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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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voz un poco insegura.<br />

–¿De veras? –Bannerman inclinó la cabeza y se frotó las marcas rojas que<br />

tenía a los costados de la nariz, donde se apoyaban sus gafas–. Tiene una<br />

extraña forma de demostrarlo, ¿no le parece?<br />

12.<br />

El teléfono sonó unos veinte minutos más tarde y Bannerman lo atendió<br />

enseguida. Habló poco. Escuchaba. Johnny vio cómo envejecían sus facciones.<br />

Colgó el auricular y miró en silencio a Johnny durante un largo rato.<br />

–El 12 de noviembre de 1972 –articuló–. Una alumna de la universidad. La<br />

encontraron en un campo, junto a la autopista. Se llamaba Ann Simons. Violada<br />

y estrangulada. Veintitrés años. No analizaron el tipo de esperma. Todavía no es<br />

una prueba, Johnny.<br />

–No creo que usted necesite más pruebas, interiormente –replicó Johnny–. Y<br />

sospecho que si lo enfrenta con lo que ya sabe, confesará.<br />

–¿Y si no confiesa?<br />

Johnny recordó la visión que había tenido en el pabellón de conciertos. Se<br />

precipitó girando sobre él <strong>com</strong>o un búmerang enloquecido y letal. La sensación<br />

desgarrante. El dolor agradable, el dolor que recordaba él de la pinza de ropa, el<br />

dolor que lo ratificaba todo.<br />

–Ordénele que se baje los pantalones –dijo Johnny.<br />

Bannerman lo miró.<br />

13.<br />

Los periodistas estaban aún en el vestíbulo. En verdad, probablemente no se<br />

habrían movido de allí, aunque no hubieran pensado que se iba a producir una<br />

novedad en la investigación... o por lo menos un vuelco extravagante. Las<br />

carreteras de salida estaban intransitables.<br />

Bannerman y Johnny salieron por la ventana de la alacena.<br />

–¿Está seguro de que hay que hacerlo así? –preguntó Johnny, y la tormenta<br />

intentó arrancarle las palabras de la boca. Le dolían las piernas.

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