Miguel de Unamuno y Don Quijote. - Asociación de Academias de ...
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MIGUEL DE UNAMUNO Y DON QUIJOTE<br />
El nuevo mundo <strong>de</strong>l espíritu<br />
...la verda<strong>de</strong>ra locura va <strong>de</strong> veras siempre...<br />
<strong>Miguel</strong> <strong>de</strong> <strong>Unamuno</strong><br />
Hace cuatrocientos años que don <strong>Miguel</strong> <strong>de</strong> Cervantes Saavedra puso fin a la<br />
Primera Parte <strong>de</strong> El ingenioso hidalgo don <strong>Quijote</strong> <strong>de</strong> la Mancha, y cien años —bien<br />
vale celebrarlos también— que don <strong>Miguel</strong> <strong>de</strong> <strong>Unamuno</strong> concluyó una <strong>de</strong> sus obras más<br />
importantes: Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> y Sancho 1 , publicada en coinci<strong>de</strong>ncia con el tercer<br />
centenario <strong>de</strong> la obra cervantina, pero no a propósito <strong>de</strong> esta fecha, según confesión <strong>de</strong><br />
su autor. Por eso, no <strong>de</strong>be <strong>de</strong>finirse como una obra <strong>de</strong> centenario:<br />
Escribí aquel libro para repensar el <strong>Quijote</strong> contra cervantistas y eruditos, para hacer<br />
obra <strong>de</strong> vida <strong>de</strong> lo que era y sigue siendo para los más letra muerta. ¿Qué me importa<br />
lo que Cervantes quiso o no quiso poner allí y lo que realmente puso? Lo vivo es lo<br />
que yo allí <strong>de</strong>scubro, pusiéralo o no Cervantes, lo que yo allí pongo y sobrepongo y<br />
sotopongo, y lo que ponemos allí todos. Quise allí rastrear nuestra filosofía. [...].<br />
Aparéceme la filosofía en el alma <strong>de</strong> mi pueblo como la expresión <strong>de</strong> una tragedia<br />
íntima análoga a la tragedia <strong>de</strong>l alma <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>, como la expresión <strong>de</strong> una lucha<br />
entre lo que el mundo es según la razón <strong>de</strong> la ciencia nos lo muestra, y lo que queremos<br />
que sea, según la fe <strong>de</strong> nuestra religión nos lo dice 2 .<br />
Con su obra «explicada y comentada» 3 , escrita como diría Jean Guitton «en estado<br />
<strong>de</strong> hambre y <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo» 4 , corrobora que el <strong>Quijote</strong> es «la Biblia nacional <strong>de</strong> la religión<br />
patriótica <strong>de</strong> España» 5 , y que «Cervantes sacó a <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> <strong>de</strong>l alma <strong>de</strong> su pueblo y<br />
<strong>de</strong>l alma <strong>de</strong> la Humanidad toda, y en su inmortal libro se lo <strong>de</strong>volvió a su pueblo y a<br />
toda la Humanidad» 6 . En realidad, todos los trabajos <strong>de</strong> <strong>Unamuno</strong> son una constante<br />
exégesis <strong>de</strong> don <strong>Quijote</strong>. En Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> y Sancho, no quiere componer otro<br />
<strong>Quijote</strong> ni el <strong>Quijote</strong>, como el borgesiano Pierre Menard 7 , sino pensar, analizar, soñar<br />
«su <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>» y convertirse, en solitario y nostálgico juego, en lector y lectura<br />
<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su personaje.<br />
Tratándose <strong>de</strong> <strong>Unamuno</strong>, no pue<strong>de</strong>n ignorarse las etimologías; por eso, cuando<br />
escribe «explicada y comentada», quiere <strong>de</strong>cir que penetra el sentido <strong>de</strong>l <strong>Quijote</strong><br />
1 Madrid, Librería <strong>de</strong> Fernando Fe, 1905.<br />
2 <strong>Miguel</strong> <strong>de</strong> UNAMUNO, Del sentimiento trágico <strong>de</strong> la vida en los hombres y en los pueblos, Madrid,<br />
Renacimiento, 1912, pp. 301 y 312.<br />
3 Estas palabras aparecen en el título <strong>de</strong> la edición <strong>de</strong> 1905.<br />
4 El trabajo intelectual. Versión española realizada por Francisco Javier <strong>de</strong> Fuentes, Madrid, RIALP,<br />
1999, p. 86.<br />
5 <strong>Miguel</strong> <strong>de</strong> UNAMUNO, «Sobre la lectura e interpretación <strong>de</strong>l <strong>Quijote</strong>», Ensayos, Obras Completas,<br />
Tomo III, Madrid, Afrodisio Aguado, 1950, p. 575.<br />
6 «Sobre la lectura e interpretación...», p. 573.<br />
7 «Su admirable ambición era producir unas páginas que coincidieran —palabra por palabra y línea por<br />
línea— con las <strong>de</strong> <strong>Miguel</strong> <strong>de</strong> Cervantes» («Pierre Menard, autor <strong>de</strong>l <strong>Quijote</strong>», Ficciones, Obras<br />
Completas, Tomo I, Barcelona, EMECÉ, 1997, p. 446.<br />
1
cervantino a la lumbre <strong>de</strong> su pluma y que medita, reflexiona, sobre él; lo imagina y lo<br />
piensa cabalmente.<br />
En el Prólogo a la segunda edición <strong>de</strong> 1913, escribe:<br />
...<strong>de</strong>jando a eruditos, críticos e historiadores la meritoria y utilísima tarea <strong>de</strong> investigar<br />
lo que el <strong>Quijote</strong> pudo significar en su tiempo y en el ámbito en que se produjo y lo<br />
que Cervantes quiso en él expresar y expresó, <strong>de</strong>be quedarnos a otros libre al tomar su<br />
obra inmortal como algo eterno, fuera <strong>de</strong> época y aun <strong>de</strong> país, y exponer lo que su<br />
lectura nos sugiere. [...] hoy ya es el <strong>Quijote</strong> <strong>de</strong> todos y cada uno <strong>de</strong> sus lectores, [...] y<br />
<strong>de</strong>be cada cual darle una interpretación... 8<br />
Ése es el objetivo <strong>de</strong> <strong>Unamuno</strong>: interpretar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus a<strong>de</strong>ntros el texto cervantino,<br />
que no <strong>de</strong>be reducirse a una mera obra literaria 9 , a fin <strong>de</strong> «libertar al <strong>Quijote</strong> <strong>de</strong>l mismo<br />
Cervantes» 10 y <strong>de</strong>mostrar que, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l disfraz disparatado <strong>de</strong> caballero andante, está<br />
meditando otro <strong>Quijote</strong>: don <strong>Miguel</strong> <strong>de</strong> <strong>Unamuno</strong>, quijotista apasionado, para quien el<br />
loco <strong>de</strong> La Mancha es superior a su autor, que, sin duda, es su padre, pero sólo eso, pues<br />
su madre es «el pueblo en que vivió y <strong>de</strong> que vivió» 11 éste.<br />
«Des<strong>de</strong> que el <strong>Quijote</strong> apareció impreso —escribe— y a la disposición <strong>de</strong> quien lo<br />
tomara en mano y lo leyese, el <strong>Quijote</strong> no es <strong>de</strong> Cervantes, sino <strong>de</strong> todos los que lo lean<br />
y lo sientan» 12 . Por eso, la lectura <strong>de</strong> <strong>Unamuno</strong> no es visual, sino cordial. El intelecto no<br />
se separa <strong>de</strong> su espíritu. Luego agrega: «Cervantes puso a <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> en el mundo, y<br />
luego el mismo <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> en el mundo se ha encargado <strong>de</strong> vivir en él; y aunque el<br />
mismo don <strong>Miguel</strong> creyó matarle y enterrarle e hizo levantar testimonio notarial <strong>de</strong> su<br />
muerte para que nadie ose resucitarle y hacerle hacer nueva salida, el mismo <strong>Don</strong><br />
<strong>Quijote</strong> se ha resucitado a sí mismo, por sí y ante sí y anda por el mundo haciendo <strong>de</strong> las<br />
suyas» 13 .<br />
En el Prólogo a la tercera edición <strong>de</strong> 1930, reconoce el autor que sus cuatro años <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>stierro en Hendaya significan su experiencia quijotesca, sustentada en el sufrimiento<br />
<strong>de</strong> «no ser en lo eterno y lo infinito» 14 , esa pasión <strong>de</strong> Dios <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su ser y <strong>de</strong> todos<br />
los hombres, su temporalidad:<br />
El ardor divino <strong>de</strong> no morirse es lo que le lleva a uno a tratar <strong>de</strong> sellar con su sello<br />
las almas <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, a salirse <strong>de</strong> sí, para fuera <strong>de</strong> sí perpetuarse 15 .<br />
<strong>Unamuno</strong> <strong>de</strong>ja a un lado la obra para penetrar al personaje que contiene la poesía <strong>de</strong><br />
esa obra, y «en la poesía —según Aristóteles—, hay más verdad que en la historia».<br />
A pesar <strong>de</strong> la muerte, los nuevos tiempos unen a Cervantes y a <strong>Unamuno</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />
silencio primordial que precedió al primer vocablo <strong>de</strong> sus obras:<br />
En un lugar <strong>de</strong> la Mancha, <strong>de</strong> cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho<br />
tiempo que vivía un hidalgo <strong>de</strong> los <strong>de</strong> lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y<br />
galgo corredor 16 .<br />
8<br />
Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> y Sancho, Madrid, Cátedra, 1988, pp. 133-134.<br />
9<br />
«Sobre la lectura e interpretación...», p. 575.<br />
10<br />
«Prólogo a la segunda edición», p. 134.<br />
11<br />
«Sobre la lectura e interpretación...», p. 577.<br />
12<br />
Ibí<strong>de</strong>m, p. 573.<br />
13<br />
Ibí<strong>de</strong>m, p. 574.<br />
14<br />
«El sepulcro <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>», ensayo publicado en La España Mo<strong>de</strong>rna, N.° 206, Madrid, febrero <strong>de</strong><br />
1906, pp. 5-17, incluido en Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>..., p. 141.<br />
15<br />
<strong>Miguel</strong> <strong>de</strong> UNAMUNO, «Razón y vida», Renacimiento, Madrid, N.° V, julio <strong>de</strong> 1907, p. 4.<br />
16<br />
<strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> <strong>de</strong> La Mancha, Madrid, Real Aca<strong>de</strong>mia Española, <strong>Asociación</strong> <strong>de</strong> Aca<strong>de</strong>mias <strong>de</strong> la Lengua<br />
Española, 2004, p. 27.<br />
2
Nada sabemos <strong>de</strong>l nacimiento <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>, nada <strong>de</strong> su infancia y juventud, ni <strong>de</strong><br />
cómo se fraguara el ánimo <strong>de</strong>l Caballero <strong>de</strong> la Fe, <strong>de</strong>l que nos hace con su locura<br />
cuerdos. [...]. Se ha perdido toda la memoria <strong>de</strong> su linaje, nacimiento, niñez y<br />
mocedad; no nos la ha conservado ni la tradición oral ni testimonio alguno escrito, y si<br />
alguno <strong>de</strong> éstos hubo, hase perdido o yace en el polvo secular. [...]. Mas él era <strong>de</strong> los<br />
linajes que son y no fueron. Su linaje empieza en él. [...]. Era, pues, un hidalgo pobre,<br />
un hidalgo <strong>de</strong> gotera acaso, pero <strong>de</strong> los <strong>de</strong> lanza en astillero 17 .<br />
En un lugar <strong>de</strong> La Mancha..., nada sabemos..., se ha perdido toda memoria..., para<br />
que cada lector recobre su nombre <strong>de</strong>l ingrato olvido y —como <strong>de</strong>cía <strong>Unamuno</strong>— lo<br />
<strong>de</strong>sparrame «en redondo por aquellas abiertas llanuras» y ro<strong>de</strong>e «ciñendo a los hogares<br />
todos», y resuene «en la anchura <strong>de</strong> la tierra y <strong>de</strong> los siglos» 18 .<br />
En esa unión <strong>de</strong> la que hablamos, la hermandad <strong>de</strong> las palabras, «basadas en vida<br />
fundamental y honda» 19 , <strong>de</strong>sentierra, recrea, agiganta, sublima al triste caballero, «hijo<br />
<strong>de</strong> bondad» 20 , «que enloquece <strong>de</strong> pura madurez <strong>de</strong> espíritu» 21 y sigue cabalgando con<br />
imaginación admirable por los caminos vírgenes que trazan otros ojos en busca <strong>de</strong> su<br />
gloria y <strong>de</strong> su ser eterno. Pero con acierto dice el Rector <strong>de</strong> la Universidad <strong>de</strong><br />
Salamanca:<br />
...<strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> sabía que con las mismas palabras solemos <strong>de</strong>cir cosas opuestas, y con<br />
opuestas palabras la misma cosa. Gracias a lo cual po<strong>de</strong>mos conversar y enten<strong>de</strong>rnos.<br />
Si mi prójimo entendiese por lo que dice lo mismo que entiendo yo, ni sus palabras me<br />
enriquecerían el espíritu ni las mías enriquecerían el suyo. Si mi prójimo es otro yo<br />
mismo, ¿para qué le quiero? Para yo, me basto y aun me sobro yo 22 .<br />
Conversar y enten<strong>de</strong>rnos. Las dos obras —o la obra <strong>de</strong>l Siglo <strong>de</strong> Oro y el escritor<br />
vasco— se enlazan en un diálogo tenso y poéticamente filosófico. Entonces, el don<br />
<strong>Quijote</strong> cervantino —significante y significado— y el don <strong>Quijote</strong> unamuniano —puro<br />
significado— hermanecen porque el lector, impelido a «quijotear», crea el suyo.<br />
Cervantes escribe su obra <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los personajes; <strong>Unamuno</strong>, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su <strong>de</strong>sesperación 23 ,<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> su yo estremecido, centro <strong>de</strong> su universo, que no quiere morir. El autor <strong>de</strong> El<br />
sentimiento trágico <strong>de</strong> la vida dialoga primero, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las letras, con Cervantes y luego,<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el corazón, con don <strong>Quijote</strong>, y en lo hondo <strong>de</strong>l macilento caballero, se encuentra a<br />
sí mismo, <strong>de</strong>scubre que él también es loco, pero por convicción, porque sólo esa locura<br />
purifica <strong>de</strong>l mundo y ayuda a llegar a Dios, a creer en Él, con fi<strong>de</strong>lidad a un cristianismo<br />
quijotesco. Gradualmente se advierte cómo <strong>Unamuno</strong> construye el paralelo entre su<br />
persona y la <strong>de</strong>l hidalgo manchego para encen<strong>de</strong>r «el fuego <strong>de</strong> las eternas inquietu<strong>de</strong>s»<br />
en el corazón seco <strong>de</strong> su España. Por eso la bacía es el yelmo <strong>de</strong> Mambrino, por eso es<br />
necesario que la bacía sea el yelmo <strong>de</strong> Mambrino:<br />
Así, así, mi señor <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>, así; es el valor <strong>de</strong>scarado <strong>de</strong> afirmar en voz alta y a la<br />
vista <strong>de</strong> todos y <strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r con la propia vida la afirmación, lo que crea las verda<strong>de</strong>s<br />
todas. Las cosas son tanto más verda<strong>de</strong>ras cuanto más creídas, y no es la inteligencia,<br />
sino la voluntad, la que las impone. [...].<br />
Sí, todo nuestro mal es la cobardía moral, la falta <strong>de</strong> arranque para afirmar cada uno<br />
17<br />
Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>..., Primera Parte, p. 157.<br />
18<br />
Ibí<strong>de</strong>m, pág. 161.<br />
19<br />
Ibí<strong>de</strong>m, pág. 283.<br />
20<br />
Ibí<strong>de</strong>m, pág. 159.<br />
21<br />
Ibí<strong>de</strong>m, pág. 162.<br />
22<br />
Ibí<strong>de</strong>m, pág. 284.<br />
23<br />
Escribe <strong>Unamuno</strong>: «La <strong>de</strong>sesperación es el hecho más íntimo <strong>de</strong> nuestro tiempo y acaso <strong>de</strong> todos los<br />
tiempos civilizados. Unos creen por <strong>de</strong>sesperación, y otros por <strong>de</strong>sesperación no creen» («Razón y vida»,<br />
p. 4).<br />
3
su verdad, su fe, y <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rla. La mentira envuelve y agarrota las almas <strong>de</strong> esta casa <strong>de</strong><br />
borregos modorros, estúpidos por opilación <strong>de</strong> sensatez 24 .<br />
«Así», el adverbio que confirma la fe unamuniana en un i<strong>de</strong>al; así, «en voz alta»,<br />
frente a la vida y a los vivos, para afirmar sin miedos lo que la sangre acongojada grita,<br />
es <strong>de</strong>cir, la verdad <strong>de</strong>l alma, para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rla «a puñetazos y a coces», y hasta «sufrir por<br />
ella» 25 porque «es lo que hace vivir, no lo que hace pensar» 26 :<br />
Ese valor es el que necesitamos en España, y cuya falta nos tiene perlesiada el<br />
alma. Por falta <strong>de</strong> él no somos fuertes, ni ricos, ni cultos; por falta <strong>de</strong> él no hay<br />
canales <strong>de</strong> riego, ni pantanos, ni buenas cosechas; por falta <strong>de</strong> él no llueve más<br />
sobre nuestros secos campos, resquebrajados <strong>de</strong> sed, o cae a chaparrones el agua,<br />
arrastrando el mantillo y arrastrando a las veces las viviendas 27 .<br />
Sin duda, Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> y Sancho es una meditación sobre su yo y sobre su<br />
España; como en todos sus libros, un diálogo hondo y agónico entre la razón y la fe, esa<br />
fe que por obra <strong>de</strong> la voluntad crea lo que no pue<strong>de</strong> verse. «El mundo es tu creación» 28 ,<br />
le dice a don <strong>Quijote</strong>, y éste pue<strong>de</strong> parir su mundo porque está el mundo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> él, la<br />
España <strong>de</strong> sus soleda<strong>de</strong>s, la que lo hace poeta, y ser poeta —como bien dijo Fernando<br />
Pessoa— «no es una ambición», es la manera <strong>de</strong> estar solo.<br />
Para ser inmortal, para seguir siendo —<strong>Unamuno</strong> no quiere morir porque sufre <strong>de</strong><br />
razón—, el hombre, que siempre en estado <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación trascen<strong>de</strong>nte mata a Dios<br />
con la razón, <strong>de</strong>be resucitarlo con la voluntad. Y el don <strong>Quijote</strong> <strong>de</strong> <strong>Unamuno</strong>,<br />
«continuo vértigo pasional» 29 , símbolo <strong>de</strong> la España profunda, <strong>de</strong> la tradición que no<br />
<strong>de</strong>be morir, es vida intrahistórica.<br />
La clave <strong>de</strong> la obra Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> y Sancho se encuentra entre líneas, ya<br />
avanzado el texto: «...la historia <strong>de</strong>l ingenioso hidalgo fue, como en realidad lo fue, una<br />
historia real y verda<strong>de</strong>ra, y a<strong>de</strong>más eterna, pues se está realizando <strong>de</strong> continuo en cada<br />
uno <strong>de</strong> sus creyentes» 30 . Historia no sólo es ‘narración inventada’, sino también<br />
‘búsqueda’, una búsqueda que existe, por eso es verda<strong>de</strong>ra; una búsqueda que no tiene<br />
fin, por eso es eterna. Y hay creyentes porque hay fe, profesan la fe en don <strong>Quijote</strong>, son<br />
«los hijos <strong>de</strong> la luz» 31 . <strong>Unamuno</strong>, que pa<strong>de</strong>ce su propia búsqueda, es uno <strong>de</strong> ellos:<br />
Mi fe en don <strong>Quijote</strong> me enseña que tal fue su íntimo sentimiento, y si no nos lo revela<br />
Cervantes es porque no estaba capacitado para penetrar en él. No por haber sido su<br />
evangelista hemos <strong>de</strong> suponer fuera quien más a<strong>de</strong>ntró en su espíritu. Baste que hoy<br />
nos haya conservado el relato <strong>de</strong> su vida y hazañas 32 ;<br />
más aún, <strong>Unamuno</strong>, caballero andante <strong>de</strong> la palabra, es —como dijimos— don <strong>Quijote</strong>,<br />
el gran buscador, quiere serlo, y don <strong>Quijote</strong>, la reivindicación <strong>de</strong>l <strong>de</strong>smedido anhelo <strong>de</strong><br />
inmortalidad por la que tanto se angustiaba el escritor vasco. Éste se siente don <strong>Quijote</strong>,<br />
y el protagonista cervantino le da la oportunidad <strong>de</strong> andar palabras a<strong>de</strong>ntro hasta la raíz<br />
<strong>de</strong> su i<strong>de</strong>al: «Y el molido <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> vivirá, porque buscó la salud <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sí y se<br />
24<br />
Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>..., Primera Parte, p. 302.<br />
25<br />
Ibí<strong>de</strong>m, p. 304.<br />
26<br />
Ibí<strong>de</strong>m, Segunda Parte, p. 447.<br />
27<br />
Ibí<strong>de</strong>m, Primera Parte, p. 305.<br />
28<br />
Ibí<strong>de</strong>m, Segunda Parte, p. 447.<br />
29<br />
«El sepulcro <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>», p. 150.<br />
30<br />
Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>..., Primera Parte, p. 252.<br />
31<br />
Ibí<strong>de</strong>m, p. 309.<br />
32<br />
Ibí<strong>de</strong>m, pp. 256-257.<br />
4
atrevió a arremeter a los molinos» 33 ; su fe se enfrenta, pues, a la realidad que sólo es<br />
aparencial. Así lo expresa con lengua hirviente en su ensayo «Mi religión»:<br />
Mi religión es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad, aun a sabiendas <strong>de</strong><br />
que no he <strong>de</strong> encontrarla mientras viva; mi religión es luchar incesante e<br />
incansablemente con el misterio; mi religión es luchar con Dios <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el romper <strong>de</strong>l<br />
alba hasta el caer <strong>de</strong> la noche... [...]. Y yo quiero pelear mi pelea, sin cuidarme <strong>de</strong> la<br />
victoria. [...], porque esa lucha es mi alimento y es mi consuelo 34 .<br />
Obra sin tiempos, en Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> y Sancho cabalgan los sueños<br />
unamunianos <strong>de</strong> infinitud, y el protagonista, eterno, nace <strong>de</strong> las páginas como la más<br />
acabada <strong>de</strong>finición <strong>de</strong> la verdad, esa verdad que se sueña, porque tiene sus raíces en la<br />
eternidad <strong>de</strong> la imaginación, en la imaginación <strong>de</strong> la eternidad.<br />
Con los pies en la tierra, pero fuera <strong>de</strong> ella, don <strong>Quijote</strong> —<strong>de</strong> acuerdo con la<br />
interpretación unamuniana— no vive una vida exterior. Es un hombre «<strong>de</strong> carne y hueso<br />
como nosotros», «sujeto a las miserias humanas» 35 , «curioso en extremo y amigo <strong>de</strong><br />
enterarse <strong>de</strong> vidas ajenas» 36 , pero su aventura es interior, alma a<strong>de</strong>ntro; vive así una vida<br />
única, que lo conmueve, y a la que los <strong>de</strong>más llaman locura porque están excesivamente<br />
impregnados <strong>de</strong> esa «ignorancia sistemática» <strong>de</strong> la que habla Marcel Prevost. La cuerda<br />
locura lo purifica, lo <strong>de</strong>ja respirar libre <strong>de</strong> la mundanal libertad y le permite construir<br />
con fe su universo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la sangre, y recorrerlo más allá <strong>de</strong>l tiempo real, pues él necesita<br />
otro tiempo, otros ojos, otro cuerpo para alcanzar la fama inmortal, para satisfacer la sed<br />
<strong>de</strong> renombre, para sobrevivir; y también necesita agitar —obrar— con su fuerza interior<br />
para que los <strong>de</strong>más no se resignen a vivir por vivir, para que vivan anhelantes:<br />
La fe se pega, y es tan robusta y ardorosa la <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>, que rebasa a los que le<br />
quieren, y quedan llenos <strong>de</strong> ella sin que a él se le amengüe sino más bien le crezca.<br />
Pues tal es la condición <strong>de</strong> la fe viva; crece vertiéndose y repartiéndose se aumenta 37 .<br />
Y aunque parezcan distintos, todos sus caminos son iguales, y todos conducen al mismo<br />
lugar, a su mismidad. Ha logrado nacer otra vez, pero <strong>de</strong> sí mismo, volver a ser a su<br />
manera, lejos <strong>de</strong> la pobre vida amodorrada, <strong>de</strong>masiado pobre para sus aspiraciones. Por<br />
eso se bautiza «<strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> <strong>de</strong> la Mancha», y Sancho le pone el nombre <strong>de</strong> «El<br />
Caballero <strong>de</strong> la Triste Figura», tristeza que revela —según don <strong>Miguel</strong>— «su alma<br />
seria, abismáticamente seria, triste y escueta como los pelados páramos manchegos,<br />
también <strong>de</strong> tristísima y augusta solemnidad, tristeza reposada y <strong>de</strong> severo continente» 38<br />
que transparenta «aquel espíritu inmenso empeñado en mol<strong>de</strong>ar a sí el mundo» 39 .<br />
En ese «¡yo sé quién soy!» que proclama don <strong>Quijote</strong>, se encierra su propia creación,<br />
lo que quiere ser para siempre, y los <strong>de</strong>más no pue<strong>de</strong>n enten<strong>de</strong>r ni ver. Los pobres<br />
mortales, «los hidalgos <strong>de</strong> la Razón» 40 , creen burlarse <strong>de</strong>l escuálido Caballero <strong>de</strong> la<br />
Locura —otro Cristo, «aquel Cristo castellano» 41 , según el intratexto <strong>de</strong> <strong>Unamuno</strong>— y<br />
divertirse hasta las lágrimas con su <strong>de</strong>mencial ingeniosidad, pero sólo logran con su<br />
bullanguería, con el escarnio, ro<strong>de</strong>arlo <strong>de</strong> silencio, y en ese estar solo y en silencio<br />
frente al mundo, sufre su Pasión, cifra su religación con Dios, reconoce su necesidad <strong>de</strong><br />
trascen<strong>de</strong>ncia, es <strong>de</strong>cir, no claudica. La lectura circunstanciada <strong>de</strong> esta obra nos permite<br />
33 Ibí<strong>de</strong>m, p. 200.<br />
34 Ensayos, Obras Completas, Tomo III, pp. 820 y 822.<br />
35 Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>..., Primera Parte, p. 258.<br />
36 Ibí<strong>de</strong>m, p. 261.<br />
37 Ibí<strong>de</strong>m, p. 197.<br />
38 «El Caballero <strong>de</strong> la Triste Figura...», p. 173.<br />
39 Ibí<strong>de</strong>m, p. 174.<br />
40 «El sepulcro <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>», p. 142.<br />
41 «El Caballero <strong>de</strong> la Triste Figura...», p. 174.<br />
5
afirmar que la Biblia la sustenta. Para corroborarlo, bastan las palabras <strong>de</strong>l Evangelio <strong>de</strong><br />
San Mateo (20, 28): «...el Hijo <strong>de</strong>l hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a<br />
dar su vida en rescate por muchos» 42 . No en vano <strong>Unamuno</strong>, en un dibujo que se<br />
conserva en su Casa Museo <strong>de</strong> Salamanca, representa a don <strong>Quijote</strong> crucificado en un<br />
árbol con cuatro clavos; el lanzón, apoyado sobre su brazo <strong>de</strong>recho; y a sus pies, como<br />
adorándolo, Sancho y Rocinante. Otra vez un silencio casi cristológico en la intención<br />
<strong>de</strong>l escritor vasco. Recor<strong>de</strong>mos estas palabras <strong>de</strong> Jean Guitton: «En el fondo, el arte <strong>de</strong><br />
leer bien, [...], consiste en componer una segunda Biblia para sí mismo, en leer la<br />
primera con inteligencia, y la segunda, la nuestra, con fe» 43 . <strong>Unamuno</strong> lee la obra<br />
cervantina con inteligencia y la interpreta con fe unamuniana.<br />
El que resucita «el ya olvidado ejercicio <strong>de</strong> la caballería aventurera» 44 sufre prisión<br />
en una jaula, pero no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser libre, pues no hay cárcel para los sueños ni para el<br />
pensamiento, y «todo es posible al que cree» 45 :<br />
Desea con ansia volar, aunque llevado en el encierro <strong>de</strong> una jaula y a paso <strong>de</strong> buey, y<br />
tu <strong>de</strong>seo hará que te broten alas, y la jaula se te ensanchará convirtiéndosete en<br />
universo y volarás por su firmamento. [...] no hay hombre capaz <strong>de</strong> enjaular a<br />
hombre 46 .<br />
Los <strong>de</strong>más, los <strong>de</strong>monios <strong>de</strong> cuerpos fantásticos, que no piensan, habitan la<br />
materialidad, la mentira, y se sustentan <strong>de</strong> la apariencia; don <strong>Quijote</strong>, <strong>de</strong>l espíritu. Los<br />
<strong>de</strong>más no sólo quieren sentir a Dios; insisten, en estado <strong>de</strong> pereza espiritual, en que les<br />
<strong>de</strong>muestren «matemáticamente su existencia», aun más, necesitan «tragárselo» 47 ; don<br />
<strong>Quijote</strong> ansía a Dios <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la pureza <strong>de</strong> su locura ética. Escribe <strong>Unamuno</strong>:<br />
El ser que eres no es más que un ser caduco y perece<strong>de</strong>ro, que come <strong>de</strong> la tierra y al<br />
que la tierra se lo comerá un día; el que quieres ser es tu i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Dios, Conciencia <strong>de</strong>l<br />
Universo: es la divina i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que eres manifestación en el tiempo y el espacio. Y tu<br />
impulso querencioso hacia ese que quieres ser no es sino la morriña que te arrastra a tu<br />
hogar divino. Sólo es hombre hecho y <strong>de</strong>recho el hombre cuando quiere ser más que<br />
hombre 48 .<br />
En ser más que hombre —«trashombre», «sobre-hombre»— resi<strong>de</strong> la búsqueda <strong>de</strong><br />
don <strong>Quijote</strong>, su verda<strong>de</strong>ra historia. Como <strong>Unamuno</strong>, el héroe manchego quiere ser<br />
inmortal, el caballero inmortal, es <strong>de</strong>cir, más que un hombre. Por eso el mundo que lo<br />
ro<strong>de</strong>a se empequeñece en torno a su gigante figura y, a pesar <strong>de</strong> sus discursos, los que lo<br />
escuchan <strong>de</strong>saparecen, pues toma por invisible y fantástica la mundanería. Camina<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el mundo material hacia su yo ensoñado.<br />
¿Para quién habla don <strong>Quijote</strong>? Sin duda, para Sancho, que vive en él, que cree en él<br />
sin creerle. Y Sancho es la humanidad. Por eso, dice <strong>Unamuno</strong>:<br />
Con hombres no armados caballeros, con los que no lleven como tú encendida la<br />
lumbre <strong>de</strong>l seso, sino que reciben la luz <strong>de</strong>l reflejo, con ésos no discutas jamás, lector.<br />
Di tu palabra y sigue tu camino <strong>de</strong>jando que la roan hasta el hueso 49 .<br />
42<br />
Madrid, Biblioteca <strong>de</strong> Autores Cristianos, 1964, p. 1257.<br />
43<br />
Op. cit., p. 94.<br />
44<br />
<strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> <strong>de</strong> La Mancha, Primera Parte, Capítulo XLVII, p. 483.<br />
45<br />
Evangelio <strong>de</strong> San Marcos, 9, 23.<br />
46<br />
Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>..., Primera Parte, pp. 315-316.<br />
47 Ibí<strong>de</strong>m, pág. 314.<br />
48 Ibí<strong>de</strong>m, p. 190.<br />
49 Ibí<strong>de</strong>m, p. 233.<br />
6
Sancho, que sólo veía con los ojos <strong>de</strong> la carne, comienza a tener fe en la palabra <strong>de</strong><br />
su amo, en el mundo verda<strong>de</strong>ro que aquél llevaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sí, porque abre los ojos <strong>de</strong>l<br />
alma con la convicción <strong>de</strong> que hay otra vida, otro reino que conquistar:<br />
En una misma turquesa forjaron a Caballero y escu<strong>de</strong>ro, [...]. Lo más gran<strong>de</strong> y más<br />
consolador <strong>de</strong> la vida que en común hicieron es el no po<strong>de</strong>rse concebir al uno sin el<br />
otro, y que muy lejos <strong>de</strong> ser dos cabos opuestos, como hay quien mal supone, fueron y<br />
son, no ya las dos mita<strong>de</strong>s <strong>de</strong> una naranja, sino un mismo ser visto por dos lados.<br />
Sancho mantenía vivo el sanchopancismo <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> y éste quijotizaba a Sancho,<br />
sacándole a flor <strong>de</strong> alma su entraña quijotesca. [...], lo cierto es que hay <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />
Sancho mucho <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> 50 .<br />
De ahí que el escu<strong>de</strong>ro aspire a que sus hazañas no que<strong>de</strong>n entre renglones; dócilmente<br />
va enquijotándose, va entregándose «a ese po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la fe quijotesca y quijotizante» 51 .Y<br />
como bien escribe el escritor vasco, por «un quizá empieza la fe que salva; quien duda<br />
<strong>de</strong> lo que ve, una miajica tan sólo que sea, acaba por creer lo que no ve ni vio jamás» 52 .<br />
Sancho, su fiel discípulo —la fi<strong>de</strong>lidad tiene su fuente en la fe—, incrédulo primero,<br />
se queda también solo como su amo, pero con él, en los caminos <strong>de</strong>l mundo:<br />
La fe es algo que se conquista palmo a palmo y golpe tras golpe. Y tú, Sancho, llegarás<br />
a creer en tu señora Dulcinea <strong>de</strong>l Toboso, y ella te cogerá <strong>de</strong> la mano y te llevará por<br />
los campos perdurables. [...] Ten fe, pues, Sancho; ten fe, aunque te falte el ánimo <strong>de</strong><br />
<strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>. La fe cumplió en ti su milagro; el ánimo <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> es ya tu ánimo,<br />
y ya no vives tú en ti mismo, sino que es él, tu amo, quien en ti vive. Estás<br />
quijotizado 53 .<br />
Al parafrasear a San Pablo, <strong>Unamuno</strong> le adjudica a don <strong>Quijote</strong> un carácter casi divino,<br />
que no <strong>de</strong>smiente la palabra héroe, cuya etimología es ‘semidiós’, ‘protector’:<br />
«¡Benditos los palos <strong>de</strong>l lanzón, Sancho amigo, que te han valido ser ben<strong>de</strong>cido por tu<br />
amo!» 54 .<br />
Si en la obra <strong>de</strong> Cervantes la palabra clave es imaginación, en la unamuniana, es fe,<br />
la fe que salva <strong>de</strong>l «miedo a la muerte y a la vida» 55 , la fe que es amor y que, como la<br />
razón, también «se alimenta <strong>de</strong> dudas» 56 .<br />
«Sancho amigo», «hermano Sancho», lo llama <strong>Unamuno</strong> por el afecto que le inspira,<br />
porque el escu<strong>de</strong>ro, voz <strong>de</strong>l sentido común, sabe oír, callar y aguardar; sabe que el<br />
tiempo <strong>de</strong>shace la memoria, y que la muerte acalla los dolores, y en esto resi<strong>de</strong> su<br />
fortaleza y hasta su paciencia, pero mucho más sabe en qué consiste la fe fecunda y<br />
salvadora, que se mantiene <strong>de</strong> la duda:<br />
Tú, Sancho, entendías muy bien a tu amo, pues todo lo que te <strong>de</strong>cía eran dichos muy<br />
claros y muy enten<strong>de</strong><strong>de</strong>ros, y veías, sin embargo, que tus ojos te mostraban otra cosa y<br />
sospechabas que tu amo <strong>de</strong>svariaba por loco y dudabas <strong>de</strong> lo que veías, y a pesar <strong>de</strong><br />
ello le creías pues que ibas tras <strong>de</strong> sus pasos. Y mientras tu cabeza te <strong>de</strong>cía que no,<br />
<strong>de</strong>cíate tu corazón que sí, y tu voluntad te llevaba en contra <strong>de</strong> tu entendimiento y a<br />
favor <strong>de</strong> tu fe 57 .<br />
Laten aquí las tiernas palabras cervantinas:<br />
50 Ibí<strong>de</strong>m, Segunda Parte, p. 330.<br />
51 Ibí<strong>de</strong>m, p. 350.<br />
52 Ibí<strong>de</strong>m, Primera Parte, p. 242.<br />
53 Ibí<strong>de</strong>m, p. 231.<br />
54 Ibí<strong>de</strong>m, p. 281.<br />
55 Ibí<strong>de</strong>m, p. 242.<br />
56 <strong>Miguel</strong> <strong>de</strong> UNAMUNO, »Razón y vida», p. 11.<br />
57 Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>..., Segunda Parte, p. 351.<br />
7
—Porque veas, Sancho, el bien que en sí encierra la andante caballería y cuán a pique<br />
están los que en cualquiera ministerio <strong>de</strong> ella se ejercitan <strong>de</strong> venir brevemente a ser<br />
honrados y estimados <strong>de</strong>l mundo, quiero que aquí a mi lado y en compañía <strong>de</strong> esta<br />
buena gente te sientes, y que seas una misma cosa conmigo, que soy tu amo y natural<br />
señor; que comas en mi plato y bebas por don<strong>de</strong> yo bebiere, porque <strong>de</strong> la caballería<br />
andante se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir lo mismo que <strong>de</strong>l amor se dice: que todas las cosas iguala 58 .<br />
«<strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> mío, mi <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>, mi señor <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>, mi loco sublime, mi San<br />
<strong>Quijote</strong>», lo llama a don Alonso Quijano el Bueno, y en el adjetivo posesivo, se<br />
vislumbra una i<strong>de</strong>ntificación casi maternal con el que era cuerdo en su locura. Pero don<br />
<strong>Miguel</strong> <strong>de</strong> <strong>Unamuno</strong>, que traza en esta obra su propio retrato espiritual signado por una<br />
angustiosa y <strong>de</strong>sesperada necesidad <strong>de</strong> fe, es don <strong>Quijote</strong> y Sancho al mismo tiempo:<br />
En lo esforzado <strong>de</strong>l propósito y no en lo puntual <strong>de</strong>l conocimiento está el héroe. [...]<br />
entre luz y tinieblas vamos viviendo y marchando a un término que no es ni tinieblas<br />
ni luz, sino algo en que ambas se aúnan y confun<strong>de</strong>n, algo en que se fun<strong>de</strong>n corazón y<br />
cabeza, y en que se hacen uno <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> y Sancho. [...] No, no es la ciencia sola, por<br />
alta y honda, la re<strong>de</strong>ntora <strong>de</strong> la vida 59 .<br />
<strong>Don</strong> <strong>Miguel</strong> quiere canonizar esa locura generosa siempre acompañada <strong>de</strong> seriedad, y<br />
cuando esto suce<strong>de</strong>, «reálzase y se eleva mil codos sobre la cordura retozona y<br />
burladora» 60 , la <strong>de</strong> los que carecen <strong>de</strong> imaginación.<br />
El lanzón al que se aferra don <strong>Quijote</strong> señala el límite entre los dos mundos —las dos<br />
vidas—; el quijotesco lanzón que nunca lo <strong>de</strong>clara vencido porque la <strong>de</strong>rrota no<br />
pertenece a su mundo, y el vencer siempre pue<strong>de</strong> imaginarse. Codicia y ambición <strong>de</strong>l<br />
mundo, y sed <strong>de</strong> gloria quijotesca; el no saber para qué se es y el tener el valor <strong>de</strong> querer<br />
saberlo, <strong>de</strong> creerlo firmemente, para no vivir una perpetua muerte, aunque la realidad<br />
rompa mil veces el lanzón, y lo <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>n hasta humillarlo las risas hipócritas <strong>de</strong> sus<br />
conterráneos. Nadie le arrebatará el corazón para conquistar el reino <strong>de</strong>l espíritu; nadie<br />
le impedirá —aunque no se mueva <strong>de</strong>l suelo— volar en su Clavileño, subir «a los cielos<br />
<strong>de</strong>l aire y <strong>de</strong>l fuego imperece<strong>de</strong>ros» 61 .<br />
El miedo entumece a los hombres; significa la pérdida <strong>de</strong> la fe. <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> no lo<br />
tiene; su corazón lo combate y lo vence, a pesar <strong>de</strong> que parezca él el vencido. Por eso<br />
sale «al mundo sin que se le vea y al amparo <strong>de</strong> la oscuridad» 62 , la oscuridad <strong>de</strong> Alonso<br />
Quijano el Bueno, que va quedándose lentamente en el camino para que vea la luz un<br />
hombre nuevo, el loco que sueña con no morir, con <strong>de</strong>jar nombre por los siglos <strong>de</strong> los<br />
siglos. En su ensayo «Razón y vida»,<strong>Unamuno</strong> escribe: «El <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> singularizarse no<br />
es sino una forma <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> inmortalizarse» 63 .<br />
¿Pero es, realmente, locura la <strong>de</strong> don <strong>Quijote</strong>? ¿Por qué no pensar que se dio el gusto<br />
<strong>de</strong> vivir su sueño con su lógica y su verdad mediante una especie <strong>de</strong> capricho lúdico?;<br />
que, en este gran teatro, rasgó el débil telón <strong>de</strong> lo real con la ayuda <strong>de</strong> su lanzón —su<br />
voluntad— para respirar el aire limpio <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>seos, para ser otro hombre sin tocar la<br />
tierra <strong>de</strong> todos sus días, sino la que él poetiza con su fe en algo superior. De la pluma <strong>de</strong><br />
<strong>Unamuno</strong>, se yergue, pues, <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> como una inmensa alegoría <strong>de</strong> la libertad y <strong>de</strong><br />
58<br />
<strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> <strong>de</strong> La Mancha, Primera Parte, Cap. XI, p. 96.<br />
59<br />
Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>..., Primera Parte, pp. 245-246. Leemos en el Evangelio <strong>de</strong> San Lucas: «Cuida,<br />
pues, que tu luz no tenga parte <strong>de</strong> tinieblas, porque si todo tu cuerpo es luminoso, sin parte alguna<br />
tenebrosa, todo él resplan<strong>de</strong>cerá...» (ed. cit., 11, 35-36).<br />
60<br />
Ibí<strong>de</strong>m, Segunda Parte, p. 399.<br />
61<br />
Ibí<strong>de</strong>m, p. 478.<br />
62<br />
Ibí<strong>de</strong>m, Primera Parte, p. 197.<br />
63<br />
Ed. cit., p. 10.<br />
8
la ética. «¡Hay que pelear, sí, a lanzadas <strong>de</strong> luz!» 64 , para realizar un i<strong>de</strong>al propio en la<br />
tierra:<br />
Cruzando el mar en quebradizas carabelas fueron nuestros abuelos a <strong>de</strong>scubrir el<br />
Nuevo Mundo que dormía bajo estrellas antes <strong>de</strong>sconocidas; ¿no hay algún nuevo<br />
mundo <strong>de</strong>l espíritu cuyo <strong>de</strong>scubrimiento nos reserve Dios...? 65<br />
Hay que pelear a «lanzadas magnánimas <strong>de</strong> luz» 66 para no morir, para creer, para crear<br />
la verdad:<br />
¡El toque está en no morir! ¡En no morir! ¡No morir! Esta es la raíz última, la raíz <strong>de</strong><br />
las raíces <strong>de</strong> la locura quijotesca! ¡No morir!, ¡no morir! Ansia <strong>de</strong> vida; ansia <strong>de</strong> vida<br />
eterna es la que te dio vida inmortal, mi señor <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>... 67<br />
<strong>Unamuno</strong>, «pronto a la cólera» 68 como don <strong>Quijote</strong>, no quiere mirar el pasado ni<br />
quedarse en los umbrales <strong>de</strong>l gran manchego; como éste, alza «la lanza a dos manos» 69<br />
y proclama que «Dios, la Naturaleza y <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> castigan para perdonar», y que «el<br />
fin <strong>de</strong> la justicia es el perdón» 70 :<br />
...si los hombres todos cobraran robusta fe en su última salvación, en que al cabo todos<br />
hemos <strong>de</strong> ser perdonados y admirados al goce <strong>de</strong>l Señor, que para ello nos crió libres,<br />
seríamos todos mejores 71 .<br />
<strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> es «loco razonable», no «ente <strong>de</strong> ficción», dice <strong>Unamuno</strong>; necesita a<br />
Sancho, hombre <strong>de</strong> tierra —«¡...cuán <strong>de</strong> tierra eres!» 72 —, para enfrentarse en hazañosa<br />
aventura con la humanidad y redimirla administrando «el sacramento <strong>de</strong> la palabra» 73 .<br />
Y don <strong>Quijote</strong>, nacido hombre como nosotros, pero tan niño gran<strong>de</strong>, se vacía en<br />
palabras, da todo lo que lleva <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sí y va transformándose en espíritu heroico<br />
exhumando su silencio interior.<br />
Alcanzar el amor <strong>de</strong> Dulcinea, la dama <strong>de</strong> sus pensamientos, es, entonces, su gloria:<br />
Ansia <strong>de</strong> inmortalidad nos lleva a amar a la mujer, y así fue como <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> juntó en<br />
Dulcinea a la mujer y a la Gloria, y ya que no pudiera perpetuarse por ella en hijo <strong>de</strong><br />
carne, buscó eternizarse por ella en hazañas <strong>de</strong> espíritu 74 .<br />
Un honesto mirar a la mujer <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las entrañas encendidas; un casto, contenido sentir,<br />
para eternizar la vida por mandato <strong>de</strong>l corazón. Inventar el amor para inmortalizarlo,<br />
para satisfacer el ansia <strong>de</strong> inmortalidad, el seguir siendo sin partir nunca. Amor<br />
temporal no consumado, maternidad inmortal para parir el perpetuo nombre y la fama<br />
«en todo lo <strong>de</strong>scubierto <strong>de</strong> la tierra» 75 :<br />
Yo creo que ahora mismo, mientras te tiene apretado a su pecho tu Dulcinea, y lleva tu<br />
memoria <strong>de</strong> siglo en siglo, yo creo que ahora todavía te envuelve cierta melancólica<br />
pesadumbre al pensar que ya no pue<strong>de</strong>s recibir en tu pecho el abrazo ni en tus labios el<br />
beso <strong>de</strong> Aldonza, ese beso que murió sin haber nacido, ese abrazo que se fue para<br />
64<br />
Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>..., Segunda Parte, p. 486.<br />
65<br />
Ibí<strong>de</strong>m, pp. 487-488.<br />
66<br />
Ibí<strong>de</strong>m, p. 489.<br />
67<br />
Ibí<strong>de</strong>m, p. 481.<br />
68<br />
Ibí<strong>de</strong>m, Primera Parte, p. 258.<br />
69<br />
Ibí<strong>de</strong>m, p. 253.<br />
70<br />
Ibí<strong>de</strong>m, p. 255.<br />
71<br />
Ibí<strong>de</strong>m, p. 257.<br />
72<br />
Ibí<strong>de</strong>m, p. 201.<br />
73<br />
Ibí<strong>de</strong>m, p. 213.<br />
74<br />
Ibí<strong>de</strong>m, p. 222.<br />
75<br />
Ibí<strong>de</strong>m, p. 263.<br />
9
siempre y sin haber nunca llegado, ese recuerdo <strong>de</strong> una esperanza en todo secreto y tan<br />
a solas y a calladas acariciada 76 .<br />
<strong>Unamuno</strong> siente apasionado amor por la inmortalidad; su Dulcinea es la i<strong>de</strong>a que<br />
tiene <strong>de</strong> él Dios y la vida misma. Quiere ser eterno en el tiempo como hoy lo es don<br />
<strong>Quijote</strong>. Por eso dialoga o monodialoga con el único Loco no como personaje literario,<br />
sino como puro espíritu —«...dímelo al oído <strong>de</strong>l corazón» 77 —, pues lo ama en la<br />
eternidad, no en el tiempo:<br />
Sí, <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> mío, el toque está en <strong>de</strong>satinar sin ocasión, en generosa rebelión contra<br />
la lógica, durísima tirana <strong>de</strong>l espíritu. [...]. La locura, la verda<strong>de</strong>ra locura, nos está<br />
haciendo mucha falta, a ver si nos cura <strong>de</strong> esta peste <strong>de</strong>l sentido común que nos tiene a<br />
cada uno ahogado el propio. [...]. Esta es la verdad pura: el mundo es lo que a cada cual<br />
le parece, y la sabiduría estriba en hacérnoslo a nuestra voluntad <strong>de</strong>satinando sin<br />
ocasión y henchidos <strong>de</strong> fe en lo absurdo 78 . [...].<br />
Pégame tu locura, <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> mío, pégamela por entero. [...] No quiero ser<br />
razonable según esa miserable razón que da <strong>de</strong> comer a los vividores; ¡enloquéceme,<br />
mi <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>! 79<br />
Y aquí está la crítica encendida, inquieta, ardorosa a la España <strong>de</strong> su hora, a su<br />
haraganería espiritual. Escribe con acierto Giovanni Papini:<br />
Este comentario a la obra maestra <strong>de</strong> su literatura es el más animoso mensaje <strong>de</strong> su<br />
apostolado nacional. <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> ha sido resucitado en una atmósfera <strong>de</strong><br />
espiritualidad, en un mundo <strong>de</strong> conceptos típicos y místicos; pero entrambos, atmósfera<br />
y mundo, son rígidamente españoles; más, vascos si queremos y tanto como<br />
castellanos 80 .<br />
Y agrega que <strong>Unamuno</strong> «vislumbra, en la esencia <strong>de</strong>l quijotismo, la verda<strong>de</strong>ra puerta<br />
maestra para entrar en el alma misma <strong>de</strong> su patria» 81 . Sin duda, para don <strong>Miguel</strong>, don<br />
<strong>Quijote</strong> es el símbolo <strong>de</strong> su raza, la sangre <strong>de</strong> su España, el magnífico here<strong>de</strong>ro <strong>de</strong><br />
héroes y <strong>de</strong> santos, cuyas hazañas a lo humano y a lo divino le preparan los caminos que<br />
luego fecunda su locura heroica en rebelión espiritual porque «son los cuerdos los que<br />
van <strong>de</strong> burlas» 82 por la vida. «¡Admirable aventura! ¡Aventura <strong>de</strong>l género contemplativo<br />
más bien que <strong>de</strong>l activo!» 83 , exclama complacido <strong>Unamuno</strong>, pues tiene la certeza <strong>de</strong> que<br />
«sin vida interior no la hay exterior» 84 .<br />
España es la «cueva encantada» 85 <strong>de</strong> la obra cervantina. Afuera, la entrada —la<br />
España superficial— está obstruida por los escombros y las malezas que no quieren ver<br />
algunos Sanchos. Hay que limpiarla para llegar a sus entrañas —la España profunda— y<br />
sacar <strong>de</strong> allí con las visiones quijotescas «el alma viva <strong>de</strong> las creencias <strong>de</strong>l pueblo», la<br />
tradición, aunque cuervos y grajos lo impidan porque no se atreven a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la verdad<br />
para reconstruir la catedral <strong>de</strong>l espíritu.<br />
Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> y Sancho no es un comentario o una explicación eruditos <strong>de</strong> la<br />
obra cervantina, sino el símbolo <strong>de</strong> la búsqueda —<strong>de</strong>sesperanzada en <strong>Unamuno</strong>— <strong>de</strong> la<br />
fe que purifica y <strong>de</strong>ja ver la verdad, y la confirmación cabal <strong>de</strong> que es lo único que nos<br />
salva y nos inmortaliza; el pretexto para exponer una vez más sus i<strong>de</strong>as acerca <strong>de</strong>l<br />
76 Ibí<strong>de</strong>m, p. 230.<br />
77 Ibí<strong>de</strong>m, p. 229.<br />
78 Ibí<strong>de</strong>m, pp. 263-264.<br />
79 Ibí<strong>de</strong>m, Segunda Parte, p. 478.<br />
80 «De caballero andante a capitán <strong>de</strong> almas». Artículo publicado en La Nación, el 10 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong><br />
1922, La Nación, Buenos Aires, 16 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 2005.<br />
81 Ibí<strong>de</strong>m.<br />
82 Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>..., Primera Parte, p. 264.<br />
83 Ibí<strong>de</strong>m, p. 267.<br />
84 Ibí<strong>de</strong>m, p. 269.<br />
85 Ibí<strong>de</strong>m, Segunda Parte, p. 373.<br />
10
hombre en la vida y hacia la muerte: «vivir no es más que esperar»; «la muerte es otra<br />
espera»; «el hombre empieza muriendo / <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el momento en que nace» 86 .<br />
Dijimos al principio que era libro poéticamente filosófico; ahora agregamos:<br />
filosóficamente poético. <strong>Unamuno</strong> cree que su don <strong>Quijote</strong> es un poeta porque el<br />
heroísmo es poesía, «y si el héroe es poeta en acción, es el poeta héroe en<br />
imaginativa» 87 . Y <strong>Unamuno</strong> quiere que don <strong>Quijote</strong> sea su poeta, el que cante su<br />
dolorosa confesión, siempre «en perpetua zozobra y en anhelo inacabable» 88 , el que<br />
imagine con sus palabras ese sueño <strong>de</strong> inmortalidad enraizado en la locura <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong><br />
ser siempre:<br />
No pue<strong>de</strong> contar tu vida, ni pue<strong>de</strong> explicarla ni comentarla, señor mío <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>,<br />
sino quien esté tocado <strong>de</strong> tu misma locura <strong>de</strong> no morir. Interce<strong>de</strong>, pues, a favor mío,<br />
¡oh mi señor y patrón!, para que tu Dulcinea <strong>de</strong>l Toboso, ya <strong>de</strong>sencantada merced a los<br />
azotes <strong>de</strong> tu Sancho, me lleve <strong>de</strong> la mano a la inmortalidad <strong>de</strong>l nombre y <strong>de</strong> la fama. Y<br />
si es la vida sueño, ¡déjame soñarla inacabable! 89<br />
El don <strong>Quijote</strong> interior, el caballero <strong>de</strong>l nuevo mundo <strong>de</strong>l espíritu, poeta <strong>de</strong> La<br />
Mancha, «figura cómicamente trágica, [...] en que se ve todo lo profundamente trágico<br />
<strong>de</strong> la comedia humana» 90 , está otra vez solo con su lanzón y con su sombra triste, y se<br />
<strong>de</strong>ja llevar por Rocinante. Seco y amarillo, casi como la tierra castellana, se <strong>de</strong>ja llevar...<br />
El silencio lo acompaña. Es hombre <strong>de</strong> acendrados silencios, a pesar <strong>de</strong> las palabras.<br />
Las burlas <strong>de</strong> los tontos, pa<strong>de</strong>cidas con dignidad 91 , han quedado lejos. No las extraña.<br />
Tal vez, ni las haya advertido. No llegan ya a su cansado corazón heroico. Ha peleado a<br />
lo humano para conquistar el amor, por la gloria inacabable <strong>de</strong>l amor, y va haciéndose<br />
cuerdo para aliviar el alma, para recuperar la serenidad <strong>de</strong> sus días, para empren<strong>de</strong>r el<br />
camino <strong>de</strong> la muerte que lo espera y <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong> su sueño <strong>de</strong> locura. Muerte <strong>de</strong>l cuerpo,<br />
pero no <strong>de</strong>l alma porque «el espíritu es el que da vida» 92 , nueva vida, y al morir, nadie<br />
se muere <strong>de</strong>l todo.<br />
Después <strong>de</strong> haber peleado por la vida <strong>de</strong>l espíritu con la alegría <strong>de</strong> la tristeza y la<br />
tristeza <strong>de</strong> la alegría, el <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> <strong>de</strong> <strong>Unamuno</strong>, «el Cristo español» 93 , camina otra<br />
vez <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su yo hasta el mundo, pero ya libre para siempre y para siempre inmortal.<br />
ALICIA MARÍA ZORRILLA<br />
86<br />
<strong>Miguel</strong> <strong>de</strong> UNAMUNO, Cancionero. Diario poético, Buenos Aires, Losada, 1953, pp. 453, 455 y 475.<br />
87<br />
Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>..., Segunda Parte, p. 419.<br />
88<br />
Ibí<strong>de</strong>m, p. 505.<br />
89<br />
Ibí<strong>de</strong>m, p. 528.<br />
90<br />
<strong>Miguel</strong> <strong>de</strong> UNAMUNO, Del sentimiento trágico..., p. 288.<br />
91<br />
Escribe <strong>Unamuno</strong>: «El más alto heroísmo para un individuo, como para un pueblo, es saber afrontar el<br />
ridículo; es, mejor aún, saber ponerse en ridículo y no acobardarse en él» (Del sentimiento trágico...,<br />
p. 307).<br />
92<br />
Evangelio <strong>de</strong> San Juan, 6, 63.<br />
93 Del sentimiento trágico..., p. 288.<br />
11
Bibliografía<br />
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BORGES, Jorge Luis, Ficciones, Obras Completas, Tomo I, Barcelona, EMECÉ, 1997.<br />
CERVANTES SAAVEDRA, <strong>Miguel</strong> <strong>de</strong>, <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> <strong>de</strong> La Mancha, Madrid, Real<br />
Aca<strong>de</strong>mia Española, <strong>Asociación</strong> <strong>de</strong> Aca<strong>de</strong>mias <strong>de</strong> la Lengua Española, 2004.<br />
GUITTON, Jean, El trabajo intelectual. Versión española realizada por Francisco Javier<br />
<strong>de</strong> Fuentes, Madrid, RIALP, 1999.<br />
PAPINI, Giovanni, «De caballero andante a capitán <strong>de</strong> almas», La Nación, Buenos<br />
Aires, 16 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 2005.<br />
UNAMUNO, <strong>Miguel</strong> <strong>de</strong>, Cancionero. Diario poético, Buenos Aires, Losada, 1953.<br />
— Del sentimiento trágico <strong>de</strong> la vida en los hombres y en los pueblos, Madrid,<br />
Renacimiento, 1912.<br />
— «El sepulcro <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>», La España Mo<strong>de</strong>rna, N.° 206, Madrid, febrero <strong>de</strong><br />
1906, pp. 5-17 (incluido en Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> y Sancho, Madrid, Cátedra, 1988,<br />
pp.139-153).<br />
— «Razón y vida», Renacimiento, Madrid, N.° V, julio <strong>de</strong> 1907.<br />
— «Sobre la lectura e interpretación <strong>de</strong>l <strong>Quijote</strong>», Ensayos, Obras Completas,<br />
Tomo III, Madrid, Afrodisio Aguado, 1950.<br />
— Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> y Sancho, Madrid, Librería <strong>de</strong> Fernando Fe, 1905.<br />
— Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> y Sancho, Madrid, Cátedra, 1988.<br />
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