protagonistas<br />
de nuestras vidas, fuera la que fuese y en el ámbito que sea.<br />
¡Callate!, me dijo sin que yo dijera nada, estaba tan embalada<br />
que su paso había cobrado un ritmo por poco alocado y, aunque<br />
no me costaba seguirla, juro que comenzaba a agitarme:<br />
-Callate y oíme Walter, repitió, Necesito explicarte; entiendo<br />
a los peronistas, a Perón, el viejo se las traía pero a la distancia lo<br />
126
entiendo y..., mirá, mejor que no divague, te decía que casi todos<br />
los que en aquellos años teníamos entre diecisiete y treinta años,<br />
más o menos, nos habíamos cargado al mundo en los hombros,<br />
viste, igual que el Patrón Bermúdez, ja ja ja, mirá el ejemplo que<br />
busqué, pero sirve -cuántas Copas Libertadores de América e<br />
Intercontinentales ganó..., cuántos súper clásicos contra las gallinas<br />
de Nuñez- se ponía el equipo al lomo y metía, yo soy de<br />
Boca, te habrás dado cuenta, pero lo mejor fue que el Patrón lo<br />
enfrentó al tilingo de Macri, sabías, ¿no?<br />
La detuve de sopetón porque me pareció, qué sé yo, una comparación<br />
burda y además creía que este caso el nudo no pasaba<br />
por ahí:<br />
-Dale Lili, no te vayás por las ramas..., andá a los bifes, nena.<br />
Toque. Ella levantó un toque la voz:<br />
-¡Pará faco!..., tenés razón, claro, pero no te pasés de la raya.<br />
Me frenó así, de una nomás, dejándome mudito y apichonado<br />
(además, aforísticamente hablando, la necesidad tiene cara<br />
de hereje).<br />
La siguiente cuadra, callados. La imagen de los linyeras volvió<br />
a mi memoria. Pensé o dudé si uno de los dos era una mujer. Y<br />
me dio aprensión. Mierda de darles, que se hagan cargo los que<br />
calientan sillas en el Estado. Pensaba en esas banalidades para<br />
recuperarme del mal momento que Lili me hizo pasar. No insistí<br />
porque tenía la certeza de que no hubiera servido para nada.<br />
Esperé hasta que ella siguió: -Mirá, ¿vos leíste la novela prohibida<br />
de Nicolás Casullo, Para hacer el amor en los parques..., o<br />
La voluntad de Anguita–Caparrós?, si no las leíste no importa,<br />
en cualquier caso lo cierto es que en aquellos años, para algunos,<br />
las armas fueron el camino..., ellas tuvieron, si se quiere, un<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 127
sentido romántico, ése que atrajo a muchos; pero eso porque no<br />
había otra manera, además… Lili tosió.<br />
Tardó un momento en reponerse.<br />
Aprovechamos para cruzar corriendo Coronel Díaz; tomamos<br />
Pacheco de Melo. Volvió el monólogo aunque para mí, a<br />
decir verdad, se alejaba de descubrir por qué putas habían echado<br />
al Cuervo de Cuba.<br />
-Flaco, me dijo tomándome del hombro con ternura, Los jóvenes<br />
de por entonces ya estábamos -quizá no lo pareciera pero<br />
sí- agobiados por el único fn que proponía la vida en un país<br />
acomodado a los inefables designios de la renta, era eso lo que<br />
no queríamos, consumir porque sí nomás..., qué joda; pensar<br />
que hoy acusan de anacrónico a cualquiera que ose plantear el<br />
tema. Pensá, cuántos murieron, cuántos están desaparecidos o<br />
quebrados; si no averiguá..., ¿te gusta Marechal?, fjate lo que<br />
dice en Descenso y ascenso del alma por la belleza, bueno, nuestra<br />
generación tuvo muy en cuenta esto, la condición humana,<br />
cómo y cuánto era posible cambiar el mundo injusto que trataban<br />
de imponernos por otro distinto…, a lo mejor cargado<br />
de cierta fealdad visible en lo superfcial pero ciertamente más<br />
justo y fronterizo con la belleza en serio.<br />
En aquel preciso instante pensé que Lili estaba estancada.<br />
Aferrada en el discurso a la prehistórica idea de que el consumo<br />
es el mal. No obstante algo me hacía ruido. Tal vez mi propia<br />
descalifcación de los argumentos que ella terminaba de expresar<br />
pero más no saber. Ambigüedad en la que siempre caía.<br />
Cómo combinar una imagen aspectada de heroísmo sin perder<br />
la comodidad del cuerpo cuidado y sin riesgo. Porque de eso se<br />
trata en nuestra era. Hacer los cambios pero sin comprometer<br />
128
más de lo necesario. Ser prácticos a la hora de intervenir en las<br />
cuestiones de todos. Las de la sociedad.<br />
Liliana insistía:<br />
-Pero los adultos de entonces no querían eso, preferían el<br />
mundo de la desigualdad aunque no lo admitieran, porque para<br />
ellos la fraternidad era apenas una mueca, un rebusque que tenía<br />
la caridad para dejar de llamarse benefcencia, una excusa<br />
para encontrarse en los té canasta, vos leíste Mafalda, ese cuadro<br />
imperdible de Susanita proponiendo jugar a juntarse para<br />
comer masitas y reunir dinero para comprar “las porquerías<br />
que comen los pobres”, bueno...; llegó la hora que nos soltaron<br />
la mano, hijos de puta…, ¡hijos de puta!..., no se cansaron de<br />
repetir: algo habrán hecho.<br />
Caían las primeras gotas. Estábamos cerca de su casa. Cortamos<br />
por la plaza y pasamos frente al Blockbuster. Alcancé a ver<br />
que una mujer se llevaba “El Restaurante”, la peli francesa con<br />
Daniel Autille.<br />
Detenidos a la entrada del edifcio de la calle Azcuénaga. Estuvimos<br />
un momento mirándonos. Lili se sentó en el segundo<br />
de los dos escalones. Lo hice también ahí. Buscaba la pregunta,<br />
necesitaba que ella volviera a Cuba, al Cuervo. Sin embargo parecía<br />
empecinada en no hacerlo porque entró de nuevo en la<br />
conversación:<br />
-Qué me decís de Benito, comentó, Es un buen ejemplo de lo<br />
que te venía contando, qué tipo..., brutalmente franco, a veces<br />
tanto le valía la amonestación de la orga, sin embargo se podía<br />
decir muchas cosas de él, menos que era un pituco cuidadoso<br />
de las formas; esa sinceridad pudo ponerlo en peligro...; salvo<br />
la frontalidad excesiva, Benito era un buen exponente de lo que<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 129
éramos...; ahora que lo pienso, mirá, Walter, mucho de nuestro<br />
empecinamiento -como generación, digo- respecto de conservar<br />
ciertos cuidados no tenía que ver solamente con lo que al<br />
principio dijimos sobre la moral cristiana y la marxista, no, porque<br />
también tenía que ver con no reproducir los gestos propios<br />
de las personas egoístas, de la sociedad pequeño burguesa, por<br />
ejemplo: la infdelidad, los amantes y todo eso, para nosotros tenía<br />
que ver con las prácticas de ellos y no con las que queríamos,<br />
¿entendés?<br />
Las luces de un BMW encandilaron el porche. Ella hizo visera<br />
con la mano y también una pausa en el monólogo. Yo rumiaba<br />
que era demasiado pretenciosa. Pensar que lo que ellos<br />
creían, incluso alguna de sus locuras, abarcaban a toda su generación<br />
era, por lo menos, un abuso de inmodestia. A pesar de los<br />
polarizados, distinguí a través de la luneta que en el BM iba una<br />
rubia, seguro que estaba re-buena.<br />
-Y te digo esto, retomó Lili, Porque tiene que ver con el fnal<br />
del Cuervo en Cuba.<br />
Abandonó el relato a propósito, entró en una suerte de silencio<br />
grito. Parecía disfrutar tomándome por sorpresa en medio<br />
de mis elucubraciones, dejándome más azorado todavía.<br />
Y lo hacía observándome indisimuladamente, giraba la cabeza<br />
hacia arriba, para fjar su mirada en mi cara.<br />
La otra asomó por la izquierda.<br />
Pelo lacio, colorado y liviano. Nos miró curiosa. Sus ojos se<br />
atajaron un momento con los míos.<br />
Después entró al edifcio sin saludarnos.<br />
-Ya sabés, recomenzó Liliana, El Cuervo era mujeriego, sin<br />
embargo, se preocupaba por no romper las reglas aunque..., ya<br />
130
te he dicho que no la iba con ciertos mensajes moralistas, bueno,<br />
el punto es que en Cuba se enamoró de una miliciana, Amparo,<br />
se llamaba; para él fue como un éxtasis encontrarse justo con<br />
una mujer que no tenía un carajo que ver con la sociedad burguesa<br />
que nos asediaba.<br />
Por la esquina se deslizó un cartonero; empujaba el carro lleno.<br />
Los brazos saturados. La ropa, hilacha. Y ese olor que no me<br />
llegaba pero que, aunque no quisiera, imaginaba.<br />
Lili lo vio, retuvo las palabras un momento, inmediatamente<br />
encadenó: -Mina ducha en eso de la revolución, más que solidaria,<br />
subversiva...; así la llamó el Cuervo la única ocasión que me<br />
habló de ella, “Lili”, me dijo, “Amparo es rebeldía, creo que sería<br />
capaz de enfrentarlo al mismo Castro si considera que se aleja<br />
un poquitito de la revolución”..., bueno, faco, es que ella, Amparo,<br />
daba entrenamiento a los guerrilleros llegados desde todas<br />
partes; yo te la describo como él lo hacía, poéticamente enamorado:<br />
piel cobriza, sarracenos los ojos, atrevida, valiente..., sí, el<br />
Cuervo se enganchó con patas y todo.<br />
Lo que ella venía contando me resultaba cursi pero, sobretodo,<br />
bastante contradictorio. Sin embargo producía en mí cierta<br />
fascinación por saber qué había pasado. Conocer si aquella historia<br />
de amor entre dos guerrilleros terminaría bien o no. Por<br />
eso no la interrumpí para que aclarase la discordancia.<br />
-Pero la Cuba revolucionaria tenía su costado pacato, dijo<br />
agudizando el tono de su voz, Porque Amparo también se enamoró<br />
y..., mirá, el Cuervo supo contarme que si oía el ruido del<br />
motor de las “Pipas” que distribuían el agua en las calles de La<br />
Habana, él se asomaba para verlas pasar, no sabía bien por qué<br />
lo hacía; la cosa es que esos camiones que distribuían agua a la<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 131
población le transmitían una idea consolidada por esa especie<br />
de ritual que simbolizaba el costo de vivir en un país jactancioso<br />
de llamarse a sí mismo libertario...; pueblo isleño que desafaba<br />
al imperio; también así, él se convencía: su amor por Amparo<br />
era tan simbólico, tan revolucionario como la mismísima historia<br />
cubana y por eso, ese amor rompía las reglas, la propia y la<br />
de los guerrilleros.<br />
No llovía copiosamente, a pesar de todo alguna gota alcanzaba<br />
a salpicarnos.<br />
La inteligencia cubana no dudó, faco, en cuantito supieron<br />
que noviaban -los pillaron una mañana, tibios, enlazados, y<br />
dormidos-, a él lo regresaron, vuelta de prepo a la Argentina...,<br />
no los dejaron alegar, ni siquiera proponer una salida;<br />
a ella le quitaron el rango y la recluyeron para siempre en su<br />
Artemisa natal.<br />
El encargado de uno de los edifcios de Azcuénaga pasó haciendo<br />
como que no nos veía.<br />
Desde que ella empezó a contarme pensé que la cosa venía<br />
por ahí. No obstante, al comprobar la verdad no me embarazó la<br />
desazón sino la bronca. Y el desconcierto por esos sentimientos<br />
porque…, a mí qué mierda me importaba el Cuervo. Sin embargo,<br />
de a ratos su vida parecía tener una cuantía por poco parabólica<br />
que me hacía abandonar la racionalidad de mi búsqueda<br />
queriendo meterme en él.<br />
Quise saber cómo terminó todo:<br />
-Decime, Lili, ¿volvió a verla?, Interpelé urgente y mandón.<br />
La lluvia fresca es insufciente. El cielo quemado por el smog,<br />
a pesar de la negrura nocturna, se mantenía ceniciento y sucio.<br />
Lili se incorporó difcultosamente. Frotó las últimas vérte-<br />
132
as, a la altura de la cadera. Al mirarme puso en los ojos un<br />
lunar. Me levanté, tenía adormecidas mis nalgas.<br />
La ayudé tomándola del brazo.<br />
Sacó las llaves.<br />
Antes de amagar para abrir y despedirse, volvió a mí: -Walter,<br />
denunció revelando cierta amargura, Lo que me preguntás, tanteaba<br />
con la llave en la cerradura, Fue el sueño del Cuervo..., volver<br />
a encontrarse con ella, sueño personal..., mirá, la revolución<br />
y besar de nuevo a esa mujer fueron sus dos grandes ilusiones,<br />
decime, ¿vos te imaginás cómo terminó todo?<br />
No respondí. Estaba fastidiado. Con un rictus bien marcado<br />
pretendía hacérselo saber.<br />
Abrió la puerta.<br />
Se despidió con un beso.<br />
Me quedé ahí. Quería que entrase en el ascensor, verla ocultarse<br />
en la caja de puerta tijera.<br />
-¡Tía!<br />
El grito me sobresaltó.<br />
Pelo escarolado hasta más allá de los hombros.<br />
Culo avispado, perfecto.<br />
Ni siquiera reparó en mí. Para ella yo sólo era un nadie al que<br />
no valía la pena prestar atención.<br />
Lili sacó la cabeza de la caja, sonrió al verla.<br />
No creo que haya advertido que yo todavía estaba.<br />
Se abrazaron afectuosamente. Chusmearon entre ellas, pero<br />
no pude escuchar porque la puerta de entrada ¡slambeó! al cerrar.<br />
Me alejé. Caminé bajo una llovizna fna.<br />
Helada.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 133
Derrotado aunque no demasiado.<br />
Alguna vez le diría -a Liliana- que alguien me había revelado<br />
que el último día en La Isla, el Cuervo se llevó en el recuerdo la<br />
imagen de un Pontiac sostenido por cuatro tacos de madera. Y<br />
que en una de ésas, aquella fue la misma imagen que lo recibió.<br />
Unos de ellos fue el que me abrumó descubriéndome lo que<br />
signifcaba la vigilia en armas. Velarlas por la noche. Fue el mismo<br />
que supo hablarme de esos a los que no conocí, ni quiero.<br />
Estoy seguro que tampoco Liliana supo de ese tal Turco Flores,<br />
de Marcos, del Picho o del Lobo Barrionuevo. No de la Pachi.<br />
Ni del Oso.<br />
Todos combatientes, según dicen.<br />
Creyeron en otra historia. [La misma]<br />
Y quisieron hacerla.<br />
Yo, en cambio, no puedo, mejor dicho me cuesta creer en<br />
esas ideas. Aún más, me decepcionan. Bueno, algunas me entusiasman<br />
pero sólo como un buen juego de la imaginación. Soy<br />
hombre-periodista de este siglo globalizado. Capaz de profundas<br />
refexiones pero más atento a las urgencias de lo cotidiano.<br />
134
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 135
Dicen que lo encierran en UP 9 de La Plata<br />
A la orilla del arroyo Yaguarón, siete chicos y chicas muestran<br />
los juguetes que dos noches atrás les ha dejado Papá Noel.<br />
Año y medio desde el cordobazo. Menos desde Aramburu.<br />
Han pasado a la clandestinidad.<br />
Lejos quedaron los días en los que él reclutara a Matilde. Ella,<br />
ya ostenta el grado de teniente.<br />
Ha regresado a San Nicolás por la noche. Acaso esta sea la<br />
última que vuelve al pueblo antes de.<br />
Casa operativa, el Cuervo recién se despierta. El calor lo incomoda.<br />
De alguna manera esto le trae una ligera reminiscencia<br />
de sus meses en Cuba.<br />
No puede meterse en el recuerdo.<br />
Benito llega corriendo. A los gritos:<br />
-¡Cuervo, oí, se afanaron un sable de la Casa del Acuerdo!<br />
El Cuervo se incorpora, trata de entender. Lo que dice su<br />
amigo no parece tener la gravedad que su urgencia demuestra.<br />
Benito arremete:<br />
-No se sabe quiénes porque no dejaron marcas, solamente<br />
una especie de proclama, chota, pero proclama al fn.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 137
Con el diario El Norte sostenido entre los dedos el Cuervo<br />
reclama por mate amargo. También pide bollo caliente:<br />
-¿Te acordaste?<br />
Benito lo observa, pendiente de la voz carraspeante; divertido<br />
por la pretensión de quien ya no es su jefe.<br />
En la cocina se encuentran con otros que también pasaron<br />
la noche ahí. Sobre la mesada hay dos botellones de cerámica:<br />
cerveza nicoleña Pablo Clérici. La for de ceibo reina, dibujada<br />
geométricamente, en el piso embaldosado.<br />
Desayuno largo. Todos se preguntan quiénes serán los que<br />
atacaron la Casa del Acuerdo. Y por qué; para qué lo hicieron.<br />
San Nicolás.<br />
Martes.<br />
Lluvia por la mañana. Nubes por la tarde. Lluvia por la noche.<br />
Por fn se decidieron.<br />
Pasan frente al edifcio de la Sociedad Italiana. El padre de<br />
Mercedes suele frecuentar el lugar, justo a esa hora, entre las<br />
ocho y las nueve de la noche. A ella no le importa. Atraviesa la<br />
vereda con el paso largo, seguro. Ni siquiera una mirada. Algunas<br />
gotas salpican al chocar contra las rejas altas. Cerca de la<br />
puerta dos gringos nicoleños discuten: il Duce, sí; il Duce, no.<br />
Empieza a caer copiosamente.<br />
Doblan en la avenida De la Nación.<br />
Oscurecido por la hora y la calle sin luz, el frente de la Casa<br />
del Acuerdo luce sombreado. Son cuatro. Uno queda en la puerta.<br />
Avista por si vienen. Los otros tres, después de, sin ruido,<br />
forzar la puerta, se mandan. Mercedes primero. El sable está<br />
138
dentro de un cofre de vidrio, amurado contra la pared de la ter-<br />
cera habitación.<br />
Roban solamente eso. Espada del general Primitivo González<br />
-guerrero del Paraguay y expedicionario del desierto-, que fuera<br />
donada por doña Dolores López Arias de González en 1902.<br />
Sable mataindio.<br />
Lo llevan para que no pueda nunca más conmemorarse la<br />
ignominia de las matanzas. Las de la barbarie católico española.<br />
Los ffís no dejan huellas.<br />
Hasta los de “inteligencia” quedan desconcertados.<br />
Más allá de la Isla Ballesteros.<br />
Lo entierran debajo de un Curupí tupido, pidiendo por todas<br />
las muertes inexplicables y festejadas en la historia ofcial.<br />
Mercedes y sólo una de los que originalmente plantearon el<br />
golpe año y pico atrás lo hicieron. Los otros dos se sumaron apenas<br />
tres semanas atrás.<br />
El Cuervo pasa frente a Plaza Mitre, maneja el 2CV de Manuel,<br />
recién incorporado al partido, el auto está limpio.<br />
En la glorieta sin techo se apresta la banda militar del batallón<br />
101. La gente empieza a amontonarse y sin embargo no se<br />
ve en ellos el entusiasmo de otros tiempos. Cree percibirlo en las<br />
caras serias, en los gestos un poco despectivos de los que, como<br />
si fuera más rutina que deseo, se detienen para escuchar una,<br />
dos marchas militares a lo sumo.<br />
El sol de las once pica fuerte.<br />
Estaciona frente al edifcio de la Municipalidad.<br />
Estirado dentro del Citroen ve pasar gente que ni se fja en<br />
él. Repasa lo que sucede por todas partes. Plaga de langostas:<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 139
los reclamos populares se reproducen a lo largo del país. Y nadie<br />
parece controlar del todo los acontecimientos. Ni siquiera el<br />
peronismo.<br />
Entorna los ojos, se ve a sí mismo. Sabe que el hacer transformará<br />
las cosas.<br />
Por lo pronto -clandestino o no- se las ha modifcado a él.<br />
Cambio radical.<br />
Arranca.<br />
El ronroneo asonante del “Citro” no evita que él mida lo que<br />
pasó con Raúl. Entró en crisis y se alejó de la lucha. Miedo. Motivos<br />
personales. O una vida desencontrada. Entendimiento<br />
confundido. La resignación del mundo individual en favor del<br />
hacer colectivo no signifca la muerte del yo.<br />
Estaciona. Ahora en la costa. El Yaguarón arremolinado despide<br />
un olor espeso. La nariz se dilata. El frescor del agua marrón<br />
promete aliviar el calor que mansamente va agobiándolo.<br />
Rojas.<br />
Miércoles.<br />
A la siesta y por los techos.<br />
Tres casas más allá, la del prestamista y abogado del pueblo.<br />
Bajaron al patio, bordearon la piscina rectangular hasta quedar<br />
justo delante de la puerta de vidrio.<br />
Blanco y negro. Enmarcadas: foto de la primera comunión;<br />
del casamiento en la Catedral de Salta y del retiro espiritual en<br />
el Convento de. No son demasiado grandes, es cierto, pero lo<br />
sufciente para que se note: está en la gracia de Dios a pesar de<br />
casarse con una judía, -al menos ella se convirtió, comentan los<br />
parientes-.<br />
140
Heredó el ofcio y los clientes de su suegro.<br />
Prueban. Cerrada con llave y pasador. Uno de los que va,<br />
sabe. Abre un hueco perfecto. Pasa la mano y retira el pasador.<br />
Con una ganzúa completa el trabajo.<br />
Sábado.<br />
Son muchos los que en los alrededores de Rojas reciben el pagaré<br />
roto. Papel picado que los libera de la deuda con el usurero<br />
del pueblo. También en las chacras.<br />
Dicen que fueron tres deudores avivados que lo hicieron para<br />
despistar.<br />
Comentan que fue una célula guerrillera.<br />
Cuentan que fueron estudiantes de la secundaria, tratan de<br />
demostrar que, ellos también, están listos.<br />
Lo que venga y lo que sea.<br />
En el centro de Rojas nadie puede dejar de reírse.<br />
A pesar de los remolinos nadó igual. Tirado a la sombra de<br />
un sauce añoso el Cuervo recupera el aliento.<br />
La que tiene es ésta, no pudiendo vivir a medias. No como<br />
Raúl que quiso otra; no mira a su alrededor más que para buscar<br />
su propio su refejo. Sin militancia, es vivir la mitad de una vida.<br />
Una gota tardía resbala por su palma: -Hay un abismo en mis<br />
manos, cierra los dedos, Soy la memoria de lo que quiero..., de<br />
la que quiero.<br />
Azul fulgurante.<br />
Cielo abierto.<br />
Pero brumoso por el calor.<br />
Alas desplegadas. Parece tieso en el aire. Los ojos clavados en<br />
el rojizo amarronado del Paraná. Martín pescador tiene hambre.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 141
Pena de amor que se infltra, subversiva, en el cuerpo del gue-<br />
rrillero: -Amparo, negrita, será en la lucha dónde te encuentre.<br />
Zárate.<br />
Lunes.<br />
Más que el calor es la lluvia.<br />
Más que la lluvia, el viento.<br />
Decidieron la expropiación del proyector de cine y de varias<br />
cintas pornográfcas.<br />
Usa uniforme. Celestito. Camina por las veredas desparejas<br />
pero impecables con la cabeza baja. A lo mejor si no mira pase<br />
inadvertida. Como si no existiera.<br />
Ellos tampoco.<br />
Laura -17 años- trabaja en la casa del mejor cirujano de la<br />
ciudad.<br />
Él alcanzó a manosearla sólo en una oportunidad. Sintió su<br />
aliento detrás de la oreja. En el cuello, la punta húmeda de su<br />
lengua. Y la mano sopapa aferrada al culo. Pero, además, tratando<br />
de meter, como sea, su dedo de alfeñique.<br />
Laura está podrida de aquel discurso: escuelas, colegio médico,<br />
tevé, diarios. Campo de Mayo.<br />
Moralidades de ocasión. Y que otros las cumplan.<br />
Aburrida de que la persiga a escondidas aunque ella diga No.<br />
Harta de que no pague su salario.<br />
Suele espiarlo los martes y domingos por la tarde; la señora<br />
va al té con las amigas y él se encierra en el consultorio vacío de<br />
pacientes.<br />
La luz apagada y el prrrrr del aparato rompe el silencio.<br />
Sin embargo igual escucha su jadeo rebanado.<br />
142
Puerco y sinuoso.<br />
Después, solo en el baño.<br />
Ojeroso.<br />
Encima la obliga: lavar las toallas inmundas antes de que regrese<br />
la esposa.<br />
Laura no está dispuesta a seguir así. Aunque pierda el trabajo.<br />
Los busca.<br />
Espera en la puerta de la calle San Martín. Abren y pasa. Ojalá<br />
la ayuden. No entiende mucho. Pero su madre le ha dicho que<br />
no son peronistas como su padre pero quieren un mundo justo,<br />
alegre y liberado de los mandones.<br />
Les cuenta.<br />
Y ellos planifcan la operación.<br />
Depende lo que, todo hacer es revolucionario.<br />
Viernes. La noticia se conoció enseguida. Adolfo se encargó<br />
de entregar las cinta a la prensa.<br />
El médico más afamado de la región tuvo que marcharse. Algunos<br />
dicen que partió a Buenos Aires. Otros, más arriesgados,<br />
aseguran que recaló en Boston.<br />
Paraje accesible y no obstante despoblado.<br />
Los ojos negros de Amparo duelen. Sentimiento que no lo<br />
suelta. El Cuervo pone las manos en la nuca. El pasto empieza a<br />
picar: -Es la existencia de vos lo que duele, pronuncia cada letra<br />
hablándole en el lomo del viento. En soledad, no teme mostrar<br />
su costado débil: -Porque estás allá, en La Isla, quién sabe cuándo...,<br />
la revolución también es la piel que se rebela, cierra los ojos<br />
haciéndose ajeno a la mierda del mundo; levanta de nuevo la<br />
voz: -Negrita, todo yo me amotino en contra de mí..., porque sé<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 143
que no podré encontrarte quiero ponerme un caño de gelamón,<br />
volarme en mil.<br />
Llegan en grupos. No todos son de San Nicolás. Se abren<br />
arracimándose de a cuatro: Tres forasteros, un nicoleño.<br />
Doce en total.<br />
El Cuervo percibe un olor extraño, alarmante: orines rancios.<br />
No le da importancia porque lo pierde el recuerdo de su niñez.<br />
Fachada alta. Puerta de madera. Verde. Don Pedro acodado<br />
al mostrador. A él le gustaba meter la mano en las bolsas de<br />
porotos. Pesar puñados, montones de arroces. Sentir el perfume<br />
penetrante del almacén Mariezcurrena mezclado con el del pan<br />
caliente que llegaba desde la mitad de la cuadra.<br />
Don Pedro lo dejaba hacer.<br />
Acaso supiera, en su sencillez de almacenero pueblerino, que<br />
el hacer construye el mundo.<br />
Abre los ojos.<br />
El Cuervo quiere llevar la mano a la cintura.<br />
Doce uniformados lo rodean.<br />
Radio Liberación abre la audición de la noche, fomenta el<br />
debate sobre la absurda y ya para entonces antigua muerte de<br />
Alfredo Cepeda.<br />
Al cierre comenta la detención del Cuervo.<br />
Dicen que lo encierran en UP 9 de La Plata.<br />
Para el Cuervo, Amparo fue es y será el destierro de la segunda<br />
tierra, la cárcel, el exilio, la muerte.<br />
144
Lunes, Capilla del Monte: Los estudiantes ocupan pacífca-<br />
mente la escuela.<br />
Amaicha del Valle: Legatarios de los Quilmes retoman la<br />
marcha hacia la ciudad, respetándose libres, van a repudiar la<br />
matanza provocada por el ex gobernador Alonso Mercado y Villacorta.<br />
Martes, San Rafael de Mendoza: Viñateros y trabajadores de<br />
la uva piden la ley que les permita convertirse en cooperativa.<br />
Concarán: El pueblo sale a la calle para repudiar la decisión<br />
del interventor comunal de prohibir Fuenteovejuna.<br />
Miércoles, San Miguel de Tucumán: La Fotia toma la Plaza<br />
Independencia, prometen no dejarla hasta que se reabran los Ingenios<br />
cerrados durante el Onganiato.<br />
Córdoba: La Facultad de Arquitectura se reabre después de<br />
catorce días con huelga de hambre de los aspirantes a ingresar.<br />
Jueves, Tilcara: Morena Luzón recién llega y participa de la<br />
primera reunión de los comuneros.<br />
Jachal: Productores y braseros tiran el membrillo al costado<br />
de la ruta pidiendo la liberación de tres detenidos en la última<br />
manifestación conjunta.<br />
Viernes, Posadas: Los tareferos se solidarizan con siete estudiantes<br />
gramnscianos refugiados en una iglesia con acuerdo del<br />
cura.<br />
Capital Federal: La CGT llama al paro después de que la policía<br />
golpeara y detuviese a cientos de jóvenes que asistían a un<br />
festival de música progresiva organizado para recaudar fondos<br />
para la reconstrucción de la heroica Nación libre de Vietnam.<br />
Sábado, Santa Rosa, La Pampa: En la ciudad, tres salas de cine<br />
quedan desbordadas al reponer en cartelera una misma película:<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 145
La Hora de los Hornos.<br />
Viedma: La enfermeras y médicos del Hospital zonal exigen<br />
la restitución al cargo del director sanitarista que ha declarado a<br />
la radio de la ciudad estar a favor del aborto.<br />
Domingo, Boca gana, de nuevo, el superclásico. 3 a 0. Una<br />
multitud de gallinas regresan penando a sus casas.<br />
Más de un año metido ahí.<br />
Entre barrotes grises. Y humedades rancias.<br />
Agujero injusto.<br />
Maniatabrazos.<br />
Desde la cárcel, el Cuervo los oye ilusionado.<br />
Pasan por la calle, son muchos y gritan:<br />
Ya van a ver/ya van a ver/ cuando venguemos a los muertos<br />
de Trelew.<br />
*<br />
El teniente William Calley, asesino de 22 vietnamistas, después<br />
de ser condenado a cadena perpetua por un tribunal es indultado<br />
por el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Richard<br />
Nixon.<br />
146
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 147
2<br />
Buenos Aires<br />
1973. Alguien canta. En una esquina otra alguien se queda<br />
quieta, busca desde dónde.<br />
Florece en Otoño.<br />
El Oso reparte candados. Los ha comprado en una ferretería,<br />
usados y al por mayor. A cada uno de los cumpas que encuentra,<br />
lo lleva aparte. Después de hacerle prometer que nunca dirá<br />
nada. Le da uno de aquellos cerrojos de mano diciéndole que<br />
era el que atrancaba su celda. La de Rawson. Cárcel que fue la<br />
última en abrirse el 25 de mayo. Dicen que el director era un<br />
tal Galtieri. Parece que, borracho de odio, se negaba a frmar la<br />
orden que había dado el Tío Cámpora.<br />
A la primera que ve es a Matilde. Lo está esperando desde la<br />
mañana, bien de madrugada. Envuelta en un poncho salteño.<br />
El pelo recogido a la nuca y la sonrisa grande. El Cuervo canta<br />
como todos los que recuperan la libertad.<br />
Después de tanta lucha.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 149
Las calles tranquilas, alegres.<br />
Jolgorio.<br />
Argentina es una festa.<br />
Y luce más joven todavía.<br />
Guitarras y zapatillas.<br />
Vaqueros y minifaldas.<br />
Consignas.<br />
Compromiso.<br />
Vida.<br />
El mundo puede hacerse de nuevo. El país también y por eso<br />
nadie se queda ajeno.<br />
De culo.<br />
Del otro lado de la cordillera la taba de la historia se da vuelta.<br />
Allende hermano/el pueblo te saluda/ con las armas en la<br />
mano. Lo han matado. Larga, sangrienta, la tiranía pinochetiana<br />
se instala en el Cono sur.<br />
En Buenos Aires [a la que muchos años después Ronald<br />
Washington Mamaní bautizará como la ciudad mujer] bajo un<br />
cielo encapotado el Cuervo vuelve sereno al departamento de<br />
la calle Gurruchaga. No tarda en dormirse. Es ese día el que regresa<br />
con su aliento de esperanza. Narcotizado de voces, sueña.<br />
Sucesión de calles, desordenadas al principio hasta que queda<br />
fjo en una, mira desde arriba, hace equilibrio en un cable de<br />
luz. Callao, desde el río hasta Avenida de Mayo y más allá todavía.<br />
Sobrevuela las caras tapadas por las pancartas. Ha muerto.<br />
Salvador Allende, lo han matado. Las caras ocultas por cientos<br />
de letras siglas:<br />
...FarFapJpErpUesJcrFjcJupFuaPbFalMontonerosEln...<br />
150
El Cuervo oye el canto que trae la noticia de que Allende ya<br />
no está: Allende/Allende no murió/lo mataron los yanquis/la puta<br />
que los parió. Son todos, las manos, juntas, asidas junto a las<br />
voces. Fundidas en un solo cuerpo vital (acaso aquella haya sido<br />
la única).<br />
Ilusión de lo que no será.<br />
Sueño roto,<br />
el Cuervo despierta.<br />
Los ojos grandes.<br />
La noche se dilata entre brumas y miedos. Su cabeza, empedrada<br />
por las dudas; un espectro premonitorio viene para anunciarle<br />
qué.<br />
*<br />
La del 24 de Marzo de 1976 es una mañana rara. En los rincones<br />
de las grandes ciudades muchos son los que sonríen. Los<br />
que se acomplicionan -aunque no exista parece ser la palabra<br />
adecuada para defnir este momento- en silencio. Los que tamborilean<br />
con los dedos para acompañar la musiquita militar.<br />
A Videla le dicen la Pantera, por su delgadez. Otros, en sordina,<br />
el Santón. Es cierto, da esa idea: parquedad beata. Austeridad<br />
virginal que se elogia. Esa que lo llevará a decir al ensortijar<br />
el aire con la mano derecha: -Los desaparecidos no existen, no<br />
están, son una entelequia.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 151
2007<br />
Lili, Walter (VIII)<br />
Buenos Aires tiene estas cosas: caminar un domingo temprano<br />
por la mañana, con el sol nuevo y el frescor que llega desde el<br />
río. Cosas que bien predisponen.<br />
Lástima que esté tan sucia. Basura por todas partes, desparramada.<br />
Tipos tapados con cartones y diarios duermen en los<br />
poyos de comercios cerrados. Y esa sensación de precariedad en<br />
medio de tanta opulencia con edifcios afrancesados. Frecuentemente<br />
pienso que sería mejor, por aquello de parecer, cuidar<br />
más la estética de la ciudad. Sí, atender a los necesitados, claro,<br />
pero no permitir que se adueñen de las calles, de las plazas, de<br />
las veredas, loco. Sencillamente porque son de todos. Y no me<br />
vengan con que. Culparnos de la pobreza a los que formamos<br />
parte de la sociedad es una manera muy perversa de eludir las<br />
responsabilidades de quienes tienen el poder de poner orden<br />
-para eso los elegimos-. Llevarlos a su lugar y, por supuesto, ayudarlos<br />
a que salgan de la miseria. O por lo menos a sus hijos o<br />
nietos, porque hay que admitir, aunque suene feo, que ya están<br />
perdidos.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 153
Habíamos quedado encontrarnos a las 9 en uno de los cafés,<br />
frente a la Plaza República del Paraguay.<br />
Avenida Las Heras quedó atrás. Dejé de pensar en esos te-<br />
mas. Además, como siempre me ha pasado (y pasa), hay sentimientos<br />
y meditaciones que me producen choques. Tal si llenara<br />
de sombras las convicciones que pronuncio a viva voz. O lo que<br />
cuadra pensar. No sé, es como saber qué conviene; hacerlo igual<br />
a pesar de esa voz casi inaudible que dice: No.<br />
Morocha, alta y delgada, me miró con cara de dormida. Después,<br />
por Peña, cruzó a la otra vereda con paso apurado.<br />
Buen culo.<br />
Llegué, Lili ya me esperaba. Concentrada, leía Radar, el suplemento<br />
cultural de Página 12. Doblado por la mitad, sobre la<br />
silla, Babelia, otro suplemento pero de “El País”, España.<br />
No se dio cuenta -eso creí- que yo me quedaba ahí, apenas a<br />
cinco pasos, observándola. Pensaba con qué iría a sorprenderme.<br />
Sabía que la historia del Cuervo no tenía un fnal esperable.<br />
Menos si la relacionaba con la vida que hasta el exilio había llevado.<br />
Sin embargo, igual necesitaba que ella me dijera. Contara<br />
todo sobre la expatriación. Y más que eso, sobre la muerte del<br />
Cuervo. Es que, ¿realmente era tan absurda como algunos pretendían?<br />
O es, en cambio, que él le había doblado la mano, ganándole<br />
la pulseada al fnal de sus días. Porque es bien cierto que<br />
no lo había agarrado de improviso, ni siquiera anticipadamente.<br />
Dicen que el Cuervo pudo decir que el peor de los pecados borgianos<br />
no le incumbía. Él fue casi feliz.<br />
Pese a los muchos dimes y diretes (qué antiguo), para mí no<br />
era sufciente; necesitaba la verdad. Porque, aunque había algunas<br />
cosas que me interesaban más que otras, yo investigaba todo<br />
154
lo que había pasado, la historia completa también podría usarla<br />
y venderla de nuevo más adelante. Por eso, quería encontrar las<br />
huellas que marcaron el sino de la época. Sabía que en el Cuervo,<br />
hallaría a los demás. O por lo menos los códigos. Tuve, todo este<br />
tiempo, una corazonada que me decía que estaba en lo correcto.<br />
Que de alguna manera el Cuervo podría representar eso. Más<br />
todavía, al momento de concertar el encuentro, Lili me adelantó<br />
por teléfono: -Mirá Walter, no fuimos personas individuales las<br />
que nos exiliamos..., fuimos todos, una generación completa la<br />
que se fue del país..., los que se quedaron escondidos también<br />
fueron extrañados en su propia tierra y a los que desaparecieron,<br />
qué decir, ¿no? Somos un puente roto, deshecho para que una<br />
y varias generaciones quedaran huérfanas de referencia; porque<br />
no me vas a explicar que los viejos nos reemplazaron.<br />
Las palabras de Liliana me habían acompañado hasta entrar<br />
al bar. Y en ese ahora que la miraba ella giró lentamente la cabeza;<br />
no pareció sorprendida: -Qué hacés..., vení, sentate.<br />
Dobló Radar y lo dejó encima del otro.<br />
Empezaba una charla que me llevaría, impensadamente para<br />
mí, a lugares desconocidos. Espacios donde las personas esconden<br />
las razones de lo hecho.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 155
156
3<br />
Madrid<br />
Madrid es una capital ruidosa. Cargada de gente. Cerca per-<br />
manecen los días de la salida del país. Ahora (lo será siempre)<br />
volver a ese momento es una recurrencia inevitable.<br />
Intervalo de la fatalidad. Pudiera o no pudiera uno salir. Porque<br />
quedan más que un puñado de recuerdos. Es la derrota misma.<br />
Tragedia desmedida que se irá a dilatar interminable.<br />
Salir. Segundo en el que los pasos duelen. El aire te muerde.<br />
Los olores te muerden. Las voces te muerden:<br />
Llovizna. El micro recorre los últimos kilómetros rodeado de<br />
barro colorado. Brasil, allá adelante. El Cuervo abre la ventanilla.<br />
Su sensibilidad lo empuja. Lo aplasta contra el asiento barato,<br />
forrado con hule. La humedad de la tierra se espesa aromática<br />
no dejándolo retener más que gritos supuestos pero cargados de<br />
certidumbre.<br />
Aquella, ondeante verde y azul, es la bandera de la salvación.<br />
El control fnal, le han dicho, no es bravo.<br />
Estaciona en la banquina. Treinta y cuatro pasajeros, en hilera<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 157
apretujada al costado del ómnibus. Gendarmes argentinos. Pelo al<br />
rape y bigotito semi hitleriano.<br />
Montaje.<br />
Escenografía.<br />
Postal icónica.<br />
Lugar común latinoamericano donde reverbera la muerte.<br />
-Oiga, qué es esto del “Hombre unidimensional”, celoso, el cabo<br />
de la Gendarmería levanta la ceja derecha y entrecierra los ojos.<br />
Pobre el Cuervo, solían pasarle a pesar de ser tan obsesivo con<br />
las cuestiones de seguridad, Para qué mierda se me ocurrió.<br />
Momentos particulares en los que uno no sabe de dónde saca<br />
tanta lucidez.<br />
El Cuervo pone cara de sorprendido: -Señor, larga con la voz<br />
despejada, Marcuse es un laico católico como pocos, por eso lo<br />
leo…, fíjese, desde el título nomás, se refere a Dios, el hombre<br />
unidimensionalmente es el refejo del señor, ¿entiende?<br />
Boquiabierto. Al principio el gendarme no reacciona; enseguida<br />
-antes de que el capitán lo descubra en su vaticana ignorancia-,<br />
mostrándose despreocupado: -Está bien amigo, siga, pero quiere<br />
que le diga una cosa, me las arreglo con el Padre Nuestro.<br />
Cruzan.<br />
Alivio esperado. No obstante, igual su alma se desgaja.<br />
Falta mucho para Río de Janeiro. No se arrepiente de haberlo<br />
traído. Finalmente fue el salvoconducto.<br />
Rompe la soledad de la ausencia: Herbert Marcuse cita a<br />
François Perroux, “…Se cree morir por la Clase, se muere por<br />
las gentes del Partido. Se cree morir por la Patria, se muere por<br />
los Industriales. Se cree morir por la Libertad de las personas, se<br />
muere por la Libertad de los dividendos. Se cree morir por el Pro-<br />
158
letariado, se muere por su Burocracia. Se cree morir por orden de<br />
un Estado, se muere por el Dinero que lo sostiene. Se cree morir<br />
por una Nación, se muere por los bandidos que la amordazan. Se<br />
cree…, pero, ¿por qué creer en una oscuridad tal? ¿Creer? ¿Morir?...<br />
¿cuándo se trata de aprender a vivir?...”<br />
Confundido empieza a dormirse. La cara afable de una muchacha<br />
es lo último que ve. Lo sabe en ese preciso instante, quedará<br />
grabada en su memoria.<br />
El claxon de un Seat 128, nuevito, lo pone de nuevo aquí, en<br />
las pobladas, céntricas calles madrilenses. Sin ninguna bohemia,<br />
lucen apuradas como las de cualquier gran capital en 1977.<br />
Ropas. Maneras de andar. De no mirar. Cantinela de eses remarcadas<br />
como si fueran zetas. Caras extrañas. Y el sol de primavera<br />
que para él es otoño.<br />
Aunque hay que reconocerlo, de esta ciudad le atrae la obstinación<br />
por poblar de bares las cuadras sin que nadie se queje<br />
por la competencia.<br />
Sale de uno después de terminar la cerveza, Me gusta que le<br />
digan caña…, ¿no?<br />
La marquesina de un teatro anuncia con letras de molde: “La<br />
casa de Bernarda Alba”, de Federico García Lorca. {La libertad<br />
hecha sangre en Argentina se enseñorea ahora en la luminosa<br />
España post franquista}.<br />
El Cuervo olfatea que debe acostumbrarse. La tiranía del santón<br />
Videla, del taimado Massera y del adrede, cándido Agosti,<br />
va para largo. Aunque no quiera admitirlo, igual intuye que así<br />
será.<br />
Si bien cuesta, cree haber resuelto la incógnita de la bandera<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 159
española. La que luce en los mástiles es la del Estado-Nación que<br />
impuso Franco. Simbólicamente se contrapone a la República.<br />
¿República?..., de qué clase, ¿no dicen que la Constitución es<br />
monárquica democrática?<br />
Da la vuelta en la esquina, encara hacia la boca del Metro.<br />
Avenida de por medio, el paredón es una especie de galería de<br />
afches al aire libre. Algunos ya viejos como este que porfía -entre<br />
amarillento y roto-, pidiendo lo que obtuvo: Adolfo Suárez<br />
Presidente. Este otro, nuevecito, la muestra con el pelo cortado<br />
al carré, increíblemente desnuda mira al cielo mientras invita a<br />
escuchar: 18ª Raccolta (sax) de Fausto Papetti. El tercero, presenta<br />
a una tal Nacha Guevara que pregona el musical: No llores<br />
por mí Argentina.<br />
-¡Cuervo, cabrón, ¿es que no oyes?, te estoy llamando chaval!<br />
Reconoce la voz.<br />
Ella.<br />
Única amiga española (sevillana para más datos).<br />
Da la vuelta despacio, inesperadamente meticuloso: -Susana.<br />
Otro bar, cerveza para no variar.<br />
El Cuervo habla de Buñuel y ella se embelesa. Sucede que los<br />
españoles durante las décadas del oscurantismo franquista no lo<br />
habían conocido. (Al menos masivamente) Es decir, sabían de<br />
él, pero en la Argentina de Juan Perón se estaba al tanto, casi al<br />
dedillo.<br />
Pondera con detalles “El discreto encanto de la burguesía”,<br />
pero también, “El fantasma de la libertad”.<br />
La manera de limpiar el fnal de las palabras con una cadencia<br />
por poco inaudible. Esa manera de hablar a ella le resultaba, (no<br />
sé), ¿poética? Podría quedarse horas absorta; escuchar, adivinar.<br />
160
Susana estacionada en los ojos sudacas, también berberiscos:<br />
-Pues, venga, Cuervo, tu tono no es poca cosa.<br />
Y además…, este ha sido guerrillero de los buenos.<br />
Hondura húmeda. Pozo revestido con cemento. Hierros ro-<br />
mos. Tirantes embotados de años y luces mortecinas.<br />
Gallegos brutos, hay que explicarles todo, El Cuervo relee, una<br />
más, la advertencia repartida a cincuentaitantos pasos dentro<br />
de la galería del Metro madrileño: Prohibido fumar. O llevar el<br />
cigarrillo encendido.<br />
-No creas, hombre, asegura Susana adivinando la sentencia<br />
que abisma al Cuervo en una argamasa propia de ignorantes,<br />
Tan golfos no somos; pasa que no faltó el vivillo que adujera,<br />
en litigio contra la República recién regresada (que un millón<br />
o más ampararon con su sangre) que él, si bien llevaba el pitillo<br />
humeante, no fumaba.<br />
Desnudado en el prejuicio, en seguida se da cuenta. Las españolas<br />
tienen ese ángel provocador que las vuelve irresistibles.<br />
(En una de esas en Buenos Aires lo hubiera intentado. En la<br />
línea B del Subte).<br />
¿Pero en el Metro de Madrid? No. Ahí, no. Susana, benefciada<br />
por el amontonamiento, se recuesta hablándole al oído.<br />
Él no puede retener la forma. Rodea con las manos la cintura.<br />
Avispa.<br />
Aquella imagen tan difundida en su país es ahora tacto en sus<br />
dedos impacientes. Dibujo impecable. Susana se desarma. No es<br />
la piel, o los ojos moros. Ni siquiera es la frmeza de los brazos o<br />
los labios que la abraszan (dándole así en un acto el sentido de<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 161
las dos palabras) debajo de la añosa tierra ibérica. Tampoco los<br />
muslos.<br />
No.<br />
Es la historia de aquel hombre la que la envuelve en una clase<br />
de apretón tierno, interminable, tan separatista como justo.<br />
El Carabanchel. Barrio de laburantes en los arrabales de Madrid.<br />
En hilera, varios monobloks construidos durante los primeros<br />
años de la post guerra.<br />
Susana avisa: -Estoy en esos días, complicados y engomados,<br />
Cuervo, amor, hoy todo se suelda y transforma.<br />
La manera de decirle que está ovulando lo pone al borde de<br />
la carcajada; es ese sentido del humor, tan a la española, algo que<br />
el Cuervo aprecia particularmente. Compra preservativos en la<br />
farmacia de la esquina.<br />
Vive en el quinto, por escalera. Mientras sube putea, bien argentino.<br />
La amalgama de epopeya y rusticidad sudamericana permite<br />
-insólitamente- que ella lo adore: -Cabrón, que no había ascensores…,<br />
eran costosísimos en aquellos años, ¿entiendes, coño?<br />
Cuarto piso.<br />
Contra la pared del descanso sombreado. La arrincona ahí.<br />
El Cuervo consigue apaciguarla en su afán de superioridad europea.<br />
La aventura es doblegarla.<br />
Sin embargo, ella reniega de la tradición. La pasividad no es<br />
su fuerte. Avanza también.<br />
Subversiva.<br />
162
El mandato de los machos no manda en ella. Lo invade. La<br />
mano frme haciendo trofeo de la dureza latinoamericana.<br />
Dedos mariposa aletean sobre el pubis -arropado todavía- de<br />
la sevillana.<br />
Jadeo.<br />
Crispación de los sentidos. ¿Quién es quién? Veinte son los<br />
dedos que pretenden arrancar la falsa piel.<br />
Por la claraboya del monoblock obrero se cuela, fsgón, el sol.<br />
Tarde madrileña, caliente, apretujada. Las bragas blancas a mitad<br />
de camino, entre las rodillas y el pubis.<br />
Alguien baja desde el séptimo. No pasa de los doce. Alerta.<br />
Sin ruido, apenas si pisa. Desciende escalón por escalón, para<br />
que las maderas no rechinen bajo su peso de pluma. Por fn,<br />
desde el quinto los ve.<br />
Debajo de la falda, la mano del Cuervo, atónita por la salpicadura<br />
que la entibia.<br />
Entre las piernas del pantalón abultado, suspendida de propósito,<br />
predice la fantasía.<br />
Despegan las lenguas ansiosas.<br />
-¿Te llevo?<br />
-Llévame.<br />
-¿Por qué no acá aunque el día arrecie?,<br />
-No faltará que alguien baje…, además, el escrúpulo me pone<br />
inmoderadamente foja, amor, no llego así.<br />
Probablemente sean trece. Sube apurada hasta el sexto. Espera<br />
que entren en el 19. Recién después va por los mandados.<br />
Palieres anodinos.<br />
Despoblados ahora.<br />
Acaso tristes.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 163
5to. piso. Apartamento 18: -Escuchaste eso mujer…, ¿escu-<br />
chaste bien, Micaela? Pues…, hombre, que sí … ¡Cochinos!<br />
Susana y el Cuervo levantan su amorosa proclama entre pa-<br />
redes frágiles del Carabanchel.<br />
Tarde noche templada y primaveral.<br />
Caminan tranquilos. Sosegados ya.<br />
El Cuervo insiste con salir del barrio. La excusa es ir de tapas,<br />
especialmente a la Tasca Valencia.<br />
A la inversa del Metro, el servicio de ómnibus es terrible. Frenan<br />
de golpe, arrancan de golpe, la gente se golpea y maldice,<br />
Gallegos tenían que ser.<br />
-Cambia la cara quieres, sé que no te gusta el autobús, pero<br />
es más barato.<br />
Se apean cerquita de Plaza Cibeles.<br />
Acodados en la barra, él prefere caña, ella carajito.<br />
-Óyeme, Cuervo, que no conozco a tus amigos.<br />
No hace mucho que salen. La conoció en un festival solidario<br />
con Latinoamérica. Es cierto. No ha querido presentarla. Ni<br />
siquiera a Pedro y Mónica, que viven en un monoblock vecino.<br />
No son orga propia. Con las Fap tuvo buena relación pero ni así.<br />
-Mejor…, algún día, quién te dice.<br />
-Venga, cabrón, no te apañes, vosotros me importáis un bledo…,<br />
ni lo que hacéis.<br />
-Bueno, bueno, Susana, te estás encabronando.<br />
-Pues sí, claro, o qué te pensabas.<br />
Desde afuera por el ventanal se los puede ver, regañándose.<br />
Alguien sonríe:<br />
-Miralo al Cuervo, se la tenía guardada.<br />
164
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 165
2007<br />
Lili, Walter (IX)<br />
En la Plaza República del Paraguay a menudo se lo ve. Mendiga<br />
en silencio. Estira la mano, le dan y no agradece.<br />
Lili espiaba sus gestos, atenta. Igual yo. Aunque, a decir verdad,<br />
más que intrigarme él, me hacia cosquillas la última confesión<br />
que ella había hecho: con el Cuervo no pudieron, no lo<br />
agarraron.<br />
De pronto, abandona al linyera y vuelve hacia mí: -Me hace<br />
acordar a…, no es por los que andaban así, ensimismados, nada<br />
los sacaba del mundo propio en el que estaban metidos.<br />
Supuse que se estaba refriendo a los exiliados.<br />
-Flaco, continuó después de largar el pocillo de café vacío, La<br />
premisa era volver, ¿entendés?, nada de lo que hacíamos tenía<br />
un sentido diferente, por lo menos al principio, era como estar<br />
con la maleta abierta, a medio hacer por si la coyuntura se presentaba,<br />
era como si nunca, escuchame bien, nunca terminásemos<br />
de cerrarla; el Cuervo era un fel exponente de lo que digo,<br />
él acuñó la idea de que estuviéramos donde estuviésemos fuese<br />
como vivir en un hotel, sin arraigo posible.<br />
166
-Perá Lili, con una seña estorbé su monólogo:<br />
-¿Pedimos agua?<br />
-Dale, harta de café.<br />
-¿Querés almorzar?<br />
-No todavía.<br />
Aunque quiso no la dejé retomar: -Vos por qué crees…, a ver,<br />
Lili, el Cuervo cambió de manera de pensar, nunca regresó para<br />
quedarse…, de hecho Caracas fue su destino.<br />
Algo irónica, torció la boca, parecía vacilar pero no porque<br />
no supiera qué responderme, daba la impresión de estar midiéndose,<br />
sopesando la palabra:<br />
-Esa idea la tienen muchos y no solamente sobre el Cuervo;<br />
salimos de la militancia total, de los ferros, los tiros, los amigos<br />
muertos, el país en manos del tirano y a dónde llegamos…, ahí,<br />
donde nos esperaba el envoltorio de una existencia burguesa…,<br />
todo eso querés decir ¿no?<br />
-Sí, por supuesto, cortante, confrmé sus palabras.<br />
Cerré la boca. ¿O no es cierto que muchos quedaron atrapados<br />
dócilmente en la comodidad de una vidorria cargada de pasado<br />
supuestamente glorioso?, porque en Europa, pero también,<br />
por ejemplo en México, donde ella estuvo, los exiliados argentinos<br />
pertenecían a un linaje…, héroes reverenciados a los que<br />
había que mimar. Pensaba todo esto y Lili permanecía mirándome,<br />
esperaba que agregara lo que sea; yo no estaba dispuesto<br />
así que, solamente le di pie para seguir con la historia particular:<br />
-¿Y el Cuervo, qué onda, cómo pintó su rollo en este sentido,<br />
Lili?<br />
Soltó la carcajada:<br />
-¿Te pusiste moderno de golpe, Walter?<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 167
Paró de reírse, sin sobrarme, empezó: -El Cuervo formaba<br />
parte del Buró del Partido en el exilio, nunca dejó de militar políticamente;<br />
realizó acciones que ni te imaginás…, pero es verdad<br />
que, de algún modo fue afojando, especialmente en cierta<br />
dogmática, a como él se tomaba la vida…, si no hubiera sido así<br />
jamás hubiera hecho lo que hizo al fnal de sus días y que es por<br />
lo que vos venís, me escuchás, te tragás un montón de mierdas<br />
que tenés para decirme con tal de que te cuente qué.<br />
Lo juro, estuve así de mandarla al carajo. Qué se creía la muy<br />
hijita de puta, que porque supiera el secreto de la muerte del<br />
Cuervo tenía el derecho de bardearme. Fue mi espíritu de periodista<br />
husmeador el que me calmó. Repasé mi objetivo. Datos.<br />
Pensé en los que me habían contactado semanas atrás y que me<br />
pagaban para que les pasara la informeta. Decían que la embajada<br />
quería quedar bien con La Habana y lo que yo podía darles,<br />
nadie. O pocos. Por todo, evité declararme ofendido, al contrario:<br />
-No, no es eso, disculpame, Lili, le dije suavizando la voz,<br />
Pasa que me gustaría, digamos más…, es muy rico lo que tenés<br />
para decir, poner blanco sobre negro, además, entendeme, el<br />
Cuervo era el jefe de inteligencia del errepé y eso lo pone en un<br />
lugar que…, bueno, ¿no?<br />
-Sí, se prendió ella, Claro, pero todavía no entiendo de dónde<br />
sacás esas ínfulas de juez, de señalador, o peor, como si espiaras<br />
para alguien y quisieras disimular…, no sé, por momentos me<br />
resultás chocante, faco.<br />
Pocas oportunidades he agradecido la presencia de una camarera.<br />
Además estaba buena.<br />
-Dale, dijo ella y sonrió, Almorcemos.<br />
168
Elegimos. Por un rato charlamos de cualquier cosa, le conté<br />
que mi hermana estaba embarazada. Así, dejamos que el entredicho<br />
no afectara nuestra relación.<br />
Regresamos al tema, diría que imperceptiblemente. Liliana<br />
pareció entender de qué se trataba (aunque, por fortuna, su fna<br />
intuición daba la idea de estar adormilada). Seguramente para<br />
ella mis dudas tenían la previsibilidad de lo común. Formaban<br />
parte de esa generalidad tan típica que supuestamente otorga<br />
derechos para opinar y hasta para multar las conductas ajenas<br />
con el sólo fundamento del parecer. Habrá sido porque quiso<br />
poner las cosas en su punto. Por lo menos en un lugar desde el<br />
cual comprender su relato y del que no deberíamos apartarnos:<br />
-Walter, el exilio es un quiebre tiránico entre cultura y territorio.<br />
Sostuvo por un momento la mirada. Después volvió a su bocado<br />
de carne magra.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 169
170
Ofrendan a los hijos para que vivan los padres<br />
Caliente. Recién llegada, la primavera madrileña atosiga de<br />
calor.<br />
Camina contra la pared en busca de sombra. El traje lo agobia.<br />
Después de mucho tiempo el Cuervo ha regresado al atuendo<br />
que, a pesar de todo, aprecia. Luis, Manuel y Claudia lo esperan.<br />
El festival ahora es en solidaridad con Argentina. Europa<br />
empieza a enterarse del exterminio indiscriminado en la mano<br />
del mandón.<br />
La tiranía ensañada; sangrienta.<br />
Pese a eso hay quienes todavía afrman: Pues, hombre, que la<br />
Perona cayó, pero no por unos cuantos pistoleros de nada…, lo<br />
veréis, vuestros militares son democráticos.<br />
El Cuervo no se acostumbra a la ignorancia, al ninguneo que<br />
sobre la historia inmediata de Argentina pretenden hacer los<br />
españoles apenas informados. Motivo más que justifcado para<br />
participar en los festivales aunque en ellos persistan todavía tensiones<br />
no resueltas.<br />
Cerveza.<br />
Habían acordado encontrarse previamente en ese bar. El<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 171
Cuervo, apenas sentarse y confrma: -Los servicios andan por<br />
acá, es mejor tomárselas enseguida.<br />
Las voces gritos de otros parroquianos los obliga a levantar<br />
la propia: -Están los pelotudos que la van de vivos. Claudia sube<br />
las cejas buscando aprobación. No hace falta porque es verdad:<br />
los hay que, sin haber empuñado jamás un arma en Argentina,<br />
aquí, en Europa inventan que sí; andan por las calles ataviados<br />
con chaquetas y barba, boina y mirada de circunstancia. Manuel<br />
estira su mano, la toca:<br />
-Tenés razón, pero sabés qué, aunque no son peligrosos,<br />
rompen las que te dije queriendo hacer la pata ancha con alguna<br />
admiradora gallega.<br />
Luego de pagar y antes de salir, Luis propone que esa misma<br />
noche vuelvan a encontrarse en el departamento de Claudia. Es<br />
necesario ajustar detalles para seguir sacando compañeros del<br />
país.<br />
Dejan la Tasca sin apuro. Ella se detiene, divertida en la apariencia<br />
de sus compañeros. Formales. Bien vestidos. Cualquiera<br />
diría que forman parte del cuerpo de profesores de la Facultad<br />
de Farmacia y Bioquímica: -Les queda pintado, muchachos, ja<br />
ja, en una de esas me enamoro y todo.<br />
Primero discursean los españoles. Algunos recuerdan los recientes<br />
años de la coacción franquista; otros preferen repudiar<br />
el silencio cómplice de los gobernantes europeos, también del<br />
Vaticano. Por los argentinos uno que, como se dijo, quiere que<br />
lo vean: arenga sobre la revolución inconclusa; sobre el regreso y<br />
que la pueblada llegará porque los estudiantes y trabajadores no<br />
son dóciles ni sumisos.<br />
172
Levanta el puño, agitando su chaqueta verde.<br />
Empieza la música.<br />
Algunos periodistas toman fotos y hacen la crónica. Otros,<br />
aunque no trabajen para ningún periódico, también.<br />
Es de una pariente que hace mucho vive en España. Se lo alquila<br />
por pocas pesetas. Claudia vive en ese monoambiente con<br />
baño propio, a cien metros de la Gran Vía.<br />
Llegan de a uno.<br />
Noche larga. Revisan todo. Pasaportes. Listas. Fechas. Sitios<br />
de salida. De entrada. Encuentros. Lugares. Países. Retaguardias.<br />
Vanguardias. El entrenamiento en Cuba. Corea.<br />
Brasil. México.<br />
Caen como moscas. Los informes dan cuenta del desastre.<br />
Los compañeros hablan. Por lo menos se supone. De otro<br />
modo no se comprende cómo. De qué manera los encuentran.<br />
Los arrebatan de la clandestina invisibilidad en la que están: casas;<br />
canutos; nombres.<br />
-Oigan, la voz de Luis se impone por sobre las demás, Ustedes<br />
saben, recién llego de Cuba, muchachos…, qué sé yo, quizá<br />
no hayamos entendido.<br />
Claudia pone los codos en la mesa, apoya la cabeza en sus<br />
manos:<br />
-Por qué decís eso.<br />
La cara tornasolada de gris, Luis espera un segundo antes de<br />
largar. Pausa lastimosa; quiere abarcar el error en toda su dimensión<br />
pero sin exorcizar todavía el dolor que causan las penosas<br />
consecuencias; suspira, decidido a no detenerse en autoconmiseraciones:<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 173
-El general Ochoa me dijo con esa tranquilidad tan cubana,<br />
sonriéndose con toda su bocaza, oye, chico, los soviéticos aseveran<br />
que el que tiene lengua…, habla.<br />
¿Pero, cómo? Los revolucionarios no. Ésa es la épica en la que<br />
crecimos, nos hicimos adultos creyendo que éramos el titán colectivo<br />
pero más que nada semidioses individuales a los que nadie<br />
podría vencer. La que nos hizo fuertes. Ser lo que somos: una generación<br />
de héroes que mueren por el pueblo y la patria. Que no<br />
claudica ni ante el horror de la cárcel. O la no vida. ¡Che, acuérdense<br />
del Reportaje al Pie del Patíbulo!<br />
-Llegué a España -sigue Luis- y en los primeros tiempos me<br />
fui avispando, aunque me negaba a aceptarlo…, ¿no?<br />
Todo el imaginario de los luchadores de estos años ha sido<br />
construido pensando en la Guerra Civil Española, en Vietnam o<br />
Cuba: si la ideología es fuerte los revolucionarios no se quiebran.<br />
-Hasta que me encontré con un Maquí, acá nomás, a unas<br />
pocas horas de Madrid, Luis enciende un cigarrillo, suelta el<br />
humo; sin mirarlos sigue:<br />
-Él me aseguró que si los agarraban lo único que se les pedía<br />
era que resistieran unas horas, para que se supiera que lo habían<br />
detenido y que los demás estuvieran en situación de hacer…,<br />
porque hay un límite que no se puede traspasar; si no le creía<br />
-me prometió el Maquí-, le preguntara a los españoles respecto<br />
de lo que instruían a la resistencia republicana.<br />
No, los compañeros no hablan ni siquiera bajo tortura.<br />
Aquietándose. Es que esa revelación que ha hecho es también<br />
una manera de correr la cortina del silencio vergonzante. Aún<br />
así, hundiéndose, Luis sobreabunda en detalles:<br />
174
-Ochoa se puso muy serio antes de decirme -en una de esas,<br />
dogmatizara, es cierto, pero igual-, la resistencia tiene un umbral,<br />
señaló…; luego se despidió dejándome en la mera habitación<br />
solo y pelotudizado con esa verdad tan evidente pero que<br />
yo no había visto hasta entonces.<br />
Deja de contar. Ya no quiere. Cómo expresarles lo que sintió<br />
en aquel momento, y que todavía se mantiene, penetrante como<br />
el zumbido de un moscardón, incluso después, ya de regreso en<br />
España.<br />
-Pero qué hijos de puta…, durante mil años nos vendieron la<br />
pureza de la heroicidad y ahora nos vienen con el cuento chino.<br />
-¿Qué?, ¿qué decís hermano?<br />
Manuel espera una aclaración de eso, que Luis ha murmurado.<br />
Nunca recibirá una respuesta.<br />
Es verdad, tiene razón Luis, cómo mierda imaginarnos, además,<br />
que el Estado, su terrorismo y ferocidad sin código iría a llegar<br />
tan a fondo. A ese inferno de impiedad deshumanizada.<br />
Mucho menos a esa complicidad del Pue…, no, eso no.<br />
Madrid de madrugada tiene bastante de aquella nostalgia argentina<br />
y porteña. Añoranza de clandestinidades y luchas, de<br />
militancias y juegos de la vida.<br />
Pobre Cuervo, si no alcanzara con el dolor de la lejanía, agregarle<br />
además esto. Comprobarse parte de una generación (Valerosa.<br />
Fiel a las convicciones. Vanamente heroica) a la que presume<br />
defnitivamente sitiada.<br />
Luis tiene razón.<br />
¿Es que hay en la historia una traición semejante?<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 175
No son sólo los mandamases de moda, consabidos dueños<br />
del mundo, los que tal como habitualmente hacen, mentaron la<br />
estafa.<br />
Peor.<br />
Es una masa enorme de autobendecidos, acomodaticios y timoratos<br />
mercaderes de la paz la que está entregándolos -como<br />
diría un mexicano- ahorita mismo.<br />
Allá, en las escuelas de Buenos Aires, en las universidades de<br />
Córdoba, en las iglesias de La Rioja, en los altiplanos de Jujuy, en<br />
la fábricas de Rosario, en los viñedos de Mendoza o en.<br />
Ofrendan a los hijos para que vivan los padres.<br />
Por eso caen como moscas. Porque la sociedad los delata,<br />
oblaciona con ellos y cimienta en ese consumado, atroz flicidio,<br />
su propia tranquilidad.<br />
El Cuervo camina salpicado por el relente temprano, las manos<br />
metidas en los bolsillos, el entrecejo fruncido. Algo trae el<br />
recuerdo de su familia. A mitad de cuadra queda paralizado.<br />
Miedo.<br />
¿Habrá en el mundo otra cosa que le cause tamaña desesperación?<br />
{sis-dias minúsculo que apenas si lo mantiene vivo}.<br />
Sólo pensar en lo que pudiera pasarles por su culpa. Ese daño<br />
no puede aceptarlo más allá de lo que digan los manuales.<br />
Extorsión despreciable.<br />
Despacio, apoyado contra una pared va deslizándose hasta<br />
quedar en el piso, sentado y abrazado a sus rodillas.<br />
Ovillo. Exiliado sin techo. Homeless singular…, ¿cómo carajo<br />
se dirá abandonado por el pueblo en inglés?<br />
Se acompañan en la soledad: la calle española y él.<br />
176
Dicen que cantó: que llevaron a uno de los hijos. 5 años. La<br />
venda ajustada y la voz de canario: ¿Papá?<br />
Dejaron que mire, lo toque, lo sienta. La mejilla primero. Que<br />
lo bese apenas.<br />
¿Papá, sos vos?<br />
Cómo haría él [y cómo vos, él, ella, yo y nosotros], viéndolo así,<br />
despojado de toda fragilidad. Cómo, para no mandarlos tragados<br />
a todos los cumpas con tal de.<br />
Dicen que empezó por las direcciones.<br />
Las manos aprietan las rodillas. El traje se mancha con la humedad<br />
temprana y sucia.<br />
-Tiene razón Luis, la ideología de lo épico ha sido la peor de<br />
las trampas. El Cuervo saca la cabeza de entre las rodillas y refexiona<br />
para nadie, Pero esa heroicidad, al menos, nos dio una<br />
ética.<br />
Las discusiones habituales de los días de la revolución vuelven<br />
en el recuerdo:<br />
-Es la guerra del pueblo -y no la que pretenden que sea los terroristas<br />
del estado- por lo tanto no es igual a ninguna otra guerra,<br />
repite como si estuviera borracho o loco, Igual, no es posible<br />
concebir una nueva sociedad sobre una montaña de cadáveres.<br />
Calle de por medio, en una casa de dos plantas y techo plano,<br />
se puede adivinar entre las rendijas de una persiana que alguien<br />
enciende la luz: vegija pronta o temprano a laburar.<br />
A él no le importa, prosigue, repasa en voz alta (que sea el viento<br />
el que lleve y cruce sus palabras por encima del Atlántico):<br />
-Además, el sistema jurídico, el derecho burgués se impuso y<br />
se impone por la violencia y, así…, necesitado de aire, se toma<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 177
un segundo, cierra los ojos antes de, Esta es la rebelión que hicimos,<br />
evitamos, hasta donde pudimos los heridos inocentes…,<br />
francamente; bien saben que a pesar de todo arriesgamos más<br />
nuestra propia seguridad con tal de evitar mierda para otros que<br />
nada tuvieran que ver.<br />
Varios ¡baracataplum! Retumban, volviendo, en su cerebro.<br />
El Cuervo puede frecuentar, con aprehensión, los muertos y heridos<br />
que cayeron sin que merecieran haber estado ahí.<br />
El amanecer hace silencio, levanta los ojos. Chocan con esos<br />
otros que lo miran detrás de la cortina blanca que adorna a una<br />
persiana a medio alzar.<br />
Se incorpora despacio, sin despegar la espalda de la pared.<br />
Quieto al principio, espera un momento, despereza el cuerpo.<br />
Después se retira, el mentón a medio camino entre el pecho<br />
y el aire.<br />
La noche es día.<br />
Lejos de apaciguarse su cabeza está lanzada inevitablemente<br />
en un detalle preciso de voces y hechos.<br />
La discusión fue con Benito, el Turco y algunos más.<br />
Una tarde, en medio de la canícula tucumana. La decisión estaba<br />
tomada: Ejecutar al comisario más represor de aquellos días.<br />
Se había hecho toda la inteligencia necesaria. Días y días siguiéndolo.<br />
Cruzando información. Ajustar hasta el último detalle.<br />
El gordo canalla caminaba en paz, como si no tuviera nada<br />
que ver con lo que pasaba por entonces. Con las torturas, la muerte<br />
y la contrarevolución.<br />
Subió a su R 12 nuevo y arrancó recién después de que ella entrara<br />
al auto parapetándose en la penumbra de la tarde.<br />
178
Ella no estaba en los cálculos.<br />
El Comando, formado por cinco compañeros, se movilizaba<br />
en dos vehículos. Más otros dos con ocho compañeros que darían<br />
apoyo desde las inmediaciones.<br />
La decisión se confrmó en el coche 1. Aquel probable daño colateral<br />
no había estado en los análisis previos.<br />
Sin embargo la operación se haría igual.<br />
Con el dorso de la mano, seca la frente del sudor incipiente.<br />
Los ojos arena. Él sigue caminando.<br />
Hasta el Carabanchel falta mucho aún.<br />
El Cuervo las ve salir de sus casas. Todavía semidormidas.<br />
Llevan los bolsos vacíos, van rumbo al mercado. De algún modo<br />
se parecen entre ellas: rodete, vestidos de colores apagados, regordetas,<br />
hablan a los gritos y empiezan a sonreír.<br />
El R12 era un colador. Estrellado de trompa contra el grueso<br />
tronco de un tala inmenso. La cabeza del comisario dislocada, parecía<br />
apenas sostenerse entre el hombro y la ventanilla baja. La<br />
otra puerta delantera abierta. A tres, cuatro metros, la amante<br />
del gordo canalla -ahora fambre para todo el viaje- estaba arrodillada,<br />
con manchas de sangre en su vestido y la cara demudada.<br />
Daba la impresión que se quedaría ahí, estupefacta por la eternidad.<br />
Las primeras sirenas se oyeron mientras el coche 4 salía por el<br />
sur y ya no quedaba ninguno de los combatientes cerca.<br />
A las nueve y media de la mañana todas parecen haber completado<br />
las compras. Madrid es una especie de gran hormigue-<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 179
o: las mujeres regresan con las bolsas llenas. Algunas entran en<br />
los bares para apurar un carajito que las entone desde temprano<br />
nomás. El Cuervo las mira como quien oye llover. Va metido en<br />
el recuerdo.<br />
Esa misma noche se armó la polémica. Alguno aprobó la decisión<br />
tomada. Hasta el Turco, directamente involucrado, insistió<br />
que si no hubiese salido bien, es decir, si la mujer no hubiera escapado<br />
a la balacera, aún así, el operativo justifcaba por sí sólo<br />
aquel daño no querido.<br />
Igual no pudo evitar que ese desacuerdo se discutiera largamente.<br />
Ninguno quería que, frente a la mirada del pueblo, aquellos<br />
operativos tuvieran la estampa sanguinaria que los milicos se<br />
empecinaban en hacerles aparecer.<br />
Tampoco si lo que se buscaba era concebir una nueva sociedad,<br />
las matanzas inútiles podían ayudar a ese objetivo. Por eso era<br />
vital eliminar todo lo posible la existencia de heridos neutrales.<br />
El mejor ejemplo, el que había que seguir era Vietnam donde<br />
se cuidaba mucho de no tocar objetivos inocentes y no precisamente<br />
Argelia donde, dicen, todo francés resultaba el enemigo a<br />
aniquilar.<br />
Aquí, ahora, bajo la inclemencia del sol madrileño post franquista,<br />
el Cuervo cruza la enésima callejuela emborrachado por<br />
una especie de neblina opiácea. El sudor frío recorre su cuerpo<br />
mezclándose con la saturación de la caminata. Tiene sed pero<br />
prefere seguir. Llegar cuanto antes. Meterse y dormir. En una<br />
de esas puede olvidarse por un rato. En una de esas su cabeza se<br />
toma un autopiadoso descanso.<br />
180
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 181
2007<br />
Lili, Walter (X)<br />
-La mierda de los pichichos es una calamidad, Lili. Alguno de<br />
los que pasan, joven o viejo, insulta por lo bajo y mira la suela de<br />
sus zapatos. La plaza República del Paraguay, especie de paraísocagadero<br />
perruno, hizo que ella arrugara la nariz: -Un día de<br />
estos me voy a dar el gusto y voy a traer dos o tres gatos. La miré<br />
entre desconcertado y divertido. Esta mujer me asombraba. Tenía<br />
una pasmosa ductilidad para hacerle olvidar a uno que rato<br />
antes tuvo ganas de putearla.<br />
-Te decía, reanudó ella, Ese quiebre cultural nos llevó a entender<br />
que en el exilio la adaptación a la vida burguesa europea,<br />
por caso -pero también a la mexicana que es más clasista todavía-,<br />
no fue nunca un fn en sí mismo…, fue, de casualidad, una<br />
circunstancia, ¿entendés?<br />
Sonrió, pero yo la creí de nuevo burlona.<br />
Qué extraño. Pasaba de un sentimiento a otro en cuestión de<br />
milésimas. Pienso que suponía que ella estaba ninguneándome.<br />
¿Sería la culpa que me ponía así? Se lo dije de una:<br />
-Perá, Liliana, ¿por qué tengo la sensación de que me barateás?<br />
182
Abrió los ojos grandes y su nariz pareció más flosa aún:<br />
-¿Qué?..., qué estás diciendo, ¿baraqué?<br />
Bajé la vista. Suspiré fastidiado. En aquel instante creí frmemente<br />
que no podría llegar hasta el fnal. Ella me sobraba y no<br />
podía evitar enojarme.<br />
Se levantó: -Perdoname, voy al baño.<br />
Aquellos minutos que demoró en volver para mí fueron una<br />
especie de bálsamo. Porque de golpe, como si me hubiera iluminado<br />
el rayo de algún dios exótico, pude ver con nitidez qué era<br />
lo que me pasaba. Les tenía envidia. Yo que hablaba en términos<br />
de respeto hacia esa generación -para quedar bien pero también<br />
porque es verdad que la heroicidad despierta ciertos entusiasmos<br />
emocionales-, a pesar de no compartir lo que pensaban y<br />
lo que hicieron; aún así, todo el tiempo estuve convencido que<br />
lo mío pasaba por una suerte de especulación no demasiado razonada<br />
antes que por cualquier otro sentimiento. En realidad<br />
tenía rencor de no haber formado parte de aquella épica por<br />
más cruenta que haya sido; era como si estuviese montado en<br />
una especie de potro que me llevara -al pensar en los 70`s- a<br />
las historietas que leía en mi niñez. Porque si comparaba con<br />
la mía, aquellas vidas parecieron tener un sentido…, también<br />
sus muertes, las desapariciones, su epopeya, ellos quedaron ya<br />
en la historia. Llenaron tapas de revistas, documentales, películas.<br />
Qué de mi generación. Los que en 1976 teníamos 15, 18,<br />
20 años. Somos la más pura y primeriza cría del proceso militar.<br />
Dilectos hijos de la tiranía, como le llama Liliana. Somos,<br />
sin saberlo; y sabiéndolo, sin admitirlo: el huevo de la serpiente<br />
que dentro de un tiempo vamos a gobernar. Gobierno, empresas,<br />
sindicatos, universidades, clubes de fútbol, iglesias, ong’s,<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 183
medios de comunicación. Pensarlo nomás y me da escalofríos<br />
porque en ese espejo veo mi cara. Y porque además siento que<br />
no me importa. Mucho menos si me acomodo. Y es este cinismo<br />
el que no me permite grises.<br />
Lili regresó. No terminaba de sentarse y me escuchó decir:<br />
-Sabés, lo peor no ha llegado.<br />
-¿Qué?<br />
-Sí, Lili, la próxima década gobernaremos nosotros, los hijuelos<br />
que Videla formó. Tomé un trago antes de, Mirá, le dije<br />
sin dejar espacio para que me interrogue, Lo que llaman menemismo<br />
fue un anticipo, préstamo a cuenta, una ingeniosa manera<br />
que ha tenido la historia de adelantarse a sí misma, porque<br />
cuando lleguemos nosotros, cuando nos toque el turno, ahí sí<br />
que van a ver lo que es el pragmatismo en serio, ahí van a conocer<br />
hasta dónde llegó la prédica de los Tórtolo, los Grondona, las<br />
Legrand, los Áleman…, los Borges o los Favaloro.<br />
Fue como si me hubiera dado un ataque de verborragia ética.<br />
Prestada además.<br />
Sin embargo mi instinto volvió a iluminarme, era el momento<br />
de parar:<br />
-Oíme…, no me hagás caso, ¿qué decías de la vida burguesa?<br />
Ella se conmovió. La pregunta que le hacía no tenía que ver<br />
con la perorata que había concluido yo mismo sin darle pie a<br />
que indagara en ello. Posiblemente por eso, porque sintió, creo,<br />
respeto-pena por mí y por lo que nos esperaba, volvió al asunto<br />
como si yo no hubiese dicho palabra:<br />
-Todos, del bando que sea y en el país que fuere, esperábamos<br />
la coyuntura adecuada, como te dije, para regresar, con la<br />
punta del dedo agarró una miguita de pan y se la llevó a la boca,<br />
184
Pero nos acomodábamos a esa necesaria manera de subsistir, lo<br />
que sí, prevenidos de las tentaciones tratábamos de no aceptar<br />
faquezas.<br />
La imité; disimuladamente pasé un dedo por el borde de mi<br />
plato: -¿Cuáles? Ella lo siguió con la mirada hasta que se metió en<br />
mi boca, después: -No sé, Flaco, por ejemplo, durante el destierro<br />
no estaba bien visto que un compañero o compañera se enganchara<br />
afectivamente con alguien que no fuera argentino o argentina,<br />
no estaba bien interesarse por otra política como no fuera lo que<br />
pasaba en el país…, fjate, en cualquier lugar en el que estuviéramos<br />
era casi religioso, con tres o cuatro días de retraso, conseguir<br />
Clarín -quién lo diría-, discutir lo que pasaba en Argentina era lo<br />
único, nada de interesarse por otra contienda.<br />
Sacó los ojos de la mesa, se perdió afuera, en el verde de la<br />
plaza:<br />
-Acostumbrarse a las comidas, a las tradiciones del país que<br />
nos recibía, todo eso era considerado, que sé yo, ¿desargentinizarse?...,<br />
en fn, todas las actividades que hiciésemos tenían<br />
que estar relacionadas de algún modo con aquella idea que te<br />
mencioné, Walter: el regreso.<br />
Llamé a la camarera. Pedí otro café. Ella, un Cachamai.<br />
-Al Cuervo, Liliana no quería dejar de recordarlo, más por<br />
ella que por mí, Lo crucé en el exilio tres o cuatro veces, una<br />
de esas después que junto a Luis lograron sacar con pasaportes<br />
falsos a varios compañeros y compañeras por la frontera de Brasil,<br />
no sabés cuántos salvaron…, venía encabronado, me contó<br />
que se había carajeado con un español que lo ayudaba porque<br />
le mandó un rollo que era común entre los gallegos: creer que<br />
ellos, los españoles, habían estado peor porque lo padecieron a<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 185
Franco…, me acuerdo que el Cuervo lo imitó al español para<br />
contarme, el muy hijito de puta me dijo -me decía el Cuervo que<br />
le decía el gallego- oye coño, no hay mal que dure 100 años ni<br />
pueblo que lo resista, vosotros estáis mal, es verda’ pero nosotros<br />
soportamos al generalísimo cuarenta años…<br />
Liliana dejó de hablar. No creí oportuno interrumpir su silencio.<br />
Es más, me di cuenta que estaba por meterse en otro bardo.<br />
Me entretuve a propósito, revolvía con la cucharita el café.<br />
Afuera el mendigo cosechaba.<br />
Cagaban los pichos.<br />
Y no faltaba el distraído que pisaba los soretes recién hechos.<br />
-Walter, no te imaginás cómo idealizábamos al pueblo, eso<br />
era una especie de corcho, soga fantasmal a la que nos aferrábamos<br />
porque de ella dependía nuestra propia vida; así fue, bien<br />
entrado el 78’, hasta el Mundial…, hasta que la tablita de Martínez<br />
de Hoz empezó a traerlos por todas partes; el deme dos<br />
hacia que ellos se llevaran fetiches de porcelana, electrodomésticos,<br />
marcas y nos dejaran los calcos pegados en las lágrimas no<br />
soltadas.<br />
-Perá, la interrumpí, ¿Calcos?<br />
Cerró los ojos:<br />
-Los argentinos somos derechos y humanos.<br />
186
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 187
El pueblo imaginado era el pueblo rebelde<br />
Para el Cuervo, Susana es parte de su pasado. El mundial de<br />
fútbol ha terminado y Argentina es campeón por primera vez en<br />
su historia deportiva.<br />
Salieron del Canódromo entre risas y gritos. La tonada latinoamericana<br />
mezclada con la española. Las ropas. Los modos.<br />
Algunos desean mutar el che por el vosotros.<br />
Apoyado en un árbol los observa al caminar. Es evidente, se<br />
están acostumbrando.<br />
Alguien ha traído desde Argentina varios libros, rescatados<br />
vaya a saber cómo. Lo guarda en el bolsillo de la chaqueta que<br />
cuelga en su mano.<br />
El verano aprieta.<br />
Ve a los que ha ido a buscar:<br />
-¡Muchachos…, eh!<br />
Los tres que salen lo abrazan:<br />
-Vamos Cuervo, vente a beber unas cañas con nosotros. En<br />
realidad él quiere conversar con Manuel, se ha enterado, dejará<br />
España enseguida. Dicen que vuelve a México.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 189
Caminan dos o tres cuadras. Justo en la esquina, envuelve la<br />
ochava un toldo amarillo y rojo que preanuncia la fonda moderna<br />
donde se puede tomar y comer. Fumar y pasar el rato,<br />
despreocupándose del mundo.<br />
Sopla húmedo. Quizá llueva.<br />
Bar, restaurante repleto de gente y olores. Se habla, como de<br />
costumbre, a los gritos.<br />
A los reclamos de por qué no se busca un trabajo mejor que<br />
ese de vender bijou por la calle o cualquier otra cosa en los tendederos<br />
de feria; un trabajo efectivo que lo lleve a alguna parte,<br />
incluso a conseguir la residencia defnitiva para que deje de salir<br />
después de tres meses hacia a Andorra, quedarse cinco días para<br />
volver a entrar; a todo eso el Cuervo contesta con Quién mató<br />
a Rosendo: “…Y es cierto, nunca tuvo nada ni llegó a nada en el<br />
sentido que los burgueses dan a ese concepto. Porque un auténtico<br />
revolucionario no llega a nada hasta que destroza al régimen<br />
corrompido y parasitario que nos explota e instaura una nueva<br />
sociedad…”. Después muestra la tapa: -Saben, me cansé de regalar<br />
este libro, despluma la pálida de los que no quieren entender.<br />
Los españoles, apesadumbrados por la arrogancia del argentino<br />
abandonan antes.<br />
Manuel y él siguen. Caña, de la negra, aceitunas, pan y jamón.<br />
-Oíme, Cuervo, se está bien, mejor en México, las noticias<br />
llegan rápido, más que acá.<br />
-Cantame la posta, ¿cuánto hay de verdad en eso de la contraofensiva?<br />
-Qué sé yo, parece que se coparon con la idea, primero los<br />
que están allá…, sabés de los energasos que metieron los Montos<br />
durante el mundial ¿no?<br />
190
-Sí, claro, al principio creía que eran bolazos de Luis o de la<br />
prensa amiga, pero después me convencí.<br />
dó.<br />
-De todos modos, se ganó el campeonato y nada de eso que-<br />
-Bueno, pero al menos se hizo, además…, no estoy demasia-<br />
do de acuerdo que sigamos quietos.<br />
-Achicá el pánico, Cuervo.<br />
-¿Te pusiste rockero de golpe?<br />
-Antes vos, papá, ¿viste la cara que pusieron los gallegos?…,<br />
si les tiraste con el rollo de la pálida?<br />
Cielo encapotado. Tormenta segura.<br />
-¿Y la insurrección, Manuel?<br />
-No creo en voluntades…, vos lo notaste por la televisión,<br />
¿viste cómo gritaban y cantaban?<br />
-Sí, tenés razón; me enteré por una compañera que llegó hace<br />
unas semanas que a las Madres de los compañeros las putean en<br />
la Plaza de Mayo, les reprochan diciendo que hacen mierda la<br />
imagen del país…, yo qué sé, es el deseo…, pero, las cosas son<br />
como son porque si no serían de otra manera, ¿no?<br />
El camarero trae carne, arroz azafranado y longanizas calientes.<br />
-Si serán brutos, calá, la carne recontra seca, desabrida.<br />
-Los mexicanos peor, Cuervo, es un embole, la nerca de allá<br />
es mala y no te imaginás la baranda a fritanga y picante que hay<br />
por todas partes, mirá, el DF se distingue por el olor a maíz cocido<br />
de todas las formas posibles…, más fuerte y penetrante que<br />
la polución y todo eso.<br />
-Sí, está bien, pero acá lo único fácil es pinchar los teléfonos<br />
porque ni hablar de conseguir yerba para tomarse unos amar-<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 191
gos o unos alfajores como la gente…, además, esa pasión hija de<br />
puta que tienen por las corridas, Manuel, yo me pongo del lado<br />
del toro.<br />
-Bueno, en México también hay, pero…, che, boludo ¿te olvidás<br />
que estuve un año viviendo acá?<br />
-Sí, pero a vos no te hartaron con eso de que ellos conocieron<br />
la carne gracias a Perón.<br />
-Quién te dijo, Cuervo.<br />
-Ja, no te olvidás de tu origen peroncho, ¿no?<br />
-Por supuesto que no, hermano…, además fue cierto, estos<br />
gallegos de mierda se hubieran cagado de hambre si no fuera<br />
por el Viejo.<br />
-Es verdad…, el otro día me hicieron ver una cinta donde<br />
Evita le decía a Franco que si quería juntar gente la llamara que<br />
ella podría venir…, te imaginás, Manuel, lo que tuvo que ser<br />
para ese carnicero chupacirio que una mina viniera a refregarle<br />
en la jeta su carisma con la masa; por esa ayuda los españoles<br />
tienden a confundir al peronismo con los franquistas y nada que<br />
ver.<br />
-¿Te estás volviendo peronista, Cuervo?<br />
-Andá a la mierda.<br />
Caen las primeras, gruesas. Frías.<br />
-Por lo menos la cerveza está muy buena.<br />
-Oíme, Manuel, ya me convencí, no hay posibilidad de otro<br />
17, de un Cordobazo, de una resistencia al estilo de la que hicieron<br />
los tuyos.<br />
-Dejá de chicanearme, Cuervo…, ya no tengo esperanza,<br />
nunca pensé que les resultaría tan fácil meterse a la gente en el<br />
bolsillo; el otro día, antes de que yo viajara, llegó al DF un com-<br />
192
pañero de las FAP recién salido de Argentina, nos contó que<br />
allá están chochos con la mercadería que compran en los viajes,<br />
que a nadie le importa una mierda de los cumpas chupados o de<br />
las listas negras que hacen los milicos; que a los familiares los<br />
recontraputean, tal como dijiste vos.<br />
-Sí, también acá llegan esas noticias, parece que, salvo las Madres,<br />
algunos sindicatos, estudiantes u organismos que tienen<br />
alguna banca internacional, nadie habla.<br />
-Es el miedo, Cuervo.<br />
-Puede ser, pero, por qué…, no sé…, no digo que salgan a<br />
hacer quilombo; pero por lo menos que no los aplaudan.<br />
-Claro, viste lo que hicieron durante el Mundial; ni hablar<br />
cuando salimos campeones.<br />
-Querés que te confese, yo festejé, me puse contento que le<br />
hayamos hecho la boleta a los holandeses.<br />
-Yo también, Cuervo, yo también.<br />
Truena en Domingo. Y también llueve a cántaros en la calurosa<br />
Madrid destapada.<br />
-Pero entonces, ¿vos qué pensás, podemos esperar a que se<br />
caigan?<br />
-No sé, Manuel, porque…, ¿vale la pena?<br />
-Qué cosa.<br />
-Que nos hayamos jugado…, que nos juguemos así, ¿volver?<br />
-Cierto, Cuervo, para qué mierda el esfuerzo.<br />
-¿Para que se conformen comprando Hitachis y equipos de<br />
música, Toyotas y cursos de inglés?..., no, mirá, Manuel, ahora<br />
en lo único que pienso es en cómo ayudar a Luis a sacar la mayor<br />
cantidad de compañeros del país.<br />
-Eso está bien.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 193
-En una de esas, más adelante, la historia nos dé las condicio-<br />
nes objetivas, las que necesitamos para que volvamos a poner la<br />
sangre, la nuestra, hermano, la nuestra, porque la de ellos sigue<br />
protegida entre las sábanas de seda que visten sus catreras.<br />
-Tas poético, Cuervo…, puta madre, tas fúnebrente poético,<br />
carajo.<br />
Ha refrescado, aunque no mucho. Un dálmata abandonado<br />
sacude el agua de su cuerpo. Enseguida se mete debajo del toldo<br />
amarillo y rojo. Los dos amigos dejan fjos sus ojos en él. Manuel<br />
se tienta pero el Cuervo le gana de mano. Se acerca y le acaricia<br />
el lomo. Acuclillado lo agarra de la quijada: -Me lo llevo Manuel,<br />
estos bichos son buenos para la caza.<br />
El pueblo imaginado era el pueblo rebelde. El real es el compinche<br />
de las tropelías militares. El que acompaña a Massera a<br />
la Catedral de Buenos Aires. A Agosti a la iglesia de Recoleta los<br />
sábados por la tarde. El que los domingos comulga con Videla<br />
en la capilla Stella Maris.<br />
Barajas. Falta menos de hora y media para que Manuel tome<br />
su vuelo rumbo al Distrito Federal de México, previa escala en<br />
Miami. El Cuervo lo acompaña:<br />
-No sé, pienso en Caracas. Desde ahí estás a un paso, Cuervo.<br />
-Puede ser por eso o puede que sea por otra cosa, Manuel.<br />
Los aeropuertos son un mundo sin forma ni querer. Siempre<br />
lo fueron. [desde antes de los “No lugares” de Augé]. El Cuervo<br />
fuma Ducados. Reconcentrado, que no vuelva a verlo es una<br />
posibilidad. Manuel le ha dicho que analiza el regreso: caiga o<br />
no caiga Videla. ¿Y si los Montos tienen razón, aunque Luis se<br />
oponga?<br />
194
Luis, viajó en diciembre a Corea del Norte; más de dos meses<br />
que no sabe de él. Probablemente sea cierto, él es un buen yuxtapositor<br />
de teoría y praxis. Sin embargo no puede ser que todo<br />
haya sido en vano.<br />
Tanta fe.<br />
Europa tiene esto. El mundo, por acá.<br />
Voltereta de la fortuna.<br />
Cambia de golpe al verla andar.<br />
Ella corre.<br />
Llega en el límite del horario.<br />
Ya se sabe, aquí, la tardanza es pecado imperdonable. Los<br />
aviones no esperan.<br />
No es.<br />
Pero trae como un mazazo la imagen de Amparo.<br />
Pudo haber, podrá haber otras.<br />
Ella es la mujer que el Cuervo.<br />
Dobla en la esquina y se dispersa entre humanos, valijas y<br />
carros.<br />
(monotype corsiva 13)<br />
Fijo, aprendido por el olor penetrante de las aguas servidas apenas<br />
disimuladas por el pescado frito que cocinaban en alguna casa<br />
baja. Avanzaba con difcultad queriendo llegar, ese miércoles de<br />
franco, a la casa de Amparo.<br />
La vió subiendo las compras con una soga. Ella en el balcón, su<br />
madre en la vereda.<br />
Cuervo, fue como si despegaras de tu propio cuerpo y te vieras<br />
como en una película, a la siesta, en el Gran Rex. Atontado, espiándola<br />
con cien ojos sin que ella supiera todavía.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 195
El fltro del Ducados no se sostiene entre sus dedos. El Cuer-<br />
vo busca el bus. No puede olvidarla.<br />
Ni podrá.<br />
El invierno ha pasado.<br />
Su madre había sido brigadista. El recuerdo preferido es verla<br />
mascando tabaco del fuerte a escondidas de su esposo. Sólo<br />
eso concedía. Se llamaba María Teresa. Murió de vieja nomás.<br />
Consuelo tenía la misma dureza en su cara pero más que nada<br />
en su espíritu.<br />
Los dos están asomados al marco de la ventana que da a la calle<br />
central del complejo de monoblocks. Nítida, la voz estridente<br />
de las vecinas los entretiene: -¿Cómo estás, Manuela? -Cómo<br />
quieres, mujer, anoche he tenido que servir a mi marido.<br />
Desgreñado, el pelo de Consuelo acompaña su gesto de fastidio:<br />
-Entonces, qué, Cuervo, lo has decidido. Él la mira intrigado,<br />
no sabe si contestar o mandarla a la mierda. Qué es esa manía<br />
de requerir respuestas ni siquiera él sabe si las tiene: -Oíme,<br />
las maletas están ahí…, ya sabés; me han dicho que desde Venezuela<br />
puedo ayudar mejor, hay compañeros que…<br />
Consuelo suspira: -Un momento Cuervo, deja ya de protestar,<br />
cabrón, ¿quieres otro trago?... Pues yo sí.<br />
Bombachas. Consuelo acentúa ese andar de las españolas, seguras,<br />
avasallantes. La mira: ella estira el brazo para alcanzar la<br />
botella.<br />
Sobre la cama, abierto en la mitad, el diario que edita un argentino<br />
-ex militante de las FAR- con recortes de noticias. Copias<br />
de La Nación pero más de Clarín. También las que publican<br />
sobre Argentina algunos diarios europeos. Aparece con cierta<br />
196
egularidad y se ha transformado en un semanario imprescindible<br />
que se consigue por unas pocas pesetas en Plaza Cibeles.<br />
El mediodía los encuentra muy cerca del Rastro. Pocos lugares<br />
hay tan identifcados con el genio de la ciudad a la que<br />
pertenecen.<br />
-¿Has prestado atención, Cuervo?, fíjate, dime si no es como<br />
la puta ciudad, una Madris en miniatura.<br />
-Madrid, Consuelo, Madrid.<br />
-Ahueca, cabrón, termina con tus estúpidas enmiendas.<br />
Pasa el brazo encima de su hombro menudo y suave. Descansa<br />
el peso que carga en la otra mano. Dos repisas de madera que<br />
piensa vender justamente en esa inmensa feria.<br />
{El Cuervo es bueno para negociar}.<br />
Pero una recurrencia inapelable lo envuelve.<br />
Obsesionado.<br />
Son esos hombres y esas mujeres.<br />
Compatriotas que no vendrán jamás por esta feria. Los que<br />
arrastran las eses, gritan y piden deme dos, únicamente recorrerán<br />
el Corte Inglés, la Gran Vía y el Museo del Prado. Los<br />
que después seguirán su periplo frescamente mundano: París,<br />
Roma, Florencia, Venecia, Viena, Londres. ¿Lisboa? No, Lisboa,<br />
no. Los que más tarde regresarán para confrmar: Como nuestras<br />
mujeres, nuestros paisajes y nuestra carne, ninguna.<br />
-Tendrías que verlas, comprar, comprar. Y también a ellos,<br />
sus mierdosos maridos que ponen la cara de circunstancia al<br />
pagar, aunque estén íntimamente satisfechos.<br />
-Qué coño dices, Cuervo.<br />
-Ustedes resistieron cuarenta años, así, él no tuvo paz…, en<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 197
cambio, en mi país, el Santón Videla (y Massera, Agosti, también<br />
Menéndez o Bussi) anda suelto por ahí, yendo de misa en misa<br />
y de aplauso en aplauso.<br />
-Oye, quítate, ¿quieres decirme de qué disparate se trata?<br />
-Pero, ¿no te das cuenta, Consuelo?..., él no tuvo descanso<br />
porque ustedes no lo dejaron, desobedecieron hasta el último,<br />
repugnante día de la dictadura que preñó a España.<br />
-Franco, pues. Claro. Desde logo que fue así.<br />
-Bueno, y por favor, es luego no logo.<br />
-Vete a cagar, quieres.<br />
A veces angostos. Otras, anchos. Los callejones se asemejan a<br />
los de algún pretérito laberinto eternamente poblado de mercaderes-clientes<br />
y de tenderos ávidos por pichulear:<br />
-Con trescientas pesetas os lo lleváis, tío.<br />
-No más de doscientos cincuenta.<br />
-Trescientas y ya.<br />
-Doscientos cincuenta.<br />
-He dicho trescientas.<br />
-Tengo sólo doscientos cincuenta.<br />
-Que no.<br />
-Oye, que te pones como asno.<br />
Detenidos, al borde de la tienda abierta, ellos siguen metidos<br />
en el presente que inquieta o entristece al Cuervo:<br />
-Eso sí, Consuelo, burguesitas orgullosas del gobierno que<br />
tienen.<br />
-Pues mira, aquí igual, no se hubiera quedado si no fuera por.<br />
-Ya lo sé, pero atendeme, las brigadas republicanas tuvieron<br />
su lugar, bah, lo tienen…, en cambio nosotros.<br />
-Ustedes qué, chaval, deja ya de quejarte.<br />
198
-Cómo qué, ¿quejas?..., no me quejo sólo que no entiendo.<br />
Amoscado, el valenciano se va de la tienda pasando entre el<br />
Cuervo y Consuelo, tuvo que pagar trescientas. Ni una menos.<br />
De todos modos vale la pena, su Mariana estará contenta y eso<br />
merece un buen vermut en la tienda de Elías Abdul.<br />
-A qué esperas, hombre, sigue pues.<br />
-Sencillamente no entiendo dónde quedó la fe revolucionaria<br />
de toda esta gente.<br />
-¿Revolucionaria dices?..., ¿la tuvieron?<br />
-Creo que sí, Consuelo, sí…, pero ahora viéndolos tan desesperados<br />
por tener, comprar, quedarse quietos, callados, no sé.<br />
-¿No lo sabes, Cuervo?<br />
-No.<br />
-Pero, ¿no estás al corriente?, todo el mundo piensa en enriquecerse.<br />
-Claro, para vos la ilusión revolucionaria.<br />
-No es más que eso y perdona que te haya interrumpido.<br />
Este Manolo recuerda mucho al padre de Manolito (el de<br />
Mafalda). Son las cejas y la cara ancha, pero es también esa terquedad<br />
por el dinero, porfía sin mirar al Cuervo:<br />
-Os doy ciento ochenta por las dos repisas, ni una peseta<br />
más…, ¿habéis oído?, chavales, tomad la pasta y largaros que no<br />
tengo todo el día.<br />
Ella invita. Café a la turca y tabaco en pipa de agua. Consuelo<br />
y el Cuervo (ya sin las repisas) acomodados en un rincón, muy<br />
cerca de un valenciano que apura el último trago de vermut.<br />
-Oye, larga Consuelo, Que me has dejado pensando, tío…,<br />
si bien distinto, acá no es muy diferente que digamos. Sonríe el<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 199
Cuervo, a lo mejor esté tratando de resolver la distinción entre<br />
distinto y diferente. Despreocupada por eso, casi introvertida,<br />
habla como si lo hiciera para sí: -Porque acá, de algún modo<br />
es igual, con esto que llamáis el gran destape, con el que desde<br />
logo estoy de acuerdo, sin embargo la gente, es decir nosotros,<br />
parecemos sólo preocupados por nosotros mismos. Enésimo<br />
Ducado, el Cuervo no espera exhalar para poder detener aquel<br />
embrollo: -Epa, Consuelo, estás, o sea, qué lío, salí del embrollo<br />
que no se entiende qué carajo querés decir.<br />
Quince, veinte, cien. Las moscas circunvalan en el cielo de<br />
lona gris. Afuera, cae el sol. Igual, el bochorno se alargará hasta<br />
bien entrada la noche y pone a la gente más apurada que de<br />
costumbre.<br />
-Lo siento, para mí está claro, tío, el destape es una bendición<br />
pero también resulta chocante que se lo tome como una especie<br />
de canto a la individualidad.<br />
Estas palabras son justo las que esperaba:<br />
-Te estás poniendo, mojigata, Consuelo.<br />
¡Touché!. A pesar de todo la españolita no es fácil de arriar:<br />
-Oye, oye, que las bragas blancas de Victoria Abril haciendo<br />
de colegiala me pusieran cachonda no quiere decir que no me dé<br />
cuenta hacia dónde marcha el mundo.<br />
Cincuenta centímetros por cincuenta centímetros, la mesa<br />
que los separa no impide que él roce con sus rodillas las de ella<br />
que, adelantando las piernas, toca sus muslos:<br />
-Mujer, admití que las sotanas pueden con vos.<br />
Con disgusto por lo que oye, retrae las suyas aunque las dejaría<br />
donde están:<br />
-Qué dices, hijo de una fulana, ¿no escuchas lo que digo?<br />
200
No deja dejar pasar el furcio:<br />
-Ves, te lo dije muñeca, querés parecer superada pero largás<br />
una pálida detrás de otra, para vos las fulanas son responsables<br />
y no víctimas de este mundo injusto, ¿no?<br />
Fucsia, el pañuelito de seda que se ajusta en su cuello, tibiamente<br />
empieza a mojarse:<br />
-Que me oigas te digo, cabrón, en tu puñetera vida habrás<br />
visto una fulana de verdad, es decir, con los cojones que vosotros<br />
no tenéis…, además, me tratas de muñeca…, tan macho como<br />
el que más.<br />
Macho. Aquella expresión cargada de desprecio no es para el<br />
Cuervo una novedad. Sin embargo, resulta incómodo que ella lo<br />
ponga en ese lugar.<br />
Sobre la pared hacia la que da la espalda de Consuelo, un<br />
afche que no tiene más de quince, diecisiete meses: dos lenguas<br />
rojas se acarician. Tapa de la revista Ajoblanco.<br />
-En el nombre de España, Cuervo, paz; alarga sus piernas y<br />
aprieta con sus muslos los del Cuervo. Enseguida, la voz grave:<br />
-Oye, ese grafti puebla nuestras paredes, ¿lo has visto? Estirada<br />
sobre la mesa, alcanza la boca del Cuervo con su dedo índice, no<br />
lo deja que diga a pesar del intento que él hace.<br />
En el medio del ruido descomedido de la feria, su voz es igual<br />
al perfume que se aguarda: -Bésame, Cuervo.<br />
Por el pequeño parlante resuena Je T’aime, Moi non plus de<br />
Jane Birkin, o como ellos la llaman, “Jane B”.<br />
En el día de la primavera el Cuervo parte hacia Alemania.<br />
Confrma así el sentido de su existencia.<br />
Ese que en el exilio se le hace difícil de sostener. Porque los<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 201
desterrados parecían entrar paulatinamente en un tedio del que<br />
no podían salir. La burguesía europea impone el aburrimiento<br />
del ser revestido de consumo. La conciencia sartriana parece<br />
empezar a ceder terreno frente al avasallamiento de las “verdades”<br />
de la economía capitalista.<br />
Camacho. El hombre del movimiento obrero español es el<br />
que los ayuda aunque no sin insistir en lo arriesgado de la acción<br />
que preparan.<br />
Ya camino a Barajas, apela a un último intento: -Pues hombre,<br />
os diré que es una locura lo que estáis por hacer…, pensad,<br />
coño, la poli los tiene vistos, además…, los alemanes, esos tíos<br />
no se andan con gilipolladas.<br />
Para el Cuervo, aquel afán disuasivo no deja de ser una formalidad,<br />
una manera de curarse en salud: -Oíme, agradezco<br />
tu ayuda, sin vos este viaje no sería posible pero, no te preocupés…,<br />
por otra parte pensá, para muchos el asalto al cuartel de<br />
la Moncada fue el disparate más grande de la historia, sin embargo,<br />
ahí lo tenés a Fidel…, acaso sea verdad que sin una dosis<br />
de barbaridad no hay revolución posible.<br />
De pronto, el Cuervo parece entrar, melodiosamente, en una<br />
redonda de guitarra; recorriendo el contorno de lo que su imaginación<br />
ha forjado atraviesa la vegetación húmeda, los cañaverales,<br />
las caras morenas, delgadas, sonrientes. La Moncada y<br />
Artemisa. Son 14 los mártires que ese pequeño pueblo -que él<br />
no conoce todavía- ha ofrendado a la causa popular. Empezando<br />
por Ciro.<br />
Ahí se queda aunque su cuerpo camine y Camacho siga con<br />
su alegato.<br />
202
En toda España resplandece el sol. Se percibe, ésta será una<br />
estación calurosa, más que lo usual.<br />
Hace falta el dinero para continuar sacando los cumpas de<br />
las manos del tirano. Hay muchos escondidos más allá de las<br />
fronteras. Brasil, para la mayoría. Pero no aguantarán mucho<br />
tiempo.<br />
En Lisboa, Luis, Rudo y Rina, entre otros, han secuestrado a<br />
un turista norteamericano.<br />
[Dicen que a un venezolano también pero que es un pobre<br />
gato sin un céntimo partido por la mitad. Una pena que el Cuervo<br />
haya perdido el deseo, hasta el fn de sus días, de hacer grandes<br />
relatos. Esos que correspondiesen para mantener el mito,<br />
la fe revolucionaria. Una historia oral performativa. Mucho de<br />
la incursión por Alemania occidental se ha perdido por su empecinado<br />
silencio. Incluso alguno de los detalles del secuestro<br />
en Portugal sólo podrán conocerse si se lee El secreto de Lisboa<br />
de Luis Mattini (Peña Lillo-Ediciones Continente: 2009). Hay<br />
otras versiones de este hecho que no he podido confrmar del<br />
todo, por eso me incliné, como una suerte de arqueólogo de la<br />
historia, por reconstruir este episodio con los retazos que me<br />
parecieron más verosímiles].<br />
El rescate por el yanquee se cobrará en Fráncfort.<br />
Allí, el Cuervo tiene un amigo que lo ayudará; igualmente<br />
es, quizá, el mejor hombre que la organización tiene en el exilio<br />
para esta tarea.<br />
Notable el cambio de temperatura. Salió de Madrid apenas<br />
con una campera liviana y acá, en esta ciudad ordenada hasta la<br />
exasperación, todavía se enseñorea el invierno.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 203
Llovizna frío. Con escarcha, empañados por dentro, los vi-<br />
drios del escarabajo azul son un velo grisáceo y sucio que confunde.<br />
Vigilan desde afuera el hall del andén, lugar de la primera<br />
posta. Ahí el empleado de la empresa del yanquee raptado en<br />
Portugal debe pasar a buscar una esquela, guardada en un buzón<br />
de correos, que lo enviará a la siguiente posta.<br />
El Cuervo otea por policías. Sabe: rubios o morochos, hablando<br />
guaraní o español, lunfardo, inglés o alemán, todos huelen<br />
igual.<br />
Por ahora no se los ve.<br />
Inconfundiblemente norteamericano: Medio bobo al caminar,<br />
rubión, pelo al rape en la nuca, con mechón sobre la frente<br />
y la piel anémica. El empleado se baja de un taxi. Va directo, se<br />
diría por demás nervioso.<br />
Con la mano, el otro, el compañero del Cuervo, frota la ventanilla<br />
para observar mejor. Y el Cuervo sigue, busca, repara en<br />
el andar de los que pasan, en las caras, en los ojos. Nada. Guardias,<br />
no hay.<br />
El empleado debe esperar el tren. Ir hasta la siguiente estación.<br />
Buscar un sobre en el cuarto baño contando desde la puerta<br />
2. Volver. Tomar otro taxi.<br />
El otro, el compañero del Cuervo, se baja. Cruza la calle con<br />
trancos largos. Tomará el mismo tren. Asegurará así que el empleado<br />
entre y salga del baño solo.<br />
Si todo va bien seguirá dos estaciones más hasta el lugar de<br />
la entrega. Si no, regresará. Y el Cuervo, al verlo, sabrá que todo<br />
fracasó.<br />
204
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 205
2007<br />
Lili, Walter (XI)<br />
Los argentinos somos derechos y humanos. Puta madre,<br />
esa frase signó a mi generación. Creímos en ella. O queríamos<br />
creer. Probablemente porque todavía éramos chicos y veíamos<br />
a nuestros padres aplaudir toda acción de la Junta Militar. La<br />
propaganda. La de la revista Para Ti o la Gente, por ejemplo. Sí,<br />
estaba metido en una especie de túnel diacrónico en el que los<br />
tiempos se mezclaran yendo y viniendo sin ton ni son. Esperaba<br />
que ella siguiera dándole al discurso. Sin embargo en mi cabeza<br />
retumbaban las palabras que yo no decía. ¿No tenían miedo a la<br />
muerte, a la cárcel? Porque, me parece, nuestros padres y nosotros<br />
mismos teníamos terror a todo eso. Pánico a la muerte pero<br />
también a que cambiaran las reglas de juego y que perdiéramos<br />
nuestras posesiones. Las que daban sentido a nuestras vidas.<br />
Sí, ¿cuántas minas levanté con mis adidas? No lo sé, lo que sí,<br />
por ahí sin ellas yo no era nada -como ahora sin mi Motorola-.<br />
Tampoco mis padres, ni los padres de Eduardo o los del Negro<br />
Mancuso.<br />
-Oíme, está bien, le dije, para inmediatamente apretar, Pero<br />
206
es verdad que ustedes ponían al país patas para arriba…, Lili,<br />
tantas bombas, quilombo, muertes; ¿no tenían miedo…, qué era<br />
la cárcel para ustedes? Cerré el puño, lo puse sobre la mesa, la<br />
miré: -Una mierda, afrmé con bronca, Les interesaba un pomo<br />
caer en cana…, o morirse, Lili, y no me digas que no.<br />
Me paró en seco:<br />
-Perá, pendejo, esperá…, la cárcel para nosotros era orgullo,<br />
caer tenía un sentido revolucionario, no éramos delincuentes<br />
que robábamos para solazarnos en el goce de nuestros cuerpos<br />
o llenar nuestras manos de mierdas materiales…, ¿tendés, pendejo?,<br />
¿quién carajo te creés que sos para interpelarnos?<br />
Yo arrugué pero ella no se dió por aludida y siguió; los ojos<br />
rabia, su nariz aguileña apuntándome:<br />
-Qué mierda te pensás, pelotudo, si la derrota para nosotros,<br />
mucho más en el exilio, fue palabra prohibida…, nos equivocamos,<br />
sí, le erramos en el sentido de la oportunidad, más porque<br />
Perón arrasó gracias a la voluntad popular, pero sabés qué, a<br />
pesar de eso fuimos cualquier cosa menos mantequitas, nos lanzamos<br />
a la política sin haber pasado por la vida misma; gracias<br />
a eso el viejo volvió y este país recobró la forma.<br />
Paró para respirar. Pero la pausa fue más larga de lo esperado.<br />
Juntó las manos sin quitarme la vista. Recuerdo que agaché<br />
la cabeza. Estaba pasmado por la perorata que de tal no tenía<br />
nada pero que a mí me había aturdido. Con todo estaba seguro<br />
de que no debía perder de vista mi objetivo fnal, ese que me iba<br />
a dar unos pesos extras. Por eso la dejé que descargara sin abrir<br />
la boca:<br />
-Oíme, faco, retomó, ¡Oíme bien, carajo!…, puse algunas de<br />
gelamón, otras de trotil, algunas gatillé, pero mi cuerpo estuvo<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 207
ahí, dispuesto a todo, no sé si fue un error, una manera de, estúpidamente,<br />
despreciar la vida ajena, también la mía…, entendés<br />
lo que digo, boludito, era mi alma la que ponía en juego sin que<br />
ningún héroe o dólar o dios viniera para rescatarme.<br />
Tomó la servilleta con las dos manos. Hizo un bollo de tela.<br />
Yo pensé que me la iba a revolear por la cabeza. Aún así, no<br />
dejaba de mirarla, fjo, desafante. Alentaba saber que se estaba<br />
despachando a gusto, que en mí encontraba el puerto en el<br />
que descargar todas las broncas guardadas. Todas. Las que calló<br />
durante años. Las que de repente podía liberar en un solo acto<br />
consiguiendo que se desanudaran los nervios atiborrados en su<br />
espalda. Y sobretodo información.<br />
Su pelo amarronado, eléctrico, ya no permanecía en su lugar.<br />
Despeinada, ni siquiera atinaba para acomodarlo con la mano,<br />
quiso o dio la impresión de querer balbucear otros argumentos.<br />
A pesar de todo levantó la mano pidiendo la cuenta: -Hey, pago<br />
yo, le dije. Me clavó los ojos: -Qué mierda decís, pelotudo…,<br />
pago yo y ojalá se arruine tu vocación de macho.<br />
En la Plaza República de Paraguay ya no quedaban perros.<br />
Había, eso sí, una multitud de palomas picoteando el miguerío<br />
repartido por los mozos de los bares y restaurantes fronterizos.<br />
¿Sentirían que hacían una buena acción al sacudir los manteles<br />
en el pasto de la plaza?<br />
Por Peña, nos vieron salir; dos tipos arrancaron en un Dacia<br />
bordó.<br />
208
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 209
El Cuervo hace lo que nunca en estos casos: vacila<br />
Doscientos mil en billetes de a cien, usados. Repartidos en<br />
dos o tres paquetes, envueltos con papel de regalo.<br />
El Cuervo fuma apeado del escarabajo. Con el codo en el techo.<br />
Llovizna menos. Lo ve con el mismo bolso con que llegó.<br />
Supone que ahí estarán los paquetes con la guita. Abre la puerta<br />
del Volkswagen azul, espera que el otro, su compañero, no se<br />
asome en la arcada de la estación.<br />
No.<br />
El taxista escucha al empleado que, en mal alemán, indica<br />
adónde ir. Antes de que el taxi arranque el Cuervo sale.<br />
Bordea Mainzer Landstrasse, rápido, dejando muy atrás al<br />
turco que maneja y al norteamericano que trae el dinero del rescate.<br />
Dobla en Ulmenstrasse; cien, doscientos metros, aminora la<br />
marcha y estaciona del lado derecho.<br />
Desde ahí puede verlo.<br />
Tercer banco contando desde la punta norte de Elsa Bränderström<br />
Platz. El otro, el compañero del Cuervo, ha llegado.<br />
Sentado, las manos enguantadas, diario apretado en el sobaco.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 211
Fuma despacioso, dando la impresión de conservar una envidiable<br />
apacibilidad pueblerina.<br />
¿Quién podría sospechar?<br />
El escarabajo en ralentí, prerr, prerr. Blanco, el humito despedido<br />
desde el estilizado caño de escape se desuela en la brisa<br />
tenue.<br />
Acodado otra vez sobre el techo de lona, el Cuervo espera por<br />
la llegada del empleado. ¿El frío? Al carajo con el frío.<br />
Será la hora. O el último estertor del invierno. Lo cierto es<br />
que poca gente pasa. Tampoco autos.<br />
La soledad en Alemania no es igual a ninguna otra. Es que la<br />
ausencia ahí, es grito sobrecogedor.<br />
El Cuervo levanta el capot trasero del escarabajo. Revisa cuál<br />
es el supuesto desperfecto.<br />
Por fn, el taxi.<br />
Se nota, el empleado duda. Con las dos manos sostiene el<br />
bolso. Parece repasar mentalmente: Unodostres. Mira al cielo<br />
buscando la posición del sol. Uno…, dos…, tres. Y sí, es ése nomás.<br />
Paga por el viaje.<br />
Temeroso pone el bolso entre la grasa de la cintura y el brazo<br />
fofo (Where is the Seventh Cavalry?).<br />
Se aproxima hacia el banco.<br />
Llega.<br />
Espera que el otro, el compañero del Cuervo, repare en él.<br />
Ni eso.<br />
Se sienta y deja el bolso entre las piernas.<br />
Lentamente va empujándolo debajo del banco de piedra<br />
blanca.<br />
212
Una paloma muerta permanece con las patitas aferradas en la<br />
rama de un abeto gris.<br />
Desde el sur, vienen tres chicas enfundadas con pilotos. Bei-<br />
ge, negro, verde. Los paragüas cerrados. Pasan. El otro, el compañero<br />
del Cuervo, se levanta; antes de irse mira el diario, lo<br />
apoya sobre la piedra.<br />
Una de las chicas, la de capucha verde, vuelve, fja los ojos en<br />
el empleado: -Te toys, please.<br />
Rápido, porque entiende de qué se trata, con los pies vuelve a<br />
arrastrar el bolso. Sin embargo hace una pausa, ¿resiste?<br />
No.<br />
Abre y entrega los dos paquetes envueltos para regalo. Sin<br />
quitarse la capucha ella sonríe: -Have a nice day, sir.<br />
[Tal lo anticipé, el Cuervo nunca dijo qué pasó. Nadie pudo<br />
aclarar cómo salieron de aquel lugar, quién sacó el dinero, quiénes<br />
eran aquellas chicas, ¿alemanas o latinas? ¿hablaban con<br />
acento? Tampoco supe qué hizo el empleado norteamericano<br />
una vez que entregó la pasta. Solamente pude rearmar los pasos<br />
del Cuervo algunos días después de que cobraran el rescate. Sé<br />
que salió de Fráncfort en avión rumbo a Ginebra. Desde ahí, por<br />
tren, a París primero, luego a Barcelona. Que más tarde llegó a<br />
Madrid donde lo esperaba Luis. Que gracias a la operación Lisboa-Fráncfort-Madrid-San<br />
Pablo muchos militantes salvaron la<br />
vida. Pero también supe que el regreso a España no fue fácil].<br />
Clásico, el traqueteo del tren sosiega. Sin embargo él se mantiene<br />
en una vigilia tensa.<br />
El Cuervo piensa que lo siguen. Demasiadas coincidencias<br />
desde que dejó el aeropuerto suizo. Y ese rubiales que ha pasa-<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 213
do tres veces delante del camarote, pispiando solapadamente.<br />
Cree tenerlo de haberlo visto mientras cenaba con el otro, su<br />
compañero en Fráncfort, tres días antes de la cobranza. Le parece<br />
que también lo vio alguna mañana soleada, -típico- leía<br />
el diario frente al hotel en el que se hospedaba. Por eso decide<br />
quedarse en París. Allí algunos cumpas podrán ayudarlo en<br />
el caso de que, efectivamente, estén siguiéndolo. Lo cierto es<br />
que por ahora, ese tren embutido en la noche se transforma<br />
en la confrmación de la sospecha. Una caja de latón de la que<br />
no se puede salir fácilmente. Repite que si no lo han agarrado<br />
todavía es porque quieren llegar a la punta del ovillo. Claro que<br />
al Yoni lo tendrán encanutado, allá en Lisboa, hasta que todo<br />
esté asegurado. Esto es lo único que lo tranquiliza. Pero, ¿si<br />
se les da por un canje? Bueno, en tal caso, primero tienen que<br />
tenerlo. Si pasó la frontera, allá, en el triste sur. Si carga en el<br />
lomo esa imagen de duro, sabe lo que tiene que hacer. Lo que<br />
sí, entregarse, nunca.<br />
A lo mejor lo encare, eso sería propio del Turco, tan decidido<br />
como pasional. Sin pasión no hay revolución posible, solía arengar<br />
él si reclamaban por sus arrebatos.<br />
La luna es apenas un espectro que se asoma detrás de cuatro<br />
nubes.<br />
Dónde estará el poli ahora. Solo, no lo cree. Estos, acá y en<br />
todas partes, andan, por lo menos, en yunta de a dos. También<br />
las hay de cuatro.<br />
Va a estirar las piernas. Hace como que está incómodo, que<br />
el tra-trán monótono no lo deja dormir. El comedor es un buen<br />
lugar para empezar. También él, bicha detrás de los cortinados<br />
que se balancean cadenciosamente; sombras que duermen.<br />
214
Aunque a decir verdad, dos realizan la fantasía de todos (o<br />
casi).<br />
Allá, la luz suave, algo azulada. Y el redondel de vidrio que<br />
fja imágenes que también se mueven. Qué paradoja, si lo sigue<br />
hará su trabajo. El de él. El del rubiales. Abre. No lo ve. Avanza y<br />
pasa la mano por la madera lustrada de la mesa de servicio. En<br />
principio, nadie. El camarero debe estar adentro, en la cocina.<br />
Pero. ¿es ése? Sí. No tiene dudas. Suspende el siguiente paso.<br />
Posa apenas el pie y se recuesta levemente sobre el grueso perfl<br />
acilindrado de la barra, (en su Argentina le dirían estaño). La<br />
misma ropa. Lacio, corto, rubio. Está de espaldas. Apoyado en la<br />
mesa, mira la oscuridad externa.<br />
Podría hacer la del Turco. Ir, sentarse de prepo, mirarlo a los<br />
ojos y hacerle una seña con el mentón.<br />
Por qué será, perennemente llueve en Europa. ¿Fallo de los<br />
dioses por tantas tropelías cometidas. Manera de tenerlos metidos<br />
en sus casas, pudriéndose de aburrimiento. O es la forma de<br />
que sus pieles se vuelvan más blanquitas de lo que son?<br />
El Cuervo permanece dibujado. Su cuerpo, como el vagón,<br />
oscila levemente.<br />
Supongamos que va y se sienta. Así nomás, tal pensó un momento<br />
antes, de prepo. Supongamos que el rubiales no se amilana<br />
ni mucho menos. Y encima le muestra una credencial de<br />
polizei. Que saca las esposas. Que lo esperan como a un gil. Y<br />
aparecen dos más. Uno por delante. Que alguno muestra la culata<br />
discretamente asomada detrás de la punta del saco apenas<br />
plegado hacia afuera. O de la gabardina.<br />
El Cuervo calcula.<br />
Si, en cambio, el rubiales, tan rudo él, se queda con la boca<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 215
abierta al verlo venir (al Cuervo, a quién si no). Acaso esté tangueándole<br />
-aunque ni se fgure qué putas es el tango- a la noche<br />
a través de la ventanilla. Enfrascado en su mujer y en su hijito -si<br />
es que los tiene-. Y de repente el perseguido se le sienta así, a lo<br />
macho. Y lo empavura (¿cómo se dirá empavurar en argot alemán<br />
o europeo?) con el sólo mentón. Qué, si el rubiales abre las<br />
manos de pura sorpresa nomás. Y se entrega, batiéndole cuántos<br />
son, qué saben y quién los manda.<br />
El Cuervo hace lo que nunca en estos casos: vacila.<br />
El tren parece inclinarse; puede ser que las vías estén trazadas<br />
sobre el peralte de una curva pronunciada.<br />
-Hey, mister, do you speak english or italian…, may be, french?,<br />
el camarero ahí, mirándolo, un poco fastidiado. Raro. Los europeos<br />
no tocan. Sin embargo éste lo hace. Sutilmente, es cierto,<br />
pero lo hace. Apoya dos dedos en el brazo del Cuervo: -Mister,<br />
insiste. Moros, los ojos del guerrillero argentino recobran el espacio<br />
completo: -Yes, I speak…, but, not good. Vestido convencionalmente<br />
de blanco, interroga a ese extranjero al que ya considera<br />
estrafalario: -Well, please, how do you like?, y el Cuervo duda:<br />
-Ah, i don’t know…, cofe?, pero arremete decidido, And scocht<br />
with ice, the best; cant you select for me, please?, retirándose dos<br />
pasos busca un vaso debajo de la barra; poniéndose intencionadamente<br />
amable va por más: -Fine mister, if you want to another…,<br />
pero el Cuervo defne: -No no no, only this, thank.<br />
Último Bilderdienf Dresden. Aspira el sabor fuerte pero no<br />
exhala enseguida. Y el rubiales que no saca la vista del afuera.<br />
Pasa la palma por el vidrio empañado. Parece no haber reparado<br />
en el Cuervo en ningún momento.<br />
Lo suelta por la nariz y la boca.<br />
216
Tabaco, café, whisky.<br />
Vaivén callado. Al otro lado de la barra la puerta se sacude<br />
primero hacia el vagón restaurante. Sale uno que es más bien<br />
alto. Sin corbata pero de traje. El chaleco desprendido. Aspecto<br />
de adonis sin cerebro. La mirada vacía. Y las manos en garra.<br />
Efectivamente, va a sentarse junto al rubiales que lentamente<br />
sale del ensimismamiento. El Cuervo se achica. No por miedo.<br />
Precaución. La opacidad de las luces del vagón comedor lo ayudan.<br />
Su cara, sombra.<br />
Hablan. Y aunque el zarandeo monótono fuera mudo él no<br />
los escucharía. Parecen conspirar. Preparar el asalto. El recién<br />
llegado es el que detalla. Eso presume el Cuervo ya que no para<br />
de hablar, de responder las preguntas que el rubiales hace.<br />
Lo aplasta en el cenicero. La penumbra lo cubre y advierte<br />
que aquellos no han reparado en él.<br />
La vida se presenta así. Con la insolencia de los que la tienen<br />
clara. No sabe cómo ni porqué. Paga sin siquiera mirarlo. Fijo, el<br />
Cuervo espera por el próximo movimiento.<br />
A dúo. Ellos pasan los ojos antes de levantarse.<br />
Él deja el taburete sin esperar el vuelto (la suculenta propina<br />
hará que el camarero cambie de opinión respecto del extranjero<br />
estrafalario)<br />
Vaivenes sincrónicos.<br />
En alguna circunstancia se había preguntado cómo era posible<br />
que una mosca -por ejemplo- vuele en sentido contrario<br />
a la dirección que lleva, en este caso, el tren (podría ser un ómnibus,<br />
un avión o un auto). El Cuervo es como la mosca de su<br />
pensamiento. Anda rápido en sentido contrario al que lleva la<br />
formación.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 217
Supone que, aquellos gorilas vienen a por él.<br />
Sus pasos, carrera.<br />
Desea llegar antes. Pertrecharse en el camarote. Echar de ahí<br />
al húngaro que, seguramente, duerme la mona. Después, en el<br />
caso de que la velocidad no sea demasiada, largarse por la ventanilla<br />
a pesar de las posibles magulladuras.<br />
A campo traviesa tiene alguna posibilidad.<br />
Encerrado en el camarote o en el tren, no.<br />
Pasa de vagón a vagón, en ese espacio intermedio, frontera<br />
de fuelle casi romántica, el ruido del metal contra los rieles lo<br />
empapa todo.<br />
Blanco.<br />
La mente en blanco y el instinto lo lleva en una aceleración<br />
decreciente y agitada sin pensar que esos “dos pájaros” han quedado<br />
insufcientemente atrás. Mano en la cintura a la altura de<br />
la espalda. Locura. La pipa amartillada (dónde la consiguió vaya<br />
uno a saber, lo que sí ha de haber sido con el contacto de Ginebra,<br />
antes, imposible)<br />
Cinco, siete, es la novena. La mano adelantada queriendo aferrar<br />
el picaporte y la puerta que se abre.<br />
Sale el húngaro rascándose la cara. Ni siquiera se fja en él, la<br />
vejiga hinchada, solamente piensa en el baño.<br />
La espalda contra el revestimiento de fórmica, el Cuervo lo<br />
deja pasar. Enseguida se mete en el camarote, directo hacia la<br />
ventana.<br />
Abre.<br />
Mientras saca la pierna apunta contra la puerta. El tren marcha<br />
lento.<br />
Si el picaporte se mueve, tira.<br />
218
Y agacha la cabeza para sacar el cuerpo completo. Pero un<br />
estruendo lo sacude y detiene su movimiento en fuga.<br />
Otro después, aunque éste lo moviliza hacia adentro.<br />
Entre el cinto y la piel, con el seguro puesto parece inofensiva.<br />
Sale. El húngaro regresa, tan dormido como al principio. ¿Será<br />
sonámbulo?<br />
Gritos, corridas.<br />
Y el rubiales (cornudo autoconfrmado) fjo en el cuerpo de<br />
la mujer. Una más. Gatilla y el estruendo opaca el poc de la bala<br />
que al entrar pretende moralizarla con un nuevo ojal carmesí.<br />
Todo ha sucedido en aquel camarote de sombras hasta ese<br />
ahora jadeantes y felices.<br />
Luego de un tiempo prudencial, el Cuervo se acerca cauteloso.<br />
Oh la la la, Madonna mía, My God, Ave María. Desfladero<br />
de bocas abiertas, manos que la tapan y cejas levantadas.<br />
Cinco horas para la Gare de Lyon; en la formación 315 sólo<br />
se habla de eso.<br />
No pudo pegar un ojo. El Cuervo sabe: recién ahora, después<br />
de tanto tiempo, está completamente metido en Europa…, y es<br />
grave.<br />
Se reprocha todo, incluso las dudas. Es que la rutina que lleva<br />
en España lo tiene así, fuera de entrenamiento: Mirá si lo encaraba<br />
al rubiales. Cómo no se dio cuenta. ¿No era evidente que<br />
no era con él la cosa? En otro tiempo no le hubiera dado importancia,<br />
o al menos hubiera advertido que se trataba de otro rollo.<br />
Estación a la francesa. Ruidos suaves. Gestos ampulosos pero<br />
necesarios. Y nadie que mire a los ojos.<br />
Lo esperan.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 219
París se apresta a entrar defnitivamente en la primavera.<br />
Ciudad gris pero vestida de festa.<br />
toria.<br />
Y el Sena es un barro de injusticia escarlata, cargado de his-<br />
Permanecerá por unos días, en la casa de amigos de los erre-<br />
pé (de los tupamaros y de Montoneros, del Mir chileno también).<br />
Habitantes circunspectos del 17.<br />
Luis enterado: la operación “Marlene” ha sido completamente<br />
exitosa. Viaja desde Lisboa manejando un Seat blanco.<br />
Dietrich.<br />
En fn.<br />
El nombre votado tuvo signifcantes obvios. Alemana, también<br />
norteamericana. Rara mezcla erótica que llevó a que la elijan<br />
a pesar de cierta, congénita incapacidad para eso.<br />
Para Rudo la operación debió bautizarse Charlotte. Por la<br />
Rampling y su “Portero de noche”.<br />
Sólo él.<br />
El punto es que ahora uno, el Cuervo, baja desde la tierra gala<br />
con los regalos metidos en un bolso de doble fondo. Y el otro,<br />
Luis, sube desde la antigua Lituania cargado de esperanza. Un<br />
poco de certeza. Y mucho de ansiedad.<br />
Quién sabe por qué, pasando Barcelona, el Cuervo se duerme<br />
pensando en sus primeros días en La Habana.<br />
Yuca frita. Arroz congrí. Tostones. Carne de cerdo -primero<br />
horneada, después frita- . Y el muslo de gallina bien cocido. A<br />
lo turista, tomar mojito y luego darle al buche de café. Enseguida<br />
rumbear alrededor del Malecón…, porque ¿es explicable La<br />
Habana sin el Malecón?<br />
220
“En la vida real” dicen los cubanos, si quieren reafrmar sus<br />
propias ideas. Y aunque eso no lo aprendió de inmediato, ahora<br />
parece que lo supiera desde siempre. En la vida real no es fácil<br />
nada, porque, por ejemplo, aunque el sadismo del bloqueo gringo<br />
sea cierto, la pobreza deja en la boca una ilusión amarga; y<br />
esconde el daño. La tristeza que provoca. Mucho más allá del<br />
folck que la rebeldía cubana puede representar para los no isleños.<br />
En fn, la verdad es que los que llegan miran…, están unos<br />
días o tres meses pero al fnal, sí o sí, regresan a sus ciudades<br />
asegurados en la calma burguesa que les permitió viajar.<br />
Amparo López Enríquez, aquella soldada artemiseña, hacía<br />
verdadero honor a los caídos del cuartel Moncada.<br />
Pero él -duerme sin soñar- no lo sabe todavía. Llegará el día<br />
que pisará tierra colorada, la de Artemisa. Aquella que también<br />
puso hijos que saltaron en las olas a bordo del Granma heroico.<br />
Aquella que le dio al poeta la inspiración para que diga, “Hay<br />
sangre de Artemisa brillando en la bandera”<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 221
222
4<br />
Caracas<br />
2007<br />
Lili, Walter (XII)<br />
Santé. Azcuénaga esquina Peña. No olvidan, la inteligencia<br />
cubana no olvida, me habían dicho. Se les había escapado y ahora<br />
querían saber qué fue a hacer el Cuervo allá hacia el 2002, antes<br />
de morir, a La Isla. ¿Es que era Victoria la que soltaba información<br />
del gobierno de La Habana? ¿En todo caso, cuánta? Pero<br />
también me aseguraron que deseaban conocer a quién respondía<br />
el Cuervo dentro del gobierno chavista. Saberlo sin hacer<br />
demasiado ruido. Que no se notase. Y yo estaba ahí. Esperaba<br />
por Lili. Es cierto, siendo apenas periodista de investigación no<br />
podían ilusionarse demasiado de mi trabajo, porque para espía<br />
no doy. Además, como alguien ha dicho -con justicia y algo de<br />
maldad-: un buen periodista es el que habla de todos y de todo<br />
y sabe poco, nada. Claro, las novedades que les pasaba al fnal<br />
de las charlas las procesaban ellos. A mí, ni mu. Me exprimían<br />
durante horas y después repreguntaban, todo. Indefectiblemen-<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 223
te conseguían algún dato que en la primera se me había pasado.<br />
De verdad me sentía un perejil, vulgar buchón de republiqueta,<br />
pero al escrúpulo lo perdía si sumaba lo que me pagaban. La<br />
verdad es que la guita me hacía falta.<br />
La vi cruzar la calle con paso lento; guardaba las llaves en la<br />
cartera. Parecía pesada, claro, maquillaje, cremas y pañuelitos<br />
no sólo abultaban. Después se acomodó el pelo y levantó la cabeza.<br />
Sonrió al verme detrás del ventanal.<br />
Once de la mañana de aquel miércoles luminoso; ella presagió<br />
luego de saludarme: -Vas a ver, viene tormenta…, van a<br />
caer sapos con pico. Estiré el cuello mirando al cielo a través del<br />
vidrio. -No Walter, largó, riéndose de mí, Llega desde el sur.<br />
De frente, yo los veía. De espaldas, ella no. La trompa del<br />
Dacia detenido contra el cordón, apenas asomaba el capot por<br />
la ventana del bar.<br />
-Bueno, faco, dónde quedamos.<br />
-Eh…, ah, sí, el Cuervo se las tomó de Madrid.<br />
-Fue a Caracas; ahí se radicó defnitivamente.<br />
-¿No volvió por acá?<br />
-No, Walter, supo regresar para ver a su familia, a sus amigos.<br />
-¿Nunca se quedó varios meses?<br />
-Después de 1984, estuvo como tres seguidos…, ya no vino<br />
más que de paso, quince, veinte días quizá.<br />
-¿Por?<br />
-Qué querés, sabés la impresión que le causaba escuchar al<br />
Coti y a la Coordinadora de la juventud radical hablando de revolución…,<br />
esos modositos, ¡haceme el favor!<br />
Caracas resultó ser un largo cuartel de invierno del que el<br />
Cuervo nunca salió. Apenas si realizaría alguna que otra opera-<br />
224
ción política o escaramuza a los tiros pero nunca orgánicamente<br />
armada ni cosa por el estilo. El relato de Lili confrmaría la presunción.<br />
-Mirá, dijo ella hablando bajito, Los primeros tiempos se dedicó<br />
a eso que venía haciendo, sacar cumpas del país; más adelante<br />
empezó a relacionarse con algunos grupos del socialismo<br />
caraqueño y a tomar contacto con militares nacionalistas…, te<br />
imaginarás, ¿no?<br />
La miré preocupado de que notara que la sobraba. Como suponía,<br />
hablaba de los que años después seguirían, incondicionales,<br />
el camino del presidente venezolano. Ella aligeraba la voz:<br />
-Chávez era muy pendejo en ese entonces, tendría dieciocho<br />
o diecinueve, qué se yo, y afrmó como si hubiera adivinado lo<br />
que pensaba, Pero la infuencia de los nacionalistas mayores que<br />
él le llegaba por los cuatro costados; dicen que Chávez es un<br />
admirador de los actos heroicos, y que lo que más admira es el<br />
descarrilamiento del tren blindado de Batista a manos del Che.<br />
{Recién mucho tiempo después Walter entendería esas razones<br />
que entonces no: la narración de Liliana mostraba por qué,<br />
progresivamente, la vanguardia revolucionaria en el exilio fue<br />
desarticulándose en cientos, miles de fracciones. Nuevas familias.<br />
Hijos. Historias renovadas. El olor del dinero. Las cúpulas<br />
trataban de mantenerse activas pero la vida que habían elegido<br />
parecía perderlos en una nebulosa fetichizada}. Y el Cuervo daba<br />
la impresión de haberse sometido a esa buena sombra anodina.<br />
Ella tomó el restito de café, me miró encabronada:<br />
-Puta que los parió, ya ni nos dejan fumar, y siguió sin quitarse<br />
la cara de conejo enojado:<br />
-Pero sabés, la existencia depara cosas inesperadas, porque él<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 225
no se iba a entregar así nomás…, de hecho, en Caracas fue metiéndose<br />
en grupos culturales y empezó a promocionar cuestiones<br />
relacionadas con el arte, especialmente teatro, ja, si Benito<br />
lo hubiese visto ni te cuento; él mismo, el Cuervo, me dijo que<br />
pensaba en eso: si Benito hubiera estado vivo se hubiese hecho<br />
una panzada viéndolo colaborar en la dirección de muchísimas<br />
obras de teatro.<br />
Pedí otra agua; para ella, más café.<br />
-Lili, no entiendo, por qué largó la militancia tan así si muchos<br />
de sus antiguos cumpas volvían al país, la dictadura se cayó<br />
después de Malvinas y.<br />
-Flaco, para el Cuervo la democracia formal que se venía<br />
no signifcaba nada…, fjate si no, más pobres…, más que en<br />
nuestra época; injusticias, menos ricos pero con muchísima más<br />
guita; violencia imparable…, qué, necesitás que te demuestre lo<br />
obvio…, además no largó la militancia, la elaboró de otro modo<br />
y en otro país.<br />
La atajé resoplando:<br />
-No me convencés, Lili, hay gato encerrado, hermana.<br />
Sombra. Su cara se agrisó. Pero no había en ella molestia.<br />
Esta no. Había tropezado con el lado débil de su héroe.<br />
*<br />
Dicen que en un restaurante caraqueño, un poco oriental mezclado<br />
con el aroma tentador de la pasta italiana, el Cuervo está<br />
cenando solo. Llueve. Ni siquiera se ve el contorno del Cerro Ávila.<br />
El puño de su saco acaba salpicado con salsa rossa. Tentado de<br />
putear mira alrededor, se abstiene de hacerlo a pesar de que todos<br />
están concentrados en lo suyo. Pocas horas antes se lo habían<br />
dicho. Fue el tono, impersonal y frío de los médicos. La blancura<br />
226
de las paredes. O, esa última rutina suya: mirar la vida desde la<br />
primera fla de un teatro lleno. Cierto es que la noticia que recibió,<br />
realmente ominosa, no parecía haber dado en el blanco.<br />
Sí que dio.<br />
*<br />
Lili se tocó el lunar debajo de la barbilla:<br />
-Tardamos, es cierto, pero tímidamente fuimos convenciéndonos,<br />
bajó la mano y repasó el borde de la mesa con la punta<br />
de tres dedos, Mirá, dijo, estiraba la vacilación que le provocaba<br />
contar la verdad, La derrota era asimilable en cualquier terreno<br />
menos en ése, y la del Cuervo se asimilaba más que ninguna.<br />
Levantó los ojos, resignada; antes de que siga arremetí:<br />
-¿La vida que llevó él, decís?, asintió sin moverse ni tampoco<br />
hablar. Apenas si fjó los suyos, bien abiertos, quedándose<br />
ahí -perpleja y aletargada por la confesión-, quietos, escarbando<br />
dentro de los míos. Por fn, los retiré. Después de todo no era tan<br />
terrible, cualquiera que pierde tiene que, o empezar de nuevo o<br />
hacer otra cosa.<br />
-Oíme, Walter, sé lo que pensás…, en ocasiones el azar es<br />
medio mierdoso, y en nuestro caso pareció ensañarse, sacó un<br />
cigarrillo de la cartera, Incluso después del dolor, qué querés que<br />
hiciéramos, qué podíamos hacer, ¿qué, él…, tan lejos y solo?<br />
Lili repitió eso una, dos veces, y en la letanía fue perdiendo<br />
compostura. Esa que yo, a mi pesar, le admiraba. Como no lo<br />
había hecho antes en ninguno de sus relatos, ella balbuceaba.<br />
Armaba un discurso descargo que, debo decirlo aunque suene<br />
feo, me divertía. Sí. Viéndola desmoronándose pedacito a pedacito,<br />
yo gozaba. Al fn, no era más que una mujer que lamentaba<br />
la pérdida de un hombre. Desvié la mirada hacia fuera; el Dacia<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 227
seguía estacionado, ya ni se preocupaban por disimular. Entonces<br />
supe, era el momento de ir por más, la tenía a disposición y<br />
pensé que si era capaz de envolverla, sacaría toda la información<br />
esa misma mañana.<br />
-¿Se dedicó al teatro el pibe?<br />
Apenas terminé de preguntar me arrepentí, supuse que ella<br />
se rearmaría, ofendida por el tono burlón que terminaba de emplear.<br />
Pero no. Confrmaría la impresión de estar desencuadernada<br />
del todo:<br />
-Sí, al teatro, pero eso no es tan fundamental …, él contactó a<br />
importantes grupos que en el 98 ayudaron a que Chávez llegara<br />
al poder.<br />
Yo la veía así, tan preocupada por justifcar a su amigo, con la<br />
guardia tan baja que fui con el cuchillo a fondo:<br />
-Dale, hermana, me vas a decir ahora que tu amigo tuvo que<br />
ver con aquel triunfo, cómo es …, ¿Bolivariano?<br />
-Te digo que sí…, dejame, voy al baño y vas a ver que sí.<br />
El viento movía las hojas de los árboles y empezó a oscurecer.<br />
Tenía razón, la tormenta se anunciaba haciendo sombra en el<br />
asfalto de la calle Azcuénaga.<br />
-¿Sabés quién es el Negro Baduel?, me preguntó mientras<br />
se sentaba; dije no con la cabeza y ella prosiguió, Uno de los<br />
hombres más importantes de la Revolución Venezolana, especialmente<br />
durante y después del caquero intento de golpe del 11<br />
de abril de 2002, el Cuervo anduvo por ahí, cerca del Mirafores,<br />
armando barricadas para resistir la embestida y parece que.<br />
Lili hablaba, yo retenía el nombre que me había dado, Baduel;<br />
supe que era (¿seguirá siendo?) un general paracaidista que de-<br />
228
fendió a Chávez. Que además garantizó la lealtad de los milicos<br />
de allá. Que no los dejó darse vuelta. Cada referencia que ella<br />
hizo de ese tipo la retuve; estuve tentado de decirle que parase, ir<br />
al baño y anotar. Pero confé en mi memoria (así me fue) porque<br />
sabía: lo que perdiera los cubanos lo reconstruirían.<br />
*<br />
Dicen que vuelve caminando. Aunque la espalda duele (los<br />
pulmones o una contractura, aseguró semanas atrás -antes de los<br />
estudios- el médico) pese a todo lo hace igual. Porque las calles de<br />
Caracas se prestan. En la noche, carecen del bullicio de Buenos<br />
Aires o del DF pero igual se acomodan al caminante. Lo arropan<br />
sin perturbarlo y entran con él, cielo o inferno, en la espiral centrípeta<br />
del viaje ad intra.<br />
Abismándose, el Cuervo entrecierra los ojos y el escenario callejero<br />
se asemeja perezosamente a una clase de fantasmagoría<br />
tangible.<br />
Sombras que no lo son pasan a su lado como si lo fueran. La<br />
brisa fresca que baja de los cerros mueve las hojas hasta entonces<br />
quietas.<br />
Encorvado una pizca, la nausea que siente se encarama en<br />
todo él transformándose en un nuevo estandarte. Y se convence:<br />
ya no lo abandonará.<br />
Al doblar en la siguiente esquina, después de varias cuadras,<br />
se detiene y levanta la cabeza; apagado, el cigarrillo cuelga de su<br />
boca. Abre grandes los ojos, estupidizándose en un fanal blanco<br />
que ilumina paredes y veredas.<br />
Dicen que dice ¡Mierda! al comprenderse montado en el último<br />
tablado del último acto.<br />
Actor de qué.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 229
Cuál es; cuál de todos los escenarios posibles.<br />
Acaso sea mutante de una existencia emperrada en desfetichizar<br />
lo indesfetichizable.<br />
El saco pende del brazo fexionado; la corbata azul, mecida por<br />
la brisa se alza como insubordinada.<br />
Y él que se apoya contra el muro gris de una casa dormida.<br />
Transmigrante recién llegado a la desmesura. Absorbido y triste.<br />
Quita la vista de la farola; encandilado todavía no reconoce su<br />
mano izquierda a la que intuye reclamante. Cómo, si el mundo<br />
va. Imposible oponérsele. Cuánto ha costado. Cuántos los que se<br />
fueron. Y a quién le importa.<br />
Dicen que el Cuervo empieza, hablándole {a su mano izquierda},<br />
a la que apenas ve: no me reconocés, menos así, entregado,<br />
roto y desnudo en la peor de las miserias.<br />
Qué tú dices, preguntaría Amparo.<br />
*<br />
Liliana revolvió el café: -¿Me seguís?, sin dejarme contestar<br />
continuó con el relato, refriéndose a la Caracas de los días del<br />
golpe, El Cuervo no se quedó impávido, haciéndose el pelotudo,<br />
se la jugó, Walter, y, creo, volvió a ser el que nunca dejó de ser.<br />
Al chocar insistentemente con el plato el pocillo hacía un ruido<br />
tenue, Lili no podía ocultarlo, nerviosa prosiguió sin interrupciones;<br />
y yo la dejé hablar: -Oíme, dijo sin mirarme, Parece que<br />
el Cuervo, a pesar de los años no perdió la norma aprendida en<br />
la clandestinidad, cuentan que anduvo parapetado entre paredes<br />
y árboles gruesos, que llevaba un viejo colt amartillado y<br />
listo… que tiró, no una sino muchas, ¿entendés?..., y creo que<br />
no más de dos habrán sido al aire, el no sacaba porque sí; date<br />
cuenta, me aseguraron que cruzaba las calles de a tres zancadas,<br />
230
parecía un fantasma con cuarenta años menos, y que lo seguían<br />
siete o nueve milicos, qué sé yo; eran leales a Chávez pero más<br />
a Baduel que los había mandado a las ordenes del Cuervo, ¿te<br />
imaginás?, él, mandón de los militares, qué me decís. Sonrió y<br />
el rictus dibujado desde hacía rato en su cara se disipó; ella hablaba<br />
y yo relojeaba a una de las camareras del Santé, Marcela<br />
-escuché que la llamaron-, tenía una boca así, tentadora, aunque<br />
no me miraba sé que también sus ojos. Liliana levantó la voz no<br />
porque supiera en qué andaba yo sino porque se entusiasmaba<br />
en su propio relato:<br />
-Llegaron cerca del Mirafores, rompieron el vallado que las<br />
columnas leales al golpista Carmona habían desplegado en anillos<br />
regulares; fueron las avanzadas chavistas las que entraron<br />
por el Norte y por el Sur, el Cuervo llegó por el Oeste…, ¿ves?<br />
de poniente a naciente, ja ja, levantó los ojos y me miró, ¿pretendía<br />
que también riera?; no, porque no entendía el chiste; ella<br />
no se dio por aludida y con la mirada marcadamente efusiva<br />
empezó a defnir: -El Cuervo demostraba que hay prácticas que<br />
uno nunca abandona, es como si, imaginate que ahora esos tipos<br />
que están en el auto bordó atrás mío y delante tuyo…, ¿los ves?,<br />
bueno, seguro que son canas y esperan, suponete que salieran<br />
de golpe y nos encarasen, te aseguro, Walter, yo sabría cómo rajar…,<br />
o por qué creés que estoy de frente a la puerta y apoyada<br />
al costado del ventanal, o pensás que no los vi antes de entrar al<br />
bar o desde el balcón de mi casa; por eso no necesito fcharlos de<br />
nuevo para saber que siguen ahí, y no me importa si esperan a<br />
un chorro, un narco o a mí, ¿sabés?, un cana siempre es un cana,<br />
esto me lo enseñó el Cuervo y por más que a vos te parezca, no<br />
sé…, ¿demodé?..., bueno, como sea, el quid es que todavía no he<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 231
perdido los refejos, a mi edad la cartera me pesa por otras pero<br />
no por eso.<br />
Demudado.<br />
¿Cómo putas supo? ¿Sospecharía que yo y los del Dacia? Qué<br />
quiso decir con que la cartera le pesa por otras cosas... No, qué<br />
mierda va a llevar. Pensé todo eso, pero seguí, aunque atónito,<br />
correctamente sentadito en el sillón del bar, ella tenía en la cara<br />
una expresión avefenixca:<br />
-El Cuervo parecía resignado, pronunció de golpe con toda la<br />
voz, Para algunos como el Pelado, él se había rendido, pero demostró<br />
que no; después que Chávez recuperó el poder…, bueno<br />
ellos dicen que nunca lo perdieron, que siguió siendo Presidente…,<br />
quisieron llevarlo al gobierno pero el Cuervo no aceptó,<br />
me dijeron que argumentó que no se llevaba con las burocracias<br />
estatales por más revolucionarias que fueran.<br />
*<br />
Dicen que piensa en otra vida. Qué hubiese sido si la suya hubiera<br />
sido otra. Mira en la negrura de la noche caraqueña tratando<br />
de repasar lo que no fue. Y da la impresión de quedarse estático<br />
en esta agonía imposible. Es la de un buen burgués la que tiene<br />
ahora, entonces qué es lo que pretende imaginar, preguntan.<br />
El Cuervo se mete por un callejón atajo, corta la manzana<br />
en dos. La avenida queda atrás. Duele la espalda y escupe entre<br />
verdoso y negro. Sale a la transversal angosta y oscura; regresa<br />
recurrente, tal vez si se le hubiera dado por el peronismo, quién<br />
sabe. Porque para ser peronista no había que tener radicalizado<br />
el pensamiento. O sí, pero al menos con un pragmatismo que lo<br />
atenuaría de cualquier modo.<br />
Otra vida debería haber sido otra y no una parecida.<br />
232
Por ejemplo, ingeniero civil.<br />
O como esos tipos que van con dios agarrado de las bolas, piensa<br />
el Cuervo: Médico.<br />
No como el Che. Sí como Favaloro. Con el delantal desprendido,<br />
inatacablemente blanco y la voz grave, pontifcando verdades<br />
para que todos se arrodillen. El nombre intocable, como el de todo<br />
magnánimo.<br />
O juez. Perteneciente a esa sagrada familia impoluta, de verba<br />
encendida y mujeres recatadas. De impune independencia. De<br />
mano halagüeña pero eso sí, la mirada inquisidora.<br />
Otra vida es otra vida.<br />
Académico. Sociólogo por ejemplo, pero con orientación de económicas.<br />
La UBA para más datos. Explicando por qué Marx tiene<br />
razón y es el mundo el que está equivocado; como Marx ya no<br />
está en el mundo pero el académico sí, es mejor que este se adapte<br />
al mundo antes de que el mundo entienda a Marx. La sociedad<br />
lo comprenderá más adelante, pero hasta ese momento… Dicen<br />
que el Cuervo suelta una carcajada que estalla en la callejuela de<br />
asfalto poceado.<br />
Pescador.<br />
Anzuelos, botes, cañas y redes en algún pueblo de mar, sin que<br />
falte el faro. De un lado la taberna. Del otro la capilla, solo que<br />
ligeramente esquinada. Usanza de techos bajos, de casas que se<br />
parecen. Muchas pintadas de blanco, algunas apasteladas o té con<br />
leche. Otras no. ¿Las terrazas?, ocultas detrás de las alabardas.<br />
Y qué de esta burguesa, dicen que piensa. Ésta, la que lleva.<br />
Cronógrafo de su propia existencia, la que ahora lo punza implacable,<br />
el Cuervo se revuelve en sí, íntimo y.<br />
Duele al caminar.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 233
Se agita, los pulmones silban.<br />
Es la cabeza, piensa.<br />
¿Qué hora es? Mira el reloj: cuatro y cuarto de la mañana. A<br />
esta hora, hace memoria, Buenos Aires -la ciudad mujer, según<br />
Ronald Washington el Uñas Mamaní- habla.<br />
Pero está en Caracas.<br />
El recodo de la calle le trae recuerdos recientes. Meses atrás<br />
tuvo que optar, Cocteau, Bretch o Arlt. Así, dicen, de pronto llega<br />
el parlamento de Saverio el cruel: ¿Y cuál es el objeto de su farsa,<br />
doctor?<br />
La columna fría, la pintura descascada -ustedes dirán que no<br />
podía faltar para completar el tango, pero les aseguro ¡así es!, dicen-<br />
y el haz mortecino. El Cuervo apoya la espalda como un descuajeringado<br />
malevo de Parque Patricios.<br />
Duele, como la puta madre duele.<br />
Y para colmo, respira silbando.<br />
*<br />
Marcela sonrió y yo me embelesé a pesar de la estupefacción<br />
que todavía estaba en mí por el descubrimiento que hizo Liliana.<br />
No obstante pude hacerme de un espacio para intentar que<br />
ella, la camarera, se avivara:<br />
-¿Más café?, preguntó. Lili asintió con la cabeza. Dio la vuelta<br />
-Marcela- sin darse por aludida; la seguí con la mirada.<br />
En aquel ahora empezó a llover. Gotas grandes. Se notó enseguida<br />
nomás. La temperatura bajaba.<br />
La gente, en la vereda, corría. El ventanal fue empañándose<br />
apáticamente. La humedad, sí, pero también el humo del café.<br />
En todo ese tiempo permanecimos callados. Supongo que ella<br />
estaría metida en el corazón del Cuervo.<br />
234
Yo no. Pensaba en otra cosa hasta que vi que el Dacia bordó<br />
se alejaba.<br />
-Tienen miedo de la lluvia, comentó Lili al verlos pasar. Son-<br />
rió antes de agregar: -Menos mal…, no aguantaba ya las ganas<br />
de ir a casa.<br />
Cerré la puerta del bar mirando hacia adentro, esperanzado<br />
de que Marcela me estuviese mirando. Ella de espaldas, indiferente;<br />
apenas el perfl de sus ojos presidiendo la sonrisa.<br />
Saltamos un charquito que empezaba a formarse y nos metimos<br />
en el palier. El ascensor llegaba, Lili alisaba su blusa.<br />
Su departamento tiene un olor especial. Mezcla de whisky,<br />
remedios, bibliotecas y almuerzos. Y un sí de glicinas silvestres<br />
recién cortadas: -Las traje el domingo desde Rauch, aseguró<br />
como si hubiera notado mi nariz dilatada.<br />
[Sí, a lo mejor es mucho -diría Héctor Lastra-].<br />
No pude con el genio, aunque la prudencia aconsejaba lo<br />
contrario igual avancé:<br />
-Cómo supiste de esos tipos.<br />
Ella me observó; recompuesta ya de su derrota temprana volvía<br />
con todo, arremetiendo sin empacho:<br />
-Oíme faco, ¿te pensás que las que pasé fueron al pedo?..., no<br />
querido, y el Cuervo tampoco.<br />
Como si hiciera falta. Encima me refregaba la leyenda. El<br />
Cuervo no había sido más que un hombre pero ella lo creía<br />
un semidiós. Cruzó las piernas y el vestido se arremangó hacia<br />
la mitad de sus muslos. O no se preocupó o no se dio<br />
cuenta.<br />
-Sé, puso la voz frme para exclamar como si estuviera divertida<br />
con su hallazgo, Que vos no creés, clavó la mirada en el te-<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 235
cho un instante; la bajó para continuar, categórica, Me importa<br />
un carajo…, porque no vale la pena que entiendas o que todos<br />
entiendan, ¿sabés?, un trueno retumbó en la cristalería de los<br />
aparadores; no dio la impresión de darle importancia a pesar del<br />
temblor de las copas, Demasiado metidos estamos en la mierda<br />
de las cosas y completamente afuera del mundo, pero vos igual<br />
lo preferís así, ¿no?<br />
Mi cara se acaloró. Sentí que una impiadosa clase de veneno<br />
era el que la sometía.<br />
-Mirá Walter, no disimulés más, dejame que entienda…, por<br />
ahí vos no tengas la culpa…, y no me gustaría equivocarme.<br />
Arreció. A raudales. Fue como si en aquellas negruras del cielo<br />
entrara toda el agua del mundo.<br />
Solamente duró media hora.<br />
Lili me había dado el pie para que yo no insistiera. Fue por mi<br />
silencio inicial que ella se apuró a monologar, imparable y, claro,<br />
eludiendo el tema. Aseguró, calzándose en un tonito soberbio,<br />
que su generación ya estaba al costado del camino y que era el<br />
país el que se lo perdía:<br />
-Tipos como el Cuervo, faco, quedan pocos…, aunque a decir<br />
verdad hay una mujer de mi generación que me da esperanzas,<br />
Cristina, claro, pero eso no importa ahora.<br />
Encendió el cigarrillo que traía en la mano desde que salimos<br />
del bar. Premeditadamente disfrutó de la primera seca. Se recostó<br />
así, en la pausa, distanciándose de mi pregunta. El humo<br />
subía y ella arremetió, defnitiva:<br />
-La…, cómo decirlo…, ¿atmósfera?, sí, eso es, la atmósfera<br />
en la que se moldeó el Cuervo lo impregnó…, aquellas baladas<br />
gloriosas que abrigaron su alma, con errores y todo, le dieron<br />
236
el vigor necesario para querer cambiar todo. Pero vos la tenés<br />
clara, esa madera ya no se encuentra.<br />
Soltó otra bocanada y me señaló con el mentón, esperando<br />
por mi asentimiento para seguir.<br />
La punta de mi zapato hurgaba por enésima vez en el parqué.<br />
Recordé, preparando la pose, tiempo atrás le había dicho que<br />
generacionalmente los admiraba tanto a ellos como repudiaba<br />
a la mía propia.<br />
Pero lo que no le dije es que eso no impedía que mi naturaleza<br />
hecha a imagen y semejanza del perfl dorado de un Rolex,<br />
me llevara a comportarme como lo hacía. Y como lo seguiría<br />
haciendo.<br />
Me percataba, Lili tenía razón. Era mejor no averiguar de qué<br />
modo o por qué se había avivado de los cubanos. Qué sentido<br />
tenía hacerlo; lo que yo necesitaba era información y ella parecía<br />
dispuesta a seguir dándomela. Me proponía un pacto no dicho.<br />
Entonces era evidente o por lo menos posible pensar que ella,<br />
desde el principio, imaginara todo pero que, pese a eso, estuviese<br />
dispuesta a cumplir su papel. Igual que en aquellos años<br />
lo estaban si, con eso, las circunstancias del mundo pudiesen<br />
ser diferentes. Héroes o imbéciles, hasta la vida pusieron en la<br />
mesa, pensé.<br />
Quizás Liliana asumiera que así reivindicaría al Cuervo en<br />
su sorprendente decisión fnal, allá, mientras andaba de rondón<br />
con la muerte; esa que había insinuado pero que todavía no me<br />
revelaba. Aquel acto postrero de su titán no debía quedar en el<br />
anonimato aún a costa de hacerse la desentendida.<br />
También, en esa increíble y vertiginosa sucesión de ideas,<br />
pensé que -por otra parte- los cubanos, con aquel gesto de mar-<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 237
charse al caer las primeras gotas, dieron la idea de decir, Oye<br />
chico, ya está bien, con lo que tenemos es sufciente, falta que<br />
nos cuentes y nada más.<br />
Así, ni siquiera pensé que no me enteraría lo que hizo o dijo<br />
Victoria cuando recibió al Cuervo en La Habana hacia el 2002.<br />
Restarle importancia a eso fue mi error.<br />
No debí empecinarme entonces. Ella quería seguir y La Habana<br />
-como creía por entonces- me pagaba por la historia completa<br />
y no por una parte.<br />
Qué fue lo que pasó. Qué putas me llevó a porfar a pesar de<br />
todas esas razones que me demandaban sensatez.<br />
Qué mierda fue lo que me trajo hasta acá, a este penúltimo y<br />
miserable rincón de la ciudad desde donde estoy contando todo,<br />
cagado de miedo.<br />
Liliana es mujer, sí, ¿y qué?<br />
Porque a pesar de todo, por fn saliendo de esa jaez<br />
[ustedes, lectores, comprenderán que yo, el autor, haciéndole<br />
decir al personaje, merezco darme algún lujo]<br />
de ampolla en la que se había ralentizado el tiempo terminé<br />
de toquetear el parqué con mi zapato, levanté la cabeza, fruncí<br />
el entrecejo con la intención de que, al observarme, ella se asustara:<br />
-No contestaste mi pregunta, Lili. Largué impostando la voz,<br />
quería que sonara como la de Edmundo Rivero al cantar “Amablemente”.<br />
Me puse de pie. Fui hasta la biblioteca.<br />
-Para quién trabajás, oí que me preguntó. Seguí de espaldas,<br />
pensaba que no valía la pena:<br />
-Para mí, Lili…, ¿no te diste cuenta?, pero dejá de pregun-<br />
238
tarme y respondeme, por favor, cómo supiste que ellos estaban<br />
ahí…, para mí es importante que lo digás.<br />
Puse la mano en dos o tres libros pero no saqué ninguno.<br />
Permanecí quieto, miraba el lomo de aquellos que intuía con sus<br />
hojas amarillentas (de golpe me acordé de la biblioteca del padre<br />
de Elisa Zanón, el abuelo de Agustín Sella), pero sin quedarme<br />
fjo en alguno en especial.<br />
Fue su voz -sonó desconsolada- la que me dejó estático:<br />
-Walter, andate…, como sea o para quién sea que trabajés,<br />
andate.<br />
*<br />
Bar El Picoteo. Los codos en la mesa y la taza humeante. Alerta,<br />
el Cuervo aguarda.<br />
Rato antes dio vueltas en círculos.<br />
Caracas envuelta por los pasos de este moribundo que ahora<br />
espera.<br />
La Plaza Altamira y la Brion Oleari lo vieron pasar. No como<br />
ahora, tan expectante en la madrugada.<br />
Permanece sentado en una mesa alejada. Y contra el ventanal<br />
que amanece. Sólo el mozo, lo observa. No importa que en voz<br />
alta, hable con nadie. Espectros o brujas lo mismo da. Que pida<br />
más whisky borra todo escrúpulo. Y más a esta hora en la que<br />
quedan dos o tres clientes.<br />
Enroscándose hacia adentro y a la izquierda dibuja una rodaja<br />
perfecta que lo mete en el inframundo interior.<br />
Nítida, entre los pliegues de la memoria, su propia voz retumbando<br />
en el Teatro del Este para sugerir al director que no debía sonar<br />
tan agudo el tono de (Claudia) interpretando a Luisa en Saverio<br />
el Cruel: Mire si Susana, después de curarse, se enamora de usted.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 239
Y es su imagen rejuvenecida la que se aparece, de pronto, or-<br />
denando a la tropa de militares y civiles que avancen si quieren al<br />
Comandante Don Hugo Rafael Chávez Frías repuesto en su lugar.<br />
Si es que lo quieren para continuar con esa clase de neo revolución<br />
en el siglo XXI.<br />
Son sus piernas las que delatan, al apoyar las palmas, una<br />
tensión de guerrillero erpiano (tan lejos y tan cerca) todavía en<br />
ciernes.<br />
Aquel mundo condicionó la existencia hacia un sentido que<br />
daba sentido a la existencia a pesar de las redundancias. Manera<br />
de ser. De estar.<br />
De construirlo.<br />
¿Morir?<br />
Bueno, sí, pero…, ¿porqué de esta manera?<br />
Ordinaria.<br />
Pequeña.<br />
Menos que burguesa.<br />
Sin otra defensa que la de los químicos provistos por los médicos.<br />
Sin ni siquiera la magia reivindicada por Claude Lévi-Strauss.<br />
Quiero un tribunal con dios (¿Dios?) a la cabeza, dicen que dijo<br />
el Cuervo empalándose en una atabacada borrachera casi fnal.<br />
Y es de nuevo él -cincuenta convencionalmente borracho de alcohol<br />
y tabaco y cincuenta convencionalmente cuerdo- pero ésta,<br />
entre las butacas del Teresa Carreño (tres días antes del estreno de<br />
Las visiones de Simone Machard, de Bertold Brecht) escuchando a<br />
El Capitaine: ¿Qué sentido tiene una audiencia cuando la sentencia<br />
se ha dictado ya?<br />
Su cabeza va descolgándose, un poco acompasada, otro poco<br />
240
no. Por fn, queda metida entre sus brazos sobre la mesa; la frente<br />
apenas si percibe aquella dureza de madera vieja.<br />
El Cuervo llora sin odio.<br />
Dicen que los enfermos terminales, sabiéndose muertos, antes<br />
y primero se llenan de bronca. Y que la expresan como sea. Todo,<br />
hasta que, por fn, se apean desapasionándose del aborrecimiento<br />
para enfrascarse en esa, la última frontera.<br />
“Mañana, un general con viruela boba habrá de acuartelar a<br />
mil conscriptos/ porque una mosca le ensució un tintero de la<br />
guerra del Paraguay/ y su esposa tendrá un hijo con un coronel” El<br />
Cuervo sonríe, levanta la cabeza completamente seducida de ron,<br />
agradeciendo a la memoria el regreso de Roberto Santoro.<br />
Dicen que sale del bar sin saber qué pero sabiendo: tiene la<br />
respuesta.<br />
*<br />
Apenas un día después de que ella me echara de su casa empezó<br />
la locura. Pero. ¿Cómo podía yo, como que me llamo Walter, adivinar<br />
que aquellos eran gusanos venidos de la gusanera miaminesca<br />
para los que no era sufciente saber del Cuervo y de Baduel? Debí<br />
suponerlo porque si les pedía vernos en la embajada ellos encontraban<br />
una excusa para que fuera en un bar o en mi casa. Cómo<br />
podía imaginarme que lo que más importaba era saber de Victoria,<br />
la funcionaria cubana que hospedó al Cuervo en La Habana y<br />
de la que pensaban podrían obtener información clasifcada.<br />
Por teléfono me apuraron:<br />
-No cumpliste la misión, oye, dijeron con aquel delatante<br />
tono (que yo negaba) entre latino, y mafoso.<br />
Ellos insistieron con que yo debía insistir. No entendieron<br />
razones. Tampoco aceptaron que ya no era posible.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 241
Por eso escapé. (Estaba claro, debía irme.). Les dije que lo<br />
intentaría porque pensaba que así ganaría unas horas.<br />
*<br />
Los que averiguaron cómo se decidió aseguran que fue una tar-<br />
de (veintitantos días después de la noticia), asomado al balcón de<br />
la segunda planta de su casa caraqueña pintada té con leche. Cansado,<br />
con las manos abiertas, como entregado. Fue entonces que<br />
la vio -¿creyó verla?- caminaba parsimoniosa sobre la pendiente<br />
empedrada que bajaba hasta la avenida. Andaba a contraluz y el<br />
talle fno y la tela del vestido color del agua manchada con verde<br />
y la bruma-polvo crepuscular hicieron que el Cuervo conjeturara<br />
ver en aquella al fantasma de Amparito que doblaba por la esquina<br />
lejana.<br />
No se sabe bien si bajó por las escaleras o si saltó directamente<br />
desde el balcón -previa detención en el repecho grueso de la puerta<br />
de entrada-, a la calle. Lo que sí, dicen, ya abajo corrió como<br />
un loco, olvidándose que los pulmones no le respondían y que las<br />
piernas estaban poniéndosele facas. También de los años.<br />
Dobló la esquina por la que ella había doblado.<br />
Boqueando, se quedó tieso. La bruma-polvo del seco atardecer<br />
caraqueño se la había tragado.<br />
Parece que golpeó en todas las puertas. Pero nadie alcanzó a<br />
entender por la “ella” que preguntaba.<br />
Aseguran los que conocieron cómo se decidió. Que regresó al<br />
rato, después de recuperar el aliento. Se mandó un vaso de whisky,<br />
encendió otro cigarrillo y enseguida empezó a programar el viaje.<br />
Nada le impidió hacerlo. Ni siquiera la última recomendación<br />
médica, hecha con la cara circunspecta de solemne gravedad.<br />
Supe La Habana.<br />
242
Otra mujer esperó al Cuervo, y lo acompañó durante el periplo<br />
secreto; él recién confesaría de qué se trataba una noche excedido<br />
de ron {una noche que los vecinos bailaban en la calle, salsa, son<br />
y rumba}.<br />
Victoria pormenorizaría, luego, lo que pasó.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 243
5<br />
Supe La Habana<br />
[Pobre Walter ¿no?- jamás se enteraría cómo terminó la his-<br />
toria del Cuervo. A Luis y a Lili se la contó Victoria, a mí -como<br />
ya dije-, Luis].<br />
2002, La Habana, ruidosa. Repleta de olores. Voluptuosa y<br />
nunca quieta. Son los autos. Es el mar. La música. Los golpes.<br />
Las risas. Las manos que se tocan. Las miradas que se cruzan. Y<br />
ese andar cadencioso. El color de la piel.<br />
Ciudad llena de enigmas espontáneos. Bellos, baratos (el<br />
Cuervo adora descubrirlos. Por eso anda como en acecho. Contento<br />
por encontrar alguno y descifrarlo). Porque ninguna de<br />
sus calles parece ser una sola. En ellas se mezclan y confunden la<br />
alegría y la tristeza, las esperanzas y el pesimismo. En esa angostura<br />
de pasos, carros y aguas servidas viven todos los misterios<br />
imaginables.<br />
Pasa una Harley con sidecar. Igual que en los 70`s, pero ya<br />
vieja y deteriorada. El Cuervo la sigue con la mirada hasta que<br />
dobla en la punta fnal de la calle larga.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 245
A fnales de los 60`s, comer arroz todos los días era propio<br />
de la revolución. Propio de esa revolucionaria escasez. Lógica,<br />
esperable.<br />
¿Pero ahora?<br />
Es que ahora la escasez da pena.<br />
Acaso sea que La Isla es verdaderamente La Isla ya hastiada<br />
de serlo. O de la displicencia de un mundo que está en otra, In<br />
god we trust, murmura el Cuervo.<br />
Neptuno esquina Hospital: y sí, otra recurrencia, quizá sea<br />
el mismo Pontiac negro, montado en cuatro tacos de madera<br />
(ahora envueltos en plástico) que el Cuervo viera antes de que lo<br />
echaran de La Isla muchas décadas atrás.<br />
Igual que entonces, todavía se vende ron peleón en algunas<br />
esquinas.<br />
Se mete sin que nadie pregunte en un edifcio de dos plantas;<br />
al fondo, la escalera. Ropa colgada sobresaliendo de las ventanas.<br />
Voces. Salsa. Y el olor agrio de alguna fritanga.<br />
Sentado en el tercer escalón, recuesta el hombro izquierdo<br />
contra la baranda de hierro labrado.<br />
Tose. Le cuesta respirar.<br />
Por eso el descanso que se toma antes de ir a comer.<br />
Sabe que busca el peso de su propia historia a pesar de haber<br />
ingresado al país con el pasaporte verdadero. Su cabeza es una<br />
nube de sensaciones en ése, su séptimo día en Cuba.<br />
De paso reniega del Floridita, penoso reducto de extranjeros.<br />
En realidad, masculla contra el barman que atiende allí. Tan<br />
caracúlico él. Que a Hemingway le gustara el Daikiri no quiere<br />
decir que en ese bar lo preparen bien. Además, ¡Cuántos gringos,<br />
hermano!<br />
246
Aunque quiera disimular no puede. Su enojo tiene otro des-<br />
tinatario. Días de andar por las calles, haciendo el turista. Bor-<br />
dear el Malecón. Meterse en el Memorial Granma. En la galería<br />
Kahlo, Castillejo esquina Allende. Tomar cerveza en Mercaderes<br />
entre Obra Pío y Obispo. En la Bodeguita del Medio. Y en<br />
Los Dos Hermanos (Two Brothers). Protestar porque le dicen<br />
que La Madriguera está cerrada. Caminar a pesar de los pulmones.<br />
Querer retener el roto de las paredes traducido en dignidad.<br />
Putear contra el bloqueo. Apretar los puños. Y soñar con el pueblito<br />
en el que ella, supuestamente, todavía vive.<br />
Y ellos que piden.<br />
Que acosan.<br />
Que parecen jejenes ávidos, insaciables.<br />
Que lo hacen sentir como una inmensa alcancía quebrada y<br />
andante. Hucha en la que todos se creen con derecho de meter<br />
mano y sacar lo que haya.<br />
Desencanto.<br />
Caja moribunda que se desmadeja de tristeza al comprender<br />
que cada uno de los que a él se acercan quieren quitarle<br />
algo, centavos -no importa cuánto-. Y la ciudad brumosa que<br />
lo abraza envolviéndolo en la luz fulgurante de la mercancía<br />
fetichizada (la que tienen, la que no y la que imaginan, podrían<br />
tener). Triste, el Cuervo suelta el cuerpo de la baranda.<br />
Otra vez su mano izquierda. Pero esta, no la mira. Reivindica<br />
el reclamo. Especula que ellos no son su revolución. Porque la<br />
suya es la del Che. La de Cienfuegos y la de Fidel. Y no lo que<br />
el bloqueo puede. Esa desesperación por una moneda de quebradiza<br />
voluntad.<br />
Alguien baja.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 247
Pasa cantando entre dientes. Es una mujer de caderas genero-<br />
sas. Ni siquiera lo ha mirado.<br />
El bamboleo lo entretiene hasta que desaparece al fondo<br />
y contra la vereda. Habana es la muchedumbre en la calle. El<br />
Cuervo especula: la mayoría de las casas están vacías. Pero dos<br />
entran; mientras suben los escucha:<br />
-Compadre.<br />
-Qué tú sabés.<br />
-¿Por las ocho vías?<br />
-Qué ya te he dicho, es más largo.<br />
-Que iré por las ocho vías.<br />
-No cojas lucha y oye.<br />
La cabeza entre las manos mece el pelo. En la vida real dicen<br />
los cubanos.<br />
-En la vida real tengo que encontrarla, piensa en voz alta el<br />
Cuervo.<br />
Se levanta. Acomoda el cuerpo antes de bajar los tres escalones.<br />
Entonces. Tal si fuera una especie de fsgón por poco casto,<br />
pispea por una ventana abierta. Cuelga de una de las paredes<br />
mal pintadas. Es la imagen del Tocororo. Ave símbolo de Cuba.<br />
La bandera lleva los colores de sus plumas. Dicen que si se la<br />
encierra golpea con su cuerpo en los barrotes de la jaula hasta<br />
morir.<br />
Amparo: libertad del Cuervo.<br />
Sale del edifcio como si fuera un vecino más. Camina lento,<br />
las manos metidas en los bolsillos. La cabeza, ligeramente inclinada<br />
hacia abajo. El olor pestilente de las aguas sucias ya no le<br />
produce nada.<br />
Victoria le sugirió que fuera a comer al Bucanero.<br />
248
Va, con los pulmones como si fueran cortejo.<br />
Bernaza cerca de Brasil.<br />
Come la grillada Bucanero (arroz, trozos de langosta enchilada,<br />
camarones y verduras) hecha por Ihosbani y acompañada<br />
con varios mojitos.<br />
Para los ojos cansados del Cuervo, la luz de bares, paladares<br />
y departamentos es escasa. Le cuesta leer. Por eso vuelve a la<br />
redundancia de su enojo; mira a los parroquianos que, evidentemente<br />
son habanenses: -No tienen derecho; ustedes son el símbolo,<br />
el espacio no contaminado, el testimonio…, a pesar de que<br />
sufran, bloqueo de mierda, tienen un lugar para el mundo, para<br />
Latinoamérica, para los pobres, desarrapados de todas partes,<br />
un lugar que no deben abandonar. ¡Ese es su sino, carajo!..., ése,<br />
el rol de ustedes los cubanos, el que nos deben…, eh, el que le<br />
deben a la humanidad…, la verdad de que es posible, de que, a<br />
pesar de todo, vale la pena.<br />
Los del Bucanero, aunque no alarmados, igual encomiendan<br />
a Ihosbani que le avise. Está hablando solo.<br />
No es alto, morrudo sí. De apariencia tímida, el cocinerocamarero<br />
se acerca. Apoya las manos en el respaldar de una silla,<br />
está a punto de decirle, pero calla. El Cuervo lo mira, su cara de<br />
enojo no desaparece. Inahala una bocanada más. Tose antes de<br />
largar:<br />
-¿Oíme, no se dan cuenta?<br />
Ihosbani, parece que no pero sí. Está ducho en tratar a clientes<br />
difíciles.<br />
Corre la otra silla. Con los codos apoyados en la mesa se dispone<br />
a escuchar. Enseguida, los demás dejan de prestar atención.<br />
El Cuervo arremete:<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 249
-Oíme, ermano [no, no es un error, pienso que así, quitando<br />
la h enfatizo la e, para que se perciba exactamente la reciedumbre<br />
borracha con la que atacó el Cuervo], el cubano respira hondo<br />
y ahora posa su mentón en las palmas blancas de sus manos<br />
mulatas. Escucha atento la arenga que viene desde aquella voz<br />
aguardentosa, Oíme bien, repite el Cuervo; sacude la ceniza del<br />
cigarrillo en el cenicero, lo cuelga de su boca y va, Estuve en el<br />
Museo de la Revolución…, y a pesar de los años que cargo en el<br />
lomo, ¿sabés?..., recién ahí, cuando vi a los niños de una escuela<br />
contándole con la voz en festa a la maestra que esas pinturas<br />
enmarcadas eran Camilo y el Che, recién entonces comprendí<br />
que lo que para el resto del mundo es leyenda para ustedes es<br />
historia, ¿tendés, ermano?<br />
La cabeza del Cuervo se bambolea suavemente hacia delante<br />
y a los costados. Aspira, vuelve a mirarlo y sigue:<br />
-En mi país…, no, esperá…, te decía que no se trata de la<br />
pobreza, porque ésta, la pobreza que ustedes tienen es mucho,<br />
muchísimo más digna que la de, por ejemplo, Chile…, tendés,<br />
hermano.<br />
Agarra el vaso (va por el séptimo) y toma el último resto de<br />
mojito. Escupe indisimuladamente un bollo de hierba buena,<br />
vuelve los ojos hacia Ihosbani:<br />
-Es así, porque se trata del hambre, ese que ustedes no tienen<br />
y nosotros todo el resto de nosotros, sí…, el hambre inventado<br />
de Cuba para tapar el hambre real del resto, ¿no?, ¿tendés,<br />
cumpa?…, la ilusión de un mundo de fantasía que allá afuera,<br />
allende la mar, jua jua jua, allende la mar no existe, papá, o existe<br />
para los otros pero no para los pobres…, tendés, ermano..., yo<br />
los toy viendo…, a ustedes…, que quieren creer en esa ilusión,<br />
250
ésa que pretende alejarlos de la epopeya de lo que en la vida real<br />
hacen…, viste, una mierdita de días que estoy en La Habana y ya<br />
hablo como ustedes…, quédense así, parados, bien de pie frente<br />
a los que oprimen al mundo.<br />
La lengua pastosa del Cuervo se traba. Ihosbani suspira y<br />
piensa ¿por qué no será el mundo el que también riña contra<br />
los que lo esclavizan? El argentino tiene más para decir antes de:<br />
-Puta, tan tentados por la mano del ilusionista astuto y charlatán<br />
que capaz que la caguen…, oíme ermano, cuchame bien,<br />
que no se les ocurra estropear la cosa más importante que han<br />
hecho. El Cuervo, detenido de propósito, como si a pesar de la<br />
borrachera todavía le quedara un resto de refejos que le permitieran<br />
incitar al otro a que mueva sus piezas. Efectivamente,<br />
olvidando lo que pensaba un segundo antes, Ihosbani se manda,<br />
porque vislumbra que llega el fnal:<br />
-Qué tú dices…, cuál cosa no tenemos que estropear.<br />
Quedan sólo dos en una mesa. Ella, blanca, él, moreno; se<br />
besan y la comida se enfría.<br />
El Cuervo sonríe:<br />
-¡Nunca dejen de ser el grano en el culo de los gringos, ermano!<br />
/Ay, candela, candela, candela me quemo ahí/, la cadencia del<br />
Buena Vista Social Club lo despide.<br />
También Ihosbani. Recostado contra el marco de la puerta<br />
del Bucanero levanta el brazo al verlo doblar en la esquina tomando<br />
la calle Brasil.<br />
Es la neblina de borracho la que lo lleva, vaya uno a saber por<br />
dónde.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 251
Anochece.<br />
Lo espera. De la punta de la escalera cuelga una sábana blanca.<br />
El Cuervo se sienta en el último escalón.<br />
-Que estás borracho, chico, pues no te demores y ven a dormir…,<br />
se queja Victoria asomada a la ventana del segundo:<br />
-Menos mal que no te cogió la fana.<br />
El Cuervo sube respirando con difcultad:<br />
-Mirá si la policía cubana se va a fjar en mí.<br />
Porque le quedan apenas diez días en Cuba.<br />
Porque a escondidas de Victoria se hizo una escapada hasta el<br />
pueblito de Amparo. Pero en las dos o tres horas que allí estuvo,<br />
nada pudo saber. Sólo agradece haberla conocido a ella, esa otra.<br />
La que lo guió por el Mausoleo de los Mártires y de la que no recuerda<br />
el nombre. Pero sí la historia con que relató la esperanza<br />
de la madre de Ciro, el de la columna Ciro.<br />
Supe del frío (esa brutal excepción caribeña) que yo no imaginé.<br />
Pero el Cuervo sí que conoce. Arropado, anduvo todo el día<br />
por las calles aunque le atravesara los huesos. El Malecón frío.<br />
El “norte” que le dicen. Monzón del invierno. La humedad que<br />
llega desde el mar lo perfora todo. Con las calles vacías y la gente<br />
que espera. El Cuervo las recorre junto a Victoria, él también<br />
espera. Quiere que se le ocurra una manera de buscarla. Victoria<br />
habla pero el Cuervo sólo piensa en ella. Amparito López<br />
Enríquez oriunda de una ciudad llamada Artemisa. Pero vaya a<br />
saber si después del tiempo transcurrido todavía anda por allí.<br />
Al menos no supieron decírselo. O no quisieron. Son tan raros<br />
estos artemisanos. Y los cubanos. El Cuervo desea que ella estu-<br />
252
viese en La Habana. Y encontrarla de casualidad, al cruzar una<br />
plaza de los márgenes.<br />
Cae la tarde. Victoria lo toma del brazo y se apoya contra su<br />
hombro. El frío no se va. El viento tampoco. Revuelto, corderitos<br />
helados aparecen y desaparecen del mar gris. Y el cielo va<br />
descubriéndose de nubes. A la noche calará. Victoria se lo dice y<br />
encara en dirección de su casa.<br />
Supe las luces leves, hachones mortecinos alumbrando las callecitas<br />
habanenses.<br />
Ella vive en Jesús María y Compostela cerca nomás de la casa<br />
natal de José Martí, Habana Vieja. Las paredes descascaradas,<br />
los escalones de revoque alisado. Y una gran biblioteca.<br />
Sobre la mesa, La Jiribilla de Papel.<br />
Esta noche él confesa y ella, Victoria, primero se desespera y<br />
después se apiada. Quieto, enciende el cigarrillo número veintipico<br />
y empieza. A lo mejor sea aquella tendencia a la melancolía<br />
tan típica de los argentinos. O es el miedo de no encontrarla.<br />
Miedo que mete tanto frío como el corretón del Malecón helado.<br />
¿O será el ron puro que barniza en el alma una ilusión?<br />
Lo que sea.<br />
Victoria revela: -Tus ojos, Cuervo, me lastiman.<br />
Un lienzo opaco ensucia las pupilas moras, audaces, sensuales;<br />
y él lo sabe. No es el recuerdo ni la imposibilidad. Y sí, en<br />
cambio, ése, el maldito que quiere llevárselo antes de encontrarla.<br />
Ella podría atestiguar, cuántas se lo pidieran, que la voz del<br />
Cuervo no suena blanda pero sí triste.<br />
Le dice que la busca desesperadamente. Que ha querido a<br />
muchas. De muchas maneras, con toda la alegría. Con las manos<br />
y también debajo de la piel.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 253
Pero es Amparo la única que le permite comprender, mama-<br />
do y todo, la palabra de Ernesto Cardenal: “...Me contaron que<br />
estabas enamorada de otro / y entonces me fui a mi cuarto / y<br />
escribí este artículo contra el gobierno / por el que estoy preso...”.<br />
Llueve sobre Santiago empantana la habitación. El Cuervo<br />
baja los ojos. Astor Piazzolla es mucho para su esperanza en evaporación,<br />
piensa él. Se sirve más. La botella que él trajo, por la<br />
mitad. Y solo él ha tomado. Bah, ella, apenas un trago.<br />
Victoria, que después de escuchar clausura defnitivamente<br />
su lánguida, propia esperanza, erige una máscara tipo veneciana<br />
para ocultarse.<br />
Entonces -como si fuera otra…, o un personaje de teatro que<br />
actúa una parte de su propia “tristeza guión” en el escenario de<br />
cualquier under citadino:<br />
-¿Dónde vive Amparo?<br />
-Qué importa, mujer, ya no está allá.<br />
-Qué tu sabes, chico.<br />
-Fui.<br />
-¿Y, pues?<br />
-Nada, no la encontré…, nadie supo decirme.<br />
-Oye, claro, habrán pensado que eras un mandón de los gringos.<br />
-¿Cómo?<br />
-Pues, sí…, o qué tú piensas, recién llegado (y se te nota),<br />
apenas hablas y ya.<br />
-Oíme, Victoria, lo más lindo que encontré allá, en Artemisa…<br />
-¡Hasta Artemisa, chico!<br />
-Sí, y qué…, te decía que lo mejor que encontré fue a la guía<br />
del Mausoleo que me contó la historia de la madre de Ciro.<br />
254
-No lo puedo creer.<br />
-Oíme, ¿por qué no me dejás?<br />
-Bueno, bueno, chico, no cojas lucha, ven, dime.<br />
-Victoria, esa mujer me contó que la madre de Ciro creyó que<br />
su hijo estaba vivo, no comprendía que hubiera muerto en el<br />
asalto al Moncada, y que era por eso que el Che había bautizado<br />
su columna con el nombre del héroe…, ella, al revés, pensaba<br />
que era una manera de designar la columna, con el nombre del<br />
jefe; absurdo que la esperanza de madre no comprendía como<br />
tal, ¿no?..., simple, quería a su hijo vivo, es conmovedor; pero<br />
más lo es la entrega del hijo en pos de la revolución.<br />
-Oye, que atravesaste kilómetros para contarme lo que ya sé.<br />
De nuevo la mirada al piso. El Cuervo estrecha los dedos de<br />
una mano contra los de la otra.<br />
La luz escasa destella cortamente en la botella por la mitad,<br />
dorada.<br />
Victoria es silencio. Ensimismada parece refexionar. La voz<br />
de su conciencia abre un espacio: el Cuervo, mito viviente de la<br />
revolución que no fue…, tienes que ayudar, dejar que lo haga,<br />
quizá sea su embestida fnal.<br />
Un brillo pupilar anticipa la intención de lo que viene.<br />
Por fn levanta la cabeza.<br />
Él se pone de pie. Sabiéndose borracho se tira en el sofá, quiere<br />
dormir. Esperar hasta el otro día. Que las ideas pesen menos<br />
y el alcohol también.<br />
Victoria, en cambio, se queda sentada. Otra copa de ron.<br />
Resiste el Malecón bajo la furia del agua.<br />
Al revés, estalla el agua del mar, frenada por la furia de la<br />
piedra.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 255
Igual, la noche no sabe de piedad entre los que no están acos-<br />
tumbrados al flo agudo de aquella brisa gélida.<br />
Domingo. Mediodía. A la mesa los dos. Han comido y están<br />
satisfechos.<br />
Pero al Cuervo se lo nota en caída.<br />
Es el cáncer que se lo lleva nomás. Aunque él pretenda ignorarlo.<br />
Anestesia del dolor, corren en las paredes del vaso las<br />
piernas doradas del ron.<br />
Victoria se ha quedado callada. Ya no le cuenta de los planes<br />
para el momento en el que Fidel no esté, ni tampoco de lo que<br />
se dice en el gobierno. Cómo sigue la revolución. Ni de lo bien<br />
que le va con su larga historia en el Ministerio. No, de la alegría<br />
que siente al ver y acompañar a las nuevas camadas de jóvenes<br />
milicianos de la liberación: Juventud Rebelde. Y no lo hace porque<br />
se da cuenta. La intuición de las mujeres es igual en todas<br />
partes. También esa incomparable inteligencia, tan dispuesta si<br />
hay que ayudar.<br />
Silencio. En la casa, en el edifcio y en la calle.<br />
Entonces él sabe. Concluye la confesión que empezara en la<br />
noche del sábado, ahora con un ruego.<br />
Llora, pide por ella, por Amparo. Y ésa misma tarde la buscan<br />
por teléfono.<br />
Supe Artemisa.<br />
Cuba mantiene todavía el encantamiento de la oreja escuchando<br />
del otro lado del auricular. Hacia algunos destinos todavía<br />
no hay máquinas intermediarias. Las operadoras son operadoras<br />
de carne y hueso. Sólo así se puede creer que, al fnal, la<br />
encontraran.<br />
256
No estaría bien que esto lo oculte por un prurito, tonto honor<br />
a la brevedad. Porque para que se entienda es necesario conocer<br />
que hablar por teléfono en Cuba, hacia 2002, embargo imperial<br />
mediante, requería -para algunas regiones- de la paciencia (no<br />
andar apuraditos diría un amaichino de los valles Calchaquíes)<br />
y de la providencia. Justamente todo esto es lo que permite que<br />
la encuentren.<br />
Victoria explica a la operadora de la central telefónica en La<br />
Habana, la que a su vez explica a su colega de Artemisa. Explicar<br />
no, mejor estaría dicho, contar. Narraron la historia de un hombre<br />
que “busca”, no a una mujer, sí a ésa mujer. Cómo no iban<br />
a prenderse con el folletín, tragicomedia o romance, puesto así<br />
tan sencillamente en la mano.<br />
La solidaridad: Mujeres que buscan.<br />
Corre la voz.<br />
Siesta dominguera rara, insomne, con una habanense preguntando<br />
por esa tal Amparo López Enríquez. Había más de<br />
una en el pueblo. Llevarían la noticia con una sonrisa. Quieren<br />
encontrarla.<br />
Aquel que vino desde lejos, enfermo de muerte, ahora borracho<br />
de ron y de locura, en La Habana espera.<br />
Las cubanas llevan la rumba, el son y la salsa en la sangre.<br />
Mujeres mujeres, de esas con las que uno desearía tropezar un<br />
día. {Creer en Dios sólo porque las puso ahí} Y que lo dejen a<br />
uno vivir para siempre en ellas.<br />
Victoria les dijo “llora borracho pero no de borracho”. Milicianas<br />
cubanas de rápido entendimiento. Se revelaría muchos<br />
días después que en la primera casa a la que llamaron atendió<br />
una nena que no tendría más de ocho, nueve años. Que su abue-<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 257
lo levantaba la voz (luego se supo que era la de él) pedía para que<br />
corte, porque seguramente sería, número equivocado.<br />
Ahí, en esa casa había una Amparo, pero no era la que buscaban.<br />
La chiquilina conoció la verdad y fue ella la que dio la pista<br />
siguiente.<br />
Tarde larga. El Cuervo desarmado en un sillón; el vaso de ron<br />
a la mitad. Dormitándose de a ratos sin soltar el vaso de ron.<br />
Victoria y las operadoras buscan, a pesar de la hora, de las líneas<br />
telefónicas viejas.<br />
Ejército de milicianas colgadas del teléfono; después, algo<br />
después dieron al fn con ella.<br />
Supe el encuentro.<br />
Fue en la casa de Victoria. Entre el mediodía y la media tarde<br />
justo en la hora que Fidel pronunciaba su discurso en la Plaza<br />
de la Revolución.<br />
¿Cuántos somos los que nos ilusionamos con algo así? Después<br />
de los años, volver al viejo amor.<br />
Volver en él, a los veintitantos.<br />
Los dos mirándose.<br />
Diría luego, Victoria, que estuvieron por varios segundos así,<br />
callados, rejuveneciéndose en la mirada. Acaso desflaran entre<br />
ellos los cuarenta, cincuenta días más acertados de sus vidas.<br />
Años de la revolución por venir. De la mística, el amor y las<br />
promesas.<br />
Amparito, mulata grande pero todavía de talle angosto, seguía<br />
quieta, detenida debajo del marco de la puerta. Y el Cuervo<br />
que va, le pasa la mano -sin querer porque ella se adelanta-, ciñéndola.<br />
Primero fue uno tímido, un toque apenas, aliento y mejillas.<br />
258
Victoria dijo que el beso vino después y le hizo, a ella tam-<br />
bién, cerrar los ojos.<br />
Supe el secreto a medias.<br />
Pero no la verdad. Amparo, la mulata grande, no llegó sola.<br />
Con ella vino otra Amparito llamada Alexandra. Joven y tan linda,<br />
los ojos moros y el pelo escarolado en las puntas.<br />
¿A qué la llevó?<br />
Para que se conocieran.<br />
Supe que no se separaron.<br />
El Cuervo permaneció en La Habana. Amparo también.<br />
Alexandra no.<br />
Victoria apacigua el relato precipitadamente: -Lo que hicieron<br />
y se dijeron es cosa de ellos.<br />
Lo que sí, La Habana los vio pasar riéndose sin disimulo.<br />
Supe la muerte.<br />
Completa. Cumplió un designio (el Cuervo lo cumplió). Encontró<br />
el amor que a él lo tenía olvidado y, a pesar de la muerte,<br />
arregló su existencia con una metáfora: la ruptura de lo dado.<br />
Sí.<br />
No se entregó como tampoco lo habría hecho con la policía.<br />
Supe la despedida.<br />
Caracas la nueva. La de la República Bolivariana.<br />
Desde un balcón iluminado se soltaba la risa, estentórea, inconfundible.<br />
Y bajaba hasta mestizarse con el empedrado de la<br />
callecita semioscura. Dicen los que fueron a la festa (un asado<br />
hecho a la manera argentina) que al Cuervo se le notaba, él sabía,<br />
aquella sería la última. Recién llegado desde La Habana invitó<br />
a sus amigos, contó el reencuentro con Amparo, festejó toda<br />
la noche y deshizo los lugares comunes de la despedida fnal,<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 259
con la alegría de haber cumplido. Dicen, exultantes, que venció<br />
a la puta enfermedad no en el territorio de la salud sino que la<br />
derrotó en el de la vida. Y que por eso no hizo una epopeya para<br />
el mundo, pero que consiguió inventar una épica para sí.<br />
Cuentan que el Cuervo murió al amanecer dos días después,<br />
en su cama. Que el cáncer no pudo quitarle ésa, la última risa.<br />
Que en su mesa de luz sólo quedaba un vaso vacío y un pasaporte<br />
venezolano con su foto pero con el nombre cambiado.<br />
260
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 261
Post Prólogo<br />
Leí en alguna parte que los norteamericanos aún hoy no pue-<br />
den dejar de pensar en Vietnam y que Hollywood es la expresión<br />
más acabada de esto, la prueba de que esa sociedad no ha asumido<br />
todavía que allá, en aquella selva sembrada de muerte quedó<br />
también el pasmado desliz de sus ciudadanos; los que apoyaron<br />
esa guerra que desnudó su irrefenable vocación por la altivez.<br />
Acaso sea algo así lo que pasaba en Argentina. Aunque a la<br />
inversa. No se hablaba aquí, en esta tierra, de la complicidad. De<br />
los silencios. Y menos de aquel miedo blando edifcado para ser<br />
comedidos con la mano del mandón y que el pasado a lo mejor<br />
pudiera ser de verdad,<br />
pisado.<br />
Esa conducta recurrente que pretendió vestir la memoria con<br />
el ropón interesado del olvido.<br />
Pasado pisado.<br />
Y sin embargo antes había sido la sociedad que quiso cambiar<br />
la historia. La que consintió la Patria en armas. Pero también<br />
fue la que después, inauditamente flicida, entregó, a cambio de<br />
nada, a sus muchachas y muchachos a la saña del tirano.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 263
No sé porqué será, no es mi intención averiguarlo ahora,<br />
pero cuando Luis me contó lo que me contó supe que era bueno<br />
volver a narrar alguno de los muchos relatos que poblaron<br />
aquellos años.<br />
{Mal que les pese a los que me intiman -justo ahora que, por<br />
fn, desde 2003 se ha instado una nueva ruptura, esta vez con<br />
el olvido-: Basta, Horacio, dicen, no vuelvas con este tema. No<br />
sé, para mí es como pedir que el Pueblo Judío no hable más del<br />
Holocausto. O que el Pueblo Palestino deje de pronunciar la palabra<br />
Nakbah. O peor: que los Pueblos Originarios de América<br />
Latina ya no repudien la civilizada matanza católico española}.<br />
Gracias a eso pude recorrer los sentimientos de quienes para<br />
algunos fueron héroes y mártires de una sociedad que les respondió<br />
con temerosa mezquindad.<br />
Vale insistir: aquel tiempo despertó en mí una extraña fascinación.<br />
Será porque las mujeres y los hombres que pretendieron<br />
poblar de ideales al país -al que más tarde conseguimos amodorrar<br />
desplumándole las utopías- son los que construyeron un<br />
mundo imaginario tan poderosamente vivo, tan omnipresente,<br />
que ni siquiera con la desaparición fue posible abolir el verdadero<br />
signifcado de estar vivos.<br />
Lo supe -o lo intuí- hacia 1983 porque vi a uno, literalmente<br />
desquiciado de tanta picana recibida, deambular perdido por<br />
las calles de Córdoba, balbuceaba proclamas y rebeliones. Pero<br />
también, alguna vez lo vi al pretender convencer a una piba por<br />
lo menos quince años menor que él. Así, tan andrajoso como<br />
esperanzado. Reía y pasaba la mano para acomodar el mechón<br />
blanco justo antes del abordaje; relojeaba en la vidriera el mero<br />
aspecto de varón al ataque. Y me decía que seguía ahí, puesto<br />
264
de propósito en una nada demencial inexplicable pero aún vivo.<br />
Vivo y loco por vivir.<br />
También lo comprendí durante el relato largo de esta historia<br />
si me desprendía por momentos de ella. Me alejaba, concentrándome<br />
en lo que en defnitiva después prevalecería para la<br />
crónica: el entorno de aquellos días. Los acontecimientos que<br />
desbordaron la pura militancia política. Los que le dieron sentido<br />
a esas mujeres y a esos hombres siempre alertas, dispuestos<br />
enteramente para la plena existencia.<br />
Pero más que nada, quise narrar las maneras, el ardor de esas<br />
vidas.<br />
Por eso: la del Cuervo y la de Amparo es una historia de amor.<br />
Casi cursi.<br />
Que empieza en La Habana.<br />
Y que termina en la Caracas de hoy, la de la República Bolivariana.<br />
Luis me contó y recontó mil veces cada detalle de los episodios<br />
que rememoré pero que para mí solamente fueron la excusa<br />
que buscaba. Porque aunque no me gano la vida escribiendo<br />
-soy, quizá, muchas otras cosas pero no escritor-, sin embargo<br />
la historia del Cuervo, la del reencuentro y la de su muerte encaballada<br />
en el brutal espinazo del cáncer me llevó a escribir lo<br />
que quería, empezando allá, cerca de fnes de 1969; el Cuervo<br />
regresaba de Cuba. Venía de recibir adiestramiento para la revolución.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 265
Agradecimientos<br />
La Voluntad . Anguita - Caparrós . ED Norma.<br />
De Octubre a Brazo Largo. Norman Briski. Ediciones Ma-<br />
dres de Plaza de Mayo.<br />
Política y/o violencia. Pilar Calveiro. Ed. Norma<br />
La creencia y la pasión. María Matilde Ollier. Ed. Ariel<br />
Nuevo Diccionario Lunfardo. José Gobello. Corregidor<br />
Inventario secreto de La Habana. Abilio Estévez. Tusquets<br />
Los palacios distantes. Abilio Estévez . Tusquets<br />
Los Perros. Luis Mattini. Peña Lillo - Ediciones Continente<br />
(www.esElx.com)<br />
Perón, sinfonía del sentimiento - Documental de Leonardo<br />
Favio.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 267
Breve Buenos Aires<br />
Walter sale del cuarto que alquila en algún rincón del barrio<br />
de Flores. Repentinamente su cara se ilumina cuando la ve pasar:<br />
-¡Marcela!<br />
Ella devuelve la voz con la mirada. Algo barbudo y quizá desprolijo:<br />
-Te acordás, en el Santé…<br />
Ella, asiente moviendo la cabeza:<br />
-Sí, por supuesto.<br />
Es su boca, apenas delineada. Son sus ojos. La manera de andar<br />
que tiene. Walter camina a su lado y Marcela sonríe ocultando<br />
con la mano derecha la alianza dorada de su anular izquierdo.<br />
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 269
270
<strong>SUPE</strong> <strong>LA</strong> <strong>HABANA</strong> 271
Se terminó de imprimir en setiembre de 2012<br />
en Duotono, Guanahaní 196, of 16<br />
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
La del Cuervo y la de Amparo es una historia de amor.Casi cursi. Que<br />
empieza en La Habana en 1969 -mientras él recibía adiestramiento<br />
para la revolución- y que termina en Caracas hacia 2002.<br />
Luis fue quien me dio cada detalle: la existencia larga. El reencuentro.<br />
La muerte encaballada en el brutal espinazo del cáncer.<br />
Pero, más que nada, “Supe”, es la crónica de acontecimientos que desbordaron<br />
la pura militancia política y que dieron sentido a esas mujeres<br />
y a esos hombres siempre alertas, resueltos enteramente para hacer<br />
cierto aquel mundo imaginario. Mundo poderosamente vivo y omnipresente.<br />
Tanto que ni siquiera con la desaparición ha sido posible<br />
abolir la memoria de lo que fue.<br />
Por eso, en este relato insisto con reconstruir aquellas vidas, mal que<br />
les pese a los que, justo ahora que desde 2003 se ha instado una nueva<br />
ruptura, esta vez con el olvido, me intiman: Basta, dicen, no vuelvas<br />
con este tema. No sé, para mí es como pedir que el pueblo judío no<br />
hable más del Holocausto. O que el palestino deje de pronunciar la<br />
palabra Nakbah. O, incluso: que los pueblos originarios de América<br />
Latina ya no repudien la civilizada matanza católico española.