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lisfecha , y leaeis uaa coadesa por espo­
sa. Seguidme.
— Tosigo, dijo Quiatia sacando su
sable ; pero á la meaor señal de traicioa
que perciba , tu cuerpo y tu cabeza estarán
á tres pasos de distaacia.»
El gitaao sin replicar viendo que Durward
estaba armado y equipado , bajó
precípitadameate por la escaleía, y atravesó
varios pasadizos desviados (pie coaducian
al jardía. Ni una luz se descubría,
ai se oía uaa mosca ea esta parte del
edificio ; pero luego que llegaron al jardin
, oyóse el tumulto di-^z veces mayor
que aates , y Quiatia llegó á distinguir
los diversos gritos de guerra: i^Liejal
Liejal Jabalí] JA^^ÍÍ!» despedidos ea alta
voz por los acometedores , ea taato
que los defeasores del castillo sorpreadidos,
respoadiaii coa gritos mas débiles:
fi\Nuestra Señora por el Principe obispo!»
Pero , á pesar del geaio guerrero de