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Corcho Loco y Otros Relatos - GuajaRs

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La Guardián asiente, coloca la capucha sobre su cabeza y se sienta frente a él,<br />

situando una mano horrenda sobre la frente de su hermano. A pesar de este<br />

contacto, el hombre no manifiesta desagrado.<br />

—Vârcolac es el nombre del anterior Guardián de este fuerte —dice la<br />

encapuchada. Raúl contiene la respiración y siente que está apunto de perder la<br />

consciencia. Su mente termina de atar los cabos sueltos mientras la Guardián<br />

continúa con su historia—. Y antes de eso fue el Guardián de Nightwhale, ya les han<br />

narrado esa parte de la historia.<br />

»Lo que las ratas cobardes no se atrevieron a decir es que el matuasto no es<br />

inmortal, o al menos su carne pestilente no lo es. Hay un momento del día cuando es<br />

más vulnerable, a la hora en que el sol agrede con mayor fuerza la tierra bajo<br />

nuestros pies.<br />

»Hace cinco años en un día como hoy, cercano al solsticio de verano, los viejos<br />

del pueblo motivados por Pedro del Páramo y cansados de lidiar con esta amenaza<br />

decidieron que ya era tiempo de poner fin al terror. No más muertes ni sacrificios de<br />

animales útiles. No más pesadillas.<br />

»Guiados por el Guardián Vârcolac se inició la cacería. Deben entender que él<br />

y nosotros como hijos del matuasto, al igual que nuestro incestuoso padre, somos<br />

vulnerables a la luz del sol, pero con la ayuda de ropas blancas húmedas y cristales<br />

ahumados sobre sus ojos, Vârcolac pudo llegar al escondite sin sufrir los embistes<br />

del Dios Sol.<br />

»Yo estuve allí cuando todavía era humana y aún no se sabía nada de mi<br />

romance con Pedro del Páramo, o al menos eso pensaba.<br />

»¿Ahora entienden por qué una mujer fue sido entregada al monstruo como<br />

ofrenda? Rosa Espinosa se encargó de convertirme en la bruja que todas las mujeres<br />

casadas odian y por supuesto fui castigada por ello.<br />

Se detiene un segundo, como intentando encontrar sentido a sus propias<br />

palabras. Luego se sonríe a sí misma con un escalofrío de placer. Esa sonrisa de<br />

dientes afilados crece a medida que continúa con el relato.<br />

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