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DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA DOMINICANA 297
merecida indignación popular, amparándole en su propio
hogar. No satisfecho COn esto, sacó de su cartera un documento
que llevó preparado a aquella ridícula farsa y jn
puso en manos de aquel hombre justo e inofensivo. Era un
pasaporte, un decreto de proscripción lanzado contra el venel'able
anciano, compañero de todos los infortunios del pueblo
y su único consolador en las desgracias! El Congreso
inclinó la cerviz ante aquel atentado, y el vecindario vió 1'epetü'se
en nuestros días las mismas escenas que daba Tiberio
en el Capitolio.
Asegúl'ase que Santana llevaba un pasaporte para cada
diputado; pero como todos se humillaron no hizo uso
mas que del que correspondía al honorable señor Gaspar
Hernández, Canónigo de aquella Catedral y Representante
por la provincia de Santiago. Desde entonces, amedrentados
los tribunos y conservadores, se hizo el Congreso instrumento
del despotismo, y el puebJo despavorido fué a llorai'
en el secreto del hogar doméstico la nueva calamidad,
TI'as estas impresiones se publicó un decreto COllvocanr
o las Cámara para revisar la Constitución, debiendo efectuarse
la reforma en un pueblo del territorio del Seibo, lugar
ele las influencias de Santana, y en el cual los diputados
no tend;-án medio alguno de eyac1ir los compromisos f'l1
que ha de ponerlos la ambición.
Siguiéronse varias pl'isiones y expulsiones 8m figura
de juicio. Efeetuábanse sin que la autoridad se dignara, 8iq',:era
por respeto a la sociedad, motivar esos actos de o::Jresión
que la exigían sus esbirros y que ella otorgaba como
recompensa a la adhesión personal.
Para libertarse de obstáculos no les faltaba mas que
aleJarme del Ilaís. Convenía a sus depravadas miras hacerme
huir del territorio, y para lograrlo el mismo Santana esparcía
especies contra mi reputación y dejaba escapar palabras
amenazantes, En las orgías con que sus satélites celebraban
la inauguración del despotismo, veíasele, de mal traje,
enajenado y sacando a veces un puñal, prorrumpir en
denuestos contra mi persona, haciendo alarde de un valor,
que estoy cierto, permítaseme decirlo, no ostentaría en mi