Concurso Literario UC - Dirección de Asuntos Estudiantiles ...
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S SELECCIÓN DE CUENTOS PREMIADOS 2008 S<br />
<strong>Concurso</strong> <strong>Literario</strong> <strong>UC</strong><br />
DIRECCIÓN GENERAL ESTUDIANTIL
S SELECCIÓN DE CUENTOS PREMIADOS 2008 S<br />
<strong>Concurso</strong> <strong>Literario</strong> <strong>UC</strong>
1 a edición: mayo <strong>de</strong> 2009<br />
© Pontificia Universidad Católica <strong>de</strong> Chile<br />
<strong>Dirección</strong> General Estudiantil<br />
Alameda 340, Santiago, Chile<br />
Impreso en Chile<br />
Impreso por Andros Impresores.<br />
Santa Elena 1955, Santiago, Chile<br />
Portada<br />
Elena Manríquez<br />
Ilustración <strong>de</strong> portada<br />
Alex Pelayo<br />
Diseño y diagramación<br />
Elena Manríquez<br />
Prohibida su reproducción.
S SELECCIÓN DE CUENTOS PREMIADOS 2008 S<br />
<strong>Concurso</strong> <strong>Literario</strong> <strong>UC</strong><br />
DIRECCIÓN GENERAL ESTUDIANTIL
9 Prólogo Cuentos<br />
Patricia Espinosa<br />
13 Tres Veces<br />
Isabel Baboun • Teatro<br />
PRIMER LUGAR<br />
23 Flores amarillas<br />
Francisco Villarreal • Historia<br />
SEGUNDO LUGAR<br />
35 Ciento setenta soles<br />
Felipe Fuentes • Doctorado en Letras<br />
TERCER LUGAR<br />
43 Actores secundarios<br />
Álvaro Jeldrez • Ingeniería Comercial<br />
MENCIÓN HONROSA<br />
51 De los seres extraños que rondan por la Facultad <strong>de</strong> Letras<br />
Álvaro Valenzuela • Letras<br />
MENCIÓN HONROSA<br />
55 El circo<br />
Camila Russo • Periodismo<br />
MENCIÓN HONROSA<br />
63 Elíxir primaveral<br />
Daniela Gaggero • Magíster en Arquitectura<br />
MENCIÓN HONROSA<br />
71 Reencuentro<br />
Nicolás León • Ingeniería Civil<br />
MENCIÓN HONROSA<br />
83 Misterios <strong>de</strong> campus<br />
Saúl Zúñiga • Psicología<br />
MENCIÓN HONROSA<br />
91 Carnaval<br />
José Luis Hernán<strong>de</strong>z • Ingeniería Civil<br />
MENCIÓN HONROSA<br />
100 Jurado <strong>Concurso</strong> <strong>Literario</strong> <strong>UC</strong><br />
Categoría Cuentos<br />
ÍNDICE
PRÓLOGO CUENTOS<br />
Ricardo Piglia en su primera <strong>de</strong> las diez tesis sobre el cuento señala:<br />
“un cuento siempre cuenta dos historias”. Es <strong>de</strong>cir, cuenta la<br />
historia ficticia y cuenta la historia personal <strong>de</strong>l autor; o nada más<br />
ni nada menos que su vida ficcionalizada. Como si a fin <strong>de</strong> cuentas<br />
todo no fuera sino el entrecruce <strong>de</strong> dos ficciones. Porque no sería<br />
posible escribir <strong>de</strong>jando aparte la historia personal; tramar<br />
literatura y vida se vuelve casi una ley, un pie forzado que <strong>de</strong>bemos<br />
asumir a partir <strong>de</strong> la revitalización <strong>de</strong> una literatura que se asuma<br />
entonces como iluminación, pero una iluminación adherida a la<br />
materialidad, a nuestro cotidiano, a nuestro <strong>de</strong>venir; siempre<br />
atentos a palpar lo inmediato no sólo como acontecimiento ligado<br />
al presente sino en tanto asimilable a nuestra condición existencial.<br />
Vivimos en un entorno cargado <strong>de</strong> competitividad, cada vez más<br />
aislados y atemorizados ante el otro. De algún modo, se va<br />
perdiendo la batalla. Pero es ahí, precisamente, en la conciencia<br />
<strong>de</strong>l posible fracaso cuando <strong>de</strong>be emerger la estrategia <strong>de</strong> lucha.<br />
Una lucha que sin duda tiene en la literatura un buen aliado. El<br />
hacer literario pue<strong>de</strong> ser una contestación al aplastamiento <strong>de</strong> la<br />
sensibilidad, al silenciamiento <strong>de</strong> los discursos, a la <strong>de</strong>smesurada<br />
importancia que adquiere el triunfalismo, el exitismo fácil, la<br />
obligatoriedad <strong>de</strong> volverse un individuo incapacitado para el goce
estético, la intimidad creativa y la actitud dialógica y tolerante con<br />
el mundo.<br />
Este concurso, organizado por la <strong>Dirección</strong> General Estudiantil<br />
<strong>de</strong> nuestra universidad, aparece como un punto <strong>de</strong> inflexión<br />
importante <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> lo que constituye habitar el espacio<br />
universitario. Digo habitar y no transitar, habitar por hacer suyo,<br />
por apropiarse, por instalarse o territorializar, por armar un lugar<br />
involucrándonos vitalmente, con las vísceras. Porque no se trata<br />
<strong>de</strong> estar acá “sacando” una carrera, corriendo por obtener un<br />
grado. Se trata <strong>de</strong> tomar conciencia que acce<strong>de</strong>r al saber inscrito<br />
en la Aca<strong>de</strong>mia significa un compromiso que nos llena <strong>de</strong><br />
responsabilidad. El espacio universitario, nuestro cotidiano, ha<br />
sido el punto central <strong>de</strong> la convocatoria literaria que nos reúne.<br />
Lugares a veces reconocibles, otras difuminado, afantasmado.<br />
Relatos don<strong>de</strong> los campus universitarios permiten instalar<br />
discursos que parodian la propia universidad o la mutan en un<br />
espacio mítico o fantástico que permite la emergencia <strong>de</strong> discursos<br />
amorosos, <strong>de</strong> crítica social e incluso <strong>de</strong> puesta en cuestión <strong>de</strong> la<br />
propia literatura. Diversidad ha sido un concepto <strong>de</strong>masiado<br />
presente en los cuentos seleccionados. Porque hemos recibido una<br />
gran cantidad <strong>de</strong> relatos, <strong>de</strong> alumnos provenientes <strong>de</strong> diversas<br />
disciplinas, no sólo literarias, lo cual <strong>de</strong>muestra una suerte <strong>de</strong><br />
necesidad extrema o avi<strong>de</strong>z por el arte, por la literatura, por<br />
ampliar el ámbito disciplinario, por encontrar un espacio, un<br />
género, en este caso el cuento, que les permita volcar los residuos,<br />
fragmentos <strong>de</strong> intimidad o aquellos “flachazos” <strong>de</strong> iluminaciones<br />
cotidianas. Y esas experiencias materializadas en literatura están<br />
cargadas <strong>de</strong> sentido, <strong>de</strong>jan una huella, intervienen material y<br />
trascen<strong>de</strong>ntalmente sus existencias y logran conmover, intervenir
en sus lectores. Cada uno <strong>de</strong> los relatos que el jurado ha leído, han<br />
sido capaces <strong>de</strong> sacudirnos o <strong>de</strong> movernos el piso. Ninguno ha<br />
generado nuestra indiferencia. Y eso es un gran mérito. Más allá<br />
<strong>de</strong> la inevitable jerarquización que implica un concurso, puedo<br />
asegurarles que todos los textos nos han <strong>de</strong>jado frases, enunciados,<br />
formas particulares <strong>de</strong> ver el mundo. Su escritura se ha quedado<br />
en nuestras cabezas y prontamente tendrán más lectores que<br />
podrán compartir nuestra experiencia a través <strong>de</strong> este libro. Aquí<br />
están sus textos: Tres veces, Flores Amarillas, Ciento setenta soles,<br />
Elíxir primaveral, Actores secundarios, Carnaval, Misterios <strong>de</strong><br />
campus, Reencuentro, De los seres extraños que rondan por la<br />
Facultad <strong>de</strong> Letras, El circo. Diez escritores, diez formas <strong>de</strong><br />
reconstruir la realidad. A través <strong>de</strong> los años, muchos <strong>de</strong> los<br />
participantes y ganadores <strong>de</strong>l concurso han seguido escribiendo,<br />
han publicado y están ganando un espacio en el circuito <strong>de</strong> la<br />
narrativa nacional. Finalmente quiero darles una pequeña<br />
recomendación para lo que han logrado y lo que viene: mantener<br />
la humildad y el rigor; así se vive, se hace literatura, se crece<br />
intelectualmente, se obtienen postgrados, se publican libros, se<br />
recibe un premio. A fin <strong>de</strong> cuentas, ser una mejor persona y<br />
<strong>de</strong>dicarse a la escritura son una misma cosa, ¿no les parece?<br />
Santiago, Chile. Abril, 2009.<br />
Patricia Espinosa Hernán<strong>de</strong>z.<br />
Presi<strong>de</strong>nta <strong>de</strong>l Jurado<br />
Académica <strong>de</strong>l Instituto <strong>de</strong> Estética <strong>UC</strong>
Isabel Baboun<br />
1 er lugar<br />
4° año <strong>de</strong> Teatro<br />
Isabel Baboun (24 años) comenzó<br />
a escribir gracias a la literatura, y<br />
comenzó a leer gracias al teatro.<br />
Empezó a hacer teatro en el colegio,<br />
y llevada por una motivación<br />
personal para enriquecer a los personajes<br />
se fue interesando en la<br />
literatura. De ahí <strong>de</strong>rivó en la escritura.<br />
Una vez en tercero o cuarto<br />
medio esta necesidad se fue haciendo<br />
más consciente y seria.<br />
Sus autores favoritos son Clarice<br />
Lispector, William Faulkner,<br />
Diamela Eltit, Roland Barthes y<br />
Virginia Wolf. De ésta última, el<br />
libro Las Olas fue revelador y <strong>de</strong>finitivo<br />
para Isabel: “Lo leí este año<br />
y tiene mucho que ver con lo que<br />
estaba haciendo, tanto actoralmente<br />
como con lo que yo quería<br />
hacer en escritura”.<br />
A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la literatura, el cine<br />
ha tenido gran influencia en los<br />
cuentos <strong>de</strong> Isabel, principalmente<br />
Ingmar Bergman y Raúl Ruiz.<br />
“Tres veces” lo escribió para<br />
este concurso. Parte <strong>de</strong> la historia<br />
está basada en dos anécdotas<br />
que le ocurrieron en tercer y cuarto<br />
año, y sabiendo que existía el<br />
concurso, <strong>de</strong>cidió ampliarlas y extremarlas<br />
para escribir el cuento.
Tres Veces<br />
A Judith<br />
En el tiempo <strong>de</strong> este estado. El mío.<br />
En resumen<br />
Trago con dificultad y sueño que como cuando duermo. Amanezco<br />
sin hambre. Bajo <strong>de</strong> peso. Un cambio. La piel no aguanta sin roce.<br />
Yo no aguanto sin manos o codos que hagan contorno. Algún otro<br />
que lo haga para mí. Probablemente <strong>de</strong> a dos sea más fácil. Todo,<br />
esto, lo otro.<br />
Ya son cuatro años que estudio, que pienso. Cuatro años <strong>de</strong> libros,<br />
<strong>de</strong> citas (<strong>de</strong> textos), <strong>de</strong> notas al pie. Cuatro años <strong>de</strong> apuro, <strong>de</strong><br />
brazos cansados. La fatiga, y queda éste. El cuarto. El último. Sigo<br />
sola y no sé qué más, no sé dón<strong>de</strong> más. Nadie y pienso. Me quedo<br />
y sigo pensando. Para qué. Siento pensar (por lo menos siento<br />
algo). Algo por favor, que ocurra <strong>de</strong> prisa, por espanto, un entusiasmo.<br />
Por favor alguien, a quien pertenezca, o mejor, alguien que<br />
pueda pertenecerme. Pertenecer, en alguien alguna vez. Pertenencia<br />
necesaria. Con esto, con lo que hago. Con eso, con lo que soy. Con<br />
lo que podría ser. Con lo que invento, con lo que asumo como mío.<br />
Pertenecer <strong>de</strong>ntro, pertenecer fuera. Perteneciendo, en lugares, a
Isabel Baboun<br />
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cuántos <strong>de</strong> una sola vez. Hacerlo cuando hablo. Intentar serlo.<br />
Aunque no me pertenezca. Aunque no me <strong>de</strong>termine.<br />
Y entonces, lo que sigue 1 :<br />
Escena: La figura apunta a toda “escena”<br />
(en el sentido restringido <strong>de</strong>l término)<br />
como intercambio <strong>de</strong> cuestionamientos recíprocos.<br />
Roland Barthes, “Fragmentos <strong>de</strong> un discurso amoroso”<br />
1 La acción se <strong>de</strong>sarrolla <strong>de</strong>ntro y fuera <strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> clases. Primero <strong>de</strong>ntro.<br />
Luego fuera. La puerta es la número ocho. Es azul. (Sugiero respetar el<br />
color mencionado, ya que es ese el color <strong>de</strong> la puerta y no otro). La sala se<br />
ubica en el segundo piso, don<strong>de</strong> se advierte el patio central y la Virgen. Es<br />
importante respetar el ritmo y puntuación <strong>de</strong> los personajes en pos <strong>de</strong> una<br />
posible representación. Se necesitarán dos actores a pesar que aparecen tres<br />
a lo largo <strong>de</strong>l relato (aunque el tercero sea ficción). Sugiero alguna lluvia intermitente.<br />
En escena, una silla tipo living comedor. Algunos vestidos en<br />
<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n. Un par <strong>de</strong> zapatos negros taco alto en el suelo. De charol.<br />
Es ELLA quien empieza, quien se aproblema, quien intenta solucionar.<br />
ÉL escucha y sabe cómo ayudarla. Lo intenta. Siente <strong>de</strong> manera “imprecisa”.<br />
Se conocen y podrían gustarse. Pue<strong>de</strong>n.<br />
Son las 18:30, aproximadamente.
Tres veces<br />
La actriz<br />
Cuando llorar no alcanza. Cuando verlo sólo permite el abrazo, un espacio<br />
<strong>de</strong> tiempo que comparte, que <strong>de</strong>dica antes <strong>de</strong> la clase para lo perfecto,<br />
<strong>de</strong> su parte, <strong>de</strong> la mía. El espacio que <strong>de</strong>jo <strong>de</strong> mí misma cuando<br />
hago un silencio, cuando lo miro sin <strong>de</strong>cir, cuando espero. No me pertenece.<br />
Él no me pertenece. El espacio me queda gran<strong>de</strong>, <strong>de</strong>masiado<br />
gran<strong>de</strong>. Tanto como mi porte, el tamaño <strong>de</strong>smedido <strong>de</strong> mis pechos<br />
que engordan, <strong>de</strong> mis manos que sudan. No mejoro aunque llegue alguien,<br />
aunque se que<strong>de</strong> metido resistiendo, en mi vida, aguantando.<br />
Creo que voy enfermando. Un poco. En este espacio, mi cuerpo que<br />
sostengo, que él me exige para el trabajo, para el estudio. Segunda vez<br />
que soy su alumna. Primera que lo pienso y me importa más <strong>de</strong> lo necesario.<br />
Él es importante. Yo soy importante. Lo soy, hasta que saberlo<br />
no sea sólo pensamiento.<br />
Judith: Mi hermano se está muriendo, mi amante se está muriendo,<br />
los estoy matando a los dos. –dice Judith– pensativa mirando al infinito<br />
con cara <strong>de</strong> nada. Sin cara, como quien mastica y traga al mismo<br />
tiempo.<br />
Judith. El personaje. Ella sí es importante. Judith está escrita en<br />
un libro. Tiene frases importantes. Tiene frases. Cosas importantes.<br />
Puntos y apartes. Paréntesis a veces. Judith es protagonista. Es el<br />
héroe-monstruo <strong>de</strong> la historia. Tiene un cuchillo. Lo afila, mata,<br />
entierra. Y tiene veinte, o algo así (veinte años, no cuchillos). Está<br />
enferma. Lo dice en la obra. De corrido doce hojas y cuántas más<br />
que no están escritas, publicadas. Y canta en dos escenas. Y dice<br />
mierda, con mayúscula y negrita. Tiene que dar muerte a su hermano.<br />
Ahora, en la parte que sigue, llora. Tengo que hacerlo. Yo,<br />
tengo que hacerlo. Soy Judith, el personaje. Representarla. Y ahora<br />
tengo que llorar. Justo aquí. Justo acá. Un poco más y lo consigo.<br />
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Isabel Baboun<br />
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Un poco. Me pellizco un brazo. Él mira atento, esperando. Lo<br />
hago, sin que se dé cuenta. Llorar sintiendo, pellizcando.<br />
Yo, su alumna. Él, profesor <strong>de</strong> actuación.<br />
Él es un hombre, pienso. Primero, es un hombre.<br />
No me concentro, no siendo otra, no siendo yo misma. Calma,<br />
me dice él y repito la acción. Llorar, eso es lo que tengo que hacer,<br />
lo que me pi<strong>de</strong> que haga, lo que no entiendo, lo que parece espontáneo<br />
y me resulta <strong>de</strong>fectuoso. Lo que toca <strong>de</strong> momento, <strong>de</strong> raíz.<br />
Que llorar es el error más triste, concebible en la distancia que se<br />
acorta, que no se alarga, no cuando sus brazos son cortos y no me<br />
alcanzan.<br />
Llorando tengo memoria unos segundos más que cuando hablo.<br />
Es una escena, me dice. Escucha, respira y respon<strong>de</strong>, luego llora,<br />
luego hazlo como dice en el texto. Hazlo pensando en qué se yo, y<br />
repite lo que sabes que te dije, hasta que logres un llanto abundante,<br />
como quien ya no pue<strong>de</strong>, como quien ya no sabe porqué, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
abajo, piensa, imagina y llora como cuando te sientes triste. Respon<strong>de</strong><br />
con el cuerpo, con el estómago en blanco, con la presión en<br />
la cabeza. Resiste respirar mientras intentas. No te <strong>de</strong>sbor<strong>de</strong>s, controla,<br />
hazlo pero no expulses. Mírame y no pienses en alguien, llora<br />
porque es lo que Judith hace cuando reclama, cuando da muerte a<br />
su hermano. –Cuando gritar para ella es difícil– dije completando,<br />
resolviendo, menospreciando, <strong>de</strong>testando, ansiando, perdiendo, sabiendo<br />
que Judith no existe Judith no existe Judith no existe Judith<br />
no existe Judith no existe Ju<br />
es una línea, una etiqueta, tira <strong>de</strong> papel, en línea recta, subrayando,<br />
un tajo abierto.<br />
Y <strong>de</strong>saparezco. Siendo Judith. Siendo ella. Intentando.<br />
Me gusta su boca, la <strong>de</strong> él esparciendo su nombre en la mía.
Tres veces<br />
La imagino larga, una bestia. Y lo imagino así. Mirándome. Nada<br />
más. Decirle esto, contarle, creerle. Sí, sí, creerle que podría ser,<br />
que podríamos ser dos. Nosotros dos. Tan lejos <strong>de</strong> él que acercarme<br />
es un dolor. Una bestia. Un beso.<br />
–Fuerte y preciso controla, sugiere con los ojos, aleja con el cuerpo–<br />
indica ronco, raspando, un corte. Y mis ojos miran al frente, al<br />
vacío <strong>de</strong>l que actúa “al más allá” que es muralla, <strong>de</strong>l que se hun<strong>de</strong>,<br />
<strong>de</strong>l que no sabe volver, al nombre, al cuerpo que tiembla, inestable,<br />
que parece apacible, que se obliga al llanto dirigido. No entien<strong>de</strong>.<br />
Ensaya conmigo y no me advierte, no como quiero, no aunque me<br />
respira en el cuello, encima <strong>de</strong> la boca, mi cintura en sus <strong>de</strong>dos, y la<br />
boca y las manos y la rabia y el color rojo, y la luz fuerte, y los pies<br />
se muelen abajo y las piernas y me torturo, y sigo intentando. Ir<br />
a<strong>de</strong>lante, sin preguntármelo, sin pensarlo. Sigo, avanzo, actúo, llanto<br />
dirigido.<br />
El apuro premedita lo incorrecto. El incorregible disgusto <strong>de</strong><br />
alejarse y casi llorar es probarte, jodidamente probarte.<br />
Él me mira inconstante, en pasillos y los paseos por Campus<br />
Oriente, el patio <strong>de</strong> Música los viernes por la tar<strong>de</strong>, el café <strong>de</strong> las<br />
seis en punto, el ensayo extra, el kiosco, un cigarro, las conversaciones<br />
en su auto estacionado, las galletas <strong>de</strong> soda, el vicio <strong>de</strong> tenerlo<br />
cerca, el horror <strong>de</strong> saber que lo tengo cerca. –Tú, mi alumna favorita–<br />
dice.<br />
Judith ya no intenta, Judith ya no quiere. Su turno, <strong>de</strong> Judith,<br />
<strong>de</strong>l cuchillo en la escena que sigue. Sobra el cuchillo, exagero el impulso.<br />
Un ojo más cerrado que el otro. El cuchillo en la mano y el<br />
llanto que no es falso pero que no siento, que no sale <strong>de</strong> a<strong>de</strong>ntro.<br />
La mano tiembla, Judith se <strong>de</strong>mora, Judith no aparece, <strong>de</strong> ella el<br />
nombre, la culpa es mía. Arrojarla, expulsando la rabia, el rojo y su<br />
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Isabel Baboun<br />
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vergüenza. Ahora repetirlo. Cuando llorar no alcanza. Y entonces<br />
el principio.<br />
Judith<br />
Soy Judith. Existo porque me llamo Judith. Porque es ella quien<br />
me nombra, quien <strong>de</strong>fine mi nombre. Lo hace cuando actúa. Me<br />
conoce ensayando y apenas encuentra mi cuerpo en el suyo cuando<br />
intenta representarme. Tengo un cuchillo, una mano que sostiene<br />
el cuchillo. Un guante. Me <strong>de</strong>scompongo, cuando hablo <strong>de</strong> más,<br />
<strong>de</strong> mí, <strong>de</strong> lo que hice, <strong>de</strong> lo que me gusta y pienso como posibles<br />
supuestos. Soy Judith y maté a mi hermano. Lo supo, cuando estuvo<br />
muerto. Por fin, ya era hora. Soy mala, soy <strong>de</strong>fectuosa, soy insalvable.<br />
Soy cobar<strong>de</strong>. Me doy asco. Lloro, <strong>de</strong> principio a fin lloro. De<br />
cansancio, <strong>de</strong> las ganas <strong>de</strong> seguir estando cansada. Lloro ahora más<br />
que en toda la obra. Sin pausa, con filo, con los dientes apretados.<br />
Si la que dice mis letras, mis textos, ella, la que ahora no pue<strong>de</strong> y<br />
se queja porque llorar le cuesta, no consigue el llanto que <strong>de</strong>bería<br />
ser, entonces no existo. A ella sólo él le preocupa, el hombre que le<br />
enseña el cómo, la técnica por así <strong>de</strong>cirlo. A ella él le gusta, lo quiere<br />
matar. O le gustaría hacerlo. Eso quiere. Porque le gusta su boca,<br />
sangrante. Pero el cuchillo que usa para la escena no sirve, está sin<br />
filo. ¿Qué más? Que lo agarre, que lo muerda en la boca si quiere,<br />
que lo haga. Ella no piensa en mí, no siempre. Piensa en él. ¿Eso es<br />
lo correcto? Si quiere llorar que llore. Si no, que me <strong>de</strong>je metida en<br />
el libro hasta que otra pueda sacarme con los ojos, chorreando en<br />
lágrimas reales, no <strong>de</strong> mentira, no forzadas, no con lágrimas que no<br />
me pertenecen, no con las que ella se provoca para reclamar que él
Tres veces<br />
no la mira como quiere (aunque la mire más <strong>de</strong> lo necesario), aunque<br />
la toque en exceso, la espía, la investiga para po<strong>de</strong>r enseñarle. A<br />
él ella le gusta, a ella le insiste, la consigue, la perturba, la sabe interpretar.<br />
Teatro, teatro. Puro teatro.<br />
Necesito llorar, por favor, una actriz, un actor, incluso alguien<br />
que no sepa <strong>de</strong> tablas y voces impostadas. Alguien que sienta el dolor,<br />
en el pecho, justo aquí. En el pecho. Y en cada brazo, y en los<br />
ojos y ansiedad, dolor <strong>de</strong> cabeza, nerviosismo, insomnio, inquietud,<br />
náusea, diarrea, picazón, temblores, sudores, puntadas, tics, me quejo,<br />
estoy hablando, está en mi cuerpo, él está, está, está y apren<strong>de</strong>, ella<br />
apren<strong>de</strong> como él quiere que lo haga. Ella escucha.<br />
A él le gusta su boca hinchada, cuando llora. Le gustan sus formas<br />
en sus <strong>de</strong>dos cuando le dice cómo hacerlo, cómo llorar en exceso.<br />
Le enseña. Estuvo antes con ella, me acuerdo <strong>de</strong>l antes, con<br />
ella en esa silla, con esos vestidos que quiere que se ponga para él,<br />
para todo eso que llama conflicto, llanto, <strong>de</strong>sbor<strong>de</strong>, escena. Ella lo<br />
estuvo mirando antes, <strong>de</strong>l texto, <strong>de</strong>l ensayo, <strong>de</strong> su boca distante. Y<br />
no lo quiso con ella, no lo quiso cerca, no lo quiso fuera <strong>de</strong>l llanto<br />
y <strong>de</strong> sus brazos apretándola en el cuerpo para que llore más fuerte,<br />
para que grite su nombre, enseñándole cómo, empujándole el vientre,<br />
haciendo presión, la voz afuera, sus ojos explicándole el llanto,<br />
los <strong>de</strong> ella, los míos, los que ya asumí como míos, como ojos exactos,<br />
para él, para mí.<br />
Ya no quiero este espacio entre su cuerpo y el mío, no la quiero<br />
a ella jodiéndome en los ojos, déjalos quietos, déjame a mí llorar<br />
tranquila, con pausa con asco, déjame que puedo sola, déjame que<br />
escupa, déjame que mate, déjame en el diminuto <strong>de</strong> mi nombre, en<br />
el absoluto <strong>de</strong> este cuerpo que no tengo. Déjame arriba en la luz<br />
amarilla, en el foco iluminando el suelo, con el pelo suelto sin<br />
19
Isabel Baboun<br />
20<br />
horquillas, con el charol <strong>de</strong>l taco alto. Déjame llorar <strong>de</strong> corrido, déjame<br />
hacerlo <strong>de</strong> verdad. Y te grito con bulla, con el pecho manoseado<br />
<strong>de</strong> tanto salto, <strong>de</strong> tanto golpe hasta que mi nombre no sea<br />
sólo personaje.<br />
El cuchillo para enterrar, la sangre que no cae, el filo mirando<br />
hacia <strong>de</strong>ntro. Un temblor.<br />
Me hago pedazos en la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> existir, <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r hacerlo, <strong>de</strong> pertenecerle.<br />
A ella, a la que llora, a la que intenta el llanto, a la que<br />
actúa. Me tranquilizo, no me escucha, no lo hace porque todavía<br />
no me ha visto <strong>de</strong> cerca. Inventa que sigue. A quién le importa,<br />
para quién, para qué. Esto no es necesario. Mi vida, puro teatro.<br />
Texto, imaginarios blandos, hojas limpias. Que grite mi nombre,<br />
hazlo. ¡Judith! me dice. ¡Judith!, con más fuerza, hazlo con toda la<br />
que tienes, con toda la que no tengo. Y quedo sonando, en un rogar<br />
para que se que<strong>de</strong> conmigo. Con ella <strong>de</strong> fondo, con ella sonando<br />
tan fuerte como lo que soy. Esto. Nada más que esto.<br />
Los tres<br />
Termina la clase y <strong>de</strong> pie, él camina fuerte, abre la puerta y sale sin<br />
<strong>de</strong>cir Judith, sale sin ella, sin ellas en la cabeza. Se quedan juntas.<br />
Judith con ella. Ella en su cara. Las dos juntas.<br />
Judith la acompaña al cambio <strong>de</strong> ropa. La <strong>de</strong> todos los días. La<br />
ropa con la que viste, con la que reconoce como suya. El taco alto y<br />
el vestido negro lo guardan para otro ensayo. Ella se viste, no hay<br />
espejo, el camarín y la puerta cerrada. Él afuera la espera, se va y<br />
quiere <strong>de</strong>spedirse. Es tar<strong>de</strong>.
Tres veces<br />
Afuera, lo mira <strong>de</strong> cerca, repetido. Sus ojos cambian. Se vuelven<br />
enfermos. Contagian, no se cuidan. Lo <strong>de</strong> a<strong>de</strong>ntro cambia, el sentimiento,<br />
la cabeza repite formas, circunstancias, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>, lo pensado<br />
en. Y mirarlo para ella es un problema, tenerlo cerca, lo advierte,<br />
y no soluciona.<br />
El suelo tranquiliza. Cuando mirar sólo es ver para no tropezar.<br />
Él la escucha, ella lo mira. Y saben. Los tres. Que estuvo, estuvieron.<br />
Él se va. Ella mira que avanza, que se aleja. Él no se voltea. No se<br />
arrepiente.<br />
Judith, dile algo, que te enseñe su cuello. Judith, el pelo suelto, el<br />
maquillaje corrido. Judith, por la mierda, que huela tus manos, que<br />
mire tu boca, que corrija tus ojos. Judith, corre, rómpele la boca,<br />
hazlo con los dientes... Judith, no llores, Judith, el cuchillo, Judith,<br />
la sangre, Judith, la sangre, Judith… y pareciera que lo alcanza.<br />
Corriendo, casi por completo.<br />
Nota: Los textos escritos en cursiva correspon<strong>de</strong>n a “Crave”, <strong>de</strong> Sarah<br />
Kane. Ediciones Artes <strong>de</strong>l Sur.<br />
21
Francisco Villarreal<br />
2 do lugar<br />
4° año <strong>de</strong> Historia<br />
Francisco Villarreal (23 años) siempre<br />
ha tenido intereses artísticos.<br />
Lee <strong>de</strong>s<strong>de</strong> niño, pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> “los 12<br />
años ya iba a la feria y me compraba<br />
un libro”. Empezó a escribir en<br />
ese mismo tiempo, pero más en<br />
serio hace unos dos años. Hizo un<br />
curso <strong>de</strong> narrativa en Balmaceda<br />
1215 y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace un año y medio<br />
asiste a un taller <strong>de</strong> escritura creativa<br />
dictado por Diego Ramírez.<br />
Actualmente está leyendo a autores<br />
como Chuck Palahniuk, Bret<br />
Easton y Pär Lagerkvist, quienes<br />
escriben “sobre lo fatal <strong>de</strong> la sociedad<br />
actual, esa cosa oscura y<br />
casi como apocalíptica que estamos<br />
viendo hoy en día. Retratan<br />
lo peor <strong>de</strong> ser humano, pero siempre<br />
con una luz <strong>de</strong> esperanza”. En<br />
cuanto a literatura universal le<br />
gustan Franz Kafka, George Orwell<br />
y Oscar Wil<strong>de</strong>.<br />
“Flores amarillas” lo escribió para<br />
el concurso. En el cuento muestra<br />
su visión <strong>de</strong>l campus San Joaquín:<br />
“Es muy gran<strong>de</strong>, hay mucha gente,<br />
pero siento un silencio constante.<br />
La gente pue<strong>de</strong> ir <strong>de</strong>sapareciendo<br />
constantemente y daría lo mismo”.<br />
Fe <strong>de</strong> erratas: En la edición impresa <strong>de</strong>l <strong>Concurso</strong> <strong>Literario</strong> <strong>UC</strong> 2008, en las<br />
solapas,índice, y páginas 22, 24, 26, 28, 30 y 32 dice “Felipe Villarreal”,<br />
<strong>de</strong>be <strong>de</strong>cir “Francisco Villarreal”.
Flores amarillas<br />
28 <strong>de</strong> agosto<br />
Querido D:<br />
Te fuiste sin <strong>de</strong>spedir. ¿Es que acaso nunca te enseñaron a <strong>de</strong>cir adiós?<br />
No esperaba miradas tristes ni lágrimas ni mucho menos llantos <strong>de</strong>sesperados,<br />
ni siquiera que nos <strong>de</strong>seáramos parabienes ni buenos <strong>de</strong>seos,<br />
inclusive ni siquiera que emitiéramos sonido alguno; me hubiese conformado<br />
con un simple abrazo, y por supuesto ver tus ojos. Quizás qué<br />
cosa te llevó a irte así. Espero que no haya tenido que ver con esa discusión<br />
que tuvimos, y que ahora por tu partida quedará inconclusa, al<br />
menos que te dignes a volver o respon<strong>de</strong>r esta carta, si es que esta carta<br />
te llega algún día, porque ni siquiera estoy seguro a qué <strong>de</strong>stino te fuiste.<br />
Tal vez estás cumpliendo solo ese sueño en común que teníamos, <strong>de</strong><br />
recorrer América con lo justo y necesario, sobreviviendo <strong>de</strong> lo que nos<br />
llegara, cantando música popular y vendiendo esos poemas clichés que<br />
hacíamos en esos ratos <strong>de</strong> aburrimiento en la clase <strong>de</strong> taller poético,<br />
para burlarnos <strong>de</strong> nuestros compañeritos los poetas. La i<strong>de</strong>a era
Francisco Villarreal<br />
24<br />
<strong>de</strong>splegar nuestros “talentos artísticos” arriba <strong>de</strong> los buses, o en los millares<br />
<strong>de</strong> pequeñas plazas que son en <strong>de</strong>finitiva los mosaicos que conforman<br />
este continente tan maltrecho. Siempre <strong>de</strong>cías que estábamos<br />
tan inconformes porque era en nuestros cuerpos don<strong>de</strong> se materializaba<br />
la “malegría” <strong>de</strong> este lugar <strong>de</strong>l mundo. Tus palabras siempre me resultaron<br />
pesimistas, aunque trataras <strong>de</strong> aligerarlas con una sonrisa al final<br />
<strong>de</strong> cada oración. ¡Demonios! hasta <strong>de</strong> la gramática tenías tu propia<br />
visión; qué originalidad esa <strong>de</strong> encarnar los puntos finales con tus dientes.<br />
En estos momentos estoy en la universidad en clases <strong>de</strong> Cultura y<br />
Sociedad Latinoamericana. Este profesor nunca me había resultado<br />
tan aburrido. Debe creer que estoy tomando apuntes como loco. En<br />
realidad todos toman apuntes como locos, o como chinos, o como esclavos,<br />
menos yo que no puedo <strong>de</strong>jar escribirte y <strong>de</strong> pensar en cómo te<br />
fuiste sin <strong>de</strong>spedir. Yo no te habría dicho nada, aunque es probable que<br />
esté mintiendo. Contigo nunca <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> hablar, hasta en los silencios<br />
nos comunicábamos. Por eso me duele el que te hayas ido así no más;<br />
no por las cosas que se pudieron haber dicho sino por el cariño que se<br />
podría haber dado. El profesor está hablando <strong>de</strong> la conformación <strong>de</strong> la<br />
ciudad latinoamericana, el mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> tablero que ocuparon los españoles,<br />
los dos símbolos <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r que se establecían en las plazas <strong>de</strong> Armas,<br />
el gubernamental y el religioso, etc., y yo te imagino en una plaza<br />
llena <strong>de</strong> flores amarillas, que pue<strong>de</strong> ser cualquiera, porque en este continente<br />
una es toda, cantando o escribiendo un poema que en mi mente<br />
ya no es cliché porque al final también te tomaste en serio ese asunto,<br />
y sé que te enojaste conmigo cuando te lo dije, pero <strong>de</strong>bía hacerlo.<br />
En realidad se me salió sin querer. No es que primara el cinismo, pero<br />
tu susceptibilidad frente al crecimiento era tan exagerada, pero creciste<br />
no más, todos lo tenemos que hacer. Espero que te encuentres bien.<br />
Hoy en la tar<strong>de</strong> llamaré a tu mamá para que me diga algo <strong>de</strong> ti, dón<strong>de</strong>
Flores amarillas<br />
estás, tu dirección, algún teléfono don<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r comunicarte. Nunca<br />
entendí <strong>de</strong>l todo cómo en la apoteosis <strong>de</strong> la hipermo<strong>de</strong>rnidad te negaras<br />
a usar celular e internet. Nunca lo entendí, pero en el fondo son<br />
esas cosas las que me hacen admirarte.<br />
Abrazos, F.<br />
4 <strong>de</strong> septiembre<br />
Querido D:<br />
Esta noche te mando un e-mail. Sé que no lo ocupas (tu “anarquismo”<br />
a veces me exaspera), pero me imagino que estando fuera <strong>de</strong>l<br />
país, o estés don<strong>de</strong> estés, <strong>de</strong>bes haber transado un poco tus i<strong>de</strong>ales<br />
para po<strong>de</strong>r tener contacto más seguido y barato con tu familia y<br />
amigos, aunque claro nadie sabe <strong>de</strong> ti. Hace cinco días llamé a tu<br />
casa, pero no me contestaron. Como es <strong>de</strong> costumbre en mí lo intenté<br />
tres veces, no lo he vuelto a hacer, tal vez tus padres andan <strong>de</strong><br />
viaje o llamé en un mal momento, quién sabe. Por acá los días están<br />
un poco más largos, no hallo la hora <strong>de</strong> que se termine el invierno.<br />
Hoy salí <strong>de</strong> casa sin paraguas y la lluvia me agarró mientras<br />
me venía a la U. Esto me pasa por no ver las noticias. Al parecer estamos<br />
en una <strong>de</strong> las últimas olas polares. Como sea, ahora me encuentro<br />
en la biblioteca <strong>de</strong> Humanida<strong>de</strong>s; no quise entrar a clases,<br />
prefiero escribirte; a<strong>de</strong>más estoy todo mojado y la mejor calefacción<br />
<strong>de</strong> esta universidad la tiene esta biblioteca. San Joaquín sigue<br />
igual que siempre, aunque particularmente hoy se ve feroz. La lluvia<br />
violenta resalta el concreto <strong>de</strong>sfondado que tiene este lugar<br />
como esqueleto, los pilares <strong>de</strong> humanida<strong>de</strong>s no están sujetados por<br />
25
Francisco Villarreal<br />
26<br />
la espalda <strong>de</strong> los estudiantes. Como <strong>de</strong>cías: “Somos el único soporte<br />
<strong>de</strong> esta institución pero ella no nos soporta”. Tu rebeldía a veces<br />
me sabía tan <strong>de</strong>scontextualizada, pero tu retórica excelente me<br />
hacía creerte todo lo que dijeras. Aún sigo creyendo que naciste<br />
para político o para poeta. Como poeta serías buenísimo. Contigo<br />
todos volveríamos a creer que un mundo distinto es posible;<br />
un mundo mágico creado por tus propias palabras. Siempre te<br />
quise como poeta verda<strong>de</strong>ro; esos que escriben <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el <strong>de</strong>senfreno.<br />
Pero en el último tiempo estabas tan académico, tan reglamentado,<br />
tan regulado. Sé que no te dabas cuentas, pero la<br />
seducción siempre es más fructífera que la persuasión. Todos tenemos<br />
que crecer. Esta biblioteca está repleta, la temperatura es<br />
cálida, estoy sentado en los sillones <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso, don<strong>de</strong> a veces<br />
nos juntábamos a estudiar o a dormir o a las dos cosas, porque<br />
nuestros estudios siempre terminaban en sueño. Todos los sillones<br />
están ocupados pero nadie habla. Todos están escribiendo, tal<br />
vez te están escribiendo, es muy probable que no sea el único que<br />
sienta tu partida, porque le he preguntado a varias personas y <strong>de</strong><br />
nadie te <strong>de</strong>spediste, ¡qué incomprensión la tuya!, pero bueno no<br />
soy nadie para juzgarte, aunque podría hacerlo perfectamente. Te<br />
fuiste y no me entregaste ni mis discos ni mis cómics ni mis libros,<br />
simplemente, ¡qué <strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>ración la tuya!<br />
Abrazos, F.
Flores amarillas<br />
27<br />
6 <strong>de</strong> septiembre<br />
En la vereda <strong>de</strong>l frente/ justo en la esquina <strong>de</strong> una plaza/ hay un<br />
muchacho/ Está solo tirado en la calle/ La gente pasa / algunos se<br />
<strong>de</strong>tienen a verlo/ otros caminan sin percibirlo/ son varios los que<br />
estuvieron a punto/ <strong>de</strong> pisarlo/ El muchacho no llora está quieto<br />
cubierto/ por una manta amarilla/ Yo lo veo claramente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> este<br />
lugar/ Todos los que estamos en este lugar lo vemos/ Un perro se<br />
acerca y el muchacho no se mueve/ Un perro lo huele y el muchacho<br />
no se mueve/ Un perro lo lame y el muchacho no se mueve/ A<br />
todos los que vemos esta escena / se nos ocurre escribir un poema/<br />
sacamos lápiz y papel/ y comenzamos a escribir:/ “En la vereda <strong>de</strong>l<br />
frente/ justo en la esquina <strong>de</strong> una plaza/ hay un muchacho muerto/<br />
y a nadie le importa excepto a un perro.”<br />
11 <strong>de</strong> septiembre<br />
Querido D:<br />
¿Pasarás por Machu Picchu este invierno? Te lo pregunto porque <strong>de</strong>seo<br />
tanto una piedra <strong>de</strong>l camino <strong>de</strong>l Inca. Sé que este verano voy sí o<br />
sí a Perú, como lo habíamos planeado, aunque hay un claro cambio<br />
<strong>de</strong>l plan producto <strong>de</strong> tu ausencia. Sé que tendré esa piedra y se convertirá<br />
en mi amuleto, pero habría sido tan bonito que tú me la mandaras.<br />
Machu Picchu es la ciudad precolombina andina más hermosa.<br />
En ella no se percibe la lógica eurocéntrica. El profesor <strong>de</strong> Antropología<br />
Americana dijo el otro día que Machu Picchu en realidad no<br />
era una ciudad, sino que era un refugio que se había comenzado a<br />
construir al inicio <strong>de</strong> la llegada <strong>de</strong> los españoles, a mediados <strong>de</strong>l siglo
Francisco Villarreal<br />
28<br />
XV, lo que <strong>de</strong>mostraría que sí hubo contacto entre los distintos grupos<br />
indígenas, porque ese refugio era para escapar <strong>de</strong> la muerte. Eso<br />
a su vez explicaría la postura <strong>de</strong> las piedras tan <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nadas hacia el<br />
final <strong>de</strong> las murallas, que contrastan con las perfectamente acopladas<br />
al inicio <strong>de</strong> los muros. Como sea, yo sigo creyendo que fue una ciudad,<br />
una ciudad para sobrevivir, porque en todas partes, menos ahí,<br />
vivir para siempre <strong>de</strong>be ser como estar muerto.<br />
Abrazos, F.<br />
21 <strong>de</strong> septiembre<br />
Querido D:<br />
¡Por el amor <strong>de</strong> Dios, da señales <strong>de</strong> vida! Hace un par <strong>de</strong> días volví<br />
a llamar a tu casa. Nuevamente nadie me contestó, así que planeo<br />
ir. Pue<strong>de</strong> ser que tu familia se haya cambiado <strong>de</strong> casa, o se estén tomando<br />
vacaciones realmente largas. Debí haberte regalado ese celular<br />
para tu cumpleaños, aunque estuviese fuera <strong>de</strong> mi presupuesto.<br />
También te he escrito varios e-mails. Qué absurdo contarte que te<br />
mando e-mails por acá. En realidad ya el hecho <strong>de</strong> escribirte cartas<br />
que probablemente nunca leas me está pareciendo absurdo, pero<br />
no me importa, es igual <strong>de</strong> probable que sí las leas; apenas tenga<br />
una dirección a don<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r mandarlas lo haré. Me pone feliz po<strong>de</strong>r<br />
realizar contigo una i<strong>de</strong>a que siempre tuve; escribirles cartas a<br />
mis amigos hoy en día parece algo tan poco práctico pero nadie<br />
piensa en que una vez muertos nadie podrá ver los e-mails y así un<br />
montón <strong>de</strong> vidas vividas se per<strong>de</strong>rán. Lo sé, es puro egocentrismo,<br />
pero sé que algún día tú serás una persona reconocida y algo <strong>de</strong> esa
Flores amarillas<br />
fama me tiene que llegar, aunque no me convierta en más que “el<br />
chico con quien te carteabas”. Mañana es el equinoccio, por fin el<br />
invierno se va y comienza la primavera. Lo que me aburre <strong>de</strong>l<br />
invierno santiaguino es que casi nunca nieva. Somos tan pobres<br />
que hasta la naturaleza nos da las sobras climáticas, ¡por favor! el<br />
agua pue<strong>de</strong> caer <strong>de</strong> otra forma no sólo como gotas. Disfrutamos<br />
tanto el año pasado cuando nevó. San Joaquín parecía una ciudad<br />
futurista toda cubierta <strong>de</strong> blanco. Ha sido la única vez que sus pilares<br />
<strong>de</strong> concretos me parecieron cálidos, parecían revestidos para<br />
una ceremonia majestuosa.<br />
Abrazos, F.<br />
29<br />
24 <strong>de</strong> septiembre<br />
Querido D:<br />
Santiago crece <strong>de</strong>senfrenadamente, y San Joaquín se siente cada vez<br />
más gran<strong>de</strong>. Por supuesto que esto no obe<strong>de</strong>ce a lo meramente físico,<br />
el Campus sigue manteniendo las mismas proporciones que antes,<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> mediados <strong>de</strong> los 60 cuando fue inaugurado, pero algo<br />
pasa al interior <strong>de</strong> esta ciuda<strong>de</strong>la universitaria, algo muy raro. Con<br />
cada día que pasa veo menos personas, las calles, las salas <strong>de</strong> clases,<br />
los casinos, el hall, las bibliotecas parecen más gran<strong>de</strong>s al estar menos<br />
habitadas. El otro día una tía <strong>de</strong>l aseo me preguntó por ti:<br />
“¿Qué es <strong>de</strong> su vida? ¿Está trabajando? ¿Y por qué no se le ha visto?<br />
¿Está fuera <strong>de</strong> Santiago? ¿Otro más que abandona la universidad?<br />
Ojalá que no sea por falta <strong>de</strong> plata; a veces la vida es injusta. Si lo<br />
ve, dígale que se le extraña su sonrisa”. Yo no supe qué <strong>de</strong>cirle. Sólo
Francisco Villarreal<br />
30<br />
atiné a asentir con la cabeza y a <strong>de</strong>cir que cuando te viera te daría<br />
sus saludos. Después ella siguió limpiando y caminando con esos<br />
traperos extraños que ocupan. A lo lejos la vi escribir algo en un<br />
pequeño cua<strong>de</strong>rnillo <strong>de</strong> notas. Cuando terminó <strong>de</strong> escribir lo guardó<br />
en su <strong>de</strong>lantal y siguió <strong>de</strong>splazando el trapero por las baldosas<br />
sucias. Por un lado se ven menos personas, y por otro las pocas que<br />
se ven escriben, están siempre escribiendo, al igual que yo, tal vez<br />
te escriban a ti; aquí eras tan popular, bueno en todas las partes lo<br />
eres, estoy seguro que ahora <strong>de</strong>bes tener un montón <strong>de</strong> amigos; te<br />
apuesto mi vida que das más <strong>de</strong> diez abrazos al día, y que todos escuchan<br />
tus palabras, y que a todos los haces reír, cuánto extraño<br />
que me hagas reír. Aún no te perdono que te hayas ido sin <strong>de</strong>cir<br />
adiós; la <strong>de</strong>spedidas son necesarias, eso tú lo sabes perfectamente,<br />
son ese ritual lo que nos crea una muralla, un antes y un <strong>de</strong>spués;<br />
las <strong>de</strong>spedidas marcan una ida pero también un regreso. Tengo<br />
miedo que no te vuelva a ver nunca más, a muchas personas <strong>de</strong> esta<br />
universidad he <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> ver, pero ninguna me importa como tú,<br />
¿qué estarás haciendo? Debes estar trabajando para algún diario; <strong>de</strong><br />
seguro ya ven<strong>de</strong>s tus palabras, no es que te lo esté recriminando.<br />
Todos tenemos que sobrevivir <strong>de</strong> alguna manera, todos crecemos,<br />
pero por qué no respon<strong>de</strong>s mis e-mails. En el mundo laboral <strong>de</strong><br />
hoy tener uno es indispensable, claro, <strong>de</strong>bes tener otro, <strong>de</strong> seguro<br />
uno empresarial más coherente a tu nueva postura frente a la vida,<br />
esa cuenta tonta (queremosunaestadiaenelinfierno@hotmail.com)<br />
que te hice en una Crisol, y que casi nunca ocupaste, <strong>de</strong>be estar caducada.<br />
Son las 12:40 <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Lo sé por las campanas <strong>de</strong>l templo.<br />
Acá la gente pue<strong>de</strong> estar <strong>de</strong>sapareciendo pero las que quedan<br />
no se pier<strong>de</strong>n la misa <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Eso es tan comprensible. Sí, nuevamente<br />
toco este tema. En tiempos <strong>de</strong> Apocalipsis la gente
Flores amarillas<br />
necesita algo en qué creer; somos la nueva baja Edad Media. Te cargaba<br />
esta teoría, pero yo encuentro que es tan cierta. Vivimos en<br />
tiempos don<strong>de</strong> la necesidad <strong>de</strong> vivir la vida al máximo es igual a la<br />
<strong>de</strong> asegurarse una salvación cuando ésta se acabe. San Joaquín está<br />
más gran<strong>de</strong>, se siguen construyendo edificios. Nunca se sabe muy<br />
bien para qué son. Las especulaciones se dan por montones en lugares<br />
don<strong>de</strong> todos tienen un conocido, una primera fuente, la verdad.<br />
Por supuesto que esta universidad no es la excepción. Cada vez hay<br />
menos gente (ni siquiera para las fiestas patrias se hicieron sentir; no<br />
hubo celebración alguna) y yo comienzo a sospechar que tu partida<br />
tiene que ver con esto, lo que me hace estar más molesto contigo y<br />
tu <strong>de</strong>saparición repentina. Ya sabes mi necesidad <strong>de</strong> saberlo todo.<br />
Como sea yo también estoy pensando en a<strong>de</strong>lantar mi viaje.<br />
Abrazos, F.<br />
31<br />
29 <strong>de</strong> septiembre<br />
Querido D:<br />
Hoy fui a tu casa. Toqué el timbre tres veces, pero nadie salió a la<br />
puerta. Esta situación me tiene <strong>de</strong>sesperado. Tu casa no parecía<br />
abandonada, <strong>de</strong>be ser la primavera. A solo una semana <strong>de</strong> comenzada<br />
ésta se hace sentir maravillosamente. Nunca había visto los árboles<br />
florecer tan rápido. En el ambiente hay olor a flores, que me<br />
recuerdan a esa obra <strong>de</strong> teatro que tuvimos que hacer, don<strong>de</strong> yo representaba<br />
un muerto y me cubrieron <strong>de</strong> flores. Bueno, el aroma es<br />
exactamente igual. Ahora estoy sentado en una banca <strong>de</strong> San Joaquín;<br />
las bibliotecas están cerradas, ya no están haciendo clases.
Francisco Villarreal<br />
32<br />
Muchos <strong>de</strong> los profesores han <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> venir y los casinos ya hace<br />
varias semanas que están cerrados. Lo único que se mueve velozmente<br />
es la construcción <strong>de</strong> un edificio muy alto. Lo están haciendo tan<br />
rápidamente que es increíble su evolución <strong>de</strong> un día para otro, aunque<br />
no sé cómo esto es posible ya que tienen que estar contratando<br />
trabajadores constantemente, pues éstos <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> venir <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
haber trabajado un par <strong>de</strong> días. Al parecer la situación se está haciendo<br />
insostenible, pero aún así no he escuchado nada al respecto.<br />
Me he obligado a ver las noticias; pero nada, es como si nada pasara,<br />
como si nadie se diera cuenta. Por supuesto que esto no es así. Lo sé<br />
porque todos están escribiendo, todos escriben lo que ven y lo que<br />
no ven, nadie pregunta nada y yo tampoco lo hago. Hace semanas<br />
algunos compañeros me preguntaron por otros compañeros, parece<br />
que <strong>de</strong>saparecer sin <strong>de</strong>jar rastros se ha vuelto una moda. Sólo tú pudiste<br />
llevar algo tan insólito a un nivel <strong>de</strong> imitación masivo. Yo por<br />
mi parte he <strong>de</strong>cidido a<strong>de</strong>lantar mi viaje. No saco nada con venir a la<br />
U. Quiero que mi primer <strong>de</strong>stino sea Machu Picchu. Presiento que<br />
allá te voy a encontrar, y te voy a po<strong>de</strong>r pasar todas estas cartas, y te<br />
vas a reír <strong>de</strong> mi i<strong>de</strong>a tan <strong>de</strong>scabellada <strong>de</strong> escribírtelas sin mandártelas<br />
y <strong>de</strong> seguro me dirás una explicación razonable para la situación tan<br />
extraña que vive San Joaquín. Espero que no tengas rencor por esa<br />
discusión que tuvimos. Yo también he crecido. Tengo muchas ganas<br />
<strong>de</strong> autopublicar un libro <strong>de</strong> poemas y escritos libres, que por supuesto<br />
estás cordialmente invitado a participar como mi editor.<br />
Des<strong>de</strong> don<strong>de</strong> estoy se ve el edificio a punto <strong>de</strong> terminar; es tan poco<br />
uniforme. Te veo pronto…<br />
Abrazos, F.
Flores amarillas<br />
30 <strong>de</strong> septiembre<br />
Querido D:<br />
Hoy, a menos <strong>de</strong> tres meses para Navidad, San Joaquín amaneció sitiado.<br />
Las entradas estaban protegidas por carabineros, <strong>de</strong>tectives y<br />
los guardias privados <strong>de</strong> la universidad. Por todas partes habían <strong>de</strong><br />
esas güinchas <strong>de</strong> seguridad que dicen “Peligro, no pasar”. En la entrada<br />
principal el Cristo seguía recibiendo a las personas con los brazos<br />
extendidos. Ahí había una pequeña multitud compuesta<br />
principalmente <strong>de</strong> trabajadores y <strong>de</strong> uno que otro estudiante y funcionario.<br />
Comencé a hacerme paso para llegar a la reja. Necesitaba<br />
ver qué era lo que sucedía. Nadie <strong>de</strong>cía nada. Yo me preguntaba en<br />
qué momento esta ciudad se había convertido en muda. Pregunté a<br />
varias personas qué era lo que acontecía pero nadie me dijo nada, ni<br />
siquiera los carabineros que estaban más preocupados <strong>de</strong> ver el paisaje;<br />
había un silencio inquietante. Cuando llegué a la reja yo también<br />
guardé silencio. Más allá <strong>de</strong> ésta, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l Campus, había un sinnúmero<br />
<strong>de</strong> personas en el piso cubiertas por mantas amarillas. Había<br />
paramédicos, médicos y enfermeras que iban <strong>de</strong> una a otra revisándoles<br />
los signos vitales. No hacía frío y los árboles se veían majestuosos,<br />
llenos <strong>de</strong> flores. Todos los que estábamos ahí, incluidos algunos<br />
carabineros y profesionales <strong>de</strong> la salud, sacamos lápiz y papel y comenzamos<br />
a escribir: “Hoy, a menos <strong>de</strong> tres meses para Navidad, San<br />
Joaquín amaneció sitiado. Parece una gran plaza cubierta <strong>de</strong> flores<br />
amarillas. Todas la personas están muertas, y nadie dice nada”.<br />
Abrazos, F.<br />
33
Felipe Fuentes<br />
3 er lugar<br />
Doctorado en Letras<br />
Felipe Fuentes (28 años) ha estado<br />
interesado en la literatura “básicamente<br />
toda la vida”. Empezó<br />
a escribir cuentos cuando tenía<br />
unos 18 años y esta atracción por<br />
la literatura y escritura lo llevó a<br />
estudiar licenciatura y magíster<br />
en Literatura en la Universidad <strong>de</strong><br />
Las Américas en Puebla, México.<br />
No bastándole con esto, hace tres<br />
años llegó a Chile para realizar un<br />
doctorado <strong>de</strong>l mismo tema.<br />
En cuanto a la literatura, lo que<br />
más le atrae es la narrativa hispanoamericana<br />
(que es lo que<br />
estudia) y la norteamericana. Los<br />
autores que más lo cautivan son<br />
Gabriel García Márquez, Juan Carlos<br />
Onetti y Ernesto Sábato.<br />
“Ciento setenta soles” lo escribió<br />
pensando en el concurso. Decidió<br />
ambientarlo en Casa Central,<br />
pero quiso que el personaje no tuviera<br />
que ver con la universidad,<br />
que fuera alguien externo “que<br />
llegó ahí por acci<strong>de</strong>nte, que está<br />
utilizando ese espacio cuando normalmente<br />
no <strong>de</strong>bería”. Y así fue<br />
surgiendo el resto <strong>de</strong> la historia.
Ciento setenta soles<br />
Llegó a la Casa Central <strong>de</strong> Universidad Católica a las once <strong>de</strong> la<br />
mañana con cuarenta y dos minutos. Unas horas antes aterrizó en<br />
el aeropuerto y cruzó los controles aduanales sin ningún contratiempo.<br />
Lo eligieron por sus ojos ver<strong>de</strong>s y sus cabellos claros. Con<br />
el traje recién salido <strong>de</strong> la tintorería y el portafolios <strong>de</strong> piel que le<br />
facilitaron en Perú parecía un ejecutivo viajando por negocios. El<br />
billete Santiago-Lima fechado para esa misma noche reforzaba la<br />
fachada. En el avión, siguiendo las instrucciones tantas veces repasadas,<br />
aceptó la charolita con el <strong>de</strong>sayuno para no <strong>de</strong>spertar sospechas.<br />
Pero ni se te ocurra comer nada, le dijeron. Revuelve la papa<br />
con los cubiertos para que piensen que no te gustó. ¿Y si no se la<br />
creen?, preguntó. Se la van a creer, ellos saben bien que sirven pura<br />
mierda. Sin embargo, cuando la aeromoza recogió las ban<strong>de</strong>jas la<br />
suya estaba vacía. En el asiento <strong>de</strong> junto, un niño más bien obeso<br />
<strong>de</strong>voró con tal frenesí el <strong>de</strong>sayuno que sin pensarlo dos veces le cedió<br />
su huevo revuelto. No tengo hambre, le dijo, y el infante agra<strong>de</strong>ció,<br />
feliz, escupiendo pedacitos <strong>de</strong> bolo.
Felipe Fuentes<br />
36<br />
En el aeropuerto <strong>de</strong> Santiago tomó un taxi y le pidió al conductor<br />
que lo <strong>de</strong>jara en la estación Pajaritos. El trayecto era corto y<br />
absurdo su interés por continuar el <strong>de</strong>splazamiento en metro. Pero<br />
el taxista no hizo preguntas y en todo caso él sólo se limitaba a seguir<br />
las instrucciones recibidas en Lima. Lo importante era camuflarse<br />
entre los cientos <strong>de</strong> oficinistas viajando hacia el centro en la<br />
hora <strong>de</strong> mayor afluencia. Por eso los chilenos no fueron a recogerlo<br />
al aeropuerto, para evitar los controles <strong>de</strong> vigilancia que a lo<br />
mejor ya los tendrían fichados. Y no hables con nadie, le dijeron.<br />
Con nadie, o se te va a salir lo indio. En Los Héroes transbordó a<br />
la línea amarilla y en Santa Ana a la ver<strong>de</strong>. En Baquedano cambió<br />
nuevamente a la línea roja y una estación <strong>de</strong>spués bajó en Universidad<br />
Católica. Pudo llegar ahí una hora antes y <strong>de</strong> forma directa<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> Pajaritos, pero el ro<strong>de</strong>o le permitió comprobar que nadie le<br />
seguía el rastro.<br />
Llegó a la Casa Central <strong>de</strong> Universidad Católica a las once <strong>de</strong> la<br />
mañana con cuarenta y dos minutos. Enfrente hay tres estatuas y<br />
en el techo un Cristo, le dijeron, no hay pier<strong>de</strong>. Trató <strong>de</strong> aparentar<br />
impaciencia mas no miedo, como un simple ejecutivo con prisa,<br />
mientras esperaba que un automóvil se orillara a recogerlo. Junto a<br />
la estatua <strong>de</strong> en medio, le dijeron. La más gran<strong>de</strong>, la <strong>de</strong>l compadre<br />
sentado. Estoy en Chile, probablemente pensó casi con indiferencia.<br />
No quería permitirse todavía una emoción, a pesar <strong>de</strong> que en<br />
las últimas horas había conocido algunos trozos <strong>de</strong> Lima y otros <strong>de</strong><br />
Santiago. Cruzando la calle, en la cima <strong>de</strong> un cerro, distinguió una<br />
torre y algunas cabezas, muy pequeñas. ¿Y si me están observado<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> allá arriba?, tal vez pensó. Sintió un espasmo en el estómago,<br />
violento, en otras circunstancias quizá se hubiera tirado al suelo,<br />
pero resistió <strong>de</strong> pie y doblándose apenas.
Ciento setenta soles<br />
El rostro <strong>de</strong> un ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> maní a unos metros <strong>de</strong> distancia le<br />
pareció familiar, lejano pero conocido. No es nadie, se habrá dicho<br />
para tranquilizarse, y siguió esperando. Le costaba respirar, un poco.<br />
El cura <strong>de</strong> piedra a unos metros <strong>de</strong> distancia comenzó a mover<br />
los brazos. Primero <strong>de</strong>spacio y <strong>de</strong>spués aleteando como una mariposa.<br />
Atribuyó la visión al cansancio, al calor, a la contaminación<br />
inexistente en su pueblo natal <strong>de</strong> la sierra, al ayuno <strong>de</strong> dieciséis horas,<br />
al viaje, a la sed. En todo caso nadie parecía afectado por el revoloteo<br />
<strong>de</strong> la estatua. Y si los movimientos fueran reales, se habrá<br />
dicho, para este momento los transeúntes ya estarían hincados, el<br />
tránsito <strong>de</strong>tenido, la multitud berreando el milagro. Sintió que el<br />
aire escaseaba y notó que el ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> maní lo observaba con<br />
cierto interés. ¿Será policía?, se habrá preguntado. Definitivamente<br />
le recordaba a alguien pero no lograba precisar a quién. El automóvil<br />
que <strong>de</strong>bía recogerlo comenzaba a <strong>de</strong>morarse y él se sentía cada<br />
vez más vigilado: el ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> maní, las cabecitas en la torre ubicada<br />
en la cima <strong>de</strong>l cerro <strong>de</strong> enfrente. No quería apartarse <strong>de</strong>l punto<br />
<strong>de</strong> reunión porque en cualquier momento podían llegar los<br />
contactos chilenos. Decidió, sin embargo, que disponía <strong>de</strong> unos<br />
minutos para echarse un chorro <strong>de</strong> agua fría en la cabeza para <strong>de</strong>spabilar.<br />
La estatua ya no se movía pero el ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> maní seguía<br />
observándolo. A la mierda, tal vez pensó. Si pasa el automóvil y no<br />
estoy dan una vuelta por ahí y vuelven a pasar.<br />
Entró al edificio. Siguiendo algún impulso o instinto caminó<br />
hacia la <strong>de</strong>recha por el piso ajedrezado. Apenas si observó la imponente<br />
escalera palaciega que conducía a las plantas superiores.<br />
Yo iba pasando por ahí en ese momento a mi clase <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho y<br />
me llamó la atención su andar tambaleante, como si el portafolios<br />
le pesara <strong>de</strong> más. Se veía mal, dañado en verdad, y no nada más<br />
37
Felipe Fuentes<br />
38<br />
afectado por una simple borrachera como cabría suponerse al primer<br />
vistazo. No alcancé a ofrecerle ningún tipo <strong>de</strong> ayuda, pues entre<br />
las columnas y arcos <strong>de</strong>l pasillo se perdió hacia el patio interior<br />
en cuestión <strong>de</strong> segundos.<br />
Desembocó en la galería <strong>de</strong> arte al final <strong>de</strong>l corredor. Abrumado<br />
viró a la izquierda y esquivó las mesas y sillas <strong>de</strong> una elegante<br />
cafetería. Al final <strong>de</strong>l pasillo encontró, al fin, un baño. Una vez<br />
<strong>de</strong>ntro comprobó, con <strong>de</strong>silusión, que un estudiante orinaba en el<br />
primer mingitorio. Polera <strong>de</strong>l Colo Colo, el tirante <strong>de</strong> la mochila<br />
ver<strong>de</strong> colgando <strong>de</strong>l hombro <strong>de</strong>recho, los audífonos en las orejas,<br />
una trencita <strong>de</strong> cabello que partiendo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la nuca terminaba por<br />
enredarse y confundirse entre los cables <strong>de</strong>l Ipod, orinando, sin<br />
prisa, ajeno a su falta <strong>de</strong> oxígeno. Obligado a contenerse para no<br />
<strong>de</strong>spertar sospechas se posicionó en el urinario inmediato, <strong>de</strong>positó<br />
el portafolios en el suelo y <strong>de</strong>scorrió la cremallera <strong>de</strong> su pantalón.<br />
De la música <strong>de</strong>l colocolino alcanzaba a escuchar los bajos.<br />
Aspiraba con fuerza pero el aire no lograba penetrar a sus pulmones.<br />
Con toda ociosidad el estudiante caminó al lavamanos y frente<br />
al espejo comenzó a retocarse el peinado. ¿Por qué no se larga<br />
<strong>de</strong> una puta vez?, seguramente pensó mientras fingía orinar. Necesitaba<br />
volver a la acera, a la estatua <strong>de</strong> en medio. El auto que <strong>de</strong>bía<br />
recogerlo podía presentarse en cualquier momento. El estudiante<br />
retiró los audífonos <strong>de</strong> sus oídos y extrajo no importa <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> un<br />
teléfono celular. “¿Qué onda?” Lo observó con cierto <strong>de</strong>tenimiento<br />
y notó, con sorpresa, que se parecía al ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> maní. “En la<br />
uni”. Son policías, seguramente pensó, porque todos los policías<br />
se parecen. “No, en Casa Central”. Con la mucha o poca tranquilidad<br />
que logró representar en ese instante caminó al water más<br />
cercano y arrancó un pedazo <strong>de</strong> papel <strong>de</strong>l enorme rollo adosado a
Ciento setenta soles<br />
la pared. “No si igual me falta caleta”. Está hablando con el ven<strong>de</strong>dor<br />
<strong>de</strong> maní, tal vez pensó. El supuesto estudiante que se parece al<br />
ven<strong>de</strong>dor y el ven<strong>de</strong>dor que se parece al estudiante me han estado<br />
siguiendo todo este tiempo. “Ya”. Intentó sonarse pero la opresión<br />
<strong>de</strong> sus pulmones le impidió soplar. “Mira, mejor cuando sepái<br />
bien me llámai”. Comenzó a sentir un dolor en el pecho. “Ya, bacán”.<br />
El dolor aumentaba lentamente pero <strong>de</strong> forma regular. El estudiante,<br />
finalizada la llamada y restaurado el peinado, salió, al<br />
fin, <strong>de</strong>l baño.<br />
Corrió al lavamanos. Abrió la llave <strong>de</strong>l agua y colocó la cabeza<br />
<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l chorro. Sucumbió a la tentación <strong>de</strong> beber unos tragos.<br />
No fue capaz <strong>de</strong> tragar. Su garganta, ya completamente cerrada,<br />
<strong>de</strong>volvió con una ligera convulsión el líquido. El dolor en el pecho<br />
aumentó hasta volverse tangible, sólido, un dolor que podía<br />
ser estructurado y <strong>de</strong>sarticulado como una gigantesca torre <strong>de</strong><br />
acero. Pensó que iba <strong>de</strong>sfallecer y se aferró al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l aguamanil.<br />
Apretó los dientes, cerró los ojos, <strong>de</strong>bía soportar o per<strong>de</strong>ría el<br />
automóvil. Y entonces, simplemente, el dolor cedió. Durante<br />
unos segundos permaneció inmóvil, perplejo, extrañado ante el<br />
súbito <strong>de</strong>svanecimiento <strong>de</strong>l dolor. Extrañado y al mismo tiempo<br />
extrañándolo.<br />
Acercó los labios al grifo y comprobó con satisfacción que esta<br />
vez el agua circuló sin problemas por su garganta. Recordó al cura<br />
<strong>de</strong> piedra moviendo los brazos, el espasmo mientras esperaba en la<br />
banqueta, la falta <strong>de</strong> oxígeno en sus pulmones, el ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> maní<br />
que se parecía al estudiante y al estudiante que se parecía al ven<strong>de</strong>dor,<br />
el dolor aprehensible y maleable en el pecho, su garganta cerrada,<br />
y concluyó que acaba <strong>de</strong> sufrir un ataque <strong>de</strong> pánico. Los<br />
conocía bien. En la infancia, cuando Sen<strong>de</strong>ro Luminoso penetraba<br />
39
Felipe Fuentes<br />
40<br />
al pueblo, sentía más o menos lo mismo. Pero ahora estoy bien, se<br />
dijo, y bebió varios tragos. Total, todo estaba a punto <strong>de</strong> terminar y<br />
podía permitirse un poco <strong>de</strong> agua. Recogió el portafolio y con paso<br />
firme abandonó el baño. Cruzó los dos patios relajado, permitiéndose<br />
la contemplación <strong>de</strong>l espacio, las losetas limpias, las pare<strong>de</strong>s<br />
altas <strong>de</strong> color suave. Me habría gustado estudiar aquí, tal vez pensó.<br />
El estudiante con polera <strong>de</strong>l Colo Colo se paseaba <strong>de</strong>spreocupado<br />
en el patio abierto. Le pareció más pequeño, frágil, casi un niño.<br />
Salió a la banqueta.<br />
El ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> maní seguía ahí y nuevamente le pareció conocido.<br />
Es igual a mi hijo, se dijo casi en voz alta, igual que el estudiante<br />
<strong>de</strong> allá <strong>de</strong>ntro. Quizá le pareció increíble no haber i<strong>de</strong>ntificado<br />
con precisión las similitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio. Pero ahí estaban los<br />
mismos rasgos, ni siquiera más pronunciados ni toscos. Al contrario,<br />
el ven<strong>de</strong>dor tenía los trazos <strong>de</strong>licados y suaves, infantiles, y hasta<br />
su cuerpo lo encontró compacto, tierno, como el <strong>de</strong> un niño.<br />
Unos segundos <strong>de</strong>spués un automóvil se orilló y sin esperar más<br />
señales se acercó al límite <strong>de</strong> la acera. Sonrió al comprobar que el<br />
chofer también se parecía a su hijo. Pero este <strong>de</strong>scubrimiento no lo<br />
tomó por sorpresa. Al contrario, su sonrisa fue el reflejo <strong>de</strong> la corroboración<br />
<strong>de</strong> una intuición. El cuerpo <strong>de</strong>l chofer se perdía en el<br />
asiento y sus manos en el volante. Los piecitos colgaban en el aire a<br />
gran distancia <strong>de</strong> los pedales. Aún así el automóvil comenzó a remontar<br />
la avenida. Recargó la cabeza en el asiento <strong>de</strong> cuero y suspiró<br />
con alivio. Ya no había motivos para temer; en unos minutos<br />
más <strong>de</strong>scargaría la encomienda con la ayuda <strong>de</strong> un laxante, recibiría<br />
algo <strong>de</strong> comer, <strong>de</strong>scansaría una o dos horas, cobraría los treinta<br />
mil pesos chilenos prometidos, algo así como ciento setenta soles, y<br />
en la noche regresaría a su país.
Ciento setenta soles<br />
Un ciudadano <strong>de</strong> origen peruano murió esta mañana <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />
un baño en la Casa Central <strong>de</strong> la Universidad Católica, reportó el<br />
noticiero nocturno. Cargaba un total <strong>de</strong> casi dos kilos <strong>de</strong> cocaína<br />
pura, comprimida en cincuenta cápsulas <strong>de</strong> látex <strong>de</strong>ntro su estómago,<br />
y al parecer una <strong>de</strong> ellas estalló provocándole un paro cardiaco.<br />
41
Álvaro Jeldrez<br />
Mención Honrosa<br />
4° año <strong>de</strong> Ingeniería Comercial<br />
Des<strong>de</strong> que cursaba primero básico,<br />
Álvaro Jeldrez (26 años) iba<br />
constantemente a la biblioteca<br />
<strong>de</strong>l colegio a sacar libros. Siempre<br />
estaba leyendo algo, especialmente<br />
en época <strong>de</strong> vacaciones.<br />
Este interés por la literatura viene<br />
<strong>de</strong> familia “en mi casa siempre<br />
han leído todos, mis papás, mis<br />
hermanos”. Y pese a que siempre<br />
pensó que en algún momento iba a<br />
escribir, comenzó a hacerlo hace<br />
unos 4 o 5 años.<br />
El tema <strong>de</strong> sus cuentos son “sobre<br />
todo fantasías o sinsentido, bien<br />
alejados <strong>de</strong> la realidad, no busco<br />
reflejarla”. De una discusión con<br />
su papá y su hermano sobre un programa<br />
televisivo que trataba <strong>de</strong> la<br />
reencarnación, hace más <strong>de</strong> diez<br />
años, surgió la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> escribir sobre<br />
ese tema. Años <strong>de</strong>spués esta<br />
i<strong>de</strong>a se transformó en su primer<br />
cuento “Actores secundarios”, el<br />
que adaptó para presentar en este<br />
concurso.<br />
Su cuento preferido es “El Aleph”,<br />
<strong>de</strong> Jorge Luis Borges, y sus novelas<br />
favoritas son “El castillo”, <strong>de</strong><br />
Franz Kafka, y “El guardián entre<br />
el centeno”, <strong>de</strong> J.D. Salinger.
Actores secundarios<br />
–No entiendo. ¿Estás tratando <strong>de</strong> probar que existe o que no existe la<br />
reencarnación?<br />
–¡No, no, no! No se trata <strong>de</strong> eso. No estoy tratando <strong>de</strong> probar<br />
nada, <strong>de</strong> hecho. Se trata <strong>de</strong> esto. Supongamos que la reencarnación<br />
existe. Supongamos que existe alguna especie <strong>de</strong> alma eterna. Una<br />
esencia imperece<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> nosotros, que cuando nuestro<br />
cuerpo muere vuelve <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> otro cuerpo, ¿OK?<br />
–Bueno, te sigo –respondió Esteban.<br />
Renato aprovechó para tomar un trago <strong>de</strong> su Coca-Cola. Le falta<br />
hielo, pensó.<br />
–Pero no estoy muy seguro <strong>de</strong> si creo en la reencarnación.<br />
–Eso no es importante –continuó Renato. Pero déjame tratar <strong>de</strong><br />
explicarte mi i<strong>de</strong>a.<br />
–Obvio, prosigue.<br />
–La cosa es la siguiente. Si fuera el caso <strong>de</strong> que cuando morimos<br />
nos reencarnamos… ¿cómo explicas el crecimiento <strong>de</strong> la población?<br />
¿Cómo se explica que hace miles <strong>de</strong> años sólo existieran un par <strong>de</strong>
Álvaro Jeldrez<br />
44<br />
millones <strong>de</strong> personas y hoy en día seamos casi siete mil millones?<br />
–Pue<strong>de</strong> ser que vayan apareciendo nuevas almas –replicó Esteban,<br />
no muy convencido.<br />
–Sí, es una opción. Pero es poco convincente. Tiene poco sentido<br />
que sólo algunas personas acarreen un karma <strong>de</strong> cientos <strong>de</strong> vidas<br />
pasadas y otras sean totalmente nuevas. Para mí no tiene lógica.<br />
–Entonces… ¿cuál es tu explicación?<br />
Renato estaba esperando esa pregunta. Tenía muchas ganas <strong>de</strong><br />
contar su i<strong>de</strong>a. Tenía una gran opinión <strong>de</strong> su i<strong>de</strong>a, por no <strong>de</strong>cir que<br />
también <strong>de</strong> sí mismo.<br />
Renato era un poco mayor (y quizás también un poco más maduro)<br />
que su amigo. Se habían hecho muy cercanos a principios <strong>de</strong><br />
año en la universidad, y solían juntarse en la casa <strong>de</strong> Renato antes <strong>de</strong><br />
salir a carretear. Él estaba echado sobre su cama y Esteban estaba en<br />
la silla <strong>de</strong>l computador. Se entretenía moviéndose y girando por la<br />
pieza, gracias a las ruedas <strong>de</strong> la silla. Eso era muy típico <strong>de</strong> él. Siempre<br />
estaba moviéndose, golpeando el suelo con un pie, tarareando o<br />
haciendo cualquier otra cosa que mostrara su hiperactividad.<br />
–Mira, pongámonos en el caso <strong>de</strong> que la reencarnación existe.<br />
De que es un hecho comprobado. Luego, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los principios <strong>de</strong>l<br />
hombre hay una cantidad fija <strong>de</strong> almas reencarnándose.<br />
–Ya po, pero eso es lo que dijimos antes que no podía ser.<br />
–Espera, dame tiempo.<br />
Sabía que tenía que apurarse en explicar, pues no podría mantener<br />
la atención <strong>de</strong> Esteban por mucho tiempo. Esteban era un gran amigo,<br />
pero su déficit atencional superaba a sus buenas intenciones.<br />
–Supongamos que son un millón <strong>de</strong> almas. Por poner un número.<br />
–O.K.<br />
–Y estas almas ni se reproducen ni se multiplican. Tampoco
Actores secundarios<br />
mueren o <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> existir. Han sido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces hasta ahora un<br />
millón <strong>de</strong> almas –quería <strong>de</strong>jar muy claro ese punto.<br />
–Entonces no existirían más que un millón <strong>de</strong> personas en el<br />
mundo –dijo su amigo.<br />
–Exacto.<br />
–Pero acabas <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que somos no sé cuántos miles <strong>de</strong> millones<br />
<strong>de</strong> personas.<br />
–Esa es la cantidad <strong>de</strong> gente en el mundo. Pero yo digo que no<br />
todos existen. Que sólo siguen existiendo los mismos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio,<br />
y que el resto <strong>de</strong> la gente sólo existe <strong>de</strong> manera física o corporal,<br />
pero no tienen alma realmente.<br />
–¿¡¿Cómo?!? –Esteban parecía casi tan ofendido como sorprendido.<br />
–Asumamos que nosotros dos existimos. Que somos parte <strong>de</strong> las<br />
personas con alma. Luego, mucha <strong>de</strong> la gente con la que interactuamos<br />
no existe <strong>de</strong> verdad. Por ejemplo, cuando venías para mi<br />
casa, quizás la persona que se sentó al lado tuyo en la micro no<br />
existe. Era solamente necesario para que tú lo vieras ahí. Una vez<br />
que ya te habías bajado <strong>de</strong> la micro probablemente <strong>de</strong>sapareció, ya<br />
que no lo vas a ver nunca más, ¿me entien<strong>de</strong>s?<br />
Ellos existen sólo para completar el <strong>de</strong>corado <strong>de</strong> nuestras vidas,<br />
pero si ya no son “útiles”, <strong>de</strong>saparecen.<br />
Son como extras o actores secundarios en una película en que<br />
nosotros, los que sí tenemos alma, somos los protagonistas.<br />
Por ejemplo. El viejo <strong>de</strong> Cálculo II pue<strong>de</strong> que haya tenido toda<br />
una vida sólo para hacernos clases a nosotros, y una vez que pasemos<br />
el ramo va a <strong>de</strong>saparecer, porque ya no es necesario, ya que no<br />
lo veríamos nunca más.<br />
–Si es que pasamos el ramo.<br />
–Jajaja, obvio. Imagínatelo. Nacer, crecer, estudiar y trabajar,<br />
45
Álvaro Jeldrez<br />
46<br />
todo sólo para <strong>de</strong>saparecer <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber cumplido tu función.<br />
Yo preferiría morir ahora antes que llegar a los 50 y darme cuenta<br />
<strong>de</strong> que no tengo alma… ¡qué no existo!<br />
–Pero… ¿y esas personas sabrían que no existen?<br />
–Eso es lo que he estado pensando. Todavía no lo sé. Yo espero<br />
que sí. Encuentro <strong>de</strong>masiado terrible el tener que vivir toda una<br />
vida para simplemente <strong>de</strong>saparecer en un momento.<br />
–Pero no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser terrible el hecho <strong>de</strong> no existir.<br />
–Si obvio, pero yo creo…<br />
La i<strong>de</strong>a quedó incompleta, ya que fue interrumpido por el teléfono,<br />
que reclamaba atención.<br />
–¿Aló? –Contestó Renato.<br />
Era para él. Alejandra. No habían quedado <strong>de</strong> acuerdo a qué hora<br />
la iba a pasar a buscar esa noche. Era una compañera <strong>de</strong> Ingeniería<br />
también. Pese a que Renato estaba loco por ella, no estaba muy convencido<br />
<strong>de</strong> salir con una compañera. En el mes que habían estado<br />
saliendo prácticamente no había estado solo, ya que la veía todos los<br />
días en la universidad y los fines <strong>de</strong> semana cuando salían.<br />
Por eso, Renato no estaba seguro <strong>de</strong> que fuera a pasar a algo más<br />
serio. Pero eso no era muy importante en ese momento. Estaba feliz<br />
con la relación como estaba, y no se quería complicar en ese<br />
momento, poco antes <strong>de</strong> los exámenes. Aparte venía saliendo <strong>de</strong><br />
una relación larga, así que claramente no estaba buscando algo serio<br />
inmediatamente. Todas estas i<strong>de</strong>as pasaron por su cabeza en<br />
menos <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> segundos, cuando le contestó.<br />
–Sí obvio… sí, ya pedí el auto. Te paso a buscar a las 10 entonces…<br />
Jajaja, ¡qué eres rica!<br />
Esteban, mientras Renato galanteaba, se <strong>de</strong>dicaba a revisar la colección<br />
<strong>de</strong> CD’s <strong>de</strong> éste.
Actores secundarios<br />
–¡Me voy a llevar éste <strong>de</strong> Bon Jovi! –le dijo. Renato asintió con<br />
la cabeza, pero probablemente no escuchó lo que le habían dicho.<br />
Después que Renato cortó ya no siguieron hablando <strong>de</strong>l tema. Se<br />
concentraron en cosas más importantes. Como qué iban a comprar<br />
para tomar a la noche, qué minas iban al carrete y una larga e interesante<br />
discusión sobre la supremacía <strong>de</strong> la piscola sobre la roncola.<br />
Un par <strong>de</strong> días <strong>de</strong>spués salió el tema <strong>de</strong> nuevo. Acababan <strong>de</strong> salir<br />
<strong>de</strong> una prueba <strong>de</strong> Álgebra, e iban comentándola mientras se dirigían<br />
al Food Gar<strong>de</strong>n a comer algo.<br />
Cuando terminaron <strong>de</strong> <strong>de</strong>smenuzar la prueba (con improperios<br />
incluidos para el profesor, por la dificultad <strong>de</strong> ésta), Esteban retomó<br />
la discusión que habían tenido en la casa <strong>de</strong> Renato.<br />
–¿Sabes? Estuve pensando en tu i<strong>de</strong>a, y si en verdad hay sólo un<br />
grupo <strong>de</strong> personas reencarnándose in<strong>de</strong>finidamente, no creo que<br />
las personas <strong>de</strong> relleno o actores secundarios, como tú les dijiste,<br />
existan <strong>de</strong> verdad para <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>saparecer en un instante. O sea,<br />
lo encuentro <strong>de</strong>masiado irreal. Casi cinematográfico.<br />
–¡Podría ser que nosotros mismos no existiéramos!<br />
Renato sonrió mientras caminaba.<br />
–Sí, he pensado en eso.<br />
Se quedó callado un par <strong>de</strong> segundos, como meditando lo que<br />
iba a <strong>de</strong>cir, y continuó.<br />
–Podría ser que ninguno <strong>de</strong> los dos existiera. O que sólo uno <strong>de</strong><br />
los dos fuera real y el otro va a <strong>de</strong>saparecer en el momento que <strong>de</strong>jemos<br />
<strong>de</strong> ser amigos.<br />
–Mantengámonos amigos, ¡por las dudas!<br />
Rieron un poco. Ya se encontraban al lado <strong>de</strong>l centro <strong>de</strong> comidas.<br />
–Espérame un poco, voy a sacar plata.<br />
Renato asintió con la cabeza, y su amigo entró al cajero automático.<br />
47
Álvaro Jeldrez<br />
48<br />
Aprovechó el momento para pren<strong>de</strong>r un cigarro. Mientras aspiraba<br />
la primera bocanada escuchó “¡Permiso!” Y luego un pequeño<br />
empujón. Una señora apurada lo pasó a llevar. Nunca faltan, pensó<br />
Renato.<br />
La señora llevaba en brazos a un niño <strong>de</strong> unos tres o cuatro años.<br />
Parecía dirigirse a los baños <strong>de</strong> ingeniería que se encontraban al lado.<br />
Antes <strong>de</strong> que entraran, el niño le sacó la lengua, sonriendo. Él,<br />
sonriendo también, le contestó <strong>de</strong> igual forma antes <strong>de</strong> per<strong>de</strong>rlos<br />
<strong>de</strong> vista.<br />
Luego; repentina, cruel e irrealmente, Renato <strong>de</strong>sapareció.
Álvaro Valenzuela<br />
Mención Honrosa<br />
1° año Letras<br />
A Álvaro Valenzuela (20 años) le ha<br />
gustado leer <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que era niño.<br />
“En mi casa son todos súper lectores.<br />
Entonces <strong>de</strong> ahí nació”.<br />
Una vez que se dio cuenta que tenía<br />
buena redacción, le empezó a<br />
gustar escribir. Comenzó a escribir<br />
cuando cursaba séptimo básico.<br />
Lo hacía para el colegio con ensayos<br />
y trabajos. Cerca <strong>de</strong> tercero<br />
medio empezó a hacer otras cosas<br />
por gusto.<br />
Precisamente porque se quiere<br />
<strong>de</strong>dicar a escribir “ojalá cuentos<br />
y novelas, que es lo que más me<br />
gusta”, es que <strong>de</strong>cidió estudiar<br />
Letras, pensando tal vez seguir<br />
<strong>de</strong>spués con Periodismo. El cuento<br />
“De los extraños seres que rondan<br />
por la Facultad <strong>de</strong> Letras” lo<br />
escribió para el concurso. La i<strong>de</strong>a<br />
surgió cuando estaba terminando<br />
el primer semestre que cursaba en<br />
la universidad, y es un homenaje a<br />
la literatura.<br />
De los cuentos que ha leído, lo<br />
que le atrae es lo mágico e irreal<br />
que presentan algunos autores<br />
como Julio Cortázar y Gabriel García<br />
Márquez, ambos presentes en<br />
el cuento.
De los seres extraños<br />
que rondan por la<br />
Facultad <strong>de</strong> Letras<br />
Este relato fue encontrado en unas hojas olvidadas, halladas en alguna<br />
mesa en alguna clase <strong>de</strong>l gran Campus <strong>de</strong> la Pontifica Universidad Católica,<br />
mejor conocido como San Joaquín.<br />
“Entraron los nuevos letrados un día <strong>de</strong> marzo, con esas caras nuevas,<br />
llenas <strong>de</strong> frescura y fascinación. El almuerzo <strong>de</strong> bienvenida fue una<br />
maravilla. Estuvieron ahí los gran<strong>de</strong>s profesores, académicos y estudiantes<br />
que comúnmente habitaban esa facultad.<br />
Gabriel o Gabo, como se presentaba ante cada nuevo compañero<br />
y compañera que iba conociendo, miraba asombrado este nuevo<br />
mundo que le recibía con los brazos abiertos. Su primera clase <strong>de</strong><br />
Literatura fue increíble, la <strong>de</strong> Lingüística lo mismo y así el nuevo<br />
estudiante se complacía con estos nuevos retos que le aguardaban.<br />
Pasaron los meses. Gabriel ya tenía su grupo <strong>de</strong> amigos formado,<br />
los Bajtin, Homero, Dante, Bocaccio y Vigotsky almacenados en su<br />
memoria intelectual y su prosa y poesía gustaban en sus pares, así
Álvaro Valenzuela<br />
52<br />
como las notas no bajaban <strong>de</strong> lo que podríamos llamar “bien”.<br />
Todo iba perfecto, hasta ese fatídico día en que todo cambió. Un<br />
tal Altazor, compañero <strong>de</strong> presencia casi <strong>de</strong>sconocida para Gabriel,<br />
saltó en paracaídas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el techo <strong>de</strong>l edificio <strong>de</strong> la facultad y murió<br />
horriblemente ante la vista <strong>de</strong> todos los que ese día se encontraban.<br />
El hecho causó un gran revuelo en la universidad, incluso se habló<br />
<strong>de</strong> cierta locura que rondaba, específicamente, en el patio <strong>de</strong> Letras;<br />
otros simplemente lo llamaron estrés.<br />
La cosa se calmó con el pasar <strong>de</strong> los días, pero no por mucho<br />
tiempo. Un viernes un alumno al tomarse un café <strong>de</strong> la máquina se<br />
transformó en un gran monstruo que <strong>de</strong>spedazó a todo el que encontró<br />
a su paso. Luego, inexplicablemente, tomó su forma original.<br />
El joven fue procesado y luego encarcelado. La universidad<br />
horrorizada por semejante brutalidad tomó serias medidas, como<br />
la prohibición <strong>de</strong>l café, policías en cada clase, incluso se pusieron<br />
cámaras <strong>de</strong> seguridad por toda la universidad. No obstante, la cosa<br />
empeoró. Otro día llegó un alumno con armaduras, lanza y montado<br />
a caballo atacando a cuanto ventero, ladrón, gigante y hechicero<br />
se le cruzaba. A este caballero andante lo paró otro alocado<br />
grupo <strong>de</strong> estudiantes acorazados en una falange y con gran<strong>de</strong>s lanzas.<br />
Los policías viendo tal situación dispararon con sus armas hasta<br />
no <strong>de</strong>jar ninguno <strong>de</strong> pie. Se amenazó con cerrar la universidad,<br />
pero nuevamente la cosa volvió a la normalidad en la Facultad <strong>de</strong><br />
Letras y en la institución académica en general. Gabriel continuó<br />
con sus clases, aunque ya con varios compañeros menos, a causa <strong>de</strong><br />
los graves sucesos anteriores.<br />
Se acercaba julio, el invierno saludaba a la universidad. Los exámenes<br />
se acercaban y con ellos las tan esperadas vacaciones. Pero el<br />
terror volvió a asolar a la Facultad <strong>de</strong> Letras. Un amigo <strong>de</strong> Gabriel,
De los seres extraños que rondan por la Facultad <strong>de</strong> Letras<br />
llamado Julio, comenzó, en plena clase <strong>de</strong> Gramática, a vomitar<br />
conejitos blancos que tiernamente llenaban la sala ante el asombro<br />
<strong>de</strong>l profesor y los estudiantes. El joven fue llevado a una iglesia<br />
don<strong>de</strong> fue exorcizado y luego fue enviado a un hospital. Esa misma<br />
tar<strong>de</strong> encontraron en un baño a un joven <strong>de</strong> intercambio proveniente<br />
<strong>de</strong> Alemania, muerto <strong>de</strong> amor en el baño.<br />
Así, día tras día, se conocían historias nuevas <strong>de</strong> caballeros,<br />
amores, suicidios, poetas, escritores, movimientos, géneros, hombres<br />
con alas enormes, viajes, barcos, jazzistas escandalosos, minotauros,<br />
laberintos, crucificados, apóstoles, caperucitas, lobos, elfos,<br />
pobres, ricos, viejos y jóvenes. Asimismo, Gabriel se <strong>de</strong>jó crecer el<br />
bigote y en un cua<strong>de</strong>rno comenzó a escribir: Muchos años <strong>de</strong>spués,<br />
frente al pelotón <strong>de</strong> fusilamiento…”<br />
53
Camila Russo<br />
Mención Honrosa<br />
5° año <strong>de</strong> Periodismo<br />
Para Camila Russo (23 años), la<br />
necesidad <strong>de</strong> escribir ha estado<br />
presente durante toda su vida.<br />
Des<strong>de</strong> chica escribe cuentos y<br />
poemas. En su colegio, Santiago<br />
College, ganó algunos premios y los<br />
profesores la animaron a que siguiera<br />
escribiendo. Por esto mismo<br />
<strong>de</strong>cidió estudiar Periodismo, don<strong>de</strong><br />
tiene la posibilidad <strong>de</strong> escribir, y<br />
a<strong>de</strong>más hizo el Certificado Académico<br />
<strong>de</strong> Literatura Universal.<br />
“El circo” lo escribió para este<br />
concurso. El cuento se centra en<br />
la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Libertad, concepto que<br />
para Camila es fundamental: “El<br />
cuento se trata <strong>de</strong> la importancia<br />
<strong>de</strong> la libertad y cómo la universidad<br />
ayuda a realizarse como individuo”.<br />
En él quiso presentar un escenario<br />
surrealista, que estuviera fuera <strong>de</strong><br />
lo cotidiano que pudiera suce<strong>de</strong>r<br />
en una universidad.<br />
Esta i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> crear mundos nuevos<br />
hace que fluya su imaginación. Es<br />
por ello que la inspiran los poemas<br />
<strong>de</strong> Rubén Darío, los cuentos <strong>de</strong> Edgar<br />
Allan Poe y las novelas <strong>de</strong> Mario<br />
Vargas Llosa.
El circo<br />
Una voz ronca y fuerte, como producida <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las entrañas <strong>de</strong> un gigante,<br />
se escuchó al fondo <strong>de</strong>l Palacio Presi<strong>de</strong>ncial, un blindado refugio<br />
subterráneo, esa oscura mañana <strong>de</strong> julio <strong>de</strong>l año 2057.<br />
–Ha llegado la hora <strong>de</strong> comenzar la última fase <strong>de</strong>l proyecto.<br />
Voy a necesitar su obediencia y completa colaboración. No quiero<br />
que duerman, no quiero que coman, quiero que a toda hora estén<br />
atentos a mis ór<strong>de</strong>nes.<br />
–Sí Padre –respondió un coro <strong>de</strong> hombres que no se distinguían<br />
entre sí. Todos vestidos en uniformes pardos, con boinas <strong>de</strong>l mismo<br />
color que cubrían sus cabezas rapadas y botas <strong>de</strong> cuero negras<br />
que brillaban en sus pies. De sus ca<strong>de</strong>ras colgaban las armas.<br />
–Hasta ahora todo ha salido a la perfección. Sólo queda la reforma<br />
académica.<br />
–Permiso para hablar Padre –pidió un hombre vestido <strong>de</strong> traje<br />
negro.<br />
–Concedido.<br />
–Los colegios y universida<strong>de</strong>s hace meses están inoperantes.
Camila Russo<br />
56<br />
–¡Silencio! –gritó el Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> tal manera que su voz alcanzó<br />
el fondo <strong>de</strong> esta garganta llamada palacio y, resonando en todos los<br />
rincones, <strong>de</strong>volvió en un eco la or<strong>de</strong>n multiplicada muchas veces.<br />
–La próxima vez que cuestione lo que digo... Como iba diciendo<br />
antes <strong>de</strong> la insólita interrupción, la última fase <strong>de</strong>l proyecto incluye<br />
la reforma académica. Ésta comenzó inhabilitando los<br />
<strong>de</strong>tractores, o sea, colegios, universida<strong>de</strong>s e institutos, y reemplazándolos<br />
con los Centros <strong>de</strong> Reestructuración Mental. Ahora se<br />
<strong>de</strong>be concluir, dándoles un nuevo uso a los edificios obsoletos.<br />
Mis queridos ciudadanos han estado al servicio <strong>de</strong> mis fábricas,<br />
minas, puertos y empresas. Han cumplido con su <strong>de</strong>ber a la Nación<br />
y a su Padre, o sea, Mi Persona. Llegó la hora <strong>de</strong> premiarlos.<br />
Los <strong>de</strong>tractores serán convertidos en centros <strong>de</strong> entretención. La<br />
gente tendrá una vez a la semana la posibilidad <strong>de</strong> asistir a estas<br />
nuevas ferias y circos. Por supuesto, se conformarán nuevos comandos<br />
para controlar estas instancias, pero lo principal es que<br />
quiero que los ciudadanos estén felices. Hay que apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los<br />
antiguos ¡pan y circo! –sentenció, riendo sonoramente al concluir.<br />
–Comenzaremos con la peor, el engendro <strong>de</strong> todos los males, la<br />
que reunía los dos peores riesgos para mis hijos. No sólo llenaba la<br />
cabeza <strong>de</strong>l pueblo con información innecesaria y anticuada, apartándolo<br />
<strong>de</strong> su <strong>de</strong>ber; también representaba a la Iglesia, apartándolos<br />
<strong>de</strong> su lí<strong>de</strong>r.<br />
A esta altura supongo que todos saben cuál es este flagelo, pero<br />
se los aclaro: la Universidad Católica. Quiero que todas nuestras<br />
fuerzas se concentren en convertirla en el circo más gran<strong>de</strong> que<br />
Chile haya visto jamás. Cada campus con animales, payasos, magos<br />
y acróbatas. Empezaremos por Casa Central.<br />
Ese mismo día una Alameda <strong>de</strong>sierta vio llegar la comitiva
El circo<br />
presi<strong>de</strong>ncial. Veinte relucientes autos negros y sus respectivas llantas<br />
plateadas y vidrios polarizados se estacionaron en toda la cuadra.<br />
Con guardaespaldas se bajó la Inteligencia <strong>de</strong>l régimen. En una organizada<br />
columna humana entraron al edificio y, paseándose entre<br />
las salas vacías, planeaban la reforma <strong>de</strong> la construcción.<br />
Cuando terminaron el recorrido se reunieron en el centro <strong>de</strong>l<br />
patio <strong>de</strong> Comunicaciones. El primero en hablar fue un joven con el<br />
rostro serio y anteojos.<br />
–Lo primero será <strong>de</strong>rribar el Cristo –anunció.<br />
Todos estuvieron <strong>de</strong> acuerdo.<br />
Durante horas, las propuestas fueron discutidas y analizadas hasta<br />
que un plano <strong>de</strong> la nueva Casa Central se dibujó bajo la pluma<br />
<strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los arquitectos.<br />
Los camiones, grúas y bulldozers llegaron al día siguiente como<br />
tanques a un campo <strong>de</strong> batalla. Tal como habían acordado, el Cristo<br />
fue lo primero en caer, estallando en miles <strong>de</strong> pedazos con el impacto<br />
<strong>de</strong> la <strong>de</strong>moledora. Las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las salas en que antes<br />
estudiaban los futuros médicos, periodistas y abogados quedaron<br />
reducidas a un montón <strong>de</strong> escombros.<br />
Soldados con metralletas estaban parados en cada rincón vigilando<br />
el trabajo <strong>de</strong> las <strong>de</strong>cenas <strong>de</strong> maestros, y miembros <strong>de</strong> la Inteligencia<br />
daban ór<strong>de</strong>nes con megáfonos. Camiones con <strong>de</strong>sechos<br />
entraban y salían. Grúas se elevaban sobre el edificio cargando vigas<br />
<strong>de</strong> metal y mezcladores <strong>de</strong> cemento tapaban la calle.<br />
En los alre<strong>de</strong>dores, la mayoría <strong>de</strong> los edificios estaban <strong>de</strong>siertos. El<br />
comercio ya no funcionaba y la gente ahora vivía en los Departamentos<br />
Habitacionales asignados por el régimen que gobernaba el país<br />
hace ocho años. De los pocos edificios que quedaron habitados, tímidas<br />
cabezas se asomaban por las ventanas con la mirada perdida <strong>de</strong> la<br />
57
Camila Russo<br />
58<br />
gente resignada. Lo único que podían hacer era esperar el circo.<br />
Pocas semanas <strong>de</strong>spués, una estructura <strong>de</strong> vidrios teñidos con<br />
forma <strong>de</strong> carpa se elevaba sobre la fachada multicolor <strong>de</strong> Casa Central.<br />
A<strong>de</strong>ntro colgaban columpios y cuerdas <strong>de</strong> equilibrio se extendían<br />
sobre las mallas que atraparían a algún acróbata <strong>de</strong>spistado.<br />
Gra<strong>de</strong>rías <strong>de</strong> sillas rojas ro<strong>de</strong>aban el escenario, instalado don<strong>de</strong> antes<br />
estaban los edificios <strong>de</strong> Periodismo y Medicina, mientras que<br />
juegos <strong>de</strong> feria y máquinas <strong>de</strong> algodón dulce y cabritas llenaban el<br />
patio <strong>de</strong> Derecho. Dos pantallas gigantes se elevaban sobre todo<br />
esto, proyectando imágenes <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte.<br />
Todo era un remolino <strong>de</strong> aros <strong>de</strong> fuego, cintas y pelotas <strong>de</strong> colores,<br />
hombres que acarreaban trampolines y jaulas <strong>de</strong> animales, oficiales<br />
que gritaban ór<strong>de</strong>nes y un embriagante olor a caramelo.<br />
El día <strong>de</strong> la inauguración <strong>de</strong>l circo, un bus nos esperaba en la<br />
puerta <strong>de</strong>l bloque habitacional. Había una especie <strong>de</strong> rumor y excitación<br />
inusual en las piezas <strong>de</strong> las mujeres. Estábamos todos listos mucho<br />
antes <strong>de</strong> la hora que nos habían indicado y leíamos el diario<br />
“Verdad” o repasábamos las grabaciones <strong>de</strong> la última lección para hacer<br />
tiempo. Yo estaba en eso, repitiendo lo que me dictaba la voz <strong>de</strong>l<br />
Padre a través <strong>de</strong> mis audífonos, cuando los parlantes <strong>de</strong> la pieza que<br />
compartía con diez compañeras anunciaron que <strong>de</strong>bíamos bajar.<br />
-Vamos, TR905 –me dijo una <strong>de</strong> ellas.<br />
Cuando llegamos, una enorme paleta dulce <strong>de</strong> edificio nos estaba<br />
esperando. Me pareció muy fuera <strong>de</strong> lugar entre las calles grises,<br />
las construcciones grises, la gente gris… pero también me pareció<br />
extrañamente conocido.<br />
Sin embargo, tuve que empujar ese pensamiento hasta el fondo<br />
<strong>de</strong> mi consciencia porque, al entrar, una explosión <strong>de</strong> colores, olores<br />
y sonidos se robaron todos mis sentidos. Me llamaban las sirenas
El circo<br />
<strong>de</strong> los juegos y sus luces, me cautivaban las piruetas <strong>de</strong> extraños seres<br />
en mallas y me intrigaba la risa <strong>de</strong> los payasos. Al mismo tiempo,<br />
un empalagoso olor dulce llenaba mi nariz hasta pegotearse en<br />
mi cabeza, que, a<strong>de</strong>más, no podía <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> repetir la canción que<br />
sonaba en todo el lugar: “Soy feliz y juego toda la tar<strong>de</strong>, soy feliz y<br />
amo al Padre...”.<br />
Al lado mío había una máquina <strong>de</strong> jugos espesos, amarillos,<br />
ver<strong>de</strong>s y rojos. Inmediatamente quise uno ya que no se parecían<br />
nada al líquido café translúcido con un <strong>de</strong>jo a manzana que nos<br />
dan en el almuerzo. Pasé una ficha y recibí un enorme vaso plástico<br />
a cambio pero, justo cuando lo estaba acercando a mi boca, un<br />
niño pasó corriendo y volcó toda la substancia color cereza en mi<br />
ropa y en el suelo.<br />
En pocos segundos llegó una señora a limpiar el líquido rojo y<br />
un oficial me tomó <strong>de</strong> un brazo.<br />
–Anda a limpiarte, TR905 –or<strong>de</strong>nó mirando la i<strong>de</strong>ntificación<br />
grabada en mi traje y con el <strong>de</strong>do señaló don<strong>de</strong> estaba el baño.<br />
Estuve un rato luchando con la mancha, el agua y el jabón hasta<br />
que salió. Puse la blusa bajo la secadora <strong>de</strong> manos y su ruido logró<br />
acallar por un rato la canción que se repetía en mi cabeza <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />
entré al circo. La extendí ante mí preguntándome cómo habrá quedado,<br />
me la puse y, como respondiendo a un reflejo, miré hacia la<br />
pared <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los lavatorios.<br />
Por alguna razón, me sorprendió ver sólo las baldosas ahí, como<br />
si hubiera esperado encontrar otra cosa en su lugar… Pero <strong>de</strong>scarté<br />
este pensamiento <strong>de</strong> mi cabeza y salí <strong>de</strong>l baño, proponiéndome “ser<br />
feliz y jugar toda la tar<strong>de</strong>”.<br />
–Estoy conforme con su reporte –dijo el Presi<strong>de</strong>nte parado tras su<br />
escritorio, <strong>de</strong>jando caer una pila <strong>de</strong> carpetas sobre éste–. Y continuó:<br />
59
Camila Russo<br />
60<br />
“Creo que estos centros <strong>de</strong> entretención serán un éxito en mantener<br />
al pueblo feliz y lejos <strong>de</strong> problemas”.<br />
–Otra <strong>de</strong> sus gran<strong>de</strong>s i<strong>de</strong>as, Padre –puntualizó un joven perdido<br />
entre la fila <strong>de</strong> hombres, parados rectos y a tres metros <strong>de</strong> distancia<br />
<strong>de</strong>l escritorio.<br />
El Presi<strong>de</strong>nte asintió levemente con la cabeza y respondió:<br />
–Aunque <strong>de</strong>sprecio a los aduladores, voy a aceptar su intervención<br />
sólo en honor a la verdad. Y la verdad es que mis ciudadanos hoy tuvieron<br />
la suerte <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir este grandioso regalo <strong>de</strong> su Padre.<br />
–Sí, mi señor –dijeron todos los hombre a coro.<br />
Sentándose ceremoniosamente en su silla <strong>de</strong> cuero negro los <strong>de</strong>spachó<br />
y se quedó solo, mirando hacia la pared que lo enfrentaba.<br />
De ella colgaba un magnífico espejo <strong>de</strong> marco dorado que le entregaba<br />
el reflejo <strong>de</strong> sus orgullosos ojos, su satisfecha boca, sus manos<br />
cruzadas; su imagen. Ésta, tal como la copa <strong>de</strong> coñac que estaba <strong>de</strong>gustando,<br />
era un privilegio vedado para el pueblo: la única imagen<br />
<strong>de</strong> la cual se podían preocupar, era la <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte. Ellos no tenían<br />
cara ni nombre.<br />
Llegamos cansadas <strong>de</strong>l circo ese día y quizás por eso estábamos<br />
como ensimismadas. Nos pusimos piyama y cuando los parlantes<br />
anunciaron la hora <strong>de</strong> acostarse, fuimos a lavarnos los dientes.<br />
Me estaba enjuagando la boca cuando una compañera dijo:<br />
–Qué bueno el regalo que nos hizo el Padre, ¿verdad TR905?<br />
–Sí –respondí yo.<br />
–¿Cómo lo pasaste? –preguntó.<br />
–Bien ¿y tú?<br />
–Bien también. Parece que vamos a ir otra vez, la próxima semana.<br />
–Eso dicen –comenté y, como me pareció que ya no había más<br />
que hablar, recogí mis cosas y me fui.
El circo<br />
Pero antes <strong>de</strong> salir, como por un reflejo, miré hacia la pared. Cuando<br />
sólo encontré el concreto y la pintura, supe por qué ese edificio<br />
me había parecido conocido. Supe qué había esperado encontrar en<br />
el baño <strong>de</strong>l circo y ahora. Recordé todo y me toqué la cara.<br />
–¿Qué pasa TR905?<br />
–Que no soy TR905. Me llamo Daniela y hace ocho años me<br />
quedaba un semestre para terminar periodismo en la Universidad<br />
Católica.<br />
61
Daniela Gaggero<br />
Mención Honrosa<br />
Magíster en Arquitectura<br />
El interés <strong>de</strong> Daniela Gaggero (26<br />
años) por la literatura es más bien<br />
reciente. Hace dos años que cursa<br />
el magíster en Arquitectura.<br />
Cuando empezó a <strong>de</strong>sarrollar su<br />
tesis encontró en la literatura una<br />
forma novedosa <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r expresar<br />
a través <strong>de</strong> la palabra las i<strong>de</strong>as y<br />
conceptos, ya que en Arquitectura<br />
se trabaja principalmente con<br />
la imagen.<br />
Es así como empezó a escribir algunas<br />
i<strong>de</strong>as y pequeños poemas,<br />
hasta que supo <strong>de</strong>l concurso y <strong>de</strong>cidió<br />
participar. El cuento “Elíxir<br />
Primaveral” lo escribió especialmente<br />
para el concurso. Partió<br />
con una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir el ambiente<br />
que se vive en el campus Lo<br />
Contador y sus espacios, y <strong>de</strong> ahí<br />
surgió la historia <strong>de</strong> lo que podría<br />
ser un día cotidiano <strong>de</strong> alguien en<br />
ese campus. En él está presente<br />
su visión <strong>de</strong> cómo se vive y habita<br />
Lo Contador.<br />
Esta experiencia hizo que Daniela<br />
quedara muy entusiasmada,<br />
por lo que una vez que termine su<br />
tesis piensa seguir escribiendo y<br />
perfeccionándose.
Elíxir primaveral<br />
El olor <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> era ese intenso perfume que comienza en septiembre<br />
y perdura hasta noviembre en los patios <strong>de</strong> Lo Contador. La flor <strong>de</strong> la<br />
pluma cubre los parrones y la pérgola y llena los patios con su aroma.<br />
Es primavera, el sol vuelve cálidos los antes fríos y húmedos corredores<br />
<strong>de</strong> la casona, y seca las tablas <strong>de</strong>l patio <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra para recibir el ten<strong>de</strong><strong>de</strong>ro<br />
<strong>de</strong> gente sobre ellas.<br />
14:45<br />
Isabel está atrasada, como siempre. Su corrección es en 15 minutos, no<br />
hay estacionamiento en ninguna calle alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la facultad y aún le<br />
falta plotear.<br />
–¡¡¡¡Juan!!!! –grita–. ¿Vas al i-plot?<br />
–Sí –respon<strong>de</strong>.<br />
–¡¡¡Llévate mi pendrive y plotéame la tarea porfa!!!, yo voy enseguida.<br />
15:00<br />
El túnel poniente comienza a llenarse <strong>de</strong> gente, ruidos <strong>de</strong> papeles,
Daniela Gaggero<br />
64<br />
reclamos, gritos y carreras con maquetas y láminas hacen el ambiente<br />
<strong>de</strong> taller. “¡¡¡Préstame tape!!! ¡¿Ayúdame a colgar?!”. Todos<br />
parecen estar ocupados en algo en que se les va la vida. Como si<br />
esta tarea, esta entrega, este momento <strong>de</strong>finiera todo. Es <strong>de</strong>masiado<br />
importante, es trascen<strong>de</strong>ntal.<br />
Algunos, los más atrasados, todavía están colgando sus trabajos<br />
sobre esas pare<strong>de</strong>s con diez mil capas <strong>de</strong> pintura blanca, y unas tablas<br />
chuecas en las que se alinean con rigor planos y láminas. Los profesores<br />
están presentes en la sala y, en un ambiente coloquial, comienza la<br />
corrección, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un extremo a otro, en or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> colgado.<br />
15:15<br />
Isabel y Juan están al final <strong>de</strong> la sala, terminando <strong>de</strong> poner la entrega<br />
sobre el muro.<br />
–Gracias Juan, ¡te pasaste!<br />
–Tranquila mujer, si no me costaba nada. ¿Vamos a comer algo Isa?<br />
–Ya, dale. Estoy muerta <strong>de</strong> hambre… ni he <strong>de</strong>sayunado, terminé<br />
apenas la entrega pa` esta semana. ¡Cacha mi cara!, he dormido<br />
como una hora... ¡encima <strong>de</strong>l computador!<br />
Juan mira a Isabel, ese look tan planeadamente casual, su pelo<br />
tomado con <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, pero perfecto. Siempre ha pensado que es<br />
una <strong>de</strong> las compañeras más atractivas que tiene. Se hicieron amigos<br />
en la primera semana <strong>de</strong> clases, y aunque no pasan todo el día juntos,<br />
se conocen bien. Isabel es <strong>de</strong>lgada, <strong>de</strong> pelo castaño claro, largo<br />
y liso. Sus ojos son gran<strong>de</strong>s y su boca pequeña. Tiene rasgos finos,<br />
aunque no perfectos. Es muy aguda en sus i<strong>de</strong>as y muy relajada en<br />
su actuar.
Elíxir primaveral<br />
15:30<br />
La Cafetería se está <strong>de</strong>socupando <strong>de</strong>l tumulto <strong>de</strong> gente que permanece<br />
en ella <strong>de</strong> 1 a 3 <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Allí están Sara y Pilar. Son las amigas<br />
<strong>de</strong> Isabel.<br />
–¡Acá, Isa! –grita una <strong>de</strong> ellas.<br />
Juan e Isabel se sientan junto a ellas. Él se come un completo con<br />
una bebida, Isabel un sándwich con un jugo. Comentan lo arduo <strong>de</strong><br />
la entrega y la noche <strong>de</strong> trabajo que han pasado respectivamente.<br />
Juan no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirar a Isabel, parece que cada día le<br />
gusta más. Su boca, la manera en que se ríe, cómo gesticula, sus<br />
ojos y bueno… todo lo <strong>de</strong>más. Le encanta.<br />
–¡Estoy raja! -dice ella mientras ro<strong>de</strong>a el brazo <strong>de</strong> Juan y <strong>de</strong>scansa<br />
sobre su hombro.<br />
Terminan <strong>de</strong> comer y salen al patio.<br />
–Está rico el día –comenta Pilar.<br />
–Sí, amo la primavera. ¿Un cigarrito?, yo invito –dice Isabel.<br />
Se sientan los cuatro en los peldaños <strong>de</strong> cemento, bajo el parrón<br />
<strong>de</strong>l patio <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, es el lugar perfecto. Semisombra, bajo la parra<br />
<strong>de</strong> plumas violetas, con racimos olorosos y fantásticos. Es agradable<br />
estar allí, el sol es tibio y siempre corre un viento que refresca. Esperan<br />
que sea su turno <strong>de</strong> corregir, tienen el relajo <strong>de</strong> la tarea cumplida,<br />
aunque queda algo <strong>de</strong> ansiedad por explicar lo que se quiso<br />
hacer.<br />
16:20<br />
Un rayo que atraviesa entre las tablas y las flores cruza el iris <strong>de</strong>l ojo<br />
izquierdo <strong>de</strong> Juan. Juan es <strong>de</strong> este tipo <strong>de</strong> hombres que sin ser <strong>de</strong>masiado<br />
guapo, tiene ese “no sé qué” que mata a cualquier mujer.<br />
Es simpático, alegre, chistoso, jote, coqueto y seguro. Tiene manos<br />
65
Daniela Gaggero<br />
66<br />
fuertes y un cuerpo que, sin ser atlético, tiene buena arquitectura. Uste<strong>de</strong>s<br />
sabrán a lo que me refiero. Isabel coquetea siempre con Juan,<br />
aunque no quiera, hay algo ahí; solo que, ni ella ni él, han tratado <strong>de</strong><br />
pasar la línea <strong>de</strong> la amistad. Pero hoy, algo los mareó, quizás ese olor<br />
dulce que cuelga <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cielo, o el sol primaveral que lo hace a uno<br />
tener ganas <strong>de</strong> divertirse un poco. Isabel miró su ojo. Sonrió. Miró su<br />
boca mientras él contaba algo que ella ya no estaba escuchando, se la<br />
quiso comer. Perdió la concentración, sintió inflado su pecho, comenzó<br />
a mirar todo fragmentadamente, por piezas, en <strong>de</strong>talle. De igual<br />
forma ocurrió con sus movimientos, todo está exacerbado. Si sólo roza<br />
su mano junto a la <strong>de</strong> Juan, se quemaría. Esto le había pasado un par<br />
<strong>de</strong> veces antes, pero se había curado rápidamente <strong>de</strong> este emborrachamiento<br />
<strong>de</strong>l que ahora se siente presa.<br />
16:45<br />
Pilar dice: “parece que ya me va a tocar, voy pa’ <strong>de</strong>ntro”.<br />
–Te acompaño –agrega Sara.<br />
–Vamos todos –dice Juan–, pa’ cachar un poco qué onda.<br />
–Ya, vamos –dice Isabel.<br />
Ahí van, <strong>de</strong> uno en uno, corrigiendo. Unos prestan atención,<br />
otros simplemente comentan cualquier cosa en un rincón. Otros<br />
ya <strong>de</strong>scuelgan su entrega corregida, quieren irse a dormir lo antes<br />
posible a casa.<br />
–¡Buena, Juan!… ¿cómo estay? –pregunta Aníbal–. ¿Ya corregiste?<br />
–No todavía, estoy al final. ¿Y tú?<br />
–Bien igual. O sea, los conceptos y la i<strong>de</strong>a están buenos, pero no<br />
lo he <strong>de</strong>sarrollado mucho todavía, ahí tengo que cachar. Hola Isa.<br />
¿Cómo estay?<br />
–Bien gracias. Oye ’ta buena tu entrega, me gustó.
Elíxir primaveral<br />
–¿¡En serio!? Gracias. Puta, cachemos si hacemos algo hoy en la noche,<br />
su piscolita… ¡¿o no?! Igual mañana no tenemos clases temprano.<br />
–Yapo, dale –dice Juan.<br />
–¿Te animái Isa? Dile a la Sara y la Pili también. En mi casa yo<br />
cacho que pue<strong>de</strong> ser.<br />
–Ya, buena, gracias. Pero me vas a buscar tú Juan, te juro que no<br />
estoy para andar en auto en la noche.<br />
–Ya obvio.<br />
–Nos vemos entonces. Chau, me voy a dormir un ratito –se<br />
<strong>de</strong>spi<strong>de</strong> Aníbal haciendo un guiño a Juan.<br />
Aníbal es el mejor amigo <strong>de</strong> Juan. Se conocen <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el colegio.<br />
Son como hermanos.<br />
17:20<br />
El sol comienza a bajar, lentamente. Isabel perfectamente se podría haber<br />
ido sola a la casa <strong>de</strong> Aníbal, siempre lo hace, manejar cansada. O<br />
también podría haberle pedido a una <strong>de</strong> sus amigas que la pasara a<br />
buscar. Pero ya lo tenía en mente. Quería todas las excusas posibles<br />
para pasar un instante sola con él.<br />
Pilar acaba <strong>de</strong> corregir. Sin embargo, se quedará hasta el final a<br />
esperar a Isabel, ya que le pidió irse con ella.<br />
17:45<br />
La tar<strong>de</strong> avanza y el sol empieza a escon<strong>de</strong>rse. La tensión entre Isabel y<br />
Juan comienza a sentirse en el aire, es como un campo magnético.<br />
Cualquier mirada, roce, palabra, son un chispazo <strong>de</strong> electricidad, traducidos<br />
en una carcajada o una mirada tan intensa que sacaría un pedazo.<br />
Juan <strong>de</strong>liberadamente sólo imagina el momento <strong>de</strong> plantarle un<br />
beso a Isabel. Ella sólo piensa en sus labios sobre los <strong>de</strong> Juan, en mil<br />
67
Daniela Gaggero<br />
68<br />
situaciones imaginarias, todas románticas y apasionadas. Sabe que hoy<br />
será la noche propicia. Sabe qué pue<strong>de</strong> pasar, ya no tiene miedo <strong>de</strong> lo<br />
que pase <strong>de</strong>spués. Sabe que lo peor sería mirarse y explotar <strong>de</strong> la risa,<br />
por lo ridículo <strong>de</strong> la situación.<br />
A estas alturas poco le importa a Isabel cómo le vaya a ir en su<br />
corrección. La noche entera que pasó haciendo este trabajo, ya se<br />
le olvidó. Ya no tiene sueño, no se siente cansada. Sólo quiere que<br />
llegue la noche.<br />
El túnel, que hasta media tar<strong>de</strong> aún estaba fresco, comienza a<br />
sentirse caluroso. Las gruesas pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> adobe, que han recibido el<br />
sol durante todo el día, comienzan a irradiarlo hacia este espacio<br />
interior, comprimido y escaso <strong>de</strong> ventilación.<br />
18:10<br />
Juan corrige. Se <strong>de</strong>spi<strong>de</strong> <strong>de</strong> Isabel con un beso en la mejilla.<br />
–Nos vemos en la noche niñas –les dice a Isabel y Pilar.<br />
–Te paso a buscar, a las 10. Sin falta –agrega mirando a Isabel.<br />
Se <strong>de</strong>spi<strong>de</strong> y se va.<br />
18:30<br />
Isabel finalmente recibe sus comentarios sobre la entrega, <strong>de</strong>scuelga su<br />
trabajo con la ayuda <strong>de</strong> Pilar y se van juntas. El tráfico es lento, hora<br />
pick <strong>de</strong>l taco santiaguino. Les tomará al menos unos 40 minutos llegar<br />
a casa <strong>de</strong> Pilar.<br />
Pilar es una persona dulce y cálida. Conoce a su amiga.<br />
–¿Qué onda con Juan? –pregunta.<br />
–Nada. ¿Por qué? –respon<strong>de</strong> Isabel, risueña.<br />
–No sé, los vi muy coquetones toda la tar<strong>de</strong>. ¿En verdad te gusta?<br />
–Ay, ¡parece que sí!… –exclama nerviosa.
Elíxir primaveral<br />
–¡Jajajajajajajaaja! –sueltan unas carcajadas juntas.<br />
Pilar se siente un poco confundida, aunque alegre. Sabe que Isabel<br />
y Juan harían una excelente pareja. Es sólo que los cuatro son<br />
tan buenos amigos, que no quisiera que las cosas cambiaran. No<br />
quiere sentirse aparte.<br />
19:30<br />
Isabel llega a su casa. Está exhausta pero muy animada. Deci<strong>de</strong> comer<br />
algo rápido y <strong>de</strong>scansar un poco para luego salir. Comparte un rato<br />
con su papá que está en casa. Se recuesta junto a él y le cuenta su día.<br />
Dormita sobre la cama un rato. Recupera fuerzas y se levanta.<br />
22:05<br />
Suena el celular <strong>de</strong> Isabel. Es Juan, que la está esperando afuera. La noche<br />
ha refrescado. Isabel ha hablado con sus amigas. Ellas se irán juntas<br />
a la casa <strong>de</strong> Aníbal. Irán también Pancho, Tomás, Cristián, Javier y<br />
Mariana. Ella se arregló un poco. No <strong>de</strong>masiado, pero lo necesario<br />
para sacarse la cara <strong>de</strong> cansancio.<br />
Sale <strong>de</strong> su casa. Sube al auto. Suena en la radio la canción “Perfecta”,<br />
<strong>de</strong> Miranda, con Julieta Venegas. Juan hace una broma al<br />
respecto. Ella ríe. Se miran cómplicemente y parten. Su mirada<br />
dijo que sí. La noche hará lo <strong>de</strong>más.<br />
69
Nicolás León<br />
Mención Honrosa<br />
3 er año <strong>de</strong> Ingeniería Civil<br />
Nicolás León (21 años) escribe <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
niño, pero sólo últimamente lo<br />
ha hecho en forma más seguida y<br />
más metódica. Esto gracias a un<br />
taller que tomó en la Facultad <strong>de</strong><br />
Arquitectura <strong>de</strong> la universidad,<br />
guiado por el escritor argentino<br />
Gonzalo Garcés.<br />
En “Reencuentro” quiso contar<br />
una historia sencilla que estuviera<br />
relacionada con la diferencia<br />
entre la vida y el cambio <strong>de</strong> actitu<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong> las personas antes <strong>de</strong> la<br />
universidad y una vez que entran a<br />
ella. “De repente uno se encuentra<br />
con un amigo que conoció en<br />
el colegio y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un par <strong>de</strong><br />
años <strong>de</strong> universidad ya cambia mucho<br />
la forma <strong>de</strong> ser”.<br />
Nicolás dice haber tenido varios<br />
autores favoritos en distintas<br />
épocas, pero en cuanto a los<br />
cuentos, quien más le atrae es J.D<br />
Salinger, ya que a su parecer tiene<br />
un mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> formar un cuento<br />
muy interesante: contar las cosas<br />
<strong>de</strong> forma superficial para que<br />
el lector intuya las emociones <strong>de</strong>l<br />
personaje a través <strong>de</strong> pequeños<br />
gestos.
Reencuentro<br />
Sólo quiero po<strong>de</strong>r recordar<br />
Tus manos <strong>de</strong> miel entre las mías<br />
Cuando la noche nos envuelva, irrevocable<br />
Cuando perdamos aun este crepúsculo<br />
Luis salía <strong>de</strong> Macroeconomía junto a una turba <strong>de</strong> estudiantes joviales<br />
y parlanchines cuando sonó su celular. Se reprochó por no haberlo silenciado<br />
durante la clase y venir a darse cuenta recién ahora <strong>de</strong> que podría<br />
haber sonado mientras el profe hablaba. Qué vergüenza. Miró la<br />
pantalla: no era un número conocido. Detestaba contestar a los números<br />
<strong>de</strong>sconocidos. Detestaba incluso contestar a algunos números conocidos,<br />
pero había en estos últimos casos un cierto margen <strong>de</strong> tiempo<br />
que permitía prepararse mentalmente para una conversación aburrida<br />
con quien fuera. Con los números <strong>de</strong>sconocidos, nunca se sabía.<br />
Después <strong>de</strong> seis timbrados, contestó. Siempre lo hacía. Por el<br />
auricular escuchó una voz femenina, un poco temblorosa:<br />
–¿Luis? ¿Hablo con Luis Ferrada?<br />
–Con él. ¿Quién es? –Luis se <strong>de</strong>tuvo en la acera y metió la mano<br />
<strong>de</strong>socupada en el bolsillo <strong>de</strong> su chaqueta.<br />
–Pamela. Pamela Cáceres. ¿Te acuerdas <strong>de</strong> mí, Luis?<br />
Luis se acordaba. Se quedó mudo durante un segundo.
Nicolás León<br />
72<br />
–Sí… sí, claro. ¿Cómo conseguiste mi número? –atinó a <strong>de</strong>cir.<br />
–Me lo dio la Victoria Atria. Creo que estuvieron juntos en algún<br />
carrete y se lo diste. Y yo me encontré con ella el otro día, y me<br />
lo dio.<br />
Había olvidado por completo el carrete, con Victoria Atria y<br />
todo. Pero era cierto, le había dado su número. Pensó que cada vez<br />
que iba a un carrete daba su número, <strong>de</strong>jándose llevar por la nociva<br />
sed <strong>de</strong> inclusión social que lo gobierna a uno durante esos momentos,<br />
y que cada vez que retornaba a su sano juicio, se arrepentía.<br />
–Ah, claro. ¿Y qué me cuentas?<br />
–No te cuento nada, quería que nos juntáramos para hablar más<br />
tranquilamente.<br />
–Ah, claro. Sí, juntémonos, obvio.<br />
Luis sugirió que viniera a almorzar con él a la universidad. ¿A<br />
qué hora? A las dos y media, mejor, porque a esa hora ya no hay<br />
tantas colas. Pamela aceptó, le dijo que su voz había cambiado un<br />
poco y colgó. En eso era la misma <strong>de</strong> siempre, o <strong>de</strong> entonces, cuando<br />
Luis la llamaba <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l colegio para juntarse e ir al cine, o<br />
para conversar un rato nada más. In<strong>de</strong>fectiblemente, ella colgaba<br />
sin <strong>de</strong>spedirse.<br />
Luis continuó caminando. A diferencia <strong>de</strong> sus amigos, que siempre<br />
parecían fascinados con las cosas que habían dicho o hecho durante<br />
la enseñanza media y las mencionaban una y otra vez, y<br />
armaban fiestas con sus ex compañeros <strong>de</strong> curso a las que todos<br />
iban con el polerón <strong>de</strong> la gira <strong>de</strong> estudios, a Luis no le interesaba<br />
mirar hacia atrás, hacia aquellos años. No porque hubieran sido<br />
malos, nada <strong>de</strong> eso. La verdad, solamente prefería la actualidad.<br />
Pero ahora, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esa llamada, no había cómo evitar el hervi<strong>de</strong>ro<br />
<strong>de</strong> recuerdos en que se transformaba su cabeza. Imposible
Reencuentro<br />
apartar <strong>de</strong> ella las salas heladas por la mañana, las pichangas contra<br />
los pen<strong>de</strong>jos en el recreo, los cigarrillos en el baño, el almuerzo incomible<br />
<strong>de</strong>l casino, los guitarreos <strong>de</strong>safinados en el patio que siempre<br />
reunían multitu<strong>de</strong>s, las mochas a la salida… Y, por supuesto,<br />
los besos y toqueteos a escondidas, o a veces <strong>de</strong>safiantes, casi frente<br />
al inspector Ulloa, que en el fondo era ciego como un topo, o tal<br />
vez sólo se hacía el <strong>de</strong> las chacras y aprobaba secretamente esos<br />
comportamientos libertinos; cómo saberlo.<br />
Chequeó su reloj. Eran recién las doce con cincuenta y cinco.<br />
Maldijo su ocurrencia <strong>de</strong> invitarla recién a las dos y media; tendría<br />
que hacer hora entretanto. Pensó en ir a la biblioteca y echarle una<br />
repasada a su libro <strong>de</strong> Macro, poco faltaba para el tercer control y<br />
no había andado bien en los anteriores, pero luego <strong>de</strong>sechó la i<strong>de</strong>a.<br />
Quería unos cigarrillos.<br />
* * *<br />
Pamela Cáceres le había <strong>de</strong>spreciado unos poemas cuando tenían<br />
quince o dieciséis años. Él tiró un ejemplar <strong>de</strong> los Veinte poemas <strong>de</strong><br />
amor y una canción <strong>de</strong>sesperada a la basura y <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> comer durante<br />
una semana. Eso recordaba, al menos, aunque tal vez su memoria<br />
había exagerado la magnitud <strong>de</strong> la penitencia. Luis sabía que hasta<br />
los más nimios sucesos parecen batallas épicas cuando se miran a<br />
través <strong>de</strong>l prisma <strong>de</strong> la adolescencia. Una semana o un par <strong>de</strong> días,<br />
quién sabe, lo cierto es que mandó al carajo la huelga <strong>de</strong> hambre<br />
cuando su abuela le sirvió cazuela un domingo, a la hora <strong>de</strong> almuerzo.<br />
Y Pamela:<br />
73
Nicolás León<br />
74<br />
–¿Manos <strong>de</strong> miel? ¡Qué cursi!<br />
Luis sintió sorpresa y asco al comprobar que su mente había<br />
almacenado intacta esa frase durante siete años, y se apretó el puente<br />
<strong>de</strong> la nariz con los <strong>de</strong>dos mientras fruncía el ceño. Pasó al quiosco<br />
frente a la capilla y compró unos cigarrillos, pero <strong>de</strong>spués se le quitaron<br />
las ganas <strong>de</strong> fumar y los guardó en la mochila. Hacía bastante<br />
frío. No había llovido una gota en todo mayo y el aire estaba seco y<br />
punzaba la piel durante casi todo el día. Deseó estar en su casa junto<br />
a la estufa, o en cualquier otra parte. Al final, entró a la sala <strong>de</strong> estudio<br />
en busca <strong>de</strong> calefacción y se sentó solo ante una mesa. Cerró<br />
los ojos y trató <strong>de</strong> verificar si su dolor <strong>de</strong> cabeza crónico estaba allí<br />
todavía. No estaba. Solamente permanecía un zumbido lejano.<br />
Cuando abrió los ojos, vio a Pare<strong>de</strong>s sentado enfrente <strong>de</strong> él.<br />
–¿Y esa pose filosófica, Ferrada? Te dio ahora por el “¿<strong>de</strong> dón<strong>de</strong><br />
venimos, a dón<strong>de</strong> vamos y qué somos?”<br />
–Púdrete, Pare<strong>de</strong>s.<br />
–Aaaayyy. Andamos sensibles hoy día. Suerte que no soy tu<br />
pololo.<br />
–El día en que te me <strong>de</strong>clares, Pare<strong>de</strong>s, voy a tener arsénico a mano.<br />
Le caía bien, Pare<strong>de</strong>s. El tipo medía casi un metro más que el<br />
resto <strong>de</strong> los mortales. Tenía, a<strong>de</strong>más, una boca anormalmente pequeña<br />
y un bigotito mal recortado que, según él, le aumentaba el<br />
sex appeal en un ciento cincuenta por ciento, cuando menos. Algo<br />
pánfilo, quizá. En cualquier caso, no una lumbrera, propiamente<br />
dicha. Pero un buen compañero con quien echar la talla un rato.<br />
De eso no cabía duda.<br />
–¿Vas al Fito más rato? Con los cabros vamos a bajar unas chelitas<br />
–dijo Pare<strong>de</strong>s.<br />
Luis dudó.
Reencuentro<br />
–No, no puedo.<br />
–¿Qué? ¿Ya tienes exámenes en mayo? Relájate, hombre, vamos<br />
por unas chelitas.<br />
–Lo siento, tengo un compromiso.<br />
Pare<strong>de</strong>s lo miró extrañado. De pronto, se le iluminó el rostro y<br />
exhibió los dientes en algo que podía interpretarse como un gesto<br />
<strong>de</strong> victoria intelectual. Luis trataba <strong>de</strong> mirar hacia otro lado.<br />
–Así que tenemos minita, ¿eh?<br />
–¿Cómo?<br />
–¡A la legua te cacho, campeón!<br />
Una joven encargada <strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> estudios hizo “shhhhh”. Pare<strong>de</strong>s<br />
no medía sus <strong>de</strong>cibeles. Continuó apenas más bajo:<br />
–¿Cómo es, ruciecita, morenaza? ¡No! Pelirroja, a ti te flechan<br />
las pelirrojas –y le cerró un ojo a Luis.<br />
–Cierra el tarro, Pare<strong>de</strong>s. No tienes i<strong>de</strong>a.<br />
–Tranquilo, Luchito, no te me pongas nervioso, si con tu style ya<br />
la tienes en la palma. Te <strong>de</strong>jo practicando tus líneas no más. Ahí, si<br />
te <strong>de</strong>ja plantado, te das una vueltecita por el Fito y ahogamos las<br />
penas en alcohol. ¡Chao, tigre!<br />
Pare<strong>de</strong>s salió <strong>de</strong> la sala riendo a carcajadas <strong>de</strong> la broma. Cuando<br />
pasó por el otro lado <strong>de</strong>l ventanal, hizo señas a Luis y volvió a reír.<br />
Luis giró la cabeza hacia otra parte hasta que el amigo <strong>de</strong>sapareció<br />
<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la pared. Tamborileó un rato con los <strong>de</strong>dos sobre la mesa.<br />
Luego, pensando que una dosis <strong>de</strong> nicotina no le vendría mal, abrió<br />
su mochila y sacó los cigarrillos. Sin embargo, antes <strong>de</strong> encen<strong>de</strong>r<br />
ninguno, se dio cuenta <strong>de</strong> que la encargada <strong>de</strong> la sala lo miraba con<br />
ojos reprobatorios. Pese al frío, <strong>de</strong>cidió salir a fumar.<br />
* * *<br />
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Nicolás León<br />
76<br />
Con la cabeza ligeramente inclinada y hurgueteando en los bolsillos<br />
<strong>de</strong> su chaqueta con los pulgares, Luis la contempló mientras<br />
caminaba <strong>de</strong>cidida, con paso casi masculino, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el para<strong>de</strong>ro hasta<br />
la entrada <strong>de</strong> la universidad, y se preguntó sin respuesta si algo<br />
habría cambiado en ella, o si el tiempo no estaba obligado a hacer<br />
estragos, como todo el mundo espera. Si ayer o años atrás no podían<br />
ser, más bien, la misma cosa.<br />
–Llegué, ¿viste? –saludó ella, radiante.<br />
Era Pamela, indudablemente. Mismos ojos ver<strong>de</strong>s bien abiertos,<br />
brillosos. Mismo lunar turbador en el cuello pálido y <strong>de</strong>lgado. Misma<br />
postura <strong>de</strong>safiante que siempre la hacía parecer mayor o más<br />
alta <strong>de</strong> lo que era. Luis concluyó que el tiempo era una farsa.<br />
–Llegaste, veo.<br />
Se dieron un beso en la mejilla, un abrazo breve y otro beso en<br />
la mejilla.<br />
–¿Qué prefieres, comida <strong>de</strong>cente o porquería? –ofreció él.<br />
–Porquería, claro está.<br />
El patio <strong>de</strong> comida estaba menos repleto que <strong>de</strong> costumbre. Escogieron<br />
un lugar junto al ventanal y pidieron bebidas y completos.<br />
Ella se lanzó sobre el suyo con avi<strong>de</strong>z. Una vez que tuvo la boca<br />
llena <strong>de</strong> pan, sonrió avergonzada y le hizo un gesto a Luis, como<br />
pidiendo que disculpara su comportamiento voraz. «Siempre le resultó<br />
lo <strong>de</strong> parecer adorable hasta en sus momentos más grotescos»,<br />
meditó Luis. En una oportunidad habían ido al cine juntos y, en el<br />
momento crucial <strong>de</strong> la película, ella había hecho un ruido espantoso<br />
aspirando aire por la bombilla <strong>de</strong> su bebida. Luis no pudo menos<br />
que mirarla consternado y ella le <strong>de</strong>volvió la misma sonrisita<br />
avergonzada que ahora <strong>de</strong>volvía y que, como entonces, surtía tremendo<br />
efecto. Ningún rencor era posible <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esa sonrisita.
Reencuentro<br />
–¿Y qué ha sido <strong>de</strong> tu vida todo este tiempo? –preguntó Luis, una<br />
vez que Pamela hubo tragado, no sin dificultad, la bola <strong>de</strong> comida.<br />
–Estoy trabajando –dijo ella–. Hago la limpieza en un restaurante.<br />
A veces cocino. Me pagan lo justo, no me quejo.<br />
–Siempre cocinaste muy bien.<br />
–Gracias –respondió ella, y volvió a mor<strong>de</strong>r un gran pedazo <strong>de</strong> pan.<br />
Luis sintió cierta incomodidad. También comió, sin ganas, un<br />
poco <strong>de</strong> su almuerzo y se preguntó si sería conveniente continuar<br />
indagando sobre el trabajo <strong>de</strong> Pamela. Recordaba que ella había entrado<br />
a un instituto, alguien se lo había comentado, pero podía estar<br />
equivocado. Decidió tantear un poco más el terreno.<br />
–¿Y dón<strong>de</strong> trabajas, exactamente?<br />
–Se llama La Cocina <strong>de</strong> Miguelo. Queda por ahí en el centro. Me<br />
pagan bastante bien, no me quejo. Lo que sí, a la hora <strong>de</strong> almuerzo,<br />
hay harto viejo ver<strong>de</strong> dando vueltas.<br />
–Que mala onda. Nunca faltan.<br />
–No, nunca faltan.<br />
Andar con ella siempre había sido un martirio. Todos en el curso<br />
estaban <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> Pamela, incluyendo al profe. La única excepción<br />
era Oñate, caso aparte. Nunca había aparecido con polola, el<br />
gordito Oñate, y su i<strong>de</strong>ntidad sexual fue tema <strong>de</strong> <strong>de</strong>bate para los<br />
<strong>de</strong>más varones durante muchas sesiones <strong>de</strong> capeo <strong>de</strong> clases. Luis estuvo<br />
saliendo con Pamela durante tres meses para todas partes y<br />
sentía celos <strong>de</strong> cualquiera. Era extraño el atractivo <strong>de</strong> Pamela y, por<br />
eso, más intenso. Nunca ocupaba maquillaje, no tenía una forma<br />
sensual <strong>de</strong> caminar ni hacía ojitos a nadie. Su atuendo era más bien<br />
vulgar: si no estaba en el colegio con pantalones largos (en lugar <strong>de</strong><br />
jumper, como las otras chicas) andaba con unos blue jeans y una<br />
polera; nunca usaba blusas escotadas, ni faldas, ni vestidos. Sin<br />
77
Nicolás León<br />
78<br />
embargo, todos enloquecían por Pamela y cuando no se hablaba <strong>de</strong><br />
las ten<strong>de</strong>ncias más o menos homosexuales <strong>de</strong> Oñate, o <strong>de</strong>l fútbol,<br />
el tema obligado era ella. Todo el tiempo, ella.<br />
Después, se puso a pololear con Luis y se convirtió, <strong>de</strong> inmediato,<br />
en tema vedado, al menos cuando el enamorado estaba presente.<br />
Pero Luis sabía que seguían locos por ella, ¿cómo no iba a<br />
saberlo?, y se le ponían los nervios <strong>de</strong> punta cada vez que llegaba a<br />
los matorrales <strong>de</strong>stinados al capeo y sus compañeros, allí reunidos,<br />
callaban <strong>de</strong> súbito y comenzaban a juguetear con el pasto, o a probar<br />
quién eructaba más fuerte. Pamela había sido una tortura. La<br />
mejor <strong>de</strong> ellas.<br />
–¿Qué me cuentas <strong>de</strong> tu viejo? –Luis quiso cambiar la estrategia.<br />
Ella miró con <strong>de</strong>sdén.<br />
–Ni preguntes. El tipo está cada día más podrido.<br />
–¿En serio?<br />
–No trabaja, está todo el día echado frente al televisor, tomando.<br />
Cuando no toma está retándome o retando a mi hermana. Qué<br />
<strong>de</strong>sgraciado, la pobre llega a llorar a veces.<br />
Luis se propuso nunca más contestar su celular.<br />
–Dejó <strong>de</strong> pagarme la carrera, así que me salí y me puse a trabajar.<br />
Tengo una <strong>de</strong>uda con el instituto. A<strong>de</strong>más, tengo que cuidar a<br />
mi hermana. ¿Te acuerdas <strong>de</strong> ella, Luis? Está cada día más linda.<br />
–Entonces se <strong>de</strong>be parecer a ti –dijo él, y enrojeció levemente.<br />
–Sí, nos parecemos harto –Pamela no pareció percibir el galanteo–.<br />
Si gano suficiente plata, le voy a pagar una carrera bacán. Está en<br />
segundo medio, así que todavía tengo tiempo para ahorrar unos<br />
pesos. ¿Qué te parece mi plan?<br />
–Bueno, muy bueno. Tal vez incluso tú puedas estudiar algo.<br />
Al momento se arrepintió <strong>de</strong> sus palabras.
Reencuentro<br />
–Sí, pue<strong>de</strong> ser –contestó ella, pausadamente–. Aunque lo veo difícil,<br />
haría falta mucha plata, no me pagan tanto en el restaurante.<br />
Dejaron <strong>de</strong> hablar durante un rato. Pamela terminó su completo<br />
y él sólo <strong>de</strong>jó que la señora <strong>de</strong>l aseo retirara su ban<strong>de</strong>ja. “Gracias”,<br />
le dijo, en voz baja. Miraban por la ventana y Luis veía el<br />
reflejo <strong>de</strong> Pamela. No sabía si ella podría verlo a él. Parecía triste,<br />
tal vez cansada. Trató <strong>de</strong> imaginarla triste, tal vez cansada, en medio<br />
<strong>de</strong>l patio <strong>de</strong>l colegio, con los <strong>de</strong>más alumnos jugando a la pelota<br />
en un segundo plano, o en su cuarto lleno <strong>de</strong> pósteres, cuando le<br />
llevaba regalitos en la tar<strong>de</strong> y se quedaba a conversar un rato con<br />
ella. No pudo. Se sorprendió al darse cuenta, por el reflejo, <strong>de</strong> que<br />
el brazo izquierdo <strong>de</strong> Pamela estaba estirado sobre la mesa, frente al<br />
suyo, y <strong>de</strong> que sus manos estaban a escasa distancia. Giró la cabeza<br />
y miró a la chica directamente a los ojos.<br />
–¿Y eso? –preguntó Luis, señalando con el índice los nudillos <strong>de</strong><br />
la mano que Pamela alargaba. Ella se ruborizó.<br />
–Las tengo partidas por el <strong>de</strong>tergente. Tengo que lavar los platos<br />
a veces.<br />
–Ah, entiendo.<br />
Y añadió distraídamente:<br />
–Deberías echarte crema o algo.<br />
La mejor <strong>de</strong> sus torturas. Se lo confesó una vez. Uno exuda sinceridad<br />
por los poros cuando ama a los dieciséis, cree que su pareja<br />
lo enten<strong>de</strong>rá todo: «Es horrible estar contigo, no puedo pensar en<br />
nada más». Ella lo miró como si viniera <strong>de</strong> otro planeta: «¿Vamos a<br />
comer helados más tar<strong>de</strong>?». Pamela había entrelazado sus manos,<br />
había ocultado sus nudillos. «El tiempo no es ninguna farsa», resolvió<br />
Luis. «¿No lo es?». ¿O acaso el tiempo nunca pasa? ¿Acaso es<br />
uno quien es pasado por el tiempo? O acaso había pasado el tiempo<br />
79
Nicolás León<br />
80<br />
sólo en su cabeza, en su cama, frente al lavatorio mientras cepillaba<br />
sus dientes, en el cine con otras chicas, sin escribirles tonterías,<br />
comprando Pop Corn no más, olvidando a Pamela, como un reloj,<br />
tic tac, olvidando a Pamela, que llamaba por celular, porque la Victoria<br />
Atria se lo había dado, y cierto, él se lo había dado a la Victoria<br />
Atria, quién lo manda a hacer esas cosas. Siempre terminaba<br />
arrepintiéndose.<br />
Pamela lo sacó <strong>de</strong> su ensimismamiento:<br />
–¿Para entrar aquí tienes que creer en Dios, Luis?<br />
–¿Qué?<br />
–Que si tienes que creer en Dios. A la entrada había un Cristo<br />
Jesús con los brazos abiertos, así abiertos –extendió los brazos exageradamente–.<br />
¿Estás obligado a creer en Dios para entrar aquí? Yo<br />
no creo en él, Luis, yo no podría estudiar contigo.<br />
–No Pamela, nadie te obliga a creer en nada –respondió él, tajante.<br />
No quedaba mucha gente en el patio <strong>de</strong> comida. A las tres <strong>de</strong> la<br />
tar<strong>de</strong> la mayoría está en alguna cátedra, en la biblioteca o en su<br />
casa. Sólo quedaban algunos estudiantes <strong>de</strong> magíster, que no tienen<br />
horario y almuerzan solos, y secretarias rezagadas, chachareando<br />
<strong>de</strong>spacito en grupos reducidos.<br />
Luis miró su reloj pulsera, puso cara <strong>de</strong> tardanza y cogió su chaqueta.<br />
Pamela se levantó <strong>de</strong>l asiento. Abrochó su abrigo con la vista<br />
fija en un basurero. Luis creyó que lloraría. Sus labios estaban muy<br />
rojos. Los había pintado esta vez, pero él no lo había notado. Pamela<br />
no lloró: levantó la vista y corrigió todo con una sonrisa. “¿Vamos?”,<br />
preguntó.<br />
Caminaron hacia la salida. Afuera estaba helado.<br />
–Tienes suerte <strong>de</strong> estar estudiando, Luis. Es una buena oportunidad.<br />
Qué suerte que has tenido. Me gustaría estar estudiando.
Reencuentro<br />
–Sí, yo sé, estoy contento <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r estudiar. También es esforzado,<br />
¿sabes? También me costó quedar...<br />
–Mi hermana va a po<strong>de</strong>r estudiar cuando yo le junte suficiente<br />
plata. Tengo un par <strong>de</strong> años para hacerlo.<br />
–Seguro que se la vas a juntar.<br />
Llegaron al para<strong>de</strong>ro. Luis ofreció pagar un taxi. Ella le respondió<br />
que por ningún motivo, que saldría muy caro, que mejor guardara<br />
la plata, para invitarla otra vez a tomar algo. El joven cedió y prometió<br />
que la llamaría algún día, cuando estuviese menos ocupado.<br />
–Anda a verme al restaurante algún día, por último –dijo Pamela–.<br />
Mira, te anoto la dirección aquí.<br />
Sacó una boleta y escribió algo. Luis reprimió una mueca <strong>de</strong> espanto.<br />
Luego aceptó la boleta y la metió en su billetera, tratando <strong>de</strong><br />
parecer natural.<br />
–Bueno, cuando tenga tiempo, pue<strong>de</strong> ser.<br />
Se dieron un beso en la mejilla. Estaba tibia la mejilla <strong>de</strong> Pamela.<br />
Se abrazaron y se dieron otro beso. La chica subió a la micro,<br />
que bramó y salió disparada. Por la ventana lo saludó con la mano<br />
antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecer en la distancia. Él respondió con una seña y<br />
una sonrisa. Mientras se <strong>de</strong>spedía, en su cabeza apareció la imagen<br />
<strong>de</strong> una cañería oxidada, mal parchada, goteando. Extrajo la boleta<br />
<strong>de</strong> su billetera y la arrugó para echarla al basurero, pero se arrepintió<br />
a último momento y la guardó en el bolsillo <strong>de</strong> su chaqueta.<br />
Faltaban dos días para el control <strong>de</strong> Macro, recordó. Decidió ir la<br />
biblioteca y echar un vistazo al capítulo sobre Deflación.<br />
81
Saúl Zúñiga<br />
Mención Honrosa<br />
4° año <strong>de</strong> Psicología<br />
El interés por la lectura <strong>de</strong> Saúl<br />
Zúñiga (22 años) viene <strong>de</strong> cuando<br />
cursaba la enseñanza media en<br />
el Instituto Inglés <strong>de</strong> Rancagua.<br />
Una vez que entró a la universidad<br />
se dio cuenta que le gustaba<br />
escribir. Este interés lo ha llevado<br />
a tomar algunos ramos <strong>de</strong> Letras.<br />
A<strong>de</strong>más está relacionado con la<br />
carrera que estudia, ya que es primordial<br />
que quien escribe piense<br />
también en el lector: “Tiene que<br />
ver con generar en otras personas<br />
distintas miradas, distintas<br />
perspectivas, saber lo que el otro<br />
piensa <strong>de</strong> lo que escribo”.<br />
Por ello Saúl recalca la importancia<br />
<strong>de</strong> generar una ilusión para el lector,<br />
“meter al lector en el juego”<br />
a través <strong>de</strong>l misterio y el suspenso.<br />
Conceptos utilizados por autores<br />
como Jorge Luis Borges y Edgar Allan<br />
Poe, quienes generan esta complicidad<br />
con el lector.<br />
En “Misterios <strong>de</strong> Campus” aplica<br />
estas nociones. El cuento “se me<br />
ocurrió ya que uno está sentado<br />
en clases, viendo casos <strong>de</strong> gente<br />
y tú podrías perfectamente ser<br />
esa persona, que está en un problema,<br />
que está en una situación<br />
complicada”.
Misterios <strong>de</strong> campus<br />
Para mis queridos compañeros <strong>de</strong> Psicología,<br />
especialmente para los que dudan.<br />
Esta historia solamente se la voy a contar porque es el único que<br />
pue<strong>de</strong> ayudarme en este momento. Pero esta información <strong>de</strong>be<br />
quedar en privado, es muy sensible, y sé que hay gente allá afuera<br />
que haría lo que fuera por poner sus manos en estos datos.<br />
Eran casi las once <strong>de</strong> la mañana <strong>de</strong> un frío viernes <strong>de</strong> mayo. Comuna<br />
<strong>de</strong> Macul, campus San Joaquín <strong>de</strong> la Universidad Católica <strong>de</strong><br />
Chile. La sala, N-14 en la facultad <strong>de</strong> Ciencias Sociales. El profesor<br />
Coloma se esforzaba por hacernos cuestionar parte importante <strong>de</strong> las<br />
cosas que habíamos aprendido hasta ese entonces en dos años completos<br />
<strong>de</strong> formación universitaria. Es un gran personaje, tengo que<br />
confesarlo, aunque mi estilo nunca ha sido el <strong>de</strong> las preguntas. Para<br />
mí lo importante es encontrar respuestas. A él le gustaba hablar <strong>de</strong><br />
Hei<strong>de</strong>gger, <strong>de</strong> Freud, <strong>de</strong> Lacan, como si hubiesen obviado algo evi<strong>de</strong>nte<br />
en la vida que le <strong>de</strong>dicaron al estudio <strong>de</strong> la mente humana más<br />
que <strong>de</strong>stacando sus aportes a la verdad <strong>de</strong>l hombre.<br />
Si entré a estudiar psicología fue por una razón, para <strong>de</strong>velar<br />
misterios, aclarar las dudas acerca <strong>de</strong> la conducta humana. En ese
Saúl Zuñiga<br />
84<br />
sentido me parecía mucho más eficiente la profesora Zajer, a<strong>de</strong>más<br />
<strong>de</strong> ser bastante más atractiva. Ella sabía <strong>de</strong>cirnos lo que necesitábamos<br />
saber, no gastaba tantos esfuerzos en avisarnos sobre lo que <strong>de</strong>bíamos<br />
poner en duda. Bueno, pero ese no es el tema <strong>de</strong> la historia<br />
que vine a contar hoy. Disculpe si me distraje explicando el contexto,<br />
¿pero qué es una historia <strong>de</strong> misterio sin un buen ambiente?<br />
Resultó que estaba yo, un estudiante <strong>de</strong> psicología encantado por<br />
los conocimientos que se abrían frente a mí. Mi sueño infantil <strong>de</strong><br />
ser un <strong>de</strong>tective nunca estuvo tan presente en mí. Sabía que un psicólogo<br />
bien entrenado haría un más que excelente <strong>de</strong>tective privado.<br />
Una persona minuciosa, técnica, atenta al más mínimo <strong>de</strong>talle<br />
en los <strong>de</strong>más que le <strong>de</strong>spierte sospechas. Obviamente apoyado por<br />
la evi<strong>de</strong>ncia científica que las avale. En ese momento oía el discurso<br />
<strong>de</strong>l profesor casi sin ponerle atención, pues volvía a hablar sobre el<br />
tal “Sujeto <strong>de</strong> lo Inconsciente”. Me sorprendía que hubiesen universitarios<br />
incapaces <strong>de</strong> aprehen<strong>de</strong>r a un nivel básico conceptos que no<br />
son tan complejos al final <strong>de</strong>l día. Entre divagación y divagación,<br />
hubo algo que me hizo mirar por sobre mis hombros, llámelo instinto<br />
o intuición si quiere, pero sabía que algo no andaba bien.<br />
Ahí en el fondo <strong>de</strong> la sala, sin siquiera buscarlo, encontré un escenario<br />
sospechoso. Un personaje que tenía rasgos físicos que no<br />
concordaban bien con los <strong>de</strong> un universitario promedio, estaba tocando<br />
lascivamente las piernas <strong>de</strong> una linda chica que ocultaba<br />
poco consistentemente su lujuria. Confieso que me dio pudor, y<br />
me volteé. Pensé un poco más, y me dije: “Éste es mi primer caso”.<br />
Lentamente volví a mirar en esa dirección, él no había perdido<br />
tiempo y ya estaba acariciando sus muslos por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa.<br />
Él era alto, muy flaco, pero su cara sugería que era un personaje<br />
peligroso. Se <strong>de</strong>voraba a la chica con la mirada, y en una <strong>de</strong> sus me-
Misterios <strong>de</strong> campus<br />
jillas tenía una clara cicatriz, estaba usando un chaleco oscuro sobre<br />
una camisa azul y unos pantalones <strong>de</strong> tipo jeans en el mismo tono.<br />
Asomaba un tatuaje amenazante en su cuello, y se le veía un poco<br />
más viejo que el universitario promedio. Ella usaba unos pantalones<br />
muy apretados, y un tejido que <strong>de</strong>jaba ver sus hombros. Parecía<br />
algún tipo <strong>de</strong> “femme fatale” por su eminente belleza y actitud <strong>de</strong>safiante.<br />
Se mordía <strong>de</strong> vez en cuando los rojos labios <strong>de</strong>mostrando<br />
el placer que estaba sintiendo en el minuto. Se le notaba muy agitada<br />
y nada en su cara sugería que algo le incomodara. No era la típica<br />
mujer <strong>de</strong>l perfil <strong>de</strong> la Católica. Ella parecía ese tipo <strong>de</strong> histéricas<br />
salidas <strong>de</strong> un libro que están conscientes <strong>de</strong> tener el control y que<br />
saben usarlo para conseguir lo que quieren.<br />
Hay que <strong>de</strong>cir que se las arreglaban bien para pasar <strong>de</strong>sapercibidos.<br />
Aunque estaban ofendiendo la moral y las buenas costumbres<br />
nadie parecía saberlo más que yo. Coloma seguía hablando como si<br />
nada, y las ovejas escuchaban. Me sentí por un momento como un<br />
voyerista, pues parecía ser el único testigo <strong>de</strong> este hecho escandaloso.<br />
Algo asqueado también me sentí, a <strong>de</strong>cir verdad. En medio <strong>de</strong> estos<br />
pensamientos, sorpresivamente ella <strong>de</strong>cidió mirarme a los ojos y esbozar<br />
una sonrisa. Esa mujer sabía que yo los había <strong>de</strong>scubierto, y<br />
me lo hizo saber guiñándome un ojo con algo <strong>de</strong> complicidad.<br />
Acto seguido tomó a su pareja <strong>de</strong> la mano y se la llevó rápidamente<br />
afuera un poco antes <strong>de</strong> que el profesor empezara a cerrar la clase.<br />
Me sentí invadido por la adrenalina, ellos no me iban a ganar, tenía<br />
que <strong>de</strong>scubrir qué se traían entre manos. Y en un arranque <strong>de</strong> impulsividad<br />
<strong>de</strong>cidí ir tras ellos. Fue entonces que me pu<strong>de</strong> ver corriendo<br />
por las escaleras y los pasillos ciegamente siguiendo el<br />
sonido <strong>de</strong> sus pasos acelerados.<br />
Cuando se <strong>de</strong>tuvieron los pasos en mis oídos, estaba frente a un<br />
85
Saúl Zuñiga<br />
86<br />
baño. Un baño que nunca había usado antes, y <strong>de</strong>l cual hasta entonces<br />
ignoraba su existencia (tengo que <strong>de</strong>cir que en San Joaquín<br />
es relativamente fácil no saber <strong>de</strong> muchas cosas). Parecía que poca<br />
gente pasaba por ahí también, me sentí solo y <strong>de</strong>sanimado. Ja<strong>de</strong>aba<br />
pensando en que se habían escapado, que quizás tuviesen algún<br />
tipo <strong>de</strong> plan extraño, sospechando acerca <strong>de</strong> un plan un poco retorcido.<br />
De pronto me di cuenta <strong>de</strong> algo, mis ja<strong>de</strong>os no eran los<br />
únicos que resonaban en mi interior. Pu<strong>de</strong> escuchar otro más, que<br />
llevaba un ritmo un poco más lento y constante. A ese se le sumó<br />
otro sonido extraño, venía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l baño. Eran los sonidos<br />
propios <strong>de</strong> la lujuria consumada. Intenté calmarme un poco y repensar<br />
la situación. Quizás estaban esperando a que yo entrara para<br />
silenciarme, quizás era todo parte <strong>de</strong> un plan para que no pudiera<br />
revelar esta historia. Contuve la curiosidad y me apoyé en una pared<br />
lo más cercana <strong>de</strong> la ventana como pu<strong>de</strong>. Des<strong>de</strong> ahí escuché<br />
voces que se agitaban al ritmo <strong>de</strong> los cuerpos: “¡Sí, correcto!”,<br />
“¡¿Qué es una posición subjetiva?!”, “¡¿Qué es el Sujeto?!”<br />
Yo estaba pasmado… No podía creer que estuviese presenciando<br />
un caso así <strong>de</strong> bizarro. ¡Epistemofilia en persona, y en acto! Nunca<br />
en ninguna clase nos habían hablado <strong>de</strong> algo así. Estas extrañas<br />
personas estaban excitadas por el hecho <strong>de</strong> manejar ciertos conocimientos,<br />
al parecer sometiendo al otro intelectualmente. Un caso<br />
en millones, no podía creer que esto pudiese suce<strong>de</strong>r, ¡y a<strong>de</strong>más me<br />
sucedía a mí! Sentí la urgencia <strong>de</strong> contarle a alguien, pero me contuve…<br />
Un caso así no podía caer en las manos equivocadas, tenía<br />
que quedar en el más hermético secreto hasta que <strong>de</strong>scifrara todas<br />
sus aristas. Hay tantos psicólogos que están esperando para aserrucharle<br />
el piso a otros… Tanto profesores como compañeros siempre<br />
piensan en robarle las i<strong>de</strong>as y el crédito a quien es un poco más
Misterios <strong>de</strong> campus<br />
lúcido. ¡No, éste era mi caso! No podía <strong>de</strong>jar que nadie más documentara<br />
esto. No se le pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar a cualquier persona. Quién sabe<br />
lo que se podría hacer con este tipo <strong>de</strong> información tan bizarra.<br />
Decidí no interferir, hacerles creer que me habían perdido. No<br />
quería que se vieran acorralados, presionarlos podía hacer que se<br />
pusieran violentos. Así que <strong>de</strong>diqué esa semana a seguirlos constantemente<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> una distancia en la cual no pudiesen verme. Descubrí<br />
que les gustaban las clases <strong>de</strong> Filosofía, Literatura y<br />
particularmente las <strong>de</strong> Psicología. El “modus operandi” era siempre<br />
el mismo: llegaban a clases unos minutos tar<strong>de</strong> para evitar ser <strong>de</strong>tectados,<br />
disfrutaban <strong>de</strong> la clase aumentando la tensión erótica entre<br />
ambos, y unos minutos antes <strong>de</strong> la hora <strong>de</strong> salida se iban<br />
rápidamente a soltarse como animales uno encima <strong>de</strong>l otro. Después,<br />
a eso <strong>de</strong> las tres <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> tomaban el Metro sin pase escolar,<br />
lo que evi<strong>de</strong>ntemente revelaba que no eran estudiantes, y se iban a<br />
un <strong>de</strong>partamento que compartían en Provi<strong>de</strong>ncia a “repasar” lo que<br />
habían aprendido en el día. Todos los vecinos podían dar cuenta <strong>de</strong><br />
eso, aunque les daba un poco <strong>de</strong> miedo o vergüenza admitirlo. Se<br />
les notaba en la cara que percibían que algo raro sucedía tras esas<br />
pare<strong>de</strong>s. Algunos me previnieron, otros simplemente me dieron<br />
con la puerta en la cara.<br />
De cualquier forma mi investigación ya estaba dando frutos, había<br />
sacado mis primeras conclusiones. Efectivamente el hombre<br />
hacía algún tipo <strong>de</strong> psicoterapia en el centro con una licencia falsa.<br />
Ella escribía novelas “para adultos” y las vendía a una editorial <strong>de</strong><br />
mala muerte. Ambos estaban en un complot para robar conocimientos,<br />
hacer dinero y disfrutarlo <strong>de</strong> una manera muy retorcida.<br />
Podría haber continuado profundizando, pero sucedió que un día,<br />
mientras investigaba, un guardia <strong>de</strong>l campus me pidió mi cre<strong>de</strong>ncial<br />
87
Saúl Zuñiga<br />
88<br />
universitaria por estar “sospechosamente” husmeando alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong><br />
un baño <strong>de</strong> mujeres. Me rehusé a hacerle caso, pues hasta don<strong>de</strong> yo<br />
sabía, revelarle algo podía comprometer mi investigación, o hasta<br />
podía resultar ser un cómplice <strong>de</strong> estos extraños personajes. Salí corriendo<br />
lo más rápido que pu<strong>de</strong>, y en medio <strong>de</strong> la carrera otros dos<br />
guardias me <strong>de</strong>tuvieron <strong>de</strong> una manera poco amable. Y aquí estoy<br />
doctor. Lo que intento <strong>de</strong>cirle es que no hay nada <strong>de</strong> qué preocuparse<br />
respecto a mí. Yo estoy más que bien. Usted me ve lúcido y<br />
sin nada sospechoso en mi persona. ¡Lo que es importante es que<br />
<strong>de</strong>mos cuanto antes con esta pareja <strong>de</strong> <strong>de</strong>generados ilegales! Firme<br />
mis papeles, y le diré dón<strong>de</strong> viven, pero solamente a usted, los <strong>de</strong>más<br />
tendrán que esperar a que lleguemos. Ya no confío en nadie, ni<br />
<strong>de</strong> mi propia sombra puedo sacar la mirada…<br />
El doctor entonces se dirigió a la clase: “Bien alumnos, ese es el<br />
caso <strong>de</strong> hoy. Cinco décimas por cada síntoma que logren nombrarme,<br />
y un siete para el que sepa hacerme un buen diagnóstico diferencial.”
José Luis Hernán<strong>de</strong>z<br />
Mención Honrosa<br />
5° año <strong>de</strong> Ingeniería Civil<br />
José Luis Hernán<strong>de</strong>z (23 años) no<br />
había leído nunca en su vida, hasta<br />
que empezó la universidad. El<br />
año 2005 entró en la selección <strong>de</strong><br />
rugby y en un partido se rompió la<br />
clavícula; pese a esto tuvo que<br />
seguir yendo a las prácticas para<br />
tener la asistencia. Un compañero<br />
le empezó a pasar libros para que<br />
se entretuviera las tar<strong>de</strong>s mientras<br />
miraba las prácticas. Después<br />
<strong>de</strong> unos dos meses “me di cuenta<br />
que me había leído unos 20 libros y<br />
<strong>de</strong> ahí surgió la inquietud por ponerme<br />
a escribir”.<br />
En “Carnaval” quiso contar una<br />
parte <strong>de</strong> la historia <strong>de</strong> Chile <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong> una generación<br />
que no la vivió, con “una<br />
mirada como si fuera un extraterrestre<br />
o alguien <strong>de</strong>l futuro, que<br />
no entien<strong>de</strong> mucho lo que pasó,<br />
entonces pue<strong>de</strong> burlarse”.<br />
Actualmente está leyendo a autores<br />
como Richard Brautigan, Flann<br />
O´Brian y Chris Ware. También está<br />
terminando <strong>de</strong> escribir una novela<br />
llamada “Los <strong>de</strong>tenidos <strong>de</strong>sapercibidos”.
Carnaval<br />
1<br />
Era el año mil novecientos setenta. De manera intermitente la radio<br />
informaba acerca <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> las elecciones presi<strong>de</strong>nciales. Llovía.<br />
Recuerdo que llovía. O había sol. Un sol espléndido <strong>de</strong> octubre. La<br />
verdad, no son muchos los recuerdos que mi memoria conserva sobre<br />
el año mil novecientos setenta. Será que los años posteriores causaron<br />
algún mayor grado <strong>de</strong> impresión en mi persona. Será que me estoy<br />
volviendo cada día más viejo. Que cada día <strong>de</strong>saparezco un poco más<br />
rápido. Vayan uste<strong>de</strong>s a saber. Sí recuerdo que en ese entonces yo solía<br />
respon<strong>de</strong>r al nombre <strong>de</strong> Thomas Bernhard. Que era estudiante <strong>de</strong> bibliotecología.<br />
Que ejercía mi práctica laboral en la biblioteca <strong>de</strong> la Facultad<br />
<strong>de</strong> Derecho y Medicina <strong>de</strong> la Universidad Católica <strong>de</strong> Chile.<br />
2<br />
Sí recuerdo a doble ve-e-ese. Sin lugar a dudas. Por sobre todas las cosas<br />
recuerdo a W.E.S.
José Luis Hernán<strong>de</strong>z<br />
92<br />
3<br />
Supongamos que llovía. Aquellos días el tránsito <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la biblioteca<br />
se vio notoriamente disminuido. En los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> la universidad<br />
se había estado <strong>de</strong>sarrollando un interminable carnaval que impedía<br />
el ingreso <strong>de</strong> los alumnos. Los participantes habían reunido una<br />
gran cantidad <strong>de</strong> globos y serpentinas para celebrar en las calles el nombramiento<br />
<strong>de</strong>l nuevo mandatario. Avecinaban una gran fiesta. Bajo<br />
frágiles toldos <strong>de</strong> plástico, parecían ignorar la <strong>de</strong>nsa cortina <strong>de</strong> agua<br />
que los empapaba. Una misteriosa combinación <strong>de</strong> pasos <strong>de</strong> baile los<br />
mantenía en un permanente estado <strong>de</strong> éxtasis y vigilia.<br />
5<br />
La radio publicaba <strong>de</strong>talladamente el conteo <strong>de</strong> votos. Cada día, un<br />
grupo <strong>de</strong> especialistas analizaba el resultado obtenido en cada región<br />
<strong>de</strong>l país. Eran épocas <strong>de</strong> un intenso <strong>de</strong>bate político. La música hablaba<br />
<strong>de</strong> política. El arte. La poesía. Se inventaban palabras nuevas para po<strong>de</strong>r<br />
<strong>de</strong>finir <strong>de</strong> manera precisa el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> la nación. Se repetía constantemente<br />
la palabra futuro y la palabra país. Como en un baile <strong>de</strong><br />
máscaras. O eso era lo que me contaban los pocos estudiantes que lograban<br />
ingresar, la mayoría para <strong>de</strong>jar sus pares <strong>de</strong> zapatos en la sección<br />
<strong>de</strong> custodia. La verdad es que mis funciones <strong>de</strong> bibliotecólogo se extendían<br />
hasta altas horas <strong>de</strong> la noche. Rara vez salía <strong>de</strong> los perímetros<br />
<strong>de</strong> la biblioteca.<br />
7<br />
Cierto día, reor<strong>de</strong>nando los libros que los estudiantes <strong>de</strong>jaban sobre las<br />
mesas <strong>de</strong> lectura, encontré un título que llamó mi atención. No me<br />
siento particularmente comprometido con la lectura. Leo ocasionalmente<br />
las revistas <strong>de</strong> <strong>de</strong>portes. Hojeo los periódicos. Una novela
Carnaval<br />
policial una o dos veces al años. Por ningún motivo me consi<strong>de</strong>raría lo<br />
que los eruditos llaman un lector. Prefiero llevar registro <strong>de</strong>l movimiento<br />
<strong>de</strong> las nubes (algunas veces se veían <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la única ventana que tenía<br />
la biblioteca). Anotar en una hoja suelta la corazonada que producen<br />
en mí sus formas cambiantes. Y no, no veo ningún tipo <strong>de</strong> contradicción<br />
entre mis pobres hábitos <strong>de</strong> lectura con el riguroso programa que<br />
abarcaban mis estudios <strong>de</strong> bibliotecología.<br />
8<br />
Mi jefe no pareció dudar al momento <strong>de</strong> indicarme hacia la oficina<br />
<strong>de</strong> la esquina cuando le pregunté por un lugar que pudiese ocupar<br />
como dormitorio por el resto <strong>de</strong> tiempo que durara mi práctica.<br />
Correspondía a un reducido cubículo, para nada inhóspito, que<br />
me serviría para soportar aquellas noches interminables <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />
la biblioteca. Dormir sobre las mesas <strong>de</strong> lectura ya no daba buenos<br />
resultados. El sonido <strong>de</strong> las orquestas que ro<strong>de</strong>aban la universidad,<br />
el incesante tintineo <strong>de</strong> la lentejuela <strong>de</strong> sus vestidos, esperando el<br />
resultado <strong>de</strong> las elecciones presi<strong>de</strong>nciales, traspasaba los fríos muros<br />
<strong>de</strong> cemento y producían un murmullo intolerable <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> las salas<br />
que me ocasionaba terribles pesadillas.<br />
11<br />
El título que encontré sobre una <strong>de</strong> las mesas <strong>de</strong> lectura pertenecía al<br />
<strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> libros raros. Nunca antes había tenido en mis manos<br />
un libro que fuera consi<strong>de</strong>rado raro. Y que efectivamente lo fuera: Una<br />
variada selección <strong>de</strong> transparencias rondaba el tema <strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparición.<br />
Una familia completa <strong>de</strong>saparecía, integrante por integrante, al doblar<br />
en una esquina vacía <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su propio inmueble. Incluía el recorte<br />
<strong>de</strong> una ban<strong>de</strong>ra chilena. Recuerdo haberme preguntado cómo se senti-<br />
93
José Luis Hernán<strong>de</strong>z<br />
94<br />
ría aquella <strong>de</strong>saparición. Qué nuevos perfumes franquearían las habitaciones,<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el subterráneo hasta el entretecho, en busca <strong>de</strong> sus propietarios.<br />
Y quién estaría allí para olerlos. Fue entonces cuando me percaté<br />
<strong>de</strong> la gigantesca montaña <strong>de</strong> pares <strong>de</strong> zapatos que se había formado<br />
en la sección <strong>de</strong> custodia <strong>de</strong> la biblioteca. Eran las dos y media <strong>de</strong> la<br />
mañana. Me encontraba solo.<br />
13<br />
Como en un cine rotativo, me dijo W.E.S. en su tono líquido característico,<br />
como en un cine rotativo colmado <strong>de</strong> películas <strong>de</strong> humor. En cada<br />
fragmento <strong>de</strong> celuloi<strong>de</strong> <strong>de</strong>scansa el futuro <strong>de</strong> este país.<br />
14<br />
En un comienzo, el carnaval no contaba con más <strong>de</strong> veinte o treinta<br />
participantes. Pero a medida que la radio daba a conocer los ajustados<br />
resultados parciales <strong>de</strong> las elecciones presi<strong>de</strong>nciales, el grupo se fue haciendo<br />
cada vez más numeroso. Llegó un minuto en que los escenarios<br />
pasaron <strong>de</strong> ocupar la entrada principal a ro<strong>de</strong>ar todo el edificio <strong>de</strong> la<br />
universidad. Se ha solicitado la intervención <strong>de</strong> carabineros. Usualmente<br />
llega una pequeña patrulla que se encarga <strong>de</strong> chequear las cédulas<br />
<strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntidad. A regañadientes, comentan que el resto <strong>de</strong> la fuerza<br />
policial se encuentra trabajando en áreas que ameritan más control que<br />
una fiesta pacífica en la vía pública.<br />
17<br />
El baile <strong>de</strong>l carnaval es un baile que se realiza mejor con los pies <strong>de</strong>scalzos,<br />
dijo cierta mañana mi jefe. Abrí los ojos. Su sonrisa se encontraba a<br />
unos pocos centímetros <strong>de</strong> mi rostro. El susto provocó que me cayera<br />
<strong>de</strong> la silla. Los paneles <strong>de</strong>l cubículo que <strong>de</strong>stinaba para dormir cayeron
Carnaval<br />
conmigo. Soltó una risa <strong>de</strong>sencajada. Acto seguido se quitó los zapatos<br />
y salió <strong>de</strong> la biblioteca dando espasmódicos brincos. No lo he vuelto a<br />
ver <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces.<br />
19<br />
Avances científicos aseguran que una biblioteca abandonada es incapaz<br />
<strong>de</strong> producir eco, indicó un programa juvenil en la radio. Me pregunto<br />
si algo tiene que ver el forrado en que son cubiertos los libros. Las bocas<br />
hambrientas que intentan salir a alimentarse cada noche. Recuerdo<br />
el nombre <strong>de</strong> algunas <strong>de</strong> esas bocas: Kafka, Borges, Lamborghini. Bocas<br />
sin dientes ni encías. Una <strong>de</strong> aquellas noches, me encontré solo,<br />
con un libro raro entre las manos jugando con el eco que negaba producirse<br />
en la biblioteca. Recordé la montaña <strong>de</strong> calzados. Grité: zapatos,<br />
zapatos, cordilleras, sierras olímpicas <strong>de</strong> zapatos. Lejos, el baile <strong>de</strong> los<br />
pies <strong>de</strong>scalzos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la universidad. No hubo respuesta.<br />
20<br />
Una vez que se entusiasmaba, era imposible <strong>de</strong>tener a W.E.S. y su monólogo<br />
inagotable sobre la historia <strong>de</strong>l cine. Comenzaba con el cine<br />
europeo a comienzos <strong>de</strong>l siglo XX. El cine americano. El cine americano<br />
<strong>de</strong> 1890. El cine americano antes, durante y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la Segunda<br />
Guerra Mundial. Luego las películas: Las películas <strong>de</strong> amor, las películas<br />
<strong>de</strong> drama, las películas <strong>de</strong> suspenso, las películas <strong>de</strong> terror, las películas<br />
<strong>de</strong> horror (aquí W.E.S. aclaraba que no eran lo mismo una película<br />
<strong>de</strong> horror que una película <strong>de</strong> terror, que las películas <strong>de</strong> terror<br />
eran un negocio totalmente distinto). Luego las películas <strong>de</strong> humor. Y<br />
aquí se <strong>de</strong>tenía por un buen tiempo. Ahondando en cada <strong>de</strong>talle, en<br />
cada <strong>de</strong>licada finura que <strong>de</strong>terminara cuál película podía categorizarse<br />
como <strong>de</strong> humor y cuál no. Yo no hacía otra cosa que escucharlo con<br />
95
José Luis Hernán<strong>de</strong>z<br />
96<br />
atención. Sus anécdotas eran especialmente divertidas. Me pregunto<br />
dón<strong>de</strong> las habrá aprendido. Quizás en los tiempos cuando se<br />
<strong>de</strong>sempeñaba como un renombrado director <strong>de</strong> cine. Después <strong>de</strong><br />
las películas <strong>de</strong> humor se producía un silencio religioso. Carraspeaba<br />
y se ponía a murmurar sobre el futuro. Un asunto complicado,<br />
<strong>de</strong>cía, y hacía como que prendía un cigarrillo.<br />
21<br />
Durante la noche, la radio sustituía su programación informativa habitual<br />
por lecturas dobladas al español <strong>de</strong> poetas románticos ingleses.<br />
Eso no parecía <strong>de</strong>bilitar el ánimo <strong>de</strong> los bailarines <strong>de</strong>scalzos, como <strong>de</strong>cidí<br />
llamarlos entonces, que montaban verda<strong>de</strong>ras batucadas a partir<br />
<strong>de</strong> las latas y cáscaras provenientes <strong>de</strong> la basura que se acumulaba en la<br />
entrada <strong>de</strong> la universidad. El cordón humano que conformaba el carnaval<br />
era tan compacto que los camiones encargados <strong>de</strong> recoger la basura<br />
apenas podían realizar su trabajo.<br />
22<br />
Probé con el eco <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la biblioteca una vez más. Luego <strong>de</strong> esperar<br />
un tiempo razonable sin resultados <strong>de</strong>cidí retornar a mi cubículo recién<br />
reinstalado. Me <strong>de</strong>spertó el silbido agudo <strong>de</strong> lo que pensé en ese<br />
momento era una tetera llena <strong>de</strong> agua hirviendo. Lo atribuí a la música<br />
<strong>de</strong>l carnaval que se <strong>de</strong>sarrollaba en los alre<strong>de</strong>dores, pero la tetera me<br />
aseguró que su voz era auténtica. Para probarlo pronunció un nombre.<br />
Thomas Bernhard, dijo. ¿Quién, yo?, repliqué. No, tontito, respondió la<br />
tetera, Thomas Bernhard, el escritor austriaco, el autor <strong>de</strong> El Sobrino <strong>de</strong><br />
Wittgenstein, aquel a quien sus pares criticaban <strong>de</strong> nestbeschmutzer, que<br />
quiere <strong>de</strong>cir algo así como “quien ensucia su propio nido” en lengua aria,<br />
ese Thomas Bernhard. Debo confesar que me sentí profundamente
Carnaval<br />
confundido. Acumulé fuerzas: ¿Y qué hay con él?, pregunté. Pues él tiene<br />
una colección <strong>de</strong> botines preciosa (intuí una risa juguetona), casi tan<br />
preciosa como ésta. Luego la tetera calló. Era claro que la voz provenía<br />
<strong>de</strong> algún lugar cercano a la enorme montaña <strong>de</strong> pares <strong>de</strong> zapatos.<br />
23<br />
Aún conservo aquel libro raro. Debo tenerlo en algún lugar <strong>de</strong> este<br />
<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n. Solía consultarlo sobre todo durante las temporadas <strong>de</strong><br />
verano, periodos en los que me aquejaba un profundo estado <strong>de</strong><br />
soledad y <strong>de</strong>saparición. Fue relativamente sencillo sacar el libro <strong>de</strong><br />
la biblioteca. Ya no quedaban funcionarios para cuando mi práctica<br />
laboral había terminado.<br />
33<br />
¿Por qué le cuesta tanto hablar <strong>de</strong>l futuro, W.E.S.?, le pregunté cierta vez.<br />
Se <strong>de</strong>tuvo. Sus dos pies quedaron en el aire. Hace ya bastante tiempo<br />
que nadie entraba a la biblioteca. Podría <strong>de</strong>cirse que nuestras miradas<br />
eran las únicas con la potencialidad <strong>de</strong> cruzarse. Tengo que mostrarte<br />
algo, dijo finalmente. Y encendió una vez más el proyector.<br />
43<br />
Los misteriosos compases <strong>de</strong> los bailarines <strong>de</strong>scalzos se superponían<br />
con el ruido gaseoso <strong>de</strong> los poetas románticos ingleses. Creo haber<br />
oído a Lord Byron, a Coleridge, a Keats, a William Blake. Aunque es<br />
muy probable que esté equivocado. Como dije antes, mis conocimientos<br />
<strong>de</strong> literatura son extremadamente limitados.<br />
53<br />
Seguimos conversando, mayormente acerca <strong>de</strong> la colección <strong>de</strong> zapatos<br />
97
José Luis Hernán<strong>de</strong>z<br />
98<br />
<strong>de</strong>l escritor austriaco Thomas Bernhard. La voz se explayaba, <strong>de</strong><br />
modo minucioso, sobre la forma en que el escritor había dispuesto<br />
<strong>de</strong>liberadamente su casa a modo <strong>de</strong> museo antes <strong>de</strong> morir. No le<br />
parecía relevante <strong>de</strong>tenerse en el hecho <strong>de</strong> que los dos personajes<br />
teníamos el mismo nombre ni en la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> interpretaciones que<br />
ese hecho podría haber generado.<br />
54<br />
Se podía oír la cinta correr <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l proyector. Me gusta pensar que<br />
estábamos sentados uno al lado <strong>de</strong>l otro. La primera película fue una<br />
comedia corta <strong>de</strong> los hermanos Lumière. Luego una película <strong>de</strong> Charles<br />
Chaplin. Luego algo <strong>de</strong> Buster Keaton. Algo <strong>de</strong> Harold Lloyd. Apareció<br />
en escena Dean Martin. Apareció Jerry Lewis. Me parece todavía<br />
recordar la risa líquida <strong>de</strong> W.E.S. y el tono que ésta producía. Como en<br />
un cine rotativo, dijo entonces, como en un cine rotativo colmado <strong>de</strong> películas<br />
<strong>de</strong> humor. Y las películas siguieron avanzando. Una <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la<br />
otra. Y cuando llegó a Dr. Strangelove <strong>de</strong> Stanley Kubrick, el último<br />
filme que había llegado a los cines locales, yo pensé que hasta ahí llegaría<br />
nuestra velada, pero las películas siguieron avanzando. A todo color.<br />
Y vimos Sixteen Candles. Y vimos La Chica <strong>de</strong> Rosa. Y vimos Ferris<br />
Buelles’s day off. The Breakfast Club. Mientras W.E.S. <strong>de</strong>cía: En cada<br />
fragmento <strong>de</strong> celuloi<strong>de</strong>... Animal House. La Venganza <strong>de</strong> los Nerds. La<br />
Venganza <strong>de</strong> los Nerds 2. La Venganza <strong>de</strong> los Nerds 3. En cada fragmento<br />
<strong>de</strong> celuloi<strong>de</strong>... Como si una interferencia impidiera la proyección<br />
completa <strong>de</strong> sus palabras. Rushmore. The Royal Tenenbaums. The<br />
Life Aquatic with Steve Zissou. Virgen a los 40. Superbad. Juno. En<br />
cada fragmento <strong>de</strong> celuloi<strong>de</strong> <strong>de</strong>scansa el futuro <strong>de</strong> este país. Confieso que<br />
rememorar aquellos momentos me produce todavía una variedad insospechada<br />
<strong>de</strong> escalofríos. Muchas <strong>de</strong> esas películas indicaban haber
Carnaval<br />
sido producidas durante la década <strong>de</strong>l 80, <strong>de</strong>l 90, incluso <strong>de</strong>l 2000. Se<br />
lo hice saber. No contestó. Comprendí que a W.E.S. poco le importaban<br />
los asuntos que trataban con el tiempo y el espacio.<br />
55<br />
Después <strong>de</strong> horas <strong>de</strong> conversación logré localizar la voz <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> una<br />
pequeña puerta <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la enorme montaña <strong>de</strong> pares <strong>de</strong> zapatos. No<br />
había recaído en ella durante toda mi estadía en la biblioteca. No fue<br />
difícil forzar la cerradura. El estrépito <strong>de</strong> los bailarines <strong>de</strong>scalzos sería<br />
mi cómplice durante la noche. Una ráfaga <strong>de</strong> polvo nubló mis ojos.<br />
Cuando pu<strong>de</strong> abrirlos me encontré uno o dos metros bajo tierra, frente<br />
a un antiguo cinematógrafo <strong>de</strong> cine. Pasé la manga <strong>de</strong> mi kimono<br />
por su superficie. World Entertainment System, <strong>de</strong>cía la marca. Seguramente<br />
americana. Era el año mil novecientos setenta. La radio anunciaba<br />
a Neftalí Ricardo Eliecer Reyes Basoalto asumiendo como el Presi<strong>de</strong>nte<br />
<strong>de</strong> la República <strong>de</strong> Chile. La ceremonia se llevaría a cabo a orillas<br />
<strong>de</strong> su casa en Isla Negra. Un silencio abrumador envolvió al carnaval.<br />
Digamos que llovía. Como <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una caja <strong>de</strong> zapatos.<br />
99
JURADO CONCURSO LITERARIO <strong>UC</strong><br />
Rodrigo Cánovas<br />
Profesor titular <strong>de</strong> la Pontificia Universidad<br />
Católica <strong>de</strong> Chile, es Licenciado<br />
en Literatura (Universidad <strong>de</strong> Chile) y<br />
Ph.D. en Literatura Hispanoamericana<br />
(University of Texas at Austin) y se<br />
ha especializado en narrativa chilena e<br />
hispanoamericana contemporánea. Ha<br />
publicado libros y artículos sobre literatura<br />
y política, la novela chilena <strong>de</strong><br />
las nuevas generaciones y la narrativa<br />
<strong>de</strong>l boom. Des<strong>de</strong> hace veinte años,<br />
publica periódicamente artículos <strong>de</strong><br />
teoría y crítica en revistas culturales<br />
especializadas. Ha enseñado como Profesor<br />
Visitante, ha sido Investigador<br />
Invitado y participado en Programas <strong>de</strong><br />
Intercambio Académico en Brown University,<br />
The Universtiy of California at<br />
Berkeley, The University of Connecticut<br />
at Storrs y en El Colegio <strong>de</strong> México.<br />
Patricia Espinosa<br />
Es magíster y Doctor (c) en Literatura y<br />
Crítica Literaria. Es profesora <strong>de</strong> Literatura<br />
<strong>de</strong>l Instituto <strong>de</strong> la Comunicación e<br />
Imagen <strong>de</strong> la Universidad <strong>de</strong> Chile y profesora<br />
<strong>de</strong>l Instituto <strong>de</strong> Estética <strong>de</strong> la<br />
Pontificia Universidad Católica <strong>de</strong> Chile.<br />
Ha <strong>de</strong>sarrollado ampliamente la investigación<br />
literaria, especialmente en el<br />
análisis <strong>de</strong> la narrativa chilena <strong>de</strong> principios<br />
<strong>de</strong>l siglo XX y la historia <strong>de</strong> la<br />
crítica literaria en Chile. Destacan sus<br />
cátedras <strong>de</strong> “Novela chilena y cine”,<br />
“Crítica literaria. historia y fundamentos<br />
teóricos”, “Taller <strong>de</strong> poesía”,<br />
“Taller <strong>de</strong> escritura <strong>de</strong> relatos”, “Premios<br />
Nobel latinoamericanos” y “Novela<br />
latinoamericana y posmo<strong>de</strong>rnidad”.<br />
Maili Ow<br />
Profesora <strong>de</strong> Filosofía y Castellano <strong>de</strong> la<br />
Pontificia Universidad Católica <strong>de</strong> Chile.<br />
Doctora en Didáctica <strong>de</strong> las lenguas y la<br />
literatura por la Universidad Complutense<br />
<strong>de</strong> Madrid. Actualmente <strong>de</strong>dica sus<br />
intereses al área <strong>de</strong> la enseñanza <strong>de</strong>l<br />
lenguaje y la literatura, impartiendo los<br />
cursos <strong>de</strong> Didáctica <strong>de</strong> la mención Castellano;<br />
Literatura Infantil y Análisis<br />
<strong>de</strong>l discurso en contextos educativos.<br />
Manuel Corrada<br />
Licenciado en Matemáticas, graduado<br />
en la Facultad <strong>de</strong> Ciencias <strong>de</strong> la<br />
Universidad <strong>de</strong> Chile y docente <strong>de</strong> la<br />
Facultad <strong>de</strong> Arquitectura, Diseño y<br />
Estudios Urbanos <strong>de</strong> la Pontificia Universidad<br />
Católica. A<strong>de</strong>más, forma parte<br />
<strong>de</strong>l comité editorial <strong>de</strong> la Revista Universitaria<br />
y colabora habitualmente en<br />
la revista ARQ, así como también en<br />
otros medios escritos.<br />
Lesmer Montecino<br />
Docente <strong>de</strong> la Facultad <strong>de</strong> Letras, se<br />
tituló <strong>de</strong> profesor <strong>de</strong> Castellano en<br />
1979 (Universidad <strong>de</strong> Santiago) y obtuvo<br />
el grado <strong>de</strong> Magíster en Letras <strong>UC</strong>. Es<br />
Dr. por la Universidad <strong>de</strong> Valladolid en<br />
el área <strong>de</strong> Lingüística. Actualmente,<br />
es profesor <strong>de</strong> la Facultad <strong>de</strong> Letras,<br />
don<strong>de</strong> imparte Pragmática y Análisis
<strong>de</strong>l discurso. Coordinador <strong>de</strong>l Diploma<br />
<strong>de</strong> especialización en Español Lengua<br />
Extranjera (E/LE). Investiga en los ámbitos<br />
<strong>de</strong>l discurso oral y <strong>de</strong>l análisis<br />
crítico <strong>de</strong>l discurso. Es coinvestigador<br />
en el proyecto FONDECYT “Encuentros<br />
orales con fines <strong>de</strong> estudio” e investigador<br />
responsable <strong>de</strong>l proyecto FONDECYT<br />
N° 1071094 “El discurso <strong>de</strong> las personas<br />
en situación <strong>de</strong> calle en Santiago <strong>de</strong> Chile”.<br />
Ha publicado artículos en revistas y<br />
libros sobre ambos temas. Miembro <strong>de</strong>l<br />
Grupo ECLAR (Español <strong>de</strong> Chile y <strong>de</strong> Argentina),<br />
<strong>de</strong> EDICE (Estudios <strong>de</strong>l Discurso <strong>de</strong><br />
la Cortesía en Español) y <strong>de</strong> REDLAD (Red<br />
Latinoamericana <strong>de</strong> Análisis Crítico <strong>de</strong>l<br />
Discurso <strong>de</strong> la Pobreza en América Latina).<br />
Des<strong>de</strong> 2002 a 2005, Secretario <strong>de</strong><br />
la Sociedad Chilena <strong>de</strong> Lingüística (SO-<br />
CHIL); en la actualidad, Vicepresi<strong>de</strong>nte<br />
<strong>de</strong> dicha entidad.<br />
Diego Zúñiga<br />
Estudiante <strong>de</strong> Periodismo y ganador<br />
<strong>de</strong>l primer lugar <strong>de</strong>l <strong>Concurso</strong> <strong>Literario</strong><br />
<strong>UC</strong>, categoría Cuentos <strong>de</strong> Campus en su<br />
versión 2007. Lector <strong>de</strong> Stephen King,<br />
Ernesto Sábato, Kafka y Camus, entre<br />
otros. Supo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que leyó “Los <strong>de</strong>tectives<br />
Salvajes”, <strong>de</strong> Roberto Bolaño,<br />
que escribir era lo que quería hacer por<br />
el resto <strong>de</strong> su vida. Este libro también<br />
fue la inspiración para “Perdidos”, su<br />
cuento ganador <strong>de</strong>l concurso. Actualmente<br />
conduce el programa <strong>de</strong> libros<br />
Snob, por Radio <strong>UC</strong> y escribe reseñas literarias<br />
para el periódico juvenil Km 0.<br />
CATEGORÍA CUENTOS<br />
Danilo Santos<br />
Doctor en Literatura (Universidad <strong>de</strong><br />
Buenos Aires, 2004). Se ha <strong>de</strong>sempeñado<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1995 como docente <strong>de</strong> la Facultad<br />
<strong>de</strong> Letras <strong>de</strong> la Universidad Católica,<br />
en las cátedras <strong>de</strong> Literatura General<br />
Mo<strong>de</strong>rna y Contemporánea, Teoría literaria<br />
y Literatura Española Mo<strong>de</strong>rna y<br />
Contemporánea. Ha participado en investigaciones<br />
<strong>de</strong> Proyectos <strong>de</strong> Creación<br />
y Cultura Artística, Fon<strong>de</strong>cyt y Fon<strong>de</strong>c.<br />
Coautor <strong>de</strong> los libros <strong>de</strong> Lengua Castellana<br />
y Comunicación Primer, Segundo,<br />
Tercer y Cuarto año <strong>de</strong> Enseñanza Media.<br />
Ha publicado también reseñas y<br />
artículos en la Revista Universitaria,<br />
Taller <strong>de</strong> Letras, Revista Chilena <strong>de</strong> Literatura<br />
(Universidad <strong>de</strong> Chile) y en el libro<br />
Nueva Narrativa Chilena: el abordaje <strong>de</strong><br />
los huérfanos <strong>de</strong>l autor Rodrigo Cánovas.<br />
Marcelo Simonetti<br />
Es periodista y profesor <strong>de</strong> nuestra universidad.<br />
Después <strong>de</strong> <strong>de</strong>sarrollar una<br />
<strong>de</strong>stacable carrera en el diario El Mercurio,<br />
se lanzó a la ficción a través <strong>de</strong>l<br />
cuento, obteniendo el primer lugar <strong>de</strong>l<br />
concurso <strong>de</strong> cuentos <strong>de</strong> La Felguera,<br />
España, y una mención honrosa en los<br />
Juegos <strong>Literario</strong>s Gabriela Mistral, 2001.<br />
Su primer libro, “El abanico <strong>de</strong> Madame<br />
Czeckowska” (Alfaguara, 2002),<br />
ganó el Premio Municipal <strong>de</strong> Literatura<br />
<strong>de</strong> Santiago el año 2003; y su última<br />
novela, “La traición <strong>de</strong> Borges”, fue<br />
galardonada con el prestigioso premio<br />
Casa <strong>de</strong> América <strong>de</strong> Narrativa 2005.
“Cada uno <strong>de</strong> los relatos que el jurado ha leído, han sido capaces <strong>de</strong> sacudirnos<br />
o <strong>de</strong> movernos el piso. Ninguno ha generado nuestra indiferencia. Y eso es un<br />
gran mérito. Más allá <strong>de</strong> la inevitable jerarquización que implica un concurso,<br />
puedo asegurarles que todos los textos nos han <strong>de</strong>jado frases, enunciados,<br />
formas particulares <strong>de</strong> ver el mundo. Su escritura se ha quedado en nuestras<br />
cabezas y prontamente tendrán más lectores que podrán compartir nuestra<br />
experiencia a través <strong>de</strong> este libro. (…) A través <strong>de</strong> los años, muchos <strong>de</strong> los<br />
participantes y ganadores <strong>de</strong>l concurso han seguido escribiendo, han publicado<br />
y están ganando un espacio en el circuito <strong>de</strong> la narrativa nacional”.<br />
Patricia Espinosa H.<br />
Presi<strong>de</strong>nta <strong>de</strong>l Jurado<br />
Académica <strong>de</strong>l Instituto <strong>de</strong> Estética <strong>UC</strong><br />
“Me hago pedazos en la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> existir, <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r hacerlo, <strong>de</strong> pertenecerle. A<br />
ella, a la que llora, a la que intenta el llanto, a la que actúa. Me tranquilizo,<br />
no me escucha, no lo hace porque todavía no me ha visto <strong>de</strong> cerca. Inventa<br />
que sigue. A quién le importa, para quién, para qué. Esto no es necesario. Mi<br />
vida, puro teatro. Textos, imaginarios blandos, hojas limpias. Que grite mi<br />
nombre, hazlo. ¡Judith! me dice. ¡Judith!, con más fuerza, hazlo con toda la<br />
que tienes, con toda la que no tengo. Y quedo sonando, en un rogar para que<br />
se que<strong>de</strong> conmigo. Con ella <strong>de</strong> fondo, con ella sonando tan fuerte como lo que<br />
soy. Esto. Nada más que esto”.<br />
Tres Veces, primer lugar categoría Cuentos