Luces del Duero - Fundación Iberdrola
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M<br />
M Plano de la Presa de Ricobayo<br />
en su conformación actual donde<br />
se aprecia la disposición general<br />
<strong>del</strong> aliviadero. Señalada la planta de<br />
lo que fue masa rocosa desplazada<br />
durante las sucesivas avenidas.<br />
N Esquema (según Blanco, 1992)<br />
donde se señalan las erosiones de<br />
masa rocosa desplazada durante<br />
las sucesivas avenidas de agua.<br />
Ñ Fotografía actual (año 2007) <strong>del</strong><br />
aliviadero donde se aprecia las proporciones<br />
de la masa rocosa desplazada.<br />
MARZO 1934<br />
MARZO 1935<br />
MARZO 1936<br />
ENERO 1934<br />
N Ñ<br />
acabó generando una impresionante cazuela en el lecho <strong>del</strong> aliviadero poniendo de manifiesto que el proceso de<br />
desmoronamiento de la masa de granito, pese a ser lento, era inexorable. Ya en los años 40 otras avenidas más o<br />
menos abundantes confirmaron que las soluciones que se iban implementando no acababan de resolver enteramente<br />
el problema de la inestabilidad <strong>del</strong> sistema. Además, en algunas de las obras de reparación se produjeron<br />
muy trágicos accidentes, lo que vino a incrementar la dimensión y relevancia <strong>del</strong> reto que suponía resolver de manera<br />
definitiva el problema <strong>del</strong> aliviadero. No será realmente hasta los años 60 cuando se cierre enteramente<br />
este capítulo, años en lo que se diseña una sencilla pero audaz —a la vez que barata— solución que logra domar<br />
definitivamente el violento poder <strong>del</strong> agua: la colocación al borde <strong>del</strong> aliviadero de unas rampas que cortan, elevan<br />
y dispersan el flujo <strong>del</strong> agua, justo allí donde comienza a precipitarse al vacío (fig. Ñ). Estas rampas dispersan el<br />
agua, incorporan aire al flujo y debilitan la fuerza con que se precipita sobre la roca, minimizando así su poder<br />
para hacerla pedazos.<br />
Fue un largo episodio éste <strong>del</strong> aliviadero de Ricobayo, la clásica situación a la que se enfrentan atrevidos técnicos y<br />
empresarios que se embarcan en proyectos novedosos y de envergadura. En tales proyectos es imposible predecir<br />
todas las variables y, además, las circunstancias a menudo parecen aliarse en lo que semeja un tozudo intento <strong>del</strong><br />
azar por hundir incluso la nave más sólida, el proyecto más firmemente armado y diseñado. El reto <strong>del</strong> aliviadero de<br />
Ricobayo fue monumental, y al ver hoy la presa inserta en un paisaje tan bello y sobrecogedor, tan sólidamente anclada<br />
entre tan impresionantes masas de granito, cuesta apreciar la gran cantidad de esfuerzo y talento —¡para<br />
qué hablar <strong>del</strong> coste económico!— que hubo que invertir para resolver tan problemática y larga contingencia. Sea<br />
como fuere, venció el ingenio humano. El episodio se llevó mucho más que granito por <strong>del</strong>ante, pero visto en perspectiva,<br />
su importancia radica en que marcó un hito técnico <strong>del</strong> que se aprendieron muchísimas cosas relevantes, que<br />
siguen siendo de vital importancia a la hora de proyectar una presa. Por ello merece esta apasionante historia recordarse,<br />
si quiera por ser un perfecto ejemplo de las muchas dificultades y circunstancias adversas que se sucedieron<br />
a lo largo de toda la historia de la construcción de presas en la Cuenca <strong>del</strong> <strong>Duero</strong>.<br />
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