the florida state university college of arts and sciences

THE FLORIDA STATE UNIVERSITY
COLLEGE OF ARTS AND SCIENCES
RAZA, CLASE, ETNIA Y GÉNERO EN LA REPRESENTACIÓN DE LA MUJER
INMIGRANTE Y EXTRANJERA EN ARGENTINA (1880-1930)
By
ALEJANDRA KARINA CARBALLO
A Dissertation submitted to the
Department of Modern Languages and Linguistics
in partial fulfillment of the
requirements for the degree of
Doctor of Philosophy
Degree Awarded:
Summer Semester 2006
Copyright © 2006
Alejandra Karina Carballo
All Rights Reserved

The members of the Committee approve the dissertation of Alejandra Karina Carballo
defended on April 28, 2006.
Approved:
___________________________
Jean Graham-Jones
Professor Co-Directing Dissertation
___________________________
Brenda Cappuccio
Professor Co-Directing Dissertation
___________________________
María Morales
Outside Committee Member
___________________________
Santa Arias
Committee Member
William J. Cloonan, Chair, Department of Modern Languages and Linguistics
Joseph Travis, Dean, College of Arts and Sciences
The Office of Graduate Studies has verified and approved the above named committee
members.
ii

AGRADECIMIENTOS
Escribir esta página de reconocimientos se me presenta como una tarea
redundante ya que creo (o al menos he intentado) haber agradecido a todos los que de
alguna manera facilitaron y favorecieron este proyecto a lo largo del camino. Soy una
mujer de acciones y si bien reconozco el valor de la palabra, y en este caso en particular
la escrita, mi agradecimiento y mi admiración por mi directora de tesis y comité va más
allá de ellas.
A la Dra. Jean Graham.-Jones, esa mujer genial y vibrante que es mi guía y
modelo, le agradezco las horas de lectura y charlas que llevaron a encuadrar este amplio
proyecto. Sus sugerencias, siempre apropiadas, su habilidad de trasmitir y compartir su
conocimiento fueron el pilar de este trabajo.
De manera particular me gustaría agradecerle a la Dra. Santa Arias su apoyo
intelectual, moral y profesional durante los años académicos en Florida State University.
Su confianza en mi trabajo facilitó el camino hacia los archivos y bibliotecas, tanto en los
Estados Unidos como en Argentina.
No quiero dejar pasar la oportunidad de darle las gracias a la Dra. Brenda
Cappuccio, quien me apoyó a lo largo de la carrera en todos los aspectos posibles; y a la
Dra. María Morales quien tal gentilmente aceptó ser parte de mi comité tanto de
exámenes como de disertación.
En el área personal y para no dejar a nadie fuera, les digo gracias a todos. Mis
familias, tanto la argentina, como la americana, como la china. Hay un nombre que
quiero destacar y es el de Shik Kwan Ying, quien con su amor incondicional hacia
Carolina se convirtió en mi mano derecha una vez que mi “san kun ten” llegó. Sin la
abuela, tal vez este trabajo no existiría. A mis padres y hermanos por el aliento y su fe en
mí. A la tía Kika, quien se ocupó con todo su amor de “cai cai” durante mis horas de
trabajo en la Capital, y a Sergio por todo lo que él sabe.
iii

Tampoco quiero olvidarme de mis amigos, los de años y los nuevos, de alguna
manera, todos han contribuido a mi trabajo. A León Chang Shik que siempre estuvo al
lado incondicionalmente.
Me gustaría agradecerle a la fundación Winthrop King por su generoso apoyo
económico en varias oportunidades y al Departamento de Lenguas Modernas y
Lingüística de Florida State University también por lo mismo.
iv

TABLE OF CONTENTS
ABSTRACT ...................................................................................................... vii
INTRODUCCION .............................................................................................. 1
1. La mujer inmigrante y extranjera en la novela patriarcal: entre la independencia
y la comodificación económica ................................................................. 45
Eugenio Cambaceres: Sin rumbo (1885) y En la sangre (1887) ................ 48
Antonio Argerich: ¿Inocentes o culpables? Novela naturalista (1884) ..... 56
Carlos María Ocantos: Promisión (1897) .................................................. 69
Luis Pascarella: El conventillo (1917) ....................................................... 81
Conclusiones del capítulo ........................................................................... 95
2. En busca de la inmigrante, la extranjera y la esclava (sexual) en los textos
de “otros” ................................................................................................ 98
Las educadoras: institutrices, sirvientas y monjas. Co-educando a las niñas
de la elite porteña ...................................................................................... 100
Emma de la Barra: Stella (1905) ................................................................ 108
Katherine Dreier: Five Months in the Argentine from a Woman’s Point
of View 1918-1919 (1920) ......................................................................... 121
Aníbal Latino: Tipos y costumbres bonaerenses (1886) ............................ 131
Albert Londres: The Road to Buenos Ayres (1928) .................................. 136
Conclusiones del capítulo .......................................................................... 146
3. La mujer inmigrante en el teatro .................................................................... 148
El/La inmigrante en el teatro....................................................................... 152
Dos obras de Florencio Sánchez. La Gringa (1904) y El desalojo (1906) 154
Alberto Vacarezza: El conventillo de la Paloma (1929)............................. 162
Armando Discépolo: La fragua (1912) ...................................................... 165
Conclusiones del capítulo ........................................................................... 173
4. La mujer inmigrante y extranjera en lo visual ............................................... 177
La extranjera espectacular ......................................................................... 179
El espacio de Crítica ................................................................................... 181
v

La inmigrante espectacular ......................................................................... 186
El mal viene de afuera ................................................................................. 189
El espacio de Caras y Caretas ..................................................................... 193
La inmigrante espectacular en Caras y Caretas .......................................... 194
La extranjera espectacular en Caras y Caretas ............................................ 199
Conclusiones del capítulo ........................................................................... 205
5. CONCLUSIONES .......................................................................................... 207
REFERENCES ................................................................................................ 214
BIOGRAPHICAL SKETCH .............................................................................. 230
vi

ABSTRACT
My dissertation “Género, clase, etnia y raza en la (re) presentación de la mujer
inmigrante y extranjera en Argentina (1880 -1930),” studies the various ways in which
the representation of immigrant and foreign women, who arrived to Argentina between
1880 and 1930, were shaped by the modalities of gender, race, ethnicity, and class in
literary and visual texts. I approach this study with an understanding that the beforementioned
politics of difference are social constructions that reflect and perpetuate the
prevailing distribution of power and privilege in a society. I look at novels, plays, travel
literature and photography, re-envisioning canonical texts from a different critical
direction. Thus, my dissertation casts new light on the representation of immigrant and
foreign women by expanding the range of readings and exposing a patriarchal attitude
towards the changing role of women in an unstable social structure. Drawing from
theories such as gender, performance, ethnic studies, and visual culture, I emphasize the
link that exists between the way the immigrant and foreign female bodies are seeing, and
ways of structuring desire according to the logic of commodity capitalism.
vii

INTRODUCCIÓN
Aunque a menudo se crea que la ideología pro-inmigratoria que devendrá en lo
que la historia argentina se denomina “La gran inmigración” de finales del siglo XIX y
los primeros treinta años del siglo XX, fuera articulada por los representantes de la
generación de 1837, la realidad es que podemos encontrar sus antecedentes y elementos
esenciales en 1818 en las observaciones de Bernardino Rivadavia sobre política
inmigratoria. La inmigración fue vista, por este político-intelectual, como el agente
diluyente de las costumbres que aun unían al país con España, expresándolo de esta
manera en una carta a J. M. Pueyrredón datada el 9 de septiembre de 1818: “El aumento
de la población no es sólo a este Estado la primera y más urgente necesidad, después de
la libertad, sino el medio más eficaz, y acaso único, de destruir las degradantes habitudes
españolas y la fatal graduación de castas, y de crear una población homogénea,
industriosa y moral, única base sólida de la Igualdad, de la Libertad, y consiguientemente
de la prosperidad de una nación” (citado en Bagú 129). Con respecto a esto Tulio
Halperin Donghi concluye que tanto para Rivadavia como para sus contemporáneos era
de primera necesidad resaltar las características culturales más que las étnicas, debido a
que se sobreentendía al inmigrante como hombre blanco, no católico y europeo (443). Ya
la Argentina del momento contaba con una inmigración elite, que si bien poco numerosa,
les sirvió a los políticos como inspiración para proyectar un modelo del inmigrante ideal
encausado para poblar el desolado interior nacional.
El discurso rivadaviano de la primera década repercutió en el intelectual
sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento, quien hacia 1841 se propuso a elaborar un
examen crítico de la realidad hispanoamericana, y en cuyo proyecto de recuperación la
inmigración tenía un papel fundamental. Junto al futuro presidente de los argentinos
surge otro joven, cuyas ideas aunque por lo general en conflicto a las de Sarmiento, en
este caso coincidían con respecto a la necesidad de propulsar la inmigración europea.
1

Juan Bautista Alberdi, gran pensador argentino, quien con Sarmiento formaron parte de
lo que en la historia se denomina la Generación de 1837; y fueron quienes con su
carácter de reformadores propulsaron ideológicamente la inmigración en gran escala,
proceso que cambiaría las perspectivas económicas y sociales de la Argentina con
resultados que pueden ser apreciados en la actualidad.
Ambos reformadores debido a su oposición al gobierno del federal Juan Manuel
de Rosas recurrieron al exilio. Esta práctica les otorgó la oportunidad de viajar a Europa y
a los Estados Unidos donde se vieron expuestos a las ideas progresistas del momento en
los ámbitos de la economía y la educación, interesándose en particular en el papel que
desempeñaba la mujer en la sociedad. El avance económico e industrial de los países más
desarrollados, convencieron a estos propulsores de la necesidad de aplicar en Argentina
los principios observados en el extranjero. Tras regresar a su país natal después de la
caída de Rosas, y ante el deseo de poner en práctica sus planes reformadores, los
proscriptos se encontraron con dos obstáculos que les impedían poner sus teorías en
práctica: la extensión del país y la falta de población. Sarmiento en su ya reiterada cita
del Facundo (1945) lo explica así más claramente que nadie: “El mal que aqueja a la
República Argentina es la extensión: el desierto la rodea por todas partes, se le insinúa en
las entrañas; la soledad, el despoblado sin una habitación humana, son por lo general los
límites incuestionables entre unas y otras provincias” (23).
Se determina así, como primer paso para la transformación del país, atraer nuevos
habitantes con el objetivo de combatir el desierto pampeano. El elemento inmigratorio al
que apuntaban Sarmiento y Alberdi era de origen anglosajón y escandinavo, a quienes se
consideraban como portadores de un nivel cultural e intelectual superior al ya existente
en las pampas. Como consecuencia, se esperaba que dichos elementos trajeran a la
Argentina las ideas modernas y civilizadoras que prevalecían en el viejo continente, y que
una vez asentados, se sobreentendía que estos colonos se aculturaran y compartieran con
los nativos su formación para poner en práctica el aparato modernizador del país.
El resultado de la política inmigratoria no fue el que se esperaba. Un gran número
de los inmigrantes formaba parte de un corpus de campesinos analfabetos y de obreros
que no se encontraban en mejores condiciones intelectuales que los gauchos que se
2

pretendía erradicar. La mayoría escapaba de sus países, algunos por razones políticas,
pero la mayoría y en gran número, huyendo de la miseria que reinaba en Europa causada
por la superpoblación existente en países como España e Italia.
Si bien el número de hombres que llegaron al puerto de Buenos Aires fue superior
al de las mujeres, ellas también lograron abrir su camino hacia el nuevo continente. Los
primeros grupos, que llegaron entre los años 1860 a 1880, a diferencia de los arribados
más tarde, estaban constituidos en su mayoría por familias debido a que las leyes y la
propaganda gubernamental hecha en Europa, se enfocaron hacia los grupos familiares
que desearan habitar en suelo argentino.
De acuerdo a los registros migratorios de los años 90, el número de hombres que
llegaban solos, triplicaba al de las mujeres que arribaban en las mismas condiciones
civiles. Muchos de los hombres que venían, elegían dejar a sus esposas o novias en su
terruño natal. Esto se debía, en el mayor de los casos, a que no deseaban exponer a sus
mujeres, hijas o parientes femeninas a los peligros que un viaje incierto implicaba, con el
agregado que la demanda de mano de obra en ese momento era explícitamente masculina.
Sin embargo, para 1909, se incrementa el número de mujeres inmigrantes
llegadas al país, elevándose el número a 18.046, entre ellas un considerable número de
5.211 eran solteras o mujeres no acompañadas, dejando un saldo de 12.835 mujeres
casadas. 1 Sin entrar en números exactos podemos decir que, aunque la cantidad de
hombres es más de tres veces mayor, la proporción de mujeres solas llegadas ese año es
1.5 por ciento mayor que la de hombres solos comparado a otros años. Es evidente que la
mujer deja de esperar el llamado de su esposo o prometido como lo había hecho hasta
algunos años antes y, en cambio, decide tomar el camino seguido por sus compatriotas,
llegando a Buenos Aires por las mismas vías.
Debido a la invisibilidad anteriormente aludida uno de los primeros pasos en este
trabajo es legitimar el espacio perteneciente a la inmigrante y extranjera por medio de la
estrategia de visibilización, mostrando así su existencia en el contexto a tratar, y de
alguna manera, contestando al discurso androcéntrico que recurría a la práctica
1 En estas cantidades no se consideraba a las niñas recién llegadas. Estos datos son
provenientes de las estadísticas recopiladas por Juan Alsina.
3

excluyente. La representación, según Judith Butler, sirve como término operativo dentro
de un proceso político que busca extender visibilidad y legitimidad a las mujeres como
sujetos políticos, pero que a la vez, esta práctica puede tener el objetivo opuesto. Es decir
que la representación puede tener la función normativa de un lenguaje que revela y
distorsiona lo que se asume como verdadero acerca de las categorías, y en este caso, la de
las mujeres. Al apuntar a tal idea también me refiero a Mitchel Foucault quien sostiene
que el sistema “jurídico” de poder “produce” los sujetos que luego representa (Femenías
137). En otras palabras, la construcción política de un sujeto procede con los objetivos de
legitimizar y/o excluir, y que además estas operaciones son ocultadas y naturalizadas por
un análisis político, produciendo así lo que claman representar.
La invisibilidad que le confieren a la mujer los sujetos en el poder, no se limita o
circunscribe sólo al cuerpo femenino sin importar la clase, etnia o raza a la que se
pertenece, sino que se adjudica al grupo de inmigrantes en su totalidad. En su novela El
conventillo, ya olvidada pero rescatada en esta disertación, Luis Pascarella en 1917
ejemplifica claramente tal perspectiva a través de una escena cotidiana en el puerto de la
capital argentina. Según lo narrado el desembarco del “Cristoforo Colombo” recién
llegado al puerto de Buenos Aires se produce en un orden que muestra y respeta una
clasificación social, de género, e inclusive de etnia de los pasajeros. Tras atracar, el
desembarco comienza con la primera y la segunda clase de viajeros compuesta por
“hombres de negocios habituados a los viajes” (68) indiferentes a la multitud que espera
en el puerto. A continuación, bajan los turistas entre los que sobresalen “las inglesas
angulosas” (68) con aire de sobriedad a quienes les importa tomar una fotografía de la
escena que observan, registrando tan sólo una décima parte del paisaje. También las
francesas se asombran de poder desembarcar sin peligro de ser atacadas por “sauvages”
(68), y por último en este distinguido grupo, las señoras argentinas y las niñas que
retornan de sus viajes con sus baúles cargados de nuevos vestidos y baratijas adquiridos
en Europa.
Toda la particularidad y la individualidad en la descripción terminan con el
descenso de los pasajeros de tercera. “Después del desembarco de los de primera y
segunda clase, comenzó el lento desfile del ejército inmigratorio que hasta entonces,
semejante a un enorme hormiguero había permanecido acorralado en la proa” (69). El
4

contraste entre ambos grupos no puede pasar por desapercibido, los unos con su altivez y
su visibilidad transformada en actitud y presencia, y los otros animalizados como
hormigas acorraladas, “cualesquiera que fuera su origen o procedencia” (69). Los recién
llegados a la voz de “un moreno grandote, con su traje de soldado de la capitanía del
puerto” ordenaba: “¡Inmigrantes abajo! ¡Inmigrantes, nada más que inmigrantes! La
nueva tierra no hacía otra distinción” (70) agregaba el narrador. Tal vez no la tierra, pero
sí sus habitantes hacían la distinción, al referirse a los estereotipos de origen étnico y
racial, pero una vez que “los matices dispersos” de su raza y etnia salen a la luz “se
sintetizan en la mente y se forma una sola y extraña imagen” (70):
La masa de inmigrantes se la ve, al desembarcar, atravesar las calles en
silencio, casi siempre por el medio, en traje si es domingo, es grotesco y
vulgar, y si es el de todos los días, revela una humildísima procedencia.
[. . .] En Buenos Aires se opera la transformación del emigrante oscuro,
encorvado al llegar, vestido de labriego o peón, y azorado de verse en
grandes ciudades, primero, en hombre que siente su valor, después en
francés, italiano, español, según su procedencia, en seguida en extranjero,
como un título y una dignidad, y al fin en un ser superior a todo lo que lo
rodea, de labriego que comenzó. Las mariposas, antes de lazarse a los
aires a ostentar sus bellos matices, han sido larvas escondidas en el
capullo, para transformarse de chenilles que eran. Esta otra
transformación, más lenta se hace a la vista de todos. (127)
El inmigrante, sin distinción de sexo, es visto como masa, como el “otro” en la historia
que es siempre ajeno, hostil en potencia, o en algunos casos hasta enemigo. La “otra”, por
su lado, es invisible o simplemente inmaterializada por la atención centrada en su
contraparte masculina. Para comenzar el proceso de visibilización me gustaría recordar
los datos que con anterioridad fueron expuestos rescatados por el ministro de inmigración
Juan Alsina que testifica la presencia de estas mujeres. En los escasos casos en que el
foco de atención se centra en un personaje femenino inmigrante o extranjero en los textos
literarios se acude a la práctica del chivo expiatorio, por la cual se la culpa de los males
5

que aquejan al país, en particular con respecto a lo que concierne al futuro moral y social
del ciudadano argentino y por extensión al de la nación.
Es mi intención en este estudio demostrar que la falta de apreciación por parte de
los intelectuales-políticos y la crítica contemporánea a los textos aquí seleccionados, se
debe a la falta del ajuste de los mismos a las corrientes ideológicas imperantes en el
momento, que no sólo se ocuparon de invisibilizar a la mujer inmigrante y extranjera,
sino también a esos textos que no encuentran lugar en el canon tradicional. Sin embargo
estos textos que desentonaban o no se comprometían con la ideología del momento, son
portadores de mensajes reveladores y de idiosincrasias que enfrentan a su contrapartida.
Es por eso que propongo enfocar el tema de la representación desde diferentes
ángulos, entendiendo que la riqueza de este trabajo radica en la variedad de perspectivas.
Desde un enfoque historiográfico, este trabajo se sitúa en la corriente de teorías de género
de las últimas décadas que ha incitado la discusión sobre la omisión, el ocultamiento y el
olvido del papel de las mujeres en la historia tradicional. La reincorporación de estos
textos no es suficiente, siendo también necesario adaptar estrategias de investigación con
el objetivo de recuperar un sujeto históricamente omitido. También estimo necesario recontextualizar
la situación de este sujeto histórico en sus dimensiones de género, etnia,
clase y raza en su capacidad de construcciones sociales que redefinen y determinan la
producción y la aprehensión de estos sujetos.
En este capítulo planteo definir, delinear y delimitar mi estudio. Expongo la
problemática desencadenada por el discurso de los dirigentes respecto a la definición de
los términos “inmigrante” y “extranjero” que para muchos son intercambiables, y que en
particular en el contexto argentino, sus significados han ido metamorfoseándose a lo
largo del tiempo como resultado, o bien respondiendo a necesidades legislativas y
sociales. También presento el marco teórico que definen las modalidades de raza, etnia,
género y clase, basados no sólo en la teoría actual, sino que éste será apoyado por un
detenido estudio de las mismas en el contexto socio-cultural, político y económico de la
Argentina finisecular y de principios del siglo XX.
6

Puntos de partida: definir, delinear y delimitar
Los términos “inmigrante” y “extranjero” son a menudo sustituidos uno por el
otro sin impactar mayormente en el significado de los mismos. Sin embargo, en contextos
específicos como el de la Argentina de “la Gran inmigración” (1880-1930), éstos fueron
sufriendo variaciones a lo largo del tiempo, coincidiendo y respondiendo a las
necesidades socio-políticas, además de ser en muchas ocasiones manipulados para
legislar más flexiblemente. Al mismo tiempo, y por razones primordiales para este
trabajo, me gustaría definir y delimitar la diferencia de connotaciones en la dupla
extranjero-inmigrante que para el caso de la mujer toma características únicas.
Si bien ambos términos, inmigrante y extranjero, se refieren a personas que se
desplazan, no todos lo hacen de manera permanente. Términos como extranjero, viajero,
inmigrante, exiliado, pasajero fueron usados comúnmente para definir a las personas que
llegaban al país desde el exterior (Devoto Historia de la inmigración 21). Y si esto fuera
así, un punto de partida sería preguntarnos ¿cuándo realmente empieza el proceso de
inmigración en la Argentina? ¿Comienza con el desplazamiento de los primeros colonos
después de la llegada de Juan de Garay a las costas del Río de la Plata? o ¿con los
primeros visionarios que vieron en la Argentina la posibilidad de “hacer la América”?
Ema Wolf y Cristina Patriarca sostienen que de un censo llevado a cabo en Buenos Aires
en 1805 los extranjeros eran en su mayoría portugueses con 265 entradas, los italianos le
sucedían con 92, los franceses tenían 54 habitantes en la ciudad y el resto de ellos eran
norteamericanos e ingleses, y que “por el momento se los conoce como ‘extranjeros’ y no
como ‘inmigrantes’; vienen solos o con sus familias, pero no es el hambre lo que los
corre de su patria sino la aventura o la búsqueda de una posición mejor dentro de la
sencillez que ofrece este suelo” (17-8).
Uno de los principales problemas en la definición de estos términos es su
porosidad y la falta de límites. Las categorías de inmigrante y extranjero carecen de
bordes, de fronteras, son ambiguas, cambian a lo largo del tiempo y en “las imágenes y
auto-imágenes de las sucesivas generaciones, además de cuánto el historiador tiene que
tomar nota de esas variantes” (Devoto Historia de inmigración 27).
7

Comencemos con la etimología del término extranjero que parece ser más estable
que las connotaciones o mutaciones que ha sufrido a través del tiempo. Según Susana
Murphy:
En hebreo bíblico los vocablos nehar y nahri pertenecientes a una misma
raíz n-h-r aluden a la noción de “extraño”, “ajeno”, “extranjero”; en
egipcio clásico la palabra shm(є)w remite a “extraño”, “extranjero” y
“vagabundo” y es la expresión que generalmente se aplica a los miserables
asiáticos mencionados de manera despectiva en el corpus del documental
egipcio. (énfasis en el original 5)
La misma crítica asocia el adverbio extraneus, derivado del latín, que significaba “extra”,
entendiéndose a todo lo que provenía del exterior, para luego denotar a quien viene de
afuera y es ajeno a la familia. El concepto extranjero se construye con respecto a la
diferencia y la existencia separada de otras identidades. Todos los pueblos a lo largo de la
historia han necesitado de la construcción del otro, no sólo como método de unificación,
sino con propósitos de identificación.
Según Émile Benveniste la noción de extranjero no se define tan claramente en
las civilizaciones antiguas como en las modernas, que tienden a demarcar los límites
entre “nosotros” y “los otros” a partir de las garantías constitucionales que les
corresponden (231-2). Es a partir de este momento en que se comienzan a notar
propuestas que distinguían entre migraciones antiguas y las migraciones en masa
posteriores. La diferencia para determinar quien era considerado inmigrante o extranjero
yacía en “la calidad” o “profesionalización” traída por estas personas desde sus lugares
de origen. Estas economías de diferencia fueron disparadas por el prejuicio y cierto recelo
ante la llegada masiva de inmigrantes y la pérdida de control por parte de la clase
dirigente, no pudieron mantenerse como criterios para definir al inmigrante.
Delinear y definir a los inmigrantes y extranjeros en Argentina
En la primera mitad del siglo XIX el tema de la inmigración se comienza a
delinear y en la segunda se define, aunque su legislación por momentos no escapaba de la
ambigüedad. Socialmente hablando, quien era o no inmigrante resultaba claro en el
ambiente de la Argentina de fin del siglo XIX, en especial en la capital. En Buenos Aires
8

para esa época se habían asentado grupos de ingleses, alemanes, franceses e italianos que
por lo general se desempeñaban como comerciantes e industriales. Para los porteños esta
elite extranjera no podía compararse o equipararse a los napolitanos o genoveses que
vivían, por ejemplo, en el barrio de La Boca. Ser importador, ingeniero, educador e
inclusive modista o sastre, era poseer el pasaporte a la aceptación de las familias criollas,
sin ser ninguno de ellos rotulado como inmigrantes ante los ojos de la elite.
Tampoco eran consideradas como inmigrantes las personas pertenecientes al
grupo de exiliados que ingresó al territorio nacional en la misma época. Estos individuos
llegaron en su mayoría por motivos políticos o por invitación del gobierno. Tal fue el
caso de Aarón Pavlovsky, un agrónomo judío-ruso, quien llegó a la Argentina en 1883 y
“no era de ningún modo confundido con los inmigrantes –del mismo origen y de la
misma religión – que desembarcaron en 1889 del vapor ‘Wesser’” (Historia de
inmigración 28), sostenía Devoto. Si bien este ejemplo individualizado de tantos otros,
tan sólo sirve para mostrar cómo el reconocimiento social cumplía la función de
“borrador o “blanqueador” de las fronteras entre “nos” y los “otros”.
Si de alguna manera se hiciera mención de la nacionalidad de los grupos
anteriormente mencionados, seguramente se apelaría al término extranjero pero no
inmigrante cuya connotación hacia fines del siglo XIX era claramente la de trabajador
rústico, de bajo recursos, iletrado y sobretodo representante del sexo masculino.
Si socialmente la categoría de inmigrante o de extranjero estaba clara, no sucedía
lo mismo en el espacio jurídico. Por ejemplo, en el artículo 12 de la primera parte de la
Ley 817 de 1876, más conocida como ley Avellaneda, se establece que:
Repútase inmigrante para los efectos de esta ley a todo extranjero
jornalero, artesano, industrial, agricultor, o profesor, que siendo menor de
sesenta años, y acreditando su moralidad y sus aptitudes, llegase a la
República para establecerse en ella, en buques a vapor o a vela, pagando
pasaje de segunda o tercera clase teniendo el viaje pagado por cuenta de la
Nación, de las Provincias o de las empresas particulares, protectoras de la
inmigración y la colonización. (20)
Esta diferenciación es casi imposible en los años anteriores a 1870 en que las
separaciones por tipo de billete era difícil de precisar o al menos la distinción entre
9

segunda y tercera clase ya que la demarcación se debía exclusivamente a la condición
social de los individuos. 2 Este punto pude constatarlo durante una conversación que
sostuve con un inmigrante, que si bien llegó al Uruguay con su madre cuando era muy
pequeño, ejemplifica este punto. Su padre, quien había llegado dos años con anterioridad
a las costas rioplatenses, logra juntar el dinero para pasajes en primera clase para su
esposa y sus dos hijos. Tras comprarlos, los envía a su esposa, a quien en el momento de
embarque se le niega acceder a su camarote a pesar de haberse pagado el monto
correspondiente a esa categoría. Probablemente dos factores entraron en juego a la hora
del embarque: su condición de mujer de pueblo rural, manifestada por su apariencia y
vestimenta por un lado, mientras que su condición de mujer no acompañada por su
esposo hacía de su traslado una empresa más complicada.
Además la categorización dependía de la perspectiva del mismo emigrado quien,
según el artículo 13 del capítulo V de la misma ley, podía optar por una categoría u otra
dependiendo de las condiciones a las que quisiera acogerse y se establece legalmente de
esta manera:
Las personas que estando en estas condiciones [referirse al artículo 12] no
quisieran acogerse a las ventajas del título de inmigrantes, lo harán
presente al tiempo de su embarque al capitán del buque, quien lo anotará
en el diario de navegación, o a las autoridades marítimas del puerto de
desembarco, debiendo en estos casos ser considerados como simples
viajeros. (20 el énfasis es mío)
Tras la acreditación de su buena conducta y su aptitud hacia los trabajos declarados, los
inmigrantes, y sólo ellos, podían gozar de los derechos establecidos en el artículo 14 de la
ley Avellaneda, 3 mientras que en el 15, al que veo como apéndice del anterior, se
2 Según Devoto en la época cuando predominaban los veleros “los pasajeros que iban en
proa, en cubierta o en el sollado [el piso inferior del barco] eran ciertamente distintos de
los privilegiados que viajaban en popa o en las cámaras del centro de la nave pero, como
recordaba la aludida legislación francesa, ello era a menudo difícil de precisar” (Historia
de inmigración 27-8).
3 Según este artículo todo inmigrante podrá: 1ero. Ser alojado y mantenido a expensas de
la Nación, durante el tiempo fijado en los artículos 45, 46 y 47. 2do. Ser colocado en el
trabajo o industria existentes en el país, a que prefiriese dedicarse. 3er. Ser trasladado a
costa de la Nación al punto de la República a donde quisiera fijar su domicilio. 4to.
10

establece que: “las disposiciones del artículo anterior serán extensivas, en cuanto fuesen
aplicables, a las mujeres e hijos de los inmigrantes, con tal que acreditasen su moralidad
y actitudes industriales, si fuesen adultos” (21). La extensión de los derechos establecidos
en el artículo 14 hacia el 15 refleja la posición de la mujer, que no sólo son posicionadas
o equiparadas a la altura de los niños, sino que también son tratadas como seres sin
propia entidad y como una prolongación de su contraparte masculina.
Delineación y antecedentes judiciales de la inmigración hacia Argentina
El primer decreto sobre el fomento de la inmigración fue firmado en el 4 de
Septiembre de 1812 por Feliciano Antonio Chiclana, Juan Martín de Pueyrredón y
Bernardino Rivadavia, en el cual se reconoce la importancia de promover la inmigración,
considerándose a “la población el principio de la industria y el fundamento de la felicidad
de los estados.” El gobierno además “ofrece su inmediata protección a los individuos de
todas las naciones, y a sus familias que quieran fijar su domicilio en el territorio del
Estado, asegurándoles el pleno goce de los derechos del hombre en sociedad, con tal que
no perturbaran la tranquilidad pública, y respetaran las leyes del país.” El decreto
continua así: “A los extranjeros que se dediquen a la cultura de los campos se les dará
terreno suficiente; se les auxiliará para sus primeros establecimientos rurales, y en el
comercio de sus producciones gozarán de los mismos privilegios que los del país.”
Aquí vemos establecerse dos principios básicos que regían los primeros
momentos del fomento de la inmigración: la idea de traer grupos familiares para trabajar
en el ámbito rural y el recibimiento de “individuos de todas las naciones”. Estas ideas con
el tiempo se irán manipulando y transformando en la retórica de la elite dirigente que
hizo de la sanción de leyes uno de sus pasatiempos favoritos. En la década del 1820
durante la presidencia rivadaviana se realizaron contrataciones con el objetivo de
transportar al país familias de origen europeo dirigidas hacia colonias rurales.
En 1824 se creó la Comisión de Inmigración que instaló agencias promotoras en
países estratégicos como Inglaterra, Alemania, Francia y Holanda, apuntando a una
Introducir libre de derechos de prendas de uso, vestidos, muebles de servicio doméstico,
instrumentos de agricultura, herramientas, útiles de arte u oficio que ejerzan y una arma
de caza por cada emigrante adulto, hasta el valor que fije el Poder Ejecutivo (21).
11

selectividad de migrantes de sangre anglo-sajona. El 26 de septiembre de 1864 la
Legislatura de Buenos Aires sancionó una ley que establecía la jurisdicción de los jueces
de paz encargados de intervenir a asuntos de carácter inmigratorio (Wolf y Patriarca 217).
Norberto Ivancich en su artículo “El Estado argentino ante la inmigración”
sostiene que:
Además de los derechos y garantías proclamados en la constitución [de
1853] (artículos 20 y 25) y en los Códigos, es importante comprender las
características de la legislación específica para extranjeros, a partir de la
ley 346 de Ciudadanía Argentina de 1869, pasando por la Ley 817 de
Inmigración y Colonización de 1876, la Ley 612 de Extradición de 1885,
el Reglamento de Inmigración hasta concluir en las leyes de Residencia de
extranjeros de 1902 y la de Defensa Social de 1910. (29)
En 1872 se creó la Oficina de Trabajo, dependiente de la Comisión Central de
inmigración, que se encargaba de la colocación de los recién llegados como jornaleros o
en el ámbito de servicio doméstico en la capital y luego en el interior.
En 1876 se sancionó la ley 817, más conocida como “la ley Avellaneda”, por la
cual se intentó regular todos los aspectos concernientes a la inmigración. Se dividió en
dos partes, la primera se refería a la inmigración como proceso, y la segunda parte se
refería a la colonización. En la primera parte se tratan temas como arribo, alojamiento y
traslado de los inmigrantes, definiciones de derechos y garantías, además se precisó el
objetivo del Departamento General de Inmigración. La segunda parte de esta ley se
dividió en siete capítulos. En uno de ellos se establecía la creación de la Oficina de
Tierras y Colonias, por medio del cual el estado fijaría la política a seguir, mientras que
en otro se dispuso la exploración de los territorios y la marcación y subdivisión de los
mismos. Se promocionaba la entrega de 100 hectáreas gratis a las primeras cien familias
apostadas en el territorio y establecía al mismo tiempo una serie de obligaciones para los
que las adquirieran en el futuro. Finalmente la ley Avellaneda se derogó en 1902 en lo
que respecta a la colonización, pero para ese entonces ya grandes extensiones de tierras
estaban en las manos de unos pocos capitales.
A principios del siglo XX, tanto el radicalismo como el socialismo habían
propulsado una serie de leyes sociales y provisionales que favorecieron directamente a la
12

masa trabajadora, en su mayoría compuesta por inmigrantes. Entre esas reformas se
encontraron el reglamento de trabajo de las mujeres y los niños en 1907, el descanso
dominical para la Capital Federal en 1905, y la inembargabilidad de sueldos, pensiones y
jubilaciones de 1914. Consecutivamente a estos adelantos en el área laboral, se crearon
otras leyes que afectaron la vida de los inmigrantes, especialmente a la de aquellos que
participaban activamente en la política. En 1902 se creó la Ley de Residencia que
autorizaba al Poder Ejecutivo expulsar a los extranjeros cuya conducta pusiera en peligro
el orden público. En 1910, se sancionó otra ley, conocida como la de Seguridad Social,
que prohibía la entrada al país de anarquistas y otros activistas que pudieran atentar
contra las instituciones y el orden nacional.
Estas leyes y decretos que sirvieron para cimentar el aparato judicial de la nación
fueron promulgados en un contexto que se ajustaba a las necesidades y sentimientos de
rechazo o peligro percibidos por parte de la clase dirigente. Estas medidas judiciales se
embebían y respondían a las teorías sociales y raciales positivistas que circundaban en el
ambiente de fines de siglo XIX y principios del XX, como veremos a continuación.
Breve historia del concepto de raza en Europa
La palabra “raza” cuyo significado principal era el de “linaje” entra en la historia
europea a principios del siglo XVI y su aplicación se extiende hasta el siglo XVIII
(Banton 30). Por linaje se entendía que un grupo de personas estaba ligado a un ancestro
común y que “such a group of people shared a certain ancestry which might give them
more or less common qualities” (Wade 6). El propósito clasificatorio de este concepto
condujo a desacuerdos y discusiones con respecto a cuánto y por qué las cosas vivientes
eran diferentes, llevando a Peter Wade a concluir que “in the concept of race as lineage,
the role of appearance was not necessarily fundamental as an identifier” (7).
Por su lado, D. Goldberg observa que el concepto de “raza” emerge junto al de
“modernidad” entretejido con ideas básicas de connotaciones morales (3). Mientras que
con anterioridad la moralidad se relacionaba y se definía en términos de la virtud y de
comportamientos apropiados, en la época moderna “and with the Discoveries, people
began talking in terms of stocks of breeds of humans people with engrained, natural
qualities” (Wade 9 énfasis y mayúscula en el original).
13

Hacia el siglo XIX se comienza a considerar el concepto de “tipo” basado en la
idea que las “razas” eran permanentes y que estaban constituidas por grupos humanos de
tipos separables con cualidades innatas que se transmitían de generación en generación.
Los tipos raciales se organizaron en jerarquías y las diferencias hasta entonces
consideradas como “naturales” comenzaron a verse como diferencias “biológicas” 4
(Mayr 108).
George Stocking en el capítulo II de Race, Culture and Evolution: Essays on the
History of Anthropology (1982), compara a dos científicos franceses de principios del
siglo XIX, quienes sentarían las bases de lo que se conocía en ese momento como
“racismo científico”. Uno de ellos es Baron Joseph Degérando, quien observó que las
diferencias entre los individuos provenían del ambiente. Por su lado, Georges Cuvier
“expounded a ‘static non-evolutionary tradition of comparative anatomy’, and spent his
time collecting (or rather stealing) bones and skulls for comparative measurement, to
assess racial differences” (Wade 10).
El siglo XIX se conoce como la época cumbre del racismo científico en que las
ideas de la filosofía moral y las de teorías raciales se entremezclaban, dando lugar al
utilitarismo invocado en nombre del bien común. Bajo la consigna del utilitarismo se
escondía un racismo solapado que le permitía a la autoridad racional –generalmente el
blanco colonizador- decidir lo que era más apropiado para el “menos racional” – a
entenderse como el negro o el indígena colonizado. Teniendo esto en cuenta, no es
extraño ver que los contextos sociales en que este fenómeno ocurría fuera el de la
abolición de la esclavitud y la comercialización de esclavos, así como durante el
surgimiento del Imperialismo.
Los grandes cambios y la inestabilidad típica de la transición de un nuevo siglo a
otro repercutieron en el concepto de “raza”. Es posible que el surgimiento de la
eugenesia como movimiento social y científico fuera uno de los giros más significativos
de las tendencias de la época. Eugenesia o eugenics (del griego eugenēs que significa
“bien nacido”) proviene de una palabra amalgamada por el científico inglés Francis
Galton en 1883, que entendía el uso fructífero de las ciencias en la selectividad de los
4 La diferencia “biológica” fue propuesta por Lamarck en 1802 para describir el estudio
científico de los organismos vivientes (citado en Mayr 108).
14

seres a procrear con el objetivo de mejorar las especies. Nancy Leys Stepan sostiene que:
“others defined eugenics as a movement to ‘improve’ the human race or, indeed, to
preserve the ‘purity’ of particular groups” (1). Como movimiento social proponía que la
sociedad debía asegurar la mejora constante de su carga hereditaria por medio de la
procreación de individuos y grupos “sanos” y prevenir la reproducción de aquellos que
no lo fueran.
Científicamente, la eugenesia estimulaba la manipulación “racional” de la carga
genética de las especies humanas, seleccionando deliberadamente en contra de aquellos
“no sanos” e inclusive abogando por la esterilización involuntaria (Leys Stepan 1-2). El
racismo genético es otro de los fenómenos que surgieron con la eugenesia, implicando
que la procreación de los seres pertenecientes a “razas inferiores” debía ser restringida,
así como se hacía con el ganado, para eliminar rasgos considerados perjudiciales para “la
raza” humana. La eugenesia como movimiento social tuvo gran aceptación en Europa y
los Estados Unidos, extendiéndose a Latinoamérica donde se arraigó más en algunos
países que otros.
Aparte de este movimiento originado en Inglaterra, científicos franceses también
hicieron sus aportaciones con la teoría neo-lamarckiana, que enfatizaba los conceptos de
descendencia, degeneración y herencia, concentrándose especialmente en las
características adquiridas por la influencia del medio ambiente. Leys Stepan sostiene que
la teoría neo-lamarckiana de herencia se articulaba perfectamente a los reformadores
latinoamericanos, quienes entendían que la mejora racial podía lograrse por medio de
cambios sociales y la intervención activa de los higienistas. Otras razones por las cuales
la anteriormente mencionada crítica sostiene que la teoría neo-lamarckiana se adaptaba a
Latinoamérica, y en especial a la Argentina, se debía a que los reformadores sociales
entendían que factores como vivir en medio ambientes precarios y la influencia de
“venenos raciales” tales como las enfermedades venéreas, el alcohol, la morfina, la
nicotina, y el trabajo bajo extenuantes y duras condiciones tanto para los hombres, pero
en especial para la mujeres, degeneraban la raza. “These poisons were called ‘racial’
because, through the habits and diseases were often first acquired or experienced in one
individual’s lifetime; they were believed to lead to permanent, hereditary degenerations
that in the long run could affect entire populations or nations” (Leys Stepan 85).
15

Junto a las teorías de degeneración planteadas por la eugenesia, el aporte de la
escuela de criminología italiana que seguía los lineamientos planteados por Cesare
Lombroso también tuvo gran repercusión en el ambiente científico. Entre los postulados
más aceptados de dicha escuela sobresalieron la identificación del crimen patológico y la
definición de un criminal típico basado en las mediciones y características anatómicas de
los individuos.
Mientras estas ideas (seudo)científicas emergían del campo de las ciencias, el
contexto del cambio de siglo se manifestaba inestable y propicio para nutrir nuevos
movimientos sociales, entre ellos, la segregación racial legal en los Estados Unidos, el
surgimiento de la militancia obrera y los movimientos en defensa de la mujer. En
particular estos dos últimos causaron temor a la clase dirigente tradicional y conservadora
en relación a la degeneración racial y el papel de la mujer obrera en la reproducción de
futuros ciudadanos.
1. La idea de raza en Argentina
Una vez concertada la independencia argentina de España, los lazos culturales se
extendieron principalmente hacia Francia e Inglaterra, acentuándose de esta manera la
identificación de la oligarquía con Europa. Este vínculo a la vez posibilitó la
permeabilidad de las ideas sobre el concepto de raza, imperantes en el viejo continente, y
luego canalizadas y transportadas por los mismos jóvenes latinoamericanos que recibían
su educación en instituciones de Francia e Inglaterra, o bien por medio de la lectura de
los grandes pensadores europeos de la época. Como consecuencia de ello, los
intelectuales finiseculares fueron influenciados por el positivismo, el darwinismo social,
el determinismo y las teorías raciales emanadas de Europa en sus postulados sobre la
conexión social y raza, historia y psicología.
Si bien la idea de “raza” no es científicamente aceptada, sería inútil e impropio
descartar las ramificaciones de tal concepto en el ámbito literario. La “otredad” puede
ser rastreada a los primeros textos escritos en la historia de la humanidad. Tanto en la
Iliada como en el Viejo Testamento, pasando por El mercader de Venecia (1597) a La
Tempestad (1611-12) de Shakespeare, donde se hace eco de los estereotipos raciales que
provenían de disposiciones hereditarias y predispuestas en los sujetos por naturaleza. Esta
16

doctrina pone énfasis en la apariencia física y en el ancestro común de los individuos para
explicar la razón o razones por las cuáles algunos grupos muestran ciertas aptitudes y
actitudes. 5
Aunque para finales del siglo XIX, los argentinos sostenían vivir en democracia,
en algunos sentidos esta idea era tan solo un mito. Argentina vivía en una sociedad de
tipo tradicional de jerarquías en donde la ideología del positivismo social progresista era
compartida en el marco de la clase dirigente. Ésta fue alimentada en los argentinos por la
lectura de Hippolyte-Adolphe Taine, entre otros, quien postuló que la literatura era el
producto de “race, moment, and milieu” (xxiii) como uno de los criterios positivistas en
su History of English Literature (1897), que influyó a varias generaciones de
intelectuales. Para Taine la raza lo era todo; “the first and the richest source of these
masters faculties from which historical events take their rise; [it was a] community of
blood and intellect which to this day binds its offshoots together” (citado en Gates 3). 6 En
la introducción de la obra anteriormente mencionada, Taine presenta su punto de vista
determinista en el cual “race,” “milieu,” and “moment” son el alma de una nación
(xxxiv). Taine define a “la raza” como una predisposición innata y hereditaria que
traemos al mundo con nosotros. Es una fuerza que puede ser reconocida a pesar de las
desviaciones que las otras dos postulaciones pudieran causar en uno. 7
Hacia los años noventa, una vez que la Argentina moderna se pusiera en marcha,
varios intelectuales de la época teorizaron sobre el éxito y la evolución del país, no
dudando en acreditarlo a la evolución racial que el mismo había tenido. A través de su
5 Esto se conoce en inglés como “racialism” o “teorías de raza” cuya permanencia se
extiende desde la mitad del siglo XVIII hasta la mitad del XX. La mayoría de los
pensadores victorianos creían que se podía dividir a los seres humanos en grupos
denominados: “‘races’ in such a way that all the members of theses races shared certain
fundamental, biologically heritable, moral and intellectual characteristics with each other
that they did not share with members of any other race” (Appiah 276).
6 El mismo crítico sostiene que: “Taine’s originality lay not in his ideas about the nature
and role of race but rather in their almost ‘scientific’ application to the history of
literature” (3).
7 “Milieu” son las tendencias accidentales y secundarias que cubren los rasgos primitivos,
las circunstancias físicas y sociales que modifican o confirman nuestro carácter.
“Momento”, es lo que Taine llama “acquired momentum” (History xxix).
17

producción ensayística Domingo F. Sarmiento, José María Ramos Mejía, José Ingenieros
y Carlos Octavio Bunge entre otros, presentaron un análisis global de la realidad racial
Argentina y Latinoamericana, trascendiendo en todos los casos las teorías europeas en
que basaban sus postulados y conclusiones. 8
El racionalismo europeo del siglo XVIII aportó los cimientos de las teorías que
los intelectuales argentinos postularon. Kant ya había propuesto que “la mezcla de razas
causada por conquistas de gran escala no parece benéfica para la humanidad, pese a las
posturas filantrópicas que se adopten” (236). Por su lado, el Conde de Gobineau en su
ensayo sobre la inigualdad de las razas agregaba el elemento “degenerativo” del cruce
entre ellas de esta manera: “La gente ya no tiene el mismo valor intrínseco que antes,
porque ya no tiene la misma sangre en las venas [. . .]. Los elementos heterogéneos que
prevalecen en el individuo [sanguíneamente degenerado] le proporcionan una
nacionalidad diferente a la de sus ancestros; una nacionalidad original, sin duda pero no
envidiable” (Citado en Gomes 50, las aclaraciones son mías). Lo inexorable del cruce de
razas no es presentado totalmente de manera negativa desde la perspectiva del Conde,
quien advierte que el mulato, a diferencia del negro, en correctas circunstancias donde
pudiera interactuar con modelos blancos adecuados, podría resultar en ciudadanos de
utilidad.
La lectura e interpretación del trabajo seminal de Charles Darwin, El origen de las
especies (1859) y de su próxima obra, El descendiente del hombre y la selección en
relación al sexo (1871), establecieron las supuestas bases sobre la idea de “raza”. 9 La
8 He elegido a estos cuatro ensayistas por considerarlos como los más representativos de
la época con respecto a la cuestión de inmigración y su conexión con las ideas sobre raza.
Argentina a excepción de los esclavos negros de la colonia y los indígenas, estaba
compuesta básicamente por personas de raza blanca. Medidas como la migración masiva
europea, la masacre de los indígenas y el reclutamiento de esclavos para la Guerra del
Paraguay –con la promesa de su libertad ante el regreso- ayudaron en el proceso de
“blanqueamiento” tan buscado por Sarmiento entre otros.
9 Para más información con respecto a teorías contemporáneas sobre raza, o bien que
parten de las lecturas sobre las obras de Charles Darwin consultar Winthrop P. Jordan,
White over Black: American Attitudes toward the Negro, 1550-1812 (1968), Ashley
Montagu, Man’s Most Dangerous Myth (1942) y por el mismo antropólogo The Idea of
Race (1965). Recomendamos un recuento útil de la trayectoria de la idea de raza
encontrada en el trabajo de Michael Banton, Racial Theories, publicado en 1987.
18

teoría de la evolución que postuló Darwin tuvo un enorme impacto en el pensamiento
europeo de la segunda mitad del siglo XIX y sus principales argumentos podrían
resumirse de la siguiente manera: los tipos biológicos o especies no tienen una existencia
fija ni estática, sino que se encuentran en cambio y una lucha constante por la existencia
y la supervivencia. Esta lucha provoca que los organismos que menos se adaptan a un
medio natural específico desaparezcan, al mismo tiempo que permite que los mejores
adaptados se reproduzcan, a este proceso se le denomina "selección natural". Este último
junto al desarrollo y la evolución requieren de un enorme período de tiempo, tan largo
que en una vida humana no se podrían apreciar estos fenómenos.
Las ideas de los pensadores europeos germinaron en el pensamiento del político y
educador argentino Domingo F. Sarmiento quien en su Facundo (1845) establecía los
lineamientos del concepto de mestizaje, llevándolo a su última expresión en Conflicto y
armonías de las razas en América (1883). Los dos volúmenes de este texto son una
extensa justificación de las reformas liberales llevadas a cabo durante el transcurso de
medio siglo, y el planteamiento de las causas que las llevaron al fracaso. “En Civilización
y barbarie,” nos dice Sarmiento, “limitaba mis observaciones a mi propio país; pero la
persistencia con que reaparecen los males que creímos conjurados al adoptar la
Constitución Federal, y la generalidad y semejanza de los hechos que ocurren en toda la
América española, me hizo sospechar que la raíz del mal estaba a mayor profundidad que
lo que accidentes exteriores del suelo lo dejaban creer” (xxxvii 8). Con esto se refería al
antecedente hispánico que junto a las costumbres medievales, se habían tratado de
neutralizar mediante un vigoroso programa educativo basado en el sistema
norteamericano.
Sarmiento inicia su proceso de interiorización preguntándose o preguntándonos
quién es el hombre hispanoamericano o cuál es su esencia: “que vamos a preguntarnos
quiénes éramos cuando nos llamaron americanos, y quiénes somos cuando argentinos nos
llamamos. ¿Somos europeos?--¡Tantas caras cobrizas nos desmienten! ¿Somos
indígenas? Sonrisas de desdén de nuestras blondas damas nos dan acaso la única
respuesta. ¿Mixtos? Nadie quiere serlo” (Conflicto xxxvii 27). Sarmiento, aunque al final
19

de su vida se ve obligado a aceptar la realidad mestiza de la población iberoamericana, ve
en ello el factor causante de la degeneración del carácter de este pueblo, y por lo tanto se
propone exponer en Conflicto y armonías que “la presencia de este elemento [el
indígena], no admitido en las colonias inglesas, con lo que la raza sajona ha conservado
su brío y la tradición sajona de gobierno” (xxxvii 334). De ahí provenía la causa-raíz,
según el pensador argentino, que explicaba el panorama desolador que presentaba Latino
América: “Los indios no piensan porque no están preparados para ello, y los blancos
españoles habían perdido el hábito de ejercitar el cerebro como órgano” (Conflicto xxxvii
118).
Quien también se interesó por el aspecto psico-social de la nación fue el psicólogo
y educador José María Ramos Mejía, hijo de una prominente familia de terratenientes de
la provincia de Buenos Aires, quien se recibió de médico en 1879. Se especializó en
neuropsicología y llegó a ser uno de los galenos más respetados en el contexto nacional.
Fue el creador de la Asistencia Pública, del Departamento de Higiene, de la cátedra de
Neuropatología, y del Círculo Médico de la nación. Fue electo diputado nacional en 1888
y en 1890; y se desempeñó al frente del Consejo Nacional de Educación (Halperin
Donghi “La cuestión” s/p).
Como fue común en el medio, Ramos Mejía combinó su trabajo con lo literario y
lo político dando lugar a ensayos de corte sociológico influyentes como Las multitudes
argentinas (1899). En el prefacio de dicho texto aclara que está destinado a servir como
introducción al libro Rosas y su tiempo, dado que “para conocer a fondo la Tiranía, es
menester estudiar a las muchedumbres de donde salió” (XXXVII). Unos años más tarde
publica Los simuladores del talento (1904) en los que se criticaba abiertamente a la
inmigración, y en especial a la judía.
Una gran disconformidad con respecto a los inmigrantes, y en particular a su
rápida ascendencia económica reinaba en el ambiente intelectual y social en la época y
Ramos Mejía no fue ajeno a ello. Para el pensador argentino el recién llegado era tan sólo
“un guarango” o “un invertido del arte [quien necesita de] ese color vivísimo, de esa
música chillona”, y a la vez es amante de “combinaciones bizarras y sin gusto” (Los
simuladores 273). El concepto de guarango también se extiende al hijo del inmigrante a
quien considera como aquel ser en estado cultural larval que a pesar de haber “recibido
20

las bendiciones de la instrucción en la forma habitual de inyecciones universitarias, [. . .]
aun cuando lo veáis médico, abogado, ingeniero o periodista, le sentiréis a la legua ese
olorcillo picante al establo o al asilo” (275), pasarán dos generaciones “para dejar la larva
que va adherida a la primera” (275).
Biológicamente Ramos Mejía compara la evolución del inmigrante recién llegado
a las playas del Río de la Plata con la evolución natural del protozoario, que pasa por el
pez hasta desarrollarse en hombre. Primero como embrión, el inmigrante “habría seguido
en el orden de su perfeccionamiento intelectual y moral un transformismo semejante”
(Los simuladores 260). A pesar de reconocer un cierto potencial considera al inmigrante
recién desembarcado como poco inteligente y en estado “crepuscular, pues, y larval en
cierto sentido, es el estado de adelanto psíquico de ese campesino [. . .]. Forzosamente
tiene uno que convencerse de que el pesado palurdo no siente como nosotros” (Los
simuladores 262). La distinción elitista entre “ellos” y “nosotros” sirve para distanciar
cultural, social y genealógicamente a los criollos de pura cepa y los inmigrantes, pero el
higienista argentino cree fehacientemente en la influencia del medio nacional para
despertar las inclinaciones de estos seres “larvales”, asombrándose de su flexibilidad y
capacidad de adaptación al nuevo medio.
Durante sus años como académico, Ramos Mejía tuvo como estudiante a José
Ingenieros, un joven nacido en Italia, pero educado en Argentina. Por causas políticas su
padre, Salvador Ingenieros, profesor y periodista italiano, emigró de su país por haber
estado vinculado con la Primera Internacional y haber dirigido uno de los periódicos
socialistas de Italia. José Ingenieros cursó la carrera de medicina y la de derecho en la
Universidad de Buenos Aires. Se vinculó políticamente al Partido Socialista Argentino en
1895, que había sido fundado en ese año por Juan B. Justo y literariamente al periódico
socialista La Vanguardia. 10
En la Facultad de Medicina como discípulo de Ramos Mejía recibió las nociones
de la filosofía positivista. Interesado en las ciencias naturales y biológicas y las ciencias
sociales, ingresó más tarde como profesor en la Facultad de Medicina. Tras recibir su
título como médico en 1900, prestó servicios como jefe de clínica en el Servicio de
10
Periodísticamente también se vinculó al periódico La Montaña, que dirigió con Leopoldo
Lugones en 1897.
21

Observación de Alienados de la Policía de Buenos Aires. A partir de 1907 dirigió el
Instituto de Criminología, anexo a la Penitenciaría Nacional hasta 1914. Tras un viaje por
Europa, regresó al país al estallar la Primera Guerra Mundial y fundó la Revista de
Filosofía, publicación que dirigió desde 1915 hasta su muerte en 1925. Entre sus escritos
podemos citar: La simulación en la lucha por la vida(1903), El hombre mediocre (1913) y
Sociología argentina (1913), todos sus escritos fueron publicados más tarde en sus Obras
completas.
Es en Sociología argentina, donde fundamenta sus ideas positivistas en relación a
la inmigración en la Argentina. La lucha por la vida es un concepto constante en la obra
de Ingenieros quien en el prefacio de esta obra nos dice que “La ‘humanidad’ es una
especie biológica que vive sobre la superficie de la tierra, luchando por la vida con
infinitas especies vivientes y evolucionando según las leyes que la sociología general
procura conocer” (10). Este lineamiento sociológico se inscribe dentro del llamado
darwinismo social, en el cual el concepto de la lucha por la vida y la supervivencia del
más apto son aplicados a las sociedades. Para Ingenieros “la formación de la nacionalidad
argentina y de todos los países americanos, primitivamente poblados por razas de color es
en su origen un simple episodio de la lucha de razas” (35). De esta manera, Ingenieros se
adhiere a la ‘teoría de las razas” en boga desde mediados del siglo XIX, para más
adelante pronunciar que: “La superioridad de la raza blanca es un hecho aceptado hasta
por los que niegan la existencia de la lucha de razas” (40).
Para Ingenieros la colonización americana se debió en parte al desalojo o
exterminio de las razas indígenas por representantes de las razas blancas europeas. 11 El
factor geográfico y climático cumplía un papel fundamental en la adaptación de las
poblaciones, y mientras en el hemisferio Norte la inmigración europea que provenía de
razas blancas nórdicas desalojó progresivamente a las razas autóctonas debido a que el
medio les era favorable para la adaptación; en las regiones tropicales y subtropicales, la
inmigración mediterránea europea se vio en desventaja. Según Halperin Donghi “esta
diferencia de las razas autóctonas y del desigual origen de los colonizadores, determinó
desarrollos distintos para los países del Norte y del Sur de América, pues se formaron en
11
Al referirme a “razas blancas” hago alusión a pueblos de estirpe nórdica como los
arios, los anglos y los celtas.
22

ambientes sociales diferentes por sus costumbres, su cultura y su régimen económico”
(s/p).
Ingenieros distingue en la América española dos períodos de inmigración: la de la
conquista española que duró los tres siglos posteriores a la llegada de Cristóbal Colón a
América y la colonizadora que comenzó en Argentina con la política favorable a la
inmigración de los hombres de la generación del 37. Estipula que estas
[d]os grandes inmigraciones “casi totalmente latinas” han sustituido en
cuatro siglos a las razas indígenas. La conquistadora se resolvió en la
constitución de oligarquías feudales, que lucharon medio siglo para arribar
a la organización política del país. La colonizadora creó, por el trabajo, las
condiciones económicas que marcan la evolución del feudalismo hacia el
régimen agropecuario y capitalista. (79)
Tras identificar el fenómeno del capitalismo y junto al advenimiento de la mecanización,
Ingenieros no duda en considerar que se ha “formado una clase proletaria cuyos intereses
no coinciden con los de la clase capitalista. La extensión del trabajo asalariado es ya muy
grande en la Argentina y alcaza a las mujeres y a los niños” (72-3). Su postura positiva
hacia la inmigración se esboza en su visión de la movilidad social del “proletariado
inmigratorio, cuyas aptitudes para el trabajo son infinitamente mayores que las del
proletariado criollo, educado sobre las huellas de la colonización española” (74),
agregando que: “los nuevos argentinos de sangre europea que se incorporen a la
nacionalidad se inclinarán a una política liberal-radical. Desde este punto de vista la
inmigración europea, después de haber contribuido con sus brazos a desenvolver las
fuerzas económicas del país, contribuirá con sus hijos al saneamiento de la política
nacional” (76). Culmina su obra sosteniendo que con el aporte inmigratorio “una nueva
raza argentina se está formando por el conjunto de variaciones sociales y psicológicas
que la naturaleza argentina imprime a las razas europeas adaptadas a su territorio” (504).
Todos los lineamientos planteados con anterioridad se entretejen de manera más
elaborada en Nuestra América y Principios de psicología individual y social, ambas
obras publicadas en 1903, de Carlos Octavio Bunge. Estos textos condensan los temas
centrales de su enfoque psico-sociológico: racialismo, pesimismo, etno-psicologismo e
inferioridad de los pueblos de América Latina. Una primera aproximación al pensamiento
23

de Carlos Octavio Bunge permite advertir rasgos del positivismo socio-darwiniano,
utilizado para explicar el comportamiento de las sociedades latinoamericanas ante el
proceso de modernización. Nuestra América se convertirá en el ensayo de mayor difusión
de la obra de Bunge. Subtitulado “un tratado de clínica social”, en él se planteaba estudiar
a las sociedades latinoamericanas para prescribir y plantear acciones que sanearan los
problemas que las aquejaban.
La complejidad teórica del pensamiento bungeano podría sintetizarse en su interés
en la fenomenología social como método para desentrañar la compleja vida orgánica de
la sociedad. El organicismo tenía como derivación “el racialismo”, ideología de la época
que consideraba a la elite oligárquica como única responsable para llevar a cabo la
organización y la conducción del estado. El racialismo estaba ligado al sentido de
“aspirabilidad” bungeano, alcanzado sólo por los seres superiores, y que las razas
inferiores no poseían por encontrarse más cercano al estado animal (Nuestra América 7).
Bunge conglomeró la selección natural darwiniana que como efecto tenía el
perfeccionamiento de la especie, junto al organicismo que sustentaba la supervivencia del
más apto a su rol pre- asignado. Para Bunge el triunfo en la vida estaba predeterminado
por la “aspirabilidad” como atributo innato en algunas “estirpes”. Los críticos Marisa
Miranda y Gustavo Vallejo sostienen que:
A partir del concepto de “aspirabilidad”, Bunge organizó un sistema
pedagógico y jurídico sostenido por la certeza de que existían
diferenciadas potencialidades genéticas que condicionaban todo
comportamiento humano. La raza contenía una carga determinante en el
progreso individual —y social—, operando como una muralla insalvable
al momento de emprender la labor educativa, cuya probabilidad de éxito
dependía menos del esfuerzo presente que de un inmodificable árbol
filogenético. (5)
Mientras que Sarmiento confiaba en la educación como medio para encausar y aclimatar
a las masas inmigrantes a la nación, Bunge opinaba que el triunfo de un grupo, aunque
expuesto a los entes educativos, era imposible si su raza no poseía la cualidad que los
empujara hacia el progreso.
24

Diversas circunstancias históricas y sociológicas habían concurrido a favor de la
formación racial del país. La raza negra en Argentina, a diferencia de lo sucedido en los
Estados Unidos, se ve exterminada casi por completo en la Guerra del Paraguay; y la
diseminada población indígena ya debilitada va desapareciendo tras continuos ataques del
ejército nacional.
El tema racial en la Argentina finisecular adquiere características particulares.
Una vez “blanqueado” el país el problema yace no en el aspecto interracial, sino en lo
intra-racial, es decir dentro de la misma raza blanca. En el contexto argentino se acude a
la diferencia que en el sentido popular se le atribuye al término raza, es decir que se
recurre a lo descrito e inscripto de la palabra, incluyendo pero no limitándose a
diferencias en lenguajes, tradiciones artísticas, carga genética, sistemas de creencias,
como a otros atributos que se consideran “naturales” a ciertos grupos.
El problema y la discusión sobre el caso argentino se centran en la teoría de
dominación del componente anglo-sajón sobre el de la sangre latina que tuvo gran
repercusión entre los naturalistas como Cambaceres y Argerich de manera explícita y de
manera solapada en otros.
En un artículo publicado en la Revista de economía argentina (1925), se establece
la dificultad de distinguir a la población nativa existente de origen europeo – en su
mayoría de ascendencia española y de raza blanca- de la inmigración masiva de los años
ochenta en adelante. La solución a la que se arriba es la de calificar a los inmigrantes
como pertenecientes a una raza de “calidad inferior” (Vieytes 197). La contrapartida a la
anterior es la inmigración de “buena calidad” (203) es decir aquellos que “reúnan un
mínimo de capacidad económica y que se trate de elementos caucásicos, más o menos
afines a nuestro tipo étnico ya casi definido” (Vieytes 202).
En un balance que hace Alejandro Bunge en 1928, el economista cuantifica en un
79,6% al ingreso de inmigrantes de origen latino – italianos y españoles- llegados a la
costa del Río de la Plata y sólo un 15% a los no latinos. Inmediatamente niega que esta
diferencia radique en razones como el clima y la geografía, sosteniendo que “es muy
explicable que la emigración sajona de los últimos setenta años haya preferido dirigirse a
los Estados Unidos y Canadá, donde encontraba ambiente, lengua y religión iguales a las
suyas” (26).
25

Además de la biología, la psiquiatría “a partir de la medicalización de lo anormal
[. . .] va a poder atribuirse efectivamente una función que será meramente de protección y
de orden [. . .] Se convierte en la ciencia de la protección científica de la sociedad, la
ciencia de la protección biológica de la especie” (Foucault Los anormales 294). Es a
partir de la noción de degeneración y los análisis de la herencia que se da lugar a un
racismo que en esa época era muy diferente a lo que se conoce contemporáneamente
como tal. Foucault lo llama “racismo étnico” y se refiere a aquel racismo en contra del
anormal, de aquellos individuos portadores de una carga genética peligrosa, de un defecto
cualquiera que pudiera transmitirse a futuras generaciones. “Es por lo tanto, un racismo
que no tendrá por función tanto la prevención o la defensa de un grupo contra otro como
la detección, en el interior mismo de un grupo, de todo los que puedan ser portadores
efectivos del peligro” (Foucault Los anormales 294). En el caso argentino, el racismo
étnico trascendió el principio del crítico francés debido a la aprehensión de dicha teoría
por parte de la clase dirigente como excusa para interceder en los asuntos migratorios y
para transferir la culpa de los problemas sociales principalmente a los inmigrantes.
Es imposible hablar de la idea de raza sin relacionarla con temas de racismo.
Tzvetan Todorov ha notado que: “Racist attitudes have always existed, but they have not
always had the same amount of influence. By virtue of another irony racism (like sexism)
becomes an increasingly influential social phenomenon as societies approach the
contemporary ideal of democracy” (371); agregando que esta situación se debería a que
en las sociedades tradicionales en donde prevalecen las jerarquías, las diferencias sociales
son reconocidas por una ideología común, mientras que en las sociedades democráticas
las cosas suceden de otra manera. “Although actual equality does not prevail, the ideal of
equality becomes a commonly shared value; differences (perhaps somewhat attenuated)
continue to exist, but the social ideology refuses to acknowledge them” (Todorov 372), y
por lo tanto, el énfasis se acentúa en diferencias físicas irrefutables.
Desde la perspectiva histórica social argentina, la crítica “have tended to identify
racism as an aristocratic prejudice, disguised as nationalism and used by the elites to
26

epress social unrest or justify class privileges” (Zimmermann 24). 12 Pero como el mismo
crítico sostiene, comparto la opinión que siguiendo tan sólo esos lineamientos se está
negando la participación de los intelectuales y profesionales asociados con el movimiento
científico que tuvieron un rol activo en la reforma social de los primeros años del siglo
XX.
También leyendo a los viajeros que visitaron Argentina a finales del siglo XIX así
como los que llegaron a principio del siguiente, podemos rescatar algunas de las ideas
sobre las teoría de raza que reinaba en el ambiente tanto europeo como norteamericano
con respecto al latinoamericano. Por ejemplo, la viajera estadounidense Katherine S.
Dreier que visitó Argentina por aproximadamente cinco meses entre 1918 y 1919, en el
comienzo de su relato admite que “it is too bad how many Americans look with
condescension on the people of Latin races” (14) y pidiendo un cambio de actitud de los
suyos, expresa que “then we must change this mental attitude of ours towards the Latin
races and recognize the great contributions to civilization which they have made in the
past and are making to this day” (14). A pesar de este explícito llamado, su prejuicio se
manifiesta constantemente a lo largo de su relato separándose o distanciándose
constantemente de “the people of the Latin races” en sus comentarios (14).
Resumiendo podríamos considerar que la idea de “raza” proveyó a los
intelectuales progresistas y profesionales, así como a la clase dirigente, de un lenguaje
respaldado por las ciencias en una época en que el positivismo resultaba muy atractivo
para los reformadores. Problemas de tipo social como la criminalidad, la salud pública, el
anarquismo, la inmigración no controlada, la prostitución y la militancia laboral,
productos en el mayor de los casos, de la rápida industrialización y urbanización, fueron
confrontados con ideas raciales que trascendían fronteras ideológicas, siendo adoptadas
por intelectuales y políticos de toda clase por igual (Zimmermann 23).
Historiadores disertantes de la cuestión social argentina de finales de siglo XIX y
principios del XX han identificado un comportamiento racista por parte de la elite con el
objetivo de controlar y reprimir a las masas inmigratorias a la vez que justificaba su
12 Este crítico propone leer Immigration and Nationalism: Argentina and Chile, 1890-
1914 (1970) de Carl Solberg y el texto de Sandra McGee Deutsch, Contrarrevolución en
la Argentina 1900-1932. La Liga Patriótica Argentina (2003).
27

participación en el liderazgo de la nación. Por su lado, Eduardo Zimmermann sin
desmentir tal aseveración, trae a colación la importante participación de los intelectuales
y profesionales asociados con el movimiento científico que estaba orientado a mejorar la
situación social de la nación (24). Desde este movimiento surgieron discursos que
tuvieron gran aceptación en el medio y que aportan datos esenciales para los críticos de
hoy de lo que se entendía científicamente como raza en ese momento.
Además como Zimmermann nos advierte en el contexto argentino: “It was not
uncommon to confuse race with nationality, or to link biological and cultural features of
different racial groups as inseparable” (24). Aunque nunca fuera claramente definido, el
concepto de raza para algunos reformadores tan sólo se refería a la diferenciación de los
grupos étnicos y la categorización de razas en “superiores” o “inferiores”, separación que
se basaba en factores biológicos, geográficos, históricos y culturales. Estos factores serán
cuidadosamente tenidos en cuenta en el análisis de los textos literarios y visuales de esta
disertación.
2. La idea de etnia en Argentina
Según la crítica contemporánea (Wade 14; Mitchell 251) “la raza” es una
construcción social relacionada con la creencia popular que la gente nace dentro o en una
raza diferente con capacidades innatas y biológicas relacionadas con la misma. En
cambio, el concepto de etnia se enfoca en las experiencias o rasgos culturales heredados
por un grupo. Paula S. Rothenberg observa que “the important difference here is that
those who talk of race and racial identity believe that they are dividing people according
to biological or genetic similarities and differences, while discussions of ethnicity simple
point to commonalities that are understood as social, not biological, in origin” (9).
El término etnia apareció en el lenguaje académico alrededor de la Segunda
Guerra Mundial (Eriksen 3; Banks 4), pero se podría rastrear la palabra “étnico” a la
antigüedad ya que deriva del griego ethnos, que significaba pueblo o nación.
Significativamente observa Werner Sollors, este término en su acepción original contiene
una ambivalencia “between the inclusive meaning, ‘people in general’, and the
dissociative sense, ‘other people,’ in particular ‘non-Jews’ (to render ‘goyim,’ the
Hebrew Word for Gentiles), non-Christians,’ ‘heathens,’ or ‘superstitious ones’” (288).
28

En inglés se usaba para referirse a paganos o no creyentes hasta el siglo XIX, cuando el
significado del término sufrió un giro gracias a la influencia de la tipología de las ciencias
raciales, y comenzó a entenderse como sinónimo de lo racial (Williams 119). 13
El antropólogo Clyde Mitchell observó que las identidades (tribales en su
estudio) 14 se tornaban por oposición más distintivas en las grandes urbes que en las áreas
rurales. Los diferentes grupos se podían categorizar de acuerdo a la vestimenta, las
costumbres, la lengua y las apariencias (citado en Wade 17). 15 Por su lado, Abner Cohen,
según Wade, criticaba los acercamientos con clasificaciones de tipo social. La directriz
básica de este punto era que la gente usaba aspectos culturales para establecer bordes y
fronteras entre los grupos, al mismo tiempo que pretendían controlar los recursos y
obtener el control político (17).
Marcus Banks resumiendo los comentarios de varios antropólogos propone una de
las posibles definiciones de “etnicidad” 16 de la siguiente manera: “[It] is a collection of
rather simplistic and obvious statements about boundaries, otherness, goals and
achievements, being and identity, descent and classification, that has been constructed as
much by the anthropologist as by the subject’’ (5). Central para la etnicidad es la
identificación de la diferencia y de la igualdad. Estas diferencias se encuentran en el
aspecto cultural del individuo o del grupo, y no en lo fenotípico como ocurría en el caso
de “la raza”.
13 Andrew Lyons sostiene que al desmantelarse el racismo científico, se comenzó a usar
la frase “grupo étnico” para referirse a agrupaciones vistas como biológicamente ligadas,
sin ser razas biológicas (12).
14 Mitchell se enfocó en los pueblos de las minas conocidas como el “Copper Belt” en el
norte de Rodesia y en la actualidad Zambia.
15 Este caso en el contexto argentino es muy claro en la asimilación incurrida por los
judíos en el campo a los que se les conocía como gauchos judíos, y en la ciudad al
personaje del “cocoliche” el italiano vestido de seudo gaucho y que usaba una jerga que
remedaba la mezcla del italiano y el español durante el periodo inmigratorio. Este
personaje fue recreado y difundido en especial por el sainete.
16 Wade recurre al concepto de “ethnicity” que se refiere a una cualidad o afiliación
étnica, por mi lado propongo la traducción de este término a “etnicidad”.
29

Por mi lado adoptaré para este trabajo el término de etnicidad propuesto por
Wade, entendiendo que es una diferenciación cultural que usa el lenguaje de un lugar
como carácter distintivo. El mismo crítico sostiene que “cultural difference is spread over
geographical space by virtue of the fact that social relations become concrete in
spatialised form” (Wade 18), creando de esta manera una cultura geográfica en que se usa
la locación o el origen putativo para hablar de diferencias e igualdad. 17
La etnicidad por sí sola se basa en el contraste y la antítesis, de la misma manera
en que lo hacen las identificaciones raciales y nacionales (Sollors 288). Junto al término
nacionalismo, el de etnicidad, se ha divulgado especialmente después de las revoluciones
francesa y norteamericana, y ha permanecido como instrumento de poder de las clases
dirigentes. Mientras que la aristocracia organizaba su dirigencia por medio del
conocimiento directo y de relaciones familiares; el poder burgués dependía en el interés
común de sujetos, que probablemente nunca se encontrarían o conocerían, pero que se
conectaban por medio de la literatura y los medios de prensa y propaganda (Sollors 289).
La etnicidad no es sólo un proceso de identificación subjetivo, sino que cambia
con el tiempo, lugar y circunstancias, tornándose de esta manera en histórica, geográfica
y social, por medio del cual grupos de personas se asocian para definirse en contraste con
los otros y otorgar una variedad de atributos simultáneamente. Lo evasivo del término
permite que lo percibamos en sus diferentes connotaciones. Por ejemplo, en algunos
casos es visto como sinónimo de “fenotipo” refiriéndose al conjunto de características
físicas o somáticas aceptadas por un grupo como parte de las normas y los ideales
(Hoetink 120). En otros casos, se refiere a clasificaciones de clase social o simple
convenciones de identificación de los grupos. 18 El caso argentino se acerca más al
segundo tipo, ya que las diferencias fenotípicas no eran las que primaban en la
17 Don Mitchell expresaría la misma idea con respecto a “raza” sosteniendo que los
espacios raciales, como el “apartheid”, son socialmente construidos para mantener
fronteras entre los grupos (255).
18 Las luchas étnicas en Argentina habían comenzado antes que la masa inmigratoria
arribara a la costa rioplatense. Carlos Octavio Bunge en Nuestra América (1903) nos
recuerda que las peleas ya se habían desatado entre Buenos Aires, principalmente
poblada por personas de origen europeo, y el interior en que predominaba el elemento
indígena y mestizo encarnado en la figura del gaucho.
30

diferenciación entre la población inmigrante y la criolla, sino que se trataba de una autoselección
y separación de clase.
3. La idea de clase en Argentina
Después de la batalla de Caseros en 1852, la idea de capital en su acepción
económica se ve reforzada con la entrada de la Argentina al mercado internacional.
Tradicionalmente, la población del país podía distinguirse en dos grupos bien delineados.
Por un lado encontrábamos a la “gente decente” compuesta aproximadamente por un
cinco por ciento de la población, y por el otro, al resto compuesto por la “gente de
pueblo” (Scobie 210). El poder tanto político como adquisitivo estaba en manos de unos
pocos conocidos en la historia como la elite oligárquica latifundista urbana y la burguesía
mercantil-ganadera de las provincias.
Según John Elster “a class is a group of people who by virtue of what they
possess are compelled to engage in the same activities if they want to make the best use
of their endowments” (331). El fenómeno de clase emerge como un actor colectivo en
una escena histórica particular porque la gente que la compone posee “the same or very
similar ‘endowments’ –a broadly conceived term for their material and symbolic property
or ‘capital,’ their ‘know-how’ and/or power-position in society” (O’Hara 416). Es por eso
que la oligarquía argentina, a pesar de sus diferencias internas, “identificaba su destino
con los destinos nacionales, constituía un grupo cerrado y alerta a posibles invasores,
profesaba una política desarrollista indefinida para el país [y] se sabía conductora de la
realidad” (Gargurevich 95), además de verse a sí misma, ante todo, como la salvaguardia
y la depositaria de la cultura nacional. Asimismo, la elite planeaba continuar su
supremacía en el poder dirigente y en el prestigio social y no compartirlo con los
inmigrantes y sus descendientes.
Pero a comienzos del siglo XX, la posición social de un individuo en Argentina,
tan clara en otros momentos, se tornó difícil de precisar. Una de las razones que favoreció
esta confusión fue la emergencia de la clase media, con un poder adquisitivo y capacidad
de movilidad social sin precedentes hasta ese punto en Argentina. 19 Esta clase social
19 Argentina fue la tierra de oportunidades para los que estuvieran dispuestos a
31

principalmente compuesta por inmigrantes y sus descendientes, fue percibida como un
agente perturbador e intruso por parte de la elite oligárquica, quienes veían a los
advenedizos como una invasión que suscitaba la confusión de clases dada la falta de
delimitación de bordes y demarcación de espacios que distinguían una clase de la otra. La
competencia social y económica suscitó una serie de medidas, tanto sociales como
legales, que tenían como objetivo evitar que los nouveaux riches se ligaran socialmente a
la elite tradicional. Espacios de interacción social como el teatro Colón, el Jockey Club y
el Club del Progreso, por ejemplo, restringieron y limitaron la entrada sólo a personas de
origen patricio. 20 En contraste a la reacción de la elite, la clase media criolla ya existente
no demostró la hostilidad característica de la oligarquía. Tal vez dos factores
mencionados por Carl Solberg clarifiquen este punto. Por un lado, la prosperidad
económica de Argentina dio lugar a la creación de un gran número de trabajos en el
ámbito de gerencia, profesional y personal de oficina, evitando así la competencia entre
los nacionales y los inmigrantes o sus hijos. Por otro lado, y a diferencia de otros países,
la sociedad urbana era más cosmopolita en origen que en Chile, por ejemplo, lo que
sorteaba el resentimiento que el éxito económico y social de los inmigrantes pudiera
causar entre los miembros de la clase media en general (80).
sacrificarse y al trabajo duro. Mamá Clara, el personaje que le da nombre a la comedia de
Federico Mertens estrenada en 1920, es el ejemplo de una inmigrante de origen catalán,
que empezando de sirvienta, se convierte en la rica dueña de un mercadito de frutas y
verduras. Clara sin olvidarse de su humilde pasado, se ve reflejada en la situación de su
presente sirvienta, Soledad, quien también joven e incrédula se enamora de un calavera,
el hijo de la protagonista. La joven andaluza se embaraza, y frente a esta situación Mamá
Clara ordena que se casen, no sin ser recriminada por sus hijas mujeres quienes sostienen
que su hermano tal vez “pued[a] pretender algo más. . .”, mientras que Rosaura la mayor
dice: “Soledad no es de nuestra clase, Mamá/ Soledad es una inmigrante” (mi énfasis).
Tras dudar lo que sus oídos han escuchado Doña Clara sostiene: “¿Qué oigo? . . . ¿Y yo
que he sido?. . . ¡Nuestra clase!. . . ¿Y de qué está compuesta nuestra clase, si no de
inmigrantes o no, pero de gente trabajadora que está haciendo su fortuna o que ya la ha
hecho?. . . ¿Y qué vale el dinero en este país donde tan pronto se tiene como no se tiene?”
(s/p).
20 La popular revista Caras y Caretas (XVI) del 5 de abril de 1913 publica una tira
cómica en la que a modo de broma se dice que para entrar al Colón una persona
necesitaba presentar el certificado de bautismo.
32

Si bien la pronta ascensión social de los “advenedizos” molestó e incomodó a la
oligarquía patriarcal, la formación de un movimiento de la clase obrera militante los
alarmó. En palabras de Solberg: “The threat posed by the immigrant middle class paled in
significance in comparison with the goals of the organized urban proletariat” (91).
Mientras que la clase media buscaba ascender y compartir el poder político-social del
país, los líderes de la clase obrera buscaban un cambio social radical y, en algunos casos,
hasta una revolución que acabara con las distinciones y los privilegios de clase.
Hacia 1914 el proletariado estaba constituido por un setenta y cinco por ciento de
inmigrantes, de los cuales una gran mayoría, ya venía con una formación política de base
socialista y anarquista de sus países de origen. Estos trabajadores se comenzaron a
reconocer como clase y se agruparon en gremios tales como el ferroviario, el portuario, y
una variedad de servicios públicos. Otros se ocupaban en el área de manufacturación y en
el servicio doméstico en donde tanto hombres como mujeres competían. El movimiento
anarquista en particular atrajo a los trabajadores agremiados debido a sus lineamientos e
ideales revolucionarios de reformas sociales.
Pero además de la problemática anarquista, el proletariado se asociaba a los males
que azotaban a la sociedad como el alcoholismo, el aumento de la criminalidad, la trata
de blancas con su derivada la prostitución, y la ruptura de las costumbres tradicionales
hacia la creación de un nuevo orden. Tanto los intelectuales como los políticos que
seguían de cerca y estudiaban este proceso degenerativo de la sociedad, en particular a
principio del siglo XX, culparon al proceso inmigratorio de ser el causante directo de los
males de la sociedad, respaldado por un discurso que se fundaba en teorías de
determinismo biológico y de bases étnicas. Este discurso se verá reflejado y reproducido
en la litera finisecular del siglo XIX y de principios del siglo XX como se verá en el
análisis de los textos en el capítulo siguiente.
4. La idea de género en Argentina
Cuarta pero no última, presentamos la categoría de género que se refiere a un set
particular de significantes socialmente construidos asociados a cada sexo. Esta categoría
no es estable ni puede delimitarse ya que cambia a lo largo del tiempo y se manifiesta de
manera diferente de cultura en cultura. Si bien se entiende que existen comportamientos
33

tanto masculinos como femeninos “naturales” en una sociedad, esto puede diferir entre
las culturas. La mayoría de las sociedades revelan estereotipos asociados con la
distribución de los trabajos que los califican como “apropiados” hacia uno u otro sexo,
entendiendo que esto es una división “natural”.
En mi trabajo sigo los lineamientos planteados por Judith Butler quien sostiene
que el género se construye a través de relaciones de poder y en especial debido a las
restricciones normativas, que no sólo producen al sujeto, sino que también lo regulan
(Cuerpos 13).
También comparto con Butler la postura de que por medio de una repetición
ritualizada relacionado con el género, no sólo se producen y estabilizan los efectos de
esta categoría sino también su materiabilidad. Además, según la misma crítica, los
cuerpos no siempre acatan la materialización, produciéndose así una inestabilidad que
pone en tela de juicio las fuerzas hegemónicas productoras de las líneas demarcatorias
(Femeninas 115). En mi trabajo esto se hace claro en la representación de la mujer
inmigrante y en especial en la pluma de las escritoras de la época.
La construcción del género implica una cultura que crea o es constructora y una
contrapartida necesaria para legitimizarse. En general esto se lleva a cabo por prácticas
excluyentes que abyectan al individuo y según Butler: “esta matriz excluyente mediante
la cual se forman los sujetos requiere pues la producción simultánea de una esfera de
seres abyectos, de aquellos que no son ‘sujetos’, pero que forman el exterior constitutivo
del campo de los sujetos” (Cuerpos 19).
Entendiendo que la modalidad de género es una categoría social que condiciona o
da cuerpo a diferentes dimensiones de la existencia humana, su interacción con la
modalidad de clase es de gran dinamismo y variedad. En la introducción de la
publicación de un Seminario sobre feminismo y cultura en Latino América, Women,
Culture, and Politics in Latin America (1990) llevado a cabo en Stanford leemos que:
On one hand, class hierarchies and relation of exploitation are reproduced
within the gender system- for example, in relations between upper-class
women and their female domestic employees. On the other hand, gender
creates inevitable and significant instabilities in class hierarchies. It creates
difference within class boundaries (upper-class women do not participate
34

in society or culture in the same ways as upper-class men do), while it
creates sameness across class boundaries (the experiences of upper-class
and lower-class women have points in common). Official class culture has
tended to suppress both these dimensions. (2)
El género en las sociedades modernas es una categoría social fundamental que le da
forma a cada dimensión de la existencia humana. Además, su interacción con la categoría
de clase es dinámica y de gran variación, fenómeno muchas veces olvidados por la
crítica. Por un lado, las jerarquías tanto de clase como la de género son inestables y como
se expresó anteriormente las relaciones de explotación son reproducidas dentro del
sistema de género. Como lo expresa Myra Jehlen, género ante todo es “una idea cultural”
más que un hecho biológico (264), y es por eso que considero de gran importancia una
lectura historiográfica que produzca “una nueva historia” que narre tanto lingüísticamente
como socialmente la conciencia cultural del momento histórico.
Raza, etnia, género y clase en la producción cultural argentina
Es indudable que las modalidades de raza, etnia, género y clase afectaron el
desarrollo socio-cultural, así como el político y económico de la Argentina finisecular y
de principios del siglo XX. En el caso argentino en particular, mientras que en los años
ochenta los intelectuales que comentaron sobre la influencia negativa que el inmigrante
tenía en el medio, dependieron de teorías raciales para comprobar que étnicamente los
inmigrantes eran seres inferiores, los reformadores sociales liberales de principios del
siglo XX, pusieron énfasis y tomaron las leyes del determinismo biológico y hereditario
como instrumento y método de análisis de la realidad social; e inclusive algunos
conservadores nacionalistas hablaban de la incompatibilidad cultural de ciertas razas.
Lo importante a tener en cuenta es que estos términos son construcciones sociales,
culturales e históricas que varían dadas las circunstancias, el periodo y el lugar, y que no
son tan sólo especificaciones científicas, y que además como lo apunta Franklin W.
Knight: “They are peculiar to time, place, and circumstances. Created by time, they
change, mutate, and alter their definitions by political or intellectual force” (11). Desde
mi perspectiva el caso argentino de diferenciación, tanto territorial como de poder
durante la época en que los procesos de modernización, urbanización e inmigración se
35

producían consecutivamente se debe relacionar a un fenómeno étnico y de clase más que
al de raza.
En una cultura donde lo foráneo era considerado como potencial símbolo de
desorden, la mujer inmigrante y extranjera recibió la descarga de los discursos
positivistas que intentaban hacer de la ciencia un instrumento de orden social. Como
parte de la masa inmigratoria, que de por sí era feminizada por su falla de responder a los
cambios sociales y a la ciencia que los positivistas consideraban como adecuada para
realizar estos cambios; además de pertenecer a grupos marginales raciales y étnicos, las
mujeres centro de este estudio se convierten en el blanco predilecto de los hacedores de
la cultura científico-intelectual. Dada su importancia histórica es importante escuchar e
indagar en los discursos de esta generación devota a las ciencias, no sólo como una forma
de conocimiento, sino como instrumento de orden intelectual y social.
“La elite dominante representa a sus enemigos políticos como incultos, como el
afuera de la cultura” (134) nos dice Graciela Ferrás, demarcando su espacio dentro de los
contornos de la alta cultura asociada con su clase social. Es así, por ejemplo que en la
novela, la estrategia de la simulación es el recurso por excelencia de los protagonistas que
necesitaban ocultar la heterogeneidad de sus antecedentes y si “la posibilidad de reconocimiento
partía de la segregación, el acceso a las formas de vida colectiva era en los
escenarios de la calle, en la creación de ‘escenas públicas’ y en el ocultamiento del
elemento heterogéneo a partir del recurso de la simulación” (Ferrás 135).
En contraposición a la “alta cultura” patrocinada por la oligarquía, emerge una
cultura popular, que a modo de desafío, amenaza al discurso hegemónico científico-legal,
afirmando la diferencia y la distancia entre una y otra. Las estrategias de resistencia de la
cultura popular, cuya manifestación máxima se encontrará en el sainete criollo, se
exteriorizan como una cultura alternativa por parte de la clase trabajadora en particular de
los inmigrantes. En el teatro popular, donde se representaba el drama de la vida cotidiana,
se acude a la burla- simulada- de los representantes de la autoridad y la ley, a modo de
venganza por parte de aquellos que no disponen de otros recursos. Es así que la
representación teatral se vuelve material subversivo, cuyo objetivo es el ataque a la elite
pero con el arma de la burla.
36

El “otro” en la historia es siempre ajeno, hostil en potencia o simplemente
enemigo. La “otra”, por su lado, es invisible o simplemente absorbida por la atención
centrada en su contraparte masculina. Tal es el caso de la mediación de los cuerpos
femeninos inmigrantes y extranjeros y como consecuencia de ello, no abundan los
trabajos en que se discutan o cuestionen los discursos y las técnicas literarias de los
textos e imágenes en las que se representa a las mujeres llegadas a la Argentina entre los
años 1880 y 1930.
Son casi inexistentes los trabajos en que se discutan o cuestionen los discursos y
las técnicas literarias de los textos e imágenes en las que se representa a la mujer
inmigrante y extranjera llegada a la Argentina entre los años 1880 y 1930. Con excepción
del texto publicado por la Dirección Nacional de Migraciones en 1998, Argentina. Un
país de inmigrantes, donde Carina Silberstein en su artículo titulado “Inmigrantes
invisibles” donde es propuesto el tema, como parte de un estudio historiográfico, la citada
crítica desarrolla y limita el tema de la invisibilidad de los inmigrantes a los que no
fueran hombres y de edad productiva (149). En el desarrollo del argumento la autora
también postula la existencia de una discriminación de tipo sexista, así como cierto tipo
de asociaciones lingüísticas que conllevan una carga connotativa. En otras palabras para
la autora “los inmigrantes invisibles” no sólo eran las mujeres, sino los niños y los
ancianos quienes son asociados a la improductividad en término económico.
En su artículo “La inmigrante: personaje descuidado por la novelística
rioplatense” Alejandra Tcachuk ha llamado la atención a los críticos con respecto a la
falta de atención que se le ha puesto a la inmigración femenina como material literario.
Si bien este breve artículo publicado en 1987 se manifiesta como una de las primeras
reacciones ante ese olvido, la autora no hace un aporte importante al tema.
Uno de los objetivos de este trabajo es la recuperación de algunos textos que la
crítica ha considerado como anacrónicos o carentes de importancia, a pesar del hecho que
en su momento, algunos de ellos tuvieron un éxito sin precedente. Además es de suma
importancia comentar diferentes aspectos discursivos utilizados para caracterizar a las
mujeres inmigrantes y extranjeras por parte de autores provenientes de distintos
trasfondos. Tal vez la falta de estudios que se relacionen a estas mujeres desapercibidas e
invisibles, se deba en parte a un problema aparentemente de léxico que he planteado con
37

anterioridad. Con esto me refiero a una de las propuestas de este trabajo en definir los
términos inmigrante y extranjero donde, a mi parecer, yace uno de los problemas.
También se explicaría así el hecho que la novela Stella escrita por Emma de la Barra, no
figure entre las novelas de inmigración, siendo que los personajes principales Alex y
Stella son noruegas.
Es por eso que propongo la idea de dos corrientes de inmigración femenina
paralelas, que se diferenciarían una de la otra de acuerdo al linaje, la cultura, el capital y
la raza de la persona como parámetros de representación. De acuerdo a lo anteriormente
dicho, por un lado, tenemos a la mujer considerada como extranjera por pertenecer a
países de origen nórdico, de raza anglo o bien de Francia, por su cultura y educación, por
su clase social o bien por su ocupación. Por otro lado, tenemos a la mujer considerada
inmigrante, por provenir de países de origen latino y también de acuerdo a los
parámetros anteriormente mencionados.
Además trato de mostrar en este estudio que la falta de apreciación por parte de
los intelectuales-políticos y la crítica contemporánea a los textos es debido a la falta del
ajuste de los mismos a las corrientes ideológicas imperantes en el momento, que no sólo
se ocuparon de invisibilizar a la mujer inmigrante y extranjera, sino también a esos textos
que no encuentran lugar en el canon tradicional. Estos discursos que desentonaban o no
se comprometían con la ideología del momento, son portadores de mensajes reveladores
y de idiosincrasias que enfrentan a su contrapartida.
Sin embargo, este estudio resultaría fragmentario e incompleto sino se
confrontaran los discursos populares con los provenientes de la oligarquía cultural. Como
se observará este trabajo incluye novelas escritas por hombres y mujeres, nacionales y
extranjeros, así como novelas de cuestionable calidad literaria, ensayos escritos por
conservadores y liberales, diarios íntimos como comerciales, obras de teatro e imágenes
visuales. Mi aproximación crítica es tan heterogénea como la diversidad de estilo y
género de las obras e imágenes tratadas, extendiendo esta característica a los textos a los
cuales recurro como apoyo para mi investigación. Asimismo, entiendo que estos textos
ilustran y caracterizan la diversidad de géneros, estilos y corrientes literarias que
coexistían en la Argentina finisecular del siglo XIX y comienzos de siglo XX.
Una de las características de los temas de la novelística de fin de siglo es la
38

inclusión de los personajes hasta entonces excluidos. Es a partir de la práctica de la
novela naturalista en que se amplia el panorama con el objetivo de presentar a personajes
“abyectos”, pidiendo prestado el término de Judith Butler. Personajes como las
prostitutas –en general inmigrantes- las mujeres sin importar la nacionalidad, los
homosexuales y los negros, se mantenían en los márgenes de la producción literaria y
cultural de la época. Lo curioso del caso es que esta inclusión sirve, al mismo tiempo,
para excluir al sujeto o de invisibilizarlo. Esto fue debido, en particular a la naturaleza del
ataque proporcionado a estas minorías por parte de los escritores representantes de la
elite. Es así como veremos que, tanto en la novelística de Eugenio Cambaceres (1843-
1889) como en la de Antonio Argerich, la presencia de la mujer inmigrante es un hecho
que no se puede obviar debido a que sus personajes indefectiblemente son hijos o esposos
de alguien y a que a su ambientación, en la mayoría de los casos es el conventillo. Pero
de la misma manera como las mujeres inmigrantes o extranjeras entran en escena,
desaparecen de la narración tras ser manipuladas a gusto y placer del autor – o de haber
cumplido su “objetivo literario”.
La representación un tanto efímera de la mujer inmigrante se produce de dos
maneras diferentes en Argerich y Cambaceres. Una, por desintegración de la protagonista
dentro del discurso –perdiendo la voz, viajando, etc., y otra, por su carácter de anónima
en un contexto colectivo, como en el caso de las prostitutas y las lavanderas.
Esto tiene su razón de ser. Aparentemente, la anonimia de la mujer inmigrante y
extranjera, y de la mujer en particular, parece ser tanto más fuerte en cuanto la identidad
social del hombre se sienta amenazada, caso que correspondería particularmente a la obra
de Cambaceres y Argerich. La anonimia de la mujer inmigrante es doblemente justificada
para estos autores, ya que ellas son portadoras de dos símbolos conflictivos: el de ser
mujer y el de ser inmigrante o extranjera con la carga connotativa que corresponde.
La tesis está organizada en cuatro capítulos. En el primer capítulo trabajo el
discurso patriarcal de los hombres de la Generación del 80, quienes como representantes
de la cultura letrada y del positivismo finisecular, comenzaban a manifestar su
preocupación ante los cambios político-sociales producidos en la sociedad. El primer
autor a tratar es Eugenio Cambaceres, sin duda el autor más destacado de la Generación
39

de 1880, quien rechaza la inmigración italiana por su “inferioridad biológica”.
Correspondiendo al tema central de esta disertación, me interesa aislar en esta
novela a la madre de Genaro, Doña María, quien es sólo mencionada una vez por su
nombre, y en adelante siempre es nombrada como “la madre”, “ella”, “la viuda” (una vez
muerto el padre) y “la lavandera”. 21 En Sin rumbo (1885), Eugenio Cambaceres describe
a su personaje Andrés como a un ser hastiado de su vida y de lo que lo rodea. En busca
de la novedad y como escape a sus instintos, el protagonista se relaciona con la Amorini
una artista italiana que explota su sexualidad ambiguamente, desestabilizando de esa
manera las categorías de género establecidas por la sociedad patriarcal.
En ¿Inocentes o culpables? Novela naturalista (1884) de Antonio Argerich, el
autor elige un estrato concreto del espectro social de la época, el de los inmigrantes de
primera y segunda generación, con sus dificultades y aspiraciones ejemplificados en la
familia Dagiore. La obra tiene como órbita en los primeros capítulos a la clase proletaria
de los conventillos y las fábricas, pero a medida que avanzamos en los capítulos vemos
cómo estas clases se conectan, por diferentes razones, con otras clases sociales.
El interés en la obra de Argerich como documento social reside, no tanto en lo
que se expresa en la trama, como en los prejuicios e ideas que pueden ser deducidos de
ella. En este sentido, una comparación de lo que manifiesta el autor en el prólogo con lo
que realmente desarrolla en la trama, da respuesta a muchas de las lagunas de la obra.
La década de 1880 marcó un desplazamiento en las representaciones culturales de
las mujeres, la familia y la nación. Bajo el impacto de la inmigración europea y de los
comienzos de la industrialización, la investigación científica y la modernidad, los
hombres de letras argentinos, a menudo, adjudicaban a las mujeres la responsabilidad por
los males de la prostitución, la avaricia y el dinero. Como ejemplo del punto de
degradación al que el modelo del ideal europeo había llegado, se invocaba a la mujer
inmigrante del sur europeo para simbolizar el fracaso del gobierno argentino en su afán
21 Las otras mujeres inmigrantes cambacerianas, excepto la Amorini de Sin rumbo
(1885), son presentadas en forma colectiva. Por ejemplo “las queridas del teatro”, “las
mujeres” del conventillo y las cómicas francesas son muestras del mundo que el autor
frecuentaba.
40

de mejorar la raza. Tanto Cambaceres como Argerich recurren a este modelo, pero ese no
es el caso en Carlos María Ocantos (1860- 1949), quien parece marcar un momento de
transición entre los autores anteriormente mencionados.
La obra de Ocantos empieza a publicarse en el ocaso del siglo XIX, para ser
continuada en las primeras décadas del siguiente. A primera vista llama la atención la
extensión del número de las novelas que el autor reúne en la serie conocida como
Novelas argentinas, entre las cuales se encuentra la obra que analizaremos en este
estudio. Promisión (1897) es el relato de un grupo de inmigrantes que vive
armónicamente en una casa de inquilinato. Su procedencia étnica es variada, así como lo
es su previo estado social en sus respectivos países. Esta obra es un estudio del
inmigrante, su influencia en la vida argentina, y la modificación que el carácter del
inmigrante sufre por el contacto con otros grupos étnicos llegados a Buenos Aires.
En el capítulo II me concentro en los discursos de “otros”. Mujeres criollas de la
clase alta, una viajera sufragista norteamericana y un periodista francés, quienes vieron a
las inmigrantes y extranjeras desde otras perspectivas. Una de las novelas que
analizaremos es Stella con el subtítulo de “novela de costumbres argentinas”, publicada
en 1905 por César Duayen; seudónimo de Emma de la Barra de Llanos (1861-1947). Esta
fue la primera obra de la autora, alcanzando gran difusión no sólo en el país, sino que fue
traducida a varios idiomas inmediatamente tras su aparición.
Emma de la Barra hace uso de los dos estereotipos femeninos utilizados en su
época: el de la mujer europea o semi-europea en sus rasgos caracterizada por la
espiritualidad y la unidad racial y el de la mujer americana caracterizada por su
sensualidad y el mestizaje. Por medio del personaje principal, que no es Stella, sino su
hermana Alex, Emma de la Barra, nos presenta la crítica que hace hacia la sociedad
argentina finisecular, y en particular a la situación de la mujer. Alex, noruega- vale decir
extranjera, es portadora de los rasgos y características que a las mujeres criollas les eran
imposibles tener.
También trabajo libros de viajeros que hablan de la situación social de la
Argentina, en particular, escritos alrededor de la Celebración del Centenario. Uno de
ellos es escrito por una mujer estadounidense, Katherine Dreier, que escribió Five
41

Months in the Argentine from a Woman’s Point of View 1918-1919 publicado al año
siguiente, y quien como “obervadora” nos deja una visión femenina, androcéntrica
“invertida” desde una perspectiva oligarca-patriarcal.
Otro de los textos es The Real Argentine (1915) escrito por J. A. Hammerton.
Este viajero inglés visitó Argentina por doce meses y estaba interesado por indagar, por
sus propios medios y sin la intervención de políticos y gobernantes argentinos, cuál era la
Argentina real y por su extensión quién era el argentino real. Como europeo, y más
precisamente inglés, Hammerton posee una visión no compartida con los criollos que le
permite distanciarse de la realidad con el objetivo de criticar abiertamente la sociedad
argentina. Me interesa en particular su visión de la mujer argentina e inmigrante o
extranjera que compara constantemente a su modelo europeo.
También me interesa la postura de la mujer argentina del momento y es por eso
que trabajo el diario de Delfina Bunge, Viaje alrededor de mi infancia publicado en 1938,
y el de su hermana Julia Bunge publicado como Vida. Época maravillosa 1903-1911
(1965), quienes desde la perspectiva de “niñas bien” en su ambiente tratan a las mujeres
inmigrantes pertenecientes a dos estratos sociales diferentes. Por un lado mencionan a las
sirvientas, en general españolas, y por otro, a las institutrices de origen germánico o bien
inglés.
En el capítulo III nos planteamos el análisis de la figura de la mujer inmigrante en
la producción, circulación y recepción de textos dentro del sistema teatral entre 1880 y
1930. La elección misma del periodo se basa en que se considera como el periodo más
importante dentro del proceso migratorio. Según Osvaldo Pellettieri en el ambiente social
pertinente al periodo de este estudio se observan conflictos extraestéticos. Estas son
manifestaciones en que se muestran enfrentamientos de bases sociales, resentimiento
mutuo entre criollos e inmigrantes, el problema de inserción especialmente marcada por
el problema del lenguaje y la visión de la sociedad como cambalache. Estos conflictos
encontraron eco en la representación teatral, en especial en el sainete, en forma de
procedimientos estéticos como la caricaturización, la parodia, el sistema de personajes,
las oposiciones y los paralelismos.
Motivados por la variedad de situaciones sociales latentes en el ambiente los
dramaturgos de la época se convirtieron en portavoces de la situación del inmigrante,
42

hombres en general, y de la mujer inmigrante por extensión. La imagen o la
representación de esta última varía en las diferentes tendencias estudiadas en este trabajo,
abarcando desde la frivolidad en la comedia blanca hasta la participación activa en el
teatro de Discépolo.
Una de las obras a tratar es La gringa de Florencio Sánchez, estrenada en
noviembre de 1904 que expone los problemas en el medio rural del litoral argentino
disparados por la llegada del inmigrante. El título demuestra la práctica común del criollo
de llamar a toda persona de origen italiano “gringo/a” así como a todos los provenientes
del medio oriente “turcos” sin importar si la persona provenía de Siria o Arabia Saudita, o
“gallego” al español viniera o no de Galicia. También de este autor propongo el estudio
de la obra El desalojo (1906) en la cual uno de los temas es el de las relaciones de poder
que atraviesan la sociedad, reproducidas en un patio de conventillo.
Uno de los escritores teatrales más conocidos en la historia del teatro argentino de
todos los tiempos es Armando Discépolo. Conocido como el padre del grotesco criollo,
fue un escritor en búsqueda y experimentación constante. Escribió paralelamente en
diversos registros, modificándolos y adaptándolos a sus necesidades dramáticas. También
experimentó con distintos tipos de teatro y en su primer momento se acercó al anarcosocialismo.
Ejemplos de ello son La fragua (1912) y Babilonia (1925), piezas en las que
se observa la preocupación de Discépolo por registrar la realidad, el contorno en el que
estuvo inmerso, captando el fracaso de los sueños y las esperanzas que los protagonistas
de sus obras tenían al viajar hacia América. La fragua es producto de su primera etapa
donde se va perfilando su personalidad de escritor preocupado por la realidad social y
política de los desamparados presionados por un ambiente donde prevalece el feísmo y la
fatalidad.
Hacia el final del capítulo analizo un clásico del teatro argentino: El conventillo de
la Paloma, de Alberto Vacarezza, estrenado el 5 de abril de 1929, justo cuando el sainete
estaba en decadencia y la renovación escénica se plasmaba en el grotesco de la mano de
Armando Discépolo, Alberto Novión y Francisco Defilippis Novoa. A esta parte del
capítulo la titulo “un último suspiro” debido al intento realizado por Vacarezza de
mantener a flote un género que dado a la comercialización al que se supeditaba, perdía la
fuerza social que alguna vez había disfrutado. Sin embargo, esta obra es una de las
43

mejores de su género y muestra la evolución que había sufrido en esos años el sainete, en
particular con respecto a los personajes femeninos.
Entiendo que en un proyecto en que se intente visualizar a la mujer inmigrante o
extranjera en el contexto cultural y social de fines de siglo XIX y los primeros treinta
años del siguiente, la discusión de imágenes en las cuales estas mujeres formen lo que
Roland Barthes denomina “spectrum” es importante como medio de exposición por el
cual los cuerpos femeninos fueron discursados. Para tal propósito necesito acudir al
campo de la Cultura Visual siguiendo los lineamientos de W.J.T. Mitchell quien propone
que la visión es una construcción social aprendida y cultivada y que de alguna manera se
relaciona con las prácticas culturales y sociales de “display” y “spectatorship”.
Para “leer” el material seleccionado para este último capítulo he acudido a
herramientas disciplinarias provenientes de los estudios latinoamericanos de performance
y género que permitieron extender el análisis al campo social y político. Estas imágenes
de mujeres inmigrantes y extranjeras, a las que llamaré “imágenes sociales”, serán leídas
a contraluz de lecturas más tradicionales, con el objetivo de hacer brillar las tensiones y
temores que obsesionaban a la clase dirigente en manos de una oligarquía en decadencia.
Las imágenes seleccionadas para este estudio, a diferencia de lo que sucede en
otros trabajos de investigación, parte de lo encontrado. Entiendo que seleccionar estas
fotografías o litografías, implica dejar otras de lado o bien negarlas, pero creo que las
imágenes aquí rescatadas proveerán suficiente evidencia del papel y los límites
discursivos que rodearon a las mujeres inmigrantes y extranjeras en el periodo en que
incursiona este proyecto. En el capítulo IV me centraré en el análisis de las imágenes
aparecidas en la prensa, seleccionando el periódico Crítica y la revista Caras y Caretas
por considerarlas como las publicaciones que les dieron mayor espacio y atención a estas
mujeres. Imágenes fotográficas de las artistas norteamericanas como Molly King y May
Allison, las divas italianas de la opera como Luisa Tetrazzini, y las damas de
colectividades extranjeras serán comparadas con las de “la inmigrante húngara”, “la
ladrona chilena”, “la francesa de los suspiros” entre otras, para contrastar la
representación en la prensa de una y de otras basada en su respectiva categorización de
inmigrantes o extranjeras.
44

CAPÍTULO I
LA MUJER INMIGRANTE Y EXTRANJERA EN LA NOVELA
MASCULINA: ENTRE LA INDEPENDENCIA Y LA COMODIFICACIÓN
ECONÓMICA
El cruce entre lo tradicional y lo moderno produce en el imaginario social puntos
de fricción que son captados y reproducidos en lo literario. Según la crítica Francine
Masiello el cuerpo femenino se convierte “in a testing ground for successful strategies of
representation” (119) en la narrativa de fines de siglo XIX y en particular extendería esta
práctica hacia el primer tercio del siglo XIX observando la diferencia presentada en el
enfoque. Tras analizar la representación de las mujeres inmigrantes/extranjeras en las
obras que comprenden este capítulo encuentro un patrón común que domina la sub-trama
de las novelas aquí analizadas: la independencia de la mujer relacionada con el discurso
del dinero y el intercambio económico, ya sea por la labor desempeñada, o bien por la
venta de su propio cuerpo como sería el caso de la ama de leche.
Si bien el cuerpo femenino en general se presenta como agente perturbador y
caótico en la literatura finisecular y de principio de siglo XX, en las obras tratadas en este
capítulo las mujeres inmigrantes y extranjeras son presentadas como portadoras de
elementos conflictivos que anuncian una inminente apertura hacia la modernidad. El
camino que lleva a una sociedad a dar ese gran paso requerirá de sacrificios y desangrado
y ¿qué mejor para tal sacrilegio que el cuerpo de la mujer inmigrante y extranjera
considerada como agente desestabilizador de las estructuras sociales, política y
económica de la argentina finisecular? La elite apoderada de la fantasía de sanear la
nación, así como de proteger su propia sobrevivencia en el poder, transfiere
45

simbólicamente la culpa de los males que aquejaban al país a las mujeres inmigrantes y
extranjeras por resistir, principalmente, su adecuación al modelo de la mujer argentina.
La década de 1880 marcó un desplazamiento en las representaciones culturales de
las mujeres, la familia y la nación. Bajo el impacto de la inmigración europea y de los
comienzos de la industrialización, la investigación científica y la modernidad, los
hombres de letras argentinos a finales del siglo XIX y principio del XX, comienzan a
adjudicar a las mujeres la culpa por males tales como la prostitución, el pecado de la
avaricia por el dinero y la degeneración racial. Como ejemplo del punto de degradación
al que el modelo del ideal europeo había llegado, se invocaba a la mujer inmigrante, en
especial, del sur europeo para simbolizar el fracaso del gobierno argentino en su afán de
mejorar la raza. En general, en el contexto de la época, se entiende a la mujer italiana
meridional como un ser de bajos recursos intelectuales y como potenciales transmisoras
de genes con una carga biológica inferior, nociva para el futuro nacional. 22
La posición de los autores referidos en este capítulo es variada, pero en general
predomina el temor a lo extranjero como amenaza a la moral y la degeneración de la
nación. Con respecto a este tema observo dos frentes de ataque: uno con orientación
biológica y otro con raíces en lo moral en que Argentina se ve amenazada por “una
infección cosmopolita” (39) tomando prestada la frase de Jorge Salessi. En ambos casos
se percibe una amenaza directa a la institución de la familia entendida ésta como el
microcosmo y base social representante de la nación.
Los dos primeros autores a tratar en este capítulo son Eugenio Cambaceres
(1843-1889) y Antonio Argerich (1862-1924), quienes son considerados como los
máximos exponentes del naturalismo en la Argentina, movimiento que adquiere
dimensiones y características diferentes al francés y cuyo aspecto teórico “was
particularly suited to fit into the conceptual framework which prevailed in Argentina at
the time, and which had found its chief inspiration in Darwinism, French Positivism, and
Spencerian Evolutionism” (Fishburn 50). Tanto Argerich como Cambaceres rechazan la
inmigración, y en particular la italiana, por su “inferioridad biológica” y por las
22 Esta adjudicación también reflejaba el malestar que la clase dirigente sentía hacia el
78% de inmigrantes italianos y españoles que invadía sus espacios y amenazaban sus
prerrogativas tradicionales.
46

consecuencias que la integración de este grupo en particular pueda tener en el futuro de la
nación.
Con un tono totalmente diferente, Carlos María Ocantos en Promisión (1897) nos
presenta una amalgama de inmigrantes provenientes de diferentes países europeos que
viven en armonía en una casa de vecindario. Ocantos en Promisión le concede un lugar
importante a la mujer inmigrante y su participación en el ámbito laboral. Si bien estoy de
acuerdo con la crítica Evelyn Fishburn con respecto a que la novela es “an overidealized
portrayal of a community of immigrants” el espacio concedido a la participación laboral
femenina en el futuro nacional se presenta como sin precedentes en la literatura argentina
escrita hasta el momento.
Luis Pascarella es el autor de El conventillo, texto con que cierro el análisis de
este capítulo. Publicado en 1917, responde a la modalidad de un naturalismo tardío en la
literatura argentina. Respondiendo al discurso eugenésico latente en el momento, el
naturalismo se explota en su máxima expresión, así como se le añade la dimensión de la
locura y la criminalidad.
Mi selección del corpus de textos literarios se basa en la intención de mostrar una
diversidad de posturas cambiantes de manera cronológica, en respuesta a corrientes
filosóficas, sociológicas, literarias y eugenésicas prevalecientes en el periodo que
concierne a este proyecto. Entiendo que existe una relación directa entre el discurso de
los hombres de letras y el lector, el que está claramente adecuado a un público que
comparte la visión socio-cultural y política del autor. También mi intención es devolver
a textos olvidados, su valor como fuentes de estrategias narrativas y representativas
dentro del periodo que marca el radio de esta tesis, además de abrir diálogo entre los
posibles interesados.
Siguiendo lo explicitado en el primer capítulo mantengo la diferencia entre mujer
inmigrante y extranjera, distinción que marca un método de aproximación, así como los
límites discursivos de los postulados de clase, etnia y raza. Las dos corrientes paralelas de
inmigración femenina llegadas al Río de la Plata se diferencian una de la otra de acuerdo
al linaje, la cultura, el capital y la raza de la persona como parámetros en los cuales se
mide su representación. De acuerdo a lo anteriormente dicho, por un lado, tenemos a la
mujer considerada como extranjera definida por su cultura y educación, por su clase
47

social o bien por su ocupación, por pertenecer a países de origen nórdico, de raza anglo o
bien de la latina siempre y cuando sólo sea de Francia. Por otro lado, tenemos a la mujer
considerada inmigrante, por provenir de países de origen latino o del sur europeo, y en
contraposición al grupo anterior, porque pertenecen a estratos bajos de la sociedad, son
de escasa cultura y están marcadas por un alto grado de incapacidad psicológica y moral.
Germán García en su estudio pionero de la literatura de la inmigración El
inmigrante en la novela argentina (1970), sostiene que ¿Inocentes o culpables? Novela
naturalista (1884) de Antonio Argerich, “es la primera novela del inmigrante” (51).
Ahora bien, mi lector se estará preguntando por qué he decidido comenzar con el análisis
de las dos obras cambacerianas en vez de la considerada por la crítica como la primera
novela en la que el inmigrante y su inserción en la sociedad finisecular se considera como
la problemática principal. La explicación es simple: Eugenio Cambaceres con sus dos
obras analizadas para este proyecto ejemplifica, contextualiza y diferencia de manera más
explícita la presencia de la inmigrante y la extranjera en la novelística finisecular. Sin
rumbo (1885) nos presenta a la cantante de ópera italiana que encarna el vicio, lo lascivo
y lo transgresor en la persona de la mujer extranjera; mientras que doña María, la madre
del protagonista de En la sangre (1887) representa a la inmigrante habitante de
conventillo que conlleva inherentemente todas sus implicancias de género, clase y etnia.
Eugenio Cambaceres: Sin rumbo (1885) y En la sangre (1887)
Eugenio Cambaceres (1843-1889) es, sin duda alguna, el escritor más destacado
del grupo de intelectuales conocido como la Generación del 80. Hijo de un químico
francés que llegó a ser un acaudalado estanciero bonaerense, se doctoró en leyes sin
entusiasmo, participando activamente en la política, de la que se retiró pronto y a la que
criticó duramente en sus novelas. Era un aristócrata inteligente, distinguido y letrado que
se movía con la misma soltura en diferentes ambientes de la sociedad porteña finisecular.
Hastiado y desencantado de la vida política, cuando llega a los cuarenta, y
aproximadamente por diez años, se dedica a la literatura. Su primera novela publicada en
forma anónima en 1882 fue Pot Pourri. Silbidos de un vago, que causa gran conmoción
entre los miembros de la clase dirigente, quienes consideraban al escrito como un ataque
48

a los de su clase. 23 En 1884 publicó en París, Música sentimental, pero no fue hasta la
aparición de Sin rumbo (1885) en que perfila el novelista, y con En la sangre (1887)
donde se concreta. Si bien algunos de los rasgos discursivos y temáticos de Eugenio
Cambaceres aparecen en sus primeras dos novelas, es en las dos últimas donde se
afianzan.
Buenos Aires, metamorfoseada con la llegada de la inmigración, dejó de ser
atrayente para Cambaceres, quien consideraba a la masa de recién llegados como
advenedizos usurpadores de la ciudad. Sus actividades gubernamentales y diplomáticas
en los años ochenta, lo alejaban de la capital con frecuencia, y en 1889, el gobierno
argentino le encarga la representación del país en la Exposición Universal de París, donde
se enferma, y tras un corto tiempo de convalecencia, murió el 28 de mayo de ese año en
Buenos Aires.
En Sin rumbo (1885), Eugenio Cambaceres describe a su personaje Andrés como
a un ser hastiado de su vida y de lo que lo rodea. En busca de la novedad y como escape a
sus instintos, el protagonista se enrieda con la Amorini una artista italiana que
interpretará Aída 24 en el teatro Colón. En el diálogo sostenido por Andrés y el maestro
Solari aprendemos que la italiana y su compañía lírica son seleccionadas por descarte y a
falta de mejores opciones y de presupuesto. Es curioso notar que en la charla se
mencionan tres sopranos que realmente existieron: Adelina Patti (ítalo-española), Emma
Albani (canadiense) y Marie van Zandt (norteamericana), en contraposición de la
Amorini (italiana) y los otros personajes de la compañía lírica que son inventados. 25
La doble intencionalidad de ridiculizar a los italianos se evidencia en la elección
de los apellidos de los personajes principales e involucrados en la trama: la Amorini,
Gorrini –el esposo de la prima donna- y la Machi quien es la contralto. Los nombres
23 En su segunda edición, en donde se declara como el autor, Eugenio Cambaceres agrega
un prólogo que no intenta ser apología sino una aclaración de sus intensiones.
24 Opera reconocida y compuesta por Giuseppe Verdi estrenada en 1871.
25 Una nota a pie de página de la edición usada en este proyecto nos informa que este
personaje se basa en la cantante Emma Wizjiak con la cual el autor tuvo una aventura que
lo obligó a dejar su escaño parlamentario. Curioso es agregar el dato que Aída Apter-
Cragnolino en su libro Espejos naturalistas aporta a este punto: “en Francia,
[Cambaceres] se casó con Luisa Bacichi, una cantante de ópera de origen italiano” (63).
49

propios están motivados en función a los atributos sociales, psicológicos o morales de los
personajes. Amorini sugiere la idea de ‘amoríos’, los que ella tiene libremente y sin
importar el sexo de su pareja. Gorrini es el nombre del marido engañado que vive de su
mujer, la diva italiana. Su nombre proviene del verbo “gorrear” que significa, por un
lado, vivir a costa ajena y por el otro, ponerle cuernos la mujer al esposo. Machi,
indudablemente proviene de la palabra “macho” que en este caso es el papel que toma la
contralto en la relación que establece con la Amorini. Si bien individualmente los
nombres pueden no llamar la atención, en conjunto y a medida que se avance en la trama
aprendemos que la elección de los nombres no es en vano.
La sensualidad inicial que despertaba la prima donna en Andrés se convierte en
repulsión en tan solo quince días de amoríos. Quien al principio es descrita como “alta,
morena, esbelta, linda, sus ojos hoscos y como engarzados en el fondo de las órbitas,
despedían un brillo intenso y sombrío [. . .] desnuda se adivinaba en ella la garra de una
leona y el cuerpo de una culebra” (124), después “y hasta era fea: tenía los ojos metidos
en la nuca, la punta de la nariz medio de lado, las orejas mal hechas, la boca grande, los
brazos flacos y las piernas peludas, como piernas de hombre” (160).
Mientras el affaire ocurre, dos conflictos se desatan en ese periodo de tiempo. Por
un lado, Gorrini, el esposo de la prima donna intuye adulterio y tiene dos sospechosos:
uno aceptable y otro imposible de aceptar. Eso se evidencia en la escena en que Andrés y
la italiana se encuentran en el palco de este último, llega Gorrini al teatro clamando por
su esposa y abre la puerta del camarín contiguo –el camarín de la contralto, quien
tranquilamente le pregunta “¿Busca usted a su señora, señor Gorrini? – [. . .] en un tono
incisivo de ironía, con inflexiones perversas en la voz” (149). Señalándole el lugar del
encuentro furtivo:
¡Ah!... –se limitó a hacer el marido y, comprendiendo, llevó el cuerpo hacia
delante con marcada intención de retirarse.
Pero bruscamente se detuvo, pareció reflexionar y ante una sonrisa que fue
un chuzazo en boca de la contralto, estrechado, entre la espada y la pared,
estalló al fin e hizo una escena. 26 (149)
26 Cambaceres lleva al ámbito literario el affair que tuvo con la soprano Emma Wizjiak y
utiliza situaciones paralelas para acentuar el carácter real de la obra. En Diez estudios
50

La sospecha del marido confirma la sospecha del lector de la existencia de una relación
lesbiana entre la Amorini y la Machi que se insinúa en la escena de celos en la fiesta del
día de estreno de la opera, y se ratifica doblemente con la sospecha de Andrés ante roces
de vestidos oídos y la escena del marido. Ante la sociedad Gorrini parece aceptar la
infidelidad con otro hombre, pero la concebía inaceptable con una mujer.
Tanto la Amorini como la Machi se presentan en la obra como agentes
perturbadores de lo establecido, desafiando, como asevera Judith Butler, “las normas
reguladoras del ‘sexo’ […] para materializar el sexo del cuerpo, para materializar la
diferencia sexual en aras de consolidar el imperativo heterosexual” (18). Por medio de la
representación de las mujeres de teatro, el discurso cambaceriano hace eco a lo que los
médicos de la época llamaban “tercer sexo”: “independent women [that] occupied an
entirely separate category” (Taylor 31), desestabilizando de esa manera las categorías de
género, y subrayando la inutilidad de considerarlas auto explícitas y estables.
Estos cuerpos encarnan fuerzas sexuales prohibidas y conflictivas, y los dos
tienen poder ante los hombres. La Machi juega con Andrés haciéndole creer que el
interés sexual en un primer momento era hacia él, y entabla a la vez relaciones amorosas
con la prima donna, cometiéndose algo así como un doble adulterio.
La Amorini además de robarse el centro del conflicto en el espacio del teatro, es
la proveedora del marido, quien sin carácter y sin dinero depende del trabajo de su mujer.
Gorrini se gana la burla de los que conocen la relación y le llaman el “primo donno”.
Curiosamente después de que el italiano desaparece de escena tras instalarse en Río en
espera de su mujer, Andrés piensa que “a Solari ahora, le había dado por burlarse de él, lo
miraba con cara de risa y le palmeaba familiarmente las espaldas, diciéndole: mi primo
donno” (164). Obviamente Solari sabía de la relación de la Machi y la Amorini, que se
terminan burlando del dandy porteño.
Al igual que el doctor Antonio Argerich (1862-1924), quien publicó ¿Inocentes o
culpables? Novela naturalista en 1884, Cambaceres rechaza la inmigración italiana por
su “inferioridad biológica” y por el malestar que la muchedumbre causa al invadir los
cambacerianos, Claude Cymerman dice que: “el marido de Emma Wizjiak ha desafiado
al amante después de descubrir el adulterio en un palco del Colón. En definitiva, el
esposo engañado embarca para Europa mientras su mujer se queda en Buenos Aires hasta
el término de su contrato” (13).
51

espacios antes sólo reservados para la oligarquía. 27 Como el mismo título lo sugiere, el
texto se presenta como una metáfora regida por un determinismo de características
biológicas del cual, en este caso el hijo del inmigrante, no puede escapar. Las
características raciales y biológicas de los inmigrantes se presentaban como inevitables y
transmisibles por herencia, de manera tal que adjudicándole la falla a un miembro
representativo del grupo, implicaba inexorablemente al resto del mismo.
A diferencia de la crítica, 28 que se ha concentrado tanto en la estructura de En la
sangre como modelo del naturalismo finisecular argentino, como en la representación y el
análisis de los personajes masculinos de la novela, en este proyecto me interesa el
personaje de la madre del protagonista Genaro, Doña María, cuyo nombre se menciona
en la novela sólo una vez al principio de la narración y en boca de la partera italiana que
le ayuda con el nacimiento de su niño. A partir de ahí siempre es nombrada como, la
madre, ella, la viuda (una vez muerto el esposo) y la lavandera, produciéndose algo así
como un proceso de disolución de su identidad basado en lo genérico y lo funcional.
La primera imagen de la inmigrante italiana que tenemos es cuando está en pleno
trabajo de parto. Momento en que la mujer se acerca más a lo irracional, momento en que
se pierde la compostura y se produce en ella una transformación que la acerca más a la
animalidad que a lo humano. Los gritos de Doña María eran infrahumanos: “gemidos”
(52) o los “ayes de la parturienta” (52) es lo que se oía desde su habitación en el
conventillo. Según el diccionario de la Real Academia española el término “ayear”
significa “repetir ayes en manifestación de algún sentimiento, pena o dolor”.
Inmediatamente se hace referencia a un prosimio, el ayeaye, cuya voz onomatopéyica es
conocida como “ayes”. La conexión entre los gritos producidos durante el trabajo de
parto y la italiana, produce un efecto de animalización en la representación de la mujer
que se acentúa con el uso del adjetivo calificativo “mansa” en repetidas oportunidades.
Tras la escena del parto en sus primeras apariciones, la italiana es representada
como una mujer sumisa y golpeada por su esposo quien está “mansamente resignada en
27 Ambas obras comienzan de manera muy parecida: con una descripción de los padres
exagerando sus defectos, a tal punto, que se llega a una caricaturización grotesca de los
personajes.
28 Evelyn Fishburn (1981) y Aída Apter-Cragnolino (1999) entre otros.
52

todo a lo que su suerte se refería” (56). Aunque enferma, tísica y débil “pasaba sus días
en el bajo de la Residencia” 29 (55) lavando de sol a sol con el objetivo de llevar a cabo el
plan de educar a su hijo. La italiana, a diferencia de su esposo, reconoce la importancia
de la educación del hijo en el nuevo continente, y osa pedirle al padre que se eduque al
niño, consiguiendo como toda contestación: “¡Bah! . . . refunfuñaba con una mueca de
desprecio el napolitano, nadie le había enseñado esas cosas a él… ni maldita la falta que
le habían hecho jamás” (56).
Entendiendo que la educación de su hijo costaría dinero, obstinada y resuelta, a
pesar de su fragilidad y enfermedad, se propone trabajar el doble, con el objetivo de
llevar a cabo el plan que venía tomando forma en su mente. A diferencia de la mujer
criolla, la napolitana es la que toma en sus manos el futuro de su hijo, y en contraste a su
marido quien no tiene conexión con gente de la alta sociedad porteña, la lavandera
gracias a su trabajo, se relaciona con gente de la elite porteña que le sirve de modelo para
lo quiere en el futuro de su hijo.
Si bien para Cambaceres la herencia biológica, tal y como lo explicita el mismo
título, proviene principalmente del padre de Genaro, es la madre inducida por el medio en
que trabaja, quien determina el futuro de la nueva generación argentina. La crítica que
analiza esta obra, Rita Gnutzmann, Claude Cymerman, entre otros, se limita en general,
a enfatizar la idea de refracción de actitudes y comportamiento entre Genaro y su padre –
debido a la herencia biológica-, olvidando cuán importante es el accionar de la madre
como determinante del futuro de su hijo.
La narración de En la sangre avanza por medio de desapariciones o ausencias de
algunos de los personajes. Es así que una vez que muere el padre de Genaro, Doña María
se convierte en “otra mujer”. Resuelta y optimista el primer asunto a resolver tras la
muerte de su esposo es la liquidación de los negocios de éste. A pocos días del entierro
recibe en su casa a un agente de negocios judiciales, quien le ofrece sus servicios y
recomienda a abogados que son “buena gente”. No dejándose engañar, decide pedir
consejos a otra mujer, en este caso una mujer criolla, cliente de ella quien la ha tratado
siempre muy bien y cuyo esposo es abogado.
29 Según las notas de pie de página pertenecientes a la copia utilizada en este trabajo, ésta
era una zona colindante con el río, en cuyas toscas se veían grupos de lavanderas.
53

Tras unos trámites sencillos la sucesión de la familia quedó arreglada, el tachero:
Dejaba en perfecta regla sus asuntos, no había “fiados”; no había deudas;
trescientos noventa mil pesos depositados en el Banco de la Provincia,
más un valor de treinta mil en existencias, formaban el activo de la
herencia, y fácilmente [. . .] al cabo de pocos meses, dueña de la mitad de
gananciales y tutora de su hijo, viose la viuda de posesión de una
pequeña fortuna: cuatrocientos mil pesos más o menos. (64)
A diferencia de la mujer casada, la italiana una vez viuda, tiene acceso directo a todo el
capital de la familia. Su nuevo estado civil 30 le otorga privilegios antes no gozados y no
perdiendo el tiempo se concentra en invertir el dinero: empleó trescientos mil en títulos
de fondos públicos 31 y compró una casa “de tres piezas, cocina, pozo y demás
comodidades” (64) para ocupar con su hijo.
La gran falla de Doña María para Cambaceres es la ambición del inmigrante, pero
esta ambición no es para sí misma, sino que es para su Genaro: “soñaba con hacer de su
hijo un señor, un rico que anduviese, como los otros, vestido de levita” (64) y siguiendo
los consejos del abogado para quien el muchacho trabajaba, lo inscribió en la universidad
para que comenzara sus cursos preparatorios.
Doña María quería que Genaro fuera un hombre de bien, que fuera un doctor
porque ellos “eran todo en América. Jueces, Diputados, Ministros [. . .] o bien un médico,
un gran médico que realizara curas milagrosas, cuya presencia fuera implorada como un
favor en el seno de las familias ricas y que asistiese gratis a los pobres, como una
providencia, como un Dios …” (65). Las ilusiones de madre hacían ver a la italiana lo
que no existiría nunca en realidad, Genaro se aprovecha del amor ciego de la madre y
“nunca le decía nada a la vieja; la engañaba, la embaucaba, le hacía creer, lo que se le
antojaba hacía con ella” (70). La madre enceguecida aceptaba y correspondía a los
pedidos de dinero que Genaro le hacía para mantener las apariencias y poder relacionarse
30 Asunción Lavrin sostiene que según la ley sólo el ser viuda o volver a su estado de
soltera en caso de divorcio legal –raramente aceptado por las autoridades- le otorgaba el
derecho a la mujer de administrar su propiedad y sus bienes, así como de administrar los
bienes gananciales recibidos tras la muerte del esposo. (195)
31 Según las notas de pie de página éstos son documentos que representan deuda pública.
54

con sus compañeros de clase y de andanzas.
Los críticos Gnutzmann y Cymerman entienden, y comparto la idea, que
Cambaceres descarga sus sentimientos xenófobos sobre la familia de los italianos, pero, y
aquí mi distinción, principalmente hacia don Esteban -el tachero- y su hijo. La madre es
descrita como una mujer trabajadora, emprendedora y resuelta que tan solo peca de
ambicionar para su hijo un futuro mejor. Teniendo en cuenta la misoginia con que
Cambaceres trata a los personajes femeninos en su obra, podríamos afirmar que el
personaje de doña María cuenta con cierta simpatía del autor.
Siguiendo los preceptos de la novela naturalista Cambaceres necesita restaurar el
orden en la trama de las dos obras analizadas. La madre de Genaro en En la sangre
desaparece de escena debido a un viaje que su hijo le obliga a hacer en contra de su
voluntad hacia Italia. De esta manera él puede borrar todo indicio de su pasado de
conventillo y seguir con sus planes de engrandecimiento. Diana Taylor, haciendo alusión
al discurso patriótico durante las épocas de inestabilidad política sostiene que: “the
‘passion’ for the feminine in Argentina has led simultaneously to the geographic and
symbolic expansion of the state, and to the backgrounding or disappearance of women in
the name of national order” (31). Algo similar sucede en Sin rumbo, cuando la Amorini y
la compañía, incluyendo a su amante lesbiana, viajan a presentar Aída en Río de
Janeiro 32 . De esta manera el “vicio” se va del país y la paz se restaura con el viaje del
protagonista al campo para volver con su familia, restaurándose el orden por medio del
encuentro de Andrés con su hija natural.
Si bien la crítica Rita Gnutzmann, entre otros, ha considerado al Schopenhauer de
Sobre las mujeres 33 como inspiración para la representación en general de la mujer en la
obra de Cambaceres, observo diferencias de aproximación con respecto a la mujer
32 A diferencia del caso sucedido en la vida real en que el marido engañado regresa a
Europa, Gorrini está esperando a su mujer en Río de Janeiro.
33 Según lo citado por Rita Gnutzmann “Schopenhauer en Sobre las mujeres considera a
la mujer como animal con mera función reproductora y sólo movida por bajos instintos”
y “como ser inferior de ‘escasos alcances’ intelectuales y morales, incapacitada para la
justicia, el deber y el disfrute del arte” (123). La citada autora no ofrece más referencias
con respecto al citado autor.
55

inmigrante y extranjera en su obra. Doña María, representando la categoría de las
inmigrantes, es una mujer trabajadora, emprendedora e independiente inclusive mientras
su esposo estaba con vida. La carga genética de Genaro es adjudicada a su padre por
medio de las asociaciones y los paralelismos en comportamientos, mientras que el único
pecado adjudicado a la inmigrante es el de la ambición de madre de poder hacer posible
un futuro mejor para su hijo.
En el caso de la diva italiana, lo extranjero representa una amenaza a la moral
nacional, encarnado en una mujer agresiva y lasciva. Sin embargo, su posición de artista
le permite moverse en un mundo donde los comportamientos lindan con el libertinaje. Su
doble vida, inclusive su doble sexualidad, refleja su condición de mujer de teatro de la
época, y de la vida como performance.
Antonio Argerich: ¿Inocentes o culpables? Novela naturalista (1884)
La obra que analizaré inmediatamente tiene puntos en común con la última novela
de Cambaceres. ¿Inocentes o culpables? Novela naturalista (1884). Publicada tres años
con anterioridad a En la sangre, fue la primera novela que por excelencia intenta criticar
la excesiva presencia de los inmigrantes y la falta de restricciones por parte del gobierno
para seleccionar y dar acceso de entrada al país a los inmigrantes que llegaron durante el
periodo que en la historia argentina se denomina como “la Gran Inmigración”. 34
Esta manifestación literaria que inicia el rechazo explícito hacia la inmigración
comienza, irónicamente, de manera interrogativa cuando en realidad se sabe que el autor
conoce con anticipación la respuesta de su público lector. Apelando a la mente clasista de
34 Entre los puntos de contacto que más interesan para este trabajo me gustaría mencionar
la adhesión a la corriente naturalista por parte de los dos autores y el primer capítulo de
las novelas. Ambas comienzan con la descripción de los personajes inmigrantes
masculinos enfatizando sus características físicas como amorfas y grotescas. La
representación de Dagiore puede considerarse como el antecedente literario del padre de
Genaro Piazza, y en ambos casos se enfatiza su carácter vicioso marcado por la avaricia
extrema.
56

su grupo, Antonio Argerich intitula a su obra ¿Inocentes o culpables? 35 y concordando
con la tesis que pretende demostrar, la encasilla en un subtítulo de Novela naturalista.
Publicada en 1884, esta obra parece tener su base en la tesis del autor intitulada El
naturalismo, escrita y leída ante un círculo de amigos dos años con anterioridad a la
publicación de la novela. En su tesis, Argerich se muestra como fehaciente defensor de la
aproximación científica y documental de Emile Zola, atacando al mismo tiempo a
quienes ven en el naturalismo un arte sucio y vulgar (Lichtblau 174).
El interés en la obra de Argerich como documento social reside, no tanto en lo
que se expresa en la trama, como en los prejuicios e ideas que pueden ser deducidos de
ella. En sus blancos, en sus silencios y en las fisuras, el autor delata su posición ante una
sociedad en crisis. En este sentido, una comparación de lo que manifiesta el autor en el
prólogo con lo que realmente desarrolla en la trama, da respuesta a muchas de las lagunas
de la obra.
El prólogo, que merece un estudio aparte, se presenta como verdadera pantalla de
lo que en realidad terminará transmitiendo como mensaje final de la obra. Fishburn,
Lichtblau, Gnutzmann y Foster han advertido sobre el desbalance existente entre las
intenciones proyectadas en el prólogo y el cuerpo de la novela. Según el mismo
Argerich, ¿Inocentes o culpables? está inspirada por un “patriotismo” que parece
compartir con “todos los hombres rectos y de buena voluntad” (I), y cuya intención es la
de prevenir futuros males al país. Aunque sostenga que su obra carece de un propósito
didáctico, el objetivo es el demandar cambios, y explícitamente se dirige a la elite con el
objetivo de “llevar la propaganda de ideas fundamentales al corazón del pueblo [para
que] se despierte su instinto de conservación que parece estar aletargado” (I). Lo
interesante aquí es el reverso del uso de la palabra ‘pueblo’ que en general se utiliza para
hacer referencia a la gente de clase baja o más conocida como “la chusma”. Si bien
35 Si bien la obra original publicada por la imprenta del “Courrier de La Plata” de 1884
presenta el título de la obra como Inocentes ó culpables y como subtítulo Novela
naturalista, la crítica más reciente, David W. Foster (1990) y Rita Gnutzmann (1998)
entre otros, presenta la novela como ¿Inocentes o culpables?, agregando los signos de
interrogación faltantes en el original, pero aclarando el carácter inquisitivo del título,
explicitado por medio del uso de la “o” acentuada.
57

Argerich se refiere al pueblo, éste sin lugar a dudas es ‘su’ pueblo: la clase dirigente.
Junto a ella, el autor intenta combatir a la masa de “inmigración inferior
europea” 36 (II), aunque en el mismo prólogo reconoce que el futuro económico de
Argentina depende de esa mano de obra extranjera. A diferencia de la inmigración
llegada en los primeros años de la campaña pro inmigratoria, más calificada y
provenientes del norte europeo, la ola masiva llegada a la costa del Río de la Plata en los
años ochenta, provenía de los estratos bajos del sur europeo, en particular de Italia y
España. Según Argerich, de la misma manera en que sienten “muchos pensadores
argentinos” (II), el trasplante indiscriminado y sin selectividad de inmigrantes “trae
perturbaciones y desequilibra la marcha regular de la sociedad” (III).
Utilizando el método de la observación científica y así tratando de seguir los
lineamientos del naturalismo, Antonio Argerich nos presenta a un inmigrante italiano,
Giuseppe Dagiore, quien a su llegada prueba suerte en varias profesiones al carecer de
una en particular. Ejerce oficios como limpiabotas, auxiliar de albañil y vendedor
ambulante, hasta que en sociedad con un paisano ponen una fonda. Por razones de
incompatibilidad de carácter y al uso desmedido del alcohol por parte del otro dueño, la
sociedad se disuelve, y como consecuencia, Dagiore se queda con la fonda y todo el
trabajo que ella implica. Piensa en buscar esposa, no como compañera, más bien como
“sierva, [y a las candidatas] las examinaba, les calculaba la edad que podían tener, su
vigor para el trabajo y el estado de la fortuna de los padres” (6). La elegida es “una joven
de dieciséis años, hija de un paisano suyo que tenía un almacén regularmente surtido” (6)
y tras un corto arreglo entre el futuro esposo y el padre de la joven se concreta el
casamiento. Fruto del mismo, nacen tres hijos, de los cuales el mayor, José, pasa a ser el
protagonista de la tercera parte de la novela y de las hijas poco se sabe.
La novela podría dividirse en tres partes principales. En la primera, Argerich trata
de probar la tesis del “inmigrante inferior” encarnado en la persona de Giuseppe Dagiore,
36 Tal vez sea Argerich el primero en postular en su novela la presencia de una
“inmigración inferior europea”. Expresión que comenzó a usarse debido a la dificultad de
distinguir la población nativa existente y de origen europeo – en su mayoría de
ascendencia española y de raza blanca-, de la inmigración masiva de los años ochenta en
adelante. La solución a la que se arriba es la de calificar a los inmigrantes del sur europeo
como pertenecientes a una raza de “calidad inferior” (Vieytes 197).
58

presentado como un ser abyecto y utilizando metáforas que ejemplifican el grado de
animalización del personaje. A su bajo nivel intelectual se le añade una visión negativa
de sus valores psíquicos. Dagiore es presentado como avaro y codicioso primero,
lujurioso ante la “inocente” niña con quien se casa, y terminando con su vida, el fondero
es consumido por el alcohol y la locura.
Así como sucede en las novelas de Cambaceres, hemos observado que la
narración de ¿Inocentes o culpables?, avanza por medio de desapariciones o ausencias de
algunos de los personajes. La segunda parte se dedica principalmente al desarrollo del
personaje de Dorotea. Ella es una joven ambiciosa, cuyo objetivo en la vida es llegar a
pertenecer al grupo de “la gente decente”. Sus padres, comerciantes italianos, comienzan
vendiendo al menudeo, hasta que gracias al esfuerzo y las privaciones logran poner un
modesto almacén, que si bien les permite un buen pasar, resulta insuficiente para
ascender en la escala social. En los primeros momentos de su matrimonio con el fondero
Dagiore, las perspectivas de ascender de clase social no se mostraban muy favorables
tampoco, y la joven se dispone a encontrar la solución a su mal.
En la tercera parte vemos el crecimiento del hijo de la pareja, José, quien desde
niño muestra cierta tendencia a la irresponsabilidad y no termina su carrera. Se deja
arrastrar por la influencia de sus amigos y el medio en que crece, además de tener los
delirios de grandeza que caracterizan a su madre. En esta tercera parte, el autor se ha
olvidado de la influencia hereditaria que caracteriza a la primera, y se vuelca a retratar su
disconformidad con la vida moderna y el libertinaje que ésta asiste.
Dorotea en ¿Inocentes o culpables? es la arribista social caracterizada por su
deseo de pertenecer al grupo de “las personas decentes”, que a modo de espejo, imita y
reproduce en el cuidadoso arreglo de la casa y su persona. Si bien el lector de En la
sangre es testigo del nacimiento de Genaro en el conventillo porteño, en el caso de
Dorotea, no es posible asegurar o determinar si la joven ha nacido en Italia o en
Argentina. Esto me lleva a cuestionar la porosidad y la flexibilidad con que algunos
autores usan el término “inmigrante” 37 y la subsiguiente representación de los mismos,
37 Volveré a este punto en el capítulo IV cuando encontremos la misma situación en La
gringa de Florencio Sánchez. En ambos textos no es claro si la palabra “inmigrante”
59

con el objetivo de acomodar el relato y probar una tesis, que al menos en el caso de
¿Inocentes o culpables? no se logra.
Como ejercicio intelectual me gustaría bifurcar la representación de Dorotea en
esta novela: por un lado considerarla como mujer inmigrante portadora de genes y
valores morales que ‘enferman’ y ‘degeneran’ a la sociedad finisecular, y por el otro,
quiero analizar la representación de la joven como fruto de la segunda generación de
inmigrantes nacida en Argentina, cuyo medio ambiente influencia su personalidad,
valores y destino.
Central a ambos parámetros es el tema de la ciudadanía femenina, que el estado
en la Argentina de esa época, definía de acuerdo a la sexualidad de la mujer. La
Constitución argentina de 1853 reconoce como ciudadano a todo hombre nacido dentro
del territorio nacional y extiende los mismos derechos y limitaciones a las mujeres
nacidas en el país. Aún si tuviéramos en cuenta que Dorotea había nacido en Argentina y
por como consecuencia adquirido la nacionalidad argentina, su perfil dentro del contexto
de la novela no responde en su totalidad, ni a uno ni a otro, de los parámetros que definen
y separan los dos tipos de mujeres sexualmente activas y legislativamente amparadas por
el estado: la mujer casada y la prostituta. Según Donna Guy en Argentina la mujer
ciudadana “was being defined in terms of sexuality, and [. . .] a centralized and intrusive
state tended to assume civil and moral authority to bolster its political legitimacy”
(“White Slavery” 204). Si bien Dorotea es una mujer casada, su conducta transgrede los
límites de lo moralmente decente al cometer adulterio debido a que “wives, by law and
religion sworn to remain sexually faithful” (Guy “White Slavery” 204). Pero el proceder
de Dorotea tampoco concuerda con los de las prostitutas, y aunque en algunos casos el
autor insinúe una aproximación a este tipo de conducta, la gran diferencia reside en que
en el caso de Dorotea no se realiza una transacción monetaria. La joven embarcada en un
destino matrimonial no decidido por ella misma y a pesar de sus intentos en vano de
querer a su marido, se enamora del Mayor Paz, camino que la lleva a cometer adulterio.
Más peso tiene aún en la definición de la ciudadanía de Dorotea el origen étnico
de los padres de la joven. En el caso del contexto europeo “children inherited their
trasciende su significado original para extenderse a la primera generación de emigrantes
llegados a las costas del Río de la Plata.
60

national identity not only because of where they were born, but also through their father’s
citizenship” (Guy “White Slavery” 203). Siguiendo estos parámetros Dorotea no sólo
sería considerada como italiana, sino que además en el momento de casarse con Dagiore,
inmediatamente adquiere la nacionalidad italiana del esposo. Por lo tanto si moralmente
hablando y de acuerdo a los cánones estatales, Dorotea no puede ser considerada
ciudadana argentina, mayor fuerza tiene la conexión europea que lleva en su sangre, ya
sea por la heredada o transferida por su padre, o la adquirida tras el casamiento con
Dagiore.
En su afán por seguir los lineamientos de la novela naturalista europea, Argerich
nos presenta en ¿Inocentes o culpables? los dos tipos de mujeres que atraían a los
naturalistas franceses: la mujer destructiva o corrupta que falta a sus deberes como madre
y esposa y la prostituta. 38 Dorotea, por momentos, parece encarnar los dos tipos y si bien
no llega al extremo de prostituirse, el narrador la describe como una adúltera sin ninguna
clase de remordimientos. Hasta cierto punto, su conducta si bien no perdonada, tampoco
es totalmente condenada, debido a que su destino matrimonial fue decidido por ella.
Dorotea, la esposa de Dagiore, muy temprano en su casamiento se da cuenta del
poder – sexual en este caso- que ella ejerce en el fondero italiano, y se propuso a explotar
su “sensualidad de sierpe [acariciándole] con lujuria de ramera, hasta que el otro,
convulso y trastornado le satisfacía su capricho” (15). El “intercambio de bienes y
servicios” subrayado en el comportamiento de Dorotea, refleja el tipo de transacción
llevada a cabo entre una prostituta con su cliente. La joven a cambio de caricias y de
ofrecer su cuerpo, consigue una retribución monetaria para satisfacer sus caprichos y
deseos. Sin embargo este “intercambio de bienes”, se lleva a cabo dentro de las esferas
del ámbito doméstico, por lo tanto y aunque existe un proyecto por parte del narrador de
degradar la imagen de Dorotea, comparando su proceder con el de una ramera, éste falla
debido a que su situación difiere del caso de la prostituta porque la joven está unida al
italiano por lazos conyugales.
38 Gnutzmann sostiene que “sin duda, escritores como Zola, los Goncourt, Maupassant,
Daudet, etc. se sentían fuertemente atraídos por la mujer y sus ‘enfermedades’, sobre
todo la prostituta ejercía una gran fascinación sobre ellos, siendo Nana, naturalmente la
más peligrosa” (188).
61

La sexualidad en especial la femenina, se presenta como tema predominante a lo
largo de esta extensa obra. 39 Argerich comienza relatando el aspecto sexual de la vida de
Dorotea, para más adelante retomar el tema con la de sexualidad de las mujeres públicas.
Exponer “públicamente” al lector la vida sexual de la joven italiana y semánticamente
ligarla a las mujeres del prostíbulo, además de también exponer detalles sobre la
intimidad del oficio de las mujeres públicas, representa un esfuerzo por parte del autor de
vincularlas, mientras que al mismo tiempo recurre a la técnica de la exclusión evitando
hablar de la sexualidad de mujeres criollas decentes como Carlota. “Los escritores
franceses” sostiene Rita Gnutzmann “se fijan, a menudo, en la época de la pubertad, en la
que la sensualidad-sexualidad femenina se despierta , como Zola en L’Assommoir para
Nana y en La Joie de Vivre, Goncourt en Chérie o Maupassant en Fort comme la mort”
(188). No en vano, el casamiento de Dorotea se concreta cuando la joven tiene tan solo
dieciséis años y constantemente se hace alusión a su sensualidad, formas y redondeces,
sin escapar a los detalles de la noche de boda y los encuentros sexuales esporádicos.
Según Argerich, Dorotea canaliza por medio del sexo los impulsos de sus carnes
jóvenes y se/nos pregunta: “¿Dónde estaría, si a su edad no hubiese sentido ya dos veces
estremecidas en sus entrañas, por la misteriosa influencia de la maternidad, que modera,
salvo casos excepcionales, ciertas incitaciones fatales, que por sus ideas y el medio en
que actuaba no le habría sido posible reprimir?” (90). El deber sagrado y social de la
maternidad se presenta como pacificadora del apetito sexual lógico de una joven de la
edad de Dorotea. De esta manera Argerich construye un discurso textual pro-reproductor
que define socialmente a la madre con respecto a su función biológica de reproductora y
complementándose al mismo tiempo en su papel de esposa y madre.
Dorotea, como expresé anteriormente, usa ante todo su sensualidad para
conquistar sus objetivos, ya sea un cambio de casa, ropas nuevas o amantes, pero también
39 Hacia los años ochenta los médicos y los especialistas sanitarios comenzaron a
interesarse sobre la sexualidad femenina, pero a pesar de este interés, el tema del sexo
comercial acaparó la mayor atención de los médicos sanitarios y eugenistas, mientras que
las primeras médicas, los socialistas y hasta cierto punto los anarquistas, se interesaron en
aspectos relacionados con la reproducción, femenina en especial, por considerarse a la
maternidad como una función social (Lavrin 125).
62

hace uso de la estrategia de la simulación. Según José Ingenieros “todos los hombres son
más o menos simuladores, aunque sólo en algunos la simulación es el medio habitual y
preferente en la lucha por la vida” (174). A diferencia de Genaro, protagonista de En la
sangre, quien es representado como el típico trepador social, que simula pertenecer a una
clase social ajena a la suya y pretende tener conocimientos que en realidad carecía;
Argerich nos presenta a una joven mujer que emula los comportamientos de la oligarquía
porteña y simula para transgredir los límites que su clase social le impone como conducta
apropiada.
Dorotea por momentos parece no pertenecer ni al grupo de los inmigrantes, ni a
los que pretende emular. Vive una situación a la que no quiere pertenecer, pero que por
su “carga genética hereditaria” no puede evitar. Sin embargo existen diferencias que
marcan la discordancia entre lo que Dorotea es y pretende ser.
Conectando el origen étnico de Dorotea con el de sus padres, Argerich le adjudica
a la joven una serie de características sociales, morales y genéticas inherentes al grupo
étnico de los italianos del sur. 40 Ser mujer inmigrante en el contexto finisecular argentino
implica enfrentar una triple discriminación. Aparte de su género, el origen étnico y su
posición de clase delinean y establecen su ‘otredad’ en el contexto finisecular argentino.
Sin embargo, la conexión que establece Argerich se presenta de manera muy
solapada. Acertadamente, Gnutzmann sostiene que “si no fuera por esta información [hija
de comerciantes italianos] acerca del país de origen de sus padres, el lector no
sospecharía para nada que en el comportamiento de Dorotea puedan influir razones
étnicas” (92). En su papel como reformador social liberal, el autor se concentra en el
determinismo biológico y hereditario, ambos a su vez ligados a su procedencia étnica,
como la razón innata que guía el comportamiento de la joven. De este modo, el autor abre
las puertas para un doble juego de lecturas; por un lado da por sentado que su lector
sobreentiende la conexión establecida implícitamente, y por el otro, se da la libertad de
manipular la representación del personaje femenino inmigrante para probar su tesis
inicial de degeneración racial.
40 El grupo étnico de los italianos a la vez se divide en dos grandes grupos: los del norte y
los del sur o también llamados meridionales. Si bien ambos grupos entran en la
categorización de “razas inferiores” se prefiere a los del norte por su mayor capacidad
laboral, intelectual y su preparación.
63

En su intento de ligar a Dorotea con características fenotípicas de los inmigrantes,
Argerich con marcado tono anticlerical, critica a la iglesia por el control que ejerce en la
gente. El retraso de los países latinoamericanos y los de origen latino en Europa, como
España e Italia, es el resultado de la influencia y la dominación de la Iglesia Católica
sobre las instituciones y en especial sobre las mujeres. Entre los roles asignados como
inherentes al género femenino del siglo XIX encontramos a la apreciación por la religión
como una de sus virtudes. En los países de origen latino en que predominaba la presencia
de la iglesia Católica “religion stressed the worship of Mary, the Mother of Christ, and
womanhood was synonymous with motherhood” (Lavrin 33). De la misma manera en
que las mujeres debían aceptar y reconocer su destino biológico, como madres y esposas,
debían demostrarse fieles a la religión Católica como parte esencial de sus vidas. Aunque
imposible de encontrar la raíz de esta aseveración podemos argumentar que su validez se
basa en una tradición de siglos y que “Italian and Spanish immigrants in Uruguay and
Argentina, and German Catholics in Chile, reinforced the essential message [of
Catholicism] at the end of the nineteenth century” (Lavrin 33).
Antonio Argerich crítica y culpa a la institución de la iglesia por engañar a un
pueblo sometido bajo el yugo de la religiosidad mientras en un espíritu como el de
Dorotea “se concentraba [. . .] en dulces arrobamientos religiosos [. . .] todas las
sensualidades de la religión católica [que] hacían arder sus deseos inflamando su sangre
joven” (20), anulando de esta manera toda posibilidad de racionalidad cuando el deseo
prevalece sobre la razón. 41
El último de los temas que liga a Dorotea con su grupo étnico es de origen
biológico. Aunque se le adjudique a Dagiore mayor responsabilidad de la carga genética
41 Esta no es la única instancia en que Argerich critica a la iglesia católica en ¿Inocentes o
culpables?. Un “Ministro del Señor” (272) muy conocido en Buenos Aires y “que se
distinguía por la ampulosa retórica de sus sermones” es hallado por la policía en el
prostíbulo donde los “otros Ministros” (272) asistían en busca de compañía. Otra
instancia se presenta hacia el final de la novela cuando el abogado de la familia
“convence” al cura de la Recoleta que acepte a José en tierra santa a pesar de haber
cometido suicidio, con el pretexto de que el difunto no estaba en sus propios cabales.
Además en el final del texto, la pregunta que da título a la novela, es discutida por el cura
y los amigos de José -un abogado y un médico- sin advertir que “incidentalmente habían
caído en una de las cuestiones más grandes del Derecho y la Filosofía” (308).
64

que transmite, Dorotea es también portadora y transmisora de los genes de una raza
inferior no deseable, con la agravante de no procrear un número “aceptable” de niños
para los cánones de la época. 42 Para peores, practica la abstinencia y un método
anticonceptivo que usan los franceses introducido por Dagiore, quien “sacó un papel de
la faltriquera, lo desdobló y empezó a hacer las más cínicas indicaciones respecto de un
medio, por desgracia, bastante generalizado, y que reprueban a la par la naturaleza y la
moral” (95). La preocupación del costo que genera la manuntensión de los hijos, en el
caso de Dagiore y su avaricia, y la molestia de “sus continuos embarazos, y después, el
cuidado que demandaban las criaturas, que privaban de pasear con la frecuencia que
[Dorotea] deseaba” (94), hizo que por mutuo acuerdo ambos decidieran no tener más
hijos de los tres que ya tenían.
Juan Bialet Massé, quien escribió un informe sobre la situación de la clase obrera
en el interior del país en 1904, sostiene que “la misión de la mujer, en lo que a cada sexo
toca en la perpetuación y mejora de la especie, es la maternidad, la crianza y educación
de los hijos; en el vientre de las mujeres está la fuerza y grandeza de las naciones, y en
sus primeros ciudadanos, la honradez y el espíritu de los hombres” (654). Dorotea falta
al deber de la maternidad no sólo como agente reproductor, sino que no cumple con su
función social de entregar hijos virtuosos a la patria. Su maternidad no responsable se
acentúa al poner el cuidado y la educación de sus hijos en manos de terceros. Los niños, a
cargo de la niñera y la sirvienta, andan desarreglados y sucios por la casa, escapándose a
la calle al menor descuido de éstas. Su falla como mujer se refleja en el cuidado no sólo
de sus hijos, sino que también en el de su hogar, que a excepción de la sala destinada para
recibir visitas, se presentaba en completo caos.
42 Juan Bialet Massé en su Informe sobre el estado de la clase obrera presentado y
encomendado por el Ministro del Interior Joaquín V. González de la segunda presidencia
del general Julio A. Roca, critica el estado de la mujer obrera en Europa y la práctica
anticonceptiva de restringir el número de hijos y lo expresó así: “ Esa restricción inmoral,
deja a la mujer en la libertad de ir al taller y de tomar ocupaciones de hombre, mientras
que entre nosotros hay matrimonio que tiene seis u ocho hijos; y no son raros los
hermosos casos de doce y más, y hasta de veinte hijos, tenidos por una sola mujer , y se
conocen casos de veinte y cinco hijos en un hogar. No arranquemos de la frente de la
mujer argentina esa corona de gloria” (655).
65

La escolarización para las jóvenes, y faltante en el caso de Dorotea, tiene como
objetivo “educar a la hija del pueblo para que sea un día miembro útil de la sociedad [y
si] bueno es cantar, bailar y tocar el piano, pero mejor, mucho mejor es estudiar la
dirección de una familia pobre, y el modo de sobrellevar las miserias de la vida” (220)
según lo publicado en 1882 en El Monitor de Educación Común. La educación en el
contexto del proyecto modernizador argentino se presentaba como un instrumento de
liberación y progreso al que Dorotea no había tenido acceso y que por eso se ve
incapacitada para guiar a sus propios hijos. En cambio su educación se basa en la lectura
de folletines por entrega de románticos vulgares como Pérez Escrich, Fernández y
González que la hacían “soñar con un amor puro, mantenidos en las esferas de un afecto
noble y delicado [. . .]. Quería ser protagonista de un amor ideal, tal como lo había
encontrado en las novelas” (90), y tan diferente de la realidad que le tocaba vivir junto al
fondero. Su imaginación, agudizada por las lecturas que “le perturbaban el sentido moral”
(34), y su búsqueda quijotesca del gran amor en manos de hermosos amantes, toma
cuerpo en la forma de adulterio, cayendo en la tentación ante el atractivo Mayor Paz,
quien vistiendo su uniforme la vislumbra.
También el entusiasmo demostrado hacia la vida de los ricos con sus lujos y sus
excesos, es inculcado por las lecturas de revistas y novelas por entregas a las que se había
suscrito para intercambiar, a cambio de obtener favores con sus vecinas de las “familias
decentes”. Cierto paralelismo se percibe, con respecto a este tema, con la novela de
Flaubert Madame Bovary (1857) y La regenta (1884-85) de Leopoldo Alas “Clarín”, en
donde sus personajes femeninos se dejan llevar por medio de la lectura a un mundo
romántico y diferente del que les toca vivir. Tanto Dorotea, como Ana y Madame
Bovary, sufren el mismo tedio y ansias de gran mundo que sólo logran saciar por medio
de la lectura. El estado argentino por medio de la educación buscaba estabilizar el futuro
nacional, revirtiendo la relajación de las costumbres, atemperando las pasiones y
propagando los valores morales que debían reinar en el hogar, y por extensión en el país.
La poca instrucción que Dorotea había adquirido se perdía en las lecturas románticas que
sólo avivaban la imaginación de “su cabeza sin ideas” (32).
El reconocimiento de las actividades de la mujer, en esa época se limitaba al
ámbito del hogar y la influencia genética y educativa que ella poseía en sus hijos. El mal
66

ejemplo de Dorotea como madre, basado en la irresponsabilidad y la dejadez, más tarde
es emulado por sus hijos. José, no cumple con su deber de finalizar su carrera y no
perdura en trabajos por mucho tiempo, pero su peor falta es la irresponsabilidad ante Dios
al cometer suicidio. Sus hijas no cumplen con su deber de mujer al no contraer
matrimonio, y por consecuente, no procrear en un momento en que la nación necesitaba
de más ciudadanos. En definitiva la familia Dagiore – y por extensión el país- se queda
sin sucesión, implicando de esta manera, la muerte social del futuro argentino en manos
de estos inmigrantes.
Uno de los rasgos característicos delatantes de la inferioridad racial de los
inmigrantes, que tanto Cambaceres como Argerich pretenden demostrar en sus tesis
naturalistas, es el vicio de la avaricia. A diferencia de Dagiore, quien es exaltado en la
obra como que “pertenecía a esa raza cretina de la avaricia por la avaricia [quien] quería
montones de dinero y no sabía para qué” (45), Dorotea, desde niña tan solo se limita a
pedirlo y obtenerlo de sus padres, sin atribuirle más valor que de elemento de
intercambio. El dinero para la joven, tan bien pasan los años, se convierte en un bien
para gastar, pero no para acumular. Si bien vemos en ella el vicio de la codicia, no
podemos hablar de avaricia, ya que el dinero que tiene en sus manos es gastado tan
pronto llegan a ellas. A diferencia de su madre, quien tenía conciencia del valor del
dinero, y había trabajado para conseguirlo al lado de su esposo desde que tenían el
almacén, Dorotea desconocía el valor real del mismo.
Si Dorotea fuera considerada como inmigrante en la trama de la novela,
encontraríamos una falla en la teoría de la inferioridad racial como resultado de su
procedencia étnica, que adjudica a los inmigrantes italianos en general, el vicio de la
avaricia. En cambio, una de las fallas atribuida a la joven es la ambición, no por el dinero
para acumular, sino por el estatus social que este brindaba. En este caso se concuerda con
la imagen del inmigrante arribista que pretende, primero aparentar, y después asimilar los
comportamientos de la clase social de la oligarquía porteña. “Ella había visto desde las
ventanas el lujo de la familias ricas, su boato, los trajes que vestían y los magníficos
carruajes en que ostentaban la soberbia de su orgullo [y] se bañaba en estas visiones,
enloquecía, y se amarraba [. . .] a esas esperanzas en que se veía magnificada y triunfante
de su humillación de fondera” (58). Como se expresa en este párrafo, Dorotea sólo había
67

tenido acceso al mundo de los ricos “por la ventana”, esta característica típica del
“voyeur” acentúa su posición de “extraña”, “ajena” o simplemente como outsider de ese
mundo/país al que no pertenece.
Su ascenso social comienza a vislumbrarse una vez que consigue que su marido
alquile una modesta casa de tres habitaciones. Tras haber vivido en un solo cuarto en la
parte posterior de la fonda, Dorotea encontraba a la casita como un palacete, al cual
dedicaría todo su gusto para amueblarlo y decorarlo. Los muebles comprados en los
remates eran de segunda mano y desgastados, obtenidos en subastas de los bienes de
familias patricias argentinas empobrecidas; y si bien muchos eran de muy buen gusto, la
joven terminaba eligiendo “todo lo que relumbra y los adornos de cargazón” (57) que
llenan su entusiasmo.
La elasticidad y la porosidad adjudicada al término inmigrante, le permite al autor
trascender los límites que categorías como la de clase o la de raza -más o menos fijas en
el contexto de la época- le impedirían cruzar. Como resultado de esta posibilidad observo
en el texto un doble juego de crítica porque si bien el autor comienza la novela con una
tesis que responde a una inminente degeneración racial basada en la baja calidad de los
inmigrantes, termina criticando abiertamente al medio ambiente en que los sujetos de su
estudio crecen y habitan.
Es así como, a pesar de las substanciales pruebas –religión, sexualidad, genética,
ciudadanía- que lleva al lector a asumir la “italianidad” de Dorotea, al final, la joven y
sus hijos se presentan como víctimas del ambiente finisecular porteño. 43 La joven crece
influenciada por el estilo de vida de “la gente decente”, a la que pretende emular, pero
que nunca alcanzará porque está hereditariamente restringida. El contacto con el
patriciado no es de primera mano, y como el autor lo expresa, siempre se practica a la
distancia o por medio de situaciones mediadas.
Como lo ha hecho Gnutzmann, he notado el defasaje entre el objetivo del autor de
dirigir esta novela como incentivo de cambios provenientes de la clase dirigente y la
representación que de ésta se hace en el cuerpo de la novela. Si bien la novela comienza
43 Inclusive el mismo “Dagiore no alcanzaba a darse cuenta de este estado social que a él
mismo lo envolvía haciéndolo comprar levita y soñar con inmensos caudales”
(¿Inocentes o culpables? 23).
68

como un ataque directo a la inmigración como potencial agente causal de la degeneración
racial y moral de la nación, la mayor parte de la narración hace énfasis no en el
determinismo marcado por la herencia de bases biológicas, sino que se acentúa la falla en
el determinismo proveniente del medio ambiente.
Carlos María Ocantos: Promisión (1897)
Si comparáramos la perspectiva de Carlos María Ocantos y la de Antonio
Argerich con respecto a la influencia del medio en los habitantes de la Buenos Aires
finisecular, encontraríamos interpretaciones opuestas. Para el último, la sociedad
materialista y corrupta influye negativamente en el proceder y los comportamientos del
individuo, mientras que para Ocantos, la persona es la que tiene en sus manos el poder de
cambiar su destino, forjándolo por medio del trabajo.
Ante seguidores de la propuesta naturalista como Eugenio Cambaceres, Antonio
Argerich, Francisco Sicardi, Julián Martel y Manuel Podestá, quienes enfatizan y marcan
el grado de degradación biológica, social y cultural del inmigrante, a finales de siglo,
surge un autor quien reivindica la labor y valores morales de los europeos llegados a la
costa del Río de la Plata. Carlos María Ocantos, reconoce el aporte de hombres y mujeres
de diferentes nacionalidades y presenta a la Argentina como un crisol de razas donde
franceses, españoles, ingleses y alemanes conviven en plena armonía, se ajustan
favorablemente al nuevo ambiente y contribuyen al progreso y prosperidad del país.
A diferencia de los demás autores, Ocantos reconoce la importancia de la familia
y, en particular, la responsabilidad de la mujer como partícipe y hacedora de un país
moderno. Es por eso que en Promisión (1897), presenta como personajes principales, y
no como personajes satélites a los que nos tenían acostumbrados los hombres del ochenta,
a mujeres trabajadoras y emprendedoras provenientes de Europa en contraposición de las
mujeres criollas que son irónicamente presentadas como inútiles o carentes de
emprendimiento.
La obra de Carlos María Ocantos empieza a publicarse en el ocaso del siglo XIX,
para ser continuada en las primeras décadas del siguiente. A primera vista llama la
atención lo prolífico de su obra reunidas en la serie conocida como Novelas argentinas
69

(1888-1929), 44 entre las cuales se encuentra la obra que analizaremos en este estudio:
Promisión publicada en 1897.
Carlos María Ocantos nació en Buenos Aires en 1860 y murió en Madrid en 1949.
Descendiente de una notable familia argentina, llevó a cabo sus estudios en la carrera de
abogacía, acto que le impulsaría más tarde en su carrera diplomática. Fue un escritor
precoz que a los catorce años escribió su primera novela, El esclavo, con un enfoque
romántico y que no fue publicada porque el autor la consideró como perteneciente a su
época inmadura.
La serie de Novelas argentinas se publicó a lo largo de cuarenta y un años, desde
1888 hasta 1929. La primera de estas obras, León Zaldívar (1888), puede ser considerada
como un manifiesto de Ocantos en el que declara que intenta escribir una serie de novelas
“en que se estudia y describe la vida argentina contemporánea en sus diversas
manifestaciones”. A este grupo pertenecen veinte novelas, cuya última manifestación fue
Fray Judas (1929). En 1896 publica Tobi, una de sus mejores novelas, en la que trata el
tema de una sociedad materialista en sus primeras manifestaciones. Al año siguiente, el
autor publica Promisión, proponiendo una alternativa diferente a la literatura naturalista
de escritores como Eugenio Cambaceres y Antonio Argerich. Con esta obra se comienza
a percibir un perfil positivo de los inmigrantes europeos que encuentran en Argentina
redención y la tierra prometida.
Promisión es el relato en donde se entremezcla la historia de un grupo de
inmigrantes que conviven en forma armónica en una casa de inquilinato. Su procedencia
étnica es variada así, como su previo estado social en sus respectivos países. Esta obra es
un estudio del inmigrante, su influencia en la vida argentina, y la modificación que el
carácter del inmigrante sufre por el contacto con otros grupos étnicos llegados a Buenos
Aires y su buena disposición frente al trabajo.
A diferencia de lo que opina Luciano Rusich, quien no simpatiza para nada con el
texto por la inverosimilitud de la trama, pienso que una lectura enfocada en la
representación de la mujer inmigrante nos presenta una perspectiva ideológica y social
44
Ocantos publica esta serie de Novelas argentinas, siguiendo el estilo de Benito Pérez
Galdós con sus Novelas españolas.
70

diferente a las propuestas por el naturalismo. La trama no consiste en un mero cuadro de
costumbres, como expresa el autor anteriormente mencionado, aunque sí se acerca al
costumbrismo realista de filiación española. 45 El plan del autor consiste en estudiar la
vida contemporánea argentina en sus diversas manifestaciones, siguiendo la evolución de
los personajes en los distintos niveles sociales, además de mostrar al lector que los
valores morales bien enraizados no se pierden a pesar de las duras circunstancias y el
cambio de ambiente.
La perspectiva de un buen futuro para los inmigrantes y el país es augurada por
los labios de un criollo, Don Hipólito, que lo expresa de la siguiente manera:
[…] este territorio inmenso, hoy casi desierto si se atiende a los millones
que aún puede contener, formará una de las más poderosas del globo y de
las más ricas. Necesitamos muchos Patricks, muchos Duseuils, muchos
Barbados, muchos Blumenes, muchos Fiorellis que vengan a transfundir
en las venas de la Argentina su sangre generosa. Vengan, vengan, pues,
que nosotros les daremos en cambio la fortuna y la felicidad! (45)
Es muy posible que Ocantos esté recordando las frases empleadas por Sarmiento en
Facundo 46 al escribir el párrafo anteriormente citado. La inmensidad del territorio,
comparada al número de habitantes, fue una condición que preocupaba a los gobernantes,
e hizo de ésta una de las motivaciones que impulsara la inmigración al país.
La preocupación por la llegada de los inmigrantes a la Argentina, y la influencia
45 Género pictórico y literario que pone especial atención en la representación de las
costumbres típicas de un país o región. En el último tercio de siglo, el movimiento
romántico encontró su contrapartida en la prosa realista relacionada con el costumbrismo,
el retrato de costumbres y usos: Fernán Caballero, Alarcón y Pereda fueron los mayores
exponentes. Las dos grandes figuras de este período fueron Juan Valera (1828-1905) y
Benito Pérez Galdós (1843-1920). Galdós, padre de la novela contemporánea, recreó la
historia mundial de los 70 años anteriores en sus Episodios nacionales.
46 Sarmiento lo expresa en Facundo de la siguiente manera: “La inmensa extensión del
país que está en sus extremos, es enteramente despoblada, y ríos navegables posee que no
ha surcado aún el frágil barquichuelo. El mal que aqueja a la República Argentina es la
extensión: el desierto la rodea por todas partes y se le insinúa en las extrañas: la soledad,
el despoblado […]. Allí la inmensidad por todas partes: inmensa la llanura, inmensos los
bosques, inmensos los ríos” (23).
71

que éstos ejercían en la vida de Buenos Aires, se manifestó desde la publicación de las
primeras novelas ocantianas, pero el perfil positivo comienza con Promisión. Según
Alma Novella Marani, esto no es mera casualidad o benevolencia. Esto “se explica
atendiendo a la fecha en que se elaboró la novela: eran los años subsiguientes a las crisis
y urgía restaurar el debilitado flujo de trabajadores europeos” (43).
Ocantos, en ese momento, se encontraba ejerciendo funciones diplomáticas en el
exterior, precisamente en Madrid cuando escribió Promisión, y tal vez bajo la insistencia
directa de Pellegrini, el tema se orientó a la benevolencia de la tierra argentina hacia el
inmigrante. El presidente argentino demandaba a los diplomáticos que hicieran
propaganda de los beneficios que las buenas cosechas ejercían en la economía nacional.
Pero para lograr ese objetivo se necesitaba de la ayuda de las manos de los inmigrantes y
el trabajo de los diplomáticos o agentes migratorios era hacer llegar a los oídos de los
posibles colonos esa información. En pocas palabras podríamos presentar a Promisión
como libro de “propaganda” que cuenta los beneficios que Argentina ofrece, siempre y
cuando se tengan el espíritu de trabajo y la entereza para salvar los obstáculos iniciales.
Los personajes inmigrantes femeninos en este libro son numerosos. Mujeres que
trabajan de sol a sol para ayudar a la economía familiar, primero en la esfera doméstica y
luego acorde a las condiciones de la época y a la situación particular de cada una,
saliendo de su hogar para trabajar en fábricas o como vendedoras en sus propios
negocios. Las nacionalidades de los protagonistas son variadas, pero en el caso de la
mujer extranjera se centra en la mujer francesa y la española. Las italianas son
mencionadas pero en general como personajes periféricos y con el propósito de contraste.
Creemos, tras hacer una lectura de la obra ocantiana y encontrar ciertos pasajes
discriminatorios con respecto a los inmigrantes italianos y sus mujeres, que esta novela
no es la excepción.
La novela comienza con la narración de la llegada a la Argentina del matrimonio
Duseuil desde Francia en el año 1868 y su asentamiento en las habitaciones de un antiguo
caserón patriarcal, cuyos dueños para solventar crecientes gastos deciden alquilar.
Madama Clémence, una planchadora fina quien “con el alba se levantaba y así como el
sol, al asomar, luce ya compuesto y hermoso, salía al patio más limpia y prendida,
peinada con sortijas y rodete, en invierno con chaqueta de paño entallada, en verano con
72

chambra de muselina, y encendía la lumbre en el bracero, junto a la puerta, calentaba el
agua, preparaba café para Max” (13). Una vez coquetamente presentada la normanda
comienza su día típico de trabajo. Teniendo muy en claro que en Buenos Aires, ella sería
la mano derecha de su esposo en lo que respecta a la economía familiar, pone en práctica
su habilidad como “planchadora de fino” (1). Su actividad laboral era publicitada en el
portal de la casa en el que “se anunciaba con negro escudo de hoja de lata, en el que una
plancha malamente pintada y unas letras peor agrupadas decían a los que sabían leer y a
los analfabetos: Planchadora francesa, dejando, si acaso, a éstos en la ignorancia de la
nacionalidad, pero bien enterados del oficio por el plomizo y orondo utensilio allí
plantado” (1 bastardillas en el original). Clémence “se daba maña en ese oficio” (1) y
como habían alquilado dos habitaciones de la vieja casona, destinaron una para taller de
planchado y otra para dormitorio.
Teniendo en cuenta que el tema de la mujer y el trabajo, o ambos por separados,
durante el período comprendido entre 1880-1914 alcanzó una resonancia particular,
Ocantos le asigna a Madama Clémence (el título españolizado por el autor) un trabajo
que en la esfera laboral femenina era considerado dentro de los más favorables.
Comparada a la situación de las planchadoras de la época en general, la francesa se
encontraba en una situación de privilegio. Según el informe de Bialet Massé, 47
entendemos que el trabajo del planchado necesitaba de cierta preparación en el oficio y
tan pronto las niñas crecían las ponían a aprenderlo por la necesidad de ayudar a la
economía familiar, “de ahí viene el apuro de las madres de poner los chicos a ganar, pero
como en la plancha son inútiles hasta que tienen catorce o quince años, las mandan a la
escuela, y así resulta que un 85 por 100 saben leer y escribir, lo que despiertas y en la
práctica aumenta su habilidad; por esto he dicho que entre las obreras inferiores la
planchadora es la que está menos mal” (365) debido a que reciben mejor paga. También
tenemos entendido que además de la edad y en muchos casos la contextura física de la
47 El Informe sobre el estado de la clase obrera es un estudio preliminar para el proyecto
de la primera ley nacional del trabajo, encargado a Juan Bialet Massé por el presidente
Roca en 1904. Si bien este informe se enfocaba en la situación de los obreros en el
interior del país, el alcance del mismo puede aplicarse también a la situación en Buenos
Aires.
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mujer incidía en el trabajo, el nivel de preparación y práctica, así como el estilo de
planchado favorecía e implicaba un cierto “status” en la profesión. 48 No todas eran
“planchadoras de fino” (1) como Madama Clémence, lo que en sí implicaba un nivel
superior en la escala de las planchadoras. 49
El protagonismo de la normanda viene acompañado de ideas progresistas.
Madama Clémence trabajaba en su propio taller, es decir que era libre emprendedora e
independiente de jefes y si bien en sus comienzos no pudo tener oficialas, una vez que la
situación se lo permitió contrató a dos muchachas de aprendices. Además hacía uso de la
publicidad por medio de un cartel en que anunciaba su trabajo de manera escrita para
aquellos que sabían leer y por medio de la ilustración para aquellos que no pudieran
hacerlo. Madama Clémence trabajaba en su propio espacio, cuyo ambiente era abierto y
aseado, a diferencia del caso entre la mayoría de planchadoras de la época quienes no
tenían más opción que emplearse en talleres donde, en general, se trabajaba en
situaciones infrahumanas.
Un defecto solo se le conocía a Madame Clémence, en contraposición a los
muchos que se conocen de la otra protagonista española, la francesa era estéril. La falta
de hijo, le preocupa en un momento, pero a escasez de hijo, tenía a su hermano Jean que
le mantenía las manos llenas en Francia y luego en América. En este caso se le presenta
como una maternidad sustituta en que “el hijo” queda en la aldea y como “la esterilidad
lleva siempre exuberante de afecto” (13) todo el amor de madre es transferido en el
pilluelo del hermano.
Una vez que la pareja “evoluciona” en el área económica, se van mudando de
48 Otro de los factores que favorecían económicamente a esta profesión era la escasez de
mujeres que hicieran el oficio, una vez más citando a Bialet Massé ilustramos este punto
sosteniendo que “en Tucumán, como en toda la República, son raras las mujeres que
saben planchar, incluyendo las maestras, el vicio de cargar el pecho sobre las manos
agarrando la plancha es muy general” (218) y que esto, además de los calores excesivos,
alejaban a las mujeres de las planchas.
49 Curioso es el pasaje en el informe de Bialet Massé en que cuenta que él mismo les
enseña personalmente a las planchadoras que para obtener “el lustre” en el planchado que
se deseaba era necesario pasar tan solo el talón de la plancha sin necesidad de aplicar un
gran esfuerzo (218).
74

habitaciones hasta llegar a ocupar el lugar de “inquilinos principales”, lo que les
acreditaba como encargados del viejo caserón patriarcal. Con la adquisición del
aserradero, en el cual Max comenzó como aprendiz, vino la decisión de buscar un lugar
más acorde a su posición. Acordado esto, compraron su propia casa, de la cual también
subalquilaban algunas habitaciones y convirtiéndose de esa manera en rentistas.
Acompañado a eso, Max le pide a su mujer que deje de trabajar como
planchadora. La francesa tras momentos de duda, despide a las oficialas y se queda con la
criada Sedonia, para realizar las tareas de la casa. Acostumbrada a hacer todo a la
perfección y por su cuenta, la ahora “Señora” a modo de espejo imita a las damas de
sociedad, pero a diferencias de estas últimas, Madama Clémence no encuentra placentera
la vida ociosa. Con cualquier pretexto le quita la plancha a la criada para enseñarle como
se hace el trabajo, y al mismo tiempo, darse el lugar para criticar a otro tipo de migrantes:
las muchachas venidas del interior del país con el objetivo de trabajar en el servicio
doméstico.
Según Hemilce Cárrega:
Ocantos ataca a los “nuevos ricos a la minuta”, a los que nunca podrían
lograr el señorío y el don de gentes que no se compra con ningún dinero.
Se lamenta de los papelones que aquéllos hacen y de las ridiculeces en
que caen, cuando deben actuar dentro del ámbito conquistado por la
nueva posición económica, tras el logro de títulos universitarios que –ayer
y hoy- no siempre caen en manos de quienes realmente consiguen
honrarlos, porque “quae Natura non dat, Salamanca non praestat …” o
por otras causas. (129)
Con respecto a Madama Clémence, sin embargo, es más leve en su ataque. La normanda
sin poder calmar su tedio, emprende el aprendizaje de tocar el piano como le es debido a
toda “señora bien” según los estándares de la época. De acuerdo al narrador su hermano
tras regresar del campo “la encontró tocando el piano, un sedicente Pléyel en que buena
parte del día distraía, su ociosidad, empeñada en enseñar a los dedos, demasiados torpes,
el arte de hacer cabriolas sobre las teclas” (134). La misma Madama reconoce lo inútil de
sus intentos, le falta paciencia para la práctica y considera que no está en edad de
aprender nuevos trucos. Acostumbrada desde niña a trabajar “me parecía el señorío muy
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cómodo, pero horriblemente aburrido, y llegué a comprender el por qué de muchas
toquades de altas damas, que mi criterio de obrera no podía adivinar” (136). Su intento de
refinamiento falla al sentir el hastío debido a la falta de trabajo, pero a la vez, no deja de
mostrar una cierta simpatía por las damas de la elite a quienes solía servir.
A diferencia de otras posturas tomadas por autores de la época con respecto al
trabajo de la mujer, en Promisión la labor femenina se presenta no como una
preocupación social, sino como algo natural o como una actividad más en la vida
cotidiana de la mujer. A falta de hijos, era natural para Madame Clémence trabajar, en
cambio Doña Orosia, la inmigrante española, permaneció en la casa a cargo del cuidado
de los hijos, hasta que éstos más o menos, no necesitaran de la presencia materna como lo
requieren los niños.
Después de llegar desde Burgos, España, todos los integrantes de la familia
comenzaron a trabajar, menos Doña Orosia que se dedicaba a las tareas domésticas.
Provenientes de una familia aristocrática venida a menos según los comentarios del
narrador implícito 50 nos transparenta, tras perder todos los bienes hipotecados en Arcos,
de donde provenían, decidieron venir a América a trabajar, más que a probar suerte.
Acostumbrada a institutrices inglesas, criados, doncellas y vajilla fina, la señora
de Barbado hace constante alusión a su estado anterior con un dejo de melancolía, pero
sin nunca perder la esperanza o el objetivo de su viaje. Si necesitáramos una palabra para
definirla, ésa sería práctica. Rápidamente se adaptó a la circunstancias, haciendo
modificaciones pertinentes aquí y allá, pero siempre sin consentir que se dudase de
quienes fueron los Barbados en Arcos. Doña Orosia según el narrador:
No tenía ni pizca de escrúpulos para el trabajo, está en que no hizo ascos a
la resolución del marido [de convertirse en mercachifle] ni opuso peros a
que cosiera Crescencita camisas a la máquina y Tito saliera a la calle a lo
50 Según el glosario de narratología encontrado en Comentarios de textos narrativos: la
novela de Darío Villanueva, el autor implícito es la voz que desde dentro del discurso
novelístico, de cuya estructura participa como sujeto inmanente de la enunciación,
transmite mensajes para la recta interpretación de la historia, adelanta
metanarrativamente peculiaridades del discurso, hace comentarios sobre los personajes,
da informaciones complementarias generalmente de tipo erudito, e incluso transmite
contenidos de evidente sesgo ideológico.
76

que ustedes saben [como lustrabotas]; y si ella misma no se metió a
servir, fue porque, recaudando los otros buen jornal para comer, y aun
para guardar, no era de absoluta necesidad, y también por aquello de ‘no
sirvas a quien sirvió, ni mandes a quien mandó’ que repetía a menudo.
(34)
A fines del siglo XIX, la necesidad económica era la única razón socialmente aceptable y
determinante que pudiera sacar a la mujer fuera de la esfera doméstica. 51 Doña Orosia,
como queda establecido en el párrafo anterior, no necesita salir a emplearse debido a que
los otros integrantes de la familia ganan lo suficiente. Respondiendo a los cánones de la
época, los dos hombres de la casa salen de la esfera doméstica para trabajar, mientras que
las dos mujeres se quedan en casa, produciendo con su Singer una y dirigiendo y
administrando la economía doméstica la otra.
Ocantos entiende que la participación de la mujer en el mundo del trabajo no sólo
puede ser medida analizando la dimensión del trabajo extra doméstico, sino que también
se debe tener en cuenta el papel de la mujer en actividades dentro del ámbito doméstico,
al cual aunque no se le asignase un valor monetario, jugaba un papel crucial en la
determinación de los modos de vida de la clase trabajadora (Feijoó 285).
En el párrafo anterior queda establecido que a Doña Orosia no le hubiese
importado entrar “a servir” si la necesidad se lo hubiese impuesto. Es importante notar
aquí que el servicio doméstico se le presentaba a la inmigrante como una de las salidas
laborales de más rápido y seguro acceso. Según las estadísticas de los censos de la época
existe una cierta correspondencia entre nacionalidad y servicio doméstico prestado. En
general, las inglesas y las francesas eran institutrices o profesoras, las españolas eran
cocineras o mucamas, y las italianas eran nodrizas o lavanderas. Creemos que la menor
distancia cultural existente entre las españolas y la mujer criolla, hacían de las
inmigrantes las candidatas más propicias para el servicio directo con sus empleadores.
51 Juan Bialet Massé explica que “el trabajo de la mujer no puede, pues, admitirse sino
por las fatalidades de destino: en la viuda sin amparo, en la mujer soltera que no tiene
familia que la socorra, o en el trabajo de eso que se llama el tercer sexo [. . .] ese tercer
sexo se compone de las mujeres que quedan sin hombre con quien aparejarse, por efecto
de las emigraciones a las colonias o a países extraños” (énfasis mío 654).
77

Así como sucede con los Duseuil, los Barbados también quienes “como oruga que
sueña en ser mariposa y se somete dócilmente a las necesidades de la metamorfosis” (38)
sufren la transformación, en este caso no biológica sino social.
Por iniciativa de Doña Orosia, quien había observado la evolución económica de
otros en el vecindario gracias a créditos otorgados por los bancos argentinos, Don Rufino
Barbado junto al alemán Franz Blumen obtuvieron la suma de 20.000 pesos nacionales
para “plantar su tienda, aquella fábrica de guantes soñada, con sus lúcidos escaparates de
felpa grana y cristales enteros resplandecientes” (47).
La fabricación de guantes no le era ajena a Doña Orosia quien en su pueblo natal
había practicado tal actividad a pesar de su respetable condición social. En Europa, a
diferencia de lo que sucede con la mujer criolla, la actividad laboral formaba parte o bien
un aspecto normal en las vidas de las mujeres. Poseyendo cierto tipo de capacitación, la
mujer inmigrante mantenía cierta ventaja con respecto a la mujer criolla. Como vimos
Madama Clémence “se daba maña en el planchado” y eso la habilitó para abrir su taller.
Lo mismo sucede con doña Orosia, quien a diferencia de las damas criollas venidas a
menos y en general ayudadas por sus parientes, pone en práctica sus conocimientos y
habilidades juveniles de manera productiva. 52
Todo lo que la española tenía de práctica, lo tenía también en prudencia y
“mientras llegaba el ansiado momento de verse detrás del mostrador recortando cabritilla
[. . .] repartía sabios consejos y advertencias, que concluían siempre con aquella reticente
y profunda frasecita suya: - No sea cosa . . .” (51-2).
Como buenos negociantes dispusieron de lo necesario para emprender la tienda y
se percataron de los mínimos detalles que favorecerían el buen funcionamiento del
establecimiento. El pago del préstamo bancario era su principal preocupación y ante eso
Doña Orosia y Don Rufino dispusieron que no se debiera cambiar el programa diario de
trabajo. Todos en sus puestos desempeñaron las actividades que con respecto a su
condición les correspondía, “cada cual en su esfera y según sus fuerzas: D. Rufino y
Blumen, comprando materiales y buscando al género pronta salida, echando cuentas
52 El narrador implícito establece un diálogo con el personaje de la siguiente manera:
“Usted dispense, mi señora doña Orosia, pero forzoso me parece declarar que, según mis
noticias, allá por lo años del cincuenta y nueve a setenta y tantos, en una guantería muy
conocida de Sevilla. . . Pero no enredemos la madeja [. . .]” (52).
78

claras y afirmando relaciones en la plaza; ella y Crescencita, pegadas al mostrador el
santo día, vigilando y ayudando a las oficialas, pescando con el anzuelo de su sonrisa a
los compradores” (124). La repartición del trabajo se hace respetando las diatribas del
momento, y aunque aparentemente es mayor la actividad comercial de los hombres, el
trabajo femenino es tan importante como el de aquellos. Los buenos resultados se
consiguen trabajando en conjunto como siempre lo ha hecho la familia Barbado.
Otro de los aspectos que seguramente llama la atención al lector de Promisión es
la particular relación que establece el autor con Doña Orosia y que no se manifiesta con
ninguno de los otros personajes. Si bien a lo largo de la obra tenemos la presencia de un
narrador omnisciente, en algunas instancias y sólo con respecto a la española, se
manifiesta explícitamente. Recurriendo a una técnica similar a lo que en el teatro
llamaríamos en “off”, el autor implícito nos deja saber que él sabe más de la vida de
Doña Orosia de lo que ella está dispuesta a revelar con el objetivo de guardar las
apariencias. La señora de Barbados, como se expresa anteriormente en este estudio, no
permitía que nadie dudara de su previa situación social en Arcos, a lo que autor replica:
“de todos modos, poco nos debe importar, y a fuer de galantes, la creemos a usted,
señora, la creemos a usted con los ojos cerrados, como hay que creer todo lo que suscita
duda…” (34). Es muy claro que la última palabra la tiene este autor implícito quien no
sólo hace su mensaje explícito de manera lingüística, sino que también usa los puntos
suspensivos con el propósito de hacernos pensar y llegar a nuestras propias conclusiones
como lectores.
Como corresponde a la función de narrador omnisciente, es decir en tercera
persona “caracterizada por la predominancia de un narrador ubicuo y omnisapiente, que
goza de un punto de vista sobre la historia sin ninguna limitación” (Villanueva 119),
Ocantos muestra su autoridad como creador, comentando y reflexionando con respecto al
accionar y decir de sus personajes, además de cumplir con su función primaria de narrar.
La particular relación que establece con la señora de Barbados, nos hace cuestionar el por
qué de la elección de la personaje española y no la francesa para demostrar su
omnipotencia. Tal vez porque dada a la condición social gozada en Arcos, doña Orosia
tuviera más que ocultar que la francesa, o sería tal vez una cuestión de respeto hacia la
79

cultura y la nacionalidad francesa. Lo que queda claro es que a Ocantos le divierten los
encantos aristocráticos no perdidos y “solo ennegrecidos” de la señora de Barbado.
A diferencia de Madama Clémence y de Doña Orosia, quienes conservan a lo
largo de la obra sus títulos de señoras de acuerdo a su nacionalidad, la mujer italiana
ejemplificada por las Fiorellis, se menciona a manera de masa y de esta manera se
deshumanizada a estos personajes que son presentadas como un rebaño. Esto es
seguramente en respuesta a cierta xenofobia que prevalece en la obra ocantiana donde se
expresa una abierta antipatía hacia el inmigrante italiano.
En Promisión, si bien las Fiorelli han llegado a ocupar una posición económica
bien holgada, aun dejaban transparentar en su comportamiento su procedencia. La mujer
italiana en la novela es recordada en una historia que Crescencita “oyó contar a su madre,
de la fideera italiana de enfrente, que ‘vino descalza y llevaba ahora diamantes en la
orejas, gordos como nueces’” (43). Las Fiorelli en las pocas instancias que aparecen en la
obra son criticadas y al modo de las fábulas cumplen un objetivo didáctico.
La menor distancia cultural entre sociedades de origen y de recepción, además de
la llegada más temprana al país, contribuyó en igual sentido a acelerar la integración del
inmigrante al pueblo argentino y es así como vemos a los personajes de Promisión
asimilados y acriollados, acelerando el futuro económico nacional. Si bien la distancia
existente entre esta novela de 1897 y las novelas de corte naturalista como las de
Argerich y Cambaceres es evidente, ésta marca un punto de apertura hacia una
representación del inmigrante como agente transformador positivo.
En mi opinión los personajes inmigrantes femeninos de Promisión cumplen la
función de “pívot” en la estructuración de la obra. La vida de sus respectivas familias en
gran parte depende de su dirección y entereza. La francesa y la española, siempre con su
ímpetu de trabajo y poseedoras de valores morales difíciles de quebrantar son el pilar de
la institución familiar y en su extensión de la Argentina de fin de siglo. La situación
económica y social de su familia en el comienzo de la novela, es considerada por las
inmigrantes como un paso más, un mal necesario del cual todos y en especial los jóvenes,
necesitan aprender.
80

Luis Pascarella: El conventillo (1917)
Carlos María Ocantos presenta una postura optimista con respecto a la trancisión
y el proyecto de integración y asimilación de los inmigrantes al suelo argentino que hacia
principios del siglo XX se manifestaba como preocupación no sólo en la literatura
proveniente de la clase dirigente, sino en las leyes legisladas por ellos mismos y sus
prácticas.
Varios ejemplos pueden ser encontrados en la literatura, principalmente
ensayística, quienes de acuerdo a la crítica italiana Eugenia Scarzanella, “fantaseaban
con un aristocrático y noble ancien régime, atropellado por el materialismo rampante de
los inmigrantes incultos, arrogantes, ávidos de dinero” (énfasis en el original 29). Lucio
V. López, Lucio V. Mansilla, José. M. Ramos Mejía y Miguel Cané, entre otros,
proyectaban en sus escritos su temor al ya palpable fracaso del proyecto de europeización
planteado por Alberdi y Sarmiento. 53 Algunos de ellos, si bien en un primer momento,
simpatizaban y expresaban opiniones favorables con respecto al movimiento inmigratorio
como agente erradicador de “la barbarie” existente en el país, ante tumultos sociales
como las huelgas de 1909-10, comienzan a manifestar su desilusión y presentan nuevos
argumentos en contra del “cosmopolitismo y a favor de una restauración nacionalista”
(Scarzanella 29).
Según la anteriormente mencionada crítica, entre los argumentos provenientes de
“los nativistas” que más impactaron a la sociedad de principios de siglo, fue la
identificación de la estrecha relación existente entre inmigración y criminalidad y de
alguna manera, estas dos conectadas a la problemática de la degeneración racial y moral,
problemáticas ya arraigadas en el imaginario de la sociedad argentina. Para los
criminólogos argentinos, en especial la inmigración femenina, no sólo era causante y
producto del aumento de la prostitución en el país, sino que también favorecía la
53 El antecedente a la intelectualidad del 900, lo encontramos en los conocidos hombres
de la generación del ochenta, entre los que se destacaron Cambaceres, Argerich, Martel y
otros, quienes favorecían el espíritu analítico y la búsqueda de la verdad científica
postulada por el naturalismo.
81

decadencia de las costumbres y valores tradicionales, que amenazaban directamente el
porvenir de la raza argentina.
Es por eso que a diferencia de la problemática planteada por los hombres de los
80, los intelectuales del nuevo siglo proponen un cambio de enfoque. Los primeros, a
través de su discurso xenófobo transmitían sus ideas, prejuicios y posturas de clase,
enfocándose principalmente en el personaje inmigrante masculino. Si bien a estos
personajes literarios se les asignaba el papel de despreciables, nunca llegaban a la
criminalidad. 54
Ya entrado el siglo XX, el temor a la problemática de la degeneración de la raza
persiste, pero el enfoque es el papel natural de la mujer, y más estrictamente la
inmigrante, como agente reproductor condicionado por el medio en que habita y a su
papel asignado en la sociedad. De acuerdo al pensamiento de la época la imagen
dominante de la mujer, sin importar su clase o raza, se centraba en su ser como producto
biológico carente de racionalidad y autocontrol, y en especial se la veía como transmisora
de los gérmenes de diferentes enfermedades físicas y mentales, incluyendo la locura.
En una época, como los fueron los primeros veinte años del siglo XX, en que el
feminismo y la problemática de la mujer en todas sus manifestaciones reclutaba
adherentes y defensores de todos los ámbitos sociales, el tema de la madre obrera –con
sus supuestos de clase y etnia- figuraba en las agendas de reformistas y médicos
eugenistas. Por este motivo particular atención recibió la vivienda de la familia obrera por
considerarse éste el foco principal de enfermedades, vicios y males. En 1884 el higienista
argentino Guillermo Rawson “demostró la vinculación entre los problemas de vivienda y
el potencial deterioro de la salud pública, requiriendo del gobierno municipal la
imposición de criterios mínimos de higiene, seguridad y confort en las viviendas”
(Zimmerman 103). La premisa detrás de este razonamiento era que si se deseaba proteger
el futuro del país, se debía comenzar amparando a la mujer en su rol de madre en el
ambiente hogareño.
En su mayoría, la mujer considerada como blanco de esta campaña de
“saneamiento”, habitaba en las viviendas populares más conocidas como conventillos.
54 Pienso en Genaro y en su padre de En la sangre y Giuseppe Diagore en ¿Inocentes o
culpables?.
82

Aunque la población que habitaba estas casas de inquilinatos había descendido de un
25% en 1887 a un 10% entre 1910 y 1919, este aun alto porcentaje de la población
urbana de Buenos Aires vivía en estos edificios de dudosa higiene y alto riesgo de
contagio. De esta manera el conventillo se convierte así en un crisol por excelencia
donde se fundían no sólo la inmigración transoceánica junto al migrante del interior del
país, sino que los cultivos de enfermedades contagiosas también. 55
Es éste el espacio que le dará el nombre a la novela publicada en 1917 por Luis
Pascarella. El conventillo. Costumbres bonaerenses, es hoy una novela olvidada y
mencionada a modo de paso en la literatura de inmigración. Del autor poco se sabe salvo
que publicó otras obras como Horas matinales. Diario de un escolar en 1925, Socialista
criollo en 1935, El fenómeno publicado bajo el seudónimo de Jorge Weber Mont y una
comedia en dos actos intitulada Cuervos caseros. Además colaboró en la revista
Nosotros 56 en el Buenos Aires de principio del siglo XX.
Como lo indica el título de la novela, El conventillo en su función paratextual,
tiene como epicentro una casa de inquilinato de cuarenta cuartos que “más que
habitaciones de seres humanos y libres, parecían inmundos establos o celdas expiatorias
de endurecidos criminales” (11). Mientras realiza la cobranza de alquileres, Don Pascuale
nos describe los habitantes de diferentes nacionalidades que conviven en el conventillo.
En su paso se cruza a Francisco, un inmigrante italiano que, habiendo arribado tres años
antes, se preparaba para recibir a su esposa Ana María, su hija Rosina y a su suegra que
llegaban desde Italia. La seducción de una vida mejor lo había impulsado a dejar su
terruño natal para embarcarse hacia América. Las mismas esperanzas habían atraído a
Buenos Aires a los demás seres que habitaban el conventillo de Don Pascuale,
compartiendo en mayor o menor grado la sed de “ganar dinero”. Como lo veremos en la
55 Según el estudio aportado por Marcela M. A. Nari, hacia fines del siglo XIX y ante la
inminencia de peligro que azotara la reproducción social del país, la situación
experimentada en la vivienda de las clases populares, comúnmente conocidas como
conventillos, “pasó a constituir una de las preocupaciones fundamentales, al menos para
cierto sector de la elite” (“Del Conventillo” 35).
56 Revista cultural mensual de literatura, historia, arte y filosofía. Apareció por primera
vez en septiembre de 1907 y todos los colaboradores eran masculinos hasta abril de 1908
en que se aceptó a la periodista italiana Ida Baroffio Bertolotti.
83

obra, para algunos esta idea se convierte en su obsesión, y por extensión, es la
desencadenante de su perdición.
Son varias las vidas que se entrecruzan en esta novela, unidas por el ambiente en
que viven, sueñan y mueren. Ambiente que los condiciona e influye en sus vidas diarias.
Básicamente, la novela nos hace una radiografía espiritual de los personajes con sus
logros y decepciones, defectos y virtudes. Enfocándonos en el objetivo de esta tesis
estudiaré la representación de sólo tres de los personajes femeninos inmigrantes en su
capacidad de agentes regeneradores o degeneradores de la raza argentina, asociando la
idea de salud en la mujer con su capacidad de ejercer la maternidad.
Varias son las problemáticas denunciadas en la novela de Pascarella, pero central
a la obra es el tema de la amenaza a la degeneración racial de la Argentina por medio de
la reproducción de seres no aptos para tal fin. A tal tema, los médicos eugenistas
asociaron el de la maternidad o la problemática de la situación de la mujer en relación
con el medio. De acuerdo a los hombres de ciencia, las diferentes razas podían cruzarse
hasta perder vestigios de las primogénitas, pero el medio era determinante e imposible de
anular. Las mujeres que participaban en sus estudios provenían, en su mayor parte, de los
conventillos, ambiente considerado por la mente científica como foco de enfermedades
tanto físicas como mentales.
De El conventillo tomo tres de los personajes inmigrantes femeninos que en
diferentes grados ejemplifican la problemática de la reproducción biológica-social del
país. Los médicos, según Alma Marani, consideraban que tanto “la degeneración así
como el perfeccionamiento de las razas se inicia siempre por el sexo femenino, por estar
éste más sujeto a las influencias exteriores y por su mayor ‘plasticidad’ a las
transformaciones biológicas ” (36). Por la extensión del análisis de uno de los personajes
femeninos italianos en particular, el lector de este trabajo notará que de las tres italianas,
el enfoque se dirige a Ana María, la inmigrante recién llegada a América y a la cual el
medio le afecta irremediablemente.
Entre las prácticas de traslado en el proceso inmigratorio se destaca el conocido
como cadenas migratorias. Esto consiste en la migración de algunos individuos, ya sean
solos o en grupos, y éstos una vez asentados, enviaban el dinero o compraban el pasaje
para traer a sus familiares. De esta manera, Ana María llega en el “Cristoforo Colombo”
84

tras haber estado separada de su marido por tres años. Con ella llegan su madre y su hija
adolescente Rosina y como fehaciente religiosa, tras desembarcar cumplió “con un
solemne voto a la Virgen del Carmen, hecho en vísperas del viaje, se destrenzó el cabello,
sacó un escapulario y después de besarlos con sincera efusión, besó repetidas veces la
tierra en acto de gracia por la feliz llegada” (74). El destrenzar de su cabello a su llegada
a Buenos Aires se presenta como un símbolo de liberación, sin embargo, y como
encontrará después al llegar al conventillo la realidad era otra.
Allí el condicionamiento del medio no se hace esperar, Ana María y su madre
“sentían el efecto del nuevo medio [. . .] pasaban largas horas encerradas en el cuarto
inmundo, cohibidas, aturdidas por el barullo, oprimidas por el desfile de gente extraña”
(75 el énfasis es mío). Con su mirada perdida, entre esas cuatros paredes, Ana María se
sentía como una prisionera que “vivía en una perpetua excitación nerviosa” (75). A
medida que nos presenta el ambiente físico de la novela, el narrador ambienta al lector e
intenta disuadirlo de la presencia de un determinismo biológico, enfatizando cuan fuerte
es la interferencia del medio social, práctica que no abandonará a lo largo de la narración.
A diferencia de su marido quien entiende que la religión no tiene cabida en el
nuevo continente, Ana María creyó hallar ayuda en ella. El italiano tras regresar a casa de
su trabajo y encontrar que su mujer había salido a la iglesia se enfurece y le da una gran
paliza. Según Francisco las cosas en América son diferentes, las mujeres, al menos las de
su posición, no van a misa y sólo necesitan trabajar para ayudar al marido.
Tras esa escena tanto el enojo de su marido como la afrenta pública tuvieron:
La virtud de reanudar el caudal de energía comprimida hasta
entonces, por el nuevo medio. [. . .] y estalló como una bomba
reseca. Sin lástima como si machacara en carne ajena, se hundió el
pecho a golpes, se arrancó a mechones el cabello y se arañó la cara
hasta sangrarse, al mismo tiempo que pedía a grito pelado volver a
Italia. (79 el énfasis es mío)
El comportamiento irracional de la joven es unos de los primeros síntomas o indicios de
la insalubridad del medio en que vive y cómo éste afecta sus futuros comportamientos. A
pesar de no tener respuesta o reacción alguna por parte de su marido, algo pareció haber
cambiado en ella. Los efectos del medio en el “carácter impresionable” de Ana María no
85

se dieron a esperar, “pocos meses después el conventillo la había conquistado por
completo” (82).
La italiana comprende la realidad en la que está inmersa y da un vuelco total. A su
parecer el ejemplo a seguir está en los demás habitantes del conventillo a quienes los une
el sentimiento colectivo de ganar dinero: “A él se subordinaba toda la existencia. La
salud, la estrechez, las privaciones, las satisfacciones de otras necesidades que no fueran
las más indispensables, desaparecían ante la idea obsesionante de ganar y ganar plata y
más plata” (80). Una vez entendido esto, coloca a su hija Rosina en un taller de
confección y ella toma el lavado de ropas de unos paisanos. Comienza a llevar, como
puede, la contabilidad de las ventas de su marido al que lo trataba de inepto para ganar
más dinero. Reduce la alimentación de su casa a pan y mate y por la noche le sacaba el
dinero que podía a su marido, tras contarlo una y otra vez. El comportamiento enfermizo
y su obsesión por el dinero, la empujan a una situación límite.
Según los psicólogos de la época este comportamiento obsesivo y compulsivo
tiene sus raíces en causas morales. La sed de ganar dinero y la ambición desenfrenada de
los inmigrantes, “empujaba a algunos al crimen, arrastraba a otros a perdidas del sentido
de la realidad y hacia el delirio” (44). Esto apoyaba la tesis de los nativistas, quienes
sostenían que la inmigración había erosionado los valores morales y espirituales de la
población argentina, y en su lugar había producido un “materialismo estéril”. Al revisarse
y aplicar como prueba las estadísticas relacionadas con la alineación en el Buenos Aires
de principios del siglo XX, los nativistas encuentran confirmación científica. Según
estadísticas de la época, en el caso particular de las mujeres alienadas si bien un cincuenta
y cinco por ciento de las alienadas eran argentinas, el mayor grupo de inmigrantes era el
de las italianas.
No por casualidad la protagonista principal de El conventillo es Ana María, cuyo
carácter impresionable y débil, tras un corto tiempo de estadía en el nuevo medio se deja
conquistar por un ambiente plagado de excesos, como lo es el del conventillo, cuyos
habitantes están unidos por un sentimiento en común, el de ganar dinero, a tal punto que
se convierte en una obsesión y degrada su salud mental.
Cuando Ana María comienza a trabajar como lavandera, se da cuenta que necesita
evitar quedar embarazada. En su mente una nueva boca para alimentar, la desviaría de su
86

objetivo principal de juntar dinero para volver a Italia. Sus planes fallan, queda
embarazada de un niño al que no quiere. El sentimiento de rechazo perdura hasta que se
entera que puede obtener beneficios económicos ofreciendo sus servicios como ama de
leche. De esta manera su maternidad no deseada se canaliza en pos de la productividad
como retribución económica.
En tal empresa Don Pascuale es el intermediario y durante una fiesta en la casa de
un rico estanciero recién mudado a la ciudad, la dueña de casa le pregunta si conoce a
“alguna gringa fuerte y recién parida” (102) para darle de amamantar al bebé de su hija
porque “la pobre es tan débil [que] necesitará ama” (102). En el conventillo había
muchas candidatas y a su preferencia la familia podía elegir gallega o italiana. Como
vemos, ante la imagen de la mujer inmigrante fuerte y de buena salud, se enfrenta el
estereotipo de la mujer criolla débil e incapaz de criar amamantando a su hijo. 57
Una vez enterada de la posibilidad del trabajo como ama de leche y de la
remuneración estimada en cien pesos nacionales mensuales por sus servicios, Ana María
no tuvo un momento de sosiego. Cautelosa y temerosa que otras mujeres supieran de la
posibilidad de trabajar para los Gómez Salustio, familia a la que se había comprometido
como candidata a ama de leche, “exploraba con la mirada febril el vientre de cada mujer
que cruzaba a su puerta, temerosa de encontrar una competidora. ¡Cien nacionales! ¡Cien
nacionales por mes! La frase adquiría tonalidades metálicas y un estremecimiento
desconocido sacudía toda su red nerviosa” (125). Al palpar su aumentada barriga, Ana
María no soñaba con su futuro hijo, sino con el dinero, la posibilidad de contar, palpar,
guardar y ahorrar ese elemento que le permitiría cambiar el rumbo de su vida. Para ella,
“el único instrumento capaz de concluir con tantas humillaciones y penurias era el dinero
y ese codiciado instrumento, en breve lo tendría al alcance de su mano. . .!” (127).
57 De acuerdo a las costumbres de la epoca las señoritas y las señoras jóvenes debían
llevar una vida sedentaria y ajustar su talle con corsets. Ambas prácticas se consideraban
ajenas a la maternidad. Otra distinción para notar es que el autor hace una diferencia
implícita entre las prácticas de crianza en la capital y el interior. En la Buenos Aires “de
antes” eran las esclavas negras primero, y luego las mulatas las que se encargaban no solo
de darles de mamar a los niños de sus patrones o amos, sino de la crianza. Con el paso del
tiempo y la erradicación de los negros del país, las mujeres de color fueron
progresivamente reemplazadas por mujeres de nacionalidades muy diversas según los
diarios de la época (Nari “Del Conventillo” 36).
87

Si en un primer momento el tema de ganar dinero se había convertido en una
obsesión, a esta altura se comienzan a percibir síntomas de locura más marcados. Ana
María “con los brazos cruzados sobre el vientre, pasaba largas horas sentada como si
estuviese bajo la dulce acción del opio. [. . .] sus labios sonrientes parecían evidenciar el
triunfo sobre invisibles enemigos” (126). Pascarella se apropia del discurso alienista y
hace alusión a una “locura parcial” que “no afecta igualmente todas las facultades, se
oculta y se sustrae, salvo para la mirada entrenada del funcionario psiquiátrico” (Vezzetti
80), y aquí la participación del lector es necesaria para identificar los momentos en que
los síntomas de locura aparecen para luego sustraerse.
Los agentes causales de la locura pueden tener sus raíces tanto en aspectos
morales como en aspectos físicos y aunque un tanto imprecisos éstos incluían
“enfermedades particulares de la mujer [. . .] la desnutrición y la miseria, los golpes, las
caídas, las heridas, etc.” (Vezzetti 85). Es por eso que Ana María antes de ser tomada
para el trabajo de ama de leche, como medida preventiva es sometida a una revisión
física por parte de un especialista en niños. 58 La inmigrante italiana recibe ante la
presencia de los Gómez Salustio, Don Pantaleón y su esposa, e inclusive en frente de Don
Pascuale “el examen previo que sufren en la exposición de la Sociedad Rural” (146). La
exposición de Ana María se compara a la de los animales antes de ser vendidos y se
justifica, ante los ojos de los ejecutantes, porque la inmigrante pertenece a una clase y a
un grupo étnico inferior en la escala social y de los seres vivos.
Tanto el comportamiento de los Gómez Salustio y la naturalidad con que Ana
María acepta su ultraje, nos revela una postura clasista del autor quien entiende que los
observadores/inspectores tienen el derecho natural de defender su inversión económica,
mientras que la italiana tan solo se debe supeditar a las obligaciones implícitas de su
posición social de clase, de su raza y género.
58 Las características del ama de cría ideal eran las siguientes: aseo, educación mínima,
buenos modales, menos de 25 años, con su propio hijo y preferentemente recién llegada
al país (Pagani 22).
88

Tras un minucioso ultraje a su pudor, y el examen de su vástago, 59 la inmigrante
italiana es contratada, no sin antes, hacérsele explícito que no quieren tener problemas ni
con el propio hijo, ni con el esposo, y que además debería instalarse de manera
permanente en la casa con salidas solo autorizada por la madre del pequeño. Las estrictas
exigencias impuestas por la señora Gómez Salustio, le implican a Ana María abandonar a
su propio hijo mientras que existían posibles alternativas para tal acto. Según las
ordenanzas de la oficina del Servicio Doméstico existentes desde 1875, reglamentaciones
que limitaban los derechos y obligaciones de las amas de leche, éstas podían ser
contratadas por horas, o bien traer a sus hijos con ellas. 60
Sin embargo, a Ana María no se le presentan opciones por desconocer las
reglamentaciones vigentes con respecto a los derechos y obligaciones de las mujeres en
su rubro. Es primeriza en tal tarea y su instinto de preservación, en este caso preservación
de su trabajo y del dinero que esto implicaría, le impiden preguntar a otras mujeres más
embebidas en el tema que le podrían asesorar.
La italiana, además de la embarazosa revisación- exhibición enfrente de la
familia y Don Pascuale, sufre otros tipos de atropellos que demuestran una cierta diatriba
racista y social por parte de los Gómez Salustio. Una de ellas se produce durante el
examen del bebé de Ana María. El bebé cuyo nombre se desconoce y al que se lo
menciona como chico, choccolino o tan solo muñeco, justifica de cierta manera que la
señora de Don Pantaleón lo zamarreara, y las niñas de la casa lo llenaran de cintas y
moños. Más deplorable aun, es que una madre le pida a otra madre que abandone a su
propio hijo para acomodarse a las necesidades egoístas de la familia, acción además que
incentivaría la muerte prematura del hijo de la italiana.
Dadas las condiciones y las prácticas de la época, la inmigrante necesita encontrar
a su vez otra ama de leche para su propio hijo, asunto demás está decir, que ni en sus
sueños se le había ocurrido. Don Pascuale sale otra vez al rescate y consigue una gallega
59 El objetivo de examinar al hijo de la inmigrante era para asegurarse que la leche era
buena y que el niño gozara de buena salud. Según “el método evangélico: por el fruto se
conoce el árbol” (citado en la obra 148).
60 El servicio de ama de leche sin retiro era requerido en especial durante la época de
verano en la ciudad balnearia de Mar del Plata (Pagani 22).
89

que le cobraría cincuenta nacionales por mes. Esto implicaba dividir no sólo las
ganancias de Ana María a la mitad, sino sus sueños. Esa noche le fue difícil conciliar el
sueño, y cuando lo logró las imágenes entrecortadas de lo que había sucedido en la tarde
y escenas en las que se veía como una gran señora en su pueblo de Italia, se mezclaban.
Su hijo llorando con hambre y de frío la despierta y se da cuenta de la realidad. Para la
madre él es el culpable de que tenga que dividir sus ganancias y su impulso la lleva a
darle un fuerte sacudón, así como a apretarle contra el pecho para que se callara y “a cada
gruñido, lo oprimía cada vez más, y así se quedó dormida” (152). Más tarde volvió a
soñar:
Soñó que sentía un malestar originado por algo que le había salido en el
costado izquierdo: un borujón que hacía esfuerzos para perforarle el vacío.
La sensación dolorosa, medio la desveló y aun en ese estado continuó
sintiendo que algo se estremecía, palpitaba, se agitaba compulsivamente
debajo de su cuerpo. (152)
Para el médico de la policía “la muerte del chico se produjo por asfixia” (153), pero el
lector que comparte paso a paso los sentimientos de la protagonista sabe que si bien fue
por asfixia no fue accidental o sin intención. La muerte rodea a Ana María, no sólo la de
su primogénito, sino la de su propia muerte moral que se evidencia abiertamente.
A diferencia de los casos de infanticidios registrados y documentados en la
literatura policial de la época, el homicidio cometido por la italiana no tenía como
motivación la salvaguarda de su honor, sino que su patología socio-moral se convierte en
el móvil de su conducta. Para las leyes argentinas de principio de siglo, el infanticidio se
definía como “el asesinato, ya sea por negligencia o por violencia, de un niño a manos de
su madre, a los fines de esconder su deshonor” (Ruggiero 227). Ana María era casada, no
había cometido adulterio, ni había sido violada, y por lo tanto su embarazo estaba dentro
de los límites de lo honorable, no justificándose de esta manera su proceder. 61
61 Kristin Ruggiero agrega que para que una mujer acusada de infanticidio el primer paso
a probar para asegurar su corta encarcelación, y en muchos casos, hasta la excarcelación,
era que la acusada tenía buena reputación y que había sentido vergüenza de ser madre
ilegítima, además de haber escondido su embarazo. Así se entendía que el rechazo a esta
maternidad, prometía una honorable y tranquila vida familiar futura (230).
90

En este caso el narrador, siguiendo lineamientos naturalistas, se presenta como
informado y estudioso de casos, abriendo comunicación con un lector tan inteligente y
preparado como él, con el objetivo de juzgar las acciones de los personajes. En este caso
particular, Ana María no tiene conciencia clara de su modo de actuar, por lo tanto no
mide las consecuencias de sus actos porque no posee tampoco la lucidez del lector y del
narrador.
Una vez más los discursos alienistas apoyan la tesis del nexo existente entre
criminalidad e inmigración, en especial la de los latinos, quienes y aquí citando a Ferri,
tienen “el predominio de las tendencias del homicidio general, al asesinato y al
infanticidio” (citado en Zimmerman 130). Si bien los casos reportados entre 1871 y
1905, son sólo veinticinco, las estadísticas del momento desmienten tal versión, ya que
sólo siete de las acusadas de tal delito eran inmigrantes recién llegadas y tres llamadas
indígenas, dejando un saldo de 15 para las mujeres criollas.
El medio ambiente del conventillo influye en la personalidad de Ana María a tal
punto que pierde sentido de la realidad. La italiana transfiere su amor de madre al vástago
de los Gómez Salustio a quien llama “mi hijo” o “su” hijo, prodigando al nene una
atención merecedora de la aprobación de la más estricta madre. Al llegar el año de edad,
por consejo médico, el destete comienza, no así el desprendimiento psicológico del ama
de leche, quien “lo envolvió en una de esas miradas que sólo flota en las pupilas de la
madre y lo estrechó contra su pecho” (228). Por indicaciones del médico, el ama de leche
tenía prohibido acercarse al niño. La pérdida para Ana María es doble: la separación por
un lado, y la pérdida de su remuneración económica por el otro la empujan a una crisis
psicológica. Tras abandonar la casa de los Gómez Salustio, en el conventillo, sin proferir
palabras, se sentó en una silla “con la mirada perdida en las sombras” (248).
Por la noche, las últimas palabras antes de dormirse son “mi nene, mi nene”
(253). El olor que emanaba de su cuarto en el conventillo le azuzó sus recuerdos. Como
en un cinematógrafo, las escenas de su vida pasaban una tras otra, desde su llegada a
Buenos Aires hasta llegar a esa noche trágica en que sintió el cuerpito tembloroso entre
su jergón y su costado izquierdo. En esta escena onírica, como sólo es permitido en los
sueños, la realidad y la fantasía confluyen, “era la cabecita del nene, de su “nene” del hijo
que había mamado durante un año la leche de sus pechos” (254). Cuando se despierta,
91

añada en sudor, se estremece y lleva las manos al pecho, donde guardaba el dinero
ganado, siendo éste el que le cortaba la circulación. Simbólicamente al retirarlo siente un
gran alivio y dice “Era la plata, la inmunda plata. Que se la lleven, que se la lleven, en
cambio de su nene” (254).
Es curioso que dentro de su locura Ana María resultara más cuerda. Es en este
estado que recupera su lucidez, dándose cuenta del valor de “su” hijo y mostrando
síntomas de arrepentimiento al imperar que se lleven el dinero a cambio del niño.
Al día siguiente comienza a merodear la nueva casa de sus antiguos patrones,
hasta que encuentra la manera de acercarse nuevamente al niño. Con la complicidad de
los sirvientes, Ana María se reunió con “su” niño. En la madrugada mientras todos
dormían en la casa, la niñera y otros de los sirvientes, quienes nacionales de por medio, le
permitían ingresar a la vivienda. El dinero en este momento ya no era lo importante para
ella, necesitaba ver y estar con su “nene”, por eso no le importó el hecho que en quince
días, los ahorros cuidados por un año se le fueran de la mano. Finalmente es descubierta
por la madre del niño y fue expulsada de la casa. Según el vocero del conventillo,
después de eso Ana María estaba loca, “se negaba a trabajar, salía y entraba a deshoras,
no se acostaba, lloraba en silencio y hablaba sola por la calle” (275).
Como era costumbre de la época, la familia Gómez Salustio contrató una
gobernanta inglesa “un ser asexuado como las abejas obreras, una inglesa fina y
desgarbada a quien le dio instrucciones terminantes” (279), de que la antigua ama no se
acercara al niño. Durante una visita a la Recoleta, la gobernanta y el niño habían sido
seguidos por la italiana. Ana María intenta acercarse al niño y la inglesa la detiene.
Interfiere un policía quien no ve nada de malo que la antigua ama quisiera besar al niño.
Al ver que no ganaba la contienda, la gobernanta toma un auto de alquiler y trata de
escapar de la italiana quien los persigue. Su rostro desfigurado asusta al niño quien busca
refugio en el regazo de la gobernanta, Ana María se decepciona al ver que su niño no la
reconoce y se deja caer en el pavimento donde es atropellada por un auto. Su locura y su
obsesión la llevan a la muerte.
Ana María, condicionada por el medio ambiente del conventillo, es una madre
incapacitada biológica y psíquicamente. No solo su falla recae en el bebé muerto sino que
al tomar un trabajo extra doméstico descuida a su hija Rosina, quien adolescente por ese
92

entonces, se enfrentaba a situaciones en donde se disputaba su honor. Su trabajo fuera del
hogar es incompatible con el deber de mujer casada y con hijos. Según los estándares de
la época, la atención de la mujer casada, sin distinción de clase o de raza, debe centrarse
en la crianza y educación de los niños con el objetivo de obtener como frutos ciudadanos
tanto física como moralmente fuertes.
Para suplementar la tesis del peligro de la degeneración de la raza argentina, en
esta obra Pascarella nos presenta a manera de complemento dos personajes italianos más
a quienes por diferentes circunstancias el don de la maternidad se les es negado o bien se
presenta como defectuoso.
En las habitaciones del 19 al 21 vivían Don Giovanni, el sastre militar, con su
esposa Doña Francisca, que en primera instancia el autor, y calculo que esto ha sido por
error, la llama Doña Luisa. Esta pareja de napolitanos, no tiene hijos y económicamente
sobrepasan a muchos porque ya son propietarios de inmuebles, pero aun así, deciden
quedarse en el conventillo. En especial porque Doña Francisca ama la vida allí, las
trifulcas que se arman y de las cuales alimenta su “avidez por la vida ajena” (56), así
como su espíritu exhibicionista.
Doña Francisca, a pesar de su apariencia robusta y fuerte era estéril y en el patio
los criollos la conocían como la machorra. Rozando ya los cuarenta años tenía “un rostro
plácido y jamones blanduscos, propios de las mujeres sin hijos” (32). La pareja trabajaba
duramente, hasta quince horas diarias en el oficio, a él como único defecto se le conocía
que de vez en cuando se tomara una tremenda borrachera, y a ella la debilidad de mostrar
sus vestidos, “amaba el conventillo porque vivía en una perpetua exhibición de sus
prendas ante el desfile de paisanos que la saludaban con aire de señora” (32). Las malas
lenguas del patio, hablaban de un romance con Barbablé –otro de los inquilinos del
conventillo- pero como lo sustenta el narrador “Doña Francisca era estéril, pero casta”
(56), el interés por su “compadre” era el informarse de los acontecimientos de los
diferentes patios de la ciudad porque “a falta de hijos que absorbiesen su tiempo, recogía
la vida y los milagros del prójimo, los adoraba a su manera y los hacía circular entre
ligeras exclamaciones pudorosas” (56-57).
La falta de niños en la pareja es una constante en la narración. Siguiendo los
lineamientos de la época, es ella, la mujer la que carga con la connotación negativa de la
93

esterilidad – en ningún momento se sustenta o se incita a pensar que Don Giovanni, su
esposo, es el que pueda ser estéril a causa de su alcoholismo, que si bien no era crónico,
el sastre en sus momentos de recreación tras quince horas de jornada, gustaba de
emborracharse de vez en cuando.
Otro de los inquilinos de don Pascuale era un matrimonio bastante “acriollado,
opulento de carnes hasta el desborde” (44) quienes tras estar casados por más de quince
años no habían dado fruto hasta muy recientemente que “vino al mundo un chiquilín el
raquítico de gesto soñoliento, como si la naturaleza buscase una compensación en la prole
al exceso de carne de sus padres [. . .] Parecía imposible que de tales padres hubiese
surgido tal hijo” (45). El exceso de carnes de los padres se proyectaba en el sin número
de alimentos que se depositaban en la mesa cotidiana, mientras hacían esfuerzos enormes
para que el pequeño comiera.
En esta cultura de los excesos la maternidad no se manifestaba como un claro
resultado. El excesivo trabajo al que se sometían Doña Francisca y su esposo de quince
horas diarias o más, así como el gusto en demasía del alcohol por parte de él y por la
avidez de la vida ajena de ella que la lleva a permanecer más tiempo en el espacio
público que en la esfera de lo privado, como el exceso de carne del matrimonio
acriollado, y la obsesión de Ana María por el dinero, impiden el natural desarrollo de la
mujer en su rol de procreadora o generadora del futuro de la nación. El discurso de
Pascarella adquiere características de alienista que condenan todos los excesos y los
abusos.
La madre, sin importar la raza y la clase social se convierte en depositaria del
destino ya sea nefasto o engrandecedor del país. Por lo manifestado en El conventillo,
Argentina no tiene un futuro prometedor, al menos por la descendencia que la clase
popular, o los habitantes de tal ambiente legan al país. Para Pascarella los personajes
femeninos principales inmigrantes por más que fueran fuertes, tuvieran la contextura de
mujeres bien desarrolladas y de apariencia fecunda no llegaban a cumplir con su rol
primordial de madre en la totalidad de la palabra y de acuerdo a la conclusión –y al
desarrollo también- de la novela, el futuro se muere, es estéril, o raquítico.
El autor tampoco tiene mucha fe en la mujer argentina de la nueva burguesía, ya
que como lo demuestra a través del ejemplo de la señora Gómez Salustio, el estereotipo
94

forzado de la época de copiar a las mujeres de la alta burguesía, exigía a las mujeres
criollas delegar el amamantar de su hijo a la mujer inmigrante. Es la leche de la italiana
quien alimenta al niño de la familia hasta bien entrado el año de vida. La leche del pecho
de Ana María alimenta y enrobustece al niño argentino, pero para conseguir este objetivo
el propio hijo de la ama de leche debe perecer y con él todo el vestigio de los males
acarreados con la inmigración.
Conclusiones del capítulo
Por medio de una lectura enfocada en la (re)presentación de la mujer inmigrante y
extranjera pretendí demostrar el carácter conflictivo de aproximación hacia los cuerpos
femeninos foráneos, en donde se refleja una marcada aptitud ambivalente por parte de los
hombres de letras finiseculares y de principio de siglo XX.
Es evidente para Eugenio Cambaceres, Antonio Argerich y Luis Pascarella, que
con la sola presencia de sus cuerpos, la mujer inmigrante y extranjera se presenta como
una fuerza que disturba y amenaza el futuro social y moral de la Argentina, mientras que
para Carlos M. Ocantos, su presencia servirá como modelo del comportamiento de la
nueva mujer ante la modernidad.
La conexión entre los textos analizados en este capítulo y la eugenesia como
movimiento científico y social es indudable. Ante la amenaza que la gran inmigración
presentaba con respecto a la preservación de la pureza de la raza argentina, los escritores
de la clase dirigente, y en este caso los cuatro tratados en este capítulo, por medio de sus
obras intentan alertar a los de su grupo del inminente peligro que la política “de puertas
abiertas” a todo inmigrante “que quiera habitar el suelo nacional argentino” como el
preámbulo de la constitución lo establece, era contraproducente para el futuro de la
nación. Las consecuencias del indiscriminado influjo de seres a la costa del Río de la
Plata, favorecían el cruce de personas no aptas para la reproducción, y como
consecuencia de esto, se presenta el problema mediato de la imposibilidad de controlar
las fuerzas reproductoras, con su posterior consecuencia de seguir transmitiendo los
problemas genéticos de las razas inferiores que prevalecerán en las generaciones
siguientes. Ante el prisma de los escritores que defienden la novela naturalista, la mujer
inmigrante, en especial aquella que provenía de los países del sur europeo, fue retratada
95

como “la mujer peligro” que tenía en sus manos la capacidad de degenerar la raza
argentina. Su visibilidad pública, a diferencia de la situación que les tocaba vivir a sus
contrapartes argentinas, la hacían blanco de los acosos y hostigamientos prodigados por
la policía por un lado, mientras se convertían en sujetos de estudio de los agentes de salud
pública por el otro, 62 además de sujeto alegórico en la narrativa de corte naturalista.
La falta de descendencia, en mayor o menor grado en las obras analizadas, es una
variante que se encuentra como consecuencia de la falta de control de las fuerzas
reproductoras y la degeneración racial. Ante esto sostengo que los autores tratados en este
capítulo se presentan a sí mismos como protectores literarios del futuro del país. Ellos
intentan controlar con su pluma la reproducción de los personajes inmigrantes y
extranjeros, basados en su potencial biológico y de valores morales, tratando de evitar de
esa manera la degeneración social y racial de la nación. Aún más, practican “la eugenesia
literaria”, esterilizando a las progenitoras inmigrantes en sus textos literarios, mucho
antes que la ciencia de la eugenesia fuera reconocida científicamente en los primeros
años del siglo XX.
Luis Pascarella aporta un elemento más a la problemática presentada en la obra de
Cambaceres y Argerich: la idea de la criminalidad asociada con la locura. Probablemente
se deba a una cuestión de fechas y el reconocimiento científico que tenía para ese
entonces la escuela positivista italiana de criminología que seguía los principios
establecidos por Lombroso en su Hombre Criminal de 1876, que influía a muchos de los
intelectuales argentinos.
En el capítulo siguiente presento una postura diferente en la representación de la
mujer inmigrante y extranjera. Veremos a mujeres argentinas y extranjeras “mirando” y
62 Hacia finales de 1880, los médicos y los especialistas sanitarios comenzaron a discutir
de manera más abierta el tema de la sexualidad, tanto masculina como femenina, con el
objetivo de medir el impacto de las enfermedades venéreas en la salud pública (Lavrin
125). Como consecuencia, la atención de los higienistas, en general hombres, se centró en
las prostitutas como ‘fuente” de donde emanaban las enfermedades venéreas y a la vez
dirigiendo sus esfuerzos a la regulación legal y física de la prostitución.
A pesar de este vislumbramiento en el interés de la sexualidad femenina, el tema del
sexo comercial acaparó la mayor atención de los médicos sanitarios y eugenistas,
mientras que las primeras médicas, los socialistas y hasta cierto punto los anarquistas, se
interesaron en aspectos relacionados con la reproducción, con marcado énfasis en la
femenina, por considerarse a la maternidad como una función social.
96

en algunos casos “mirándose” a sí mismas y abriendo nuevos espacios narrativos para sus
personas.
97

CAPÍTULO II
EN BUSCA DE LA INMIGRANTE, LA EXTRANJERA Y AL ESCLAVA
(SEXUAL) EN LOS TEXTOS DE LOS “OTROS”
Ser mujer en la sociedad finisecular argentina implicaba adecuarse al prototipo de
la “dama decente” que correspondía además con la de mujer de “buena familia”. Con tal
acreditación, se acarreaban de manera innata características tales como ser de pocas
palabras, dándosele preferencia a las lenguas extranjeras como el francés y el inglés en el
caso de emitirse alguna y la improductividad. Entre las características físicas, eran los
atributos deseados tener piel tersa y pálida así como talle pequeño. La mujer de cierto status
o buena posición repartía su día, y por extensión su vida, en la administración de su casa,
en la que se incluía tanta la supervisión de la crianza de los niños como la del
funcionamiento del servicio, las visitas a las amistades, los paseos en Palermo, sin
olvidarnos de la obligada asistencia a los teatros y su participación en actividades de
índole religiosa y caritativa. Para la viajera estadounidense Katherine Dreier 63 , la mujer
argentina representante de la oligarquía patriarcal era encantadora y un ser de suave y
dulce voz, pero carente de la energía que se requería para calificarla como “mujer
moderna”. Desde una perspectiva nacional, la poeta y narradora Norah Lange quien
63 Es interesante observar como una viajera norteamericana interpreta la situación de la
mujer en Latinoamérica. Katherine Dreier en Five Months in the Argentine From a
Woman’s Point of View 1918-1919, sostiene que la influencia de los moros, quienes
ocuparon España por siete siglos, dejó una marca que aun prevalecía en ese tiempo entre
los hombres de esa descendencia, quienes trataban a las mujeres como a seres sin almas y
como posesiones (15).
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publica en Cuadernos de infancia (1937) los recuerdos y pasajes más sobresaliente de su
niñez, sostiene que: “En esa época me hallaba convencida de que las mujeres debían de
ser débiles físicamente, y que una especie de languidez, una perpetua convalecencia
constituía la característica de la verdadera feminidad” (54).
Paralelamente al prototipo de la dama porteña, frágil y estática, casi rozando a lo
decorativo, existía una mujer a la que la necesidad en algunos casos, y en menos, a su
propia iniciativa, le obligaba a alejarse de tales prototipos. Con esto me refiero a la mujer
perteneciente a la clase baja y también a la de la clase media baja. En su mayoría solteras
o viudas que salían de sus casas para emplearse en el servicio doméstico, como
vendedoras ambulantes o en las distintas fábricas de la ciudad. 64
Así como vemos diferencias sociales y culturales entre las mujeres criollas,
también existían marcadas diferencias entre las mujeres provenientes de otros países. Es
por eso que propongo como parámetros de representación dos corrientes de inmigración
femenina paralelas, que se diferencian una de la otra de acuerdo al linaje y a la raza que
pertenecían como a la cultura y el capital que se le acreditan. De acuerdo a lo
anteriormente dicho, por un lado, tenemos a la mujer considerada como extranjera por
pertenecer a países de origen nórdico, de raza anglo o bien de la raza latina pero de
Francia, por su cultura y educación, por su clase social o bien por su ocupación. Por otro
lado, tenemos a la mujer considerada inmigrante proveniente de países de origen latino y
alojadas durante su travesía en la tercera clase de los vapores o trasatlánticos. Además de
acarrear de manera innata con la inferioridad racial, estas mujeres eran por lo general
analfabetas, de clase social baja y sin una ocupación específica.
Por lo tanto el primer demarcador que propongo, y tal vez el menos obvio para
muchos, es de tipo semántico. Existe una notable brecha entre los términos “extranjera” e
64 Según Juan Bialet Massé en su Informe, el abuso laboral al que eran sometidas las
trabajadoras femeninas era vergonzoso, tanto la situación de las que trabajaban en su casa
como costureras, planchadoras o lavanderas, como la de aquellas que lo hacían en las
fábricas bajo penosas circunstancias laborales. Cada vez que informa sobra la situación
particular del trabajo femenino en las diferentes provincias no puede evitar introducir esa
sección con expresiones tales como “Donde el alma duele es al estudiar el trabajo de la
mujer” (212) o “Pero donde se ve el estrago en toda su fuerza es en la mujer” (252).
99

“inmigrante”, anteriormente definidos, en lo que respecta a la mujer en particular, lo que
deja lugar a diferentes formas de representación.
En este capítulo analizo el papel de educadoras y la (no) ejemplaridad subyacente
en los textos seleccionados desde las perspectivas de autores provenientes de diferentes
trasfondos. Mientras que desde la perspectiva de escritores argentinos que respondían a
un discurso nacionalista, la mujer en la literatura “represents the failure to contain the
aberrant behavior of subalterns, to maintain the boundary between popular and elite
traditions, and to prevent the invasion of otherness from reaching centers of power in the
state” (Masiello 6); en el texto de los ‘otros’, llámense extranjeros o escritoras, el
discurso cumple con el objetivo de revelar las fallas del proceso de modernización
progresista, así como de exponer las fricciones que ocurrían entre un discurso patriarcal y
otro contestatario.
Las educadoras: institutrices, sirvientas y monjas. Co-educando a las niñas de la elite
porteña
En el primer grupo y relacionado con este trabajo incluyo a las institutrices y
gobernantas traídas en general desde Francia e Inglaterra para hacerse cargo de los hijos
de los representantes de la oligarquía argentina durante sus primeros años de vida y
dentro del contexto familiar. Como era costumbre de la época a cierta edad, que variaba
entre niños y niñas, se enviaba a los escolares a instituciones educativas que por lo
general eran segregadas por sexo. Monjas francesas, españolas e inglesas regenteaban los
diferentes colegios privados a los que asistían las “niñas bien”. Estas mujeres europeas
traían consigo la cultura del viejo continente y una mentalidad más racional y moderna
que sus contrapartes criollas como podemos apreciar a través de la lectura de algunos de
los textos de este proyecto. Las religiosas tuvieron un papel fundamental en la educación
y preparación de las futuras damas del país; hecho que muchas veces pasa desapercibido.
Entre las que dejaron prueba de la existencia de estas mujeres invisibles para el
resto de la sociedad fueron las niñas de la familia Bunge que en sus memorias las
retratan, reivindicándoles el lugar que tuvieron en el desarrollo de su educación. Era
práctica corriente para las familias que se encontraban en buena posición social en el
Buenos Aires de fin de siglo, que la educación temprana de los niños estuviera en las
100

manos de una institutriz o gobernanta inglesa, francesa o alemana. De ella se esperaba
que fuera modelo de los valores y comportamientos apropiados de la clase social a la que
servía. Intelectualmente en la mayoría de los casos, estas mujeres superaban a la mujer
criolla perteneciente a la elite, pero se veían obligadas a trabajar por razones económicas.
En general provenían de familias de la clase media europea o bien de la oligarquía que
había perdido su fortuna, pero no su educación. Ser gobernanta era una de las pocas
opciones apropiadas que tuvieron estas jóvenes de ganarse la vida a cambio de una
remuneración económica. Aunque estas mujeres eran socialmente –sin olvidar que
también intelectualmente- superiores en sus respectivos países natales, en Argentina se
las consideraban como sirvientas de la familia y en general convivían con el resto del
servicio. Esto creaba una situación muy difícil para las extranjeras quienes a veces se
encontraban con el resentimiento de los otros sirvientes debido a la educación y el
contacto que ellas tenían con sus empleadores.
Las gobernantas e institutrices se encargaban de la educación de los niños hasta
que estuvieran listos para la escuela preparatoria o la pública; y con las señoritas de la
casa este tipo de educación se continuaba hasta entrada su adolescencia. Delfina Bunge
en su Viaje alrededor de mi infancia, publicado en 1938 nos cuenta sobre la decisión
paterna respecto a los arreglos de los estudios de los niños de su familia:
La solución fue sencilla al parecer. Se pondría a pupilo en el mejor
colegio de la ciudad 65 a los dos hijos mayores que pasarían en casa los
domingos; y para los cinco menores se nos traería el mirlo blanco de una
institutriz capaz de efectuar nuestra instrucción y educación en casa.
Llegó la Fräulein. Se hicieron serios programas. Desde el despertar hasta
el acostarse, todo quedó reglamentado. (152)
En este párrafo la formal textual imita la rigidez de la alemana. La severidad de la
institutriz se acentúa por lo marcado de las oraciones cortas, explícitas y directas,
reflejándose así en el texto su carácter riguroso y estricto.
65 El origen germano de la familia Bunge, llevó a los padres a enviar a Carlos Octavio, el
mayor de los hermanos, a la exigente Deutsche Schule, el tradicional colegio de la
comunidad alemana en Argentina, donde luego se le unió el segundo de los hermanos,
Augusto. En este ambiente ambos incursionaron por primera vez en la lengua alemana.
101

Fräulein 66 , que significa en alemán literalmente “pequeña mujer” se usaba como
título para jóvenes y mujeres solteras en oposición al término “Frau” que se usaba para la
mujer casada. Delfina Bunge sólo nombra a la alemana por su título, pero nunca
sabremos su nombre propio. De esta manera, la autora acentúa el carácter impersonal,
tanto de la educadora, como de la relación que entre ellas existió, a la vez que objetiviza
y marca la distancia entre los educandos y la educadora.
La institutriz, según el texto, hablaba al menos tres idiomas, de los cuales
determinó usar su alemán nativo con los muchachos de la casa y el francés con las
jovencitas, evitando el español o pretendiendo no entenderlo. Toda la instrucción desde la
formal en áreas de lengua, geometría y aritmética, como la enseñanza de buenos modales
y comportamiento social se llevaba a cabo en las lenguas designadas a su respectivo
género. Toda desviación a las reglas era apuntada en la inseparable libretita de puntos
negros y blancos que la germana llevaba con ella. “Aquella Fräulein parecía convencida
de que el único medio de hacer de nosotros criaturas perfectas, lo mismo que de
transmitirnos la incógnita de su ciencia, era el amenazarnos con esa incesante lluvia de
puntos negros” (154), que seguían viniendo no importa cuánto los pequeños trataran, a
veces por la culpa propia natural en los niños, como por la maldad de los hermanos
mayores quienes enseñaban a los más pequeños frases que insultaban a la institutriz y que
ellos inocentemente repetían.
La germana también practicaba la selectividad de la lengua que usaba para
dirigirse a los padres de los niños. Entablaba los parlamentos con la madre en francés, y
cuando los casos eran severos y graves usaba el alemán con el padre de familia. Por
medio de la selección de la lengua, francés para las mujeres y alemán para los hombres,
la institutriz le adjudica un género a la lengua, así como cierto grado de importancia
relacionado al asunto tratado. Acude así a una práctica que en inglés se podría denominar
como “engendering languages” 67 y entiende que el lenguaje adecuado para las damas por
su relación con el arte y las letras es el culto y musical francés, mientras que el alemán se
66 Fräulein se usaba también para dirigirse a las camareras, independiente de su estado
civil.
67 Este término fue cognado por la autora de este trabajo.
102

elega a los hombres por su dureza, rigidez e importancia. La Fräulein categorizaba a las
lenguas de acuerdo a sus propios prejuicios, adjudicándole la patriarquía al alemán, la
matriarquía al francés, y estimando el español como inadecuado para la adquisición
cultural.
La severidad de los métodos aplicados por la institutriz alemana termina
prematuramente su trabajo en el domicilio de los Bunge. Escandalizados los padres ante
el uso de castigos corporales en la persona de Julia Valentina, despiden a la estricta
educadora tras tan sólo un mes de trabajo y cuya partida nadie lamentó.
Inmediatamente se contrata a otra institutriz alemana para los niños de la familia
Bunge cuya suerte no fue mucho mejor, pero quien no recurría a métodos educativos tan
extremos. Delfina nos cuenta que: “la segunda Fräulein, de rostro más suave que la
angulosa anterior, era tal vez menos antipática” (157). El estudio de lenguas se simplificó
al alemán para todos y a falta de puntos negros, esta segunda Fräulein creía en “el sistema
de penitencias inmediatas y constantes” (énfasis en el original 158). Como resultado de
ambas y únicas experiencias con institutrices Delfina rescata tan sólo las lecciones de
crochet que con el tiempo dieron su fruto, a pesar de la joven reconocerse como “no
especialista en ‘labores femeninas’” (158). De los puntos negros y rosas que dan nombre
al capítulo aquí tratado, Delfina Bunge rescata el punto de tejido de su echarpe rosa que
tanta admiración despierta en hábiles tejedoras y como ejemplo de que no hay “ciencia
aprendida que no pueda servir alguna vez para algo; aunque sólo fuere para ser algún día
recordada . . . literariamente” (158).
Distinta es la experiencia de Norah Lange, quien en su Cuadernos de la infancia,
nos describe otro panorama. La institutriz inglesa de la familia, Miss Whiteside, ocupada
inicialmente para trabajar por un año, se queda con ellos por seis, y sólo se apartó debido
a una emergencia familiar en Inglaterra. “Debajo de sus ojos vivimos las cinco
[hermanas] durante todo ese tiempo, viéndola desde su cotidiana dulzura, desconociendo
–gracias a su pudor- si un cansancio la aislaba alguna vez, si una tristeza la detenía en su
cuarto” (99).
Instruía a los niños de los Lange en geografía, religión, historia e inglés, además
de enseñarles modales que se adecuaban a su clase social. Creía en la importancia del
ejercicio y sacaba a los niños de paseo, inclusive en el invierno, dos o tres veces a la
103

semana. La poeta lo recuerda de esta manera: “Vestidas todas iguales: una pollera azul,
una tricota roja o verde, con un gorro del mismo color, antes de llegar al pueblo nos
recomendaba, en un inglés engolado:- ‘Recuerden la sangre azul y pórtense de acuerdo
con ella’” (30). También les enseñó a los niños a jugar al croquet en el jardín de la casa,
además de incentivarlos a poner en escena pequeñas obras de teatro que con ella habían
leído. Si de algo pecaba esta institutriz, así como la mayoría de ellas, es que la instrucción
por más global que se pretendiera, carecía de conocimientos relacionados con la lengua y
la historia nacional.
Aunque en el contexto de la familia Bunge la experiencia de las institutrices haya
fracasado, no deberíamos tomar este caso como parámetro. El caso de Norah Lange es
narrado como algo positivo y, en su mayoría, las familias “conocidas” de la elite,
encargaban la educación formal y social de sus niños a institutrices inglesas, alemanas o
francesas sin excepción, pero a determinada edad era práctica común que los niños fueran
a la escuela.
Tras el fracaso con las institutrices alemanas, ésta fue la alternativa para los
Bunge quienes enviaron a los niños a colegios privados y a las niñas a la Congregación
de Hijas de María, y más adelante asistieron de quinto grado de la primaria hasta segundo
de la secundaria en el colegio de la Santa Unión de los Sagrados Corazones 68 . A fines de
septiembre de 1882, llega al puerto de Buenos Aires una comisión de cinco religiosas
inglesas que abrieron el primer internado de señoritas en Caballito y dos años después un
colegio de externas en la calle Perú. La madre inglesa una vez en el contexto porteño,
tiembla ante la dificultad de su tarea y se expresa así: “aquí todos esperan de nosotras
‘grandes cosas’ [. . .] las familias que se muestran tan amables con nosotras son difíciles
y exigentes con respecto a la educación de sus hijas” (citado en Cárdenas 258). Los
padres buscaban educar a sus hijas a la manera europea y por lo tanto era imprescindible
traer educadoras y modelos del viejo continente. “Con el tiempo la llegada de más
68 El origen de esta congregación se remonta al pueblo francés de Douai, donde un cura
de veinticinco años llamado Juan Bautista Debrabant, junto a cuatro obreras, dio vida a
una escuelita para niñas. En poco tiempo logra abrir otras en Francia y Bélgica y cuando
murió en 1880 su escuadra contaba con mil religiosas que bajo el nombre de la Santa
Unión de los Sagrados Corazones seguían instruyendo bajo las reglas del Padre fundador,
quien había hecho un culto de sencillez y simplicidad tanto interior como exterior
(Cárdenas 258).
104

eligiosas, muchas de ellas francesas o con experiencia en ese país, dio a la institución el
sabor refinado que las ricas familias porteñas requerían” (Cárdenas 259).
Hacia 1885 la directora era la Madre Antonia Goetsele, quien fue substituida en
1892 por la inteligente y refinada religiosa Marie Louise Molly, madre superiora en el
momento en que entraron al colegio Delfina y Julia Bunge. Esta última en su Época
maravillosa 1903-1911 (1965) nos cuenta que “Madame María Luisa es una mujer
superior, nacida para dictar leyes, de una distinción y cultura, como se encuentran muy
pocas, que ha sabido darle al colegio y a la Congregación un carácter especial de
distinción y orden” (258).
Con respecto a su pasaje por el colegio de la Santa Unión de los Sagrados
Corazones, Delfina es más explícita. “Con ser francesas e inglesas las Religiosas, el
colegio no nos resultó extraño. Por el contrario: su intensa repercusión en nuestra vida
posterior se debió posiblemente al hecho de haber nosotras hallado primeramente en él
una proyección de nuestra vida social y familiar” (290-91). El ambiente, más que la
instrucción era lo interesante de aquella casa para la joven Bunge quien se sentía a gusto
en este “ambiente de discreta distinción” (291).
Las monjas francesas traían de Europa ideales y costumbres europeas que
transmitían a sus discípulas escolares. “Después de la Religión y los buenos modales, lo
importante: las matemáticas. Y luego la literatura. Las matemáticas porque, según la
Rèvèrende Mère, ellas enseñaban a pensar. Ejercitándonos con los ‘problemas de
recapitulación’ y otros de variada especie, sabríamos más tarde resolver lógica, y
sabiamente las más intrincadas situaciones de la vida” (295 énfasis en el original).
También la Reverenda Madre Marie Louise insistía en la importancia de la buena
redacción epistolar, comenzando con las simples notas comerciales hasta llegar a las
cartas que desempeñaban un papel muy importante en las vidas de las señoritas de la
época.
Si bien las institutrices no dejaron grandes huellas en las vidas de las jóvenes
Bunge, las hermanas que se ocuparon de su educación posterior así como de la
instrucción de otras señoritas importantes de la sociedad finisecular y de principio de
Siglo XX, dotaron a sus discípulas no sólo con las herramientas sociales necesarias para
moverse en el ambiente de la oligarquía, sino que también las prepararon
105

intelectualmente para pensar. De las señoritas egresadas de los colegios religiosos, surge
en la Argentina una generación de mujeres pensantes, quienes aunque sin olvidar en
muchos casos su posición de clase, comenzaron a comprometerse social e
ideológicamente.
Pero las hermanas Bunge también fueron influidas por las europeas desde abajo.
Con esto me refiero a las empleadas de servicio doméstico que trabajaban en su casa.
Éste era un rubro de importancia en la Buenos Aires de fines de Siglo XIX y principios
del XX. Se caracterizaba por ser mayormente extranjero y por la segregación de
nacionalidad-profesión. En general los porteros y los cocineros eran españoles y más
precisamente gallegos, los mucamos eran italianos y se consideraba de buen tono tener
una doncella francesa. En las familias más adineradas era común tener más de veinte
sirvientes y no menos de seis en las de buen pasar. Este mínimo número de sirvientes
incluía: una cocinera, mucama y mucamo quienes servían la mesa y atendían a los
señores de la casa, jardinero, cochero, y en caso de tener niños las imprescindibles niñera
e institutriz (Gálvez 56).
La longevidad de la cultura europea y su afinidad a la cultura oral fue traída a
América por esos españoles e italianos, quienes para combatir la nostalgia, recitaban los
romances y cantaban las canciones escuchadas en sus tierras. Delfina Bunge en la entrada
de su diario íntimo correspondiente al 29 de marzo de 1898 nos habla de la española
Josefa, quien mientras cosía le pide a la niña de la casa que le leyera en voz alta lo que
ella leía por entretenimiento. Delfina se lamentó de que su lectura “no fuese algo más
sencillo” (57), tal vez imaginado que el contenido era muy elevado para la española, pero
para su sorpresa y tras terminarle la lectura, expresa que “me quedé asombrada de cómo
entendía de bien Josefa, y de los pasajes de la Escritura que conocía y de cómo sabía
perfectamente quiénes eran Mahoma y otros. De todo sabía algo [. . .] Josefa conoce los
héroes más grandes de la edad media y muchas cosas históricas, pero cada
acontecimiento es una fábula y todo son prodigios mezclados de supersticiones” (57). Si
bien la niña, por un lado, admira el conocimiento de la española, por el otro, se burla de
la infantilidad y de la ingenuidad con que la sirvienta acepta sin cuestionar hechos como
el caso en que Carlomagno junto a doce franceses combatieron a ochenta mil
106

musulmanes, matando a millares y recuperándose milagrosamente de las heridas, y en
caso que les hubieren cortado las cabezas, éstas volvían a pegarse al cuerpo.
Junto a estos recuerdos de las empleadas inmigrantes rescatados de su diario
íntimo por su nieta, Delfina también nos informa de sus primeros y últimos plagios en
Viaje alrededor de mi infancia. La joven relata que desde que tenía ocho años cumplía la
función de secretaria de las sirvientas de la casa cuando querían mandar noticias a sus
respectivas tierras. Ellas le dictaban y ella escribía. “Las gallegas” como cariñosamente
las llama, usaban un lenguaje refinado y elevado para comunicarse con sus familias. Esto
le lleva a la niña a comparar el vocabulario de la correspondencia epistolar entre ella y
sus primas, llegando a la conclusión de que existía una gran diferencia entre las palabras
elevadas y difíciles que ellas le dictaban y las de su propia elaboración, agregando
inmediatamente: “Y eso que las pobres no sabían escribir . . .” (311). A pesar de la
superioridad que sus palabras traslucen, un dejo de admiración y de envidia se
transparenta en la lectura, sin dejar de enfatizar que “el caso es que yo sabía escribir y las
sirvientas no” (311). La separación de clase y de habilidades evidencia un cierto recelo
por parte de la niña quien se propone a competir con las inmigrantes, sin que ellas lo
supieran; y que como alternativa ante las desventajas evidentes marcadas por la edad y
las diferencias culturales, llega al plagio.
Mientras le escribía a su prima Lulita, y reescribiendo para uso propio lo dictado
por la sirvienta española, su hermano mayor, Carlos Octavio, le quitó la carta y comenzó
a leerla enfrente de toda la familia. La vergüenza de la niña se disipó cuando el
primogénito le trajo un fino pliego y le indicó los requisitos y procedimientos básicos de
cómo escribir una carta, además de guiarla en el contenido de la escritura. Carlos Octavio
le preguntó: “¿Qué le contarías a Lulita si estuviera aquí?” (312), ante lo cual la niña
responde simplemente que le mostraría los conejitos recién nacidos. Su hermano mayor
le aconsejó que hiciera eso. Ya como mujer madura, Delfina recuerda ese momento de
aprendizaje cada vez que emprende alguna tarea epistolar y mencionando una de las
publicaciones más destacadas de aquel hermano, Nuestra América, se pregunta:
“¿Empezó él así a hacer un poquito esta América nuestra, con aquellas humildes
enseñanzas que siempre prodigó?” (312). La Delfina adulta comprende ahora que lo
107

plagiado de las gallegas no correspondía con lo autóctono, ni en el espacio ni en el
tiempo, y que la distancia entre ellas iba más allá de la diferencia geográfica.
Desde las institutrices en los primeros años de la vida de los pequeños, pasando
por las religiosas de las escuelas privadas es evidente que tanto los gobernantes como los
miembros de la elite confiaban en las habilidades educativas y culturales de las
extranjeras. Además este grupo necesitaba que las inmigrantes se emplearan en el rubro
del servicio doméstico y que llevaran adelante el mantenimiento general de sus casas. A
pesar de que la representación de estas mujeres ha sido un poco opacada, tal lo muestra el
ejemplo de Delfina Bunge, debido a la ineficacia de los métodos educativos aplicados por
las Fräuleins, el caso es que las figuras de estas mujeres invisibles en la historia, son
rescatadas de la memoria de las autoras como protagonistas literarias de sus infancias, y
que junto a esos otros casos narrados de manera positiva, componen en su mayoría una
parte desconocida de la historia.
Emma de la Barra: Stella (1905)
Quien llegó como viajera extranjera, y dada las circunstancias, se convirtió en
institutriz y tuvo gran participación en la educación de una familia aristocrática de
Argentina fue Alejandra, protagonista principal de Stella, novela que en 1905 se convirtió
en el primer best seller de la historia argentina. Alex, como se la llama en el ambiente
familiar, se convierte en un nuevo tipo de heroína que con su educación europea y
progresista todo lo puede.
Jules Huret, viajero y observador francés que visitó el país durante la época de las
festividades del Centenario, observó que las mujeres argentinas se dividían en dos
grupos, por un lado existían las que se dejaban llevar por el influjo de la modernidad; y
por el otro, estaban las que veneraban lo tradicional. Unas sostenían que la felicidad
radicaba y dependía de su eterno sacrificio, devoción y respeto a las tradiciones, mientras
que las otras, en general con más cultura e independientes, luchaban por desprenderse del
peso excesivo de esas tradiciones y convencionalismos. 69
69 Para más información sobre el papel de la mujer argentina entre 1810-1920, leer el
artículo de Nilsa M. Alzola de Cvitanovic, “Imagen tradicional y participación real de la
mujer en la sociedad argentina (1810-1920)”.
108

Emma de la Barra responde a esta última consigna, no sólo por medio de las
acciones que conciernen a su experiencia personal, sino también por medio de su
propuesta literaria, especialmente con la publicación de Stella (una novela de costumbres
argentinas) en 1905 bajo el seudónimo de César Duayén. Se ignora la razón por la cual la
autora se escuda bajo un seudónimo masculino, pero la crítica (Sosa de Newton, 1986;
Frederick, 1998) lo atribuye a un golpe publicitario. En particular pienso que la autora
conocía muy bien sus limitaciones en cuanto a las posibilidades de publicar su primera
novela, por lo que le encargó a su entonces amigo y después esposo, el periodista Julio
Llanos, los trámites de publicación de la obra.
Las conjeturas con respecto a la autoría no se dejaron esperar en el Buenos Aires
de principio de siglo. Se estableció entre la autora, siempre bajo la pantalla del
seudónimo, y un crítico del medio, un diálogo a través de artículos periodísticos
publicados en La Nación que aumentó el aura de misterio alrededor del autor. En su
respuesta de la Barra no descubre su género, sino que acentúa su carácter masculino.
Finalmente el 26 de septiembre del año de la publicación de la novela se descubre el
nombre de la verdadera autora. La revelación sorprende en particular por dos razones:
primero por el sexo de la escritora y segundo porque la autora pertenecía a la clase social
alta. Además de la sorpresa inicial, nada hizo parar la popularidad de la novela que se
había convertido en un best seller y hacia noviembre del año de su publicación ya iba en
su séptima reimpresión.
Según Bonnie Frederick, autora de Wily Modesty. Argentine Women Writers,
1860-1910 (1998), este éxito hizo que Casa Maucci, que estaba a cargo de la publicación
de Stella, le pagara a de la Barra un avance de 5.000 pesos por su próxima novela,
además de prometerle la publicación de una tirada de 6.000 copias de la misma. Esto no
tenía precedente en la historia de las publicaciones en Argentina, en donde una primera
tirada normal tenía usualmente 500 copias y en las mismas circunstancias sólo Florencio
Sánchez había recibido un avance de 2.000 pesos por Barranca abajo (33). Hacia 1932
Stella había vendido más de 300.000 copias y continuó reimprimiéndose hasta 1940, y
tres años más tarde se hizo una película sobre la novela.
A pesar del rotundo éxito que tuvo entre los representantes de varias generaciones
de lectores, el número de ventas así lo acreditan, este primer best seller de la literatura
109

argentina no ha recibido la atención crítica que se merece. El contenido de la novela
contextualizado rinde cuentas de una sociedad en permanente inestabilidad. El nuevo
siglo se presenta como un momento de gran modernización y de redefinición social, de
cambios y hasta caos. Nociones como nación, identidad, raza, género y clase son
cuestionadas por el estado y los escritores a y en contra de su servicio. Emma de la Barra,
como intelectual y mujer profesional, se dispone a entrar en el ámbito literario por la
puerta grande y lo consigue con la publicación de su primera novela que consigue
revolucionar el ambiente de la Buenos Aires de principios de siglo XX. Leída tanto por
mujeres como por hombres, Emma de la Barra transmite el mensaje claro y específico de
la necesidad de la emancipación femenina, además de criticar explícitamente la
corrupción moral y ética de una sociedad patriarcal en decadencia. Si bien los mensajes
no terminan aquí, este trabajo tiene sus limitaciones declaradas a continuación.
Es uno de los intereses de este trabajo identificar cómo de la Barra problematiza
la noción tanto masculina como femenina de nación con respecto a la identidad del ser
nacional femenino, además de cuestionar las razones de la autora en la elección de una
heroína extranjera como modelo, en oposición a las mujeres del país.
Sorprende, como mencioné anteriormente, el hecho que Stella no haya tenido la
atención crítica que merece. Varios han apuntado su éxito sin precedentes, pero sin
embargo son extremadamente escasas las lecturas profundas de esta novela y muchas
menos las publicaciones que la han estudiado con relación al contexto en que se presentó.
Francine Masiello en su conocido texto Between Civilization & Barbarism desarrolla un
análisis del personaje de Alejandra quien cruza los bordes de género al conducirse como
independiente y tomar el manejo de las finanzas de las propiedades de su tío en sus
manos (131-140). Bonnie Frederick en Wily Modesty también enfatiza la falta de
estudios críticos, en particular a los que conciernen al contexto en que se presenta (31-
38). En su estudio, la citada crítica, enfatiza el aporte que significó Stella para la causa
femenina, tanto para escritoras como para la mujer en general, quienes buscaban la
emancipación y la diferenciación de su contraparte masculina. Mi trabajo pretende ser un
aporte en la recuperación de esta novela muchas veces mencionadas a pie de página pero
escasamente analizada.
110

El relato comienza con la llegada desde Noruega de las hermanas Alejandra y
Stella Fussller a la casa de sus únicos parientes en Buenos Aires tras la muerte de su
padre, un explorador y científico noruego de gran renombre. El tío Luis es el hermano de
su madre, Ana María, quien muere tras dar a luz prematuramente a Stella. La joven Alex,
como la conoceremos a lo largo de la novela, cuida de su hermana paralítica, cumpliendo
el papel de madre sustituta ante la ausencia de la verdadera. Los Maura, la familia que las
recibe, está compuesta por sus tíos y ocho hijos de varias edades. El padre de familia,
Luis, es generoso así como lo son Emilio, Ana María y la pequeña Perla. En contraste su
esposa Carmen es descrita como poseedora de una “inteligencia estrecha como su moral
y religión, de principios severos e intransigentes, de una virtud poco amable como su
caridad, llena de prejuicios, sólo conocía un temor: los comentarios del mundo” (33). La
trama también incluye al hermano de doña Carmen, Máximo quien a los cuarenta años
seguía soltero debido a un desencanto amoroso en su juventud. Extremadamente rico y
educado, pasaba la mayor parte de su tiempo en exóticos viajes alrededor del mundo.
Sólo la presencia de los niños y en particular la de Stella lo apartaba del escepticismo
total que le infería la total humanidad, empezando con su país y su familia. Tras la muerte
de la pequeña Stella, Alejandra retorna a su país con un cargo docente y descubre a la
distancia su amor por Máximo. A la vez en la Argentina, tras la pérdida de la joven
noruega, Máximo Quirós, es redimido gracias al amor que siente por Alex. La revelación
de su amor hacia la muchacha y la necesidad de “ganarla”, le da motivos suficientes para
disponer sus fuerzas y sus recursos financieros para “sanar” al país de sus males.
Es inevitable preguntarse por qué la novela recibe el nombre de Stella y no
Alejandra, por ejemplo, teniendo en cuenta que el personaje principal y estructurante de
la obra es esta última. Críticos como Bonnie Frederick, entre otros, han propuesto que las
hermanas noruegas tienen funciones diferentes en la trama de la novela. Mientras
Alejandra es la heroína activa, la pequeña y minusválida Stella es el centro moral de la
trama, la piedra de toque con respecto a las relaciones de dependencia, así como el
corazón de la novela.
No descartando la primera posibilidad Marcela Nari se pregunta: “Y entonces,
¿Por qué Stella y no Alejandra? Quizá, su título real aunque no escrito nos diga tanto
como el texto de los límites y alcances del discurso sobre la mujer de aquella época y nos
111

ayude a verbalizar problemáticas de las que hemos sido hechas herederas” (Alejandra 9).
La respuesta implícita en este párrafo radica en la elección, un tanto precavida, por parte
de la autora de Stella de idealizar a un personaje, que ante sus pares podía parecer
amenazante y hasta un tanto provocador por su racionalidad y por lo crítico de sus
palabras, y en su lugar, propone un personaje angelical, espiritual y de gran pureza.
La heroína de la obra, Alejandra, no es una hija del país sino una extranjera
portadora de la educación e ilustración que reina en los ambientes europeos. “Los libros
austeros que leen los hombres – y muy pocos hombres- fueron sus diversiones, las figuras
geométricas, los instrumentos de química, el globo terrestre, sus juguetes; sus fábulas, los
clásicos que su padre amaba” (25). La excepcionalidad de la educación recibida por la
jovencita se debe a la dedicación del padre quien se rodeaba a sí mismo como a su hija de
sabios, artistas y escritores europeos.
La educación de Alejandra es permanentemente comparada a la de su madre Ana
María, quien “había recibido un barniz muy leve de instrucción” (27). La elección de
palabras recalca la idea de superficialidad en la educación que caracterizaba a la mujer
porteña perteneciente a la elite de fin de siglo. Si bien la cita presentada a continuación
data de 1919, bien puede ser aplicada para la situación de la mujer a principio de siglo.
Katherine Dreier observó: “From all I could learn, the education of the average wealthy
Argentine girl was to know as little as possible of fundamentals, but to make a brilliant
appearance in society. Many of them write quite charming verse, others sing with almost
the professional air of an operatic soprano. A girl must be accomplished- but not
educated” (40).
Ante esto Emma de la Barra propone la imagen de una extranjera culta como
mujer pensante, crítica e independiente. A Ana María “no le habían enseñado a pensar;
sus ideas, sin ser estrechas, no eran amplias” (24), pero era abnegada, a tal punto que
podía olvidarse de ella misma por las personas que amaba y “comprendía todos los
sacrificios que por ellas pudieran hacerse, mas su espíritu no estaba preparado para
concebir la abnegación ‘por las cosas’, que así llamaba ella a los grandes ideales, a los
grandes objetos de la vida” (24). Abnegación, amor, sacrificios son las cualidades que se
esperaban de una mujer argentina sin importar su grado de instrucción. Las madres o
figuras femeninas en las vidas de las jóvenes, eran las transmisoras de ese mensaje, y el
112

éxito de tal idea consistía en hacer felices a su esposo y a sus hijos, así como el
mantenimiento de la familia unida como institución central de la sociedad. Cualquier
desviación de la regla, implicaba simplemente el fracaso. 70
Alejandra, una noruega pensante, independiente y exótica en el ambiente de
Buenos Aires de principios del siglo XX, es sin lugar a dudas una desviación de la regla,
así como lo es la tarea de llevar las finanzas de los Maura que toma tras llegar a la casa de
su tío. Francine Masiello ha señalado que: “This novel approaches the matter of money
and the maintenance of family wealth within a preliminary opposition of the domain of
science and the sphere of emotions” (132). Esto conlleva una serie de tensiones en el
contexto de los roles de género que no sólo se manifiesta en lo económico, según lo
apunta Masiello, sino que repercute en aspectos tales como la educación, la capacidad de
ser racional y poder tomar sus propias decisiones.
A diferencia del caso de las muchachas argentinas, cuya instrucción estaba en
manos de sus gobernantas o institutrices extranjeras primero y luego en la de sus madres,
la educación de la joven noruega estuvo en manos de su padre “Gustavo [quien] le
transmitió a su hija Alejandra – Alex en el idioma familiar- no sólo la naturaleza sana y
vigorosa, sino también su conformación moral e intelectual: su cerebro y su alma vasta”
(25). Dos aspectos interesantes aparecen en este párrafo. En primer lugar, el nombre
femenino de Alejandra es neutralizado y masculinizado con el de Alex en el ambiente
familiar que puede ser aplicado tanto para hombre o como para mujer. Por otro lado,
Alejandra supo ser la depositaria de los conocimientos de su padre y tenía clara su
función de reemplazarle o bien la de reemplazar al hijo que nunca tuvo y “comprendió
que, a falta de un hijo, debía ella serlo; sustituir ella a su padre en sus ausencias,
prepararse para arrostrar la vida más tarde” (25). Gustavo, el explorador noruego, como
ser excepcional va más allá de lo que una sociedad patriarcal como la argentina esperaría
de él, forja en su hija no sólo el aspecto intelectual sino el espiritual también, vemos a un
hombre que hábilmente combina ambos aspectos – es decir lo intelectual con lo
70 En su discurso Alejandra critica constantemente la educación clásica recibida por las
argentinas, no sólo las de la generación de su madre, sino que también observa y hace
comentarios con respecto a la instrucción recibida por sus primas de la misma edad.
113

sentimental- sin mayores consecuencias y que además, a modo de extra vuelta de tuerca,
puede trasmitirlo a una mujer.
Como mencioné anteriormente la autora como nueva propuesta nos ofrece la
moderna idea que el saber académico no le quita a la mujer poseer cualidades femeninas,
y la variante es la heroína de la novela en la piel de una extranjera culta: “Así creció.
Muy mujer, conservaba la delicadeza, el perfume, las debilidades de mujer, sin la
pedantería ni los aires pretenciosos con que suele marcar a otras el saber” (26). En
cambio Ana María, su madre, educada en el ambiente del Buenos Aires de fin de siglo, se
manifiesta en la obra como débil y reducida a un estado infantil debido a su falta de
educación, a tal punto que a su hija Alejandra le parecía “una criatura de excepción,
como eran excepcionales sus ojos, sus cabellos, su color, su gracia de americana, y no
entró a pensar en lo que podía faltarle” (26). La excepcionalidad de Ana María yace en
sus rasgos físicos, así como en la alteridad exótica que representa una americana entre los
europeos. 71 Su falta de intelectualidad, reduce a Ana María al grado de “criatura” siendo
la hija la que “cuidaba, acariciaba, la reprendía cuando exponía su salud tan delicada; era
la niña fuerte velando por la niña débil y enfermiza” (26). A tal punto que Gustavo las
presentaba ante sus companeros de grupo como “la hija de su hija, con la madre de su
mamá” (26) y en algunas ocasiones él mismo llama a su esposa “hija” en especial tras
resolver algunas disputas sobre conocimientos de Historia entre Alex y ella.
En el contexto europeo Emma de la Barra invierte la dicotomía civilización y
barbarie como se entiende en Argentina. La madre, representante de la mujer argentina
despliega su falta de educación, ante lo cual su hija demuestra un gran malestar, y sin
dejar de ser comprensiva, explicaba a su madre lo que desconocía - o mal conocía- de los
lugares y personajes históricos a quienes se referían. Para Alejandra su madre era la
representante de la raza que se impresionaba ante las riquezas del Vaticano, mientras que
en ella lo mismo despertaba cierto escepticismo y:
71 Según Sarmiento la belleza de las damas y señoritas argentinas en Europa llamaba
mucha la atención “la distinción de su raza, justificado el garbo andaluz de su noble
estirpe, y por sus ojos y cabello negro, el tinte especial de la criolla americana, que se ha
convertido en un mito o tipo especial para la novela” (Condición del extranjero en
América 222).
114

Pensaba que no era aquello lo que quiso Jesús, que eso no era lo que vino
a prometer y a enseñar a los hombres el Hijo pobre de Nazareth, pero
comprendía que ya no existía la simple fe ni el alma sencilla de los
primeros tiempos [. . .] y que para perdurar en el mundo y estimular a las
almas vacilantes de las razas imaginativas e impresionables en que estaba
destinada a reinar, necesitaba producir en ellas la profunda impresión que
veía ahora en su madre. (29)
Aparte de las diferencias existentes entre las razas latinas y las razas “del norte”
como se las llamaban en la época, otro tema abordado en Stella es el de las oportunidades
de salida laboral para las mujeres porteñas tanto de clase media como de clase alta de fin
de siglo XIX, que en general se limitaban a la educación primaria. Esto se permitía
debido a que la enseñanza en la escuela se entendía como una extensión del trabajo de
madre desempeñado dentro del hogar. Las muchachas “bien”, en muchos casos, tenían
como única posibilidad la oportunidad de ser damas de compañía de parientes o
conocidos que pertenecían a la misma clase social. 72
El caso no cambió mucho con el estreno del nuevo siglo. Las actividades de las
mujeres se relegaban a asuntos domésticos y educativos dentro del hogar y a los actos
caritativos en el medio social. No fue hasta unos años después en que las mujeres
profesionales, ya sea en el campo de las ciencias como en lo intelectual, manifestaran su
presencia abiertamente sin poca oposición entre sus allegadas.
Irónicamente, en la Argentina del momento son las mujeres extranjeras e
inmigrantes quienes tienen una mayor oportunidad laboral que les permite una cierta
independencia económica de sus esposos o parientes de sexo masculino. Las salidas
laborales son de diferente índole y responden a distintas categorías de trabajo para ambos
grupos, abriéndose de esta manera una brecha entre la clase y etnia a las que pertenecían
estas mujeres. En Stella, esto se manifiesta desde los primeros momentos de la obra. Al
72 Dreier que permaneció en Argentina por cinco meses de 1918 a 1919 comenta el caso
de una chica del círculo de las “familias bien” pero en decadencia y cuya familia
solamente conservaba el apellido, que se veía obligada a trabajar para mantenerse,
haciéndolo de manera que nadie la descubriera. La viajera apunta que el deseo mayor de
esta joven era vivir en los Estados Unidos donde podría ganarse la vida sin responder a
los códigos dictados por las reglas de la sociedad (38-39).
115

llegar Alex con su pequeña hermana a la casa de su tío en Buenos Aires, la familia estaba
ocupada recibiendo a los invitados de una gran cena, y por lo tanto no fueron notificados
del arribo de sus sobrinas hasta más tarde. En cambio, las hermanas son recibidas por un
portero español que las atiende de malas ganas y las hace esperar en la calle bajo una leve
lluvia. Una voz que delata un acento inglés las recibe y hace entrar a las hermanas
noruegas por la puerta trasera destinada a la servidumbre.
La distinción de trabajos y categorías se representan en el contexto de la novela
desde la llegada de las muchachas a la casa de su tío. El portero español, quien no tiene
cabida en los asuntos domésticos, o relacionados con niños, avisa a la gobernanta inglesa
sobre la llegada de las muchachas. Es ella quien se hace cargo de la recepción de las
jóvenes en lugar del tío quien se encuentra ocupado como anfitrión de la cena. La viajera
antes de verla escucha su voz “de pronunciado acento inglés” (15) y al darse vuelta
descubre a una mujer alta y delgada vestida de negro. De acuerdo al contexto de la
época, sabemos que “el guía, mujer de cincuenta años, desteñida, pecosa y afable” (15-6
“el” en original) no podía ser otra que la gobernanta de los niños de la casa. Las familias
de la elite porteña reservaban a las institutrices inglesas o francesas el cuidado de sus
herederos, en primer lugar por considerarlas superiores a las argentinas que podrían estar
capacitadas para tal trabajo, y segundo con el objetivo de exponer a sus niños tanto a la
cultura europea, siguiendo los cánones del momento, como a lenguas de prestigio tales
como el inglés y el francés.
La gobernanta en el contexto finisecular y de principios de siglo en Argentina
adquiere características únicas. Con sus títulos de “miss”, “fräulein” o “mademoiselle”
según el país de origen, las institutrices se insertan en el grupo de las emigrantes
laborales. En general eran hijas de una elite empobrecida europea, o de la burguesía
intelectual que sueña que sus hijas viajen tanto como los varones. A diferencia de lo que
sucede con las gobernantas que se desplazan dentro de la misma Europa, las que vienen a
América gozan de buena estima, dado en general a su reputación de seres asexuados y su
gran dedicación a los niños.
Las institutrices se encontraban en una posición particular: eran mujeres
extranjeras, obtenían remuneración económica por sus servicios y pertenecían a un
mismo nivel social – a veces superior- al de la familia a quien servían, pero
116

económicamente se encontraban en una posición inferior a estos últimos. Su manutención
económica era aceptable para la sociedad en término a que su trabajo se mantenía dentro
de los bordes de la domesticidad y la no participación en el mercado laboral público.
En la casa de los Maura, Miss Mary, la institutriz inglesa quien había trabajado
para la familia más de quince años, y se consideraba como el “viejo jefe del ejército de
hijos y nietos
[. . .]- desde Isabel a la Perla, desde Emilio a los hijos de María Luisa y Carmencita,
exigía medio retiro” (37). Fue en este momento en que Alex vio la oportunidad de ofrecer
sus servicios como maestra de los niños ante la innecesidad de traer personas extrañas a
la casa. Además, desde su llegada, Alex tenía la idea “de ganar su sitio y el de su
hermana en aquella casa” (37). No poseyendo capital económico con el cual aportar a la
familia para su manuntensión y la de su hermana, Alex pone a disposición de los Maura
su único capital: su conocimiento. Tras la aprobación de sus tíos, se dividen las
actividades relegándose a Miss Mary el cuidado de las necesidades primarias de los niños
y ella como responsable de su educación. De esta manera Alejandra toma en sus manos la
educación del futuro del país en el microcosmo de la Argentina representado en la familia
de los Maura.
A causa del sarampión contraído por uno de los niños y ante la amenaza que esto
implicaba hacia la delicada Stella y los demás jovencillos, Alex se va a la estancia de ‘El
ombú’ donde puede disfrutar del campo y del mar. El espacio de la ciudad se había
tornado insufrible debido al hostigamiento y la difamación de su persona por parte de su
tía y sus primas porteñas. “Alex vio entonces el cielo abierto, si no era la solución era la
tregua” (82) que necesitaba para reponer sus fuerzas ante una lucha desigual. Ella se lleva
a todos los niños, incluyendo a los de los criados de la casa, y toma el cuidado total de las
criaturas, es decir que asume el trabajo como gobernanta y como educadora. Su escuelita
es ahora al aire libre, en donde los discípulos aprenden por medio de la experimentación
directa. Con el tiempo los niños de los capataces y campesinos se acercan a la escuelita
improvisaba y Alex se convierte en el prototipo de la maestra rural.
Como en el caso de la niñera, la gobernanta o institutriz era vista como una
sustituta para la madre del niño. Se esperaba de ella que fuera modelo de comportamiento
y valores apropiados a la clase social a la que pertenecía la familia. En el caso de
117

Alejandra, el cambio de su posición social se debe a las circunstancias y se produce en un
periodo de tiempo. La noruega llega a la casa de los Maura como pariente, se desempeña
dentro de ámbito de la servidumbre al encargarse del cuidado de los niños, y sale de la
casa como mujer independiente. Si bien existe una transición entre estos estados, resulta
evidente y simbólica la recepción de las jóvenes a su llegada a la casa de sus familiares
porteños, ingresando por la puerta de servicio.
Pero Alex no sólo educa a los niños y como dice Emma de la Barra en su
narración “la mejor predica es el ejemplo” (185) nos presenta otro de los problemas que
concierne a la mujer: el de la querida campesina usada y abandonada por el señorito
inmoral de la ciudad, tema desarrollado anteriormente en la novelística cambaceriana.
Pero a diferencia de Sin Rumbo, en esta obra vemos luz al final del túnel, gracias a la
intervención de otra mujer. Una mujer extranjera, que se siente doblemente pobre y más
aislada “porque no estoy en mi propia tierra, porque el mío es el aislamiento del
extranjero” (130). Pero Alex se identifica con la joven Rosa porque ambas tienen un ser
indefenso de quien cuidar. La joven ingenua, hija de un puestero de los Maura, cayó en
las garras de Enrique –el hijo del patrón- quien al saber del embarazo de la joven, sin
decir más, desaparece.
Alex, al enterarse, pretende solucionar lo remediable que es la situación
económica de quien no tiene en la vida más que un techo y un bebé al que desprecia. A
diferencia de Dolores, “la dama de beneficencia”, que pretende “salvarle el alma” a Rosa
y regresa derrotada con el atado de ropa que le traía de la ciudad, Alejandra no le ofrece
caridad sino reivindicación por medio del trabajo. Alex le ofrece a la muchacha lavar y
planchar su ropa y la de Stella, a cambio de una remuneración monetaria. Por medio de
palabras sencillas, transparentes y familiares llega a Rosa de manera directa enseñándole
a luchar y a valerse de sus manos. “Verdadera es la caridad que consuela y auxilia sin
humillar” (131) piensa Alex. La campesina advierte la diferencia en Alex y comprende su
intensión. Una vez que la muchacha se siente autosuficiente, recupera también el amor
que toda madre debe sentir por sus hijos, amor que había perdido, en parte, fruto a lo
desesperante de su situación. Emma de la Barra, por medio de las acciones de Alex
reivindica a la mujer del campo –Rosa- pero no hace lo mismo con la mujer de la ciudad.
118

El medio puro, sin pecado del campo permite el cambio, no pudiendo ocurrir lo mismo en
el ámbito viciado de la ciudad.
De la Barra hace uso de dos de los estereotipos femeninos utilizados en su época:
el de la mujer europea o semi-europea en sus rasgos caracterizada por la espiritualidad y
la unidad racial y el de la mujer americana caracterizada por su sensualidad y el
mestizaje. Así como la belleza latina de la madre de Alejandra sobresalía en Europa, los
atractivos físicos europeos no pasaban desapercibidos en los salones bonaerenses. Con
respecto a los atractivos de mujer, los porteños son movidos por la novedad que Alex
implica dentro de la sociedad y no por su belleza. Alex no atrae por su sensualidad, quien
es descrita por un porteño de la siguiente manera: “Aunque encantadora, toda su belleza
está en su frescura [. . .] sus rasgos no son correctos; no es bella” (55), sino que para la
mayoría de los invitados a la fiesta, la noruega es la nueva figura de moda en la
temporada. Más adelante dice: “no se la encontraba más linda que las demás -Alejandra
no era linda-, se la encontraba diferente. Se experimentaba cerca de ella el inefable goce
de ver jugar el espíritu en sus ojos y en sus palabras” (56). Pero con el pasar del tiempo
lo que en un principio el joven Montero – prometido de una de las primas de Alex- sentía
como “una impresión admirativa y entusiasta [. . .] se había resuelto en un amor
profundo, en una ternura ardiente, en una pasión lúcida y perenne” (158) que su
prometida no podía despertar. De la misma manera, la lucidez y la personalidad de Alex
van a conquistar al soltero más cotizado de la sociedad bonaerense, Máximo, quien en un
principio no reconoce los síntomas.
Una de las particularidades afiliada a las más destacadas escritoras del siglo XIX,
Juana Manuela Gorriti, Juana Paula Manso y Eduarda Mansilla de García entre otras, fue
el interés puesto en la lucha por los derechos básicos de la mujer. Si bien en algunas esta
intención no fue tan evidente como en otras, podríamos argumentar que la mayoría
solapaba las mismas ante la posibilidad de una censura, tanto proveniente de lo social
como por la factible imposibilidad de publicar sus obras. De manera paralela a los
hombres, las mujeres de letras tenían su propia propuesta que emanaba tanto de asuntos
sociales como políticos y culturales.
En los comienzos del siglo veinte los temas de la maternidad y el matrimonio y
por extensión la familia, continuaban estando presentes en la literatura proveniente de
119

mujeres, pero anexado a ellos viene inmediatamente el tema de la educación de la mujer.
Para ellas, así como lo fue para Sarmiento y Alberdi, una mejora en la educación sería la
clave para una mayor independencia y crecimiento de la mujer. Como lo apunta Bonnie
Frederick “the writer never fails to idealize the good wife and mother, but urgent pleas
for her education are close behind. Indeed, success in traditional roles becomes
increasingly linked to a woman’s access to education” (27).
Emma de la Barra se adhiere a tal consigna y con la publicación de Stella en
1905 hace explícito de esta manera sus ideas con respecto al tema. Si bien la autora, en
apariencias presenta una novela romántica, una lectura con parámetros sociales nos deja a
la vista los problemas por los que atraviesa una elite patricia en decadencia. Entonces, de
la Barra continúa así con una de las tradicionales características de las novelas escritas
por mujeres que prevalecieron a finales del siglo XIX, pero una vez cruzando al nuevo, la
autora propone algunos cambios que responden a las inquietudes modernas circundantes
en su medio.
Sin importar la época, las mujeres nunca han sido fielmente representadas por la
pluma masculina. Como portavoz de la historia oficial, esta última, tuvo a cargo el
proyecto de la eliminación de sujetos históricos que no convenían a los intereses sociales
y políticos, entendiendo claramente que la mujer era uno de ellos. Si bien la idea de
“desaparecidos/as” no es desconocida para un público contemporáneo, estos actos se
remontan a lo largo de la historia argentina. Tanto los políticos como los intelectuales del
momento marginaban de sus escritos a personajes tales como los negros, los criminales,
las prostitutas y los inmigrantes, pero la situación se complicaba cuando se trataba de
eliminar de sus escritos a la mujer. Como solución al tema, el protagonismo femenino en
la historia se relega al ámbito doméstico, con escasa o sin visibilidad alguna dentro del
contexto cultural, lo financiero y lo ético, mundo en el que precisamente la mujer
argentina se sentía o pensaba a sí misma como extranjera.
Emma de la Barra propone que la situación de la mujer argentina necesita un
cambio y que además de la necesidad de cierta visibilidad, la mujer misma necesitaba
tomar acción en todos los aspectos de la vida que le conciernen. Concordando con las
otras escritoras que la precedieron así como con sus contemporáneas, piensa que la
educación es la herramienta principal en esta campaña de (auto)descubrimiento que le
120

permitiría a la mujer salir de los entretelones del teatro de la vida de las familias de la
elite porteña del siglo pasado. Propone a Alejandra como ejemplo de la mujer moderna,
una protagonista en búsqueda de sí misma, que puede ejercer control en su vida debido a
su bagaje cultural. Sin olvidar el carácter didáctico de la obra, la autora propone que es un
ejemplo a seguir, que salta los obstáculos que se le presentan sin sacrificar el bien último
de la mujer que es el bienestar de su familia, siempre y cuando no se olvide de sí misma.
Katherine Dreier: Five Months in the Argentine from a Woman’s Point of View
1918-1919 (1920)
Para incrementar la esfera del panorama de la representación de la mujer
inmigrante y extranjera en la Argentina, propongo incorporar los relatos de viajeros y
viajeras llegados a la costa del Río de la Plata. Si bien la selección del material acusa una
mayor predisposición a estudiar textos de comienzo del siglo XX, esto se debe
principalmente a la falta de representatividad relacionada con el objeto de estudio de este
trabajo en el siglo anterior.
La narrativa de viaje o el ensayo “al aire libre” como a veces es denominado, es
un género popular en la época que abarca esta tesis. Convertidos ellos mismos en
protagonistas de su relato, los viajeros reciclan sus recuerdos acumulados en la memoria,
transportando a sus lectores a lugares y tiempos que reviven gracias a la curiosidad y
fascinación que el relato despierta en ellos.
Durante el transcurso de la investigación encontré una variedad de textos
dedicados a la narrativa de viaje concerniente a Argentina, y tras la lectura de varios he
notado que el foco de observación varía según el género, el trasfondo, la clase social, la
raza y en particular el objetivo del viaje del narrador. Algunos centran su relato en los
aspectos paisajistas en lo que respecta al ambiente urbano, mientras que otros se centran
en lo político y en lo social. Algunos fueron invitados por las autoridades nacionales o
fueron enviados como representantes diplomáticos de sus respectivos países, mientras
que otros simplemente vinieron a saciar su curiosidad y su espíritu aventurero. En la
introducción de Mujeres en viaje Mónica Szurmuk sostiene que “cualquiera que sea el
objetivo, hay en todos los viajeros un común denominador: la mirada curiosa y
desconcertada que intenta comprender desde los paradigmas de su propia cultura y
121

traducir a su lenguaje todo aquello que ve. La narrativa de viaje es el relato nacido de esa
visión” (9).
Se ha considerado que el viaje es un privilegio masculino y que las mujeres
simplemente eran acompañantes de sus padres, esposos u otro pariente de ese género.
Este papel secundario no impidió que las mujeres volcaran en sus escritos lo vivido y
observado, aventajando al hombre en relatar acerca de ambientes o espacios vedados a
ellos, tales como los interiores de las casas, el harén, la cocina, e interesándose de manera
más genuina en la condición política y social de la mujer en otros lugares. También, y sin
dejar de lado el valor literario de los textos estudiados, es importante notar su valor
histórico en carácter de registros de la época.
Si tuviera que organizar los textos en orden de importancia con respecto a la
información suministrada para este trabajo, definitivamente la narración de la
norteamericana Katherine Dreier, Five Months in the Argentine From a Woman’s Point
of View 1918-1919 (1920) está en primer lugar. La primera razón por la cual la he
elegido se hace explícita en el título. La perspectiva femenina, así como la riqueza de su
relato, la posicionaron como primera en mi lista. Lo interesante de este relato comienza
con anterioridad al texto aquí tratado. La autora 73 , sufragista en su país de origen, se lanza
a visitar diferentes partes del mundo, y en general lo hace sin compañía. Su visita a Chile
y Argentina no es la excepción, y si bien su estadía no fue extensa, el momento y los
tiempos que se vivían en Buenos Aires fueron tan revoltosos y explosivos 74 como
pintorescos, brindándole suficiente material para la creación de este libro.
73 Katherine Dreier es más conocida en el ambiente norteamericano por su participación
en las artes. Ella fundó la Cooperative Mural Workshops en 1914, en 1917 fue una de las
principales organizadoras de la Society of Independent Artists, y en 1920 junto a Man
Ray y Marcel Duchamp fundaron el primer Museo de Arte Moderno en los Estados
Unidos el Socièté Anonyme. Además sus pinturas fueron exhibidas en 1913 en el Armory
Show (Miller 342).
74 Dreier estuvo presenta durante los acontecimientos que pasaron a ser conocidos en la
historia como la “Semana trágica” producidos en enero de 1919. En un enfrentamiento
entre la guardia de caballería y los huelguistas de la fábrica metalúrgica Vasena
resultaron muertos y heridos muchos de los obreros. Como respuesta a tal evento hubo
durante esos días constante sublevación de los sectores obreros y represión por parte del
gobierno.
122

Hacia 1918, la situación de la mujer en el mundo estaba en el proceso de sufrir
grandes cambios. Las mujeres provenientes de “los países del norte”- como la autora los
llama- se dispusieron a hacer valer su capacidad jurídica como sujetos del estado por los
cuales tanto habían peleado y merecidamente ganado. Percatándose que la situación de la
mujeres de “los países del sur’ no había cambiado mucho y para asegurarse que estos
cambios llegaran a ellas pronto, mujeres en su posición se dispusieron a hacer correr la
voz y llevar el mensaje personalmente. Por medio del viaje y el diálogo con mujeres a las
que Dreier consideraría “modernas” o progresistas, la sufragista se lanza al mundo con su
objetivo propagandista. Cautelosamente, primero la autora prueba explorar Europa
debido a la afinidad política y social vivida en ambos lugares. Luego con el tiempo se
lanza a visitar lugares relativamente vírgenes a la visita de una mujer que viajaba de
manera independiente. La misma Katherine Dreier explica su situación de esta manera:
I had traveled in many lands; I had traveled much alone; I had arrived
alone at four A.M. in London and Paris; but never in my life had I felt so
alone as I did that October morning when we cast anchor at Valparaiso.
Women do not travel alone in South America. In vain I searched on my
journey for the well-to-do spinster who travels alone. She was not to be
found, and South America has not seen her, for I constantly received the
impression that I was the first woman who had come to see for herself
what South America was like, -as an observer, not as a lecturer or business
woman. (4-5)
Lo solitario de su situación se acentúa con la llegada a Buenos Aires, pero como
lo explica en su relato ella se sentía preparada para enfrentar las dificultades que se le
presentaran. Encontrar hotel en donde se aceptaran mujeres solas no fue tarea fácil y
valientemente se enfrentó a los prejuicios y dificultades en que su situación de viajera sin
compañía masculina la ponían. Coincidiendo con la visión de otros viajeros, la autora
culpa este tipo de represión o atraso a los legados de la influencia mora en la sangre
española y doblemente afirmada en la colonia:
It was not an easy matter to find oneself a woman alone in the Argentine.
The Spanish influence has left a firm mark on South America; the Spanish
attitude so deeply influenced by the old Moorish idea of woman, which
123

came from their religion that woman was born without a soul and hence
was the possession of man to be counted in the same category with his
horses and dogs. Today, this idea has remained as a prejudice. (15)
Katherine Dreier como mujer y extranjera, queriendo hacer valer sus derechos
aprehendidos en tierras distantes, encuentra difícil su vida en la ciudad. Irónicamente, la
autora encuentra paz y libertad en los momentos de más opresión y disturbios en Buenos
Aires, cuando el caos vivido en la ciudad se refleja en las reglas y normas “morales” de la
sociedad porteña.
La situación para la mujer independiente y liberal, sin importar su nacionalidad,
no era fácil en el Buenos Aires de principio de siglo. Cansada de su estadía en un hotel y
mientras buscaba un departamento en el cual vivir, Katherine Dreier, conoció a mujeres
extranjeras que estaban solas, y que a pesar de haber estado en el país por varios años,
encontraban la vida en la ciudad difícil. La autora nos relata la historia de una maestra
franco-suiza que había llegado a la Argentina como institutriz de los hijos de una de las
mejores familias, pero una vez que los jóvenes crecieron, la familia prescindió de sus
servicios. No queriendo regresar a su país, permanece en Argentina dando clases
privadas.
La conversación de la educadora francesa se centra en el tema de la vivienda, ya
que ella se enfrentó a tal situación cuando tuvo que dejar la casa en donde había sido
empleada por años. La antigua institutriz solucionó el problema alquilando un
departamento con unos amigos casados, debido a que el alquiler de un departamento sin
muebles para una mujer sola costaba un tercio más alto que para los hombres.
Uno de los objetivos del viaje de la sufragista estadounidense al cono sur es el de
apoyar a las mujeres auto suficientes, mujeres pensantes e independientes, mujeres que
“stand on her two feet”, usando la expresión de la autora, y a los pocos días de llegar al
país se conecta con mujeres profesionales. Entre ellas se encuentra una artista francesa,
quien había establecido una academia de arte para señoritas y quien por medio de su
fuerte personalidad y carácter había logrado conquistar Buenos Aires. Según Dreier,
entrar a su apartamento era dejar atrás la París de América y entrar “in the free mental
spirit that pervades the real studio life on the Latin Quarter” (34). El objetivo de
introducir a este personaje es claro. La autora opina que a pesar del espíritu provincial
124

einante en la Argentina, la mujer vital y de carácter moral fuerte podía guiar su vida
dignamente, y al mismo tiempo que lograba conseguir y mantener el respeto de la
comunidad. Este pasaje también muestra la estrategia de la francesa de reconstruir dentro
de su espacio privado, el Latin Quarter parisino, para recrear el medio inspirador de la
bohemia francesa. Por medio de la evasión espacial, la artista se libera y transporta libre e
instantáneamente a ese lugar en donde la libertad del espíritu libre fluye.
El texto de Dreier, así como los de otras viajeras, se alinea a la práctica colonial
basada en la suposición de que las diferencias raciales implican a la vez diferencias en
otras áreas. Pero así como sucede con otras mujeres narradoras, también existe
ambigüedad en su texto como resultado de que a la vez que muestra “sympathy with
politically subjugated people, as an anticolonialist response driven in part by the sense of
identification with those who are outside the patriarchal power structures both at home
and abroad” (Blanton 47), intenta distanciarse y se posiciona dentro del discurso de las
razas del norte. Si bien esta cita corresponde a mujeres viajeras del siglo XIX como Mary
Kingsley, todavía la estimo relevante para el contexto de principio del siglo XX y en
particular a Five Months. En especial noto paralelismo y la evidencia de presupuestos
basados en las diferencias raciales en la actitud de Dreier.
Esta distancia racial, a la vez, conlleva una carga social que enfatiza esas
diferencias en particular en lo que concierne a la mujer. No era de sorprender el estilo de
vida llevado por la población femenina en Argentina, si el sistema mismo proveía a ésta
de escasas oportunidades para salir de su casa. La opresión de la mujer era un hecho que
emanaba desde el círculo de su misma clase.
In Europe the intellectual life is so vivid that it falls like manna from
heaven, but there is no manna here to gather, it all has to come from
within. The circle is so small, the interests so commercial, that unless one
has mentally a strong, vivid nature, one becomes as superficial as
everyone else. One cannot altogether blame the people; the climate is so
relaxing that it is all one can do to just keep up with the social routine and
that is deadly to the spirit. Outside of the social life, life is so barren,
except for the professional woman, and what Argentine woman of means
125

is brought up so that, should her marriage prove a failure, she has a mind
sufficiently trained to stand the strain? (51)
A los presupuestos raciales que justifiquen las prácticas coloniales se le agrega el clima
como una de las causas que justifica el relajamiento de las costumbres del habitante de la
Argentina. Curiosamente por medio del énfasis de las diferencias, Dreier encuentra una
manera de defender su propia cultura y los beneficios que se desprenden de ella,
adjudicándoles a los países del norte la capacidad innata de ordenar y guiar al resto del
mundo.
Su preocupación por los temas sociales, llevó a la autora a visitar diferentes tipos
de establecimientos penitenciarios y de rehabilitación en que la responsabilidad mayor
recaía en monjas de origen extranjero. Después de visitar la cárcel de hombres, Dreier se
dirigió a presenciar el trabajo de las hermanas de Notre-Dame-de Charité-du-Bon-
Pauster, quienes se encontraban a cargo de las mujeres y las jóvenes convictas, además de
dar asilo a los niños abandonados de entre dos y catorce años. Desde su convento central
en d’Angiers, Francia, las hermanas del Buen Pastor, como se las conoce en Argentina, se
dirigen a todas partes del mundo para cuidar de convictas y huérfanos. En este país
establecieron diecisiete establecimientos, que se diferenciaban mucho de las cárceles
como comúnmente se las conoce, tanto por la libertad que gozaban las convictas en el
interior del claustro, como porque las hermanas combinaban las tareas carcelarias junto al
cultivo del alma y la educación en actividades que preparaban a las mujeres para el futuro
(Dreier 134). Las diferencias no siempre se vuelcan negativamente para lo ocurrido en
Argentina. Examinemos este ejemplo:
Within their section of the building they had absolute liberty, enabling
them to look down from the long running balconies from which the
dormitories opened, into the beautiful courtyard below, full of tropical
plants with swinging baskets of flowers which were repeated in the
various balconies above. Here also were singing many gaily colored birds
in their cages. [. . .] In what contrast is the women’s prison at Joliet,
Illinois, with nothing to relieve the eye from the window in each little cell.
The dreary courtyard, the dreary hall, the dreary out-of-doors. Just
dreariness and monotony, monotony and dreariness. (135)
126

Otro grupo de hermanas de la Caridad desempeñaban sus tareas en los hospitales
como enfermeras. En el Hospital Nacional de Clínica las hermanas hacían su trabajo bajo
el control de los doctores, mientras que en la mayoría de los hospitales las hermanas de la
Caridad tenían la última palabra con respecto a los pacientes, incluyendo a lo que
respecta su medicación. Si ellas no estaban de acuerdo con respecto a la medicina
prescripta, podían pasar por alto la decisión de los doctores y hasta cambiar sus
medicamentos y dosis. Como consecuencia de ello los doctores reclamaron, y si bien la
autora no especifica ante quién, ésta da a entender que los resultados conseguidos por los
galenos fueron negativos porque las Damas de la Sociedad de Beneficencia respaldaban a
las monjas debido a su conexión y al gran apoyo que le daban a la Iglesia Católica (123).
Uno de los objetivos del viaje de la sufragista norteamericana era adoctrinar
mujeres que estuvieran en posición de promover cambios en la situación general de la
mujer argentina. Sin embargo, Dreier no perdió de vista la situación de la “otra” clase de
mujer, la obrera, a quien se le pagaba “starvation wages” (15) y cuya situación se
semejaba a la de una esclava más que a la de una mujer libre. A diferencia de otros
viajeros, se interesa en particular por la situación laboral de la mujer, pero resulta
sorprendente que no visitara conventillos o fábricas, donde hubiera tenido la oportunidad
de entrevistar personalmente a las obreras.
Según lo observado en su trabajo, Katherine Dreier recurrió más a las fuentes que
a la experimentación personal con respecto a la búsqueda de datos; y con ese objetivo en
mente se acercó a los ambientes en que las mujeres argentinas ya inmersas en
movimientos sufragistas luchaban por cambios. Primero conoció a Carolina Muzilli, hija
de italianos emigrados a la Argentina, quien escribiera el mejor ensayo a nivel mundial,
en donde se problematiza la situación social de la mujer que trabaja fuera de la casa o
dentro de ella en relación de dependencia. En este estudio presentado en la sección de
Economía Social de la exposición de Gantes en Bélgica en 1913, la propagandista e
investigadora fue distinguida con diploma y medalla de plata. Muzilli además de indagar
sobre la situación de las obreras en las fábricas, también se centró en las condiciones de
trabajo de las telefonistas, las vendedoras y las madres trabajadoras. Siendo ella misma
una obrera, Carolina Muzilli, creyó que con su propio esfuerzo podría cambiar la
situación de la mujer trabajadora en el país. Sin importar cuál fuera su puesto, la paga
127

ecibida por la mujer era miserable, así como las condiciones bajo las cuales trabajaba.
En los últimos años de su vida, la reformadora se dedicó a escribir para informar de las
necesidades de las mujeres y los niños de su clase. “It is extraordinary” dice Dreier
“when one realizes that she was one of the common people- one of the common people of
Buenos Aires, and yet in a World of competition of scientific research on the subject of
the work of women, her pamphlet was the best” (196).
Su estudio fue el mejor, porque conocía el problema desde adentro, por
experiencia propia y no por observación científica. José Armagno Cosentino, quien
recopiló información y entrevistó a personas que conocieron a Muzilli sostiene que:
“Carolina fue en busca de las pruebas que fortalecieron la razón de ser de su ideario y lo
hizo recorriendo todos los lugares de trabajo. Fue así como logró sorprender a la opinión
pública con revelaciones que a más de uno debieron sonarle a cuentos de hadas” (28). En
la monografía misma, la señorita Muzilli cuenta cómo consiguió la información para
realizar su investigación: “Obtuve en las fábricas y talleres los datos pertinentes a las
mujeres que trabajan en ella. Confronté salarios, horas de labor, dados por la gerencia con
los datos obtenidos interrogando a las obreras. Y para ser más minuciosa la labor, he
visto los salarios en las libretas de pago y de ellas las he extractado” (Armagno Cosentino
29-30). Nadie mejor que una de ellas, una “of the common people” como la llama Dreier,
para denunciar y defender la situación de la mujer y los niños obreros en la Argentina de
principios del siglo XX, quienes formaban parte de una raza debilitada y aplastada por el
trabajo brutal al que eran sometidos.
Katherine Dreier, también durante su visita se dirigió al Teatro Argentino donde
tuvo la oportunidad de ver hablar al Doctor Alfredo Palacios, organizador del Partido
Socialista Argentino, entre cuyos líderes se encontraba la española-argentina Juana
Rouco, una de las mejores oradoras públicas del país. Dice Dreier que: “I was especially
struck with her personality for she looked with the same great vision which one of the our
great women leaders has always had, Leonora O’Reilly, who did so much to forward the
Trade Unionist movement in the city of New York” (199). En esa ocasión no pudo verla
hablar pero sí saludarla personalmente. Fue en la Organización de Costureras donde
escuchó un discurso de esta notable joven perteneciente al partido socialista.
128

En esta reunión también tuvo la palabra la Doctora Alicia Moreau, quien llegó a
la Argentina a los cinco años desde Londres, y se desempeñó como médica, periodista y
dirigente política socialista. Esta mujer tuvo participación en las luchas feministas de las
primeras décadas del siglo XX y presidió la Asociación Pro Sufragio Femenino y la
Unión Feminista Nacional. La Doctora Moreau si bien no estaba en la lista de oradores,
dada su presencia fue invitada a pronunciar un discurso. “It was one of the best addresses
I ever heard her make, in which she emphasized the need of the Argentine workmen to
cooperate with the Argentine workwomen, because after all, the workers of the world are
one, and what is detriment of one, is to the detriment of all” (201). Según la médica, los
salarios bajos y las malas condiciones de trabajo entre las mujeres, también repercutía en
la situación laboral de los hombres. Esta idea fue recibida con gran aceptación entre los
concurrentes a esta reunión gremialista, quienes ovacionaron a la dirigente socialista.
Según observaciones de la sufragista, “Most of the professional women in the
Argentine have some strain of foreign blood in them, either French, Italian, German or
English” (223), pero se olvida de la sangre española, tal vez por no considerarla
extranjera, o tal vez porque no coordina con uno de los propósitos generales del libro de
exaltar a las razas del norte. De todas maneras la sufragista norteamericana tiene razón al
señalar que estas mujeres en general o eran extranjeras o sus padres lo eran y que con
ellos, en muchos casos, venían los primeros embriones de la lucha gremial.
También de afuera venía el discurso racial que prevalece en la narrativa de la
norteamericana, que aunque lo intenta no puede escapar de las ideas que forman parte del
imaginario político-social de la época. Las divergencias raciales, a veces atribuida a la
influencia de los moros en el hombre hispano, o por la posición geográfica –habla de los
hombres del norte y del sur-, también propone al clima como factor estimulante o
depresor en el carácter de las personas.
Según la viajera estadounidense, el clima reinante en los países del hemisferio
norte es estimulante, da cierta clase de vigor y las dificultades físicas son superables (16)
dando como resultado un ser (pre)ocupado por ideales políticos y morales enaltecedores.
En cambio se sorprende de ver en Argentina un alto grado de egoísmo en los hombres,
interesados en su bien económico y político basado en la avaricia y los celos. La misma
autora sostiene que: “this desire of leadership seems due to a great extend to the gambling
129

spirit by which so much of the wealth of the Argentine has been made, not through hard
labor as with us, but through speculation” (17), lo que a la vez ha influido en el carácter
moral de los habitantes del país, hecho que al combinarse con el clima “makes a very
serious hindrance to the real development of the Argentine” (17).
Una vez más sus prejuicios de raza salen a la luz cuando menciona su
participación en las reuniones de las asociaciones de trabajadores en donde los
participantes eran todos de la raza latina e inconscientemente nos confía que: “I had had
more confidence in the Trade Unions of Anglo-Saxon origin or those of the northern
races, than I had had of the Latins” pero para nuestro alivio la autora continua diciendo
que: “these meetings absolutely swept away every prejudice I had had and I was filled
with tremendous confidence for the future of the world” (202). Los viajeros, y Katherine
Dreier no es la excepción, relataban su experiencia sudamericana basada en una selección
de códigos culturales que “reflejaban tanto prejuicios raciales, de género y de clase como
las ansiedades de sus sociedades acerca del funcionamiento de la democracia, las
instituciones de control social y las transformaciones culturales asociadas al proceso de
modernización” (Salvatore 10), con los objetivos de, por un lado, construir un sujeto nonorteamericano
o europeo, y por el otro encontrar “un espacio de reflexión sobre los
problemas ‘del Norte’” (Salvatore 10).
Para la autora, la falta de independencia de las mujeres en Argentina, teniendo en
cuenta lo joven del país, fue inesperado. Si bien se podía esperar de países como Italia y
España, en donde la tradición relacionada con el pasado estaba fuertemente arraigada, en
países nuevos como Argentina le resultaba sorprendente. Si bien en un primer momento,
la sufragista norteamericana temió emprender su viaje hacia Sudamérica por la falta de
antecedentes de viajeras embarcándose en tal empresa, su visión así como sus
conocimientos preconcebidos fueron modificados al reconocer el potencial existente en el
cono sur, especialmente entre las mujeres profesionales y gremialistas, quienes en lucha
conjunta, abogaban por una mejoría en la situación de la mujer y su familia y por
extensión del país.
130

Aníbal Latino: Tipos y costumbres bonaerenses (1886)
Los escritos de viajeros son siempre de importancia para la aprehensión y
comprensión global de los fenómenos que apremian la realidad nacional. La visión de un
extraño difiere de la del individuo que se encuentra inmerso en el contexto cultural y
social, porque la costumbre hace invisible a los ojos, los detalles y las particularidades
que las convierten en familiar para él. El viajero, por el otro lado, se extraña ante esa
cotidianidad ignorada por el natural y vuelca en sus escritos esas impresiones
inapercibidas que para sus lectores se convierte en una fiesta de color local. Tal es el caso
de un viajero y periodista que vino para quedarse en la Argentina. Aníbal Latino era el
seudónimo de José Ceppi, un italiano nacido en Génova en 1853, y quien después de
desempeñarse como militar y como periodista en España, llegó a las costas del Río de la
Plata. Dos años después de su arribo, publicó su primera obra Tipos y costumbres
bonaerenses en 1886, y en ella registra sus primeras impresiones con extraordinaria
sagacidad sobre la ciudad de Buenos Aires, su gente y su forma de vida.
Este enfoque resulta novedoso y clarificador, no sólo porque registra
inteligentemente lo anteriormente pasado por desapercibido, sino por la variedad de
temas que encara y las preguntas retóricas que esperan por respuestas, o bien por el
accionar de los hombres públicos a quienes se les escapan de la mirada, los problemas
que aquejan a los más necesitados. La multiplicidad de temas también hace de este
ensayo sobre la cuestión social uno de los más completos y acabados de los escritos en el
siglo XIX.
Ni la mujer extranjera ni la inmigrante escaparon a la mirada de Latino, quien
debido a su condición de observador y periodista no desestimaba de importante la
presencia de aquellas mujeres en el contexto porteño finisecular. Una mañana mientras se
encontraba en búsqueda de “campos de observación” (82), el reportero entra en un hotel
de la calle 25 de Mayo y tras sentarse en una mesa del comedor nos anuncia que en el
local “predominaba el elemento europeo: siete u ocho grandes y pequeñas potencias del
Viejo Mundo civilizado estaban debidamente y brillantemente representadas” (83). Pero
lo que le llama la atención es la presencia de “tres estrellas errantes del sexo femenino, a
cuyos atractivos hubieran podido oponerse muchos peros, no sé si por la hora
131

intempestiva en que nos hallábamos o por tratarse de matronas empeñadas en parecer
doncellas, o de jóvenes envejecidas antes de tiempo por los abusos de una vida
desarreglada” (83). Las artistas, según aprendemos de la narración, se tratan de una
cómica española, que representaba en Buenos Aires Las campanas de Carrión, una
zarzuela estrenada en el teatro Nacional, y las otras dos sentadas en una mesa aparte eran
“cantantrices” (84) de origen italiano.
La representación de Latino de las artistas es un tanto caricaturesca, en donde
retrata las deficiencias de carácter y modales de las extranjeras. La vulgaridad de las
italianas, por ejemplo se manifiesta no sólo en la manera de comportarse en la mesa en la
que hablaban de opera “mientras con el tenedor hacían entrar en la boca, varias tiras de
tagliarini que de ella colgaban, luchando para volverse al plato” (84), sino también en el
término utilizado para describir su profesión. El término híbrido compuesto por
‘cantante’ y ‘actriz’ no las sitúa ni en uno ni en otro rubro, de esta manera el autor
minimiza la potencia profesional de las artistas europeas degradando su importancia en el
medio. Por medio de la categorización de estas mujeres en sus profesiones de carácter
híbrido, como si no pertenecieran ni a uno ni a otro género, Latino proyecta la identidad
mediata de las mujeres, a la vez que constituye categorías de poder en el campo
simbólico. Este fenómeno se ve enfatizado si tenemos en cuenta la categorización del
público asistente a los diferentes teatros de Buenos Aires en esa época. El teatro Colón
contaba con los contertulios más distinguidos de la sociedad, mientras que los que
asistían al teatro Nacional o al teatro de la Opera no compartían el mismo estatus social y
económico de los que se autocalificaban como perteneciente a la high-life. 75
Aníbal Latino también se fija en las inmigrantes en el capítulo denominado “Los
que vienen”. Esta separación no sirve sino para enfatizar una de las directrices de este
proyecto: la categorización inconsciente de las mujeres provenientes de otros países en
inmigrantes y extranjeras.
75 La estratificación social del público que asistía al teatro, y en este caso en particular a
la opera, no sólo es notable en la disposición u ocupación de los espacios destinados
dentro de la sala, sino también por el público concurrente a los diferentes teatros. Para
más información ver el artículo de Ricardo Pasolini.
132

Mientras que en los hombres la ilusión de una América dorada fue la principal
motivadora de la emigración, para las mujeres se presentó, en general, más como una
necesidad práctica de mantener a la familia unida. No es una novedad que las inmigrantes
vinieran acompañando a sus esposos o a su familia en los primeros momentos de la gran
inmigración 76 , y el caso de Doña Luisa Naquet no es diferente. La francesa llegada a las
costas del Río de la Plata hacia 1871 se instaló en una casa de inquilinato en la calle
Esmeralda, con su esposo Don Manuel Rodipant y dos hijos, uno de tres y otro de cinco
años de edad. Latino recurre a la práctica del seudónimo para ocultar la verdadera
identidad de los franceses quienes en el tiempo en que se escribe esta narración ya vivían
enriquecidos y ocupando un lugar de prestigio en la sociedad de Buenos Aires (117).
Don Manuel, hijo de un humilde carpintero, en Francia pasó su juventud hasta los
17 años “frecuentando escuelas y colegios, y como natural consecuencia, la compañía de
jóvenes de posición más elevada, y con ellos placeres y diversiones” (118). Su padre, a
diferencia de lo que a él le había ocurrido en la vida, quiso hacer del joven un doctor y
desestimó la importancia de cultivar en su hijo el amor por el trabajo duro. Así el joven, a
pesar de las recomendaciones y los consejos prácticos de los amigos a su padre, creció en
una atmósfera de falsas pretensiones. Al morir su padre, Manuel no pudo continuar con
sus estudios de medicina y difícil le fue encontrar un trabajo calificado para él. Lo mismo
le sucedió al llegar a Buenos Aires y fue Doña Luisa quien en los primeros momentos
mantenía la familia a base de costuras de chalecos.
El papel desempeñado por la francesa en los primeros tiempos era tanto el de
soporte económico como moral de su familia. Al regresar el esposo de su búsqueda
infructífera de trabajo tan sólo examinaba el semblante de Don Manuel, y con el objetivo
de romper con “aquel silencio [. . .] para los dos más penosos que las recriminaciones, las
quejas, y los desahogos airados” (122) Luisa le decía: “¡Nada! No te aflijas, hombre; de
hambre no nos moriremos. Esta noche concluyo esta media docena de chalecos y me
habré ganado más de un duro. De esto no ha de faltar, y mientras tanto iremos viviendo”
(122).
76 Más tarde, las inmigrantes tomarían la iniciativa debido al relajamiento de costumbres
y oportunidades que la modernidad les abría.
133

Este caso, por un lado, revela que no sólo la necesidad económica es la que
apremia e influyen en la decisión de emigrar, sino un cierto grado de ideas irreales
preconcebidas de los que dejan sus tierras en busca de otras. Ya lo había anticipado
Latino a modo de prólogo a esta historia de esta manera: “Casi todos los que llegan de
Europa sueñan con algo que no existe, llegan con la cabeza repletas de rarezas, de
imposibles, de absurdos, de cosas fantásticas creadas por su imaginación, lo cual hace
que aquí reciban, entre otros bienes, ideas precisas de muchas cosas que ignoran, y una
lección severa del positivismo de la vida” (117). La realidad argentina le hizo ver a Don
Luis, tras un rotundo fracaso en la búsqueda de trabajo calificado, que los capitales se
hacen desde abajo y no con falsas pretensiones, además de revelar el carácter formidable
de las mujeres que los acompañaron, quienes no dudaron en ser las primeras en la nueva
tierra de olvidarse de su pasado y convertirse en las proveedoras de la familia.
Otro grupo de inmigrantes que atrae la atención de Aníbal Latino es el que se
ocupa del servicio doméstico. En 1857 llegaron al país los primeros contingentes
considerados como inmigrantes de acuerdo a lo establecido en la Constitución argentina
con un total de 4.951 personas de ambos sexos (Alsina 15). En 1887 se levanta un censo
general de población, edificación, comercio e industrias de la ciudad de Buenos Aires,
cuyas cifras revelan la realidad del mundo laboral y productivo de la ciudad. Si bien la
información de este censo se recopila un año después de la publicación de Tipos y
costumbres bonaerenses (1886), los números son significativos y en proporción en una
trayectoria de unos meses no deberían haber cambiado mucho. Según este censo en el
rubro de “Personal de servicio” las mujeres registradas bajo “servicio doméstico” eran
10.012 argentinas y 10.723 extranjeras, 77 que demuestra el alto índice de ocupación en
esta actividad. Sin embargo, lo que no queda sentado en el censo, es la movilidad de las
mujeres en este trabajo, causante de ‘grandes trastornos’ y dolores de cabeza a quienes
servían.
77 En el rubro de ‘Planchadores’ 2.125 eran nativas y 2.366 extranjeras mientras que en
“Lavadores” sobresalía el número de extranjeras de 3.390 contra 954 argentinas.
Significativo en este censo es el número de extranjeras sin especificación de su trabajo
que llegó a 42.195 (citado en Gil 37).
134

Común en la sociedad finisecular eran las huelgas del personal del servicio
doméstico en búsqueda de mejoras salariales. Uno de los informantes de Latino le
confiesa que en tres años habían pasado por el servicio en su casa veinticinco personas; y
que estaba al borde de perder su paciencia con las “fregatrices”, de acudir a las agencias
de empleo y a los diarios. Además confiesa que “yo he probado de todo: dicen que las
que llegan de Europa no están pervertidas, no conocen el país, no tienen amigas, y son
mejores. Las he tomado en el mismo muelle de pasajeros, y en el hotel de inmigrantes,
aún ataviadas con las rústicas faldillas que usaban en las montañas de Galicia o de
Calabria, cuando por no saber nada, ni hablar sabían” (135). También confiesa desde su
perspectiva de clase y género, el trato poco recomendable impartido hacia las muchachas
quienes eran psíquicamente abusadas y hasta físicamente en algunos casos. Luis
Delponte, el informante, continúa diciendo que: “eran unos monigotes, a quienes era
preciso estar gritando todo el día, y hacerlo todo para que aprendieran, así que en vez de
servir eran las servidas; pero en fin se contentaban con poco, eran humildes, y podía
usted gritarlas a su antojo” (135).
Las recién llegadas eran las preferidas de escrupulosos como Delponte que
requerían mucho por poco y si fuera posible por nada. Por más humildes que fueran las
empleadas en el servicio, estas mujeres con el tiempo y con el contacto con otros
sirvientes, aprendían sobre sus derechos y obligaciones y estaban dispuestas a hacerlos
respetar, algo que los patrones no creían estar obligados. Pero en una sociedad progresista
mercantilista todo se rige por la oferta y la demanda, y como los trabajos sobraban, las
empleadas esperaban el mejor momento para cambiar de casa.
Lo que originalmente comenzó como una queja en contra del servicio doméstico
en el texto se convirtió en una manifestación de disconformidad con respecto a la mujer
argentina de sociedad, quien era incapaz no sólo de hacer las tares domésticas, sino que
faltaban a su obligación primera que era la de criar a sus hijos. Partiendo de la ama de
leche o nodriza que se encargaba de amamantar a los hijos en familias ricas así como al
propio, pasando por la gobernanta o institutriz quien tenía a cargo la educación de los
mismo más tarde o consecutivamente. Esta clase de actividad remunerativa se
categorizaba bajo el rubro de servicio doméstico y un gran porcentaje estaba compuesto
de mujeres inmigrantes y extranjeras.
135

En la conversación sostenida por Latino y su informante, la falta de servicio
doméstico en la escena bonaerense con sus subsecuentes huelgas fue categorizada como
“un mal”, un mal que aquejaba al país en donde “la gente decente” no podía explotar a
gusto a los que, con respecto a la posición social, se encontraban en desventajas. Este
‘mal’ por otro lado sirvió para revelar otros males como por ejemplo la inestabilidad y los
cambios que se producían en las estructuras sociales y económicas y que la “gente bien”
todavía no estaba dispuesta a aceptar.
Como periodista, Aníbal latino, sale en busca de campos de observación
Es evidente una categorización en la presentación de información con respecto a las
mujeres inmigrantes y extranjeras en la obra de Aníbal Latino. Mientras que cuando
delinea el perfil de las artistas italianas y españolas que encontró en el Café, se permite
enfatizar sus malos hábitos y costumbres, además de minimizar su potencial artístico al
llamarlas “cantantrices”, su tono jocoso cambia a uno más serio al hablar de la
participación de Doña Luisa, la francesa, que se presenta como soporte moral y
económico de su familia en los primeros años de su estancia en Buenos Aires. Estos dos
casos de viajeras, ejemplifican dos tipos de mujeres de características y connotaciones
opuestas. Por un lado, la artista de vida nómada, liberada y de dudosa moral es expuesta y
caricaturizada como vulgar, mientras que a la francesa la eleva en su descripción como
mujer-madre de familia y sustento familiar. Con respecto a la tercera mención de
inmigrantes, se refiere al grupo de mujeres que se dedican a los servicios domésticos y la
explotación a la que son sometidas por parte de la oligarquía. A pesar que su informante
pertenecía a este grupo, las quejas y observaciones de éste último son las más reveladoras
de la situación de explotación a la que estas mujeres estaban supeditadas. Mientras que en
los casos anteriores Latino describe lo observado desde su propio punto de vista, en este
caso recurre a la técnica del diálogo para enfatizar la veracidad del relato. De esta
manera, se da lugar a una crítica de la clase dirigente emanada de ella misma, mientras
que enfatiza la movilidad económica y social de las mujeres inmigrantes.
Albert Londres: The Road to Buenos Ayres (1928)
Tal vez la europea que mayor visibilidad tuvo en la Argentina entre los años
1880-1930 fue la prostituta. La necesidad del estado, y no sólo del argentino, de controlar
136

los cuerpos femeninos y su esfera de movilidad se refleja en la actitud de gobiernos tales
como el de Francia, Inglaterra y Alemania, quienes se preocuparon por la protección del
“honor” de sus ciudadanas en el extranjero. Como Donna Guy lo observa: “Many
international reformists groups were particularly shocked by aspects of legal prostitution
that purportedly forced some Europeans women to migrate involuntary to countries like
Argentina and provide sexual gratification for men of different nationalities and races”
(“White Slavery” 61).
Estos grupos internacionales, entre los cuales se encontraban la Asociación de
Vigilancia Nacional, la Federación Internacional Abolicionista, el Bureau Internacional
para la Supresión de la Trata de Blancas y el Cuerpo Especial de Tráfico de Mujeres y
Niños de la Liga de las Naciones, buscaron abolir la prostitución femenina legalizada y
entendieron como primer paso enviar a sus representantes para investigar y luego reportar
sobre la situación de las mujeres europeas en burdeles extranjeros. Hacia 1904, un
acuerdo internacional ratificado en París requería a los países que tomaron parte en la
firma de tal documento, que crearan agencias para controlar “the movement of people
suspected of importing and exporting ‘women and girls destined for an immoral life’”
(Guy Sex and Danger 25).
Argentina, en especial Buenos Aires, presentaba condiciones sociales, políticas y
geográficas propicias para el desarrollo de la comercialización de mujeres extranjeras. El
desbalance en números entre hombres y mujeres, causado por la inmigración masiva de
hombres jóvenes, en su mayoría solteros o bien con familias en Europa, la tolerancia
latina y la aceptación de la prostitución, la corrupción de los oficiales del gobierno y la
policía, falta de leyes, así como nuevas rutas de navegación y la expansión de las flotas
navieras hicieron posible al mismo tiempo que facilitaron la trata de blancas. Ya hacia
1877, según las estadísticas encontradas en las Memorias de la ciudad de Buenos Aires
cerca del cincuenta por ciento de las prostitutas registradas por primera vez eran
extranjeras y entre 1889 y 1901 este porcentaje aumentó a un setenta y cinco por ciento
(Guy Sex and Danger 25). 78
78 No fue hasta después de la Primera Guerra Mundial que el número de mujeres
extranjeras registradas como prostitutas bajó, incrementando de manera directamente
proporcional el número de argentinas registradas en tal ramo.
137

Ante una lluvia de acusaciones provenientes de diferentes sectores
internacionales, el gobierno argentino, viéndose incapacitado de responder efectiva e
inmediatamente, replicó tímidamente con algunas legislaciones y nombramientos de
comités para supervisar la comercialización de mujeres y la prostitucion a nivel local.
Nacionalmente la trata de blancas había recibido la atención de grupos de mujeres de la
sociedad argentina, en su mayoría nacidas en el extranjero, que fundaron entre ellos en
1893 The Swiss Union Internationale des Amies de Jeune Fille (La unión Internacional
de amigos de jóvenes) quienes establecieron una casa para mujeres inmigrantes
subsidiada por medio de subscripciones de consulados locales y la comunidad de
comerciantes extranjeros residentes en la Argentina. En 1902 se fundó la Asociación
Nacional Argentina contra la Trata de Blancas, organismo que a partir de su fundación
tendrá gran repercusión en temas relacionados a la ley de inmigración y leyes
relacionadas con la prostitución. Según las observaciones de Guy, la nueva organización
fue dirigida por hombres prominentes, en general inmigrantes ellos mismos, así como por
políticos y reformadores morales. Bajo la supervisión del primer presidente el Dr. Arturo
Condomí, la asociación propuso una ley que le permitía al gobierno argentino monitorear
la inmigración de mujeres inmigrantes llegadas sin compañía de un familiar –entiéndase
masculino- o menores sin autorización del padre. En junio de 1903 una propuesta
revisada fue enviada al Senado argentino, pero le tomaría al Congreso diez años más para
aprobar una ley en contra del tráfico ilegal de mujeres extranjeras (Sex and Danger 26-
7).
En 1928 aparece un reporte que responde a inquietudes planteadas por la Liga de
las Naciones con respecto al tráfico ilegal de mujeres para la prostitución. Le chemin au
Buenos Aires, escrito y publicado en el mismo año por el periodista francés Albert
Londres, fue inmediatamente traducido al inglés como The Road to Buenos Ayres por
Eric Sutton. Ya para 1921 la Liga de las Naciones había organizado un comité especial
dedicado a investigar el tráfico internacional de mujeres que eran comercializadas con
fines de prostituirse. Originalmente el grupo, conocido como el comité de Tráfico
Internacional de Mujeres y Niños de la Liga de las Naciones se enfocó en el tráfico desde
Europa occidental a América del Sur y Central, pero luego se extendió a América del
138

Norte y los países del área del Mediterráneo, Mar del Norte y la zona del Báltico (Guy
Sex and Danger 114).
Tan pronto como se legalizó en Buenos Aires la prostitución dentro de los
burdeles autorizados por la municipalidad de la ciudad en 1875, 79 la conexión existente
entre la legalización de la prostitución y la comercialización internacional de mujeres
para tal fin comenzó a evidenciarse. En el Buenos Aires de fines de siglo XIX, los
tratantes de blanca tomaron ventaja de esta medida e hicieron de la migración clandestina
de mujeres un negocio legal. Organizándose en grupos nacionales, los franceses quienes a
la vez se subdividían entre los hombres del “Centro” y los del resto de Francia. También
conocido como “Le Milieu”, los hombres del Centro que provenían de Marsella, lograron
la mayor notoriedad, seguidos por los polacos, en su mayoría judíos, y los cafisos
criollos. 80
Según Londres en su reportaje -y aunque se refiere al “Centro” podríamos
extender esta definición a todos los grupos que comercializan con mujeres- las
confraternidades de tratantes de blancas constituían estados independientes dentro de una
nación, quienes reconocían a los policías como una fuerza extranjera y para quienes
necesitaron destinar “embajadores” con el objetivo de mantener buenas relaciones. El
aspecto comercial de la prostitucion es evidente no sólo por las transacciones en que los
bienes-mujeres son intercambiados, sino por la esfera de circulación que abarca. Londres
sostiene que: “The ‘Center’ is a body of men who deal in women quite openly, just as
others deal in forests, honors, mines, or mineral water spring. It is a corporation” (104)
que no se limita a las ganancias de los tratantes de blanca, sino que permite la
79 Según Donna Guy en enero de 1875 la municipalidad de la ciudad de Buenos Aires
legalizó el comercio sexual femenino dentro de burdeles autorizados. Esta información
fue tomada por la mencionada crítica de Las actas del Consejo Municipal de la Ciudad de
Buenos Aires datadas el 5 de enero 1875, pp. 317-23 y del 1º de septiembre de 1888 pp.
268-7(citado en “White Slavery” 60).
80 Si bien fueron los húngaros los pioneros de la comercialización de mujeres en
Argentina, pronto fueron superados por los franceses. Un punto interesante a considerar
es que las primeras mujeres llevadas a Buenos Aires por los húngaros, aunque con la
intención de ser vendidas como prostitutas, en su mayoría terminaron contrayendo
matrimonio con hombres desesperados en conseguir esposas en un país donde las mujeres
escaseaban. Para más información ver el capítulo IV de Edward Bristow.
139

participación económica de todas sus partes, incluyendo tanto a las mujeres prostituidas y
sus familias, como a las municipalidades y sus autoridades, además de la policía. Los
impuestos cobrados a los burdeles sancionados por el Consejo Deliberante de 1887, por
ejemplo, eran de quinientos pesos diarios, mientras que las casas de baile con licencia
pagaban solamente diez pesos por noche (Carretero 54). 81 Esta discrepancia fomentó la
práctica de denunciar a los establecimientos como casas de baile, mientras que
clandestinamente eran prostíbulos (Carretero 54). De acuerdo a la ley de prostitución de
1875 las mujeres que comercializaban con su cuerpo o vendían favores sexuales a más de
un hombre debían someterse a un examen médico cada dos semanas, lo que implicaba un
gasto extra para las mujeres y ganancias para los expedidores de los certificados. 82
La prostitución emerge de esta manera como un emprendimiento económico
productivo, cuyo éxito radica en la cuidadosa bifurcación del trabajo y una puesta en
práctica estructurada y planificada. Es así como lo ve y reporta Albert Londres en su
texto, cuyo objetivo principal parece alinearse junto a los discursos que deseaban
terminar con el mito de la imagen paradigmática de la blanca joven inocente, engañada, o
bien raptada por los traficantes. Para eso, emprende su viaje a Buenos Aires, como el
título de su texto lo indica, para entrevistar a los tratantes, las prostitutas, las madamas y
todo aquel que estuviera inmiscuido en el tráfico de mujeres y el comercio sexual en la
capital Argentina. Sus contactos comienzan en un bar en Faubourg St. Denis, Francia,
donde se encontró con uno los hombres de “Le Milieu”, centro que organizaba a los
tratantes de blanca así como sus intereses económicos.
Tras ponerse en contacto con uno de los más recientes agregados al Centro, hacer
trabajo de campo en el bajo fondo parisino y obtener la dirección de cierta librería
francesa que servía de base de operaciones en la capital Argentina, el reportero emprende
su camino. Se embarca desde Le Havre, haciendo escala en Bilbao, donde se encuentra
con una pareja de franceses compuesta por un ‘mercader’ y una joven. Según las
especificaciones del pasaporte él era Lucien Carlet, actuante de la profesión
81 Archivo de Higiene Municipal, Legajo 30-1887, Comercio.
82 Esta y otra información al respecto puede conseguirse en Las Actas del Consejo
Municipal de Buenos Aires redactadas en el 5 de enero de 1875.
140

anteriormente mencionada, y ella era Blanche Tuman, costurera fina. Ambos tenían
cabinas separadas y oficialmente no viajaban juntos. Este era uno de los procedimientos
comunes al que se recurría para evitar cualquier sospecha de las autoridades de
inmigración que inspeccionaban y entrevistaban a las mujeres antes de bajar del barco. La
joven ‘costurera’ poseía un certificado de “carácter y respetabilidad” de su hermana
perteneciente a la Congregación San Vicente de Paul, que debía presentar a las
autoridades en el momento de la entrevista. Para mayor seguridad la muchacha
desembarcaría independientemente en Montevideo donde la esperaban otros hombres del
Centro y la ayudarían a cruzar hasta Entre Ríos, una de las provincias del litoral
argentino. En Buenos Aires la esperaría su traficante.
Para burlar a las autoridades portuarias francesas habían embarcado en Bilbao. La
joven era menor de edad, llamada “underweight” o “short weight” (21) en la jerga de los
traficantes, y por esa razón usó la documentación de su hermana mayor –una monja- para
salir del país. La joven durante el trayecto a Buenos Aires evidencia sumisión y una
actitud servil hacia su transportador, características ejemplificadotas de las condiciones
buscadas por los buenos reclutadores porque presentaban una gran ventaja para ambas
partes. La joven inexperta se mostraba enamorada y él, tan sólo, no le hacía faltar nada.
Le había comprado nueva ropa, le había hecho teñir el cabello de rubia y le había
embarcado un camarote en segunda clase, mientras que a otras ‘remontas’ –mujeres para
la exportación en la jerga de los hombres del Centro- las hacían viajar como polizones
escondidas durante el día en los closets de los grumetes o en el cuarto de máquinas; sólo
pudiendo respirar aire fresco durante la noche cuando se les era permitido salir.
Gran parte del éxito de la empresa en el negocio de los traficantes radicaba en la
buena selectividad de los bienes o “pieces of good” (5) en el texto. Pensaban que las
chicas que tenían problemas, las afligidas y la semi-profesional inofensiva eran ideales
para el comercio sexual, a diferencia de las que tenían experiencia que por lo general eran
curtidas, viciosas y no eran fáciles de engañar. De hecho una de las proclamas de los
hombres del Centro es: sólo se toman aquellas mujeres que están disponibles y quieren
mantenerte. Estos ‘empresarios del amor’ sostienen en sus entrevistas que a diferencia de
lo que la gente piensa, ellos no seducen a sus mujeres sino que les descubren su vocación
(200) y les enseñan el negocio (202).
141

Los viejos hombres del Centro tomaban su profesión en serio. Sabían de los
riegos, y a diferencia de los nuevos cafishios, poseían principios y se consideraban
devotos a la profesión. Si bien su trabajo para ellos, por un lado era “business” (139), en
otros momentos se ven a ellos mismo como ángeles guardianes. Los hombres del Centro
autoproclamaban mantener a las mujeres alejadas de vicios, menos el sexual, por
supuesto. Los proxenetas controlaban las anormalidades de comportamiento de las
mujeres llegando a tal punto que creían que levantaban el nivel moral de la profesión.
“What do they do without us?” se pregunta unos de los miembros, “they smoke, drink,
dance, take snow, flirt, and even have affairs with each other” (136).
Además no todo lo que entraba en el negocio eran ganancias y le detallaron al
periodista sus gastos:
To begin with, a woman costs about thirty thousand francs, whether you
go to France for her, or have her sent over, or buy her on the spot. That’s
something! Next, the rent of the casita, - about seven or eight hundred
pesos a month: the upkeep of the lady and her servant: the money sent
home every month: the multa (fines): and damages! (133-4)
El trabajo de cafishios, según los principios del Centro, no es para cualquier persona; ‘we
must be administrators, instructors, comforters, and experts in hygiene” (134) sostiene
uno de ellos. Invierten dinero y recursos en las mujeres, las separan de las malas
influencias, inclusive algunos de ellos las hacen educar por tutores particulares, les
enseñan economía y el deber hacia su familia. Uno de ellos explica este punto así:
“without boasting, we can assure you that ninety per cent of these women had never done
anything for their parents. As soon as they have a man, they send money regularly to their
old grandmother, their sick father, or their little sisters; or rather, we sent it for them”,
explica el cafiso al mismo tiempo que le ofrece mostrar a Londres los recibos de las
órdenes postales del envío del dinero.
A diferencia de los otros grupos de traficantes en la Argentina, los hombres del
Centro no tenían más de tres o cuatros mujeres trabajando para ellos, de las cuales una
sobresalía y se la llamaba “my woman”. Ésta era la primera de las muchachas que se
prostituía para ellos. En general, la futura esposa del cafiso, se vuelve una parte tan activa
en el negocio como él mismo, y cuando quieren retirarse de la profesión, son ellas las que
142

piden enviar por una nueva remonta para que continúe con el trabajo, además de
encargarse de entrenarlas. Por lo general eran mujeres prácticas y entendían que a mayor
número de mujeres habría más rendimiento en las ganancias; y que siendo jóvenes y
bonitas atraerían a más y nueva clientela.
Para entender la complejidad y el alcance de la trata de blancas, Albert Londres
no sólo entrevista a los hombres del Centro, sino que se encuentra con las ‘damnificadas’
y con aquellas que tienen como misión rescatar a las muchachas de las garras de los
traficantes. Tal fue el caso de Madame Arslau, dama francesa, quien se encontraba en
Buenos Aires con el propósito de pelear por la Organización de la Trata de Blancas en el
nombre de los derechos de la mujer. Había fundado una Liga, de la cual era presidente, y
durante tres años consecutivos subía a los buques que llegaban al puerto de Buenos Aires
desde Francia en busca de muchachas descarriadas. En los tres años no pudo rescatar
ninguna; porque según lo expresa la francesa: “out of every hundred women, ninety were
willing: and as for the ten others, the pressure used was nothing very formidable. They
always chose their ‘man’ in preference to me” (190). Las recién llegadas tenían sus
prioridades claras y ante la intercepción de su redentora le contestaban: “I know what I
have come to do. I don’t want morality, I want food. Go and look after your children if
you have any” (190), en otros casos los insultos fueron directos.
Según Madame Arslau, la mayoría de ellas ya venían conscientes de su situación
y lo que se esperaba de ellas; y el sólo hecho de haber aceptado ser transportadas, en la
mayoría de los casos, en situaciones inhumanas, y supeditarse a los deseos y órdenes de
sus hombres, debería ser tomado como indicio suficiente de la aceptación de sus derechos
y obligaciones dentro del negocio de la prostitución.
En el complejo mundo del comercio sexual, la sociedad receptora también cumple
su parte. La trata de blancas no hubiera tenido el auge en Argentina que tuvo, sino
hubiera existido una sociedad que la aceptara y condiciones económicas y sociales
adecuadas. Para muchos la prostitución era un mal necesario y por lo tanto la importación
de las exóticas extranjeras formaba parte del sistema. Las francesas eran las más
requeridas y cotizadas en el ambiente. A diferencia de las judías que cobraban no más de
dos pesos, y eso dependiendo de la locación del lupanar, las francesas cobraban cinco
pesos y pasaron a ser conocidas en la historia como ‘las franchuchas’ o ‘franchutas’.
143

Albert Londres le dedica un capítulo completo de su reporte a este “army of hens” que
ataca estratégicamente y se sitúa en lugares donde los hombres solitarios se asientan para
forjar una vida mejor (93). Según el autor, estas mujeres trabajaron en conjunto con los
grandes libertadores que independizaron Argentina de las fuerzas opresoras; 83 y que por
lo tanto se le debe el reconocimiento debido por sacar a la luz el carácter real de los
argentinos, al mismo tiempo que revelaron la hipocresía existente en la sociedad y en
especial la de la clase dominante (93).
Por lo general la prostituta francesa era la más asediada por los caballeros de la
elite. Recurrentes asiduos a centros nocturnos y a la vida de calaveras, estos señores y
señoritos “foregather at night, to amuse themselves with boredomen [. . .] in dance halls,
the Tabarins, the Floridas, the Maipú Pigalle, and other festive resorts” (96) donde la
franchuta se llama a sí misma “artista”. El periodista sostiene que, si bien, no se puede
caracterizar a estas mujeres como ejemplares, lo que habían hecho “the instructresses”
con sus “rough pupils” (98) era admirable y que se requería de gran coraje, al menos para
una mujer, para revelar las pasiones y los deseos de estos hombres. El trabajo emprendido
por las institutrices del amor en los lugares más tristes del mundo revela el verdadero
carácter de los argentinos quienes “they pay you [franchuta], but you are still in their
debt” (97).
Pero para completar el círculo mediato de la práctica del comercio sexual Albert
Londres también entrevista a prostitutas y muchachas recién llegadas. Después de haber
tomado nota sobre la profesión desde la perspectiva del cafishio, el periodista encontró
imprescindible ver otra de las caras de la moneda y se dirigió a “una casa francesa” que,
como la ley lo establecía, sólo era ocupada por una prostituta y su sirvienta mayor de
cuarenta y cinco años, quien escudriñaba cuidadosamente a los que llegaban para ser
atendidos. Mientras esperaba en la sala de espera tuvo la oportunidad de estudiar a los
que asisten en busca de “Gallina” 84 y sacar sus propias conclusiones con respecto al
83 Aparentemente Londres no conocía mucho la historia argentina y menciona a José de
San Martín y Marcelo T. de Alvear como libertadores del país. Si bien el primero peleó
por la independencia de Argentina y América, al segundo no se le reconocen tales
méritos.
84 Desde muy temprano en el texto, Albert Londres, llama a las mujeres inmiscuidas en el
negocio de la prostitución “Gallinas”. En el texto sólo se explica que unos marineros
144

hombre argentino. Su nombre verdadero era Germaine, pero se la conocía en el oficio
como Mademoiselle Opale. Había estado en Argentina por tres meses y abiertamente
habló con el reportero sobre la experiencia de su primera semana. La francesa durante su
entrevista se refiere con orgullo al número de hombres atendidos que llegó a
cuatrocientos dos en el lapso de ese tiempo, pero como se podría esperar nunca mencionó
nada sobre su carga afectiva. Sólo menciona el esfuerzo físico al que se sometió y lo
extenuada que quedó. Culpó a los diputados socialistas de pasar leyes que reglamentaran
las casas de prostitución y ordenaran la presencia de una sola prostituta en ella, con el
propósito que no fueran explotadas. Con respecto a ésto Opale agregó: “I wish the
Deputies would try just one day of it!” (128).
A lo largo de este texto el discurso del dinero se deja escuchar permanentemente,
no sólo por parte de los hombres del Centro que como corporación maneja un lenguaje
comercial que abarca desde las operaciones de compra-venta hasta los cuerpos femeninos
tranzados, sino por las mismas mujeres que se expresan permanentemente en números al
recontar las veces que “se sacaron las zapatillas” 85 y el dinero ganado, sino en la semana,
en la carrera. Recurriendo al aspecto cualitativo de su profesión, la prostituta enfatiza lo
impersonal de su trabajo a la vez que se distancia de los otros individuos envueltos en la
economía de la prostitución.
Durante sus paseos por la ciudad de Buenos Aires, el periodista encuentra una
vieja conocida de las calles de Francia. Moune, cuya anterior apariencia de muchacha
hambrienta había desaparecido de su semblante, llegó a Buenos Aires con ‘alguien’ que
la había intercambiado tras darse cuenta y explicarle a ella que dentro del negocio su
delicadeza y su valor económico se perderían en Santa Fe. La barbarie del interior del
país era reservada para quienes se ajustaran a tal medida y Moune, según la valorización
de su cafishio, no era moneda para tal vida. La joven consideraba no ser feliz, pero al
mismo tiempo no podía considerarse infeliz. Dado a su género y a su condición de clase
en Francia, sin trabajo y con la falta de apoyo por parte de su familia o de un esposo, no
habían arrojado al mar a Blanche, la joven que conoció en la ruta a Buenos Aires, y le
bautizaron con el sobrenombre de “Gallina”. Tengo entendido que en Francia a las
prostitutas en general también se les llama así.
85 En el lenguaje del oficio eso significa el número de clientes atendidos.
145

tuvo más remedio que acudir a la prostitución como medio de manuntensión. Después de
fracasados intentos de conseguir otro tipo de trabajo la joven dice: “I wasn’t a man. Men
in my situation can get a job in the harbor. They didn’t want women: the equivalent for a
woman is the streets” (114). Moune ejemplifica con sus palabras que en el bajo mundo se
produce una inversión de espacios a los tradicionalmente atribuidos. El medio social
determina el lugar que a cada uno le corresponde en la sociedad y a las mujeres sin
recursos, la vida pública originalmente destinada a la esfera masculina, es el medio al que
puede acudir la mujer sin protección de un hombre. Ella se encontraba en las calles ante
la carencia de otro lugar a donde recurrir. Las opciones para una mujer pobre, sin trabajo
y sin marido o familia eran inexistentes.
La institución de la prostitución es un indicador de las fallas existentes en una
determinada estructura social, a la vez que revela el verdadero carácter moral y valores
culturales de esa sociedad. La mujer prostituta se ve obligada, en la mayoría de los casos,
por las circunstancias y reacciona a situaciones sociales específicas, modelando su vida
por medio de sus acciones y su correspondiente toma de decisiones.
Albert Londres, por medio de una selección de ejemplos, intenta probar que las
mujeres en la mayoría de los casos llegaron a las costas sudamericanas, si bien no por sus
propios medios, al menos por su propia voluntad. Teniendo acceso y contactos con la
comunidad francesa del Centro en Buenos Aires, el periodista pudo observar y entrevistar
a los diferentes ‘actores’ y ‘autores’ del rentable negocio de la comercialización de
mujeres y jóvenes para fines sexuales y llegar a la conclusión que el fenómeno de la trata
de blancas y especialmente sus repercusiones en el viejo continente eran exagerados.
Conclusiones del capítulo
Tanto los aspectos legales que motivaron al gobierno argentino a tomar medidas
destinadas a mejorar la salud pública, como los intereses de los grupos internacionales,
no giraban ni estaban dirigidos a mejorar la situación de las prostitutas como sujetos del
estado. Las motivaciones económicas e higienistas para unos, y morales y étnicas para
otros, no mejoraron la situación de las mujeres tanto europeas como nacionales, quienes
en realidad vieron aumentar el control sobre sus cuerpos por medidas tales como el
146

monitoreo quincenal del estado y la disminución de sus ganancias al enfrentarse con el
pago de la licencia requerida por la municipalidad.
Las prostitutas, quienes por lo general preferían pasar desapercibidas o
permanecer en el anonimato, irónicamente fueron las mujeres que recibieron mayor
atención por parte del gobierno, no por su capacidad de sujeto del estado, sino debido a la
amenaza que ellas significaban a la estructura familiar y a la moral de la nación. Tanto las
mujeres solteras, como las obreras eran vistas como un problema social que amenazaba el
futuro de la raza y la nación por su preferencia a la emancipación económica y la
tendencia a no procrear. La presencia de la prostituta, por su lado, le agregaba una
dimensión más a los problemas anteriormente mencionados: el éxito y la proliferación de
la trata de blancas, para la vergüenza de los políticos argentinos, dejan a la intemperie y
el escrutinio del mundo civilizado un comercio abiertamente remunerativo de vicio y
degeneración.
Mientras que desde la perspectiva de escritores argentinos que respondían a un
discurso nacionalista, la mujer en la literatura “represents the failure to contain the
aberrant behavior of subalterns, to maintain the boundary between popular and elite
traditions, and to prevent the invasion of otherness from reaching centers of power in the
state” (Masiello 6); en el texto de los ‘otros’, llaménse extranjeros o escritoras, el
discurso cumple con el objetivo de revelar, intencionalmente o no, las fallas del proceso
de modernización progresista, así como de exponer las fricciones que ocurrían entre un
discurso patriarcal y otro contestatario.
En todo caso, la mujer inmigrante y extranjera, en mayor o menor grado debido a
la movilidad que disfrutaban, se veían habilitadas a adquirir bienes, viajar o a mantenerse
independientemente de la presencia de un hombre o no. El dinero, desde la perspectiva de
estas mujeres se convierte en una medida de valor impersonal que objetiviza y que le
permite, sino nivelar, al menos acortar distancias con sus pares masculinos.
147

CAPÍTULO III
LA MUJER INMIGRANTE EN EL TEATRO
La Argentina moderna de principios de siglo XX experimenta una pugna de
fuerzas que provoca la disolución de las viejas costumbres y fórmulas del pasado, al
mismo tiempo que se producen alteraciones en las nociones tradicionales de trabajo y de
vida social. A raíz de ello se crean nuevos espacios sociales y culturales con sus
consecuentes cambios en la fisonomía de la estructura social, económica y política de la
nación. La sociedad argentina, sin ser diferente a otras que enfrentan procesos de
modernización tan dramáticos, genera una serie de críticos que adoptan una postura
contestaria y/o defensiva de los valores y principios por los cuales toman partido. La
producción literaria de la elite oligárquica, en especial la de los años 1880 a1900, acusa
un sustrato político cuyo objetivo principal era la propagación de los ideales sociales y
políticos progresistas que los caracterizaban. Su postura toma cuerpo y se ve reflejada en
la producción narrativa -novela, cuento y ensayo- así como en las charlas de café o del
Club del Progreso. Es en estos medios, en que una aristocracia en decadencia encontró
refugio intelectual para difundir los ideales de su forma de vida y pensamiento, aparte de
encontrar en ellos un espacio de mutuo reconocimiento y de un pasado brillante.
Por otro lado, a comienzos del siglo XX en Argentina surge en el contexto de la
obra dramática, el género chico como espacio literario contestatario a la producción
narrativa de la época. En la Buenos Aires finisecular se disfrutaba de una amplia gama de
puestas en escena. Estaban aquellas que respetaban las normas y convenciones de la
dramaturgia culta como fueron el caso de las representaciones de de las famosas
148

compañías teatrales españolas e italianas de la época, 86 cuyo público destinatario era la
oligarquía representante de la clase alta bonaerense. Por su lado y apuntando a un público
más amplio y heterogéneo emerge una producción teatral de corte popular. Con esto me
refiero a una estética en la cual se respeta “un sistema de comunicación simbólicoexpresiva
surgido en el seno de una sociedad de crecimiento urbano e industrial y que
refleja en códigos específicos la problemática de los sectores económicamente menos
privilegiados de la sociedad” (Pujol 50).
Esta producción de corte popular presenta sus variaciones. Por un lado, surge en
Buenos Aires un grupo de dramaturgos conocidos como “los nacionales” que cumplieron
una función puente entre las dicotomías de culto y popular. Silvia Pellarolo sostiene que
“estos autores reelaboran el discurso gauchesco –cuyo paradigma, tanto ideológico como
formal, había sido Juan Moreira- en obras de tono campero, pero con un mensaje
fuertemente antimoreirista, acorde con el proyecto modernizador” (74). En general estas
obras eran de corte naturalista-realista y apuntaban a una audiencia culta acostumbrada a
seguir el teatro europeo, que en ese momento dejaba permear algunas convenciones del
teatro criollo, así como permitía la participación de autores y actores nativos. Entre ellas,
Calandria (1896) de Martiniano Leguizamón, plantea la transformación del gaucho
matrero inicial a un paisano emprendedor y trabajador. Esta obra, considerada por
Osvaldo Pellettieri como el primer texto nativista (Pellarolo 108), perpetúa la postura
antimoreirista planteada por los hacedores del proyecto modernizador. En 1902, se
estrenaron dos obras teatrales que seguirían estos lineamientos: el 16 de junio La piedra
del escándalo de Martín Coronado y el 26 de septiembre Al campo de Nicolás Granada. 87
Estas obras, conocidas como “fundacionales” del teatro argentino, fueron bien recibidas
por un público culto y la crítica de Buenos Aires, quienes vieron al gaucho, una vez
86 Entre los elencos italianos que actuaron a finales de siglo en Buenos Aires se destacó la
compañía de Italia Vitaliani que interpreta Hedda Gabler y Las columnas de la sociedad
de Ibsen, La dama de las camelias y Tosca entre otros títulos. También Cavalli con su
compañía dialectal milanesa se presentan en el Olimpo (Seibel 297).
87 Ambas obras fueron estrenadas por la compañía de los hermanos Podestá, marcando un
cambio en la experiencia escénica de los anteriormente saltimbanquis que representaban
dramas gauchescos y sainetes de manera itinerante.
149

despojado de su elemento antisocial, como símbolo de un nuevo modelo nacional.
Pero de manera paralela, en la “gran aldea” y en el interior, compañías españolas
realizaban giras y ponían en escena obras del género chico español –zarzuelas,
vaudeviles, sainetes, entremeses, revistas, etc.- aplaudidas por un público heterogéneo y
popular. El éxito de este teatro de obras breves, motivó a autores argentinos a adoptar
algunos de los lineamientos del género chico español, en especial del sainete, y
adaptarlos a la realidad nacional. 88 De esta manera el género chico nacional hereda y
amalgama las siguientes corrientes:
a- Los sainetes rurales: de ellos se extrae la observación detallada y fiel del
mundo propio, en particular el del ambiente criollo y post-inmigratorio
b- La novela de folletín: de ella se toma los personajes y temas.
c- El circo: de allí se extrae el ejercicio de interacción público-personajes,
además de las destrezas y recursos que forman parte del arte circense.
d- El género chico español: se adopta de éste el humor, la ironía, la
caricatura, la tragicomedia y el uso de la música como recurso teatral.
Más adelante se incorporarán a este dinámico fenómeno nuevos elementos de la cultura
popular como el tango, y otros procesos de tipo social como la incorporación de la clase
media nueva constituida principalmente por los inmigrantes y sus hijos.
Este proceso de cambio se comienza a manifestar con el estreno de De paso por
aquí de Miguel Ocampo en 1890. Puesta en escena por una compañía madrileña y de
autor argentino, la obra teatral incluía chistes intencionados, diálogo fácil y movido,
además de alusiones al contexto socio-político entre sus características. También ese año,
Nemesio Trejo, quien se convierte en unos de los fundadores del género chico criollo
(Mazziotti 32), aparece en escena con su sainete La fiesta de Don Marcos (1890). De esta
primera etapa también surgen Los óleos del chico (1890), Los devotos (1906) y Los
políticos (1897), todas del autor anteriormente mencionado; y en 1898 Enrique García
88 De paso por aquí de Miguel Ocampo (1864-1898), estrenada el 4 de enero de 1890 por
la compañía de zarzuela española del Variedades, tal vez sea el mejor ejemplo que
sintetice y abra el camino a esta nueva tendencia teatral (Seibel 237).
150

Velloso estrena Gabino el mayoral y Jesús Nazareno en 1902.
El sainete criollo es una creación artística que muestra la síntesis de lo puramente
autóctono y lo hispano, lo cual produce una nueva forma nacional y auténtica: surge de la
confluencia del teatro rural y el género chico español. Se caracterizan por ser obras
sencillas, de un solo acto, que pueden constar de uno o dos cuadros. En lugar de
desarrollar un conflicto central a lo largo de la obra, como en el teatro tradicional, se
emplean una serie de encuentros o choques. El lenguaje es coloquial e idiomático, en
donde se honra la jerga porteña y los idiolectos que respetan el conjunto de rasgos
propios de la forma de expresarse de un individuo. En su galería de personajes el sainete
incluía desde las lavanderas y planchadoras, hasta los guapos, mercachifles, cocheros,
etc., que reflejan la amplia gama y facetas de una sociedad en pleno movimiento y
transformación. Dado a su previo éxito y la falta de tiempo para ensayar, una serie de
personajes tipos se reiteraban. En Teoría del género chico, Marco et al. define al
personaje tipo como aquel “que tiene historia individual y se limita a soportar la intriga”
(11).
Hacia el comienzo del siglo XX una vez reunidas las condiciones necesarias, es
decir autores-actores-público nativos- se comienza a consolidar el teatro argentino. 89 La
producción de obras nacionales se manifiesta tanto a nivel de género chico como en
dramas y comedias. Exponentes como Gregorio Laferrère, Roberto Payró, Julio Sánchez
Gardel, David Peña, Martín Coronado y Belisario Roldán, entre otros, estrenaron sus
obras en los teatros capitalinos y del interior con importante éxito de público. Después de
1904, se incorporan: Florencio Sánchez, Carlos Mauricio Pacheco, Alberto Novión,
Alberto Vaccarezza, Roberto Cayol y José González Castillo.
Este grupo de autores valorizó con su obra la comedia ciudadana y el sainete, un
género literario que de otra manera hubiese permanecido en nivel inferior a las
manifestaciones del criollismo narrativo y el modernismo poético, que cultivados por sus
89 Según apunta Marco et al.: “Hace falta llegar hasta Los óleos del chico (1892) de
Nemesio Trejo, estrenada en el teatro Pasatiempo por la compañía de los hermanos
Podestá, para encontrar la confluencia de esta trilogía –obra, actor, público- que
constituye los cimientos de un teatro nacional, estable y popular” (énfasis en el original
40).
151

contemporáneos, habían afirmado su legítima razón de integrar la historia literaria de
Hispanoamérica. También es importante recalcar que los saineteros confirieron un
espacio por y para una minoría culturalmente marginada como lo eran los inmigrantes.
El/La inmigrante en el teatro
Durante la segunda mitad del siglo XIX, el personaje del inmigrante fue
representado en la literatura gauchesca como el usurpador tanto de tierras como de
costumbres. En el ámbito dramático, no fue hasta la inserción del personaje italiano de
Francisco, pasado a la historia como “Cocoliche” en Juan Moreira (1886), en que el
personaje del inmigrante se presenta a la par de los criollos como habitantes de los
suburbios, sufriendo y resistiendo juntos, la marginación social, política y cultural a la
que habían sido sometidos por la clase dirigente. 90 Mediante la inserción de cocoliche 91 al
drama de Gutiérrez, se le agrega al espectáculo el elemento cómico, además del ya
presente costumbrista, imponiendo así cierta neutralidad ideológica que divierte e
identifica a ambos sectores del público de la escena teatral.
En adición de ridiculizarlo o servir como resorte para hacer reír al público, el
personaje del gringo en el drama de corte gauchesco en sus primeros momentos, es
presentado “como una persona poco rápida para entrever ciertas situaciones, o como
avaro, ingenuo y apartado del mundo real” (Mazziotti 35). En cambio, la visión del
inmigrante en el sainete es más profunda y se presenta como un personaje que cuestiona
la realidad, llegándose a considerarlo, en algunos casos, como figura máxima en cuanto a
90 Junto a Cocoliche en Juan Moreira aparece el personaje del italiano Sardetti quien
“continua la tradicional concepción del inmigrante como extranjero enriquecido y
malvado” (Marco et al. 66).
91 La historia dice que una noche después del cuarto año de puesta en escena de Juan
Moreira, un joven estudiante de medicina de apellido De Negri, quien acostumbraba a
frecuentar el teatro Politeama, siguió un impulso de ponerse un disfraz ridículo y dar
vueltas alrededor durante la escena de la fiesta, anunciando que él era “cocoliche” en una
jerga ítalo-criolla. De Negri se robó la escena y desde ese momento hasta su muerte actuó
la parte que había creado (Knapp Jones 327). También José J. Podestá recuerda el suceso,
con algunas variaciones, en sus memorias publicadas en 1930.
152

capacidad de reacción. Una de las primeras obras que le confiere una parte importante a
un “gringo” es la anteriormente mencionada La piedra del escándalo (1902) en la cual
Lorenzo, el abuelo, es representado como personaje serio. También, Roberto Payró
estrenó en 1904, aunque producida con dos años de anterioridad, Sobre las ruinas, en la
cual uno de los temas principales era la contribución de los inmigrantes al progreso de la
nación.
Si bien la entrada de los inmigrantes a la escena nacional no fue por la puerta
ancha, el primer paso se había dado y su evolución era tan solo cuestión de tiempo. 92
Motivados por la variedad de situaciones sociales latentes en el ambiente los dramaturgos
de la época se convirtieron en portavoces de la situación del inmigrante, hombres en
general, y de la mujer inmigrante por extensión. La imagen o la representación de esta
última varía en las diferentes tendencias estudiadas en este trabajo, abarcando desde la
frivolidad en la comedia blanca hasta la participación activa en el teatro de Discépolo.
En este capítulo nos planteamos el análisis de la figura de la mujer inmigrante en
la producción, circulación y recepción de textos dentro del sistema teatral entre 1880 y
1930. Según Osvaldo Pellettieri, en el ambiente social pertinente al periodo de este
estudio, se observan conflictos extraestéticos en que se muestran enfrentamientos de base
social, resentimiento mutuo entre criollos e inmigrantes; además de mostrar el problema
de inserción especialmente marcado por el problema del lenguaje; y la visión de la
sociedad como cambalache. Estos conflictos encontraron eco en la representación teatral,
y en especial en el sainete, en forma de procedimientos estéticos como la
caricaturización, la parodia, el sistema de personajes, las oposiciones y los paralelismos.
Una vez estrenado el nuevo siglo, fue un dramaturgo del vecino país de Uruguay
quien hizo notar a su público la presencia del personaje inmigrante en su ambiente.
Florencio Sánchez, periodista y bohemio por vocación, surge a la celebridad en 1903 con
M’hijo el dotor y un teatro de ideas encarnado en personajes de una psicología compleja
92 Tulio Carella sostiene que “la burla del extranjero tiene razones más profundas que la
crueldad o el desprecio gratuitos: denota la lucha del nativo contra una mayoría que se
adueña de su patrimonio y amenaza con destruir la conciencia nacional, tan duramente
lograda” (22).
153

que pondrá al drama rioplatense a la altura de los más destacados del momento. 93 Uno de
los logros de este dramaturgo es haber conseguido penetrar en los temas más candentes
de su época, entre ellos la lucha por la felicidad y la vida y cómo llegar a ellas, con un
tono combativo y desde la perspectiva, por lo general, de los damnificados. Mientras
trabajaba en modestos empleos administrativos, publicaba bajo seudónimos, artículos en
que criticaba la avaricia y la mezquindad de los montevideanos. Esta actitud le costó su
trabajo en la capital uruguaya, y tales circunstancias le obligaron a trasladarse a Buenos
Aires por primera vez en 1892. 94 Al poco tiempo regresó a Montevideo y consiguió
trabajo en la policía y la prensa, interviniendo al mismo tiempo en las luchas civiles de su
país. Decepcionado por el rumbo que llevaban los acontecimientos en “Cartas de un flojo
(1899) proclama la inutilidad de la violencia” (Saz 38), y a principios del siglo XX,
decide incorporarse definitivamente a la bohemia porteña, formando parte activa de lo
que la crítica ha dado en llamar “la década dorada” (Saz 19) del teatro en Buenos Aires.
Dos obras de Florencio Sánchez. La Gringa (1904) y El desalojo (1906)
Florencio Sánchez es uno de los autores que ha tratado con más asiduidad y
puntualidad el tema de la inmigración en su obra. Laura Lusnich y Armida M. Córdoba
han distinguido ciertas particularidades con respecto a la presencia y la funcionalidad del
inmigrante, en este caso el italiano, en los dramas del uruguayo. Para empezar, vemos
que el tema del inmigrante se trata a lo largo de toda su obra, pero en especial en el
periodo que recorre los años 1902 a 1907 que coincide con el impedimento policial de
poner en escena La gente honesta y el estreno de Moneda falsa. En segundo lugar,
Sánchez trata las diferentes facetas del proceso migratorio “de manera que, al impacto
económico (la distinción entre el asentamiento de extranjeros en zonas rurales y en
centros urbanos es ilustrativa al respecto) se incorporen los cuestionamientos vinculados
93 Ya antes de su estreno, sostiene David Viñas, “se le venía haciendo buena prensa”
(144) con el propósito de interesar al público “y comprometiéndolo en una ratificación
que implicaba gusto, contemporaneidad y una serie de connotaciones que por vigentes y
acatadas debían configurar una ‘conciencia nacional’” (Apogeo 144).
94 Llega por primera vez a Buenos Aires en el año 1892, trabaja en La Plata como
escribiente en una oficina donde su jefe fue Juan Vucetich, célebre funcionario policial
creador del sistema dactiloscópico (1858-1925).
154

a la pérdida o creación de identidades colectivas, la integración social y la emergencia de
nuevos sectores de producción” (67). Otra de las particularidades es la falta de
homogenización en la visión de los inmigrantes; además que a diferencia de los
saineteros por excelencia, 95 Sánchez contextualiza su obra tanto en el campo como en la
ciudad, mostrando así un paralelismo entre su obra y las disposiciones gubernamentales
de asentamientos de los inmigrantes. Y por último me refiero a la representación del
inmigrante con una visión que parte de lo neutral a lo positivo, oponiendo a la figura del
criollo como más problemática.
Coincidiendo con una de esas particularidades planteo en este proyecto hacer una
lectura de la mediación de los personajes inmigrantes femeninos en dos de las obras más
aclamadas por el público, cuyos contextos son, en una el campo y en la otra la ciudad,
particularmente en el ambiente del conventillo.
Una de estas obras es La gringa estrenada en noviembre de 1904, por la compañía
de Angelina Pagano, expone los problemas en el medio rural del litoral argentino
disparados por la llegada del inmigrante. El título demuestra la práctica común del criollo
de llamar a toda persona de origen italiano “gringo/a” así como a todos los provenientes
del medio oriente “turcos” sin importar si la persona provenía de Siria o Arabia Saudita, o
“gallego” al español viniera o no de Galicia. El recibimiento crítico fue mixto. Por un
lado, según testimonio de La Nación (22 de noviembre) “su asunto no es ciertamente
nuevo” recordando la obra de Roberto J. Payró, Sobre las ruinas, estrenada con dos
meses de anterioridad, y agregando que:
El antagonismo entre la raza criolla del país, representada por el viejo
gaucho de campo y la raza italiana que va adquiriendo predominio y
riqueza con su sobriedad, su inteligencia y laboriosidad [. . .] no es una
obra de intriga y peripecias en la que mediante el arte de las preparaciones
y la progresión, el interés se sostenga y aun crezca en cada acto de los
cuatro que tiene; es tan solo una obra de ambiente, de cuadros de natural,
de tipos característicos, y de exposición de las ideas y sentimientos
95 Con esto me refiero a lo saineteros como Alberto Vacarezza, Nemesio Trejo, a quien
se suele considerar como el padre del sainete criollo, y Federico Mertens que se
dedicaron especialmente a este género.
155

correspondientes a cada uno de ellos. (citado en Cúneo 106)
Por otro lado, el periódico Tribuna, dirigido por Mariano de Vedia, defendió la
obra que con anterioridad había promocionado de la siguiente manera: “Se trata de una
pieza modelo en su género, [. . .] es tan profundo nuestro convencimiento de que nos
hallamos en presencia de una obra superior, aparecen a nuestra mente tan claras y firmes
las ideas capitales de la misma
[. . .] que aquellos cuya opinión difiere de la nuestra, para nosotros no la han visto ni han
entendido” (citado en Cúneo 106). Apoyando también al autor surgen figuras como
Ricardo Rojas, Emilio Frugoni y Roberto Giusti, quienes como el crítico Adolfo Prieto,
pensaban que “La gringa no agregaba novedad al mensaje difundido por sus precursores,
sino solvencia literaria” (El discurso 180), es decir que la novedad yacía en la
aproximación y la reescritura de las fuentes antimoreiristas.
Interesantemente, ni “la gringa Victoria” ni su hermana Rosina, son “gringas”,
ambas han nacido en el país así como Horacio, el otro hijo de Nicola y María, pero era
práctica común también denominar “gringo/a” a los hijos de los inmigrantes por más que
hubieran nacido en el territorio nacional. Más conflictivo aún es el tema de la ciudadanía
femenina, que el estado argentino de esa época, definía de acuerdo a la sexualidad. Según
Donna Guy, en Argentina la mujer ciudadana “was being defined in terms of sexuality,
and [. . .] a centralized and intrusive state tended to assume civil and moral authority to
bolster its political legitimacy” (“White Slavery” 204). La Constitución Argentina de
1853 reconoce como ciudadano a todo hombre nacido dentro del territorio nacional y
extiende los mismos derechos y limitaciones a las mujeres nacidas en el país, y a aquellos
extranjeros --masculinos-- que desearan acceder a la ciudadanía argentina.
Como podemos observar constitucionalmente Victoria era argentina, pero el peso
de la ley sucumbía ante la tradición cultural y social europea que la circundaba. En el
tema de los descendientes europeos, el origen étnico de los padres de la joven era
primordial en la determinación del suyo. En el contexto europeo sostiene Guy: “children
inherited their national identity not only because of where they were born, but also
through their father’s citizenship” (“White Slavery” 203). Siguiendo estos parámetros
156

Victoria, aunque nacida en territorio argentino, legalmente sería considerada como
italiana, a menos que se casara con un argentino
--lo que creemos eventualmente sería el caso en la obra--, en cuyo momento pasaría a
adquirir la ciudadanía del esposo.
Pero la joven acostumbrada a la vida en el campo es presentada como un ser
totalmente aculturado y asimilado al orden campestre. A pesar de la influencia del
dialecto piamontés de los padres, el lenguaje de Victoria y Rosina muestra una clara
homogenización que concuerda con la conciliación del personaje y su contexto. En
particular en esta obra, el discurso caracteriza social y geográficamente a los personajes.
Lusnich y Córdoba han observado que “[c]on respecto a la configuración del idiolecto, se
observa la oscilación entre una restringida heterogeneidad de acentos y dialectos
(indicados en las contadas didascalias que particularizan acento y dialecto piamontés y en
los parlamentos de Nicola, María, Cantalicio, los colonos y los peones)” (69),
exceptuando a Victoria y Rosina, cuyo idiolecto como sus personajes, son reflejo del
proceso de asimilación que los miembros de la segunda generación de inmigrantes han
sufrido en contacto con el nuevo ambiente. Sánchez parece hacer eco a lo que
mencionaba Ernesto Quesada, autor de El ‘criollismo’ en la literatura argentina (1902),
quien aseguraba que la figura del gaucho se disipa en el imaginario social debido que a
los “mestizos de inmigrantes y de gauchos, aman la indumentaria pintoresca de éstos,
gustan de conservar su dialecto lleno de calor y color; y aun cuando con ideas y
condiciones diversas, les place pasar por ‘gauchos de verdad’” (citado en Prieto, El
discurso 175). Por otro lado y según la lectura de didascalia, en el caso de María como
inmigrada italiana, vemos que se sugiere respetar el acento piamontés nativo, aunque
parezca que Sánchez se haya olvidado de este postulado establecido al principio de la
obra. Además de la forma lingüística, a la italiana también se le atribuyen características
típicamente adjudicadas a los gringos tales como el trabajo duro y su participación activa
en la economía como base de la expansión familiar.
La figura materna ejemplar no se refleja en sus hijas, especialmente, Victoria,
quien después de haber pasado un tiempo en la ciudad de Rosario, regresa al campo con
una actitud diferente a la impartida. En un parlamento de la obra la madre trata a su hija
de haragana y le recrimina que duerme demasiado, adjudicándole de esta manera
157

características atribuidas al gaucho. Son los peones criollos en la Escena VIII del primer
acto, quienes nos enteran de la realidad que las niñas deben enfrentar cada día, como por
ejemplo, que trabajan como hombres mayores y que las hacían levantar a las dos de la
madrugada a trabajar con los arados soportando grandes heladas. Unos de los personajes
de peón denuncia: “Gringos desalmaos… Podridos en plata y haciendo trabajar a esas
pobres criaturitas” (112). La avaricia que para los criollos motiva a los padres a hacer
trabajar a las hijas, es paralela al resentimiento de los peones, cuyas aspiraciones no se
comparan a la de los inmigrantes. El razonamiento lógico de los peones les lleva a la
conclusión de que “Güeno son extranjis y se acabó. Está dicho todo” (112). La doble
aseveración es significativa ya que enfatiza el hecho de la inutilidad de tratar de entender
a esta gente extraña, a quienes tanto los gauchos como la elite cultural argentina
caracterizaron como usurpadores de tierras y costumbres.
Si bien al nivel de la intriga, la antítesis de los personajes gauchos e inmigrantes
permite caracterizar tanto al personaje fracasado como al exitoso (Lusnich y Córdoba
69), los representantes de la segunda generación se convierten en personajes embrague,
asumiendo la voz del autor y forjando la conciliación e integración de las razas. Según un
artículo publicado en La Prensa el 22 de noviembre de 1904, La gringa es “la fusión del
elemento criollo con el extranjero, de la cual nace la riqueza del país”, ilustrando así la
teoría de reconciliación de razas planteada por el autor que queda establecida, ya que
Cantalicio –el personaje criollo de la obra-- en su intento de reconciliación y aceptación
dice: “Con los gringos... en la perra vida... con la gringa y gracias! ...” (Sánchez 140).
Está bien claro tras leer estas líneas que la reconciliación con los italianos no es posible,
pero sí lo es con su hija quien es argentina y ha asimilado los patrones de la cultura
nacional.
Además de llevarse el título, la gringa como acredita la crítica sin excepción,
representa la fusión de las razas, pero el peso de esta afirmación se hace en su valor como
sujeto reproductor y generador de un nuevo futuro nacional. Prueba de ello es el
incipiente embarazo de la joven que apresura y ratifica la unión de los jóvenes
enamorados.
Otro símbolo de la gringa en su función como sujeto conciliador, no sólo de lo
criollo y lo italiano, sino también de lo nacional. Recordemos el pasaje en la escena IV
158

del tercer acto, en que Victoria trata de convencer a Cantalicio, que su hijo por más que
esté lejos, piensa y se preocupa por él. El viejo criollo estaba resentido con Próspero por
haberse ido a la ciudad en busca de su mejoramiento económico y sentía que su hijo
rechazaba lo que el campo le podría ofrecer. Victoria interfiere ante esto, haciéndole ver
que no es así y que su hijo en cada oportunidad que tiene no deja de preguntar sobre el
bienestar de su padre. La gringa, ya sea como personaje simbólico o emblemático es el
sujeto conciliador no sólo entre las etnias, sino entre el histórico pasado nacional y el
presente cronológico de los personajes.
Como mencioné con anterioridad el flujo de críticas por parte de los cronistas
teatrales con respecto a La gringa fue mixto (Echagüe 43-47; Bosch 209-213, entre
otros). Por lo contrario, sólida fue la intención del dramaturgo, conforme a la estética
realista y naturalista a las que se adhería, de proponer un teatro de tesis con intención
crítica y pedagógica. La universalidad de sus temas junto a la selección de los personajes
fueron los atractivos primordiales que atrajo al público que se sentía identificado por la
proximidad a sus vidas.
El desalojo (1906)
“El desalojo”, sostiene Walter Rela, “podría definirse como una crónica dialogada
de circunstancias, como un episodio que a fuerza de repetirse entre la gente pobre había
llegado a convertirse en mecánico acostumbramiento, de no estar presente toda la ternura
de su autor en las palabras de la desdichada Indalecia, o si se hubiese excluido la
comprensión a flor de piel del botellero Genaro” (s.p).
La obra fue estrenada en el teatro Apolo por la compañía de los hermanos Podestá
en julio de 1906, probablemente coincidiendo con “la campaña de agitación de la
FORA 96 que había iniciado la organización de inquilinos” (Pellarolo 188). Este sainete se
estructura en un acto y ocho escenas, cada una de ellas marcada por entradas o salidas de
personajes. El contexto de la obra es un conventillo de Buenos Aires en los primeros años
96 Es la Federación Obrera de la República Argentina que “había organizado una
campaña de agitación entre los habitantes de los conventillos para que reclamaran una
rebaja de los alquileres y se comenzaran a elegir representantes en cada casa de
inquilinato” (Pellarolo 185).
159

del siglo XX. Sánchez, como en todas sus obras, sigue una estética realista en la
construcción psicológica de los personajes; reproduciendo el habla popular de las clases
bajas y de los inmigrantes (en este caso italianos). Podríamos afirmar que vemos un
aumento en el uso de la lengua italiana, así como del cocoliche, en pos de un recurso
estético que distinga a esta obra de las anteriores. Además, Florencio Sánchez busca
recrear los conflictos sociales que la sociedad de la época vivía y advertir sobre sus
causas, sus responsabilidades y las injusticias sociales que afectaban a los más
desamparados.
Uno de los temas en esta obra es el de las relaciones de poder que atraviesan la
sociedad, reproducidas en este patio de conventillo. La encargada italiana es tan pobre
como los demás, pero representa al dueño de la casa sin piedad. Inclusive en un
momento, dice ser la dueña de la misma, lo que enfatiza su grado de compenetración con
su trabajo. Esta mujer es la que impone las reglas y las hace cumplir, además de ser la
responsable de expulsar a Indalecia y sus hijos, por no haber podido pagar el alquiler. La
pobre criolla había caído en desgracia a consecuencia de que su marido se había
accidentado mientras trabajaba, y estaba en el hospital sin perspectivas de mejoras.
La obra abre con la italiana tratando de cobrarle a Indalecia el alquiler atrasado, es
decir que ella está en su puesto de trabajo ejerciendo sus derechos y obligaciones de
encargada. Es curioso que Sánchez le haya dado protagonismo a una mujer como
encargada del conventillo, cuando la realidad era que en general eran hombres, o bien la
pareja en conjunto, quienes ejercían tal trabajo. Tal vez la fuerza de la obra yazca ahí, una
mujer desalojando a otra mujer, y aun más estremecedor, a una madre con sus hijos
desamparados por los hombres –el esposo ileso- y el gobierno.
Si bien la actitud de la encargada es despiadada, por otro lado, es práctica. No nos
enteraremos nunca si ella tiene familia o no, pero ante la desesperante situación de
Indalecia, ella y otras vecinas le recomiendan que lleve a sus hijos a un orfanato para
ofrecerles lo que ella no puede: un hogar digno o al menos algo que comer.
También con un claro propósito de contraste a la figura de la encargada -de quien
nunca sabremos el nombre propio- surge el personaje más paternal y humano de Genaro,
otro italiano, pero éste compasivo con Indalecia, e indignado frente a la indiferencia y
apatía de los demás vecinos, sintetizando sus sentimientos en una frase “Bruta gente”.
160

El materialismo fue uno de los aspectos manipulados por los intelectuales
nacionales para desacreditar a los inmigrantes una vez entrado en el siglo XX.
Características como frugalidad, trabajo duro y ahorro que con anterioridad fueron
halagadas en el inmigrante, ahora se tornan negativas y degenerativas. Dados los cambios
y la transformación del país, la prosperidad alcanzada después de 1880, puntualizada con
los grandes picos económicos de 1884 a 1889, y luego de 1905 a 1912, en particular
Buenos Aires quedó saturada de una riqueza nunca antes experimentada (Delaney 447).
Pero las reparticiones no siempre son equitativas, y se dejan marginalizados a quienes
llegan tarde a la distribución.
En realidad el materialismo, ese deseo enfermizo por el dinero, no era sólo un
problema visible en el inmigrante, sino también en toda la sociedad argentina, 97 pero
aparece en la literatura de manera más común en el inmigrante. Recordemos un pasaje de
la anteriormente estudiada novela El Conventillo (1917) de Luis Pascarella:
Su mente libre de los recuerdos del pasado, se llenaba ahora con una sola
frase, ganar, ganar dinero. Ese y no otro era el retintín que circulaba de la
mañana a la noche por el patio. [. . .] A él se subordinaba toda la
existencia. La salud, la estrechez, las privaciones, las satisfacciones de
otras necesidades que no fueran las más indispensables, desaparecían ante
la idea obsesionante de ganar y ganar plata y más plata. (énfasis mío 80)
El pasaje apoyado en una cuidadosa selección de palabras, por ejemplo, “retintín”
simulando el sonido producido al contar o dejar caer monedas, “circular” haciendo
alusión a la circulación y uso de la moneda, y la reiteración de “ganar y ganar”, tiene un
efecto psicológico que si bien afectaba a la población del conventillo en general, en el
contexto de la novela se refiere a la protagonista femenina inmigrante Ana María. Si bien
este mismo sentimiento parece afectar a la encargada italiana de El desalojo, la actitud
desalmada que le toca tomar es a consecuencia de su trabajo y pos mantener su propio
bienestar y asegurar su supervivencia en la jungla del conventillo. Dentro de la
estrechura de sus actos vemos en ella la intención de apiadarse de Indalecia, sugiriendo y
97 Un ejemplo de la corrupción económico-moral puede verse también en El mal
metafísico (1916) de Manuel Gálvez.
161

explicándole a la desahuciada madre sobre la opción de entregar a sus niños a los asilos
de la beneficencia, asegurándoles de esta manera, unos estómagos llenos y una cama en
donde dormir.
Florencio Sánchez, así como sus personajes, fue consecuencia de su medio y su
tiempo. La realidad circundante no sólo le proporcionó el clima dramático, sino la
aprehensión de algunos personajes perdurables como Canillita, Zoilo, Martiniana,
Eduardo, Cantalicio, La Tigra y Moneda. El arribo de Sánchez a la escena rioplatense se
produjo en el momento en que se gestaba una renovación radical sobre los reiterados
motivos dramático - criollos, la sainetería porteña y la comedia ciudadana. Su feliz
coincidencia con Roberto Payró y Gregorio de Laferrère, contribuyó a resolver el
problema en circunstancias en que el teatro había concitado como nunca, el interés
público por los asuntos nacionales.
Alberto Vacarezza: El conventillo de la Paloma (1929). Un último suspiro del sainete.
No obstante haber escrito sainetes como El desalojo, Sánchez no se destacó en ese
género y fueron otros nombres los que se distinguieron y lo cultivaron de manera
prolífica, señalando su camino en el proceso teatral argentino. Los máximos exponentes
de esta otra línea que muestra la vitalidad del teatro rioplatense de la época son Nemesio
Trejo (1802-1916), a quien se suele considerar como el padre del sainete criollo, Federico
Mertens (1886-1960) y Alberto Vacarezza (1896-1959), autor de más de doscientos de
ellos. Las obras que seguían los lineamientos del género chico facilitaron la aceptación
del extranjero en el espacio que ocupaba. Especialmente en el sainete “frente a corrientes
culturales donde criollos y gringos son menospreciados, acá el extranjero aparece
valorado como figura máxima en cuanto a capacidad de reacción, o es criticado al par que
los criollos” (Mazziotti Comedias 35).
Tal situación sucede en un clásico: El conventillo de la Paloma, de Alberto
Vacarezza, estrenado el 5 de abril de 1929, justo cuando el sainete estaba en decadencia y
la renovación escénica se plasmaba en el grotesco de la mano de Armando Discépolo,
Alberto Novión y Defilippis Novoa. Tulio Carella ha notado que “El conventillo de la
Paloma es la obra más notoria, sinónimo, clave y cumbre de [los] sainetes” (355). Ligada
162

al éxito desde su aparición, es la obra más representada de toda la historia teatral
argentina, resultando imposible llevar cuenta del número de presentaciones debido a la
cantidad de puestas en escenas llevadas a cabo en todo el país por grupos de aficionados
y compañías circenses. En 1936 fue llevada a la pantalla grande por Leopoldo Torres
Ríos y en mayo de 1982 se ofreció por televisión una puesta en escena por el grupo de
actores del Teatro Nacional Cervantes dirigida por Rodolfo Graciano (Mazziotti El
conventillo 40).
El asunto de El conventillo de la Paloma tiene puntos de contacto con el sainete
español La revoltosa de López Silva y Fernández Shaw que fuera estrenada en 1897 en
Madrid. Esto no ha de desmerecer la obra de Vacarezza ya que lo importante no es el
asunto 98 , que generalmente se repite, sino el tratamiento que el autor le da a la obra
(Mazziotti El conventillo 41).
La estructura dramática de esta obra sigue la receta de sainete citada en La comparsa se
despide (1932), escrita por el mismo autor, en que proponía que la obra tuviera lugar en
“un patio de conventillo”, y que lo protagonizara “un italiano encargao, un yoyega
retobao, una percanta, un vivillo” para plantear el conflicto. Para el nudo del mismo era
necesario tener “choque, celos,discusión, desafío, puñalada”, y finalmente
complementando la receta era necesario un “espamento, disparada, auxilio, cana y telón”
(citado en Mazziotti El conventillo 41-2).
El conflicto es simple y se genera dada la presencia de Paloma en el conventillo.
Los personajes masculinos están alborotados por la presencia de esa mujer criolla de
pasado dudoso, y sus respectivas mujeres se complotan con el único de los personajes
masculinos y héroe del drama, Villa Crespo, quien aparenta no querer nada con la
percanta. 99 Como resultado tenemos dos grupos bien delimitados: por un lado don José
98 El asunto de una obra de teatro exitosa, especialmente en el sainete, se reelaboraba o
reeditaba para sacar el mayor beneficio posible, es por eso que de El conventillo de la
Paloma surgieran El conventillo del Gavilán (1931) por Enrique Muiño, y el mismo
Vacarezza en 1932 escribe Villa Crespo en la cual se ve al mismo personaje de El
conventillo ahora más viejo y solo, pero siempre ayudando a las mujeres y poniendo en
orden las peleas, hasta que finalmente encuentra a Paloma.
99 “Mujer” en la jerga del lunfardo.
163

(español), Seriola (criollo), don Miguel (encargado italiano), Abraham (turco) y Paloma.
Por el otro lado tenemos a Mariquiña (española), Doce Pesos (criolla pero como su
nombre real lo indica –Marieta Scartachini- de descendencia italiana), Sofía (turca) y
Villa Crespo (criollo).
Los personajes masculinos en general no presentan diversidad de facetas o
evolución, sino que corresponden más al personaje tipo, es decir aquellos que presentan
características físicas, psicológicas, de vestuario y de expresión que soportan la intriga.
También, como en la mayoría de los sainetes, son ridiculizados por medios de gestos, el
habla, la vestimenta, pero sobretodo por la relación que entablan entre ellos; y
principalmente con sus mujeres que no les obedecen.
En cambio, los personajes femeninos están fuertemente ligados entre sí, y
entienden que en la unión está la fuerza. Sus movimientos como lo ha apuntado Mazziotti
“son netamente de grupos. Se diferencian sólo por las peculiaridades lingüísticas que
redundan en lo gestual” (45). Mientras los hombres se quedan al nivel de la palabra y el
gesto en sus aproximaciones, las mujeres son más activas y se unen a Villa Crespo en su
intento de pagarles con la misma moneda, el flirteo que se permiten con Paloma. El plan
es simple: intentarían darles celos a sus respectivos maridos con otros hombres. Se
aproxima el baile en que se festeja el aniversario del conventillo y para esto Villa Crespo
invita a dos de sus amigos para que festejen a la turca Sofía y a Doce Pesos, mientras él
se empata con la española, quien es la que más duda de la moralidad y ética del plan.
En mi opinión, la rivalidad de los hombres tematiza la dificultad de convivencia
en el conventillo y por extensión en el país, mientras que el papel de la mujer es el de
tratar de restablecer la calma y poner cada cosa en su lugar. Las mujeres no necesitaron
de casi nada externo, tal vez un consejillo de Villa Crespo, para conseguir el cambio.
Tanto sus elementos de ataque como su táctica estaban en ellas mismas o en su ropero: su
cuerpo, su peinado, su ropa, y sobre todo su actitud: Mariquiña en el Cuadro III y ante el
reclamo de su esposo respecto a su comportamiento licencioso le responde: “¿Y de qué
comportamiento me falas tú? ¡Anda Deus! ¿Para acaso no tenemos as mulleres e los
hombres as mismas oblijaciones y choderes en la davi?/ [. . .] ¿y qué es lo que pretendes?
¿Afilarte tú a otra pircanta para que no pueda eu facer lo mismu? ¡No, meu maridiñu!
164

Aquel tempo ya pasó!” (97).
La inmigrante de Europa y del Oriente Medio, con un cambio de contexto y
actitud, no son las mismas de antes. Se aproximan nuevos tiempos y las mujeres unidas
luchan para mantener lo suyo, mejorarse ellas mismas, así como a su situación. La
Mariquiña que en un principio decía: “¿Cómo? ¿Pintarrajearnos nosotras la cara y
ponernos esos vistidos escandalosos?” (71), es la que más resistencia muestra a su
marido; y hacia el final del drama como ha sido ejemplificado con anterioridad, es la que
más duramente defiende los derechos de la mujer. En su nueva casa, en otras tierras, ellas
toman las medidas necesarias que favorecerán el cambio; mientras que la inacción de los
hombres –hallada en la mayoría de los sainetes- representa la manera en que se
caracteriza la actitud del inmigrante, acentuando más la comicidad y el ridículo que la
agresión existente entre diferentes grupos étnicos. En El conventillo el personaje tipo
clave del sainete se restringe a los personajes masculinos, mientras que los femeninos son
“personajes carácter” definido como aquel “que oscila de tipo a personalidad. Tiene
historia individual y vive la intriga –tipo- pero además tiende a existir por sí mismo como
persona. Esa dinamicidad lo convierte en causa y efecto de la situación presentada en la
obra: crea la acción” (Marco et al. 11). Los personajes carácter femeninos de El
conventillo son los que se complotan, a diferencia de los masculinos y exceptuando Villa
Crespo, para mover la estructura interna, agilizando de esta manera tanto la acción como
la intriga de la obra. Son también determinantes los personajes femeninos inmigrantes en
el drama de idea discepoliano que estudiaremos a continuación, pero con la variante de
una consciencia anarquista femenina, que contra-hegemónicamente subvierte a sus pares
masculinos.
Armando Discépolo: La fragua (1912)
La esperanza y la ilusión fueron dos de los sentimientos básicos relacionados con
la inmigración temprana, sostenidos no sólo por los inmigrantes que venían con el
objetivo de “hacer l’América”, sino que también abrigaban las expectativas de la
oligarquía liberal que gobernaba el país. A partir de 1910, se pudo claramente observar
que la inmigración temprana no había dado ni daría los frutos esperados por ambas
165

partes. La frustración y el desengaño repercutieron en diferentes esferas, tanto las sociales
como las políticas, mientras que en el aspecto literario en el drama comenzaron a verse
síntomas de mutación y cambio que terminaban con “la andadura folletinesca del
suspenso” (Viñas 13), la carcajada y las canciones del modelo zarzuelesco.
Es también en 1910, año del Centenario, que entra en la escena teatral un joven de
apenas veintitrés años con su primera obra Entre el hierro. Armando Discépolo tuvo la
suerte de estrenarla con la compañía de uno de los grandes del escenario, Pablo Podestá,
y con un elenco en el que intervinieron su hermano Antonio Podestá, la primera actriz
Orfilia Rico, María E Buschiazzo y Juan Mangiante, entre otros. Este drama en tres actos,
abre la primera etapa del autor teatral en cuya trayectoria, según Osvaldo Pellettieri,
“muestra, más que realizaciones de valor –exceptuando a Mateo-, una voluntad artística,
un deseo de concretar una verdadera obra dramática” (énfasis en original 26), que
difícilmente podría conformarse a la estética del sainete criollo. Si bien incursionó en sus
primeros momentos en ese género, principalmente como resultado de trabajos en
colaboración con otros autores, Armando Discépolo le reconoce su error a Luis Ordaz
admitiendo que: “es el mayor dolor de mi vida esas comedias tontas. Las hice no para
pan… para agua. Yo me torcí por querer más a los que me rodeaban que a mí mismo”
(Giacomo 9). Pero a pesar de esa debilidad, su capacidad creadora lo incitaba a seguir los
lineamientos de un drama culto rioplatense, cuyos principios habían sido sentados por el
autor de La Gringa. Esta rama del teatro de fin de siglo como “sistema dominante tiene
como base la textualidad del teatro de Florencio Sánchez, e incluye los textos de Pedro
E. Pico, Sánchez Gardel, Iglesias Paz y Gonzáles Pacheco, entre otros” (Pellettieri Obra
26). 100
Armando Discépolo fue un escritor en búsqueda y experimentación constante.
Escribió paralelamente en diversos registros, modificándolos y adaptándolos a sus
necesidades dramáticas. También experimentó con distintos tipos de teatro y en su primer
momento se acercó al anarco-socialismo. Ejemplos de ello son La fragua y Babilonia,
100 Mientras que Osvaldo Pellettieri separa la producción que siguió los lineamientos
propuestos por Sánchez como obras inscriptas en “el sistema teatral culto” (Obra 26).
Luis Ordaz, por su lado, propone una segunda línea mayor del sainete que sobresalía por
su contenido dramático, iniciada con Canillita y El desalojo, y ampliada pronto por Los
disfrazados de Carlos Mauricio Pacheco.
166

piezas en las que se observa la preocupación de Discépolo por registrar la realidad, el
contorno en el que estuvo inmerso, captando el fracaso de los sueños y las esperanzas que
los protagonistas de sus obras tenían al viajar hacia América.
Es en esta primera etapa donde se va perfilando su personalidad de escritor
preocupado por la realidad social y política de los desamparados presionados por un
ambiente donde prevalece el feísmo y la fatalidad. A esta primera etapa corresponde la
producción de Discépolo producida entre 1910 a 1919, Entre el hierro, El vértigo
respectivamente, 101 y La fragua de 1912. Estas obras, a criterio de Pellettieri, poseían
“una mínima teatralidad” (Obra 35), además de delatar que “Discépolo no había dado con
los medios estéticos para expresar su relativismo, caracterizado por un pesimismo
bastante marcado con referencia a las relaciones humanas, a las que veía frágiles y
gobernadas por el interés en el seno de la sociedad liberal vernácula de principios de
siglo” (Obra 35).
Por mi lado opino que lo que no pudieran tener de teatralidad los textos de su
primera época, podría compensarse con un estudio de la estructuración y la construcción
del drama que instituyen conexiones con el mundo creado, y en el caso discepoliano con
el real. El crítico Wolfgang Kayser señala “que una obra puede ser estructurada por el
personaje, el espacio o el acontecimiento” y que además es preciso y de gran valor,
“establecer el tipo de relaciones de estas formas estructurantes con la construcción
dramática” (citado en Villegas 63).
Como proceso dinámico, la acción dramática configura progresivamente el
mundo, y como resultado de eso los elementos de ficción paulatinamente van existiendo a
medida que la acción dramática se distiende (Villegas 63). Esto sucede tanto en el
personaje como en el espacio o el acontecimiento que estructuran el drama, que con
mayor o menor intensidad marcan el desarrollo del mismo. En esta parte del proyecto me
centraré en el estudio de los personajes femeninos de Santa y Carlota en La fragua como
elementos / personajes estructurantes del drama que evolucionan y se transforman
constantemente con la progresión de la situación escénica.
Pellettieri al respecto ha sugerido que:
101 Otras obras de esta época son El rincón de los besos (1911) y El reverso (1917).
167

No es Discépolo un observador aventajado de la realidad, ni un hacedor de
situaciones como lo había sido Sánchez. Su arte, que aparecerá claro y
evidente en el sainete y luego en el grotesco criollo, consiste
fundamentalmente en la creación de un personaje que estructura la acción
a partir de su intervención, poniendo orden, dando sentido a los distintos
episodios de la intriga que serán sólo facetas de su problema. (Obra 39)
A diferencia de otras obras discepolianas, La fragua puesta en escena el 4 de
septiembre de 1912 por la compañía de Guillermo Battaglia en el teatro Apolo, presenta a
un personaje embrague femenino. Este tipo de personaje según Philippe Hamon en “Pour
un statut sémiologique du personaje” es “en el que predomina la marca de la presencia
del autor o su delegación en el texto. Es un personaje portavoz” (63). Mientras que los
males se ven acumulados en el personaje de Lorenzo, su hermana Santa cuenta con la
simpatía del autor, privilegiándose su mirada en la obra y convirtiéndose así en el
personaje que determina la acción con su discurso.
Es difícil precisar la procedencia u origen de los personajes en la obra de
Discépolo. En muchos casos se parte de la idea preconcebida que el autor tiende a
valorizar al inmigrante italiano, pero no es hasta que se encuentran detalles como “¿te
acordás de aquellas noches borrascosas, allá en nuestra costa, cuando salías junto a
aquellos lobos de mar apretados en un bote, a salvar náufragos? [. . .] “¿te acordás del
pañuelo de la mamma? ¿De la pipa del babbo? (Obra 191) a lo que su hermano Lorenzo
agrega: “Y aquel pasaje desde la azotea… El Etna… El mar…” (Obra 192), en que
podemos determinar la nacionalidad y el origen de los protagonistas. La obra de
Discépolo, a diferencia del sainete que trabaja los personajes tipos con su jerga híbrida,
no explota la misma técnica lingüística. El idioma natal, y no la jerga ítalo-criolla, es
utilizado en La fragua fragmentaria y aisladamente, ligándose en general a los recuerdos
sentimentales y a las situaciones extremas. Predomina en la obra el voseo con palabras
intercaladas en lunfardo, mientras que en situaciones de corte íntimo y de confesión se
introduce el tuteo. Este estilo lingüístico según lo afirma David Viñas se debe vincular
“con la constante de la izquierda tradicional impregnada de liberalismo que elabora una
imagen de un proletariado pulcramente edificante” (Grotesco 86). Esto se sostiene
concordando con la intención del autor teatral de presentar un teatro de ideas en donde lo
168

social prevalece y donde postula su punto de vista con lo que respecta a la mujer en su
posición marginal. 102
Santa no es un personaje derrotado, como lo es su hermano Lorenzo y lo serán los
protagonistas de sus grotescos, pero es una heroína imperfecta. Al principio de la obra
nos enteraremos que por propia decisión había decidido irse a vivir con su amante a quien
creía el amor de su vida. El joven Gustavo de origen francés e hijo del dueño de la fábrica
donde se produce la huelga encabezada por Lorenzo, se cansa rápidamente de Santa y
ésta regresa a la casa de su hermano. Dentro del contexto familiar no se le marginó, ni
fue juzgada su conducta. De hecho, se le recibió “con los brazos abiertos, como si nada
hubiese pasado” (192) y sin preguntársele una sola palabra. Lorenzo, su hermano, le
manifiesta simplemente: “Era tuya tu conducta” (192). El comportamiento de Santa no es
medido en los parámetros de la vergüenza social que desde el punto de vista psicológico,
limita el comportamiento impuesto por la cultura. Jurij Lotman a este tipo de limitación
cultural lo divide en dos sectores: “uno regulado por la vergüenza y otro por el miedo” 103 ,
lo que además coincide con “la antítesis ‘nosotros-ellos’”. En la cultura de “nosotros”,
según los parámetros anarquistas seguidos por la obra, la mujer no es juzgada por sus
acciones, sino que se le confiere el poder de tomar sus propias decisiones y aceptar sus
responsabilidades y consecuencias como mujer independiente. El miedo y la coerción que
definen la relación con los otros son inexistentes en este texto.
Mientras que el lineamiento del anarquismo que enfatiza la lucha en contra de la
autoridad y la burguesía comercial representada por los dueños de los establecimientos
fabriles, es encarnado por Lorenzo, el anarquismo femenino que “focused its energy on
the power exercised over women in marriage and the family, seeking their freedom to
have relatiosnships outside this institutions” (Molyneux “No God” 129) en La fragua es
encarnado por Santa y Carlota.
En este texto Discépolo reproduce las tensiones internas existentes dentro del
movimiento anarquista argentino, entre los hombres y las feministas que participaban en
102 Otro de los temas que preocupa a Discépolo es el del alcoholismo, pero en este caso el
mal es identificado como vicio característico de los hombres (Pellettieri Obra 35).
103 En cierto sentido, según Lotman, “esto puede referirse a una trivial distinción entre
normas jurídicas y normas morales del comportamiento” (205).
169

él, pero sin llevarlo a un punto extremo, tal cual lo habían clamado las redactoras de La
voz de la mujer. 104 Este periódico feminista comunista-anárquico, publicado entre enero
de 1896 y el mismo mes de 1897, fue el medio de canalización de las protestas de la rama
femenina del anarquismo argentino. Me gustaría tomar como referencia y piedra de
contacto algunos de los escritos aparecidos en este periódico anarquista, como
antecedente y referente de la problemática de la mujer en el hogar anarquista. Las
anarquistas en la declaración de propósito de su primer número manifestaron que:
Hastiadas ya de tanto y tanto llanto y miseria, hastiadas del eterno y
desconsolador cuadro que nos ofrecen nuestros desgraciados hijos, los
tiernos pedazos de nuestro corazón, hastiadas de pedir y suplicar, de ser el
juguete, el objeto de los placeres de nuestros infames explotadores o de
viles maridos, hemos decidido levantar nuestra voz en el concierto social
y exigir, exigir decimos, nuestra parte en el banquete de la vida. (La voz
1)
Mientras que los hombres anarquistas buscaban reivindicaciones obreras y acción directa
por medio de huelgas y/o represión, la lucha de la fracción femenina era más de carácter
ideológico y apuntaba a la autoridad o poder ejercitado por los hombres “sobre las
mujeres en el matrimonio y la familia, buscando la libertad de tener relaciones fuera de
estas instituciones” (Molyneux La voz 23).
Santa, como manifesté con anterioridad, por propia voluntad y enamorada de
Gustavo, apeló al amor y la unión libre con su antiguo patrón, mientras que Carlota tiene
relaciones con un amigo de su esposo, aventura de la cual queda embarazada de su
segundo hijo que es una niña. Ambas mujeres por amor llegaron al estado en que se
encontraban, pero tras dar el mal paso y haber sufrido, las dos experimentan una
transformación, casi diría iluminación, de sus posibilidades en el sueño de la vida. Para
Santa vivir es soñar, vivir es no amar, y con eso en mente se decide hacerlo, para luego
volver a Gustavo, pero en esa segunda vez claramente como amante. Se vuelve práctica y
ante el constante acoso de su ex pareja, se decide a aceptarlo, entendiendo a la relación
como un contrato basado en la necesidad recíproca. En las negociaciones Santa deja bien
claro que no le ama, expresándolo de este modo: “Me sería fácil, ya que estoy aquí,
170

decirte: Gustavo, te amo aún…, pero no quiero cometer la primera villanía en este
contrato [. . .] no temás; soy una Santa nueva” (217). 105
Por su lado Carlota, casada por varios años y reducida al trabajo de la casa y el
cuidado de los niños, no es feliz en su matrimonio y decide perderse en brazos de su
amante Santiago ante la falta de compromiso dentro de la dinámica familiar por parte de
su esposo. 106 A diferencia de los militantes socialistas de la época, quienes se reconocían
como opositores al sistema pero no enemigos acérrimos de la clase dirigente, los
anarquistas vivían observados, perseguidos y condenados por el orden establecido. El
militante anarquista “es corrido de los conventillos y de los lugares laborales, pasa largos
períodos en prisión, en la clandestinidad o deportado. Eso provoca que las obligaciones
mayores y menores en torno al mantenimiento material y emocional de los vástagos y de
la unidad doméstica recaiga en la mujer” (Bellucci “Anarquismo” 63). Carlota, le suplica
a su marido que piense en su familia antes de exponerse a la policía que custodiaba la
fábrica en donde se había declarado la huelga que enmarca la obra. Lorenzo como
respuesta le recrimina: “Carlota, Carlota, nunca entenderás de todo esto” (198). Esta
significativa frase enfatiza el abismo existente entre las dos posturas dentro de la familia
del anarquismo: la de los hombres que buscaban su reivindicación en la calle mientras
que las mujeres abogaban por reformas dentro del ámbito familiar. Carlota, como las
feministas anarquistas, atacó su matrimonio, no sólo con la infidelidad, sino que desafió a
105 Constataremos la autenticidad de este contrato en el último acto de la obra en que
Santa ricamente vestida espera a Gustavo que la pase a buscar para ir de paseo. Al llegar,
éste se disculpa de salir con ella con una excusa trivial y marcado desinterés, en el cual el
lector no deja de percibir la deshonestidad de él y la indiferencia de ella.
106 Como consecuencia de su actuación militante y sus numerosas estadías en la cárcel,
Lorenzo desconoce las dos directrices que guían la intriga en la obra: la identidad del
amante de su hermana Santa por un lado, y que su esposa Carlota le había engañado y
que como resultado de ello su segunda hija, llamada tan sólo “la nena” en la obra, no es
suya. En este sentido Discépolo se acerca a las convenciones del naturalismo, sistema en
el cual el personaje debe tener una gran carga referencial. “La nena” con su nombre
genérico debe ser contrastado con el nombre de su hijo mayor “Avvenire” que en
italiano como sustantivo significa “futuro o porvenir”. Según Pellettieri “Avvenire se
conecta con un vaticinio sobre el futuro del hombre, de la política nacional, la utopía
soñada por La fragua” (Obra 244).
171

esa institución con una declaración tal como: “aquí sabemos querer sin pedir permiso a
nadie” (200).
Carlota, quien no trabajaba, tras la deportación de Lorenzo acepta la ayuda de su
amante que ya vivía como inquilino de una de las habitaciones de la casa, y quien lo
desplaza como hombre del hogar y toma el lugar de padre de familia, manteniendo
económica y moralmente a Carlota y a sus hijos. Es en la última escena cuando regresa
Lorenzo desde Italia en que se desencadena la trama. Carlota y Santiago se confiesan ante
Lorenzo quien les reclama: “Pero ¿por qué? ¿por qué? Si con una sola palabra, entonces,
hubiera bastado para hacernos nobles a todos. Si a nosotros no nos ata ninguna ley
absurda, sino la conciencia” (Obra 242).
La mentira es el elemento que hilvana la trama, y como pasa con toda mentira
siempre se descubre. Santa le recrimina a su hermano que: “Hace cuatro años que vivís
sobre lo falso, pregonando lo verdadero” (Obra 242). La falsedad reclamada por Santa
hace eco a la queja de las mujeres anarquistas quienes acusan a sus companeros de
pseudos anarquistas cuando se trata de sus propias familias. Coincidiendo con esta
postura, Juana Rouco Buela 107 denuncia:
He tenido ocasión de observar que en todas partes las mujeres que
concurren a nuestros mitines y conferencias son un número reducido que
no se puede tener en cuenta. [. . . ] Eso se observa en la mayoría de los
pueblos, no obstante haber en algunos de ellos un buen número de
anarquistas militantes que tienen familia. ¿Qué podemos decir a esto?
Sencillamente, que se sienten despojados de todos los prejuicios y que le
tienen miedo a la mujer emancipada. Y digo miedo porque una mujer libre
no se amolda a la tiranía del hogar tal cual hoy se practica, pues si tiene
deberes, también derechos. Y esto ofende al espíritu leonino del hombre.
Un reducido número de anarquistas son los que se han preocupado de su
107 Juana Rouco Buela (1889-1960) fue en el Río de la Plata, una de las primeras
luchadoras femeninas anarquistas. Militante activa en numerosas huelgas obreras y en
manifestaciones de repudio contra la represión policial y la persecución política. Fue
editora y ensayista de periódicos, entre ellos La voz de la mujer, en donde encontraba
espacio para reflexionar sobre la explotación de la clase obrera y, básicamente, sobre el
desempeño laboral y sindical de las mujeres (Bellucci “Juana Rouco Buela” 1).
172

hogar; la mayoría, aunque cuesta decirlo, sólo son anarquistas de las
puertas de su casa para afuera, pues con su familia no conviven. (Citado
en Bellucci “Anarquismo” 63-64)
El desamparo sufrido por la mujer del hogar anarquista, 108 no sólo es ficción como
podemos observar en el comentario de Rouco Buela, sino que justifica el accionar de
Carlota en unirse libremente con Santiago y asegurar su porvenir, cuando su marido ha
elegido optar por la lucha social y como consecuencia de ello, el descuido de su propia
familia.
En este drama de ideas se perfilan alguna de las características estéticas e
ideológicas que marcarán el teatro posterior de Armando Discépolo. En La fragua vemos
indicios del personaje derrotado en Lorenzo, aunque sostengo que la sociedad o el
sistema no son los únicos causantes de su fracaso, sino que la raíz del mismo puede ser
encontrada en su propio accionar. Desde mi perspectiva son los personajes femeninos los
centrales y estructurantes de la intriga. Santa como personaje embrague, está destinada a
aclarar la tesis de la obra y se lleva la simpatía del autor a pesar de sus “imperfecciones”.
Carlota, por su lado, muestra otra de las posibilidades de la mujer en su posición
marginal. Como madre de familia desamparada se ve obligada a abogar por el bienestar
de sus hijos y el propio. Mientras que Lorenzo es el derrotado, los personajes femeninos
de esta obra encuentran su propia posibilidad de existencia dentro de la sociedad,
adecuada o concordante a su propia disposición.
Conclusiones del capítulo
Si se pudiera hablar de una revolución cultural entre los años 1880 y 1930, sin
duda, ésta tuvo lugar en el teatro en sus dos manifestaciones más amplias, es decir tanto
en su registro “culto” como en el “popular”. Mientras que los autores que seguían el
primero centraban su temática y la forma teatral en lo europeo, los que se adherían al
género chico encontraban inspiración en lo netamente nacional. La inmigración masiva
108 También Rosa, otra mujer extranjera y esposa de un huelguista, se queja de la
militancia de los hombres quienes olvidan que pueden perder el trabajo, y que por
extensión poner en peligro el bienestar de su familia.
173

que se produjo en este periodo impactó la producción teatral del momento en la forma de
temas y personajes que expresan la conmoción y la inquietud provocada en el contexto
social por la llegada de los inmigrantes en una sociedad ya compleja.
Entre los factores que determinaron el éxito del género chico, en particular el
sainete y la comedia, se puede destacar la capacidad de comunicación que este género
alcanzó entre público, autor y actor, convirtiéndose así el teatro en la forma de
entretenimiento popular por excelencia. Por un lado, el teatro comenzó a reflejar la
complejidad y los problemas de la sociedad como consecuencia y presencia de los
inmigrantes, y tanto la temática como la caracterización de los personajes facilitaron el
proceso de auto-identificación del nuevo público. Por otro lado, éste trajo la costumbre
europea de asistir a las presentaciones teatrales, y además, dada su brevedad permitía la
presencia de toda la familia.
En un momento histórico en que el papel de la mujer en general era concebido
como pasivo, respondiendo a reglas fijas establecidas por la sociedad patriarcal, o era
intercambiada como bien para restablecer el equilibrio entre el dinero y el prestigio
económico-social, los personajes inmigrantes analizados en estas obras de teatro rompen
con estos estereotipos orquestados por el modelo hegemónico. Para eso se parten de las
herramientas más importantes en la escena, es decir, la imagen y el discurso, que hace
visible su presencia y le confiere la palabra. Por un lado, la identidad mediatizada de
estos personajes es visualizada por recursos escénicos tales como la vestimenta, las poses,
su oficio y la edad, mientras que por el otro lado, el discurso, en el mayor de los casos
híbrido, complementa su imagen.
Aunque estadísticamente la mujer inmigrante consistía en tan sólo un número, en
el teatro de principios de siglo XX ganó visibilidad. Mirta Henault comenta con respecto
a la mujer inmigrante que “además de los papeles tradicionales de la mujer en la escena:
la malvada, la infiel, la noviecita ingenua, la esposa abnegada, sin olvidar a la madrecita
sana, los autores de la época hacen jugar a las mujeres un particular rol social y
económico, aunque en sí mismas no fueran el sujeto de la acción” (56). Desde el
tratamiento simbólico en La gringa de Florencio Sánchez a la acción y determinación de
Santa y Carlota en La fragua de Armando Discépolo, vemos en la esfera del drama de
174

principios de siglo XX la inclusión de estos personajes en contraste a los modelos
hegemónicos.
No sólo lo visual y lo discursivo construyen a las mujeres inmigrantes en el
contexto teatral. En el caso de La fragua los personajes femeninos de Santa y Carlota
actúan como elementos estructurantes de la obra y llevan a cabo como función principal,
marcar el desarrollo de la misma. Tanto los personajes de Carlota como de Santa
evolucionan a lo largo de ella, y al mismo tiempo que se transforman, se va produciendo
una progresión de la situación escénica. Además, estos personajes dejan atrás el
personaje tipo tan característico del sainete y otras formas dramáticas del momento. Uno
de los cambios más radicales en el teatro discepoliano se produce precisamente en la
caracterización de los personajes. Del “tipo” o “prototipo” aunque tuvieran
comportamientos tragicómicos, éstos en la obra de Discépolo se convirtieron en
“personajes” que además de cuerpo poseían un espíritu con una marcada interioridad. A
diferencia de su teatro posterior los personajes de La fragua no son sufrientes pero están
sujetos a una gran intimidad.
La obra de Florencio Sánchez en este trabajo es considerada primordial por el
lugar que el uruguayo ocupó en la escena teatral rioplatense, asimismo porque el tema de
la inmigración no fue ajeno a su drama que lo trata en todo su repertorio, pero
particularmente durante los primeros años de su producción que abarca de 1902 a 1907.
La gringa, ansiosamente esperada tanto por el público como la crítica, desilusionó a
muchos. El crítico teatral Juan Pablo Echagüe, reseñando la obra sostiene que si bien el
talento de Sánchez se manifestaba es aspectos tales como “el ambiente reflejado con
maestría, los diálogos, los pormenores, las costumbres, los episodios circunstanciales”
(45), también eso resultaba contraproducente porque son “esos episodios y detalles
multiplicados hasta la cargazón, los que embrollan y diluyen el tema central en un océano
de minucias perfectamente innecesarias al desarrollo del argumento” (45). Concordando
con Echagüe, sostengo que por momentos durante la lectura del texto dramático,
parecemos olvidar el tema principal de la obra. En el caso del personaje de Victoria, no se
sale de la caracterización del personaje tipo y su valor radica en el simbolismo que le
confiere su participación en la obra. Como mencioné anteriormente, Victoria es el
personaje conciliador por excelencia, tanto de las razas criollas e inmigrantes como de la
175

tradición y el progreso en el contexto social de principios del siglo XX. Su valor yace en
ello y no en sus hechos ni en su desarrollo dramático como personaje.
En La gringa, el desalojo ya existía como subtema, con esto me refiero a que el
gringo destituye al criollo de su ambiente natural. La diferencia es que en La gringa,
Cantalicio es culpable de sus propias acciones, mientras que en El desalojo, Indalecia y
sus hijos son víctimas de las circunstancias. En ambas obras, sin embargo, es el agente
extranjero el propulsor de la acción.
El desalojo (1906) escrito en la época del auge y la producción masiva del sainete
por un escritor que, si bien acataba las normas dramáticas del teatro culto, se identificaba
con lo popular y los problemas que enfrentaba ese sector. Aunque es clasificado por el
mismo Sánchez como sainete, estructuralmente en otros aspectos se asemeja más al
drama de orden costumbrista. La encargada italiana de la obra es destacada por su
intolerancia y hasta cierto punto por su crueldad y falta de piedad ante una mujer, que
además podría ser ella misma, en un estado de patetismo que le impide actuar y tomar la
dura decisión de entregar a sus hijos a los patronatos de beneficencia.
Por último, en este capítulo analizo los personajes femeninos de un clásico
argentino El conventillo de la Paloma que escapan la clasificación característica de los
personajes tipos, trascendiéndolos y adquiriendo “personalidad”. La turca Sofía, Doce
pesos y Mariquiña tienen historia individual y viven la intriga –tipo- pero además tienden
a existir por sí mismas como personas. Esa dinamicidad de sus personajes las convierte
en causa y efecto de la situación presentada en la obra, y como consecuencia de ello
crean la acción. Los “personajes carácter” femeninos de El conventillo son los que se
complotan, a diferencia de los masculinos y exceptuando a Villa Crespo, para mover la
estructura interna, agilizando de esta manera tanto la acción como la intriga de la obra.
176

CAPÍTULO IV
Visual culture entails a meditation on
blindness, the invisible, the unseen, the
unseeable, and the overlooked; also on
deafness and the visible language of gesture;
it also compels attention to the tactile, the
auditory, the haptic, and the phenomenon of
synesthesia. 109
177
W. J. T. Mitchell
En la Academia Humanística tradicional, el estudio del material visual ha sido
enfocado y enmarcado dentro de los contornos de lo que se conoce y entiende como
“Alta Cultura”, restringiendo lo visual a la expresión artística de museos y galerías. Sin
embargo, en las últimas décadas, han surgido disciplinas como los estudios de género,
performance, queer y de etnia que entienden a lo visual de una manera menos
estructurada y limitada, proponiendo un desplazamiento, así como un cambio de interés
en lo que se entiende como “Alta Cultura” para expandir sus objetivos a otros intereses y
campos de estudio.
Estrechamente ligado a la cultura visual se encuentran los estudios de
performance, que han expandido y alterado disciplinas tradicionales como el teatro, la
danza y la música para incluir un vasto número de comportamientos performativos como
109 Esta cita proviene del artículo “Showing seeing: a critique of visual culture”,
publicado en Journal of Visual Culture, y corresponde a la sección “Eight counter-theses
on visual culture” (170).

lo artístico y el espectáculo. La conexión más evidente entre ambos es que el estudio de
la cultura visual “mira” a la producción y consumo de imágenes, objetos y eventos
provenientes de diferentes culturas, cruzando también bordes nacionales, además de
enfocarse en la construcción de la identidad en relación a las modalidades
interdependientes de raza, género, clase y etnia.
Performance funciona como un acto de transferencia, según Diana Taylor, que
transmite “social knowledge, memory, and a sense of identity through reiterated, or what
Richard Schechner has called ‘twice-behaved behavior’” (The Archive 2-3). Eventos
como el teatro, la danza, demostraciones políticas, e inclusive funerales, incluyen
comportamientos ensayados con anterioridad que respetan ciertas convenciones
culturalmente establecidas. También es posible considerar a prácticas como la identidad
sexual, el género, la etnia, y la obediencia cívica como performance, debido a que éstas
son ensayadas y puestas en escena diariamente en la esfera de lo público. 110
Entre las acepciones de performance encontramos términos como “teatralidad”,
“espectáculo”, “acción” y “representación”, que con sus variaciones, hacen referencia a
comportamientos repetidos o ensayados. Taylor sostiene que la teatralidad y el
espectáculo captan “the constructed, all-encompassing sense of performance” (The
Archive 13), o como lo llamaría la crítica en otra sección “the put on” que enfatiza su
sentido de artificialidad. El espectáculo, y aquí concordando con Guy Debord, 111 no es
una colección de imágenes, sino que son relaciones sociales mediadas por imágenes (4).
Estas relaciones sociales provenientes del espectáculo son parte del proyecto del modelo
dominante que hacen de éste simultáneamente el producto y el productor de fantasías y
deseos en la búsqueda de una identidad nacional.
Por su lado, Diana Taylor ha expresado que los espectáculos públicos “are the
locus for the construction of communal identity” (Disappearing 29) que distinguen el que
110 Diana Taylor con respecto a este punto sostiene que “to understand these as a
performance suggests that performance also functions as epistemology” (3).
111 Guy Debord, crítico teórico francés que publicó Society of the Spectacle en 1967. El
concepto ha tenido gran impacto en una variedad de teorías de la sociedad y la cultura
contemporánea. Describe la producción de la prensa y la sociedad consumidora que gira
alrededor de la producción y consumición de imágenes, mercancías o productos y
eventos puestos en escena.
178

mira de el que es mirado. Este cruce y entrecruces de miradas produce una serie de
negociaciones de significados que responden a lineamientos postuladas en el campo de la
cultura visual. W. J. T. Mitchell propone que la visión es una construcción social
aprendida y cultivada y que de alguna manera se relaciona con las prácticas culturales y
sociales de “display” y “spectatorship”. Es en esta práctica de mostrar y ser mostradas en
que son insertadas las imágenes de las mujeres inmigrantes y extranjeras en la época que
corresponde a este estudio. Estos cuerpos femeninos son mostrados de manera
“espectacular” en su doble acepción de la palabra. Por un lado, las mujeres extranjeras
son exhibidas y vistas como seres extraordinarios, de carácter inusual y merecedor de
atención especial, mientras que las mujeres inmigrantes son relacionadas con el aspecto
negativo del término, es decir que se relacionan con el escándalo, la perversión, lo otro y
el asombro. La tesis de este capítulo corresponde al estudio de las imágenes fotográficas
provenientes de publicaciones periódicas; en las que observo una total manipulación de
los cuerpos femeninos a modo de espectáculo en las dos acepciones del término: el
negativo y el positivo.
Para “leer” el material aquí seleccionado he acudido a herramientas disciplinarias
provenientes de los estudios latinoamericanos de performance y género que permitieron
extender el análisis al campo social y político. Estas imágenes de mujeres inmigrantes y
extranjeras, a las que llamaré “imágenes sociales”, serán leídas a contraluz de lecturas
más tradicionales, con el objetivo de hacer brillar las tensiones y temores que
obsesionaban a la clase dirigente en manos de una oligarquía en decadencia.
La extranjera espectacular
A lo largo de la historia ha existido correlación directa entre la sociedad que
produce y consume y las formas de expresión artística que responden a las limitaciones
políticas, a las maneras de pensar y a los gustos de la época marcados, en general, por la
clase dirigente. El espectáculo define el programa social de la clase en el poder. En la
Argentina finisecular a medida que la burguesía se consolidaba, tanto en lo social como
en lo político, se estipularon nuevas tendencias en las modalidades de expresión artística
que reflejaban esta variación de la estructura social. En la era de la mecanización y del
179

capitalismo moderno, la fotografía 112 respondió a transformar los modos de expresión. A
partir de la década de 1860 comenzó a tener gran aceptación, convirtiéndose en un
instrumento de apoyo en la investigación de diferentes campos científicos y de expresión
artística.
Con el advenimiento de la fotografía se daba un gran paso hacia la
democratización del arte. Sin embargo, en sus primeros tiempos, esta nueva forma
estética estuvo en manos de algunos pocos que poseían el capital necesario para invertir
en materiales y equipos. En general estos aficionados si bien estimularon el gradual
perfeccionamiento de la técnica, no hacían su trabajo accesible al público. A partir de la
segunda mitad del siglo XIX, la expresión cultural pasó gradualmente a ser documentada
fotográficamente. También comenzaron a aparecer los primeros estudios fotográficos que
se especializaron en retratos por encargo y cuya clientela contaba con el poder
adquisitivo para comprarlos. En Argentina la fotografía como ilustración se utilizó en
publicaciones periódicas desde finales del siglo XIX, pero no fue hasta la década de 1920
en que su uso comenzara a manifestarse gradualmente en mayores proporciones en los
medios de prensa. Dos razones se deben a tal suceso. Por un lado, la fotografía en sus
primeros momentos fue un medio muy caro que las publicidades no alcanzaban a costear.
Por el otro lado, se debe al estilo periodístico de la época que comenzó a reconocer el
valor espectacular que le agregaba al texto el acompañamiento de fotografías.
Las imágenes visuales, así como la visión, que aparentemente se presentan como
instantáneas y automáticas, transparentes y naturales, son en realidad construcciones
simbólicas que responden a un sistema de códigos cargados de significados ideológicos,
culturales y sociales. Es por eso que la elección del medio de publicación de las imágenes
visuales también responde a un canal idóneo. Vana fue la búsqueda de fotografías en que
mujeres inmigrantes se encontraran representadas en periódicos tradicionales como La
Nación y La Prensa en que se presentaba, entre las mujeres, tan sólo a las damas de la
sociedad porteña. En cambio en Crítica y en Caras y Caretas, la otra mujer, es decir, las
112 El primer paso en la historia de la fotografía comenzó con la invención de la litografía
por Alois Senefelder en 1798, e importada a Francia por Philippe Lasteyrie unos años
después.
180

trabajadoras –inmigrantes y nativas- así como las actrices extranjeras eran mostradas
como imágenes de una presencia que se trataba de ocultar en otros medios.
a- El espacio de Crítica
La redacción, así como la dirección de Crítica creía fervientemente en el papel de
instrumento social que la reputación del periódico tenía. Fue fundado en 1918 por Don
Natalio Botana conocido como simpatizante de ideas de izquierda. El periódico fue
concebido desde un primer momento como oposición al conservadurismo, en especial se
enfrentaba al corporativismo de los periódicos nacidos en la década de 1880. Según las
críticas argentinas Mariana Iturriza y Myriam Pelazas, Crítica “era irrespetuoso y
peleador; uno de los vespertinos con que se enfrentaba constantemente era el yrigoyenista
Última hora fundamentalmente con respecto al tema del fascismo, que se verá más
adelante” (79). En sus primeros años de publicación, la primera guerra mundial ocupó la
mayoría de sus páginas, pero una vez finalizado el conflicto bélico, el enfoque fue más
social y contemporáneo a los hechos acontecidos en el país, en especial a lo que
concernía a su público: la clase popular. 113
Hacia 1925 el diario contaba de doce páginas entre las que figuraban las secciones
de deportes que le dedicaba gran parte de su espacio al boxeo, las carreras de caballos y
al fútbol. Otras páginas se reservaban para el espectáculo tanto nacional como
internacional, y en primera plana en general se presentaban los policiales. Era ésta la
sección a la que se le ponía más empeño, siempre acompañada de ilustraciones, ya sean
grabados que ilustrasen el acontecimiento, o bien, fotografías. “La utilización de la
fotografía como recurso habitual se correspondía con el modelo de prensa amarilla”
sostenían las críticas Iturriza y Pelazas, agregando que “por un lado, debido al bajo nivel
educativo de muchos de los lectores, y por el otro, a la implementación de la ‘foto-
113 El crítico argentino C. Galván Moreno sostuvo que “Crítica es un diario que cultiva
como elemento de difusión el sensacionalismo, con lo cual llega al espíritu de una gruesa
cantidad de sus lectores. Es el diario de las masas, prestos a ir en la dirección del soplo
que las lleva. De ahí el éxito de este diario, éxito casi sin precedente, por su forma, en la
historia del periodismo argentino. Tiene además de sus servicios noticiosos, en lo que
poco puede envidiar a los mejores del mundo, muchas secciones con un rico plantel de
colaboradores. Sus ediciones son al gran tamaño y de numerosas páginas” (109).
181

impacto’, un elemento, tal vez por primera vez en el país, más importante que el texto; la
foto pasó a ser un acontecimiento en sí misma” (80).
Entre los personajes de la época, las actrices extranjeras ocupaban un lugar
importante en la prensa argentina de principio del siglo (Foto 1). No sólo en la prensa
tradicional 114 , sino que el diario Crítica les dedicaba un espacio central de considerable
tamaño en la página correspondiente al espectáculo, donde se ubicaba la fotografía de las
divas de cuerpo entero o tan sólo su rostro. De esta manera las actrices eran convertidas
en el centro que magnéticamente atraía la mirada del espectador, envolviéndolo en una
dinámica de intercambios.
En general, el espectáculo se presenta simultáneamente como “all of society, as
part of society, and as instrument of unification” (Debord 3). De su aparente unificación,
la generalizada separación es la que sobresale. El espectáculo como “parte de la
sociedad” es el centro que concentra todas las miradas y toda la conciencia. Así la mujer
espectáculo se convierte en lo que para Roland Barthes es el blanco o ‘Spectrum’(35),
prefiriendo esta palabra porque según el crítico francés “mantiene a través de su raíz una
relación con ‘espectáculo’’’ (35). Estas mujeres adquieren el rol central de celebridades
que para Debord es una representación espectacular de los seres humanos, que acarrea o
encarna a la vez la imagen de un papel posible (60). Fuera del entorno fotográfico, las
celebridades existen para actuar diferentes estilos de vidas, en muchos casos inaccesibles
para el hombre y la mujer común que proyectan en ellos la vida deseada.
En este espectáculo donde la puesta en escena de la mujer-actriz es ensayada
nunca se aleja de la práctica de performance. Richard Schechner sostiene que:
“performances -whether in the performance arts, sports, or everyday life –consists of
ritualized gestures and sounds” (45). En realidad casi todos los comportamientos
cotidianos son una acción sostenida por un ritual. La actriz, además de los rituales
propios de la vida diaria, en el momento de posar para el fotógrafo se entrega a un ritual
114 La crítica norteamericana Kathleen Newman observa el mismo tipo de impacto en
Caras y Caretas comentando que: “Indeed, nearly every week in Caras y Caretas in 19191
there was a page for the column ‘Teatro del silencio,’ which featured, for example
‘beautiful’ backlit studio shots of Mary Pickford, Alice Brady, Marion Davis, Constance
Talmadge, or Billy Burke, accompanied by paragraph-length commentary on their lives
and films” (81).
182

elacionado con su profesión. El comportamiento considerado performance artístico es
una acción representada por una persona idóneamente preparada, cuyos movimientos y
poses han sido previamente ensayados.
Tampoco debemos olvidar la conexión entre ritual y juego manipulada por los
publicistas o los apoderados de los artistas. La interacción entre ritual y juego genera lo
que Schechner denomina “twice-behaved behaviors”, y sin ir más allá el mismo crítico
sostiene que una definición de performance podría ser “ritualized behavior
conditioned/permeated by play” en el sentido perfomativo (45). La razón por la que se
acude a esta práctica es porque a través de acciones ritualizadas la gente rememora y
memoriza, de hecho los rituales son recuerdos en acción. Recuerdos que muchos
intentarán imitar en la soledad de su privacidad y que les permitirá transportarles a una
segunda realidad que los separa de su cotidianeidad y de sus vidas ordinarias. “Play gives
people the chance to temporarily experience the taboo, the excessive and the risky” (45)
sostiene Schechner. “Performing” o jugando a ser/estar con las divas y poder disfrutar de
sus vidas o de ellas es una tentación difícil de resistir para un público ávido de una nueva
experiencia. En esta “segunda realidad” las personas juegan a ser otras diferentes a las
que viven su vida diaria.
Los rituales humanos están marcados por el pasaje de una etapa de la vida a otra o
de una profesión a otra. Para lograr este objetivo es preciso pasar por una ceremonia cuyo
propósito esencial es habilitar al individuo para enfrentar la próxima etapa. Es aquí donde
encuentro puntos de contacto entre la conexión mujer-diva y el pasaje de etapas. Arnold
Van Gennep reconoce que el pasaje ritual consiste de tres fases: la preliminal, la liminal y
la post-liminal. De las tres la liminal es la más importante y se entiende que es un periodo
de tiempo en que la persona no es ni lo uno ni lo otro -“betwixt and between”- en
categorías sociales o identidades personales. Es en este momento precisamente, cuando
las transformaciones ocurren en determinados espacios, en este caso la fotografía, dando
así un sin fin de posibilidades a nuevas situaciones, identidades y realidades sociales. 115
115 Victor Turner, el antropólogo escocés en The Ritual Process (1969) sostiene que
“liminal entities are neither here nor there; they are betwixt and between the positions
assigned and arrayed by law, custom, convention and ceremonial” (95).
183

La fase liminal funciona de dos maneras: la primera reduce a aquellos en que se
opera la ritualización a un estado de vulnerabilidad con el objetivo que queden abiertos y
dispuestos al cambio. Siguiendo lo propuesto por Schechner, la persona es despojada de
sus identidades y de los lugares asignados con anterioridad y entran en un lugar-tiempo
en que no son ni uno ni lo otro. La persona como entidad se encuentra en un espaciotiempo
“entre” y por el momento se encuentra sin una identidad. A continuación, y esta
sería la segunda manera, durante la fase liminal, “persons are inscribed with their new
identities and initiated into their new powers” (Schechner 58). Esto es precisamente lo
que le sucede con la mujer-diva personificada por la actriz extranjera. En el espacio
liminal que se le confiere a la foto en este estudio, la mujer es despojada de su identidad
cotidiana para adquirir por medio del ritual ceremonial asociado con su profesión, una
nueva y exuberante identidad. El maquillaje, las joyas, la vestimenta y la pose hacen de
ella otra persona. Aquí concordando con Schechner, sostengo que la práctica o el ensayo
que envuelve a cualquier performance es análogo a la fase liminal del proceso ritual.
Otro aspecto que se relaciona con la presencia de las imágenes fotográficas de
actrices y en algunos casos bataclanas extranjeras y las mujeres inmigrantes en un
espacio central en Crítica, se debe en particular a una economía de producción y
consumo. En todo espectáculo estas prácticas se manifiestan “in all its specific forms, as
information or propaganda, as advertisement or direct entertainment consumption, the
spectacle is the present model of socially dominant life” (Debord 6). A lo largo de los
siglos XIX y XX, la imagen del cuerpo femenino ha servido como símbolo de lo que se
desea, y el deseo así como cualquier producto se torna una mercancía que se compra y se
vende. Para Rebecca Schneider el deseo “like commodities themselves, it is natured
designed, packaged, and sold –marketed, outfitted, and set upon a runway of dreams
where it is also marked for gender as if by some great accident of God: desire is
masculinized; the desired feminized” (5). El emblemático cuerpo femenino es circulado
como insaciable en una sociedad capitalista, donde a la vez es caracterizado por su
imposibilidad de ser alcanzado.
Taylor por su lado sostiene que el espectáculo es el canal idóneo que se
materializa como productor y producto de los deseos y fantasías de diferentes grupos
(Disappearing xi). En el caso de las fotografías de las actrices y bataclanas vemos como
184

el cuerpo femenino es sexual/sensualmente expuesto. El ofrecimiento a la cámara
fotográfica, a diferencia de otros casos, es voluntario. El deseo es que sea aceptado y
dominado por la mirada del espectador masculino que se entiende como el consumidor
más ávido. El cuerpo femenino de la extranjera es puesto en escena para el espectador, es
dado para ser visto, convirtiéndose así en espectáculo, “an always already theatrical
masquerade, a parade of desire, a dreamscape of wishes spread for potential
consumption” (Schneider 67-8). Por su lado el escritor argentino Horacio Quiroga,
quien en Caras y Caretas inaugura el 9 de diciembre de 1919 una columna de crítica de
cine titulada ‘Los estrenos cinematográficos’. El mismo día en que inaugura su columna
se pregunta:
¿Por qué, pues, la profunda ola de amor por las estrellas mudas en que se
ahoga y continúa ahogándose el alma masculina de las salas del cine?
Por esto, y he aquí la razón: porque la hermosa chica que toma el tranvía
se lleva con ella el tiempo que hubiéramos necesitado para adorarla . . .
Pero la estrella del cine nos entrega sostenidamente su encanto, nos tiende
sin tasa de tiempo cuanto en ella es turbador: ojos, boca, frescura,
sensibilidad arrobada y arranque pasional. Es nuestra, podemos admirarla,
absorberla cuarenta y cinco minutos continuos … (s/p)
Esta mujer abstracta y espectacular es utilizada como parámetro comparativo. La mujer
moderna, “la hermosa chica que toma el tranvía” es pública e inalcanzable, dueña de su
cuerpo, el cual lleva y aparta de la mirada capturadora masculina. Irónicamente, la mujer
argentina la que tiene más al alcance se presenta en el texto como la más etérea e
intangible, mientras la estrella de cine se convierte en una presa fácil.
Conocido es que a las mujeres se les ha negado el uso de la voz a lo largo de la
historia, factor éste que ha contribuido a su eterna invisibilidad. Irónicamente, es la
estrella del cine mudo, ya sea en la pantalla cinematográfica, en el aviso publicitario o en
la fotografía quien aunque silenciada, tiene mayor visibilidad ante el deseo masculino.
Ella, sólo cuenta con su cuerpo para comunicarse y venderse. El cuerpo expuesto de la
mujer/actriz extranjera, y en algunos casos tan sólo sus caras, es el objeto de intercambio,
tornándose así en el punto en común en que los hombres posan sus miradas pero el cual
posiblemente nunca será adquirido.
185

La inmigrante espectacular
Como se ha manifestado con anterioridad, el espectáculo puede ser entendido
como positivo o negativo, es una narrativa y una performance teatral que legitima y a la
vez camufla prácticas de consumo y producción. Se sabe que lo que escandaliza,
aterroriza o causa extrañeza vende y entretiene, y que por lo tanto, la inclusión de la
imagen fotográfica de la mujer inmigrante en la página policial, generalmente la número
tres, o bien en primera plana dependiendo del grado de espectacularidad, respondía a
intereses económicos.
Se puede reconocer entre las innovaciones más evidentes propuestas en Crítica, la
intención de otorgarle a la clase popular –que a la vez era su público- un espacio en sus
páginas y una cierta participación interactiva. Común era que las personas recurrieran por
ayuda a la redacción del periódico, antes de acudir a sociedades de beneficencia o del
estado, donde la espera, la burocracia y los intereses políticos primaban. Una vez
‘enganchada’ la nota, Crítica la seguía hasta las últimas consecuencias, publicando cada
día que pasaba la evolución de la misma y asegurándose de esta manera un cierto número
de ventas.
El sensacionalismo, lo anómalo y el dolor ajeno son convertidos en noticias por
Crítica. El rol paternalista de que se jactaba, en muchas ocasiones se tornaba en
condescendencia. El título del artículo publicado el primero de diciembre de 1927,
“¡Pobre Austriaca Ingenua!” ejemplifica este punto (Foto 2). El cuerpo del texto viene
acompañado por una foto de la joven Francisca Berhenjak, cuyo tamaño es mayor que la
nota misma. La fotografía se encuentra centrada en la página y en ella vemos a la ‘pobre’
muchacha mirando hacia abajo, posiblemente llorando, y acongojada. Por medio de su
pose, su gesto y la expresión de la cara, el fotógrafo construye una ‘mujer trágica’, una
mujer que está lejos de ser un ejemplo positivo para el lector del periódico. El fotógrafo
probablemente instruyó a la joven a adoptar la posición trágica que observamos en la
toma, estableciendo así una conexión entre el título y subtítulos y el cuerpo femenino
retratado, en primera instancia, y luego con el resto del texto.
Sin necesidad de leer el cuerpo de la nota, la información suministrada tanto en el
título como en el subtítulo nos da una idea de la posición del periodista. No en vano, dice
186

Robert Levine, “photographs unfailingly reflect the values and priorities of the
photographer and society at large” (185). En distintos tamaños de letras los subtítulos van
así: “LA HICIERON VÍCTIMA DE FECHORÍAS / Con un conocido ‘cuento’ le
sacaron la libreta de Caja de Ahorro/ LA ULTRAJARON” (2). Varios son los puntos a
contemplar en este momento. En primer lugar, el uso de mayúscula en el titular para
enfatizar los dos aspectos más graves del hecho. Lo que sorprende, desde el punto de
vista femenino al menos, es el uso del eufemismo ‘ultraje’ para decir ‘violación’.
Básicamente ‘ultrajar’ significa ‘ofensa’, ‘agravio’ o ‘insulto’, que de cierta manera
insinúan pero no dicen, tal vez en un intento de respetar los valores morales de la época
y, por el otro lado, minimizando la atrocidad de los hechos.
Su clase social –mujer trabajadora- y en este caso no tanto su raza porque la
muchacha es blanca, tanto como su procedencia de inmigrante, autorizan a Crítica a
fotografiar y publicar su dolor y su afrenta. Las imágenes visuales se conforman
visualmente a los valores sociales aceptados, y como consecuencia, imágenes de tal
magnitud no serían publicadas en periódicos tradicionales como La Nación y La Prensa.
Mientras que la elite frente al lente de la cámara fotográfica intentaba actuar tan
ceremoniosa y solemnemente como fuera posible, las personas de clases inferiores son
retratadas enfatizando su inactividad y pasividad. “All images are man- made” (9) dice
John Berger y continua “every image embodies a way of seeing. Even a photograph. For
photographs are not, as is often assumed, a mechanical record. Every time we look at a
photograph, we are aware, however slightly, of the photographer selecting that sight
[pose] from an infinitive of other possible sights [poses]” (10). La pose no sólo describe,
sino que mide el grado de confort que el sujeto retratado experimenta enfrente del lente y
la distancia social entre el fotografiado y el fotógrafo. Es evidente, y comparadas a otras
imágenes aparecidas en Crítica, que la postura de la muchacha ha sido manipulada por el
fotógrafo para provocar un efecto y enfatizar ideas acerca de su persona y del contexto
social al que la joven pertenece. Una mente conservadora, por ejemplo, evitaría todo tipo
de sensualidad o feminidad en la pose. Sin embargo, la postura de la austriaca evidencia
sus redondeces y sexualidad, mucho más que si la fotografía hubiera sido tomada con la
muchacha de pie. A diferencia de la mujer de la noche, en general actriz, bataclanas y
187

prostitutas, la muchacha austriaca no mira a la cámara lo que insinúa un sesgo de
modestia que al parecer por la nota es lo único que le queda.
Mientras que a la actriz, bataclana o mujer extranjera se le adjudicaba un papel
relativamente positivo dentro del perímetro del espectáculo; la mujer inmigrante era
relegada al espectáculo grotesco de la vida donde las fallas morales se debían no tanto al
destino como a las circunstancias. Tal fue el caso de la joven que “No quiere casarse con
su raptor” según el título de la noticia publicada el 14 de mayo de 1928 (Foto 3).
Raptada camino a su clase de piano cuando tan sólo tenía catorce años por un amigo de
su padre, la madre de la joven pide justicia para la muchacha. La nota viene acompañada
por la foto de cuerpo entero de la niña, cuyas ropas evidencian cierto pudor, y un tanto, su
edad biológica. En el centro de la disputa se encuentra el hecho – no explícitamente dicho
en la nota- que la niña había sido violada por su raptor, y como enmienda éste le proponía
casamiento. Como lo dice el título de la nota, la joven no lo acepta pero tanto ella como
su madre quieren que se le adjudique un castigo. Tal situación hubiera sido posible si se
considerara que la niña era menor de edad y que la violación fue en contra de su
voluntad. El problema yacía en que la niña como su madre eran inmigrantes y no tenían
documentación original que certificara la edad de la joven. Su cuerpo poco estilizado y
aún sin desarrollar no eran suficiente prueba para los jueces quienes necesitaban del texto
certificado para ajusticiar a la niña. Ante la incapacidad de acción de la justicia, la madre
y la niña acudieron a Crítica con la esperanza de encontrar la enmienda que las
autoridades no supieron darle.
El sentido de justicia de Crítica no sólo apuntaba a los casos individuales, sino
con respecto a toda la sociedad. Proteger al ciudadano parece haber sido uno de los lemas
de este periódico. Era común encontrar en sus páginas policiales las fotos de criminales y
estafadores que eran apresados por la policía. Tal fue el caso del trío compuesta por “la
pelada”, “la piba” y la francesita de los suspiros” (Foto 4). Aunque las dos primeras eran
criollas 116 , al parecer la francesita era la más peligrosa por su sensualidad. La nota tras
describir con lujo de detalles uno de los atracos cometidos por “la pelada” con
anterioridad a esta nueva alianza, dice así: “Es un trío peligroso que todo hace y una de
116 Era característica común entre los periodistas de la época dejar en claro las
nacionalidades de los criminales así como sus alias.
188

sus especialidades es enloquecer con sus sonrisas a los hombres de cierta edad. Sobre
todo Marta, a quien se conoce por ‘La francesa de los suspiros’ dice que jamás falla y
esto ya es algo que debe infundir terror” (2). Tal afirmación es ilustrada con una foto de
las mujeres. Mientras que las caras de las criollas son mostradas en su integridad, la foto
de la francesa es más reveladora. Tomada desde el ángulo izquierdo, parte de su cara es
ocultada por una gorra muy similar a las que llevan los bebés. Los volados de esta
indumentaria, ocultan uno de los ojos y parte de su lado izquierdo de la cara, dándole un
toque de sensualidad y exotismo carente en las fotografías de sus compañeras. Mientras
las fotografías de las criollas, probablemente, hayan sido tomadas del archivo policial
como se acostumbraba en la época, es indudable que la foto de la francesa no pertenece a
dicho archivo, siendo una de las características de éste que la cara se viera en su
integridad y de frente. La francesa posa para esa fotografía, y no sería extraño que la foto
hubiera sido tomada por encargue para repartir entre amigos y clientes si sospecháramos
de ‘otras actividades” 117 de la francesa. Imposible es saber de dónde los fotógrafos de
Crítica tomaron esa imagen, pero lo que sí evidencia es un interés en manipularla y
acentuar ciertos rasgos de la nota.
El mal viene de afuera
Crítica se distinguía del resto de los periódicos de la época en lo que respecta al
uso de la fotografía. En general cuando ésta se utilizaba para ilustrar y acompañar el
texto, la foto–impacto sensacionalista pasó a ser un texto en sí misma. A diferencia de
otros diarios Crítica llenaba casi la mitad de su publicación con fotografías y grabados
que ilustraban y llamaban a la lectura del texto. Los grabados eran usados siempre y
cuando fuera imposible conseguir la fotografía del/ de la damnificado/a. Tal fue el caso
de la noticia que conmocionó la segunda década del siglo XX: la trata de blancas.
Tan pronto como se incrementó la emigración europea femenina, comenta Donna
Guy, historias sobre la trata de blanca comienzan a circular. Reportes que denunciaron el
tráfico de mujeres europeas destinadas para el comercio sexual a puertos
latinoamericanos comenzaron a aparecer en 1860. Quince años más tarde, en 1875, la
117 Era común en la época que las mujeres de vida ligera entregaran a sus clientes una
tarjeta tipo postal con su fotografía a modo de propaganda (Carretero 28).
189

primera reunión para discutir el tema gubernamental y diplomáticamente, en conjunción
al de la prostitución legalizada, fue llevada a cabo en la ciudad de Liverpool. Grupos de
preocupados ciudadanos europeos provenientes de diferentes sectores sociales vieron a la
prostitución como un obstáculo para la reforma moral de la sociedad. Guy afirma que:
“organized by religious, political, and social reformers, within a few years such groups
met with increasing regularity and it became evident that national representatives were
concerned principally with the fate of their own women” (White 23). En 1899, la
Conferencia en contra de la Trata de Blancas, apadrinada por la “National Vigilance
Association”, identifica tanto a Brasil como a Argentina como los principales destinos
latinoamericanos para los cuales las mujeres eran embarcadas. En esos años el número de
mujeres extranjeras registradas como prostitutas superó en casi un setenta y cinco por
ciento a las mujeres nativas, 118 alarmando de esta manera a los abolicionistas y
reformistas, a la vez que les daba lugar de dirigir acusaciones directas a los gobiernos
latinoamericanos, en especial a los municipales, de patrocinar la existencia legal de
burdeles reglamentados.
Sin embargo, mientras que la retórica antiesclavista concerniente a la trata de
blanca se hacía escuchar en la prensa europea desde finales del siglo XIX, en Argentina
no fue hasta 1927 que el tema acaparó el interés de los medios de prensa de carácter
masivo y por extensión al público. A pesar de que el tema comienza a acaparar la opinión
pública en diferentes sectores, no percibo que se haga tanto énfasis en la mujer traficada
y manipulada como mercancía, como en un pedido de acción por parte del gobierno
argentino para sanear el lastimado orgullo nacional.
Clara evidencia de ello, son dos notas publicadas en Crítica en donde se denuncia
tal situación. La primera nota que encontré data al seis de enero de 1927 en donde se hace
evidente la presencia de tal mercadeo en Argentina. “LA TRATA DE BLANCAS NO ES
UN MISTERIO EN BS. AIRES: ES UN COMERCIO ORGANIZADO” explica como es
el funcionamiento de tal empresa, quienes son las partes comprometidas –tanta
nacionales como extranjeras- y en particular cuáles son las consecuencias con respecto a
118 Entre 1889 y 1901 de 6.413 prostitutas registradas sólo el veinticinco por ciento eran
argentinas según lo acota Donna Guy en White Slavery and Mothers Alive and Dead
(2003).
190

la imagen del país en el exterior. El elemento extranjero –tanto femenino como
masculino- es el más desprestigiado en esta nota, caracterizando a las mujeres como
monigotes que se dejan explotar y aprovechar, y a sus ‘maquereauxs’ simplemente como
parásitos. No hay en el texto de esta nota ni ejemplos particulares con nombres y
nacionalidad, como era el estilo acostumbrado por Crítica, ni se mencionan tampoco las
consecuencias sociales de dicha actividad en el contexto social argentino, y en su lugar lo
que se trata de buscar reivindicación de la imagen de Argentina en el extranjero.
Crítica, a mi entender, es el único medio que levanta la voz en nombre del país, y
no tanto en el nombre de las mujeres tanto nacionales como extranjeras, que una vez
atrapadas en el círculo de la prostitución, se les hacía difícil salir. A este punto llegué tras
leer el artículo y contrastarlo con la nota tipo característica de este medio. Para empezar,
en esta nota no se refleja “un caso” en particular, sino que se piensa en las consecuencias
sociales y mundiales que el tema de la trata de blancas estaba causando al país. Si
observamos el título del artículo publicado el 14 de enero de 1928 “¿Cuando nos
Decidiremos a Empuñar Una Escoba Contra los que Avergüenzan al País?” (Mayúsculas
en el original) vemos que es un llamado a tomar acción, más que una muestra de simpatía
hacia las mujeres europeas traídas a las costas del Río de la Plata para ser sexualmente
explotadas.
El grabado que acompaña al texto es de considerable tamaño (Foto 5). Abarca el
ancho completo y al menos treinta por ciento del largo de la página. No sólo por las
dimensiones llama la atención, sino por el motivo que resulta atractivo para la mirada,
especialmente la masculina. Consta de un sin número de cuerpos femeninos desnudos
bañados en la costa del Río de la Plata y acompañados por sus cafishios, que por su
vestimenta, se puede deducir son franceses y posiblemente judíos. El contraste de los
cuerpos masculinos erectos y vestidos saliendo del mar en contraposición a los cuerpos
de las mujeres desnudos y en posición horizontal, además de la diferencia numérica, es
muy significativa. Las mujeres yacen, en su mayoría sin caras definidas, pero con sus
bustos y redondeces femeninos bien marcados, en diferentes posiciones ofreciendo al
espectador sus cuerpos pasivamente. Cinco cafishios se encuentran parados en el medio
del mar entre sus víctimas desnudas. Vapores y trasatlánticos emergen del horizonte,
enfatizando de esta manera el hecho de que el mal viene de más allá del Atlántico. En el
191

centro y más cercano al lector/espectador observamos la figura de la “Nueva Legislación”
vestida de gaucho, barriendo de la costa Argentina los cuerpos de las mujeres extranjeras.
En un esfuerzo de saneamiento o prevención por parte del estado que trata de evitar el
avance o la entrada de las mujeres así como la de los cafishios. Durante 1928, Crítica
continuó publicando notas sobre el tema de la trata de blancas, pero siempre enfocándose
en los aspectos judiciales y el accionar de los cafishios, si ponerle atención al aspecto
humana que concernía a las mujeres europeas explotadas tanto por los argentinos,
llamémoslos clientes y legisladores, como por sus ‘administradores’.
Crítica a lo largo de su existencia mantuvo su popularidad gracias a dos
características de su primera época: la preponderancia del dibujo y luego de la fotoimpacto,
y el tono desembozado que con sin ningún artificio publicaba sus notas. Poco a
poco el diario fue modelando su estilo y diagramación periodísticos, aspectos en que se lo
considera como precursor. Entre esos cambios se incluyeron primeras planas con grande
títulos, un estilo de escritura ágil y de fácil lectura con temas ‘humanos’; y un énfasis un
tanto truculento en las notas policiales.
A partir de 1920, la redacción comenzó a usar como slogan la frase de Sócrates:
“Dios me puso sobre vuestra ciudad como a un tábano sobre un noble caballo para
picarlo y tenerlo despierto”, slogan del cual nunca pareció apartarse. Aparte de esta
característica molesta y argumentante del periódico, se destaca el rol paternalista autoasumido
por el mismo. A diferencia de los periódicos tradicionales. Crítica le confirió a
la mujer un espacio y participación negados en otros medios. Mientras que en La Nación
y La Prensa se hablaba y mostraba a las señoras de la elite mostrando sus últimas
adquisiciones en sus viajes a Europa y sus mansiones, Crítica destacaba la existencia de
sus sirvientas, mucamas, cocineras, lavanderas y de las obreras que participaban del
mundo productivo, dándole a ellas el papel protagónico. “El diario asumía una fuerte
postura paternalista frente a estas muchachas, a quienes decía proteger” (81) comentan
las críticas Iturriza y Pelazas y agregan que si bien el periódico abogaba por ellas, todo
quedaba al nivel de denuncia porque “Crítica imponía, a través de la fotografía, cierto
sentido de justicia, ya que rescataba del olvido a ciertas personas o clases sociales que, de
no haber sido por éste, habrían quedado en el olvido” (87). Aunque no siempre se hacía
justicia, y en algunos casos indirectamente se explotaba las imágenes de las obreras,
192

ataclanas, sirvientas, inmigrantes y otras mujeres con el fin de aumentar el número de
ventas, al menos y de alguna manera adquirían una forma de existencia que de otra
manera hubieran caído en el olvido y la invisibilidad.
b- El espacio de Caras y Caretas
Contemporánea y gracias a los avances técnicos de impresión y publicación, el 8
de octubre de 1898 nace en Argentina Caras y Caretas. Tuvo sus antecedentes en una
revista publicada bajo el mismo nombre en 1890 en Montevideo por el inmigrante
español Eustaquio Pellicer 119 , quien al fracasar su tentativa en la capital uruguaya, se
trasladó en 1892 a Buenos Aires invitado por su amigo Bartolomé Mitre y Vedia, hijo del
ex presidente de la nación y fundador de La Nación, uno de los periódicos más
importantes hasta el día de hoy en la Argentina. Tras algunos contratiempos en concepto
de decidir quién dirigiera la revista, se llegó a la conclusión que la dirección de la misma
caería en manos de un renombrado escritor costumbrista: José S Álvarez quien pasó a ser
más conocido en la historia como Fray Mocho.
Finalmente, Caras y Caretas apareció por primera vez el sábado 8 de octubre de
1898 y extendería su publicación hasta 1939. Su aparición no fue repentina, sino que
había sido plenamente anunciada en diferentes medios. Prestigiosos periódicos de la
época entre ellos La Prensa y El Nacional dedicaron un espacio en sus páginas para
celebrar su llegada y darle la bienvenida al medio. Los primeros números constaban de
veinticuatro páginas siendo aproximadamente el veinticinco por ciento de ellas ocupado
por publicidades.
Pensada para un amplio público se autodefinía como ‘Semanario festivo, literario,
artístico y de actualidades’, lo que según su carta inaugural dirigida al lector, era más que
suficiente por el momento ante la falta de un programa “pues en ellos [los apelativos
anteriormente mencionados] se considera cuanto pudiera decirse acerca de su índole,
tendencias y plan de labor” (1889- I).
119 Nacido en Burgos, comenzó a escribir a los 15 años para un pequeño periódico
llamado Don Javier. Continuó su trabajo en La Broma y en El Pabellón Nacional de
Madrid hasta mudarse a Montevideo (Pignatelli 274).
193

La mezcla de estilos, temas tratados y modo de aproximación son atribuidos como
la receta del éxito, que convirtió a Caras y Caretas en la revista de mayor tirada y
popularidad de la época. La capacidad generativa, de adaptación y expansión también
pueden agregarse a la lista de aciertos de los directivos. Un claro ejemplo con respecto a
este punto se aprecia en el número de las tiradas así como en su crecimiento físico.
Consideremos que en el primer volumen del primer año, esta publicación contaba con
treinta secciones, cuya cifra fue aumentando paulatinamente hasta llegar a un promedio
de sesenta y seis en menos de dos años, expandiéndose también el número de páginas
como consecuencia directa de este fenómeno.
Como mencionamos anteriormente Caras y Caretas hizo su objetivo alcanzar una
amplia audiencia no sólo para “llenar los vacíos”, según la carta de introducción, sino
como estrategia económica para garantizarse así una vida más duradera. Los empresarios
que dirigieron la revista en sus primeros años, presintieron la avidez de noticias e
información de eventos culturales y políticos nacionales e internacionales sentida por el
público, en particular aquel proveniente de la emergente burguesía. Por tal motivo, y
aunque nadie se salvó de la ironía y burla de los escritores y dibujantes de la revista, en
esta publicación se evitó el ataque directo conque se arremetían a los valores y gustos de
la clase media en otras publicaciones que se consideraban literarias. Teniendo en cuenta
la corta vida de estas revistas en el medio y que su propia existencia dependía del número
de lectores, Caras y Caretas le prometió al público “more general goals, and, in so doing,
attracted a wider spectrum of readers than most other magazines during the modernist
period” (Fraser 7).
La inmigrante espectacular en Caras y Caretas
Según Jorge Ruffinelli “el retrato de la Argentina de fin de siglo [en Caras y
Caretas] es una instantánea” (11), reflejando traslucidamente su mundo y siempre
siguiendo al pie de la letra sus postulados de festivo, literario, artístico y de actualidades.
Es por eso que el fenómeno de la inmigración, con sus actores y directores, no fue ajeno a
la publicación. El caudal inmigratorio llegado a las costas del Río de la Plata, en su
mayoría de origen europeo, cambió la fisonomía económica, social y política de un país
aun en ciernes. Un gran número de notas en que se refleja la llegada de los inmigrantes,
194

sus aportes y los problemas que esta “avalancha humana” ocasionaba al país fue
publicado en las páginas de la revista durante el periodo en que se centra este proyecto,
notando mayor énfasis en el número de notas escritas en la primera década de la
existencia de la revista y disminuyendo hacia los años veinte 120 .
En octubre de 1899 se publica el artículo “La inmigración” en donde se critica en
primera instancia a la inmigración conocida como “golondrina” que migra una vez
terminada la temporada de cosechas en uno y otro continente. Tras ese párrafo inicial, el
cronista parece estar presente en el puerto a la hora del desembarco de los inmigrantes a
los que caracteriza como “maraña” o ‘avalancha humana”. El artículo que no es firmado
por el autor dice que: “entre los hombres pasan las mujeres con sus bandadas de
chiquillos, paliduchos por lo general, luciendo tocados de colores fuertes, magullados por
los estrujones” (II 55). Es interesante el hecho que el periodista haya notado la presencia
de las mujeres inmigrantes, que aunque caricaturesca, aun es presencia. En segunda
instancia me gustaría mencionar que aunque el autor del artículo sostenga que las mujeres
estaban acompañadas de sus bandadas de niños, implicando gran cantidad, en las
fotografías que acompañan al texto, sólo tenemos una en la que se muestra a una
inmigrante húngara, joven y de fuerte apariencia, que le regala al/la lector(a) la mejor de
sus sonrisas (Foto 6). De las doce fotografías que aparecen en el artículo, en solamente
una, la anteriormente mencionada, aparece (mal) representada una mujer, la prueba de
esto está en el desajuste entre el texto y la imagen.
Las fotografías de las mujeres inmigrantes publicadas en Caras y Caretas, por lo
general, fueron tomadas o al arribar en el puerto, luciendo la improligidad
correspondiente a un viaje de dos meses en tercera clase, o bien en los puestos de trabajo,
donde las mujeres lucen la vestimenta adecuada a su ocupación. Otro escenario
fotográfico común era el conventillo, en donde se retrataba, más que a la persona, las
circunstancias y la miseria en que ella habitaba. En tal situación en general las mujeres
120 El primer artículo hallado que menciona el tema de la inmigración se titula “Los que
van a América” escrito en Madrid en mayo de 1899 por Luis Taboada y publicada en
Caras y Caretas el 3 de junio del mismo año. En el mismo, el periodista español, se
refiere a las esperanzas, expectativas e ilusiones de los que se embarcan hacia América.
Por medio de la caricatura y la ironía Taboada demuestra por medio de ‘casos’
específicos que nadie tiene el porvenir asegurado en el nuevo continente.
195

estaban acompañadas por sus niños o bien dedicándose a actividades domésticas como el
lavado y la cocina.
En 1905, el descontento hacia la inmigración se hace más notable en esta
publicación periódica. En ese año en particular existen dos artículos que ilustran este
tema. El primero titulado “Una tribu de gitanos” (Foto 7), que apareció el 26 de agosto
de ese año, retrata a una “raza que no evoluciona jamás [. . .] una raza que tiene orgullo
de león y servilismos de perro” (VIII 360). Las gitanas, siempre han y serán elementos
no deseados en la cultura occidental. Notablemente este artículo posee ocho fotografías –
en un total de doce- en que se retrata a la mujer gitana-húngara en donde se la denigra no
sólo con las imágenes que no las favorecen, sino que en algunos casos con los títulos que
acompañan a las fotografías. En una de ellas hay una gitana leyéndole la palma de la
mano a un señor de galera y cuyo supuesto diálogo en reproducido bajo la foto. Este dice
así: “-Vos recibir una carta mucho dinero… una linda morocha morirse por vos… dame
centavos…” (Foto 8). Otra de las fotografías se titula “La aristocracia de la caravana” en
donde se retratan tres mujeres gitanas que posan con gran seriedad y un hombre bastante
argentinizado por la vestimenta. La ironía del uso del término aristocracia es enfatizada
con la presencia de “caravana”; y tanto las caras como las poses no concuerdan con la
idea preexistente en la mente del lector con la imagen de personas pertenecientes a la
aristocracia (Foto 9). Una vez más el texto no sustenta el mensaje de la imagen.
El otro artículo se titula “La invasión de los inmigrantes” (Foto 10). Si bien el
término invasión en general tiene una connotación negativa, observamos por momentos,
cierta simpatía por la situación de los inmigrantes, que en su mayoría ha dejado su
terruño debido a situaciones política-sociales como la guerra rusojaponesa, geográficas
como es el caso de los italianos que debieron salir de su patria dada a la destrucción
causada por terremotos en Calabria, o bien por factores climáticos con sequías que
causaron las pérdidas de cosechas completas.
El poder de adaptación, así como la capacidad de flexibilidad de los recién
llegados asombra al periodista que sostiene que “tienen en su rara actitud, la condición de
las aves viajeras, que se pasean bajo todos los cielos y atraviesan por todos los climas,
con envidiable despreocupación, sin seguir otro rumbo que el de su propio anhelo” (VIII
369). Pero ante esta aparente simpatía, también existe un dejo de ironía y no están
196

ausentes los toques estereotipados de los diferentes grupos en que sobresalen sus aspectos
negativos. Algo que se puede apreciar en diferentes manifestaciones literarias es la
estrategia de animalización de los personajes, ya sea en grupos o de manera individual.
La elección de adjetivos y verbos, en particular, secundan tal actitud que permea cierto
resentimiento por parte de los escritores con respecto al fenómeno inmigratorio y sus
consecuencias sociales, políticas y económicas. En este artículo que consta de un ochenta
y cinco por ciento del espacio dedicado a fotografías, tan sólo cuatro de diecisiete
muestran a mujeres inmigrantes. En la primera observamos a la familia de “Russo
Franchesco y Perachia Stella con su fecunda dinastía” según el título que acompaña a la
fotografía (Foto 11). En ella vemos a toda la familia con los padres colocados en los
laterales izquierdo y derecho y en el medio posan de mayor a menor en forma de escalera
los siete niños de la pareja. La imagen de la italiana con sus hijos realza la función
primordial de la mujer como buena procreadora y salvaguarda de la familia. El orden de
la disposición de los niños, a diferencia de otras fotografías encontradas, junto a la
prolijidad conque están vestidos tanto los padres como los niños, hacen de estos
inmigrantes un modelo poco común a la realidad, que de cierta manera refleja el deseo de
los progresistas como Juan B. Alberdi de transplantar buenas semillas al país. Creo que el
lugar que ocupa en la página no es arbitrario. La fotografía se encuentra centrada,
secundando a otra tomada de manera panorámica del trasatlántico que los trajo a estas
tierras.
En la misma página en la esquina inferior derecha, encontramos a Rosa
Merekoski, quien según la leyenda que se encuentra debajo de la fotografía, es la viuda
de un obrero ruso asesinado por los cosacos en Moscú (Foto 12). En sus brazos muestra a
su hijo/a y si no me equivoco parece estar embarazada. A diferencia de la inmigrante
italiana, la rusa se encuentra más desalineada, y por más que el público lector simpatice
con su situación de viuda, esto conlleva sus consecuencias. Un lector curioso no dejará de
preguntarse qué futuro le deparará a una mujer sola con un niño y probablemente con
otro en camino, en una ciudad que desconoce y en país cuyas costumbres y lengua
también le son ajenas. La respuesta probablemente es: problemas.
En la tercera fotografía de la misma página, las mujeres inmigrantes aparecen
como en la mayoría de las fotografías tomadas a los inmigrantes, es decir que tan solo se
197

observa una conglomeración de gente retratada a la distancia. Son mostrados como parte
de una mini colonia en el ‘inmenso conventillo flotante’, como describe el autor del
artículo al trasatlántico.
La cuarta fotografía muestra a una mujer de avanzada edad, acuclillada y con un
pañuelo cubriendo su cabello a la que el periodista llama “le sorcière” (Foto 13). En
primera instancia con tan solo la imagen fotográfica presentada sería imposible asegurar
que la anciana fuera una ‘adivina’ o ‘bruja’ como J. J. Soiza Reilly –autor de la notaintenta
etiquetarla. A excepción que el periodista se haya acercado a establecer un
diálogo con la mujer –algo que podemos calificar de dudoso debido a la distancia que él
mantiene al describir lo que observa a lo largo de la nota, no se podría asegurar que la
anciana se dedicara a la brujería. Otro punto que llama la atención es el uso del francés,
lengua de la oligarquía culta y de aquellos oriundos de Francia. Tal vez ese sea un gesto
más para aristocratizar a la mujer inmigrante y su profesión –en caso que así fuere- en
otro de sus intentos de agregarle un tono jocoso a la nota. 121
Otro de los artículos publicado por Juan José Soiza Reilly se titula “Las alegrías
del conventillo” que apareció el 15 de diciembre de 1906. En esta nota se presenta una
de las realidades que confrontó la ciudad de Buenos Aires ante la escasez de casas para
albergar a tan masiva llegada de inmigrantes. La realidad del conventillo era una
experiencia funesta para la mayoría de los habitantes y el autor de manera inesperada
intenta idealizar tal estado de la situación, encontrando alegrías, satisfacciones y gozo, en
un lugar donde las personas tenían que vivir en cuartos sin ventilación, con poco espacio
y en una situación antihigiénica entre otros problemas. Fraser al comentar sobre esta nota
sostiene que “As he tries to find the lighter side of the repugnant reality, he sees the
poor’s brave attempts to neutralize their misfortune with the ‘joys’ of poverty, such as the
quiet dignity of an old ‘lavandera’ or the welcome aroma of simple cooking” (125 énfasis
en el original).
Como es característico de su estilo, Soiza Reilly ilustra sus notas con varias
fotografías –un total de diez distribuidas en dos páginas-. En seis de ellas aparecen
121 A lo largo de la investigación encontré varia notas en Caras y Caretas escritas por J. J.
Soiza Reilly donde en general caricaturiza a los personajes inmigrantes, tomando los
estereotipos de cada grupo y manipulándolos para obtener un efecto cómico que no
siempre alcanza.
198

etratadas mujeres, de las cuales solamente una podríamos trabajar en este proyecto ante
la falta de certeza de las nacionalidades de las mujeres. En ella vemos a una señora
alimentando a un pajarillo, cuyo subtítulo va así: “Una canaria dando de comer a un
compatriota” de lo que se puede estimar que la mujer es de origen canario (Foto 14).
Por medio de estrategias del lenguaje y siempre jugando con el mismo, J. J. Soiza
Reilly pone de manifiesto su posición ante la presencia del inmigrante. Para clarificar este
punto me gustaría incorporar a este trabajo el comienzo de la nota aquí bajo escrutinio.
La misma comienza como una invitación al lector: “Entremos. . . ¿Os repugna? Pues
quedaos en la puerta. No veréis este bello espectáculo. . . ¿Bello? Sí. Es el más bello
cuadro de la pobreza humilde que se divierte y goza en la oscuridad del conventillo” (IX
428). Es clara la estrategia de distanciamiento que opera en el texto que separa tanto al
periodista como a su lector, de los inmigrantes y su “medio mundo” como subtitula otra
de las fotografías que ilustra la nota. El espectáculo ante el cual se encuentra no es su
experiencia vivida sino que es lo percibido por el periodista, lo que intenta aprehender
desde la distancia y consumir con su mirada. El grado de espectáculo adjudicado a lo que
observa no sólo se debe a las relaciones sociales mediadas por imágenes sino que también
se consigue con el texto también. He mencionado con anterioridad que el espectáculo
como “parte de la sociedad”, siguiendo el modelo de Debord, es el centro que concentra
todas las miradas y toda la conciencia y en esta nota la vida de los desgraciados que viven
en el conventillo se convierte en el punto donde confluyen las miradas tanto la del
fotógrafo, como el periodista y el público lector.
La extranjera espectacular en Caras y Caretas
La mujer extranjera en Caras y Caretas recibe más atención que en otros medios
periodísticos de la época. La variedad de nacionalidades y profesiones de las damas es
apreciable tan pronto se incursiona por la revista. Los caballeros periodistas de la revista
parecen ser grandes admiradores de la belleza femenina e inclusive se atreven a
dictaminar cuál es el ideal de belleza femenino. Inolvidable para el conocedor de la
revista es la caricatura de Barrentos ‘La mujer ideal” (VI 165) en la que el autor como
versado en el tema, a modo de receta de cocina dictamina las cualidades físicas de la
mujer deseada. En cada volumen semanal se presentaba de una a dos páginas con
199

fotografías de las bellezas argentinas en la que generalmente se respetaba el origen de las
damas en la agrupación y se especificaba la ciudad y la provincia que representaban.
Siguiendo el mismo modelo a partir de 1901, y tal vez para variar y comparar,
empezaron a ser publicadas fotografías de las damas latinoamericanas. La página de
“Bellezas chilenas” (IV 149- Foto 15) aparecida en ese año llama en particular la
atención porque las seis jóvenes retratadas llevan un velo negro cubriendo su cabeza
siguiendo el estilo de las musulmanas. Tanto llamó la atención este hecho que tres meses
después aparece a tipo de explicación una nota donde se explicita la razón y el origen del
uso de esta vestimenta entre las chilenas sin distinción de clase social. La nota “El manto
chileno” (IV 162- Foto 16), también se acompañó con un colage de fotos de mujeres
llevando este manto, pero a variación de la otras fotografías, en esta algunas llevan un
manto de color claro. Según el texto que acompaña a la fotografía, su uso fue urgido por
la austeridad dictaminada por la iglesia católica en Chile. Incluso en un artículo publicado
en el número correspondiente al 2 de marzo de 1901 donde se reporta la captura de “Una
ladrona chilena” (VI 126- Foto 17), Sara Miranda, acusada de estafadora y falsificadora,
luce su manto negro. En la nota aparecen tres fotografías: la de la mujer, de mayor
tamaño y centrada en la nota, y en los laterales las fotos de sus cómplices masculinos. La
centralidad de la foto corresponde con el enfoque de la nota, enfatizando de esta manera
la curiosidad del hecho que la criminal de mayor rango en este caso fuera una mujer.
También las damas de las comitivas diplomáticas eran constantemente retratadas
en Caras y Caretas, así como aquellas pertenecientes a las coronas de los diferentes países
europeos. En estos casos, no se percibe ‘la otredad’ con la que es caracterizada la mujer
inmigrante. Inclusive cuando se presenta fotográficamente a “Damas uruguayas
residentes en Buenos Aires” (XXXIII 1646) en donde se sigue el formato usado en los
primeros años de la revista para mostrar a las damas argentinas, se percibe un intento de
inclusión a la sociedad argentina más que de exclusión y separación.
Las mujeres extranjeras que compartían escenario en esta publicación eran las
artistas contratadas para actuar en los teatros como el Colón, San Martín y el de la
Victoria (Fotos 18-9-20). A pesar del auge experimentado por las nuevas creaciones
culturales-teatrales como el circo criollo y las compañías de teatro nacional con sus
sainetes, el año 1900 se planteó en el ámbito teatral como un momento de transición. Las
200

compañías lírico-dramáticas, de magia, music hall, circo y teatro de muñecos extranjeras
se presentaban en el continente americano, empezando por lo general sus giras en La
Habana y descendían hasta Buenos Aires antes de cruzar a Chile. Este tipo de producción
era favorecida por la aristocracia que se negaba aun, en su mayoría, a asistir a las
presentaciones de origen autóctono.
El espacio cedido al género teatral en Caras y Caretas era siempre dedicado a las
artistas extranjeras. En pocas oportunidades se ven presentes fotografías de los actores o
cantantes masculinos. El formato de la presentación de los ejemplos bajo escrutinio en
este proyecto es bastante similar. En una página se muestran por lo general cinco
fotografías de las artistas francesas, italianas o españolas ofreciendo sus perfiles y
sonrisas más favorecedores. Las francesas parecen ser las menos inhibidas antes las
cámaras ya que siempre están posando y mirando directamente al objetivo característica
poco común para la época, siendo lo acostumbrado mirar hacia uno de los laterales de la
cámara.
Hacia fines del siglo XIX las artistas extranjeras expandieron el espectro de su
radio de atención a las páginas policiales. Si bien el artículo a tratar en esta parte del
trabajo aparece republicado en Caras y Caretas en 1928, el suceso había sido nota en un
diario de fecha 4 de septiembre de 1892. Como culpable indirecta de una tragedia
acontecida en el medio porteño se presenta a la diva italiana Luisa Tetrazzini (Foto 21).
La nota apareció con el título “El suceso sangriento del teatro Nacional” y se debió más
que todo a un asunto de lastimado orgullo masculino. En un principio, estaban
inmiscuidos la diva, su esposo y un joven oficial del ejército italiano perteneciente a una
familia distinguida en su país. Y, diferente a lo que se podría pensar, un triangulo
amoroso no fue la causa del sangriento episodio. Tanto el joven italiano como el esposo
fueron engañados por la diva quien se escapó con su compañero de tablas, el barítono
Cesari. Prófugos éstos, el enfoque del escándalo pasa al joven Genazzini cuyo
temperamento no soportaba burla de ningún tipo y arremetió en contra de un inocente
periodista santafesino, Jorge Arnold Brown, con quien había conversado sobre negocios
de compra-venta de ganado. Genazzini “presintiendo” que el trato del periodista había
cambiado hacia él y “notando” inclusive que le había retirado el saludo, desafió al
santafesino a un duelo, el cual este último trató de evitar hasta que pudo. Pasó lo que
201

tenía que pasar y ante la insistencia del orgulloso italiano de no ceder, en defensa propia
Brown se defiende y como resultado Genazzini murió con una bala atravesada en su
corazón.
Me ha sido preciso narrar toda esta historia, aunque extremadamente en forma
sintética, para demostrar que aunque los actores principales de la tragedia fueron tres
hombres, quien posa en primera plana y de cuerpo completo en la nota es la diva italiana,
a las que generalmente se le atribuían escándalos amorosos que incluían a señores de la
escena porteña y sus admiradores. “El mal viene de afuera” fue un slogan popular en el
ambiente finisecular y de principios del siglo XX en el ambiente porteño, y en este caso
no sólo se refería a la masiva inmigración con sus consecuencias sociales y políticas, sino
a estas mujeres de costumbres libertinas que acaparaban la atención masculina.
En Crítica la representación fotográfica de la mujer inmigrante en las páginas de
los policiales era un acontecimiento frecuente. Por lo contrario, en Caras y Caretas es la
mujer extranjera desde su país de origen, la que hace noticias en estas páginas, con tal
vez, menos frecuencia y sin tanta espectacularidad. El 2 de mayo de 1903 se publicó en la
revista “Famosa ladrona, asaltadora de casas” (VI 239) cuya estrella era Francisca
Machaleck de 36 años, residente en Viena (Foto 22). La agilidad y la audacia de esta
ladrona-acróbata, quien con un solo brazo por habérsele apuntado cuando era niña,
llamaron la atención de los periodistas tanto de Austria como los de Caras y Caretas que
reprodujeron la nota. Acompañando a ésta y centrada en la parte superior de la página se
encuentra una foto de perfil derecho y otra de frente a la cámara. La imagen fotográfica
sacada de los archivos de la policía, hecho evidenciado por la toma en posición lateral de
una de ellas, también trae aparejado el mensaje implícito que la mujer ha sido capturada.
Como era característico en Caras y Caretas cuando no se poseían fotos reales de los
hechos se recurría a dos opciones. Por un lado, se podía recrear la situación con actores y
fotografiarla, o bien se podía recurrir al dibujo. En este caso, el artículo viene
acompañado por la foto anteriormente mencionada y por una serie de grabados que
representan algunos de los saltos casi mortales que la ágil y audaz austriaca daba para
llegar a las ventanas abiertas de las casas de sus víctimas. En otros tan solo se mostraba la
ubicación de las ventanas, especialmente señalizadas, en los edificios por donde entraba o
salía la delincuente.
202

Otro artículo que hizo noticia en Buenos Aires en el año 1901, fue el caso de la
francesa secuestrada por su madre y hermano en Poitiers, publicado en la sección
“Actualidad francesa” de Caras y Caretas. La joven había permanecido encerrada en una
habitación de la casa por veinticinco años, contando en el momento de su descubrimiento
con cincuenta. La fotografía que se publicó con la nota fue tomada en el momento en que
arribó al hospital (Foto 23). Blanche Monnier, 122 como se llamaba la víctima, posa
yaciendo decúbito lateral derecho, desnuda, pero con su cabellera de un metro y medio de
largo, estratégicamente tapando las partes íntimas de la mujer. Como dice el artículo,
Mlle. Monnier, parecía un esqueleto –aunque sexualizado y erotizado por su postura-,
con sus músculos consumidos y su piel estaba pegada a sus huesos. “Los muslos tenían el
grueso de una muñeca de persona regularmente conformada. Las uñas tenían cuatro
centímetros de longitud” (IV 143). La fotografía probablemente tomada tanto como
documentación policial como médica, muestra lo suficiente para evidenciar el deplorable
estado de la víctima/paciente. La fotografía es verdaderamente un espectáculo grotesco
cuyo efecto puede igualarse al de la foto-impacto de Crítica. La presencia de la fotografía
centrada en la parte superior de la nota refuerza el contenido textual de la misma, a la vez
que torna algo que tiene lugar a miles de kilómetros, en un suceso real. Susan Sontag en
Regarding the Pain of Others se refiere a las imágenes chocantes o escandalizadoras y
sostiene que:
Conscripted as part of journalism, images were expected to arrest
attention, startle, surprise. As the old advertising slogan of Paris Match,
founded in 1949, had it: “The weight of words, the shock of photos.” The
hunt for more dramatic (as they are often described) images drives the
photographic enterprise, and it is part of normality of a culture in which
122 El motivo del encierro de la joven según el texto se debe a una herencia que la joven
iba a recibir y que tanto la madre como el hermano querían cobrar en su lugar. En un
principio hubo dos sirvientas que se ocupaban de su atención, pero ante la falta de
supervisión de Mme. Monnier, éstas dejaron de atenderla. A pesar de haber pasado por el
servicio de la casa quince criadas, ninguna se atrevió a denunciar el encarcelamiento de la
joven. El descubrimiento se debió a la indiscreción de una de las que trabajaba en ese
momento que le relató a su novio la situación y debido a la indignación que le causó el
hecho, el joven escribió una carta anónima dirigida al procurador de la República.
203

shock has become a leading stimulus of consumption and source of value.
(22-3)
Si bien esta cita se refiere a las fotos publicadas en la actualidad, vemos que en Francia
esa táctica ya era usada por los medios gráficos a principios del siglo XX para llamar la
atención y sorprender a los lectores, como esta fotografía lo muestra. Sontag continua
diciendo más adelante que: “It seems that the appetite for pictures showing bodies in pain
is as keen, almost, as the desire for ones that show bodies naked” (Regarding 41). El
tormento sufrido por la secuestrada es hecho explícito en la reproducción de su imagen y
convertido en espectáculo, es decir que se objetiviza y se convierte en algo que está
siendo visto por otra gente.
La fotografía posee un doble poder. Por un lado, tiene la capacidad de generar un
medio de documentación y, por el otro, crea trabajos de arte visual. En el caso de la
imagen fotográfica de la secuestrada de Poitiers, parece haberse alcanzado los dos. Se
presenta como documento generado por el hospital y, probablemente para también ser
usada a nivel judicial, al mismo tiempo que crea la imagen de una grotesca maja
desnuda. En este sentido corresponde con lo que explica Sontag: “Photographs that depict
suffering shouldn’t be beautiful, as captions shouldn’t moralize. In this view, a beautiful
photograph drains attention from the sobering subject and turns it toward the medium
itself, thereby compromising the picture’s status as a document” (76-7). El sufrimiento de
‘la maja francesa’ se trasluce en su apariencia física, consumida por el sufrimiento y la
falta de alimentos y cuidados. En este sentido la fotografía publicada en Caras y Caretas
cumple con el objetivo trazado por Sontag, concentrando la mirada en el objetivo, la maja
doliente, y restándole énfasis a la fotografía como medio informativo y estético. Se sabe
que vivimos en una sociedad de espectáculos. Para que los eventos y las situaciones nos
atraigan, o bien resulten interesantes, deben ser transformados en un espectáculo, que en
la mayoría de los casos, mientras más horripilantes sean más acaparan la atención.
Edmund Burke en A Philosophical Enquire into the Origin of Our Ideas of the Sublime
and Beautiful (1757) 123 comenta que “I am convinced we have a degree of delight, and
123 Aunque este texto sea de gran antigüedad, considero que la idea todavía es aplicable.
204

that no small one, in the real misfortunes and pains of others” (23), haciendo explícito de
esta manera que la gente disfruta mirando imágenes en las que las personas sufren; y que
no existe espectáculo que atraiga más, que aquel que emita alguna clase de calamidad.
Conclusiones del capítulo
Mientras críticos como Roland Barthes, relacionan a la fotografía con la muerte,
el crítico Boris Kossoy sostiene que es “una segunda vida perenne e inmóvil, preservando
la imagen-miniatura de su referente: reflejos de existencia/ocurrencias, conservados
congelados por el registro fotográfico” (23). Una vez desaparecidos los personajes,
escenarios, o monumentos, éstos pueden ser sobrevividos por su registro documentalvisual
y convertirse de esta manera en un certificado de su existencia. “La fotografía”
decía Barthes “no rememora el pasado, sino [que es] el testimonio de que lo que veo ha
sido” (128).
Entiendo que en el marco de este trabajo, el registro visual suministrado por la
iconografía fotográfica, es de carácter fundamental con respecto al proyecto de testificar
la presencia de la mujer inmigrante y extranjera en los múltiples aspectos del contexto
social de finales del siglo XIX y principio del XX. Encontrar fotografías en que estas
mujeres estuvieran representadas se transformó en una ardua investigación detectivesca.
Tras visitar numerosos archivos tanto nacionales como privados, podría decir que el éxito
fue relativo. Si bien en la historia argentina el concepto de “desaparecidos” se relaciona
inmediatamente con la última dictadura que azotó al país, las imágenes de las mujeres
inmigrantes más que las de las extranjeras, parecían desaparecidas de la historia y en
particular del ámbito visual. 124
Es por eso que en el último capítulo de este proyecto presento a la fotografía y el
grabado como evidencia de la presencia de estas mujeres doblemente olvidadas por la
historia. El objetivo es establecer un puente entre la cultura visual y la textual; hecho que
se hace explícito en las dos publicaciones periódicas usadas en este trabajo: el diario
Crítica y la revista Caras y Caretas, en donde las mujeres inmigrantes y extranjeras,
124 Mariana Iturriza y Myriam Pelazas titularon acertadamente Imágenes de una ausencia
(2001) a su texto que trata como tema la presencia de la mujer en la fotografía de prensa
argentina de 1920 a 1930.
205

dentro de las limitaciones del tema y de la época son mediana y relativamente retratadas.
La cultura visual, tanto en este trabajo como el campo de los estudios visuales, no se
presenta como un desafío a la textual que domina el pensamiento cultural, sino que se
intenta establecer un diálogo de la misma, con lo performativo y lo visual.
Susan Sontag sostiene que: “The photographic image, even to the extent that it is
a trace (not a construction made out disparate photographic traces), cannot be simply a
transparency of something that happened. It is always the image that someone chose; to
photograph is to frame, and to frame is to exclude” (Regarding 46). Respetando su
carácter fragmentario, la fotografía es un documento visual que debido a la manipulación
a la que es sometida, al mismo tiempo que revela, oculta información. Es por eso que no
debemos perder de vista la función del fotógrafo y los medios que manipularon y
expusieron los cuerpos femeninos de las inmigrantes y extranjeras como espectáculo en
su doble acepción de la palabra. Por un lado, vimos como las mujeres extranjeras fueron
exhibidas y vistas como seres extraordinarios, de carácter inusual y merecedor de
atención especial, mientras que las mujeres inmigrantes fueron relacionadas con el
aspecto negativo del término, es decir que se relacionaron con el escándalo, la perversión,
lo otro y el asombro.
Haciendo uso de su capacidad unificadora, el espectáculo incluye y le da
participación tanto a espectadores como actores en una economía de miradas que
determina las relaciones sociales de los participantes y sus intereses. Por lo tanto, la
distancia que separa el “nosotros” y los “otros” –en este caso se podría afirmar que “las
otras” – justifica el accionar de unos en contra de los otros y el lugar que se le es
asignado. Aquí se trata de marcaciones y de delimitaciones. Las mujeres que constituyen
el tema de estudio de este trabajo no fueron consideradas como ejemplares, por lo tanto,
su apropiación como sujeto por medio de la fotografía y los grabados están dentro de los
límites de lo aceptable. Definitivamente, el mensaje es: esta mujer no es la argentina
modelo que queremos para madres y esposas, esta otra mujer es demasiado pública.
206

CONCLUSIONES
En Imagined Communities (1983), Benedict Anderson explora la idea de una
nación como una comunidad política imaginada cuya totalidad no puede ser completa ni
concretamente experimentada (6). Si bien discute de qué manera las minorías raciales,
étnicas y de clase son incorporadas a la comunidad nacional, en lo que respecta a las
mujeres sostiene que éstas se encuentran en permanente inestabilidad en relación a la
comunidad imaginada, sin exceptuar a la mujer de la clase alta que también, y aunque de
maneras muy particulares, padecía de la misma tensión (6). Adhiriéndose a tal consigna,
Mary Louise Pratt concluye que: “Women inhabitants of nations were neither imagined
nor invited to imagine themselves as part of the horizontal brotherhood” (50), siendo el
caso argentino no excepción a la regla. En la Argentina finisecular y de principios del
siglo XX, la mujer fue pensada y reconocida como tal, siempre y cuando fuera
considerada en su capacidad reproductora, o en lo que respecta a la oligarquía, como
aliada en la erradicación de los males sociales que azotaban al país por efecto de la
llegada de los inmigrantes y el rápido e inesperado ascenso de una burguesía
acomodada. 125
Esto se hace evidente en la producción cultural, y no sólo en la literaria, de los
Gentlemen del 80, quienes como una coalición, escribieron ficciones para el estado, y
subsecuentemente crearon los sujetos del estado liberal. Con respecto a este punto
Josefina Ludmer apunta que: “The state needs these fictions, not only to organize power
relations (and in order to have a complete map of the new society as it is drawn by the
coalition in 1880), but also to postulate its own definitions and alternatives” (Corpus 12).
El activismo político-literario de los hombres del 80 se ve reflejado en las obras por ellos
125 Con esto me refiero en particular a la activa participación de las Damas de la
Beneficencia y las mujeres criollas en general que en su función primaria de amas de casa
y centro de la familia, como microcosmo del estado, fueron invocadas a participar en la
protección de los intereses nacionales. Masiello sostiene que: “[n]estled together with
blood relations who shared a host of common sympathies, members of the family were
called upon to protect their home and to defend the domestic space from invasion” (17).
207

producidas, que continúan con la tradición literaria romántica de sus predecesores de
emplear a la mujer como alegoría de un evento mayor en la historia de la nación. La
diferencia para la generación de los gentlemen radica en que éstos se apropian de “otra”
mujer, la mujer que llega de ultramar, ya sea en primera o en tercera clase del
trasatlántico que las transporta.
El “otro” en la historia es siempre ajeno, hostil en potencia o simplemente
enemigo. La “otra”, por su lado, es invisible o simplemente absorbida por la atención
centrada en su contraparte masculina. Sin embargo, entre 1880 y 1930 existieron en
Argentina, mujeres inmigrantes y extranjeras, reales o de ficción, que dejaron su marca
permanente en la historia. La escritora y periodista María Moreno haciendo una lectura
de obras canónicas de los hombres de la generación del 80, confirma la adjudicación de
excesos a los otros, en este caso los inmigrantes, quienes eran caracterizados por su
insaciabilidad, ambición y avaricia (117-20). Vale señalar, que mientras en el caso
masculino se tiende a un deseo ávido en lo que respecta a la adquisición de dinero; la
conexión exceso y mujer se traduce netamente en términos sexuales. Observo, por mi
lado, que esta política de los excesos como alegoría de los males que aquejaban a la
nación, se siguió practicando a comienzos del siglo XX en el discurso positivista-alienista
que imperaba en el momento, pero con la variante en este caso que la mujer inmigrante o
extranjera absorbe los excesos una vez atribuidos sólo a los hombres.
Para unos pocos autores, la introducción de estas mujeres en la sociedad argentina
se convirtió en motivo de celebración que anunciaba una inminente modernidad, pero
para una gran mayoría, y en particular aquellos que se pensaban custodias de la nación,
las mujeres transoceánicas fueron caracterizadas como sujetos inestables y problemáticos,
que ponían en peligro el futuro nacional. Empapadas en ideales europeos de
productividad y activismo, las mujeres llegaron a la costa del Río de la Plata con la
misión de superarse social y económicamente. La participación femenina en la fuerza
laboral tímidamente había comenzado a incrementarse, y si bien faltaba un largo camino
a recorrer, en datos rescatados del Censo Nacional de 1914 podemos notar que las
mujeres extranjeras sobresalían en número en algunas de las áreas laborales, entre ellas la
del comercio, las profesiones sanitarias y las Bellas Artes en relación a las argentinas
(Censo 383-395). Esta activa participación en el campo de trabajo y su visibilidad
208

pública, a la vez, la hacía blanco de la atención y observación tanto de los higienistas
como de reformadores sociales, quienes encontraban en la mujer activamente
(re)productiva, y en particular en las inmigrantes y extranjeras, el centro de ensayo y
verificación de sus teorías y prácticas.
En una cultura donde lo foráneo era considerado como potencial símbolo de
desorden, la mujer inmigrante y extranjera recibió la descarga de los discursos
positivistas que intentaban hacer de la ciencia un instrumento de orden social. Como
parte de la masa inmigratoria, que de por sí ya era feminizada por su falla al responder a
los cambios sociales y a la ciencia que los positivistas entendían como primordial, las
mujeres centro de este estudio se convierten en el blanco predilecto de los hacedores de
la cultura científico-intelectual.
Dada su importancia histórico-política y social considero relevante escuchar e
indagar en los discursos de esta generación devota a las ciencias, no sólo como una forma
de conocimiento, sino como instrumento de orden intelectual y social. Para los centinelas
del estado, la literatura juega un papel primordial no sólo como medio de canalización de
sus ideas y posturas, sino en la naturalización de los procedimientos de disociación
étnica, racial, de clase y de género. Además es indudable que estas modalidades afectaron
el desarrollo socio-cultural, así como el político y económico de la Argentina finisecular
y de principios del siglo XX. En el caso argentino en particular, observo que con el
objetivo de comprobar y exponer la inferioridad étnica de los inmigrantes, los
intelectuales de los años ochenta dependieron de teorías raciales; mientras que los
reformadores sociales liberales de principios del siglo XX, pusieron énfasis y tomaron las
leyes del determinismo biológico y hereditario como instrumento y método de análisis de
la realidad social. 126
Se ha hecho evidente en el transcurso de este proyecto que durante los años que
concierne a este trabajo se desarrollaron culturas de diferenciación y resistencia mutua,
126
Inclusive en el ámbito conservador nacionalista se hablaba de la incompatibilidad
cultural de ciertas razas.
209

producidas a ambos lados de la esfera social, 127 cuyas ideas, símbolos y concepciones
fueron canalizados literariamente. Desde arriba, este proceso se llevó a cabo a través de
la novela y el ensayo, cuyo producto manifiesta una abierta preocupación por la
problemática racial y su (de)generación. Desde abajo, se hace por medio de las
representaciones teatrales, específicamente con el género chico, por medio del cual se
trata de mantener la identidad que busca una cohesión emotiva y una originalidad
demostrativa. Mientras que los representantes de la Alta cultura manifestaron abierta y
directamente la confrontación; los saineteros y los dramaturgos optaron por recursos
teatrales como la parodia, la caricaturización y la imitación para solapar y enmascarar las
diferenciaciones de clase y raza. Por su lado, también adjudico un grado de participación
a las mismas mujeres, ya sea inmigrantes o extranjeras, que optaron por el medio visual
para contribuir a su auto-documentación en la historia.
Entiendo que en el marco de este trabajo, el registro visual suministrado por la
iconografía, es de carácter fundamental con respecto al proyecto de testificar la presencia
de la mujer inmigrante y extranjera en los múltiples aspectos del contexto social de
finales del siglo XIX y principio del XX. Las imágenes fotográficas y litográficas
presentadas no sólo documentan la existencia de estas mujeres, sino que a la vez
suministran y permiten “otra lectura” de la representación de extranjeras e inmigrantes.
El medio gráfico preserva una huella material de estas mujeres en la imagen misma.
“Leyendo” las presentadas en este trabajo, no olvido la función objetivizadora,
categorizadora y clasificatoria que le otorga a las mismas una mirada masculina, sino que
además entiendo a las mujeres como partícipes voluntarias de su propia historia. Las
poses exibitorias que encontramos en las imágenes, llevadas es algunos casos a la
exageración, pueden sostenerse como “una estrategia de provocación para no pasar
desatendid[a], para obligar la mirada del otro, para forzar una lectura, para obligar un
discurso” (Molloy 130) que de otra manera no se hubiera producido.
Si bien los cuerpos femeninos fueron reducidos a un nivel de instrumentalidad y
servicio, lo que Marx llamaría “un bien” en el sentido de objeto de intercambio; debemos
127 Por un lado la clase alta representada por una oligarquía terrateniente tradicional, y
por el otro, los grupos étnicos inmigrantes y sus descendientes que forman parte de la
clase baja y una burguesía en ascenso.
210

tener en cuenta y no perder de vista el grado de participación de las mujeres retratadas.
En el caso de las extranjeras, en este trabajo las actrices, bailarinas y las acróbatas,
mujeres del espectáculo en general, conscientemente intercambiaban su imagen por
efectivo. Su manipulada y trabajada imagen se convierte para estas mujeres en su
principal “acción” en el mercadeo cultural y espectacular del momento, mientras que las
inmigrantes con sus caricaturescas y en algunos casos hasta grotescas poses, obligaban
una mirada y como consecuencia un discurso que hiciera y perpetuara su presencia.
“Las otras” que comercializaban con sus cuerpos y que por lo general preferían
pasar desapercibidas o permanecer en el anonimato, irónicamente, fueron las mujeres que
recibieron mayor atención por parte del gobierno, no por su capacidad de sujeto del
estado, sino debido a la amenaza que ellas significaban a la estructura familiar y a la
moral de la nación. Tanto las prostitutas, las mujeres solteras, como las obreras eran
vistas como un problema social que amenazaba el futuro de la raza y la nación por su
preferencia a la emancipación económica y la tendencia a no procrear. La presencia de la
prostituta, por su lado, le agregaba una dimensión más a los problemas anteriormente
mencionados: el éxito y la proliferación de la trata de blancas, para la vergüenza de los
políticos argentinos, dejan a la intemperie y el escrutinio del mundo civilizado un
comercio abiertamente remunerativo de vicio y degeneración. Detrás de los intereses
económicos buscados tanto por las mismas mujeres como por los comercializadores de
los cuerpos femeninos en la prensa, debemos recalcar el hecho que la sola presencia de la
cámara fotográfica, hacía de la mujer inmigrante y extranjera, una protagonista de la
historia.
De los diferentes textos literarios como visuales trabajados en esta disertación
emergen mujeres inmigrantes y extranjeras que transgreden los roles delineados por la
mentalidad patriarcal. Sus actividades, en la mayoría de los casos, sugieren una
profanación de los límites y espacios para ellas reconocidos, así como un rechazo a ser
contenidas en ellos. Pero la trasgresión no es radical y desde sus lugares hacen ver su
presencia hasta ese entonces velada. Tanto en la ficción literaria como las autobiografías,
la figura de la maestra surge como transmisora de clase cultural, como “actora”, además
de transgresora de su propia clase. También, en varias de las obras analizadas se presenta
la idea de la extranjera y la inmigrante como sustituta de la madre argentina. En El
211

conventillo, Ana María se desempeña como ama de leche y niñera en el primer año de
vida del niño de una familia tradicional criolla. En Stella, Alex cumple la función de
gobernanta a cuyo cargo tiene la educación y el cuidado de los niños de una prominente
familia criolla perteneciente a la oligarquía. Si bien los finales de las protagonistas son
muy diferentes, ambas desde sus puestos de trabajo, es decir en su capacidad productora,
se complementan en la tarea del engrandecimiento nacional. Una de ellas vendiendo su
cuerpo, alimentando y fortaleciendo, y la otra modelando, forjando intelectualmente y
educando el carácter del futuro ser nacional.
Reflejando la movilidad y el dinamismo que caracterizaba a la modernidad, en
trasatlánticos y de países limítrofes, especialmente desde el Uruguay, llegaron mujeres
activistas que luchaban por la emancipación y los derechos de la mujer. Algunas de las
primeras feministas se adhirieron al partido socialista, pero para la gran mayoría, el
anarquismo resultó más atractivo. Por lo general, estas mujeres traían consigo
antecedentes y experiencia política previa de sus países de orígenes. Los primeros
nombres comienzan a surgir a partir de 1880 y sus apellidos lo dicen todo respecto a su
origen: Virginia Bolten, Teresa Caporaletti, Ana María Masón y Pepita Guerra, entre
otras. Mientras que el lineamiento del anarquismo que enfatiza la lucha en contra de la
autoridad y la burguesía comercial representada por los dueños de los establecimientos
fabriles, es encarnado por los hombres, el anarquismo femenino: “focused its energy on
the power exercised over women in marriage and the family, seeking their freedom to
have relationships outside these institutions” (Molyneux “No God” 129). Estas mujeres
cuestionaron las relaciones desiguales entre los sexos, así como también criticaron el
doble estándar burgués de los códigos morales, apelando entre otras medidas, a la unión
libre basada tan sólo en el amor verdadero; además de la emancipación social, sexual e
individual.
Pero el exceso de libertad y movilidad de las mujeres inmigrantes y extranjeras,
que sobrepasaban “los libretos” de género, entendiéndose esto como lo socialmente
prescripto, reflejaba la determinación y el carácter que las definía, y que a la vez,
apartaba y recluía a otra categoría en la que se les adjudicaba características de
andrógina. En este sentido, encontraban un punto en común con sus contrapartes criollas
212

que optaban por transgredir el espacio construido y repartido socialmente, que las
excluían y despojaban de toda iniciativa y movilidad.
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BIOGRAPHICAL SKETCH
Alejandra Karina Carballo was born in Córdoba, Argentina in 1968. She earned her
Bachelor’s degree from the Universidad de Río Cuarto and her Master’s of Arts degrees
in Hispanic Literatures from University of Pennsylvania in 2000. In 2006 she earned a
Doctor of Philosophy degree in Spanish at Florida State.
Dissertation: Género, clase, etnia y raza en la representación de la mujer
inmigrante y extranjera en Argentina (1880- 1930)
Major Professor: Jean Graham-Jones
This project studies the representation of immigrant and foreign women who
arrived to Argentina at the peak of the migratory process (1880-1930). I look at
how the modalities of gender, race, ethnicity and class influenced the literary and
visual representation of these marginal subjects.
Some relevant themes are: the changing role of women in an unstable social
structure, patriarchal attitudes towards ‘otherness’ and the ‘commodification’ of
the female body. I emphasize the link that exists between the ways the immigrant
and foreign female bodies are seeing, and the ways in which desire is structured
according to the logic of commodity capitalism.
Honors, Awards, Fellowships, and Scholarships
• Dissertation Research Grant. Florida State University. 2005
• Winthrop-King Research/Travel Award. Summer 2004-2005
• Dorothy Hoffman Research/Travel Award. Summer 2004
• Winthrop-King ABD Award. Florida State University. 2003
• The Center for Latin American Studies Travel Grant. University of Florida. 2002
• Andrew W. Mellon Fellowship, University of Pennsylvania. 2000
• Amity Institute Scholar. 1995-1998
Conference Presentations
2005 “Transnacionalización y transgenerización en Stella de Emma de la Barra.”
SECOLAS. Vanderbilt University, April 7-9.
2004 “Censura y auto-censura: el silencio cómplice en Primaveras de Aída Bortnik.”
Tercer Simposio Internacional Centro de Estudios de Narratología. Universidad
de Buenos Aires, July 21-23.
2003 “Luis Buñuel y Salvador Dalí: su diálogo extendido.” Film and Literature
Conference. Florida State University, January 29-31.
230

2002 “Censura y auto-censura: el silencio cómplice en Primaveras y La historia
oficial de Aída Bortnik.” Graduate Student Colloquium, Department of
Romance Languages. University of Pennsylvania, March 24.
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