ARTE Y CONVIVENCIA ESCOLAR - Congreso Convivencia Escolar
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Arte y <strong>Convivencia</strong> <strong>Escolar</strong><br />
Norberto Domínguez Jurado<br />
<strong>ARTE</strong> Y <strong>CONVIVENCIA</strong> <strong>ESCOLAR</strong><br />
Norberto Domínguez Jurado<br />
Máster en prevención de problemas de conducta<br />
Licenciado en Pedagogía<br />
Maestro en Educación Primaria<br />
El arte, desde un enfoque conceptual, se define como uno de los principales vehículos<br />
hacia el aprendizaje, hacia la mejora en el día a día. Esta mejora se impregna a cada instante<br />
en el alumnado, el cual se encuentra inmerso en una realidad permanentemente cambiante y<br />
golpeada por numerosas toneladas de información por décima de segundo. Partiendo de esta<br />
base, la relación que concibe con la convivencia escolar no está solo en la capacidad para<br />
producir obras plásticas, relajar o alterar determinadas conductas, el arte en educación es<br />
también un medio necesario para evaluar si la metodología empleada en las diferentes áreas<br />
de conocimiento parte verdaderamente del nivel de desarrollo de los educandos.<br />
Se manifiesta, por tanto, un vínculo que irradia relaciones de una cierta “luminiscencia”,<br />
puesto que si se reflexiona sobre la propia situación de la Educación Plástica en el actual<br />
currículum, se reflexiona también sobre las carencias de nuestro cada vez más deteriorado<br />
sistema educativo. Desde Ernst Fischer (1963, Pág. 54), el cual afirmaba que “el arte era un<br />
instrumento mágico y servía al hombre para dominar la naturaleza y desarrollar relaciones<br />
sociales”, describiendo la relación entre el desarrollo de la concepción y la expresión artística,<br />
hasta Herbert Read (1943, Pág. 222), “dar coherencia y dirección al juego es convertirlo en<br />
arte”, en donde hacía clara referencia al convivir del “modo artístico” con el día a día, podemos<br />
recoger numerosas citas de autores en los que se recoge el carácter vital de la enseñanza<br />
artística, puesto que, en términos generales, se interpretaba como la “enseñanza de vivir”<br />
(Coomaraswamy, 1983, Pág. 31).<br />
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Otros autores, como Rudolf Arhneim (1993) insistían en las propiedades y beneficios<br />
que el arte podía inculcar y que de hecho inculcaban a los educandos: “las facultades en arte,<br />
en particular, ofrecen una estimulante oportunidad para los cursos de humanidades ajustados a<br />
las especiales perspectivas y experiencias de los estudiantes de arte” (Pág. 81).<br />
Ya desde hace décadas, tal y como se evidencian en estos pequeños fragmentos de las<br />
importantes obras de estos autores, la Educación Artística comenzaba a perfilarse como una<br />
necesidad para interpretar la vida, para comprender el quehacer diario, para afrontar tantas y<br />
tantas situaciones como imágenes hay en nuestra realidad intrínseca y extrínseca.<br />
Otras perspectivas posteriores, surgidas en base precisamente a los inicios realizados<br />
por los autores citados anteriormente, se centraban en vislumbrar una serie de “carencias” en<br />
lo que al arte se refería: “las carencias en lo relativo a la enseñanza del arte abarca desde el<br />
déficit de aportaciones teóricas que no estén colonizadas por debates externos a la inexistencia<br />
de enfoques empíricos que ofrezcan soluciones a la práctica escolar” (Gutiérrez y Martínez,<br />
2002, Pág. 12).<br />
Por otro lado, se puede afirmar que el maltrato entre iguales es un fenómeno general<br />
que se produce en todos los países del mundo. Siempre aparecen una serie de tendencias<br />
generales referidas a variables, en donde, en este caso, se refieren tanto al curso escolar como<br />
a la asignatura que se imparte. La convivencia en nuestras escuelas todavía dista de<br />
aproximarse al nivel mínimo exigible, que sería aquel en el que los episodios violentos entre el<br />
alumnado fueran en el peor de los casos esporádicos y ocasionales, inmediatamente<br />
detectados, colectivamente rechazados y finalmente resueltos.<br />
Muchos son los estudios dedicados al comportamiento del alumnado y a temas que<br />
pueden darse en los contextos escolares, tales como la agresividad, la violencia escolar o el<br />
acoso escolar. En España, el comienzo de las investigaciones sobre estos temas fue tardío si lo<br />
comparamos con otros países de la UE. Sin embargo, y desde entonces, se han llevado a cabo<br />
muchos y variados estudios, tanto en los objetivos de la investigación sobre esta temática,<br />
como en la metodología empleada para su seguimiento.<br />
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El primer trabajo sobre la violencia por abuso entre iguales se debe a un grupo de<br />
investigadores que estudiaron el problema en Madrid (Vieira, Fernández y Quevedo, 1989;<br />
Fernández y Quevedo, 1991). Construyeron un cuestionario de elección múltiple, que pasaron<br />
a una muestra de 1200 alumnos/as de 8, 10 y 12 años en diez escuelas de Madrid. De esas<br />
escuelas, la mitad eran públicas y la otra mitad privadas.<br />
Poco después, en 1992, Cerezo y Esteban desarrollaron otro estudio utilizando una<br />
técnica no usada en anteriores investigaciones: la identificación por parte de los alumnos/as<br />
de sus compañeros/as agresores/as y víctimas dando sus nombres y caracterizar así la<br />
personalidad de cada uno de sus perfiles, en orden a su estatus sociométrico. La muestra era<br />
de 317 alumnos/as, con edades comprendidas entre los 10 y los 16 años, de cuatro centros<br />
educativos de la región de Murcia.<br />
Los autores encontraron que, al analizar la dinámica entre las víctimas, los<br />
intimidadores/as y los escolares bien adaptados, se podía observar que estos últimos, pese a<br />
valorar a las víctimas como mejores estudiantes que a los agresores/as, apenas los eligen para<br />
establecer relaciones sociales, prefiriendo a los intimidadores/as. Consideraron que esto<br />
fortalece los roles del grupo, propiciando el rechazo de las víctimas y elevando el estatus de<br />
los intimidadores/as.<br />
Por su parte, el equipo dirigido por Rosario Ortega, de la Universidad de Sevilla, ha<br />
realizado tres amplios estudios sobre el maltrato entre alumnos/as en el medio escolar. El<br />
primer trabajo, desarrollado entre los años 1990 y 1992, en colaboración con el Doctor P.<br />
Smith, de la Universidad de Sheffield, evaluó los niveles de presencia de malos tratos entre<br />
iguales en cinco centros de Sevilla, utilizando el cuestionario Olweus, traducido y adaptado al<br />
español (Olweus, 1989). No obstante, todos estos datos nos permiten evidenciar la existencia<br />
de diferentes dificultades en el plano contextual entre el alumnado, y en general, entre todos<br />
los agentes participantes de la comunidad educativa.<br />
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La importancia del estudio del clima escolar radica precisamente en la forma en la que<br />
puede llegar a afectar en el rendimiento del alumnado, en su desarrollo intra e interpersonal,<br />
en sus relaciones con sus iguales así como en la forma en la que concibe el mundo que le<br />
rodea. Aprovechando que el ámbito de la Plástica es una de las materias que cuenta con<br />
menos tiempo dentro del horario lectivo de esta etapa educativa, y sabiendo de la magnitud<br />
que ostenta en el desarrollo del alumnado, será de obligado cumplimiento progresar en las<br />
investigaciones de otros autores, tomando como referencia los resultados obtenidos en cada<br />
una de ellas y partiendo del contexto en el que estamos trabajando. Desde su aparición, ligada<br />
también a la del ser humano, el arte se interpreta como la propia creación de nuestra especie,<br />
la forma de comprensión, expresión y representación que se ha ido llevando a cabo a lo largo<br />
de los siglos. A raíz del desarrollo de nuestra propia experiencia es como también hemos<br />
conseguido ir evolucionando en cuanto a lo que a expresarse se refiere, a tener la capacidad<br />
de manifestar algo concreto.<br />
Estas manifestaciones fueron perfilándose a mensajes, códigos y símbolos cada vez<br />
cargados de una mayor significación, al igual que esta significación se iba otorgando de<br />
diferentes formas en función a las situaciones y a la información que se deseaba transmitir.<br />
Nos referimos, por tanto, al origen de nuestros orígenes, a retroceder en el tiempo para<br />
comprender de qué forma nos encontramos ligados al arte desde antes de que nosotros<br />
mismos fuéramos capaces de hablar. No hay que olvidar que lo que hoy día entendemos por<br />
lenguaje nace, precisamente, de nuestro anterior lenguaje: el pictográfico. Han sido los<br />
símbolos los que, a lo largo del tiempo, han pervivido con el fin de ir transmitiendo múltiples<br />
reseñas a nuevas generaciones, obteniendo una elevada carga informativa en herencia, siendo<br />
una parte directa y elemental del desarrollo y evolución de nuestra propia existencia (Fischer,<br />
1963, Pág. 24).<br />
Sin embargo, en ocasiones se ha demostrado que quizás, la peor de las catástrofes de la<br />
historia de la humanidad sea, precisamente, la evolución del ser humano. ¿Por qué nos<br />
referimos a esta afirmación? No hacemos más que dilucidar que la velocidad a la que han ido<br />
cambiando las costumbres, culturas, formas de percibir e interpretar la información, han<br />
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provocado un cierto vacío de conocimientos, una falta de abastecimiento de todas esas<br />
necesidades educativas en lo referente a la comprensión de todo aquello que nos rodea:<br />
vivimos en un mundo cambiante, en constante y permanente progreso, y a veces estos rápidos<br />
cambios en cortos períodos de tiempo no contribuyen demasiado a que seamos capaces de<br />
entender de la mejor de las formas posibles todo aquello que nos atañe. En los inicios del<br />
estudio de la Educación Artística como tal, muchas han sido las investigaciones realizadas con<br />
el fin de poder darle un cierto sentido o significación a este ámbito en nuestra formación y<br />
cotidianidad. Uno de los primeros precursores en este tipo de estudios fue Herbert Read<br />
(1943, Pág. 27), el cual afirmaba que la teoría expuesta por Platón hace ya muchos siglos no<br />
había sido interpretada de la forma que, en realidad, debía interpretarse, refiriéndose por<br />
tanto a la relación existente entre dos términos: arte y educación.<br />
El ser humano, desde su nacimiento, cuenta con una serie de destrezas, de habilidades<br />
innatas, que le hacen reaccionar con respecto a su entorno de una forma completamente<br />
espontánea. Es también esa reacción natural la que conduce al ser humano a adaptarse a su<br />
propio entorno, a la naturaleza en la que vive, para, de esta forma, llegar a comprenderla y<br />
actuar con respecto a ella: “la naturaleza humana es infinitamente variada y nuestro primer<br />
cuidado debe ser no destruir los gajos que no se inclinen en la dirección deseada” (Read, 1943,<br />
Pág. 92). La relación de la educación en lo visual, en lo artístico, se vinculaba estrechamente<br />
con la propia Psicología, puesto que se tendían a justificar determinados comportamientos en<br />
función de la percepción y expresión ostentada por los sujetos.<br />
Con el paso del tiempo, este tipo de teorías fueron evolucionando, sin desligarse del todo<br />
del plano psicológico, pero si atribuyendo la especial importancia de la formación en lo que<br />
percibimos, en lo que nos llega, he aquí un claro ejemplo: el color puede ser definido como “el<br />
rayo de luz que es proyectado sobre un determinado objeto en dirección a nuestra retina” (Del<br />
Moral, 2007, citado por ECOEM, 2009). De esta forma, ya desde su propia definición, se tiende<br />
lo subjetivo del objeto al que se refiera, al igual que a la persona que vea o no vea ese color. La<br />
constitución de una interpretación sobre lo que vemos es, al fin y al cabo, la construcción de<br />
nuestros propios esquemas mentales.<br />
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Otra de las principales tendencias sobre el estudio del arte y su relación con la educación<br />
se basaban en la expresión y la comunicación, es decir, con su función en el propio lenguaje y<br />
la manera en la que ha podido repercutir sobre la evolución de lo que hoy día entendemos por<br />
lenguaje en sí. Ernst Fischer (1963, Pág. 36-‐37) se centró en relacionar estrechamente el<br />
desarrollo comunicativo con los factores antropológicos que iban ligados a los orígenes del<br />
ser humano.<br />
Esta importancia comenzó a cobrar una dimensión diferente en lo que se refiere a la<br />
propia educación, puesto que el arte era considerado como una herramienta para conocer en<br />
mayor medida a la sociedad, como medio para culturizar a las personas. Y así es como fue:<br />
poco a poco, las artes fueron introduciéndose en las aulas hasta ir cobrando un pequeño<br />
“rinconcito” en el que resguardarse, la educación en el arte comenzaba a cobrar un<br />
determinado “papel” dentro de la formación de las nuevas generaciones (Fischer, 1963, Pág.<br />
69). En relación precisamente a los vínculos establecidos entre los educandos, su desarrollo y<br />
el arte, muchos psicólogos se vieron interesados en el estudio de lo artístico, tal y como<br />
también mencionábamos anteriormente. Quizás, el psicólogo con mas trascendencia en el<br />
ámbito del arte y la educación fue Rudolf Arnheim (1993, Pág. 13): se encargaba de describir<br />
como en el transcurso de su desarrollo, los niños/as generan invenciones gráficas mediante<br />
las cuales las formas que ellos percibían se reformulaban dentro de los límites del medio con<br />
el que trabajaban.<br />
Uno de los principales conceptos en torno a los cuales giraban sus teorías se basaba en<br />
afirmar que “las artes no se pueden enseñar y que cualquier tipo de razonamiento sobre ellas<br />
pone en peligro la espontaneidad de la invención creativa” (Arnheim, 1993, Pág. 93). Destacaba<br />
la magnitud del docente en lo que se refiere a la formación artística: “En las artes y en el resto<br />
de la educación, el mejor profesor no es el que comparte todo lo que sabe o el que se guarda todo<br />
lo que podría dar, sino el que, con la sabiduría de un buen jardinero, observa, juzga y echa una<br />
mano cuando su ayuda es necesaria” (Arnheim, 1993, Pág. 95).<br />
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El incesante interés por comprender también la relación de los grafos con el desarrollo<br />
cognitivo de los educandos era otra de sus prioridades y, de esta manera, muchos<br />
investigadores tomaron como ejemplo el trabajo de Arnheim para llevar a cabo sus propios<br />
estudios.<br />
No obstante, en la actualidad pocos son los estudios que se lleguen a replantear o al<br />
menos a plantear inicialmente el verdadero papel que las artes desempeñan en nuestro actual<br />
currículum. Casi siempre, las orientaciones en materia de estudio van relacionadas<br />
precisamente a la forma en que se dan estos sucesos, es decir, a la relación desarrollo-‐arte que<br />
los educandos mantienen durante su período educacional. John Lancaster (1991, Pág. 87) fue<br />
uno de los primeros expertos en la materia que se interesó, por vez primera, en el tratamiento<br />
de esta manera en el plano educativo, ya no únicamente en afirmar la relación o no relación, o<br />
la influencia o no influencia del arte sobre el alumnado, sino en saber verdaderamente que<br />
dimensión adquiría la Educación Artística en su vida académica, en su cotidianidad diaria, en<br />
lo que verdaderamente les podría aportar para seguir progresando en sus propias vidas.<br />
Muchas son las corrientes, en lo que se refiere a la concepción de la investigación<br />
artística, que defienden una perspectiva clara. Por ejemplo, Torrance (1977, citado por Marín<br />
Viadel et al., 2005) se encarga de rebatir la opinión de que la imaginación y la originalidad son<br />
factores exclusivos de la experiencia plástica y visual, insistiendo en que las implicaciones<br />
creativas son necesarias para cualquier tipo de actividad. Por su parte, Weisberg (1987, citado<br />
por Martín Viadel et al., 2005) afirma que la independencia y creatividad son una experiencia<br />
cotidiana, mientras que Guilford (1978, citado por Marín Viadel et al., 2005) sitúa<br />
precisamente esas capacidades en el plano de cualquier pensamiento divergente. Estas son,<br />
quizás, algunas de las reseñas que podemos encontrar en lo referente a la forma de afrontar<br />
un estudio sobre el arte en educación.<br />
En relación a la cantidad de datos aportados por cada una de las teorías, estudios e<br />
hipótesis de estos investigadores, podemos desmembrar cuatro tendencias y denominaciones<br />
de mayor reconocimiento general en lo que se refiere a la Educación Artística, diferenciando<br />
(Marín Viadel et al., 2005, Pág. 105):<br />
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1) Autoexpresión Creativa (1920-‐1960): libre desarrollo de la creatividad<br />
espontánea infantil.<br />
2) Educación por el Arte (1943, encabezada por Herbert Read con su obra): el arte<br />
debe ser la base de la educación.<br />
3) Educación Visual (1970): comunicación en el lenguaje visual.<br />
4) Cultura Visual (1990): contextos socio-‐culturales de cualquier tipo de imágenes.<br />
Actualmente, muchos estudios se relacionan directamente con la preocupación por el<br />
concepto de “estética”, es decir, de la forma en la que los educandos comprenden la realidad<br />
que les aguarda y les rodea. Influidos por el Postmodernismo, influenciado en gran medida<br />
por Nietzsche (1960), el quebranto y desencanto de la razón no han conducido más que al<br />
replanteamiento de todo lo establecido, ya no solo de la Razón en sí como “guía” para la vida<br />
de las personas, sino refiriéndonos a la llamada “Cultura del Vacío”.<br />
Esta “Cultura del Vacío”, se caracterizaba por cuatro aspectos fundamentales (Ruiz<br />
Román, 2009): la estética está por encima de la ética, la apariencia prevalece sobre la esencia,<br />
obligación por aparentar múltiples personales y las tendencias asumen poder sobre el propio<br />
ser. Desde esta perspectiva, surge una clara preocupación: en función a una sociedad en<br />
permanente cambio, en la llama “progresiva contemporaneidad”, la saturación de información<br />
provoca que, en la mayor parte de los casos, los educandos no lleguen a comprender aquello<br />
“que les llega”, tendiendo a “dejarse llevar” por aquello de lo que se les surte. Es entonces<br />
cuando se afianza dicha preocupación: el arte se interpreta como la herramienta fundamental<br />
en materia de educación para poder “evitar a tiempo” que la información saturada, con su<br />
consiguiente fragmentación y provisionalidad sobre la sociedad, pueda repercutir<br />
negativamente sobre las perspectivas acaecidas de las nuevas generaciones sobre la realidad<br />
en la que viven (Gutiérrez y Martínez, 2002, Pág. 13).<br />
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Estas tendencias se relacionan con diferentes disciplinas educativas (Marín Viadel et al.,<br />
2005, Pág. 426): el estudio del arte asociado a las Tecnologías de la Información y la<br />
Comunicación, como fuente para un uso adecuado de las TIC y aprovechamiento de su<br />
eficiencia en materia artística; el Desarrollo Comunicativo en los caracteres de la expresión y la<br />
percepción, tratando de desarrollar desde tempranas edades las habilidades sociales del<br />
alumnado; Educación para la Paz y la Crítica, como replanteamiento de los valores estipulados<br />
así como la asimilación de aquellos que son característicos de la sociedad en la que vivimos; al<br />
igual que los estudios orientados a la Arte-‐Terapia, como fuente para el tratamiento de<br />
dificultades en el aprendizaje o Necesidades Educativas Especiales sobre el alumnado.<br />
En relación a todos estos cambios, relacionados con la propia Sociedad del<br />
Conocimiento, se considera que el estudio de la Educación Artística ha de ir ligado<br />
estrechamente a la forma en la que pueda afectar a la visión o a las miras que el alumnado<br />
llegue a desarrollar u ostentar con respecto a su contexto más cercano, de manera que pueda<br />
ser un agente activo y partícipe directo de todo aquello que se suceda y que tenga que ver con<br />
su propia evolución como persona.<br />
Las tendencias actuales siguen progresando en función a la forma de trabajar esta<br />
materia en el currículum vigente. De ahí nuestro interés por profundizar en una temática<br />
quizás pocas veces refrendada en el campo de la investigación, apoyándonos en todo<br />
momento de las corrientes llevadas a cabo desde los comienzos de esta área del conocimiento.<br />
En lo referente a la Educación de la concepción artística ocurre una situación simular: la falta<br />
de “asentamiento” sobre tal cantidad de datos recibidos provoca que no se pueda comprender<br />
con una cierta claridad determinadas situaciones que nos envuelven. Herbert Read insistía en<br />
que “el niño comienza a expresarse desde el nacimiento” (1943, Pág. 122), por ello, desde que<br />
comienza a desarrollar su propia “progresión en evolución”, necesita de una formación y<br />
educación en lo visual, en las formas, en lo que le roda.<br />
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La labor artística se convierte en una materia tanto o más importante que cualquier área<br />
instrumental. La obcecación en que los educandos sean capaces de leer, escribir, contar y<br />
operar no permite, a veces, “ver más allá de las matemáticas y la lengua”. Queda patente en los<br />
textos de Read (1943), Fischer (1963), Lancaster (1991), Arhneim (1993), Pastor Homs<br />
(2004), Gutiérrez y Martínez (2002), Marín Viadel et al. (2005), Nure y Ávila (2007) así como<br />
Del Moral (2007) como ni la evolución cronológica se acerca del carácter imprescindible de la<br />
educación en el arte como vehículo de aprendizaje, como fuente de sapiencia y como<br />
plataforma de desarrollo cognitivo-‐social y personal.<br />
Al fin y al cabo, lo que se pretende es que el ser humano cuente con las facultades<br />
necesarias para poder ser partícipe directo de la realidad en la que vive, de la realidad que le<br />
envuelve, de la realidad en la que, un día, comenzará a participar activamente. La expresión de<br />
las emociones propias se perfila como una de las claves para comprender en mayor medida el<br />
carácter de conformación evolutiva sobre el alumnado: “lo que se puede designar como una<br />
emoción es en realidad un conglomerado de tres componentes: un acto de cognición, una lucha<br />
motivacional causada por la cognición y un despertar causado por ambas” (Arnheim, 1993, Pág.<br />
44). Ser capaz de expresar emociones es, a su vez, ser capaz de entender las de los demás, de<br />
comprenderlas, de interpretarlas e incluso de atribuirles significaciones. Es la representación<br />
la que, al fin y al cabo, nos va a dar la oportunidad de poder percibir, de poder discernir entre<br />
algo, de ser “capaces”, y es por ello que su dimensión debe ir ligada necesariamente al<br />
desarrollo de las personas, a su evolución.<br />
La motivación del proceso de creación debe encargarse de actualizar las experiencias<br />
vividas por el alumnado, de manera que éste las recuerde de un modo más completo y consiga<br />
identificar aquellos datos que hayan sido significativos para él. Dicha motivación es planteada<br />
desde diferentes dimensiones, enfocadas casi siempre a la variedad: el uso de múltiples<br />
herramientas y materiales, tal y como mencionábamos anteriormente, es la base para crear<br />
curiosidad y “ganas” en la realización y elaboración de producción plásticas,<br />
independientemente de la dificultad y la claridad que en ellas se presenten. “En la producción<br />
de cualquier cosa hecha con arte, o con el ejercicio de cualquier arte, están implicadas dos<br />
facultades: imaginativa y operativa” (Coomaraswany, 1983, Pág. 45).<br />
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Con respecto a dicha operatividad, es necesario afirmar la naturaleza de la Educación<br />
Artística para relacionarla directamente con el desarrollo de capacidades y la adquisición de<br />
destrezas: “el mundo cotidiano posee una tremenda riqueza y variedad de imágenes y, si los<br />
niños aprenden a emplear su discernimiento visual, podrán cribarlas minuciosa y selectivamente<br />
antes de emplearlas como estímulo del trabajo artístico en todo tipo de materiales” (Lancaster,<br />
1991, Pág. 48). No se trata solo de la educación en la discriminación de lo artístico, de lo<br />
presente en nuestra realidad, de ser o no capaces de hacer algo, sino de la identificación visual<br />
y su importancia, ya que puede llegar a condicionar el desarrollo a nivel cognitivo-‐social del<br />
alumnado.<br />
De hecho, Juanola y Calbó (2005, en Marín Viadel et al., Pág. 108) se referían a que “un<br />
currículum no tiene porqué estar exclusivamente focalizado en la producción artística, aunque<br />
podría desarrollarse un currículum completo de Educación Artística enfocado al desarrollo<br />
cognitivo”, evidentemente, no existe dependencia de forma imperante de una sola área,<br />
aunque sería posible que todo el currículum, en lo cognitivo, podría girar exclusivamente a la<br />
Educación Artística y su contribución al desarrollo personal y cognitivo-‐social de los<br />
educandos. Hay un aspecto más que reseñable: la asignatura de Plástica, dentro del área de<br />
Educación Artística, cuenta con dos horas semanales en el horario lectivo, sin diferenciación<br />
por referirse a cualquiera de los tres ciclos. Este reducido espacio de tiempo puede implicar<br />
que la productividad en las sesiones planificadas e impartidas se limite a un carácter<br />
puramente operacional, dejando quizás de lado la capacidad “imaginativa” anteriormente<br />
mencionada por Coomaraswany (1983).<br />
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En definitiva, el clima escolar desarrollado en este ámbito de la Educación Primaria<br />
tiende a reportar un mayor quehacer que en el resto de áreas de conocimiento. Esto se debe a<br />
que, principalmente, el valor que ostenta la Educación Artística en la actualidad aún no ha sido<br />
refrendada en nuestras aulas. De hecho, la situación resulta cada vez más preocupante y se<br />
están desperdiciando muchos de los aportes que esta área, la cual ni si quiera se considera<br />
como instrumental, podría suponer sobre la mejora del clima escolar en los centros<br />
educativos, en el normal desarrollo de las clases impartidas en el aula, así como una enorme<br />
mejoría en lo que a calidad de vida se refiere, ya que es necesario recordar muchas de las<br />
posibilidades de estímulo sensorial que la Educación Artística reporta sobre la vida en<br />
general, y sobre la convivencia escolar en particular.<br />
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