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dor de los liejenses rebeldes, y protector
oculto de Guillermo de la Marck ,
podría servirle de salvaguardia en medio
de los horrores de aquella noche.
Al llegar á la torrecilla , objeto de su
espedlcion , estremecióse al eacoatrar la
puerta por doade*salieraa la condesa Hameliaa
y Marta atestada de cadáveres.
Sin deteaerse quitó del paso á dos de
ellos , y hacia lo propio coa otro , cuaado
el supuesto muerto agarróse á su
vestido , supllcáadole que le ayudase á
levaalar. Quiatia , hallándose deteaido
ea tan mala ocasión , estaba tealado, ea
lugar de perder el tiempo luchaado coa
este antagoaista, de recurrir á medios
menos suaves para deshacerse de él,
cnaado oyó que gritaba : «Yo me ahogo
coa el peso de mi armadura; soy Pabelloa
el siadico de Lieja. SI sois de los
nuestros _, coalad coa aiis riquezas; si
de los enemigos, no importa, yo os (^ro-