PORTADA JUNIO 2009 - Passio Christi

EL CORAZÓN DE JESÚS,
Y NUESTRO CORAZÓN
NUESTRO DIOS
ES TODO CORAZÓN
Cuando alguien nos comunica una
mala noticia y nos sentimos afectados,
decimos: “Me has traspasado el corazón”,
“Me has atravesado el alma”. Con
ello expresamos la realidad del dolor
que nos embarga. Nos sentimos profundamente
conmovidos en lo más hondo.
También el sentido bíblico y la tradición
espiritual de la Iglesia entiende “el
corazón” como “lo más profundo del ser”
(Jr 31,33) (C.I.C. 368). Es en el corazón
donde nos decidimos o no por el Señor
(Dt. 6,5; 29,3; Is. 29,13; Ez 36,26; Mt
6,21; Lc 8,15; Rm 5,5).
Y, por eso, el corazón, nuestro corazón,
en un sentido espiritual, nos sirve
para expresar el “máximo dolor” que alcanza
toda nuestra persona y nos sirve,
también, para expresar el máximo
amor. Porque cuando amamos a alguien
de todo corazón, amamos sinceramente,
lealmente, fielmente. Y si amamos a
Dios con todo el corazón lo amamos sobre
todas las cosas.
Esta mirada sobre el corazón humano
nos ayuda a comprender el CO-
RAZÓN DE JESÚS, ese corazón divino
y humano, traspasado por nuestros pecados
y para nuestra salvación. Ese Corazón
indica y simboliza el amor con
que Jesús ama al Padre y nos ama a
nosotros (C.I.C. 478). Es, precisamente,
el Corazón de Jesús, traspasado por la
lanza en la Cruz el signo del nacimiento
de la Iglesia como sacramento de salvación,
pues así como del costado de
Adán nació Eva, así del Costado del
Nuevo Adán nace la nueva Eva: la Iglesia
(L.G.3; S.C.5; C.I.C. 766). Es decir, el
Corazón del Señor simboliza nuestro
nacimiento. Nosotros, hemos nacido en
el Corazón de Cristo a la fe. En ese Corazón
somos custodiados y en Él sere-
Revista Pasionario/196
mos recibidos por su misericordia en la
hora de nuestra muerte.
CONFIAR SIEMPRE EN ÉL
¡Qué grande e importante es, pues,
confiar en el Corazón de nuestro Señor!
Es importante porque, en el Corazón
de Jesús, reconocemos su amor a todos
y a cada uno de nosotros, reconocemos
su entrega de amor hasta la muerte. No
confiamos en algo caduco ni en alguien
solamente humano, sino en el Hijo de
Dios hecho hombre. Confiamos en Él,
¡Amigo que
nunca
falla!