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Artifex cuarta época - Asociación Cultural Xatafi

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Carlos Martínez Córdoba<br />

26<br />

El hombre de la basura<br />

Al darse la vuelta, pudo ver a Ofelia acercándose con su paso tambaleante;<br />

con la luz artifi cial parecía algo mayor. Por unos instantes<br />

tuvo la impresión de que aquel encuentro no era casual. Cuando llegó<br />

hasta ella, Ofelia miró al hombre y le hizo una seña. Él respondió, pero<br />

nada más; les dio la espalda y, cabizbajo, desanduvo sus pasos hasta<br />

desaparecer.<br />

—Es el padre Rodrigo —dijo Ofelia—. A veces parece un poco<br />

raro, dicen que tiene problemas; pero es muy buena persona, y se porta<br />

muy bien con los niños. Tendrías que verle vestido de payaso.<br />

Eso no la tranquilizaba en absoluto. Alicia se imaginó un grotesco<br />

cura payaso, y se alegró de verlo marcharse.<br />

—Quería haber ido al colegio esta mañana —continuó la mujer—,<br />

pero he estado tan liada que no he podido; así que, vamos a ver,<br />

cuéntame qué tal con los niños.<br />

—Muy bien, creo que me han dado el visto bueno, de momento.<br />

Hoy sólo hemos estado tomando contacto.<br />

—Ya sabía yo que no tendrías problemas. Se te ve en la cara. —Ofelia<br />

le acarició levemente la mejilla con la mano en su guante de lana.<br />

—Lo que querría es conocer a los padres. ¿Crees que debería decirles<br />

que vengan a verme?<br />

—Es que la mayoría están bastante ocupados; pero no te preocupes<br />

por eso, seguro que irán apareciendo —Ofelia le guiñó un ojo—. ¿Qué<br />

ibas, a hacer la compra? Vamos, que te acompaño. –Agarró la larga y retorcida<br />

barra metálica que servía de abridor y tiró de él para cederle el paso.<br />

El local no era demasiado grande, pero estaba atestado con montones<br />

de mercancías que parecían amenazar con derrumbarse de un<br />

momento a otro. Las estanterías no sólo cubrían las paredes, dos discurrían<br />

paralelamente formando estrechos pasillos. Un pequeño mostrador<br />

de madera oscura con una caja registradora se encontraba justo<br />

al lado de la entrada. Tras él no había nadie, pero al cerrarse la puerta<br />

una voz muy grave llegó desde el fondo, por donde se movía una fi gura<br />

voluminosa con ropa azul.<br />

—Vayan sirviéndose —dijo— que ahora mismo estoy con ustedes.<br />

Alicia miró a Ofelia, que asintió como si le diera permiso para<br />

empezar a recolectar su compra, y avanzó entre las estanterías. Al llegar

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