REGIÓN HUÁNUCO - BVS Minsa - Ministerio de Salud

El primer efecto y beneficio de una autoimagen positiva es la fijación de
objetivos estimulantes, realistas, bien definidos y portadores de valores sólidos,
fruto todo esto de seguridad en uno mismo, de creatividad y del hábito de tener
sueños ambiciosos.
Dichos objetivos a la vez, nacen de y deben llevar a una sensación de
esfuerzo, energía poder y compromiso; ponen en movimiento los mecanismos
creativos, liberan las potencialidades latentes y consolidan las vivencias de que
existimos para progresar y triunfar, no para fallar.
Y ¿no es acaso cierto que los días que particularmente vamos a llevar a cabo
tareas especialmente placenteras, desde que nos levantamos sentimos todo
ese cúmulo de fuerza interior que nos hace tener un día excelente y
gratificante? ¿Acaso no será posible transferir todo ese marco de entusiasmo
existencial hacia nuestro trabajo? En el contexto descrito, individuos y equipos
de trabajo se sienten más actores que menos reactores.
La visualización (o “la profecía que se cumple a sí misma”)
Maltz reporta un interesante experimento: dos grupos de deportistas muy
motivados para desarrollarse profesionalmente como tales, se sometieron a dos
situaciones distintas: el primero, durante 20 días tuvo sesiones de
entrenamiento convencional en las canchas; el segundo, también durante 20
días, tuvo sesiones de 20 minutos de relajación y concentración, imaginando y
visualizando jugar básquetbol y encestar muchas veces con gran éxito, pero sin
pisar la cancha durantes esos veinte días. ¿El resultado? Los del primer grupo
progresaron 24% y los del segundo grupo 24%.
Se tiene aquí una de las tantas pruebas del poder de las expectativas, del poder
de la imaginación y de la utilidad de visualizar los cambios deseados.
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