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Concurso Literario UC - Dirección de Asuntos Estudiantiles ...

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S SELECCIÓN DE CUENTOS PREMIADOS 2008 S<br />

<strong>Concurso</strong> <strong>Literario</strong> <strong>UC</strong><br />

DIRECCIÓN GENERAL ESTUDIANTIL


S SELECCIÓN DE CUENTOS PREMIADOS 2008 S<br />

<strong>Concurso</strong> <strong>Literario</strong> <strong>UC</strong>


1 a edición: mayo <strong>de</strong> 2009<br />

© Pontificia Universidad Católica <strong>de</strong> Chile<br />

<strong>Dirección</strong> General Estudiantil<br />

Alameda 340, Santiago, Chile<br />

Impreso en Chile<br />

Impreso por Andros Impresores.<br />

Santa Elena 1955, Santiago, Chile<br />

Portada<br />

Elena Manríquez<br />

Ilustración <strong>de</strong> portada<br />

Alex Pelayo<br />

Diseño y diagramación<br />

Elena Manríquez<br />

Prohibida su reproducción.


S SELECCIÓN DE CUENTOS PREMIADOS 2008 S<br />

<strong>Concurso</strong> <strong>Literario</strong> <strong>UC</strong><br />

DIRECCIÓN GENERAL ESTUDIANTIL


9 Prólogo Cuentos<br />

Patricia Espinosa<br />

13 Tres Veces<br />

Isabel Baboun • Teatro<br />

PRIMER LUGAR<br />

23 Flores amarillas<br />

Francisco Villarreal • Historia<br />

SEGUNDO LUGAR<br />

35 Ciento setenta soles<br />

Felipe Fuentes • Doctorado en Letras<br />

TERCER LUGAR<br />

43 Actores secundarios<br />

Álvaro Jeldrez • Ingeniería Comercial<br />

MENCIÓN HONROSA<br />

51 De los seres extraños que rondan por la Facultad <strong>de</strong> Letras<br />

Álvaro Valenzuela • Letras<br />

MENCIÓN HONROSA<br />

55 El circo<br />

Camila Russo • Periodismo<br />

MENCIÓN HONROSA<br />

63 Elíxir primaveral<br />

Daniela Gaggero • Magíster en Arquitectura<br />

MENCIÓN HONROSA<br />

71 Reencuentro<br />

Nicolás León • Ingeniería Civil<br />

MENCIÓN HONROSA<br />

83 Misterios <strong>de</strong> campus<br />

Saúl Zúñiga • Psicología<br />

MENCIÓN HONROSA<br />

91 Carnaval<br />

José Luis Hernán<strong>de</strong>z • Ingeniería Civil<br />

MENCIÓN HONROSA<br />

100 Jurado <strong>Concurso</strong> <strong>Literario</strong> <strong>UC</strong><br />

Categoría Cuentos<br />

ÍNDICE


PRÓLOGO CUENTOS<br />

Ricardo Piglia en su primera <strong>de</strong> las diez tesis sobre el cuento señala:<br />

“un cuento siempre cuenta dos historias”. Es <strong>de</strong>cir, cuenta la<br />

historia ficticia y cuenta la historia personal <strong>de</strong>l autor; o nada más<br />

ni nada menos que su vida ficcionalizada. Como si a fin <strong>de</strong> cuentas<br />

todo no fuera sino el entrecruce <strong>de</strong> dos ficciones. Porque no sería<br />

posible escribir <strong>de</strong>jando aparte la historia personal; tramar<br />

literatura y vida se vuelve casi una ley, un pie forzado que <strong>de</strong>bemos<br />

asumir a partir <strong>de</strong> la revitalización <strong>de</strong> una literatura que se asuma<br />

entonces como iluminación, pero una iluminación adherida a la<br />

materialidad, a nuestro cotidiano, a nuestro <strong>de</strong>venir; siempre<br />

atentos a palpar lo inmediato no sólo como acontecimiento ligado<br />

al presente sino en tanto asimilable a nuestra condición existencial.<br />

Vivimos en un entorno cargado <strong>de</strong> competitividad, cada vez más<br />

aislados y atemorizados ante el otro. De algún modo, se va<br />

perdiendo la batalla. Pero es ahí, precisamente, en la conciencia<br />

<strong>de</strong>l posible fracaso cuando <strong>de</strong>be emerger la estrategia <strong>de</strong> lucha.<br />

Una lucha que sin duda tiene en la literatura un buen aliado. El<br />

hacer literario pue<strong>de</strong> ser una contestación al aplastamiento <strong>de</strong> la<br />

sensibilidad, al silenciamiento <strong>de</strong> los discursos, a la <strong>de</strong>smesurada<br />

importancia que adquiere el triunfalismo, el exitismo fácil, la<br />

obligatoriedad <strong>de</strong> volverse un individuo incapacitado para el goce


estético, la intimidad creativa y la actitud dialógica y tolerante con<br />

el mundo.<br />

Este concurso, organizado por la <strong>Dirección</strong> General Estudiantil<br />

<strong>de</strong> nuestra universidad, aparece como un punto <strong>de</strong> inflexión<br />

importante <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> lo que constituye habitar el espacio<br />

universitario. Digo habitar y no transitar, habitar por hacer suyo,<br />

por apropiarse, por instalarse o territorializar, por armar un lugar<br />

involucrándonos vitalmente, con las vísceras. Porque no se trata<br />

<strong>de</strong> estar acá “sacando” una carrera, corriendo por obtener un<br />

grado. Se trata <strong>de</strong> tomar conciencia que acce<strong>de</strong>r al saber inscrito<br />

en la Aca<strong>de</strong>mia significa un compromiso que nos llena <strong>de</strong><br />

responsabilidad. El espacio universitario, nuestro cotidiano, ha<br />

sido el punto central <strong>de</strong> la convocatoria literaria que nos reúne.<br />

Lugares a veces reconocibles, otras difuminado, afantasmado.<br />

Relatos don<strong>de</strong> los campus universitarios permiten instalar<br />

discursos que parodian la propia universidad o la mutan en un<br />

espacio mítico o fantástico que permite la emergencia <strong>de</strong> discursos<br />

amorosos, <strong>de</strong> crítica social e incluso <strong>de</strong> puesta en cuestión <strong>de</strong> la<br />

propia literatura. Diversidad ha sido un concepto <strong>de</strong>masiado<br />

presente en los cuentos seleccionados. Porque hemos recibido una<br />

gran cantidad <strong>de</strong> relatos, <strong>de</strong> alumnos provenientes <strong>de</strong> diversas<br />

disciplinas, no sólo literarias, lo cual <strong>de</strong>muestra una suerte <strong>de</strong><br />

necesidad extrema o avi<strong>de</strong>z por el arte, por la literatura, por<br />

ampliar el ámbito disciplinario, por encontrar un espacio, un<br />

género, en este caso el cuento, que les permita volcar los residuos,<br />

fragmentos <strong>de</strong> intimidad o aquellos “flachazos” <strong>de</strong> iluminaciones<br />

cotidianas. Y esas experiencias materializadas en literatura están<br />

cargadas <strong>de</strong> sentido, <strong>de</strong>jan una huella, intervienen material y<br />

trascen<strong>de</strong>ntalmente sus existencias y logran conmover, intervenir


en sus lectores. Cada uno <strong>de</strong> los relatos que el jurado ha leído, han<br />

sido capaces <strong>de</strong> sacudirnos o <strong>de</strong> movernos el piso. Ninguno ha<br />

generado nuestra indiferencia. Y eso es un gran mérito. Más allá<br />

<strong>de</strong> la inevitable jerarquización que implica un concurso, puedo<br />

asegurarles que todos los textos nos han <strong>de</strong>jado frases, enunciados,<br />

formas particulares <strong>de</strong> ver el mundo. Su escritura se ha quedado<br />

en nuestras cabezas y prontamente tendrán más lectores que<br />

podrán compartir nuestra experiencia a través <strong>de</strong> este libro. Aquí<br />

están sus textos: Tres veces, Flores Amarillas, Ciento setenta soles,<br />

Elíxir primaveral, Actores secundarios, Carnaval, Misterios <strong>de</strong><br />

campus, Reencuentro, De los seres extraños que rondan por la<br />

Facultad <strong>de</strong> Letras, El circo. Diez escritores, diez formas <strong>de</strong><br />

reconstruir la realidad. A través <strong>de</strong> los años, muchos <strong>de</strong> los<br />

participantes y ganadores <strong>de</strong>l concurso han seguido escribiendo,<br />

han publicado y están ganando un espacio en el circuito <strong>de</strong> la<br />

narrativa nacional. Finalmente quiero darles una pequeña<br />

recomendación para lo que han logrado y lo que viene: mantener<br />

la humildad y el rigor; así se vive, se hace literatura, se crece<br />

intelectualmente, se obtienen postgrados, se publican libros, se<br />

recibe un premio. A fin <strong>de</strong> cuentas, ser una mejor persona y<br />

<strong>de</strong>dicarse a la escritura son una misma cosa, ¿no les parece?<br />

Santiago, Chile. Abril, 2009.<br />

Patricia Espinosa Hernán<strong>de</strong>z.<br />

Presi<strong>de</strong>nta <strong>de</strong>l Jurado<br />

Académica <strong>de</strong>l Instituto <strong>de</strong> Estética <strong>UC</strong>


Isabel Baboun<br />

1 er lugar<br />

4° año <strong>de</strong> Teatro<br />

Isabel Baboun (24 años) comenzó<br />

a escribir gracias a la literatura, y<br />

comenzó a leer gracias al teatro.<br />

Empezó a hacer teatro en el colegio,<br />

y llevada por una motivación<br />

personal para enriquecer a los personajes<br />

se fue interesando en la<br />

literatura. De ahí <strong>de</strong>rivó en la escritura.<br />

Una vez en tercero o cuarto<br />

medio esta necesidad se fue haciendo<br />

más consciente y seria.<br />

Sus autores favoritos son Clarice<br />

Lispector, William Faulkner,<br />

Diamela Eltit, Roland Barthes y<br />

Virginia Wolf. De ésta última, el<br />

libro Las Olas fue revelador y <strong>de</strong>finitivo<br />

para Isabel: “Lo leí este año<br />

y tiene mucho que ver con lo que<br />

estaba haciendo, tanto actoralmente<br />

como con lo que yo quería<br />

hacer en escritura”.<br />

A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la literatura, el cine<br />

ha tenido gran influencia en los<br />

cuentos <strong>de</strong> Isabel, principalmente<br />

Ingmar Bergman y Raúl Ruiz.<br />

“Tres veces” lo escribió para<br />

este concurso. Parte <strong>de</strong> la historia<br />

está basada en dos anécdotas<br />

que le ocurrieron en tercer y cuarto<br />

año, y sabiendo que existía el<br />

concurso, <strong>de</strong>cidió ampliarlas y extremarlas<br />

para escribir el cuento.


Tres Veces<br />

A Judith<br />

En el tiempo <strong>de</strong> este estado. El mío.<br />

En resumen<br />

Trago con dificultad y sueño que como cuando duermo. Amanezco<br />

sin hambre. Bajo <strong>de</strong> peso. Un cambio. La piel no aguanta sin roce.<br />

Yo no aguanto sin manos o codos que hagan contorno. Algún otro<br />

que lo haga para mí. Probablemente <strong>de</strong> a dos sea más fácil. Todo,<br />

esto, lo otro.<br />

Ya son cuatro años que estudio, que pienso. Cuatro años <strong>de</strong> libros,<br />

<strong>de</strong> citas (<strong>de</strong> textos), <strong>de</strong> notas al pie. Cuatro años <strong>de</strong> apuro, <strong>de</strong><br />

brazos cansados. La fatiga, y queda éste. El cuarto. El último. Sigo<br />

sola y no sé qué más, no sé dón<strong>de</strong> más. Nadie y pienso. Me quedo<br />

y sigo pensando. Para qué. Siento pensar (por lo menos siento<br />

algo). Algo por favor, que ocurra <strong>de</strong> prisa, por espanto, un entusiasmo.<br />

Por favor alguien, a quien pertenezca, o mejor, alguien que<br />

pueda pertenecerme. Pertenecer, en alguien alguna vez. Pertenencia<br />

necesaria. Con esto, con lo que hago. Con eso, con lo que soy. Con<br />

lo que podría ser. Con lo que invento, con lo que asumo como mío.<br />

Pertenecer <strong>de</strong>ntro, pertenecer fuera. Perteneciendo, en lugares, a


Isabel Baboun<br />

14<br />

cuántos <strong>de</strong> una sola vez. Hacerlo cuando hablo. Intentar serlo.<br />

Aunque no me pertenezca. Aunque no me <strong>de</strong>termine.<br />

Y entonces, lo que sigue 1 :<br />

Escena: La figura apunta a toda “escena”<br />

(en el sentido restringido <strong>de</strong>l término)<br />

como intercambio <strong>de</strong> cuestionamientos recíprocos.<br />

Roland Barthes, “Fragmentos <strong>de</strong> un discurso amoroso”<br />

1 La acción se <strong>de</strong>sarrolla <strong>de</strong>ntro y fuera <strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> clases. Primero <strong>de</strong>ntro.<br />

Luego fuera. La puerta es la número ocho. Es azul. (Sugiero respetar el<br />

color mencionado, ya que es ese el color <strong>de</strong> la puerta y no otro). La sala se<br />

ubica en el segundo piso, don<strong>de</strong> se advierte el patio central y la Virgen. Es<br />

importante respetar el ritmo y puntuación <strong>de</strong> los personajes en pos <strong>de</strong> una<br />

posible representación. Se necesitarán dos actores a pesar que aparecen tres<br />

a lo largo <strong>de</strong>l relato (aunque el tercero sea ficción). Sugiero alguna lluvia intermitente.<br />

En escena, una silla tipo living comedor. Algunos vestidos en<br />

<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n. Un par <strong>de</strong> zapatos negros taco alto en el suelo. De charol.<br />

Es ELLA quien empieza, quien se aproblema, quien intenta solucionar.<br />

ÉL escucha y sabe cómo ayudarla. Lo intenta. Siente <strong>de</strong> manera “imprecisa”.<br />

Se conocen y podrían gustarse. Pue<strong>de</strong>n.<br />

Son las 18:30, aproximadamente.


Tres veces<br />

La actriz<br />

Cuando llorar no alcanza. Cuando verlo sólo permite el abrazo, un espacio<br />

<strong>de</strong> tiempo que comparte, que <strong>de</strong>dica antes <strong>de</strong> la clase para lo perfecto,<br />

<strong>de</strong> su parte, <strong>de</strong> la mía. El espacio que <strong>de</strong>jo <strong>de</strong> mí misma cuando<br />

hago un silencio, cuando lo miro sin <strong>de</strong>cir, cuando espero. No me pertenece.<br />

Él no me pertenece. El espacio me queda gran<strong>de</strong>, <strong>de</strong>masiado<br />

gran<strong>de</strong>. Tanto como mi porte, el tamaño <strong>de</strong>smedido <strong>de</strong> mis pechos<br />

que engordan, <strong>de</strong> mis manos que sudan. No mejoro aunque llegue alguien,<br />

aunque se que<strong>de</strong> metido resistiendo, en mi vida, aguantando.<br />

Creo que voy enfermando. Un poco. En este espacio, mi cuerpo que<br />

sostengo, que él me exige para el trabajo, para el estudio. Segunda vez<br />

que soy su alumna. Primera que lo pienso y me importa más <strong>de</strong> lo necesario.<br />

Él es importante. Yo soy importante. Lo soy, hasta que saberlo<br />

no sea sólo pensamiento.<br />

Judith: Mi hermano se está muriendo, mi amante se está muriendo,<br />

los estoy matando a los dos. –dice Judith– pensativa mirando al infinito<br />

con cara <strong>de</strong> nada. Sin cara, como quien mastica y traga al mismo<br />

tiempo.<br />

Judith. El personaje. Ella sí es importante. Judith está escrita en<br />

un libro. Tiene frases importantes. Tiene frases. Cosas importantes.<br />

Puntos y apartes. Paréntesis a veces. Judith es protagonista. Es el<br />

héroe-monstruo <strong>de</strong> la historia. Tiene un cuchillo. Lo afila, mata,<br />

entierra. Y tiene veinte, o algo así (veinte años, no cuchillos). Está<br />

enferma. Lo dice en la obra. De corrido doce hojas y cuántas más<br />

que no están escritas, publicadas. Y canta en dos escenas. Y dice<br />

mierda, con mayúscula y negrita. Tiene que dar muerte a su hermano.<br />

Ahora, en la parte que sigue, llora. Tengo que hacerlo. Yo,<br />

tengo que hacerlo. Soy Judith, el personaje. Representarla. Y ahora<br />

tengo que llorar. Justo aquí. Justo acá. Un poco más y lo consigo.<br />

15


Isabel Baboun<br />

16<br />

Un poco. Me pellizco un brazo. Él mira atento, esperando. Lo<br />

hago, sin que se dé cuenta. Llorar sintiendo, pellizcando.<br />

Yo, su alumna. Él, profesor <strong>de</strong> actuación.<br />

Él es un hombre, pienso. Primero, es un hombre.<br />

No me concentro, no siendo otra, no siendo yo misma. Calma,<br />

me dice él y repito la acción. Llorar, eso es lo que tengo que hacer,<br />

lo que me pi<strong>de</strong> que haga, lo que no entiendo, lo que parece espontáneo<br />

y me resulta <strong>de</strong>fectuoso. Lo que toca <strong>de</strong> momento, <strong>de</strong> raíz.<br />

Que llorar es el error más triste, concebible en la distancia que se<br />

acorta, que no se alarga, no cuando sus brazos son cortos y no me<br />

alcanzan.<br />

Llorando tengo memoria unos segundos más que cuando hablo.<br />

Es una escena, me dice. Escucha, respira y respon<strong>de</strong>, luego llora,<br />

luego hazlo como dice en el texto. Hazlo pensando en qué se yo, y<br />

repite lo que sabes que te dije, hasta que logres un llanto abundante,<br />

como quien ya no pue<strong>de</strong>, como quien ya no sabe porqué, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

abajo, piensa, imagina y llora como cuando te sientes triste. Respon<strong>de</strong><br />

con el cuerpo, con el estómago en blanco, con la presión en<br />

la cabeza. Resiste respirar mientras intentas. No te <strong>de</strong>sbor<strong>de</strong>s, controla,<br />

hazlo pero no expulses. Mírame y no pienses en alguien, llora<br />

porque es lo que Judith hace cuando reclama, cuando da muerte a<br />

su hermano. –Cuando gritar para ella es difícil– dije completando,<br />

resolviendo, menospreciando, <strong>de</strong>testando, ansiando, perdiendo, sabiendo<br />

que Judith no existe Judith no existe Judith no existe Judith<br />

no existe Judith no existe Ju<br />

es una línea, una etiqueta, tira <strong>de</strong> papel, en línea recta, subrayando,<br />

un tajo abierto.<br />

Y <strong>de</strong>saparezco. Siendo Judith. Siendo ella. Intentando.<br />

Me gusta su boca, la <strong>de</strong> él esparciendo su nombre en la mía.


Tres veces<br />

La imagino larga, una bestia. Y lo imagino así. Mirándome. Nada<br />

más. Decirle esto, contarle, creerle. Sí, sí, creerle que podría ser,<br />

que podríamos ser dos. Nosotros dos. Tan lejos <strong>de</strong> él que acercarme<br />

es un dolor. Una bestia. Un beso.<br />

–Fuerte y preciso controla, sugiere con los ojos, aleja con el cuerpo–<br />

indica ronco, raspando, un corte. Y mis ojos miran al frente, al<br />

vacío <strong>de</strong>l que actúa “al más allá” que es muralla, <strong>de</strong>l que se hun<strong>de</strong>,<br />

<strong>de</strong>l que no sabe volver, al nombre, al cuerpo que tiembla, inestable,<br />

que parece apacible, que se obliga al llanto dirigido. No entien<strong>de</strong>.<br />

Ensaya conmigo y no me advierte, no como quiero, no aunque me<br />

respira en el cuello, encima <strong>de</strong> la boca, mi cintura en sus <strong>de</strong>dos, y la<br />

boca y las manos y la rabia y el color rojo, y la luz fuerte, y los pies<br />

se muelen abajo y las piernas y me torturo, y sigo intentando. Ir<br />

a<strong>de</strong>lante, sin preguntármelo, sin pensarlo. Sigo, avanzo, actúo, llanto<br />

dirigido.<br />

El apuro premedita lo incorrecto. El incorregible disgusto <strong>de</strong><br />

alejarse y casi llorar es probarte, jodidamente probarte.<br />

Él me mira inconstante, en pasillos y los paseos por Campus<br />

Oriente, el patio <strong>de</strong> Música los viernes por la tar<strong>de</strong>, el café <strong>de</strong> las<br />

seis en punto, el ensayo extra, el kiosco, un cigarro, las conversaciones<br />

en su auto estacionado, las galletas <strong>de</strong> soda, el vicio <strong>de</strong> tenerlo<br />

cerca, el horror <strong>de</strong> saber que lo tengo cerca. –Tú, mi alumna favorita–<br />

dice.<br />

Judith ya no intenta, Judith ya no quiere. Su turno, <strong>de</strong> Judith,<br />

<strong>de</strong>l cuchillo en la escena que sigue. Sobra el cuchillo, exagero el impulso.<br />

Un ojo más cerrado que el otro. El cuchillo en la mano y el<br />

llanto que no es falso pero que no siento, que no sale <strong>de</strong> a<strong>de</strong>ntro.<br />

La mano tiembla, Judith se <strong>de</strong>mora, Judith no aparece, <strong>de</strong> ella el<br />

nombre, la culpa es mía. Arrojarla, expulsando la rabia, el rojo y su<br />

17


Isabel Baboun<br />

18<br />

vergüenza. Ahora repetirlo. Cuando llorar no alcanza. Y entonces<br />

el principio.<br />

Judith<br />

Soy Judith. Existo porque me llamo Judith. Porque es ella quien<br />

me nombra, quien <strong>de</strong>fine mi nombre. Lo hace cuando actúa. Me<br />

conoce ensayando y apenas encuentra mi cuerpo en el suyo cuando<br />

intenta representarme. Tengo un cuchillo, una mano que sostiene<br />

el cuchillo. Un guante. Me <strong>de</strong>scompongo, cuando hablo <strong>de</strong> más,<br />

<strong>de</strong> mí, <strong>de</strong> lo que hice, <strong>de</strong> lo que me gusta y pienso como posibles<br />

supuestos. Soy Judith y maté a mi hermano. Lo supo, cuando estuvo<br />

muerto. Por fin, ya era hora. Soy mala, soy <strong>de</strong>fectuosa, soy insalvable.<br />

Soy cobar<strong>de</strong>. Me doy asco. Lloro, <strong>de</strong> principio a fin lloro. De<br />

cansancio, <strong>de</strong> las ganas <strong>de</strong> seguir estando cansada. Lloro ahora más<br />

que en toda la obra. Sin pausa, con filo, con los dientes apretados.<br />

Si la que dice mis letras, mis textos, ella, la que ahora no pue<strong>de</strong> y<br />

se queja porque llorar le cuesta, no consigue el llanto que <strong>de</strong>bería<br />

ser, entonces no existo. A ella sólo él le preocupa, el hombre que le<br />

enseña el cómo, la técnica por así <strong>de</strong>cirlo. A ella él le gusta, lo quiere<br />

matar. O le gustaría hacerlo. Eso quiere. Porque le gusta su boca,<br />

sangrante. Pero el cuchillo que usa para la escena no sirve, está sin<br />

filo. ¿Qué más? Que lo agarre, que lo muerda en la boca si quiere,<br />

que lo haga. Ella no piensa en mí, no siempre. Piensa en él. ¿Eso es<br />

lo correcto? Si quiere llorar que llore. Si no, que me <strong>de</strong>je metida en<br />

el libro hasta que otra pueda sacarme con los ojos, chorreando en<br />

lágrimas reales, no <strong>de</strong> mentira, no forzadas, no con lágrimas que no<br />

me pertenecen, no con las que ella se provoca para reclamar que él


Tres veces<br />

no la mira como quiere (aunque la mire más <strong>de</strong> lo necesario), aunque<br />

la toque en exceso, la espía, la investiga para po<strong>de</strong>r enseñarle. A<br />

él ella le gusta, a ella le insiste, la consigue, la perturba, la sabe interpretar.<br />

Teatro, teatro. Puro teatro.<br />

Necesito llorar, por favor, una actriz, un actor, incluso alguien<br />

que no sepa <strong>de</strong> tablas y voces impostadas. Alguien que sienta el dolor,<br />

en el pecho, justo aquí. En el pecho. Y en cada brazo, y en los<br />

ojos y ansiedad, dolor <strong>de</strong> cabeza, nerviosismo, insomnio, inquietud,<br />

náusea, diarrea, picazón, temblores, sudores, puntadas, tics, me quejo,<br />

estoy hablando, está en mi cuerpo, él está, está, está y apren<strong>de</strong>, ella<br />

apren<strong>de</strong> como él quiere que lo haga. Ella escucha.<br />

A él le gusta su boca hinchada, cuando llora. Le gustan sus formas<br />

en sus <strong>de</strong>dos cuando le dice cómo hacerlo, cómo llorar en exceso.<br />

Le enseña. Estuvo antes con ella, me acuerdo <strong>de</strong>l antes, con<br />

ella en esa silla, con esos vestidos que quiere que se ponga para él,<br />

para todo eso que llama conflicto, llanto, <strong>de</strong>sbor<strong>de</strong>, escena. Ella lo<br />

estuvo mirando antes, <strong>de</strong>l texto, <strong>de</strong>l ensayo, <strong>de</strong> su boca distante. Y<br />

no lo quiso con ella, no lo quiso cerca, no lo quiso fuera <strong>de</strong>l llanto<br />

y <strong>de</strong> sus brazos apretándola en el cuerpo para que llore más fuerte,<br />

para que grite su nombre, enseñándole cómo, empujándole el vientre,<br />

haciendo presión, la voz afuera, sus ojos explicándole el llanto,<br />

los <strong>de</strong> ella, los míos, los que ya asumí como míos, como ojos exactos,<br />

para él, para mí.<br />

Ya no quiero este espacio entre su cuerpo y el mío, no la quiero<br />

a ella jodiéndome en los ojos, déjalos quietos, déjame a mí llorar<br />

tranquila, con pausa con asco, déjame que puedo sola, déjame que<br />

escupa, déjame que mate, déjame en el diminuto <strong>de</strong> mi nombre, en<br />

el absoluto <strong>de</strong> este cuerpo que no tengo. Déjame arriba en la luz<br />

amarilla, en el foco iluminando el suelo, con el pelo suelto sin<br />

19


Isabel Baboun<br />

20<br />

horquillas, con el charol <strong>de</strong>l taco alto. Déjame llorar <strong>de</strong> corrido, déjame<br />

hacerlo <strong>de</strong> verdad. Y te grito con bulla, con el pecho manoseado<br />

<strong>de</strong> tanto salto, <strong>de</strong> tanto golpe hasta que mi nombre no sea<br />

sólo personaje.<br />

El cuchillo para enterrar, la sangre que no cae, el filo mirando<br />

hacia <strong>de</strong>ntro. Un temblor.<br />

Me hago pedazos en la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> existir, <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r hacerlo, <strong>de</strong> pertenecerle.<br />

A ella, a la que llora, a la que intenta el llanto, a la que<br />

actúa. Me tranquilizo, no me escucha, no lo hace porque todavía<br />

no me ha visto <strong>de</strong> cerca. Inventa que sigue. A quién le importa,<br />

para quién, para qué. Esto no es necesario. Mi vida, puro teatro.<br />

Texto, imaginarios blandos, hojas limpias. Que grite mi nombre,<br />

hazlo. ¡Judith! me dice. ¡Judith!, con más fuerza, hazlo con toda la<br />

que tienes, con toda la que no tengo. Y quedo sonando, en un rogar<br />

para que se que<strong>de</strong> conmigo. Con ella <strong>de</strong> fondo, con ella sonando<br />

tan fuerte como lo que soy. Esto. Nada más que esto.<br />

Los tres<br />

Termina la clase y <strong>de</strong> pie, él camina fuerte, abre la puerta y sale sin<br />

<strong>de</strong>cir Judith, sale sin ella, sin ellas en la cabeza. Se quedan juntas.<br />

Judith con ella. Ella en su cara. Las dos juntas.<br />

Judith la acompaña al cambio <strong>de</strong> ropa. La <strong>de</strong> todos los días. La<br />

ropa con la que viste, con la que reconoce como suya. El taco alto y<br />

el vestido negro lo guardan para otro ensayo. Ella se viste, no hay<br />

espejo, el camarín y la puerta cerrada. Él afuera la espera, se va y<br />

quiere <strong>de</strong>spedirse. Es tar<strong>de</strong>.


Tres veces<br />

Afuera, lo mira <strong>de</strong> cerca, repetido. Sus ojos cambian. Se vuelven<br />

enfermos. Contagian, no se cuidan. Lo <strong>de</strong> a<strong>de</strong>ntro cambia, el sentimiento,<br />

la cabeza repite formas, circunstancias, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>, lo pensado<br />

en. Y mirarlo para ella es un problema, tenerlo cerca, lo advierte,<br />

y no soluciona.<br />

El suelo tranquiliza. Cuando mirar sólo es ver para no tropezar.<br />

Él la escucha, ella lo mira. Y saben. Los tres. Que estuvo, estuvieron.<br />

Él se va. Ella mira que avanza, que se aleja. Él no se voltea. No se<br />

arrepiente.<br />

Judith, dile algo, que te enseñe su cuello. Judith, el pelo suelto, el<br />

maquillaje corrido. Judith, por la mierda, que huela tus manos, que<br />

mire tu boca, que corrija tus ojos. Judith, corre, rómpele la boca,<br />

hazlo con los dientes... Judith, no llores, Judith, el cuchillo, Judith,<br />

la sangre, Judith, la sangre, Judith… y pareciera que lo alcanza.<br />

Corriendo, casi por completo.<br />

Nota: Los textos escritos en cursiva correspon<strong>de</strong>n a “Crave”, <strong>de</strong> Sarah<br />

Kane. Ediciones Artes <strong>de</strong>l Sur.<br />

21


Francisco Villarreal<br />

2 do lugar<br />

4° año <strong>de</strong> Historia<br />

Francisco Villarreal (23 años) siempre<br />

ha tenido intereses artísticos.<br />

Lee <strong>de</strong>s<strong>de</strong> niño, pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> “los 12<br />

años ya iba a la feria y me compraba<br />

un libro”. Empezó a escribir en<br />

ese mismo tiempo, pero más en<br />

serio hace unos dos años. Hizo un<br />

curso <strong>de</strong> narrativa en Balmaceda<br />

1215 y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace un año y medio<br />

asiste a un taller <strong>de</strong> escritura creativa<br />

dictado por Diego Ramírez.<br />

Actualmente está leyendo a autores<br />

como Chuck Palahniuk, Bret<br />

Easton y Pär Lagerkvist, quienes<br />

escriben “sobre lo fatal <strong>de</strong> la sociedad<br />

actual, esa cosa oscura y<br />

casi como apocalíptica que estamos<br />

viendo hoy en día. Retratan<br />

lo peor <strong>de</strong> ser humano, pero siempre<br />

con una luz <strong>de</strong> esperanza”. En<br />

cuanto a literatura universal le<br />

gustan Franz Kafka, George Orwell<br />

y Oscar Wil<strong>de</strong>.<br />

“Flores amarillas” lo escribió para<br />

el concurso. En el cuento muestra<br />

su visión <strong>de</strong>l campus San Joaquín:<br />

“Es muy gran<strong>de</strong>, hay mucha gente,<br />

pero siento un silencio constante.<br />

La gente pue<strong>de</strong> ir <strong>de</strong>sapareciendo<br />

constantemente y daría lo mismo”.<br />

Fe <strong>de</strong> erratas: En la edición impresa <strong>de</strong>l <strong>Concurso</strong> <strong>Literario</strong> <strong>UC</strong> 2008, en las<br />

solapas,índice, y páginas 22, 24, 26, 28, 30 y 32 dice “Felipe Villarreal”,<br />

<strong>de</strong>be <strong>de</strong>cir “Francisco Villarreal”.


Flores amarillas<br />

28 <strong>de</strong> agosto<br />

Querido D:<br />

Te fuiste sin <strong>de</strong>spedir. ¿Es que acaso nunca te enseñaron a <strong>de</strong>cir adiós?<br />

No esperaba miradas tristes ni lágrimas ni mucho menos llantos <strong>de</strong>sesperados,<br />

ni siquiera que nos <strong>de</strong>seáramos parabienes ni buenos <strong>de</strong>seos,<br />

inclusive ni siquiera que emitiéramos sonido alguno; me hubiese conformado<br />

con un simple abrazo, y por supuesto ver tus ojos. Quizás qué<br />

cosa te llevó a irte así. Espero que no haya tenido que ver con esa discusión<br />

que tuvimos, y que ahora por tu partida quedará inconclusa, al<br />

menos que te dignes a volver o respon<strong>de</strong>r esta carta, si es que esta carta<br />

te llega algún día, porque ni siquiera estoy seguro a qué <strong>de</strong>stino te fuiste.<br />

Tal vez estás cumpliendo solo ese sueño en común que teníamos, <strong>de</strong><br />

recorrer América con lo justo y necesario, sobreviviendo <strong>de</strong> lo que nos<br />

llegara, cantando música popular y vendiendo esos poemas clichés que<br />

hacíamos en esos ratos <strong>de</strong> aburrimiento en la clase <strong>de</strong> taller poético,<br />

para burlarnos <strong>de</strong> nuestros compañeritos los poetas. La i<strong>de</strong>a era


Francisco Villarreal<br />

24<br />

<strong>de</strong>splegar nuestros “talentos artísticos” arriba <strong>de</strong> los buses, o en los millares<br />

<strong>de</strong> pequeñas plazas que son en <strong>de</strong>finitiva los mosaicos que conforman<br />

este continente tan maltrecho. Siempre <strong>de</strong>cías que estábamos<br />

tan inconformes porque era en nuestros cuerpos don<strong>de</strong> se materializaba<br />

la “malegría” <strong>de</strong> este lugar <strong>de</strong>l mundo. Tus palabras siempre me resultaron<br />

pesimistas, aunque trataras <strong>de</strong> aligerarlas con una sonrisa al final<br />

<strong>de</strong> cada oración. ¡Demonios! hasta <strong>de</strong> la gramática tenías tu propia<br />

visión; qué originalidad esa <strong>de</strong> encarnar los puntos finales con tus dientes.<br />

En estos momentos estoy en la universidad en clases <strong>de</strong> Cultura y<br />

Sociedad Latinoamericana. Este profesor nunca me había resultado<br />

tan aburrido. Debe creer que estoy tomando apuntes como loco. En<br />

realidad todos toman apuntes como locos, o como chinos, o como esclavos,<br />

menos yo que no puedo <strong>de</strong>jar escribirte y <strong>de</strong> pensar en cómo te<br />

fuiste sin <strong>de</strong>spedir. Yo no te habría dicho nada, aunque es probable que<br />

esté mintiendo. Contigo nunca <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> hablar, hasta en los silencios<br />

nos comunicábamos. Por eso me duele el que te hayas ido así no más;<br />

no por las cosas que se pudieron haber dicho sino por el cariño que se<br />

podría haber dado. El profesor está hablando <strong>de</strong> la conformación <strong>de</strong> la<br />

ciudad latinoamericana, el mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> tablero que ocuparon los españoles,<br />

los dos símbolos <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r que se establecían en las plazas <strong>de</strong> Armas,<br />

el gubernamental y el religioso, etc., y yo te imagino en una plaza<br />

llena <strong>de</strong> flores amarillas, que pue<strong>de</strong> ser cualquiera, porque en este continente<br />

una es toda, cantando o escribiendo un poema que en mi mente<br />

ya no es cliché porque al final también te tomaste en serio ese asunto,<br />

y sé que te enojaste conmigo cuando te lo dije, pero <strong>de</strong>bía hacerlo.<br />

En realidad se me salió sin querer. No es que primara el cinismo, pero<br />

tu susceptibilidad frente al crecimiento era tan exagerada, pero creciste<br />

no más, todos lo tenemos que hacer. Espero que te encuentres bien.<br />

Hoy en la tar<strong>de</strong> llamaré a tu mamá para que me diga algo <strong>de</strong> ti, dón<strong>de</strong>


Flores amarillas<br />

estás, tu dirección, algún teléfono don<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r comunicarte. Nunca<br />

entendí <strong>de</strong>l todo cómo en la apoteosis <strong>de</strong> la hipermo<strong>de</strong>rnidad te negaras<br />

a usar celular e internet. Nunca lo entendí, pero en el fondo son<br />

esas cosas las que me hacen admirarte.<br />

Abrazos, F.<br />

4 <strong>de</strong> septiembre<br />

Querido D:<br />

Esta noche te mando un e-mail. Sé que no lo ocupas (tu “anarquismo”<br />

a veces me exaspera), pero me imagino que estando fuera <strong>de</strong>l<br />

país, o estés don<strong>de</strong> estés, <strong>de</strong>bes haber transado un poco tus i<strong>de</strong>ales<br />

para po<strong>de</strong>r tener contacto más seguido y barato con tu familia y<br />

amigos, aunque claro nadie sabe <strong>de</strong> ti. Hace cinco días llamé a tu<br />

casa, pero no me contestaron. Como es <strong>de</strong> costumbre en mí lo intenté<br />

tres veces, no lo he vuelto a hacer, tal vez tus padres andan <strong>de</strong><br />

viaje o llamé en un mal momento, quién sabe. Por acá los días están<br />

un poco más largos, no hallo la hora <strong>de</strong> que se termine el invierno.<br />

Hoy salí <strong>de</strong> casa sin paraguas y la lluvia me agarró mientras<br />

me venía a la U. Esto me pasa por no ver las noticias. Al parecer estamos<br />

en una <strong>de</strong> las últimas olas polares. Como sea, ahora me encuentro<br />

en la biblioteca <strong>de</strong> Humanida<strong>de</strong>s; no quise entrar a clases,<br />

prefiero escribirte; a<strong>de</strong>más estoy todo mojado y la mejor calefacción<br />

<strong>de</strong> esta universidad la tiene esta biblioteca. San Joaquín sigue<br />

igual que siempre, aunque particularmente hoy se ve feroz. La lluvia<br />

violenta resalta el concreto <strong>de</strong>sfondado que tiene este lugar<br />

como esqueleto, los pilares <strong>de</strong> humanida<strong>de</strong>s no están sujetados por<br />

25


Francisco Villarreal<br />

26<br />

la espalda <strong>de</strong> los estudiantes. Como <strong>de</strong>cías: “Somos el único soporte<br />

<strong>de</strong> esta institución pero ella no nos soporta”. Tu rebeldía a veces<br />

me sabía tan <strong>de</strong>scontextualizada, pero tu retórica excelente me<br />

hacía creerte todo lo que dijeras. Aún sigo creyendo que naciste<br />

para político o para poeta. Como poeta serías buenísimo. Contigo<br />

todos volveríamos a creer que un mundo distinto es posible;<br />

un mundo mágico creado por tus propias palabras. Siempre te<br />

quise como poeta verda<strong>de</strong>ro; esos que escriben <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el <strong>de</strong>senfreno.<br />

Pero en el último tiempo estabas tan académico, tan reglamentado,<br />

tan regulado. Sé que no te dabas cuentas, pero la<br />

seducción siempre es más fructífera que la persuasión. Todos tenemos<br />

que crecer. Esta biblioteca está repleta, la temperatura es<br />

cálida, estoy sentado en los sillones <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso, don<strong>de</strong> a veces<br />

nos juntábamos a estudiar o a dormir o a las dos cosas, porque<br />

nuestros estudios siempre terminaban en sueño. Todos los sillones<br />

están ocupados pero nadie habla. Todos están escribiendo, tal<br />

vez te están escribiendo, es muy probable que no sea el único que<br />

sienta tu partida, porque le he preguntado a varias personas y <strong>de</strong><br />

nadie te <strong>de</strong>spediste, ¡qué incomprensión la tuya!, pero bueno no<br />

soy nadie para juzgarte, aunque podría hacerlo perfectamente. Te<br />

fuiste y no me entregaste ni mis discos ni mis cómics ni mis libros,<br />

simplemente, ¡qué <strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>ración la tuya!<br />

Abrazos, F.


Flores amarillas<br />

27<br />

6 <strong>de</strong> septiembre<br />

En la vereda <strong>de</strong>l frente/ justo en la esquina <strong>de</strong> una plaza/ hay un<br />

muchacho/ Está solo tirado en la calle/ La gente pasa / algunos se<br />

<strong>de</strong>tienen a verlo/ otros caminan sin percibirlo/ son varios los que<br />

estuvieron a punto/ <strong>de</strong> pisarlo/ El muchacho no llora está quieto<br />

cubierto/ por una manta amarilla/ Yo lo veo claramente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> este<br />

lugar/ Todos los que estamos en este lugar lo vemos/ Un perro se<br />

acerca y el muchacho no se mueve/ Un perro lo huele y el muchacho<br />

no se mueve/ Un perro lo lame y el muchacho no se mueve/ A<br />

todos los que vemos esta escena / se nos ocurre escribir un poema/<br />

sacamos lápiz y papel/ y comenzamos a escribir:/ “En la vereda <strong>de</strong>l<br />

frente/ justo en la esquina <strong>de</strong> una plaza/ hay un muchacho muerto/<br />

y a nadie le importa excepto a un perro.”<br />

11 <strong>de</strong> septiembre<br />

Querido D:<br />

¿Pasarás por Machu Picchu este invierno? Te lo pregunto porque <strong>de</strong>seo<br />

tanto una piedra <strong>de</strong>l camino <strong>de</strong>l Inca. Sé que este verano voy sí o<br />

sí a Perú, como lo habíamos planeado, aunque hay un claro cambio<br />

<strong>de</strong>l plan producto <strong>de</strong> tu ausencia. Sé que tendré esa piedra y se convertirá<br />

en mi amuleto, pero habría sido tan bonito que tú me la mandaras.<br />

Machu Picchu es la ciudad precolombina andina más hermosa.<br />

En ella no se percibe la lógica eurocéntrica. El profesor <strong>de</strong> Antropología<br />

Americana dijo el otro día que Machu Picchu en realidad no<br />

era una ciudad, sino que era un refugio que se había comenzado a<br />

construir al inicio <strong>de</strong> la llegada <strong>de</strong> los españoles, a mediados <strong>de</strong>l siglo


Francisco Villarreal<br />

28<br />

XV, lo que <strong>de</strong>mostraría que sí hubo contacto entre los distintos grupos<br />

indígenas, porque ese refugio era para escapar <strong>de</strong> la muerte. Eso<br />

a su vez explicaría la postura <strong>de</strong> las piedras tan <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nadas hacia el<br />

final <strong>de</strong> las murallas, que contrastan con las perfectamente acopladas<br />

al inicio <strong>de</strong> los muros. Como sea, yo sigo creyendo que fue una ciudad,<br />

una ciudad para sobrevivir, porque en todas partes, menos ahí,<br />

vivir para siempre <strong>de</strong>be ser como estar muerto.<br />

Abrazos, F.<br />

21 <strong>de</strong> septiembre<br />

Querido D:<br />

¡Por el amor <strong>de</strong> Dios, da señales <strong>de</strong> vida! Hace un par <strong>de</strong> días volví<br />

a llamar a tu casa. Nuevamente nadie me contestó, así que planeo<br />

ir. Pue<strong>de</strong> ser que tu familia se haya cambiado <strong>de</strong> casa, o se estén tomando<br />

vacaciones realmente largas. Debí haberte regalado ese celular<br />

para tu cumpleaños, aunque estuviese fuera <strong>de</strong> mi presupuesto.<br />

También te he escrito varios e-mails. Qué absurdo contarte que te<br />

mando e-mails por acá. En realidad ya el hecho <strong>de</strong> escribirte cartas<br />

que probablemente nunca leas me está pareciendo absurdo, pero<br />

no me importa, es igual <strong>de</strong> probable que sí las leas; apenas tenga<br />

una dirección a don<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r mandarlas lo haré. Me pone feliz po<strong>de</strong>r<br />

realizar contigo una i<strong>de</strong>a que siempre tuve; escribirles cartas a<br />

mis amigos hoy en día parece algo tan poco práctico pero nadie<br />

piensa en que una vez muertos nadie podrá ver los e-mails y así un<br />

montón <strong>de</strong> vidas vividas se per<strong>de</strong>rán. Lo sé, es puro egocentrismo,<br />

pero sé que algún día tú serás una persona reconocida y algo <strong>de</strong> esa


Flores amarillas<br />

fama me tiene que llegar, aunque no me convierta en más que “el<br />

chico con quien te carteabas”. Mañana es el equinoccio, por fin el<br />

invierno se va y comienza la primavera. Lo que me aburre <strong>de</strong>l<br />

invierno santiaguino es que casi nunca nieva. Somos tan pobres<br />

que hasta la naturaleza nos da las sobras climáticas, ¡por favor! el<br />

agua pue<strong>de</strong> caer <strong>de</strong> otra forma no sólo como gotas. Disfrutamos<br />

tanto el año pasado cuando nevó. San Joaquín parecía una ciudad<br />

futurista toda cubierta <strong>de</strong> blanco. Ha sido la única vez que sus pilares<br />

<strong>de</strong> concretos me parecieron cálidos, parecían revestidos para<br />

una ceremonia majestuosa.<br />

Abrazos, F.<br />

29<br />

24 <strong>de</strong> septiembre<br />

Querido D:<br />

Santiago crece <strong>de</strong>senfrenadamente, y San Joaquín se siente cada vez<br />

más gran<strong>de</strong>. Por supuesto que esto no obe<strong>de</strong>ce a lo meramente físico,<br />

el Campus sigue manteniendo las mismas proporciones que antes,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> mediados <strong>de</strong> los 60 cuando fue inaugurado, pero algo<br />

pasa al interior <strong>de</strong> esta ciuda<strong>de</strong>la universitaria, algo muy raro. Con<br />

cada día que pasa veo menos personas, las calles, las salas <strong>de</strong> clases,<br />

los casinos, el hall, las bibliotecas parecen más gran<strong>de</strong>s al estar menos<br />

habitadas. El otro día una tía <strong>de</strong>l aseo me preguntó por ti:<br />

“¿Qué es <strong>de</strong> su vida? ¿Está trabajando? ¿Y por qué no se le ha visto?<br />

¿Está fuera <strong>de</strong> Santiago? ¿Otro más que abandona la universidad?<br />

Ojalá que no sea por falta <strong>de</strong> plata; a veces la vida es injusta. Si lo<br />

ve, dígale que se le extraña su sonrisa”. Yo no supe qué <strong>de</strong>cirle. Sólo


Francisco Villarreal<br />

30<br />

atiné a asentir con la cabeza y a <strong>de</strong>cir que cuando te viera te daría<br />

sus saludos. Después ella siguió limpiando y caminando con esos<br />

traperos extraños que ocupan. A lo lejos la vi escribir algo en un<br />

pequeño cua<strong>de</strong>rnillo <strong>de</strong> notas. Cuando terminó <strong>de</strong> escribir lo guardó<br />

en su <strong>de</strong>lantal y siguió <strong>de</strong>splazando el trapero por las baldosas<br />

sucias. Por un lado se ven menos personas, y por otro las pocas que<br />

se ven escriben, están siempre escribiendo, al igual que yo, tal vez<br />

te escriban a ti; aquí eras tan popular, bueno en todas las partes lo<br />

eres, estoy seguro que ahora <strong>de</strong>bes tener un montón <strong>de</strong> amigos; te<br />

apuesto mi vida que das más <strong>de</strong> diez abrazos al día, y que todos escuchan<br />

tus palabras, y que a todos los haces reír, cuánto extraño<br />

que me hagas reír. Aún no te perdono que te hayas ido sin <strong>de</strong>cir<br />

adiós; la <strong>de</strong>spedidas son necesarias, eso tú lo sabes perfectamente,<br />

son ese ritual lo que nos crea una muralla, un antes y un <strong>de</strong>spués;<br />

las <strong>de</strong>spedidas marcan una ida pero también un regreso. Tengo<br />

miedo que no te vuelva a ver nunca más, a muchas personas <strong>de</strong> esta<br />

universidad he <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> ver, pero ninguna me importa como tú,<br />

¿qué estarás haciendo? Debes estar trabajando para algún diario; <strong>de</strong><br />

seguro ya ven<strong>de</strong>s tus palabras, no es que te lo esté recriminando.<br />

Todos tenemos que sobrevivir <strong>de</strong> alguna manera, todos crecemos,<br />

pero por qué no respon<strong>de</strong>s mis e-mails. En el mundo laboral <strong>de</strong><br />

hoy tener uno es indispensable, claro, <strong>de</strong>bes tener otro, <strong>de</strong> seguro<br />

uno empresarial más coherente a tu nueva postura frente a la vida,<br />

esa cuenta tonta (queremosunaestadiaenelinfierno@hotmail.com)<br />

que te hice en una Crisol, y que casi nunca ocupaste, <strong>de</strong>be estar caducada.<br />

Son las 12:40 <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Lo sé por las campanas <strong>de</strong>l templo.<br />

Acá la gente pue<strong>de</strong> estar <strong>de</strong>sapareciendo pero las que quedan<br />

no se pier<strong>de</strong>n la misa <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Eso es tan comprensible. Sí, nuevamente<br />

toco este tema. En tiempos <strong>de</strong> Apocalipsis la gente


Flores amarillas<br />

necesita algo en qué creer; somos la nueva baja Edad Media. Te cargaba<br />

esta teoría, pero yo encuentro que es tan cierta. Vivimos en<br />

tiempos don<strong>de</strong> la necesidad <strong>de</strong> vivir la vida al máximo es igual a la<br />

<strong>de</strong> asegurarse una salvación cuando ésta se acabe. San Joaquín está<br />

más gran<strong>de</strong>, se siguen construyendo edificios. Nunca se sabe muy<br />

bien para qué son. Las especulaciones se dan por montones en lugares<br />

don<strong>de</strong> todos tienen un conocido, una primera fuente, la verdad.<br />

Por supuesto que esta universidad no es la excepción. Cada vez hay<br />

menos gente (ni siquiera para las fiestas patrias se hicieron sentir; no<br />

hubo celebración alguna) y yo comienzo a sospechar que tu partida<br />

tiene que ver con esto, lo que me hace estar más molesto contigo y<br />

tu <strong>de</strong>saparición repentina. Ya sabes mi necesidad <strong>de</strong> saberlo todo.<br />

Como sea yo también estoy pensando en a<strong>de</strong>lantar mi viaje.<br />

Abrazos, F.<br />

31<br />

29 <strong>de</strong> septiembre<br />

Querido D:<br />

Hoy fui a tu casa. Toqué el timbre tres veces, pero nadie salió a la<br />

puerta. Esta situación me tiene <strong>de</strong>sesperado. Tu casa no parecía<br />

abandonada, <strong>de</strong>be ser la primavera. A solo una semana <strong>de</strong> comenzada<br />

ésta se hace sentir maravillosamente. Nunca había visto los árboles<br />

florecer tan rápido. En el ambiente hay olor a flores, que me<br />

recuerdan a esa obra <strong>de</strong> teatro que tuvimos que hacer, don<strong>de</strong> yo representaba<br />

un muerto y me cubrieron <strong>de</strong> flores. Bueno, el aroma es<br />

exactamente igual. Ahora estoy sentado en una banca <strong>de</strong> San Joaquín;<br />

las bibliotecas están cerradas, ya no están haciendo clases.


Francisco Villarreal<br />

32<br />

Muchos <strong>de</strong> los profesores han <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> venir y los casinos ya hace<br />

varias semanas que están cerrados. Lo único que se mueve velozmente<br />

es la construcción <strong>de</strong> un edificio muy alto. Lo están haciendo tan<br />

rápidamente que es increíble su evolución <strong>de</strong> un día para otro, aunque<br />

no sé cómo esto es posible ya que tienen que estar contratando<br />

trabajadores constantemente, pues éstos <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> venir <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

haber trabajado un par <strong>de</strong> días. Al parecer la situación se está haciendo<br />

insostenible, pero aún así no he escuchado nada al respecto.<br />

Me he obligado a ver las noticias; pero nada, es como si nada pasara,<br />

como si nadie se diera cuenta. Por supuesto que esto no es así. Lo sé<br />

porque todos están escribiendo, todos escriben lo que ven y lo que<br />

no ven, nadie pregunta nada y yo tampoco lo hago. Hace semanas<br />

algunos compañeros me preguntaron por otros compañeros, parece<br />

que <strong>de</strong>saparecer sin <strong>de</strong>jar rastros se ha vuelto una moda. Sólo tú pudiste<br />

llevar algo tan insólito a un nivel <strong>de</strong> imitación masivo. Yo por<br />

mi parte he <strong>de</strong>cidido a<strong>de</strong>lantar mi viaje. No saco nada con venir a la<br />

U. Quiero que mi primer <strong>de</strong>stino sea Machu Picchu. Presiento que<br />

allá te voy a encontrar, y te voy a po<strong>de</strong>r pasar todas estas cartas, y te<br />

vas a reír <strong>de</strong> mi i<strong>de</strong>a tan <strong>de</strong>scabellada <strong>de</strong> escribírtelas sin mandártelas<br />

y <strong>de</strong> seguro me dirás una explicación razonable para la situación tan<br />

extraña que vive San Joaquín. Espero que no tengas rencor por esa<br />

discusión que tuvimos. Yo también he crecido. Tengo muchas ganas<br />

<strong>de</strong> autopublicar un libro <strong>de</strong> poemas y escritos libres, que por supuesto<br />

estás cordialmente invitado a participar como mi editor.<br />

Des<strong>de</strong> don<strong>de</strong> estoy se ve el edificio a punto <strong>de</strong> terminar; es tan poco<br />

uniforme. Te veo pronto…<br />

Abrazos, F.


Flores amarillas<br />

30 <strong>de</strong> septiembre<br />

Querido D:<br />

Hoy, a menos <strong>de</strong> tres meses para Navidad, San Joaquín amaneció sitiado.<br />

Las entradas estaban protegidas por carabineros, <strong>de</strong>tectives y<br />

los guardias privados <strong>de</strong> la universidad. Por todas partes habían <strong>de</strong><br />

esas güinchas <strong>de</strong> seguridad que dicen “Peligro, no pasar”. En la entrada<br />

principal el Cristo seguía recibiendo a las personas con los brazos<br />

extendidos. Ahí había una pequeña multitud compuesta<br />

principalmente <strong>de</strong> trabajadores y <strong>de</strong> uno que otro estudiante y funcionario.<br />

Comencé a hacerme paso para llegar a la reja. Necesitaba<br />

ver qué era lo que sucedía. Nadie <strong>de</strong>cía nada. Yo me preguntaba en<br />

qué momento esta ciudad se había convertido en muda. Pregunté a<br />

varias personas qué era lo que acontecía pero nadie me dijo nada, ni<br />

siquiera los carabineros que estaban más preocupados <strong>de</strong> ver el paisaje;<br />

había un silencio inquietante. Cuando llegué a la reja yo también<br />

guardé silencio. Más allá <strong>de</strong> ésta, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l Campus, había un sinnúmero<br />

<strong>de</strong> personas en el piso cubiertas por mantas amarillas. Había<br />

paramédicos, médicos y enfermeras que iban <strong>de</strong> una a otra revisándoles<br />

los signos vitales. No hacía frío y los árboles se veían majestuosos,<br />

llenos <strong>de</strong> flores. Todos los que estábamos ahí, incluidos algunos<br />

carabineros y profesionales <strong>de</strong> la salud, sacamos lápiz y papel y comenzamos<br />

a escribir: “Hoy, a menos <strong>de</strong> tres meses para Navidad, San<br />

Joaquín amaneció sitiado. Parece una gran plaza cubierta <strong>de</strong> flores<br />

amarillas. Todas la personas están muertas, y nadie dice nada”.<br />

Abrazos, F.<br />

33


Felipe Fuentes<br />

3 er lugar<br />

Doctorado en Letras<br />

Felipe Fuentes (28 años) ha estado<br />

interesado en la literatura “básicamente<br />

toda la vida”. Empezó<br />

a escribir cuentos cuando tenía<br />

unos 18 años y esta atracción por<br />

la literatura y escritura lo llevó a<br />

estudiar licenciatura y magíster<br />

en Literatura en la Universidad <strong>de</strong><br />

Las Américas en Puebla, México.<br />

No bastándole con esto, hace tres<br />

años llegó a Chile para realizar un<br />

doctorado <strong>de</strong>l mismo tema.<br />

En cuanto a la literatura, lo que<br />

más le atrae es la narrativa hispanoamericana<br />

(que es lo que<br />

estudia) y la norteamericana. Los<br />

autores que más lo cautivan son<br />

Gabriel García Márquez, Juan Carlos<br />

Onetti y Ernesto Sábato.<br />

“Ciento setenta soles” lo escribió<br />

pensando en el concurso. Decidió<br />

ambientarlo en Casa Central,<br />

pero quiso que el personaje no tuviera<br />

que ver con la universidad,<br />

que fuera alguien externo “que<br />

llegó ahí por acci<strong>de</strong>nte, que está<br />

utilizando ese espacio cuando normalmente<br />

no <strong>de</strong>bería”. Y así fue<br />

surgiendo el resto <strong>de</strong> la historia.


Ciento setenta soles<br />

Llegó a la Casa Central <strong>de</strong> Universidad Católica a las once <strong>de</strong> la<br />

mañana con cuarenta y dos minutos. Unas horas antes aterrizó en<br />

el aeropuerto y cruzó los controles aduanales sin ningún contratiempo.<br />

Lo eligieron por sus ojos ver<strong>de</strong>s y sus cabellos claros. Con<br />

el traje recién salido <strong>de</strong> la tintorería y el portafolios <strong>de</strong> piel que le<br />

facilitaron en Perú parecía un ejecutivo viajando por negocios. El<br />

billete Santiago-Lima fechado para esa misma noche reforzaba la<br />

fachada. En el avión, siguiendo las instrucciones tantas veces repasadas,<br />

aceptó la charolita con el <strong>de</strong>sayuno para no <strong>de</strong>spertar sospechas.<br />

Pero ni se te ocurra comer nada, le dijeron. Revuelve la papa<br />

con los cubiertos para que piensen que no te gustó. ¿Y si no se la<br />

creen?, preguntó. Se la van a creer, ellos saben bien que sirven pura<br />

mierda. Sin embargo, cuando la aeromoza recogió las ban<strong>de</strong>jas la<br />

suya estaba vacía. En el asiento <strong>de</strong> junto, un niño más bien obeso<br />

<strong>de</strong>voró con tal frenesí el <strong>de</strong>sayuno que sin pensarlo dos veces le cedió<br />

su huevo revuelto. No tengo hambre, le dijo, y el infante agra<strong>de</strong>ció,<br />

feliz, escupiendo pedacitos <strong>de</strong> bolo.


Felipe Fuentes<br />

36<br />

En el aeropuerto <strong>de</strong> Santiago tomó un taxi y le pidió al conductor<br />

que lo <strong>de</strong>jara en la estación Pajaritos. El trayecto era corto y<br />

absurdo su interés por continuar el <strong>de</strong>splazamiento en metro. Pero<br />

el taxista no hizo preguntas y en todo caso él sólo se limitaba a seguir<br />

las instrucciones recibidas en Lima. Lo importante era camuflarse<br />

entre los cientos <strong>de</strong> oficinistas viajando hacia el centro en la<br />

hora <strong>de</strong> mayor afluencia. Por eso los chilenos no fueron a recogerlo<br />

al aeropuerto, para evitar los controles <strong>de</strong> vigilancia que a lo<br />

mejor ya los tendrían fichados. Y no hables con nadie, le dijeron.<br />

Con nadie, o se te va a salir lo indio. En Los Héroes transbordó a<br />

la línea amarilla y en Santa Ana a la ver<strong>de</strong>. En Baquedano cambió<br />

nuevamente a la línea roja y una estación <strong>de</strong>spués bajó en Universidad<br />

Católica. Pudo llegar ahí una hora antes y <strong>de</strong> forma directa<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> Pajaritos, pero el ro<strong>de</strong>o le permitió comprobar que nadie le<br />

seguía el rastro.<br />

Llegó a la Casa Central <strong>de</strong> Universidad Católica a las once <strong>de</strong> la<br />

mañana con cuarenta y dos minutos. Enfrente hay tres estatuas y<br />

en el techo un Cristo, le dijeron, no hay pier<strong>de</strong>. Trató <strong>de</strong> aparentar<br />

impaciencia mas no miedo, como un simple ejecutivo con prisa,<br />

mientras esperaba que un automóvil se orillara a recogerlo. Junto a<br />

la estatua <strong>de</strong> en medio, le dijeron. La más gran<strong>de</strong>, la <strong>de</strong>l compadre<br />

sentado. Estoy en Chile, probablemente pensó casi con indiferencia.<br />

No quería permitirse todavía una emoción, a pesar <strong>de</strong> que en<br />

las últimas horas había conocido algunos trozos <strong>de</strong> Lima y otros <strong>de</strong><br />

Santiago. Cruzando la calle, en la cima <strong>de</strong> un cerro, distinguió una<br />

torre y algunas cabezas, muy pequeñas. ¿Y si me están observado<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> allá arriba?, tal vez pensó. Sintió un espasmo en el estómago,<br />

violento, en otras circunstancias quizá se hubiera tirado al suelo,<br />

pero resistió <strong>de</strong> pie y doblándose apenas.


Ciento setenta soles<br />

El rostro <strong>de</strong> un ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> maní a unos metros <strong>de</strong> distancia le<br />

pareció familiar, lejano pero conocido. No es nadie, se habrá dicho<br />

para tranquilizarse, y siguió esperando. Le costaba respirar, un poco.<br />

El cura <strong>de</strong> piedra a unos metros <strong>de</strong> distancia comenzó a mover<br />

los brazos. Primero <strong>de</strong>spacio y <strong>de</strong>spués aleteando como una mariposa.<br />

Atribuyó la visión al cansancio, al calor, a la contaminación<br />

inexistente en su pueblo natal <strong>de</strong> la sierra, al ayuno <strong>de</strong> dieciséis horas,<br />

al viaje, a la sed. En todo caso nadie parecía afectado por el revoloteo<br />

<strong>de</strong> la estatua. Y si los movimientos fueran reales, se habrá<br />

dicho, para este momento los transeúntes ya estarían hincados, el<br />

tránsito <strong>de</strong>tenido, la multitud berreando el milagro. Sintió que el<br />

aire escaseaba y notó que el ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> maní lo observaba con<br />

cierto interés. ¿Será policía?, se habrá preguntado. Definitivamente<br />

le recordaba a alguien pero no lograba precisar a quién. El automóvil<br />

que <strong>de</strong>bía recogerlo comenzaba a <strong>de</strong>morarse y él se sentía cada<br />

vez más vigilado: el ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> maní, las cabecitas en la torre ubicada<br />

en la cima <strong>de</strong>l cerro <strong>de</strong> enfrente. No quería apartarse <strong>de</strong>l punto<br />

<strong>de</strong> reunión porque en cualquier momento podían llegar los<br />

contactos chilenos. Decidió, sin embargo, que disponía <strong>de</strong> unos<br />

minutos para echarse un chorro <strong>de</strong> agua fría en la cabeza para <strong>de</strong>spabilar.<br />

La estatua ya no se movía pero el ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> maní seguía<br />

observándolo. A la mierda, tal vez pensó. Si pasa el automóvil y no<br />

estoy dan una vuelta por ahí y vuelven a pasar.<br />

Entró al edificio. Siguiendo algún impulso o instinto caminó<br />

hacia la <strong>de</strong>recha por el piso ajedrezado. Apenas si observó la imponente<br />

escalera palaciega que conducía a las plantas superiores.<br />

Yo iba pasando por ahí en ese momento a mi clase <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho y<br />

me llamó la atención su andar tambaleante, como si el portafolios<br />

le pesara <strong>de</strong> más. Se veía mal, dañado en verdad, y no nada más<br />

37


Felipe Fuentes<br />

38<br />

afectado por una simple borrachera como cabría suponerse al primer<br />

vistazo. No alcancé a ofrecerle ningún tipo <strong>de</strong> ayuda, pues entre<br />

las columnas y arcos <strong>de</strong>l pasillo se perdió hacia el patio interior<br />

en cuestión <strong>de</strong> segundos.<br />

Desembocó en la galería <strong>de</strong> arte al final <strong>de</strong>l corredor. Abrumado<br />

viró a la izquierda y esquivó las mesas y sillas <strong>de</strong> una elegante<br />

cafetería. Al final <strong>de</strong>l pasillo encontró, al fin, un baño. Una vez<br />

<strong>de</strong>ntro comprobó, con <strong>de</strong>silusión, que un estudiante orinaba en el<br />

primer mingitorio. Polera <strong>de</strong>l Colo Colo, el tirante <strong>de</strong> la mochila<br />

ver<strong>de</strong> colgando <strong>de</strong>l hombro <strong>de</strong>recho, los audífonos en las orejas,<br />

una trencita <strong>de</strong> cabello que partiendo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la nuca terminaba por<br />

enredarse y confundirse entre los cables <strong>de</strong>l Ipod, orinando, sin<br />

prisa, ajeno a su falta <strong>de</strong> oxígeno. Obligado a contenerse para no<br />

<strong>de</strong>spertar sospechas se posicionó en el urinario inmediato, <strong>de</strong>positó<br />

el portafolios en el suelo y <strong>de</strong>scorrió la cremallera <strong>de</strong> su pantalón.<br />

De la música <strong>de</strong>l colocolino alcanzaba a escuchar los bajos.<br />

Aspiraba con fuerza pero el aire no lograba penetrar a sus pulmones.<br />

Con toda ociosidad el estudiante caminó al lavamanos y frente<br />

al espejo comenzó a retocarse el peinado. ¿Por qué no se larga<br />

<strong>de</strong> una puta vez?, seguramente pensó mientras fingía orinar. Necesitaba<br />

volver a la acera, a la estatua <strong>de</strong> en medio. El auto que <strong>de</strong>bía<br />

recogerlo podía presentarse en cualquier momento. El estudiante<br />

retiró los audífonos <strong>de</strong> sus oídos y extrajo no importa <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> un<br />

teléfono celular. “¿Qué onda?” Lo observó con cierto <strong>de</strong>tenimiento<br />

y notó, con sorpresa, que se parecía al ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> maní. “En la<br />

uni”. Son policías, seguramente pensó, porque todos los policías<br />

se parecen. “No, en Casa Central”. Con la mucha o poca tranquilidad<br />

que logró representar en ese instante caminó al water más<br />

cercano y arrancó un pedazo <strong>de</strong> papel <strong>de</strong>l enorme rollo adosado a


Ciento setenta soles<br />

la pared. “No si igual me falta caleta”. Está hablando con el ven<strong>de</strong>dor<br />

<strong>de</strong> maní, tal vez pensó. El supuesto estudiante que se parece al<br />

ven<strong>de</strong>dor y el ven<strong>de</strong>dor que se parece al estudiante me han estado<br />

siguiendo todo este tiempo. “Ya”. Intentó sonarse pero la opresión<br />

<strong>de</strong> sus pulmones le impidió soplar. “Mira, mejor cuando sepái<br />

bien me llámai”. Comenzó a sentir un dolor en el pecho. “Ya, bacán”.<br />

El dolor aumentaba lentamente pero <strong>de</strong> forma regular. El estudiante,<br />

finalizada la llamada y restaurado el peinado, salió, al<br />

fin, <strong>de</strong>l baño.<br />

Corrió al lavamanos. Abrió la llave <strong>de</strong>l agua y colocó la cabeza<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l chorro. Sucumbió a la tentación <strong>de</strong> beber unos tragos.<br />

No fue capaz <strong>de</strong> tragar. Su garganta, ya completamente cerrada,<br />

<strong>de</strong>volvió con una ligera convulsión el líquido. El dolor en el pecho<br />

aumentó hasta volverse tangible, sólido, un dolor que podía<br />

ser estructurado y <strong>de</strong>sarticulado como una gigantesca torre <strong>de</strong><br />

acero. Pensó que iba <strong>de</strong>sfallecer y se aferró al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l aguamanil.<br />

Apretó los dientes, cerró los ojos, <strong>de</strong>bía soportar o per<strong>de</strong>ría el<br />

automóvil. Y entonces, simplemente, el dolor cedió. Durante<br />

unos segundos permaneció inmóvil, perplejo, extrañado ante el<br />

súbito <strong>de</strong>svanecimiento <strong>de</strong>l dolor. Extrañado y al mismo tiempo<br />

extrañándolo.<br />

Acercó los labios al grifo y comprobó con satisfacción que esta<br />

vez el agua circuló sin problemas por su garganta. Recordó al cura<br />

<strong>de</strong> piedra moviendo los brazos, el espasmo mientras esperaba en la<br />

banqueta, la falta <strong>de</strong> oxígeno en sus pulmones, el ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> maní<br />

que se parecía al estudiante y al estudiante que se parecía al ven<strong>de</strong>dor,<br />

el dolor aprehensible y maleable en el pecho, su garganta cerrada,<br />

y concluyó que acaba <strong>de</strong> sufrir un ataque <strong>de</strong> pánico. Los<br />

conocía bien. En la infancia, cuando Sen<strong>de</strong>ro Luminoso penetraba<br />

39


Felipe Fuentes<br />

40<br />

al pueblo, sentía más o menos lo mismo. Pero ahora estoy bien, se<br />

dijo, y bebió varios tragos. Total, todo estaba a punto <strong>de</strong> terminar y<br />

podía permitirse un poco <strong>de</strong> agua. Recogió el portafolio y con paso<br />

firme abandonó el baño. Cruzó los dos patios relajado, permitiéndose<br />

la contemplación <strong>de</strong>l espacio, las losetas limpias, las pare<strong>de</strong>s<br />

altas <strong>de</strong> color suave. Me habría gustado estudiar aquí, tal vez pensó.<br />

El estudiante con polera <strong>de</strong>l Colo Colo se paseaba <strong>de</strong>spreocupado<br />

en el patio abierto. Le pareció más pequeño, frágil, casi un niño.<br />

Salió a la banqueta.<br />

El ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> maní seguía ahí y nuevamente le pareció conocido.<br />

Es igual a mi hijo, se dijo casi en voz alta, igual que el estudiante<br />

<strong>de</strong> allá <strong>de</strong>ntro. Quizá le pareció increíble no haber i<strong>de</strong>ntificado<br />

con precisión las similitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio. Pero ahí estaban los<br />

mismos rasgos, ni siquiera más pronunciados ni toscos. Al contrario,<br />

el ven<strong>de</strong>dor tenía los trazos <strong>de</strong>licados y suaves, infantiles, y hasta<br />

su cuerpo lo encontró compacto, tierno, como el <strong>de</strong> un niño.<br />

Unos segundos <strong>de</strong>spués un automóvil se orilló y sin esperar más<br />

señales se acercó al límite <strong>de</strong> la acera. Sonrió al comprobar que el<br />

chofer también se parecía a su hijo. Pero este <strong>de</strong>scubrimiento no lo<br />

tomó por sorpresa. Al contrario, su sonrisa fue el reflejo <strong>de</strong> la corroboración<br />

<strong>de</strong> una intuición. El cuerpo <strong>de</strong>l chofer se perdía en el<br />

asiento y sus manos en el volante. Los piecitos colgaban en el aire a<br />

gran distancia <strong>de</strong> los pedales. Aún así el automóvil comenzó a remontar<br />

la avenida. Recargó la cabeza en el asiento <strong>de</strong> cuero y suspiró<br />

con alivio. Ya no había motivos para temer; en unos minutos<br />

más <strong>de</strong>scargaría la encomienda con la ayuda <strong>de</strong> un laxante, recibiría<br />

algo <strong>de</strong> comer, <strong>de</strong>scansaría una o dos horas, cobraría los treinta<br />

mil pesos chilenos prometidos, algo así como ciento setenta soles, y<br />

en la noche regresaría a su país.


Ciento setenta soles<br />

Un ciudadano <strong>de</strong> origen peruano murió esta mañana <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

un baño en la Casa Central <strong>de</strong> la Universidad Católica, reportó el<br />

noticiero nocturno. Cargaba un total <strong>de</strong> casi dos kilos <strong>de</strong> cocaína<br />

pura, comprimida en cincuenta cápsulas <strong>de</strong> látex <strong>de</strong>ntro su estómago,<br />

y al parecer una <strong>de</strong> ellas estalló provocándole un paro cardiaco.<br />

41


Álvaro Jeldrez<br />

Mención Honrosa<br />

4° año <strong>de</strong> Ingeniería Comercial<br />

Des<strong>de</strong> que cursaba primero básico,<br />

Álvaro Jeldrez (26 años) iba<br />

constantemente a la biblioteca<br />

<strong>de</strong>l colegio a sacar libros. Siempre<br />

estaba leyendo algo, especialmente<br />

en época <strong>de</strong> vacaciones.<br />

Este interés por la literatura viene<br />

<strong>de</strong> familia “en mi casa siempre<br />

han leído todos, mis papás, mis<br />

hermanos”. Y pese a que siempre<br />

pensó que en algún momento iba a<br />

escribir, comenzó a hacerlo hace<br />

unos 4 o 5 años.<br />

El tema <strong>de</strong> sus cuentos son “sobre<br />

todo fantasías o sinsentido, bien<br />

alejados <strong>de</strong> la realidad, no busco<br />

reflejarla”. De una discusión con<br />

su papá y su hermano sobre un programa<br />

televisivo que trataba <strong>de</strong> la<br />

reencarnación, hace más <strong>de</strong> diez<br />

años, surgió la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> escribir sobre<br />

ese tema. Años <strong>de</strong>spués esta<br />

i<strong>de</strong>a se transformó en su primer<br />

cuento “Actores secundarios”, el<br />

que adaptó para presentar en este<br />

concurso.<br />

Su cuento preferido es “El Aleph”,<br />

<strong>de</strong> Jorge Luis Borges, y sus novelas<br />

favoritas son “El castillo”, <strong>de</strong><br />

Franz Kafka, y “El guardián entre<br />

el centeno”, <strong>de</strong> J.D. Salinger.


Actores secundarios<br />

–No entiendo. ¿Estás tratando <strong>de</strong> probar que existe o que no existe la<br />

reencarnación?<br />

–¡No, no, no! No se trata <strong>de</strong> eso. No estoy tratando <strong>de</strong> probar<br />

nada, <strong>de</strong> hecho. Se trata <strong>de</strong> esto. Supongamos que la reencarnación<br />

existe. Supongamos que existe alguna especie <strong>de</strong> alma eterna. Una<br />

esencia imperece<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> nosotros, que cuando nuestro<br />

cuerpo muere vuelve <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> otro cuerpo, ¿OK?<br />

–Bueno, te sigo –respondió Esteban.<br />

Renato aprovechó para tomar un trago <strong>de</strong> su Coca-Cola. Le falta<br />

hielo, pensó.<br />

–Pero no estoy muy seguro <strong>de</strong> si creo en la reencarnación.<br />

–Eso no es importante –continuó Renato. Pero déjame tratar <strong>de</strong><br />

explicarte mi i<strong>de</strong>a.<br />

–Obvio, prosigue.<br />

–La cosa es la siguiente. Si fuera el caso <strong>de</strong> que cuando morimos<br />

nos reencarnamos… ¿cómo explicas el crecimiento <strong>de</strong> la población?<br />

¿Cómo se explica que hace miles <strong>de</strong> años sólo existieran un par <strong>de</strong>


Álvaro Jeldrez<br />

44<br />

millones <strong>de</strong> personas y hoy en día seamos casi siete mil millones?<br />

–Pue<strong>de</strong> ser que vayan apareciendo nuevas almas –replicó Esteban,<br />

no muy convencido.<br />

–Sí, es una opción. Pero es poco convincente. Tiene poco sentido<br />

que sólo algunas personas acarreen un karma <strong>de</strong> cientos <strong>de</strong> vidas<br />

pasadas y otras sean totalmente nuevas. Para mí no tiene lógica.<br />

–Entonces… ¿cuál es tu explicación?<br />

Renato estaba esperando esa pregunta. Tenía muchas ganas <strong>de</strong><br />

contar su i<strong>de</strong>a. Tenía una gran opinión <strong>de</strong> su i<strong>de</strong>a, por no <strong>de</strong>cir que<br />

también <strong>de</strong> sí mismo.<br />

Renato era un poco mayor (y quizás también un poco más maduro)<br />

que su amigo. Se habían hecho muy cercanos a principios <strong>de</strong><br />

año en la universidad, y solían juntarse en la casa <strong>de</strong> Renato antes <strong>de</strong><br />

salir a carretear. Él estaba echado sobre su cama y Esteban estaba en<br />

la silla <strong>de</strong>l computador. Se entretenía moviéndose y girando por la<br />

pieza, gracias a las ruedas <strong>de</strong> la silla. Eso era muy típico <strong>de</strong> él. Siempre<br />

estaba moviéndose, golpeando el suelo con un pie, tarareando o<br />

haciendo cualquier otra cosa que mostrara su hiperactividad.<br />

–Mira, pongámonos en el caso <strong>de</strong> que la reencarnación existe.<br />

De que es un hecho comprobado. Luego, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los principios <strong>de</strong>l<br />

hombre hay una cantidad fija <strong>de</strong> almas reencarnándose.<br />

–Ya po, pero eso es lo que dijimos antes que no podía ser.<br />

–Espera, dame tiempo.<br />

Sabía que tenía que apurarse en explicar, pues no podría mantener<br />

la atención <strong>de</strong> Esteban por mucho tiempo. Esteban era un gran amigo,<br />

pero su déficit atencional superaba a sus buenas intenciones.<br />

–Supongamos que son un millón <strong>de</strong> almas. Por poner un número.<br />

–O.K.<br />

–Y estas almas ni se reproducen ni se multiplican. Tampoco


Actores secundarios<br />

mueren o <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> existir. Han sido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces hasta ahora un<br />

millón <strong>de</strong> almas –quería <strong>de</strong>jar muy claro ese punto.<br />

–Entonces no existirían más que un millón <strong>de</strong> personas en el<br />

mundo –dijo su amigo.<br />

–Exacto.<br />

–Pero acabas <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que somos no sé cuántos miles <strong>de</strong> millones<br />

<strong>de</strong> personas.<br />

–Esa es la cantidad <strong>de</strong> gente en el mundo. Pero yo digo que no<br />

todos existen. Que sólo siguen existiendo los mismos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio,<br />

y que el resto <strong>de</strong> la gente sólo existe <strong>de</strong> manera física o corporal,<br />

pero no tienen alma realmente.<br />

–¿¡¿Cómo?!? –Esteban parecía casi tan ofendido como sorprendido.<br />

–Asumamos que nosotros dos existimos. Que somos parte <strong>de</strong> las<br />

personas con alma. Luego, mucha <strong>de</strong> la gente con la que interactuamos<br />

no existe <strong>de</strong> verdad. Por ejemplo, cuando venías para mi<br />

casa, quizás la persona que se sentó al lado tuyo en la micro no<br />

existe. Era solamente necesario para que tú lo vieras ahí. Una vez<br />

que ya te habías bajado <strong>de</strong> la micro probablemente <strong>de</strong>sapareció, ya<br />

que no lo vas a ver nunca más, ¿me entien<strong>de</strong>s?<br />

Ellos existen sólo para completar el <strong>de</strong>corado <strong>de</strong> nuestras vidas,<br />

pero si ya no son “útiles”, <strong>de</strong>saparecen.<br />

Son como extras o actores secundarios en una película en que<br />

nosotros, los que sí tenemos alma, somos los protagonistas.<br />

Por ejemplo. El viejo <strong>de</strong> Cálculo II pue<strong>de</strong> que haya tenido toda<br />

una vida sólo para hacernos clases a nosotros, y una vez que pasemos<br />

el ramo va a <strong>de</strong>saparecer, porque ya no es necesario, ya que no<br />

lo veríamos nunca más.<br />

–Si es que pasamos el ramo.<br />

–Jajaja, obvio. Imagínatelo. Nacer, crecer, estudiar y trabajar,<br />

45


Álvaro Jeldrez<br />

46<br />

todo sólo para <strong>de</strong>saparecer <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber cumplido tu función.<br />

Yo preferiría morir ahora antes que llegar a los 50 y darme cuenta<br />

<strong>de</strong> que no tengo alma… ¡qué no existo!<br />

–Pero… ¿y esas personas sabrían que no existen?<br />

–Eso es lo que he estado pensando. Todavía no lo sé. Yo espero<br />

que sí. Encuentro <strong>de</strong>masiado terrible el tener que vivir toda una<br />

vida para simplemente <strong>de</strong>saparecer en un momento.<br />

–Pero no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser terrible el hecho <strong>de</strong> no existir.<br />

–Si obvio, pero yo creo…<br />

La i<strong>de</strong>a quedó incompleta, ya que fue interrumpido por el teléfono,<br />

que reclamaba atención.<br />

–¿Aló? –Contestó Renato.<br />

Era para él. Alejandra. No habían quedado <strong>de</strong> acuerdo a qué hora<br />

la iba a pasar a buscar esa noche. Era una compañera <strong>de</strong> Ingeniería<br />

también. Pese a que Renato estaba loco por ella, no estaba muy convencido<br />

<strong>de</strong> salir con una compañera. En el mes que habían estado<br />

saliendo prácticamente no había estado solo, ya que la veía todos los<br />

días en la universidad y los fines <strong>de</strong> semana cuando salían.<br />

Por eso, Renato no estaba seguro <strong>de</strong> que fuera a pasar a algo más<br />

serio. Pero eso no era muy importante en ese momento. Estaba feliz<br />

con la relación como estaba, y no se quería complicar en ese<br />

momento, poco antes <strong>de</strong> los exámenes. Aparte venía saliendo <strong>de</strong><br />

una relación larga, así que claramente no estaba buscando algo serio<br />

inmediatamente. Todas estas i<strong>de</strong>as pasaron por su cabeza en<br />

menos <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> segundos, cuando le contestó.<br />

–Sí obvio… sí, ya pedí el auto. Te paso a buscar a las 10 entonces…<br />

Jajaja, ¡qué eres rica!<br />

Esteban, mientras Renato galanteaba, se <strong>de</strong>dicaba a revisar la colección<br />

<strong>de</strong> CD’s <strong>de</strong> éste.


Actores secundarios<br />

–¡Me voy a llevar éste <strong>de</strong> Bon Jovi! –le dijo. Renato asintió con<br />

la cabeza, pero probablemente no escuchó lo que le habían dicho.<br />

Después que Renato cortó ya no siguieron hablando <strong>de</strong>l tema. Se<br />

concentraron en cosas más importantes. Como qué iban a comprar<br />

para tomar a la noche, qué minas iban al carrete y una larga e interesante<br />

discusión sobre la supremacía <strong>de</strong> la piscola sobre la roncola.<br />

Un par <strong>de</strong> días <strong>de</strong>spués salió el tema <strong>de</strong> nuevo. Acababan <strong>de</strong> salir<br />

<strong>de</strong> una prueba <strong>de</strong> Álgebra, e iban comentándola mientras se dirigían<br />

al Food Gar<strong>de</strong>n a comer algo.<br />

Cuando terminaron <strong>de</strong> <strong>de</strong>smenuzar la prueba (con improperios<br />

incluidos para el profesor, por la dificultad <strong>de</strong> ésta), Esteban retomó<br />

la discusión que habían tenido en la casa <strong>de</strong> Renato.<br />

–¿Sabes? Estuve pensando en tu i<strong>de</strong>a, y si en verdad hay sólo un<br />

grupo <strong>de</strong> personas reencarnándose in<strong>de</strong>finidamente, no creo que<br />

las personas <strong>de</strong> relleno o actores secundarios, como tú les dijiste,<br />

existan <strong>de</strong> verdad para <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>saparecer en un instante. O sea,<br />

lo encuentro <strong>de</strong>masiado irreal. Casi cinematográfico.<br />

–¡Podría ser que nosotros mismos no existiéramos!<br />

Renato sonrió mientras caminaba.<br />

–Sí, he pensado en eso.<br />

Se quedó callado un par <strong>de</strong> segundos, como meditando lo que<br />

iba a <strong>de</strong>cir, y continuó.<br />

–Podría ser que ninguno <strong>de</strong> los dos existiera. O que sólo uno <strong>de</strong><br />

los dos fuera real y el otro va a <strong>de</strong>saparecer en el momento que <strong>de</strong>jemos<br />

<strong>de</strong> ser amigos.<br />

–Mantengámonos amigos, ¡por las dudas!<br />

Rieron un poco. Ya se encontraban al lado <strong>de</strong>l centro <strong>de</strong> comidas.<br />

–Espérame un poco, voy a sacar plata.<br />

Renato asintió con la cabeza, y su amigo entró al cajero automático.<br />

47


Álvaro Jeldrez<br />

48<br />

Aprovechó el momento para pren<strong>de</strong>r un cigarro. Mientras aspiraba<br />

la primera bocanada escuchó “¡Permiso!” Y luego un pequeño<br />

empujón. Una señora apurada lo pasó a llevar. Nunca faltan, pensó<br />

Renato.<br />

La señora llevaba en brazos a un niño <strong>de</strong> unos tres o cuatro años.<br />

Parecía dirigirse a los baños <strong>de</strong> ingeniería que se encontraban al lado.<br />

Antes <strong>de</strong> que entraran, el niño le sacó la lengua, sonriendo. Él,<br />

sonriendo también, le contestó <strong>de</strong> igual forma antes <strong>de</strong> per<strong>de</strong>rlos<br />

<strong>de</strong> vista.<br />

Luego; repentina, cruel e irrealmente, Renato <strong>de</strong>sapareció.


Álvaro Valenzuela<br />

Mención Honrosa<br />

1° año Letras<br />

A Álvaro Valenzuela (20 años) le ha<br />

gustado leer <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que era niño.<br />

“En mi casa son todos súper lectores.<br />

Entonces <strong>de</strong> ahí nació”.<br />

Una vez que se dio cuenta que tenía<br />

buena redacción, le empezó a<br />

gustar escribir. Comenzó a escribir<br />

cuando cursaba séptimo básico.<br />

Lo hacía para el colegio con ensayos<br />

y trabajos. Cerca <strong>de</strong> tercero<br />

medio empezó a hacer otras cosas<br />

por gusto.<br />

Precisamente porque se quiere<br />

<strong>de</strong>dicar a escribir “ojalá cuentos<br />

y novelas, que es lo que más me<br />

gusta”, es que <strong>de</strong>cidió estudiar<br />

Letras, pensando tal vez seguir<br />

<strong>de</strong>spués con Periodismo. El cuento<br />

“De los extraños seres que rondan<br />

por la Facultad <strong>de</strong> Letras” lo<br />

escribió para el concurso. La i<strong>de</strong>a<br />

surgió cuando estaba terminando<br />

el primer semestre que cursaba en<br />

la universidad, y es un homenaje a<br />

la literatura.<br />

De los cuentos que ha leído, lo<br />

que le atrae es lo mágico e irreal<br />

que presentan algunos autores<br />

como Julio Cortázar y Gabriel García<br />

Márquez, ambos presentes en<br />

el cuento.


De los seres extraños<br />

que rondan por la<br />

Facultad <strong>de</strong> Letras<br />

Este relato fue encontrado en unas hojas olvidadas, halladas en alguna<br />

mesa en alguna clase <strong>de</strong>l gran Campus <strong>de</strong> la Pontifica Universidad Católica,<br />

mejor conocido como San Joaquín.<br />

“Entraron los nuevos letrados un día <strong>de</strong> marzo, con esas caras nuevas,<br />

llenas <strong>de</strong> frescura y fascinación. El almuerzo <strong>de</strong> bienvenida fue una<br />

maravilla. Estuvieron ahí los gran<strong>de</strong>s profesores, académicos y estudiantes<br />

que comúnmente habitaban esa facultad.<br />

Gabriel o Gabo, como se presentaba ante cada nuevo compañero<br />

y compañera que iba conociendo, miraba asombrado este nuevo<br />

mundo que le recibía con los brazos abiertos. Su primera clase <strong>de</strong><br />

Literatura fue increíble, la <strong>de</strong> Lingüística lo mismo y así el nuevo<br />

estudiante se complacía con estos nuevos retos que le aguardaban.<br />

Pasaron los meses. Gabriel ya tenía su grupo <strong>de</strong> amigos formado,<br />

los Bajtin, Homero, Dante, Bocaccio y Vigotsky almacenados en su<br />

memoria intelectual y su prosa y poesía gustaban en sus pares, así


Álvaro Valenzuela<br />

52<br />

como las notas no bajaban <strong>de</strong> lo que podríamos llamar “bien”.<br />

Todo iba perfecto, hasta ese fatídico día en que todo cambió. Un<br />

tal Altazor, compañero <strong>de</strong> presencia casi <strong>de</strong>sconocida para Gabriel,<br />

saltó en paracaídas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el techo <strong>de</strong>l edificio <strong>de</strong> la facultad y murió<br />

horriblemente ante la vista <strong>de</strong> todos los que ese día se encontraban.<br />

El hecho causó un gran revuelo en la universidad, incluso se habló<br />

<strong>de</strong> cierta locura que rondaba, específicamente, en el patio <strong>de</strong> Letras;<br />

otros simplemente lo llamaron estrés.<br />

La cosa se calmó con el pasar <strong>de</strong> los días, pero no por mucho<br />

tiempo. Un viernes un alumno al tomarse un café <strong>de</strong> la máquina se<br />

transformó en un gran monstruo que <strong>de</strong>spedazó a todo el que encontró<br />

a su paso. Luego, inexplicablemente, tomó su forma original.<br />

El joven fue procesado y luego encarcelado. La universidad<br />

horrorizada por semejante brutalidad tomó serias medidas, como<br />

la prohibición <strong>de</strong>l café, policías en cada clase, incluso se pusieron<br />

cámaras <strong>de</strong> seguridad por toda la universidad. No obstante, la cosa<br />

empeoró. Otro día llegó un alumno con armaduras, lanza y montado<br />

a caballo atacando a cuanto ventero, ladrón, gigante y hechicero<br />

se le cruzaba. A este caballero andante lo paró otro alocado<br />

grupo <strong>de</strong> estudiantes acorazados en una falange y con gran<strong>de</strong>s lanzas.<br />

Los policías viendo tal situación dispararon con sus armas hasta<br />

no <strong>de</strong>jar ninguno <strong>de</strong> pie. Se amenazó con cerrar la universidad,<br />

pero nuevamente la cosa volvió a la normalidad en la Facultad <strong>de</strong><br />

Letras y en la institución académica en general. Gabriel continuó<br />

con sus clases, aunque ya con varios compañeros menos, a causa <strong>de</strong><br />

los graves sucesos anteriores.<br />

Se acercaba julio, el invierno saludaba a la universidad. Los exámenes<br />

se acercaban y con ellos las tan esperadas vacaciones. Pero el<br />

terror volvió a asolar a la Facultad <strong>de</strong> Letras. Un amigo <strong>de</strong> Gabriel,


De los seres extraños que rondan por la Facultad <strong>de</strong> Letras<br />

llamado Julio, comenzó, en plena clase <strong>de</strong> Gramática, a vomitar<br />

conejitos blancos que tiernamente llenaban la sala ante el asombro<br />

<strong>de</strong>l profesor y los estudiantes. El joven fue llevado a una iglesia<br />

don<strong>de</strong> fue exorcizado y luego fue enviado a un hospital. Esa misma<br />

tar<strong>de</strong> encontraron en un baño a un joven <strong>de</strong> intercambio proveniente<br />

<strong>de</strong> Alemania, muerto <strong>de</strong> amor en el baño.<br />

Así, día tras día, se conocían historias nuevas <strong>de</strong> caballeros,<br />

amores, suicidios, poetas, escritores, movimientos, géneros, hombres<br />

con alas enormes, viajes, barcos, jazzistas escandalosos, minotauros,<br />

laberintos, crucificados, apóstoles, caperucitas, lobos, elfos,<br />

pobres, ricos, viejos y jóvenes. Asimismo, Gabriel se <strong>de</strong>jó crecer el<br />

bigote y en un cua<strong>de</strong>rno comenzó a escribir: Muchos años <strong>de</strong>spués,<br />

frente al pelotón <strong>de</strong> fusilamiento…”<br />

53


Camila Russo<br />

Mención Honrosa<br />

5° año <strong>de</strong> Periodismo<br />

Para Camila Russo (23 años), la<br />

necesidad <strong>de</strong> escribir ha estado<br />

presente durante toda su vida.<br />

Des<strong>de</strong> chica escribe cuentos y<br />

poemas. En su colegio, Santiago<br />

College, ganó algunos premios y los<br />

profesores la animaron a que siguiera<br />

escribiendo. Por esto mismo<br />

<strong>de</strong>cidió estudiar Periodismo, don<strong>de</strong><br />

tiene la posibilidad <strong>de</strong> escribir, y<br />

a<strong>de</strong>más hizo el Certificado Académico<br />

<strong>de</strong> Literatura Universal.<br />

“El circo” lo escribió para este<br />

concurso. El cuento se centra en<br />

la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Libertad, concepto que<br />

para Camila es fundamental: “El<br />

cuento se trata <strong>de</strong> la importancia<br />

<strong>de</strong> la libertad y cómo la universidad<br />

ayuda a realizarse como individuo”.<br />

En él quiso presentar un escenario<br />

surrealista, que estuviera fuera <strong>de</strong><br />

lo cotidiano que pudiera suce<strong>de</strong>r<br />

en una universidad.<br />

Esta i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> crear mundos nuevos<br />

hace que fluya su imaginación. Es<br />

por ello que la inspiran los poemas<br />

<strong>de</strong> Rubén Darío, los cuentos <strong>de</strong> Edgar<br />

Allan Poe y las novelas <strong>de</strong> Mario<br />

Vargas Llosa.


El circo<br />

Una voz ronca y fuerte, como producida <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las entrañas <strong>de</strong> un gigante,<br />

se escuchó al fondo <strong>de</strong>l Palacio Presi<strong>de</strong>ncial, un blindado refugio<br />

subterráneo, esa oscura mañana <strong>de</strong> julio <strong>de</strong>l año 2057.<br />

–Ha llegado la hora <strong>de</strong> comenzar la última fase <strong>de</strong>l proyecto.<br />

Voy a necesitar su obediencia y completa colaboración. No quiero<br />

que duerman, no quiero que coman, quiero que a toda hora estén<br />

atentos a mis ór<strong>de</strong>nes.<br />

–Sí Padre –respondió un coro <strong>de</strong> hombres que no se distinguían<br />

entre sí. Todos vestidos en uniformes pardos, con boinas <strong>de</strong>l mismo<br />

color que cubrían sus cabezas rapadas y botas <strong>de</strong> cuero negras<br />

que brillaban en sus pies. De sus ca<strong>de</strong>ras colgaban las armas.<br />

–Hasta ahora todo ha salido a la perfección. Sólo queda la reforma<br />

académica.<br />

–Permiso para hablar Padre –pidió un hombre vestido <strong>de</strong> traje<br />

negro.<br />

–Concedido.<br />

–Los colegios y universida<strong>de</strong>s hace meses están inoperantes.


Camila Russo<br />

56<br />

–¡Silencio! –gritó el Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> tal manera que su voz alcanzó<br />

el fondo <strong>de</strong> esta garganta llamada palacio y, resonando en todos los<br />

rincones, <strong>de</strong>volvió en un eco la or<strong>de</strong>n multiplicada muchas veces.<br />

–La próxima vez que cuestione lo que digo... Como iba diciendo<br />

antes <strong>de</strong> la insólita interrupción, la última fase <strong>de</strong>l proyecto incluye<br />

la reforma académica. Ésta comenzó inhabilitando los<br />

<strong>de</strong>tractores, o sea, colegios, universida<strong>de</strong>s e institutos, y reemplazándolos<br />

con los Centros <strong>de</strong> Reestructuración Mental. Ahora se<br />

<strong>de</strong>be concluir, dándoles un nuevo uso a los edificios obsoletos.<br />

Mis queridos ciudadanos han estado al servicio <strong>de</strong> mis fábricas,<br />

minas, puertos y empresas. Han cumplido con su <strong>de</strong>ber a la Nación<br />

y a su Padre, o sea, Mi Persona. Llegó la hora <strong>de</strong> premiarlos.<br />

Los <strong>de</strong>tractores serán convertidos en centros <strong>de</strong> entretención. La<br />

gente tendrá una vez a la semana la posibilidad <strong>de</strong> asistir a estas<br />

nuevas ferias y circos. Por supuesto, se conformarán nuevos comandos<br />

para controlar estas instancias, pero lo principal es que<br />

quiero que los ciudadanos estén felices. Hay que apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los<br />

antiguos ¡pan y circo! –sentenció, riendo sonoramente al concluir.<br />

–Comenzaremos con la peor, el engendro <strong>de</strong> todos los males, la<br />

que reunía los dos peores riesgos para mis hijos. No sólo llenaba la<br />

cabeza <strong>de</strong>l pueblo con información innecesaria y anticuada, apartándolo<br />

<strong>de</strong> su <strong>de</strong>ber; también representaba a la Iglesia, apartándolos<br />

<strong>de</strong> su lí<strong>de</strong>r.<br />

A esta altura supongo que todos saben cuál es este flagelo, pero<br />

se los aclaro: la Universidad Católica. Quiero que todas nuestras<br />

fuerzas se concentren en convertirla en el circo más gran<strong>de</strong> que<br />

Chile haya visto jamás. Cada campus con animales, payasos, magos<br />

y acróbatas. Empezaremos por Casa Central.<br />

Ese mismo día una Alameda <strong>de</strong>sierta vio llegar la comitiva


El circo<br />

presi<strong>de</strong>ncial. Veinte relucientes autos negros y sus respectivas llantas<br />

plateadas y vidrios polarizados se estacionaron en toda la cuadra.<br />

Con guardaespaldas se bajó la Inteligencia <strong>de</strong>l régimen. En una organizada<br />

columna humana entraron al edificio y, paseándose entre<br />

las salas vacías, planeaban la reforma <strong>de</strong> la construcción.<br />

Cuando terminaron el recorrido se reunieron en el centro <strong>de</strong>l<br />

patio <strong>de</strong> Comunicaciones. El primero en hablar fue un joven con el<br />

rostro serio y anteojos.<br />

–Lo primero será <strong>de</strong>rribar el Cristo –anunció.<br />

Todos estuvieron <strong>de</strong> acuerdo.<br />

Durante horas, las propuestas fueron discutidas y analizadas hasta<br />

que un plano <strong>de</strong> la nueva Casa Central se dibujó bajo la pluma<br />

<strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los arquitectos.<br />

Los camiones, grúas y bulldozers llegaron al día siguiente como<br />

tanques a un campo <strong>de</strong> batalla. Tal como habían acordado, el Cristo<br />

fue lo primero en caer, estallando en miles <strong>de</strong> pedazos con el impacto<br />

<strong>de</strong> la <strong>de</strong>moledora. Las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las salas en que antes<br />

estudiaban los futuros médicos, periodistas y abogados quedaron<br />

reducidas a un montón <strong>de</strong> escombros.<br />

Soldados con metralletas estaban parados en cada rincón vigilando<br />

el trabajo <strong>de</strong> las <strong>de</strong>cenas <strong>de</strong> maestros, y miembros <strong>de</strong> la Inteligencia<br />

daban ór<strong>de</strong>nes con megáfonos. Camiones con <strong>de</strong>sechos<br />

entraban y salían. Grúas se elevaban sobre el edificio cargando vigas<br />

<strong>de</strong> metal y mezcladores <strong>de</strong> cemento tapaban la calle.<br />

En los alre<strong>de</strong>dores, la mayoría <strong>de</strong> los edificios estaban <strong>de</strong>siertos. El<br />

comercio ya no funcionaba y la gente ahora vivía en los Departamentos<br />

Habitacionales asignados por el régimen que gobernaba el país<br />

hace ocho años. De los pocos edificios que quedaron habitados, tímidas<br />

cabezas se asomaban por las ventanas con la mirada perdida <strong>de</strong> la<br />

57


Camila Russo<br />

58<br />

gente resignada. Lo único que podían hacer era esperar el circo.<br />

Pocas semanas <strong>de</strong>spués, una estructura <strong>de</strong> vidrios teñidos con<br />

forma <strong>de</strong> carpa se elevaba sobre la fachada multicolor <strong>de</strong> Casa Central.<br />

A<strong>de</strong>ntro colgaban columpios y cuerdas <strong>de</strong> equilibrio se extendían<br />

sobre las mallas que atraparían a algún acróbata <strong>de</strong>spistado.<br />

Gra<strong>de</strong>rías <strong>de</strong> sillas rojas ro<strong>de</strong>aban el escenario, instalado don<strong>de</strong> antes<br />

estaban los edificios <strong>de</strong> Periodismo y Medicina, mientras que<br />

juegos <strong>de</strong> feria y máquinas <strong>de</strong> algodón dulce y cabritas llenaban el<br />

patio <strong>de</strong> Derecho. Dos pantallas gigantes se elevaban sobre todo<br />

esto, proyectando imágenes <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte.<br />

Todo era un remolino <strong>de</strong> aros <strong>de</strong> fuego, cintas y pelotas <strong>de</strong> colores,<br />

hombres que acarreaban trampolines y jaulas <strong>de</strong> animales, oficiales<br />

que gritaban ór<strong>de</strong>nes y un embriagante olor a caramelo.<br />

El día <strong>de</strong> la inauguración <strong>de</strong>l circo, un bus nos esperaba en la<br />

puerta <strong>de</strong>l bloque habitacional. Había una especie <strong>de</strong> rumor y excitación<br />

inusual en las piezas <strong>de</strong> las mujeres. Estábamos todos listos mucho<br />

antes <strong>de</strong> la hora que nos habían indicado y leíamos el diario<br />

“Verdad” o repasábamos las grabaciones <strong>de</strong> la última lección para hacer<br />

tiempo. Yo estaba en eso, repitiendo lo que me dictaba la voz <strong>de</strong>l<br />

Padre a través <strong>de</strong> mis audífonos, cuando los parlantes <strong>de</strong> la pieza que<br />

compartía con diez compañeras anunciaron que <strong>de</strong>bíamos bajar.<br />

-Vamos, TR905 –me dijo una <strong>de</strong> ellas.<br />

Cuando llegamos, una enorme paleta dulce <strong>de</strong> edificio nos estaba<br />

esperando. Me pareció muy fuera <strong>de</strong> lugar entre las calles grises,<br />

las construcciones grises, la gente gris… pero también me pareció<br />

extrañamente conocido.<br />

Sin embargo, tuve que empujar ese pensamiento hasta el fondo<br />

<strong>de</strong> mi consciencia porque, al entrar, una explosión <strong>de</strong> colores, olores<br />

y sonidos se robaron todos mis sentidos. Me llamaban las sirenas


El circo<br />

<strong>de</strong> los juegos y sus luces, me cautivaban las piruetas <strong>de</strong> extraños seres<br />

en mallas y me intrigaba la risa <strong>de</strong> los payasos. Al mismo tiempo,<br />

un empalagoso olor dulce llenaba mi nariz hasta pegotearse en<br />

mi cabeza, que, a<strong>de</strong>más, no podía <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> repetir la canción que<br />

sonaba en todo el lugar: “Soy feliz y juego toda la tar<strong>de</strong>, soy feliz y<br />

amo al Padre...”.<br />

Al lado mío había una máquina <strong>de</strong> jugos espesos, amarillos,<br />

ver<strong>de</strong>s y rojos. Inmediatamente quise uno ya que no se parecían<br />

nada al líquido café translúcido con un <strong>de</strong>jo a manzana que nos<br />

dan en el almuerzo. Pasé una ficha y recibí un enorme vaso plástico<br />

a cambio pero, justo cuando lo estaba acercando a mi boca, un<br />

niño pasó corriendo y volcó toda la substancia color cereza en mi<br />

ropa y en el suelo.<br />

En pocos segundos llegó una señora a limpiar el líquido rojo y<br />

un oficial me tomó <strong>de</strong> un brazo.<br />

–Anda a limpiarte, TR905 –or<strong>de</strong>nó mirando la i<strong>de</strong>ntificación<br />

grabada en mi traje y con el <strong>de</strong>do señaló don<strong>de</strong> estaba el baño.<br />

Estuve un rato luchando con la mancha, el agua y el jabón hasta<br />

que salió. Puse la blusa bajo la secadora <strong>de</strong> manos y su ruido logró<br />

acallar por un rato la canción que se repetía en mi cabeza <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />

entré al circo. La extendí ante mí preguntándome cómo habrá quedado,<br />

me la puse y, como respondiendo a un reflejo, miré hacia la<br />

pared <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los lavatorios.<br />

Por alguna razón, me sorprendió ver sólo las baldosas ahí, como<br />

si hubiera esperado encontrar otra cosa en su lugar… Pero <strong>de</strong>scarté<br />

este pensamiento <strong>de</strong> mi cabeza y salí <strong>de</strong>l baño, proponiéndome “ser<br />

feliz y jugar toda la tar<strong>de</strong>”.<br />

–Estoy conforme con su reporte –dijo el Presi<strong>de</strong>nte parado tras su<br />

escritorio, <strong>de</strong>jando caer una pila <strong>de</strong> carpetas sobre éste–. Y continuó:<br />

59


Camila Russo<br />

60<br />

“Creo que estos centros <strong>de</strong> entretención serán un éxito en mantener<br />

al pueblo feliz y lejos <strong>de</strong> problemas”.<br />

–Otra <strong>de</strong> sus gran<strong>de</strong>s i<strong>de</strong>as, Padre –puntualizó un joven perdido<br />

entre la fila <strong>de</strong> hombres, parados rectos y a tres metros <strong>de</strong> distancia<br />

<strong>de</strong>l escritorio.<br />

El Presi<strong>de</strong>nte asintió levemente con la cabeza y respondió:<br />

–Aunque <strong>de</strong>sprecio a los aduladores, voy a aceptar su intervención<br />

sólo en honor a la verdad. Y la verdad es que mis ciudadanos hoy tuvieron<br />

la suerte <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir este grandioso regalo <strong>de</strong> su Padre.<br />

–Sí, mi señor –dijeron todos los hombre a coro.<br />

Sentándose ceremoniosamente en su silla <strong>de</strong> cuero negro los <strong>de</strong>spachó<br />

y se quedó solo, mirando hacia la pared que lo enfrentaba.<br />

De ella colgaba un magnífico espejo <strong>de</strong> marco dorado que le entregaba<br />

el reflejo <strong>de</strong> sus orgullosos ojos, su satisfecha boca, sus manos<br />

cruzadas; su imagen. Ésta, tal como la copa <strong>de</strong> coñac que estaba <strong>de</strong>gustando,<br />

era un privilegio vedado para el pueblo: la única imagen<br />

<strong>de</strong> la cual se podían preocupar, era la <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte. Ellos no tenían<br />

cara ni nombre.<br />

Llegamos cansadas <strong>de</strong>l circo ese día y quizás por eso estábamos<br />

como ensimismadas. Nos pusimos piyama y cuando los parlantes<br />

anunciaron la hora <strong>de</strong> acostarse, fuimos a lavarnos los dientes.<br />

Me estaba enjuagando la boca cuando una compañera dijo:<br />

–Qué bueno el regalo que nos hizo el Padre, ¿verdad TR905?<br />

–Sí –respondí yo.<br />

–¿Cómo lo pasaste? –preguntó.<br />

–Bien ¿y tú?<br />

–Bien también. Parece que vamos a ir otra vez, la próxima semana.<br />

–Eso dicen –comenté y, como me pareció que ya no había más<br />

que hablar, recogí mis cosas y me fui.


El circo<br />

Pero antes <strong>de</strong> salir, como por un reflejo, miré hacia la pared. Cuando<br />

sólo encontré el concreto y la pintura, supe por qué ese edificio<br />

me había parecido conocido. Supe qué había esperado encontrar en<br />

el baño <strong>de</strong>l circo y ahora. Recordé todo y me toqué la cara.<br />

–¿Qué pasa TR905?<br />

–Que no soy TR905. Me llamo Daniela y hace ocho años me<br />

quedaba un semestre para terminar periodismo en la Universidad<br />

Católica.<br />

61


Daniela Gaggero<br />

Mención Honrosa<br />

Magíster en Arquitectura<br />

El interés <strong>de</strong> Daniela Gaggero (26<br />

años) por la literatura es más bien<br />

reciente. Hace dos años que cursa<br />

el magíster en Arquitectura.<br />

Cuando empezó a <strong>de</strong>sarrollar su<br />

tesis encontró en la literatura una<br />

forma novedosa <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r expresar<br />

a través <strong>de</strong> la palabra las i<strong>de</strong>as y<br />

conceptos, ya que en Arquitectura<br />

se trabaja principalmente con<br />

la imagen.<br />

Es así como empezó a escribir algunas<br />

i<strong>de</strong>as y pequeños poemas,<br />

hasta que supo <strong>de</strong>l concurso y <strong>de</strong>cidió<br />

participar. El cuento “Elíxir<br />

Primaveral” lo escribió especialmente<br />

para el concurso. Partió<br />

con una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir el ambiente<br />

que se vive en el campus Lo<br />

Contador y sus espacios, y <strong>de</strong> ahí<br />

surgió la historia <strong>de</strong> lo que podría<br />

ser un día cotidiano <strong>de</strong> alguien en<br />

ese campus. En él está presente<br />

su visión <strong>de</strong> cómo se vive y habita<br />

Lo Contador.<br />

Esta experiencia hizo que Daniela<br />

quedara muy entusiasmada,<br />

por lo que una vez que termine su<br />

tesis piensa seguir escribiendo y<br />

perfeccionándose.


Elíxir primaveral<br />

El olor <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> era ese intenso perfume que comienza en septiembre<br />

y perdura hasta noviembre en los patios <strong>de</strong> Lo Contador. La flor <strong>de</strong> la<br />

pluma cubre los parrones y la pérgola y llena los patios con su aroma.<br />

Es primavera, el sol vuelve cálidos los antes fríos y húmedos corredores<br />

<strong>de</strong> la casona, y seca las tablas <strong>de</strong>l patio <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra para recibir el ten<strong>de</strong><strong>de</strong>ro<br />

<strong>de</strong> gente sobre ellas.<br />

14:45<br />

Isabel está atrasada, como siempre. Su corrección es en 15 minutos, no<br />

hay estacionamiento en ninguna calle alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la facultad y aún le<br />

falta plotear.<br />

–¡¡¡¡Juan!!!! –grita–. ¿Vas al i-plot?<br />

–Sí –respon<strong>de</strong>.<br />

–¡¡¡Llévate mi pendrive y plotéame la tarea porfa!!!, yo voy enseguida.<br />

15:00<br />

El túnel poniente comienza a llenarse <strong>de</strong> gente, ruidos <strong>de</strong> papeles,


Daniela Gaggero<br />

64<br />

reclamos, gritos y carreras con maquetas y láminas hacen el ambiente<br />

<strong>de</strong> taller. “¡¡¡Préstame tape!!! ¡¿Ayúdame a colgar?!”. Todos<br />

parecen estar ocupados en algo en que se les va la vida. Como si<br />

esta tarea, esta entrega, este momento <strong>de</strong>finiera todo. Es <strong>de</strong>masiado<br />

importante, es trascen<strong>de</strong>ntal.<br />

Algunos, los más atrasados, todavía están colgando sus trabajos<br />

sobre esas pare<strong>de</strong>s con diez mil capas <strong>de</strong> pintura blanca, y unas tablas<br />

chuecas en las que se alinean con rigor planos y láminas. Los profesores<br />

están presentes en la sala y, en un ambiente coloquial, comienza la<br />

corrección, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un extremo a otro, en or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> colgado.<br />

15:15<br />

Isabel y Juan están al final <strong>de</strong> la sala, terminando <strong>de</strong> poner la entrega<br />

sobre el muro.<br />

–Gracias Juan, ¡te pasaste!<br />

–Tranquila mujer, si no me costaba nada. ¿Vamos a comer algo Isa?<br />

–Ya, dale. Estoy muerta <strong>de</strong> hambre… ni he <strong>de</strong>sayunado, terminé<br />

apenas la entrega pa` esta semana. ¡Cacha mi cara!, he dormido<br />

como una hora... ¡encima <strong>de</strong>l computador!<br />

Juan mira a Isabel, ese look tan planeadamente casual, su pelo<br />

tomado con <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, pero perfecto. Siempre ha pensado que es<br />

una <strong>de</strong> las compañeras más atractivas que tiene. Se hicieron amigos<br />

en la primera semana <strong>de</strong> clases, y aunque no pasan todo el día juntos,<br />

se conocen bien. Isabel es <strong>de</strong>lgada, <strong>de</strong> pelo castaño claro, largo<br />

y liso. Sus ojos son gran<strong>de</strong>s y su boca pequeña. Tiene rasgos finos,<br />

aunque no perfectos. Es muy aguda en sus i<strong>de</strong>as y muy relajada en<br />

su actuar.


Elíxir primaveral<br />

15:30<br />

La Cafetería se está <strong>de</strong>socupando <strong>de</strong>l tumulto <strong>de</strong> gente que permanece<br />

en ella <strong>de</strong> 1 a 3 <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Allí están Sara y Pilar. Son las amigas<br />

<strong>de</strong> Isabel.<br />

–¡Acá, Isa! –grita una <strong>de</strong> ellas.<br />

Juan e Isabel se sientan junto a ellas. Él se come un completo con<br />

una bebida, Isabel un sándwich con un jugo. Comentan lo arduo <strong>de</strong><br />

la entrega y la noche <strong>de</strong> trabajo que han pasado respectivamente.<br />

Juan no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirar a Isabel, parece que cada día le<br />

gusta más. Su boca, la manera en que se ríe, cómo gesticula, sus<br />

ojos y bueno… todo lo <strong>de</strong>más. Le encanta.<br />

–¡Estoy raja! -dice ella mientras ro<strong>de</strong>a el brazo <strong>de</strong> Juan y <strong>de</strong>scansa<br />

sobre su hombro.<br />

Terminan <strong>de</strong> comer y salen al patio.<br />

–Está rico el día –comenta Pilar.<br />

–Sí, amo la primavera. ¿Un cigarrito?, yo invito –dice Isabel.<br />

Se sientan los cuatro en los peldaños <strong>de</strong> cemento, bajo el parrón<br />

<strong>de</strong>l patio <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, es el lugar perfecto. Semisombra, bajo la parra<br />

<strong>de</strong> plumas violetas, con racimos olorosos y fantásticos. Es agradable<br />

estar allí, el sol es tibio y siempre corre un viento que refresca. Esperan<br />

que sea su turno <strong>de</strong> corregir, tienen el relajo <strong>de</strong> la tarea cumplida,<br />

aunque queda algo <strong>de</strong> ansiedad por explicar lo que se quiso<br />

hacer.<br />

16:20<br />

Un rayo que atraviesa entre las tablas y las flores cruza el iris <strong>de</strong>l ojo<br />

izquierdo <strong>de</strong> Juan. Juan es <strong>de</strong> este tipo <strong>de</strong> hombres que sin ser <strong>de</strong>masiado<br />

guapo, tiene ese “no sé qué” que mata a cualquier mujer.<br />

Es simpático, alegre, chistoso, jote, coqueto y seguro. Tiene manos<br />

65


Daniela Gaggero<br />

66<br />

fuertes y un cuerpo que, sin ser atlético, tiene buena arquitectura. Uste<strong>de</strong>s<br />

sabrán a lo que me refiero. Isabel coquetea siempre con Juan,<br />

aunque no quiera, hay algo ahí; solo que, ni ella ni él, han tratado <strong>de</strong><br />

pasar la línea <strong>de</strong> la amistad. Pero hoy, algo los mareó, quizás ese olor<br />

dulce que cuelga <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cielo, o el sol primaveral que lo hace a uno<br />

tener ganas <strong>de</strong> divertirse un poco. Isabel miró su ojo. Sonrió. Miró su<br />

boca mientras él contaba algo que ella ya no estaba escuchando, se la<br />

quiso comer. Perdió la concentración, sintió inflado su pecho, comenzó<br />

a mirar todo fragmentadamente, por piezas, en <strong>de</strong>talle. De igual<br />

forma ocurrió con sus movimientos, todo está exacerbado. Si sólo roza<br />

su mano junto a la <strong>de</strong> Juan, se quemaría. Esto le había pasado un par<br />

<strong>de</strong> veces antes, pero se había curado rápidamente <strong>de</strong> este emborrachamiento<br />

<strong>de</strong>l que ahora se siente presa.<br />

16:45<br />

Pilar dice: “parece que ya me va a tocar, voy pa’ <strong>de</strong>ntro”.<br />

–Te acompaño –agrega Sara.<br />

–Vamos todos –dice Juan–, pa’ cachar un poco qué onda.<br />

–Ya, vamos –dice Isabel.<br />

Ahí van, <strong>de</strong> uno en uno, corrigiendo. Unos prestan atención,<br />

otros simplemente comentan cualquier cosa en un rincón. Otros<br />

ya <strong>de</strong>scuelgan su entrega corregida, quieren irse a dormir lo antes<br />

posible a casa.<br />

–¡Buena, Juan!… ¿cómo estay? –pregunta Aníbal–. ¿Ya corregiste?<br />

–No todavía, estoy al final. ¿Y tú?<br />

–Bien igual. O sea, los conceptos y la i<strong>de</strong>a están buenos, pero no<br />

lo he <strong>de</strong>sarrollado mucho todavía, ahí tengo que cachar. Hola Isa.<br />

¿Cómo estay?<br />

–Bien gracias. Oye ’ta buena tu entrega, me gustó.


Elíxir primaveral<br />

–¿¡En serio!? Gracias. Puta, cachemos si hacemos algo hoy en la noche,<br />

su piscolita… ¡¿o no?! Igual mañana no tenemos clases temprano.<br />

–Yapo, dale –dice Juan.<br />

–¿Te animái Isa? Dile a la Sara y la Pili también. En mi casa yo<br />

cacho que pue<strong>de</strong> ser.<br />

–Ya, buena, gracias. Pero me vas a buscar tú Juan, te juro que no<br />

estoy para andar en auto en la noche.<br />

–Ya obvio.<br />

–Nos vemos entonces. Chau, me voy a dormir un ratito –se<br />

<strong>de</strong>spi<strong>de</strong> Aníbal haciendo un guiño a Juan.<br />

Aníbal es el mejor amigo <strong>de</strong> Juan. Se conocen <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el colegio.<br />

Son como hermanos.<br />

17:20<br />

El sol comienza a bajar, lentamente. Isabel perfectamente se podría haber<br />

ido sola a la casa <strong>de</strong> Aníbal, siempre lo hace, manejar cansada. O<br />

también podría haberle pedido a una <strong>de</strong> sus amigas que la pasara a<br />

buscar. Pero ya lo tenía en mente. Quería todas las excusas posibles<br />

para pasar un instante sola con él.<br />

Pilar acaba <strong>de</strong> corregir. Sin embargo, se quedará hasta el final a<br />

esperar a Isabel, ya que le pidió irse con ella.<br />

17:45<br />

La tar<strong>de</strong> avanza y el sol empieza a escon<strong>de</strong>rse. La tensión entre Isabel y<br />

Juan comienza a sentirse en el aire, es como un campo magnético.<br />

Cualquier mirada, roce, palabra, son un chispazo <strong>de</strong> electricidad, traducidos<br />

en una carcajada o una mirada tan intensa que sacaría un pedazo.<br />

Juan <strong>de</strong>liberadamente sólo imagina el momento <strong>de</strong> plantarle un<br />

beso a Isabel. Ella sólo piensa en sus labios sobre los <strong>de</strong> Juan, en mil<br />

67


Daniela Gaggero<br />

68<br />

situaciones imaginarias, todas románticas y apasionadas. Sabe que hoy<br />

será la noche propicia. Sabe qué pue<strong>de</strong> pasar, ya no tiene miedo <strong>de</strong> lo<br />

que pase <strong>de</strong>spués. Sabe que lo peor sería mirarse y explotar <strong>de</strong> la risa,<br />

por lo ridículo <strong>de</strong> la situación.<br />

A estas alturas poco le importa a Isabel cómo le vaya a ir en su<br />

corrección. La noche entera que pasó haciendo este trabajo, ya se<br />

le olvidó. Ya no tiene sueño, no se siente cansada. Sólo quiere que<br />

llegue la noche.<br />

El túnel, que hasta media tar<strong>de</strong> aún estaba fresco, comienza a<br />

sentirse caluroso. Las gruesas pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> adobe, que han recibido el<br />

sol durante todo el día, comienzan a irradiarlo hacia este espacio<br />

interior, comprimido y escaso <strong>de</strong> ventilación.<br />

18:10<br />

Juan corrige. Se <strong>de</strong>spi<strong>de</strong> <strong>de</strong> Isabel con un beso en la mejilla.<br />

–Nos vemos en la noche niñas –les dice a Isabel y Pilar.<br />

–Te paso a buscar, a las 10. Sin falta –agrega mirando a Isabel.<br />

Se <strong>de</strong>spi<strong>de</strong> y se va.<br />

18:30<br />

Isabel finalmente recibe sus comentarios sobre la entrega, <strong>de</strong>scuelga su<br />

trabajo con la ayuda <strong>de</strong> Pilar y se van juntas. El tráfico es lento, hora<br />

pick <strong>de</strong>l taco santiaguino. Les tomará al menos unos 40 minutos llegar<br />

a casa <strong>de</strong> Pilar.<br />

Pilar es una persona dulce y cálida. Conoce a su amiga.<br />

–¿Qué onda con Juan? –pregunta.<br />

–Nada. ¿Por qué? –respon<strong>de</strong> Isabel, risueña.<br />

–No sé, los vi muy coquetones toda la tar<strong>de</strong>. ¿En verdad te gusta?<br />

–Ay, ¡parece que sí!… –exclama nerviosa.


Elíxir primaveral<br />

–¡Jajajajajajajaaja! –sueltan unas carcajadas juntas.<br />

Pilar se siente un poco confundida, aunque alegre. Sabe que Isabel<br />

y Juan harían una excelente pareja. Es sólo que los cuatro son<br />

tan buenos amigos, que no quisiera que las cosas cambiaran. No<br />

quiere sentirse aparte.<br />

19:30<br />

Isabel llega a su casa. Está exhausta pero muy animada. Deci<strong>de</strong> comer<br />

algo rápido y <strong>de</strong>scansar un poco para luego salir. Comparte un rato<br />

con su papá que está en casa. Se recuesta junto a él y le cuenta su día.<br />

Dormita sobre la cama un rato. Recupera fuerzas y se levanta.<br />

22:05<br />

Suena el celular <strong>de</strong> Isabel. Es Juan, que la está esperando afuera. La noche<br />

ha refrescado. Isabel ha hablado con sus amigas. Ellas se irán juntas<br />

a la casa <strong>de</strong> Aníbal. Irán también Pancho, Tomás, Cristián, Javier y<br />

Mariana. Ella se arregló un poco. No <strong>de</strong>masiado, pero lo necesario<br />

para sacarse la cara <strong>de</strong> cansancio.<br />

Sale <strong>de</strong> su casa. Sube al auto. Suena en la radio la canción “Perfecta”,<br />

<strong>de</strong> Miranda, con Julieta Venegas. Juan hace una broma al<br />

respecto. Ella ríe. Se miran cómplicemente y parten. Su mirada<br />

dijo que sí. La noche hará lo <strong>de</strong>más.<br />

69


Nicolás León<br />

Mención Honrosa<br />

3 er año <strong>de</strong> Ingeniería Civil<br />

Nicolás León (21 años) escribe <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

niño, pero sólo últimamente lo<br />

ha hecho en forma más seguida y<br />

más metódica. Esto gracias a un<br />

taller que tomó en la Facultad <strong>de</strong><br />

Arquitectura <strong>de</strong> la universidad,<br />

guiado por el escritor argentino<br />

Gonzalo Garcés.<br />

En “Reencuentro” quiso contar<br />

una historia sencilla que estuviera<br />

relacionada con la diferencia<br />

entre la vida y el cambio <strong>de</strong> actitu<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> las personas antes <strong>de</strong> la<br />

universidad y una vez que entran a<br />

ella. “De repente uno se encuentra<br />

con un amigo que conoció en<br />

el colegio y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un par <strong>de</strong><br />

años <strong>de</strong> universidad ya cambia mucho<br />

la forma <strong>de</strong> ser”.<br />

Nicolás dice haber tenido varios<br />

autores favoritos en distintas<br />

épocas, pero en cuanto a los<br />

cuentos, quien más le atrae es J.D<br />

Salinger, ya que a su parecer tiene<br />

un mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> formar un cuento<br />

muy interesante: contar las cosas<br />

<strong>de</strong> forma superficial para que<br />

el lector intuya las emociones <strong>de</strong>l<br />

personaje a través <strong>de</strong> pequeños<br />

gestos.


Reencuentro<br />

Sólo quiero po<strong>de</strong>r recordar<br />

Tus manos <strong>de</strong> miel entre las mías<br />

Cuando la noche nos envuelva, irrevocable<br />

Cuando perdamos aun este crepúsculo<br />

Luis salía <strong>de</strong> Macroeconomía junto a una turba <strong>de</strong> estudiantes joviales<br />

y parlanchines cuando sonó su celular. Se reprochó por no haberlo silenciado<br />

durante la clase y venir a darse cuenta recién ahora <strong>de</strong> que podría<br />

haber sonado mientras el profe hablaba. Qué vergüenza. Miró la<br />

pantalla: no era un número conocido. Detestaba contestar a los números<br />

<strong>de</strong>sconocidos. Detestaba incluso contestar a algunos números conocidos,<br />

pero había en estos últimos casos un cierto margen <strong>de</strong> tiempo<br />

que permitía prepararse mentalmente para una conversación aburrida<br />

con quien fuera. Con los números <strong>de</strong>sconocidos, nunca se sabía.<br />

Después <strong>de</strong> seis timbrados, contestó. Siempre lo hacía. Por el<br />

auricular escuchó una voz femenina, un poco temblorosa:<br />

–¿Luis? ¿Hablo con Luis Ferrada?<br />

–Con él. ¿Quién es? –Luis se <strong>de</strong>tuvo en la acera y metió la mano<br />

<strong>de</strong>socupada en el bolsillo <strong>de</strong> su chaqueta.<br />

–Pamela. Pamela Cáceres. ¿Te acuerdas <strong>de</strong> mí, Luis?<br />

Luis se acordaba. Se quedó mudo durante un segundo.


Nicolás León<br />

72<br />

–Sí… sí, claro. ¿Cómo conseguiste mi número? –atinó a <strong>de</strong>cir.<br />

–Me lo dio la Victoria Atria. Creo que estuvieron juntos en algún<br />

carrete y se lo diste. Y yo me encontré con ella el otro día, y me<br />

lo dio.<br />

Había olvidado por completo el carrete, con Victoria Atria y<br />

todo. Pero era cierto, le había dado su número. Pensó que cada vez<br />

que iba a un carrete daba su número, <strong>de</strong>jándose llevar por la nociva<br />

sed <strong>de</strong> inclusión social que lo gobierna a uno durante esos momentos,<br />

y que cada vez que retornaba a su sano juicio, se arrepentía.<br />

–Ah, claro. ¿Y qué me cuentas?<br />

–No te cuento nada, quería que nos juntáramos para hablar más<br />

tranquilamente.<br />

–Ah, claro. Sí, juntémonos, obvio.<br />

Luis sugirió que viniera a almorzar con él a la universidad. ¿A<br />

qué hora? A las dos y media, mejor, porque a esa hora ya no hay<br />

tantas colas. Pamela aceptó, le dijo que su voz había cambiado un<br />

poco y colgó. En eso era la misma <strong>de</strong> siempre, o <strong>de</strong> entonces, cuando<br />

Luis la llamaba <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l colegio para juntarse e ir al cine, o<br />

para conversar un rato nada más. In<strong>de</strong>fectiblemente, ella colgaba<br />

sin <strong>de</strong>spedirse.<br />

Luis continuó caminando. A diferencia <strong>de</strong> sus amigos, que siempre<br />

parecían fascinados con las cosas que habían dicho o hecho durante<br />

la enseñanza media y las mencionaban una y otra vez, y<br />

armaban fiestas con sus ex compañeros <strong>de</strong> curso a las que todos<br />

iban con el polerón <strong>de</strong> la gira <strong>de</strong> estudios, a Luis no le interesaba<br />

mirar hacia atrás, hacia aquellos años. No porque hubieran sido<br />

malos, nada <strong>de</strong> eso. La verdad, solamente prefería la actualidad.<br />

Pero ahora, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esa llamada, no había cómo evitar el hervi<strong>de</strong>ro<br />

<strong>de</strong> recuerdos en que se transformaba su cabeza. Imposible


Reencuentro<br />

apartar <strong>de</strong> ella las salas heladas por la mañana, las pichangas contra<br />

los pen<strong>de</strong>jos en el recreo, los cigarrillos en el baño, el almuerzo incomible<br />

<strong>de</strong>l casino, los guitarreos <strong>de</strong>safinados en el patio que siempre<br />

reunían multitu<strong>de</strong>s, las mochas a la salida… Y, por supuesto,<br />

los besos y toqueteos a escondidas, o a veces <strong>de</strong>safiantes, casi frente<br />

al inspector Ulloa, que en el fondo era ciego como un topo, o tal<br />

vez sólo se hacía el <strong>de</strong> las chacras y aprobaba secretamente esos<br />

comportamientos libertinos; cómo saberlo.<br />

Chequeó su reloj. Eran recién las doce con cincuenta y cinco.<br />

Maldijo su ocurrencia <strong>de</strong> invitarla recién a las dos y media; tendría<br />

que hacer hora entretanto. Pensó en ir a la biblioteca y echarle una<br />

repasada a su libro <strong>de</strong> Macro, poco faltaba para el tercer control y<br />

no había andado bien en los anteriores, pero luego <strong>de</strong>sechó la i<strong>de</strong>a.<br />

Quería unos cigarrillos.<br />

* * *<br />

Pamela Cáceres le había <strong>de</strong>spreciado unos poemas cuando tenían<br />

quince o dieciséis años. Él tiró un ejemplar <strong>de</strong> los Veinte poemas <strong>de</strong><br />

amor y una canción <strong>de</strong>sesperada a la basura y <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> comer durante<br />

una semana. Eso recordaba, al menos, aunque tal vez su memoria<br />

había exagerado la magnitud <strong>de</strong> la penitencia. Luis sabía que hasta<br />

los más nimios sucesos parecen batallas épicas cuando se miran a<br />

través <strong>de</strong>l prisma <strong>de</strong> la adolescencia. Una semana o un par <strong>de</strong> días,<br />

quién sabe, lo cierto es que mandó al carajo la huelga <strong>de</strong> hambre<br />

cuando su abuela le sirvió cazuela un domingo, a la hora <strong>de</strong> almuerzo.<br />

Y Pamela:<br />

73


Nicolás León<br />

74<br />

–¿Manos <strong>de</strong> miel? ¡Qué cursi!<br />

Luis sintió sorpresa y asco al comprobar que su mente había<br />

almacenado intacta esa frase durante siete años, y se apretó el puente<br />

<strong>de</strong> la nariz con los <strong>de</strong>dos mientras fruncía el ceño. Pasó al quiosco<br />

frente a la capilla y compró unos cigarrillos, pero <strong>de</strong>spués se le quitaron<br />

las ganas <strong>de</strong> fumar y los guardó en la mochila. Hacía bastante<br />

frío. No había llovido una gota en todo mayo y el aire estaba seco y<br />

punzaba la piel durante casi todo el día. Deseó estar en su casa junto<br />

a la estufa, o en cualquier otra parte. Al final, entró a la sala <strong>de</strong> estudio<br />

en busca <strong>de</strong> calefacción y se sentó solo ante una mesa. Cerró<br />

los ojos y trató <strong>de</strong> verificar si su dolor <strong>de</strong> cabeza crónico estaba allí<br />

todavía. No estaba. Solamente permanecía un zumbido lejano.<br />

Cuando abrió los ojos, vio a Pare<strong>de</strong>s sentado enfrente <strong>de</strong> él.<br />

–¿Y esa pose filosófica, Ferrada? Te dio ahora por el “¿<strong>de</strong> dón<strong>de</strong><br />

venimos, a dón<strong>de</strong> vamos y qué somos?”<br />

–Púdrete, Pare<strong>de</strong>s.<br />

–Aaaayyy. Andamos sensibles hoy día. Suerte que no soy tu<br />

pololo.<br />

–El día en que te me <strong>de</strong>clares, Pare<strong>de</strong>s, voy a tener arsénico a mano.<br />

Le caía bien, Pare<strong>de</strong>s. El tipo medía casi un metro más que el<br />

resto <strong>de</strong> los mortales. Tenía, a<strong>de</strong>más, una boca anormalmente pequeña<br />

y un bigotito mal recortado que, según él, le aumentaba el<br />

sex appeal en un ciento cincuenta por ciento, cuando menos. Algo<br />

pánfilo, quizá. En cualquier caso, no una lumbrera, propiamente<br />

dicha. Pero un buen compañero con quien echar la talla un rato.<br />

De eso no cabía duda.<br />

–¿Vas al Fito más rato? Con los cabros vamos a bajar unas chelitas<br />

–dijo Pare<strong>de</strong>s.<br />

Luis dudó.


Reencuentro<br />

–No, no puedo.<br />

–¿Qué? ¿Ya tienes exámenes en mayo? Relájate, hombre, vamos<br />

por unas chelitas.<br />

–Lo siento, tengo un compromiso.<br />

Pare<strong>de</strong>s lo miró extrañado. De pronto, se le iluminó el rostro y<br />

exhibió los dientes en algo que podía interpretarse como un gesto<br />

<strong>de</strong> victoria intelectual. Luis trataba <strong>de</strong> mirar hacia otro lado.<br />

–Así que tenemos minita, ¿eh?<br />

–¿Cómo?<br />

–¡A la legua te cacho, campeón!<br />

Una joven encargada <strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> estudios hizo “shhhhh”. Pare<strong>de</strong>s<br />

no medía sus <strong>de</strong>cibeles. Continuó apenas más bajo:<br />

–¿Cómo es, ruciecita, morenaza? ¡No! Pelirroja, a ti te flechan<br />

las pelirrojas –y le cerró un ojo a Luis.<br />

–Cierra el tarro, Pare<strong>de</strong>s. No tienes i<strong>de</strong>a.<br />

–Tranquilo, Luchito, no te me pongas nervioso, si con tu style ya<br />

la tienes en la palma. Te <strong>de</strong>jo practicando tus líneas no más. Ahí, si<br />

te <strong>de</strong>ja plantado, te das una vueltecita por el Fito y ahogamos las<br />

penas en alcohol. ¡Chao, tigre!<br />

Pare<strong>de</strong>s salió <strong>de</strong> la sala riendo a carcajadas <strong>de</strong> la broma. Cuando<br />

pasó por el otro lado <strong>de</strong>l ventanal, hizo señas a Luis y volvió a reír.<br />

Luis giró la cabeza hacia otra parte hasta que el amigo <strong>de</strong>sapareció<br />

<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la pared. Tamborileó un rato con los <strong>de</strong>dos sobre la mesa.<br />

Luego, pensando que una dosis <strong>de</strong> nicotina no le vendría mal, abrió<br />

su mochila y sacó los cigarrillos. Sin embargo, antes <strong>de</strong> encen<strong>de</strong>r<br />

ninguno, se dio cuenta <strong>de</strong> que la encargada <strong>de</strong> la sala lo miraba con<br />

ojos reprobatorios. Pese al frío, <strong>de</strong>cidió salir a fumar.<br />

* * *<br />

75


Nicolás León<br />

76<br />

Con la cabeza ligeramente inclinada y hurgueteando en los bolsillos<br />

<strong>de</strong> su chaqueta con los pulgares, Luis la contempló mientras<br />

caminaba <strong>de</strong>cidida, con paso casi masculino, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el para<strong>de</strong>ro hasta<br />

la entrada <strong>de</strong> la universidad, y se preguntó sin respuesta si algo<br />

habría cambiado en ella, o si el tiempo no estaba obligado a hacer<br />

estragos, como todo el mundo espera. Si ayer o años atrás no podían<br />

ser, más bien, la misma cosa.<br />

–Llegué, ¿viste? –saludó ella, radiante.<br />

Era Pamela, indudablemente. Mismos ojos ver<strong>de</strong>s bien abiertos,<br />

brillosos. Mismo lunar turbador en el cuello pálido y <strong>de</strong>lgado. Misma<br />

postura <strong>de</strong>safiante que siempre la hacía parecer mayor o más<br />

alta <strong>de</strong> lo que era. Luis concluyó que el tiempo era una farsa.<br />

–Llegaste, veo.<br />

Se dieron un beso en la mejilla, un abrazo breve y otro beso en<br />

la mejilla.<br />

–¿Qué prefieres, comida <strong>de</strong>cente o porquería? –ofreció él.<br />

–Porquería, claro está.<br />

El patio <strong>de</strong> comida estaba menos repleto que <strong>de</strong> costumbre. Escogieron<br />

un lugar junto al ventanal y pidieron bebidas y completos.<br />

Ella se lanzó sobre el suyo con avi<strong>de</strong>z. Una vez que tuvo la boca<br />

llena <strong>de</strong> pan, sonrió avergonzada y le hizo un gesto a Luis, como<br />

pidiendo que disculpara su comportamiento voraz. «Siempre le resultó<br />

lo <strong>de</strong> parecer adorable hasta en sus momentos más grotescos»,<br />

meditó Luis. En una oportunidad habían ido al cine juntos y, en el<br />

momento crucial <strong>de</strong> la película, ella había hecho un ruido espantoso<br />

aspirando aire por la bombilla <strong>de</strong> su bebida. Luis no pudo menos<br />

que mirarla consternado y ella le <strong>de</strong>volvió la misma sonrisita<br />

avergonzada que ahora <strong>de</strong>volvía y que, como entonces, surtía tremendo<br />

efecto. Ningún rencor era posible <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esa sonrisita.


Reencuentro<br />

–¿Y qué ha sido <strong>de</strong> tu vida todo este tiempo? –preguntó Luis, una<br />

vez que Pamela hubo tragado, no sin dificultad, la bola <strong>de</strong> comida.<br />

–Estoy trabajando –dijo ella–. Hago la limpieza en un restaurante.<br />

A veces cocino. Me pagan lo justo, no me quejo.<br />

–Siempre cocinaste muy bien.<br />

–Gracias –respondió ella, y volvió a mor<strong>de</strong>r un gran pedazo <strong>de</strong> pan.<br />

Luis sintió cierta incomodidad. También comió, sin ganas, un<br />

poco <strong>de</strong> su almuerzo y se preguntó si sería conveniente continuar<br />

indagando sobre el trabajo <strong>de</strong> Pamela. Recordaba que ella había entrado<br />

a un instituto, alguien se lo había comentado, pero podía estar<br />

equivocado. Decidió tantear un poco más el terreno.<br />

–¿Y dón<strong>de</strong> trabajas, exactamente?<br />

–Se llama La Cocina <strong>de</strong> Miguelo. Queda por ahí en el centro. Me<br />

pagan bastante bien, no me quejo. Lo que sí, a la hora <strong>de</strong> almuerzo,<br />

hay harto viejo ver<strong>de</strong> dando vueltas.<br />

–Que mala onda. Nunca faltan.<br />

–No, nunca faltan.<br />

Andar con ella siempre había sido un martirio. Todos en el curso<br />

estaban <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> Pamela, incluyendo al profe. La única excepción<br />

era Oñate, caso aparte. Nunca había aparecido con polola, el<br />

gordito Oñate, y su i<strong>de</strong>ntidad sexual fue tema <strong>de</strong> <strong>de</strong>bate para los<br />

<strong>de</strong>más varones durante muchas sesiones <strong>de</strong> capeo <strong>de</strong> clases. Luis estuvo<br />

saliendo con Pamela durante tres meses para todas partes y<br />

sentía celos <strong>de</strong> cualquiera. Era extraño el atractivo <strong>de</strong> Pamela y, por<br />

eso, más intenso. Nunca ocupaba maquillaje, no tenía una forma<br />

sensual <strong>de</strong> caminar ni hacía ojitos a nadie. Su atuendo era más bien<br />

vulgar: si no estaba en el colegio con pantalones largos (en lugar <strong>de</strong><br />

jumper, como las otras chicas) andaba con unos blue jeans y una<br />

polera; nunca usaba blusas escotadas, ni faldas, ni vestidos. Sin<br />

77


Nicolás León<br />

78<br />

embargo, todos enloquecían por Pamela y cuando no se hablaba <strong>de</strong><br />

las ten<strong>de</strong>ncias más o menos homosexuales <strong>de</strong> Oñate, o <strong>de</strong>l fútbol,<br />

el tema obligado era ella. Todo el tiempo, ella.<br />

Después, se puso a pololear con Luis y se convirtió, <strong>de</strong> inmediato,<br />

en tema vedado, al menos cuando el enamorado estaba presente.<br />

Pero Luis sabía que seguían locos por ella, ¿cómo no iba a<br />

saberlo?, y se le ponían los nervios <strong>de</strong> punta cada vez que llegaba a<br />

los matorrales <strong>de</strong>stinados al capeo y sus compañeros, allí reunidos,<br />

callaban <strong>de</strong> súbito y comenzaban a juguetear con el pasto, o a probar<br />

quién eructaba más fuerte. Pamela había sido una tortura. La<br />

mejor <strong>de</strong> ellas.<br />

–¿Qué me cuentas <strong>de</strong> tu viejo? –Luis quiso cambiar la estrategia.<br />

Ella miró con <strong>de</strong>sdén.<br />

–Ni preguntes. El tipo está cada día más podrido.<br />

–¿En serio?<br />

–No trabaja, está todo el día echado frente al televisor, tomando.<br />

Cuando no toma está retándome o retando a mi hermana. Qué<br />

<strong>de</strong>sgraciado, la pobre llega a llorar a veces.<br />

Luis se propuso nunca más contestar su celular.<br />

–Dejó <strong>de</strong> pagarme la carrera, así que me salí y me puse a trabajar.<br />

Tengo una <strong>de</strong>uda con el instituto. A<strong>de</strong>más, tengo que cuidar a<br />

mi hermana. ¿Te acuerdas <strong>de</strong> ella, Luis? Está cada día más linda.<br />

–Entonces se <strong>de</strong>be parecer a ti –dijo él, y enrojeció levemente.<br />

–Sí, nos parecemos harto –Pamela no pareció percibir el galanteo–.<br />

Si gano suficiente plata, le voy a pagar una carrera bacán. Está en<br />

segundo medio, así que todavía tengo tiempo para ahorrar unos<br />

pesos. ¿Qué te parece mi plan?<br />

–Bueno, muy bueno. Tal vez incluso tú puedas estudiar algo.<br />

Al momento se arrepintió <strong>de</strong> sus palabras.


Reencuentro<br />

–Sí, pue<strong>de</strong> ser –contestó ella, pausadamente–. Aunque lo veo difícil,<br />

haría falta mucha plata, no me pagan tanto en el restaurante.<br />

Dejaron <strong>de</strong> hablar durante un rato. Pamela terminó su completo<br />

y él sólo <strong>de</strong>jó que la señora <strong>de</strong>l aseo retirara su ban<strong>de</strong>ja. “Gracias”,<br />

le dijo, en voz baja. Miraban por la ventana y Luis veía el<br />

reflejo <strong>de</strong> Pamela. No sabía si ella podría verlo a él. Parecía triste,<br />

tal vez cansada. Trató <strong>de</strong> imaginarla triste, tal vez cansada, en medio<br />

<strong>de</strong>l patio <strong>de</strong>l colegio, con los <strong>de</strong>más alumnos jugando a la pelota<br />

en un segundo plano, o en su cuarto lleno <strong>de</strong> pósteres, cuando le<br />

llevaba regalitos en la tar<strong>de</strong> y se quedaba a conversar un rato con<br />

ella. No pudo. Se sorprendió al darse cuenta, por el reflejo, <strong>de</strong> que<br />

el brazo izquierdo <strong>de</strong> Pamela estaba estirado sobre la mesa, frente al<br />

suyo, y <strong>de</strong> que sus manos estaban a escasa distancia. Giró la cabeza<br />

y miró a la chica directamente a los ojos.<br />

–¿Y eso? –preguntó Luis, señalando con el índice los nudillos <strong>de</strong><br />

la mano que Pamela alargaba. Ella se ruborizó.<br />

–Las tengo partidas por el <strong>de</strong>tergente. Tengo que lavar los platos<br />

a veces.<br />

–Ah, entiendo.<br />

Y añadió distraídamente:<br />

–Deberías echarte crema o algo.<br />

La mejor <strong>de</strong> sus torturas. Se lo confesó una vez. Uno exuda sinceridad<br />

por los poros cuando ama a los dieciséis, cree que su pareja<br />

lo enten<strong>de</strong>rá todo: «Es horrible estar contigo, no puedo pensar en<br />

nada más». Ella lo miró como si viniera <strong>de</strong> otro planeta: «¿Vamos a<br />

comer helados más tar<strong>de</strong>?». Pamela había entrelazado sus manos,<br />

había ocultado sus nudillos. «El tiempo no es ninguna farsa», resolvió<br />

Luis. «¿No lo es?». ¿O acaso el tiempo nunca pasa? ¿Acaso es<br />

uno quien es pasado por el tiempo? O acaso había pasado el tiempo<br />

79


Nicolás León<br />

80<br />

sólo en su cabeza, en su cama, frente al lavatorio mientras cepillaba<br />

sus dientes, en el cine con otras chicas, sin escribirles tonterías,<br />

comprando Pop Corn no más, olvidando a Pamela, como un reloj,<br />

tic tac, olvidando a Pamela, que llamaba por celular, porque la Victoria<br />

Atria se lo había dado, y cierto, él se lo había dado a la Victoria<br />

Atria, quién lo manda a hacer esas cosas. Siempre terminaba<br />

arrepintiéndose.<br />

Pamela lo sacó <strong>de</strong> su ensimismamiento:<br />

–¿Para entrar aquí tienes que creer en Dios, Luis?<br />

–¿Qué?<br />

–Que si tienes que creer en Dios. A la entrada había un Cristo<br />

Jesús con los brazos abiertos, así abiertos –extendió los brazos exageradamente–.<br />

¿Estás obligado a creer en Dios para entrar aquí? Yo<br />

no creo en él, Luis, yo no podría estudiar contigo.<br />

–No Pamela, nadie te obliga a creer en nada –respondió él, tajante.<br />

No quedaba mucha gente en el patio <strong>de</strong> comida. A las tres <strong>de</strong> la<br />

tar<strong>de</strong> la mayoría está en alguna cátedra, en la biblioteca o en su<br />

casa. Sólo quedaban algunos estudiantes <strong>de</strong> magíster, que no tienen<br />

horario y almuerzan solos, y secretarias rezagadas, chachareando<br />

<strong>de</strong>spacito en grupos reducidos.<br />

Luis miró su reloj pulsera, puso cara <strong>de</strong> tardanza y cogió su chaqueta.<br />

Pamela se levantó <strong>de</strong>l asiento. Abrochó su abrigo con la vista<br />

fija en un basurero. Luis creyó que lloraría. Sus labios estaban muy<br />

rojos. Los había pintado esta vez, pero él no lo había notado. Pamela<br />

no lloró: levantó la vista y corrigió todo con una sonrisa. “¿Vamos?”,<br />

preguntó.<br />

Caminaron hacia la salida. Afuera estaba helado.<br />

–Tienes suerte <strong>de</strong> estar estudiando, Luis. Es una buena oportunidad.<br />

Qué suerte que has tenido. Me gustaría estar estudiando.


Reencuentro<br />

–Sí, yo sé, estoy contento <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r estudiar. También es esforzado,<br />

¿sabes? También me costó quedar...<br />

–Mi hermana va a po<strong>de</strong>r estudiar cuando yo le junte suficiente<br />

plata. Tengo un par <strong>de</strong> años para hacerlo.<br />

–Seguro que se la vas a juntar.<br />

Llegaron al para<strong>de</strong>ro. Luis ofreció pagar un taxi. Ella le respondió<br />

que por ningún motivo, que saldría muy caro, que mejor guardara<br />

la plata, para invitarla otra vez a tomar algo. El joven cedió y prometió<br />

que la llamaría algún día, cuando estuviese menos ocupado.<br />

–Anda a verme al restaurante algún día, por último –dijo Pamela–.<br />

Mira, te anoto la dirección aquí.<br />

Sacó una boleta y escribió algo. Luis reprimió una mueca <strong>de</strong> espanto.<br />

Luego aceptó la boleta y la metió en su billetera, tratando <strong>de</strong><br />

parecer natural.<br />

–Bueno, cuando tenga tiempo, pue<strong>de</strong> ser.<br />

Se dieron un beso en la mejilla. Estaba tibia la mejilla <strong>de</strong> Pamela.<br />

Se abrazaron y se dieron otro beso. La chica subió a la micro,<br />

que bramó y salió disparada. Por la ventana lo saludó con la mano<br />

antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecer en la distancia. Él respondió con una seña y<br />

una sonrisa. Mientras se <strong>de</strong>spedía, en su cabeza apareció la imagen<br />

<strong>de</strong> una cañería oxidada, mal parchada, goteando. Extrajo la boleta<br />

<strong>de</strong> su billetera y la arrugó para echarla al basurero, pero se arrepintió<br />

a último momento y la guardó en el bolsillo <strong>de</strong> su chaqueta.<br />

Faltaban dos días para el control <strong>de</strong> Macro, recordó. Decidió ir la<br />

biblioteca y echar un vistazo al capítulo sobre Deflación.<br />

81


Saúl Zúñiga<br />

Mención Honrosa<br />

4° año <strong>de</strong> Psicología<br />

El interés por la lectura <strong>de</strong> Saúl<br />

Zúñiga (22 años) viene <strong>de</strong> cuando<br />

cursaba la enseñanza media en<br />

el Instituto Inglés <strong>de</strong> Rancagua.<br />

Una vez que entró a la universidad<br />

se dio cuenta que le gustaba<br />

escribir. Este interés lo ha llevado<br />

a tomar algunos ramos <strong>de</strong> Letras.<br />

A<strong>de</strong>más está relacionado con la<br />

carrera que estudia, ya que es primordial<br />

que quien escribe piense<br />

también en el lector: “Tiene que<br />

ver con generar en otras personas<br />

distintas miradas, distintas<br />

perspectivas, saber lo que el otro<br />

piensa <strong>de</strong> lo que escribo”.<br />

Por ello Saúl recalca la importancia<br />

<strong>de</strong> generar una ilusión para el lector,<br />

“meter al lector en el juego”<br />

a través <strong>de</strong>l misterio y el suspenso.<br />

Conceptos utilizados por autores<br />

como Jorge Luis Borges y Edgar Allan<br />

Poe, quienes generan esta complicidad<br />

con el lector.<br />

En “Misterios <strong>de</strong> Campus” aplica<br />

estas nociones. El cuento “se me<br />

ocurrió ya que uno está sentado<br />

en clases, viendo casos <strong>de</strong> gente<br />

y tú podrías perfectamente ser<br />

esa persona, que está en un problema,<br />

que está en una situación<br />

complicada”.


Misterios <strong>de</strong> campus<br />

Para mis queridos compañeros <strong>de</strong> Psicología,<br />

especialmente para los que dudan.<br />

Esta historia solamente se la voy a contar porque es el único que<br />

pue<strong>de</strong> ayudarme en este momento. Pero esta información <strong>de</strong>be<br />

quedar en privado, es muy sensible, y sé que hay gente allá afuera<br />

que haría lo que fuera por poner sus manos en estos datos.<br />

Eran casi las once <strong>de</strong> la mañana <strong>de</strong> un frío viernes <strong>de</strong> mayo. Comuna<br />

<strong>de</strong> Macul, campus San Joaquín <strong>de</strong> la Universidad Católica <strong>de</strong><br />

Chile. La sala, N-14 en la facultad <strong>de</strong> Ciencias Sociales. El profesor<br />

Coloma se esforzaba por hacernos cuestionar parte importante <strong>de</strong> las<br />

cosas que habíamos aprendido hasta ese entonces en dos años completos<br />

<strong>de</strong> formación universitaria. Es un gran personaje, tengo que<br />

confesarlo, aunque mi estilo nunca ha sido el <strong>de</strong> las preguntas. Para<br />

mí lo importante es encontrar respuestas. A él le gustaba hablar <strong>de</strong><br />

Hei<strong>de</strong>gger, <strong>de</strong> Freud, <strong>de</strong> Lacan, como si hubiesen obviado algo evi<strong>de</strong>nte<br />

en la vida que le <strong>de</strong>dicaron al estudio <strong>de</strong> la mente humana más<br />

que <strong>de</strong>stacando sus aportes a la verdad <strong>de</strong>l hombre.<br />

Si entré a estudiar psicología fue por una razón, para <strong>de</strong>velar<br />

misterios, aclarar las dudas acerca <strong>de</strong> la conducta humana. En ese


Saúl Zuñiga<br />

84<br />

sentido me parecía mucho más eficiente la profesora Zajer, a<strong>de</strong>más<br />

<strong>de</strong> ser bastante más atractiva. Ella sabía <strong>de</strong>cirnos lo que necesitábamos<br />

saber, no gastaba tantos esfuerzos en avisarnos sobre lo que <strong>de</strong>bíamos<br />

poner en duda. Bueno, pero ese no es el tema <strong>de</strong> la historia<br />

que vine a contar hoy. Disculpe si me distraje explicando el contexto,<br />

¿pero qué es una historia <strong>de</strong> misterio sin un buen ambiente?<br />

Resultó que estaba yo, un estudiante <strong>de</strong> psicología encantado por<br />

los conocimientos que se abrían frente a mí. Mi sueño infantil <strong>de</strong><br />

ser un <strong>de</strong>tective nunca estuvo tan presente en mí. Sabía que un psicólogo<br />

bien entrenado haría un más que excelente <strong>de</strong>tective privado.<br />

Una persona minuciosa, técnica, atenta al más mínimo <strong>de</strong>talle<br />

en los <strong>de</strong>más que le <strong>de</strong>spierte sospechas. Obviamente apoyado por<br />

la evi<strong>de</strong>ncia científica que las avale. En ese momento oía el discurso<br />

<strong>de</strong>l profesor casi sin ponerle atención, pues volvía a hablar sobre el<br />

tal “Sujeto <strong>de</strong> lo Inconsciente”. Me sorprendía que hubiesen universitarios<br />

incapaces <strong>de</strong> aprehen<strong>de</strong>r a un nivel básico conceptos que no<br />

son tan complejos al final <strong>de</strong>l día. Entre divagación y divagación,<br />

hubo algo que me hizo mirar por sobre mis hombros, llámelo instinto<br />

o intuición si quiere, pero sabía que algo no andaba bien.<br />

Ahí en el fondo <strong>de</strong> la sala, sin siquiera buscarlo, encontré un escenario<br />

sospechoso. Un personaje que tenía rasgos físicos que no<br />

concordaban bien con los <strong>de</strong> un universitario promedio, estaba tocando<br />

lascivamente las piernas <strong>de</strong> una linda chica que ocultaba<br />

poco consistentemente su lujuria. Confieso que me dio pudor, y<br />

me volteé. Pensé un poco más, y me dije: “Éste es mi primer caso”.<br />

Lentamente volví a mirar en esa dirección, él no había perdido<br />

tiempo y ya estaba acariciando sus muslos por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa.<br />

Él era alto, muy flaco, pero su cara sugería que era un personaje<br />

peligroso. Se <strong>de</strong>voraba a la chica con la mirada, y en una <strong>de</strong> sus me-


Misterios <strong>de</strong> campus<br />

jillas tenía una clara cicatriz, estaba usando un chaleco oscuro sobre<br />

una camisa azul y unos pantalones <strong>de</strong> tipo jeans en el mismo tono.<br />

Asomaba un tatuaje amenazante en su cuello, y se le veía un poco<br />

más viejo que el universitario promedio. Ella usaba unos pantalones<br />

muy apretados, y un tejido que <strong>de</strong>jaba ver sus hombros. Parecía<br />

algún tipo <strong>de</strong> “femme fatale” por su eminente belleza y actitud <strong>de</strong>safiante.<br />

Se mordía <strong>de</strong> vez en cuando los rojos labios <strong>de</strong>mostrando<br />

el placer que estaba sintiendo en el minuto. Se le notaba muy agitada<br />

y nada en su cara sugería que algo le incomodara. No era la típica<br />

mujer <strong>de</strong>l perfil <strong>de</strong> la Católica. Ella parecía ese tipo <strong>de</strong> histéricas<br />

salidas <strong>de</strong> un libro que están conscientes <strong>de</strong> tener el control y que<br />

saben usarlo para conseguir lo que quieren.<br />

Hay que <strong>de</strong>cir que se las arreglaban bien para pasar <strong>de</strong>sapercibidos.<br />

Aunque estaban ofendiendo la moral y las buenas costumbres<br />

nadie parecía saberlo más que yo. Coloma seguía hablando como si<br />

nada, y las ovejas escuchaban. Me sentí por un momento como un<br />

voyerista, pues parecía ser el único testigo <strong>de</strong> este hecho escandaloso.<br />

Algo asqueado también me sentí, a <strong>de</strong>cir verdad. En medio <strong>de</strong> estos<br />

pensamientos, sorpresivamente ella <strong>de</strong>cidió mirarme a los ojos y esbozar<br />

una sonrisa. Esa mujer sabía que yo los había <strong>de</strong>scubierto, y<br />

me lo hizo saber guiñándome un ojo con algo <strong>de</strong> complicidad.<br />

Acto seguido tomó a su pareja <strong>de</strong> la mano y se la llevó rápidamente<br />

afuera un poco antes <strong>de</strong> que el profesor empezara a cerrar la clase.<br />

Me sentí invadido por la adrenalina, ellos no me iban a ganar, tenía<br />

que <strong>de</strong>scubrir qué se traían entre manos. Y en un arranque <strong>de</strong> impulsividad<br />

<strong>de</strong>cidí ir tras ellos. Fue entonces que me pu<strong>de</strong> ver corriendo<br />

por las escaleras y los pasillos ciegamente siguiendo el<br />

sonido <strong>de</strong> sus pasos acelerados.<br />

Cuando se <strong>de</strong>tuvieron los pasos en mis oídos, estaba frente a un<br />

85


Saúl Zuñiga<br />

86<br />

baño. Un baño que nunca había usado antes, y <strong>de</strong>l cual hasta entonces<br />

ignoraba su existencia (tengo que <strong>de</strong>cir que en San Joaquín<br />

es relativamente fácil no saber <strong>de</strong> muchas cosas). Parecía que poca<br />

gente pasaba por ahí también, me sentí solo y <strong>de</strong>sanimado. Ja<strong>de</strong>aba<br />

pensando en que se habían escapado, que quizás tuviesen algún<br />

tipo <strong>de</strong> plan extraño, sospechando acerca <strong>de</strong> un plan un poco retorcido.<br />

De pronto me di cuenta <strong>de</strong> algo, mis ja<strong>de</strong>os no eran los<br />

únicos que resonaban en mi interior. Pu<strong>de</strong> escuchar otro más, que<br />

llevaba un ritmo un poco más lento y constante. A ese se le sumó<br />

otro sonido extraño, venía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l baño. Eran los sonidos<br />

propios <strong>de</strong> la lujuria consumada. Intenté calmarme un poco y repensar<br />

la situación. Quizás estaban esperando a que yo entrara para<br />

silenciarme, quizás era todo parte <strong>de</strong> un plan para que no pudiera<br />

revelar esta historia. Contuve la curiosidad y me apoyé en una pared<br />

lo más cercana <strong>de</strong> la ventana como pu<strong>de</strong>. Des<strong>de</strong> ahí escuché<br />

voces que se agitaban al ritmo <strong>de</strong> los cuerpos: “¡Sí, correcto!”,<br />

“¡¿Qué es una posición subjetiva?!”, “¡¿Qué es el Sujeto?!”<br />

Yo estaba pasmado… No podía creer que estuviese presenciando<br />

un caso así <strong>de</strong> bizarro. ¡Epistemofilia en persona, y en acto! Nunca<br />

en ninguna clase nos habían hablado <strong>de</strong> algo así. Estas extrañas<br />

personas estaban excitadas por el hecho <strong>de</strong> manejar ciertos conocimientos,<br />

al parecer sometiendo al otro intelectualmente. Un caso<br />

en millones, no podía creer que esto pudiese suce<strong>de</strong>r, ¡y a<strong>de</strong>más me<br />

sucedía a mí! Sentí la urgencia <strong>de</strong> contarle a alguien, pero me contuve…<br />

Un caso así no podía caer en las manos equivocadas, tenía<br />

que quedar en el más hermético secreto hasta que <strong>de</strong>scifrara todas<br />

sus aristas. Hay tantos psicólogos que están esperando para aserrucharle<br />

el piso a otros… Tanto profesores como compañeros siempre<br />

piensan en robarle las i<strong>de</strong>as y el crédito a quien es un poco más


Misterios <strong>de</strong> campus<br />

lúcido. ¡No, éste era mi caso! No podía <strong>de</strong>jar que nadie más documentara<br />

esto. No se le pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar a cualquier persona. Quién sabe<br />

lo que se podría hacer con este tipo <strong>de</strong> información tan bizarra.<br />

Decidí no interferir, hacerles creer que me habían perdido. No<br />

quería que se vieran acorralados, presionarlos podía hacer que se<br />

pusieran violentos. Así que <strong>de</strong>diqué esa semana a seguirlos constantemente<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> una distancia en la cual no pudiesen verme. Descubrí<br />

que les gustaban las clases <strong>de</strong> Filosofía, Literatura y<br />

particularmente las <strong>de</strong> Psicología. El “modus operandi” era siempre<br />

el mismo: llegaban a clases unos minutos tar<strong>de</strong> para evitar ser <strong>de</strong>tectados,<br />

disfrutaban <strong>de</strong> la clase aumentando la tensión erótica entre<br />

ambos, y unos minutos antes <strong>de</strong> la hora <strong>de</strong> salida se iban<br />

rápidamente a soltarse como animales uno encima <strong>de</strong>l otro. Después,<br />

a eso <strong>de</strong> las tres <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> tomaban el Metro sin pase escolar,<br />

lo que evi<strong>de</strong>ntemente revelaba que no eran estudiantes, y se iban a<br />

un <strong>de</strong>partamento que compartían en Provi<strong>de</strong>ncia a “repasar” lo que<br />

habían aprendido en el día. Todos los vecinos podían dar cuenta <strong>de</strong><br />

eso, aunque les daba un poco <strong>de</strong> miedo o vergüenza admitirlo. Se<br />

les notaba en la cara que percibían que algo raro sucedía tras esas<br />

pare<strong>de</strong>s. Algunos me previnieron, otros simplemente me dieron<br />

con la puerta en la cara.<br />

De cualquier forma mi investigación ya estaba dando frutos, había<br />

sacado mis primeras conclusiones. Efectivamente el hombre<br />

hacía algún tipo <strong>de</strong> psicoterapia en el centro con una licencia falsa.<br />

Ella escribía novelas “para adultos” y las vendía a una editorial <strong>de</strong><br />

mala muerte. Ambos estaban en un complot para robar conocimientos,<br />

hacer dinero y disfrutarlo <strong>de</strong> una manera muy retorcida.<br />

Podría haber continuado profundizando, pero sucedió que un día,<br />

mientras investigaba, un guardia <strong>de</strong>l campus me pidió mi cre<strong>de</strong>ncial<br />

87


Saúl Zuñiga<br />

88<br />

universitaria por estar “sospechosamente” husmeando alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong><br />

un baño <strong>de</strong> mujeres. Me rehusé a hacerle caso, pues hasta don<strong>de</strong> yo<br />

sabía, revelarle algo podía comprometer mi investigación, o hasta<br />

podía resultar ser un cómplice <strong>de</strong> estos extraños personajes. Salí corriendo<br />

lo más rápido que pu<strong>de</strong>, y en medio <strong>de</strong> la carrera otros dos<br />

guardias me <strong>de</strong>tuvieron <strong>de</strong> una manera poco amable. Y aquí estoy<br />

doctor. Lo que intento <strong>de</strong>cirle es que no hay nada <strong>de</strong> qué preocuparse<br />

respecto a mí. Yo estoy más que bien. Usted me ve lúcido y<br />

sin nada sospechoso en mi persona. ¡Lo que es importante es que<br />

<strong>de</strong>mos cuanto antes con esta pareja <strong>de</strong> <strong>de</strong>generados ilegales! Firme<br />

mis papeles, y le diré dón<strong>de</strong> viven, pero solamente a usted, los <strong>de</strong>más<br />

tendrán que esperar a que lleguemos. Ya no confío en nadie, ni<br />

<strong>de</strong> mi propia sombra puedo sacar la mirada…<br />

El doctor entonces se dirigió a la clase: “Bien alumnos, ese es el<br />

caso <strong>de</strong> hoy. Cinco décimas por cada síntoma que logren nombrarme,<br />

y un siete para el que sepa hacerme un buen diagnóstico diferencial.”


José Luis Hernán<strong>de</strong>z<br />

Mención Honrosa<br />

5° año <strong>de</strong> Ingeniería Civil<br />

José Luis Hernán<strong>de</strong>z (23 años) no<br />

había leído nunca en su vida, hasta<br />

que empezó la universidad. El<br />

año 2005 entró en la selección <strong>de</strong><br />

rugby y en un partido se rompió la<br />

clavícula; pese a esto tuvo que<br />

seguir yendo a las prácticas para<br />

tener la asistencia. Un compañero<br />

le empezó a pasar libros para que<br />

se entretuviera las tar<strong>de</strong>s mientras<br />

miraba las prácticas. Después<br />

<strong>de</strong> unos dos meses “me di cuenta<br />

que me había leído unos 20 libros y<br />

<strong>de</strong> ahí surgió la inquietud por ponerme<br />

a escribir”.<br />

En “Carnaval” quiso contar una<br />

parte <strong>de</strong> la historia <strong>de</strong> Chile <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong> una generación<br />

que no la vivió, con “una<br />

mirada como si fuera un extraterrestre<br />

o alguien <strong>de</strong>l futuro, que<br />

no entien<strong>de</strong> mucho lo que pasó,<br />

entonces pue<strong>de</strong> burlarse”.<br />

Actualmente está leyendo a autores<br />

como Richard Brautigan, Flann<br />

O´Brian y Chris Ware. También está<br />

terminando <strong>de</strong> escribir una novela<br />

llamada “Los <strong>de</strong>tenidos <strong>de</strong>sapercibidos”.


Carnaval<br />

1<br />

Era el año mil novecientos setenta. De manera intermitente la radio<br />

informaba acerca <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> las elecciones presi<strong>de</strong>nciales. Llovía.<br />

Recuerdo que llovía. O había sol. Un sol espléndido <strong>de</strong> octubre. La<br />

verdad, no son muchos los recuerdos que mi memoria conserva sobre<br />

el año mil novecientos setenta. Será que los años posteriores causaron<br />

algún mayor grado <strong>de</strong> impresión en mi persona. Será que me estoy<br />

volviendo cada día más viejo. Que cada día <strong>de</strong>saparezco un poco más<br />

rápido. Vayan uste<strong>de</strong>s a saber. Sí recuerdo que en ese entonces yo solía<br />

respon<strong>de</strong>r al nombre <strong>de</strong> Thomas Bernhard. Que era estudiante <strong>de</strong> bibliotecología.<br />

Que ejercía mi práctica laboral en la biblioteca <strong>de</strong> la Facultad<br />

<strong>de</strong> Derecho y Medicina <strong>de</strong> la Universidad Católica <strong>de</strong> Chile.<br />

2<br />

Sí recuerdo a doble ve-e-ese. Sin lugar a dudas. Por sobre todas las cosas<br />

recuerdo a W.E.S.


José Luis Hernán<strong>de</strong>z<br />

92<br />

3<br />

Supongamos que llovía. Aquellos días el tránsito <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la biblioteca<br />

se vio notoriamente disminuido. En los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> la universidad<br />

se había estado <strong>de</strong>sarrollando un interminable carnaval que impedía<br />

el ingreso <strong>de</strong> los alumnos. Los participantes habían reunido una<br />

gran cantidad <strong>de</strong> globos y serpentinas para celebrar en las calles el nombramiento<br />

<strong>de</strong>l nuevo mandatario. Avecinaban una gran fiesta. Bajo<br />

frágiles toldos <strong>de</strong> plástico, parecían ignorar la <strong>de</strong>nsa cortina <strong>de</strong> agua<br />

que los empapaba. Una misteriosa combinación <strong>de</strong> pasos <strong>de</strong> baile los<br />

mantenía en un permanente estado <strong>de</strong> éxtasis y vigilia.<br />

5<br />

La radio publicaba <strong>de</strong>talladamente el conteo <strong>de</strong> votos. Cada día, un<br />

grupo <strong>de</strong> especialistas analizaba el resultado obtenido en cada región<br />

<strong>de</strong>l país. Eran épocas <strong>de</strong> un intenso <strong>de</strong>bate político. La música hablaba<br />

<strong>de</strong> política. El arte. La poesía. Se inventaban palabras nuevas para po<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong>finir <strong>de</strong> manera precisa el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> la nación. Se repetía constantemente<br />

la palabra futuro y la palabra país. Como en un baile <strong>de</strong><br />

máscaras. O eso era lo que me contaban los pocos estudiantes que lograban<br />

ingresar, la mayoría para <strong>de</strong>jar sus pares <strong>de</strong> zapatos en la sección<br />

<strong>de</strong> custodia. La verdad es que mis funciones <strong>de</strong> bibliotecólogo se extendían<br />

hasta altas horas <strong>de</strong> la noche. Rara vez salía <strong>de</strong> los perímetros<br />

<strong>de</strong> la biblioteca.<br />

7<br />

Cierto día, reor<strong>de</strong>nando los libros que los estudiantes <strong>de</strong>jaban sobre las<br />

mesas <strong>de</strong> lectura, encontré un título que llamó mi atención. No me<br />

siento particularmente comprometido con la lectura. Leo ocasionalmente<br />

las revistas <strong>de</strong> <strong>de</strong>portes. Hojeo los periódicos. Una novela


Carnaval<br />

policial una o dos veces al años. Por ningún motivo me consi<strong>de</strong>raría lo<br />

que los eruditos llaman un lector. Prefiero llevar registro <strong>de</strong>l movimiento<br />

<strong>de</strong> las nubes (algunas veces se veían <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la única ventana que tenía<br />

la biblioteca). Anotar en una hoja suelta la corazonada que producen<br />

en mí sus formas cambiantes. Y no, no veo ningún tipo <strong>de</strong> contradicción<br />

entre mis pobres hábitos <strong>de</strong> lectura con el riguroso programa que<br />

abarcaban mis estudios <strong>de</strong> bibliotecología.<br />

8<br />

Mi jefe no pareció dudar al momento <strong>de</strong> indicarme hacia la oficina<br />

<strong>de</strong> la esquina cuando le pregunté por un lugar que pudiese ocupar<br />

como dormitorio por el resto <strong>de</strong> tiempo que durara mi práctica.<br />

Correspondía a un reducido cubículo, para nada inhóspito, que<br />

me serviría para soportar aquellas noches interminables <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

la biblioteca. Dormir sobre las mesas <strong>de</strong> lectura ya no daba buenos<br />

resultados. El sonido <strong>de</strong> las orquestas que ro<strong>de</strong>aban la universidad,<br />

el incesante tintineo <strong>de</strong> la lentejuela <strong>de</strong> sus vestidos, esperando el<br />

resultado <strong>de</strong> las elecciones presi<strong>de</strong>nciales, traspasaba los fríos muros<br />

<strong>de</strong> cemento y producían un murmullo intolerable <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> las salas<br />

que me ocasionaba terribles pesadillas.<br />

11<br />

El título que encontré sobre una <strong>de</strong> las mesas <strong>de</strong> lectura pertenecía al<br />

<strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> libros raros. Nunca antes había tenido en mis manos<br />

un libro que fuera consi<strong>de</strong>rado raro. Y que efectivamente lo fuera: Una<br />

variada selección <strong>de</strong> transparencias rondaba el tema <strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparición.<br />

Una familia completa <strong>de</strong>saparecía, integrante por integrante, al doblar<br />

en una esquina vacía <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su propio inmueble. Incluía el recorte<br />

<strong>de</strong> una ban<strong>de</strong>ra chilena. Recuerdo haberme preguntado cómo se senti-<br />

93


José Luis Hernán<strong>de</strong>z<br />

94<br />

ría aquella <strong>de</strong>saparición. Qué nuevos perfumes franquearían las habitaciones,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el subterráneo hasta el entretecho, en busca <strong>de</strong> sus propietarios.<br />

Y quién estaría allí para olerlos. Fue entonces cuando me percaté<br />

<strong>de</strong> la gigantesca montaña <strong>de</strong> pares <strong>de</strong> zapatos que se había formado<br />

en la sección <strong>de</strong> custodia <strong>de</strong> la biblioteca. Eran las dos y media <strong>de</strong> la<br />

mañana. Me encontraba solo.<br />

13<br />

Como en un cine rotativo, me dijo W.E.S. en su tono líquido característico,<br />

como en un cine rotativo colmado <strong>de</strong> películas <strong>de</strong> humor. En cada<br />

fragmento <strong>de</strong> celuloi<strong>de</strong> <strong>de</strong>scansa el futuro <strong>de</strong> este país.<br />

14<br />

En un comienzo, el carnaval no contaba con más <strong>de</strong> veinte o treinta<br />

participantes. Pero a medida que la radio daba a conocer los ajustados<br />

resultados parciales <strong>de</strong> las elecciones presi<strong>de</strong>nciales, el grupo se fue haciendo<br />

cada vez más numeroso. Llegó un minuto en que los escenarios<br />

pasaron <strong>de</strong> ocupar la entrada principal a ro<strong>de</strong>ar todo el edificio <strong>de</strong> la<br />

universidad. Se ha solicitado la intervención <strong>de</strong> carabineros. Usualmente<br />

llega una pequeña patrulla que se encarga <strong>de</strong> chequear las cédulas<br />

<strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntidad. A regañadientes, comentan que el resto <strong>de</strong> la fuerza<br />

policial se encuentra trabajando en áreas que ameritan más control que<br />

una fiesta pacífica en la vía pública.<br />

17<br />

El baile <strong>de</strong>l carnaval es un baile que se realiza mejor con los pies <strong>de</strong>scalzos,<br />

dijo cierta mañana mi jefe. Abrí los ojos. Su sonrisa se encontraba a<br />

unos pocos centímetros <strong>de</strong> mi rostro. El susto provocó que me cayera<br />

<strong>de</strong> la silla. Los paneles <strong>de</strong>l cubículo que <strong>de</strong>stinaba para dormir cayeron


Carnaval<br />

conmigo. Soltó una risa <strong>de</strong>sencajada. Acto seguido se quitó los zapatos<br />

y salió <strong>de</strong> la biblioteca dando espasmódicos brincos. No lo he vuelto a<br />

ver <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces.<br />

19<br />

Avances científicos aseguran que una biblioteca abandonada es incapaz<br />

<strong>de</strong> producir eco, indicó un programa juvenil en la radio. Me pregunto<br />

si algo tiene que ver el forrado en que son cubiertos los libros. Las bocas<br />

hambrientas que intentan salir a alimentarse cada noche. Recuerdo<br />

el nombre <strong>de</strong> algunas <strong>de</strong> esas bocas: Kafka, Borges, Lamborghini. Bocas<br />

sin dientes ni encías. Una <strong>de</strong> aquellas noches, me encontré solo,<br />

con un libro raro entre las manos jugando con el eco que negaba producirse<br />

en la biblioteca. Recordé la montaña <strong>de</strong> calzados. Grité: zapatos,<br />

zapatos, cordilleras, sierras olímpicas <strong>de</strong> zapatos. Lejos, el baile <strong>de</strong> los<br />

pies <strong>de</strong>scalzos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la universidad. No hubo respuesta.<br />

20<br />

Una vez que se entusiasmaba, era imposible <strong>de</strong>tener a W.E.S. y su monólogo<br />

inagotable sobre la historia <strong>de</strong>l cine. Comenzaba con el cine<br />

europeo a comienzos <strong>de</strong>l siglo XX. El cine americano. El cine americano<br />

<strong>de</strong> 1890. El cine americano antes, durante y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la Segunda<br />

Guerra Mundial. Luego las películas: Las películas <strong>de</strong> amor, las películas<br />

<strong>de</strong> drama, las películas <strong>de</strong> suspenso, las películas <strong>de</strong> terror, las películas<br />

<strong>de</strong> horror (aquí W.E.S. aclaraba que no eran lo mismo una película<br />

<strong>de</strong> horror que una película <strong>de</strong> terror, que las películas <strong>de</strong> terror<br />

eran un negocio totalmente distinto). Luego las películas <strong>de</strong> humor. Y<br />

aquí se <strong>de</strong>tenía por un buen tiempo. Ahondando en cada <strong>de</strong>talle, en<br />

cada <strong>de</strong>licada finura que <strong>de</strong>terminara cuál película podía categorizarse<br />

como <strong>de</strong> humor y cuál no. Yo no hacía otra cosa que escucharlo con<br />

95


José Luis Hernán<strong>de</strong>z<br />

96<br />

atención. Sus anécdotas eran especialmente divertidas. Me pregunto<br />

dón<strong>de</strong> las habrá aprendido. Quizás en los tiempos cuando se<br />

<strong>de</strong>sempeñaba como un renombrado director <strong>de</strong> cine. Después <strong>de</strong><br />

las películas <strong>de</strong> humor se producía un silencio religioso. Carraspeaba<br />

y se ponía a murmurar sobre el futuro. Un asunto complicado,<br />

<strong>de</strong>cía, y hacía como que prendía un cigarrillo.<br />

21<br />

Durante la noche, la radio sustituía su programación informativa habitual<br />

por lecturas dobladas al español <strong>de</strong> poetas románticos ingleses.<br />

Eso no parecía <strong>de</strong>bilitar el ánimo <strong>de</strong> los bailarines <strong>de</strong>scalzos, como <strong>de</strong>cidí<br />

llamarlos entonces, que montaban verda<strong>de</strong>ras batucadas a partir<br />

<strong>de</strong> las latas y cáscaras provenientes <strong>de</strong> la basura que se acumulaba en la<br />

entrada <strong>de</strong> la universidad. El cordón humano que conformaba el carnaval<br />

era tan compacto que los camiones encargados <strong>de</strong> recoger la basura<br />

apenas podían realizar su trabajo.<br />

22<br />

Probé con el eco <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la biblioteca una vez más. Luego <strong>de</strong> esperar<br />

un tiempo razonable sin resultados <strong>de</strong>cidí retornar a mi cubículo recién<br />

reinstalado. Me <strong>de</strong>spertó el silbido agudo <strong>de</strong> lo que pensé en ese<br />

momento era una tetera llena <strong>de</strong> agua hirviendo. Lo atribuí a la música<br />

<strong>de</strong>l carnaval que se <strong>de</strong>sarrollaba en los alre<strong>de</strong>dores, pero la tetera me<br />

aseguró que su voz era auténtica. Para probarlo pronunció un nombre.<br />

Thomas Bernhard, dijo. ¿Quién, yo?, repliqué. No, tontito, respondió la<br />

tetera, Thomas Bernhard, el escritor austriaco, el autor <strong>de</strong> El Sobrino <strong>de</strong><br />

Wittgenstein, aquel a quien sus pares criticaban <strong>de</strong> nestbeschmutzer, que<br />

quiere <strong>de</strong>cir algo así como “quien ensucia su propio nido” en lengua aria,<br />

ese Thomas Bernhard. Debo confesar que me sentí profundamente


Carnaval<br />

confundido. Acumulé fuerzas: ¿Y qué hay con él?, pregunté. Pues él tiene<br />

una colección <strong>de</strong> botines preciosa (intuí una risa juguetona), casi tan<br />

preciosa como ésta. Luego la tetera calló. Era claro que la voz provenía<br />

<strong>de</strong> algún lugar cercano a la enorme montaña <strong>de</strong> pares <strong>de</strong> zapatos.<br />

23<br />

Aún conservo aquel libro raro. Debo tenerlo en algún lugar <strong>de</strong> este<br />

<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n. Solía consultarlo sobre todo durante las temporadas <strong>de</strong><br />

verano, periodos en los que me aquejaba un profundo estado <strong>de</strong><br />

soledad y <strong>de</strong>saparición. Fue relativamente sencillo sacar el libro <strong>de</strong><br />

la biblioteca. Ya no quedaban funcionarios para cuando mi práctica<br />

laboral había terminado.<br />

33<br />

¿Por qué le cuesta tanto hablar <strong>de</strong>l futuro, W.E.S.?, le pregunté cierta vez.<br />

Se <strong>de</strong>tuvo. Sus dos pies quedaron en el aire. Hace ya bastante tiempo<br />

que nadie entraba a la biblioteca. Podría <strong>de</strong>cirse que nuestras miradas<br />

eran las únicas con la potencialidad <strong>de</strong> cruzarse. Tengo que mostrarte<br />

algo, dijo finalmente. Y encendió una vez más el proyector.<br />

43<br />

Los misteriosos compases <strong>de</strong> los bailarines <strong>de</strong>scalzos se superponían<br />

con el ruido gaseoso <strong>de</strong> los poetas románticos ingleses. Creo haber<br />

oído a Lord Byron, a Coleridge, a Keats, a William Blake. Aunque es<br />

muy probable que esté equivocado. Como dije antes, mis conocimientos<br />

<strong>de</strong> literatura son extremadamente limitados.<br />

53<br />

Seguimos conversando, mayormente acerca <strong>de</strong> la colección <strong>de</strong> zapatos<br />

97


José Luis Hernán<strong>de</strong>z<br />

98<br />

<strong>de</strong>l escritor austriaco Thomas Bernhard. La voz se explayaba, <strong>de</strong><br />

modo minucioso, sobre la forma en que el escritor había dispuesto<br />

<strong>de</strong>liberadamente su casa a modo <strong>de</strong> museo antes <strong>de</strong> morir. No le<br />

parecía relevante <strong>de</strong>tenerse en el hecho <strong>de</strong> que los dos personajes<br />

teníamos el mismo nombre ni en la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> interpretaciones que<br />

ese hecho podría haber generado.<br />

54<br />

Se podía oír la cinta correr <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l proyector. Me gusta pensar que<br />

estábamos sentados uno al lado <strong>de</strong>l otro. La primera película fue una<br />

comedia corta <strong>de</strong> los hermanos Lumière. Luego una película <strong>de</strong> Charles<br />

Chaplin. Luego algo <strong>de</strong> Buster Keaton. Algo <strong>de</strong> Harold Lloyd. Apareció<br />

en escena Dean Martin. Apareció Jerry Lewis. Me parece todavía<br />

recordar la risa líquida <strong>de</strong> W.E.S. y el tono que ésta producía. Como en<br />

un cine rotativo, dijo entonces, como en un cine rotativo colmado <strong>de</strong> películas<br />

<strong>de</strong> humor. Y las películas siguieron avanzando. Una <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la<br />

otra. Y cuando llegó a Dr. Strangelove <strong>de</strong> Stanley Kubrick, el último<br />

filme que había llegado a los cines locales, yo pensé que hasta ahí llegaría<br />

nuestra velada, pero las películas siguieron avanzando. A todo color.<br />

Y vimos Sixteen Candles. Y vimos La Chica <strong>de</strong> Rosa. Y vimos Ferris<br />

Buelles’s day off. The Breakfast Club. Mientras W.E.S. <strong>de</strong>cía: En cada<br />

fragmento <strong>de</strong> celuloi<strong>de</strong>... Animal House. La Venganza <strong>de</strong> los Nerds. La<br />

Venganza <strong>de</strong> los Nerds 2. La Venganza <strong>de</strong> los Nerds 3. En cada fragmento<br />

<strong>de</strong> celuloi<strong>de</strong>... Como si una interferencia impidiera la proyección<br />

completa <strong>de</strong> sus palabras. Rushmore. The Royal Tenenbaums. The<br />

Life Aquatic with Steve Zissou. Virgen a los 40. Superbad. Juno. En<br />

cada fragmento <strong>de</strong> celuloi<strong>de</strong> <strong>de</strong>scansa el futuro <strong>de</strong> este país. Confieso que<br />

rememorar aquellos momentos me produce todavía una variedad insospechada<br />

<strong>de</strong> escalofríos. Muchas <strong>de</strong> esas películas indicaban haber


Carnaval<br />

sido producidas durante la década <strong>de</strong>l 80, <strong>de</strong>l 90, incluso <strong>de</strong>l 2000. Se<br />

lo hice saber. No contestó. Comprendí que a W.E.S. poco le importaban<br />

los asuntos que trataban con el tiempo y el espacio.<br />

55<br />

Después <strong>de</strong> horas <strong>de</strong> conversación logré localizar la voz <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> una<br />

pequeña puerta <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la enorme montaña <strong>de</strong> pares <strong>de</strong> zapatos. No<br />

había recaído en ella durante toda mi estadía en la biblioteca. No fue<br />

difícil forzar la cerradura. El estrépito <strong>de</strong> los bailarines <strong>de</strong>scalzos sería<br />

mi cómplice durante la noche. Una ráfaga <strong>de</strong> polvo nubló mis ojos.<br />

Cuando pu<strong>de</strong> abrirlos me encontré uno o dos metros bajo tierra, frente<br />

a un antiguo cinematógrafo <strong>de</strong> cine. Pasé la manga <strong>de</strong> mi kimono<br />

por su superficie. World Entertainment System, <strong>de</strong>cía la marca. Seguramente<br />

americana. Era el año mil novecientos setenta. La radio anunciaba<br />

a Neftalí Ricardo Eliecer Reyes Basoalto asumiendo como el Presi<strong>de</strong>nte<br />

<strong>de</strong> la República <strong>de</strong> Chile. La ceremonia se llevaría a cabo a orillas<br />

<strong>de</strong> su casa en Isla Negra. Un silencio abrumador envolvió al carnaval.<br />

Digamos que llovía. Como <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una caja <strong>de</strong> zapatos.<br />

99


JURADO CONCURSO LITERARIO <strong>UC</strong><br />

Rodrigo Cánovas<br />

Profesor titular <strong>de</strong> la Pontificia Universidad<br />

Católica <strong>de</strong> Chile, es Licenciado<br />

en Literatura (Universidad <strong>de</strong> Chile) y<br />

Ph.D. en Literatura Hispanoamericana<br />

(University of Texas at Austin) y se<br />

ha especializado en narrativa chilena e<br />

hispanoamericana contemporánea. Ha<br />

publicado libros y artículos sobre literatura<br />

y política, la novela chilena <strong>de</strong><br />

las nuevas generaciones y la narrativa<br />

<strong>de</strong>l boom. Des<strong>de</strong> hace veinte años,<br />

publica periódicamente artículos <strong>de</strong><br />

teoría y crítica en revistas culturales<br />

especializadas. Ha enseñado como Profesor<br />

Visitante, ha sido Investigador<br />

Invitado y participado en Programas <strong>de</strong><br />

Intercambio Académico en Brown University,<br />

The Universtiy of California at<br />

Berkeley, The University of Connecticut<br />

at Storrs y en El Colegio <strong>de</strong> México.<br />

Patricia Espinosa<br />

Es magíster y Doctor (c) en Literatura y<br />

Crítica Literaria. Es profesora <strong>de</strong> Literatura<br />

<strong>de</strong>l Instituto <strong>de</strong> la Comunicación e<br />

Imagen <strong>de</strong> la Universidad <strong>de</strong> Chile y profesora<br />

<strong>de</strong>l Instituto <strong>de</strong> Estética <strong>de</strong> la<br />

Pontificia Universidad Católica <strong>de</strong> Chile.<br />

Ha <strong>de</strong>sarrollado ampliamente la investigación<br />

literaria, especialmente en el<br />

análisis <strong>de</strong> la narrativa chilena <strong>de</strong> principios<br />

<strong>de</strong>l siglo XX y la historia <strong>de</strong> la<br />

crítica literaria en Chile. Destacan sus<br />

cátedras <strong>de</strong> “Novela chilena y cine”,<br />

“Crítica literaria. historia y fundamentos<br />

teóricos”, “Taller <strong>de</strong> poesía”,<br />

“Taller <strong>de</strong> escritura <strong>de</strong> relatos”, “Premios<br />

Nobel latinoamericanos” y “Novela<br />

latinoamericana y posmo<strong>de</strong>rnidad”.<br />

Maili Ow<br />

Profesora <strong>de</strong> Filosofía y Castellano <strong>de</strong> la<br />

Pontificia Universidad Católica <strong>de</strong> Chile.<br />

Doctora en Didáctica <strong>de</strong> las lenguas y la<br />

literatura por la Universidad Complutense<br />

<strong>de</strong> Madrid. Actualmente <strong>de</strong>dica sus<br />

intereses al área <strong>de</strong> la enseñanza <strong>de</strong>l<br />

lenguaje y la literatura, impartiendo los<br />

cursos <strong>de</strong> Didáctica <strong>de</strong> la mención Castellano;<br />

Literatura Infantil y Análisis<br />

<strong>de</strong>l discurso en contextos educativos.<br />

Manuel Corrada<br />

Licenciado en Matemáticas, graduado<br />

en la Facultad <strong>de</strong> Ciencias <strong>de</strong> la<br />

Universidad <strong>de</strong> Chile y docente <strong>de</strong> la<br />

Facultad <strong>de</strong> Arquitectura, Diseño y<br />

Estudios Urbanos <strong>de</strong> la Pontificia Universidad<br />

Católica. A<strong>de</strong>más, forma parte<br />

<strong>de</strong>l comité editorial <strong>de</strong> la Revista Universitaria<br />

y colabora habitualmente en<br />

la revista ARQ, así como también en<br />

otros medios escritos.<br />

Lesmer Montecino<br />

Docente <strong>de</strong> la Facultad <strong>de</strong> Letras, se<br />

tituló <strong>de</strong> profesor <strong>de</strong> Castellano en<br />

1979 (Universidad <strong>de</strong> Santiago) y obtuvo<br />

el grado <strong>de</strong> Magíster en Letras <strong>UC</strong>. Es<br />

Dr. por la Universidad <strong>de</strong> Valladolid en<br />

el área <strong>de</strong> Lingüística. Actualmente,<br />

es profesor <strong>de</strong> la Facultad <strong>de</strong> Letras,<br />

don<strong>de</strong> imparte Pragmática y Análisis


<strong>de</strong>l discurso. Coordinador <strong>de</strong>l Diploma<br />

<strong>de</strong> especialización en Español Lengua<br />

Extranjera (E/LE). Investiga en los ámbitos<br />

<strong>de</strong>l discurso oral y <strong>de</strong>l análisis<br />

crítico <strong>de</strong>l discurso. Es coinvestigador<br />

en el proyecto FONDECYT “Encuentros<br />

orales con fines <strong>de</strong> estudio” e investigador<br />

responsable <strong>de</strong>l proyecto FONDECYT<br />

N° 1071094 “El discurso <strong>de</strong> las personas<br />

en situación <strong>de</strong> calle en Santiago <strong>de</strong> Chile”.<br />

Ha publicado artículos en revistas y<br />

libros sobre ambos temas. Miembro <strong>de</strong>l<br />

Grupo ECLAR (Español <strong>de</strong> Chile y <strong>de</strong> Argentina),<br />

<strong>de</strong> EDICE (Estudios <strong>de</strong>l Discurso <strong>de</strong><br />

la Cortesía en Español) y <strong>de</strong> REDLAD (Red<br />

Latinoamericana <strong>de</strong> Análisis Crítico <strong>de</strong>l<br />

Discurso <strong>de</strong> la Pobreza en América Latina).<br />

Des<strong>de</strong> 2002 a 2005, Secretario <strong>de</strong><br />

la Sociedad Chilena <strong>de</strong> Lingüística (SO-<br />

CHIL); en la actualidad, Vicepresi<strong>de</strong>nte<br />

<strong>de</strong> dicha entidad.<br />

Diego Zúñiga<br />

Estudiante <strong>de</strong> Periodismo y ganador<br />

<strong>de</strong>l primer lugar <strong>de</strong>l <strong>Concurso</strong> <strong>Literario</strong><br />

<strong>UC</strong>, categoría Cuentos <strong>de</strong> Campus en su<br />

versión 2007. Lector <strong>de</strong> Stephen King,<br />

Ernesto Sábato, Kafka y Camus, entre<br />

otros. Supo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que leyó “Los <strong>de</strong>tectives<br />

Salvajes”, <strong>de</strong> Roberto Bolaño,<br />

que escribir era lo que quería hacer por<br />

el resto <strong>de</strong> su vida. Este libro también<br />

fue la inspiración para “Perdidos”, su<br />

cuento ganador <strong>de</strong>l concurso. Actualmente<br />

conduce el programa <strong>de</strong> libros<br />

Snob, por Radio <strong>UC</strong> y escribe reseñas literarias<br />

para el periódico juvenil Km 0.<br />

CATEGORÍA CUENTOS<br />

Danilo Santos<br />

Doctor en Literatura (Universidad <strong>de</strong><br />

Buenos Aires, 2004). Se ha <strong>de</strong>sempeñado<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1995 como docente <strong>de</strong> la Facultad<br />

<strong>de</strong> Letras <strong>de</strong> la Universidad Católica,<br />

en las cátedras <strong>de</strong> Literatura General<br />

Mo<strong>de</strong>rna y Contemporánea, Teoría literaria<br />

y Literatura Española Mo<strong>de</strong>rna y<br />

Contemporánea. Ha participado en investigaciones<br />

<strong>de</strong> Proyectos <strong>de</strong> Creación<br />

y Cultura Artística, Fon<strong>de</strong>cyt y Fon<strong>de</strong>c.<br />

Coautor <strong>de</strong> los libros <strong>de</strong> Lengua Castellana<br />

y Comunicación Primer, Segundo,<br />

Tercer y Cuarto año <strong>de</strong> Enseñanza Media.<br />

Ha publicado también reseñas y<br />

artículos en la Revista Universitaria,<br />

Taller <strong>de</strong> Letras, Revista Chilena <strong>de</strong> Literatura<br />

(Universidad <strong>de</strong> Chile) y en el libro<br />

Nueva Narrativa Chilena: el abordaje <strong>de</strong><br />

los huérfanos <strong>de</strong>l autor Rodrigo Cánovas.<br />

Marcelo Simonetti<br />

Es periodista y profesor <strong>de</strong> nuestra universidad.<br />

Después <strong>de</strong> <strong>de</strong>sarrollar una<br />

<strong>de</strong>stacable carrera en el diario El Mercurio,<br />

se lanzó a la ficción a través <strong>de</strong>l<br />

cuento, obteniendo el primer lugar <strong>de</strong>l<br />

concurso <strong>de</strong> cuentos <strong>de</strong> La Felguera,<br />

España, y una mención honrosa en los<br />

Juegos <strong>Literario</strong>s Gabriela Mistral, 2001.<br />

Su primer libro, “El abanico <strong>de</strong> Madame<br />

Czeckowska” (Alfaguara, 2002),<br />

ganó el Premio Municipal <strong>de</strong> Literatura<br />

<strong>de</strong> Santiago el año 2003; y su última<br />

novela, “La traición <strong>de</strong> Borges”, fue<br />

galardonada con el prestigioso premio<br />

Casa <strong>de</strong> América <strong>de</strong> Narrativa 2005.


“Cada uno <strong>de</strong> los relatos que el jurado ha leído, han sido capaces <strong>de</strong> sacudirnos<br />

o <strong>de</strong> movernos el piso. Ninguno ha generado nuestra indiferencia. Y eso es un<br />

gran mérito. Más allá <strong>de</strong> la inevitable jerarquización que implica un concurso,<br />

puedo asegurarles que todos los textos nos han <strong>de</strong>jado frases, enunciados,<br />

formas particulares <strong>de</strong> ver el mundo. Su escritura se ha quedado en nuestras<br />

cabezas y prontamente tendrán más lectores que podrán compartir nuestra<br />

experiencia a través <strong>de</strong> este libro. (…) A través <strong>de</strong> los años, muchos <strong>de</strong> los<br />

participantes y ganadores <strong>de</strong>l concurso han seguido escribiendo, han publicado<br />

y están ganando un espacio en el circuito <strong>de</strong> la narrativa nacional”.<br />

Patricia Espinosa H.<br />

Presi<strong>de</strong>nta <strong>de</strong>l Jurado<br />

Académica <strong>de</strong>l Instituto <strong>de</strong> Estética <strong>UC</strong><br />

“Me hago pedazos en la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> existir, <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r hacerlo, <strong>de</strong> pertenecerle. A<br />

ella, a la que llora, a la que intenta el llanto, a la que actúa. Me tranquilizo,<br />

no me escucha, no lo hace porque todavía no me ha visto <strong>de</strong> cerca. Inventa<br />

que sigue. A quién le importa, para quién, para qué. Esto no es necesario. Mi<br />

vida, puro teatro. Textos, imaginarios blandos, hojas limpias. Que grite mi<br />

nombre, hazlo. ¡Judith! me dice. ¡Judith!, con más fuerza, hazlo con toda la<br />

que tienes, con toda la que no tengo. Y quedo sonando, en un rogar para que<br />

se que<strong>de</strong> conmigo. Con ella <strong>de</strong> fondo, con ella sonando tan fuerte como lo que<br />

soy. Esto. Nada más que esto”.<br />

Tres Veces, primer lugar categoría Cuentos

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