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La Otra Banda (1978)

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arreglado. Invertiremos el dinero en la banca, en el comercio, en los seguros y hasta en<br />

la construcción, en algo más rentable y más seguro. Nosotros no podemos insistir como<br />

nuestro padre ni como el propio Héctor, que se muere tratando de explotar el peor de<br />

los negocios. En el campo ya no hay nada qué hacer. <strong>La</strong>s grandes oportunidades están<br />

en la ciudad y sobre todo en la política. Tú, Camilo, no puedes seguir al margen de la<br />

política. En las próximas elecciones tienes que formar parte de un comité de<br />

independientes que apoye una de las candidaturas presidenciales que tenga chance de<br />

ganar. No importa la que sea, nosotros no podemos tener ideología alguna. Eso queda<br />

para los políticos profesionales. Nosotros tenemos que estar vinculados con los grandes<br />

partidos que pueden gobernar al país. De otra manera no podemos salir de abajo. O nos<br />

hacemos millonarios de verdad o somos unos grandísimos pendejos como esos que<br />

viven pegando gritos sobre la Reforma Agraria y no tienen donde caer muertos.<br />

Camilo Siríaco oía a su hermano y pensaba qué estaría pasando en el país y en el<br />

mundo, todo cambiaba vertiginosamente. ¿Seré yo el único que no entiende esta vaina?<br />

Pero si los políticos son unos zánganos que no trabajan, que nunca han trabajado ¿cómo<br />

un comerciante o un ganadero puede hacerse político?<br />

-¡Coño! Francisco Antonio, ¿tú no eras perezjimenista? -exclamó.<br />

-¡Que perezjimenista del carajo! Camilo. Para poder hacer negocios, buenos<br />

negocios quiero decir, uno tiene que estar con todos los gobiernos. Tú tienes que salir<br />

de Carora, para que aprendas y te pulas en las grandes movidas que se están<br />

produciendo en el país. El que no aproveche ahorita se jode para siempre.<br />

-Recorta la velocidad que tenemos que doblar donde está aquel aviso. Ya ni te<br />

acuerdas dónde queda la entrada para El Escondite o la Siriaquera. No sé si té conté que<br />

Héctor echó el ganado en lo que era el asentamiento campesino. <strong>La</strong> Siriaquera la<br />

vendimos, pero sigue siendo nuestra. Esta fue la primera propiedad que adquirió mi<br />

papá, según me contó antes de morir. Esos viejos trabajaban duro.<br />

-Papá tampoco trabajo un carajo, Camilo. Si no hubiera tenido apoyo del<br />

gobierno del General Gómez, nosotros fuéramos unos muertos de hambre.<br />

Francisco Antonio había adquirido un alto grado de conciencia para comprender<br />

el mundo de los negocios y actuaba con una gran naturalidad. No es delito, decía, que el<br />

hombre de trabajo sea premiado y respaldado por los gobiernos. Para eso son los<br />

gobiernos, no para que apoyen a los que no trabajan, ni tienen nada con qué responder<br />

a los préstamos. Estaban llegando a El Escondite. Todo era silencio en los alrededores.<br />

<strong>La</strong> supercarretera <strong>La</strong>ra-Zulia había quedado a un lado. <strong>La</strong> vía estaba engranzonada. A<br />

los lados estaban decenas de tractores abandonados en lo que fuera el asentamiento<br />

campesino <strong>La</strong> Siriaquera. Troncos de árboles calcinados por las quemas parecían<br />

hombres que esperaban a los visitantes con la cabeza cubierta con paños negros. Todo<br />

comenzó a oscurecerse, cayó la noche y con ella la tempestad, las centellas, el<br />

relámpago del Catatumbo y el delirio mortal de Héctor Siriaco que lo trasladaba no sólo<br />

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