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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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en <strong>com</strong>paración con lo que te tengo reservado para la próxima vez.<br />

–Olvídalo –respondió Johnny–. Lo único que haré la próxima vez será nadar<br />

en...<br />

Johnny la miró, mientras una expresión de sorpresa se expandía por su<br />

rostro. Le apretó la mano con más fuerza, casi hasta provocarle dolor.<br />

–Johnny... ¿qué te sucede? ¿Tienes un calambre?<br />

–Válgame Dios –murmuró Johnny en voz baja.<br />

–¡Johnny!<br />

El seguía aferrándole la mano y le miraba la cara con una expresión<br />

contemplativa, lejana y soñadora, que la ponía nerviosa. Eileen había oído lo<br />

que se contaba acerca de Johnny Smith, rumores que había desechado con su<br />

propia variedad de terco pragmatismo escocés. Corría la versión de que había<br />

pronosticado que el hijo de Marie Michaud se curaría totalmente, aun antes de<br />

que los médicos estuvieran cien por ciento seguros de que valía la pena<br />

arriesgarse con la peligrosa operación. Otro rumor estaba relacionado con el<br />

doctor Weizak: se decía que Johnny le había informado de que su madre no<br />

estaba muerta sino que vivía en un lugar de la costa oeste con otro nombre. A<br />

juicio de Eileen Magown estas historias eran otras tantas patrañas, que estaban<br />

a la par de las revistas sensacionalistas y de los cuentos de amores tiernos y<br />

salvajes que tantas enfermeras leían durante las horas de guardia. Pero ahora la<br />

mirada de él la asustaba.<br />

Parecía estar escudriñándola por dentro.<br />

–¿Te sientes bien, Johnny?<br />

Se hallaban solos en la sala de fisioterapia. La gran puerta de dos hojas con<br />

paneles de vidrio esmerilado que <strong>com</strong>unicaba con la piscina estaba cerrada.<br />

–Santo cielo –murmuró Johnny–. Será mejor que... sí, aún hay tiempo. El<br />

tiempo justo.<br />

–¿De qué hablas?<br />

Entonces él salió de su trance. Le soltó la mano... aunque la había apretado<br />

con fuerza suficiente <strong>com</strong>o para dejarle marcas blancas sobre el dorso.<br />

–Telefonea al cuartel de bomberos –dijo–. Te olvidaste de apagar el hornillo.

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