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16341.Boletin Iesus Caritas 159

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cicio concreto del amor querido por Dios. Gen 1,27 afirma que Dios creó<br />

al hombre y la mujer, al macho y a la hembra, con la misma dignidad,<br />

ambos a su imagen y semejanza, como personas racionales, dotadas de<br />

libertad, de capacidad de conocer y de amar, destinados a perpetuarse en<br />

su descendencia y por ello capaces de procrear. El capítulo 2, sirviéndose<br />

de una viva imaginería, añade que el hombre necesita a la mujer para<br />

completarse ambos en una comunidad de vida en la que la unión sexual es<br />

básica. No es bueno que el hombre esté solo (Gén 2,18), no es “bueno”<br />

ontológicamente, pues necesita la mujer para estar completo. (Siglos más<br />

tarde Pablo matizará en 1 Cor 7,1 que es “bueno” que el hombre esté sin<br />

mujer, para dedicar su vida al Reino de Dios, siempre que reciba esta gracia.<br />

En esto sigue a Jesús que declaró la legitimidad de hacerse a sí mismos<br />

“eunucos por el Reino de los Cielos” cf. Mt 19,14). Dios quiere el<br />

éros, primero como medio para completarse hombre y mujer, gozando de<br />

la felicidad predispuesta en ellos por el Creador, felicidad que hace pregustar<br />

algo divino (cf. nº 11), y en segundo lugar para procrear. Un último<br />

detalle sugiere que hombre y mujer se aman con un éros que no les avergonzaba<br />

(2,25), es decir, acorde con la propia dignidad de ser hombre y<br />

mujer imagen y semejanza de Dios, un éros sometido a la razón y al bien<br />

del otro. Este es el lugar del amor sexual en el plan de Dios, en el que el<br />

éros está como enraizado en la naturaleza misma del hombre (nº 11) Junto<br />

a esto hay otro aspecto de no menor importancia: en una perspectiva fundada<br />

en la creación, el éros orienta al hombre hacia el matrimonio, un vínculo<br />

marcado por su carácter único y definitivo; así, y sólo así, se realiza su<br />

destino íntimo.... Esta estrecha relación entre éros y matrimonio que presenta<br />

la Biblia no tiene prácticamente paralelo alguno en la literatura fuera de<br />

ella (nº 11). Pero el capítulo siguiente añade detalles que hacen volver la<br />

mirada al éros real que tienen hombre y mujer, un éros irracional que se<br />

traduce en degradación e injusticia, y todo ello como consecuencia del<br />

intento de divinización de la pareja, que quiere ser igual a Dios, conocedores<br />

del bien y el mal (Gen 3,4-19). El resultado es que perciben que están<br />

desnudos y que el hombre quiera dominar a la mujer. Por ello el éros necesita<br />

un correctivo que le ayude a evitar estas desviaciones.<br />

Por otra parte, la palabra de Dios fortalece el éros y lo capacita para su<br />

divinización, su gran aspiración. Realmente en el amor erótico hay una<br />

serie de aspiraciones que se hacen realidad con el amor divino: el amor<br />

humano desea infinidad, eternidad, una realidad más grande y completamente<br />

distinta de nuestra existencia cotidiana. Pero al mismo tiempo se<br />

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