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PROLOGO<br />
Más que inspiración ha sido para mí, el sentir de una gran<br />
necesidad, el hecho de escribir este importante tratado, el cual va<br />
dirigido con mi mayor expresión de amor y respeto, a esa gran<br />
mayoría de mis hermanos cristianos de diferentes iglesias o<br />
denominaciones, que no entienden la razón por la cual algunos<br />
cristianos observamos ciertas reglas y mandamientos que según<br />
ellos, pertenecen al Antiguo Pacto de Dios con el hombre, el cual<br />
fue abolido, y que nada tiene que ver con el Nuevo Pacto que es el<br />
único que tiene vigencia permanente.<br />
Con el objetivo de ser mejor entendido por los lectores de este<br />
tratado, he querido exponer nuestro punto de vista, o nuestro<br />
concepto, tanto acerca del Antiguo Pacto, como del Nuevo; o sea,<br />
describir detalladamente con fundamento bíblico, en qué consistía<br />
el Antiguo Pacto, y en qué consiste el Nuevo; para que podamos<br />
obtener así una conclusión bien definida acerca de qué leyes o<br />
reglamentos fueron abolidos, y cuáles permanecen vigentes.<br />
Porque cuando un pacto, testamento, o acuerdo, es cambiado por<br />
otro, no siempre se eliminan todos los componentes del mismo,<br />
sino que en muchos casos, aunque con alguna variante, algunos de<br />
éstos pasan a formar parte del nuevo acuerdo, pacto, o testamento.<br />
Por esta razón elegí el título de este tratado como aparece en la<br />
portada: “<strong>Dos</strong> <strong>Pactos</strong> de Dios Con el Hombre y Una Promesa<br />
Divina”. La promesa divina a la que me refiero, es obviamente a la<br />
promesa de vida eterna comprendida tanto en el Antiguo Pacto<br />
como en el Nuevo.<br />
No obstante, es importante resaltar, que a través de los<br />
diferente pasajes bíblicos a considerar, se refleja con toda claridad,<br />
que dicha promesa está condicionada al cumplimiento de “una<br />
exigencia divina”, que consiste en una constante demanda de la<br />
santidad, porque todas las leyes y reglamentos dados por Dios a<br />
sus hijos, en relación con la conducta del individuo, van enfocados<br />
hacia un sólo objetivo: que el ser humano viva en santidad, como<br />
dicen las Escrituras en 1P. 1:16. En esto consiste el resumen del<br />
legado divino; por lo cual nuestro único y más noble propósito es<br />
el de hacer todo aquello que entendamos necesario para cumplir<br />
con esta exigencia divina, porque creemos en lo que dicen las<br />
Escrituras en He. 12:14, que sin santidad, nadie verá al Señor.<br />
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