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revista especialmente editada para Ángela - IESE Business School

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Porque pronto demostró<br />

su maestría: su saber <strong>para</strong>r<br />

delante del toro que la podía<br />

embestir. Pararse, que no<br />

es otra cosa que quedarse<br />

quieto, marcar sobre la<br />

arena el número de las<br />

zapatillas cuando el astado<br />

está a punto de arrancarse.<br />

Ha llovido y el sol se debate entre<br />

rizos de nubes y olivos. En<br />

la tarde de la despedida nace<br />

el reconocimiento como un<br />

deber agradecido. Durante<br />

casi cuarenta años, <strong>Ángela</strong> ha<br />

sabido torear con temple, con<br />

un temple fluido y sosegado,<br />

acoplando el movimiento de las telas. Porque eso es el<br />

temple: es algo más que torear con lentitud, es torear<br />

al son que marca la vida y a continuación, imponer el<br />

ritmo del son.<br />

Hoy quiero escribir unas líneas <strong>para</strong> homenajear a<br />

las gentes que, como <strong>Ángela</strong>, están detrás de los grandes<br />

toreros. La honradez de la gente de plata. Esas<br />

personas que se visten de plata y que hacen posible el<br />

espectáculo. Los grandes focos van a las figuras y casi<br />

nadie se acuerda de ellos. Porque estarán conmigo en<br />

que, en cuarenta años, <strong>Ángela</strong> nos ha sabido regalar<br />

grandes faenas. Las recuerdan ya las primera crónicas:<br />

“Escuchaba bien, con mirada muy fija, casi penetrante,<br />

se enteraba muy bien y se ponía en marcha, acabando<br />

el encargo pronto y cabalmente”, apuntaba el maestro<br />

Félix Huerta recordando su alternativa.<br />

Faena a faena, <strong>Ángela</strong> adquirió la categoría de “matador<br />

de toros”. Porque pronto demostró su maestría:<br />

su saber <strong>para</strong>r delante del toro que la podía embestir.<br />

Pararse, que no es otra cosa que quedarse quieto, marcar<br />

sobre la arena el número de las zapatillas cuando el<br />

astado está a punto de arrancarse.<br />

Y, en esta última tarde, ustedes, aficionados, a poco<br />

que recuerden, habrán visto malas faenas de veinte,<br />

treinta, cuarenta pases y el “reto” sin resolver y cada<br />

vez más entero...”¿Cómo es posible que con esa cantidad<br />

de pases aparentemente bellos <strong>para</strong> la gran parte<br />

del público, <strong>para</strong> muchos el “reto” nunca se somete?<br />

La respuesta es muy sencilla: lo que ha ocurrido es que<br />

el torero ha estado dando pases, y dar pases no es lo<br />

mismo que torear”.<br />

Pero este no es el caso. Porque el músculo que más<br />

importa en este arte es el corazón. El mérito de <strong>Ángela</strong><br />

consiste precisamente en la capacidad que demuestra<br />

en el arte taurino <strong>para</strong> combinar el ritmo del corazón<br />

con el del cerebro. Al impetuoso latir del corazón le<br />

contrapone la frialdad mental de ordenar al cuerpo<br />

todos los movimientos necesarios <strong>para</strong> salir airosa de<br />

cada situación.<br />

En esta última tarde agridulce, cuando <strong>Ángela</strong> ha<br />

decidido cortarse la coleta, es de justicia recordar las<br />

memorables jornadas que pasarán a la historia. Ella<br />

más que nadie conoce bien que “las broncas se las lleva<br />

el viento y las cornadas se las queda uno”.<br />

La aSamBLea<br />

l<br />

¿Cómo olvidar a <strong>Ángela</strong> caminando hacia la puerta<br />

de toriles ante un impresionante silencio de los<br />

Alumni? Luego, una angustiosa espera compartida<br />

<strong>IESE</strong> Revista de <strong>Ángela</strong> Martín ENERO 2011 / Nº 001 11

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