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reportaje - Revista Fotografos

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N° 02 ENERO 2013<br />

EDICIÓN TRIMESTRAL<br />

FOTÓGRAFOS<br />

REVISTA VIRTUAL FOTOGRAFÍA DOCUMENTAL<br />

CUBA tiempo<br />

Y así es como el<br />

Ana de la calle / Dossier: Cuba / Infancia recuperada / Portafolio: Cajamarca (Neblina)<br />

DE<br />

pasa...


Sedes: Madrid, Castellón y Valencia<br />

www.blankpaper.es/online<br />

www.blankpaper.es<br />

2 FOTOGRAFOS<br />

3


CONTENIDO<br />

SECCIONES<br />

Isla San Andrés, Colombia.<br />

LA MANZANA DE LA DISCORDIA. Página 19.<br />

Foto: Fidel Carrillo.<br />

RADIOGRAFÍA 08<br />

REPORTAJES 10<br />

DOSSIER 43<br />

PORTAFOLIO 102<br />

OPINIÓN 118<br />

BLANCO Y NEGRO 122<br />

— —<br />

Portada<br />

Fidel Carrillo<br />

REPORTAJES<br />

Isla de la discordia 19<br />

Infancia rescuperada 32<br />

Ana de la calle 98<br />

DOSSIER: CUBA<br />

Paradojas infinitas 44<br />

En los límites de La Habana 60<br />

Perfil: Ernesto Bazán 80<br />

Nostalgia por el mundo 86<br />

www.revistafotografos.com<br />

<strong>Revista</strong> FotógRaFos es un producto peruano producido por INFOCREA.<br />

4 FOTOGRAFOS<br />

Se prohíbe la reproducción total o parcial sin consentimiento expreso de la gerencia general. 5


EQUIPO<br />

Editor general<br />

Fidel Carrillo Carrillo<br />

Co-editor gráfico y coordinador<br />

Paul Vallejos Coral<br />

Editor y redactor<br />

Carlos Chávarry Valiente<br />

Equipo consultivo<br />

Ernesto Bazán<br />

Alejandro Kirchuk<br />

Diseño y diagramación<br />

INFOCREA<br />

FOTO DE PORTADA: Martín Pauca<br />

Cuba. Nostalgia por el mundo. Pag. 82<br />

«<br />

La instantaneidad<br />

es hoy<br />

la consigna<br />

del mundo<br />

Marc Augé<br />

Síguenos también en:<br />

6 FOTOGRAFOS<br />

Foto: Luis Gonzáles.<br />

7<br />

EDITORIAL<br />

Dos cuestiones tan prosaicas como los<br />

plazos y las metas de esta publicación nos llevó<br />

al tema de edición: el tiempo. Un tiempo para<br />

reflexionar, un tiempo para decidir, un tiempo para<br />

imaginar, un tiempo para producir, un tiempo para<br />

soñar, un tiempo para renovar: no hay nada que<br />

hagamos los seres humanos que no considere esos<br />

minutos, horas y días que dedicamos a aquello que<br />

nos apasiona y también a aquello que nos hastía<br />

pero que consideramos necesario.<br />

Porque la vida se nos va en esos procesos.<br />

En lo que queremos y en lo que detestamos.<br />

En nuestros deseos y en lo que finalmente nos<br />

depara el azar.<br />

Rara vez uno piensa el tiempo: ello<br />

también implica hacer uso de él. Y eso nos deja<br />

en desventaja: inmovilizados en ese concepto tan<br />

vasto que solo podemos considerar como una<br />

buena aproximación hacia el infinito. O hacia la<br />

eternidad. O hacia la muerte. Nuestro principal<br />

contendor no es físico ni concreto ante nuestros<br />

ojos pero estamos en su carrera, a veces apresurada,<br />

a veces sosegada. Nunca se interrumpe y solo lo<br />

hace cuando nosotros lo hacemos para siempre:<br />

otra temporalidad nuevamente. Es el flujo que todo<br />

lo envuelve y aniquila, como decía Borges. Una<br />

voluntad cósmica –¿divina?– que aparentemente<br />

nada en su condición irreversible y unilateral parece<br />

detener.<br />

Y sin embargo, esto último sí es posible.<br />

Quizá la fotografía no sea más que un mero<br />

intento –un esfuerzo sobrehumano: maquinal– de<br />

trascender el tiempo. De perpetuarlo. De observar<br />

sus efectos y acariciar sus recorridos.<br />

De estremecernos ante lo que nos sobrepasa.<br />

Es más: todo fotógrafo juega con el tiempo.<br />

Por ejemplo, cuando se toma los momentos en<br />

espera de la imagen adecuada y cuando adecua la<br />

cantidad de milésimas de segundos de exposición<br />

de luz necesaria para su registro: si esos dos<br />

tiempos no se funden, su trabajo nunca reflejará lo<br />

definitivo. De allí que los <strong>reportaje</strong>s de esta revista<br />

contengan imágenes sin tiempo. O más bien dicho:<br />

se inicien desde un tiempo cero, donde nada es<br />

anterior o posterior a lo que la imagen muestra.<br />

Como anotó un célebre filósofo del siglo<br />

XVIII: «Sin ser dueños de sentir o de no sentir algo,<br />

somos dueños de examinar lo que sentimos».<br />

Ese es el objetivo de esta edición.<br />

Malecón de La Habana, Cuba.<br />

EN LOS LÍMITES DE LA HABANA. Página 60.


RADIOGRAFÍA<br />

«<br />

LA MUERTE DESCIENDE<br />

Como reportero gráfico, uno nunca sabe donde<br />

terminará al final del día. Esa sensación cotidiana se hizo casi<br />

insoportable una mañana que estaba de comisión en Palacio<br />

de Gobierno: de pronto me informaron que había un motín de<br />

reos en Lurigancho, uno de los penales más peligrosos del país,<br />

y que debía ir para registrarlo. El diario me envió una movilidad<br />

y un lente de 400 milímetros para la distancia. Cuando llegué<br />

a la cárcel, aún seguían escuchándose disparos: dentro había<br />

una reyerta entre los mismos internos, quienes se acusaban<br />

de haber permitido una operación de requisa de los agentes<br />

penitenciarios (y en la cual se decomisaron armas, teléfonos<br />

celulares y drogas). Dado que la visibilidad desde la calle era<br />

nula, corrí con todo mi equipo hacia un cerro de cerca de cien<br />

metros de altura. Ese lugar me sirvió de exclusivo mirador.<br />

Pero aunque podía observarlo todo, las manos me temblaban<br />

y el sudor opacaba mi visión: mi excitación me dificultaba<br />

fotografiar. Además, el lente de 400 milímetros no tenía monopie<br />

y no podía sostenerlo por mi agitación después de escalar el<br />

cerro con celeridad. Recuerdo haber respirado hondo y subido<br />

la velocidad de obturación: comencé a registrar en el preciso<br />

instante en que el cadáver de un preso era deslizado con una<br />

soga por una de las paredes del pabellón.<br />

Miguel Bellido<br />

«<br />

ANA MARÍA CASTAÑEDA<br />

La Ceguera<br />

8 FOTOGRAFOS<br />

9


REPORTAJE<br />

La ISLA de la<br />

DISCORDIA<br />

Sin patria también podría haber ciudadanos, parece decir el estilo<br />

de vida casi subversivo de los habitantes de San Andrés, una isla<br />

caribeña sobre la que dos países latinoamericanos pretenden<br />

tener soberanía. Quizá hacia eso apuntan los nuevos tiempos: a<br />

demostrarnos que la identidad y la historia pueden ser un estorbo<br />

cuando solo importa el dinero.<br />

Fidel Carrillo<br />

10 FOTOGRAFOS<br />

11


¿Cómo determinar que algo te pertenece cuando esta<br />

posesión se encuentra sobre el mar y los países vecinos tienen<br />

las mismas intenciones que tú? Esto es lo que ocurre con San<br />

Andrés, la isla de ensueño que se encuentra a medio camino<br />

entre Colombia y Nicaragua y que es disputada por estos países desde hace<br />

más de un siglo.<br />

Y es que realmente se trata de una isla de ensueño.<br />

Playas de arena blanca, océano azul y turquesa casi transparente, clima<br />

adecuado casi todos los días del año, vegetación exuberante, un aeropuerto<br />

muy moderno, turistas de todas partes del mundo, edificios de lujo al borde<br />

del mar y autos de modelos exclusivos: ese es el patrimonio de San Andrés,<br />

la isla que habla en creole, un idioma propio que, cual esperanto tropical,<br />

mezcla el inglés con el francés y este a su vez con el castellano y este a su vez<br />

con ciertos dialectos africanos.<br />

Una suerte de idioma universal y multilingüe cuyos habitantes se dan<br />

el lujo de fragmentar y diferenciar cada vez que hablan con un francés o con<br />

un estadounidense o con un latinoamericano o con un africano.<br />

«Algo está claro: sus habitantes no se asumen ni colombianos<br />

ni nicaragüenses: ellos son sanandresanos, algo así como una nación<br />

paradójicamente multinacional –dice el fotógrafo Fidel Carrillo–. Solo se<br />

acuerdan de su identidad heterogénea durante las elecciones presidenciales<br />

de Colombia, cuando tienen que ir a las urnas a votar por algún candidato».<br />

En noviembre de 2012 la querella casi se dio por zanjada: la Corte<br />

Internacional de La Haya, una dependencia de las Naciones Unidas, resolvió<br />

que San Andrés podía pertenecer legítimamente a Colombia a cambio<br />

de entregar otras propiedades sobre las que también tenía interés. El<br />

país cafetalero rechazó el fallo y se retiró de la competencia del tribunal<br />

internacional.<br />

Ahora todo ha vuelto a cero y nuevamente los pobladores de San<br />

Andrés se encuentran sin nacionalidad, aunque eso a ellos –que viven de las<br />

divisas del turismo y la agricultura–, no les quita el sueño.<br />

Quizá sospechan que en el futuro próximo su modelo de vida será<br />

más común de lo que ahora se pretende. Y que lo que ocurre por el momento<br />

no es más que la arbitrariedad de un mundo globalizado que aún se debate<br />

en viejos colonialismos territoriales.<br />

O tal vez intuyen que están viviendo el sombrío anuncio de un nuevo<br />

tipo de conflictos.<br />

12 FOTOGRAFOS<br />

13


14 FOTOGRAFOS<br />

15


16 FOTOGRAFOS<br />

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18 FOTOGRAFOS<br />

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20 FOTOGRAFOS<br />

21


22 FOTOGRAFOS<br />

23


www.nnfotografos.com<br />

El primer portal de fotoperiodismo en el Perú<br />

24 FOTOGRAFOS<br />

25


REPORTAJE<br />

I<br />

N FA<br />

N CIA<br />

Boris Mercado<br />

RECUPERADA<br />

De regreso al parque de diversiones<br />

26 FOTOGRAFOS<br />

27


Llevaba el nombre de<br />

un famoso circuito de carreras<br />

norteamericano porque incluía una<br />

pequeña pista para karts, pero uno<br />

siempre deseó tomarlo por el lado<br />

menos literal: era mejor repensar el<br />

título de Daytona Park como una ingenua alusión<br />

al vértigo de los juegos mecánicos infantiles.<br />

Como sea, eso fue en los años noventa y nada<br />

importa ya. Ahora parece el desolado patio de un<br />

bebé gigante y caprichoso que se aburrió de sus<br />

juguetes: del parque de diversiones del hipódromo<br />

de Monterrico solo queda metal oxidado y<br />

plástico descolorido. Y con ello, la nostalgia de<br />

lo que alguna vez fueron risas y ganas de nunca<br />

crecer: un cementerio de añoranzas e inocencias<br />

perdidas. Hoy los niños ya no creen en elefantes<br />

voladores.<br />

28 FOTOGRAFOS<br />

29


30 FOTOGRAFOS<br />

31


32 FOTOGRAFOS<br />

33


ABULIA DE COLOR<br />

«Nueve años y llegué a la emoción<br />

que a esa edad te hace sonreír de más.<br />

La gente pasaba a mi lado compartiendo<br />

sonrisas, premios y experiencias breves:<br />

yo esperaba mi turno para dejar explotar<br />

un deseo intangible.<br />

Sonidos burdos se convirtieron<br />

en la escena que vive en mi memoria.<br />

Recuerdo feliz haber logrado llegar a la<br />

carrera.<br />

Quince años después los colores<br />

caen como ceniza, piso cubierto de<br />

polvo, alguna luz distante ajena al lugar<br />

repasado por años y me encuentro en<br />

medio del olvido, la soledad, el abandono<br />

y la destrucción. Con una mirada más<br />

distante de lo que alguna vez fue hangar<br />

de diversión y momentos inolvidables,<br />

ahora veo y siento cómo el paso del<br />

tiempo toma cuerpo y forma para los<br />

dos». (Boris Mercado)<br />

«¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta lo sé,<br />

pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé».<br />

San Agustín de Hipona. Confesiones, Xl, 14, 17.<br />

34 FOTOGRAFOS<br />

35


36<br />

Cierre de<br />

publicidad:<br />

FOTOGRAFOS<br />

30/03/2013<br />

publicidad@revistafotografos.com<br />

998788277/#551528<br />

A<br />

N U<br />

N CIA<br />

C<br />

U BA<br />

Dossier


REPORTAJE<br />

PARADOJAS<br />

INFINITAS<br />

Luis Gonzáles<br />

38 FOTOGRAFOS<br />

39


Cuba debe ser el museo más grande del mundo.<br />

Uno donde el arcaísmo se presenta con valor de glamour:<br />

esa que le otorga el vivir de espaldas al paso del tiempo. De<br />

allí que en las calles de La Habana aún circulen vehículos que<br />

se dejaron de producir hace décadas y que suelen figurar<br />

como reliquias en alguna ostentosa colección privada.<br />

Por ejemplo, un DeSoto Fireflite Coronado de 1955. O un Buick<br />

Special de 1952, o un Chrysler Town & Country Newport de 1950, o un<br />

Chevrolet Bel Air de 1956: autos que en el resto del mundo solo se pueden<br />

conocer en alguna vieja cinta de Humphrey Bogart y que deben su existencia<br />

–con frecuencia destartalada– a un régimen que se le ocurrió prohibir la<br />

importación de vehículos hace ya medio siglo.<br />

La contradicción es que en esta isla los autos clásicos lo son solo<br />

en apariencia: sin sus repuestos originales, las pesadas maquinarias de un<br />

Cadillac ElDorado Biarritz de 1956 o un Packard Clipper Custom Constellation<br />

de 1950 no pueden moverse más que con la ayuda de algún motor diésel<br />

ruso o checoslovaco.<br />

El espectro de lo que fue alguna vez la Unión Soviética también se<br />

refleja en la proliferación habanera de cientos de modelos Lada.<br />

De hecho, la policía cubana aún utiliza los Lada serie VAZ-2101 de<br />

1966.<br />

La otra contradicción es que el cubano no es el propietario de sus<br />

automóviles: si bien los conduce y trata de arreglarlos él mismo con lo que<br />

pueda cuando sufre un desperfecto –en la isla no existen los mecánicos–, no<br />

puede venderlos ni alquilarlos ni traspasarlos cuando lo desee.<br />

Sus vehículos –los Triumph Renown de 1954 o los Studebaker<br />

President Speedster de 1955– son posesión del gobierno.<br />

«Con los autos ocurre lo mismo que con las casas: no puedes<br />

venderlas así lo tengas registrado a tu nombre. Recordemos que como el<br />

Estado es quien te otorga la casa, también tiene la potestad de quitártela<br />

cuando lo requiera», dice el fotógrafo peruano Luis Gonzáles.<br />

¿Y entonces por qué los cubanos insisten en poseer autos que no les<br />

pertenecen?<br />

«En Cuba, el sueldo promedio mensual es de 40 dólares. Para superar<br />

esa valla, mucha gente utiliza sus autos para hacer transporte colectivo<br />

entre ciertas rutas específicas a uno o dos dólares el viaje. Y si se inclinan<br />

por hacer taxi, llegan a cobrar entre cinco y diez dólares».<br />

Ahora el ejercicio de las paradojas: adivinar de dónde provienen los<br />

dólares para pagar la movilización en esos Dodge Royal 500 Convertible de<br />

1954 o en los Oldsmobile 98 & Super 88 de 1959 o los Ford Custom Victoria<br />

de 1951.<br />

De las remesas que los cubanos reciben del extranjero.<br />

40 FOTOGRAFOS<br />

41<br />

— —


42 FOTOGRAFOS<br />

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53


PERFIL<br />

IMAGEN<br />

Y<br />

PUDOR<br />

Ernesto Bazán, ganador del<br />

World Press Photo 1995, demuestra<br />

que el retrato, aún en las situaciones<br />

más dramáticas, no tiene por qué ser<br />

denigrante: la fotografía documental<br />

también puede mostrar fascinación<br />

por la vida.<br />

54 FOTOGRAFOS<br />

55<br />

*Publicado originalmente en el blog CróniCas marCianas del diario Perú.21.


En 1992, Cuba ingresó a<br />

lo que históricamente<br />

se conocería como<br />

«el periodo especial»:<br />

un eufemismo para<br />

no reconocer su crisis<br />

tras la caída de la<br />

Unión Soviética y la aplicación<br />

de ciertas medidas económicas<br />

impensables unas décadas atrás.<br />

Ese mismo año, el<br />

siciliano Ernesto Bazán llegó al<br />

país por primera vez en su vida<br />

y se deslumbró ante lo que vio:<br />

toda una nación aparentemente<br />

detenida en el tiempo. «Un lugar<br />

que me inspiraba humanidad<br />

y, al mismo tiempo, toda la<br />

crudeza de ella», recuerda ahora<br />

el fotógrafo. Allí encontró a su<br />

esposa y allí nacieron sus hijos.<br />

Era el nativo de una isla<br />

que pisaba otra isla al otro lado<br />

del mundo.<br />

Entonces escribió. Envió<br />

una carta al régimen de Fidel<br />

Castro pidiendo autorización<br />

para visitar algunas instituciones<br />

simbólicas de Cuba. Ernesto<br />

Bazán, ya convertido en<br />

corresponsal internacional de<br />

prensa, sabía que si quería retratar<br />

a Cuba en toda su realidad, debía<br />

mostrar todo aquello que nadie<br />

nunca había mostrado.<br />

Se sentía ingenuo. A<br />

ningún extranjero se le había<br />

dado antes ese permiso.<br />

Unos días después,<br />

llegó una misiva donde se le<br />

preguntaba cuándo quería<br />

empezar.<br />

Cuarteles militares,<br />

ingenios azucareros, escuelas<br />

ideológicas para jóvenes<br />

castristas: allí reposaba el<br />

orgullo de una revolución<br />

nacional de medio siglo. Y ahora<br />

esas instalaciones –grises y<br />

destartaladas– estaban abiertas<br />

para su cámara durante una<br />

semana entera: alguien de mucho<br />

poder había notado que, en sus<br />

retratos en blanco y negro, los<br />

cubanos siempre aparecían con<br />

dignidad. Aún en medio de la<br />

decadencia y la ruina.<br />

Fernando Pessoa, el poeta<br />

portugués, escribió: «Hay poesía<br />

en este papel, en este bolígrafo,<br />

en esta mesa, en esta silla, en el<br />

simple acto de hablarnos». Es<br />

decir, resaltaba la importancia de<br />

observar a nuestro alrededor y<br />

encontrar poesía en situaciones<br />

anodinas, en escenas que a veces<br />

parecen poco interesantes.<br />

Esa es la razón por las que sus<br />

fotografías son siempre de<br />

personas en su vida cotidiana,<br />

prácticamente sin hacer «nada<br />

importante» para la cámara...<br />

Es que no busco ningún suceso<br />

noticioso: voy a lugares donde<br />

mis personajes no hacen noticia.<br />

Evito lugares donde ocurren<br />

guerras, tragedias, desastres<br />

naturales: voy a lugares en<br />

situaciones «normales», donde<br />

no «acontece» nada que no<br />

sea lo cotidiano. Dentro de esa<br />

cotidianeidad encuentro mundos<br />

«Busco lugares<br />

donde el tiempo<br />

tenga el sabor<br />

del tiempo pasado.<br />

fantásticos como rituales o<br />

fiestas.<br />

Pero muchas veces los rituales de<br />

la pobreza no son instantes muy<br />

felices...<br />

Yo fotografío momentos tristes,<br />

dramáticos, porque son parte<br />

de la realidad. La diferencia es<br />

que al mismo tiempo muestro<br />

alegría, juegos, momentos de<br />

ternura y amor, de sensualidad:<br />

no me enfoco solo en lo trágico.<br />

De hecho, me parece muy<br />

aburrido enfocarme solo en lo<br />

trágico y lo violento. Nosotros,<br />

como seres humanos, vivimos<br />

momentos muy tristes pero<br />

también momentos muy felices y<br />

placenteros.<br />

Al retratar una Cuba en crisis, ¿no<br />

retrató también la violencia de su<br />

pobreza?<br />

Cuando ves las imágenes de<br />

un cumpleaños o una mujer<br />

ofreciendo un biberón a su hijo,<br />

percibes la vida tal como es. Yo<br />

no permanezco insensible a los<br />

hechos de la violencia –entendida<br />

esta no como un estado de<br />

guerra, sino también como la de<br />

un alcohólico o la explotación<br />

del hombre por el hombre–.<br />

Todo eso está en mis imágenes<br />

pero dentro de un marco donde<br />

se equilibra.<br />

¿Hay situaciones en las que<br />

usted mismo, por alguna razón,<br />

se censura y se dice «No, esto no<br />

lo voy a registrar»?<br />

Sí, algunas veces, en escenas<br />

demasiado fuertes. Por ejemplo,<br />

cuando veo niños con problemas<br />

mentales o cuando percibo que<br />

estos no reciben atención de sus<br />

padres. Fotografiar ese drama me<br />

cuesta trabajo: niños perdidos<br />

en su soledad, en su mundo,<br />

completamente aislados.<br />

¿Es una forma de ética personal?<br />

Es mi sensibilidad, mi manera<br />

de ser. No lo hago adrede. Solo<br />

siento que hay cosas que es<br />

mejor no fotografiar.<br />

Un año después de haber<br />

aterrizado en Cuba, Ernesto<br />

Bazán obtuvo el segundo lugar<br />

en el Word Press Photo en la<br />

categoría Historias Cotidianas.<br />

En 1995, el fotógrafo<br />

obtuvo el primer lugar en esa<br />

misma categoría. Las imágenes<br />

56 FOTOGRAFOS<br />

57


eran sobre lo que registraba en la<br />

isla. De inmediato se sucedieron<br />

otras distinciones mundiales<br />

no menos importantes:<br />

Mother Jones Foundation for<br />

Photojournalism, el W. Eugene<br />

Smith y el Dorotea Lange-Paul<br />

Taylor Prize. Las fundaciones<br />

Alicia Patterson y Guggenheim<br />

se turnaron para becarlo.<br />

Todo por imágenes en<br />

las que sus personajes parecen<br />

flotar en el espacio. Dando el<br />

paso inmediato a otro en sus<br />

vidas rutinarias. Deteniendo<br />

los efectos del tiempo para<br />

mostrar la potencia de lo que<br />

vendrá después. Exponiendo<br />

un dramatismo que es, en<br />

simultáneo, un joie de vivre.<br />

«Busco lugares donde el<br />

tiempo tenga el sabor del tiempo<br />

pasado –dice Ernesto Bazán–.<br />

Lugares donde el presente se<br />

enlace con el pasado y el pasado<br />

con el futuro».<br />

Con imágenes que<br />

sosiegan aún más un lento<br />

transcurrir.<br />

a veces terrible, y cuando<br />

fotografían sus imágenes resultan<br />

así: dramáticas, dolorosas. Yo soy<br />

lo opuesto: considero que tuve<br />

una infancia feliz, y eso es lo que<br />

reflejan mis imágenes.<br />

Usted suele presentarse como<br />

alguien que gusta rememorar el<br />

pasado, en especial el pasado<br />

que no llegó a conocer...<br />

Eso es porque nací y crecí en<br />

un lugar donde los habitantes<br />

sienten la vida con momentos de<br />

profundo desgarro y momentos<br />

de gran regocijo: somos<br />

personas excesivas, siempre en<br />

los polos opuestos. Y eso sentí<br />

«<br />

Conozco fotógrafos que tuvieron<br />

una infancia muy dramática,<br />

El fotógrafo tiene que saber<br />

cómo son las imágenes de<br />

los demás.<br />

también en la Cuba urbana y<br />

rural. Allí encontré los arquetipos<br />

de nuestra existencia: emociones<br />

que van desde la muerte hasta la<br />

alegría, el amor y el odio.<br />

Pero esa reminiscencia por el<br />

pasado habla de una sensibilidad<br />

particular. ¿Qué hace usted<br />

cuando no fotografía?<br />

Me inspiro mucho a través de<br />

la literatura, la música y el cine.<br />

Observo fotografías de otros.<br />

Uno tiene que saber cómo son<br />

las imágenes de los demás.<br />

¿Y por qué viaja tanto a Perú?<br />

Perú tiene algo de cierto<br />

sabor a pasado, es uno de los<br />

pocos países en el mundo que<br />

ofrece esa experiencia. Todavía<br />

encuentro en los peruanos esa<br />

espiritualidad que<br />

busca una relación con<br />

los antepasados. Algo<br />

ancestral.<br />

¿Es la razón por la que<br />

hace sus talleres en<br />

Iquitos, por ejemplo?<br />

Iquitos es un lugar<br />

mágico: me hace<br />

imaginar cómo debió<br />

haber sido Sicilia hace<br />

150 años. Iquitos es<br />

una isla clavada en<br />

medio de un país.<br />

Nadie te presta una<br />

atención que censure,<br />

la gente es muy afable.<br />

Son sus alumnos quienes<br />

le ayudan a seleccionar las<br />

imágenes de sus publicaciones.<br />

Porque ahora Ernesto Bazán<br />

no solo dirige una editorial con<br />

su nombre: recorre el mundo<br />

dictando talleres de fotografía.<br />

Sus alumnos, por lo<br />

general, viajan con él: eso es<br />

también parte de su pedagogía.<br />

«Son mi segunda familia»,<br />

afirma el fotógrafo con una<br />

sonrisa de orgullo: gracias a ellos<br />

es que ha podido publicar sus<br />

libros de manera independiente.<br />

Cada vez que reúne una cierta<br />

cantidad de imágenes, les prevende<br />

una edición limitada con<br />

fotografías originales, numeradas<br />

y firmadas: esas ediciones que<br />

nadie más verá llegan a costar<br />

algunos miles de dólares. Y<br />

vende cuarenta o cincuenta de<br />

esas series.<br />

Con lo recaudado<br />

financia las publicaciones que<br />

saldrán al mercado. Así es como<br />

aparecieron BazánCuBa, al<br />

Campo, y otro libro que se editará<br />

para el año 2014.<br />

Vivimos un mundo saturado de<br />

imágenes abrumadoras que nos<br />

llegan de todas partes. Creo que<br />

el mundo ya se ha acostumbrado<br />

a observar cualquier tipo de<br />

violencia.<br />

Además, todo el tiempo nos<br />

saturan con imágenes agresivas...<br />

Es verdad. Incluso en películas<br />

infantiles se muestran escenas<br />

gratuitas de violencia: es un<br />

estado que prácticamente<br />

pervierte la cultura. Quizá por<br />

eso no sea raro que uno de estos<br />

días te cruces con un loco que<br />

dispara a cualquiera.<br />

¿Y es posible que esa tendencia<br />

de la imagen recargada y<br />

espectacularizada termine por<br />

saturar a la fotografía en sí?<br />

Creo que todavía hay muchas<br />

personas con la sensibilidad<br />

suficiente como para observar<br />

de manera distinta. Depende de<br />

eso: si eres alguien superficial,<br />

verás una imagen de forma<br />

pasiva, sin que te diga gran cosa.<br />

¿Y cómo se aprende a observar<br />

una imagen fotográfica?<br />

Es que no hay un método<br />

específico. En general, uno se<br />

cultiva: es lo mismo que se hace<br />

para apreciar un libro o un disco.<br />

También depende del fotógrafo:<br />

si este ha logrado poner su alma<br />

y corazón en la imagen, entonces<br />

logrará transmitir algo a los<br />

demás. Si no lo ha logrado, la<br />

gente permanecerá impasible.<br />

Entonces el fotógrafo siempre<br />

debería ser muy honesto<br />

con lo que retrata, porque<br />

de lo contrario se notaría el<br />

artificio...<br />

Sí, muy sencillo y honesto: su<br />

imagen puede tratar de temas<br />

y emociones importantes,<br />

pero en realidad lo difícil es su<br />

habilidad para mostrar algo<br />

aparentemente<br />

sencillo: registrar<br />

una escena y<br />

atrapar la esencia<br />

de lo vivido.<br />

En el año 2006,<br />

Ernesto Bazán<br />

recibió otra misiva<br />

del gobierno<br />

cubano. Esta vez<br />

se le prohibía dictar<br />

talleres. Un estatuto<br />

imposibilitaba a los<br />

corresponsales de<br />

prensa internacional impartir<br />

lecciones de fotografía: el<br />

régimen creía que allí se<br />

promovían conspiraciones anticastristas.<br />

«Hubiese podido<br />

quedarme en Cuba sin realizar<br />

mis talleres –recuerda–. Pero<br />

como yo nací en un país libre y<br />

me convertí en lo que soy por<br />

elección propia, no permití que<br />

me dijeran lo que debía hacer<br />

con mi vida».<br />

Con dolor y pena, el<br />

fotógrafo decidió marcharse<br />

con su familia. Y aún hasta hoy,<br />

el fotógrafo se las ingenia para<br />

telefonear a los amigos que dejó<br />

atrás.<br />

Ernesto Bazán ya no<br />

puede volver a la isla: ahora es<br />

considerado persona no grata.<br />

Precisamente él.<br />

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REPORTAJE<br />

En los<br />

LÍMITES<br />

de<br />

LA HABANA<br />

Luis Gonzales<br />

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A<br />

diferencia de los demás mortales, para los<br />

cubanos la palabra libertad sí se puede representar en<br />

algo concreto: el cielo y el mar. O lo que es lo mismo:<br />

el horizonte hacia algún lugar muy lejos de allí, incluso<br />

hacia ese infinito llamado muerte.<br />

Nunca un punto de fuga ha sido tan literal como en el caso<br />

caribeño.<br />

«El malecón es el único espacio en La Habana que permite<br />

los sueños. Detrás de esos muros de cemento está la posibilidad de<br />

ser alguien diferente: la certeza de que la vida y el mundo continúan<br />

mucho más allá –dice el fotógrafo Luis Gonzáles–. Quizá por eso es que<br />

de día y de noche, sin importar las horas, los habitantes de esa ciudad<br />

se vuelcan hacia el malecón: las calles les resultan lo más parecido a<br />

una prisión».<br />

No es casual entonces encontrarse allí con parejas de jóvenes<br />

enamorados que se hacen promesas de un futuro mejor, músicos<br />

que ensayan al aire libre, adolescentes jineteras blancas y mestizas<br />

que aguardan a los turistas para ofrecerles sus servicios sexuales por<br />

doscientos dólares y quizá una cena, peluqueros improvisados con<br />

temor a ser descubiertos por la policía, orgullosos padres que pasean<br />

con sus hijos, pescadores en incierta espera de lo que más tarde<br />

prepararán en el fogón de casa, y pajaritos –travestis– que compiten<br />

con la proverbial belleza de la mujer cubana.<br />

En medio de todo eso, basura acumulada entre las rompientes<br />

de rocas: cajas y botellas vacías de ron barato, platos de plástico con<br />

restos de comida grasienta y condones aún con fluidos humanos.<br />

El malecón como vitrina y desfogue.<br />

«El primer día me pasé recorriendo el malecón desde las once de<br />

la mañana hasta las ocho de la noche y no pude terminarlo: siempre me<br />

encontraba con habitantes muy amables y expresivos con quienes me<br />

ponía a conversar –recuerda el fotógrafo–. De todo lo que me hablaron,<br />

podría resumirlo en esto: que siempre están pensando en el exterior.<br />

Si eres joven, seas hombre o mujer, tienes la esperanza de que algún<br />

extranjero se enamore de ti y te saque de Cuba. Si eres padre, que<br />

tu hijo o hija logre irse del país y te envíe ropa y artefactos eléctricos<br />

desde cualquier otra parte del mundo».<br />

El malecón como lugar de reconocimiento de lo que los cubanos<br />

esperan y nunca llega: una frontera natural pero, al mismo tiempo,<br />

perversa.<br />

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http://elcomercio.pe/<br />

actualidad/1498578/<br />

noticia-haya-concedio-colombia-soberania-siete-islasdisputadas-nicaragua<br />

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REPORTAJE<br />

Martín Pauca<br />

por elmundo<br />

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«Yo no estaría tan seguro de creer que los cubanos<br />

son los ciudadanos más acongojados del planeta –dice el<br />

fotógrafo Martín Pauca–. Al menos cuando he conversado<br />

con ellos, los he notado muy complacidos consigo<br />

mismos. Sí, quizá son muy conscientes de sus carencias,<br />

de sus necesidades, pero están satisfechos de lo que son como personas».<br />

Y eso –sentirse orgullosos y contentos con quien se es– ha de ser lo<br />

más cercano a la felicidad.<br />

Al menos como alternativa a la felicidad contemporánea que vende<br />

Estados Unidos.<br />

Durante un viaje de talleres en la isla, el fotógrafo peruano conversó<br />

con muchos vecinos de La Habana, y con cada uno de ellos confirmó el mito:<br />

los cubanos promedio no tendrán dinero, no tendrán posesiones, pero son<br />

los más educados de la región. «Cuando arribé, creía que yo conocía la<br />

tecnología de última generación en materia de procedimientos fotográficos,<br />

y de pronto me encuentro con que ellos estaban tan actualizados como un<br />

europeo o un norteamericano mismo: lo último que puede decirse de un<br />

cubano es que es alguien desfasado o que tiene una cultura obsoleta».<br />

Es posible que el conocimiento –la costumbre de la reflexión motivada<br />

precisamente por esa suerte de retiro que es la isla– les enorgullezca más<br />

que la riqueza.<br />

O quizá sus pocas posibilidades de hacer dinero les haya motivado a<br />

volcarse a lo único que de verdad les pertenece: sus cuerpos y su voluntad.<br />

A reconocerse como seres humanos.<br />

Lo curioso es que ese sistema político tan criticado en los países<br />

tercermundistas es lo que precisamente les habría dado esa satisfacción.<br />

«Cuando llegas a Cuba, no ves mendigos ni niños durmiendo en la calle.<br />

No existen: el Estado se encarga de conseguirles vivienda, educación y<br />

empleo. Lo mismo, tampoco ves drogadictos, alcohólicos o ladrones. Son<br />

perseguidos y reprimidos –dice Martín Pauca–. Yo salía a caminar con<br />

mi equipo a las tres de la mañana para hacer fotografías por calles tan<br />

precarias como la de Barrios Altos en Lima, y lo único que encontraba era<br />

cubanos amistosos que me invitaban a conversar y tomar ron».<br />

Y agrega: «Definitivamente yo no podría hablar expresarme a favor<br />

de sus condiciones de libertad y derechos individuales, pero el hecho de<br />

que sea un país que se asume como un colectivo me hace pensar en cómo<br />

debieron haber sido nuestros países hace muchísimos años, en la época<br />

de nuestros abuelos y bisabuelos. De allí que me detuviera a retratar a los<br />

ancianos de la isla: encontraba en ellos un chispazo de vitalidad y gozo que<br />

ni siquiera veo en los jóvenes de nuestro tiempo».<br />

Y sí, quizá aquellos años debieron haber sido una mejor época para<br />

dialogar, conocerse, enamorarse y sentir la vida. Y en ese sentido, Cuba<br />

podría ser el último reducto de lo que el mundo alguna vez fue.<br />

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Si crees tener un buen <strong>reportaje</strong><br />

de doce a veinte imágenes,<br />

envíanoslo como propuesta a:<br />

fotos@revistafotografos.com<br />

Los requisitos están en nuestra web:<br />

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PU<br />

BLI<br />

CA<br />

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REPORTAJE<br />

Paul Vallejos<br />

Óscar Miranda<br />

ANA<br />

de la calle<br />

Tiene más de setenta años pero sigue<br />

entregando su cuerpo a cambio de unos soles<br />

en los hoteles del centro de Lima.<br />

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Te dijeron que venía<br />

y te arreglaste. Yo<br />

aguardaba en esa<br />

conocida pollería<br />

de la avenida La<br />

Colmena y tú<br />

llegaste con Paul<br />

y Demelsa, quienes te habían<br />

recogido de la otra manzana, tu<br />

manzana. Demelsa entró y me<br />

dijo que te habías arreglado para<br />

mí, que eras muy coqueta. Luego<br />

entraste y un ligero vaho de<br />

colonia se abrió camino entre los<br />

humores aceitosos que llenaban<br />

el local. Te habías puesto linda.<br />

Tus uñas eran celestes. Tenías<br />

escarcha en las mejillas. Casi ni<br />

probaste el cuarto parte pierna de<br />

pollo a la brasa que te invitamos<br />

–en ese momento sospeché que<br />

por modosería– y lo pediste para<br />

llevar. Ellos se fueron. Hablamos<br />

poco. Te fuiste. Yo todavía no<br />

sabía que tenías más de setenta<br />

años.<br />

Paul te conoció entre<br />

los años 2002 o 2003. Te vio en<br />

la avenida, frente al cine porno<br />

Le Paris, aguardando clientes<br />

como lo haces desde hace<br />

dos décadas. Esa vez, cuando<br />

se acercó y te dijo que quería<br />

hacerte fotos, lo miraste en<br />

silencio y te fuiste. Tuvo que<br />

volver otro día, invitarte un café<br />

y explicarte respetuosamente<br />

que, en verdad, lo que quería<br />

era conocerte. Retratar tu vida.<br />

Recién entonces aceptaste. Él<br />

cree que lo que te persuadió fue<br />

que supo escucharte. Inspirarte<br />

confianza. Es verdad: Paul es<br />

así. Es el tipo más confiable del<br />

mundo.<br />

Pero fue a mí a quien le<br />

contaste por qué te fuiste de tu<br />

casa, a los veintitantos, a vivir a<br />

la calle. Las discusiones con tus<br />

hermanas y tu padre, que se<br />

volvieron insoportables después<br />

de que tu cuñado quiso violarte<br />

y tu hermana no te creyó y tu<br />

padre, después de un tiempo<br />

de falsa indignación, te dio la<br />

«<br />

No sentiste nada el<br />

primer día que te<br />

detuviste a esperar<br />

clientes. Nada de miedo.<br />

Ya estabas entrando a<br />

los cincuenta años.<br />

espalda. Me hablaste de esas<br />

primeras noches durmiendo<br />

en las escaleras del Cine Teatro<br />

Colón, en una esquina de la Plaza<br />

San Martín. De cuando un día un<br />

tipo que te vio allí muerta de frío<br />

te invitó a pasar la noche en su<br />

hotel y que en agradecimiento le<br />

diste calor y sosiego a su cuerpo.<br />

No, no, no eras una prostituta<br />

entonces, eso me queda claro.<br />

Eras amiga de ellos. Porque<br />

después de ese primer tipo hubo<br />

varios otros. Nunca les cobraste.<br />

Comida y abrigo, por esos fríos<br />

días, eran más que suficiente.<br />

A Paul también le<br />

hablaste de tus amores, es<br />

verdad. Del policía con el que<br />

te comprometiste joven antes<br />

de irte de la casa de tus padres.<br />

Y del militar que te recogió un<br />

día del Cine Colón y te alquiló<br />

una habitación en San Juan de<br />

Lurigancho, cerca de donde él<br />

vivía con su mujer y sus cinco<br />

hijos. Estuviste con él siete años.<br />

No te importaba que tuviera<br />

familia; de algún modo eras feliz<br />

sabiendo que había un hombre<br />

que cuidaba de ti. Pero lo<br />

dejaste… o él te dejó… Esos días<br />

ahora parecen tan lejanos.<br />

Esta vez yo he pasado por<br />

ti a La Colmena. Son las diez de la<br />

noche y te encuentro sentada en<br />

la puerta de una tienda cerrada,<br />

casi escondida, conversando con<br />

un vendedor de encendedores,<br />

lupas y fundas de celulares. A<br />

diferencia de Madonna y las otras<br />

chicas de la manzana, que van<br />

de un lado a otro en la esquina<br />

con el jirón Cailloma, tú no te<br />

luces. No quieres o quizá no lo<br />

necesitas. Muchos de los tipos<br />

que pagan por tu compañía son<br />

viejos conocidos. Hombres que<br />

encuentran en ti algo que, sea lo<br />

que fuese, ninguna de las otras<br />

mujeres se lo puede dar.<br />

Como el muchacho que<br />

viene de vez en cuando y que<br />

a ti te produce tanta pena. Está<br />

en la universidad, tiene novia,<br />

pero quizá nunca sea tan feliz<br />

como cuando entra contigo a la<br />

habitación del hotel y se desviste<br />

y se coloca tu falda, tu blusa y tus<br />

zapatos. Luego lo masturbas. Es<br />

un chico bueno, agregas.<br />

También era bueno el<br />

joven con el que Paul te retrató.<br />

Fue el único de tus clientes que<br />

aceptó que un fotógrafo estuviera<br />

presente en el momento en que<br />

lo atendieras. Al principio, pidió<br />

dinero pero Paul le explicó que<br />

no quería pagar por un modelo<br />

sino fotografiar una prestación<br />

real. Accedió. Esa noche se fueron<br />

los tres a un viejo hotelito que<br />

está en una de las esquinas de<br />

la Plaza San Martín. El cuartelero<br />

los miró raro pero les dio la llave.<br />

Una vez que apagaron las luces,<br />

Paul les dijo que a partir de ese<br />

momento él no existía. Tú, que lo<br />

quieres tanto, atendías al chico<br />

pero a la vez te preocupabas de<br />

que Paul tuviera buenas fotos y le<br />

decías «¿Así está bien?» y Paul te<br />

mandaba a callar diciendo «¡Ana,<br />

yo no estoy aquí!».<br />

Damos vueltas en<br />

busca de un lugar tranquilo<br />

para conversar y terminamos<br />

regresando a tu manzana, a<br />

un restaurante decorado con<br />

ese estilo tan limeño a medio<br />

camino entre la pollería, el<br />

restaurante turístico y el chifa<br />

chino. Allí nos sirven aguadito y<br />

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101


102 FOTOGRAFOS<br />

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estofado de pollo. Me cuentas<br />

que hace una hora se te acercó<br />

un hermano evangelista. Te pidió<br />

que leyeras la Biblia y entonces<br />

tú le enseñaste el viejo ejemplar<br />

del libro sagrado que llevas en tu<br />

cartera a todos lados. Claro que<br />

la lees. Te sabes pasajes enteros<br />

de memoria.<br />

No sentiste nada especial<br />

el primer día que te detuviste a<br />

esperar clientes en la esquina<br />

de La Colmena y Cailloma. No,<br />

nada de miedo. Ya estabas<br />

entrando a los cincuenta años.<br />

Te pregunto por qué llegaste a<br />

la calle a esa edad y no termino<br />

de entenderte. A ratos divagas.<br />

Empiezas una idea y es como un<br />

tallo al que a los pocos minutos<br />

le van creciendo ramitas y más<br />

ramitas. Solo entiendo que desde<br />

esa época no tenías trabajo ni<br />

hijos ni nadie que cuide de ti.<br />

Exactamente como ahora. Sé que<br />

cuando conociste a Paul, hace<br />

una década, le dijiste que tenías<br />

63 ó 65 años. A mí me dices lo<br />

mismo. No estoy seguro de que<br />

mientas por coquetería o porque<br />

en verdad no lo sabes. Elijo creer<br />

lo primero. Cosas mías.<br />

Ahora me cuentas del<br />

caballero adulto mayor que te<br />

viene a buscar ayudándose con<br />

su bastón y te lleva a la función<br />

continuada del Le Paris. Él mira<br />

las películas y tú le das placer<br />

inclinando tu rostro sobre su<br />

butaca. Un cliente antiguo a<br />

quien te refieres como una de<br />

tus «parejas» también te llevaba<br />

a ver películas para adultos en el<br />

viejo Cine Balta de Barranco. Una<br />

vez satisfecho, él se dormía y tú<br />

te dedicabas a mirar la pantalla,<br />

ocupada por falos enormes y<br />

entrepiernas sin depilar. Dices<br />

que allí aprendiste varios de<br />

los trucos que hoy utilizas con<br />

tus clientes. Por eso, cuando te<br />

preguntan si te gusta el cine, te<br />

entran las risitas. Como ahora.<br />

«<br />

Un día un tipo que te vio durmiendo en las<br />

escaleras del Teatro Colón te invitó a pasar<br />

la noche en su hotel. En agradecimiento<br />

le diste calor y sosiego a su cuerpo.<br />

Cerca de la medianoche,<br />

de camino al paradero, dos<br />

tipos pasan mirándonos y a<br />

la distancia uno de ellos nos<br />

grita «¡Provecho!». Me ofendo<br />

y estoy a punto de gritarle algo<br />

en respuesta pero te veo sonreír,<br />

divertida. Y me pregunto qué<br />

otra cosa imaginaría yo si veo<br />

a un tipo caminando al lado de<br />

una mujer que sé que pertenece<br />

a la calle. Pensaría lo mismo.<br />

Me pregunto cuántas veces<br />

le habrán gritado lo mismo a<br />

Paul cuando caminaba contigo<br />

escuchándote y conociéndote<br />

por las aceitosas calles de Lima<br />

durante todos estos años. Planeo<br />

preguntárselo.<br />

Pero ahora está<br />

acercándose al bus que te<br />

conducirá al Rímac, a la casita de<br />

tus hermanas a la que finalmente<br />

regresaste. Ya no hay peleas<br />

entre ustedes, apenas hablan<br />

y nunca de las cosas que haces<br />

por las noches para llevar dinero<br />

a casa. Te han entrevistado en<br />

televisión y en la prensa un par<br />

de veces así que asumes que lo<br />

saben y que, en todo caso, vivir<br />

como si nadie supiera nada es lo<br />

mejor para todos. Ellas no saben<br />

que tienes un amigo que en los<br />

últimos diez años te ha retratado<br />

hasta el alma, que te invita a<br />

cenar siempre que te encuentra<br />

y que te compra regalos en tu<br />

cumpleaños. Alguien para quien<br />

no solo eres una meretriz anciana<br />

que sigue entregando su añoso<br />

cuerpo a cambio de unos soles.<br />

Que no te ve solo como la vieja<br />

Ana de La Colmena, la vieja Ana<br />

de la calle.<br />

104 FOTOGRAFOS<br />

105


José Osorio / Neblina<br />

PORTAFOLIO<br />

CO<br />

LEC<br />

TIVO<br />

NEBLINA<br />

Francisco Vigo<br />

José Osorio<br />

Mayer Abanto<br />

Gabriel Tejada<br />

Gherald Salazar<br />

Josh Rojas<br />

LA VIDA EN LOS ANDES<br />

106 FOTOGRAFOS<br />

107


Cajamarca es histórica no solo por<br />

ser la ciudad donde todo un imperio<br />

se perdió hace algunos siglos: en los<br />

últimos años sus aguerridos habitantes<br />

hicieron retroceder a las columnas<br />

terroristas de Sendero Luminoso y, por igual, a ciertas<br />

transnacionales mineras que todavía intentan devastar<br />

sus paisajes dedicados a la agricultura. En ese contexto<br />

donde el orgullo es parte de la tradición andina, seis<br />

fotógrafos –léase José Alberto Osorio, Mayer Abanto,<br />

Gabriel Tejada, Gherald Salazar, Josh Rojas Terrones y<br />

Francisco Vigo– formaron el Colectivo Neblina. Su<br />

misión: generar un discurso de reconocimiento pero,<br />

al mismo tiempo, de denuncia. Allí están, por ejemplo,<br />

los policías antidisturbios replicados hasta la grisura,<br />

la agotadora vida de los comerciantes, los excesivos<br />

carnavales de febrero y el travestismo sexual como<br />

nuevo canon de belleza: temas tan diversos pero,<br />

al mismo tiempo, tan representativos de un mundo<br />

que se debate entre el pasado y la modernidad. Los<br />

integrantes del grupo lo explican así: «Nos dedicamos<br />

a la fotografía documental. Por el momento, sobre<br />

nuestras costumbres, manías y vicios. Porque creemos<br />

en los ensayos y las historias fotográficas como una<br />

forma de comprender la sociedad y la naturaleza del<br />

ser humano. Y aún más: las expresiones reales y los<br />

comportamientos honestos». Desde Cajamarca hacia<br />

todo el mundo. Y con identidad propia.<br />

José Osorio / Neblina<br />

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Francisco Vigo / Neblina<br />

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Francisco Vigo / Neblina<br />

Gherald Salazar / Neblina 113


Francisco Vigo / Neblina<br />

José Osorio / Neblina<br />

Francisco Vigo / Neblina<br />

Mayer abanto / Neblina<br />

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José Osorio / Neblina<br />

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Gabriel Tejada / Neblina<br />

Josh Rojas / Neblina<br />

MayerAbanto / Neblina<br />

Mayer Abanto / Neblina<br />

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Gabriel Tejada / Neblina<br />

Gherald Salazar / Neblina<br />

José Osorio / Neblina<br />

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OPINIÓN<br />

CRÍTICA<br />

IMAGEN<br />

?<br />

Creo que el relato<br />

a través de la<br />

imagen nos ha<br />

deshumanizado. La imagen es<br />

la mejor y la peor de las cosas.<br />

Nos sentimos orgullosos<br />

porque la imagen nos acerca<br />

a todo. Y sin embargo, a la<br />

vez que nos acerca, nos aleja.<br />

Además, nos hace ilusionar<br />

con que conocemos algo solo<br />

porque permite reconocer<br />

algo. Pero el reconocimiento<br />

no es conocimiento. Ese es el<br />

juego perverso de la imagen:<br />

es la ignorancia que se<br />

desconoce a sí misma.<br />

Walter Benjamin decía:<br />

«debemos escapar de la<br />

pesadilla mítica», de esos mitos<br />

originales horribles y caóticos,<br />

esos que hablan de brujas que<br />

se comen a los hombres. El<br />

filósofo creía que el relato era<br />

una forma de alejarse de esos<br />

horrores que, por lo general, se<br />

asocian con la indistinción en<br />

=<br />

+<br />

TIEMPO<br />

Por: Marc Augé?<br />

ESPACIO<br />

todas sus formas: entre el bien<br />

y el mal, entre los sexos, entre<br />

las generaciones. Ahora me<br />

pregunto si la abundancia de<br />

imágenes no estará provocando<br />

otra nueva indistinción, una<br />

muy peligrosa: los progresos<br />

tecnológicos nos llevan a tomar<br />

la imagen como si fuera real.<br />

Hay que tener cuidado. Debe<br />

haber otras formas narrativas<br />

capaces de ubicar a la imagen<br />

en lo que realmente es: una<br />

simple ilustración y no una<br />

realidad. El pensamiento escrito<br />

es mucho más articulado y<br />

es eso precisamente lo que<br />

necesitamos: un pensamiento<br />

articulado frente a la cascada<br />

de imágenes.<br />

Las cosmologías son las<br />

representaciones del<br />

mundo que ayudan<br />

a explicar lo que ocurre: es<br />

una organización simbólica<br />

de mitos, ritos, imágenes del<br />

tiempo y el espacio. En nuestros<br />

días, son las tecnologías<br />

las que organizan nuestras<br />

representaciones del espacio y<br />

el tiempo.<br />

Esto se ve muy bien a<br />

través de la televisión, en los<br />

horarios de los programas: la<br />

vida deportiva y la vida política<br />

organizadas al ritmo de lo que<br />

los medios de comunicación<br />

consideran interesante. Hay<br />

gente que no soportaría vivir<br />

sin tener su cita diaria con el<br />

noticiero o el <strong>reportaje</strong> del<br />

sábado. Esta relación estructura<br />

el tiempo. Y en los últimos años<br />

hemos visto surgir una nueva<br />

representación del espacio con<br />

el teléfono móvil e Internet.<br />

Se podría decir que las<br />

tecnologías, más que medios,<br />

son representaciones de sí<br />

mismas, en especial para<br />

los niños y jóvenes. Es una<br />

«cosmotecnología»: un proceso<br />

por el cual nuestras sociedades<br />

En instantes en que la tecnología lo permite casi todo, un<br />

antropólogo francés desconfía de la imagen: lo considera<br />

un artificio del presente para manipular la realidad. «En<br />

nuestros días, la instantaneidad es la consigna del mundo»,<br />

denuncia. ¿Qué ocurre cuando el ser humano empieza a<br />

quedarse sin pasado y memoria?<br />

asumen las tecnologías tal<br />

como antiguamente se asumían<br />

las religiones.<br />

Todo ocurre como<br />

si no existiera la<br />

historia. Estamos<br />

viviendo dentro de una<br />

ideología del presente, con<br />

acontecimientos que no<br />

atribuyen ningún significado<br />

al pasado ni relacionan la<br />

imaginación con el futuro.<br />

Desde esta perspectiva, no<br />

existe más la historia: la<br />

visitamos solo como turistas,<br />

sin establecer una idea del<br />

futuro que sirva para animar<br />

el presente. Y como estamos<br />

inmersos en esta sociedad de<br />

imágenes, es muy complejo<br />

percatarnos de esa ideología<br />

capitalista que podría resumirse<br />

con el lema de que «portarse<br />

bien es consumir mucho».<br />

Pero ya lo vemos: una de las<br />

consecuencias de esa ideología<br />

es la ausencia de referencias,<br />

una vida sin perspectiva y<br />

una incapacidad de pensar<br />

el tiempo. Es una especie de<br />

hipertrofia del presente.<br />

En cierto modo, tal<br />

como sucedía en las sociedades<br />

primitivas y el mundo rural,<br />

nuestro tiempo ha dejado de<br />

ser lineal para volverse circular:<br />

nuestra vida está reducida a la<br />

agenda mediática determinada<br />

por las temporadas deportivas,<br />

los ciclos escolares, los periodos<br />

de elecciones presidenciales.<br />

Es lo contrario a un estado<br />

de evolución: no somos una<br />

civilización tecnológica que se<br />

dirige hacia una innovación.<br />

Somos los prisioneros de una<br />

especie de retorno permanente<br />

a los ritmos fijados por los<br />

medios o las finanzas globales.<br />

Hoy el hombre vive mucho<br />

más tiempo pero comienza a<br />

vivir más tarde. Observemos<br />

el ejemplo de la Revolución<br />

Francesa: fue hecha por gente<br />

que apenas tenía 20 años<br />

de edad, fueron jóvenes los<br />

que cambiaron el curso de la<br />

historia. Paradójicamente, antes<br />

una vida más corta obligaba a<br />

madurar más rápidamente.<br />

En la actualidad la<br />

instantaneidad es la<br />

consigna del mundo.<br />

Frente a esto, me planteo<br />

un momento más íntimo: el<br />

instante de la relación con<br />

nosotros mismos, el instante<br />

del encuentro con los otros,<br />

con una mirada, con un paisaje,<br />

con una idea.<br />

No hay identidad<br />

individual o colectiva que<br />

pueda construirse sin el<br />

otro. La soledad absoluta es<br />

impensable.<br />

El itinerario del individuo<br />

pasa necesariamente por el<br />

encuentro con los demás. Por<br />

eso, cuando evoco el instante,<br />

122 FOTOGRAFOS<br />

123


es por oposición a todo lo que<br />

está definido por el pasado.<br />

Para mí, el instante<br />

es un momento en el que el<br />

tiempo cambia de registro: hay<br />

un tiempo que circula pero<br />

que no depende de lo que<br />

pesa sobre él. Es un tiempo sin<br />

culpabilidad.<br />

Cuando hay muchas<br />

imágenes se pierde<br />

la imaginación. Es<br />

una paradoja solo en parte.<br />

Cuando hay muchas imágenes<br />

no podemos ver otra cosa que<br />

imágenes, mientras que la<br />

imaginación individual necesita<br />

a la vez de un imaginario<br />

colectivo (como los mitos) y un<br />

imaginario de creación (como<br />

las obras individuales artísticas<br />

e intelectuales). Si los mitos<br />

desaparecieran –o se hicieran<br />

menos visibles–, y además<br />

dejaran de existir autores y<br />

obras y solo hubiera productos<br />

de entretenimiento disfrazado<br />

de información, tendríamos un<br />

problema para el imaginario<br />

individual.<br />

Pero pasamos gran<br />

parte de nuestro tiempo<br />

reconociendo a gente que no<br />

conocemos. Es una experiencia<br />

Es una paradoja:<br />

cuando hay<br />

demasiadas<br />

imágenes se pierde<br />

la imaginación.<br />

sin precedentes, inédita. A<br />

diario veo por la televisión a<br />

gente de otros países de una<br />

manera familiar pero ilusoria.<br />

Existe una sobrevalorización<br />

constante de la imagen.<br />

Quienes aparecen en la pantalla<br />

tienen una existencia más<br />

«llamativa» porque millones<br />

de personas los reconocen en<br />

un solo momento: de ahí el<br />

sentimiento de que hay que<br />

pasar a través de la imagen<br />

para existir. La mejor manera<br />

de cautivar a las audiencias<br />

es darles la impresión de que<br />

pueden estar en la televisión.<br />

De ahí el éxito de los reality<br />

shows.<br />

Cada día tenemos la<br />

sensación de que para existir<br />

hay que existir dentro de<br />

la pantalla de televisión o<br />

la computadora –las redes<br />

sociales–. A través de todos<br />

los efectos de reconocimiento<br />

inducidos por la pantalla,<br />

estamos siempre buscando<br />

una imagen de nosotros<br />

mismos. Creo que hay un<br />

narcisismo con las tecnologías<br />

de comunicación, lo cual es un<br />

riesgo porque la comunicación<br />

o la interacción solo son<br />

versiones empobrecidas del<br />

Hoy el hombre<br />

vive mucho más<br />

tiempo pero<br />

empieza a vivir<br />

mucho más tarde.<br />

««<br />

diálogo. Necesitamos siempre<br />

del otro para contar nuestra<br />

identidad y no estoy seguro<br />

de que el otro, tal como lo<br />

percibimos a través de la<br />

tecnología –un «otro» con<br />

una identidad difícilmente<br />

definible– sea realmente el que<br />

me pueda ayudar a construir<br />

una relación.<br />

L<br />

a «comunicación»<br />

es muy reciente,<br />

de la época del<br />

estructuralismo donde se<br />

hablaba de mensajes a<br />

decodificar. Ahora se dice: «Hay<br />

que comunicar». Y claro, hay<br />

que comunicar... ¡porque ya no<br />

se habla! Es lo que ocurre con<br />

las computadoras: se utiliza el<br />

lenguaje pero a otro nivel.<br />

Hoy la comunicación es un<br />

lenguaje menos simbólico, con<br />

menos elementos compartidos,<br />

con menos preguntas y<br />

respuestas. No es una creación.<br />

Nos comunicamos para decir<br />

«Yo soy así» para que el otro<br />

conteste «En cambio yo<br />

soy como yo soy y tal». La<br />

comunicación es únicamente<br />

transmisión de indicaciones. La<br />

comunicación solo reproduce<br />

lo mismo, una y otra vez. El<br />

lenguaje es más que eso:<br />

es la creación de algo que<br />

surge a través de la relación<br />

entre personas, a través de la<br />

mediación social.<br />

Se habla mucho de la<br />

memoria colectiva<br />

y el deber de<br />

recordar, pero esa obligación<br />

de recordar solo es necesaria<br />

para quienes no han sufrido<br />

la historia que deben recordar.<br />

La gente que ha vivido esa<br />

historia debe olvidar –por lo<br />

menos provisionalmente– para<br />

sobrevivir. Pero además, la<br />

memoria está hecha de olvidos:<br />

no se puede recordar algo sin<br />

olvidar otras cosas.<br />

En todas las culturas, el<br />

binomio memoria/olvido tiene<br />

un papel fundamental: es una<br />

manera de ocuparse del tema<br />

de la individualización, de la<br />

relación con los otros y de<br />

la filiación, de la inscripción<br />

dentro de la historia. Cada<br />

día olvidamos muchas cosas<br />

y de vez en cuando las<br />

recordamos solo porque la<br />

televisión habla de nuevo de<br />

ellas. Por ejemplo, si se habla<br />

de la Guerra del Golfo, nos<br />

preguntamos «¿Cuándo fue?<br />

No lo recuerdo...», pero de<br />

repente aparecen en televisión<br />

imágenes de Saddam Hussein<br />

y decimos «Ah, sí, esa<br />

guerra». De repente ya no<br />

hay más noticias de Irak, y<br />

listo, volvemos a olvidar. Así<br />

vivimos.<br />

Pienso que no hay<br />

que perder de vista que los<br />

medios de comunicación son<br />

medios y que las imágenes<br />

son imágenes. Pero como<br />

vivimos en un mundo donde<br />

la realidad está repleta de<br />

imágenes, podemos dudar<br />

acerca de cuál es el nivel de<br />

realidad exacta. Por su éxito<br />

y por los modos que toman<br />

en la sociedad de consumo,<br />

puede ocurrir que los medios<br />

se conviertan en un fin en sí<br />

mismos.<br />

¿Cómo controlar este<br />

riesgo? Evidenciando la<br />

relación entre los medios y<br />

las imágenes, por ejemplo.<br />

Si a los niños se les enseñara<br />

a filmar películas, no se<br />

alienarían con la imagen,<br />

porque comprenderían que<br />

esta es algo que se fabrica,<br />

que se construye. De eso se<br />

trata: de formarnos no como<br />

consumidores sino como<br />

creadores. En eso consiste es el<br />

nuevo humanismo: que la gente<br />

controle los instrumentos para<br />

crear.<br />

Hoy todo está en<br />

relación con el<br />

tiempo y el espacio.<br />

Cuando estamos sentados<br />

frente a la computadora nos<br />

sumergimos en un universo<br />

ficticio de instantaneidad y<br />

ubicuidad. Si tenemos trabajo<br />

estamos asfixiados por la<br />

manera en cómo todo está<br />

concebido y estructurado<br />

fuera de nosotros –sin tomar<br />

en cuenta nuestros intereses–,<br />

y si no tenemos trabajo, nos<br />

sentimos aplastados como<br />

individuos –inútiles–.<br />

Hay una suerte de<br />

totalitarismo liberal muy<br />

pesado. ¿Qué podemos hacer?<br />

A escala individual, creo que<br />

el único medio de escapar es<br />

tener una relación propia con<br />

el tiempo y el espacio.<br />

Fragmentos de entrevistas publicadas en los diarios La Nación y Página/12<br />

de Argentina, El País de España, La Tercera de Chile<br />

y la revista Lateral de España.<br />

124 FOTOGRAFOS<br />

125


BLANCO &NEGRO<br />

IDENTIFICADOR IDENTIFICADO<br />

Esta es una fotografía-homenaje: homenaje<br />

no para quienes aparecen en escena sino más bien –<br />

paradoja– para quien está detrás de ella. Y es que en esa<br />

época no existían las facilidades de la actual tecnología<br />

digital: todo se resolvía con cámaras mecánicas, rollos<br />

de negativos y revelados con químicos y cuartos oscuros. Sin<br />

embargo, el ya desaparecido fotoreportero ancashino Rolando<br />

Ángeles siempre supo captar el instante preciso para todos<br />

los medios de prensa por los que pasó durante 45 años. Su<br />

especialidad, los deportes, solía llevarlo privilegiadamente a la<br />

primera línea de los estadios o los campos de entrenamiento,<br />

pero eso no le impidió dedicarse a esa sección a veces mucho<br />

más infame y canalla que el fútbol: la política. De esta manera<br />

«Rolo», con su eterna sonrisa joven y su característica barba<br />

blanca, participó en la fundación de diarios peruanos como La<br />

República y Todo Sport dejando imágenes para la posteridad.<br />

Como esta, fotografiada en 1987 en las afueras de un penal,<br />

durante una protesta de familiares de terroristas recluidos<br />

que reclamaban un mejor trato para los suyos: un policía –o<br />

militar, hasta ahora no se sabe exactamente qué era– recibe un<br />

soberano puntapié que, por milésimas de segundos, le deforma<br />

el rostro. La razón de tan retumbante odio: el agente del orden<br />

se había infiltrado entre los manifestantes para fotografiarlos y<br />

luego identificarlos. Y el identificado resultó siendo él mismo.<br />

Rolando Ángeles<br />

126 FOTOGRAFOS<br />

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