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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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levantaba la gran rueda de rayos, circundada por pequeñas bombillas eléctricas.<br />

Debió de oír el <strong>com</strong>entario de Johnny, porque reanudó su discurso de manera<br />

más o menos mecánica, mientras sus ojos seguían escudriñando el suelo de<br />

tierra a la pesca de un destello de plata.<br />

–Je, je, je, si se siente con suerte, caballero, haga girar la Rueda de la<br />

Fortuna y transforme sus centavos en dólares. La Rueda lo puede todo. Bastan<br />

diez centavos para poner en movimiento la Rueda de la Fortuna.<br />

Johnny se volvió hacia el lugar de donde brotaba la voz.<br />

–Johnny.<br />

–Me siento con suerte, <strong>com</strong>o dijo el hombre. –Le sonrió a Sarah–. A menos<br />

que te moleste...<br />

–No, haz lo que te plazca. Pero no tardes demasiado.<br />

Volvió a mirarle con esa expresión reflexiva que la hacía sentir un poco débil,<br />

preguntándose cómo serían las cosas con él. Su estómago se revolvió<br />

lentamente y el súbito anhelo sexual le produjo una ligera náusea.<br />

–No, no tardaré. –Miró al crupier. Ahora la avenida estaba casi<br />

<strong>com</strong>pletamente desierta a espaldas de ellos, y desde que las nubes se habían<br />

disipado sobre sus cabezas el aire se había enfriado. Los tres expelían sendas<br />

nubes de vapor blanco al respirar.<br />

–¿Quiere probar su suerte, joven? –Sí.<br />

Cuando habían llegado a la feria había pasado todo su dinero al bolsillo<br />

delantero, y en ese momento extrajo lo que quedaba de los ocho dólares.<br />

Sumaba un dólar ochenta y cinco.<br />

La mesa de juego consistía en una franja de plástico amarillo con números y<br />

alternativas pintados sobre ella dentro de las casillas. Se parecía un poco a una<br />

mesa de ruleta, pero Johnny <strong>com</strong>prendió enseguida que la desigualdad de<br />

probabilidades habría puesto lívido a un jugador de Las Vegas. Una decena sólo<br />

pagaba doble. Había dos números de la banca, el cero y el doble cero. Se lo<br />

hizo notar al crupier, que se limitó a encogerse de hombros.<br />

–Si desea jugar <strong>com</strong>o en Las Vegas, vaya allá. ¿Qué quiere que le diga?.<br />

Pero esa noche el buen humor de Johnny era inconmovible. Las cosas habían

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