You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Rtt<br />
e rreb<br />
Dirección<br />
Organo de su Venerable<br />
Orden Tercera y Cofradías.<br />
y Administración:<br />
PP. MERCEDARIOS<br />
Silva, 39.—Madrid (12)<br />
ANO VIII 24 ABRIL <strong>1926</strong> N Ú M 93<br />
LA FIESTA DEL ESPÍRITU SANTO, por ei P. Mtro. Fr. Bernardo Santander<br />
Barcenilla.—EL VENERABLE FR. GABRIEL RIPOLLAS, por el P. Maestro<br />
Fr. Gabriel Téllez.—PÁGINA MISIONAL. — EL DR. FR . SERAFÍN FREITAS, por<br />
Fr. Guillermo Vázquez.—MERCIER, por Fr. Emilio Silva.—DE ROMA,<br />
(del Foro al Coloseo), por Fr. Miguel bipez.—NOTAS RELIGIOSAS, por<br />
Fr. Martín O. de Arriaga.—LOS TRES MARIDOS BURLADOS, por el P. Maestro<br />
Tirso de Molina.—EL PIANO DE CONCH1TA, por Fr. Miguel E. Mingorance.—RADIOGRAMAS,<br />
por Llján.—NOTICIAS.—NECROLOGÍA.<br />
Fiesta del Espíritu Sdnio.'<br />
Sus efectos en las almas.<br />
Tres cualidades tiene el Espíritu Santo, dijo un ángel a<br />
Santa Brígida en el libro primero, capítulo cincuenta y cuatro<br />
de sus revelaciones; el Espíritu Santo es cálido, es<br />
dulce y puro; y tres afectos causa en nosotros: calor, dulzura<br />
y pureza interior.<br />
El lEspfritu Santo es fuego.<br />
Y entonces calienta cuando toda el alma se abrasa en<br />
amor de Dios; enciende cuando Infunde sus siete dones,<br />
que son otros tantos rayos de fuego con que abrasa las<br />
almas, como dice San Buenaventura.<br />
Mira si arde tu corazón en el fuego del amor divino, que,<br />
si arde, señal es que tienes dentro al Espíritu Santo; pero si<br />
estás tibio, muy cerca está de ausentarse de tí. Si tienes<br />
ocupada la voluntad con alguna afición desordenada puesta<br />
en alguna criatura, no morará en tí este Divino Amante,<br />
que no son capaces sus rayos amorosos los amadores<br />
(1) Extractado de la plática para esta fiesta de la « Escuela de Cristo»<br />
del P. Maestro Fr. Bernardo de Santander Barcenilla, de la Merced.
— 122 —<br />
del mundo, como dice San Buenaventura sobre San Juan<br />
en el capítulo catorce: «El Espíritu de la verdad no lo puede<br />
el mundo recibir, ¿cómo ha de recibir en su alma al Espíritu<br />
Santo el que se deja llevar de los afectos de las criaturas<br />
y comodidades de la tierra?<br />
No calienta este Divino Espíritu los corazones obstinados,<br />
ni son sus rayos amorosos, ni sus saetas ardientes<br />
para los que son duros de corazón». No hizo Dios el fuego<br />
material, sino para la materia que es capaz de arder; no lo<br />
crió para el diamante que no se derrite con la llama, dice<br />
San Basilio; así Dios hizo las saetas amorosas y las despide<br />
de la aljaba de su amor para las almas que con facilidad<br />
se encienden y derriten. Este es el primer efecto, que causa<br />
el Espíritu Santo en las almas el calor espiritual, y no es<br />
otra cosa que un amor interno que llena el corazón, y le<br />
satisface, y embriaga el espíritu y le transporta en Dios,<br />
como dijo el ángel a Santa Brígida.<br />
El Espíritu Santo es dulzura.<br />
El segundo efecto del Espíritu Santo es dulzura y suavidad,<br />
que deja en el alma donde habita, que es tan grande,<br />
dice Santa Brígida, que no hay dulzura ni deleite en el mundo<br />
que se le pueda igualar; y entonces causa esta dulzura<br />
cuando al alma ni le agrada ni le es gustosa otra cosa,<br />
sino sólo Dios y la memoria de sus obras y beneficios.<br />
Gustad y veréis cuán suave es el Señor, dice David. En<br />
gustando un alma de las suavidades de Dios y de las dulzuras<br />
del Espíritu Santo, todo cuanto hay en esta vida mortal<br />
le es desazonado y desabrido, dice San Gregorio. ¿Qué<br />
son los gozos interiores y consuelos, que a veces tienen las<br />
almas, dice San Vicente Ferrer, sino unas gotas de miel<br />
que se destilan del panal del Espíritu Santo?<br />
No gustan este panal las almas que no le buscan por<br />
medio de la oración; quien no gusta la miel no experimenta<br />
su dulzura; quien no gusta el panal sabroso del espíritu, no<br />
percibe cuán grande es su suavidad.<br />
Entrad en el interior de vuestro corazón, y recogeos un<br />
rato cada día, y vereis los efectos tan dulces y sabrosos<br />
que causa en nuestros corazones el panal de miel del Espíritu<br />
Santo. ¡Oh, si las almas se entraran en el lugar donde<br />
estaban congregados los Apóstoles para tener un rato de<br />
oración y esperar la venida del Espíritu Divino, qué fervores,<br />
qué consuelos, qué toques interiores, qué suavidades y<br />
dulzuras experimentarían en sí mismas!<br />
— 123 —<br />
El Espíritu Santo es la misma pureza.<br />
El tercer efecto que causa el Espíritu Santo con su venida<br />
en las almas, es pureza de corazón. Como es Espíritu<br />
Purísimo, donde entra todo lo purifica; es como los rayos<br />
del sol, dice Santa Brígida, donde no puede haber mancha.<br />
¡Oh, y qué gran pureza es menester para recibir al Autor<br />
de la pureza, que es este Divino Espíritu! Dice San Bernardo<br />
sobre los Cantares: «La gracia del Espíritu Santo es un<br />
bálsamo purísimo y preciosísimo, y requiere que el vaso<br />
donde se ha de depositar esté limpio y puro. Si el corazón<br />
del hombre está sucio y manchado, no podrá recibir este<br />
bálsamo tan precioso!<br />
Prevengámosle hospicio a este dulce Esposo y Huésped<br />
del alma; limpiemos los corazones, pongámoselos tan puros<br />
como los rayos del sol; dispongámosle el vaso para<br />
que le podamos recibir.<br />
«Apareja Señor en mí para Tí una agradable morada,<br />
Puedo yo decir con San Pedro de Alcántara, para que según<br />
la promesa de tu santa palabra vengas a mí y reposes en<br />
mí. Hiere, Señor, lo más íntimo de mi alma con las saetas<br />
de tu amor, y embriágala con el vino de tu perfecta caridad.<br />
¡Oh amor mío dulce! ¡Oh deleite mío grande! ¡Oh dulzura,<br />
dulzura de mi corazón! Oyeme, Señor, no por mis merecimientos,<br />
sino por tu bondad. Enséñame, alúmbrame, enderézame<br />
y ayúdame en todas las cosas, para que ninguna se<br />
haga ni diga, sino lo que fuere a tus ojos agradable. ¡Oh<br />
Dios de mis entrañas! ¿Por qué no te das al pobre? Hinches<br />
los cielos y la tierra y a mi corazón dejas vacío». Llénale.<br />
Señor, de tu divina gracia, y de un amor purísimo, dulcísimo<br />
y encendidísimo, para que te ame con gran fervor de<br />
e spíritu, con gran dulzura y suavidad y con gran pureza de<br />
intención.
— 124 —<br />
El Venerable Fray Gabriel Ripollés<br />
por el<br />
Maestro Tirso de Molina.<br />
(CONTINUACION) (1)<br />
Su penitencia.<br />
Ceñiase una cadena de acero estrechamente, cuajados<br />
sus eslabones de púas agudísimas que se le entraban por<br />
las carnes; y no era el menor milagro suyo el poder disimularlas<br />
y vivir con ellas.<br />
No se tuvo noticia en el convento de esta rigurosa mortificación,<br />
hasta que a la muerte se la descubrieron y quitaron,<br />
saliendo de las punzadas tantas fuentes de sangre<br />
cuantos eran los estímulos, y eran muchos, bañándose la<br />
cama toda de ella, en que desde el cañizo le habían mudado.<br />
Todos los días de la semana, menos los domingos,<br />
guardaba la abstinencia del ayuno, los tres a pan y agua,<br />
dando a sus pobres la porción que le cabía; los otros tres<br />
añadía al pan algunas yerbas.<br />
Era por extremo bien agestado, sin que la amarillez<br />
macilenta que le causaba su aspereza penitente, disminuyese<br />
del todo el agrado de su casa.<br />
Su ensimismamiento.<br />
Muchas veces le hablaban, y aunque parece que los<br />
atendía los dejaba sin respuesta, porque estaba todo encerrado<br />
dentro de sí mismo; otras les respondía, pero más al<br />
propósito de sus afectos interiores que a lo que le preguntaban,<br />
diciendo unas palabras tan misteriosas y encendidas<br />
que abrasaba con ellas a los circunstantes.<br />
Huida de la murmuración.<br />
Aborrecía sumamente pláticas en perjuicio del prójimo,<br />
y como su humildad no le atrevía a irles en ellas a la mano,<br />
o ausentándose modesto o retirando al alma los oídos,<br />
daba con las puertas en los ojos a los murmuradores. Pero<br />
una vez que ni lo uno ni lo otro pudo para divertir de ellas<br />
a los detractores, comenzó a bailar y a saltar delante de<br />
(1) Véase el número anterior.<br />
— 125 —<br />
ellos, dando voces y diciendo disparates, puesto que éstos<br />
enderezados todos al vituperio de tan inútil vicio, llenos de<br />
misterios sentenciosos.<br />
Admirados los presentes y creyéndole fuera de juicio,<br />
dejaron la materia que trataban por entretenerse con lo que<br />
imaginaban desatinos, riendo sus acertados desaciertos,<br />
con que a costa de su crédito sacó airosa su invención, y<br />
ellos, después que cayeron en la cuenta, avergonzados y<br />
tácitamente reprendidos.<br />
Ninguno le obligaba tanto como el que le perseguía,<br />
Porque eran estas las ferias en que confesaba que sus merecimientos<br />
y paciencia le hacían caudaloso.<br />
Su heroica honestidad.<br />
Persuadida una mujer tan hermosa como fácil—y era<br />
muy hermosa—le llamó un día desde la ventana, diciéndole<br />
que subiese por limosna--tenía mejor crédito la dicha<br />
que costumbres—, creyéndola el sencillo religioso, y en<br />
viéndose con él a solas, echósele en los brazos. Pero él,<br />
anteponiendo el riesgo de la vida al de la pureza, se arrojó<br />
de golpe la escalera abajo, dando una caída peligrosa y quedando<br />
en la cabeza dolorosamente herido. Viéndolo, pues,<br />
la mujer descaminada, bañado en sangre el rostro, comenzó<br />
a condolerse echándose la culpa. Asió entonces nuestro<br />
José segundo la ocasión, y la dijo blanda, pero eficazmente,<br />
que como aquella sangre ocasionase medicina para su<br />
alma, apagándose en ella su torpe incendio, no sólo la derramada,<br />
pero la que permanecía en sus venas daría por<br />
bien vertida; pero que si sólo la obligaba a compasión de<br />
sus dolores, mejorase lástimas y la tuviese de sf misma<br />
y de la que desaprovechaba en Cristo vertida en tanta copia,<br />
por satisfacer y borrar de las almas la torpeza. ¡Cuánto<br />
más preciosa—proseguía el santo—fue la que nuestro<br />
Redentor piadoso, sin reservarse gota, derramó, y a ser<br />
mortal agora derramara por extinguir en ella la centella mínima<br />
de aquel fuego contagioso...<br />
Estas palabras y otras semejantes hicieron tal mudanza<br />
en sus costumbres, que mediando patrocinios y oraciones<br />
de este joven castísimo, vivió después loable y castamente.<br />
(Continuará).
— 126 —<br />
PAGINA MISIONAL<br />
¿Cuál es el pensamiento capital de la última encíclica<br />
del Santo Padre sobre las misiones?<br />
La formación de cristiandades orgánicamente completas,<br />
con todas las instituciones de protección y perfeccionamiento<br />
que bajo la inspiración del Espíritu Santo se han<br />
ido formando en las cristiandades históricas; pero hay que<br />
hacer todo esto con elementos indígenas. La primera necesidad<br />
es la de establecer jerarquías indígenas. Los sacerdotes<br />
indígenas tienen por su origen, su mentalidad, sentimientos<br />
y gustos, innumerables ventajas sobre el sacerdote<br />
extraño en orden a llevar la luz de la persuasión a sus congéneres.<br />
La naturaleza les enseña el camino más rápido y<br />
eficaz para toda obra apostólica. Tal fué la táctica de los<br />
apóstoles que no imponían a las nuevas comunidades un<br />
clero importado, sino que escogían para tal oficio a varones<br />
de la región respectiva.<br />
Además el nacionalismo en que hierve Asia es muy ocasionado<br />
a cambios de régimen. Cwnbios de régimen que<br />
suelen imponer el desplazamiento de los misioneros de tal<br />
o cual nación.<br />
Con todos los heroísmos del apostolado misionero, todos<br />
sabíamos las quejas que motivaba cierto desprecio del<br />
clero indígena. El Santo Padre apunta estos errores y hace<br />
una vibrante apología de los indígenas, los cuales, aunque<br />
muy apartados, suelen mostrar unas cualidades intelectuales<br />
y morales que pueden muy bien sufrir la comparación<br />
con nosotros. La extrema lentitud de inteligencia que padecen<br />
los que viven en plena barbarie, es cosa muy natural,<br />
pues que limitan el ejercicio intelectual a necesidades elementalísimas<br />
de la vida.<br />
Pero cuando han sido instruidos en una carrera, muestran<br />
una vivacidad espiritual y solidez de doctrina que frecuentemente<br />
supera al europeo, como se ve en los Colegios<br />
de Roma.<br />
La segunda gran necesidad es el establecimiento de<br />
congregaciones religiosas, masculinas y femeninas. Los<br />
misioneros bien está que amen a su Orden respectiva, pero<br />
que no impidan una gran comprensión de las cosas. Muy<br />
bien que se admita al indígena en las Ordenes establecidas<br />
para así formar nuevas ramas; pero acaso sea mejor fundar<br />
nuevas congregaciones más en consonancia con la psicología,<br />
gustos y circunstancias sociales.<br />
— 127 —<br />
Otra de las grandes necesidades es la de nutrir bien los<br />
c uadros de catequistas, europeos o con preferencia indígenas.<br />
Han de ser bien probados en doctrina y piedad para<br />
que enseñen • la doctrina en toda pureza. Los indígenas se<br />
amoldarán mejor a la mentalidad de sus oyentes y esa es<br />
la razón de su preferencia.<br />
El Santo Padre desea ardientemente la trasplantación<br />
de Las Ordenes contemplativas al territorio de las misiones;<br />
una de las razones es la tendencia que se observa entre<br />
estas gentes a la soledad, oración y contemplación.<br />
«Nós tenemos delante los ojos este gran monasterio<br />
que los cistercienses de la Trapa han fundado en el Vicariato<br />
de Pekín. En este monasterio, unos cien monjes, la<br />
mayoría de los cuales son chinos, atraen por el ejercicio de<br />
sus altísimas virtudes, sus oraciones asiduas, la austeridad<br />
de su vida y por sus trabajos, la divina propiciación sobre<br />
Si mismos y sobre los infieles y contribuyen a ganarlos a<br />
Cristo con la eficacia de su ejemplo».<br />
En la primera parte de su Encíclica ordena el Santo<br />
Padre que se de actividad a la organización y fomento de<br />
las obras misioneras.<br />
De la "Obra misional Mercedaria"<br />
establecida en el Colegio de las<br />
Religiosas Mercedarias de Barcelona,<br />
Provenza, 283.<br />
Rvdo. Padre Director de LA MERCED.<br />
Respetable Padre: Varias veces me había propuesto escribir<br />
a usted dándole cuenta, como el año pasado, de los<br />
trabajos llevados a cabo por la «Obra Misional Mercedaria»<br />
establecida en nuestro Colegio. Por diversas circunstancias<br />
me he visto obligada a demorarlo, y ahora me alegro de<br />
haber tardado en escribir más de lo que quería, porque tengo<br />
que añadir gratísimas noticias.<br />
El día primero de año tuvimos, o por mejor decir, tuvieron<br />
la inmensa satisfacción y alto honor de ver celebrar en<br />
la capilla del Colegio al Rvdmo. e Ilmo. Fray Pascual Miguel,<br />
Obispo Mercedario.<br />
¡Lástima grande que la mayor parte de nosotras no pudiésemos<br />
asistir, ya que no se recibió la noticia hasta entrada<br />
la noche del último día del año!<br />
Su Ilma. se mostró sumamente deferente y prometió<br />
volver en otra ocasión, de lo que mucho nos alegramos,<br />
Porque estamos ávidas de verle. No sé si decir que estamos
de suerte o de desgracia con las visitas de este insigne Prelado<br />
misionero.<br />
El 20 de noviembre se nos dijo que vendría a celebrar<br />
la Santa Misa, que presidiría nuestra Junta de Misiones y<br />
que pasaría toda la mañana con nosotras, así que teníamos<br />
preparado un sencillo homenaje saturado de respetuoso<br />
afecto. A las siete de la mañana del mismo día la Reverenda<br />
Madre Comendadora era avisada por teléfono de la repentina<br />
enfermedad del Sr. Obispo. Suerte tuvimos en<br />
aquella ocasión de la amabilidad del muy Rvdo. P. Provincial,<br />
Director de la Obra. Celebramos nuestra fiesta<br />
Misional, pero no hay que decir que sufrimos una decepción<br />
grandísima.<br />
Ya está usted enterado de la grave enfermedad que ha<br />
sufrido Su Ilma. en Barcelona; lo que tal vez no sepa es<br />
que en nuestra «Obra Misional Mercedaria» no ha cesado<br />
de elevar al cielo sus ruegos por la salud del Señor Obispo.<br />
¡Cuántas veces ante la imagen de Nuestra Santísima Madre<br />
de la Merced nos postramos haciendo violencia a su Corazón<br />
maternal con la hermosísima oración del Acordáos!<br />
No pretendo con esto decir que se deba a nuestras plegarias<br />
tan imperfectas la curación del ilustre enfermo, pero sí<br />
que a la plegaria de la gran familia de la Merced no ha<br />
dejado de unirse de un modo particular «Juventud Mercedaria»<br />
de Barcelona.<br />
Recuerda usted, Padre, que al escribirle el curso pasado<br />
en época de vacaciones le decía que todas estábamos trabajando<br />
para la venta de labores y la tómbola que debía<br />
verificarse del 1 al 6 de enero. Gracias a Dios pudimos llevarlo<br />
todo a feliz término con la particularidad de que todos<br />
los lotes nos fueron regalados, gracias a la generosidad de<br />
varios comerciantes, a quienes el Señor recompense.<br />
Al Rvdmo. Padre Fr. Inocencio López, a la sazón Maestro<br />
General, se le entregaron 2.000 pesetas para la Misión<br />
de Piauhy, 200 al Padre Marcos Ajuria para la Misión de<br />
Fernando Póo y 128 al Rvdo. Dr. D. Luis Horns, Director<br />
diocesano de la Santa Infancia.<br />
Careciendo de órgano propio para testimoniar públicamente<br />
al Rvdmo. P. Fr. Carmelo Garrido la adhesión de<br />
esta Juventud Mercedaria Misionera, nos complacemos en<br />
atestiguársela en esta cartita, cuya inserción en la revista<br />
de LA MERCED rogamos a usted, Rvdo. Padre.<br />
Suplicándole me perdone el haberle molestado tanto<br />
-- 129 —<br />
rato, le reitera el testimonio de su consideración más distinguida<br />
su affma. en Jesús por María,<br />
13-IV-<strong>1926</strong>.<br />
MARÍA CARRERAS<br />
Subsecretaria de Juventud Misionera Mercedaria<br />
Todavía más noticias. El 27 de enero celebramos una<br />
fiestecita íntima en honor del Sr. Obispo. Hubo poesías,<br />
discursitos y mucho entusiasmo, hasta conmover hondamente<br />
al ilustre visitante.<br />
La Obra Misional Mercedaria le hizo entrega de un roquete<br />
para uso de Su Ilustrísima. Nos dijo el Sr. Obispo<br />
que volvería. ¡Qué bien! Entre tanto quedamos rogando por<br />
ya que son sus achaques los que lo retienen en Barcelona.<br />
¡Quién sabe si aún estará aquí en mayo cuando celebremos<br />
la venta y tómbola para las Misiones.<br />
Todas deseamos trabajar mucho, si el Señor nos ayuda<br />
con su gracia y si la bendición maternal de nuestra Santísima<br />
Madre nos acompaña.<br />
De Bérriz.<br />
Este convento de Mercedarias, el más numeroso de religiosas,<br />
con un colegio que es el honor de la Merced, nos<br />
tiene acostumbrados al pensar alto y sentir hondo los<br />
intereses de la Iglesia. Una visita a Bérriz es un tonificador<br />
excelente del espíritu Mercedario y un estímulo poderoso<br />
Para grandes empresas.<br />
Comentando en el número de LA MERCED del año pasado<br />
estas palabras de las Religiosas de Bérriz: «Trátase de<br />
ampliar aquí ei noviciado para que no falte sitio a las muchas<br />
almas generosas que quieran consagrar su vida a la<br />
salvación de los infieles», decía yo: «o yo me pierdo de listo<br />
o esto quiere decir que Bérriz va a ser la casa madre de las<br />
casas que se establezcan en las Misiones, de las que la de<br />
Wuhú va a ser la primera de la serie y que, por consiguiente,<br />
además de la personalidad moral del convento de Bérriz<br />
Y de la personalidad de cada una de las casas que se funden,<br />
va a surgir la personalidad de la agrupación de todas<br />
estas casas, la de Bérriz y las que de Bérriz inmediata o<br />
m ediatamente tengan origen. Y si esto va arriba y si las<br />
necesidades de la misión lo exigen, las Mercedarias de<br />
Bérriz fundarán otras casas-noviciado en Vascongadas Y<br />
o tros puntos de España y constituirán la provincia», y alía-
— 130 —<br />
do hoy que sería el ideal la agrupación de todos los conventos<br />
de clausura en provincias, culminando después en<br />
la unidad superior de la Orden de la Merced que para distinguirla<br />
de la de los varones podía llamarse la Segunda<br />
Orden de la Merced.<br />
La primera parte de mi aserción la veo confirmada en<br />
una especie de manifiesto recientemente lanzado por Bérriz<br />
al público por el siguiente párrafo:<br />
«Tanto la Comunidad de Wuhú, como las que posteriormente<br />
se estableciesen al tenor de éste en tierra de infieles<br />
dependerán de la casa de Bérriz, donde deberán pasar su<br />
noviciado y los tres años de votos simples, todas las religiosas...»<br />
Párrafos más notables de<br />
este manifiesto:<br />
«Las Religiosas del Convento de la Vera-Cruz, de Bérriz,<br />
conformándose con el espíritu de la Orden, se han<br />
dedicado por muchos años a la educación e instrucción de<br />
la juventud femenina; mas impulsadas ahora por los vehementes<br />
anhelos d o. la Santa Sede, y deseando compenetrarse<br />
más y más con el espíritu redentor propio de la Orden<br />
Mercedaria, se han ofrecido a Su Santidad para extender<br />
su obra educadora en los países infieles, sacando de esta<br />
manera las almas de la cautividad del demonio para llevarlas<br />
a la verdadera libertad de los hijos de Dios.<br />
Su primer campo de acción, como misioneras, es Wuhú<br />
(China), población importante de 300.000 almas, en la cual<br />
vienen trabajando los RR. PP. Jesuitas de la provincia de<br />
Castilla. L as Religiosas, admitidas ya por la Sagrada Congregación<br />
de Propaganda Fide y por el Ilmo. y Rvdmo. Padre<br />
Vicente Huarte, Vicario Apostólico de Wuhú, y Obispo<br />
de Nhang-Hoei, dirigen un gran Colegio (el primero católico,<br />
en dicha ciudad) para la educación de señoritas y formación<br />
de maestras indígenas, debido a la munificencia de<br />
D. Victorina de Larrinaga, viuda de Basabe.<br />
La Comunidad está formada por Madres y Hermanas: a<br />
las primeras pertenecen la asistencia al coro, el gobierno y<br />
dirección de la Casa y la educación de las niñas; las segundas<br />
se dedican a los trabajos domésticos, cooperando con<br />
las Madres a algunos ministerios relacionados con el prójimo<br />
y tomando parte en todos los actos de Comunidad, excepto<br />
el Oficio divino.<br />
El tiempo de prueba o de postulantado, dura seis meses,<br />
— 131 —<br />
en los cuales las aspirantes usarán un traje negro, uniforme.<br />
El noviciado dura un año entero, al cabo del cual, si la Comunidad<br />
juzga apta a la novicia para la vida religiosa, y<br />
ella persevera en la vocación, emitirá los votos simples por<br />
tres años; pasados los cuales, hará su profesión o incorporación<br />
definitiva.<br />
Las Religiosas de este Convento, como miembros de la<br />
Orden Mercedaria, están sujetas a la Regla de San Agustín<br />
y a las Constituciones propias de las Monjas de la Orden;<br />
pero por especial privilegio de la Santa Sede en favor del<br />
nuevo rumbo tomado por esta Comunidad, se ha dispensado<br />
la clausura papal y el Oficio Divino a todas las misioneras<br />
mientras ejerzan su apostolado en tierra de infieles.<br />
No solamente las que trabajen activamente en las Misiones,<br />
sino cuantas forman parte de la Comunidad, aun las novicias,<br />
gozan del título de misioneras, y son consideradas<br />
como tales por Rescripto especial de la Sagrada Congregación.<br />
Tanto la Comunidad de Wiihú, como las que posteriormente<br />
se estableciesen al tenor de ésta en tierra de infieles,<br />
dependerán de la Casa de Bérriz, donde deberán pasar su<br />
noviciado y los tres años de votos simples, todas las religiosas.<br />
Pasado este tiempo, las que sientan vocación misionera<br />
y a juicio de los Superiores sean aptas, serán destinadas<br />
a la gran obra de la Propagación de la Fe.<br />
Los principales ejercicios de la Comunidad son: Oficio<br />
Divino en coro, una hora de oración mental, Santa Misa,<br />
Comunión diaria, examen de conciencia al mediodía y a la<br />
noche, media hora de lectura espiritual y una parte del<br />
Santo Rosario. Cada año se hacen los ejercicios de San<br />
Ignacio por espacio de ocho días; y el primer viernes de<br />
cada mes, expuesto el Santísimo Sacramento, se hace retiro<br />
espiritual; dedicando todo el día a la adoración, reparación<br />
e intercesión a favor de las misiones.<br />
Además de los ayunos eclesiásticos, están obligadas<br />
las Religiosas, por Constitución, al ayuno, todos los viernes<br />
del año, y a la abstinencia los viernes y sábados. En Adviento<br />
son de ayuno cuatro días a la semana. Otras prácticas<br />
de mortificación externa son voluntarias, excepto algunos<br />
días prescritos por las constituciones. Así de este como<br />
de otros detalles de la vida de Comunidad, informará particularmente<br />
la Superiora.<br />
Para ser admitidas entre las Madres, se requiere: Edad<br />
no menor de quince años ni mayor de cuarenta; sólida ins-
— 132 —<br />
trucción o capacidad para adquirirla. Para ingresar en calidad<br />
de Hermana, la edad no será menor de veinte años y<br />
deberán saber leer, escribir y doctrina cristiana. Tanto para<br />
las primeras como para las segundas se exige, ante todo,<br />
vocación sólida; y además, salud y fuerzas para llevar el<br />
peso de la vida religiosa, juicio sano, buenas costumbres,<br />
ser nacida de legítimo matrimonio y no haber pertenecido<br />
ni por breve tiempo a otra Orden o Congregación religiosa,<br />
ni tener otro impedimento canónico.<br />
La dote para las Madres es de 15.000 pesetas, incluidos<br />
todos los gastos de postulantado, noviciado, equipo, etc. De<br />
esta cantidad se entregarán 3.000 pesetas al ingresar en el<br />
postulantado, y las 12.000 restantes a la toma de hábito.<br />
Para las Hermanas la dote será de 3.000 pesetas, incluidos<br />
todos los gastos.<br />
Exigiendo la obra de la educación e instrucción, tanto<br />
en nuestro país como entre infieles, gran caudal de conocimientos<br />
en las personas que se dediquen a ellas, se dispensará<br />
parte de la dote o su totalidad, según los casos, a las<br />
aspirantes que poseyeren algún título oficial o habilidad<br />
eminentes en artes, idiomas, etc.<br />
Las aspirantes deben presentar la fe de Bautismo y<br />
Confirmación; informe de buena conducta, dado por el cura<br />
Párroco; certificado de médico y licencia de sus padres, si<br />
se trata de menores de edad. Para informes dirigirse:<br />
Vizcaya, Pvda. M. Comendadora, Colegio, Bérriz.<br />
El Dr. Fr. Sera% de Freitas.<br />
Uno de los fundadores del Derecho Internacional.<br />
¡Mal año para los envidiosos, a quienes molesta que los<br />
mercedarios desenterremos nuestras glorias! En el presente<br />
de <strong>1926</strong> van a ser ensalzados como se merecen dos ilustres<br />
hijos de la Merced, y no por las plumas de sus hermanos<br />
de hábito, sino por manos de extraños, que ningún interés<br />
tienen en ello.<br />
¡Cobren también aliento los pusilánimes de casa! Es tan<br />
abundante la mies de nuestra historia, que aun segando<br />
nosotros continuamente, quedará mucho donde espigar los<br />
extraños.<br />
¿Ha sonado alguna vez en sus oídos el nombre del Pa-<br />
— 133 —<br />
dre Freitas? En las bibliotecas de nuestros conventos suele<br />
hallarse el primer bulario de la Orden, ilustrado por él, con<br />
doctísimos comentarios en 1652; mas como posteriormente<br />
Publicó el suyo Fr. José Linás, meritísimo Arzobispo de<br />
Tarragona, pocos suelen consultar el de Freitas.<br />
Y a esto se limitaba lo que de él se sabía comúnmente,<br />
pero la Universidad de Valladolid, donde fué profesor de<br />
Cánones (cosa rarísima entre los frailes españoles), acordó<br />
rendirle un homenaje con motivo de cumplirse ahora trescientos<br />
años de la publicación de su obra más trascendental:<br />
De justo imperio lusilanorum asiático, en que discutía<br />
acertadamente con Grocio, cuya obra más importante De<br />
Jure be/li el Pacis, se publicó también en 1625.<br />
La Universidad acaba de hacer una espléndida reproducción<br />
del texto de Freitas, con una buena traducción del<br />
canónigo vallisoletano Sr. Zurita Nieto y prólogo analítico<br />
del Sr. Fernández Prida, catedrático de Derecho internacional<br />
en la Universidad de Madrid.<br />
El primero en llamar la atención modernamente sobre el<br />
mérito de nuestro profesor fué un francés, A. Guichon de<br />
Grandpont, que tradujo su obra, imprimiéndola en Lille, en<br />
1882. Después, el citado Sr. Fernández Prida (profesor<br />
que fué de S. M. el Rey), trató de vulgarizar en España<br />
sus ideas, y gracias a él se ha despertado el actual movimiento.<br />
La Universidad de Coimbra, donde Freitas estudió y se<br />
graduó, prepara también una traducción cie su obra, después<br />
de tributarle el debido homenaje en el Congreso de<br />
Ciencias que allí se celebró en 1925.<br />
El P. Freitas era natural de Lisboa, y él mismo dice en<br />
su dedicatoria a Felipe IV que tres de sus hermanos habían<br />
dado su vida por la patria, que entonces formaba parte de<br />
las Españas, aunque conservando su constitución y gobierno<br />
peculiares. En Lisboa comenzó sus estudios, que terminó<br />
en Coimbra, graduándose de doctor en ambos Derechos<br />
en 1595. Vinose después a Valladolid, donde tomó el<br />
hábito de la Merced y comenzó a tomar parte en la ensefianza<br />
universitaria como profesor extraordinario.<br />
Hizo sus primeras oposiciones en 1604 disputando la<br />
cátedra de Clementinas al Dr. Lorenzo Rodríguez, que la<br />
llevó con poco exceso de votos. Al año siguiente quedó vacante<br />
la de Vísperas de Cánones, a la que se opuso, explicando<br />
en 19 de diciembre su lección de Officio el potes/ate<br />
ludicis delegati. Diéronle posesión de la cátedra el 24 de
— 134 —<br />
diciembre de 1605, por haber excedido en votos y calidades<br />
a sus contrincantes los licenciados Gudiel y Romero.<br />
Del aplauso con que era oído nos da testimonio en 1622<br />
el cronista P. Vargas, que celebra al profesor vallisoletano<br />
como uno de los mayores timbres de la Orden, lamentando<br />
que ya entonces estuviera sordo, lo que si era inconvenientes<br />
para las disputas orales no lo era para sus luminosos<br />
informes escritos, que constituían el asombro de la Chancillería<br />
y demás tribunales que solicitaban sus luces, previa<br />
dispensa apostólica. El que obtenía de Freitas un informe<br />
a su favor tenía por segura la victoria. La Universidad de<br />
Salamanca llegó a ofrecerle la cátedra de Prima de su Facultad,<br />
si aceptaba el trasladarse a ella cuando vacase.<br />
Pero lo que hace perdurable su memoria es el mencionado<br />
tratado De Justo Imperio en que discute las ideas<br />
de Grocio sobre la libertad de los mares y del comercio<br />
sostenidas en su primera obra anónima titulada Mare Liberuin,<br />
incluida más tarde en otra que intituló De Jure Praedae.<br />
La libertad de los mares y del comercio lleva consigo<br />
una porción de problemas de Derecho Internacional entonces<br />
muy obscuros y apenas esclarecidos en nuestros días.<br />
Sobre ellos y sobre la naturaleza misma del Derecho de<br />
Gentes, discurre con admirable lucidez el P. Freitas en un<br />
estilo digno de la grandeza del asunto. Los mencionados<br />
profesores y otros muchos le reconocen corno el más temible<br />
rival de Grocio.<br />
Sus ideas contribuyeron sobremanera a disipar errores,<br />
poniendo en ridículo afirmaciones y hechos que se alegaban<br />
por unos y por otros. «Cuando Freitas (dice el Sr. Fernández<br />
Prida) enalteciendo las gloriosas expediciones portuguesas,<br />
se burla de las fábulas admitidas por el jurisconsulto<br />
holandés en orden a las navegaciones de Hannón y<br />
de Eudoxio; cuando interpreta la famosa bula Inter Caetera,<br />
de Alejandro VI, y subraya la ausencia de protestas<br />
contra ella, y ve en ese silencio una aquiescencia tácita de<br />
Europa, que impide todo cambio violento en la situación<br />
establecida; cuando discute a los holandeses el derecho a<br />
contradecir lo que aceptó el Estado en que formaban parte;<br />
cuando defiende la necesidad de la prescripción en el orden<br />
internacional y vuelve por los fueros de la recta interpretación<br />
de los textos del Derecho romano, no cede en ingenio<br />
ni en erudición, y excede, a veces, en vigor de razonamiento<br />
a su gran adversario, conquistando el derecho de poner<br />
dignamente junto al nombre de éste, el nombre propio».<br />
— 135 —<br />
Como Grocio y sus libros fueron después el eje de todas<br />
las discusiones en esta materia, el figurar en ellos aunque<br />
sea a título de adversario, sería prenda de inmortalidad,<br />
pero Freitas no tuvo esa suerte, y aunque fué muy ex-<br />
Plotado entonces, su nombre cayó en el olvido hasta estos<br />
Ultimos años. Grocio, en efecto, no tuvo ocasión de citar a<br />
Freitas, pues si bien conoció y estimó su libro, no volvió a<br />
escribir sobre la materia. Condenado a cadena perpetua<br />
Por sus paisanos calvinistas, a causa de abominar, como<br />
era justo de las doctrinas fatalistas de Calvino, hubo de<br />
huir de su patria, pasándose al servicio de Suecia, que le<br />
empleó corno embajador en París. En tal situación se comprende<br />
que se desinteresara del mar libre que tanto preocupaba<br />
a los holandeses, dejando que éstos se defendieran<br />
Como mejor pudieran, con la espada y con la pluma.<br />
A pesar de eso el nombre de Freitas brilla hoy con nuevos<br />
resplandores y la Orden de la Merced debe contarle por<br />
uno de sus hijos más ilustres.A él debió probablemente el<br />
que viniera a honrar nuestros claustros otro jurisconsulto<br />
insigne, el Dr. Alonso Anaya Pereira, que después de obtener<br />
varias cátedras en la Universidad de Valladolid, se había<br />
jubilado en Prima de Cánones, habiendo sido Rector,<br />
Canónigo de Toledo, Oidor y Presidente de la Cancillería,<br />
en 1602. Falleció en nuestro convento de Valladolid, en<br />
1606.<br />
El P. Freitas se jubiló en 1626 con dispensa de algunos<br />
meses de lectura en atención a sus méritos y a que se había<br />
quedado del todo sordo. Este defecto (dice el P. Hardá<br />
en su Biblioteca M S.) sirvió a su modestia de escudo para<br />
no aceptar cargo alguno dentro ni fuera de la Orden,<br />
aunque Felipe IV deseó promoverlo a un obispado. Nombróle,<br />
sin embargo, Juez conservador de todas las Ordenes<br />
Militares en Castilla, cargo que desempeñó con gran<br />
satisfacción de las partes, hasta que murió, casi octogenario,<br />
en Madrid, por marzo de 1633(1).<br />
En 1632 tenía concluidos los mencionados Escolios a<br />
nuestro Bulario, cuya edición preparaba el célebre P. Remón,<br />
pero habiendo fallecido los dos con pocos meses de<br />
(1) Véase Historia de la Universidad de Valladolid, por D. Mariano<br />
Alcocer, sobre todo el t. V. Completó mis informes sobre el Padre<br />
Freitas mi buen amigo y condiscípulo don Santiago García López,<br />
Bibliotecario de la Universidad, cuyas múltiples atenciones me com-<br />
Plazco en reconocer.
— 136 —<br />
intervalo, quedó en suspenso la obra, hasta que en 1636 la<br />
publicó el P. Salmerón.<br />
Los tales escolios son dignos de su autor y prestan valiosos<br />
servicios a los que estudian la disciplina y privilegios<br />
de la Orden, descartando falsas interpretaciones que<br />
suelen ocurrirse a los profanos.<br />
Y ahora, conocido ya el P. Freitas, preguntará el lector:<br />
¿Quién es el otro mercedario que va a ser glorificado en<br />
este año? Un elocuentísimo orador del siglo de oro de<br />
nuestras letras, el maestro Fr. Hernando de Santiago, cuya<br />
vida y obras ha estudiado con gran cariño por varios<br />
años un diligentísimo hijo de San Ignacio, que pronto nos<br />
dará a conocer el fruto de sus desvelos.<br />
FR. GUILLERMO VAZQUEZ<br />
MERCIER<br />
La labor filosófica del ilustre cardenal ha sido expuesta<br />
innumerables veces, y, de consiguiente, apenas si puede<br />
ofrecer novedad alguna. No así (por lo menos fuera de Bélgica),<br />
su acción pastoral y apostólica, y, sin embargo, es, a<br />
no dudarlo, el aspecto más importante de aquel complejísimo<br />
carácter que emprendió de frente la dirección intelectual,<br />
social y religiosa de su pueblo, logrando en ello un éxito<br />
de todo punto inesperado.<br />
La institución y dirección del Seminario León XIII, la<br />
valiente defensa de la nación durante la ocupación germana,<br />
las célebres conversaciones de Malinas con los anglicanos,<br />
su viaje triunfal por América y su visita al Instituto de Francia<br />
y la Academia de Bélgica, pueden, sí, darnos idea de un<br />
hombre grande. Mas la labor íntima que realizaba con su<br />
pueblo, la razón de aquel amor intenso que todos los suyos<br />
le profesaban, sólo quien de cerca le haya tratado o quien<br />
haya leído sus escritos pastorales, podrá comprenderla.<br />
«El Cardenal, dice Hoyois, corresponsal de «El Debate»,<br />
era ante todo un padre... ha practicado el don de la entrega<br />
de sí mismo con tal largueza, que nos ha dejado el modelo<br />
perfecto, el tipo del pastor de almas».<br />
En 1906 fué nombrado arzobispo de Malinas. Dedicöse<br />
desde entonces con ahinco a la formación de su clero.<br />
— 137 —<br />
Dirigiéndose arios más tarde a sus amados sacerdotes,<br />
les decía con toda su alma de apóstol: «Vosotros sois el primer<br />
objeto de mis solicitudes. No digo el primero después de<br />
Dios, digo simplemente el primero: el sacerdocio es una prolongación<br />
de Cristo sobre la tierra: el Cristo es nuestro Dios<br />
con nosotros, el Emmanuel; vosotros sois la continuación<br />
viviente de Dios por su Cristo al servicio de la humanidad<br />
pecadora y doliente. Yo veo en vosotros a Dios, leo en vuestro<br />
carácter sacerdotal los rasgos de Cristo y reconozco en<br />
vuestra acción la realización del Misterio divino cuyo cumplimiento<br />
está en el Cristianismo» («La Vie intérieure»).<br />
Párrafos como este, vibrantes de elocuencia, unción y<br />
amabilidad, eran capaces de dar a las almas sacerdotales<br />
aquel temple de acero, que se precisaba poseer, para soportar<br />
con firmeza las angustiosas circunstancias por que cruzó<br />
la desdichada iglesia belga, durante los luctuosos arios de la<br />
gran guerra y la post-guerra, circunstancias de las que gracias<br />
a su gran arzobispo salió rejuvenecida. Sí, es que por<br />
todas partes le asistía la palabra alentadora del padre, del<br />
pastor y del consejero íntimo.<br />
Fruto del desvelo por sus ovejas, son las joyas espirituales<br />
que nos ha legado: sus = Oeuvres pastorales',
— 138 —<br />
Notamos, sin embargo, el admirable Entretien 5 • e sobre<br />
la entrega del pastor a sus ovejas. El 3. e sobre la Perfección,<br />
unión a Dios por la caridad, que si sus doctrinas no pueden<br />
decirse originales, representan, sin embargo, una vigorosa<br />
y preciosísima exposición, sobre la perfección cristiana.<br />
Y sobre todo el larguísimo Entretien 6.e, el más original de<br />
la obra. He aquí el sumario de su contenido: Donación de<br />
Dios a la humanidad. El orden sobrenatural. Vida íntima de<br />
la Santísima Trinidad. Comunicación de esta vida a la humanidad.<br />
Dios se da en plenitud al Hombre-Dios y por El a<br />
la Iglesia. Esta comunión de vida es actual. Fin y término<br />
del orden sobrenatural. Llamamiento a la vida interior. Exhortación<br />
a la predicación del Misterio cristiano.<br />
En las páginas 214, 284, etc., se hallan sugestivas exhortaciones<br />
a la lectura asidua, penetrante, a la vez afectuosa<br />
y estudiosa del texto inspirado. Basta leer cualquier página<br />
de su obra para convencerse que esta fue su práctica en la<br />
lectura de los Sagrados Libros. Este ha sido el tema de la<br />
conferencia que dió en Roma en el XV.° Centenario de San<br />
Jerónimo ante los representantes del mundo católico, allí<br />
reunidos para honrar al Solitario de Belén, con el que al unísono<br />
fue aclamado el gran Primado de Bélgica.<br />
No sabemos cómo recomendar bastante la lectura de esta<br />
obra, que es, a nuestro juicio, la que más alto coloca el nombre<br />
de su autor, y no precisamente por sus ideas originales,<br />
que sin duda son más numerosas en sus obras filosóficas;<br />
sino por ser ésta la realización concreta y práctica más docta,<br />
más viva y más llena de unción que hayamos visto del<br />
concepto valorativo de los dogmas; concepto que han tratado<br />
actualmente dos insignes varones de nuestra patria: el<br />
docto y devotísimo padre Arintero y el mayor metafísico de<br />
nuestros días Amor Ruibal, aunque con distinta finalidad,<br />
tratando el primero de fundamentar la espiritualidad cristiana,<br />
y el segundo de determinar los valores ontológicos del<br />
tipo dogmático católico.<br />
También nuestro padre Sancho, en algún artículo de los<br />
preciosísimos que publicó en la revista «San Ramón», ha defendido<br />
la necesidad en los fieles de una intensa instrucción<br />
dogmática si queremos dar sólido fundamento a la piedad<br />
cristiana.<br />
— 139 —<br />
Son frecuentes las repeticiones en el cuerpo de la obra,<br />
pero de esto ya nos previene su autor que dice, no intentó<br />
escribir un tratado dogmático en el que habría de ser completo<br />
y no repetirse so pena de violar las leyes metodológicas,<br />
sino un libro que contribuyera a inflamar las almas creyentes<br />
avivando la fe de su bautismo y procurando con el<br />
dulcísimo obispo de Ginebra, escribir sobre su propio corazón,<br />
lo mismo que escribiere sobre el papel.<br />
Hacemos votos por que sea pronto vertida esta obra a<br />
nuestra lengua, a fin de que contribuya al crecimiento de las<br />
almas en el amor y gracia del Divino Espíritu, por la comprensión<br />
cada vez más viva del Misterio cristiano en la comunicación<br />
de la vida de la Santísima Trinidad a nuestras<br />
almas por el Espíritu del Cristo resucitado y subido al lado<br />
de su Padre.<br />
Poyo, febrero de <strong>1926</strong>.<br />
DE ROMA<br />
FR. E. SILVA<br />
Del Poro al Coloseo.<br />
Cansado de dar vueltas entre las monumentales ruinas<br />
del Foro Romano, una tarde pesaban sobre mi alma los<br />
recuerdos de la Roma pagana, oprimiéndola entre tanta<br />
grandeza que fué, y me obligaban a exclamar:<br />
Roma quanta fuit ipsa ruina docet.<br />
Por la Vía Sacra, camino obligado de los vencedores<br />
romanos con los trofeos de sus victorias, había contemplado<br />
basílicas, ruinas de templos paganos, columnas rotas,<br />
capiteles desparramados, hermosos relieves que el tiempo<br />
no pudo borrar: el Lapis Niger, tumba de Rómulo; el Milliarium<br />
aureum, donde estaban grabados los nombres de<br />
las principales ciudades del imperio y sus distancias de<br />
Roma; los Rostros, donde resonó la voz de Cicerón y otros<br />
oradores romanos; el arco de Septimio Severo; los templos<br />
de Saturno, de la Concordia, de Vespasiano, el pórtico de<br />
los Dii consentes; la columna de Focas, y otras grandiosas,<br />
que en vano se esfuerzan por sostener las cornisas de<br />
templos de dioses o de héroes. Miro al Capitolio, no por
— 140 --<br />
cierto con la veneración de los antiguos paganos y volviendo<br />
mis ojos al Palatino, morada de Césares y gente<br />
pudiente, por entre el laberinto de basas de la basílica Julia,<br />
bordeando ruinas después de contemplar las estatuas de<br />
las vestales y máxime lo que fué su casa, y el templo de<br />
Vesta, por la Vía Nova me encaminé al Palatino. ¡Qué hermosas<br />
ruinas, pero al fin ruinas! En la cumbre hay frondosos<br />
jardines donde los cipreses, avellanos, encinas, palmeras,<br />
olivos, granados, cedros, pinos y laureles alternan<br />
amigablemente, cuando el viento les hace hablar. La vista<br />
panorámica de Roma, con sus cúpulas, sus colinas, los<br />
lejanos montes, es grandiosa: San Pedro; el janículo, con<br />
sus hermosos jardines; el Aventino, con el suntuoso Monasterio<br />
benedictino de San Anselmo, y Santa Sabina de<br />
Padres Dominicos; las inmensas arcadas de las termas de<br />
Caracalla; los jardines de Galatea; el arco de Drusso, el<br />
sepulcro de los Scipiones; más allá, tocando las nubes, los<br />
cipreses que señalan las Catacumbas de Domitila, de San<br />
Calixto, San Sebastián; el sepulcro Cecilia Metella; perdiéndose<br />
en la lejanía la inmortal Vía Appia...<br />
Después de admirar la casa de Livia... me dirigí al Circo<br />
máximo que Tarquimio Prisco hizo levantar, y fui reconstruido<br />
con magnificencia por Julio César. Era capaz<br />
de contener unos doscientos sesenta mil espectadores.<br />
Eran las siete y una campana nos avisó que debíamos<br />
abandonar aquellos lugares. Descendiendo hacia el arco<br />
que Domiciano hizo construir en honor de Vespasiano Y<br />
Tito, pude ver en él los magníficos bajorrelieves que representan<br />
entre otras cosas los triunfos del conquistador de<br />
Jerusalén: allí está el candelero del Templo en un relieve,<br />
con sus siete brazos. Dejando a su izquierda las gigantescas<br />
columnas que un día estuvieron levantadas en honor de<br />
Venus y Roma, y hoy yacen desparramadas por el suelo,<br />
me encaminé, por la Summa Vía Sacra, al Coloseo, cuya<br />
mole inmensa herida por los últimos rayos del Sol, tomaba<br />
un tinte de severidad imponderable: allí me hablaría el recuerdo<br />
de San Ignacio de Antioquía; de San Abdón y Senén;<br />
San Vilo, Modesto y Crescencia; San Eustaquio y<br />
Julio, las Santas Martina y Prisca...<br />
El templo de Venus y Roma fué sin duda el edificio sagrado<br />
más grande entre los monumentales de la Roma pagana.<br />
Edificado sobre las ruinas de la Domus aurea de<br />
Nerón por Adriano, con sus diez columnas de frente y<br />
veinte de lado, rodeado todo por un pórtico sostenido por<br />
— 141<br />
ciento cincuenta, con sus 150 metros de largo y 96 de ancho;<br />
por sus adornos de planchas doradas y suntuosa magnificencia,<br />
fué tenido por digno de Venus Peliz y Roma<br />
Eterna...<br />
Sólo con estos pensamientos me encontré frente a la<br />
más gigantesca obra de los tiempos romanos; el Anfiteatro<br />
Flavio, construido por Vespasiano después de la guerra<br />
judaica, en lo que fué jardín y lagos de Nerón.<br />
Al entrar mi corazón, oprimido hasta entonces por el<br />
peso de tantas ruinas, latió con violencia; mi pecho respiró<br />
con fuerza, y como si un suave roce de alas angélicas acariciara<br />
mi espíritu, sentí una emoción profunda, indescriptible.<br />
Apenas había visto fuera uno que otro turista y dentro<br />
del Anfiteatro, en actitud devota, veo una nutrida peregrinación,<br />
eran los obreros milaneses «Opera Cardinal Ferrara»<br />
los peregrinos del Papa, que, en número de ocho mil, habían<br />
venido a Roma a ganar el S. Jubileo. Cantaron el<br />
Credo como profesión de fe, donde tantos mártires la confesaron<br />
y sellaron su verdad divina con su sangre.<br />
Algo de belleza sobrehumana revistió aquel Credo, eco<br />
sincero de la fe de tantos millares de almas cuya devoción<br />
brotaba por los labios; lazo de unión de todos los católicos<br />
por el cual la Iglesia es una. Las afirmaciones del Credo<br />
sobre la misma arena bañada en sangre de mártires, tienen<br />
una fuerza de convicción que no puede medirse.<br />
Christus vincii, Chrislus regnat, Christus imperat; parecían<br />
repetir aquellas voces innumerables que resonaban<br />
en el silencio de aquella tarde serena, y difundiéndose en<br />
torno del Coloseo, subían a la altura, ondulaban por las<br />
ruinosas arcadas del Anfiteatro, donde tantas veces resonaron<br />
los ayes de las víctimas, los rugidos de las fieras, la<br />
gritería de los espectadores y la confesión de fe de tantos<br />
mártires cristianos...<br />
Todos los peregrinos se postraron para besar la arena<br />
empapada en sangre de mártires... Lin sacerdote, con elomenda<br />
serena al principio, llena de santo entusiasmo después,<br />
invitó a los peregrinos a la meditación de las glorias<br />
y grandezas cristianas... Imposible seguirle: martirio, pureza,<br />
santidad cristianas; aromas del Cielo que santifican la<br />
tierra que las abominaciones paganas habían manchado...<br />
Cantaron un Tedeum; ¡qué bien sonaba allí aquel Te martyrum<br />
candidatas laudat exereitust<br />
Era la hora del Angelus; todos los peregrinos se arrodillaron<br />
para saludar a Maria... Anchos festones de nubes
— 142 —<br />
arreboladas, servían de inmenso pabellón suspendido en el<br />
azul clarísimo del Cielo, sobre el Coloseo hasta San Pedro,<br />
hasta más allá, hasta donde el sol se había escondido...<br />
Cuando los p eregrinos, con organización admirable,<br />
salieron del Anfiteatro, aquellas nubes rojas habían ya tomado<br />
un tinte oscuro. Los ángeles que habían recogido<br />
aquellas plegarias y el testimonio de fe de los peregrinos,<br />
se retiraban también, más allá, mucho más allá de las primeras<br />
estrellas que titilaban sobre Aracoeli y el Capitolio, y<br />
subían al Cielo para ofrecer ante el trono de Jesús y María<br />
las lágrimas que el fervor y la piedad hicieron correr y las<br />
plegarias de los peregrinos, como en otro tiempo llevaron,<br />
en bandejas de oro, la sangre de los mártires ante el trono<br />
del cordero inmaculado. Y al presentarlas a Jesús por María,<br />
pulsarían sus arpas, repitiendo aquel Credo, aquel Tedeurn<br />
y Avemarías, como en otro tiempo hicieron sonar el<br />
Christus vincit y plegarias de los mártires.<br />
* * *<br />
De la Roma pagana antiguas glorias, hoy ruinas muertas;<br />
de la Roma cristiana glorias inmarcesibles, grandezas<br />
que no mueren; ruinas que entristecen; glorias que vigorizan<br />
y subliman; ruinas grabadas en mármoles que el tiempo<br />
destruye; glorias como delicadas flores, como movediza<br />
arena al parecer, pero que, escritas en la tierra y regadas<br />
con sangre de mártires, y rubricadas en el Cielo, continuamente<br />
florecen, perduran eternamente...<br />
En tan gloriosas ruinas y en tan sublimes grandezas, no<br />
pude menos de repetir: O Roma felix...<br />
Roma, 1925.<br />
Excellis orbis una pulchritudines...<br />
FR. MIGUEL LOPEZ.<br />
NOTAS RELIGIOSAS<br />
Momentos de interés para el catolicismo en Inglaterra<br />
Aun reconociendo la dificultad del asunto, voy a pretender<br />
en estas líneas especificar, ya que no evaluar el interés<br />
particular del catolicismo en este país.<br />
Ese interés no está en el número actual de los católicos.<br />
Eran en 1778 aproximadamente el uno por cien; en la mi-<br />
— 143 —<br />
tad del siglo pasado llegaron a representar un 7 por 100 de<br />
la población, gracias, ante todo, a la inmigración irlandesa<br />
Provocada por la espantosa hambre que fue la última etapa<br />
de la persecución protestante; en segundo lugar por la fidelidad<br />
de los católicos del Sur del condado de Lancaster, y<br />
en tercer lugar por el movimiento de Oxford que descubrió<br />
a los ingleses que la llamada iglesia anglicana había roto<br />
la continuidad apostólica y era, por consecuencia, cisma y<br />
herejía. El número de conversiones individuales posteriores,<br />
que ha sido el mayor siempre entre los países protestantes,<br />
no ha cambiado sin embargo los términos de la proporción.<br />
Tres millones escasos de católicos para los cuarenta<br />
Y pico de millones de habitantes.<br />
Ese interés puede provenir de la enumeración de otras<br />
circunstancias, menos precisas por más complejas.<br />
Hasta hace pocos años era Inglaterra un mundo aparte<br />
en el occidente de Europa; una especie de abismo la separaba<br />
del continente, cuya influencia era casi nula en la marcha<br />
de su vida nacional, mejor dicho, influía sin ser influida.<br />
La muy poderosa plutocracia que en el siglo XVI se<br />
alzó sobre la usurpación total de los bienes de la Iglesia,<br />
que representaban alrededor de una cuarta parte de todo el<br />
Patrimonio nacional, necesitaba anular a esa vieja Inglaterra<br />
católica, herir la fantasía colectiva con la representación<br />
más odiosa de Roma y tomar por auxiliar eficaz el nacionalismo<br />
que había despertado con fuerza. En efecto, en<br />
Poco más de medio siglo de régimen de terror conseguía<br />
arrumbar la vida católica; después, con el Parlamento que<br />
fui representación suya, consiguió fabricar una sociedad<br />
de su cuño, unida como un bloque de jaspe en los intereses<br />
colectivos y en el odio a Roma. Era, sin embargo, una<br />
sociedad religiosa que creía en la inmortalidad del alma, la<br />
Santísima Trinidad, el juicio, el infierno..., pero con la<br />
Misma intensidad que amaba estas verdades católicas,<br />
Odiaba el hogar de la Religión. Con el correr de los tiem-<br />
Pos, una sociedad muy aristocrática y orgullosa que nos<br />
Miraba a los españoles, irlandeses, franceses, esto es, a los<br />
Países católicos, como pueblos muy divertidos y alegres,<br />
Pero muy inferiores en calidad. Todos los sucesos gloriosos,<br />
enfilados y sincrónicos con la persecución de los católicos<br />
impresionaban—y aún impresionan—la infantil fantasía<br />
de los anglosajones. El mundo era Inglaterra.<br />
Pero he aquí algo nuevo en los últimos siglos de la<br />
historia europea. Inglaterra ha empezado a girar en torno
— 144 —<br />
del Continente. Este es un hecho que por las circunstancias<br />
históricas en que ha tenido lugar merece un examen más<br />
detenido que el que le podemos dedicar en estas notas. Se<br />
lo brindo al estudioso.<br />
En este momento se puede asegurar que el catolicismo<br />
no es sólo la fuerza más influyente del continente, sino que<br />
es mucho más activa y extensa que en el siglo pasado.<br />
Aun en tiempo de Combes parecía que el escepticismo iba<br />
a ser la norma definitiva de la vida europea, pero la reacción<br />
que ya existía en los espíritus serios, ha demostrado<br />
una vida mucho más robusta que la artificial que proviene<br />
del machaqueo calculado de secta. Con regularidad notable,<br />
una crítica más serena y un análisis más sincero ha<br />
destruido la pseudociencia que pretendía explicar el universo<br />
por un vulgar procedimiento de mecánica; y a la vez en<br />
el campo de la historia y filosofía se ha impuesto el catolicismo<br />
a la sutil investigación.<br />
Inglaterra se va asociando a este hecho.<br />
Cierto es que la gran masa no tiene fe ninguna en todo<br />
lo que trasciende lo concreto y experimental, pero a la vez<br />
los principios católicos son motivo de singular simpatía y<br />
preocupación en los espíritus seriamente instruidos. Para<br />
saber el aprecio que una persona hace de un objeto, no<br />
no hay más que proponerle la eliminación de éste.<br />
Y todo lo que algo vale en las ciencias o artes quiere<br />
de todo corazón que viva el catolicismo, aun entendido<br />
como debe ser entendido. El llamado anglocatolicismo con<br />
sus imitaciones litúrgicas y ornamentales, no es más que<br />
una muestra del disgusto que les inspira la negación del<br />
catolicismo. Quieren y aman la luz, ¿y no es esto señal de<br />
que un día amarán también el sol que la irradia? Andan de<br />
espaldas hacia Roma, ¿y no comprenderán algún día que<br />
no es esa la marcha natural del hombre?<br />
Quien puede hablar, como muy pocos, de la Inglaterra<br />
actual dice a este propósito que «la antigua historia anticatólica<br />
que es siempre la historia oficial de Oxford, Cambridge<br />
y las escuelas, la historia que es preciso conocer<br />
para ocupar un puesto administrativo se ve hoy reducida<br />
a la defensiva». La historia real ha destruido la falsa historia<br />
de la supremacía omnímoda de Inglaterra y Prusia.<br />
Sin embargo, «al contrario de lo que se ve en las Universidades<br />
y la vida intelectual de Francia y Bélgica, entre<br />
el elemento seglar de Inglaterra hay aún pocos cultivadores<br />
de la filosofía escolástica y Santo Tomás».<br />
1<br />
— 145 —<br />
El inglés seminstruído aún gira alrededor del kantismo,<br />
desacreditado en la misma Prusia. Dice que el así clasificado<br />
ha hecho no obstante grandes progresos en la comprensión<br />
del catolicismo y ya no mira como supercherías del<br />
hombre de la calle doctrinas escolásticas que antes suponía<br />
tales.<br />
Desde el punto de vista social «el instruido (1) a medias<br />
ha llegado a disgustarse del capitalismo y el socialismo y<br />
quiere una distribución más equitativa de la propiedad.<br />
Cada vez se acerca más al concepto católico de la sociedad:<br />
horror de la llamada neutralidad religiosa, repugnancia<br />
instintiva a la burocracia, la familia mirada como la<br />
célula fundamental del Estado, derechos de familia anteriores<br />
a los del Estado». Y desde el punto de vista político las<br />
simpatías inglesas por los países protestantes y especialmente<br />
por Prusia han recibido buen golpe con la guerra y<br />
el resurgir de las potencias católicas.<br />
Hecho más consolador es que la vida católica en este<br />
país ha pasado del ritmo de inferioridad al de superioridad.<br />
Gracias a Belloc—de quien son las palabras citadas-<br />
Chesterton y unos cuantos más, los católicos se baten hoy<br />
en plena ofensiva victoriosa. Hasta ahora los católicos,<br />
viéndose en minoría insignificante, adoptaban generalmente<br />
ciertas formas de convivencia que indicaban un ritmo de<br />
miedo. Había que discutir con guantes blancos. La gentileza<br />
se aprecia mucho en esta sociedad tan aristocrática;<br />
pero sin faltar a ella se habla hoy con una claridad no<br />
acostumbrada hasta ahora.<br />
Por una parte hay una línea muy compacta y disciplinada<br />
y en frente un mundo de confusión sin esperanza; ya<br />
se adivina donde está la victoria. Esta actitud victoriosa de<br />
la Iglesia está bien simbolizada en la réplica que con el<br />
titulo de «un compañero al Diseño de la historia, de monsieur<br />
Wells» ha escrito Belloc contra él la obra mencionada.<br />
Belloc ha heredado la lógica, la claridad y precisión<br />
latinas. Es un gran lector de Santo Tomás. ¡Qué análisis<br />
más seguro y penetrante hace de los viejos errores de<br />
Wells, que lo son de otros muchos! ¡Qué elocuencia más<br />
victoriosa cantando las grandezas de la Iglesia que ha<br />
hecho a Europa y... a Inglaterra, a pesar de ella misma!<br />
Pero en este país tiene el entendimiento un gran enemigo,<br />
y es la fantasía. La fantasía inglesa es más vigorosa de<br />
(1) Parece suponer que el bien instruído piensa en católico.
— 146 —<br />
lo que se creen muchos. Es seguramente el país donde se<br />
leen más novelas.<br />
En ningún pueblo extranjero sea quizá tan popular el<br />
Quijote como en Inglaterra. Teniendo en cuenta esto y lo<br />
demás, podríamos hacer el perfil psicológico de la Inglateterra<br />
actual, diciendo que entre el entendimiento no bien<br />
educado y la fantasía servida por una rica subconsciencia<br />
de sentimientos y rencores de los tiempos protestantes, la<br />
voluntad vacila y no tiene fuerza para prescindir de esas<br />
imágenes motoras y seguir la recta senda de la razón.<br />
Cuesta mucho ser sincero consigo mismo, y mucho<br />
más en semejantes medios de vida.<br />
Un corazón recto es el mejor tesoro que podemos llevar<br />
en esta vida, porque los que lo poseen entran en el reino de<br />
la verdad.<br />
FR. MARTIN O. DE ARRIAGA<br />
Los tres maridos burlados<br />
por el<br />
Maestro Tirso de Molina.<br />
(CONTINIJACION) (1)<br />
Entre estas confusiones ridículas estaba en su celda desnudo,.<br />
sin haberle acordado que se vistiese el frío, ni saber él por dónde o<br />
cómo acomodar la diversidad de pliegues y confusión del hábito,<br />
que en su vida se había puesto, cuando entrando el compañero que<br />
daba luz a los demás frailes, le dijo:<br />
—¿Cómo no se viste, Padre Rebolledo, si ha de ir a maitines?<br />
—Dígame, hermano mío, ¿quién es aquí Rebolledo? ¿Qué maitines<br />
o vísperas son éstas que me desatinan?—respondió el casado<br />
fraile—. Si sois loco como yo lo he sido, y ese es el tema de vuestra<br />
enfermedad, ya yo estoy sano por la misericordia de Dios y no para<br />
oir disparates. Decídme dónde hallaré al Rector y dejad de rebo-<br />
Ilearme.<br />
—Con buen humor se levanta, Padre Rebolledo—dijo el religioso—.<br />
Vístase, que hace frío, y mire que voy a tocar segundo y que<br />
es mal acondicionado el Superior.<br />
Fuese con esto, dejándolo metido en mayores confusiones.<br />
---¿Yo Rebolledo?—decía—. ¿Yo fraile y maitines, no habiendo<br />
(1) Véase el número anterior.<br />
— 147 —<br />
seis horas que al lado de mi Hipólita trataba más en pedirla celos<br />
que en entonar salmos? ¿Qué es esto, ánimas benditas del purgatorio?<br />
Si duermo, quitadme esta penosa pesadilla; y si estoy despierto,<br />
reveladme este misterio o restituidme el juicio que sin duda he<br />
perdido.<br />
Pasmado se estaba sin acertar a vestirse, obligándole el frío a<br />
rebozarse con las frazadas de la cama, cuando vino otro fraile y<br />
le dijo:<br />
—Padre Rebolledo, el vicario de coro dice que por qué no va a<br />
maitines, que son cantados, y vuesa reverencia es semanero.<br />
—1Válgame la corte celestial! ¿Yo soy fraile?—replicó el pobrete.<br />
eYo reverencia y padre Rebolledo? ¿Ya yo no soy Santillana? Dígame,<br />
religioso, si es que lo es, o hermano loco, si, como imagino,<br />
estamos en algún hospital de ellos, ¿quién me ha puesto en este<br />
estado? ¿Cómo o por qué me han quitado mi casa, mi mujer, mis<br />
vestidos y mis barbas? ¿O qué Ilrganda la desconocida o Artus el<br />
encantador anda por aquí;' ha rematado con mi seso?<br />
—Buena está la flema y disparate—respondió el corista—para la<br />
priesa con que vengo a llamarle. Delantero debió cargar anoche en<br />
el refectorio, Padre Rebolledo, pues aún no se han despedido los<br />
arrobos de Baco. Vístase y si no acierta yo le ayudaré.<br />
Echóle entonces el hábito encima, y al ponerle la capilla, como<br />
era estrecha, creyendo que era algún espíritu malo que quería ahogarle,<br />
comenzó a dar gritos:<br />
—¡Arredro vayas, Satanás; déjame aquí ángel maldito; ánimas<br />
del purgatorio, Santa Margarita, San Bartolome, San Miguel, todos<br />
abogados contra los demonios, ayuda y favor, que me ahoga este<br />
diablo capilludo!<br />
Y escabulléndose de las manos, rota la capilla y arañado el fraile,<br />
echó a correr por el dormitorio adelante sin detenerse en nada.<br />
Atentos y escondidos habían estado oyendo la escarapela ridícula<br />
el prelado y súbditos, reventando la risa por romper los límites de<br />
la simulación y silencio que este caso requiría. Pero saliendo juntos<br />
con las velas encendidas que habían prevenido para el coro, le dijo<br />
severo el disimulado superior:<br />
—Padre Rebolledo, ¿que escándalo y desenvoltura es ésta? ¿Al<br />
fraile que yo envío para que le llame al coro trata desa suerte? ¿Las<br />
manos pone en un ordenado de grados y corona, y a la culpa de no<br />
venir en fiesta doble a hacer su oficio añade el descomulgarse? Aparéjese<br />
luego, que con un Miserere mei se le aplacarán esos bríos.<br />
—¿Que es aparejar?—respondió el colérico montañés—. ¿Soy yo<br />
bestia? Ya estoy por defenderme de vuestras ilusiones, espíritus<br />
condenados. Cata la cruz, no tenéis parte en mí, que soy cristiano<br />
'viejo de la montaña, bautizado y con crisma: Fugite partes adversae.
- 148 -<br />
Estos y otros desatinos comenzó a ensartar, con no poco tormento<br />
de la risa de los circunstantes, que se malograba puertas<br />
adentro de la boca; pero haciéndole agarrar a dos donados y diciéndoles<br />
el prelado:<br />
-Este fraile está loco, mas la pena le hará cuerdo.<br />
Le asentaron en las espaldas de par en par una colación de canelones,<br />
que pagó con más cardenales que tiene Roma. Daba gritos<br />
que los ponía en el cielo, diciendo:<br />
-Señores, o frailes, o diablos, o lo que sois, ¿qué os ha hecho el<br />
pobre Santillana para tratarle con tanta rigurosidad? Si sois hombres,<br />
doleos de otro de vuestra especie, que jamás hizo mal a una<br />
mosca, ni tiene de qué acusarse sino de la mala vida que sus celos<br />
han dado a su mujer; si sois religiosos, baste la penitencia, pues no<br />
cae sobre culpa que yo sepa; si sois demonios, decidme ¿por qué<br />
pecados os permite Dios que me desolléis desta suerte?<br />
Menudeaba el padre disciplinante azotazos en esto, diciendo:<br />
-¿Todavía da en su tema? Pues veamos quién se cansa.<br />
-Ya lo estoy, padre de mi alma-respondió el penitente por fuerza<br />
-por la sangre de Jesucristo que tenga lástima de mí.<br />
-¿Pues se enmendará de aquí adelante?<br />
-Sí, padre mío, yo me enmendaré, aunque no sé de qué.<br />
-¿Cómo que no sabe de qué?-replicó el cascante-. Miren qué<br />
gentil modo de conocer su culpa, aún no está como ha de estar;<br />
aguarde un poco.<br />
Y diciendo esto le taraceaba las espaldas.<br />
- Padre de mi corazón-dijo entonces echándose en el suelo-,<br />
confieso que yo soy el hombre más malo que pisa la tierra; tenga<br />
misericordia de mis carnes, pues Dios la tiene de mi alma; que yo<br />
me enmendaré.<br />
-¿Sabe-le replicó-que es fraile, y que en los que lo son las<br />
culpas veniales son de más escándalo que las mortales del seglar?<br />
- Sí, padre, fraile soy, aunque indigno.<br />
-¿Sabe la regla que profesa?-le decía.<br />
Y él proseguía también en responderle y decir:<br />
- Sí, padre; sí, padre; sí, padre.<br />
-¿Qué regla es?-le dijo.<br />
Y respondió:<br />
- Cualquiera, la que quisiere vuesa paternidad; no se detenga en<br />
eso, que será la que fuere servido; déjeme, y no repare en reglas,<br />
aunque entre en la del gran Sofí.<br />
-¿Será-le decía-desde aquí adelante humilde y cuidadoso en<br />
su oficio, padre Rebolledo?<br />
-Seré Rebolledo-respondía-y todo lo que quisieren.<br />
-Pues bese-le dijo-, bese los pies a ese religioso maltratado<br />
por vuesa reverencia y pídale venia.<br />
- 149 -<br />
Besóle los pies y dijo llorando ms de do/or que de arrepentimiento:<br />
-Padre mío, pídole brevas, o lo que es esto que me mandan le<br />
pida.<br />
Soltaron la risa todos entonces, que no pudieron sufrirla. El prelado<br />
los reprendió, diciendo:<br />
-¿De qué se ríen, padres, habiendo de llorar la pérdida de/juicio<br />
de un fraile, el mejor que teníamos, y que ha servido quince años en<br />
este monasterio con la mayor puntualidad que ha visto la religión?<br />
-¿Quince años y o?-decía entre sí el pobre Santillana -; quince<br />
años yo en aqueste convento? ¿Hay encantamiento semejante en<br />
cuantos libros de caballería desvanecen mocedades? Alto pues: que<br />
supuesto que tantos lo dicen, verdad debe de ser, aunque yo no se el<br />
Cómo; porque a no ser así, ¿qué les importaba a estos benditos el<br />
maltratarme y afirmarlo?<br />
-Véngase al coro con nosotros-le dijo el cuñado que no conocía.<br />
Y obedeciöle el celoso por su daño. Comenzaron los maitines, y<br />
le mandó el prelado que entonase en medio la primer antífona. Sabía<br />
él de música lo que de vainicas; pero no osando replicar, temeroso<br />
de otra tunda, la cantó regañando, de suerte que, prosiguiendo la<br />
risa de todo el coro, y no pudiéndola disimular el Superior, le mandó<br />
llevar al cepo, donde le tuvo tres días tan fuera de sí, que faltó<br />
poco para no renunciar con el siglo el seso.<br />
Al cabo dellos le sacaron, y mandó el prelado fuese con un compañero<br />
a pedir el pan de la limosna que se acostumbra los sábados.<br />
Diéronle su talega, y sin replicar palabra, como una oveja<br />
cumplió la obediencia. Llevóle de industria el que le acompañaba a<br />
la calle donde vivía su mujer; y reconociendo la casa, alentado y con<br />
nuevo espíritu, dijo entre sí:<br />
-Aquí de Dios, ¿esta no es mi casa? ¿Yo no estoy casado con<br />
Hipólita? ¿Quién diablos me ha metido a mí en frailías que no apetecí<br />
en mi vida? Matrimonio me llamo.<br />
Entróse con esto en el portal, y hallando a su mujer allí, abrazándose<br />
con ella, comenzó a decir:<br />
-Esposa de mis ojos, castigo del cielo fue el mío por la mala<br />
vida que te he dado; fraile me han hecho sin saber cómo o por qué.<br />
Pero desde hoy más buscarán talegueros; que yo matrimonio me<br />
llamo.<br />
-¿Qué descompostura es esta?-dijo a voces la mal casada-.<br />
Aquí de la vecindad; que este loco atrevido ofende mi honra.<br />
Acudió el compañero y parte de los vecinos, que le desconocieron<br />
por faltarle la longitud de la barba, y estar en tan desusado<br />
traje, y tan macilento con las penitencias pasadas, que pudiera ven-
- 150 -<br />
der flaqueza a los padres del yermo, y le apartaron a empellones<br />
diciéndole oprobios satíricos.<br />
—Déjenle vuesas mercedes—acudió el compañero—y no se espanten<br />
de lo que hace; que ha estado seis meses loco y su tema principal<br />
es decir a cualquiera mujer que ve, que es su esposa. fiémosle tenido<br />
en una cadena, y habiendo más ha de dos meses que mostraba tener<br />
salud, a falta de frailes que han ido a predicar por las aldeas esta<br />
cuaresma, me mandaron le trajese conmigo a pedir hoy la limosna,<br />
bien contra mi voluntad.<br />
Diéronle todos crédito, lastimados de ,su desgracia; que cuanto<br />
más gritaba afirmando era el marido de Hipólita, más la acreditaba.<br />
Lleváronle medio loco de veras y en son de atado a su convento.<br />
Volviéronle a disciplinar y meter en el cepo, donde después que<br />
purgó más de otro mes los malos días que había dado a su mujer, al<br />
cabo del/os y a la media noche le despertó una voz que decía en tono<br />
triste:<br />
Hipólita está inocente<br />
De tus maliciosos celos,<br />
Y así te han hecho los cielos<br />
De ese cepo penitente,<br />
Por necio e impertinente.<br />
En tí su venganza funda<br />
El que te ha dado esta tunda;<br />
Por eso, si sales fuera,<br />
Escarmienta en la primera<br />
Y no aguardes la segunda.<br />
Repitió esto tres veces la fúnebre voz, y él puestas las manos,<br />
llorando amargamente, con la mayor devoción que pudo, respondió:<br />
—Oráculo divino o humano, quien quiera que seas; sácame de<br />
aquí, que yo prometo verdaderamente la enmienda en un todo.<br />
Diéronle después de esto de cenar, y la bebida fué de vino, que<br />
no lo había probado desde el primer día de su transformación que<br />
Aré una penitencia para él más cruda, más cruel y más áspera que<br />
todas las demás. Bebiólo, y con el dos veces mas cantidad de los<br />
mismos polvos que primero. Durmiöse como antes; y como ya le<br />
había crecido el cabello y barba suficientemente, le afeitaron, dejándole<br />
lo uno y lo otro en la disposición antigua, y llevándole a su<br />
casa en otro coche, se despidió el religioso, médico de los celos, de<br />
su hermana, dándole esperanza de que cuando dispertase hallaría<br />
sano a su marido y enmendado.<br />
Púsole los vestidos seglares sobre un arca cerca de su cabecera,<br />
y acostóse a su lado. Acabó el sueño junto con la operación de los<br />
polvos al amanecer, por haberlos él tomado a las diez de la noche.<br />
Despertó, en tin, y creyendo hallarse en el cepo, vió que estaba en la<br />
cama y a obscuras. No lo acababa de creer. Tentó si eran colchones<br />
o madera, y topando a su mujer a su lado imaginó que era algún<br />
espíritu maligno que proseguía en tentarle, y comenzó a dar voces<br />
descompasadas y a ensartar letanías.<br />
--- 151 -<br />
Estaba velando Hipólita, aunque parecía que dormía, aguardando<br />
el fin de aquel suceso, y fingiendo que despertaba, dijo:<br />
—¿Qué es esto, marido mío? ¿Qué tenéis? ¿Háos dado el mal de<br />
ijada como suele?<br />
—¿Quién eres tú, que me lo preguntas?—dijo el ya sano celoso,<br />
todo despavorido—; yo no tengo mal de ijada; que el mal que tengo<br />
es de frailía.<br />
—¿Quién ha de ser—respondió—sino vuestra mujer Hipdlita?<br />
—aesús sea conmigo/—replicó él—. ¿Cómo entraste en el convento,<br />
mujer de mi vida? ¿No ves que estás excomulgada, y que si lo<br />
sabe nuestro mayoral o superior te acanelonarä las espaldas, dejándotelas<br />
como ruedas de salmón?<br />
—¿Qué convenio o qué chanzas son esas, Santillana?—respondió<br />
ella—; ¿dormís todavía?, ¿qué locura es esta?<br />
—¿Luego no soy fraile yo de quince años ha—preguntó él--y el<br />
entonador de antífonas?<br />
—Yo no se lo que os decís con esos latines—replicó ella—; levantaos,<br />
que es medio día, si habéis de traer qué comamos.<br />
Más asombrado que nunca, se tentó la barba, y hallóla cumplida<br />
y la cabeza descoronada; mandó abrir la ventana y se vió en su<br />
cama y aposento, los vestidos a su lado, sin rastro de cepo ni de<br />
hábitos; pidió un espejo y vió otra cara diferente de la que los días<br />
pasados le enseñó el de la sacristía. Yac/ase cruces, acabando de<br />
creer el oráculo coplista.<br />
Preguntábale disimulada su mujer que de dónde procedían aquellos<br />
espantos. Contóselo todo, concluyendo en que debía haberlo<br />
soñado aquella noche, y Dios le debía de mandar se enmendase y<br />
tuviese la satisfacción que era justo de su mujer.<br />
Apoyó ella esta quimera diciendo que había prometido nueve<br />
misas a las ánimas si le alumbraban a su marido el entendimiento;<br />
y que si no, había determinado echarse en el pozo.<br />
—No lo permita el cielo, Hipólita de las Hipölitas—respondió él.<br />
Pidióla perdón, jurando no creer aun lo que viese por sus mismos<br />
ojos de allí adelante; con que dándola libertad para salir de casa;<br />
hubo de ir con las otras dos amigas a la del conde, alegando cada<br />
cual su burla y quedando tan satisfecho él de todas, que por no<br />
agraviar a ninguna, les dijo:<br />
—El diamante, ocasión de sutilizar, señoras, vuestros ingenios,<br />
se me había perdido a mí el día de su hallazgo; él vale doscientos<br />
escudos; cincuenta prometí de añadidura a la vencedora; pero todas<br />
merecéis la corona de sutiles en el mundo; y así, ya que no puedo<br />
premiaros como merecéis, doy a ustedes estos trescientos escudos,<br />
que tengo por los más bien empleados de cuantos me han granjeado<br />
amigos, y quedaré yo muy satisfecho si os servís desta casa como<br />
vuestra.
— 152 —<br />
Encarecieron todas su liberalidad, y volviéndose más amigas<br />
que antes, hallaron al cajero vuelto ya de su viaje, y en todo olvidada<br />
la burla de su fingida muerte y penoso fallecimiento; al pintor<br />
que ya había vendido su casa y hecho las escrituras, y aun comprado<br />
otra, y otorgados los instrumentos, escrituras y papeles de saneamiento,<br />
mudándose de aquel barrio por evitar bellaquerías de<br />
duendes; y a Santillana tan satisfecho y enmendado de la importunación<br />
de sus celos, que desde allí adelante veneró a su mujer como<br />
a merecedora de oráculos protectores de su buena vida.<br />
EL PIANO DE CONCHITA<br />
CUENTO<br />
(CONTINUACION) (1)<br />
Transcurrieron desde entonces muchos años que para<br />
mí fueron siglos...<br />
Cierto día noté un ir y venir de criados desusado mucho<br />
tiempo había...<br />
Sacudían, limpiaban y ventilaban las habitaciones con<br />
gran actividad...<br />
A mí me quitaron una funda negra y me pasaron un<br />
plumero muy suave...; colocaron de nuevo muchas macetas<br />
en la reja y renovaron la mayor parte de los muebles<br />
que adornaban el gabinete... No había duda; pronto tendría<br />
el regocijo de tornar a ver a mi querida amiguita de otros<br />
tiempos... Sí; sólo aquellas albas manos de Conchita Montenegro<br />
presentía yo habían de ser el hada de ensueños<br />
que infudiese vida a las misteriosas armonías que sentía<br />
latir en mis entrañas como aladas mariposas de luz, como<br />
quejas de amantes pajarillos, como rumor de frondas,<br />
como besar de flores, como cantar de ángeles, como lágrimas,<br />
como risas, como gemidos...<br />
¡Ah! cuánto siento en estos momentos la mezquindad y<br />
rudeza del vocablo sensible para expresar lo ideal, lo<br />
intangible, lo celeste.., el ritmo divino de esa melodía misteriosa<br />
de la naturaleza que únicamente sería yo capaz de<br />
reflejar cuando por el intermedio de unas manos también<br />
divinas, mis escondidas notas no fuesen sino el reflejo de<br />
las vibraciones sentimentales de aquel corazón ardiente y<br />
(1) Véase el número anterior de esta revista.<br />
— 153 —<br />
Puro... Entonces, como dos resonadores acordes, como<br />
dos almas fundidas en una por el amor, podríamos cantar<br />
Y llorar de consuno... vivir y morir.., gemir y regocijarnos...<br />
Por eso quería yo tanto a aquella niña en cuya frente<br />
nacarina la Inspiración había impreso su beso purísimo...<br />
Por fin una tarde la vi llegarse hacia mí muy contenta<br />
de volverme a ver. ¡Qué hermosa venía! Había crecido<br />
.mucho...<br />
Aquel capullo fresco de hacía ocho años, descogiera<br />
sus pétalos deliciosos.<br />
Hoy era ya una flor bellísima. Sin embargo, a pesar de<br />
la transformación realizada, conservaba aún aquella nota<br />
de dulce tristeza que de niña tenían sus ojos ensoñadores,<br />
Y aquella imperceptible palidez que tan grabada tenía en mi<br />
mente y que daban a su rostro un aire misterioso de cuento<br />
de hadas... Por los comentarios de dos sirvientes, había<br />
Podido enterarme de sus triunfos en el Conservatorio de<br />
Madrid y París... ¡Qué bien debía de ejecutar! Al cabo sentí<br />
de nuevo resbalar sobre mis teclas aquellos dedos suaves<br />
y ardientes... ¡Cuán honda emoción experimenté!<br />
Mis voces aprisionadas tanto tiempo había, cruzaron el<br />
aire como canora bandada de pajarillos libertados; brotaban<br />
mis notas plenas de luz y de color cual los átomos<br />
fulgúreos de un fuego fantástico; ¡ah! llevaban en su seno<br />
la alegría de la vida, el perfume de aquella primavera, el<br />
atractivo irresistible de la belleza ideal, de la belleza soñada...<br />
Nunca se me borrará de la mente aquel preludio de<br />
celeste música compuesto por ella.<br />
¡Cómo sabía despertar en mis cuerdas, no tanto la nota<br />
cuanto el matiz divino con que había de iluminarla y vestirla!...<br />
Tocó después una sonata de Beethoven con una expresión<br />
y delicadeza insuperables; a continuación hizo unos<br />
escarceos sobre motivos populares andaluces y, tarareando<br />
uno de ellos, me cerró y se marchó. Volvió de allí a poco<br />
con las imagencitas que de niña solía tener adornándome; las<br />
besó y colocó sobre mí; sacó después un pequeño retrato<br />
con dedicatoria, y así que lo hubo contemplado unos instantes<br />
con cariño, lo colocó a los pies de la estatuilla de la<br />
Virgen...<br />
Representaba a un joven apuesto, de negros ojos y<br />
rizoso cabello...; tipo de aire marcial y donjuanesco; admirable<br />
dechado de varonil belleza...<br />
Tonto hubiera sido quien no advirtiese el regocijo ex-
— 154 —<br />
traordinario que inundaba el ánimo de la niña de Montenegro,<br />
como la llamaban en todo Granada...<br />
Para abreviar diré que pasaron dos años y que la alegría<br />
y felicidad de Conchita iban cada vez en aumento...<br />
Me visitaba a menudo, con lo que yo me holgaba sobremanera...<br />
Cuando acababa de tocar algunos días, se dejaba<br />
oir en la solitaria calle el estruendo de unos aplausos<br />
sinceros; eran de los raros transeuntes que en escuchando<br />
las notas que de mí brotaban, quedaban como clavados al<br />
pie de la ventana...<br />
Tenía yo, sin embargo, el sentimiento de que nunca me<br />
llevaban al jardín para tomar parte en las deliciosas veladas<br />
que solían tener los padres de la niña; era preferida<br />
siempre una hermosa guitarra de nueve cuerdas con incrustaciones<br />
de marfil y nácar y vistosa moña de listones pendiente<br />
del clavijero. Si estuviera aquí, ¡cuántas cosas nos<br />
contaría también!...<br />
No me había sido posible, con tener tanto interés en ello,<br />
conocer aún al joven que todas las tardes hablaba a Conchita...<br />
Una rara casualidad hizo que se cumplieran mis<br />
deseos. Si mal no recuerdo, fué la noche de San Juan<br />
cuando Conchita, contra la costumbre que tenía de tomar<br />
el fresco en el amplio parque, se recogió a su gabinete y,<br />
estando la ventana abierta, comenzó a preludiar una tonada<br />
popular andaluza y a cantar a media voz una que<br />
decía así:<br />
Tenía los labios rojos,<br />
tan rojos como la grana,<br />
labios, ¡ay!, que fueron hechos...<br />
Aquí llegaba en su coplilla cuando vino a interrumpirla<br />
el estrepitoso resonar del galope de un caballo que vino a<br />
parar en seco al pie de la ventana de Conchita. A la luz de<br />
la luna pude distinguir la silueta de un gallardo joven,<br />
caballero en una yegua de pura raza andaluza. Venía de<br />
una lejana cacería, y había querido presentarse inesperadamente<br />
con el pintoresco traje de vaquero: ancho sombrero<br />
cordobés, chaquetilla corta con alamares y caireles, faja<br />
encarnada de seda y pantalón corto con zahones y polainas<br />
de cuero fino componían su bizarra indumentaria,<br />
amén de una escopeta de dos cañones pendiente del arzón<br />
de su montura, cubierta con una hermosa gualdrapa de<br />
pana con madroños.<br />
Cuando ella lo sintió llegar, al punto me dejó y se dirigió<br />
hacia la reja.<br />
— 155 —<br />
Era aquella una noche verdaderamente oriental. Un rayo<br />
de luna iluminaba trémulo la mitad de la estancia... La<br />
brisa penetraba empapada en el perfume de los claveles y<br />
J a zmines de la ventana, y agitaba amorosa las campanillas<br />
azules de las enredaderas, que trepaban por entre los hierros<br />
de la reja...<br />
Su sombra temblaba a veces en la plateada luz del<br />
lustroso tillado...<br />
Dejábase oir el monótono canto del grillo y del sapo<br />
con el crujir de las hojas en las copas de los cercanos<br />
älamos y el confuso rumor de tanta variedad de insectos<br />
corno en las noches de verano concurren con su cantar<br />
ingenuo a poner una nota de melancolía y de misterio en<br />
ellas...<br />
De aquel idilio que tuvieron Conchita y su prometido,<br />
no pude oir más que medias palabras..., promesas ardientes...,<br />
comparaciones inverosímiles, preguntas que sólo<br />
tenían por respuesta una risada cristalina de Conchita o ya<br />
un gracioso mohín de enfado... Jurábale él que iba a comprar<br />
un yate blanco, muy blanco, para poder bogar juntos,<br />
cuando fuesen esposos, por las orillas de ensueño del Guadalquivir,<br />
o bien, en las noches de luna, a través de las<br />
ondas rizadas del poético Mediterráneo...; juntos verían<br />
saltar entre ellas los plateados pececillos, y juntos oirían el,<br />
misterioso rumor de las caracolas marinas..., perfumado<br />
Cuento de amor que suena en el oído de los enamorados<br />
CO n las notas de una melodía angélica ejecutada por las<br />
hadas de la noche en sus frágiles arpas de cristal...<br />
Al acabar de pronunciar estas palabras Adolfo Velarde<br />
(que así supe después llamarse aquel galán), hízose un<br />
instante de silencio apacible, roto inesperadamente por el<br />
trino de un ruiseñor que desde la copa de un álamo del<br />
frontero huerto, dejaba escapar de su garganta, henchido<br />
de amor y de ternura, su dulce y conqueridora vocecita,<br />
mensajera celeste para ellos de su soñada felicidad...<br />
—¿,Lo has oído?—dijo ella secándose una lágrima de<br />
emoción—. ¡Por qué habrá querido cantar? —Bien sé yo por<br />
qué, repuso Velarde; ese pajarillo ha querido inspirarle el<br />
Preludio de la marcha nupcial que has de componer tú para<br />
que sea tocada en el templo cuando entremos a recibir la<br />
bendición que nos una para siempre. Ella por toda respuesta<br />
le dirigió una sonrisa carlñosa y entornando suavemente<br />
las hojas de la ventana, se marchó al jardín. Momentos<br />
después tornaba a resonar en las losas de la solitaria calle
— 156 —<br />
el recio pisar de un caballo que poco a poco se alejaba,<br />
desvaneciéndose gradualmente el sonido metálico de sus<br />
pisadas...<br />
El viejo reloj de la catedral acababa de dar las once...<br />
Las flores comenzaban a dejar ver sus pétalos humedecidos<br />
de impalpable rocío...<br />
Resonaba lejano el rumor de las acequias fertilizando<br />
las huertas y los sembrados de la florida vega, en tanto<br />
que aún rojeaban agonizantes en las faldas de la sierra las<br />
poéticas y clásicas hogueras de la noche de San Juan.<br />
La campana de la Vela dejaba oir de tiempo en tiempo<br />
sus melancólicos sones, para dirigir los riegos en medio de<br />
la calma apacible de aquella noche de idilio...<br />
Amaneció Dios al siguiente día, y Conchita, luego que<br />
vino de comulgar, se puso a componer su nupcial marcha<br />
con el brío y sentimiento de que suelen estar poseídas las<br />
almas delicadas cuando en su corazón tiembla, como la luz<br />
de una estrella, la llama de un amor puro y legítimo... Tres<br />
días invirtió en aquella sabrosa tarea... y ¡cuántos deseos<br />
tenía yo ya de que la ejecutara íntegra! A la tarde del tercer<br />
día la tenía puesta en limpio y se dispuso a hacérmela cantar...<br />
Sentí sus dedos rosados y tibios sobre mi teclado, y<br />
que sus piececitos menudos blandamente oprimían mis<br />
pedales... Yo reconcentré entonces todas mis energías...,<br />
todas mis notas más bellas, todos mis alados trinos, para<br />
tenerlos prestos a responder a la mente de aquella niña que<br />
tanto adoraba... ¡Ah! sabía perfectamente que todos tendrían<br />
que desfilar en deslumbrante cortejo al impulso mágico de<br />
aquellas manos de hada... Cuando acabó de ejecutarla,<br />
pude darme cuenta exacta de la visión de aquella mente soñadora...<br />
Comenzó iniciando en mí un preludio allegretto y brillante<br />
, bordado de trinos dulcísimos, bien así como gorjeo<br />
de ruiseñores... Después hizo desplegar todas mis voces y<br />
vibrar mis cuerdas con los sonidos de una cristalina cascada,<br />
con el júbilo y majestuosa armonía de las trompetas y<br />
timbales de una cabalgata angélica..., con la agilidad y<br />
alegría de una nube de mariposas de terciopelo y oro...,<br />
con el divino perfume y variedad de una lluvia de rosas en<br />
reñida batalla de flores...<br />
Color y luz, suspiros y risas, inciensos y plegarias...<br />
eso venían a ser las notas de Jquella composición brotadas<br />
de aquel sagrario de su pecho, de aquella alacena misteriosa<br />
de dulzuras y de amarguras, de amores y de dolores<br />
— 157 —<br />
que llamamos corazón, y que no era otro que el de Conchita<br />
Montenegro.<br />
Radiante de júbilo y de dicha me dejó, y aún pude<br />
observar cuando besó y miró las imagencitas puestas<br />
sobre mi tapa, que el calor de la ejecución había ungido<br />
suavemente de carmín las mejillas, un sí es no es pálidas,<br />
y que aún temblaba en la azulada flor de sus pupilas una<br />
lágrima tibia, brotada a impulsos de la emoción...<br />
Al día siguiente la niña de Montenegro tornaba a tocar<br />
aquella composición delante de sus padres y de Adolfo<br />
Velarde. Después se la entregó a éste como recuerdo; guardóla<br />
él arrollándola cuidadosamente y con los ojos humedecidos<br />
sin saber por qué, según decía, intentando disimular<br />
la honda impresión que le causara oirla.<br />
Transcurrió aquel verano feliz y venturoso entre fiestas<br />
honestas y no menos honestos idilios... La fama de Conchita<br />
como pianista y compositora, comenzaba a transcender<br />
en las altas esferas del Arte, y era tenida como una<br />
artista genial... Además (y era lo principal), considerábanla<br />
como la joven más piadosa y pura que había en toda la<br />
ciudad...<br />
(Continuará.)<br />
FR. MIGUEL C. MINGORANCE<br />
RADIOGRAMAS<br />
Cumplimiento del precepto de oir misa.—Un día<br />
festivo, no advirtiendo que lo era, oí misa por devoción como<br />
suelo los días de semana que puedo.<br />
En otra ocasión, día también de fiesta, oí una misa que<br />
me había impuesto de penitencia el confesor, con intención<br />
de oir segunda misa, para cumplir con la obligación de día<br />
festivo.<br />
En las dos ocasiones se me hizo dificultoso oir la segunda<br />
misa; pregunto:<br />
1. 0 .Con la misa oída por devoción, no advirtiendo que<br />
aquel día era festivo, cumplí con la obligación de oir misa?<br />
2.° ¿La misa que oí para cumplir la penitencia, vale para<br />
satisfacer la obligación de oir misa los días festivos?<br />
La misa cída por sola devoción por quien no repara en<br />
que es día festivo, vale para cumplir la obligación de oir<br />
misa los días ; de fiesta; y esto, aunque dándose cuenta que<br />
era día de fiesta, determinase oir después otra misa en cumplimiento<br />
de la obligación.<br />
A la segunda pregunta hay que contestar, primero, que
— 158 —<br />
con la misa que hay que oir los días de fiesta no se satisface<br />
a la impuesta de penitencia por el confesor, a no'ser que expresamente<br />
diga que la misma misa del día de fiesta la oiga<br />
también como penitencia, en cuyo caso con una sola misa<br />
satisfaría a las dos obligaciones.<br />
En el caso suyo, puesto que el confesor no le dijo que con<br />
una sola misa podía satisfacer a las dos obligaciones, oída la<br />
primera misa como penitencia con intención de oir otra en<br />
cumplimiento de la obligación de día festivo, pudo irse usted<br />
tranquilo a su casa, difiriendo para otro día la misa del cumplimiento<br />
de la penitencia, y la razón es porque en la misa<br />
que usted oyó como penitencia hay lo substancial de la obligación<br />
de oir misa los días festivos, que es sólo oir misa,<br />
sean las que quieran las intenciones particulares.<br />
Si por el contrario tuviera usted hecho voto de además<br />
de la misa de domingo oir en ese día otra misa, entonces<br />
tendría que oir dos misas el domingo, puesto que las dos<br />
obligaciones son inaplazables.<br />
NOTICIAS MADRID<br />
Huéspedes ilustres.—De nuevo estuvo con nosotros la<br />
semana de Pasión y Semana Santa el Reverendísimo Padre<br />
Inocencio, que dió los ejercicios a la Comunidad de Hermanas<br />
Mercedarias de la Caridad, establecida en San Pedro de<br />
los Naturales. Salió para Bilbao para dar también los ejercicios<br />
al Colegio de nuestras religiosas de aquella ciudad.<br />
También tenemos la dicha de tener entre nosotros al muy<br />
reverendo Padre Ricardo Delgado, de vuelta de Roma, a<br />
donde fue a dar cuenta de sus comisiones en el Nuevo Mundo,<br />
y de París donde dió los ejercicios a las señoras de las<br />
colonias españolas e hispano-americanas. A pesar de los<br />
años que ' por fortuna, no son muchos, conserva todo el<br />
frescor y lozanía de un corazón joven.<br />
También se encuentran en Madrid los RR. PP. Fr. Tomás<br />
Carbonell y Fr. Martín O. de Arriaga, nuestro colaborador<br />
en « Notas Religiosas», Directores, respectivamente,<br />
de los Reformatorios de Valencia y San Sebastián. Asisten<br />
a un curso de conferencias dadas por personas competentísimas<br />
sobre la delincuencia y reforma de los niños. Como<br />
estos Padres tienen gran caudal de conocimientos de Psicología<br />
teórica y experimental y están expertos en el conocimiento<br />
de los niños, realzarán con estas conferencias sus<br />
con9cimientos.<br />
Nos complacemos en consignar, pues la ocasión se brinda,<br />
que nuestro Reformatorio de Valencia tiene un notable<br />
laboratorio de Psicología.<br />
— 159 —<br />
Don Juan de Alarcón.—Se celebró con mucha solemnidad<br />
la novena y fiestas de la Beata Mariana de Jesús, cuyo incorrupto<br />
cuerpo está depositado en aquella iglesia. Predicó<br />
sobre los dones del Espíritu Santo, relacionándolos con la<br />
vida de la Beata el reverendo Padre Alcocer. Fué mucha la<br />
concurrencia, porque después del pregón magno de las fiestas<br />
centenarias son muchas las personas que se percataron<br />
de este tesoro y están agradecidos a sus favores.<br />
¡Lástima que los mercedarios no puedan hacer más por<br />
su santa Hermana, que de elloS recibió la dirección de su<br />
espíritu en el convento de la plaza del Progreso, y después<br />
en el descalzo de la plaza de Santa Bárbara, donde profesó,<br />
vivió y murió y a quienes dejó el tesoro inapreciado de su<br />
cuerpo!<br />
HERENCIA<br />
El día 22 de Marzo comenzó el reverendo Padre Comendador,<br />
de esta casa, las conferencias preparatorias al cumplimiento<br />
pascual; asistieron muchos. Al final de estas conferencias,<br />
y en los siguientes días, se confesaron unos cien<br />
hombres.<br />
El 28 del mismo mes empezó un triduo al Santísimo Cristo<br />
del Consuelo, y predicó los dos primeros días el reverendo<br />
Padre Tomás Escánez, y el último el reverendo Padre Comendador.<br />
El Jueves Santo, a las diez de la noche, predicó el reverendo<br />
Padre Comendador la Hora Santa con el fervor que<br />
acostumbra. Estuvo la iglesia concurridísima. El Viernes<br />
Santo hubo sermones de soledad.<br />
La catequesis y las Marías continuan progresando, celebrando<br />
sus actos con mayor entusiasmo de día en día.<br />
LEQUEITIO (Vizcaya).<br />
Profesión solemne.—Solemnisima ha resultado la profesión<br />
del hermano Fray José Trabazo. A una indicación del<br />
reverendo Padre Superior, aceptó gustosísima Su Majestad<br />
la Emperatriz de Austria Hungría Doña Zita ser madrina<br />
del primer religioso que iba a profesar en la casa recién<br />
abierta, y obligada a ausentarse el día señalado delegó a<br />
su augusta hija la Archiduquesa Doña Adelaida de Hapsburgo,<br />
encantadora niña de trece arios.<br />
Resultó verdaderamente conmovedora la entrada en<br />
nuestra capilla de la familia imperial. El futuro Emperador<br />
de Austria Hungría Oto, agraciadísimo y esbelto joven de<br />
catorce arios, y que imprime a todos sus actos el sello<br />
de la realeza, avanzó majestuoso llevando a su derecha a la<br />
madrina, su augusta hermana, seguidos de sus augustos<br />
hermanitos y de toda la alta servidumbre de Palacio, actualmente<br />
bastante numerosa y compuesta de los más ilustres<br />
títulos de la nobleza austrohúngara.
— 160 —<br />
Se procedió a la ceremonia y firmaron el acta de profe«<br />
sión como madrina S. A. I. Doña Adelaida de Hapsburgo, y<br />
el Príncipe Oto también estampó su firma brevísima corno<br />
la de los reyes; tal vez Dios lo tenga predestinado para escribir<br />
bellas páginas en la historia de su patria.<br />
PARIS<br />
El 21 del próximo pasado dió principio en la iglesia de la<br />
Misión Española de París a los Ejercicios Espirituales el<br />
reverendo Padre Delgado Capeans, religioso mercedario, a<br />
las colonias española e hispano-americanas. Una gran concurrencia<br />
de fieles de todas las clases sociales acudió a oir<br />
las sublimes enseñanzas evangélicas, expuestas por el Padre<br />
Delgado, sobre todo a las conferencias de la tarde, atraídos<br />
por el tema que venía desarrollando «Inquietudes y aspiraciones<br />
del corazón en el gran enfermo del siglo».<br />
El 27, último día de la misma, a las nueve se celebró la<br />
misa de comunión general, en la que se acercaron a la sagrada<br />
Mesa centenares de señoras y caballeros. Fué un acto<br />
verdaderamente emocionante al ver allí, reunidos, representantes<br />
de la Madre Patria y de todas sus hijas, las Repúblicas<br />
americanas, caldeados los corazones, henchidas las almas<br />
de inefables goces, al calor de la Hostia Santa. El Padre<br />
Delgado pronunció una fervorosa alocución alusiva a tan<br />
solemnes momentos. Terminóse con la bendición Papal, dada<br />
por el Padre Superior de la misión española y con la distribución<br />
de artísticos recordatorios.<br />
-.-<br />
NECROLOGIA<br />
En Verín, a los diecisiete arios de edad y después de recibir<br />
todos los sacramentos y la bendición de Su Santidad,<br />
murió en el Señor la señorita Pilar Paz. A su padre don<br />
Jesús y a su tía doña Elvira Pazos, nuestra suscriptora y<br />
presidente de los cooperados de nuestra misión del Piauhy,<br />
enviamos nuestro sentido pésame.<br />
—En Madrid los archicofrades de la Merced, el excelentísimo<br />
Marqués de Bedmas, don Ernesto Heredia y Acuña,<br />
el 31 de marzo; doña María Gutiérrez y Pérez, el 5 de mayo;<br />
la excelentísima señora doña María Caballero, Condesa de<br />
Niebla y Marquesa de los Vélez, el 9 de abril.<br />
—La niña María de las Mercedes Fernández de la Mora<br />
y Mon, a los ocho meses de edad, el día 6 de abril.<br />
A sus padres don Gonzalo y doña María de las Mercedes,<br />
a su abuela doña Clementina Mon y a toda su familia tan<br />
amante y bienhechora de la Merced, nuestro más sentido<br />
pésame.