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EL DESCUBRIMIENTO DE MACHU PICCHU
THE DISCOVERY OF MACHU PICCHU
Fue el norteamericano Hiram Bingham quien, al frente de una expedición
de la Universidad de Yale, descubrió Machu Picchu el 24 de julio de 1911.
Sin embargo, en aquella época, la meta de Bingham era otra: ubicar la
legendaria capital de los descendientes de los incas, Vilcabamba, tenida
como baluarte de la resistencia contra los invasores españoles, entre
1536 y 1572. Al penetrar Bingham por el cañón del Urubamba, en el
desolado sitio de Mandorbamba, el campesino Melchor Arteaga le
relató que en lo alto del cerro Machu Picchu existían abundantes ruinas.
Alcanzarlas significaba ascender por una empinada ladera cubierta de
tupida vegetación. Aunque escéptico –conocedor de los muchos mitos
que corren acerca de las ciudades perdidas–, Bingham insistió en ser
guiado al lugar. Llegando a la cima, uno de los niños de las dos familias
de pastores que residían en el lugar lo condujo donde, efectivamente,
asomaban imponentes construcciones arqueológicas cubiertas por el
manto verde de la exuberante vegetación tropical y en evidente estado de
abandono desde hacía siglos. Mientras inspeccionaba las ruinas, Bingham,
asombrado, anotaba en su diario: “Would anyone believe what I have
found?...” (¿Creerá alguien lo que aquí he encontrado?).
Aunque es cierto que el ilustrado viajero Charles Wiener tuviera ya
en 1875 noticias de las ruinas situadas en Machu Picchu –y que fuera
infructuosamente en su búsqueda–, y aunque también es cierto que en
el Cuzco corrían rumores sobre una “ciudad perdida” situada sobre el
cerro del mismo nombre, que terminó siendo hallada por campesinos
comarcanos (Agustín Lizárraga y otros) a principios de siglo, es un
hecho indiscutible que Bingham fue el primero en visitar Machu Picchu
premunido de interés científico.
Federico Kauffmann D.
It was the American, Hiram Bingham, who lead the Yale University
expedition that discovered Machu Picchu on July 24, 1911 (1). However,
in that time, Bingham had a different goal: to locate the legendary
capital of the descendents of the Incas, Vilcabamba, held as a bastion
of resistance against the Spanish invaders between 1536 and 1572.
As Bingham penetrated the Urubamba canyon, at the desolate site of
Mandorbamba, the farmer Melchor Arteaga told him that on the top
of Machu Picchu Peak many ruins stood. To reach them meant to climb
through tree-covered slopes covered with thick undergrowth. Although
skeptical, knowing many of the myths that concerned themselves with
lost cities, Bingham insisted on being guided to the place. Upon reaching
the summit, one of the children of the two shepherd families that lived
in the area led him to the place where, without a doubt, impressive
archeological structures, covered with a green mantle of lush tropical
vegetation and evidently in a state of abandonment for centuries,
materialized. While inspecting the ruins, Bingham, amazed, wrote in his
diary: “Would anyone believe what I have found?”
Even though it is true that the illustrious traveler, Charles Wiener, had
already heard the news of the ruins situated on Machu Picchu in 1875
and was frustrated in his search for them, and though it is also true that
in Cuzco itself there were rumors of a “lost city” located on the peak of
the same name, which ended up being found by farmers from Comarca
(Agustín Lizárraga and others) at the beginning of the century, it is an
indisputable fact that Bingham was the first to visit Machu Picchu out of
scientific interest.