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Nuestros pueblos - El avisador malagueño

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Por Juan José Palop<br />

De chupitira<br />

DE ALMACÉN DE UTILLAJE PARA REPOBLACIÓN<br />

FORESTAL A PARADOR NACIONAL DE GIBRALFARO.<br />

Hoy, al tiempo que discurrió hace unos 60 años casi se le llama ya “in<br />

illo tempore”, porque corresponde a la evolución registrada en seis décadas y<br />

viene a equivaler a lo que antes ocurría en 300 años. Casi otro tanto ocurre con el lenguaje. Si va a comer<br />

fuera de casa, a nadie se le ocurre hoy decir “voy al comedor”, sería cateto, sino “voy al restaurante”. Sin<br />

embargo, hace 60 años sonaba cursi decir “voy al restorant” (en su original, el francés). Habida cuenta de<br />

lo anterior, de la consonancia o disonancia entre la formulación de vocablos y las épocas en que se formulan,<br />

a nadie le sonará ya a “cateto” que<br />

digamos hoy que el comedor de Gibralfaro,<br />

cumple 60 años. Es decir, “in illo<br />

tempore”.<br />

En efecto, el hoy restaurante de<br />

este parador nacional de turismo y ayer<br />

comedor, entra con 2009 en su 60 aniversario.<br />

A caballo entre el barrio de la<br />

Victoria y el centro de la ciudad, el actual<br />

parador –primeros pasos del turismo<br />

de calidad en Málaga- tiene su origen<br />

en la hostería que en el año 1948<br />

abrió el a la sazón director general de<br />

Turismo Luis Antonio Bolín, hermano<br />

del Enrique Bolín fundador del histórico<br />

hotel La Roca de Torremolinos, pionero<br />

en la Costa del Sol. ¿Cómo y por qué<br />

nació esa hostería y creció hasta el Gibralfaro<br />

actual?<br />

Tras la guerra civil, una actuación general sobre el monte que corona el Castillo de Gibralfaro y<br />

todo su entorno hasta el Camino de los Almendrales, fue su repoblación forestal, traducida en los actuales<br />

pinos. Para ello se construyó una edificación al pie del Castillo, como refugio del personal y almacén de<br />

utillaje de los trabajos durante la repoblación. Acabada ésta, la edificación pasó a dominio de la Dirección<br />

General de Turismo, a cuyo frente se encontraba Luis Antonio Bolín quien, tras ampliar y adecuar el primitivo<br />

inmueble, la convirtió en la Hostería de Gibralfaro. A sus primeros empleados – a varios de los<br />

cuales llegué a conocer- se les procuró vivienda en las pequeñas casas que por entonces se alzaban, como<br />

recordarán muchos de nuestros mayores, dentro del recinto del Castillo, adosadas a la muralla. A la sazón,<br />

el precio del menú en el comedor de la hostería, más el vino, era de 27 pesetas.<br />

Paralelamente a la repoblación forestal del monte y a causa de la hostería, se hicieron otras obras<br />

de acondicionamiento como los accesos por el Mundo Nuevo y por el Camino Nuevo, los miradores y<br />

rotondas y el estacionamiento de vehículos. En el año 1965 la primitiva hostería se convirtió en Parador<br />

de Turismo, con un restaurante mayor y doce habitaciones.<br />

Y 20 años más tarde, hubo nueva ampliación del restaurante y del número de habitaciones, ya con<br />

38, incluida en el complejo una piscina. Hoy, al cabo de 60 años, el restaurante de Gibralfaro se distingue<br />

por su servicio de cocina y la singularidad de sus jornadas gastronómicas. Fue distinguido en 1999 con el<br />

primer premio como “Mejor Restaurante de Hotel de Andalucía”. <strong>El</strong> personaje famoso que con mayor<br />

frecuencia se alojaba en el parador fue el Premio Nobel español Severo Ochoa.<br />

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