Consejo General de Hermandades y Cofradías ... - Iglesia san Pedro

Carmona, 2010 Consejo General de Hermandades y Cofradías
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II) EL ENCUENTRO
La primera vez que viví una Hermandad
por dentro fue un Viernes Santo, que por cierto
diluviaba, “cosa rara”, yo no comprendía por
qué, la mayoría, lloraban a lágrima viva y los que
no, se apartaban para no ser vistos. ¡Hombre el
día estaba malo, pero tampoco para tanto!
Al rato dejó de llover y les dije a los que allí
estaban que por qué no salían entonces. Alguien
me dijo muy serio: “una vez que se hace el víacrucis,
esto se acabó hasta el año que viene”.
Me quedé de piedra, ¿cómo después de
tanto esfuerzo no se salía más tarde? ¿otro día
quizás? No entendía nada...
Con el tiempo comprendería perfectamente
aquellas palabras y hoy yo no podría decir
otra cosa.
Cuando ya me marchaba, pensando en
cuanto esfuerzo, cuanta cera, cuantas flores,
todo para nada. ¡No luciría! En ese momento
algo me detuvo y me volví.
Como por inercia me fui acercando al paso
dorado y fijándome en aquel Cristo humilde y
paciente, me pareció que me miraba, que quería
decirme algo, pero callaba.
Tras unos momentos comprendí que el
diálogo estaba en su postura, en ese rostro de paz
y perdón, de sosiego y mansedumbre. La viva
imagen de la tolerancia.
La figura de un hombre pacífico, pero no
derrotado, firme pero no altanero. En Él vi la
imagen del verdadero Cristo, la imagen que hace
falta transmitir al mundo de hoy.
La Iglesia estaba llena de gente, pero como
si estuviera sola me encontré con el paso de la
PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE LA CIUDAD DE CARMONA 2009
Virgen de los Dolores, y ésta haciéndome un
guiño me atrapó para siempre, observándola me
pareció oírle: “haced lo que Él os diga”.
Desde ese momento me integré, hasta
donde me dejaron, y empecé a saber lo que era
una Hermandad, a convivir, a trabajar, a sufrir,
a gozar...
Cada año que pasaba mis ansias por
vestir la túnica de nazareno crecían, era duro
ayudar en el reparto de papeletas de sitio y no
poder hacer uso de la tuya, ver la cofradía y
no poder sentir lo que los hermanos varones.
Un año ya no pude más, y entre mi novio y un
buen amigo se las arreglaron para que de “tapaillo”
pudiera hacer Estación de Penitencia.
La empresa no era sencilla, dado lo prohibido
del tema. Pero como un equipo que lleva a
cabo una misión de alto secreto, allá que nos
lanzamos.
Nunca he olvidado aquella primera vez,
mis sentidos estaban a flor de piel. Al oír el sonido
de la puerta que se abría, los nervios me
atenazaban tanto que temí quedar bloqueada,
noté el tacto del cirio frío en mis manos, y cómo
su luz me calentaba el alma. Cuando ya me disponía
a salir mis ojos miraron por última vez a
mis imágenes: ¡Adiós! ¡Hasta que nos volvamos
a encontrar otra vez a la recogida!
Cuando atravesé el dintel a la calle mi vista
se extasió con las personas que aguardaban la salida.
Mis oídos eran testigos de los comentarios
de la gente, el que pedía la ayuda para un ser
querido, el que daba gracias por todo lo recibido,
o el que pasaba del tema como si esa escena
no fuera con Él.
Los olores se mezclaban en mi mente, los
más sublimes: incienso, cera, azahar; y los más
mundanos: las frituras de los bares, los algodones
dulces de los niños...
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