1 Partiendo del documento Vida Fraterna en Comunidad vamos a ...
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ESQUEMA 3<br />
LA VIDA FRATERNA, DON Y TAREA<br />
<strong>Parti<strong>en</strong>do</strong> <strong>del</strong> <strong>docum<strong>en</strong>to</strong> <strong>Vida</strong> <strong>Fraterna</strong> <strong>en</strong> <strong>Comunidad</strong> <strong>vamos</strong> a profundizar <strong>en</strong> el don de la<br />
vida fraterna, que se convierte <strong>en</strong> una tarea <strong>en</strong> la que hay que empeñar muchos esfuerzos.<br />
1. Motivación. La llamada de los hermanos 1<br />
Era una persona de esas que se dic<strong>en</strong> bu<strong>en</strong>as, me gustaba alegrar la vida de los demás y<br />
compartir con ellos la felicidad y las risas. Pero me preguntaba a mí mismo ¿Qué querrá Dios de<br />
mí, si ya soy bu<strong>en</strong>o?<br />
Un día, por despiste, de me ocurrió asomarme a la v<strong>en</strong>tana de mi felicidad y descubrí la<br />
mirada triste <strong>del</strong> que está solo y marginado, el llanto <strong>del</strong> niño que ti<strong>en</strong>e hambre, el dolor <strong>del</strong><br />
<strong>en</strong>fermo, la lucha <strong>del</strong> que no ti<strong>en</strong>e trabajo, la tristeza <strong>del</strong> que no ti<strong>en</strong>e qui<strong>en</strong> le ame…<br />
Todos me t<strong>en</strong>dían sus manos, pero yo no <strong>en</strong>t<strong>en</strong>día su queja, y les decía:<br />
-Yo ya soy feliz y bu<strong>en</strong>o, ¿qué queréis?<br />
Desde la v<strong>en</strong>tana de mi felicidad yo te preguntaba:<br />
- Dios, ¿qué hay que hacer para seguir si<strong>en</strong>do bu<strong>en</strong>o?<br />
Y tú respondías siempre:<br />
- Escucha a tus hermanos. Escucha a tus hermanos.<br />
Miré sus manos, Señor, y oí el gemido de su voz:<br />
- Sé la carrera <strong>del</strong> cojo, la vista <strong>del</strong> ciego, la voz <strong>del</strong> que no habla.<br />
Sé el pan <strong>del</strong> hambri<strong>en</strong>to, la fuerza <strong>del</strong> que lucha, la alegría <strong>del</strong> triste, llora con el<br />
desconsolado, y sonríe con el alegre.<br />
Y yo pregunté:<br />
- ¿Y mi alegría, mi felicidad, mi comodidad?<br />
Y tú respondías siempre:<br />
- Escucha a tus hermanos, escucha a tus hermanos.<br />
Decidí dejar la v<strong>en</strong>tana de la felicidad; hice de mi tiempo, el tiempo de ellos; de mis días,<br />
nuestra vida; de mi sonrisa, nuestra alegría, de mi fe, tu pres<strong>en</strong>cia.<br />
Señor, hoy me pres<strong>en</strong>to ante ti, con las heridas, el hambre y los problemas de mis hermanos.<br />
Señor, que no me falt<strong>en</strong> nunca ellos para poder seguir si<strong>en</strong>do feliz.<br />
2. Lectura <strong>del</strong> texto <strong>del</strong> Magisterio (Leer y releer)<br />
CIVCSVA, Congregavit nos in unum Christi amor. La vida fraterna <strong>en</strong> comunidad, Roma<br />
2 de febrero de 1994, nn. 11-12, 21-24.<br />
La comunidad religiosa, lugar donde se llega a ser hermanos<br />
11. Del don de la comunión provi<strong>en</strong>e la tarea de la construcción de la fraternidad, es decir,<br />
de llegar a ser hermanos y hermanas <strong>en</strong> una determinada comunidad donde han sido llamados a<br />
vivir juntos. Aceptando con admiración y gratitud la realidad de la comunión divina, participada<br />
por las pobres criaturas, surge la convicción de que es necesario empeñarse <strong>en</strong> hacerla cada vez<br />
1 FERNÁNDEZ, Bonifacio, Parábolas de comunidad, Publicaciones Claretianas, Madrid 1995, pp. 78-79<br />
1
más visible por medio de la construcción de comunidades «ll<strong>en</strong>as de gozo y <strong>del</strong> Espíritu Santo»<br />
(Hech 13,52).<br />
También <strong>en</strong> nuestro tiempo y para nuestro tiempo, es necesario reempr<strong>en</strong>der esta obra<br />
«divino-humana» de formar comunidades de hermanos y de hermanas, t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta las<br />
condiciones propias de estos años <strong>en</strong> los que la r<strong>en</strong>ovación teológica, canónica, social y<br />
estructural ha incidido poderosam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la fisonomía y <strong>en</strong> la vida de la comunidad religiosa.<br />
Queremos ofrecer, a partir de situaciones concretas, algunas indicaciones útiles para al<strong>en</strong>tar<br />
el proceso de una continua r<strong>en</strong>ovación evangélica de las comunidades.<br />
12. En su compon<strong>en</strong>te místico primario, toda auténtica comunidad cristiana aparece «<strong>en</strong> sí<br />
misma una realidad teologal objeto de contemplación» 2 . De ahí que la comunidad religiosa sea<br />
ante todo un misterio que ha de ser contemplado y acogido con un corazón ll<strong>en</strong>o de<br />
reconocimi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> una límpida dim<strong>en</strong>sión de fe.<br />
Cuando se olvida esta dim<strong>en</strong>sión mística y teologal, que la pone <strong>en</strong> contacto con el misterio<br />
de la comunión divina pres<strong>en</strong>te y comunicada a la comunidad, se llega irremediablem<strong>en</strong>te a<br />
perder también las razones profundas para «hacer comunidad», para la construcción paci<strong>en</strong>te de<br />
la vida fraterna. Ésta, a veces, puede parecer superior a las fuerzas humanas y antojarse como un<br />
inútil derroche de <strong>en</strong>ergías, sobre todo <strong>en</strong> personas int<strong>en</strong>sam<strong>en</strong>te comprometidas <strong>en</strong> la acción y<br />
condicionadas por una cultura activista e individualista.<br />
El mismo Cristo que los ha llamado convoca cada día a sus hermanos y hermanas para<br />
conversar con ellos y para unirlos a sí y <strong>en</strong>tre ellos <strong>en</strong> la Eucaristía, para convertirlos<br />
progresivam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> su Cuerpo vivo y visible, animado por el Espíritu, <strong>en</strong> camino hacia el Padre.<br />
La oración <strong>en</strong> común, que se ha considerado siempre como la base de toda vida comunitaria,<br />
parte de la contemplación <strong>del</strong> Misterio de Dios, grande y sublime, de la admiración de su<br />
pres<strong>en</strong>cia, operante <strong>en</strong> los mom<strong>en</strong>tos más significativos de nuestras familias religiosas, así como<br />
también <strong>en</strong> la humilde realidad cotidiana de nuestras comunidades.<br />
Libertad personal y construcción de la fraternidad<br />
21a. «Llevad los unos las cargas de los otros, así cumpliréis la ley de Cristo» (Gal 6,2).<br />
Para vivir como hermanos y como hermanas, es necesario un verdadero camino de<br />
liberación interior. Al igual que Israel, liberado de Egipto, llegó a ser Pueblo de Dios después de<br />
haber caminado largo tiempo <strong>en</strong> el desierto bajo la guía de Moisés, así también la comunidad,<br />
d<strong>en</strong>tro de la Iglesia, pueblo de Dios, está constituida por personas a las que Cristo ha liberado y<br />
ha hecho capaces de amar como Él, mediante el don de su Amor liberador y la aceptación cordial<br />
de aquellos que Él nos ha dado como guías…<br />
23. Este camino de liberación, que conduce a la pl<strong>en</strong>a comunión y a la libertad de los hijos<br />
de Dios, exige, sin embargo, el coraje de la r<strong>en</strong>uncia a sí mismos <strong>en</strong> la aceptación y acogida <strong>del</strong><br />
otro, a partir de la autoridad.<br />
Se ha hecho notar, desde distintos lugares, que ha sido éste uno de los puntos débiles <strong>del</strong><br />
período de r<strong>en</strong>ovación a lo largo de estos años. Han crecido los conocimi<strong>en</strong>tos, se han estudiado<br />
diversos aspectos de la vida común, pero se ha at<strong>en</strong>dido m<strong>en</strong>os al compromiso ascético necesario<br />
e insustituible para toda liberación capaz de hacer que un grupo de personas sea una fraternidad<br />
cristiana.<br />
La comunión es un don ofrecido que exige al mismo tiempo una respuesta, un paci<strong>en</strong>te<br />
<strong>en</strong>tr<strong>en</strong>ami<strong>en</strong>to y una lucha para superar la simple espontaneidad y la volubilidad de los deseos.<br />
2 DC 15.<br />
2
El altísimo ideal comunitario implica necesariam<strong>en</strong>te la conversión de toda actitud que<br />
obstaculice la comunión.<br />
La comunidad sin mística no ti<strong>en</strong>e alma, pero sin ascesis no ti<strong>en</strong>e cuerpo. Se necesita<br />
«sinergía» <strong>en</strong>tre el don de Dios y el compromiso personal para construir una comunión<br />
<strong>en</strong>carnada, es decir, para dar carne y concreción a la gracia y al don de la comunión fraterna.<br />
24. Es preciso admitir que estas afirmaciones suscitan problema hoy, tanto <strong>en</strong>tre los jóv<strong>en</strong>es<br />
como <strong>en</strong>tre los adultos. Con frecu<strong>en</strong>cia los jóv<strong>en</strong>es provi<strong>en</strong><strong>en</strong> de una cultura que aprecia<br />
excesivam<strong>en</strong>te la subjetividad y la búsqueda de la realización personal, mi<strong>en</strong>tras que a veces las<br />
personas adultas, o están ancladas <strong>en</strong> estructuras <strong>del</strong> pasado, o viv<strong>en</strong> un cierto des<strong>en</strong>canto <strong>en</strong><br />
relación con el «asamblearismo» de los años pasados, que fueron fu<strong>en</strong>te de verbalismo y de<br />
incertidumbre.<br />
Si es cierto que la comunión no existe sin la <strong>en</strong>trega de cada uno, es necesario que, desde el<br />
principio, se erradiqu<strong>en</strong> las ilusiones de que todo ti<strong>en</strong>e que v<strong>en</strong>ir de los otros y se ayude a<br />
descubrir con gratitud todo lo que se ha recibido y se está recibi<strong>en</strong>do de los demás. Hay que<br />
preparar desde el principio para ser constructores y no sólo miembros de la comunidad, para ser<br />
responsables los unos <strong>del</strong> crecimi<strong>en</strong>to de los otros, como también para estar abiertos y<br />
disponibles a recibir cada uno el don <strong>del</strong> otro, si<strong>en</strong>do capaces de ayudar y de ser ayudados, de<br />
sustituir y de ser sustituidos…<br />
3. Reflexión<br />
José María Guerrero, SJ, nos da algunas claves para construir la comunidad.<br />
a) Edificar sobre roca, no sobre ar<strong>en</strong>a<br />
Nuestras comunidades se basan <strong>en</strong> la fe, es decir, nos hemos congregado por iniciativa de<br />
Jesucristo, pero una comunidad de fe no se edifica sin cimi<strong>en</strong>tos humanos. No debemos pecar de<br />
angelismo, todos sabemos las profundas car<strong>en</strong>cias humanas de nuestras fraternidades, esto no<br />
nos debe descorazonar.<br />
En lo posible hay que poner nuestro esfuerzo, luchar por subir significativam<strong>en</strong>te la cuota de<br />
virtudes sociales 3 <strong>en</strong>tre nosotros, ser más exig<strong>en</strong>tes a la hora de recibir candidatos, y procurar<br />
una formación continua que incida sobre las normas de conviv<strong>en</strong>cia y respeto a los demás; sin un<br />
mínimo de conviv<strong>en</strong>cia no es posible vivir <strong>en</strong> comunidad.<br />
Se edifica una comunidad admiti<strong>en</strong>do al otro como tal, aceptando las difer<strong>en</strong>cias e<br />
integrándolas. Hace falta perdonar las debilidades de los demás como quiero y necesito que me<br />
perdon<strong>en</strong> las mías. Buscar <strong>en</strong>tre los miembros una madura y auténtica amistad informada por la<br />
caridad, p<strong>en</strong>etrada por la pres<strong>en</strong>cia de Cristo y fecunda <strong>en</strong> las actitudes de servicio hacía los<br />
demás. 4<br />
b) Respetarnos y aceptarnos como somos<br />
Hay que empezar por respetar el misterio <strong>del</strong> otro, personalizando y dialogando de tú a tú,<br />
buscando que todo se realice desde la persona y para b<strong>en</strong>eficio de la persona.<br />
Porque cuando no soy aceptado no soy nadie, Dios me creó y por tanto me acepta como<br />
único e irrepetible; así que los demás deb<strong>en</strong> reconocer a cada cual como es, amarlo como tal.<br />
Con frecu<strong>en</strong>cia nos confundimos y aceptamos a los demás de forma funcional, por lo que hac<strong>en</strong> -<br />
el trabajo que realizan- y esto lo puede hacer otro, pero ser yo mismo es mucho más. Cuando no<br />
soy aceptado/amado, no soy nadie. Una persona aceptada es feliz, porque sus posibilidades están<br />
3 Cf. VFC, 27<br />
4 Cf. VFC, 32<br />
3
abiertas a seguir creci<strong>en</strong>do. Esta aceptación no significa ignorar los defectos, sino animarlo y<br />
ayudarlo a superarlos.<br />
No esperar nada de una persona equivale a matarla, hacerla estéril, nada puede hacer. Dios<br />
nos acepta como somos, no como debiéramos ser. Como dice San Agustín: Un amigo es algui<strong>en</strong><br />
que sabe todo acerca de ti y, no obstante, te acepta.<br />
Esa aceptación recíproca requiere una constante donación, un gastarse por los otros, un<br />
morir yo para que el otro sea. Aceptar al otro no como un antagonista sino como algui<strong>en</strong> al que<br />
acompaño, a qui<strong>en</strong> puedo amar y dar lo mejor de mí, aquí radica la es<strong>en</strong>cia <strong>del</strong> cristianismo y de<br />
la vida consagrada.<br />
c) Construir comunidad exige integrar nuestras vidas<br />
Sólo desde el amor muto se construye la comunidad. Al admitir que somos pecadores y<br />
seguidores de Jesús, nos vemos comprometidos por un lado a ser agradecidos y por otro a<br />
corresponder a esa gran dignación. Al abrirnos a los demás nos vemos <strong>en</strong>riquecidos y podemos<br />
relativizar nuestros conflictos y al<strong>en</strong>tarnos a seguir creci<strong>en</strong>do.<br />
Se trata de integrar nuestra exist<strong>en</strong>cia con la de otros que yo no he buscado ni elegido, sino<br />
el Señor y llegar a s<strong>en</strong>tir que no me puedo realizar -según el plan de Dios-, sin ellos. El otro no<br />
es un incómodo compañero de viaje o un competidor, es al revés, yo no he sido llamado a vivir<br />
<strong>en</strong> solitario sino que he sido convocado con otros al seguimi<strong>en</strong>to de Jesús. Así los demás son un<br />
don <strong>del</strong> Señor para mí. Es la única manera de vivir <strong>en</strong> fraternidad que nos hace capaces -<strong>en</strong> el<br />
Señor- de amar y compartir con personas muy difer<strong>en</strong>tes, de buscar la persona por <strong>en</strong>cima de sus<br />
ideas, de buscar la unidad fundam<strong>en</strong>tal <strong>en</strong> Cristo que nos une <strong>en</strong> medio de un <strong>en</strong>riquecedor<br />
pluralismo.<br />
Los religiosos t<strong>en</strong>emos que ser obstinados buscadores de la unidad, superar ideologías<br />
subyac<strong>en</strong>tes, capaces de crear <strong>en</strong> las comunidades una vida más humana, un ambi<strong>en</strong>te más<br />
agradable y un vivir más evangélico.<br />
d) Nada se construye sino es desde el diálogo, la sinceridad y la transpar<strong>en</strong>cia<br />
Para crecer <strong>en</strong> comunidad la amistad se debe alim<strong>en</strong>tar, expresar y sacram<strong>en</strong>talizar con<br />
gestos, actitudes y palabras, con una comunicación vital. La comunicación no verbal (gestos,<br />
sil<strong>en</strong>cios, caras…) ll<strong>en</strong>a el 70% de nuestras relaciones. Por tanto, si queremos que la comunidad<br />
sea el espacio donde se comparta vida, es imprescindible el diálogo. Esto es un arte y hay que<br />
apr<strong>en</strong>derlo y poner mucho esfuerzo <strong>en</strong> ello. Hay que salir de mí mismo, escuchar poniéndome <strong>en</strong><br />
los zapatos <strong>del</strong> otro, ser constructores de pu<strong>en</strong>tes y jamás de zanjas con nuestros<br />
fundam<strong>en</strong>talismos. Sólo el diálogo nos ayuda a construir la unidad <strong>en</strong> la diversidad. Esfuerzo por<br />
hacer coincidir los sueños personales con los comunitarios. Confiarse es fiarse <strong>del</strong> otro y ser<br />
creído, digno de fe. 5<br />
Entramos <strong>en</strong> otro campo importante: la sinceridad sin la cual nada se puede construir. Ser<br />
sincero ti<strong>en</strong>e que llegar a ser una necesidad y una conversión de todos los días. Cuando la<br />
confianza y la sinceridad tocan al hombre interior se ha abierto el camino de la intimidad. Nos<br />
relacionamos no sólo <strong>en</strong> el mundo de las ideas, sino <strong>en</strong> el de los s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos.<br />
Nada construye tanto como la transpar<strong>en</strong>cia, <strong>en</strong> la comunidad las máscaras sólo son para<br />
divertirse, jamás para esconder la id<strong>en</strong>tidad. No se trata de decir lo que pi<strong>en</strong>so sino de decirme a<br />
mí mismo, cómo soy y cómo vivo. La claridad, aunque parezca dura es el mejor camino para<br />
<strong>en</strong>contrar al otro y para darle nuestro amor. 6<br />
5 Cf. VFC, 33<br />
6 Cf. GARCÍA, J. A., Hogar y taller. Seguimi<strong>en</strong>to de Jesús y comunidad. Sal Terrea, Santander, 1985, p. 13.<br />
4
Para crear una comunicación que valga la p<strong>en</strong>a hay que evitar el secretismo, dar la mayor<br />
cantidad de información posible, comunicar lo oficial, pero también lo que uno lleva de profundo<br />
y misterioso. Nos falta la unión de corazones y la alegría que es su expresión, hay que superar un<br />
cierto pudor a que me conozcan, sobre todo <strong>en</strong> lo que si<strong>en</strong>to allá <strong>en</strong> el hondón. 7<br />
e) La comunidad exige tiempos y <strong>en</strong>ergías<br />
La comunidad no es un lujo, sino una necesidad vital. La excusa de que no t<strong>en</strong>go tiempo que<br />
perder con los hermanos es muy peligrosa. La comunidad se hace constantem<strong>en</strong>te, necesita<br />
tiempo para crecer.<br />
No se trata de una formalidad: estar físicam<strong>en</strong>te juntos todo el tiempo, esto no lo resiste<br />
nadie, ya que todos requerimos espacios y tiempo para <strong>en</strong>contrarnos con nosotros mismos. Estar<br />
siempre unidos estando algunas veces juntos. Esa solitariedad -estar a solas, nunca solos- es<br />
necesaria para el <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro personal con el Amigo, con mis propias inquietudes, con mis<br />
proyectos, <strong>en</strong> fin, para agarrar fuerza y volver al desgaste comunitario. Hay que propiciar el<br />
espacio físico y psicológico para este <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro personal y contemplativo.<br />
f) por fin, apr<strong>en</strong>demos a hablar juntos de nuestra experi<strong>en</strong>cia de Dios<br />
Un elem<strong>en</strong>to clave para fortalecer la vida de fraternidad es la oración comunitaria, armonía<br />
que forman las personas cuando oran juntas. Traduce la alegría de los que t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do una sola alma<br />
y un solo corazón dan gracias al Padre con una misma voz.<br />
Una oración bi<strong>en</strong> preparada es el mejor servicio que hacemos a la fraternidad, nos ayudará a<br />
recuperar la conci<strong>en</strong>cia de que no nos hemos escogido mutuam<strong>en</strong>te para convivir sino que es<br />
Dios qui<strong>en</strong> nos ha convocado a todos.<br />
En la oración <strong>en</strong> común la comunidad percibe la vocación común: el amor de elección de<br />
Dios que nos hizo hermanos y que a través de una historia común nos ha ido mostrando sus<br />
caminos. Además <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra la fuerza para ser fiel a la misión y de parte de ésta recibe el s<strong>en</strong>tido<br />
y la ori<strong>en</strong>tación de su propia oración, como un flujo <strong>en</strong>riquecedor. 8<br />
La comunidad es una realidad <strong>en</strong> formación, la comunión de corazones, la vocación, la<br />
misión son dones que hay que agradecer, a la vez que una meta a la que t<strong>en</strong>der. En esta tarea<br />
estamos embarcados todos, ojala alcancemos la gracia de Dios para ser bu<strong>en</strong>os constructores.<br />
4. Profundizando desde el carisma agustino recoleto<br />
a) ¡Qué dulce es la caridad que hace habitar a los hermanos <strong>en</strong> unidad! (<strong>en</strong>. Ps. 132, 1).<br />
San Agustín <strong>en</strong> la <strong>en</strong>arratio al salmo 132, señalará, el don inm<strong>en</strong>so de parte de Dios que<br />
significa vivir <strong>en</strong> comunidad. No son los hermanos, los que con sus propias fuerzas y méritos,<br />
consigu<strong>en</strong> vivir <strong>en</strong> la dulce unidad de la caridad (<strong>en</strong>. Ps. 132, 1) d<strong>en</strong>tro de la comunidad. No se<br />
trata de una dinámica meram<strong>en</strong>te humana o psciológica. La gracia de Dios es la que capacita a<br />
los hermanos para que por <strong>en</strong>cima de todo aquello que los pueda dividir, ellos sean capaces de<br />
vivir <strong>en</strong> la unidad y concordia de la comunidad. La gracia de Dios, que es siempre un don y una<br />
manifestación gratuita de su amor (s. 291, 1) es la que capacita a los hermanos, convocados por<br />
la voz y “trompeta” Espíritu Santo (<strong>en</strong>. Ps. 132, 2), para vivir <strong>en</strong> la unidad de la comunidad. Por<br />
ello <strong>en</strong> esta misma <strong>en</strong>arratio al salmo 132, san Agustín utiliza como metáfora de la gracia, el<br />
rocío <strong>del</strong> monte Hermón, haci<strong>en</strong>do la interpretación exegética <strong>del</strong> nombre de Hermón como “luz<br />
elevada”, ya que la verdadera luz elevada es Cristo, de qui<strong>en</strong> procede la gracia que permite a los<br />
hermanos vivir <strong>en</strong> comunidad (<strong>en</strong>. Ps. 132, 11). Sin este rocío <strong>del</strong> Hermón, sin esta gracia de<br />
7 Cf. VFC, 29-34. El apartado comunicar para crecer juntos, es de una gran valía.<br />
8 Cf. VFC, 12-20 segm<strong>en</strong>to que lleva por título espiritualidad y oración común.<br />
5
Dios, los esfuerzos de los hermanos para convivir <strong>en</strong> comunidad no darán fruto, y <strong>en</strong>tre ellos no<br />
podrá existir la unidad deseable de la caridad:<br />
La gracia de Dios es lo que hace que los hermanos habit<strong>en</strong> <strong>en</strong> unidad. No por sus fuerza, no<br />
por sus méritos, sino por su don, por su gracia, como rocío <strong>del</strong> cielo. (En. Ps. 132, 10).<br />
Si llega a faltar esta gracia de Dios, que prepare las voluntades de los hermanos para que se<br />
dispongan a cumplir lo que Dios espera de ellos (corrept. 17), qui<strong>en</strong>es viv<strong>en</strong> <strong>en</strong> comunidad no<br />
podrán ni vivir <strong>en</strong> unidad, ni cumplir lo que prometieron <strong>en</strong> la profesión, ni tampoco perseverar<br />
<strong>en</strong> su santo propósito. Qui<strong>en</strong> ha sido llamado a vivir <strong>en</strong> la concordia y unanimidad de la<br />
comunidad, necesita reconocer el don y la gratuidad que implica vivir unido <strong>en</strong> la caridad de<br />
Cristo. Y ya que la comunidad religiosa vive d<strong>en</strong>tro de la gran comunidad de la Iglesia, el don de<br />
Dios se recibe <strong>en</strong> la Iglesia y para la Iglesia, por eso san Agustín m<strong>en</strong>ciona <strong>en</strong> la <strong>en</strong>arratio al<br />
salmo 132 el Monte Sión, que será siempre <strong>en</strong> el p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to agustiniano y <strong>en</strong> la interpretación<br />
exegética que hace de este nombre figura de la Iglesia:<br />
La luz elevada es Cristo. De él provi<strong>en</strong>e el rocío <strong>del</strong> Hermón, por lo que cuantos deseáis<br />
habitar <strong>en</strong> la unidad debéis desear este rocío y dejar que él os empape. De otro modo no podréis<br />
cumplir lo que habéis profesado, (…) ni podrés perseverar, al m<strong>en</strong>os que no os falte su alim<strong>en</strong>to.<br />
Su alim<strong>en</strong>to desci<strong>en</strong>de sobre los montes de Sión. (<strong>en</strong>. Ps. 132, 11).<br />
Sin embargo cuando esta gracia y don de Dios aparece <strong>en</strong> una comunidad y los hermanos<br />
dejan que esta gracia prepare sus voluntades (retr. 1, 10, 2) para cumplir el plan y los designos<br />
de Dios, los hermanos verdaderam<strong>en</strong>te pued<strong>en</strong> ser llamados monjes, <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido que el mismo<br />
san Agustín explica <strong>en</strong> esta <strong>en</strong>arratio al salmo 132. Son verdaderam<strong>en</strong>te monjes, no porque<br />
vivan <strong>en</strong> solitario y cada uno por su parte. Son monjes porque son una sola cosa, una sola<br />
realidad, unidos por la caridad de Cristo, formando también un solo cuerpo d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> mismo<br />
Cuerpo de Cristo que es la Iglesia:<br />
Qui<strong>en</strong>es viv<strong>en</strong> así <strong>en</strong> la unidad, constituy<strong>en</strong> un solo hombre y <strong>en</strong> ellos se verifica lo que está<br />
escrito ‘una alma y un corazón’; son muchos cuerpos, pero no muchas almas; son muchos<br />
cuerpos pero no muchos corazones. Son correctam<strong>en</strong>te llamados monós, es decir, uno solo. (<strong>en</strong>.<br />
Ps. 136, 6).<br />
b) Es preciso construir la comunidad<br />
San Agustín es consci<strong>en</strong>te <strong>del</strong> don que se recibe de parte de Dios para poder vivir <strong>en</strong> la<br />
unidad y <strong>en</strong> la concordia de la comunidad, pero sabe también que qui<strong>en</strong>es forman parte de la<br />
comunidad, deb<strong>en</strong> poner todo de su parte cada día para perseverar <strong>en</strong> el santo propósito y<br />
colaborar con la gracia recibida (<strong>en</strong>. Ps. 126, 2). Y la comunidad se comi<strong>en</strong>za a construir <strong>en</strong> el<br />
sil<strong>en</strong>cio de la propia oración y <strong>en</strong> la intimidad <strong>del</strong> <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro con Cristo. El religioso, cada día al<br />
<strong>en</strong>trar <strong>en</strong> lo más íntimo de su propia intimidad (conf. 3, 11) para abrazar con amor a Dios y<br />
abrazar el amor de Dios (trin. 8, 12), se une profundam<strong>en</strong>te a Cristo y se prepara para formar <strong>en</strong><br />
su propia comunidad, el cuerpo de Cristo y el Templo de Dios.<br />
En este s<strong>en</strong>tido debe ser leído el capítulo primero de la Regla de san Agustín, pues cuando<br />
dice “Vivid <strong>en</strong> unanimidad y concordia y honrad mutuam<strong>en</strong>te a Dios de qui<strong>en</strong> habéis llegado a<br />
ser templo”, no se debe leer sólo <strong>en</strong> un s<strong>en</strong>tido individual y particular, sino que esta frase ti<strong>en</strong>e,<br />
ante todo, una lectura comunitaria: toda la comunidad es el templo de Dios, es el lugar <strong>en</strong> donde<br />
Cristo habita. Un templo y una casa de Dios que se edifica con la propia viv<strong>en</strong>cia espiritual, pues<br />
<strong>del</strong> <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro con Cristo <strong>en</strong> la intimidad <strong>del</strong> corazón es preciso pasar al reconocimi<strong>en</strong>to de Cristo<br />
<strong>en</strong> cada uno de los hermanos y <strong>en</strong> cada una de las situaciones y circunstancias que pueda<br />
atravesar la comunidad. Sólo cuando Cristo habita <strong>en</strong> el corazón de cada religioso, éste puede<br />
habitar el <strong>en</strong> corazón de toda la comunidad. San Agustín lo expresa de esta manera:<br />
6
Quede clavado <strong>en</strong> vuestro corazón el que por vosotros fue clavado <strong>en</strong> la cruz. (…) No os es<br />
lícito amar poco a aquel por qui<strong>en</strong> r<strong>en</strong>unciasteis a amar hasta lo que sería lícito. (uirg. 55, 56).<br />
Y junto con la oración, la eucaristía, que es el Cuerpo de Cristo, fortalece a los hermanos,<br />
los invita y exhorta a construir <strong>en</strong> la unidad y caridad, el mismo cuerpo de Cristo <strong>en</strong> la<br />
comunidad. Por ello dice san Agustín lapidariam<strong>en</strong>te, parafraseando a san Pablo, “vosotros sois<br />
el Cuerpo de Cristo” (s. 227, 1) y lo que está <strong>en</strong> el altar después de la consagración es lo mismo<br />
que los religiosos deb<strong>en</strong> aspirar a ser, cuerpo de Cristo <strong>en</strong> comunión con los otros miembros de<br />
Cristo de la propia comunidad (s. 229, 3). Y sólo pued<strong>en</strong> beber la sangre de Cristo, los que viv<strong>en</strong><br />
unidos a Cristo, los que son miembros de su propio cuerpo y están <strong>en</strong> comunión con los otros<br />
miembros, como también los religiosos que viv<strong>en</strong> <strong>en</strong> la perfecta concordia comunitaria y viv<strong>en</strong><br />
unidos <strong>en</strong> la caridad de Cristo d<strong>en</strong>tro de la comunidad. Por ello dice san Agustín, haci<strong>en</strong>do un<br />
hermoso juego de palabras, “simul bibimus, quia simul vivimus” (lo bebemos juntos porque<br />
vivimos juntos). (s. 229, 2).<br />
c) El amor edifica<br />
La caridad de Cristo que es la que edifica la comunidad (<strong>en</strong>. Ps. 132, 1) ti<strong>en</strong>e una serie de<br />
manifestaciones muy concretas <strong>en</strong> la vida de toda comunidad, como pued<strong>en</strong> ser <strong>en</strong> primer lugar<br />
la paci<strong>en</strong>cia, el saber soportar por amor, a qui<strong>en</strong>es están todavía <strong>en</strong> un camino de conversión sin<br />
estar pl<strong>en</strong>am<strong>en</strong>te empeñados <strong>en</strong> t<strong>en</strong>er un solo corazón y una sola alma hacia Dios (op. mon. 38).<br />
Dios ti<strong>en</strong>e paci<strong>en</strong>cia con ellos esperando su conversión final. Qui<strong>en</strong> vive <strong>en</strong> comunidad debe<br />
esforzarse por vivir con amorosa paci<strong>en</strong>cia (<strong>en</strong>. Ps. 36, 3, 17).<br />
Por otra parte el perdón y la reconciliación edifica y sana la comunidad, convirtiéndose ésta<br />
<strong>en</strong> un lugar de <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro armonioso de los hermanos y de todos ellos con los miembros de la<br />
Iglesia y con Dios, pues el mal se v<strong>en</strong>ce a fuerza de bi<strong>en</strong> (<strong>en</strong>. Ps. 36, 2, 1).<br />
Por otra parte lo que cada hermano va descubri<strong>en</strong>do de Dios, debe estar dispuesto a<br />
compartirlo con los demás hermanos, para mutuam<strong>en</strong>te <strong>en</strong>c<strong>en</strong>derse <strong>en</strong> el amor de Dios y<br />
mutuam<strong>en</strong>te avivar el fuego de la caridad que los une <strong>en</strong> la comunidad (<strong>en</strong>. Ps. 33, 2, 6).<br />
Las palabras de los hermanos deb<strong>en</strong> ser fruto siempre de la raíz <strong>del</strong> amor para que no dañ<strong>en</strong><br />
la comunión de la comunidad. Por ello es preciso hablar o callar siempre por amor:<br />
Si callas, que por amor calles, si gritas, que por amor grites; si corriges, que por amor<br />
corrijas; si perdonas, que por amor perdones; la raíz <strong>del</strong> amor está d<strong>en</strong>tro. De esta raíz no<br />
puede salir sino el bi<strong>en</strong>. (Io. ep. tr. 7, 8).<br />
Sin olvidar el daño que puede hacer la murmuración d<strong>en</strong>tro de la comunidad, como nos<br />
recuerda san Posidio <strong>en</strong> lo que nos cu<strong>en</strong>ta <strong>del</strong> cartel que san Agustín mandó colocar <strong>en</strong> su<br />
refectorio <strong>en</strong> contra de la murmuración (uita 22). La verdad debe ser la moneda corri<strong>en</strong>te d<strong>en</strong>tro<br />
de una comunidad, siempre y cuando ésta v<strong>en</strong>ga acompañada <strong>en</strong> todo caso de la caridad. Si a la<br />
verdad le falta la caridad, no aprovecha para nada (c. Faust. 32, 18).<br />
La colaboración y el trabajo pronto y alegre de cada religioso muestra el empeño por<br />
construir y edificar la comunidad fraterna, <strong>en</strong> donde lo que se busca no son una serie de<br />
elem<strong>en</strong>tos y comodidades humanas, sino el Reino de Dios <strong>en</strong> el seguimi<strong>en</strong>to de Cristo:<br />
Mostrad, pues, vuestra compasión y vuestra misericordia, probándoles a los hombres que<br />
no buscáis una vida fácil <strong>en</strong> el ocio, sino el Reino de Dios por el camino estrecho y difícil de este<br />
propósito. (op. mon. 28, 36).<br />
d) Los primeros recoletos y el recreo comunitario (FV 9)<br />
Los primeros recoletos vivieron con pasión la comunión d<strong>en</strong>tro de la comunidad. Una<br />
pasión que queda reflejada <strong>en</strong> las páginas de la Forma de Vivir. Además de lo dicho sobre la<br />
oración, la eucaristía y las virtudes propias de la vida de comunidad, la Forma de Vivir les pidió<br />
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a los primeros recoletos que pusieran un especial interés <strong>en</strong> el recreo comunitario. Se trata de un<br />
elem<strong>en</strong>to que forma parte de nuestro patrimonio espiritual como agustinos recoletos, y que hoy<br />
por desgracia, a causa de la prisa, <strong>del</strong> trabajo, <strong>del</strong> activismo o simplem<strong>en</strong>te de un individualismo,<br />
se va perdi<strong>en</strong>do.<br />
La primera señal que un religioso ha dejado de t<strong>en</strong>er tiempo para Dios (aunque no falte a los<br />
mom<strong>en</strong>tos de la oración <strong>en</strong> comunidad) es que ya no ti<strong>en</strong>e tampoco tiempo para sus hermanos.<br />
La Forma de Vivir nos invita a salvaguardar los espacios y tiempos de conviv<strong>en</strong>cia fraterna<br />
como un “don y tarea”, don porque Dios nos permite vivir <strong>en</strong> la concordia comunitaria por su<br />
gracia, y experim<strong>en</strong>tar la b<strong>en</strong>dición de Dios de t<strong>en</strong>er hermanos con qui<strong>en</strong>es podemos compartir,<br />
conversar, reír o simplem<strong>en</strong>te bi<strong>en</strong>-estar; tarea, pues cada mom<strong>en</strong>to de recreo comunitario exige<br />
una disposición de acogida y una voluntad de edificación de la comunidad, evitando todo lo que<br />
pueda ser un impedim<strong>en</strong>to.<br />
De este modo, <strong>en</strong> la Forma de Vivir se prescribe con mucho detalle el tiempo de cada uno de<br />
los recreos, así como las cosas que <strong>en</strong> ellos se pued<strong>en</strong> hacer o no:<br />
Después de comer se recrearán una hora estando juntos todos, y platicando <strong>en</strong>tre sí <strong>en</strong><br />
cosas ni pesadas, ni que m<strong>en</strong>os desdigan de nuestro hábito y profesión, ni que dej<strong>en</strong> destruido el<br />
espíritu. Y lo mismo después de la refección de la tarde, por espacio de tres cuartos de hora.<br />
(FV 9, 2).<br />
Todo ello para manifestar la importancia que <strong>en</strong> la viv<strong>en</strong>cia religiosa <strong>del</strong> recoleto debe t<strong>en</strong>er<br />
el recreo comunitario. Un recreo que no puede restringirse a ser un mom<strong>en</strong>to de estar reunidos <strong>en</strong><br />
sil<strong>en</strong>cio <strong>en</strong> torno a la televisión, ni un mom<strong>en</strong>to <strong>del</strong> que el religioso agustino recoleto se puede<br />
disp<strong>en</strong>sar a sí mismo de manera consuetudinaria. Es preciso <strong>en</strong>riquecer nuestros recreos<br />
comunitarios, desde la fi<strong>del</strong>idad creativa al propio carisma agustino recoleto. Hay que descubrir<br />
toda la riqueza que provi<strong>en</strong>e de los <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tros comunitarios, para poder decir verdaderam<strong>en</strong>te<br />
con san Agustín, que la comunidad es el lugar <strong>en</strong> donde Dios <strong>en</strong>vía la b<strong>en</strong>dición, pues los<br />
hermanos se empeñan <strong>en</strong> vivir con una sola alma y un solo corazón dirigidos hacia Dios (s. 356,<br />
2).<br />
5. Preguntas para la reflexión personal <strong>en</strong> ambi<strong>en</strong>te de oración (30 min)<br />
¿Resu<strong>en</strong>a el llamado de los hermanos <strong>en</strong> tu vida? En relación a la parábola.<br />
¿Cómo recibes y celebras el don de la fraternidad?<br />
¿Qué elem<strong>en</strong>tos personales aportas <strong>en</strong> la construcción de tu comunidad?<br />
¿Qué iluminación o suger<strong>en</strong>cias recoges de la experi<strong>en</strong>cia de San Agustín y los primeros<br />
recoletos <strong>en</strong> cuanto la vida <strong>en</strong> fraternidad –don y tarea-?<br />
6. Puesta <strong>en</strong> común<br />
Comparte con los demás las resonancias que <strong>en</strong> tu reflexión personal se han producido. ¿Se<br />
podrá llegar a algún compromiso comunitario de cara a mejorar la vida fraterna?<br />
7. Oración (<strong>en</strong> sil<strong>en</strong>cio):<br />
8. Mom<strong>en</strong>to celebrativo. La eucaristía y/o la comida.<br />
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