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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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había sido barrida de ellos <strong>com</strong>o el polvo que se oculta bajo la alfombra. Sarah<br />

volvió a sentir la presencia de la irrealidad. En alguna parte tintineaba una<br />

campanilla amortiguada. Se oía el chirrido de los zapatos con suela de crep. El<br />

estaba bien cuándo había salido de su casa. Era imposible imaginar que se<br />

hallaba en una de esas torres de ladrillo, en trance de morir.<br />

Reconoció enseguida al señor y la señora Smith. Hurgó en su memoria<br />

buscando sus nombres de pila y no los encontró inmediatamente. Estaban<br />

sentados juntos cerca del fondo de la habitación, y a diferencia de las otras<br />

personas congregadas allí aún no habían tenido tiempo de asimilar lo que había<br />

ocurrido en sus vidas.<br />

La madre de Johnny había dejado el abrigo sobre la silla que tenía a sus<br />

espaldas y sostenía la Biblia entre las manos. Movía los labios a medida que<br />

leía, y Sarah recordó que Johnny había dicho que era muy religiosa... quizá<br />

demasiado religiosa, situada en esa vasta zona ambigua que se extiende entre<br />

las convulsiones místicas y la manipulación de serpientes, según recordaba<br />

haberle oído decir. El señor Smith –Herb, afloró en su memoria, se llamaba<br />

Herb– tenía una de las revistas sobre las rodillas, pero no la miraba. En cambio<br />

miraba por la ventana hacia donde el otoño de New England se abría paso<br />

rumbo a noviembre y al invierno ulterior.<br />

Se acercó a ellos.<br />

–¿El señor y la señora Smith?<br />

Levantaron la vista hacia ella, con las facciones preparadas para el golpe<br />

temido. Las manos de la señora Smith apretaron con fuerza la Biblia, que estaba<br />

abierta en el Libro de Job, hasta que se le pusieron blancos los nudillos. La<br />

joven plantada frente a ellos no usaba la bata blanca de las enfermeras o los<br />

médicos, pero en ese momento eso no importaba. Esperaban el golpe final.<br />

–Sí, somos los señores Smith –respondió Herb parsimoniosamente.<br />

–Soy Sarah Bracknell. Johnny y yo somos buenos amigos. Amigos íntimos,<br />

supongo que se podría decir. ¿Puedo sentarme?<br />

–¿La amiga de Johnny? –preguntó la señora Smith con voz tajante, casi<br />

acusadora. Unas pocas personas miraron fugazmente en torno y después

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